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Pedro García Olivo

La bala y la escuela
(Holocausto indígena)
Modos en que la educación oficial complementa el
trabajo represivo de las fuerzas policíaco-militares en los
pueblos indios de México

Virus editorial
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se cumplan las siguientes condiciones:
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pre habrá de constar el nombre del autor/a y del traductor/a. A propósito de la escolarización forzosa de los niños
No comercial: no se puede utilizar este trabajo con fines comerciales. de los pueblos indios de México 7
No derivados: no se puede alterar, transformar, modificar o reconstruir este texto.
Los términos de esta licencia deberán constar de una manera clara para cualquier Tradicionalismos revolucionarios 9
uso o distribución del texto. Estas conciciones sólo se podrán alterar con el permiso
expreso del autor/a. ¿Un nuevo candor, medio milenio después? 14
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Abbot Way, Stanford, California 94305, EEUU. Lo que Occidente ya sabía: miseria del «multiculturalismo».
© 2009 de la presente edición, Virus editorial Subirse a un barco de salvamento diseñado para que también
© 2009 del texto, Pedro García Olivo
se hunda 53

Escuela y «policía social anónima». Trabajo cotidiano


Pedro García Olivo de «poda» y refundación de la subjetividad indígena 64
La bala y la escuela (holocausto indígena) Colonialismo exterior e interior 67
Modos en que la educación oficial complementa el trabajo represivo
de las fuerzas policiaco-militares en los pueblos índios de México Adscripción étnica asignada 73

Asimilacionismo multiculturalista 75
Maquetación y cubierta: Virus editorial
Vencer resistencias, «tratar» la Diferencia 79
Primera edición: marzo de 2009
Una Escuela «globalizada», aunque policéntrica:
Lallevir SL / VIRUS editorial los mismos marcos y semejantes pigmentos para una
C/ Aurora, 23 baixos, 08001 Barcelona notable variedad de representaciones pictóricas 83
T. / Fax: 93 441 38 14
C/e.: virus@pangea.org Segunda parte
www.viruseditorial.net LA EDUCACIÓN VICTIMADA
Aproximación, desde una alteridad irreparable
Impreso en: a la «educación comunitaria indígena» 85
Imprenta LUNA
Muelle de la Merced, 3, 2.º izq. Intangible por informal 87
48003 Bilbao Tradicional ausencia de «profesores» y de «alumnos» 89
Tel.: 94 416 75 18
Fax.: 94 415 32 98 Corrupción por el ejemplo: la funcionalidad cotidiana
C/e.: luna-im@teleline.es del nuevo magisterio mercenario 91

Democracia india «educativa» 104


ISBN-13: 978-84-92559-06-0
Depósito legal: Condición «comunera», educación «localista» 122
Tequio, gozona, guelaguetza...
(La dimensión educativa de la vida cotidiana indígena) 150

Mitos, leyendas, cuentos, rituales...


(Los huaraches del espíritu) 162

Tercera parte
LA ELECCIÓN ZAPATISTA
¿Para qué Escuelas en la selva? 183

Marco general de la discusión: Educación comunitaria


indígena versus Escuela de planta occidental 185

Lejos de todo tutelaje de la acción «del otro»


por un pensamiento separado: el lugar de la
perplejidad y la reserva 189

Las aporías del proselitismo «de izquierdas» 195

Daño infligido a la idiosincrasia indígena


por la «pedagogía implícita» de la Escuela 204

La «aristocratización» de los educadores 223

Aparatos ideológicos, pero ¿de qué Estado? (La Escuela


como expediente desesperado para la reproducción,
desde el ámbito superestructural, de una «autonomía
zapatista» amenazada en su soporte material) 224

«Reificación» de la Escuela (Blonskij, en el olvido) 238

Los «límites» de la mirada occidental 249

Postfacio 251

Primera parte
Escuelas contra
la diferencia
A propósito de la escolarización forzosa
de los niños de los pueblos indios de México
Tradicionalismos revolucionarios

1. Esta obra perece en el dominio meramente indicativo;


sobrevuela el conjunto de impresiones, sospechas y tesis in-
cipientes que están acompañando el desarrollo de una inda-
gación lenta sobre la función «altericida» de la Escuela. Nos
hallamos en medio de un proyecto de investigación, no des-
pués del mismo: de ahí la provisionalidad y la «afición al frag-
mento» de este escrito.
Partimos de una intuición teorética que nuestras experien-
cias de cooperación con organizaciones campesinas e indíge-
nas del área centroamericana han corroborado plenamente: la
existencia de «tradicionalismos revolucionarios»...

2. Andrei Tarkovsy hizo decir al protagonista de su película


El sacrificio unas frases muy bellas en su aparente paradoja,
que subrayan el circunstancial valor transformador del inmo-
vilismo, la eventualidad de que también la tradición pueda re-
vestirse de un potencial revolucionario:

Sabes, algunas veces me digo a mí mismo que, si cada


día, exactamente a la misma hora, realizara el mismo acto
siempre, como un ritual, inmutable, sistemático, cada día
a la misma hora, el mundo cambiaría. Sí, algo cambiaría,
¡a la fuerza!

La Modernidad puede verse, de hecho Henri Lefebvre qui-


so verla así, como un «rodillo compresor», un rodillo que opri-
me y aplasta la alteridad. Donde subsiste una peculiar especie

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

de lo no-moderno, a un tiempo premoderna y antimoderna, colectivistas o cooperativistas clásicos del utopismo europeo,
resistencia posmoderna grávida de un futuro impensado, pal- ocupen un lugar muy destacado en los usos que estos indíge-
pita también una forma de diferencia que el poder teme y per- nas defienden con tanta tenacidad. No es irrelevante que el
sigue: no son «modernas», por ejemplo, las comunidades in- modelo de «transmisión cultural» sancionado allí por la cos-
dígenas «en Usos y Costumbres» que persisten en varios tumbre, que podríamos denominar «la educación comunita-
estados de México; se apegan, de hecho, a unos valores y unas ria», en todas partes herida y en todas partes desfalleciente,
formas de organización «tradicionales» contra los que se dis- nada tenga que ver con el consentido horror de nuestras es-
pone en nuestro tiempo el rodillo homogeneizador del capita- cuelas, con el crimen cotidiano de la enseñanza moderna.
lismo tardío.

4. En ocasiones no es caprichoso reparar en el origen de una


3. No toda tradición es peligrosa de cara al orden social gene- tradición. El modelo político-económico de la «comunidad in-
ral, por supuesto. Cuando el presente puede ver en el pasado dígena» (como la que nos acogió en febrero-marzo de 2006: la
su «germen», astillas proféticas, lo que «era» antes de «ser», la oaxaqueña Juquila Vijanos), combatido hoy por la Adminis-
tradición correspondiente se empolva y conserva, se mima, se tración estatal y federal de México, como quiere el neolibera-
cuida; se nos enseña a amarla como a una madre, a perdonar- lismo dominante, combatido en esencia por contrariar pujan-
le sus inevitables caducidades, a venerar su sabia vejez. Pero tes intereses capitalistas, por no dejar resquicio para la
cuando el presente tropieza con un pasado que apuntaba en propiedad privada de la tierra, por no tolerar el despotismo en-
otra dirección, donde no reconoce semillas de su ser; un pa- cubierto de la democracia representativa occidental; esa forma
sado sin retoños o con retoños extraviados, un pasado hostil de organización político-económica «india», con la que tanto
que lo cuestiona y deslegitima; un pasado eterno que, como han podido simpatizar las minorías antiglobalización de Euro-
apuntara incisivo Benjamin, sólo podría redimirse en un fu- pa, no constituye, en rigor, una «herencia prehispánica» (tanto
turo escapado del contínuum de la historia, entonces pone en en el período clásico como en el posclásico, las sociedades del
marcha su pesada maquinaria compresora. valle de Oaxaca en particular, casi como el resto de las civiliza-
Sólo es capaz de percibir en esa tradición esquiva, en esa ciones mesoamericanas, hallaban en la «jerarquía» y en la
diferencia añosa, un objeto que doblegar o que aniquilar; así «desigualdad» dos de sus rasgos característicos, ajustándose a
lo exige la lógica del interés que lo constituye. Desplegará lo que algunos arqueólogos llamaron «culturas de élite»), aun-
ante ella aquellas poderosas estrategias inclusivas y exclusi- que sí retiene como un soplo de ese pasado fabuloso el apego a
vas, «fágicas» y «émicas» diría Z. Bauman, a las que nos he- la localidad, al pueblo, y la identificación con ese marco geo-
mos referido en otra parte. Éste es, exactamente, el caso de gráfico reducido en detrimento de presumibles solidaridades
las comunidades indias de México regidas por «autoridades étnicas o vínculos impuestos con la sociedad política mayor,
tradicionales» y organizadas política y económicamente en el como subrayó Whitecotton hace años. Tampoco reproduce sin
respeto de la consuetudinaria «ley del pueblo». más el patrón de organización municipal implantado por la
No es irrelevante que la «democracia directa», bajo una Corona de España en la etapa colonial, el cabildo (que servía
versión no occidental, y la «propiedad comunera» de la tie- para asegurar a los privilegiados, a la nobleza fundamental-
rra, entendida de un modo que tampoco cabe en los idearios mente, el control del gobierno local), aunque no puede negar-

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

se que extrae de él algunas de sus notas distintivas (el carácter y aliento de las luchas por su preservación, hallamos una y
electivo y rotativo de los cargos, por ejemplo). otra vez la educación comunitaria indígena, la educación tra-
Nos importa mucho subrayar, ante este asunto, que las ra- dicional, unos modos de socialización incompatibles con la
dicalmente insumisas comunidades indígenas «en Usos y menor exigencia de «clausura», irreconciliables con la tecno-
Costumbres» de Oaxaca, Puebla, Guerrero, Chiapas... (con logía del «encierro educativo» que la Escuela originariamen-
su defensa de la «reunión de ciudadanos», la asamblea, como te occidental defi ne y sanciona.
eje de la vida política, su concepto comunal de la inalienabi-
lidad de la tierra, su derecho consuetudinario, etc.), opuestas
hoy a proyectos liberalizadores como el del PROCEDE 5. La lucha contemporánea de las organizaciones indígenas
—que apuntan a la desamortización y privatización de los que defienden, contra el neoliberalismo hegemónico, la sub-
bienes ejidales y colectivos—, devienen una conquista de los sistencia de las «Comunidades en Usos y Costumbres», el CI-
campesinos, llamados a veces macehuales, una conquista de PO-RFM entre ellas (Consejo Indígena y Popular de Oaxaca
los más humildes, de los no poderosos, del «estado común», «Ricardo Flores Magón», con quien tuvimos el privilegio de
tras una larga y dura lucha social, tras un enfrentamiento cooperar), recuerda, mantiene viva y reproduce en sus rasgos
multiforme con los caciques locales, con la nobleza india «es- de fondo y en sus objetivos aquella otra lucha inicial de los
pañolizada», con los administradores y propietarios españo- macehuales, de las gentes «del común», contra los poderes ca-
les, con los hacendados... ciquiles y colonialistas: un anhelo igualitario de raíz genuina-
A fi nales del período colonial se generaliza la «comuni- mente campesina y popular; una defensa de la tierra como
dad indígena» como forma peculiar de organización política «valor» cultural y hasta «religioso», en contra de aquellos que
y económica, resultado de esa batalla campesina en un con- sólo piensan en «explotarla» y «rentabilizarla», degradándola
texto histórico que, por otro lado, le garantizaba opciones de de paso, hiriéndola de muerte; una concepción radicalmente
victoria (el interés protocapitalista en asegurar un vivero de democrática del «cargo político», entendido como «servicio»
mano de obra barata: el «pueblo de indios», que retiene a su no remunerado a la colectividad, fuente de prestigio si se des-
población en condiciones de infrasubsistencia, a la espera del empeña con honestidad y dedicación, exigiendo de por sí un
trabajo ocasional o estacional en la hacienda, la mina, la ciu- considerable sacrificio personal, siempre rotativo, siempre
dad...; la crisis económica y de prestigio de la nobleza india electivo, siempre bajo la supervisión y el control de esa Re-
adherida a los colonizadores; el pulso que la Corona de Espa- unión de Ciudadanos, de esa Asamblea del Pueblo, que cons-
ña libraba con las fuerzas descentralizadoras y escasamente tituye el verdadero corazón político de la Comunidad; una
«controlables» del Nuevo Continente; el «paternalismo» de insólita capacidad de reivindicación y de movilización, que
un sector de la Iglesia, etc.); se forja así una estructura que, agota prácticamente todas las vías conocidas, desde la «peti-
manteniéndose fiel a sí misma en lo sustancial, atravesará el ción» o «solicitud» formal y el recurso administrativo-judicial
espesor de los siglos y llegará hasta nuestros días como un (que algunos traslumbrados de Occidente podrían execrar
«aspecto tradicional», como una reificación del pasado, sobre como «reformismo») hasta la manifestación encorajinada, la
todo como un inmovilismo estrictamente revolucionario. ocupación audaz, el acto público temerario (causa de cárcel,
Corresponsable de esa «permanencia», condición innega- exilio o desaparición para muchos de estos hombres), pasan-
ble de las formas de subjetividad que la protegieron, sustento do por la infi nitas variantes del apoyo mutuo, la solidaridad

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

resistente y la imaginación combativa. Todas estas formas de genas con la Escuela, con el modo occidental de «administrar»
lucha, que sorprenden por su abigarramiento y continuidad a (en el sentido fuerte, politológico, del término) la educación.
muchos observadores del Primer Mundo, así como los propó- Candorosa está siendo también, en nuestra opinión, y como
sitos manifiestos a que obedecen, hunden sus raíces en la tra- argumentaremos en los últimos desarrollos de este trabajo, la
dición. Basta con repasar la historia de los siglos XVII, XVIII actual práctica escolarizadora que promueve el zapatismo en
y XIX para comprobarlo. Se trata, también, de un tradiciona- sus territorios autónomos.
lismo irreparablemente revolucionario...
Para que esta tradición se extinga, la «revolución hecha
gobierno», como gusta de escribir Armando Bartra, las Ad- 7. La demanda indígena de «escolarización» se fragua en la
ministraciones posrevolucionarias del siglo XX contarán con arena económica y es inseparable del proceso que convierte a
un aliado de excepción, con una herramienta idónea, con un la comunidad campesina en condición del desarrollo indus-
expediente universal de probada eficacia: la Escuela, dispues- trial nacional mexicano. Como vivero de mano de obra, la
ta a resolver, como en cualquier parte y en todo tiempo, un comunidad campesina relativamente autónoma, relativamen-
«problema de orden público». Sólo hizo falta una cosa, para te autosuficiente, proporciona a los sectores modernos de la
redondear la estrategia: que el propio indígena la demandara, economía fuerza de trabajo barata, pues el indígena obtiene
que pudiera aparecer como una aspiración popular, como un «a su manera» los medios fundamentales de subsistencia (con
reclamo campesino... el cuidado familiar de las parcelas que le surten de maíz, frijol,
chile, calabaza...). Cuando el campesino de la comunidad in-
dígena se desplaza a la plantación, a la mina, a la factoría in-
dustrial, a la ciudad, en busca de un «complemento» para su
economía personal, no será necesario retribuirle con un sala-
¿Un nuevo candor, medio milenio después? rio apto para cubrir toda su reproducción en tanto fuerza la-
boral; la lógica material de la comunidad libera al Capital de
6. Una literatura historiográfica, simplificadora y experta en esa exigencia y permite sueldos literalmente irrisorios.
levantar cortinas de humo ante las atrocidades de los occiden- Esta increíble baratura de los bienes-trabajo de origen
tales allende los mares, habló de «candor» para señalar la ac- campesino, inconcebible sin el tradicional policultivo indíge-
titud en ocasiones patéticamente bondadosa, crédula, bien- na de autoconsumo, se erige así en premisa de la acumulación
pensante, de los indígenas americanos ante los españoles de capital en los sectores sobreprotegidos de la economía
armados en los prolegómenos de la Conquista. Como si no mexicana: agricultura de exportación, empresas agroindus-
pudieran imaginar lo que les iba a ocurrir. Como si no fueran triales, enclave energético...
capaces de adivinar la perversidad en las intenciones del Por otra parte, el variable excedente agrícola de las comu-
Otro... Cabe dudar de ese cuadro; y habría que evaluar su cuo- nidades, de una fracción de ellas al menos, así como el monto
ta de verdad para cada caso concreto, en cada contexto espe- de sus producciones circunstancialmente especializadas
cífico. Consideramos, sin embargo, que sí se ha dado un se- (café, azúcar, cacao, jitomate...), constituyen una fuente pri-
gundo candor, un nuevo candor, una actitud peligrosamente mordial de materias primas para determinados ramos indus-
acrítica, benevolente, idealizadora, en la relación de los indí- triales y de alimentos básicos para la hacinada población ur-

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

bana; y, repercutiendo también en la índole de este aporte extraño de la Escuela occidental, avezado en las artes de la
estratégico, la tradicional «economía de subsistencia» cam- domesticación social, de una pacificación interna resuelta co -
pesina, preservada por la comunidad y preservadora de los mo docilidad y mimetismo.
hombres de la comunidad, permite el mantenimiento de pre- Cuando la comunidad mira hacia fuera, cuando el exte-
cios bajos para tales productos agrícolas, proporcionando es- rior a su vez vuelve hacia ella la mirada y discierne la forma
pecialmente maíz y frijol «devaluados» con que alimentar, a de explotarla, de incluirla en una estrategia parasitaria de
bajo costo, a las masas de trabajadores de la industria y de los crecimiento económico, cuando se produce ese cruce de mi-
servicios, que de este modo presionarán menos sobre el nivel radas, que durante décadas fundó un modelo de desarrollo
de los salarios. El incremento de la tasa de ganancia capi- industrial basado en la agricultura, una agricultura paradóji-
talista proviene, pues, no sólo de la depreciación permanente camente «desatendida», exprimida hasta el agotamiento, sur-
de las materias primas, sino de la estabilidad asegurada en el ge una y otra vez la sensación de una carencia (carencia de
coste de la reproducción de la mano de obra por la provisión «educación») y el postulado de que sólo hay una manera de
de alimentos y artículos de primera necesidad indefectible- subsanarla: sembrando escuelas en el campo.
mente baratos; favoreciendo el descenso, la congelación o en
todo caso el alza moderada de las remuneraciones.
De esta inserción inducida de la comunidad en el desarro- 8. La historia contemporánea de México nos muestra que esta
llo económico de México arranca también la «demanda» «demanda de educación» y aquel interés estatal-empresarial
campesina de instrucción y el interés gubernamental en la es- en satisfacerla bajo los modos de la Escuela se acentúan en los
colarización de la población rural. Los indígenas que salen a períodos en que las fuerzas políticas de izquierda, socialistas,
trabajar fuera de la comunidad, que venden sus productos a reformistas radicales o populistas, acceden al gobierno de la
intermediarios «ciudadanos», que se integran de un modo u nación.
otro en la economía estatal y federal, y por fuerza han de soli- Tanto el cardenismo (1934-1940) como el echeverrismo
citar créditos, asesorías técnicas, insumos urbanos, etc., sien- (1970-1976) se caracterizaron por proteger y rearmar el ejido,
ten como una necesidad acuciante el dominio de determina- la propiedad colectiva, los bienes comunales, hasta el punto de
das facultades y destrezas (la expresión oral y escrita en erigir la explotación comunitaria de la tierra en un nuevo polo
lengua castellana, la familiaridad con determinados aspectos de desarrollo económico nacional. Mientras los gobiernos
contables y matemáticos elementales, el conocimiento some- conservadores o de derechas favorecen exclusivamente la ini-
ro de la historia y de la organización político-económica re- ciativa privada, bloqueando y ralentizando el reparto agrario,
gional...) a fi n de defender cabalmente sus intereses, evitar mimando el sector «moderno» agroexportador y de produc-
fraudes, abusos y discriminaciones de todo tipo, desenvolver- ción de artículos para las clases de alto poder adquisitivo, etc.,
se mejor en un medio extraño y a menudo hostil. La Escuela y no esperando de la comunidad indígena otra cosa que aque-
aparece como el medio más sencillo y más rápido de subvenir lla reserva de mano de obra explotable y aquel suministro de
a esas necesidades. Y la clase política no dejará pasar la oca- materias primas y alimentos baratos, aumentando incluso la
sión de injertar, en el tejido extraordinariamente tupido de la presión y las exacciones sobre el ya de por sí deprimido medio
comunidad, ese «cuerpo extraño» capaz de desgarrarla, des- rural. Los gobiernos «de izquierdas» propugnarán otro mode-
hilarla, descomponerla y recomponerla a voluntad. Cuerpo lo de desarrollo económico, en el que al ejido y a las formas de

