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Recursos naturales
Renán A. Póveda
Resumen
I. Antecedentes
1
El Perú alberga dentro de sus fronteras unas 25 mil especies vegetales, 460 especies de mamíferos, 1.710
especies de aves (19 por ciento del total mundial y el segundo puesto mundial detrás de Colombia), 297
especies de reptiles (el octavo puesto mundial), 315 especies de anfibios (el cuarto puesto mundial) y casi
1.600 especies de peces. Además, el endemismo de las especies peruanas es muy elevado, con al menos
6.288 especies endémicas, 5.528 de las cuales son especies de flora y 760 de fauna (véase Sánchez
Huamán y otros 2005).
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Presiones y amenazas
buena parte del bosque ribereñ o seco original se ha perdido. La agricultura (sobre todo
de la palma aceitera), las fincas ganaderas y la tala de los árboles representan en la
actualidad graves amenazas, y la extracció n de aceite supone un problema potencial.
La caza y captura para el comercio de animales de compañ ía (en especial la captura del
pachaloro) también supone una amenaza.
Los yungas peruanoscentrales son una ecorregió n subtropical, Los drásticos
contrastes de altitud dentro de la ecorregió n explican los diferentes paisajes y especies
que se encuentran en ella. En la zona seca los á rboles son de hoja caduca, pero el resto
de la regió n posee una densa vegetació n de hoja perenne, incluyendo selva alta. En toda
la regió n hay una gran diversidad de especies, con un elevado endemismo. Esta
ecorregió n todavía se conserva relativamente intacta como hábitat, aunque su defo-
restació n va en aumento. La abrupta naturaleza del paisaje le ha dado cierta protecció n,
pero los recientes asentamientos humanos y su expansió n han despejado ciertas zonas
para el pastoreo y la agricultura, en especial de café y coca ilegal.
La puna andina central es un altiplano que se extiende a lo largo de la columna de
los Andes, a través del Perú y de Bolivia, y llega, hacia el sur, hasta el norte de Chile y la
Argentina. Esta ecorregió n, con un régimen de lluvias moderado, se ha degradado a
consecuencia del pastoreo de rebañ os de llamas domésticas, alpacas, cabras y ovejas, y
del recojo de madera para calentarse. Es preocupante la introducció n de especies
invasivas y los incendios no controlados.
Los Andes tropicales son considerados la regió n m.is rica y con mayor diversidad
del mundo (además del Perú , abarcan parte de Venezuela, Colombia, el Ecuador y
Bolivia). Esta ecorregió n alberga alrededor de una sexta parte de toda la vida vegetal en
menos de uno por ciento de la superficie de la Tierra. Aunque una cuarta parte de su
hábitat aú n se conserva, la regió n se enfrenta a distintas amenazas (como la minería,
la extracció n maderera, la exploració n petrolera y las plantaciones de productos
narcó ticos) que se extienden a consecuencia del continuo crecimiento de numerosas
ciudades dentro de la regió n. Los bosques nubosos se enfrentan a una creciente presió n
procedente de las presas hidroeléctricas y de las especies invasivas.
pobres del altiplano hacia el este; la tala ilegal; las fallas del mercado y de las
medidas políticas, que generan incentivos perversos y fomentan los cultivos de
«cortar y quemar» en zonas no aptas para la agricultura; las minas de oro (en
particular en Madre de Dios y Loreto); el cultivo de productos ilegales (coca y
amapola); la sobrepesca; la quema; la introducció n de especies exó ticas; la
contaminació n urbana e industrial de las fuentes de agua; y la falta de conciencia
entre la gente comú n sobre la importancia de la diversidad bioló gica para el
funcionamiento del ecosistema y el potencial econó mico son causas que subyacen a
la deforestació n y la pérdida de biodiversidad. La agro-biodiversidad también se
encuentra amenazada por los monocultivos y por la introducció n de variedades
especializadas que, pese a su elevada productividad y su contribució n a la
estabilidad de la alimentació n y de los medios de vida, han provocado el declive de
las variedades andinas originarias de raíces y tubérculos.
Alternativas de política
Muchas de las á reas protegidas coinciden con las á reas críticas identificadas.
Aunque el Perú asigna un elevado porcentaje a las á reas protegidas, está por
debajo de los países vecinos como Bolivia y el Ecuador, pero significativamente por
encima de otros países latinoamericanos ricos en biodiversidad (véase el grá fico 1).
Sin embargo, ello no significa necesariamente que el esfuerzo conservacionista es
eficiente y sostenible. En efecto, a pesar del notable crecimiento de la superficie
protegida, existe acuerdo en que el sistema de á reas protegidas carece de capital
humano y de los recursos necesarios para una gestió n y supervisió n eficientes. Los
recursos financieros para gestionar las 61 á reas protegidas proceden
5
El SINANPE comprende nueve categorías: 11 parques nacionales (47 por ciento del total de las áreas
protegidas); 10 reservas nacionales (20 por ciento); 7 santuarios nacionales (2 por ciento); 4 santuarios
históricos; 1 reserva paisajística; 11 zonas reservadas (17 por ciento); 6 bosques protegidos; 6 reservas
comunales (10 por ciento); y 2 cotos de caza.
133
6
El primer acuerdo de cogestión con una ONG está previsto para comienzos de 2006 en la Reserva
Natural de Salinas y Aguada Blanca, en el departamento de Arequipa.
7
Entrevistas con Alberto Paniagua, director ejecutivo de PROFONANPE, Manuel Pulgar Vidal (SPDA) y
Raúl Tolmos (UNDP), febrero de 2006
133
Se estima que las tasas de entrada que maximizarían los ingresos podrían
llegar a alcanzar los 5,07 millones de dó lares, y que generarían los mayores
beneficios si se fijase un precio conjunto para la ciudadela y el Camino Inca (EFTEC
2000). Aunque el establecimiento de precios diferenciados podría resultar mejor
para resolver algunos de los problemas antes mencionados, la legislació n vigente
impide hacer esta distinció n. Lo que sí existe es una tasa impositiva diferente para
133
Alternativas de políticas
Las principales enseñ anzas que se extraen del funcionamiento de las á reas
protegidas sugieren que su gestió n es un proceso de largo plazo que requiere: (i)
flexibilidad y participació n de la població n local, la sociedad civil, el sector privado y
todos los niveles de gobierno; (ii) un sistema integrado de gestió n que refuerce la
recientemente descentralizada estructura de gobierno del Perú ; y (iii) un sistema de
gestió n má s eficaz que garantice la sostenibilidad financiera e institucional.
La agenda futura exige también realizar un esfuerzo coordinado para ampliar
la cobertura y la gestió n eficiente de las á reas protegidas del sistema nacional que
actualmente carecen de apoyo financiero e institucional (unas 30 de las 61
existentes), así como para dar respuesta a los nuevos desafíos y oportunidades fruto
de las redes regionales, locales y privadas de á reas protegidas. En relació n con la
gestió n y la conservació n de la biodiversidad en las á reas protegidas, el sector
pú blico y el privado tienen la responsabilidad de establecer esquemas de gestió n
ambiental integrales. Para garantizar el desarrollo sostenible y una gestió n eficiente
de los recursos naturales en aquellos sectores econó micos que pueden resultar una
amenaza para la diversidad bioló gica del país, es crucial tener en cuenta las
cuestiones ambientales. En concreto, deberían sopesarse las siguientes alternativas
para reforzar las políticas a corto plazo:
Incentivar una mayor consolidació n del sistema de á reas protegidas creando
á reas protegidas locales y regionales adyacentes a las que ya gestiona el
SINANPE. Esto haría posible la participació n local en la gestió n de las á reas y
ampliaría la superficie protegida en ecosistemas claves.
Involucrar má s a las poblaciones locales en la gestió n de las á reas protegidas.
Esta propuesta refleja las lecciones extraídas de distintos proyectos de á reas
protegidas (incluido el del Foro para el Medio Ambiente Mundial en el río
Nanay), en los que es esencial que las comunidades locales sean propietarias de
los recursos.
Reforzar la capacidad institucional, técnica y administrativa de la IANP, que
enfrenta limitaciones en su capacidad de gasto.
Ampliar los acuerdos de promoció n y cogestió n de á reas protegidas con ONG y
con el sector privado sobre la base de resultados concretos. Estos acuerdos
podrían mejorar el desarrollo del pago por servicios vinculadas al ambiente y
las oportunidades ecoempresariales de las á reas protegidas.
Considerar la posibilidad de crear una agencia autó noma encargada del uso y la
conservació n de la biodiversidad, incluida la gestió n de los parques nacionales.
133
estimació n de 261 mil hectá reas anuales y del total acumulado de 9,6 millones de
hectá reas para la década anterior. Pero el hecho de que las cifras sean inferiores no
debe llevar a concluir que el proceso de deforestació n en el Perú está disminuyendo
de forma permanente o se ha detenido. Aunque se estima que las tasas de
deforestació n pueden mantenerse estables, los nuevos proyectos (como la autopista
interoceá nica) y la actual emigració n hacia el Este puede incrementar la TAD. 10 En
comparació n, las estimaciones de deforestació n anualen países vecinos son las
siguientes: Bolivia, 168 mil hectá reas (1975-1993); el Brasil, 1’850.600 hectá reas
(1990-2004), que se elevan a 2’612.900 hectá reas en 2004; y el Ecuador, de 189 mil
hectá reas a 300 mil hectá reas (Butler 2004; Mecham 2001).
Aunque las zonas deforestadas no han sido catalogadas como á reas críticas
(aplicando la metodología para la biodiversidad de Conservation International), el
PROCLIM considera que las regiones má s gravemente afectadas por la deforestació n
son San Martín, Amazonas y Loreto (que han perdido, respectivamente, 1,3 millones
de hectá reas, 1 milló n de hectá reas y 0,95 millones de hectá reas), seguidas por
Junín, Ucayali y Huá nuco (véase el cuadro 4). El departamento de Amazonas ha
padecido el mayor incremento de deforestació n en el periodo 1990-2000, seguido
por Loreto y Cajamarca. Debe señ alarse, sin embargo, que los cá lculos sobre la
deforestació n subestiman de forma significativa la gravedad del problema, porque
no tienen en cuenta la degradació n forestal, que es difícil de medir. La deforestació n
suele ser la ú ltima fase de un proceso de degradació n incipiente causado por un
aprovechamiento escasamente controlado de los productos forestales, que con
frecuencia empieza con la tala de especies valiosas como la caoba. Entre las
deforestación de 2’612.900 hectáreas durante 2004; y la TAD del Ecuador se calcula entre 189.000
hectáreas y 300.000 hectáreas.
10
Entrevista personal con Jorge Elgegren y David Lee (2006).
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11
Entrevista con Jorge Elgegren (2006).
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12
No existen estudios que hayan analizado la significación estadística específica de cada una de las
posibles causas de la deforestación en el Perú.
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Esto incluye tanto las cosechas estacionales (maíz, yuca, arroz) como las permanentes (cítricos, caña
de azúcar, plátano, aceite de palma, pijuayo).
14
Además, un informe elaborado por Garnica González (2001) sostiene que las plantaciones de coca han
causado la deforestación de 2,3 millones de hectáreas, que representan 24 por ciento de la deforestación
total de la Amazonía peruana; el restante 76 por ciento corresponde a otras causas. No obstante, el
estudio de Garnica no se basa en un análisis de inferencia estadística, de modo que debe considerarse
provisional. El informe señala que San Martín es la región más afectada por el cultivo de coca, con una
cantidad acumulada estimada de 800 mil hectáreas deforestadas a causa de la plantación de coca en el
año 2000, seguida por Huánuco, con 450 mil hectáreas.
133
Un estudio realizado por Alcalde (2002) incluye un aná lisis de los agentes
causantes de la deforestació n, las condiciones que la hacen posible y sus causas. Este
aná lisis concluye que en la Amazonía peruana los principales agentes son:
Los pequeñ os agricultores emigrantes que emplean la estrategia de cortar y
quemar para establecer sus pequeñ os terrenos agrícolas.
La industria agrícola comercial a gran escala que transforma el suelo forestal en
agrícola para producir cosechas comerciales (p. e., aceite de palma). En
ocasiones estos agentes empujan a los pequeñ os agricultores hacia el bosque.
Los cultivadores de coca y los traficantes de droga que talan el bosque para
construir pistas de aterrizaje no autorizadas para transportar drogas ilegales.
Los propietarios de ganado estabulado, que a veces empujan a los pequeñ os
agricultores hacia el bosque.
Los leñ adores que construyen rutas forestales para transportar troncos de
madera comerciales desde la zona de tala hasta carreteras importantes (estas
rutas forestales permiten a otros agentes adentrarse en el bosque).
La construcció n de carreteras y los proyectos de infraestructuras
(hidrocarburos, presas, actividades mineras).
La minería informal y artesanal.
Los planificadores del programa de colonizació n rural, que promueven la
reubicació n de colonos en zonas forestales.
133
Marco de política
La Ley Forestal y de Fauna Silvestre (1975), que reguló el sector forestal hasta el
añ o 2000, tenía serias limitaciones: no reconocía las necesidades de las poblaciones
indígenas, contemplaba contratos forestales anuales de á reas demasiado pequeñ as
(mil hectá reas) y fomentaba una relació n de explotació n entre los pequeñ os
leñ adores y la industria maderera y sus intermediarios. En el añ o 2000 dicha ley fue
modificada y se reforzó el marco institucional del sector, introduciendo concesiones
madereras a cuarenta añ os de 5 mil hectá reas a 50 mil hectá reas, asignadas
mediante una licitació n pú blica transparente.15 Entre las características má s
importantes de la ley está la exigencia de planes de gestió n sostenible basados en
inventarios y censos, y en derechos de acceso a recursos forestales. Hasta la fecha se
han asignado má s de 7,5 millones de hectá reas de bosque (de los 24 millones de
hectá reas existentes) a 580 concesionarios. Sin embargo, la aplicació n de la nueva
ley se ha caracterizado por la falta de planificació n y un calendario apropiado del
proceso de licitació n pú blica, un mal diseñ o de las concesiones, lo que a su vez crea
problemas de acceso a las concesiones y conflictos con concesionarios que afirman
haber recibido algo distinto de aquello por lo que licitaron; largas demoras en los
trá mites administrativos, que hacen difícil cosechar a tiempo; y un monitoreo
inadecuado del comercio ilegal de madera. Algunos de los factores má s importantes
que han impedido el desarrollo del sector son la falta del capital de los
concesionarios, su limitado acceso al crédito y su escasa experiencia de gestió n
técnica, empresarial y forestal. Ademá s, la capacidad de hacer cumplir la legislació n
es limitada, y existe poca informació n como para determinar qué resultados se está n
obteniendo (Elgegren y Lee 2006).
Alternativas de política
15
Las concesiones fueron concebidas como instrumentos de mercado destinados a fomentar la inversión
en una industria forestal sostenible, e incluían: (i) un acceso más transparentey competitivo a los
recursos madereros mediante subasta pública; (ii) la estabilidad de la posesión del bosque durante un
periodo de cuarenta años (renovable mediante evaluación cada cinco años) sobre áreas de 5 mil
hectáreas a 50 mil hectáreas, haciéndolo de este modo más atractivo para la inversión privada a largo
plazo; y (iii) la introducción de incentivos para la certificación forestal voluntaria y el procesamiento de
la madera en el bosque.
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Situación actual
La erosió n y la salinizació n del suelo son hoy graves problemas para el Perú , y
afectan la productividad de miles de hectá reas y, por consiguiente, el medio de vida
de miles de hogares peruanos. La tierra cultivable es un bien escaso en el país: la
tierra arable representa solo alrededor de 0,155 hectá reas per cá pita, uno de las
proporciones má s bajas entre los países en desarrollo. La erosió n del suelo
constituye un desafío especialmente importante en la sierra, ya que entre 55 por
ciento y 60 por ciento del total de la tierra (aproximadamente 40 millones
hectá reas) se considera que ha padecido algú n grado de erosió n. La erosió n no es un
problema tan grave en la costa y el oriente, aunque aquella producida por el viento
en la costa empieza a ser preocupante y la erosió n potencial es significativa en el
oriente, dado el alcance de la deforestació n. La falta de estadísticas actualizadas
impide hacer una valoració n realista de la magnitud del problema, pero los datos
disponibles de la década de 1970 señ alan que alrededor de 19 millones de hectá reas
se han visto afectadas de forma entre moderada y grave por la erosió n, y otros 110
millones de hectá reas se han visto afectados entre ligera y moderadamente por la
erosió n. Distintas estimaciones (la má s reciente de 1986) concluyen que la pérdida
de suelo derivada de la erosió n supera las 300 mil hectá reas anuales (Lee y Elgegren
2006).
Del mismo modo, se sabe que la salinidad también afecta a una porció n significativa
de la tierra cultivable del Perú . Inicialmente, la salinizació n puede afectar en menor
medida a la producció n, pero en casos extremos puede provocar la pérdida total de
la productividad agrícola y la transformació n de tierras productivas en desierto. De
hecho esto es lo que ha sucedido en muchas zonas de la costa peruana. La falta de
control y de datos fiables hace imposible, una vez má s, confirmar la magnitud del
problema en la actualidad. 16 La pá gina web oficial del Gobierno estima la salinidad
en 306.700 hectá reas, exclusivamente en las regiones de Piura, Lambayeque e Ica.
Pero estudios realizados en la década de 1970 afirman que la salinidad afectaba a 69
por ciento de los suelos examinados. Datos cualitativos sugieren ademá s que lo má s
16
Una limitación importante para valorar con rigor la gravedad de los problemas de calidad del suelo en
el Perú es la obsolescencia de las bases nacionales de datos. En 1982, la Oficina Nacional de
Evaluación de Recursos Naturales (ONERN), organización predecesora de INRENA, dirigió un estudio
para valorar la erosión del suelo en el Perú. En lo que se refiere a la salinización del suelo, la base de
datos es incluso más antigua, pues se remonta a un esfuerzo conjunto de la ONERN con la Universidad
Nacional Agraria en 1977. Estos dos estudios de alcance nacional siguen citándose con frecuencia, pero
cada vez están más desfasados, sobre todo en relación con aquellas zonas del país más proclives a una
erosión significativa del suelo y a problemas de salinización.
133
Fuerzas causantes
La erosió n y la salinizació n del suelo son causadas por una combinació n de factores
naturales (entre los que se incluyen las variaciones topográ ficas y las lluvias
estacionales exacerbadas por la aparició n perió dica de El Niñ o) y factores humanos
(como el exceso de pastoreo, la deforestació n y las malas prá cticas de cultivo). En la
sierra, las causas son la falta de acotamiento de los cultivos que provoca la
fá cilmente previsible erosió n de las empinadas laderas. El exceso de pastoreo de
ovejas y ganado reduce el nivel de la capa vegetal en los pastos, y trae como
consecuencia que los suelos resulten má s vulnerables a las lluvias torrenciales y la
erosió n. La deforestació n y la quema de á rboles incrementan asimismo la exposició n
del suelo y su vulnerabilidad. En términos generales, las prá cticas de cultivo de
muchos agricultores no se corresponden con las condiciones (pendiente del suelo,
fertilidad y humedad) existentes.
Igualmente, los problemas de salinidad del suelo son fruto de una mezcla de
factores naturales, como los altos niveles de sales minerales del suelo, y de
actividades humanas, como el riego ineficiente. En la costa estos problemas está n
íntimamente relacionados con el uso ineficiente y por completo inapropiado del
133
agua de riego, en especial con el arroz. Se estima que los campos de arroz inundados
emplean 21 mil m3/ha al añ o, con prá cticas tradicionales de cultivo. La salinidad del
suelo se acumula con el paso del tiempo, y provoca un descenso de la productividad.
El uso abusivo de agua de riego se debe a su vez a mú ltiples factores, incluidas
prá cticas culturales arraigadas difíciles de cambiar, el uso en muchos lugares de una
infraestructura de riego obsoleta y mal mantenida, y la ineficaz recaudació n de las
tarifas por consumo de agua por las autoridades responsables del riego, que hace
que el precio del agua de riego sea de hecho bajo (o cero), lo que propicia un uso
ineficiente del servicio.
El marco institucional
Alternativas de política
lo largo de los ú ltimos treinta añ os. Algunas de las reformas políticas y de gestió n
pú blica que podrían ayudar a corregir esta situació n son:
Reforzar los recursos financieros y humanos de la Intendencia de Recursos
Hídricos del INRENA de modo que pueda elaborar un nuevo Inventario Nacional
de 390 PERÚ : LA OPORTUNIDAD DE UN PAÍS DIFERENTE Erosió n del Suelo y
Salinidad. Esto también contribuirá a los esfuerzos que realiza el INRENA para
zonificar los recursos econó micos y ambientales del país (ZEE).
Promover la mejora de las prá cticas de gestió n del suelo en la sierra por
intermedio de las instituciones gubernamentales existentes y fomentando la
cooperació n con esfuerzos aná logos en el sector de las ONG y con las adecuadas
redes de agricultores, investigadores aplicados, ONG y demá s organizaciones
que trabajan para mejorar la gestió n del suelo.
Solucionar los problemas de salinizació n en la costa mediante la investigació n
aplicada, la formació n y la colaboració n con colectivos de regantes para
promover alternativas al riego por gravedad, especialmente el uso de sistemas
de riego por aspersió n y por goteo, que son mucho má s eficientes en el uso del
agua (y, en caso de que sean de fá cil acceso e implementació n, por tipo de
cultivo).
Modificar la normativa en materia de agua que fija los precios de los recursos
por debajo de su costo econó mico y contribuye así a un uso ineficiente. Potenciar
un uso má s eficiente del agua trabajando con los gestores de los sistemas de
riego por cuenca del Ministerio de Agricultura y los representantes de cuenca de
las comunidades de regantes para renovar la infraestructura de riego, con el fin
de propiciar la aplicació n de un sistema má s eficiente de tarifas por consumo de
agua y tasas má s elevadas para los usuarios.
Hacer aná lisis de viabilidad de las inversiones destinadas a la conservació n de
los suelos a partir de los cuales puedan adoptarse medidas de conservació n
costoefectivas.
Llevar a cabo una evaluació n de PRONAMACHCS y determinar la eficacia de su
método.
Bibliografía
Alcalde, Martín. 2002. «Diagnó stico de la deforestació n en el Perú ». Documento de
Trabajo para USAID. Actividad financiada por BIOFOR y ejecutada por INRENA.
Banco Mundial. 2006. Peru: Country Environmental Assessment. Environment and
Social Sustainable Development, Latin America and the Caribbean Region.
Washington D. C.: Banco Mundial.
Banco Mundial. 2000. Peru: Environmental Issues and Strategic Options.
Environment and Social Sustainable Development, Latin America and the
Caribbean Region.Washington D. C.: Banco Mundial.
Bedoya, Eduardo y Á lvaro Bedoya. 2004. «El trabajo forzoso en la extracció n de la
madera en la Amazonía peruana». Declaració n relativa a los principios y
derechos fundamentales en el trabajo. OIT. Documento de Trabajo. En <
http://www.ilo.org/ dyn/declaris/DECLARATIONWEB.DOWNLOAD_BLOB?Var_
DocumentID= 4748>.
133
¿MILAGRO PERUANO?
reducido a menos del 10%, la desigualdad social y territorial tenga Gini’s de menos
del 0.4, cuando la tasa de asalariamiento sea superior al 65%, es decir, cuando los
peruanos no quieran irse del Perú . Todo esto manteniendo y perfeccionando el
régimen democrá tico, pues entonces los cambios habrá n sido participativos y
representativos, entonces estaremos frente al milagro peruano sin la menor duda.
Junio 2010
Los países que realizan reformas drá sticas de sus estructuras productivas e
institucionales siempre conservan elementos de la situació n anterior, aunque
cambien radicalmente otros. Este es el caso del Perú , que hizo una de las reformas
neoliberales má s radicales de América Latina, sin embargo pese a los drá sticos
cambios de propiedad, desregulació n y la liberalizació n de mercados los sectores
productivos siguieron siendo los mismos y fueron gestados durante el capitalismo
de estado que tuvo el Perú en la época de los militares. Las principales empresas
privatizadas o dadas en concesió n eran de propiedad del Estado y estaban ubicadas
en los sectores primarios como la minería, la agricultura, el comercio, los bancos, las
compañ ías eléctricas y la telefó nica. Si bien cambiaron de propiedad, los sectores
siguieron siendo los mismos: de exportació n primaria y de servicios.
Lima, 03.12.09
Un Estado en retirada
El nuevo mapa del poder económico en el Perú
El capital privado está avanzando hasta niveles nunca antes vistos, a tal punto que las
pocas empresas con mayor poder económico dominan cada vez más las ramas claves del
mercado. Por su parte, el Estado peruano no regula, no supervisa ni protege a la
propiedad comunitaria. Todo lo contrario: cede más espacios al poder fáctico de las
corporaciones nacionales y extranjeras.
Francisco Durand.
Mientras hace 30 añ os el énfasis de las ciencias sociales en el poder econó mico era
profuso y apasionado, al punto que se le veía como demiurgo, hoy predomina el
desinterés, la falta de estudios y una dificultad para entenderlo. Tal ausencia llama
la atenció n, pues si hay algo que define a nuestra época es que las corporaciones –y
má s generalmente el sector privado– han crecido de manera sostenida, al punto que
se han convertido en centro gravitacional. En poder fá ctico. Gracias al enorme
despliegue de recursos, la ayuda de gobiernos y la nueva política econó mica pro
mercado, se han desatado estos procesos de cambio que tienen mú ltiples
consecuencias. Algunas de ellas son negativas y merecen reflexió n, porque solo
entendiéndolas se pueden corregir; ignorá ndolas se ahondan los problemas.
Dibujaremos este “nuevo mapa del poder econó mico” describiendo cuatro
tendencias econó micas que tienen fuerte impacto políticosocial y que se han
desatado con gran rapidez por la permisividad del Estado, e incluso con su
colaboració n. Primero, la expansió n acelerada de la propiedad privada y
desplazamiento de la pú blica y comunitaria. Segundo, la reconfiguració n del poder
econó mico en torno a actividades primarias y financieras, y con concentració n del
mercado en manos de pocas corporaciones. Tercero, la desnacionalizació n
econó mica. Cuarto, la proyecció n social de las corporaciones de la mano con un
mayor impacto en zonas pobres y territorios de pueblos indígenas.
Explicaremos ahora cada una de estas tendencias.
Reconfiguración y concentración
17
Ver “El síndrome del perro del hortelano” (El Comercio, octubre 28, 2008). Sobre De
Soto, quien inspira a García, ver Varese “Poco ha cambiado para los pueblos indígenas
amazónicos” en Quehacer (No.176, 2009:27-35).
18
Existen investigadores aislados más que programas y políticas de universidades.
133
Elaboración propia. Fuente: Jorge Chávez (2008). “Políticas de competencia en el Perú”. Lima, Maximixe School of Goverment.
Elaboración: propia. Fuentes: La Revista Agraria (junio 2009) y AméricaEconomía Perú (septiembre 23,
2009).
Desnacionalización
19
Ver José Távara “La captura de los reguladores” (La República, enero 14, 2010).
133
El amigo corporativo
Estamos no solo frente a un capitalismo má s profesional y políticamente influyente
sino también socialmente inteligente y con nuevas capacidades para construir y
defender su reputació n. Hoy en día la corporació n moderna, nacional y extranjera,
también desarrolla estrategias, programas y políticas de corte social para lograr un
mejor manejo del entorno. Mientras el Estado cumple menos funciones, las
empresas llenan el vacío a su manera cuando intentan “fidelizar” a sus stakeholders
(obreros, clientes, proveedores o comunidades aledañ as a la planta).
En ninguna otra actividad es má s importante esta proyecció n social que en el
sector extractivo de zonas de extrema pobreza y en territorios de pueblos indígenas.
Es allí donde requieren “licencia social para operar” en tanto sus actividades afectan
el medio ambiente y alteran las formas de vida local.
Las grandes empresas han perfeccionado la “responsabilidad social
empresarial” que busca compatibilizar su poder desarrollando una relació n
armoniosa con la sociedad civil a través de sus contribuciones materiales. Asimismo,
el reparto de cuantiosas rentas del canon genera fondos a gobiernos locales y
regionales, aunque en estos escasea la capacidad de gasto y la honestidad. Así, en
muchos casos la població n afectada no llega a sentir los beneficios y se generan
23
Althaus (La revolución capitalista en el Perú. Lima: FCE, 2008) sostiene la tesis del
éxito de los conglomerados peruanos.
133
Queda por evaluar el panorama social en los valles de la costa, donde las
agroindustrias concentran cada vez má s hectá reas, convirtiéndose también en
centros gravitacionales de medios rurales. No existe actualmente límite a los altos
niveles de concentració n de las agroindustrias en los principales valles de la costa,
aunque no han faltado propuestas al respecto, en tanto existe preocupació n por el
creciente poder del neolatifundismo25.
Este conjunto de tendencias, donde se observan problemas econó micos que
tienen impactos preocupantes o negativos para el interés pú blico y la sociedad civil,
siendo algunos generales y otros específicos, debería llamar má s la atenció n de los
interesados en la cosa pú blica. Su aná lisis es necesario para identificar con mayor
claridad las causas y consecuencias que tienen, generando así una posibilidad de
introducir correctivos democrá ticamente. Cabe entonces preguntarse si las
instituciones del país pueden controlar a los poderes fá cticos, entre los que destacan
las corporaciones, o si es lo contrario.
24
Generalmente los estudios de impacto social y ambiental los hacen las propias
empresas, lo que cuestiona su objetividad.
25
Recientemente el Congreso presentó el proyecto de ley 3194 poniendo una barrera
considerablemente alta: 40,000 hectáreas. Ver El Comercio (mayo 12, 2009).
133
El aná lisis de las clases sociales es uno de los temas centrales de la sociología
desde los orígenes de esta disciplina, en el siglo XIX. Ya Aristó teles había observado
que «en todos los Estados hay tres elementos: una clase muy rica, otra muy pobre y
una tercera que está en el término medio» y concluido que:
La mejor comunidad política estaba formada por ciudadanos de clase media y
es posible que estén mejor administrados aquellos Estados en los que la clase
media es amplia y más fuerte, si es posible, que las otras dos clases. 26
La organizació n en clases sociales es un fenó meno que ha ocurrido en casi
todas las civilizaciones. Normalmente, cada una de estas clases ha estado integrada
por familias que compartían unos há bitos, unas actitudes y un estatus que las hacían
similares entre sí, al mismo tiempo que diferentes de las otras, correspondientes,
por tanto, a estratos distintos. Curiosamente, el tema tardó en estudiarse. En la
famosa, Encyclopédie de Diderot y d'Alambert, publicada en la segunda mitad del
siglo XVIII, por ejemplo, no aparece la expresió n clase social. Los términos má s
parecidos que allí se encuentran son état y ordre. La tesis de los enciclopedistas es
que en Francia había solo tres estados u ó rdenes: la nobleza, el clero y el llamado
«tercer estado», que abarcaba a todo el resto de la població n.
A principios del siglo XIX, en cambio, se encuentran referencias a las clases
sociales en los trabajos de Alexis de Tocqueville. El agudo politó logo francés
sostenía que la sociedad moderna, que estaba formació n, no contribuía a la
consolidació n de las clases sociales, sino, por el contrario, favorecía su
fragmentació n debido a la dispersió n del poder, la riqueza y el estatus.27
26
Aristóteles, La política, Lima Universo, 1974
27
Enrique Acebo y Roberto Brie, Diccionario de Sociología. Buenos Aires. Claridad. 2001
133
A fines del siglo XIX, el soció logo alemá n Max Weber amplió el concepto de
clase social para incluir en él no solo factores econó micos, sino también elementos
como el prestigio y el poder. Así, propuso cuatro clases:
o Los profesionales.
o Los empleados administrativos y los técnicos.
o Los trabajadores calificados.
o Los trabajadores parcialmente calificados.
o Los trabajadores no calificados.
28
Francis Stuart Chapin, Contemporary American Institutions. Nueva York: Harper,1935.
133
EN AMÉRICA LATINA
29
Leon G. Schiffman y Leslie Lazar Kanuk, Comportamiento del consumidor. México D.F.:Pearson
Educación, 2001.
30
En 1948 se creó la European Society of Opinion and Marketing Research (ESOMAR), que luego se
convertiría en la World Association of Research Professionals o Asociación Mundial de Profesionales de
la Investigación, aunque conservando la sigla con la que nació.
133
o La educació n del jefe de familia o del principal sostén econó mico del hogar.
o a La ocupació n del jefe de familia o del principal sostén econó inico del hogar.
o a Las características de la vivienda (tipo de"piso, nú mero de habitaciones o bañ os o
focos de luz).
o La tenencia de diferentes bienes (automó vil, refrigeradora, lavadora de ropa,
computadora, etc.).
Si bien no se llegó a elaborar una fó rmula ú nica en América Latina para
determinar el NSE de un hogar, sí hubo consenso en que, a diferencia de lo que
ocurría en Estados Unidos, no convenía usar el ingreso familiar mensual o anual
como un elemento para clasificar a los hogares, pues muchas personas no estaban
dispuestas a declarar su ingreso -frecuentemente porque ni siquiera lo conocían con
precisió n-, y porque, si lo hacían, no se podía tener la certeza de que la cifra no
estuviese sobreestimada o subestimada por diferentes motivos.
Tras recoger la informació n socio econó mica, la mayor parte de las fó rmulas
clasifica a la població n en cuatro a ocho categorías, identificadas habitualmente con
las letras del alfabeto desde la A hasta la E, con algunas variantes por países. 31 Es
importante tener presente que los ingredientes de cada fó rmula son diversos y que
los cortes establecidos en cada caso para distinguir cada nivel son muy diferentes.
En ú ltima instancia, se trata de una convenció n, de modo que, en cada país, los
investigadores han denominado con determinada letra o nú mero a grupos sociales
con está ndares de vida específicos, que pueden ser muy diferentes a los que reciben
la misma denominació n en otro país.
EN EL PERÚ
Cuentan con todas las comodidades del hogar, habitan en viviendas amplias y sus
hijos estudian en los mejores colegios. Un estrato de este NSE, denominado A1, es
integrado por aquellos que cuentan con mayores excedentes, lo que les permite
tener casas de playa o de campo y automó viles de lujo, y viajar con frecuencia al
extranjero.
El NSE B está integrado por ejecutivos de mando medio, así como por
profesionales independientes y pequeñ os empresarios. Los jefes del hogar también
suelen tener grado universitario, aunque frecuentemente el có nyuge tiene un nivel
técnico. Sus ingresos les alcanzan para vivir có modamente, pero tienen dificultades
para ahorrar y, a veces, para pagar la tarjeta de crédito. Las viviendas son má s
pequeñ as que las del NSE A, pero suelen contar con todos los artefactos requeridos
para el hogar. Se puede distinguir entre un NSE B 1 y un B2. La diferencia en
ingresos entre ambos se refleja en que los primeros tienen un automó vil y pueden
tomar vacaciones, mientras que los segundos generalmente carecen de vehículo
particular y solo viajan para visitar a un familiar o por razones de trabajo.
El NSE C está conformado sobre todo por técnicos independientes,
comerciantes, transportistas, empleados pú blicos y obreros calificados de grandes
empresas. El jefe del hogar tiene ocasionalmente educació n superior, pero lo má s
comú n es que esta sea incompleta o de nivel técnico. Sus ingresos permiten a las
familias vivir ajustadamente y con frecuencia tienen dificultades para «llegar a fin
de mes». Sus viviendas son sencillas, generalmente con piso de cemento. La tenencia
de artefactos en el hogar es má s limitada y no cuentan con automó vil. Se puede
distinguir entre un NSE C 1 y un C2. Generalmente, las personas del primero tienen
cierta holgura que les permite acercarse en há bitos de consumo al NSE B, mientras
que las del segundo está n má s cerca del NSE D.
El NSE D está integrado por trabajadores poco calificados, que solo cuentan
con educació n escolar, no siempre completa. La mayoría son independientes,
pequeñ os comerciantes, transportistas no propietarios, vigilantes, obreros de
empresas medianas o chicas. Sus ingresos apenas les alcanzan para atender sus
necesidades bá sicas y sufren serios problemas cuando tienen un gasto imprevisto o
algú n problema de salud les impide trabajar. Habitan viviendas modestas -pocos
ambientes, un solo bañ o-, que a menudo está n a medio construir.
El NSE E es el má s pobre y se encuentra tanto en la periferia de las grandes
ciudades como en las zonas rurales. La mayoría tiene apenas educació n primaria y
probablemente sus padres fueron analfabetos. En las ciudades, casi todas estas
personas trabajan como vendedores ambulantes o como obreros informales. En el
campo, el grueso del campesinado pertenece a este estrato social. Las viviendas son
precarias, suelen carecer de instalaciones sanitarias apropiadas y con frecuencia
presentan hacinamiento. Sus escasos ingresos se gastan principalmente en
alimentos.
133
Continú a
LA MEDICIÓN DE LA POBREZA
De manera similar a lo que ocurre con la clase media, tampoco existe una
definició n uniforme de pobreza. En términos generales, la pobreza está asociada con
la incapacidad de las personas para atender sus necesidades bá sicas. Las diferencias
ocurren cuando se trata de precisar cuá les son estas necesidades bá sicas y cuá l es el
mínimo necesario para satisfacerlas.
El método má s conocido para la medició n de la pobreza es el que establece
una línea de pobreza (LP) a partir de cierto monto econó mico mensual. Tiene dos
variantes: para algunos, este monto debe ser el ingreso declarado y, para otros, el
gasto en consumo. Con este método son considerados pobres extremos quienes
tienen ingresos o gastos por debajo del valor estimado para una canasta alimenticia
mínima. A su vez, son considerados pobres pero no extremos aquellos que pueden
cubrir sus necesidades alimenticias, pero no el costo de una canasta bá sica que
comprende, ademá s del alimenticio, otros rubros también necesarios para vivir
adecuadamente. Por encima de esta LP, las personas son consideradas no pobres.
Para el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial, la LP es el
equivalente a $2 por persona al día. Por debajo de ese monto de ingresos, las
personas son pobres. A su vez, si el ingreso es inferior a $1 per cá pita al día, se
considera que las personas se encuentran en extrema pobreza. En el Perú , el valor
de la línea de pobreza para 2009 fue de 257 nuevos soles per cá pita al mes. De
34
Julio Gamero y Molvina Zeballos (eds.), La clase media ¿existe? Lima: Centro de Estudios y Promoción
del Desarrollo (DESCO), Serie Perú Hoy, nº 4, 2003
35
Jaime de Althaus, La revolución capitalista en el Perú. Lima: Fondo de Cultura Económica, 2007
133
acuerdo con este criterio, la pobreza ha descendido en el Perú del pico alcanzado en
2002 de casi el 54 por ciento de los habitantes, al 35 por ciento en 2009, aunque con
grandes diferencias entre la població n urbana y la rural.
Es decir, el NSE E podría diferenciarse entre un NSE El para los pobres y un E2 para
los pobres extremos.
Los Estilos de Vida son maneras de ser y de actuar (no solamente de tener)
compartidas por un grupo significativo de personas.
Estas personas se parecen por razones socio demográ ficas (edad, sexo, clase
social), psicoló gicas (actitudes, motivaciones, intereses), conductuales (qué compra,
qué consume), de equipamiento (qué posee y có mo lo utiliza), de infraestructura
(vivienda, mercados), entre otras.
Un Estilo de Vida es un grupo de personas que se parecen en su forma
general de ser: les gustan cosas similares, creen en aspectos similares, buscan lo
mismo de sus acciones, tienen una idea similar de su futuro, má s allá del dinero que
poseen.
A diferencia de la segmentació n por ingreso, los Estilos de Vida consideran en
su clasificació n a diversas variables que van má s allá del «tener», para considerar a
las personas en funció n del «ser». Corno ya lo señ aló A. Cathelat en sus trabajos
pioneros en Francia36, mientras el ingreso es como el esqueleto del individuo (que
permite soportar todo el peso de los mú sculos y del resto de ó rganos), la
segmentació n por Estilos de Vida considera también en su aná lisis a los mú sculos
(dó nde puede ir), el cerebro (dó nde piensa ir), el corazó n (dó nde quiere ir) y el
estó mago (dó nde le conviene ir).
Un resultado fundamental de esta clasificació n por Estilos de Vida, que se
vincula con nuestro interés por el desarrollo de las clases populares, es que esta
segmentació n cambia el paradigma tradicional de la estructura de la pirá mide
social. Así, en lugar de plantear estratos horizontales en relació n con el ingreso, que
36
Chatelat, Bernard (1985), Styles de vie. Cartes et portraits. Paris. Editions d`Organisations.
133
indican ademá s una especie de superioridad de los má s ricos sobre los má s pobres,
los Estilos de Vida plantean una clasificació n de estratos paralelos verticales. De esta
manera, se muestra que en nuestras sociedades existen grupos de personas que,
aunque tienen diversos niveles de ingreso, poseen muchas otras características
similares, es decir, comparten el mismo Estilo de Vida. Las consecuencias de este
cambio de paradigma pueden ser muy importantes para nuestras sociedades, desde
muy diversos puntos, como veremos má s adelante.
Figura 10
Los Estilos de Vida en el Perú (1996- 2004)
37
Arellano, Rolando (2000). Los Estilos de vida en el Perú. Cómo somos y pensamos los peruanos del siglo
XXI: CYM.
133
gusta tomar riesgos, y no les agrada probar nuevas cosas. Muchos son inmigrantes y es
aquí donde está el porcentaje má s alto de personas de origen indígena.
Los datos que describen a los segmentos son generales, pero eso no significa que un
individuo debe tener absolutamente todos para pertenecer a ese Estilo de Vida. Así, un
Estilo de Vida puede estar conformado bá sicamente por personas jó venes, pero eso no
implica que algunos puedan ser mayores, si es que tienen muchos de los otros atributos.
En esta descripció n caben solamente las personas urbanas (no las que viven en zonas
rurales), que, en el Perú y en la mayoría de países latinoamericanos, representan poco
má s del 75 por ciento de la població n total del país.
Los datos que se presentan en este libro corresponden al total del Perú urbano y, por lo
tanto, está n muy influenciados por el peso demográ fico de la ciudad de Lima. Así, cada
ciudad de provincias tiene los mismos Estilos de Vida, pero con una conformació n de
pesos diferentes. No debe entenderse, por ello, que los Estilos de Vida modernos se dan
ú nicamente en la capital, pues ellos está n bastante repartidos en las diversas ciudades.
Un Estilo de Vida implica una semejanza con otros individuos y, ademá s, una opció n de
querer actuar de determinada manera. Pero ello no significa necesariamente que el
individuo se reconozca de manera consciente como integrante de un grupo específico.
l. Sofisticados
«Estudio Arquitectura y trabajo en una agencia de publicidad. Me encanta la variedad
de mi trabajo, el estar en contacto con mucha gente y el ambiente que se vive. Quizá en
un tiempo busque irme a otra empresa más grande, mejor si es una multinacional que
me envíe al extranjero. Creo que el Perú ha mejorado mucho. Hoy hay más dinero y la
gente se preocupa más por su imagen, y hay más lugares donde salir con la gentita».
¿Quiénes son?
Hombres y mujeres jó venes, en su mayoría solteros, de mediana edad (entre los
25 y los 45 añ os), que pertenecen a los niveles socioeconó micos A, B y C de la
població n. Sus ingresos personales mensuales declarados, aunque muchos de
ellos todavía estudian, son los má s altos de la població n.
Se auto identifican como de raza blanca y mestiza, y como integrantes de las
clases altas y medias de la sociedad. Son citadinos sofisticados que no desean
perder su estatus y buscan mantenerlo moviéndose en círculos sociales de su
misma clase o superiores. El dinero es muy importante para ellos, tanto para
permitirles sus niveles de consumo, y también porque es una muestra de éxito.
Sin embargo, ganarlo no es una obsesió n, pues buscan también tiempo para
disfrutarlo. Provienen de familias de similar nivel social o econó mico que las que
tienen hoy. Aspiran a diferenciarse del resto, a alcanzar posiciones de liderazgo
econó mico y social.
¿Cómo son?
Son personas muy confiadas en sí mismas, cosmopolitas, viajeros, líderes de
opinió n, sociables, independientes, innovadores, liberales y con mentalidad muy
moderna.
133
Buscan tener poder y afianzar sus relaciones sociales, de forma tal que
puedan mantener o mejorar su nivel social y econó mico. Como cuidan mucho su
imagen, la ropa es un aspecto muy importante para ellos. Les da bienestar y,
ademá s, les permite ser vistos e identificados dentro de la sociedad. Son lo má s in
en lo que a moda se refiere, y hacen que esta se vea bien, que sea deseable para el
resto.