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

propiedad comunitarias se les confía un papel de protagonis- (a menudo espectacular aunque siempre insuficiente), el con-
ta. Se quiere crear un sector ejidal «moderno», dotando a las trol institucional de las organizaciones obreras y campesinas
comunidades, sobre todo durante el cardenismo, de parcelas (subvenciones, prebendas, dotación de infraestructuras, regu-
de regadío, de zonas de plantación, de «buenas tierras produc- lación legal, normalización jurídica), la demagogia y el robo
tivas», en defi nitiva; y se acrecentará la presencia del Estado de banderas. Como parte de su logística integradora, de su
en el agro, su intervención en los procesos de fi nanciación, proyecto para restablecer el orden en beneficio de las fraccio-
producción y comercialización. Sobre el campo llueven enton- nes de clase dominantes y de los intereses económicos he-
ces las «ayudas», los «programas de desarrollo», las «subven- gemónicos, pretenderá ganar de una vez por todas la «batalla
ciones», los «créditos»... Se multiplican los trámites legales, las de la Educación», esa guerra que enfrenta a la Escuela con la
ocasiones para la solicitud, los documentos en circulación, las Calle y con todos los dispositivos tradicionales, con frecuen-
oficinas, agencias, asesorías, pequeñas burocracias. cia informales, de transmisión del saber y socialización de la
Esta mayor «dependencia» del sector comunitario, que va cultura.
a mirar más que nunca hacia el exterior; esta intensificada y Para Cárdenas como para Echeverría la Escuela es el Es-
más fluida relación con el Estado y sus instituciones de crédi- tado que penetra por fi n la intimidad indígena; el Estado y su
to, de asistencia técnica, de comercialización, de supervisión y proyecto de «ciudadano»; el Estado con su concepto particu-
el surgimiento consecuente de un nuevo tipo de ejidatario, de lar de Progreso, de Desarrollo, de Justicia; el Estado y los
un colectivo social forzado a desenvolverse en un mundo don- intereses que, para preservar mejor, vela y no nombra. Para
de la competencia es ley (competencia con la pequeña y me- Cárdenas como para Echeverría la Escuela es el Estado; es
diana propiedad privada, con los restantes agentes económi- decir, el principio del fi n de la autonomía indígena. El «deseo
cos agrarios, por los créditos, por los insumos, por los recursos de saber», la «necesidad de educación», es una bandera po-
hidráulicos, por las infraestructuras de comunicaciones, por pular, obrera y campesina, robada por estos gobiernos refor-
los mercados...), revigorizarán las «demandas» campesinas de mistas como robaron también, desde un primer momento, la
educación, el reclamo popular de «formación», la petición de bandera de la «reforma agraria», del «derecho a la tierra».
esas «escuelas rurales» y esos otros centros culturales para in-
dígenas (imprescindibles si se conserva la esperanza de sobre-
vivir en el nuevo escenario económico) que, por otro lado, el
gobierno está deseando multiplicar y generalizar. 9. La «petición de Escuela» surge en la medida en que se
Distingue a las formaciones políticas clásicas de la izquier- desdibuja la comunidad indígena tradicional, autónoma y
da, partidos y sindicatos soldados al aparato del Estado, el casi autárquica. Cuando la comunidad deja de ser ella misma
«robo» sistemático de las banderas populares. En ello radica y empieza a asemejar un híbrido, cuando, en nombre de la
la especificidad de su estrategia de pacificación social: mien- modernidad y del progreso y víctima de intereses «externos»,
tras la derecha conserva su propensión atávica a la medida la comunidad renuncia a su sustancial autosuficiencia econó-
represiva directa, aderezada en México con la paramilitariza- mica y podría decirse que su corazón se ha extrañado, que
ción y el terrorismo de Estado, la izquierda, sin renunciar nun- no es suya la sangre que recorre sus órganos, entonces, al-
ca por completo al momento de la inmediatez represiva (poli- canzado ese umbral, se hace evidente que la «educación co-
cial, militar), prefiere las tácticas integradoras del reformismo munitaria tradicional», la «educación indígena» por antono-

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

masia, un medio admirable de producir y difundir saber 10. En 1963, asimilada ya a nivel teorético la experiencia car-
significativo, de socializar la cultura autóctona y promover denista, pero antes de que algunos de sus aspectos se reedita-
subjetividades particulares, empieza a declinar por no poder ran, con trazos menos gruesos y cierto desplazamiento de los
servir, por no querer servir, a una causa que nunca fue la acentos, en el sexenio echeverrista, Susan Lees anotó, certera
suya, por revelarse disfuncional, periférica, atentatoria con- y casi premonitoria, lo siguiente:
tra los nuevos requerimientos político-sociales «inducidos».
Desde ella no se puede «castellanizar» con eficacia; desde A través de programas de desarrollo el Estado puede
ella no se puede imbuir a nadie de «espíritu nacional»; desde modificar la estructura de la comunidad más que cual-
ella no se pueden forjar jornaleros dóciles, votantes crédulos, quier acontecimiento histórico, ley o decreto de los últimos
consumidores compulsivos, individualistas viscerales; desde 450 años. Al obligar a la comunidad a buscar fuera de sí
ella no se puede vaciar la conciencia comunitaria hasta el misma soluciones para problemas internos, esos progra-
punto de generar «emigrantes», hombres sentimental e inte- mas empiezan a eliminar las funciones de la organización
lectualmente disponibles. tradicional y así a minar su eficacia.
Desde la educación tradicional indígena no se puede llevar
la comunidad al lugar que, en secreto, anhelan todas las fuer- A modo de apostilla, Joseph W. Whitecotton, de quien he-
zas políticas del país: el lugar de un «residuo», de un «resto», mos recogido la cita, añadía una observación no desdeñable:
de un «sobrante», reminiscencia del pasado que se mantendrá
con vida si y sólo si no concurre un interés económico concre- Aun cuando es difícil predecir los efectos precisos de
to por el territorio que ocupa (explotación de la biodiversidad, los programas de desarrollo gubernamentales sobre la or-
minas, negocios madereros, proyectos turísticos, canales de ganización local de las comunidades, cabe suponer que la
paso, ubicación de maquiladoras), y que se mantendrá, ade- autonomía de la comunidad, y las formas de organización
más, con una vida alterada, tiznada de modernidad y de alie- social y política que la promueven, sufrirán cambios en el
nación cultural, una vida «para el afuera», como corresponde- futuro a medida que el campo sea bombardeado con una
ría a un mero reservorio desnaturalizado de mano de obra creciente burocratización emanada del nivel federal.
empobrecida.
Como la educación comunitaria tradicional no puede em- La exactitud de estas valoraciones se refleja hoy con dra-
pujar en esa dirección, las sucesivas administraciones mexica- matismo, cuando supuestos planes de desarrollo de las comu-
nas, no menos las de izquierdas que las de derechas, arriman nicaciones encubren torpemente objetivos contrainsurgentes
el hombro en la gran tarea nacional de una escolarización ab- en Chiapas (donde insurgencia significa lucha por la digni-
soluta de los niños de los pueblos indios, una escolarización dad y la autonomía indígenas), cuando el llamado Programa
ciertamente demandada por los mayores, pero no por ello me- de Certificación de Derechos persigue explícitamente la par-
nos forzosa para los infantes. De esta Escuela por fin universal tición y privatización de las tierras comunales (la desapari-
sí se podría esperar la tan ansiada postración política y econó- ción de la base territorial de las comunidades) o cuando para
mica de las comunidades indígenas, ocaso de unos pueblos conceder el disfrute de una beca de estudios, o la inclusión en
indios todavía hoy, y en considerable medida, resistentes e in- algún programa de ayuda a la escolarización media o supe-
subordinados. rior, la Administración estatal exige, como contrapartida, el

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

cumplimiento de normas y orientaciones incompatibles con chado la voluntad de la comunidad, sino que se trata de
el derecho consuetudinario indígena, contrarias a los hábitos una decisión autoritaria, unilateral, y que en muchos ca-
y costumbres tradicionales. sos se hace en contra de la voluntad de las mismas comu-
Y debe recordarse que, en el entorno de todos estos progra- nidades. En el caso de Amador fue muy claro: era el ejér-
mas, antecediéndolos o acompañándolos, está siempre el pro- cito el que protegía a la compañía constructora. Los
yecto de la extensión y ampliación de la red escolar: la es- indígenas preguntaban ¿por qué están ustedes aquí? Por-
colarización integral de los niños indios es el programa número que lo pidió la compañía constructora. ¿Y desde cuándo el
uno, la base, la precondición, el suelo sobre el que descansarán ejército obedece a una compañía privada? Ahí se ve la
a continuación una multiplicidad de proyectos, de orden sani- complicidad entre la constructora, el ejército y el gobierno
tario, económico, cultural... Paradigmático es el caso de Chia- federal dentro de este plan contrainsurgente.1
pas, donde se privilegió la escolarización para saltar enseguida
a un enorme gasto social en infraestructuras (utilizables mili- Los indígenas zapotecos de Juquila Vijanos, comunidad
tarmente, como quiere toda estrategia contrainsurgente). de la Sierra Juárez de Oaxaca, rechazaron, en asamblea, la
invitación estatal a sumarse al PROCEDE (Programa de
La gente del gobierno les dirá que en Chiapas se ha in- Certificación de Derechos). Felipe Francisco Santiago, nues-
vertido mucho dinero en gasto social y en infraestructura. tro amigo de Juquila, nos reitera el argumento decisivo que
Eso es cierto, pero toda la infraestructura que se ha creado sirvió para desestimar la propuesta:
en Chiapas, sobre todo en carreteras, ha sido parte de una
estrategia militar de ocupación, para que en dos horas Vimos claro que, en lo que toca a cada uno por separa-
máximo se pueda llegar a cualquier comunidad indígena y do, podía beneficiarnos ser propietarios de las tierras que
así tener el control de éstas. El caso de Amador es muy trabajamos. Pero eso no era lo más importante... Hemos
grave porque lo que ellos trataban de hacer a través de esta dicho que no porque también podía pasar que, por algún
carretera era poder llegar a la retaguardia estratégica del problema, uno u otro de nosotros decidiera vender a un ex-
EZLN y hacer, como dice Clinton, una operación quirúr- traño; y entonces la comunidad se vería perjudicada.
gica [...] El plan de obras públicas tiene una finalidad po-
lítico-militar: poder transportar helicópteros, tanques y Nos relata asimismo, en el seno de una entrevista, las ra-
armamento en el menor tiempo posible. Y para eso crean zones por las que no le cabe aspirar, como indígena defensor
la infraestructura. También para dividir a las comunida- de los Usos y Costumbres, a la obtención de una beca de es-
des a través de esas carreteras, para crear conflictos [...] tudios para su hijo mayor:
Ha habido un gasto público muy importante, ha habido
incluso fondos del Banco Mundial que han venido a dar a —¿Y hay becas para que puedan estudiar los hijos de
los grupos paramilitares, con la cobertura de ONG de de- los campesinos?
sarrollo. Estos recursos han servido a los grupos paramili- —De hecho existen programas... Ahorita está el Pro-
tares para comprar armas y sí se habla de una gran inver- grama de Oportunidades. Pero siempre el gobierno te po-
sión en infraestructuras, que es cierta, y que no es en
absoluto la voluntad de las comunidades; no se ha escu- 1 Rafael Álvarez, del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro.

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

ne muchos obstáculos, te dice muchas formas de cómo tie- Reclamamos nuestro lugar en el proceso reivindicativo
nes que trabajar, cómo tienes que hacer, para que puedas de la Reforma Agraria y en todos los programas de desa-
recibir ese dinero; porque si tú no cumples con tales requi- rrollo nacional, porque de esta manera será posible sus-
sitos sabes que no puedes recibir un tal dinero... traernos de la explotación, del hambre y de la miseria.
—Y son condiciones que al final te ofenden como indí- Máximo impulso a la acción educativa en todos los gra-
gena, te dañan, ¿verdad? Te hacen más parecido a la gente dos que exija el desarrollo de nuestros pueblos y con méto-
de las ciudades... dos bilingües, pues en nuestras propias lenguas aprende-
—Ah, claro. Sí, porque te separan de la norma que tú remos mejor la historia de México y de los grupos étnicos
llevas en el trabajo, de la forma en que tú participas como a que pertenecemos; nos capacitaremos mejor en el cono-
ciudadano en la comunidad; te aparta a las normas que él cimiento de las leyes que nos protegen y en el dominio de
te pone... las técnicas para superar el atraso en que vivimos.

Candor que lleva a percibir sólo el lado supuestamente «be-


11. La inveterada demanda campesina de «educación» (es- néfico» de la Escuela, ignorando su dimensión homogeneiza-
colar) constituye, en este contexto —caracterizable regional- dora y su funcionalidad político-social; candor que induce a
mente como «guerra de baja intensidad» contra la diferencia suponerle aportaciones positivas para la causa indígena: cono-
indígena, lento genocidio de los pueblos indios— una expre- cimiento de la historia particular de cada etnia (hasta el día de
sión candorosa, sorprendente, de fe en el aparato del Estado. hoy, absolutamente «evaporada» del currículum escolar), co-
En el marco reformista-radical o populista del echeverris- nocimiento de las leyes que protegen a las comunidades indí-
mo se celebra, en 1975, en Pátzcuaro, Michoacán, el Primer genas (mencionadas, muy de vez en cuando, en las escuelas ru-
Congreso Nacional de Pueblos Indígenas. Del Congreso se rales, sin lugar específico en el temario de ninguna asignatura),
desprende (como si concurriera con el proyecto gubernamen- dominio de las técnicas para superar el atraso en que vivimos
tal de debilitar la autonomía de las comunidades para hacer- (como si el pretendido «atraso», a menudo rigurosa «diferen-
las más manejables, dúctiles a los intereses privados, y de ex- cia», opción cultural consciente, respondiera meramente a
traer de su seno una mano de obra más preparada, apta para causas técnicas, en la abstracción de todos los determinantes
las exigencias laborales del momento) una «Carta de Pátz- sociopolíticos). Candor que lleva, en defi nitiva, a esperar de la
cuaro. Declaración de principios del Consejo Nacional de Escuela lo que ésta nunca les dio ni les dará.
Pueblos Indígenas», texto inaugural del CNPI, que, al lado de Que los mismos indígenas que están siendo reprimidos por
las demás «banderas robadas» por la Administración progre- el Gobierno por el solo hecho de defender su idiosincrasia,
sista, enarbola también el estandarte de la Escuela. Recoge- hombres y mujeres que durante décadas han padecido un hos-
mos aquí algunos de sus pasajes, como expresión máxima del tigamiento sistemático, casi tipificado en su metodología, mu-
mencionado candor: chos de los cuales han conocido la cárcel, la tortura, la desa-
parición de familiares... quieran todavía «creer» en la bondad
Exigimos el respeto a la autodeterminación y a todo lo de una institución que forma parte del aparato del Estado,
que configura nuestra personalidad como pueblos; acep- plegada siempre sobre las intenciones de los sucesivos Malos
tamos lo positivo que la sociedad nacional nos ofrece [...] Gobiernos mexicanos, etc., puede parecer paradójico, insóli-

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

to, inexplicable. Se diría que también por estos parajes me- Entre 1995 y 2000, los paramilitares, en acción conjunta
soamericanos la Escuela ha sido «naturalizada», situada más con los cuerpos policíacos y militares y la anuencia del go-
allá del Bien y del Mal, al margen de los grupos sociales do- bernador, entraron principalmente a tierras de las zonas
minantes y de los poderes establecidos, evadida de la historia; Selva Norte, Selva, Selva Fronteriza y Altos (Chiapas), to-
se diría que también aquí ha sido reificada como institución maron control del territorio, ubicándose en las entradas y
cultural desprovista de segundas intenciones políticas, ideoló- salidas de los caminos de las comunidades, violentaron sus
gicas, socioeconómica, psicológicas... Sólo por contar con los derechos, asesinando al menos 122 personas y desapare-
favores de lo que Lukács llamó «el maleficio de la cosificación» ciendo a 28, saquearon y quemaron sus casas, destruyeron
puede la Escuela oficial, estatal, gubernamental, erigirse en y robaron sus cosechas, amenazaron de muerte, los forza-
objeto de demanda indígeno-campesina precisamente cuan- ron a pagar grandes cantidades de dinero para financiar la
do ese mismo colectivo social está siendo hoy atacado desde compra de armas, los obligaron a huir al monte en compa-
las instancias oficiales, estatales, gubernamentales, con las ñía de sus hijos y crearon con ello un ambiente de intimida-
tácticas socorridas de toda «guerra de baja intensidad»: ción, hostigamiento, humillación y tortura. En este sentido,
«Amenazas, robos, saqueos, intimidaciones, represiones, hu- el desplazamiento forzado significó la violación sistemáti-
millaciones, encarcelamientos, desplazamientos, asesinatos y ca del derecho humano de llevar una vida digna en su pro-
desapariciones contra hombres y mujeres cuyo “único delito” pia tierra [...] Todo lo que construyeron en más de treinta
fue organizarse para defender sus derechos» (Centro de De- años de trabajo quedó perdido [...] En suma, el sentido de
rechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas). comunalidad y el tejido comunitario y organizativo que ha-
Desde 1995, y justamente para dividir y debilitar a unas bían construido fue despojado y cortado abruptamente.2
comunidades sublevadas en defensa de sus usos tradicionales
y de su histórica reivindicación territorial, los poderes estata- La historia no se repite; pero, así como debiera haber un
les y federales despliegan en Chiapas (y, graduando su inten- aprendizaje por las experiencias de las luchas libertarias, es
sidad, en Oaxaca, Guerrero, Puebla...) una ofensiva doble, in- indudable que existe un aprendizaje por el ejercicio de la re-
tegradora-exterminadora, que situará, en el mismo plano de presión: la tecnología contrainsurgente utilizada sin freno du-
la contrainsurgencia y de la eliminación de la «diferencia» in- rante el sexenio de Ernesto Zedillo (1994-2000) y, bajo una
dígena, el esfuerzo escolarizador y la guerra de baja intensi- cierta discrecionalidad, en el mandato de Fox (2000-2006), re-
dad. Así como las misiones y los evangelizadores acompaña- cupera los procedimientos duales de Cárdenas (1934-1940)
ron a los guerreros en los tiempos del primer asomo de contra la segunda insurrección cristera (agrarista libertaria al
Occidente por estas tierras, cuando se inauguró lo que Dussel modo zapatista, según A. Bartra) y las estrategias también
llamó «el encubrimiento del Otro», hoy las escuelas y los edu- desdobladas de Echeverría (1970-1976) contra las luchas indí-
cadores acompañan a los soldados, en una nueva acometida genas y campesinas de Sonora, Sinaloa, San Luis de Potosí,
occidentalizadora y antiindígena. Nunca estará de más recor- Guanajuato, Hidalgo, Colima y Chiapas. En todos los casos,
dar el alcance de la guerra, el terror impuesto por las policías, un momento represivo directo que incluye las amenazas, las
las guardias blancas y los militares, vanguardia y retaguardia intimidaciones, los robos, los saqueos, los registros ilegales, las
de la invasión «escolera» (por utilizar el término que José Ma-
ría Arguedas recogió de los pueblos originarios del Perú). 2 Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas.

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

torturas, la quema de casas y de cosechas, las violaciones de tivas, sobre su economía y hasta sobre su integridad, de su mil
mujeres, los asesinatos de líderes y personas destacadas, las veces señalada «ausencia de ilustración» (entendiendo aquí
masacres ocasionales, los desplazamientos forzados, la ocu- por «ilustración» la asunción del pensamiento burgués tal y
pación militar de las comunidades... Y, completando la estra- como se configura desde fines del siglo XVIII y a lo largo del
tegia, un momento «integrador», «negociador», incluso «re- siglo XIX en Europa, lo que algunos editores latinoamerica-
formista»: mesas de negociaciones, acuerdos que no siempre nos prefirieron nombrar «iluminismo»).
se cumplen, iniciativas agraristas para agilizar el reparto o des- Pero lo lamentable es que tampoco la intelectualidad pro-
bloquear expedientes en casos puntuales, reconocimiento ju- gresista, la intelectualidad de izquierdas, haya sido en México
rídico de determinados aspectos de los usos y costumbres indí- suficientemente crítica con la Escuela. Este «trato de favor»
genas, diseño de programas de desarrollo para las zonas concedido al sistema de enseñanza occidental por buena parte
deprimidas, relanzamiento de las campañas de escolarización de la investigación y la fi losofía contestataria latinoamericana
rural e indígena. explica que el prejuicio escolar (la sacralización del confina-
Al fi nal, la Escuela, siempre la Escuela... Entre los diver- miento educativo) siga imperando hoy incluso en organizacio-
sos hilos secretos que unen el neoliberalismo mexicano del nes manifiestamente anticapitalistas, en principio bien arma-
último cuarto de siglo con el reformismo populista de Cárde- das conceptualmente, como el FZLN, que sigue alentando la
nas en los años treinta y Echeverría en los setenta hay uno escolarización en los «territorios autónomos» chiapanecos.
que nos atañe particularmente: la consideración de la Escue-
la como «mano izquierda» de la represión; su instrumenta-
ción como herramienta de «pacificación social»; el 13. Una forma sofisticada del «candor», forma perversa, si no
reconocimiento de su papel decisivo no sólo a la hora de mo- clínica, es la que se manifiesta en los testimonios de ciertos
delar la fuerza de trabajo y lubricar las estructuras sociales, intelectuales indios, prácticamente reclutados para los fines
sino también ante el requerimiento psicopolítico de confor- del Mal Gobierno y que, de hecho, trabajan o colaboran en
mar disposiciones de la personalidad: sumisas, homologables alguna de sus instituciones. Éste es el caso de Natalio Hernán-
en su irrelevante diversidad, muy distintas a las del campesi- dez, quien, por cierto, acompañó a Rigoberta Menchú cuando
no tradicional, a la del indio levantisco que defiende incluso le fue concedido el Premio Nobel de la Paz, y que se presenta
por las armas su diferencia y su ideal de vida. como ferviente indigenista, militante de la causa transnacional
Como veremos más adelante, la historia de los afanes esco- de los pueblos indios 3.
larizadores mexicanos debe contemplar bajo un registro par-
ticular los muy significativos «avances» que se acusaron en
estos tres períodos, aparentemente irreconciliables: cardenis- 3 Natalio Hernández, indígena náhuatl, que ha sido maestro rural, maestro bilin-
mo, echeverrismo y neoliberalismo. güe, organizador de asociaciones de maestros y promotores culturales bilingües,
subdirector de Educación bilingüe-bicultural de la Dirección General de Edu-
cación Indígena de la SEP, subdirector del Programa de Lenguas y Literaturas
12. Ciertamente, los campesinos, excluidos durante mucho Indígenas de la Dirección General de Culturas Populares del Consejo Nacional
tiempo de la esfera de la cultura oficial, no podían atisbar, des- para la Cultura y las Artes... parece creer todavía en la implantación futura de
una educación «bilingüe-intercultural», en el porvenir de un modelo «multicul-
de su gestionada desprevención, la cara oculta de la Escuela y tural» de Escuela que la propia Administración mexicana, estatal y federal, aus-
sí eran dolorosamente conscientes de las consecuencias nega- piciaría y pondría en obra.