¿Qué hacen?
Para ellos, la educació n es una vía de liderazgo econó mico y social. Son el Estilo
de Vida má s instruido. Cerca del 70 por ciento tiene estudios universitarios
completos, y son quienes cuentan con má s estudios de posgrado. Han preferido
seguir carreras universitarias como Educació n, Contabilidad, Administració n y
Derecho, por sobre las carreras técnicas.
Son bastante dedicados al trabajo. Buscan ser gerentes o empresarios de éxito y
obtener un nivel de vida confortable. Son actualmente el Estilo de Vida que má s
trabajadores estables (en planilla) tiene.
informació n y ponerse en contacto con sus amigos. Casi el 80 por ciento tiene
televisió n con cable y los canales culturales, deportivos y de películas son los que
prefieren. Sus programas de televisió n favoritos son los documentales, los
noticieros y las películas. Prefieren los programas radiales musicales y de
noticias.
2. Progresistas
«Soy carpintero y tengo mi taller desde hace ocho años. Estudié para técnico en Sena ti
y trabajé ~n poco en una empresa y luego me independicé. Tengo mi empresa y dos
hijos y dedico todo mi tiempo a hacer crecer mi negocio. Me gustaría aprender algo
para administrarla mejor y quizá poner mi propia fábrica de muebles».
133
¿Quiénes son?
Son hombres jó venes de todos los niveles socioeconó micos. Son de cará cter
activo, pujante y trabajador. Está n siempre en busca del progreso personal o
familiar, dependiendo de la etapa de la vida en la que se encuentren.
Permanentemente conservan la «esperanza» de mejorar su situació n actual y
surgir. No se dejan vencer. Está n siempre detrá s de las oportunidades. Piensan
que el éxito está relacionado con el tiempo y el esfuerzo invertidos.
El dinero es muy importante para ellos. Buscan constantemente sacarle el mayor
provecho y, por ello, prefieren invertir antes que ahorrar. Si hablamos de los
niveles de bajos ingresos, nos estaríamos refiriendo, por ejemplo, al vendedor de
perió dicos de la esquina, que cada día trata de vender má s para poder comprar
un quiosco. Si hablamos de altos ingresos, entonces pensamos en el empresario
de transporte que tiene treinta camiones y planea comprarse un grifo en los
pró ximos meses. O en el comerciante «rey de la papa» del mercado mayorista.
A estos hombres les interesa mucho que los dejen trabajar y surgir. Las modas u
otros eventos no llaman su atenció n. Se enfocan en aquello en lo que puedan
obtener algú n provecho. La estética tiene menos importancia que la practicidad.
Su ingreso es variado, pero, por su dimensió n, lo convierte en el grupo
homogéneo de mayor capacidad econó mica del país. Generalmente, provienen de
hogares de menor nivel de ingreso y de una posició n social igual a la suya. Son
ellos mismos quienes se construyen su futuro. Se autoidentifican de clase media y
baja, y de raza mestiza, blanca y andina.
¿Cómo son?
Son relativamente individualistas, optimistas, proactivos, orientados al logro,
organizados, voluntariosos y con muchas expectativas en su futuro. Confían
mucho en sí mismos, y son exigentes y autocríticos.
Piensan que el éxito se logra con esfuerzo y con «mañ a», má s que con los
recursos econó micos. Buscan el liberalismo econó mico, pero sobre todo «que los
dejen trabajar».
No son muy respetuosos de las convenciones sociales, ni les interesa mucho su
aspecto. Por el contrario, se preocupan por los resultados antes que por las
formas.
¿Qué hacen?
Los Progresistas ven a la educació n como una vía de progreso y ascenso social,
como un escudo que evitará que «los agarren de tontos» o «les pisen el poncho».
Son extremadamente prá cticos y bastante modernos. Estudian carreras cortas
para salir a trabajar lo antes posible. Quienes tienen estudios superiores
prefirieron los técnicos antes que los universitarios.
Son el Estilo de Vida que má s trabaja. La tercera parte lo hace de forma
independiente. Son obreros, choferes, comerciantes (formales e informales) y;
también, los conocidos «mil oficios». Piensan que las oportunidades laborales
existen y que solo se necesita tener ingenio y saber aprovecharlas. Son, en este
sentido, muy proactivos y optimistas. Creen que el futuro laboral se lo constituye
uno mismo.
3. Modernas
«Me Llamo Janet, tengo 27 años y una niña de 2. Vivo con mis suegros por el momento.
Estoy trabajando vendiendo tarjetas médicas. Para eso debes tener poder de
convencimiento... Me gusta mucho mi trabajo... También soy consultora de belleza de
diversas marcas. Por mi casa me conocen por las ventas».
¿Quiénes son?
Son mujeres de cará cter pujante y trabajador, con un modo de pensar y actuar
moderno. Pertenecen a los niveles socioeconó micos A, B, C, D y E. Son jó venes y
de edad mediana. Su vida está orientada hacia el progreso personal y familiar. El
hogar no es el principal espacio de su realizació n personal, y la oportunidad de
desarrollarse en el plano laboral les aporta mucha satisfacció n. Se autoidentifican
como de raza mestiza y blanca y de nivel socioeconó mico medio. Son, en su
mayoría, casadas o convivientes.
Su nivel de ingreso promedio es variado y no muy alto. Si pertenecen a los niveles
socio econó micos bajos, serían como aquella enfermera técnica que cada vez que
puede estudia para superarse y surgir en su trabajo. Si tiene ingresos altos,
podría ser como la empresaria de calzado, dueñ a de cuatro o cinco tiendas en el
mercado Central, y que se siente feliz por los logros de su empresa.
Generalmente, provienen de hogares de menor nivel de ingreso y de la misma
posició n social. ¿Por qué no son Sofisticadas, si algunas tienen altos ingresos?
Porque, en general, son personas que se han forjado solas y su nivel social es
superior al de sus familias, por lo que tienen maneras de comportarse
recientemente aprendidas. Las Sofisticadas provienen de hogares que tienen el
mismo nivel que ellas y, por lo tanto, guardan las costumbres y usos sociales que
aprendieron desde tiempo atrá s.
133
¿Cómo son?
Son mujeres de empuje, trabajadoras incansables. Son organizadas y muy
planificadoras. Decididas, asertivas, con bastante confianza en sí mismas y con
mucho cará cter. Son poco conformistas. Muchas son líderes de opinió n en sus
barrios. Como mujeres, son solidarias, se ayudan entre ellas y buscan el beneficio
social. El hogar ya no es su ú nico espacio de realizació n, pues el trabajo y las
relaciones sociales son también importantes. Ellas son las mujeres del futuro,
salen a trabajar o estudian, y buscan la realizació n personal. Las que tienen que
quedarse en casa realizan todo tipo de actividades que las mantienen fuera de
ella. Les gusta verse bien, por lo que suelen maquillarse y vestirse a la moda (se
visten para «mostrar»). Generalmente, cuidan su figura, son má s delgadas que la
mayoría y hacen gimnasia o ejercicios. No son machistas, creen en el desarrollo
de la mujer y quieren compartir con su marido la direcció n del hogar.
Para ellas, la virginidad ha dejado de ser un tabú y consideran que una de la
metas de su vida es ganar dinero.
¿Qué hacen?
Para las Modernas, la educació n es una vía que les permite conseguir
independencia econó mica e ideoló gica. El estudio es parte esencial de su
desarrollo personal. Su promedio educativo es mayor al de otros grupos de
mujeres, aunque también hay un grupo con nivel educativo muy bajo. Un tercio
de ellas ha culminado la secundaría y otro grupo ha seguido carreras técnicas,
como secretariado, educació n y enfermería.
El trabajo les permite tener un Estilo de Vida independiente y, ademá s, «darse su
lugar» dentro del hogar.
La mayoría de ellas trabaja de manera independiente o en empleos de nivel
medio o bajo. Las que no tienen trabajo fuera de casa, generalmente, buscan
actividades econó micas o de desarrollo personal que las mantengan activas.
4. Adaptados
«Mi nombre es Roger y soy padre de dos hijos. Soy asesor de cobranza en el Banco XXX.
Trabajo mandando notificaciones y logrando que la gente pague. Para eso tienes que
saber llegar a la persona, usar un poco la psicología, el trato... Pienso que el peruano es
bien palabreador, le gusta llegar a las personas, hacerse entender, buscar una salida».
133
¿Quiénes son?
Son hombres cuyo comportamiento se orienta má s al mantenimiento -o la
mejora- de la estructura social y econó mica en la que se desempeñ an. Es la típica
«clase media» tradicional. Se sienten la bisagra entre los ricos y los pobres y
asumen su papel dentro de la sociedad. Expresan una aversió n al riesgo mayor
que otros segmentos, en especial el riesgo social (el que los llevaría a perder su
estatus en la sociedad). Se arriesgan menos al cambio, se adaptan, se conforman.
Se refugian en lo conocido y tienen menos aspiraciones de largo plazo.
Está n en todos los niveles socioeconó micos, pero su, presencia es mayor en el C y
el D. Un nú mero importante tiene má s de 55 añ os. Se auto identifican como parte
de la clase media y baja del país y de raza mestiza y blanca.
Es el Estilo de Vida má s interesado en ahorrar y en educarse. Valoran mucho el
ahorro como fuente de futuro. Su nivel de ingresos es variado. Si pertenecen a los
niveles socioeconó micos bajos, serían quizá el empleado de mostrador de una
farmacia, que se precia de tener amplios conocimientos médicos. Si está n en los
niveles altos, podría ser aquel empresario que administra su negocio de manera
muy tradicional, con poca innovació n y quizá con el clá sico letrero: «Hoy no fío,
mañ ana sí».
¿Cómo son?
Son gregarios y hogareñ os y valoran mucho la amistad. Eventualmente, pueden
ser muy activos para luchar políticamente para que las cosas mejoren, y pueden
ser intolerantes y exigentes. Son a quienes má s les gusta opinar de política y los
que má s se quejan de los gobiernos. Luchan para que las cosas mejoren, pero no
necesariamente buscan el cambio integral. Les encanta ser reconocidos como
líderes de opinió n.
A diferencia de los Progresistas, este grupo es menos ambicioso en su lucha
econó mica, y el confort material no importa tanto como la tranquilidad y el orden
suyo y de la sociedad. Como les gusta opinar sobre los temas sociales, buscan
estar permanentemente informados de lo que pasa. Son grandes lectores de
diarios y revistas y escuchan muchos noticieros y programas de opinió n.
133
¿Qué hacen?
La educació n es para ellos una fuente de salida y desarrollo, una herramienta que
les permitirá conseguir mejores salarios y una mejor posició n laboral futura. Su
nivel de instrucció n es parecido al promedio poblacional (secundaria -completa o
incompleta- o estudios superiores no universitarios incompletos).
Prefirieron carreras técnicas como Contabilidad, Computació n o Educació n.
Quienes tienen educació n universitaria estudiaron en su mayoría Medicina o
ciencias afines.
Disfrutan de la posibilidad de tener estabilidad en sus trabajos; arriesgan poco en
este á mbito. Por lo general, trabajan como oficinistas, empleados medios,
profesores, obreros o en actividades independientes de mediano nivel.
5. Conservadoras
«Soy Carmen y tengo dos hijos; me dedico a ellos y a ayudar a mi esposo... Soy
muy honrada, me gusta dar todo de mí... Soy sincera: así como te hablo a ti, así soy,
todos me conocen por eso También soy muy católica y trato de ir semanalmente a la
iglesia Además, hago manualidades, me encanta... ».
133
¿Quiénes son?
Son mujeres que pueden o no trabajar, pero cuyo centro de atenció n y realizació n
personal es el hogar y su familia. Las que son amas de casa está n siempre
persiguiendo el bienestar de los hijos y la familia. Las que «tienen» que salir a
trabajar fuera de casa normalmente son jó venes y está n a la espera de encontrar
un esposo, para así dedicarse a las labores del hogar.
Saben que su rol en la casa es vital y se sienten orgullosas de ello. Con los hijos
son sobreprotectoras y con el esposo, sumisas y atentas. Tienen una visió n
jerá rquica de las relaciones familiares. El jefe del hogar es el esposo y ella, su
apoyo.
Su rol como mujer es absorbido por el de madre y esposa. Una de sus mayores
alegrías es sentirse queridas y saber que sus hijos está n bien alimentados.
Se autoidentifican como de clase media y baja, y de raza mestiza, blanca y andina.
Está n en todos los niveles socioeconó micos y en todas las edades, aunque
observan una mayor tendencia hacia edades cada vez mayores. La clá sica
Conservadora de niveles bajos es la mamá que cuida a sus hijos en un
asentamiento humano y que espera que el marido traiga el dinero de su trabajo el
fin de la semana. La de niveles altos es aquella señ ora que pasa su tiempo
dedicada al cuidado de los hijos y del esposo y, eventualmente, haciendo «obras
sociales» o aprendiendo repostería fina. Distribuyen su presupuesto de manera
que puedan satisfacer sus necesidades, pero al menor costo posible. Son
responsables de casi todos los gastos relacionados con el hogar.
¿Cómo son?
Son mujeres amorosas con su familia, buenas madres, fieles y responsables en las
labores del hogar.
133
Son muy pacíficas y calmadas, de moral rígida y muy religiosas; es uno de los
segmentos má s creyentes. No está n de acuerdo con las relaciones
prematrimoniales.
El dinero es importante solo como medio para conseguir ciertos logros. Son
ahorrativas, se proyectan y trazan planes, principalmente familiares.
Se preocupan menos por su aspecto físico, y son má s gorditas que el promedio.
¿Qué hacen?
Para estas mujeres, la educació n es un medio que les permite saber má s. No les
quita el sueñ o, pero reconocen que con ella podrían ayudar mejor a sus hijos con
sus labores escolares. En la medida en que pueda ser llevada con las actividades
del hogar, la educació n les resulta má s atractiva. Por otro lado, para ellas resulta
mucho má s importante la educació n de sus hijos, pues será el factor clave de
éxito en la vida de ellos. Tienen, en suma, una actitud de conformidad y pasividad
con su educació n, pero de expectativa y deseos de superació n para con sus hijos.
Su nivel de educació n es má s bajo que el promedio de mujeres.
El trabajo es para ellas una obligació n ante la falta de dinero, má s que un medio
de superació n; lo ven como una vía para la obtenció n de dinero, de forma tal que
puedan ayudar a sus esposos con el mantenimiento de los hijos y el hogar. Es el
Estilo de Vida que má s se dedica a su casa: dos tercios de ellas tienen como
ocupació n actual su hogar. Quienes tienen un trabajo estable laboran en su
mayoría de forma dependiente; las que laboran eventualmente lo hacen de forma
independiente.
6. Resignados
«Me llamo José y tengo 49 años. Trabajo de vigilante y en lo que sea.
Cuando hay, hay, y cuando no, hay que ingeniárselas nomás...: Yo hubiera querido ser
cocinero, pero no pude... No tengo La economía suficiente, y soy realista porque vivo mi
realidad; lo que me pasa lo demuestro, no puedo ocultado, soy franco, cuento mis
problemas... Me gusta decir lo que soy».
133
¿Quiénes son?
Son hombres y mujeres, la mayoría de ellos migrantes, de raza mestiza o andina.
Tienen un nivel socioeconó mico muy bajo: está n presentes sobre todo en los
niveles socio econó micos D y E de la sociedad. Muchos viven de manera precaria.
Su principal preocupació n es conseguir dinero para subsistir y mantener a sus
familias.
El fatalismo que guía sus vidas se ve contrastado con la creencia de que para
conseguir algo hay que esforzarse. Por ello, mantienen una moral y disciplina
rígidas.
Se auto identifican en su mayoría como de clase baja y de raza mestiza y andina.
¿Cómo son?
Son fatalistas y ciertamente pesimistas. La principal característica de este grupo
es estar resignados a vivir así; la desesperanza es un sentimiento que los
acompañ a constantemente. Creen que su destino ya está escrito y no hacen nada
por remediado. Son reacios a los cambios. No les gusta tomar riesgos ni probar
nuevas cosas. Prefieren la vida simple y sin complicaciones. Si fuese posible,
vivirían en el campo; la ciudad no les acomoda. Son supersticiosos y tienen
creencias tradicionales como la cura del susto.
¿Qué hacen?
Para ellos, la educació n es un bien ansiado que desean dejar de legado a sus hijos.
Quisieron estudiar pero no pudieron por carecer de medios econó micos. Tienen
un nivel educativo muy bajo. Má s de dos tercios de ellos ni siquiera ha culminado
la secundaria.
Aspiran a tener un trabajo estable con todos los beneficios de ley, donde los
derechos de los trabajadores primen. Solo la mitad está laborando y la otra mitad
está en casa o se encuentra jubilada. Quienes trabajan lo hacen de manera
independiente y como obreros.
133
Hace poco presenciamos un extrañ o encuentro entre los zapatos de los seis Estilos
de Vida que Arellano Marketing encontró en el Perú y México: Sofisticados,
Adaptados, Progresistas, Conservadoras, Modernas y Resignados. Aquí el recuento
de lo que oímos.
«Hi, amigos. Les habla una zapatilla Nike Super Plus X. Soy la última moda en
zapatillas y, cuando no me usan, comparto el locker con unas Converse bordadas y
133
« ¿Qué tal, patas? Yo soy la taba de Pedro Progresista. Soy de cuero marrón, un
poco grueso para el gusto de algunos, pero muy resistente. Acompaño a Pedro desde
un par de años y creo que debo durar todavía un buen tiempo, pues él no es de
gastar mucho y, al contrario, siempre está buscando la forma de ahorrar para
invertir en algún negocio. Franco, franco, ya estoy harto, pues me usa para
trabajar, pasear y hasta para jugar futbol, y encima, cuando tiene un compromiso
social, me da una lustrada y ¡a seguir trabajando!
«Disculpen que interrumpa. Soy el zapato negro que Arturo Adaptado se pone
para ir al ministerio donde trabaja. No me puedo quejar, ya que la paso bastante
bien, pues me dan un trato razonable, no camino mucho y casi todos los días me
lustran y sacan brillo. Además, descanso con frecuencia, pues Arturo usa también
sus otros dos pares de zapatos. La verdad es que me llevo bien con los mocasines
marrones, pero me molestan un poco esas zapatillas marca Adibas -sí, con B- que se
creen muy aristócratas».
Grupo formado sobre todo por mujeres cuyo centro de interés es el cuidado de su
familia, aun cuando muchas de ellas trabajen también fuera de casa. Son personas
Conservadoras. Creen en la autoridad del hombre y pertenecen principalmente
(aunque no exclusivamente) a los estratos bajo y medio bajo de la sociedad. Su
nivel de instrucció n es secundaria completa o inferior.
Son sobre todo mujeres jó venes y de edad mediana que, siendo muchas de ellas
mamá s, orientan su vida hacia el progreso personal y familiar. La mayoría de
ellas trabaja fuera de casa de manera independiente o en empleos de nivel medio
o bajo (profesoras de colegio, vendedoras, distribuidoras, etcétera). En general,
han estudiado la secundaria completa y algunas han comenzado estudios
superiores. Sus ingresos las ubican entre las clases bajas emergentes y medias
bajas. Son optimistas y les gusta consumir productos que les den estatus social.
La proporció n de ellas es mayor en la regió n oriente que en el resto del país.
Hacia los primeros añ os del siglo xxI, asistimos a un éxito sin precedentes de
la cumbia peruana, en su dimensió n de cumbia norteñ a, todo el país experimenta un
133
verdadero fervor musical que llega a niveles que antes nunca logró la cumbia
peruana, en forma definitiva ha trascendido los limites de una regió n y se ha llega a
convertirse en el ritmo de moda en todos los sectores sociales del país40. Los ranking
de las radios, las multitudinarias fiestas y ha logrado colocarse en los escenarios que
antes no figuraban en su circuitos habitual, las discoteca mas elitistas de la clase
media limeñ a, desplazando géneros extranjeros y venciendo todo tipo de prejuicio 41.
El desarrollo inusitado de la audiencia de la cumbia norteñ a ha permitido que se
convierta en la imagen corporativa de las principales empresas del país, los bancos,
las empresas de seguros y otras grandes compañ ías invierten sumas importantes en
radios donde nunca antes soñ aron anunciarse y lo adoptan como parte de su imagen
en sus campañ as publicitarias. La cumbia norteñ a ha potenciado el proceso de la
ú ltima década de transformarse en la expresió n musical nacional má s
representativa, al incorporarse como ritmo e imagen de los reductos má s exclusivos
del país.
La cumbia del norte es la vía en la que los migrantes del mundo andino a
las principales ciudades del país se han consolidado en nuevas clases medias y los
jó venes urbanos de tercera y cuarta generació n viven la modernidad. Se vive una
modernidad urbana construida desde abajo, en la que al ritmo de esta mú sica
proyecta y despliega un contenido má s hibrido y mestizo, a diferencia de la típica
cumbia peruana que tiene má s guitarra eléctrica y es cadenciosa, la cumbia norteñ a
tiene má s instrumentos de teclados y vientos y, sobre todo es má s alegre. Lo que
han hecho los grupos norteñ os es tomar el viejo estilo de los cantantes y grupos
romá nticos de la década de los setentas y de los ochentas, haciendo de las letras de
la cumbia norteñ a sean má s maduras y tengan un sentido má s estilizado, un mejor
balance de letra y mú sica.
42
1 La Sociedad Peruana de Gastronomía (APEGA) es una plataforma que agrupa a cocineros,
gastrónomos, centros de investigación. Es un movimiento amplio que busca articular a todos los actores
involucrados en la gastronomía buscando promoverla. Ver www.apega.pe
133
Despegue internacional
43
2 En los últimos años se han publicado diversos estudios que abordan el nuevo rol de la gastronomía.
Ver el libro de Mirko y Vera Lauer La revolución gastronómica peruana (Lima, Univ. San Martín de
Porres, 2007, y el ensayo de Mariano Valderrama “El boom de la gastronomía” (consultar en
http://www.apega.com.pe/detalle-sopaletras. php?id=23 y en el libro Perú Hoy (Lima, Desco, 2009).
También podemos hacer referencia al discurso de apertura del año académico 2006 en la Universidad del
Pacífico de Gastón Acurio, los ensayos de Fernando Villarán, el estudio de Centrum, la consultoría de
Tiara para Promperú, y los informes basados en encuestas de agencias como Apoyo, Maximize y
Arellano Marketing.
133
Hace unos quince añ os la cocina peruana era una ilustre desconocida en el mundo.
Solo era apreciada por un puñ ado de cronistas gastronó micos y de turistas sibaritas
que visitaban el Perú en busca de la sazó n peruana. En grandes ciudades como San
Francisco, París, Madrid o Buenos Aires había algunos restaurantes peruanos, pero
estaban orientados principalmente a menoscabar la melancolía gastronó mica de la
colonia peruana. Este panorama ha comenzado a cambiar y en forma radical. La
proyecció n internacional de nuestra culinaria toma cada vez má s vuelo y se sirve en
aviones y trenes de lujo, es elogiada en los principales perió dicos del mundo, se lee
en las má s respetadas publicaciones de culinaria gourmet y pasea sus aromas por
festivales internacionales y programas de la televisió n internacional.
En el interior del Perú encontramos por doquier festivales de comida
auspiciados por los gobiernos regionales y locales, o por entidades privadas de
desarrollo. Se trata de un cú mulo de actividades que se organizan cada vez con
mayor frecuencia y esfuerzo. Y el panorama sigue mejorando, pues surge en varias
regiones del Perú el interés por promover rutas gastronó micas que promuevan el
turismo regional. La gente percibe hoy que la gastronomía regional y el turismo
rural se van convirtiendo en una importante generadora de empleo y de
oportunidades.
44
Para mayor información ver www.mistura.pe
45
Los ajíes peruanos, sazón para el mundo. Lima: APEGA, 2009.
133
Promoción de cadenas
El boom de la gastronomía provoca un impacto positivo sobre el sector
agropecuario, porque en los ú ltimos añ os se ha elevado la demanda de cereales,
tubérculos, carnes, embutidos, frutas, y hierbas en beneficio de los hombres del
campo. Esto podría, a su vez, producir precios má s competitivos para los insumos y
llevarnos a desarrollar mejores cultivos y ganados.
Lo má s importante, quizá , es que hay una revalorizació n de muchos de los
productos emblemá ticos producidos por las comunidades campesinas alto andinas
y de las pequeñ as parcelas de la costa y selva, quienes producen las papas nativas,
quinua, loche, ajíes criollos, chirimoya y la granadilla que la cocina peruana de hoy
demanda.
Mirada al futuro
No obstante el inmenso salto de la gastronomía peruana, aú n queda mucho por
hacer. Exponemos algunos de los principales retos que enfrentamos para promover
nuestra gastronomía.
No es un secreto que enfrentamos dificultades para la exportació n de
ingredientes peruanos por incumplimiento de las condiciones fitosanitarias, por
trabas aduaneras en el ingreso de nuestros productos a otros mercados, y por falta
de volú menes de escala para responder a la demanda internacional. Se hace
necesaria, entonces, una acció n concertada entre el Ejecutivo (léase Mincetur,
46
Fernando Villarán, Revista Puente, Colegio de Ingenieros del Perú.
133
47
La otra Crisis en el diario El Comercio. Lima, 5 de abril de 2010.
133
varias lenguas, se celebran casi todas las fiestas patronales cató licas e indígenas
prehispá nicas recreadas, así como de religiones extranjeras (Mezquitas á rabes,
Sinagogas judías), se ven decenas de los llamados vestidos típicos, se encuentran
casi todas las variedades musicales y gran parte de los platos de comidas regionales
y locales. Esta descripció n elemental corresponde a lo que fotográ ficamente se
llama "ruralizació n de Lima" o también "conquista andina de Lima". Los indígenas
no aparecieron en Lima só lo en los añ os cuarenta. Poblaron los valles de Lima antes
de la llegada de los españ oles. En el tablero urbano impuesto por Pizarro en 1535,
se instalaron también caciques indígenas con ciertos derechos y a los llamados
indios se les permitió vivir en las á reas marginales. Su presencia junto a los negros
y a los españ oles fue un elemento estructural de la nueva formació n urbana del
valle del Rímac. La migració n existe desde el siglo XVI y a partir de 1940 só lo se
multiplicó el nú mero de migrantes andinos. El fenó meno de la multiculturalidad en
Lima só lo es una muestra parcial de la multiculturalidad que existe en todo el país.
negros y a los españoles fue un elemento estructural de la nueva formación urbana del valle del Rímac.
La migración existe desde el siglo XVI y a partir de 1940 sólo se multiplicó el número de migrantes
andinos. El fenómeno de la multiculturalidad en Lima sólo es una muestra parcial de la multiculturalidad
que existe en todo el país.
133
ocupan de algunos de los fragmentos a los que pertenecen o a los que quieren
pertenecer con un agregado muy importante: por razones de conocimiento la
realidad es dividida en partes; de esa divisió n nace una especializació n, y de ésta un
mínimo interés por el resto o, simplemente, un no interés. Las mú ltiples
invocaciones para un trabajo interdisciplinario no resuelven el problema. Hay
antropó logos especializados en la Amazonia que no conocen o se interesan muy
poco por los Andes; otros só lo centran su atenció n en los Andes y no conocen la
Amazonia ni lo que se escribe sobre ésta; otros buscan en lo urbano lo nuevo e
importante y pierden de vista los Andes y la Amazonia. Si vamos má s lejos, entre los
especialistas en la Amazonia hay el interés en un só lo grupo indígena o a lo sumo en
una familia lingü ística. En el campo de la Historia ocurre lo mismo: ademá s de las
especializaciones temá ticas, cada quien toma un parte del pasado y se interesa por
el siglo tal o cual o el período talo cual. Algo parecido acontece también en las otras
disciplinas sociales. Si observamos en los hechos lo que se estudia y la manera có mo
se estudia, la realidad es reconstruida só lo como una suma de fragmentos. Ninguna
sociedad es o puede ser só lo un collage de fragmentos dispersos, tampoco un
laberinto; parece, pero no es. ¿Y el conjunto? ¿Y lo que une mínimamente al
conjunto?49 .
Una visió n de conjunto supone una informació n global como punto de
partida. Si no ha sido reunida tenemos la obligació n de elaborarla, de dar todos los
pasos que podamos en esa direcció n. Hasta hace dos añ os no había un acuerdo
sobre el nú mero de culturas y lenguas en la Amazonia. ¿56?, ¿60?, ¿65? En varios de
mis textos me incliné por la cantidad de 56, hasta que tuve la oportunidad de ver y
estudiar las cifras ofrecidas por Inés Pozzi Scott en su libro pó stumo El
multilingü ismo en el Perú (1998). En el ú ltimo trabajo de su larga vida, Inés Pozzi
Scott, Profesora Emérita de San Marcos ofreció 62 fichas con informaciones de
primera mano reunidas por los antropó logos y lingü istas especialistas de cada uno
de los pueblos indígenas de la Amazonia. Ese fue el mejor camino utilizado hasta
ahora para tener una visió n de conjunto de todos los grupos étnicos amazó nicos.
Inés Pozzi Scott presenta los datos y corresponde a cada lector o lectora la tarea de
sumar, restar y dividir para elaborar los cuadros que uno desee y reflexionar sobre
las tendencias que los datos revelan. El grá fico de la pá gina siguiente, sustentado en
el cuadro N° 1 de la pá gina subsiguiente, muestra la multiculturalidad en el Perú .
Al observar este cuadro las lectoras y lectores se preguntará n ¿y la cultura negra?
No hay en el país una lengua propia hablada por los negros. Las que hablaban los
esclavos traídos de diversas regiones de Á frica se perdieron. Esta es la razó n por la
que los negros no aparecen en el cuadro. El debate está abierto sobre la existencia o
no de una cultura negra y sobre la necesidad o no necesidad de una lengua para la
existencia de una cultura. Desde una perspectiva clá sica no tiene sentido hablar de
una cultura sin lengua -la lengua es depositaria de la cultura, decía Zapir- aunque es
posible que en una misma lengua puedan expresarse diversas subculturas.
49
Decir que la realidad es una totalidad homogénea y plenamente estructurada o decir que en ella nada hay
de unidad o estructura y el todo es sólo una suma de partes, un laberinto, o un collage es fruto de una
atención exagerada e indebida a sus componentes básicos: sin un mínimo de cohesión la sociedad no
tendría sentido; tampoco lo tendría si entre los elementos que la constituyen no hubieran conflictos,
diferencias, tensiones y novedades buscando sus propios espacios y desplazando a los elementos ya
existentes.
133
Cuadro No. 1
MAPA DE LENGUAS Y CULTURAS DEL PERÚ EN EL 2000
CULTURAS FAMILIAS NÚMERO POBLACIÓN
LINGUISTIC DE QUE HABLA LA %
AS DIALECTOS LENGUA
1 cultura occidental criolla (castellana) 1 3 19 614,000 78.4
2. cultura quechua
3. cultura aymara 1 8 4 500,000 18.0
4. 42 culturas en la Amazonía*. 1 2 500,000 2.0
Colonias extranjeras en el Perú . 16 49 300,000 1.2
JJaponeses.
CChinos.
Á Arabes.
35,000
Otros 10,000
Subtotal 5,000
5,000
30,000
10 10 86,000 0.3
Total general 56 CULTURAS 29 65 23 000,000
99.9
Fuente: Inés Pozzi Scott, El Multilingü ismo en el Perú . 1988; Naciones Unidas, GEF,
PNUD, Amazonía Peruana, Comunidades Indígenas, conocimientos y tierras
tituladas, Censo de la Població n de 1981, informaciones de Amelia Morimoto,
Humberto Rodríguez Pastor; Giovani Bonfliglo, Juan Abugatá s, Leó n Tratemberg y
cá lculos tentativos del autor
AMAZONIA: FAMILIAS LINGÜ ISTICAS y GRUPOS É TNICOS. 13 Familias lingü ísticas y
42 grupos étnicos o culturas:
1. Arahuaca: 1. Amuesha, 2. Ashaninka, 3. Culina, 4. Chamicuro, 5. Machiguenga, 6.
Nomatsiguenga, 7. Piro. 11. Cahuapana: 6. Chayahuita, 9. Jebero. 111. Arakmbet:
10. Arakmbel, IV. Huitoto: 11. Bora, 12. Huitoto, 13. Ocaina, V. Jíbaro: 14. Achual,
15. Aguaruna, 16. Candoshi, 17. Huambisa, 18. Jíbaro, VI. Pano: 19. Amahuaca,
20. Capanahua, 21. Cashibo-Cacataibo, 22. Cashinahua, 23. Isconahua, 24. Mayo-
Pisabo, 25. Mayoruna, 26. Nahua, 27. Sharanahua, 26. Shipibo-Conibo, 29.
Yaminahua, VII. Peba Yagua, 30. Yagua, VIII. Quechua: 31. Quechua lamista, 32.
Quechua del Napo, 33. Quechua del Pastaza, IX. Tacana: 34. Ese Ejja Tucano: 35.
Ore¬jó n, 36. Secoya, XI. Tupi-guarani: 37. Cocama Cocamilla, XII: Zaparo: 38.
Arabela, 39, Iquito, XIII. Sin clasificació n: 40. Taushiro, 41. Ticuna, 42. Urarina.
133
50
El chifa, o restaurante chino fue sobre todo limeño. Con el tiempo se está convirtiendo en una comida
nacional, presente en toda la Costa, la Amazonia y los Andes. La contribución japonesa para valorizar los
productos del mar y para enriquecer la tradición peruana de comida es también importante, aunque por el
momento, se trata de un fenómeno principalmente limeño. Es posible que en el futuro se expanda
también a otras regiones del país.
133
contraste con el bilingü ismo (una lengua indígena má s el castellano) que aumenta
de añ o en añ o. Segú n el censo nacional de població n de 1993, las personas que
hablan quechua eran só lo 3'177, 938(51) . Esta cifra es efectivamente discutible. Un
argumento que me parece muy importante es que debido al fenó meno de la
diglosia lingü ística -dominació n de una lengua de prestigio sobre otras dentro de
un mismo país- muchas personas niegan al quechua que es su lengua materna( 52).
Andrés Chirinos sostiene que la cifra de personas que saben el quechua
probablemente supere los 4 millones" (Chirinos, 1998: 456) la cifra de 4'500 mil
me parece prudente.
¿En qué situació n se encuentran los 42 grupos étnicos pertenecientes a 16 familias
lingü ísticas en la Amazonia? De una atenta lectura del libro ya citado de Inés Pozzi-
Scott se obtienen algunas cifras importantes para responder a las preguntas
¿Cuá ntas culturas y lenguas amazó nicas se extinguen? ¿Cuá ntas está n en proceso de
extinció n? ¿Cuá ntas tienen relativa estabilidad?, y ¿Cuá ntas tienen su reproducció n
asegurada? El punto de partida de esta reflexió n es muy sencillo: si se considera que
los grupos humanos de mil personas está n en proceso de extinció n 18 lenguas y
pueblos indígenas estarían condenados a desaparecer;: siete, cuyas lenguas son
habladas hasta por 3,000 personas, estarían en peligro de extinció n; siete, habladas
hasta por 10 000 personas pueden ser por el momento relativamente estables; y 7,
habladas por má s de 10,000 y hasta por 40,000 personas, podrían contar con una
reproducció n asegurada. Las cifras pueden cambiar si los criterios que se usan son
modificados, naturalmente (53). Con otras fuentes, Carlos Mora y Alberto Zarzar
presentan en el libro Las naciones Unidas Amazonía peruana, Comunidades
indígenas, conocimientos y tierras tituladas, un cuadro con informació n puntual
sobre 11 grupos étnicos ya desaparecidos entre 1950 y 1997, 18 en peligro de
extinció n, 7 en situació n de aislamiento (No contactados") y 6 sobre los cuales no se
tiene aú n ninguna informació n (Naciones Unidas, 1997. 3).
En funció n de lo anterior deberíamos volver a mirar el cuadro N o 1 para
preguntamos cuá l habría sido el panorama multicultural en 1532 y cuá l podría ser
la situació n en el 2,050. No disponemos de informació n precisa sobre lo primero y
vale la pena correr el riesgo de adelantar una opinió n sobre lo que podría pasar a
mediano plazo en el futuro a partir de las tendencias actuales. El pasado ayuda a
explicar el presente y en el presente se decide lo que será el futuro que todavía no es
y podría no ser. Es pertinente no perder de vista que entre los momentos del tiempo
só lo el pasado y el presente fueron y son porque el futuro es só lo una ilusió n. Cada
quien llena esa categoría vacía con sus esperanzas, deseos y temores.
Por las lenguas que se perdieron es fá cil deducir que en 1532 hubo má s culturas y
lenguas que ahora y como sabemos que por lo menos 18 está n ahora en un proceso
inevitable de desaparició n, la tendencia de largo plazo indica que el nú mero de
culturas será cada vez menor. ¿Se cumplirá el sueñ o de los ideó logos de los estados
51
Rodolfo Cerrón Palomino sostiene con razón que esa cifra, a la q ue debe agregarse 20,536
quechua hablantes que figuran por error del censo como aimara hablantes, "
52
En el cuadro 34 del Censo de 1993, se dice por ejemplo en la nota 1 al pie: "Excluye a la población que
no declaró el idioma o dialecto materno aprendido en la niñez" (INEI, Censos 7Nacionales de 1993: 74).
53
En el homenaje que la Universidad de San Marcos rindió a la Dra. Pozzy Scott, con ocasión de la
presentación de su libro póstumo, presenté las cifras que acabo de citar y consulté a los lingüistas allí
presentes, Rodolfo Cerrón Palomino y Luis Enrique López sí a lo mejor mis cálculos podrían ser
considerados pesimistas. Ellos dijeron que eran acertados.
133
naciones de tener un estado, una nació n, una cultura y una lengua? ¿Podrá la
diversidad cultural resistir y mantenerse? Desaparecieron ya en los andes peruanos
el puquina, el uro; el tallá n y el moche -de la costa norte- son también ahora só lo
parte del pasado. Los primeros testigos de lo que ocurría en la Amazonia en el siglo
XVI dan cuenta de muchos grupos étnicos má s de los que ahora quedan. Sin
embargo, no hay modo de saber cuá ntos má s con exactitud.
B. ORALIDAD Y ESCRITURA
Cuando Atahualpa recibió la Biblia que el padre Valverde le entregó , la miró por los
cuatro costados, la olió , la acercó a sus oídos y finalmente habría respondido: "No
me dice absolutamente nada"( 55 ). Podría haber sido cierto que la tiró al suelo
54
El censo El Censo Nacional de 1891, ofrece los datos siguientes: personas que hablan el alemán, 1892;
francés, 2363; inglés, 1,378; italiano, 4,062; otros europeos 9,443. Total: 23,861. Censo 1981, Cuadro
N 22, elaboración de Giovani Bonfiglio.
55
Tragedia de la muerte del inca Atahualpa, pieza de teatro quechua, encontrada en Chayanta Bolivia,
por Jesús Lara: (Lara, 1957:173).
133
despertando la rabiosa reacció n del fraile españ ol. Esa historia revela la
confrontació n derivada de saber y de no saber leer y escribir, el drama de no
entender ni aceptar las creencias religiosas de los otros, y el deseo vehemente de
imponer a los otros sus dioses y creencias. Los españ oles calificaron a los llamados
indios de "ignorantes" por no tener un alfabeto. Pensaban que la escritura se
confundía con un alfabeto y no era posible entonces que admitieran la posibilidad
de otras formas de escritura como el quipu. Tampoco se interesaron por aprender a
leer los quipus porque estaban convencidos de que no tenían nada que aprender de
los paganos, pero sí de enseñ arles todo con la ilusió n de convertirlos.
Cuando los indígenas del mundo entero descubren la escritura la consideran como
un recurso má gico, un privilegio de dioses má s poderosos que los suyos. El Inca
Garcilaso de la Vega contó aquella preciosa historia de los indios de Pachacá mac que
escondieron detrá s de una piedra la carta que el mayordomo enviaba a un
encomendero en Lima, para que esa carta no viera que ellos comían dos melones.
Cuando el patró n leyó el texto escrito en presencia de los indios y les reclamó los
dos melones que faltaban, huyeron despavoridos pensando que los españ oles eran
efectivamente unos Wiracochas, es decir, dioses. Es indudable que la escritura tiene
un gran encanto y parece má gica a quién no la conoce. Por eso, los hijos de las
aristocracias indígenas México y Perú , y los primeros mestizos hijos de ambas
aristocracias como el inca Garcilaso pidieron y obtuvieron el privilegio de ir a unos
colegios creados especialmente para ellos. Los otros, los del comú n, fueron
excluidos con menos suerte que los pobres de Europa a quienes por lo menos les
quedaba el consuelo de salir de pobres yendo a los seminarios y volviéndose curas.
Para Guamá n Poma de Ayala y Titu Cusi Yupanqui, que no tenían el abolengo de
Garcilaso, fue má s duro; aprendieron sin ir a colegio alguno, semiclandestinamente,
haciendo grandes esfuerzos porque estaban convencidos que aprender a leer y a
escribir era una necesidad, un recurso para defenderse y una especie de condició n
para tratar de cambiar el mundo en que vivían. Esa actitud es la misma entre los
indígenas de la segunda mitad del siglo XX con una gran diferencia: la de hoy es
masiva.
La diferencia existente entre las culturas fue percibida en términos de desigualdad
de poder, del privilegio de unos para sentirse superiores y de la humillació n de los
otros no só lo para ser maltratados sino también, lo que: es peor, para sentirse
inferiores. Esta es una herencia colonial del Perú que sigue en pie, a pesar del
133
tiempo transcurrido, y a pesar también de los muchos esfuerzos que los indígenas
han hecho hasta ahora para cambiar su suerte y de la poca fortuna que tuvo el
indigenismo para cambiar la realidad vivida por los indígenas.
Entre los pueblos indígenas de similares grados de avance tecnoló gico y de relativa
similitud demográ fica de sus linajes y segmentos de linajes las razones de conflictos
mas frecuentes derivaban y derivan aú n del rapto de las mujeres como un recurso
inevitable para garantizar el equilibrio demográ fico y él concepto de dañ o como
razó n para explicar la muerte, como ocurría entre los pueblos jíbaros del Perú y de
Ecuador. Lo ideal sería que al interior de cada pueblo el nú mero de hijos hombres
sería igual al nú mero de hijas mujeres, pero ocurre que bioló gicamente esa igualdad
aritmética no es posible. Buscar mujeres ha sido y sigue siendo aun una tarea muy
importante entre los pueblos para asegurar su reproducció n. La leyenda del rapto
de las sabinas en tiempos romanos ilustra muy bien lo que acabo de decir. Cuando el
nivel tecnoló gico entre los pueblos es muy desigual y cuando las diferencias entre
las cantidades de població n son muy marcadas, se abre un espacio para la conquista,
ocupació n y sometimiento de unos pueblos sobre otros. Allí donde a la tierra se le
atribuye un valor de propiedad, ésta se convierte en objeto de conquista. Las
grandes guerras entre los seres humanos está n ligadas a las disputas por territorio
y ese viejísimo capítulo de la historia no tiene cuando terminar. Los kurdos
perdieron el territorio que tenían y disputan ahora, en 1999, una cruenta guerra
principalmente contra los turcos. Los palestinos aú n no pueden formar su propio
estado porque Israel y sus aliados no aceptan esa idea. Por su lado, los serbios
siguen empeñ ados en su guerra de “limpieza étnica” para liberarse de los
musulmanes y los albaneses.
El intercambio de bienes culturales, má s espontá neo que organizado, entre
pueblos distintos corre paralelo a los grandes enfrentamientos. Confrontació n,
necesidad e intercambio aparecen como dos caras de la misma luna. En América del
133
siglo XX, a partir de la lucha de los pueblos indígenas para defender sus propias
identidades.
A mediados del siglo XVI los términos de la desigualdad para justificar la conquista
en la supuesta inferioridad de los llamados indios ya habían sido reunidos. Los
calificaron de "paganos", "brutos., "bá rbaros", "salvajes., "necios",
56
"bestias., .sodomitas", .animales como los monos"( ). Como puede observarse
fá cilmente todas son categorías negativas. No hay ninguna positiva. La palabra
"natural" es, probablemente, la ú nica designació n neutra que no encierra desprecio
alguno. Y debe ser por eso que hoy, en el 2000, los quechuas del sur de Ayacucho, se
llaman a sí mismos "naturales" en oposició n a los vecinos, principales, señ ores o
mestizos (mistis) descendientes de españ oles (57).