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

Así se expresaba, en 1988, la ANPIBAC (Alianza Nacio- rural, en verdad preferían orientar a promotores y enseñan-
nal de Profesionistas Indígenas Bilingües, A.C.), cuyo primer tes no-indígenas; pero su discurso «integrador», «incor pora-
presidente fue Natalio Hernández, rea no tanto de la hipo- dor», partidario del método directo (empleo exclusivo del
cresía como del cinismo, si pensamos mal, o presa absoluta castellano en las aulas), pudo flexibilizarse sin problemas an-
de un «candor» sublimado, un «candor» insuperable, si pen- te las nuevas hornadas de maestros bilingües —que se ser-
samos bien: vían de las lenguas indígenas para enseñar el castellano y di-
fundir exclusivamente la cultura nacional, de matriz
Juntos promotores y maestros indígenas bilingües con occidental. Las siguientes palabras del maestro Rafael Ramí-
nuestros pueblos y con el apoyo de nuestros hermanos in- rez reflejan muy bien el espíritu que animaba a los pioneros
dígenas del mundo, juntos y unidos escribiremos la histo- de la escolarización rural, aliento que se propagó más tarde
ria del hoy y del mañana, para que nuestros hijos no vivan entre sus discípulos y que apenas tuvo que mezclar nuevos
avergonzados de nuestra cultura y de nuestra lengua; para aires para impregnar asimismo a los kapos del Auschwitz in-
que enfrenten orgullosos y altivos el presente y el futuro; dígena, los promotores culturales bilingües:
para que sean capaces de diseñar su propio desarrollo;
para que no abandonen el campo y huyan a las ciudades, Si tú, para darles nuestra ciencia y nuestro saber, les
en donde también y de peor forma los exploten y los humi- hablas en su idioma [decía Rafael Ramírez a los maestros],
llen los no indígenas; para que recobren la relación espiri- perderemos la fe que en ti teníamos, porque corres el peli-
tual con la madre tierra y con la naturaleza [...] El mundo gro de ser tú el incorporado. Comenzarás por habituarte a
cada día avanza con pasos agigantados hacia la destruc- emplear el idioma de los niños, después irás tomando sin
ción de la humanidad; pensamos por ello que necesitamos darte cuenta las costumbres del grupo social étnico a que
nuevas alternativas de vida, enfocar de diferente manera el ellos pertenecen, luego sus formas inferiores de vida, y fi-
desarrollo: la filosofía indígena, las formas nuestras de nalmente tú mismo te convertirás en un indio, es decir una
vida y de organización, nuestra experiencia histórica, de- unidad más a quien incorporar... Esto que te digo no es una
ben hacerse presentes en el concierto mundial de las ideas y chanza para reír, sino una cosa seria.
tal vez motiven, inspiren, otros caminos porque en fi n,
hombres nosotros y hombres ellos, todos tenemos la res- Como veremos en un próximo desarrollo, las metodolo-
ponsabilidad de construir un mundo más humano. 4 gías bilingües-biculturales, aplicadas por maestros indígenas,
sorteando el peligro de la indigenización del docente e inclu-
Y así se expresan hombres que se sumaron al proyecto de so invirtiéndolo (occidentalización del enseñante indio), op-
la «escuela rural mexicana», intelectuales indios que en algu- timizaron enormemente la eficacia «incorporadora», «asimi-
nos casos compartieron mesas de trabajo con los pioneros de ladora», de las muy expansivas escuelas rurales.
aquel sombrío esfuerzo escolarizador.
Gregorio Torres Quintero, José Vasconcelos y Rafael Ra- 14. Cabe la posibilidad de que, en tanto occidentales, este-
mírez, educadores que, junto a otros, dieron alas a la escuela mos haciendo, como anotó Boaventura de Sousa Santos, «la
cuenta de los vencedores», una cuenta en la que la partida es-
4 Convocatoria del Primer Congreso Nacional de la ANPIBAC, junio de 1988.
taría ya defi nitivamente perdida para las víctimas de la globa-

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

lización, de modo que acabaríamos borrando del mapa toda tídoto ante la voracidad de la globalización capitalista. Santos
resistencia real, toda posibilidad de involución o rectificación. no está solo en esa tarea, bella sin duda5.
En sus palabras: Habiendo seguido con interés la pista de esta literatura,
habiéndola disfrutado casi corporalmente, hemos terminado
Con más frecuencia de lo que parece, el discurso de la conceptuándola, sin embargo, como la forma rebajada, culta,
globalización es el recuento de los vencedores en su propia poética, ponderada, del «candor», candor ante Occidente,
versión. En ésta, su victoria es aparentemente tan absoluta candor ante la Escuela occidental. No podemos compartir el
que los vencidos terminan desapareciendo del cuadro por aliento neorromántico (Santos preferiría escribir «neobarro-
completo. co»), neopatriótico (aunque se trate de una patria ampliada:
«Nuestra América»), neohumanista, optimista, esperanza-
Cabe también la posibilidad de que no seamos lo bastante do, que exhalan esos autores. Quizás porque, como occiden-
receptivos a las teorías de la «transculturación» y la «neocul- tales, hacemos «la cuenta de los vencedores». O, con más
turación», que tan importante lugar ocupan en algunas tradi- probabilidad, acaso porque, como occidentales, vivimos en
ciones del pensamiento crítico latinoamericano (pensemos, las entrañas del monstruo.
por ejemplo, en el cubano Fernando Ortiz, en la década de los
cuarenta, o en el brasileño Darcy Ribeiro, desde los noventa)
y que seguramente plantearían de otra forma el debate sobre
la escolarización: la inserción del aparato escolar en las comu- Los matices del «desengaño»
nidades, así como la del aparato médico-higiénico, no tiene
por qué aniquilar de raíz las culturas autóctonas indígenas 15. Afortunadamente, al lado de las expresiones del «can-
—nos dirían—; más bien abocará a un proceso de «transcultu- dor» hallamos también los testimonios del «desengaño».
ración», de «aculturación» seguido de «neoculturación», que No siempre hemos sabido distinguir el «candor» (ingenui-
alumbrará «nuevas formas de subjetividad y de socialidad», dad benevolente y desavisada) de la «mentira» (ideología que
un nuevo «microcosmos cultural» no exento de rebeldía polí- maquilla la realidad, cuando no la vela). Hemos podido to -
tica, de resistencia al imperialismo civilizatorio occidental. mar por «candor», en algún momento, las afloraciones de la
Afín a esta percepción se nos antoja asimismo el «senti- profunda, sorda y permanente «empresa legitimadora» (que
miento» del poeta brasileño Osvaldo de Andrade, con su Ma- diría Habermas), el trabajo grave e indefinido de la «raciona-
nifiesto antropófago, publicado en 1928: por antropofagia en- lización», de la justificación ideológica. Enmascaramiento,
tendía la capacidad americana para devorar todo lo ajeno, en este caso, de una práctica infame, de un oficio vil.
para asimilar al enemigo, incorporar lo extraño e impuesto
hasta crear una identidad compleja, una nueva y cambiante 5 Conecta, por ejemplo, con el espíritu de una llamativa humorada del antropó-
identidad. logo brasileño Darcy Ribeiro: «Es bastante fácil hacer una Australia: tómese
a unos cuantos franceses, ingleses, irlandeses e italianos, láncelos a una isla
Enlazando con estos planteamientos, partiendo también desierta, maten entonces a los indios y hagan una Inglaterra de segunda, maldita
de una relectura de José Martí, Boaventura de Sousa Santos sea, o de tercera, qué mierda. Brasil debe percatarse de que eso es una mierda,
que Canadá es una mierda porque sólo repite Europa. Esto sólo para mostrar
ha podido «cantar» a las posibilidades contrahegemónicas de que la nuestra es una aventura en pos de una nueva humanidad, el «mestizaje»
«Nuestra América», estimándola como un freno y casi un an- en cuerpo y alma. Mestizo es lo que está bien».

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

El «desengaño», sin embargo, está a salvo de esa equivo- rotópica: ya existió, estaba aquí, en la comunidad, cuando la
cidad. No tiene nada que justificar: expresa el dolor del des- comunidad y el «aquí» eran otro sitio. La alternativa estaba
enmascaramiento cuando tampoco se alberga una alternati- en el ayer, y se conserva tal un pálpito en el presente: la he-
va defi nida a lo desenmascarado. Habla, por así decirlo, al mos denominado «educación comunitaria indígena». El otro
borde del abismo, en las inmediaciones del vacío; habla la lugar de la educación tradicional india, su heterotopia riguro-
lengua muda de un deseo. Deseo de lo que ya no existe, de- sa, aspira todavía a recobrarse en el seno de la comunidad de
seo de lo que no hay ni casi puede haber. Habla la lengua de hoy, esta comunidad amenazada, asediada por soldados, po-
un deseo muerto. licías, paramilitares, empresarios, políticos, profesores. El
La crítica de la Escuela ha arrostrado siempre y en todas otro lugar de la educación indígena quisiera ser este lugar de
partes ese componente de agria desesperación: percibe el cri- la comunidad estriada de «desengaño».
men, se solidariza con la víctima, pero no puede evitar el ho-
micidio ni conseguir que nadie acuda a detener al agresor. El
agresor es el espíritu de nuestro tiempo, es la lógica dominan- 16. Mario Molina Cruz, escritor indígena, natural de Yalá-
te, es el principio mismo de realidad. La crítica de la Escuela lag, comunidad zapoteca de la Sierra Juárez de Oaxaca, apa-
no teme gritar una y otra vez que el Rey (de la educación) está rece como un admirable exponente del «desengaño» ante la
desnudo, incluso que sobra el Rey, que el Rey es un tirano; institución escolar. En su opinión, la Escuela, al promover va-
pero resulta que aquellos que pueden escucharla, aquellos lores de éxito individual, personal, contribuye a la erosión de
que, limpiando de legañas sus ojos, aún se capacitarían para la diferencia indígena, una idiosincrasia étnica construida en
reconocer la horrible desnudez del monarca, son todos Reyes torno a un fuerte sentido de lo comunitario.
de sí mismos, tiranos de sí, y las vestimentas con que cubren La Escuela invita a una promoción social que tiene por
sus cuerpos están hechas precisamente de jirones de la desnu- sujeto al individuo, a la familia en todo caso, y que conlleva,
dez del Soberano. como condición de su posibilidad, la exigencia de la emigra-
El «desengaño» de la institución escolar es, por lo tanto, ción. El emigrante, esta figura social emergente a partir de la
honesto, enloquecidamente honesto. Su sinceridad no clama segunda mitad del siglo XX, refleja, al mismo tiempo, el de-
en el desierto: clama al desierto. «¡Naturaleza! ¿Estás deses- clive de la educación comunitaria y los progresos de la Escue-
perada? Yo también lo estoy», grita un taxista borracho, atra- la occidental en su labor descampesinizante y erosiva de los
pado por la nieve, en la última película de Angelopoulos. No valores indígenas; señala a un tipo de hombre que ha conver-
vemos con claridad la alternativa realizable al consentido y tido su causa personal, particular, en el eje vertebrador de su
diario secuestro escolar, pero que no se espere de nosotros el proyecto de futuro. En lugar de permanecer en la comuni-
falso candor de reconocerle legitimidad. dad, para resolver los problemas colectivos, defendiéndola
Lo triste, para el caso de las comunidades indígenas, es ante las fuerzas externas que pretenden debilitarla, abrazado
que la alternativa no podrá ser nunca utópica, pues la idea a los demás ciudadanos, asumiendo su porvenir como porve-
misma de un «sin lugar» hiere la sensibilidad campesina, sino nir propio, esta persona rompe la cadena de solidaridad que
radicalmente tópica, tendente a la conservación en el «aquí y lo unía al grupo social comunitario y, emancipado de esa
ahora» del pasado maltrecho, a la restauración de la tradición constricción «localista» que constituía casi una señal de iden-
desfallecida. Lo triste es que la alternativa haya de ser hete- tidad de todo indígena mesoamericano, opta por abandonar

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

el pueblo y partir hacia lo desconocido, sin otro apoyo, otro acabaron integrando una suerte de intelligentsia india, elitista,
báculo, otro motor que un individualismo y una hipertrofia paternalista, ilustrada, occidentalizada y occidentalizadora a
del propio ego alentados desde hace años por la Escuela y el pesar de su exaltado indigenismo, de su declarada militancia
aparato educativo nacional. en pos de la «liberación» de los pueblos originarios. Respiran-
El progresismo oficial de Occidente ha difundido una ima- do esa atmósfera espiritual, en el seno de esa intelligentsia so-
gen del emigrante centroamericano que no concuerda con la cialmente encumbrada y políticamente «tomada en adopción»
que subsiste hoy entre los defensores organizados del comu- por las instituciones de los Malos Gobiernos mexicanos, se
nalismo indígena, o una fracción singularmente beligerante forjaron, no obstante, trayectorias culturales erráticas, como
del mismo: el indígena radicalmente resistente no puede sim- la de Mario Molina Cruz, caladas de un criticismo insoborna-
patizar en demasía con esos «desertores» de la comunidad, ble. Vamos a recoger aquí algunas cuentas de ese collar del
con esos tránsfugas que, desde un punto de vista inclemente, «desengaño» que engalana a Mario Molina, el escritor de Ya-
podrían ser definidos como renegados. Pudimos constatarlo lálag, como verdadero intelectual indio independiente:
en nuestras charlas con los compañeros zapotecos de San
Juan Juquila Vijanos, mientras cortábamos café, en plena ma- A partir de la segunda mitad del siglo XX, ya impuesta
terialización de la «gozona» (ayuda mutua entre indígenas, la escuela oficial y su modelo occidental a las comunida-
con compromiso de reciprocidad y en evitación del salario, des indígenas, empezó a decaer la influencia de la educa-
especialmente en tareas agrícolas, como la recolección, que ción comunitaria; a partir de entonces los mitos y las le-
rebasan la capacidad de trabajo de la estricta unidad familiar yendas fueron perdiendo su papel normativo de conductas,
campesina): es decir su función educativa [...] Hubo una migración
sorprendente de zapotecos a las grandes ciudades. Con el
—Y, si tienen tanto dinero —los 50.000 pesos que cues- tiempo, y al ritmo de estas fugas de recursos humanos, los
ta sumarse a la aventura de los «espaldas mojadas»—, poblados chicos y medianos tenderán a desaparecer. Tal es
¿por qué se van? ¿Por qué se van, si con ese capital po- el caso de los yalaltecos de la sierra zapoteca del Estado de
drían vivir aquí muchísimos años? —preguntamos. Oaxaca. [Hay que hablar] de estos fenómenos que la crisis
La respuesta fue silenciosa: miradas al suelo, o al ár- económica ha provocado y de la participación de la escue-
bol, grávidas de vergüenza por el otro, el otro «vecino», el la como institución que no asume la defensa de la identi-
otro durante tanto tiempo «hermano». Lo entendimos: dad de los indígenas, sino más bien prepara a las nuevas
—Ya, ya; no se van los más pobres, sino los más ambi- generaciones para pensar diferente, y auspicia la emigra-
ciosos. Así es, así es, así es —musitó, con el característico ción en busca del éxito personal a través de la educación
tono decreciente zapoteco, Felipe Francisco. [...] En muchos casos, es la escuela [nivel superior] lo que
buscan muchos jóvenes apoyados por sus padres, confia-
Dentro del conjunto de los emigrantes, se distinguió pron- dos en la idea del éxito personal vinculado a la educación;
to un segmento destinado a jugar un importante papel, como la teoría del capital humano es una de las esperanzas de
veremos, en la autoaculturación indígena: la fracción de los los padres en su afán de alcanzar la movilidad social. Esto
que abandonaron la comunidad para continuar estudios en los viene a desarticular a las comunidades, pues provoca la
centros de secundaria y en las universidades ciudadanas, y que emigración de las nuevas generaciones [...]

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

La escuela contribuyó a corregir lo que desde niño se pequeñoburguesa... la comunidad indígena sigue resultando
porta, lo que crece en uno como identidad, lo que represen- «necesaria», si no «imprescindible».
ta el medio sobre nuestras conciencias. La escuela nos qui- Pero conviene mucho, a la clase política y al capital nacio-
tó el sombrero (porque el ladino no lo usa) e introduce el nal e internacional, «reformarla», «refuncionalizarla», dismi-
peine; la escuela subestimó nuestra lengua y nos enseña a nuir su autonomía, llevarla a la órbita de la regulación estatal,
pensar en otra diferente. La escuela desactiva al hombre en hacerla depender de fuerzas externas, con el objeto de renta-
su propio medio y esto a temprana edad hace mella, que bilizar mejor las inversiones y, llegado el caso, lograr que ad-
repercute en el futuro [...] mitiera su propia desaparición allí donde concurrieran pode-
La escuela no se hace cargo de la defensa de la cultura rosísimos intereses materiales o geopolíticos —explotación
de los indígenas; trae consignas de «selección», trae valores incondicionada de algún recurso minero, forestal, hidráulico,
«nacionales». La escuela es un proceso que trabaja para ecoturístico, bioprospectivo; planes de contrainsurgencia;
sepultar la identidad propia y prepara al alumno para des- macroproyectos continentales de obras públicas; etc. sta es la
conectarse de su comunidad. empresa a la que se consagra la Escuela oficial. «Desangrar,
pero no descabellar», podríamos decir.
Abundando en la razón más material de este interés ad-
17. Pero, en verdad, y como nos ha sucedido también a noso- ministrativo en un mantenimiento «bajo mínimos» del sector
tros, Mario Molina pinta con colores demasiado vivos el cua- comunitario indígena, Catherine Heau-Lambert y Enrique
dro de la descomposición cultural y sociopolítica de las co- Rajchenberg formulaban, en un artículo publicado por la Re-
munidades bajo los golpes de escolarización forzosa y del vista Chiapas, un interrogante perfectamente retórico:
desarrollo educativo oficial.
La Administración mexicana, estatal y federal, no persi- El sistema ejidal ha permitido que el 60, luego el 50 y
gue tanto la aniquilación, el exterminio, de la vida comunita- ahora el 40% de la población mexicana sobreviviera gra-
ria indígena como su debilitamiento graduado, su anemia cal- cias al cultivo de sus tierras [...] Haciendo alarde de op-
culada y controlada. A través de las escuelas y del conjunto de timismo, podemos especular con que la maquila logre
los programas culturales y político-económicos, se pretende emplear al 20% de la población actualmente campesina.
desbravar el dinamismo específico de la comunidad y con- ¿Qué pasará con el 20% restante? [...] Si el desempleo en
vertirla en una entidad más maleable, dúctil, manipulable, las ciudades ya es alarmante, ¿dónde irá a parar?
funcional...
Desde diversos puntos de vista, lo mismo como vivero de Casi sobran las palabras: ese supuesto 20% irá a parar a
mano de obra que como amortiguador de los confl ictos eco- donde está, a donde siempre ha estado, a la comunidad como
nómicos, como basurero social que como nutriente de la de- enclave de infrasubsistencia y almáciga de mano de obra pa-
magogia política, como frontera interior del nuevo misione- ra usos ocasionales o sistemáticos de la empresa privada. El
rismo pedagógico que como parque etno-antropológico y ejido se verá asaltado, disminuido, pero no suprimido. Se
reclamo para el turismo cultural, como reservorio de saberes usurparán las tierras de las comunidades que encierren un
médicos tradicionales pesquisado por la farmacognosia capi- interés económico o estratégico, pero no las otras. Se despla-
talista que como laboratorio de la solidaridad transnacional zarán poblaciones cuando molesten al Capital o a la Admi-