La primera oposició n con la que fue pensada la desigualdad desde 1532 en el
Perú fue entre cristianos e indios (cristianos y paganos). O se estaba con el Dios
cristiano “ú nico y verdadero" o con el demonio. No hubo reconocimiento alguno
para las creencias religiosas andinas. Ningú n indio podía ser considerado cristiano.
Conversos como Guamá n Poma de Ayala se sintieron cristianos, pero nunca fueron
reconocidos como tales. Hasta ahora no hay un santo indio”( 58). La propuesta de
humanizar a quienes aú n no eran seres humanos, y luego cristianizarlos, impuso un
modelo de cambio social y cultural sin permitir en los hechos que nadie que no fuera
españ ol
El valor de la superioridad que los españ oles sentían sobre los indios se gestó
rá pidamente y fue una de las columnas que sostuvo el imperio colonial que a fines
del siglo XVI ya estaba montado en sus grandes líneas. Creyentes en el Dios ú nico y
verdadero, sintiéndose má s inteligentes por tener un alfabeto para escribir y leer,
puros por creer que tenían una sangre no mezclada y poderosos por tener una
tecnología militar má s fuerte, los españ oles se creyeron lo mejor y el ú nico modelo
a seguir para los indios a quienes consideraron creyentes en el demonio, ignorantes
por no saber leer y escribir, inferiores por tener una sangre distinta y débiles por
tener una tecnología considerada inferior.
La apropiació n de los tesoros, de las minas, de las tierras, de la mano de obra de los
llamados indios y el monopolio del comercio fue la segunda gran columna
(material productiva y comercial) para forjar el imperio colonial. Sobre ambas
bases se formó una sociedad de clases en la que los españ oles reservaron para ellos
la condició n de señ ores terratenientes y comerciantes de gran poder y convirtieron
a los llamados indios en siervos o prá cticamente esclavos. En la vida cotidiana esta
estructura de clases fue percibida a través de una lectura eminentemente étnica:
56
En el libro Tratado de las causas justas en la guerra contra los indios, de Juan Ginés de Sepúlveda, (...)
se encuentra una muestra completa de categorías reservadas para los llamadosindios.
57
Esta categoría es preferida a la de Runa, que es propia de la identidad quechua en las provincias del sur
andino, sobre todo en el Cusco.
58
Juan Carlos Estenssoro, acaba de presentar en Paris su tesis doctoral de Historia sobre la evangelización
en los siglos XVI y XVII, texto rico e útil para conocer los términos de esta primera oposición entre
cristianos e indios pudiera ser considerado como un cristiano a plenitud. La condición de cristiano a
medias debe haber producido un enorme dolor entre los conversos que renunciaron a sus creencias en los
dioses andinos y abrazaron la causa cristiana.
133
cualquier persona en la sociedad colonial de los siglos XVI y XVII só lo podía ser
españ ol, indio o negro. No había ninguna otra posibilidad.
Las llamadas "paraditas" en los cuatro puntos cardinales de Lima, así como en
todas las ciudades de la Costa, de los Andes y de la Amazonia son los centros má s
importantes de habla indígena en las ciudades. En el comercio de alimentos
diversos y de comidas han encontrado las mujeres andinas el espacio má s có modo
y rentable, tanto para sobrevivir -todas- como para vivir en mejores condiciones,
no muchas. Personas que no fueron nunca a la escuela aprenden en el trabajo las
cuatro operaciones aritméticas para defenderse y no ser engañ adas, y todo lo que
necesitan para comprar y vender con la ganancia comercial má s alta posible.
Trabajan a veces con sus esposos y siempre con las hijas e hijos mayores mientras
los pequeñ os van al colegio "para que no sean como nosotros y abran los ojos".
Hablan en quechua entre ellas y con los clientes tanto en castellano como en
quechua. Hacen grandes esfuerzos para aprender bien el castellano, no só lo para
defenderse sino también para hablar con sus hijos que vuelven de las escuelas y las
calles con un castellano bien conocido y pronunciado.
No hay casa familiar alguna de las clases altas y medias de todas las ciudades del
país que no tengan por lo menos una empleada de origen andino. La mayoría
comienza a trabajar só lo por la comida, el techo y la posibilidad de ir a un colegio.
No llega a cien dó lares el salario mínimo de una empleada doméstica en Lima. Es en
la vida diaria de familias urbanas, muchas de ellas de origen igualmente andino,
donde las mujeres de origen indígena viven y sufren el drama de la
interculturalidad: mal trato, discriminació n, abuso sexual. En contraste con ese
dolor, hablar mejor el castellano y aprender a cocinar de acuerdo a los patrones
urbanos son dos recursos esenciales para el futuro de sus vidas que todas, sin
excepció n, imaginan libres de la condició n de empleadas domésticas. En casos, sin
duda minoritarios, algunas empleadas domésticas reciben buen trato y son
respetadas por los dueñ os de las casas en que trabajan.
133
Servir a la patria por la fuerza, a través del secuestro de los jó venes en edad de ir al
ejército, detenidos como ladrones o delincuentes en las calles y en el campo, a
través de las llamadas "levas", situó a muchos jó venes indígenas en la primera línea
de fuego en el conflicto de 1995 con el Ecuador. En los cuarteles del ejército
peruano, cercanos a la larga frontera norte, los soldados eran jó venes de 16 añ os
salidos principalmente de las Comunidades Nativas amazó nicas, algunos con serias
dificultades físicas para cargar las pesadísimas ametralladores antiguas. Los rostros
de los soldados que combatieron son exclusivamente indígenas andinos y
selvá ticos, de un lado, y populares urbanos de otro. Ese es el Ú nico lugar en el cual
la noció n de patria se confunde en los hechos con el pueblo. Lo trá gico de la historia
es que esa identificació n se consigue principalmente a través del secuestro y só lo en
algunos casos por la decisió n voluntaria de los jó venes. El iró nicamente llamado
Servicio Militar obligatorio, es tal só lo para los llamados indios y para los jó venes de
las capas populares urbanas que no tienen recursos para evitar ser secuestrados.
Este es el patró n colonial que continú a inalterado, aunque felizmente cuestionado
en los ú ltimos añ os (59). Del mismo modo que los pobres de la Europa medieval
59
Mientras en España Mientras en España se acaba de adoptar el histórico acuerdo de contar con sólo
un ejército profesional, liberando a los jóvenes de la obligación de servir en el ejército, en el Perú las
fuerzas armadas siguen en el siglo XIX. El reclutamiento obligatorio empleado por el ejército fue sin
133
Si bien es cierto que los espacios dentro de una repú blica constitucional como el
Perú está n formalmente abiertos a todos los ciudadanos y ciudadanas, ocurre que
en la realidad la regla ideal no se cumple sino en parte. No hay restricció n alguna
para que nadie que pueda pagar su pasaje no sea admitido en un bus o en un
microbú s. Pero hay discotecas limeñ as en las que los jó venes de apariencia indígena
o popular urbana no pueden entrar pese a tener el dinero necesario para pagar su
consumo. La norma no está escrita ni acordada en ninguna parte, pero los dueñ os
se sirven de un cartel que dice "la casa se reserva el derecho de admisió n". "¿Por
qué?", "Son ó rdenes superiores". Y no hay nada má s que discutir.
Los espacios urbanos en las grandes ciudades y metró polis son mú ltiples, variados
y de acceso diferenciado. Los grandes shoppings, centros comerciales y culturales
importados de Estados Unidos que se está n generalizando en todas las capitales de
América latina y otras ciudades grandes está n pensados sobre todo para las capas
de altos ingresos y para parte de las capas medias que, aunque estén muy venidas a
menos y empobrecidas por los reajustes estructurales del capitalismo neoliberal,
siguen con interés má s cultural que comercial esta novedad. Los pobres de los tres
conos de Lima no tienen espacio alguno en un shopping como el Plaza de
Monterrico. Un cuerpo de agentes de seguridad de numerosos services deben tener
instrucciones precisas para actuar ante el má s leve movimiento sospechoso de las
personas con rostros modestos o indígenas que no está n en condiciones de
comprar objetos norteamericanos con precios norteamericanos.
En el otro extremo, en los campos donde se realizan los grandes espectá culos de
mú sica para las capas populares de los tres conos de Lima - andina, chicha (costeñ a,
andina y amazó nica), rock, tekno, etc.- no se ven nunca a los jó venes de capas altas
y medias que frecuentan los bares y discotecas de Barranco o Miraflores. Hay, en
consecuencia, espacios de accesos prá cticamente exclusivos en funció n de los
ingresos y los colores de los rostros. Las relaciones étnicas y de clase siguen
duda copiado por Sendero Luminoso que hizo lo propio con muchos jóvenes estudiantes de colegios en
Ayacucho y entre 105 indígenas asháninkas de la Amazonía central del país.
60
Hay también otra razón para que algunos jóvenes se presenten de voluntarios en el Ejército: para poder
entrar desde abajo a la escuela de oficiales. Parece que esta puerta está casi cerrada. Uno de 105 últimos
casos conocidos es el del general Velasco Alvarado, que con un golpe militar derrocó al presidente
Belaúnde en 1968 y gobernó hasta 1975, año en el que fue derrocado por otro golpe militar dado por
quien fue Ministro de su gobierno el general Morales Bermúdez. El fue un soldado raso del ejército antes
de pasar a la escuela de oficiales.
133
mundial del trabajo y del intercambio. Y también sobre ella se trazaron las
diferencias y distancias específicas en la respectiva configuració n específica de
poder, con sus cruciales implicaciones en el proceso de democratizació n de
sociedades y estados y de formació n de estados-nació n modernos.
De ese modo, raza, una manera y un resultado de la dominació n colonial
moderna, invadió todos los á mbitos del poder mundial capitalista. En otros
términos, la colonialidad se constituyó en la piedra fundacional del patró n de poder
mundial capitalista, colonial/moderno y eurocentrado 63. Tal colonialidad del poder
ha probado ser má s profunda y duradera que el colonialismo en cuyo seno fue
engendrada y a la que ayudó a imponerse mundialmente64.
Racismo y raza
El racismo en las relaciones sociales cotidianas no es, pues, la ú nica manifestació n
de la colonialidad del poder. Pero es, sin duda la má s perceptible y omnipresente.
Por eso mismo, no ha dejado de ser el principal campo de conflicto. En tanto que
ideología, a mediados del siglo XIX se pretendió incluso presentarla como toda una
teoría científica (Gobineau, 1853 y 1857). En esa pretensió n se apoyó , casi un siglo
después, el proyecto del Nazional-Sozialismus, má s conocido como nazismo, de
dominació n mundial alemana. La derrota de ese proyecto en la 2ª. Guerra Mundial
(1939-1945), contribuyó a la deslegitimació n del racismo, por lo menos como
ideología formal y explícita, para gran parte de la població n mundial. Su prá ctica
social no dejó por eso de ser mundialmente extendida, y en algunos países, como
Sudá frica y su sistema de apartheid, ideología y prá cticas de dominació n social
llegaron a ser incluso má s intensas y explícitamente racistas. Con todo, aú n en esos
países la ideología racista ha debido ceder algo, ante todo frente a las rutas de las
victimas, pero también de la condena universal, hasta permitir la elecció n de
gobernantes “negros”. Y en países como el Perú , la prá ctica de la discriminació n
racista requiere ahora ser enmascarada, con frecuencia si no siempre con éxito,
detrá s de có digos sociales referidos a diferencias de educació n y de ingresos que en
este país son, precisamente, una de las má s claras consecuencias de relaciones
sociales racistas65.
Lo que es realmente notable, en cambio, es que para la abrumadora mayoría
de la població n mundial, incluidos los opositores y las víctimas del racismo, la idea
misma de raza, como un elemento de la “naturaleza”, que tiene implicaciones en las
relaciones sociales, se mantenga virtualmente intocada desde sus orígenes.
En las sociedades fundadas en la coloniaIidad del poder, las víctimas
combaten por relaciones de igualdad entre las razas, quienes no son víctimas,
directamente al menos, admitirían de buen grado que las relaciones entre las razas
fueran democrá ticas, si no exactamente entre iguales. Sin embargo, si se revisa el
debate respectivo, incluso en los países donde ha sido má s intenso el problema, en
Estados Unidos o en Á frica del Sur, só lo de modo excepcional y muy reciente se
63
Sobre la colonialidad del poder y el patrón colonial/moderno y eurocentrado del capitalismo mundial,
véase Quijano (1998a).
64
El concepto de Colonialidad del Poder fue introducido en mi texto “Colonialidad y Modernidad/
Racionalidad” (Quijano, 1992b) Véase también Quijano y Wallerstein (1992). Sobre las tendencias del
actual debate, véase Mignolo (1998).
65
Véase encuesta entre estudiantes universitarios de Lima Metropolitana (León, 1998).
133
puede encontrar investigadores que hayan puesto en cuestió n, ademá s del racismo,
la idea misma de raza66.
Es, pues, profunda, perdurable y virtualmente universal, la admisió n de que raza es
un fenó meno de la biología humana que tiene implicaciones necesarias en la historia
natural de la especie y, en consecuencia, en la historia de las relaciones de poder
entre las gentes. En eso radica, sin duda, la excepcional eficacia de este moderno
instrumento de dominació n social. No obstante, se trata de un desnudo constructo
ideoló gico, que no tiene, literalmente, nada que ver con nada en la estructura
bioló gica de la especie humana y todo que ver, en cambio, con la historia de las
relaciones de poder en el capitalismo mundial, colonial/ moderno, eurocentrado.
Dos de las cuestiones implicadas en esa extrañ a relació n entre la
materialidad de las relaciones sociales y su dimensió n intersubjetiva, son las que me
propongo discutir en esta ocasió n.
¿Sexo-género y color-raza?
66
En América Latina muchos prefieren pensar que no existe racismo. Todos somos “mestizos”. En Brasil,
la postura oficial es que existe una demacrada racial. Un número creciente de latinoamericanos que
residen un tiempo en Estados Unidos, inclusive estudiantes de ciencias sociales, regresan a sus países
convertidos a la religión del color consciousness, de la cual han sido, sin duda, victimas. Y regresan racistas
contra su propio discurso, convencidos de que raza, puesto que es “color”, es un fenómeno de la
naturaleza y sólo el “racismo” es una cuestión de poder. En algunos casos, eso lleva a la confusión
arbitraria entre las categorías del debate sobre el proceso del conflicto cultural y las de ideologías racistas,
y se dejan arrastrar hacia argumentos de extrema puerilidad. En el Perú, un curioso ejemplo es el de
Marisol de la Cadera (1998).
67
Las relaciones de dominación fundadas en las diferencias de sexo son más antiguas que el
capitalismo. Pero éste las hizo más profundas asociándolas con las relaciones de raza y haciendo a las
dos objeto de la perspectiva eurocéntrica de conocimiento. Pero la clasificación racial de la población
mundial llevó también a que las mujeres de las razas dominantes fueran también dominantes sobre las
mujeres de las razas dominadas. Eso introdujo un eficaz mecanismo de fortalecimiento de ambas
formas de dominación, pero sobre todo de la que se apoya en la idea de raza.
133
68
No hace mucho, reporteros de la TV documentaron una abierta discriminación de carácter
racista/etnicista en algunos locales nocturnos. Fueron sancionados, en principio, por la institución
encargada de esos asuntos. Pero la Corte Suprema de Justicia, nada menos, dictaminó después que las
empresas discriminantes tenían ¡derecho legal de hacerlo!
69
Es indispensable tener en cuenta que, a menos que se acepte el radical dualismocartesiano, lo
“biológico” o “corporal” es una de las dimensiones de la persona, y que ésta tiene que ser pensada
como un organismo que conoce, sueña, piensa, quiere, goza, sufre, etc., etc., y que todas esas
actividades ocurren con y en el “cuerpo”. Este no es, pues, “biológico” en el sentido de separado y
radicalmente diferente del “espíritu”, “razón”, etc.
133
metá fora. Pero curiosamente no ocurre así cuando se dice que alguien es de “raza
blanca”, o negra”, “india”, “piel roja” o amarilla”. Y, má s curiosamente aú n, pocos
piensan espontá neamente que se requiere una total deformació n de la vista para
admitir que “blanco” (o “amarillo” o “rojo”) pueda ser el color de piel alguna sana. O
que se trata de una forma de estupidez. A lo sumo, los má s exigentes pensará n que
se trata de un prejuicio.
La historia de la construcció n del “color” en las relaciones sociales, está
ciertamente por hacer. No obstante, existen suficientes indicios histó ricos para
señ alar que la asociació n entre raza y “color” es tardía y tortuosa. La idea de raza es
anterior y “color” no tiene originalmente una connotació n racial. La primera raza
son los “indios” y no hay documentació n alguna que indique La asociació n de la
categoría “indio” con la de “color”.
La idea de raza nace con América y originalmente se refiere a las diferencias
entre “indios” y conquistadores, principalmente “castellano”’ (Quijano, 1992a). Las
primeras gentes dominadas a las que los futuros europeos aplican la idea de “color”
no son, sin embargo, los indios. Son los esclavos secuestrados y negociados desde
las costas de lo que ahora se conoce como Á frica y a quienes se llamará “negros”.
Pero aunque sin duda parezca ahora extrañ o, no es a ellos a los que originalmente se
aplica la idea de raza, a pesar de que los futuros europeos los conocen desde mucho
antes de llegar a las costas de la futura América.
Durante la conquista, los ibéricos, portugueses y castellanos, usan el término
“negro”, un “color”, como consta en las cró nicas de ese período. Sin embargo, en ese
tiempo los ibéricos aú n no se identifican a si mismos como “blancos”. Este “color” no
se construye sino un siglo después, entre los britanoamericanos durante el XVII, con
la expansió n de la esclavitud de los africanos en América del Norte y en las Antillas
britá nicas. Y obviamente, allí “white” ("blanco”) es una construcció n de identidad de
los dominadores, contrapuesta a “black” (“negro” o “nigger”), identidad de los
dominados, cuando la clasificació n “racial” está ya claramente consolidada y
“naturalizada” para todos los colonizadores y, quizá s, incluso entre una parte de los
colonizados.
En segundo término, si “color” fuera a raza, como sexo es a género, “color”
tendría algo que ver, necesariamente, con la biología o con algú n comportamiento
bioló gico diferenciado de parte alguna del organismo. Sin embargo, no existe indicio
alguno, ni evidencia, de que algo, en alguno de los subsistemas o aparatos del
organismo humano (genital o sexual, de la circulació n de la sangre, de la respiració n,
de filtro de toxinas y líquidos, de producció n de glá ndulas, de producció n de células,
tejidos, nervios, mú sculos, neuronas, etc., etc., etc.) tenga naturaleza, configuració n,
estructura, funciones o roles diferentes segú n el “color”, de la piel, o de la forma de
los ojos, del cabello, etc., etc. (Marks, 1994).
Sin duda, las características corporales externas (forma, tamañ o, “color”)
está n inscritas en el có digo genético de cada quien. En ese especifico sentido, se
trata de fenó menos bioló gicos. Pero ese no está , de modo alguno, referido a la
configuració n bioló gica del organismo, a las funciones y comportamientos o roles
del conjunto o de cada una de sus partes.
Finalmente, y contra el trasfondo de todo lo dicho, si “color” fuera a raza
como sexo es a género, ¿de qué modo podría explicarse que determinados “colores”
son “superiores” respecto de otros? Porque en la relació n patriarcal entre varó n y
mujer, lo que se registra es que uno de los géneros es “superior” al otro. No el sexo
133
Bibliografía
Bousquie, Paul (1997): Le Corps, c´est inconnue. Paris, L´Harmattan. Cadena, Marisol
de la (1998): “El Racismo silencioso y la superioridad de los intelectualesen el
Perú ”, Socialismo y Participación, No. 83, setiembre , Lima, Perú .
Descartes, René (1637): El Discurso del Método, Paris, Francia.
70
Esa es la clara figura establecida en Decartes (1637 y 165O). Para una buena discusión de esta ruptura
ver Bousquie (1997). Ver también Michel (1965).
71
Sobre estas cuestiones, ver Quijano (1999b y 1999c).
133
________ (1650): Traité des Passions (traducido como Las Pasiones del Alma),
Paris, Francia.
Gobineau, Conde Arthur (1853 y 1857): Essays sur I´lnegalité des Races Humaines,
Paris, Francia.
Leó n, Ramó n (1998): El pais de los extraños, Lima, Fondo Editorial de la Universidad
Ricardo Palma.
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Michel, Henri (1965): Philosophie et Phenomenologie. Le Corps, Paris, PUF.
Mignolo, Walter (1998): “Diferencia colonial y razó n postoccidental”, Anuario
Mariateguiano, No. 10, Lima, Perú .
Ouijano, Aníbal (1992a): “ ´Raza´, ´etnia´, ´nació n´, cuestiones abiertas” en Roland
Forgues, ed., José Carlos Mariátegui y Europa. La otra cara del descubrimientó,
Lima, Ed. Amauta.
__________ (1992b): “Colonialidad y modernidad/racionalidad”, Perú Indígena,
vol.13, No. 29, 1992. Lima. Perú .
__________ (1999a): ‘Coloniality of Power and Eurocentrism” en: Goran Therborn,
ed.,
Modernity and Eurocentrism, Estocolmo.
___________ (1999b): Coloniality of Power and its lnstitutions” Documento del
Simposio
sobre Colonialidad del Poder y sus Espacios, Binghamton University, abril, Nueva
York, USA.
La segunda parte analiza las políticas del Estado frente a las sociedad
multicultural y las modalidades a través de las cuales esas políticas han ido
obstaculizando o construyendo una ciudadanía multicultural. En una primera
etapa (1895-1945), el Estado impuso una homogeneizació n forzada a través de
la educació n que fue al mismo tiempo una castellanizació n. En una segunda
etapa los gobiernos reformistas y los intelectuales indigenistas (1945-1968)
impulsaron una homogeneizació n amable cuya finalidad era la castellanizació n
indígena reconociendo, sin embargo, la multiculturalidad como mé todo
pedagó gico. En una tercera etapa (1968 en adelante), el Estado desarrolló una
política de reconocimiento de la ciudadanía multicultural en sus dos
variantes: la ciudadanía multié tnica y la ciudadanía diferenciada o multinacional.
El Estado peruano del siglo XIX no tuvo un definido cuerpo organizativo ni una
vertebració n institucional. Los intereses pú blicos no estaban separados de los
intereses privados: existía una tensió n entre el patrimonialismo de los caudillos y
los poderes feudales del gamonalismo. Tampoco tuvo una estructura centralizada: el
poder del Estado estaba feudalizado y mantenía débiles vínculos con el caudillismo.
Con la excepció n de las pequeñ as ciudades, los caudillos no tenían una relació n
directa con la població n sino que su poder estaba mediado por los gamonales y los
poderes locales que mantenían relaciones de servidumbre y de favores y lealtades
con la població n que estaba bajo su propiedad y su dominio. Los poderes del Estado
eran muy débiles. El Perú del siglo XIX no tuvo una élite vigorosa y unificada ni
instituciones políticas y estatales que reemplazaran a las que habían organizado el
81
Mc Evoy y Stuven 2007. En realidad, esta nueva perspectiva forma parte de una revolución coperni-
cana en la historia de las ideas que, realizada por la Escuela de Cambridge (John G. A. Pocock, John
Dunn, Quentin Skinner) a partir de la década del setenta del siglo pasado, desplazó al liberalismo de
su rol protagónico en esa historia, particularmente en Inglaterra y Estados Unidos.
82
Aguilar 2002: 82
133
orden colonial. Los criollos -tanto los aristó cratas como los de la clase media- no
lograron constituirse en una élite alternativa a la élite colonial ni tuvieron, por eso
mismo, la capacidad de crear las instituciones necesarias que contribuyeran a la
organizació n de una relació n directa, centralizada e individualista de la autoridad y
al establecimiento de un orden político estable. Pese a estas limitaciones, las
elecciones del siglo XIX cumplieron una funció n muy importante no solo en el
origen legítimo de los gobiernos sino también en la emergencia de la ciudadanía
política.
Durante casi todo el siglo XIX, “la gran mayoría de las elecciones fueron
indirectas y, usualmente, de dos grados, el primero de los cuales era el de las
elecciones parroquiales, que eran generalmente muy inclusivas y tenían por
objeto seleccionar a los electores de los colegio electorales provinciales quienes, a
su vez, elegían a las autoridades”.8312 La participació n política fue má s amplia y
abierta que en los primeros treinta añ os del siglo XX:
En los primeros treinta añ os del siglo XX, la participació n electoral fue muy
limitada. El proceso electoral se centralizó , se institucionalizó y se tornó muy
excluyente, si se le compara con el del siglo XIX:
89
Peralta 2005: 79-80.
133
Pese a que había logrado una muy débil centralizació n de la autoridad, el Estado
oligárquico era un gobierno indirecto y mediado pues mantenía los poderes locales
del gamonalismo que seguían privatizando el poder pú blico y que mantenían una
relació n de favores y de lealtades con la població n bajo su dominio. Por eso mismo,
el Estado oligárquico no logró establecer plenas relaciones individualistas de
autoridad con los gobernados, salvo en las ciudades y en algunas zonas aisladas del
campo.
90
Cotler 1978.
133
especialmente de las campesinas, tanto cholas como indígenas, del conjunto de sus
derechos, con tendencia a la exclusió n total: social, de género, regional, racial, étnica.
Muchas de estas exclusiones fueron “legalmente sancionadas”91 o fueron impuestas
de facto apelando a la fuerza, al engañ o o simplemente a la discriminació n pura y
simple. Algunas exclusiones, como la racial y la étnica, fueron legitimadas por
alguna exigencia de calificació n, tal como la negació n del voto a los analfabetos.
91
Portocarrero 1995: 221.
92
Portocarrero 1995: 222
133
93
Portocarrero 1995: 224
94
Chaplin 1967.
133
Las políticas pú blicas que aplicaba el Estado oligá rquico tenían un cará cter
95
Lynch 1996j North 1972.
96
Ver López 2005.
97
Ver Gilbert 1982. Ver también López 2005.
133
103
Stepan 1978: 34-35.
133
106
Carboneto 1986: 486, citado por Lynch 1992: 66-67.
133
Como ré gimen político, el del Velasco fue una dictadura populista cuyo poder
reposó en la Fuerza Armada, “que asumió funciones y atribuciones de una clase
social dirigente que buscaba reordenar la sociedad y el Estado, adecuá ndolo a sus
aspiraciones y propó sitos”.107 En virtud de esas atribuciones, las Fuerzas Armadas
“pretendieron absorber y monopolizar el Estado, encerrando en sus $las toda
la vida política de la sociedad peruana”.108 Pero el ré gimen del general
Velasco no solo concentró el poder, como toda dictadura, sino que centralizó
la autoridad que hasta entonces estaba fragmentada por la presencia del
gamonalismo que, si bien había perdido el poder dentro de la coalició n
oligá rquica, seguía siendo un poder en su localidad y controlaba a la població n
que estaba bajo su propiedad y su dominio. La reforma agraria le permitió al
ré gimen militar centralizar la autoridad y reemplazar a la oligarquía y a los
gamonales por las formas asociativas de propiedad agraria, controladas por el
Estado.
La aplicació n de la reforma agraria radical que acabó con la dominació n de los
oligarcas y de los gamonales implicó al mismo tiempo la reivindicació n y el
reconocimiento de los campesinos, los cholos y los indígenas. Con la reforma
agraria, Velasco puso fin a las relaciones de servidumbre en el campo y, con ellas,
a la discriminació n étnica y racial de los campesinos. La eliminació n de la
discriminació n supuso la dació n de una política específica que la concretaba y abría
las puertas al reconocimiento del mundo andino, de su cultura y de su lengua. Este
fue el objetivo de la ley 21156 que reconocía el quechua como lengua oficial y
establecía el bilingü ismo en el Perú .109El bilingü ismo presentaba, sin duda, muchas
dificultades, las más importantes de las cuales eran la acelerada castellanizació n del
107
Cotler 1985.
108
Cotler 1985.
109
Uno de los considerandos de la ley a$rmaba que “al no tener acceso directo al conocimiento de
las leyes y no apersonarse ante los organismos y reparticiones del sector público nacional por
razones de idioma, vastos sectores de la población desconocen sus obligaciones y están limitados
en el ejer- cicio de sus derechos, con menoscabo del principio de igualdad ante la ley”. La ley
establecía que, a partir de abril de 1976, la enseñanza del quechua era obligatoria en todos los
niveles de educación de la república y que a partir del 1 de enero de 1977 el Poder Judicial debía
adoptar las medidas a $n de que “las acciones judiciales en las cuales las partes sean solo de habla
quechua se realicen en ese idio- ma”. La ley encargaba asimismo a los ministerios de Guerra,
Marina y Aeronáutica el cumplimiento de la ley y al Ministerio de Educación, “la preparación
y edición de diccionarios, textos, manuales y otros documentos para el pleno cumplimiento de
la ley”. La nueva ley reconoció al Perú como un país pluricultural. Cuando se promulgó la ley, en
1972, la población peruana mayor de 4 años era de 11 millones 790,150 habitantes, de los cuales 3
millones 109,763 hablaban quechua, pero se pretendía que la enseñanza del quechua fuera
obligatoria para todos los peruanos con la $nalidad de construir una nación bilingüe: “En tanto
que la nueva ley dispone la enseñanza de esta lengua a los monolin- gües de castellano, postula
con visión de futuro una imagen de sociedad bilingüe y bicultural, que se apoya, por lo menos
en el nivel de la experiencia idiomática, en un conocimiento recíproco de la necesidad de
comprender la existencia de las dos culturas mayoritarias dentro del Estado peruano” (Escobar
1975: 67).
133
La ampliació n de las funciones econó micas del Estado exigió un aparato institucional
acorde con ellas. Se amplió el Ministerio de Agricultura para impulsar la reforma
agraria, se creó el Ministerio de Alimentació n, el de Industria, el de Comercio, el de
Pesquería y el de Energía y Minas, se transformó el de Hacienda en uno de Economía
y Finanzas y se fortaleció el Instituto Nacional de Planificació n, dándole el control
de todas las inversiones del sector pú blico y la responsabilidad de la política
econó mica de largo plazo.111 Las funciones (sociales) de legitimació n del Estado en
110
FitzGerald 1981: 244-245
111
FitzGerald 1981.
133
Si nos atenemos a estos criterios, era evidente en 1977 que el gobierno del general
Morales Bermú dez había fracasado en sus tareas de institucionalizació n. Ese fracaso
abrió las puertas a la transició n democrá tica de 1977-1980.11645 Los sorprendentes
resultados electorales hicieron que la Asamblea tuviera una composició n política
plural y dividida en tres tercios, obligando “a los distintos ‘bloques’ a llegar a
transacciones y a relativas fó rmulas de consenso en ciertas materias para lograr su
concreció n en el texto constitucional; de ahí que la carta magna recoge _no
siempre con la deseable coherencia_ un contenido que globalmente expresa
aportes y concesiones de las distintas fuerzas representadas”.117
112
Portocarrero y Oliart 1989.
113
Rodríguez 1992
114
Lynch 1992
115
Stepan 1978: 298
116
El análisis más consistente sobre la transición democrática 1977-1990 es el trabajo de Nicolás Lynch (1992).
117
Eguiguren 1987: 9. El Apra jugó un papel conciliador haciendo concesiones a la derecha en algunos
temas y a la izquierda en otros. Entre las concesiones a la derecha estuvo la definición de una economía
social de mercado que restringía el rol del Estado en ella, sin llegar a los extremos neoliberales de 1993.
Entre las concesiones a la izquierda - de que el Apra siempre fue partidaria de esa medida- estuvo la
extensión del sufragio a los jóvenes mayores de 18 años y a los analfabetos. Con esa medida, el Perú
133
su inutilidad mostrada con creces, la gente seguía demandando más Estado, como
puede verse en las diversas encuestas de entonces.
Tres fuerzas poderosas se conjugaron para demoler el Estado: los grupos
fnancieros internacionales, el terrorismo y el populismo irresponsable. En efecto,
la banca internacional, el terrorismo y Alan García allanaron el camino del
achicamiento del Estado que propugnaron luego Fujimori y las reformas
neoliberales. En realidad, lo que el desmoronamiento primero y la
desinstitucionalizació n después hicieron fue darle una nueva resignifcació n al
Estado cambiando radicalmente el lugar central que ocupaba y asigná ndole un rol
secundario. De pilar central del ordenamiento social, el Estado devino la ú ltima
rueda del coche o casi. Este cambio de lugar y del rol del Estado dentro de la
matriz sociopolítica del Perú es en sí mismo una revolució n: rompió la matriz
Estado-céntrica del ordenamiento social anterior, independizó en forma relativa
la sociedad civil (incluidos el mercado y la economía) de las esferas del Estado y
de los partidos políticos con los que anteriormente ella tendía a fusionarse y
estableció un nuevo esquema de relació n entre ellos, puso en cuestió n el
Estado-nació n y la soberanía nacional, destruyó el rol activo del Estado en el
desarrollo de la industria, debilitó drá sticamente su rol integrador y lo sometió a
las leyes del mercado que se han erigido en la nueva institució n hegemó nica del
ordenamiento social y de una economía abierta.
Fujimori llegó al gobierno gracias al desmoronamiento de las instituciones -
todo de los partidos políticos-, se mantuvo en él y se consolidó luego del
autogolpe del 5 de abril de 1992, explotando el desprestigio de los partidos y el
Parlamento y apoyá ndose en los poderes fá cticos.119 Fujimori llegó al poder como
un candidato neopopulista, pero luego de su viaje al exterior, inmediatamente
después de la segunda vuelta, se convirtió , además, en un Presidente neoliberal. Al
carecer de un programa, asumió el plan de estabilizació n del FMI y, al poco
tiempo, aplicó un drá stico ajuste estructural que ha dado lugar a una economía
de mercado, basada en las ventajas comparativas, y al actual Estado neoliberal. Se
produjo entonces un realineamiento de fuerzas: el Apra pasó a la oposició n y los
partidos y movimientos integrantes del Fredemo respaldaron a Fujimori
quien, sin embargo, buscó un respaldo más seguro en las Fuerzas Armadas y el
Servicio de Inteligencia. Se fue organizando desde entonces la nueva coalició n
dominante del gran capital _integrada por el capital extranjero, el gran
empresariado nacional y la tecnocracia primero civil y, luego del autogolpe,
tambié n militar_, cuya forma de dominio es el neopopulismo combinado con la
democracia plebiscitaria.
119
López 1993.
133
políticas pú blicas aplicadas han sido las propaladas por el FMI y la tecnocracia
fondomonetarista. Sus metas son una economía eficiente basada en las ventajas
comparativas, con un mercado en equilibrio y sin precios artificiales una
sociedad de individuos sin organizaciones ni instituciones só lidas y un Estado
que, en lo posible, prescinda de sus funciones econó micas y sociales. Los
instrumentos para lograrlas fueron la reducció n drá stica del dé ficit fiscal, la
liberació n de precios, salvo el de los salarios, la liberació n de los flujos
internacionales de capitales y la eliminació n de los subsidios, entre otras medidas.
Los éxitos parciales en la disminució n de la inflació n y del dé ficit fiscal se han
logrado a costa de una asfixiante recesió n.
Los cambios estatales han sido rá pidos. En corto tiempo, el Perú ha pasado
de un Estado populista sobrecargado a un Estado más o menos pequeñ o que
busca eludir sus responsabilidades econó micas y sociales. El gasto pú blico en
acumulació n ha disminuido del 11.4% en 1986-1990 a 6.0% en 1991-1993. Algo
parecido ha sucedido con el gasto en legitimació n que se ha reducido del 19.6% al
15.7% en los mismos periodos y con los gastos regionales y generales. Sin embargo,
después de 1994, los gastos sociales monopolizados por el Ministerio de la
Presidencia tienden a crecer, concordando dicho crecimiento con la reelecció n de
Fujimori en 1995.120 La intervenció n del Estado en la economía ha disminuido en
forma drástica. Las funciones e instituciones que tenían que ver con la regulació n
del mercado de trabajo, de bienes y servicios y de capitales han sido desactivadas. Ya
a fines de 1992 se expidieron alrededor de cien decretos legislativos, como
producto de las facultades delegadas al Ejecutivo por el Parlamento, para desregular
los diversos mercados. Se han mantenido y fortalecido, en cambio, aquellas funciones
e instituciones que tienen que ver con la política macroeconó mica y con el
funcionamiento del mercado, entre ellas el BCR, la SUNAT, SUNAD e INDECOPI.121
El siglo XX heredó los problemas irresueltos del siglo XIX. Uno de ellos, el más
importante quizá s, era el problema de la construcció n de una comunidad política
nacional en un país en donde la població n indígena, que seguía siendo
mayoritaria, estaba excluida de la vida social y política. El problema, además,
había recobrado una muy viva actualidad con la guerra con Chile y sus
desastrosos resultados. Resueltos a enfrentarlo, las élites y sus más destacados
intelectuales de la generació n del novecientos sostuvieron encendidos debates y se
propusieron soluciones que buscaban ser eficaces. Los puntos de vista fueron
133
diversos y complejos, unos más que otros. Las propuestas eran tambié n mú ltiples
y se movían en campos diversos.122 La política más importante que impulsó el
civilismo desde el Estado fue la educació n desplegada como una estrategia de
integració n y de inclusió n de la població n indígena. De ese modo, el civilismo se
desplazaba del campo de las inocuas medidas jurídicas en el que se habían
manejado los liberales del siglo XIX al campo pedagó gico, anidando la esperanza
de obtener resultados alentadores. Los civilistas del siglo XX mantuvieron el
objetivo de la integració n de los liberales decimonó nicos, pero cambiaron la
estrategia. Jorge Polar, ministro de Justicia, Instrucció n, Beneficencia y Culto,
sostenía que “felizmente está probado que no hay ninguna raza ineducables no lo es
la nuestra, por cierto, ni en las remotas regiones territoriales. La leyenda de que el
indio no quiere salir de su condició n mísera, va desacreditándose
rá pidamente”.123 El desafío era grande y las tareas eran complejas, puesto que
no se trataba solo de impartir conocimientos, informaciones y formas de
razonamiento sino de castellanizar a la població n indígena, que, además, segú n el
censo de 1876, “representaba nada menos que el 57% del total y para 1900
significaba en cifras absolutas unos dos millones de habitantes de los 3.4 que
contenía el Perú ”.124 No se trataba de educar a los indígenas en su propia lengua
sino de enseñ arles el castellano. Para el civilismo de comienzos de siglo, educar era
castellanizar. La educació n partía del desconocimiento del otro, de su cultura, de
su lengua y de su raza, y solo podía reconocerlo cuando el otro - la població n
indígena- se hubiera negado a sí mismo porque se “parecía”, gracias a la
castellanizació n, a los que tenían el poder y dirigían la educació n. La
castellanizació n y la educació n constituían los mecanismos culturales de una
homogeneizació n forzada, independientemente de si los indígenas asistían de
buena o mala gana a la escuela.
125
El porcentaje dedicado al Ministerio de Justicia e Instrucción pasó de 10% en 1900 a 15.9% en 1906
y se mantuvo en ese porcentaje hasta 1920. En cambio, los ministerios tradicionalmente
beneficiados con el gasto público, como el de Gobierno y Policía y el de Guerra y Marina bajaron,
entre 1900 y 1919, de 24.5% y 25.4% respectivamente, a 13.9% y 17.9% (Contreras 1996: 8-9). El
ingreso de los maestros en el mundo rural produjo, al parecer, un cierto impacto en la
organización social y en la vida cotidiana de centenares de pueblos rurales y comunidades
campesinas. Carlos Contreras ha reseñado los estudios que los antropólogos han hecho de diversos
casos y experiencias con resulta- dos positivos y negativos. Entre los resultados negativos se señala
que la presencia de los maestros y normalistas incidió en el cambio de la composición de los
organismos que ejercían la autoridad en las poblaciones rurales. Dado su prestigio, ingresos y
nivel de educación, los maestros fueron requeridos por la misma población para que ocuparan
cargos como jueces de paz, regidores del concejo municipal, miembros de la junta departamental
e incluso candidatos a diputados, dejando de ser maestros. De ese modo, el maestro se
transformaba en un misti, esto es, en un engranaje más del sistema de dominación gamonal.
Muchas veces el maestro devenía un misti, sin necesidad de cambiar su profesión: le bastaba
asociarse a las autoridades que estaban generalmente al servicio de los gamonales.
133
solían donar terrenos y locales para las escuelas. Incluso algunas, antes de la
estatización y obligatoriedad de la educación primaria, habían contratado por
cuenta propia o bajo el liderazgo de curas progresistas, a preceptores pagados
de sus propios fondos […] Pero en otros, la prédica de los gamonales locales,
opuestos a las escuelas, el temor de perder el control sobre sus hijos, así como
la sospecha de que la inicial gratuidad de la enseñanza pronto se trocaría en
alguna exacción gravosa para su precaria economía, volvieron las reacciones
menos cálidas […].12655
Los mayores logros del proyecto educativo civilista se obtuvieron entre 1905
y 1920, justamente el periodo de la Repú blica Aristocrá tica. En ese lapso la
població n creció en un 22%, pero el nú mero de escuelas se duplicó pasando de
1,425 a 3,107, el nú mero de maestros se triplicó y la matrícula de los alumnos
pasó de 85 mil a 196 mil. En las dos décadas siguientes, el crecimiento siguió ,
pero fue mucho más lento. Entre 1902 y 1920 el crecimiento promedio de los
alumnos de primaria en los diez departamentos de la sierra fue de 2.75 veces,
mientras que en los ocho departamentos de la costa fue de 1.64 veces. El crecimiento
fue, pues, mayor en la sierra que en la costa. Los departamentos donde más creció
la educació n primaria fueron Huá nuco (5.3 veces), Ayacucho (3.2 veces), Apurímac
(3.1 veces), Huancavelica (3.0 veces) y Cusco (2.8 veces).127
Wiese señ alaba que, en 1907, el 37% de los estudiantes de primaria eran “indios
aborígenes”, el 43% eran mestizos, el 18.7% eran blancos y el 1.3% eran
negros.12857 Probablemente los blancos y los mestizos estaban sobrerrepresentados
y el resto, subrepresentado con respecto al porcentaje real de su respectiva
població n.
Pese a los avances logrados, la presencia de la escuela en el campo era todavía dé bil. El
censo de 1940 confirmó esta idea y mostró que el proyecto civilista y las
políticas educativas de los gobiernos que vinieron después (Leguía, Sánchez Cerro,
Benavides, Prado) no habían sido del todo exitosos. Entre 1902 y 1940 el porcentaje
de niñ os 6 a 14 añ os con instrucció n había crecido de 29% a 35%. Incluso en los
departamentos en donde se habían hecho los mayores esfuerzos y gastos, los
resultados no eran muy alentadores. Avanzaron un poco Ancash y Apurímac, se
estancaron Ayacucho y Cusco y retrocedieron Puno y Huancavelica. Los
departamentos de la sierra habían pasado de 21% de niñ os con instrucció n en
1902 a 24% en 1940. En cambio, los departamentos de la costa pasaron de 37% a 49%
en el mismo periodo. Al parecer, los avances más auspiciosos de la costa tenían que
126
Contreras 1996: 17
127
Contreras 1996: 18.
128
Portocarrero 1989: 43.
133
ver con la existencia de numerosos colegios secundarios en esta regió n, casi todos
ellos en manos privadas. La població n alfabeta mostró cierto progreso: subió de
20% al 42%.
Es muy probable que el incremento del alfabetismo haya favorecido una mayor
participació n electoral. En efecto, a comienzos del siglo XX solo el 2% de la
població n votaba, mientras en 1930 la participació n subió al 7%.129
En el diseñ o de la primera etapa jugó un papel central José María Arguedas, quien
bosquejó el contenido general del proyecto educativo basado en el bilingü ismo y
estuvo dirigido por connotados indigenistas, como Luis E. Valcárcel, ministro de
Educació n del gobierno del presidente José Luis Bustamante y Rivero, y como José
Antonio Encinas, presidente de la Comisió n de Educació n del Congreso en 1945. La
aplicació n de esta estrategia de integració n que Arguedas llamó “método
cultural” suponía educar a la població n andina en la propia lengua y dotar al
quechua de un alfabeto con ese fin. Se esperaba una mayor eficacia educativa,
así como la afirmació n de su personalidad cultural. A través de la enseñ anza del
quechua se buscaba, no la afirmació n de la autonomía del mundo andino, sino su
129
North 1970s Lynch 1996.