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

nistración, pero sólo entonces. El capitalismo mexicano no asimilar y reconducir la oposición en estos términos: econo-
puede prescindir de la propiedad comunal, colectiva, ejidal; mía política de la desobediencia: encuadrar todo el ejército
no puede prescindir, todavía al menos, de esas comunidades de los críticos, los comprometidos, los lúcidos... y encomen-
indígenas que quisiera, no obstante, doblegar, someter, en- darle las tareas decisivas de la Vieja Represión. Para el caso
varar. mexicano, habría que incluir también a los desesperados, a
los sin-tierra, a los miserables, a los parados, a los indios.
Tras la revolución social de 1910, el Estado mexicano em-
18. Hace algunos años, Roland Barthes hablaba de una es- prende su proyecto «modernizador». A la idea de una nación
trategia por la cual los poderes políticos y culturales se inmu- homogénea, unificada, se sacrifica todo principio de respeto
nizaban para la crítica radical autoinfl igiéndose un pequeño a la diferencia. No cabía esperar, del lado de las comunidades
correctivo, denunciándose a sí mismos en términos modera- indígenas, y aparte del reconocimiento de su naturaleza jurí-
dos, señalando sus propios «males menores» para ocultar el dica como municipios libres, el menor esfuerzo institucional
«mal mayor» que los constituía. Despistaban así a sus adversa- por la preservación y defensa de sus culturas. Eran los tiem-
rios y alardeaban de una sana capacidad de autocrítica y auto- pos de la asimilación, de la incorporación.
enmienda. La denominó «estrategia de la vacuna». Con Cárdenas (1934-1940), y en el ambiente populista de
La intelligentsia indígena involucrada en los programas de una exacerbación de la sensibilidad social, período en el que
educación «bilingüe», en las campañas de escolarización y al- la pacificación nacional requiere la mencionada doble estra-
fabetización en lengua castellana, etc., ha sabido, constante- tegia de la «represión» y la «reforma», se dan pasos importan-
mente, de esa estrategia. Indígenas enquistados en el aparato tes en la conformación de una élite indígena progubernamen-
educativo del Estado se han encargado de «vacunarla» perió- tal. Atrás quedan los torpes intentos asimilacionistas de las
dicamente, desde los años setenta. El antídoto que se inocula Casas del Pueblo, las misiones culturales y las primeras es-
al intelectual indio implicado en la destrucción cultural de su cuelas rurales. Atrás queda también el proyecto, más ambi-
pueblo se presenta como una forma atenuada de «desenga- cioso, siempre en términos de incorporación, que promovió
ño», desengaño retórico, «para la ocasión», desengaño «de la fundación de la Casa del Estudiante Indígena (1926).
usar y tirar», un lavarse las manos antes de estrangular al her- Con la creación, en 1938, de la Federación Nacional de Es-
mano caído. tudiantes Indígenas, cuyos líderes fueron Ramón Hernández
Para la floración y crecimiento de la mencionada capa de López, mixteco de Oaxaca, y Onésimo Ríos, zapoteco de la
intelectuales indios fueron decisivos dos períodos de la histo- Sierra Juárez, y cuyo órgano de difusión recibió el elocuente
ria contemporánea de México: el cardenismo y el echeverris- nombre de La Voz del Indio. Periódico de información al ser-
mo. En ambas ocasiones, la política federal atiende a una vicio de la clase indígena, se hace evidente que la inteligencia
integración organizativa de los principales focos de reivindi- integradora del Estado ha entrado en una nueva fase. Los ob-
cación social y política. Campesinos, obreros, maestros, es- jetivos declarados de la Federación ilustran fehacientemente,
tudiantes e indígenas son encuadrados en organizaciones por un lado, su subordinación al programa cardenista y, por
patrocinadas por el mismo gobierno, en un intento conscien- otro, su proclividad al corporativismo y a un paternalismo de
te de secuestrar su autonomía, de cancelar su independencia. índole despótico-ilustrada. Así los expresó La Voz del Indio:
En otra parte, hemos aludido a la estrategia subyacente de

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

– Defender el proyecto cardenista en favor de los pue- En 1964, la Secretaría de Educación Pública pasa a hacer-
blos indios [expresión inequívoca de fidelidad política]. se cargo de la labor de los promotores y maestros bilingües
– Preservar el patrimonio asignado a los estudiantes (iniciada en 1952 bajo supervisión del Instituto Nacional In-
indígenas [preocupación material muy característica de digenista) y se prepara así la gran explosión de los setenta: la
las organizaciones que inician procesos corporativos de tarea se implementa a nivel nacional y el número de promo-
burocratización e institucionalización]. tores culturales bilingües pasa de 3.416 en 1971 a 14.500 en
– Proporcionar gestoría a las comunidades indígenas 1976. En 1975 los círculos oficiales conciben y alientan la
en asuntos agrarios, comunicaciones, educación y servi- creación del Consejo Nacional Indigenista, con unos plantea-
cios asistenciales [elitismo que sitúa a sus miembros en una mientos en los que el «candor» reviene en «ideología», como
posición de superioridad en relación con las masas indíge- ya quedó apuntado.
nas, tal una «aristocracia del saber», separada y encumbra- Dos años antes, con una apariencia de mayor autonomía,
da por el privilegio de su ilustración]. se había constituido la OPINAC (Organización de Profesio-
– Impulsar la participación indígena dentro de las or- nistas Indígenas Nahuas, A.C.). Dominada por el contingen-
ganizaciones políticas del país [desafección implícita ha- te de maestros bilingües, exhala en sus proclamas un paterna-
cia la independencia del movimiento indígena, al promo- lismo aristocrático y un complejo de superioridad y liderazgo
ver su inserción en los partidos, sindicatos y otras intelectual casi irritantes, que muy fácilmente la ubicará en el
formaciones «adscritas» al aparato del Estado]. entorno de la cultura política oficial. Entre sus objetivos de-
clarados encontramos los siguientes: «configurar una ideolo-
Dos años antes, en 1936, y para auspiciar estrategias de gía avanzada y sólida a favor del indígena, crear en el indíge-
este orden, se había creado el Departamento Autónomo de na una mentalidad abierta, hacer conciencia en nuestros
Asuntos Indígenas. grupos étnicos sobre la realidad actual, unificar los criterios
Habrá que esperar a los años setenta para que, en un con- ideológicos sobre la problemática indígena actual, pugnar por
texto nuevamente explosivo, excitado además por el salvaje la formación de científicos, técnicos y humanistas indígenas».
aplastamiento de la protesta estudiantil del 68, y con el «neo- Pedagogismo asfi xiante que concibe al indígena «corriente»
zapatismo» de Echeverría conjugando demagogia verbal de como mero objeto de una práctica ilustradora, concienciado-
izquierdas y astucia represiva de derechas (1970-1976), se ra, moldeadora de la personalidad, y que recaba para los
acelere el proceso de estratificación y ramificación institu- maestros toda la dignidad de la creación y recreación ideoló-
cional de la intelligentsia indígena. Será entonces cuando gicas, al modo de «inteligencias separadas», casi «vanguar-
surja también, a modo de autoconciencia crítica del indige- dias» políticas y culturales, que deben arrojar luz sobre las
nismo integrado, una camarilla de personalidades indias po- masas indias minusválidas. Atribución de una facultad rigu-
dría decirse que especializadas en la administración de la rosamente «pastoral», por usar los términos de Foucault; e
«vacuna» autosancionadora. Su discurso será, hasta nuestros «indignidad de hablar por otro», como añadiría Deleuze. No
días, el de un «desengaño» atemperado, diplomático, que, meramente unas prácticas gratas a los poderes instituidos:
sin llegar nunca al reconocimiento de la culpa política, sugie- prácticas en sí mismas del poder.
re una incomodidad ideológica y un malestar profesional La intelligentsia india, una vez constituida y consolidada,
irrevocables. adherida a instituciones específicas, a órganos perdurables de

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

la Administración (indiferentes al sesgo político de los sucesi- liberación que posibilite la toma de conciencia respecto de
vos Gobiernos), continúa desplegando su propio ritual congre- su realidad cultural, social, política y económica. Expresa
sual y reorganizativo año tras año. Poco le afecta que a Eche- la necesidad de instaurar una política de revalorización
verría pueda sucederle un político tildado de «conservador»: cultural a nivel nacional, que permita el desarrollo de las
antes al contrario, aprovecha la primera ocasión de reunirse manifestaciones culturales de nuestros grupos indígenas...
con él, cuando todavía es candidato. Y en mayo de 1976 se lleva
a cabo en Vícam, Sonora, el Encuentro Nacional de Maestros Radicalismo verbal y demagogia, como decíamos, porque,
Indígenas Bilingües, contando con López Portillo como invi- si bien se pone el dedo en la llaga, sólo se sugiere, para el mal de
tado e interlocutor. Se consideró un gran «éxito». Lo de menos fondo que la provoca, una terapia risible y farsante: cierta re-
es que López Portillo, confirmando los pronósticos, desplega- forma de la educación, en sentido «multiculturalista», y una
ra inmediatamente una política antiagrarista, anunciando el mayor apertura de la política cultural, estimuladora de las ma-
fin de la redistribución de la tierra y reprimiendo sin contem- nifestaciones indígenas. Pequeños retoques superestructurales
placiones a los campesinos; lo de menos es el número creciente para aliviar una opresión histórica que hunde sus raíces en lo
de indígenas asesinados por las fuerzas policiales y parapoli- económico y en lo social, recetas «culturalistas» para obviar
ciales (veinte al mes, de media, en 1978, según Bartra). las expresiones contemporáneas de la lucha de clases.
Un II Encuentro Nacional de Profesionistas Indígenas Bi- De todas formas, el tono reivindicativo de las Alianzas de
lingües, celebrado esta vez en México D.F., propicia la cons- Profesionistas Bilingües y la dinámica de reuniones y encuen-
titución de un nuevo engendro elitista, la ANPIBAC (Alianza tros que generan sirven a la causa de la intelectualidad india
Nacional de Profesionistas Indígenas Bilingües, A.C.), con un «orgánica» y no son completamente ajenos a la decisión gu-
«programa de acción» en el que el radicalismo verbal y la de- bernamental de instituir una nueva Dirección General en
magogia, saturando el discurso, testimonian la voluntad de no 1978: la Dirección General de Educación Indígena. Como pri-
extrañarse del todo de los movimientos indígenas de base. El meros frutos de la flamante Dirección, dos nuevas licenciatu-
documento que recoge los estatutos y los principios de la nue- ras (la de educación indígena en la Universidad Pedagógica
va Alianza contiene, por ejemplo, estas referencias: Nacional y la de etnolingüística, a cargo del Instituto Nacional
de Antropología e Historia) incrementan las oportunidades
La ANPIBAC sostiene que la liberación del indio ha- de promoción social para los estudiantes indígenas e inaugu-
brá de darse con la participación consciente de los propios ran una nueva vía de acceso a la nomenclatura de la intelli-
indígenas [...] en solidaridad con los científicos sociales gentsia india.
progresistas y los grupos de obreros y campesinos que lu- Los gobiernos neoliberales que se suceden en el poder a
chan por su emancipación. Rechaza la existencia del lla- partir de 1982 prorrogan y amplían las prerrogativas de la
mado «problema indígena» como lastre de la vida nacional capa étnica, consolidan este «estado de las cosas indígenas ofi-
y sostiene que las condiciones en las que viven los grupos ciales», en el convencimiento de que, para gestionar el espacio
étnicos son consecuencia del sistema político, económico y social de las comunidades, es imprescindible contar con una
social del país [...] Postula la necesidad de modificar el tropa en parte estabilizada y en parte remozada de malinches
sentido de la educación que en forma tradicional se impar- burocratizados. Para uso interno de estos funcionarios indios
te a los grupos étnicos, para convertirla en instrumento de del consenso, se difundirán periódicamente documentos

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amargos, casi derrotistas, en los que se dejará constancia, una te a maestro bilingüe que ingresa con estudios de secundaria
y otra vez, de lo poco que se ha avanzado en el camino de la o bachillerato no logra interiorizar los objetivos y la meto-
educación «intercultural» y de lo mucho que queda por hacer. dología de la educación indígena bilingüe-bicultural. 6
Es el antídoto, la vacuna que inmuniza contra todas las críti-
cas posibles; es el testimonio de un desengaño deslavado, un Natalio Hernández, hombre de la Administración a efec-
desengaño engañoso: tos prácticos, peregrino de subdirecciones, secretarías y pre-
sidencias bajo gobiernos de muy distinto signo, «uno de los
Desde la creación de la Dirección General de Educa- actores principales del acontecer reciente de la educación in-
ción Indígena en 1978 a la fecha, el subsistema no ha lo- dígena en el país» (según Sylvia Schmelkes, investigadora del
grado trascender como propuesta pedagógica que difiera Instituto Politécnico Nacional), promotor y primer presiden-
cualitativamente del sistema educativo nacional. No se ha te de ANPIBAC, autor premiado de muchos libros de poesía,
avanzado en la creación de materiales didácticos bilingües director de la Casa de los Escritores en Lenguas Indígenas y
que vayan más allá de los dos primeros grados de la educa- secretario del Seminario de Análisis de Experiencias Indíge-
ción primaria. A nivel de educación media se inició un pro- nas en los últimos años del siglo XX, tomó con gusto sobre
yecto de educación secundaria bilingüe que tampoco ha sus espaldas la tarea crucial del autocriticismo amortiguado,
logrado ampliarse ni consolidarse. Por otra parte, hay una erigiéndose al cabo de varias décadas en uno de los más afor-
incomprensión por parte de los maestros e inspectores y, en tunados vacunadores de la intelectualidad india reclutada
ocasiones, de los propios funcionarios del sistema educa- por la organización estatal.
tivo nacional, sobre los objetivos de la educación indígena. A pesar de reiterar buena parte de las deficiencias detec-
En el campo con frecuencia acontece que, mientras el tadas décadas atrás, sobre todo en lo concerniente a capacita-
maestro bilingüe se esfuerza por desarrollar la lengua ma- ción, materiales didácticos, metodología y objetivos de la edu-
terna de los alumnos, los maestros federales y estatales des- cación indígena, a pesar de señalar el bloqueo institucional, a
califican este esfuerzo educativo, argumentando que los pesar de reconocer el hecho definitivo de la burocratización
idiomas indígenas son dialectos sin ningún valor para la de los maestros bilingües, a pesar del acento «desengañado»
educación de los alumnos indígenas. de algunos de sus parágrafos, etc., Natalio Hernández conclu-
También es cierto que muchos de los maestros bilingües ye su análisis de 1996, titulado significativamente La educa-
que lucharon en la década de los años setenta a través de la ción indígena: una utopía posible, con una expresión sólo su-
ANPIBAC terminaron burocratizándose, haciendo de su perficialmente candorosa (vale decir: justificadora, ideológica,
práctica docente un ejercicio rutinario, como cualquier mixtificadora) de fe en el futuro. Se garantiza así el efecto
maestro de primaria adscrito a una comunidad indígena. vacuna:
Pocos son los maestros bilingües que continuaron reflexio-
nando y buscando nuevas opciones educativas [...] Hay A nivel normativo existen las condiciones y los instru-
que reconocer que la expansión cuantitativa del subsiste- mentos jurídicos para proponer y construir nuevas alter-
ma de educación indígena ha limitado el desarrollo cuali- nativas pedagógicas [...] En materia política, el nuevo fe-
tativo del mismo. La formación de los docentes ha sido una
de sus principales limitaciones. Con frecuencia el aspiran- 6 Natalio Hernández, La educación indígena: una utopía posible, 1996.

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

deralismo reconoce la importancia del desarrollo social a Hoy las cosas han llegado al colmo, a lo insoportable, a
partir de la diversidad cultural y lingüística de cada región lo inhumano, a la barbarie: las vidas acribilladas en Acteal
y concede a los municipios la facultad de intervenir en el dan muestra de ello. Estamos como a principios del siglo
programa educativo de sus respectivas jurisdicciones [...] pasado, antes de gestarse el movimiento de la Independen-
Como podrá observarse, aunque insuficientes por ahora, cia. Hoy, como entonces, una élite criolla es la que decide
existen los instrumentos jurídico-políticos necesarios para el destino de México. La mayoría de los mexicanos, indios
desarrollar una educación indígena desde la experiencia y mestizos, estamos para obedecer, callar y soportar las
comunitaria de los maestros, cimentada en la cultura local consecuencias de la política macroeconómica neoliberal.
y en las aspiraciones y proyectos de vida de los propios De seguir así las cosas, nos encaminamos hacia el sui-
pueblos indígenas, acorde con el proyecto de sociedad cidio social, hacia la impotencia, la frustración, no sólo de
multicultural y plurilingüe de la nación. los indios que hemos soportado siglos de opresión, sino de
la sociedad toda. Corremos el riesgo de cancelar las posi-
En ocasiones, sin embargo, es necesario incrementar la bilidades de construir un futuro en donde quepamos todos
dosis de los virus desactivados, aumentar la escala de la vacu- los mexicanos [...]
noterapia, pues el mal se manifiesta con una insoportable es- De manera particular habrá que señalar que en 50 años
pectacularidad. Es la hora de profundizar la apariencia del de existencia, el Instituto Nacional Indigenista (INI) no ha
desengaño, enterrando por completo los simulacros del «can- formado los cuadros técnicos indígenas para transferir la
dor». Se endurece el paliativo y, como corresponde a la defi- dirección del Instituto a manos de los propios indígenas,
nición moderna de «cinismo» propuesta por García Cual situación que refleja en el fondo una actitud paternalista y
—conocer el horror de lo que se hace y seguir adelante— se asistencialista. Las demás instituciones de los gobiernos
regresa como todos los días a los puestos de culpabilidad po- federal y estatal históricamente se han desentendido de los
lítica, a los cargos de complicidad con el opresor. Ante la gra- pueblos indígenas como sector social con sus propias par-
vedad del estado clínico, es también importante introducir ticularidades culturales y lingüísticas: por muchos años,
procedimientos exculpatorios, achacar al otro, a lo externo, a todo asunto relacionado con los pueblos indígenas era tur-
lo de afuera, las dolencias de las que en parte se es responsa- nado automáticamente al INI para su atención. Por su par-
ble. Esto ocurrió, por ejemplo, tras la masacre de Acteal. Los te, los técnicos (agrónomos, médicos, economistas, antro-
intelectuales indios orgánicos (en el sentido gramsciano de pólogos, etc) jamás se han interesado por el aprendizaje de
«aristocracia cultural adherida a la sociedad política, a la or- los idiomas indígenas para establecer una mejor comuni-
ganización estatal»), alimentados por el Estado, apadrinados cación y el diálogo intercultural que favorezca la planea-
por el Estado, un Estado que acaba de mostrar su naturaleza ción del desarrollo comunitario, situación que en última
genocida, tienen mucho interés en mostrarse «más indios que instancia refleja el colonialismo interno. La educación in-
nunca» y «menos Estado que nunca». En un artículo publica- dígena (desde su creación en 1964) sigue siendo un proyec-
do en 1998, Hernández, indio náhuatl, dice lo que tiene que to marginal dentro del sistema educativo nacional que, a la
decir para que los demás (indios como él, maestros como él, postre, genera desconocimiento de la diversidad cultural y
Estado como él) continúen estando donde no deberían estar lingüística en la sociedad mexicana. La creación del Insti-
y haciendo lo que nadie debería hacer: tuto Nacional de Lenguas Indígenas que el ejecutivo fede-

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ral promovió en el sexenio pasado sigue siendo un proyec- la expresión, denuncia de lo obvio, sin el menor calado teóri-
to congelado. La presidencia de la Comisión de Asuntos co, radicalmente insuficiente. Así, Luis Benavides, en Los in-
Indígenas de la Cámara de Diputados se usa como preben- dios ayer, hoy y mañana, señala el «colonialismo interno» que
da política y no para la designación del representante indí- padecen las comunidades indígenas, expuestas a programas
gena en la propia Cámara. Los partidos políticos alientan educativos y de desarrollo «etnocéntricos», diseñados desde
las voces indígenas en sus campañas de proselitismo, pero la cultura del hombre blanco occidental. Víctor de la Cruz,
se olvidan de los pueblos indígenas una vez que acceden al escritor zapoteco, ha cuestionado en diversas ocasiones el pro-
poder. Las universidades del país continúan con un pro- yecto educativo de las universidades mexicanas, tildándolo de
yecto educativo que ignora la realidad multiétnica, lingüís- «criollo» y «cerrado» a la diversidad cultural del país. Y, en
tica y sociocultural del país. fin, estas perspectivas son retomadas por diversos intelectua-
Sólo atendiendo las anteriores omisiones, incongruen- les zapotecos, en quienes parece haber fructificado la herencia
cias y olvidos por parte del Estado y de la sociedad mexi- de la Coalición Obrera, Campesina y Estudiantil del Istmo
cana [...] estaremos iniciando el diálogo y la reconciliación (COCEI), surgida en la euforia de los setenta, Macario Ma-
nacional para que nuestros pueblos nunca más sean igno- tus, Eendino Jiménez y Desoderio de Gyves, entre ellos; por
rados por el México moderno [...] La participación justa e los escritores nahuatlatos del grupo de Milpa Alta, Distrito
igualitaria de los pueblos indios en los tres poderes de la Federal, con Librado Silva Galeana al frente; por los investi-
Unión y en los tres niveles de gobierno es la única garantía gadores y literatos del Centro Cultural Náhuatl de Huejutla,
de paz con dignidad y justicia.7 Hidalgo, coordinado por Idelfonso Maya; por el historiador
Luis Reyes, etc.
Ante la coyuntura de excepción, se diluye el autocriticis- Se trata, de todas formas, de un conjunto heterogéneo de
mo amortiguado de ocasiones anteriores en la culpabilización intelectuales, con ciertas regularidades en el modo de com-
expresa de lo no-indio, del Estado y de la sociedad mexicana patibilizar su condición indígena con las servidumbres políti-
en su conjunto, si es menester; pero se termina proponiendo, cas e ideológicas de su profesión o de su cometido (funciona-
en aras de la socorrida «reconciliación nacional», el extraña- rios públicos, maestros normalistas, escritores reconocidos),
miento político de la comunidad india, una integración abso- hombres que abandonaron la comunidad pero que no se sien-
luta del indigenismo en la maquina política establecida, en el ten cómodos bajo la etiqueta de «emigrantes», con un pensa-
sistema de gobierno que, a fi n de cuentas, y para la bonanza miento a menudo en confl icto, con una sensibilidad casi siem-
del Capital, regula el genocidio y desencadena las matanzas. pre desgarrada. Mario Molina Cruz ha hecho referencia a esa
Junto a Natalio Hernández, otros indígenas seleccionados tesitura vital de un modo tan sencillo como elocuente: esto
por el sistema cultural y político del capitalismo mexicano da como resultado una identidad ambigua; el hecho de ser y
ejercen de «conciencia» de la intelectualidad india integrada, no ser parte de la sociedad, es resistencia y dominación, es
aunando la justificación ideológica de su labor en el seno o en como estar atrapado en dos redes.
la periferia del aparato del Estado con el ejercicio de una de- En ocasiones, por la hondura del confl icto, y como por un
nuncia tan poco sustantiva en lo conceptual como rotunda en desborde de la contradicción, del malestar interior, estos au-
tores pueden sorprendernos con indicaciones certeras, meri-
7 Natalio Hernández, tras la masacre de Acteal.
dianas, impropias del triste papel que han decidido represen-