133
Pero el dato más relevante de los resultados del nuevo proyecto educativo
fue el crecimiento acelerado de la educació n secundaria y de la superior, las
mismas que pasaron, respectivamente, de 14,400 y 3,920 en 1938, a 47,130 y 13,420
en 1948, a 103,710 y 20,520 en 1958, y a 476,240 y 73,610 en 1968. La explicació n
radica en la intervenció n del Estado en un campo que anteriormente había
estado en manos casi exclusivamente privadas, decretando la gratuidad de los tres
primeros añ os y masificando, de ese modo, la educació n secundaria. Otro dato de
enormes implicancias para el desarrollo de la ciudadanía en el Perú , especialmente
130
Contreras 1996: 24. La educación indígena se organizó en núcleos educativos comunales (NEC) que
agrupaban a quince o veinte escuelas “seccionales” con profesores quechuahablantes en torno a
una escuela central que asumía un rol de dirección. En 1947 existían 320 escuelas en los
departamentos de Cuzco y Puno y en la década del cincuenta superaron la cifra de 1,500
distribuidas en once departamentos. Los diversos gobiernos dieron mucha importancia a la
educación en esta etapa, incrementando en forma sostenida el gasto real en educación entre 1946
hasta 1968. En efecto, ese gasto real pasó del 9.8% del presupuesto nacional en 1938 al 14.3% en 1948 y
al 24.4% en 1958 y 1968, alcanzando los porcentajes más altos en 1965 (28.7%) y en 1966 (30.1%). El gasto
por alumno pasó de 209.5 mil soles en 1948, a 493.5 en 1958 y a 603.5 en 1968 (Portocarrero 1989: 59-
60).
131
Contreras 1996: 24-25.
133
3. La política de reconocimiento
132
Portocarrero 1959: 60s Contreras 1996: 37.
133
La ley 21156 de 1972 establecía que, a partir de abril de 1976, la enseñ anza del
quechua era obligatoria en todos los niveles de educació n de la repú blica y que a
partir del primero de enero de 1977 el Poder Judicial debía adoptar las medidas a
fi n de que “las acciones judiciales en las cuales las partes sean solo de habla quechua
se realicen en ese idioma”. La ley encargaba asimismo a los ministerios de Guerra,
Marina y Aeroná utica el cumplimiento de la ley y al Ministerio de Educació n, “la
preparació n y edició n de diccionarios, textos, manuales y otros documentos para el
pleno cumplimiento de la ley”.
Pese a las grandes aspiraciones del proyecto, los recursos econó micos dedicados al
sector educativo no estuvieron a la altura de esa ambició n. En efecto, ellos no se
incrementaron en forma significativa con respecto a los gastos reales de 1968
(24.5%), salvo los añ os 1972 y 1973 en los que el gasto real ascendió a 29.07% y a
29.71% respectivamente. En la segunda fase del gobierno militar, el gasto pú blico
descendió a un promedio del 20.0o% y en la década del ochenta la caída fue
dramá tica, a menos del 10% del presupuesto nacional. En realidad, la educació n
comienza a perder prioridad, si se analiza el gasto pú blico, a partir de 1968:
Tomado como base 100 ese año base, los gastos por alumno bajan a 43 en 1984.
Esta dramática reducción ha significado profesores mal remunerados y poco
motivados para mejorar su magisterio, colegios que comienzan a derruirse sin
haber sido nunca terminados o, en todo caso, ausencia general de servicios de
mantenimiento y reparación. Cuestionada su utilidad económica, vista con
133
Casi es un consenso hoy en las ciencias sociales que, desde los añ os cincuenta, la
població n indígena inició un camino cultural propio que Aníbal Quijano ha
llamado la cholificació n135 y que, a diferencia de las dos estrategias estatales
anteriores, fue una opció n de los mismos campesinos indígenas. Se trata de una
estrategia de aproximació n - de tensió n entre la integració n y la conquista- a lo
que hoy existe como una “comunidad política nacional”, redefiniendo su propia
identidad indígena sin asumir totalmente la identidad de la cultura criolla
occidental, sino dando lugar a una identidad nueva: el cholo. El mó vil principal de
esta opció n ha sido lo que Carlos Ivá n Degregori ha llamado el mito del progreso y
los caminos utilizados han sido principalmente los movimientos campesinos, la
demanda y la extensió n de la educació n en las localidades rurales, el comercio y la
migració n voluntaria a las ciudades a partir de los añ os cincuenta.
134
Contreras 1996: 37s Portocarrero 1989: 58.
135
Quijano 1967.
133
Varias han sido las principales rutas que recorrieron los campesinos para
desembocar en la conquista de la ciudadanía: los movimientos campesinos,
sobre todo de aquellos que vivían en relaciones de servidumbre, las
migraciones rural-urbanas, el mercado y el cambio cultural impulsado por el
alfabetismo, el incremento del nivel educativo y el consumo creciente de
medios de comunicació n social. Estas rutas se abrieron cuando el campo
tradicional dominado por el gamonalismo entró en un proceso de descomposició n
debido principalmente a la centralizació n de la autoridad estatal y al desarrollo del
mercado interno, procesos que tuvieron lugar después de los añ os cincuenta. Gracias
a estos procesos, el campesinado-indígena no se encapsuló en sí mismo
convirtiéndose en movimiento indígena, como en otros lugares de América Latina,
sino que se lanzó a buscar y organizar nuevas alternativas de vida social, la más
importantes de la cuales ha sido la conquista de las principales ciudades del país.137
Todas estas rutas implicaron un cambio econó mico y social - expresado en
diversas opciones ocupacionales tanto campesinas como urbanas-, otro de carácter
sociopolítico -el trá nsito de siervo a ciudadano-, pasando por un cambio de
identidad: de campesino-indígena a cholo.
Ha sido Aníbal Quijano, sino el primero, uno de los primeros soció logos que prestó
especial atenció n a lo que él llamó la emergencia del grupo cholo en la sociedad
peruana. Quijano señ aló que el contexto de este fenó meno era “una sociedad de
transició n” de la sociedad tradicional a una sociedad que buscaba ser moderna
gracias al proceso de industrializació n. La cholificació n misma que toca a un sector
importante de la masa indígena es, para Aníbal Quijano, una cultura de transició n,
como lo es el acriollamiento que afecta a una parte de la població n indígena y chola y
como lo es tambié n la modernizació n que toca a la sociedad en su conjunto,
principalmente a los criollos. El punto terminal o la comunidad política y cultural a
la que se llegue depende de las fuerzas sociales, políticas y culturales y de los
proyectos que logren establecer un nuevo sistema institucionalizado y estable de
dominació n social.
136
Spalding 1974s Ló pez 1979.
137
Degregori 1993.
133
Lo que diferencia a los cholos de los otros grupos étnicos es el desempeñ o de ciertos
roles -obrero de minas, albañ il, chofer, pequeñ o comerciante, mozo, sirviente,
jornalero agrícola-, el bilingü ismo, una vestimenta occidentalizada, el
alfabetismo y un nivel elemental de educació n, la migració n permanente y ciertos
patrones urbanos de consumo (relojes, radios portá tiles). Hacia los añ os cincuenta,
los jó venes eran cholos, los adultos entraban en un proceso de cholificació n y los
viejos se mantenían como indios. Los cholos ocupan una posició n ambigua pues,
procediendo de la població n indígena, tienden a diferenciarse de ella y,
asumiendo elementos de la cultura criolla, no se identifican con ella. La població n
indígena, a su vez, los percibe semejantes a ella por la raza y la cultura, pero
distintos por las ocupaciones y el idiomas mientras los criollos los perciben
étnicamente distintos, aunque se vinculan a ellos por las ocupaciones que
desempeñ an. Los cholos combinan criterios étnicos con criterios de clase en su
propia constitució n como grupo: “Por una parte, los cholos resultan ser la capa más
alta de la població n indígenas por la otra, es la parte de la població n obrera o de las
capas bajas de la clase media rural o urbana, y en conjunto participa de ambas
características, en un conjunto no separable en la realidad”.139
Esta ambigü edad comienza a ser superada en la medida que el grupo cholo toma
conciencia de que participa en una situació n social comú n y se autoidentifica como
138
Qunano 1976: 19
139
Quiano 1996: 23
133
un grupo distinto de la població n indígena y de los criollos. Aníbal Quijano señ ala
que los principales canales de emergencia del grupo cholos son el Ejército, en el que
reciben educació n y aprenden cierto roles ocupacionales nuevos y del que vuelven a
su comunidad como licenciados los sindicatos; en los que reciben cierto tipo de
entrenamiento para la acció n las organizaciones políticas, que difunden en el campo
elementos culturales provenientes del mundo urbanos y los clubes provincianos que
constituyen redes de apoyo y de adaptació n de los migrantes a las ciudades.
Carlos Iván Degregori ha señ alado que “entre las décadas de 1920 y 1960, y sobre
todo a partir de mediados de siglo, entre la mayoría del campesinado el mito del
Inkarrí había empezado a ser reemplazado por el mito del progreso” y que uno de
los caminos que habían descubierto para avanzar hacia él era “el mito de la escuela,
recogido y relatado en diversas ocasiones por Rodrigo Montoya: la ausencia de la
escuela, el no saber leer y escribir, aparecen en él como sinó nimos de oscuridad,
noche (tuta)s con la escuela y la alfabetizació n se hace la luz, llega el día (punchau)”
(Degregori 1986: 50-51). Ademá s de la escuela, los campesinos se lanzan a la conquista
del futuro y del progreso a través del comercio, de algunos bolsones de trabajo
asalariado y de la migració n a las ciudades. Esos diversos caminos a la modernidad
los ha conducido a la conformació n de una nueva identidad en la que generalmente
han sacrificado “la lengua y las vestimentas tradicionales, los dos principales signos
exteriores por los cuales los indios resultaban fá cilmente reconocibles y ademá s
despreciados en tanto la discriminació n es más cultural que estrictamente racial”,
pero manteniendo y preservando la tradició n de ayuda mutua y trabajo
colectivo, y algunas manifestaciones culturales, como la mú sica, el canto, la danza,
la fiestas patronales de los pueblos de origen, un cierto regionalismo, e incluso
potenciando la plasticidad de la familia extensa, los mecanismos de reciprocidad y
el pragmatismo y la versatilidad en el aprovechamiento de un má ximo de pisos
ecoló gicos.140
Pero son las migraciones a las ciudades el factor más importante que ha
transformado tanto a las ciudades como a los migrantes mismos. Las ciudades han
sido transformadas en grandes laboratorios de democratizació n y de peruanidad
en la medida en que en ellas se encuentran pobladores que nunca antes habían
tenido comunicació n alguna -ni siquiera a través del mercado- ni habían tenido
el sentimiento de una comunidad más amplia. Gracias a la acció n de las ciudades,
los migrantes cambian de identidad: ellos dejan de ser indios o campesinos
indígenas para convertirse no en criollos urbanos, sino en cholos. El resultado
final no es una comunidad homogénea y uniforme sino “la unidad de lo diverso”.
140
Degregori 1986: 52-53
133
Los criollos de El Terminal (La Parada) tienen una visión vaga de los limeños,
como si todos fueran de clase alta, mientras que la mayoría de los miembros de la
clase alta amontonan a los serranos, acriollados, criollos y limeños pobres a la
categoría de “cholos”. La mutua ignorancia, y la falta de contacto entre los dos
grupos, conducen a la ficción de las diferencias raciales; así las barreras sociales
contra la movilidad se refuerzan.141
Ciudadanos reales e imaginarios. Los datos pertenecen al censo de 1993, al mapa de la pobreza de la
misma fecha y al referéndum también del mismo año.
133
En términos normativos, todos los peruanos en tanto ciudadanos tienen los mismos
derechos y responsabilidades, pero en términos reales no tienen igual acceso a los
mismos. El 44% son ciudadanos de primera que viven en el 8% de los distritos, el
26% que viven en el 24% de los distritos son ciudadanos de segunda y el 30% que
viven en el 68% de los distritos son ciudadanos de tercera. Los distritos de los
ciudadanos de primera se encuentran en las grandes ciudades, los de los ciudadanos
de segunda son los distritos pobres de las ciudades grandes y medianas, y los de los
ciudadanos de tercera se encuentran en la sierra, sobre todo en la sierra sur, y en la
selva.
REL. ALTA
MEDIA
BAJA
MUY BAJA
a) La brecha de género
Existe, sin duda, una brecha de género, pero ella no es tan alta como se presumía. En
efecto, el 19.3% de la població n que vive en el 44.7% de los distritos está sometido a
una relativamente alta y mediana brecha de género. La mayoría de la població n
(46.1%) que vive en el 44.5% de los distritos experimenta solo una baja brecha de
género y el 34.7% que vive en el 10.8% de los distritos tiene una brecha de género
muy baja y extremadamente baja
Los distritos que presentan una mayor brecha de género se encuentran en la sierra
y en la selva y los distritos que muestran menores brechas de género están
principalmente en la costa. Existe una relació n inversa entre los niveles de
ciudadanía y las brechas de género. Los distritos con mayores niveles de
ciudadanía presentan menores brechas de género y, por el contrario, los distritos
con menores niveles de ciudadanía presentan más altas brechas de género. Esta
relació n inversa no es, sin embargo, muy alta (r.377)
b) La brecha regional
Los más altos niveles de ciudadanía se hallan en la costa: 313 de los 369 distritos que
ella tiene y de los 558 distritos que tienen esa condició n en todo el país. De los 1,097
que tiene la sierra, 985 distritos con 5’241,738 habitantes presentan altos niveles de
pobreza y bajos (591), muy bajos y extremadamente bajos (268) niveles de
133
ciudadanía, y solo 126 distritos con 2’523, 623 habitantes tienen niveles medios de
ciudadanía. La selva presenta una situació n parecida. De los 288 distritos con
2’929,968 habitantes que tiene dicha regió n, 262 distritos con un poco más de dos
millones de habitantes se ubican en altos niveles de pobreza y solo cinco tienen bajos
niveles de pobreza. La mayoría de los distritos de esta regió n (211) tiene un nivel
bajo de ciudadanía y solo 54 distritos con un poco más de un milló n de
habitantes presentan niveles de ciudadanía relativamente altos y medios. En la
costa sucede lo contrario. De los 369 distritos con más de doce millones de
habitantes que ella tiene, 313 distritos con el 83.8% de habitantes de la regió n
presentan altos niveles de ciudadanía. Un nú mero significativo (106) de distritos
con cerca de nueve millones de habitantes tiene bajos niveles de pobreza en esta
regió n.
En resumen, la brecha regional de la ciudadanía es clara. La costa presenta los más
bajos niveles de pobreza y los más altos niveles de ciudadanía, mientras que la
sierra y la selva muestran los más altos niveles de pobreza y al mismo tiempo los
niveles ciudadanos bajos, muy bajos y extremadamente bajos.
133
1 Callao 6 - - - 6
1 Lima 51 50 58 5 164
R. ALTO 1 Arequipa 17 40 42 8 107
1 Moquegua 6 6 8 - 20
1 Tacna 4 12 10 - 26
2 Ica 19 19 4 1 43
MEDIO 2 Madre de Dios - 2 7 - 9
2 Tumbes 3 9 - - 12
3 Junín 5 53 60 5 123
3 La Libertad 13 17 33 15 78
BAJO 3 Lambayeque 3 26 2 2 33
3 Pasco - 11 13 3 27
3 Ucayali - 2 9 1 12
4 Amazonas - 13 64 6 83
4 Ancash 3 28 106 25 162
MUY BAJO 4 Loreto - 6 33 6 45
4 Piura 7 31 22 4 64
4 San Martín - 26 47 3 76
5 Apurimac - 2 33 41 76
5 Ayacucho - 2 41 64 107
5 Cajamarca - 16 94 15 125
EXT. BAJO 5 Cusco 1 11 67 27 106
5 Huancavelica - 2 42 37 81
5 Huánuco - 4 31 38 73
De los 249 distritos que ocupan el nivel más alto de la població n rural con cerca de
dos millones de habitantes, 135 tienen un nivel bajo de ciudadanía, 98 un nivel
muy bajo, 15 un nivel medio de ciudadanía y uno un nivel relativamente alto. En
cambio, de los 207 distritos con cerca de 11 millones y medio de població n que
ocupan el nivel más bajo de població n rural, o sea, que albergan porcentajes
menores de població n rural, 170 de ellos con una població n de 11’337,922
habitantes tienen un nivel de ciudadanía relativamente alto y medio, 29 un nivel
bajo y 8 un nivel muy bajo. De los 955 distritos (con un poco más de seis millones de
habitantes) que presentan altos porcentajes de població n rural, solo 117 distritos con
alrededor de 800 mil habitantes tienen niveles relativamente altos y medios de
ciudadanía. La mayoría de ellos tienen niveles bajos y muy bajos de ciudadanía.
Existe, pues, una relació n inversa entre la condició n rural de los habitantes y el nivel
de ciudadanía que alcanzan: a más població n rural, menos ciudadanía, y a menos
població n rural, más niveles de ciudadanía.
d) La brecha étnica
El 18.0% de los distritos con el 6.8% de la població n ocupa el nivel más alto de la
brecha étnica, mientras el 36.3% de los distritos y de la població n ocupa el nivel más
bajo de dicha brecha. En realidad, la mayor parte de los distritos y de la població n
ocupan los niveles más bajos de la brecha étnica, lo que concuerda con las
características culturales y lingü ísticas del Perú actual, que es un país de cholos y de
criollos. En realidad, la brecha étnica en la actualidad no es tan alta como en 1940, añ o
en el que más del 31% de la població n era monolingü e quechua y 6% era monolingü e
aymara. A medida que pasa el tiempo esta brecha se reduce, pues la població n se
castellaniza aceleradamente. ¿Significa esto que la discriminació n étnica y el
racismo tienden a desaparecer en el Perú actual? No necesariamente. Pero es posible
que ellos tiendan a disminuir dada la abrumadora mayoría de mestizos y cholos
que son ciudadanos y que escalan las cumbres del poder econó mico y político. La
extensió n de la ciudadanía en el Perú logrará en algú n momento que la demografía
densamente mestiza y chola se imponga en la política. Si ello sucede, estaremos
entonces frente a una democracia que no solo sería una forma libre de gobierno sino
tambié n un tipo igualitario de sociedad.
e) La brecha social
La brecha social entre los ciudadanos puede ser establecida de diversas
maneras. Una de ellas, intrínseca a la constitució n misma de la ciudadanía, es el
establecimiento de las diferencias ciudadanas provenientes del diferente acceso a
los derechos sociales. Si se sigue este criterio, solo el 2% (35) de los distritos que
tienen, sin embargo, el 16.4% de la població n (má s de tres millones setecientos mil
habitantes) ocupan el nivel má s alto de ciudadanía social, y el 5.5% de los distritos
con el 28.9% de la població n ocupa el segundo nivel má s alto de ciudadanía. Los
distritos que ocupan los deciles má s bajos de ciudadanía social (9 y 10) alcanzan al
1.7% de los distritos del país que tienen el 0.9 % de la població n. Existe sin duda una
brecha social, pero esta no es muy profunda en la mayor parte de los distritos y
de la població n. Los distritos que ocupan los niveles bajos de ciudadanía social
constituyen el 24.4% de los distritos con el 12.3% de la població n, cifras que, sin
embargo, son notoriamente má s altas si se las compara con los correspondientes
niveles de ciudadanía civil y política.
151
Esta parte del artículo utiliza la encuesta realizada por IMASEN en 1997 a pedido del IDS
y la encuesta realizada por IECOS-UNI a fnes del 2004 a pedido de la Biblioteca Nacional del
Perú .
.
En el Perú y en América Latina no existe solo el ciudadano liberal. Existen tambié n
otros tipos de ciudadanos como producto de la coexistencia y la combinació n de varias
matrices culturales: el patrimonialismo, el comunitarismo, el republicanismo y el
liberalismo. La cultura liberal postula al individuo como la realidad primordial, no
acepta la noció n de comunidad política o solo le otorga un sentido instrumental,
sostiene que el Estado tiene un papel complementario y afirma que el fin de la
política es el logro del interés general que es la suma de los intereses particulares. Los
comunitaristas, en cambio, afirman que el individuo solo es una utopía y que él
existe en la medida que integra la comunidad que es la realidad primordial, postula
un rol activo del Estado cuyo papel es garantizar la armonía de las partes que
conforman la comunidad política y sostiene que el fin de la política es el bien comú n
que pertenece, no a los individuos, sino a la comunidad misma. El republicanismo
defiende el bien comú n, aun a costa del sacrificio de los intereses particulares, postula
la virtud cívica, la ciudadanía activa, la moderació n y la austeridad y se expresa
institucionalmente como régimen representativo. El patrimonialismo es la
apropiació n privada de lo pú blico y su administració n como un asunto privado
apelando a un derecho. Basadre sostenía que en el Perú existía el satanismo que es una
especie de patrimonialismo impuesto por la fuerza o el capricho.
152
La pregunta se aplicó, en ambas encuestas, a mayores de 18 años.
comunitaristas”.153 Ellos son la mayoría en la encuesta de 1997 (45.4%) y ocupan
el segundo lugar en la encuesta del 2004 (38.1%), como puede verse en el cuadro 6.
En el polo opuesto se ubican los ciudadanos que piensan que la primera funció n
má s importante del Estado es “hacer que funcione la competencia para que las
personas consigan ingresos” (7.6% en 1997 y 11.5% en 2004) y que la segunda
funció n má s importante del Estado es “garantizar la libertad individual” (7.7%
y 8.0% respectivamente). Los ciudadanos que postulan simultá neamente estas
dos funciones del Estado pueden ser llamados “liberales puros”. Ellos son pocos:
3.1% en 1997 y 4.9% en el 2004.
Entre estos dos polos se encuentran dos tipos de ciudadanos que combinan y
demandan funciones del Estado aparentemente opuestas. Un tipo intermedio
que sostiene que la principal funció n del Estado es “lograr que todas las familias
tengan ingresos suficientes” y que la segunda funció n má s importante es “hacer
que funcione la competencia para que las personas consigan ingresos” o
“garantizar la libertad individual”. Aquellos ciudadanos que sostienen tanto la
funció n distributista -competitivista (opció n del mercado) como la funció n
distributista-liberal (protecció n de la libertad) pueden ser llamados
estatistas liberales. Ellos demandan má s Estado para que cumpla una funció n de
distribució n con la ciudadanía y al mismo tiempo postulan la vigencia del
mercado o la protecció n de la libertad. En 1997, los estatistas liberales eran la
segunda mayoría (43.1%) y ocuparon el primer lugar en el 2004 (46.4%). Esto
significa que se ha producido un pequeñ o cambio cultural en el Perú en estos
ú ltimos añ os y que la cultura mayoritaria combina el estatismo154 con el
liberalismo. Otro tipo intermedio de ciudadanía postula que la primera funció n
má s importante del Estado es “lograr que haya unió n entre todos los peruanos”
y que la segunda funció n má s importante es la defensa de la vigencia del
mercado o la protecció n de la libertad. Los ciudadanos que postulan el
comunitarismo y al mismo tiempo la competencia econó mica y el liberalismo
político pueden ser denominados “comunitaristas liberales”. En 1997
alcanzaron el 8.4% y en el 2004 llegaron al 10.6% de los ciudadanos.