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tar contra su pueblo. Estimamos imposible no suscribir, valga no hallamos el menor rastro de la educación «bilingüe-bicul-
el ejemplo, el siguiente fragmento de Natalio Hernández, pu- tural». En las escuelas se empleaba el llamado «método direc-
blicado en 1988, inesperado para cualquier conocedor de su to»: la enseñanza exclusivamente en castellano. Los currícula
obra: no reservaban el menor espacio a la divulgación de la historia
y cultura zapotecas. La condición indígena estaba excluida de
Hasta ahora, el principal interlocutor de las organiza- las programaciones.
ciones indígenas ha sido el Estado mexicano. Como resul- Pero para nosotros lo importante es señalar que, aun en el
tado de esta relación, muchas de las demandas indígenas caso contrario, aun cuando hubiéramos atestiguado la im-
forman parte de la política y programa de acción de las plantación general de la educación intercultural, daría lo
instituciones gubernamentales [...] Lo cierto es que fueron mismo. El multiculturalismo deviene como una forma sofisti-
tragadas por el «monstruo», esto es, por el sistema sociopo- cada del asimilacionismo; su objetivo sigue siendo la «incor-
lítico mexicano [...] En otras palabras, las banderas de los poración», marcando por añadidura al estudiante distinto de
indígenas fueron «asumidas» formalmente por el propio cara a su desenvolvimiento futuro por la sociedad mayor.
Estado. En este sentido, cabe hacer notar que las organiza- Las propuestas «bilingües-biculturales» forman parte, por
ciones indígenas han sido neutralizadas o inmovilizadas tanto, de una estrategia de diversión: se canalizan las energías
por la acción del Estado a través de sus instituciones. Sus críticas, contestatarias, hacia un objetivo de todos modos irre-
principales demandas forman parte del discurso oficial levante. Estamos ante una «falsa lucha», ante un combate di-
[...] Esta situación de aparente debilitamiento de las orga- señado por el poder para desgastar y debilitar a sus oponentes
nizaciones indias traerá, sin lugar a dudas, nuevos plantea- potenciales. De nada libra a un niño zapoteco, en el contexto
mientos y sobre todo nuevos mecanismos de acción, ya no real de la comunidad asediada por el capitalismo-ambiente,
para demandar, sino para actuar y desarrollar proyectos afectada por las leyes del mercado, invadida por los medios de
alternativos. Vendrá una nueva etapa del movimiento in- comunicación de masas, etc., formarse en un doble conoci-
dio organizado, en la que sus protagonistas no recurrirán miento cultural, colocado el uno al lado del otro, como si los
al lamento ni al reclamo, sino que ofrecerán propuestas y dos ámbitos fueran verdaderamente compatibles, como si una
acciones concretas para superar la situación colonial que cultura no exigiera la ausencia de la otra simplemente para
aún predomina en las regiones indígenas del país. crecer, como si la cultura occidental no se hallara conceptual-
mente incapacitada para tolerar la diferencia y como si la cul-
tura zapoteca no se tornara literalmente ilegible, sintiendo
algo parecido a una condena a muerte, ante la mera cercanía
de la cultura occidental. No le libra de nada porque el conoci-
Lo que Occidente ya sabía: miseria del «multi- miento de la tradición cultural zapoteca no cuenta en el mer-
culturalismo». Subirse a un barco de salvamento cado de la mano de obra, no ayuda a sobrevivir en la ciudad y
diseñado para que también se hunda pronto apenas reportará consideración o estima en el propio
pueblo. Queremos decir que el arco de trayectorias económi-
19. En las comunidades zapotecas de la Sierra Juárez de co-sociales prescrito, salvo sorpresas, por su condición india
Oaxaca que tuvimos ocasión de visitar en el invierno de 2006 no se verá alterado, corregido, subsanado meramente por sus

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conocimientos zapotecos. Le espera previsiblemente la mis- do meramente el modo de verter en ella unos contenidos cultu-
ma exclusión, la misma marginación; o, en contados casos, rales desvitalizados, positivizados, reificados, gravemente fal-
una promoción social al precio de su alienación cultural, al seados por la circunstancia de haber sido arrancados de los
precio del ahogo de su sentimiento étnico-local, una promo- procedimientos tradicionales que le conferían la plenitud de
ción en contra de su formación cultural zapoteca. Donde he- su sentido, la hondura de su significado.
mos dicho niño «zapoteco», hubiéramos podido decir mixte- La leyenda zapoteca de la langosta, por ejemplo, tan hen-
co, ch’ol, tsotsil, triqui, tseltal, chinanteco, huave... chida de simbolismos, se convierte en una simple historieta,
Por otro lado, la Escuela, como fórmula educativa particu- en una serie casi cómica, si se cuenta en la Escuela; y en un
lar, una entre otras, hábito relativamente reciente de sólo un insulto a la condición india si, además, la relata un «profesor».
puñado de hombres sobre la tierra, no se aviene bien con unas La leyenda de la langosta sólo despliega el abanico de sus en-
culturas (indígenas) que exigen la informalidad y la interac- señanzas si se narra en una multiplicidad ordenada de espa-
ción comunitaria como condición de su producción y de su cios, que incluyen la milpa, el camino y la casa, siempre en la
transmisión. La Escuela sólo podría desnaturalizar, violentar, estación de la cosecha, si se temporiza adecuadamente, si se
amputar, tergiversar, en el caso que hemos elegido como ejem- va desgranando en un ambiente de trabajo colectivo, en una
plo, el legado cultural zapoteco. Convertir la cultura zapoteca lógica económica de subsistencia comunitaria, si parte de la-
en «asignatura», «materia», «currículum», «objeto de exa- bios hermanos, si se cuenta con la voz y con el cuerpo. El mito
men», etc., es asestarle un golpe de muerte. Probablemente, se de la riqueza, que encierra una inmensa crítica social, y puede
le haría más daño que con la exclusión actual. Por la Escuela no concebirse, por la complejidad de su estructura, como un sis-
caben, en modo alguno, las cosmovisiones indias, debido a la tema de mitos, se dejaría leer como una tontería si hubiera
desemejanza estructural entre la cultura occidental y las cultu- sido encerrado en una unidad didáctica. Convertir el ritual
ras indígenas. Sostener lo contrario es atribuir a la modalidad del Cho’ne en objeto de una pregunta de examen constituye
educativa de una determinada cultura, da igual que se preten- una vileza, una profanación, un asalto a la intimidad.
da la más influyente, un poder codificador universal, un privi- Por añadidura, la educación «bicultural» no es psicológi-
legio hermenéutico incondicionado, una capacidad de capta- camente concebible. De intentarse en serio, abocaría a una
ción y transmisión de conceptos literalmente sobreterrenal. suerte de esquizofrenia. En ninguna subjetividad humana ca-
Nada garantiza que la Escuela como fórmula pueda preser- ben dos culturas. El planteamiento meramente «aditivo» de
var la cultura zapoteca; antes al contrario, en la medida en que los defensores de la interculturalidad sólo puede defenderse
la Escuela excluye y condena las maneras tradicionales de la partiendo de un concepto restrictivo de «cultura», un concep-
«educación comunitaria indígena», atenta contra la perviven- to positivista, descriptivista, casi pintoresquista. Decía Ar-
cia del mencionado legado cultural. Una cultura es también taud que la cultura es un nuevo órgano, un segundo aliento,
sus modos específicos de producirse y socializarse. Desgajar otra respiración. Y estaba en lo cierto: el bagaje cultural del
los contenidos de los procedimientos equivale a destruirla. individuo impregna la totalidad de la subjetividad, determina
Resulta patético, aunque explicable, que la intelectualidad in- incluso el aparato perceptivo. Por utilizar un lenguaje antiguo,
dígena no haya tomado conciencia de ello; y que, en lugar de diríamos que la cultura es alma, espíritu, corazón. Y no es
luchar por la restauración de la educación comunitaria, se haya concebible un ser con dos corazones, con dos percepciones,
arrodillado ante el nuevo ídolo de la Escuela occidental, vien- con un hálito doble. La educación «bicultural» se resolvería,

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

en la práctica, como hegemonía de la cultura occidental, que cuentas, Occidente ¿las formas occidentales de autoridad, in-
sería verdaderamente interiorizada, apropiada, encarnada en teracción grupal, comportamiento reglado en los espacios de
el indígena; y, desde ahí, desde ese sujeto mentalmente colo- clausura, administración del tiempo, socialización del saber).
nizado, como apertura ilustrativa, enciclopedística, a la cultu- Ni desde el punto de vista de la psicología social, ni desde
ra étnica, disecada en meros «contenidos», «informaciones», el de la lógica expositora diferenciada de las culturas, ni desde
«curiosidades». La posibilidad contraria, una introyección de el de las utilidades económicas y políticas de la escolarización
la cultura indígena y una apertura «ilustrativa» a la cultura es defendible el fantasma de la educación «bilingüe-bicultu-
occidental no tiene, por desgracia, los pies en esta tierra. No ral». Donde se ha experimentado con seriedad sólo ha produ-
los tiene, en primer lugar, porque, como hemos indicado, la cido un efecto, reconocido por Natalio Hernández: jóvenes
cultura indígena no admite su exposición escolar, es incompa- que, por haber estudiado también una lengua indígena, no ha-
tible con las formas de recodificación curricular y retranscrip- blan bien el castellano; jóvenes que, por haber estudiado cas-
ción didáctica que definen a la escuela moderna; y porque, en tellano desde los parámetros de la cultura occidental, y por te-
segundo lugar, no existe el menor interés administrativo, po- ner que desenvolverse en un entorno cada vez más marcado
lítico o económico, en una escolarización que no propenda las por el capitalismo occidental, se avergüenzan de lo poco o lo
«disposiciones de carácter» y las «pautas de comportamiento» mucho que sus maestros han conseguido enseñarles de la cos-
requeridas por la expansión del capitalismo occidental, que no movisión indígena. Atribuir esa deficiencia, como hace el es-
moldee los llamados recursos humanos de cara a su uso social critor y funcionario público náhuatl, a la insuficiente capacita-
reproductivo, bien como mano de obra suficientemente cuali- ción de los educadores, a la falta de materiales didácticos, a la
ficada y disciplinada, bien como unidad de ciudadanía sofoca- indefinición metodológica y a la confusión en los objetivos de
da por los grilletes del Estado de derecho liberal (obligaciones la enseñanza, etc., es, desde luego, escamotear el problema.
cívicas, pulsión al voto). Recapitulamos: como todo engendro «multiculturalista»,
Una escolarización «no occidental», alejada de los modelos las escuelas indígenas bilingüe-biculturales, o bilingüe-inter-
hegemónicos en los países desarrollados, únicamente podría culturales, promueven en realidad una forma subrepticia de
tentarse desde una esfera política absolutamente autónoma, al asimilacionismo; asimilación cultural que puede ir acompa-
modo de los territorios zapatistas, y arrastraría siempre la falla ñada, o no, de una incorporación económica. Cuando concu-
de no ser congruente con su objeto declarado: la cultura india. rre la promoción económica, la asimilación cultural se acele-
Por aquí se deja ver la tragedia de las escuelas zapatistas chia- ra y el joven procura desindigenizarse; cuando acontece una
panecas: en la medida en que abordan la retransmisión de las exclusión económica, al joven aún le cabe ralentizar la asimi-
culturas indígenas, las deforman y trivializan sin remedio; en lación, la occidentalización, y refugiarse en signos o valores
la medida en que se centran en los aspectos inmediatamente residuales de su cultura originaria, siempre acosada y siempre
utilitarios (lengua castellana, historia de las luchas indígeno- declinante. El único modo de escapar a esta tenaza destruc-
campesinas del siglo XX, matemáticas modernas), occidenta- tora de la diferencia pasa por una negación de la escolariza-
lizan de hecho. No debemos olvidar que la pedagogía implícita ción y una restauración de la educación comunitaria indígena.
portada por la Escuela moderna en tanto escuela (por la mera Otra cosa es que este proyecto carezca en la actualidad de
circunstancia de exigir un recinto, un horario, un profesor, un partidarios, que hable al vacío, que no exista para él un sujeto
temario, una disciplina), su «currículum oculto» es, a fin de social. En ese caso, todo estaría perdido.

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

20. Hasta ahora nos hemos referido a la educación primaria empleos mejor retribuidos y a los cargos públicos o de respon-
de los pueblos indios, a las escuelas de las comunidades, donde sabilidad en las empresas; se ha hablado de un proyecto uni-
necesariamente se imparte una enseñanza para los indígenas, versitario «criollo», de una secundaria «etnocida», de un cla-
se procura una formación de los indígenas. Podríamos con- sismo voraz en el sistema educativo nacional. Nosotros no
cluir, en pocas palabras, que, donde no ha arraigado el refor- vamos insistir en algo tan obvio. Pretendemos ejercer una me-
mismo bilingüe-bicultural, la asimilación es brutal, cruda. Y tacrítica, una crítica de las propuestas y alternativas que la
que donde ha arraigado, se torna sutil, velada, sibilina. Pode- capa ilustrada indígena y los reformadores del aparato del Es-
mos concluir que poco importa la estrategia metodológica, la tado, los indios cultivados y los santones e investigadores de la
opción pedagógica, la orientación de la política cultural, si to- pedagogía, los prohombres de la cultura progresista mexicana
do ello cristaliza en la Escuela, si todo ello pasa por el afán y los burócratas rastreros ofrecen para «mejorar la situación»,
escolarizador. En última instancia, es la Escuela, como forma «construir un México nuevo en el que quepan todos», «adap-
educativa, la que indefectiblemente asimila, la que no podría tar la educación a la realidad pluriétnica y pluricultural del
ni sabría no asimilar. La fórmula-escuela, patentada en Euro- país», «salvaguardar los derechos de los pueblos indios», etc.
pa en el siglo XIX, sirve para homogeneizar, asimilar e incor- Pretendemos ejercer una metacrítica del reformismo «multi-
porar a las poblaciones al aparato económico y político del culturalista» mexicano, de las propuestas de educación «inter-
Estado moderno capitalista. Pedirle otra cosa es guiñarle un cultural».
ojo para que haga lo de siempre como si estuviera haciendo Lo que estos políticos e intelectuales «bienintencionados»
algo nuevo, es engañar al pueblo. quisieran implantar en México, si damos fe a sus palabras, es
Ahora debemos abordar los niveles medios y superiores de algo que ya hemos conocido en Occidente, casi la cultura ofi-
la educación, que tienen por escenario la ciudad, el más allá de cial educativa de Europa, el «lugar común» al que nos convo-
las comunidades. Se trata, evidentemente, de escuelas y cen- can nuestros legisladores, inspectores, tecnócratas de la peda-
tros educativos donde la presencia indígena es ínfi ma. Un ob- gogía, fi lósofos de andar por casa. Se aboga en México, desde
jetivo inextirpable de la organización escolar es reproducir la estos círculos progresistas, por una maquinación que en Occi-
estructura de clases, y cuenta con medios sobrados para que el dente padecen cada día los inmigrantes, las minorías étnicas,
indígena «fracase», «deserte» y continúe en posiciones socia- los marginados sociales, los alumnos «diferentes»; se aboga
les subordinadas. Testimonialmente, decorativamente, excep- por una mentira desmadejada, infinita, insuperable: la men-
cionalmente, se producen «escaladas» sociales, indígenas que tira de la educación «multicultural», de la Escuela respetuosa
triunfan en los estudios; así es y así habrá de ser para que la de- con la diferencia cultural y psicológica, de la Escuela del diálo-
magogia de la igualdad de oportunidades y de la promoción go entre las alteridades. Es ésta, no nos cabe duda, la Escuela
social por los estudios conserve un mínimo de credibilidad, que va a polarizar, en las próximas décadas, el debate pedagó-
vale decir de poder embaucador. Pero se trata, a fin de cuentas, gico latinoamericano, el deux ex machina de la política cu-
de una educación secundaria y universitaria con muy pocos ltural reformista en el centro y sur de América.
estudiantes indígenas. Como redundamos en una crítica que ya hemos desarro-
La intelligentsia india ha denunciado incansablemente la llado en otras ocasiones, vamos a avanzar, por así decirlo, pi-
discriminación de esos jóvenes, los mecanismos que los apar- sando sobre nuestras propias huellas, glosando parágrafos de
tan de las carreras y de las titulaciones que dan acceso a los El enigma de la docilidad.

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

educación indígena, de una forma enteramente distinta.


21. En Respeto activo a nuestra diversidad, Sylvia Schmelkes Estas tres situaciones son las siguientes:
caracteriza someramente el escenario histórico que propicia – El despertar de la conciencia indígena —[...] que cris-
la ruptura segunda del multiculturalismo (en principio como taliza y se hace pública de manera especial y con un nuevo
propuesta, como objetivo tendencial) a partir de los años no- sentido a propósito de los 500 años del encuentro entre dos
venta, el nuevo corte en la evolución de los planteamientos mundos en 1992—, una conciencia panindia, coincidente,
educativos mexicanos, que no habrían podido superar el lastre denunciante, que reconoce el valor de su aporte a la vida
de las concepciones «asimilacionistas» tradicionales, a pesar económica, social y sobre todo cultural de cada uno de los
de combatirlas denodadamente desde la década de los seten- países, y que exige su reconocimiento en respeto y simetría
ta. Apunta también los rasgos más generales, casi al nivel de por parte de la sociedad más amplia; que reclama ser parte
una declaración de intenciones, de la ansiada nueva educación de las sociedades y participar de sus beneficios, desde su
intercultural: diferencia.
– La modificación del artículo 4.º Constitucional, a
La historia reciente ha permitido una importante rup- partir del cual México se define a sí mismo como un país
tura en el proceso evolutivo de la educación indígena en pluriétnico y multicultural [...]
México. Esta ruptura es la que nos ha permitido transitar, – El levantamiento indígena del EZLN en Chiapas en
como país, de una política educativa para los pueblos indí- enero de 1994, que sacude al país entero, cuestiona la con-
genas primero excluyente y después etnocida (asimilacio- ciencia de la nación; coloca la cuestión indígena en el cen-
nista, castellanizadora sin más, destructora de lenguas y tro de la problemática del país; devela una realidad de po-
culturas por acción u omisión), a una política todavía asi- breza, opresión e injusticia que se había deseado mantener
métrica, pero al menos declarativamente respetuosa y, aún oculta, y moviliza de manera importante tanto a la socie-
más, promotora de las lenguas y las culturas indígenas. dad política, como, sobre todo, a la civil [...]
Esta ruptura fue en gran parte propiciada por los propios Estas tres circunstancias conducen a plantear impor-
indígenas a través de sus organizaciones [...] tantes transformaciones en materia de política hacia los
En esta historia reciente se ha librado una importante pueblos indios del país. Son estas transformaciones las que
lucha entre la tendencia asimilacionista y la que promueve ahora se debaten a nivel nacional. Y entre estas transfor-
el respeto a las lenguas y culturas indígenas y el fomento maciones está la de la educación indígena [...]
del desarrollo de las mismas. Por lo mismo, las propuestas [Es preciso] transitar a la educación intercultural bilin-
indígenas no han podido cristalizarse de la manera como güe. Esta sí que representa una ruptura sustancial. Porque
muchos hubiéramos querido [...] ya no se trata de una educación para los indígenas. Ni si-
[En la actualidad] se nos plantea la necesidad de una quiera de una educación de los indígenas. Se trata de una
nueva ruptura, fruto tanto de la diferente situación del país característica de la educación nacional: la de ser intercul-
y de los indígenas, como del análisis crítico del desarrollo tural. Toda nuestra educación debe prepararnos a todos,
reciente de la educación indígena en México. indígenas y no indígenas, a conocer, a comprender, a con-
Efectivamente, hay tres situaciones históricas recientes vivir y, ante todo, a respetar, como iguales, a quienes tienen
que plantean el asunto indígena en general, y con él el de la orígenes étnicos y pertenecen a culturas distintas. En Méxi-

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co convivimos los mestizos con al menos 56 etnias origina- local que, sin embargo, pueden influir muy poco, de momen-
rias —dueñas originales de las tierras que habitamos. to, en las grandes líneas de la ordenación educativa federal.
Pero, cuando asistimos a la escuela, si acaso conocemos lo Se trata de un vanguardismo organizativo y de un esfuerzo de
que lograron sus antepasados y quedó plasmado en las ac- reflexión a favor del viento, que promueve, desde una peligro-
tuales zonas arqueológicas y en los productos culturales sa inconsciencia, la remodelación de las escuelas mexicanas a
que sobreviven. No se trata, sin embargo, de conocer sola- fin de adaptarlas a la nueva correlación de fuerzas sociales, y
mente lo que hicieron los indios muertos. Hay que recono- optimizar así su funcionalidad reproductiva del orden socio-
cer lo que son y lo que hacen los indios vivos. Hay que es- político general. Llama la atención que todas estas apelacio-
tructurar un sistema educativo que nos lleve a reconocer nes al «diálogo entre las culturas» y a la «educación intercul-
que nuestra identidad está en nuestra enorme riqueza, de- tural» soslayen un asunto capital: que la Escuela no está por
rivada de nuestras múltiples culturas, que somos uno por- encima de esas culturas colocadas, en pie de igualdad, unas al
que somos muchos, que nuestra unidad estriba en el reco- lado de las otras, no es un moderador neutral, un árbitro im-
nocimiento y en el respeto activo a nuestra diversidad. parcial, no es un juez honesto ante la eventualidad de que se
Desde luego que la educación deberá ser bilingüe para produzcan litigios, sino una parte interesada, representante
los indígenas —una educación que asegure el dominio de un fracción, defensora particular de intereses sesgados,
pleno de las dos lenguas, una educación para un verdade- voz específica de una cultura —la occidental—. ¿Con quién
ro bilingüismo. También —por qué no— se propone que dialoga la cultura occidental en su propio terreno de juego, la
la educación pueda llegar a ser bilingüe para los hablantes escuela occidental? Siendo juez y parte, moderadora y conter-
de español en las zonas donde existen grupos indígenas. tulio, árbitro y competidor, ¿dónde podemos hallar la garan-
Junto con ello, habrá que asegurar la oficialidad de las len- tía de su equidad?
guas indígenas en las zonas donde éstas se hablan, no sólo Ajenos a esta parcialidad constitutiva de la Escuela, los
en las escuelas, sino en los tribunales, en la redacción de proyectos educativos interculturales, las experiencias escola-
leyes y reglamentos, en el municipio, en los letreros, en los res multiculturalistas, se prodigan, abrazando el tránsito de
medios de comunicación. Ello implica fortalecer de mane- milenios, en los diferentes estados de México. Podemos citar,
ra muy importante la investigación y la difusión de las len- como botones de muestra, algunas experimentos de la prime-
guas y las culturas indígenas. ra hora (años noventa): las experiencias de los mixes de
La educación intercultural supone, necesariamente y Tlahuitoltepec, en el estado de Oaxaca; el proyecto de los na-
por su propia definición, que no podrán tomarse determina- huas de la comunidad de Zautla, en la Sierra Norte de Pue-
ciones que afecten la educación de los indígenas sin la parti- bla; los experimentos de algunos círculos de maestros amuz-
cipación de los propios indígenas. En el futuro, la política gos de Guerrero; el «taller de reflexión» de los profesores
en general, pero de manera especial la política que afecte a Juan Julián Caballero y Manuel Ríos en la UPN de Oaxaca;
los indígenas, deberá basarse en el diálogo intercultural. el proyecto docente e investigador de Bartolomé Alonso Ca-
maal en la Unidad de la UPN de Valladolid, Yucatán; el cen-
Y es verdad que, desde la segunda mitad de los noventa, se tro de producción de materiales interculturales del profesor
registra una cierta proliferación de proyectos y experiencias López Guzmán, egresado de la UPN Unidad Ajusco en la
educativas «interculturales», con un carácter marcadamente región amuzga de Xochistlahuaca, Guerrero; etc.

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

Escuela y «policía social anónima». Trabajo cotidiano que ve ahí un problema y procura subsanarlo por la vía de una
de «poda» y refundación de la subjetividad indígena normalización del afectado («no te aísles», «intenta integrar-
te», «haz un esfuerzo»). En muchos casos, por esa doble ac-
22. Que, más allá —o más acá— de las estrategias institucio- ción (segregadora/marginadora y normalizadora/integrado-
nales y de las prácticas de los aparatos, existe una represión ra), el estudiante indio se aboca, en variable medida, a una
«popular» («cotidiana», «anónima», «colectiva») de la Dife- suerte de autocoerción, a una deliberada «identificación» con
rencia es algo que se ha subrayado desde muy diversas tradi- el grupo, «convergencia» con las actitudes y manifestaciones
ciones teóricas —Escuela de Frankfurt, genealogía francesa, de la colectividad; y se fuerza a hablar como no le gusta, a ju-
Escuela de Ginebra, Escuela de Budapest— y que todos he- gar a lo que no le interesa, a reducir la esfera de su idiosincra-
mos experimentado en nuestras vidas. Se trata de una vigilan- sia que no era bien acogida por la sociedad; pugna, en defi-
cia espontánea del individuo, ejercida por «todos los demás», nitiva, por «desindigenizarse».
por la colectividad, a modo de una conciencia anónima arma- Estos aspectos anónimos y cotidianos de la represión de la
da de sentido común y de proteofobia; una vigilancia que se Diferencia operan en todas las escalas de la existencia hu-
resuelve en imposición de los comportamientos habituales, de mana. Y, ciertamente, la Escuela mexicana puede «disculpar-
las pautas dictadas, de las actitudes canónicas. Pues bien, esa se» alegando que ella no está al margen de la sociedad; que es
represión cotidiana de la diferencia, que el indígena padece un mero reflejo del clasismo, la jerarquía, la discriminación, el
nada más salir del ámbito comunitario, se acentúa en las es- racismo... enquistados en la misma, y no le cabe ninguna in-
cuelas, de uno u otro tipo (no menos en las pretendidamente munidad contra los males sociales generales. Sin embargo, tal
«multiculturales» que en las «asimiladoras» clásicas), operan- observación debe matizarse: la Escuela está diseñada, con-
do a través de la figura moral del educador y de la «opinión» formada, para reforzar esos procesos consuetudinarios de re-
consciente e inconsciente del conjunto de los estudiantes. presión de la diferencia; los acepta gustosa, los amplifica, los
Es una represión diaria, de cada hora, ejercida por la co- sistematiza, los fortalece; de ahí, entre otras cosas, los «uni-
munidad de estudiantes y profesores, que los alumnos indios formes escolares», la disposición «regular» e «indistinta» del
se han acostumbrado a soportar como el precio psicológico de mobiliario, las mesas todas iguales, las sillas todas iguales, los
su proclamado derecho a la educación, la contrapartida am- lugares «asignados» para los estudiantes, la exigencia de la
biental de su formación académica secundaria y superior. «simultaneidad» en muchos actos, el silencio «general» ante la
Los comportamientos que escapan a la racionalidad do- voz del educador, la dinámica horaria «idéntica», la exposi-
cente (o escolar) occidental son «atacados» de dos maneras: ción a un núcleo básico de asignaturas «comunes». Todos es-
por la antipatía y la marginación con que el grupo responde al tos aspectos, detalles y no sólo detalles, conducen a una diso-
individuo «diferente» (esos niños indios que, por la emigra- lución de la individualidad en la masa, en el colectivo, a una
ción de sus padres, cursan la primaria en los centros ciudada- normalización y homogeneización de las psicologías. En la
nos, para nuestro caso, y con los que casi nadie desea hablar, a Escuela todo sugiere igualdad, imitación y repetición (¿pue-
los que con tanta frecuencia no se admite en los juegos; esos de, normalmente, cada niño «decorar» a su manera, pintar y
estudiantes indígenas de secundaria, o universitarios, estricta transformar, su «estacionamiento», por ejemplo?). El examen
minoría en sus clases, con los que muy pocos jóvenes quieren juega también aquí su papel: el estudiante no lo enfoca como
trabar amistad); y por la actitud «correctora» del educador, una ocasión para manifestar su personalidad, su singularidad,

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sino como un expediente para gustar al profesor —y obtener les regala el Gobierno, sus creencias «supersticiosas», su reli-
así calificaciones más altas—, el vehículo de una semicons- giosidad «absurda» y »disparatada», sus curanderos, sus bru-
ciente prostitución intelectual. jos, la «manía» de curarlo todo con unas cuantas hierbas, su
Adorno y Horkheimer hablaron, en relación con estas di- ínfi ma productividad, su «torpe» dicción del castellano, su
námicas, de la forja de un «carácter social» (pautas gregarias «pereza» secular, su «credulidad» risible. Nada más alejado
de conducta, formas coincidentes de pensamiento, modelos de la «cultura nacional», construcción artificial desde la que
unívocos de sensibilidad). Del «carácter social» que propen- se legitima el Estado moderno, que el apego al poblado, la fi-
de la Escuela mexicana contemporánea, aún o sobre todo en delidad a la comunidad, la identificación «localista» de las
su facies intercultural, están excluidos los rasgos sobre los etnias mexicanas, enemigas casi milenarias de toda instancia
que se asentaba la especificidad psicológica india: la primacía estatal fuerte y centralizada, como señalara Whitecotton. Si
absoluta de la comunidad sobre el individuo, la sobredeter- hay una palabra capaz de aglutinar a las 56 etnias de la Fede-
minación de las consideraciones «espirituales», morales o re- ración bajo una misma bandera y al son de un único tambor
ligiosas, en detrimento de los móviles crasamente materiales, —Carmen Cordero lo ha señalado reiteradamente— ésta es
económicos; el peso de la palabra en la interacción social, ri- «autonomía», entendida como preservación de las formacio-
gurosamente vinculada a la expresión forzosa de lo que se nes culturales específicas y salvaguarda de los modos tradi-
siente como «verdad», etc. cionales de organización política y jurídica.
La Escuela habrá de hallarse muy en su casa ante este li-
tigio entre contendientes disparejos, habrá de sentirse muy
útil enfrontilando al más débil, pues para ese género de «tra-
bajos sucios» fue inventada.
Colonialismo exterior e interior Pero también algo más, y más preciso: a la Escuela com-
pete difundir una determinada selección y retranscripción de
23. No hay comentarista de la Escuela que no esté de acuerdo los materiales culturales disponibles, de por sí heterogéneos,
en que, tradicionalmente, se le ha asignado a esta institución ambivalentes, contradictorios. La Cultura no es un todo uni-
una función de homogeneización social y cultural en el Esta- forme, compacto, independiente de las relaciones sociales y
do moderno: «moralizar» y «civilizar» a las clases peligrosas políticas, que ha de ser trasladado, como conocimiento, a la
y a los pueblos bárbaros, como ha recordado E. Santamaría. conciencia de los jóvenes; es, por el contrario, un conjunto
Difundir los principios y los valores de la cultura nacional: he dispar, heteróclito, polimorfo, problemático, de formulacio-
aquí su cometido. nes muy a menudo antagónicas, que, solapándose, especifi-
Nada más peligroso, de cara al orden social y político me- cándose, contaminándose, seccionándose, emergen y circu-
xicano, que los pueblos indios, con su historia centenaria de lan por órdenes sociales diversos y también con frecuencia
levantamientos, insurrecciones, luchas campesinas. Nada enfrentados. La Escuela selecciona de entre esos materiales,
más bárbaro e incivilizado, en opinión de muchos, que las co- de entre esas múltiples elaboraciones culturales, los compo-
munidades indígenas, con su «atraso» casi voluntario, su nentes (vinculados por lo común a las clases favorecidas) que
autosegregación, su endogamia, su escasa simpatía circuns- mejor pueden servir a su cometido de propiciar una integra-
tancial por los «desinteresados» programas de desarrollo que ción no conflictiva de la juventud en el orden sociopolítico

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

establecido. No es «la Cultura» la que circula por las aulas y na. El «multiculturalismo» deviene hoy, en otros trabajos lo
recala en la cabeza de los estudiantes; sino el resultado de hemos argumentado, una mera forma-reemplazo en la legiti-
una «discriminación», una inclusión y una exclusión, y, aún mación educativa, recubrimiento ideológico de la Escuela
más, una posterior reelaboración pedagógica y hasta una de- mundializable.
formación operada sobre el variopinto crisol de los saberes, En La domesticación del otro, Danielle Provansal consta-
las experiencias y los pensamientos de una época (conversión ta cómo la Escuela occidental, que hoy se proclama plural,
del material en asignaturas, programas, libros, etc.). El crite- multicultural, etc., ha constituido, desde el siglo pasado, un
rio que rige esa selección, y esa transformación de la materia vehículo más, un arma, del colonialismo (colonización «exte-
prima cultural en discurso escolar (currículum), no es otro rior», desplegada en otros continentes; y colonización «inte-
que el de favorecer la adaptación de la población a los reque- rior», hacia los grupos sociales subalternos, las minorías ét-
rimientos del aparato productivo y político vigente: vale de- nicas, los emigrantes, etc.). En relación al colonialismo
cir, sancionar su homologación psicológica y cultural. exterior, y como ha observado J. Y. Martín, «se puede afi r-
Hay, por tanto, como ha señalado González Placer, un mar que la enseñanza no ha sido más que uno de los instru-
conjunto de «universos simbólicos» (culturales) que la Es- mentos de la penetración colonial, al servicio de la domina-
cuela tiende a desgajar, desmantelar, deslegitimar y desahu- ción política, de la explotación económica y del proselitismo
ciar, como, por ejemplo, el de las comunidades indígenas religioso. Es necesario añadir que esta penetración ha sido
latinoamericanas, el del pueblo gitano, el del subprolearia- violenta, y que los mercaderes, los misioneros, los adminis-
do de las ciudades, o el arrostrado en Europa por la inmigra- tradores y los maestros fueron siempre precedidos, acompa-
ción musulmana. Siguiendo a P. Bourdieu, Carlos Lerena ñados o seguidos por los soldados». Para eso sirvió la ense-
ha recapitulado, en este sentido, que «la función primaria ñanza en América Latina; y para eso está sirviendo hoy,
del sistema de enseñanza [...] es la de imponer la legitimi- como arma de la penetración neocolonial de las transna-
dad de una determinada cultura, lo que lleva implícito la de cionales, garante de los intereses económicos y geoestratégi-
declarar al resto de las culturas ilegítimas, inferiores, artifi - cos de los Estados hegemónicos, soporte para las prácticas
ciales, indignas». El «respeto a la diferencia cultural» es, demagógicas o contrainsurgentes de las organizaciones in-
por ello, sólo un postulado demagógico que oculta el exter- ternaciones y recubrimiento de los negocios turbios promo-
minio de la alteridad y la uniformización psíquico-cultural vidos por las oligarquías de la región. Erigidas en vehículos
de las poblaciones. privilegiados del imperialismo cultural (occidentalización),
Con el patrimonio cultural de los pueblos indios, la Es- las escuelas que se despliegan por las antiguas colonias, de
cuela intercultural mexicana sólo puede hacer dos cosas, acuerdo con los intereses de las burguesías externas y nacio-
como ya hemos apuntado: desoírlo, ignorarlo y sepultarlo nales —de hecho europeizadas, fundidas con la intelligentsia
mientras proclama cínicamente su voluntad de protegerlo; o que se educa en las universidades del Norte—, empiezan a
«hablar en su nombre», subtitularlo interesadamente, escon- exhibir una actitud ante las culturas autóctonas en las que
der sus palabras fundadoras y sobrescribir las adyacentes, éstas pierden sustancia como «realidad», como «fuerza viva»,
sometiéndolo para ello a la selección y deformación sistemá- y se convierten en objetos exóticos, museísticos, folclóricos.
ticas inducidas indefectiblemente por la estructura didácti- Provansal ha analizado este proceso para el caso de la cul-
co-pedagógica, curricular y expositiva, de la Escuela moder- tura cabileña, en Argelia. En sus palabras:

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

escatimar medios, siendo compensados por la traición a sus


El proceso de socialización escolar según el modelo pueblos con una notable «promoción social y económica», a
francés, al que fue sometida una pequeña parte de esta po- la vez que sus culturas originarias se trivializaban, frivolizán-
blación, se acompañó por una «folclorización» de su cultu- dose y fosilizándose, pereciendo como diferencia y patrón de
ra y de su lengua de origen, que despertó la curiosidad de los comportamientos, pasando a constituir un capítulo más
numerosos estudiosos y literatos franceses. No obstante, el de la historia (inútil) de las civilizaciones (capítulo interesan-
cabileño no se adoptó nunca como vehículo de la enseñanza te desde el punto de vista erudito-antropológico, si se quiere,
primaria y secundaria, bajo el pretexto de que era sólo una pero de todas formas discriminado y marginado por el apa-
lengua vernácula que no tenía escritura. Eso no impidió que rato cultural colonial y neocolonial). Esta situación se prorro-
diese lugar a transcripciones, dentro de un intento de con- ga hasta nuestros días, como hemos procurado demostrar con
servación y recopilación del conjunto de lenguas bereberes la crítica de las posiciones ideológicas de la intelligentsia india
y de sus respectivas literaturas orales, pero más como un «reclutada» por el Estado mexicano, por lo que cabe concluir
objeto exótico (podríamos decir museístico, es decir no ca- que el aparente multiculturalismo de la Escuelas extraocci-
pacitado para lo que se concebía como una lengua apta para dentales camufla la alienación cultural de esos países, que
una formación «moderna») de carácter instrumental. sacrifican sus señas de identidad para «asimilarse» lo antes
posible a la civilización occidental. La colonización cultural
Del mismo modo habrá de trabajar, si llega a convertirse prosigue, adornada con motivos «exóticos» e inventarios mu-
en programa nacional efectivo, la escuela «multicultural» seísticos; y la diferencia espiritual a duras penas sobrevive.
mexicana: devaluando su «apertura» a la diversidad cultural Paralelamente, se produce el colonialismo interior. Pro-
en estrategia de folclorización, desvitalización y clausura mu- vansal lo caracteriza así para el caso francés:
seística de las cosmovisiones indias. Mario Molina Cruz ha
desvelado esta añagaza ideológica para el caso de las «fiestas El colonialismo interior es la deducción lógica del co-
indígenas» que, de un tiempo a esta parte, se celebran en las lonialismo expansionista. Se establece, a partir de 1870, la
comunidades zapotecas bajo patrocinio estatal y para regoci- escuela gratuita y obligatoria según un modelo que exclu-
jo de los turistas: «¿Será que nuestras costumbres y tradicio- ye las particularidades lingüísticas y los patrimonios cul-
nes están perdiendo progresivamente su función social al gra- turales regionales. [...] Las expresiones regionales fueron
do de convertirse en objetos de recuerdo y de museo?», se reducidas a elementos folklóricos aptos para ser conserva-
preguntaba, sabedor de la dolorosa respuesta, en Fiesta indí- dos en museos. Asimismo, determinados contenidos de la
gena: ¿guelaguetza o folclor? enseñanza sirven para construir una versión oficial y uni-
Durante el período colonial, los gestores occidentales es- ficada de la historia de Francia y para transmitir una tradi-
cogían a un determinado segmento social de las comunidades ción literaria, artística y científica común, que pueda ser-
étnicas para convertir a sus miembros en «colonizados de pri- vir de eje a la afirmación de una «identidad» o «conciencia»
mer rango» y extraer de ahí una capa de funcionarios nativos, nacional en este final del siglo XIX.
de pequeños burgueses locales y regionales. Estos indígenas
seleccionados, que a menudo no representaban a un sector La Escuela moderna aparece, pues, desde esta perspecti-
mayoritario del país, se occidentalizaban intensamente, sin va, como un expediente para diluir la «diferencia cultural re-

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

gional», en beneficio del «proyecto» del Estado-Nación, que Los indígenas no aprovechables, no occidentalizados, se-
querrá apoyarse en una tradición cultural unificada. El Mé- rán marcados con el hierro de su identidad pretérita, serán
xico de la posrevolución ilustra admirablemente las nefastas atados a sus orígenes, a sus culturas de nacimiento, que arras-
consecuencias de ese proyecto. Pero lo importante es recal- trarán en adelante como un estigma, como una señal de «de-
car que la transición a modelos supuestamente «intercultu- rrota» socioeconómica y disponibilidad para una explotación
rales» de educación (siempre a través de unas escuelas y unos sin límites. Los fracasados, aquellos que ya han desistido de
centros de estudios de planta occidental) no altera sustan- «incorporarse», malvivirán en los barrios periféricos, en los
cialmente los datos del problema: para asestar el golpe de suburbios, conservando un tanto más sus vestimentas, sus
gracia a los patrimonios culturales étnicos había que enrolar símbolos, un poco como un «desafío», un poco por orgullo
a la intelectualidad india progresista en el dispositivo «neoasi- «residual», un poco porque ya no tienen nada que ganar dis-
milacionista» y suscitar en el estudiante indígena una actitud frazándose. Los otros, los que se han apresurado a autoneu-
más confiada, respetuosa, casi colaboradora con la institu- tralizarse como diferencia, triunfando por ello en la Escuela,
ción educativa encargada de pasar a cuchillo sus raíces. y se han incorporado a la sociedad nacional-capitalista, pa-
searán, en el caso de la Ciudad de México, por los barrios
céntricos, vistiendo cada vez más al modo euronorteameri-
cano y luciendo sus rasgos raciales, junto a algunos peque-
ños signos de sus culturas originarias, como un mero adorno,
Adscripción étnica asignada un toque no-inquietante de exotismo, cifra de una alteridad
domesticada 8.
24. La llegada creciente de los hijos de los emigrantes indí- En los casos en los que la promoción no sobreviene; en los
genas fuerza a las escuelas ciudadanas a reaccionar ante las casos en que la condición indígena conlleva ya un límite, un
nuevas condiciones y a modificar, al menos declarativamen- tope, a las aspiraciones de «ascenso» social; en estos casos
te, su «centralismo» nacionalista. Con diferencias de grado, que probablemente tienden a ser el caso, la norma, lo habi-
las prácticas («interculturales») que se experimentan en los tual, se suscita una pregunta, que cabe formular así de acuer-
distintos Estados apuntan hacia la asimilación del inmigran- do con la investigadora francesa: ¿hasta qué punto el hinca-
te, hacia su integración selectiva, y, al mismo tiempo, hacia pié que se hace recientemente en la diversidad y en el
la postergación y el olvido de las culturas autóctonas, cuyas derecho a la diferencia —cultural o no— no es entonces una
«resonancias» (la lengua, el atuendo, las costumbres, el fol-
clore) se utilizan para segregar y discriminar a los recién lle- 8 D. Provansal ha comprobado este proceso para el caso, estructuralmente
semejante, de Francia y los emigrantes norteafricanos: «A pesar de esta oferta
gados y a sus descendientes, separando a los que pueden y multiplicada, la decisión de los alumnos procedente de países no-europeos se
quieren promocionarse socioeconómicamente —que darán centra preferentemente en los idiomas europeos más practicados, como el inglés
la espalda a las asignaturas relacionadas con sus culturas de y el español. En el curso 1992-1993, de los 207.965 alumnos procedentes del
Magreb, sólo 7.929 optaron por el árabe [...] Los alumnos buscan su promoción
origen— de aquellos otros incapacitados para hacerlo, «fra- económica y social, y a eso ayuda más el estudio de una lengua “occidental”. En
casados» escolares, provisión de subproletarios que podrán cambio, los que no tienen acceso al ciclo de secundaria y que, en el mejor de los
casos, ocuparán un lugar subalterno en la sociedad receptora o, en el peor de los
aferrarse a sus señas de identidad étnicas como quien busca casos, un lugar marginado, podrán —aunque esto no sea inevitable— encontrar
un refugio o un consuelo. en su lengua de origen una señal de identidad y/o un valor refugio».