153
Índice de tipos de ciudadanía. Preguntas 48a (¿Cuál es la primera función del Estado?) y 48b (¿Cuál
es la segunda función del Estado?). Solo se consideran los casos que tienen respuesta en ambas
preguntas (a y b)s de no ser así, el caso no clasifca (no sabe / no opina) y no se considera como parte
del índice.
154
El estatismo, en realidad, es una variante de tradició n cultural comunitarista. Ver Alfred
Stepan.
Existe un cierto nivel de asociació n entre la demanda de un determinado tipo de
funciones del Estado (estatistas, comunitaristas, de competencia econó mica, de
liberalismo político) o de combinaciones de estas con el nivel educativo, el nivel
de ingreso y la clase social. Los ciudadanos estatistas comunitaristas tienen
menores niveles de educació n y de ingreso y tienden a pertenecer a los estratos
sociales populares y pobres. Los liberales y los que tienen algú n componente
liberal en su cultura política, por el contrario, tienen un más alto nivel educativo
y de ingreso y pertenecen a los estratos medios y altos. Los estatistas liberales se
reclutan de entre las diversas clases y estratos sociales.
155
Ver Almond y Sidney 1963, parte I, cap. 1 y parte V, cap. 15. Ver tambié n Almond y Verba
1989, cap. I.
156
Un aná lisis de la brecha cultural entre los países del Norte y los del Sur en términos de
valores materialistas y posmaterialistas puede verse en Inglehart 1998.
157
En este conjunto de desigualdades ante la ley, la desigualdad entre los hombres y las
mujeres es percibida como menor que las otras.
El tipo de ciudadanos determina asimismo las razones atribuidas al acceso a los
derechos ciudadanos. Los comunitaristas estatistas tienden a atribuir el
fundamento de sus derechos al hecho de ser hijos de Dios, mientras los ciudadanos
cuya cultura tiene algú n componente liberal tienden a encontrarlo
principalmente en el hecho de compartir la naturaleza humana y, en segundo
lugar, en el hecho de ser peruanos. El tipo de ciudadanía está asociado
tambié n a las actitudes de los ciudadanos frente a los desafíos que les presenta la
vida. Los ciudadanos comunitaristas estatistas creen que para salir adelante en la
vida es necesario tener fe en Dios, contar con el apoyo y la unidad de la familia,
de los amigos y contactos, tener suerte y recibir el apoyo de la política econó mica
de los gobiernos. En cambio, los ciudadanos cuya cultura tiene un componente
liberal creen que para salir adelante en la vida, hay que basarse en el trabajo, el
esfuerzo personal, la educació n y la lectura.
158
En las dos encuestas aludidas se construyó un índice de tipos de democracia a partir de las
diversas respuestas a la pregunta: ¿cuáles son las características má s importantes de una
buena democracia? Los tipos de democracia resultantes fueron: la democracia plebiscitaria-
deliberativas la democracia plebiscitaria-participativas y la democracia de base que se apoya
en la participació n y en la deliberació n y en la que está ausente el líder. En la encuesta del
2004 se valora los partidos y la democracia representativa.
167
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siglo
XX: Filosofía, historia y tradición. México: Universidad Nacional Autó noma de
Mé xico,
1999.
167
I. Introducción
159
El presente texto toma mucha de las ideas y de la informació n de uno previo, Notas del balance del
proceso de descentralización peruano, elaborado por el autor con Javier Azpur, para el Grupo
Propuesta Ciudadana. Su contenido actual es de responsabilidad exclusiva del autor.
160
Antropó logo e investigador principal del Centro de Estudios y Promoció n del
Desarrollo (DESCO).
161
Para un aná lisis de los resultados y el proceso de integració n de regiones de octubre del 2005,
ver Grupo Propuesta Ciudadana junio 2005, y del mismo grupo, diciembre 2005. En idé ntica
perspectiva, ver Balló n 2005.
162
Para un resumen de las distintas propuestas electorales sobre la materia ver Grupo
Propuesta Ciudadana marzo 2006. Ver también, Grupo Propuesta Ciudadana febrero y marzo
2006.
163
Sobre el cumplimiento de las promesas descentralistas del presidente García, ver PRODES 2007.
167
Sin embargo, esta coincidencia no fue suficiente para garantizar una visió n
compartida del proceso ni un acuerdo nacional de largo plazo sobre este, lo que
constituye la debilidad central de la descentralizació n peruana. La ausencia de
dicha visió n, tanto en la clase política como en una sociedad civil fragmentada y
dé bil, constituye el taló n de Aquiles del proceso en curso.
164
Ballón 2006
167
165
La experiencia internacional muestra que todo proceso de descentralizació n tiene, por lo
menos, cuatro dimensiones que deben darse articuladamente: la política, referida a la
transferencia del poder de formulació n de políticas y decisiones a las autoridades electas en
los á mbitos subnacionales, la administrativa, relativa a la transferencia de responsabilidades
funcionales, la econó mica, vinculada al desarrollo productivo, la competitividad y su
articulació n con la organizació n del territorio, y la fiscal, que involucra la transferencia del
poder de financiamiento a los gobiernos subnacionales para dotarlos de suficiencia de ingresos
y autonomía en estos.
167
Estos nudos son los que explican, en ú ltima instancia, la situació n actual de la
reforma descentralista y que de manera esquemática se resume en el cuadro 1, en
términos de sus principales “logros” y “limitaciones”.
Componente Avances Límites
Falta de mapa de ingresos por funciones y
jurisdicciones.
166
REMURPE 2009.
167
Defensoría del Pueblo 2009.
167
Má s allá de los logros y limitaciones concretos, que pueden verse en los distintos
balances que circulan sobre el proceso, es evidente que estamos frente a una
descentralizació n en curso, lo que no es un hecho menor en un país donde esta ha
sido una promesa incumplida por sucesivos gobiernos y donde es prá ctica comú n
hacer de las leyes una declaració n sin efectos sobre los poderes reales.
buscando.169
regional. Con ello se debilita este espacio y comienza a perder sentido para las
instancias de gobierno y las organizaciones sociales. Es importante resaltar el
problema que significa que una instancia que debería orientarse hacia la
participació n ciudadana trate de convertirse tambié n en un mecanismo de
relació n intergubernamental. Con ello se genera confusió n de roles y
desorientació n sobre el posicionamiento de esta instancia. En el caso de los
municipios, aunque 83% de ellos cuenta con un CCL instalado y activo,17214 el
nú mero de organizaciones sociales involucradas es relativamente bajo en
provincias, aunque su importancia crece significativamente en los distritos.
Adicionalmente, hay que señ alar que por fuera del marco normativo, y como
expresió n de la voluntad política concertadora de distintas autoridades
subnacionales, tanto en el á mbito regional como local, han surgido
innumerables mesas de concertació n temáticas y sectoriales (cerca de 100 en el
á mbito regional), en las que autoridades y grupos de la sociedad civil definen
distintos aspectos de las políticas pú blicas, lo que es parte innegable de la misma
redefinició n de las relaciones entre Estado y sociedad que mencioná ramos al
inicio de este punto. Si bien la desarticulació n de tales iniciativas con los CCL y los
CCR es lamentable, su potencial es innegable y forma parte de la redefinició n de
las políticas a las que estamos haciendo menció n.
172
FONCODES 2007a.
194
Si bien la ANGR está integrada por los distintos presidentes regionales, tiene un
nú cleo más activo, entre los que destacan cinco o seis de ellos. Desde su consejo
directivo, con el apoyo de una secretaría ejecutiva, ha avanzado en distintos
instrumentos y propuestas173 y ha logrado importantes momentos de diá logo
con el gobierno nacional, que no puede esconder su incomodidad por la
articulació n de estos gobiernos subnacionales.
En general, el gobierno central ha buscado mantener un esquema de relaciones
bilaterales y de acuerdos concretos con distintas regiones, como ocurrió en los
casos de Arequipa, Cusco, Piura y Ucayali, entre otros. A pesar de las
debilidades que todavía muestra la Asamblea en té rminos de su
institucionalidad, así como de un posicionamiento más claro frente a la
propia descentralizació n, es evidente su fuerza creciente, como quedó
demostrado en el retroceso de la pretensió n del Ministerio de Economía y
Finanzas (MEF) de imponer recortes presupuestales en el ú ltimo trienio del añ o
2008 y en el presupuesto del 2009. La intenció n de un buen nú mero de gobiernos
regionales de construir una visió n compartida del futuro del país desde las
regiones, puede entrar en conflicto con el estilo y con las decisiones de un
gobierno nacional que no parece muy interesado en avanzar en la
descentralizació n y apunta con mucha facilidad y ligereza a señ alar las
limitaciones de las gestiones regionales.
En lo que hace a la REMURPE, cierto es que el proceso electoral y los resultados
del 2006 afectaron a algunas de sus $guras más visibles y emblemá ticas. Sin
embargo, es claro que su composició n y representatividad no se vieron
significativamente afectadas, como se desprende del cuadro 4.
173
Entre otros, destacan sus propuestas de descentralizació n fiscal y agenda legislativa,
y de electrificació n rural y programas y presupuesto complementario para el 2008 en los
sectores salud y educació n, así como su posicionamiento frente al Sistema Nacional de
Inversió n Pú blica.
194
La REMURPE reú ne a representantes del 27% de las provincias del país y del 23%
de los municipios rurales. Por su configuració n política plural y su
representatividad, aparece con una potencialidad que es innegable y que se ha
expresado visiblemente en la convocatoria de autoridades lograda en las cuatro
conferencias anuales de municipalidades rurales que han organizado hasta la
fecha, así como por su incidencia parcial en las leyes de municipalidades y de
mancomunidades municipales.
4. La coordinación intergubernamental
Una dimensió n relevante del proceso de descentralizació n es la incorporació n
en su diseñ o de la dimensió n intergubernamental para la conducció n de la
reforma. En el marco normativo inicial, se constituyó el Consejo Nacional de
Descentralizació n formado por representantes de los tres niveles de gobierno,
bajo el control mayoritario del gobierno nacional. Esta experiencia fracasó
durante el gobierno de Toledo por la ausencia de un adecuado equilibrio de
funciones y recursos entre sus integrantes, así como por la falta de mecanismos
y procedimientos para una efectiva conducció n concertada, junto con
problemas de representatividad de los gobiernos regionales y locales. En los
hechos, se transformó en una entidad burocrá tica y centralista, que buscaba
imponer la percepció n que tenía su presidente sobre la reforma, a lo que se
194
Má s allá del CCI, está n pendientes en esta materia dos aspectos indispensables
para la reforma descentralista: i) la indispensable coordinació n entre los
sectores y los gobiernos regionales, que permitiría una adecuada distribució n de
las funciones y de los recursos, así como una acció n complementaria y de
cooperació n entre ambos niveles de gobierno, ii) la construcció n de un sistema
de coordinació n intergubernamental entre los gobiernos regionales y locales,
que es un requisito imprescindible para diseñ ar e implementar estrategias,
políticas y proyectos de efectivo alcance regional.
Así, aunque entre el 2000 y el 2006, todos los departamentos del país crecieron
y 17 de ellos lo hicieron má s que Lima, el 46% del PBI se genera en la capital, lo
que demuestra la fuerte centralizació n econó mica existente, que no se ha
visto afectada. Peor aú n, la heterogeneidad de dicho crecimiento, que es
fuertemente concentrado, se mantiene: los departamentos má s pobres, como
Ayacucho y Huancavelica, crecieron por debajo del 2%, aunque la tasa promedio
nacional fue de 6.4% y distintos departamentos, como Ancash y San Martín,
estuvieron bastante por encima del 7%. La situació n es má s grave en el largo
plazo si asumimos que el dé ficit estimado en infraestructura bordea los 30 mil
millones de dó lares,174 mientras los recursos destinados para tal fin
resultan absolutamente limitados ante la dimensió n del desafío, lo que a la
larga hace que esta brecha tambié n se profundice.
En ese escenario, el fracaso del referéndum del 2005 mostró los límites del
modelo de regionalizació n vigente.175 Definida la integració n como la
“segunda etapa” de la descentralizació n, alrededor de dicho proceso predominó
la necesidad de cumplir plazos normativos antes que el desarrollo de una
visió n estratégica de un proceso, que por definició n es largo y difícil,
obviá ndose la necesidad de reforzar la articulació n econó mica como condició n
para la formació n de regiones sostenibles.
175
Sobre los resultados y características de dicho proceso, ver Balló n 2005.Ver tambié n, PRODES
2006.
194
Las dos Juntas más significativas actualmente se asientan sobre ese proceso, a lo que
se debe añ adir el hecho que está n sustentadas, tanto la del Norte como la del
Centro, en dos de los grandes espacios neoeconó micos realmente existentes en
nuestro país. La denominada Internor tiene un tiempo importante de trabajo
194
conjunto, cuenta con estatutos, ha firmado distintos convenios con sectores del
Estado y tiene un equipo ejecutivo. La denominada Censur está dando sus
primeros pasos. Ambas expresan la voluntad política de los presidentes y
autoridades regionales que las componen, pero carecen aú n de articulació n con sus
respectivas sociedades. Aunque débiles porque no tienen mecanismos de
planeamiento integrado, porque tienen grandes trabas para implementar
proyectos interdepartamentales y porque carecen de vínculos só lidos con las
municipalidades, expresan la voluntad política de sus autoridades y una
disposició n a generar una nueva forma de organizació n del territorio.
176
Sobre el particular ver Monge y García, 2008.
194
transferencias, que no responden a las necesidades de las distintas zonas del país.
Así, cuando el promedio nacional del presupuesto de inversió n por persona en el
2007 alcanzó los 488 soles, encontramos disparidades inexplicables: Moquegua, que
no es precisamente pobre, obtiene 1,301 soles por habitante, mientras Huá nuco,
que sí lo es, alcanza apenas 222 soles. Por lo demás, si se revisa el consolidado del
sector pú blico en el presupuesto del 2008, a pesar de la anunciada transferencia de
funciones, se descubre el enorme peso del gobierno central en los niveles
subnacionales, siendo la principal fuente del gasto institucional en 12 regiones.
177
LAPOP 2006, Americas Barometer, Vanderbilt University.
178
Portal de Transparencia del Ministerio de Economía y Finanzas.
179
PRODES 2004.
180
Mesa de Concertació n y Lucha Contra la Pobreza 2007.
194
Cabe destacar que distintos trabajos han mostrado que las mejores
experiencias de participació n en los ú ltimos añ os son aquellas que han logrado
trascender la frontera de la normatividad vigente que, por su carácter
reglamentarista y su pretensió n “universalista” y “homogeneizadora”, opera
como una camisa de fuerza frente a la posibilidad de innovar o de aprovechar las
distintas experiencias previamente acumuladas en diversas regiones y
localidades.184
185
Citado por Doig 2008.
186
Balló n 2007, se analiza los casos en cinco provincias de Ayacucho, Piura y Puno.
187
Grupo Propuesta Ciudadana 2004, Tanaka 2007.
194
provincial y regional.
188
Leyton 2005.
194
dinamizan en su marco. Ello, sin embargo, no debe llevarnos a olvidar los límites
estructurales de la participació n en el país.189 El primero de ellos es sin duda el de
la pobreza y la exclusió n. Su predominio, pero también el de la desigualdad en la
mayoría de regiones, hace extremadamente difícil representar políticamente a sus
sociedades. Los intereses y las identidades colectivos, que antes mal que bien eran
representados por los partidos políticos y que le daban sentido al intercambio
entre actores en el sistema político, son reemplazados, como consecuencia, entre
otros elementos de la pasividad de la pobreza, por las demandas o lo que
Adrianzé n denomina “reclamos privados”.190 Se dificulta así, por esta vía, la
construcció n del interés pú blico que supone un intercambio entre actores y
sectores que tienen condiciones mínimas para ello.
191
Para una aproximació n conceptual a este asunto, véase Pizzorno 1995.
194
poder, etc., corresponden a este fenó meno. Los “operadores políticos” que
disputan el poder en este escenario, responden en muchos casos a pequeñ os
grupos de interés, carecen de aparatos políticos significativos, tienen una relació n
de vinculació n larga con el Estado y negocian su posició n hacia arriba con los
distintos actores de la regió n y el país.
Como resultado, no hay duda que tenemos hoy “nuevas (y débiles) sociedades
regionales”, sustentadas en nuevas realidades y diná micas econó micas, en las
que existen nuevos actores, formas de presencia del Estado y nuevas relaciones
de poder. De hecho, se habla ya de una nueva ruralidad y de una nueva
institucionalidad.193 Por si ello fuera poco, estas sociedades regionales
experimentan, hoy, un tercer momento de cambio, signado esta vez por el
proceso de descentralizació n iniciado en el 2002 y los mecanismos de
participació n que él trae consigo.194 En el mismo se han constituido ya gobiernos
regionales electos, cuya sola existencia da curso a la expresió n y posicionamiento
de viejas y nuevas élites políticas regionales.
El escenario general de los pró ximos añ os será más difícil aú n. A las dificultades de
la crisis financiera global _que alcanzará, sin duda, al país a pesar del discurso
gubernamental en la materia_, se añ aden el desgaste del Presidente y su gobierno,
así como el “adelanto” del calendario electoral, que compromete de una manera u
otra, a muchos actores actuales de la descentralizació n. Dicho de otra manera, sus
acciones _de impulso o resistencia a la reforma_ estará n crecientemente
impregnadas por agendas y cá lculos propios, lo que supone el mayor riesgo para
un proceso que no está en el centro de la atenció n de la clase política. En ese
marco, el bloqueo y el “desorden” que caracterizan a la reforma en este
momento, pueden instalarse y afectarla aú n más, “pasmá ndola”.
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pp.89-90.
194
200
Por ejemplo, en Transporte, la Oroya y Rio Blanco, los , conflictos fueron dirigidos por una alianza de
organizaciones representativas locales, el frente de defensa de Tambogrande y el Valle de Sa Lorenzo
(FDT),el movimiento por la salud de la Oroya (MOSAO), y otra llamada Mesa Técnica con las ONG.
201
Comisión Nacional de Pueblos Andinos y Amazónicos (CONAPA) primero y luego Instituto Nacional
de Desarrollo de los Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuanos (INDEPA).
202
Bebbington, Anthony; Scurrah, Martin Bielich, Claudia. 2008. Mapeo de movimientos sociales en el
Perú actual. Proyecto de Movimientos Sociales y Pobreza. Manchester – CEPES.
194
negociar mejores condiciones con el TLC con los EE.UU. y se muestra crítico hacia
el modelo neoliberal.
Movimientos regionales
Los antecedentes inmediatos de los movimientos regionales se encuentran
a mediados de los noventa, cuando lograron una presencia unificada y nacional, en
las luchas frente al gobierno autoritario de Fujimori por restablecer la democracia
en el país y lograr una política de descentralizació n. Pero una vez que estos
objetivos, a partir del añ o 2000 , se comenzaron a desarrollar, su proyecció n
nacional se desvaneció y fue sustituido por uno má s circunscrito a nivel de cada
regió n . Hoy tenemos movimientos regionales activos en los departamentos de
Arequipa, Ayacucho, Cusco, Junín , Lo reto, Moquegua y Tacna, son varios
movimientos regionales, con demandas propias y reivindicaciones locales, e
incluso se han dado fuertes y masivas movilizaciones de regiones contras otras,
Moquegua y Arequipa por el acceso al agua y entre Moquegua y Tacna por la
distribució n del canon minero. Movimientos que se desarrollan en funció n de un
frente regional que incluyen la participació n de organizaciones barriales,
sindicatos, maestros, choferes, transportistas, comerciantes informales,
universidades y colegios profesionales, a veces la integran las municipalidades,
organizaciones campesinas o indígenas, cá maras de comercio y turismo, partidos
políticos y ONG. Estos movimientos han conseguido expresar las demandas de las
regiones frente al histó rico centralismo limeñ os de la capital del país y a la
diná mica de crecimiento econó mico desigual entre las regiones . Los movimientos
siguen demandando mas facultades y mayores recursos para las regiones, incluso
cuando tienen limitaciones para gestionar las responsabilidades y recursos que
administran.
Movimiento cocalero
El movimiento cocalero es resultado de otra forma de integració n del Perú a
la globalizació n, la que tiene que ver con el narcotrá fico, que relaciona
consumidores de los países desarrollados y cultivadores de hoja de coca. Este
movimiento implica la participació n de campesinos en el sembrío de hojas de coca
en las zonas de la selva del país donde predomina la pobreza extrema y, por lo
comú n, son de origen migrante de los Andes del país. Se trata de un movimiento
muy desarticulado y con escasa comunicació n entre los diferentes valles y
productores de la hoja de coca, su discurso varía desde posiciones sobre la hoja de
coca como símbolo de identidad indígena y con mayor cercanía a las políticas
pú blicas, hasta puntos de vista cercanos a la defensa del narcotrá fico, se cuestionan
directamente los acuerdos del gobierno con los EE.UU. y se da un rechazo má s
explícito a las políticas de erradicació n y desarrollos alternativos.
Movimiento sindical
El movimiento sindical se encuentra muy debilitado desde la década del
noventa, se organiza principalmente en torno a la Confederació n General de
Trabajadores del Perú 203 (CGTP), pero quienes tienen mayor protagonismo son la
Federació n de Construcció n Civil y el Sindicato Ú nico de Trabajadores de la
Educació n del Perú (SUTEP). La mayor parte de las huelgas y conflictos que
ocurren en el Perú ya no son organizados por los sindicatos sino son llevados por
los otros movimientos sociales. El movimiento sindical ha decaído como resultado
203
En el Perú, al lado de la CGTP existen la Central Unitaria de Trabajadores del Perú (CUT) de
orientación socialdemócrata, la Confederación de Trabajadores del Perú (CTP) afiliada al Partido Aprista,
y la Central Autónoma de Trabajadores del Perú (CATP) de orientación demócrata cristiana .
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