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forma de traspasar al plano de la cultura lo que existe en el desconoce los logros y valores de sus culturas de origen» (Do-
plano de las prácticas y los derechos laborales, jurídicos y lores Juliano).
civiles? A la diferencia real entre «mestizos» e «indios resi-
dentes en las ciudades» corresponde la diversidad reconoci-
da e inclusive subrayada de sus lenguas, de sus aspectos y de
sus hábitos. ¿No es entonces la cultura, considerada exclu- Asimilacionismo multiculturalista
sivamente en su dimensión particularista, uno de los instru-
mentos más eficientes de interiorización de la inferioridad 25. El llamado «multiculturalismo» (que, de hecho, se limita
social y, en tanto que tal, un mecanismo sumamente sutil de a operar ciertas correcciones metodológicas, a promover el
autodomesticación? A esta circunstancia, y con el término bilingüismo y a introducir determinadas novedades en el cu-
«adscripción étnica asignada», se ha referido asimismo Do- rrículum; y en nada afecta a los restantes aspectos de la prác-
lores Juliano: tica escolar, especialmente a la denominada «pedagogía im-
plícita» o «currículum oculto») procura, en México, integrar
Contrapuesta con las opciones asimilacionistas que, a al indígena, sofocar su «diferencia», «normalizar» su carácter
partir de una versión eurocéntrica, habían configurado las y compatibilizarlo con las exigencias de la máquina política y
prácticas pedagógicas colonialistas y las estrategias unifor- productiva, pero conservando en él —en su imagen y en su
mizadoras de los Estados nacionales, el derecho a la diver- conciencia— un haz de referencias (sueltas, dispersas) a su
sidad, en su versión multiculturalista, reclama el respeto a cultura de origen. Se garantiza así, una vez más, aquella diver-
tradiciones culturales diversas desde las bases teóricas del sidad sin diferencia que nuestro Sistema persigue para repro-
relativismo cultural [...] Sin embargo, un discurso consti- ducir Lo Mismo sin matarnos de aburrimiento. A la selección
tuido para superar el asimilacionismo ha sido refuncionali- y elaboración de ese inconcluyente haz de referencias se aplica
zado para legitimar prácticas excluyentes. hoy la Escuela «multicultural». Tales «referencias», por aña-
didura, responden en gran medida a la interpretación que Oc-
Esta exclusión pasaría, en el caso que nos ocupa, por la cidente, o la transustanciación rectificada de Occidente en
«asignación» de una especificidad étnica a la población no «cultura nacional mexicana», ha hecho de esas «otras cultu-
mestiza de las ciudades, que se vería así «marcada» con el ras»; se desprenden meramente de una lectura por fuerza mio-
propósito de discriminar su desenvolvimiento laboral y de pe, por fuerza tendenciosa, por fuerza malévola 9.
pesquisar su circulación por las vías desdobladas del espacio
social.
9 ¿Cómo explicaría un maestro mestizo, por ejemplo, la repulsa zapoteca tradi-
Para un importante sector de la población india (indíge- cional del concepto de «explotación de la tierra», que lleva a no perseguir nunca
nas nacidos ya en las ciudades, por la emigración de sus pa- la maximización de los rendimientos, a no recoger toda la cosecha de la milpa,
dres o incluso por el éxodo rural de sus abuelos), fracción con dejando «su parte» a la madre tierra, a los animales... a contentarse anualmente
con una cantidad fija de maíz, estimada suficiente, y desentenderse de la posi-
un considerable peso numérico en la actualidad, «es tan dolo- bilidad del «excedente»? ¿Qué diría un «funcionario de educación» de la des-
rosa la marginación producida por un presunto respeto a su afección indígena hacia la riqueza y de su secular «estrategia de la pobreza»,
entendida como ideal de vida humilde, vida digna, tendente a una felicidad en
especificidad (que realmente tiende a encerrarlos en guetos) la austeridad que libera al campesino de las preocupaciones, los peligros y la
como la experiencia de un asimilacionismo etnocéntrico que miseria espiritual de los adinerados?

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

Occidente, bajo la forma de «cultura nacional mexicana», gatorios para todos), tenemos hoy un «asimilacionismo mul-
extrae de las «otras culturas» aquellos rasgos en los que no ticulturalista» que produce, no obstante, incrementando su
percibe nada inquietante, peligroso para su autojustifica- eficacia, los mismos efectos: occidentalización y homologa-
ción; después, los elabora, los deforma (pedagógicamente), ción psicológico-cultural por un lado, y exclusión o inclusión
para retranscribirlos como materia escolar, como asignatu- socioeconómica por otro.
ra, programa, currículum. Por último, oferta este engendro Denunciado como «forma enmascarada del asimilacionis-
—o casi lo impone— a unos indígenas escolarizados que, mo», el multiculturalismo se vacía de sustancia, de realidad
normalmente, manifiestan muy poco interés por toda remi- (incluso en el supuesto de que hubiera sido sincero, nada ha-
sión a sus orígenes, una remisión interesada e insultante. En bría podido contra la «pedagogía implícita» de nuestras es-
ocasiones, como subrayaba Dolores Juliano, la cultura de cuelas); y se nos aparece como un mero artefacto ideológico,
origen se convierte en una jaula para el hijo del emigrante, como una engañifa; un recambio, o una readaptación, en la
un factor de enclaustramiento en una supuesta «identidad» legitimación de la institución escolar. Así lo ha visto Jorge
primordial e inalterable. Actúa, por debajo de esta estrate- Larrosa, en un artículo excelente: «¿Para qué nos sirven los
gia, un dispositivo de clasificación y jerarquización de los se- extranjeros?». Recogemos su duda metódica:
res humanos.
El material humano psicológica y culturalmente asimilado ¿Por qué todo esto del «multiculturalismo» —pode-
(diferencias diluidas en diversidades) puede resultar aprove- mos preguntarnos— se ha convertido tan rápidamente en
chable o no-aprovechable por la máquina económico-produc- una de esas causas nobles que atraviesan (y legitiman) el
tiva. En el primer caso, se dará una «sobreasimilación», una campo pedagógico dándonos como una íntima certidum-
«asimilación segunda», de orden socioeconómico, que hará bre de que trabajamos para la buena causa moral, para la
aún menos notoria la «diversidad» arrastrada por el inmigran- causa de la Humanidad?, ¿por qué nos sentimos tan satis-
te (asunción de los símbolos y de las apariencias occidenta- fechos de nosotros mismos cuando hacemos profesión de
les). En el segundo caso, la asimilación psicológico-cultural se fe y de compromiso multicultural?, ¿qué tipo de beneficio
acompañará de una segregación, de una exclusión, de una (simbólico) obtenemos con todo ello?
marginación socioeconómica, que puede inducir a una poten-
ciación compensatoria —como «valor refugio», decía Provan- Y he aquí su respuesta: porque, deslegitimada, desnuda
sal— de aquella diversidad resistente (atrincheramiento en en su verdad por la crisis de las justificaciones «antiguas», la
los símbolos y en las apariencias no-occidentales, a pesar de Escuela y los docentes necesitaban un recambio en la raciona-
la sustancial y progresiva europeización del carácter y del lización, un reemplazo en los discursos autoglorificadores.
pensamiento).
Sucediendo al «asimilacionismo clásico» (que, en México, Hubo un tiempo no muy lejano —anota Larrosa— en
no modificaba los currículum a pesar de la escolarización de que era fácil exportar la cultura occidental con la convic-
los indígenas; y situaba su horizonte utópico, su límite pro- ción de que así llevábamos la verdad, la cultura y la felici-
gramático, en la organización de clases particulares de apo- dad a los pueblos miserables. La educación aparecía como
yo» o «programas complementarios de ayuda, etc., sin alterar una «misión civilizadora», y la «causa noble» a la que los
el absoluto eurocentrismo de los contenidos, idénticos y obli- pedagogos dedicaban sus mejores esfuerzos no era otra

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

que la de ofrecer a las gentes de civilización «inferior» las escolares occidentales. Jorge Larrosa ha avanzado en la des-
«claves» de nuestra ciencia, nuestra cultura y nuestra for- cripción de esa doblez:
ma de vivir. Ahora sabemos que la educación orientada a
la «emancipación de los pueblos» ocultaba prácticas de Ser «culturalmente diferente» se convierte demasiado a
normalización tecnocrática o moral de los comportamien- menudo, en la escuela, en poseer un conjunto de determi-
tos, cuando no justificaba la explotación pura y dura de las naciones sociales y de rasgos psicológicos (cognitivos o
personas y de los países [...] Hoy en día nuestros lemas se afectivos) que el maestro debe «tener en cuenta» en el diag-
construyen con palabras como «convivencia», «diálogo» o nóstico de las resistencias que encuentra en algunos de sus
«pluralismo» y, sin duda, hemos ganado con el cambio. alumnos y en el diseño de las prácticas orientadas a rom-
Pero debemos continuar sospechando que quizás esas pa- per esas resistencias.
labras están siendo utilizadas de forma tan acrítica como
la antigua «misión civilizadora» y que acaso estén alimen- En países como México, donde porcentajes elevados de
tando también nuestra buena conciencia, la íntima certi- estudiantes, por no haber claudicado ante la ideología esco-
dumbre de nuestra superioridad moral, y una imagen con- lar y por no querer «implicarse» en una dinámica educativa
fortable y satisfecha de nosotros mismos. Los pedagogos, tramada contra ellos, son todavía capaces de la rebeldía en el
con su habitual generosidad un tanto interesada y con su aula, del luddismo, del disturbio continuado, etc., estas tec-
particular sensibilidad para identificar los «retos del pre- nologías para la atenuación de la resistencia, del atributo psi-
sente» y para presentar su trabajo como un medio privile- cológico inclemente atrincherado en alguna oscura región
giado para «construir el futuro», han comenzado a hablar del carácter, cobran un enorme interés desde la perspectiva
de multiculturalismo, y han comenzado a hacerlo tal y co- de los profesores y de la Administración...
mo ellos generalmente hablan: [...] proponiendo ensegui- La «atención a la diferencia» se convierte, pues, en un sis-
da objetivos pedagógicos, estrategias educativas de actua- tema de adjetivación y clasificación que ha de resultar útil al
ción, materiales curriculares diversos y procedimientos maestro para vencer la hostilidad de éste o aquel alumno, de
para la evaluación de resultados. ésta o aquella minoría, de no pocos indígenas y demasiados
subproletarios. Más que «atendida», la diferencia es tratada,
Así se fragua la sustitución en la retórica justificativa de a fi n de que no constituya un escollo para la normalización y
la Escuela; así se organiza un nuevo arsenal de mentiras le- adaptación social de los jóvenes. «Disolverla en diversidad»:
gitimadoras... eso se persigue. Las escuelas del «multiculturalismo» traba-
jan en dos planos: un trabajo de superficie para la conserva-
ción del aspecto externo de la singularidad —formas de ves-
tir, de comer, de cantar y de bailar, de contar cuentos o
celebrar las fiestas— y un trabajo de fondo para aniquilar sus
Vencer resistencias, «tratar» la diferencia fundamentos psíquicos y caracteriológicos —otra concepción
del bien, otra interpretación de la existencia, otros propósitos
26. La hipocresía y el cinismo se dan la mano en la contem- en la vida—. La «apertura del currículum», su vocación «in-
poránea racionalización «multiculturalista» de los sistemas terculturalista», tropieza también con límites insalvables; y

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

queda reducida a algo formal, meramente propagandístico, de la fuga», un «hombre en tránsito», una suerte de «exiliado
sin otra plasmación que la permitida por áreas irrelevantes, cultural». Y por ahí se desdobla su amenaza: aparte de ates-
tal la música, el arte, las lecturas literarias o los juegos —as- tiguar una pertenencia relativa (a ésta o aquella cultura), nos
pectos folclorizables, museísticos. Y, en fi n, la apelación a la habla también de una ruptura, de una huida, de una desvin-
«comunicación» entre los estudiantes de distintas culturas culación, de un renacimiento. Es igualmente falaz la proposi-
reproduce las miserias de toda reivindicación del diálogo en ción ideológica que dibuja, detrás de cada emigrante y como
la Institución: se revela como un medio excepcional de regu- explicación (tranquilizante) de su presencia entre «los otros»,
lación de los confl ictos, instaurado despóticamente y pesqui- el cuadro invariable de una miseria económica que se desea
sado por la autoridad, un instrumento pedagógico al servicio enterrar en el pasado y una opresión política de la que se
de los fi nes de la Escuela. huye. Hay asimismo otras fuerzas capaces de empujar al éxo-
Todo este proceso de «atención a la diferencia», «apertura do, otros móviles menos reconfortantes para el orden social
curricular» y «posibilidad del diálogo», conduce fi nalmente a (orden social del mundo que se abandona y orden social del
la elaboración, por los aparatos pedagógicos, ideológicos y mundo en el que se ingresa), que hacen mella, de forma des-
culturales de una identidad personal y colectiva, unos estereo- igual, en cada hombre: voluntad de desarraigo, negación de la
tipos donde encerrar la Diferencia, «con vistas a la fijación, la fijación territorial, descrédito de la idea de patria, revuelta
buena administración y el control de las subjetividades» (La- contra los valores de la propia civilización, desprecio de todo
rrosa). El estereotipo del «indio bueno» compartirá banco hogar, pasión del conocimiento, anhelo de vivir la vida como
con el estereotipo del «indio malo», en esta comisaría de la obra, sed insaciable de infi nito 10.
educación vigilada y vigilante. El éxito de la Escuela multi- El emigrante es un representante de otra cultura que huye
cultural en su ofensiva antiindígena dependerá del doble tra- de la miseria y/o de la opresión: esto se nos cuenta para que
tamiento consecuente. De este modo, además, se «familiariza su presencia no nos alarme. Y es de esta manera como, ante
lo extraño (la inquietud que lo extraño produce [anota el au- el indígena y con el socorro de la letanía multiculturalista, se
tor de ¿Para qué nos sirven...?] quedaría aliviada en tanto despliega la subyacente estrategia de disolución de la diferen-
que, mediante la comprensión, el otro extranjero habría sido cia en diversidad: en su calidad de emigrante, el indio, se nos
incorporado a lo familiar y a lo acostumbrado)» y nos forta- dice, no es muy distinto de nosotros, aunque su cultura sea
lecemos, consecuentemente, en nuestras propias convicciones, «otra», pues hace lo que también nosotros haríamos en su si-
dictadas hoy por el Pensamiento Único. El «multiculturalis- tuación —buscarse la vida, salvar el pellejo—. Pero muchas
mo» presenta al emigrante como ya de antemano conocido, veces el emigrante es un desertor de su cultura que tampoco
como mero exponente de una cultura que cabe «descifrar»,
comprender. El otro-indígena «quedaría subsumido en un 10 Los indígenas que emigran no pertenecen siempre a las familias más pobres
contexto cultural que daría cuenta y razón de su extrañeza e de sus comunidades; y, con frecuencia, esgrimen aquella «penuria» de su tierra
sólo a modo de un ardid, casi inevitable, para que no se les cierren defi nitiva-
identificaría su diferencia». Pero aquí hay un espejismo, una mente todas las puertas. Para que al menos las puertas de la compasión, si ya no
ilusión. El emigrante es algo más que un simple «representan- las de la solidaridad, les queden un tiempo entreabiertas. Recurren circunstan-
cialmente a la cantinela de la miseria y de la opresión en busca de una coartada,
te» de otra forma de civilización. Nosotros nos atreveríamos de una excusa, porque saben que, en el afuera, tan sólo se van a aceptar esas
a sostener que, de hecho, es otra cosa, irreducible a lo que dos «interpretaciones» de su marcha (las dos «lecturas» que aún halagan a la
sociedad bien: «acuden porque nos envidian, para disfrutar del bienestar y de la
chismorreemos de su cultura: es, de algún modo, un «espíritu libertad que hemos conquistado»).

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Escuelas contra la diferencia

corre a sacralizar o venerar la nuestra, fortificado ante las todo en lo concerniente a los currículum, a las asignaturas, a
asechanzas del despotismo o de la penuria; «subjetividad fu- los programas. La Administración federal mexicana ha dado
gitiva» y, por lo tanto, hostil, peligrosa, desasosegante, que la pasos decisivos, durante los últimos años, en esta dirección,
mayoría teme explorar. Muy a menudo, el indígena que se incrementando las potestades escolarizadoras de los estados,
afinca en la gran ciudad es como el hijo pródigo de André traspasándoles competencias educativas, incrementando el
Gide, pero antes del regreso. margen de intervención municipal en la organización local de
He aquí, para terminar con la cuestión suscitada por La- la enseñanza...
rrosa, el «beneficio» simbólico que nos reporta la utopía mul- Aun así, y de modo complementario, cabe constatar cómo
ticulturalista: usufructuar al extraño físicamente como mano los «rasgos estructurales» de la Escuela occidental se mun-
de obra, culturalmente como valor enriquecedor; y extirpar dializan en nuestros días, se universalizan, y cómo determi-
su índole rebelde, amenazante, reduciendo y controlando los nadas orientaciones generales de los currículum (que admi-
intercambios y las comunicaciones que establece con los natu- ten, sin duda, diversificación y especificación) se imponen
rales de la región. El reemplazo en la legitimación de la Escue- también a lo largo y ancho de todo el planeta. J. Meyer, por
la no es poco lo que rinde. Y el «multiculturalismo» justifica- ejemplo, ha hablado de la constitución de un «orden educati-
dor se resuelve en supermercado de la diversidad, circo de la vo mundial», con unos currículum oficiales estandarizados y
diversidad, exposición universal o parque temático de la di- homologados planetariamente. Estos «currículum universa-
versidad, turismo cultural sin salir de casa... les de masas» proceden de las prescripciones de poderosas
organizaciones internacionales, como el Banco Mundial o la
UNESCO, de los modelos aportados por los Estados hege-
mónicos (occidentales) y de las indicaciones de una tecnocra-
cia educativa —reputados profesionales e investigadores de
Una Escuela «globalizada», aunque policéntrica: la Educación— influyente a escala mundial. Según Meyer, los
los mismos marcos y semejantes pigmentos países ávidos de legitimidad y de progreso, que se quieren
para una notable variedad de representaciones presentar como Estados en ascenso, tal el México contempo-
pictóricas ráneo, son muy receptivos a tales prescriptas curriculares,
que, de esta forma, tienden a aplicarse por todo el globo, mo-
27. Analizando las «nuevas tendencias en la gobernabilidad tivando que, cada día más, se estudie casi lo mismo en toda la
escolar», Francesc Calvo Ortega ha apuntado algunos ras- Tierra; que se estudie lo mismo, y de la misma manera... Y es
gos de las modernas escuelas multiculturales, de las escue- por debajo de estas grandes líneas maestras, de estas orienta-
las actualmente en vías de globalización: descentralización, ciones generales, donde se promueve la descentralización y la
policentrismo, localismo, diversificación curricular, idea de diversificación (los mismos marcos y semejantes pigmentos
establecimiento (de comunidad educativa), flexibilidad en las para una notable variedad de representaciones pictóricas, val-
programaciones y en las fuentes de fi nanciación, orden por ga la metáfora).
fluctuaciones... El modelo de la Escuela nacional, homogénea Cabe hablar, en defi nitiva, de una Escuela multicultural
e igual a sí misma a lo largo de todo el territorio, cede, en efec- en trance de universalización; de un mismo modelo de Escue-
to, ante esta tendencia a la atomización y la autonomía, sobre la, implicado en el exterminio metódico de la disensión y de

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo

la diferencia, operativo en toda la superficie terrestre... Euro-


pa occidental corre en primera línea, desesperada por contri-
buir, desde la esfera escolar, a la conjura del «peligro» de la
emigración. Centroamérica ha echado también a andar, inte-
resada en sujetar mejor a las masas indígenas. El Pensamien-
to Único (liberal) constituye el surtidor infatigable de currí-
culum para esta Escuela envenenada, y la Subjetividad Única
aparece como la meta hacia la que apunta. De aquí sólo pue-
de desprenderse un aniquilamiento global de la diferencia,
una homologación cultural planetaria en torno a los principios
y los valores de Occidente, la conservación decorativa de ras-
gos diversos de unas culturas desvitalizadas, la producción
en serie de sujetos aterradoramente dóciles, encargados de
su propia coerción, la repetición indefi nida de unos no-pen-
samientos irrelevantes y la aceleración del proceso de deca-
dencia y derrumbe de nuestra civilización —ocaso de la so-
ciedad postdemocrática, de las formaciones «demofascistas»
coetáneas—.

Segunda parte
La educación
victimada
Aproximación, desde
una alteridad irreparable,
a la «educación
comunitaria indígena»

84
Intangible por informal

1. La mejor manera de profundizar la crítica del sistema


oficial de enseñanza mexicano consiste en presentar la for-
mación autóctona que, desde la implantación de las escuelas
en los albores del siglo XX, éste pretende arrumbar, caracte-
rizar a su competidor tradicional: la educación comunitaria
indígena. No es sencillo hablar de ella, pues, en razón de su
informalidad, de su no-institucionalización, aparece como un
objeto creado a posteriori con fi nes expositivos. Las poblacio-
nes de las comunidades indias no contaban con un «aparato
educativo» defi nido, dentro del cual se diera un reparto de
las funciones, ubicado localmente, estructurado en sus obje-
tivos, etc. Todos estos conceptos pertenecen a la lógica esco-
lar. Probablemente, en ninguna lengua indígena existe una
expresión particular para aludir a esos procesos de elabora-
ción y transmisión cultural. En cierto sentido, la «educación
comunitaria indígena» la hemos creado nosotros, la hemos
inventado nosotros para encerrar conceptualmente el con-
junto heterogéneo, amplio, difuso, de prácticas sociales, de
formas de interacción, de procesos de intercambio, en oca-
siones superpuestos, interrelacionados, de los que se seguían
de hecho la socialización de los jóvenes y la transmisión de la
cultura.
Occidente ha llevado hasta extremos patéticos la manía
de la separación y de la defi nición. A lo largo de su proceso
histórico, ha ido distinguiendo campos, parcelas, sectores...
inventando nombres para designarlos; se ha ido desgastando
en el insensato afán de trocear y redenominar sin descanso el
caudal originario de la vida. En gran medida, Occidente son

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La educación victimada

los logros de un hombre que, hacha en mano, se empeña en hay socialización del saber, transmisión cultural, proceso de
descuartizar el agua fluyente de un río. Subyace, por supues- subjetivización...
to, en esta obsesión separadora y especificativa, llevada a su Por eso es difícil hablar de la «educación tradicional
paroxismo en la Modernidad, una tecnología de poder, una india», significante desnudo, furtivo, que sólo encuentra un
modalidad del control social, a la que se han referido, entre referente en el proceso de denegación e inversión de la Es-
otros, Foucault y Deleuze. cuela, en la forma de suicidio metódico, gradual, inducido
Pero no ha ocurrido así en las comunidades indígenas. De por la autocrítica de la cultura occidental, la manera contem-
hecho, incluso la separación fundamental entre política, cul- poránea en que la Razón de los poderosos se devora a sí
tura y religión les resulta extraña: los usos y costumbres que misma ante el espejo roto del Otro.
con tanto ardor se defienden en algunas comarcas pertene-
cen notoriamente a la esfera de lo sagrado, erigiéndose como
antaño en objeto de veneración, cuando nosotros diríamos
que su cometido es estrictamente político; y albergan, reves-
tidos de criterios culturales, traspasados por nociones cultu- Tradicional ausencia de «profesores»
rales, normas máximamente concretas de administrar la jus- y de «alumnos»
ticia, modos de la penalidad, que los ajenos sienten la
tentación de separar como aspectos jurídicos. 2. Lo que más nos interesa destacar de la «educación comu-
Carmen Cordero ha señalado el absurdo y el peligro de nitaria indígena» es que en ella no hay maestros, profesores,
querer distinguir, en el conjunto defi nitivamente abigarrado educadores... Pensándolo hasta el fi n, el mal profundo de la
de los usos, áreas económicas, políticas, culturales, religio- Escuela occidental reside en la figura del profesor. Sin él, el
sas... La idiosincrasia indígena nunca ha manejado esos con- edificio que llamamos escuela, con sus libros, sus vídeos, sus
ceptos; padece como atentado cualquier esfuerzo por siste- recursos de diverso tipo, hace menos daño: se desublima en
matizar y descomponer analíticamente la unidad esencial de almacén de abastos culturales. Si cada quien pudiera entrar
su cosmovisión. en él en cualquier momento, y ojear un libro si le apetece, o
Lo que denominamos «educación comunitaria indígena» ver una película si ése es su deseo, sin mayores vigilancias,
aparece así, hemos de reconocerlo, como una forma de vio- controles, intromisiones en la esfera de su voluntad, el daño
lencia, como un artefacto conceptual creado por los occiden- sería ciertamente menor. Porque habría daño, sin remedio, un
tales, un recorte ilegítimo dentro del todo indivisible de la daño insalvable, ya que los materiales, lo que la plaga última
cultura indígena; responde, a su manera, a la conciencia oc- de los maestros llama «recursos», las cosas del abasto, han
cidental de que algo se estaba destruyendo con la implanta- sido seleccionados y hasta reelaborados con fi nes segundos y
ción de nuestra forma educativa, designa el hueco que la perversos. Un daño menor de todas formas, un daño rebajado
imposición ha abierto en el contínuum cultural de los pue- por la ausencia del maestro, del profesor, del educador...
blos indios para injertar el cuerpo extraño de la Escuela. En la educación comunitaria indígena no hay sujeto insti-
Nosotros lo utilizamos, ya lo hemos apuntado, con fi nes tucionalizado. Los niños de los pueblos indios aprendían, se
polémicos, logísticos: para prolongar la crítica de la organi- formaban, adquirían tanto los conocimientos imprescindi-
zación escolar; para demoler el prejuicio de que, sin ella, no bles para sobrevivir en su medio como los saberes secunda-

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rios que los constituían en «entidades morales» a través de procedimientos consuetudinarios de subjetivización, sociali-
una dinámica que no contemplaba el reparto rígido de los zación y culturización. Es por ello por lo que el laurel de la
papeles, que no exigía la figura especificada del profesor. El «sabiduría» distingue a los mayores, a los ancianos: les cabe
pueblo, en su diversidad, se hacía cargo de todo el proceso: el privilegio de haber bebido durante más tiempo de las fuen-
padres, abuelos, vecinos, autoridades municipales, ancianos tes del conocimiento.
del Consejo... ponían un especial cuidado en la relación con Más adelante describiremos algunos de los mencionados
los jóvenes, concientes del efecto de su palabra y de la priori- «procedimientos consuetudinarios» de la educación comuni-
dad de una tarea colectiva que se cifraba en la salvaguarda de taria. Nos interesaba subrayar, desde este primer momento,
la comunidad. Los ritos que envolvían el conjunto de las acti- la tradicional ausencia de profesores y alumnos en los pue-
vidades económicas y sociales trascendentes, grávidos de sen- blos indios, condición primera de una educación libertaria en
tido pedagógico, junto a su innegable riqueza conceptual, tanto educación sin subordinación.
ideológica; los mitos y leyendas en que se condensaba una
experiencia secular; las danzas, dramatizaciones y ceremo-
nias varias en que se prodigaban las aldeas con motivo no sólo
de sus festividades, depósito de la memoria histórica e instan-
cia de moralización de las conductas; etc, constituían parte Corrupción «por el ejemplo»: la funcionalidad
de los recursos, de los procedimientos, del proceso culturiza- cotidiana del nuevo magisterio mercenario
dor. Si todos eran educadores, queda claro que no existía, ni
como cargo ni como oficio, la figura del profesor. Esto no 3. Con las escuelas, llegaron los maestros, forzosamente «de
excluye que, dentro de la comunidad, un sector particular- fuera», extracomunitarios, mayoritariamente mestizos, re-
mente apreciado de la misma, que se había ganado el respeto munerados por un patrón no indio, el Estado. La mera pre-
y el prestigio, sintiera como incumbencia especial suya aten- sencia de estos hombres y mujeres, su desenvolvimiento coti-
der con un esmero mayor las solicitudes de los jóvenes y apro- diano, su exposición a la mirada indígena, por las calles, en
vechar, con una carga máxima de intención, las oportunida- las plazas, a las puertas de las escuelas, su interacción con los
des de dialogar con ellos. Así lo sentían los más viejos, el vecinos... todo ello ejerce de por sí un influjo desestabilizador
Consejo de Ancianos, las autoridades que el pueblo había y de dislocación sobre los principios y valores en los que des-
elegido y los padres, sobre todo. cansaba la armonía tradicional de la comunidad. Se trata de
No habiendo sujeto formal de la práctica educativa, tam- una verdadera «corrupción por el ejemplo», envenenamiento
poco se puede identificar un objeto particular: nada parecido progresivo de la comunidad por la relación con una forma
a una administración según la edad, nada semejante al esta- distinta de subjetividad, por el «tener que ver» con hombres
blecimiento de unos límites o confi nes obligatorios y de un que creen en otras cosas, aspiran a otras cosas y viven de otro
itinerario trazado de antemano, ninguna exigencia de reclu- modo sus días y sus noches.
sión policialmente garantizada, tal la hipóstasis de la ideolo- Nosotros lo comprobamos en Juquila Vijanos: en una co -
gía escolar. Todos los ciudadanos reciben, hasta el fi nal de munidad donde el dinero juega un papel muy reducido, pues
sus vidas, el aporte cultural de la comunidad; se exponen de las formas de ayuda mutua y de reciprocidad cooperativa lo
forma continuada, permanente, sin relajo ni vacación, a los hacen innecesario (gozona, tequio, guelaguetza...), los maes-

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tros pagan por todo; en un pueblo donde la gente es humilde dad, en defi nitiva. Abundando en la misma idea, Donzelot
y parece llevar con alegría su pobreza, los educadores dispo- defi nió la Escuela como anticalle, expediente para que el
nen de medios sobrados y se hunden en la amargura por no Estado monopolice las instancias susceptibles de in fluir con
ser tan ricos como otros; en un lugar donde nadie se hace mayor eficacia en el perfi l psicológico de las poblaciones. En
servir, donde nadie se arrodilla ante un vecino ni permite el medio rural mexicano la calle se llama comunidad; y, por
que un hermano se le postre a sus pies, donde todos son autó- eso, los nuevos educadores, que se incrustan en el tejido
nomos y la igualdad es la norma, los profesores no desapro- social indio para desgarrarlo, arrancan de inmediato a los
vechan la menor ocasión de que el indígena trabaje para niños de las casas, de las milpas, del bosque, de la plaza
ellos, les haga la comida, les limpie la casa, les acerque la pública, de la relación sosegada y constante con los mayores,
leña...; en un ámbito donde la población consume sus días en padres, ancianos, adivinos, curanderos, autoridades munici-
una actividad que no cesa, en el trabajo dilatado para uno pales tradicionales... de las ocasiones del ritual y de los esce-
mismo, para la familia y para la comunidad, en el cuidado narios en los que el mito se transmitía y se recreaba, de los
exhaustivo de las tierras y de los ganados... a los maestros se contextos que facilitaban el aprendizaje de las danzas, los
les ve a todas horas, porque su jornada es reducida, paseando bailes, los cantos, la recitación de los poemas tradicionales...
despreocupadamente por calles y caminos, tomando el sol Arrancan a los niños de la vida real, de la relación cotidiana
en los porches de sus casas, apostados en el bar, se diría que con el medio, del trabajo cooperativo, de las actividades gru-
agobiados por el exceso y la desvergüenza de un tiempo de pales, de los tiempos y lugares en los que la comunidad se
ocio incomprensible; en parajes donde el hombre y el animal recogía para fortalecerse y enjoyarse. El ejército mercenario
conviven abrazados a la madre tierra, los enseñantes se aís- de los escolarizadores, en definitiva, atenúa la incidencia de
lan de la naturaleza para enloquecerla con el ruido de sus los procedimientos consuetudinarios de culturización indí-
vehículos y la depredación de sus hábitos urbanos, etc. gena por la vía de un extrañamiento y una confi nación insti-
Ante la invasión magisterial, la educación tradicional in- tucional de la infancia y de la juventud.
dígena retrocede y retrocede. Se «encoge», pues los más jóve- De la mano de estos corruptores por el ejemplo se extiende
nes han de pasar muchas horas, cada día, entre las paredes de además aquella «fascinación de los modelos aristocráticos»
la escuela, sustraídos a la interacción comunitaria, físicamente que G. Duby apuntó como característica de las sociedades
robados a sus padres, a los mayores, a las autoridades elegi- campesinas. Ejercen un indudable poder de atracción sobre
das. Los niños estarán menos tiempo que nunca al lado de sectores de la juventud preparados por los medios de comu-
sus mayores, al lado de esos ciudadanos que encarnan los nicación para alienarse culturalmente e imitar las pautas ciu-
valores locales, étnicos; y más tiempo que nunca bajo el poder dadanas. Propician avidez y cálculos de beneficio egoísta que
de estos extraños que difunden los principios nacionales, no se conocían en las comunidades: en Juquila una familia
occidentales. Pierre Bordieu señaló hace años que sólo la campesina ha construido un comedor para obtener ingresos
dilatación calculada del tiempo de encierro, la prolongación extras de los almuerzos, comidas y cenas de los maestros; han
del secuestro escolar, permite a la práctica escolar asumir la surgido varias comercios para surtirlos de artículos básicos,
duración y la intensidad que requiere para crear habitus, ya que ellos, al no tener tierras, deben comprarlo todo; junto
para solidificar «estructuras de la personalidad», para forjar a la escuela, una joven zapoteca regenta una tienda con
«disposiciones caracterológicas», para moldear la sensibili- refrescos, pasteles y golosinas para los escolares y sus tutores;

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hay quien medra económicamente hospedando a estos «inmi- tores. Nosotros tenemos sobre todo un factor que está ana-
grantes» acomodados o alquilándoles alguna vivienda, algún lizado, y que es el alcoholismo: un padre alcohólico no le
cuarto... El efecto desvertebrador de la presencia magisterial da la atención necesaria a su hijo, pues […].
rebasa así la esfera psicológica, para incidir en los ámbitos Y la falta de interés por parte del alumno, pues. Muchas
económicos y hasta políticos. Por añadidura, los educadores veces vienen a la escuela no más por cumplir; pero porque
no están solos en esta labor emponzoñadora: se les suman los tengan esa necesidad de aprender, pues no [...]. Por la falta
médicos, los enfermeros, autoridades externas en ocasiones, de interés del alumno, no hay un buen avance; de hecho,
hasta constituir una quinta columna occidentalizadora, indi- los maestros hacen todo lo que está a su alcance.
genófoba, verdaderamente temible.
Curiosamente, un escrúpulo hacia la verdad, que no le
asalta ante otros temas, le lleva a reconocer, de un lado, que
4. Tuvimos ocasión de hablar con el director de la Escuela la Escuela desatiende por completo la defensa y promoción
Primaria de Juquila Vijanos, Gabino Martínez Cruz, indio, de la cultura zapoteca y, de otro, que los alumnos aventaja-
natural de una aldea de la comarca, con varios años de expe- dos, fi ltrados por el aparato educativo para proseguir sus
riencia en la llamada «educación indígena», vanguardia ya estudios más allá del nivel obligatorio estatal, se ven canali-
vieja de esa escuela multicultural que no ha asomado aún por zados casi siempre hacia las formaciones técnicas y profesio-
esta comunidad, quien, desavisado y hasta confiado al iden- nales, hacia los títulos y los empleos subsidiarios:
tificarnos como colegas, compañeros de profesión, dio rienda
suelta a un discurso calado todavía, y a pesar de su condición —¿A usted le parece que se hace un esfuerzo suficiente
étnica, de prejuicios antiindios y corroboró, sin pretenderlo, por respetar la cultura indígena y para fomentarla? ¿Se
el uso de la educación oficial para desmantelar y marginar los estudia zapoteco en primaria? ¿En los programas se intro-
universos culturales indígenas así como para recluir a los hijos ducen cuestiones zapotecas de manera que los estudiantes
de los campesinos en posiciones sociolaborales inferiores. tengan también un conocimiento de sus raíces?
Preguntado sobre las causas del inevitable «fracaso esco- —No, no se estudia el zapoteco; pero tampoco se les pro-
lar» de los estudiantes de Juquila (fracaso escolar aparece en híbe, tampoco se les prohíbe que hablen en zapoteco. Pero
todas partes como el término que encubre y oculta, por una no es asignatura, se respeta... Bueno, equivocadamente, yo
ironía de la semántica, el «éxito de la escuela» en su objetivo estuve en una escuela donde nosotros quisimos castellani-
socialmente discriminador y reproductor de las estructuras zar a los alumnos; y alumno que hablaba zapoteco, casti-
de clase), Gabino Martínez mira enseguida, y exclusiva- gado pues. Pero eso fue en otra escuela... Aquí, en esta
mente, a las familias y al carácter —que debiera corregirse— comunidad, afortunadamente, pues no hablan mucho el
de los niños: zapoteco; y cuando hablan pues se les respeta, es parte de su
cultura. No se le puede quitar, no se le puede prohibir. Usted
—¿Y las calificaciones? ¿Son aceptables o se podría sabe que con todo eso de los Derechos de los Pueblos Indí-
hablar, como en casi todas partes, de «fracaso escolar»? genas pues se les tiene que respetar cual es su cultura [...].
—Bueno, pues no hay un avance del cien por cien. No Aquí, en la escuela, no tenemos una materia, una asigna-
hay un avance del cien por cien... Intervienen diversos fac- tura, donde puedan expresarse en su lengua indígena, que

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es parte de su cultura [...]. Como le digo, por lo regular La práctica cotidiana, diaria, de los malos tratos a la in-
cuando están en las clases hablan puro español; y ya en la fancia indígena en la escuela es una evidencia que nos habían
calle, en sus casas, pueden hablar su lengua materna [...]. confirmado todas las fuentes consultadas: padres y familia-
En este caso de primaria y normal, nuestros programas res de los afectados, los mismos estudiantes, cargos munici-
son los mismos programas que se aplican al nivel del país. pales... Los niños Julio César y Marco Antonio, de la familia
Sólo en la «educación indígena» tienen sus propios textos, Francisco Yescas, nos habían hablado de palmetazos y cos-
pues; ellos ya allí trabajan de acuerdo a su contexto [...]. corrones continuados, habituales, casi como procedimiento
Aquí nada más que la recomendación que siempre se les pedagógico, por no saberse la lección, no haber hecho los de-
ha hecho a los profesores es que adapten los contenidos a beres, hablar con los compañeros, distraerse en clase, etc.; y
esta zona, para hacer la clase más significativa... de guantadas, empujones y patadas ocasionales, por «faltas»
—En España tenemos en la enseñanza un problema de mayores, cuando el profesor se irritaba de veras. Como direc-
«clasismo»: aquellos jóvenes de clase más baja, hijos de tor técnico de la Primaria de Juquila, Gabino Martínez se
trabajadores o campesinos, por muy diversas razones a considera en la obligación de mentirnos:
menudo no consiguen terminar estudios superiores, que
darían acceso a cargos de responsabilidad y prestigio en la —En mi país tenemos un problema que ya se va supe-
empresa privada y en la Administración; es como si estu- rando, pero que ha sido tradicional, y consiste en lo que se
vieran condenados, casi condenados, a cursar estudios de podría llamar «los malos modos profesorales», costum-
formación técnica, formación profesional, mientras que bres antiguas que hay que ir dejando atrás; por ejemplo, en
los hijos de la clase alta sí están ocupando esos puestos. algunas escuelas rurales, de las zonas montañosas por
¿Aquí ocurre algo parecido con los indígenas, que en ejemplo, aún se aplican castigos humillantes a los alum-
cierta forma se ven forzados a no estudiar hasta el final o a nos, castigos físicos, como el típico del palmetazo en la
cursar enseñanzas para los empleos secundarios, subordi- mano. ¿Cómo está aquí la situación? ¿Qué ocurre en las
nados, y están como marginados de los puestos importan- escuelas de las comunidades indígenas? ¿Se siguen utili-
tes, o se ha empezado a combatir, de alguna manera, ese zando los castigos físicos o han caído ya en desuso? ¿La
clasismo? ley los persigue o aún se toleran?
—Bueno, pues aquí en el pueblo afortunadamente hay —Bueno, pues, en cuanto a los castigos, desde que
preescolar, primaria y telesecundaria. Pero en la telesecun- entró Derechos Humanos, no me acuerdo el año, a los
daria pues yo me imagino que los maestros no les dicen a maestros ya no se nos permite ejercer castigos físicos, cas-
los alumnos que tienen que ir a determinada institución tigos corporales; porque si a un alumno, por decirlo así, le
superior. Los dejan libres; ellos son libres, pues... Y aquí en aviento una tizo o un borrador, ese niño va y se queja al
la región hay varios centros de estudios de nivel medio-su- político superior, y ya le llama la atención al profesor. Ya
perior, como son los bachilleratos; y están los CESYTE... no, ya no se permite. Ya está prohibido, está prohibido... Y
Pero, como usted estaba comentando, ello es práctica- hasta los mismos alumnos ya lo saben: si les hablamos un
mente para prepararlos para el trabajo [...]. Con el CES- poquito fuerte, nos dicen que nos van a acusar a Derechos
YTE ya los encajonas para ciertas carreras técnicas. Humanos, ya nos están regañando pues. Así digo... no, no
se permite. Sí, no hay castigos... Cuando un alumno

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comete una falta, ya se le hace llamar a su papá, pues. Pero que nos interesaba destacar es que, posiblemente, Gabino
menos que el profesor le demos de varazos o lo pongamos Martínez, «corruptor por el ejemplo», también nos miente
a levantar los brazos con el libro en peso... No, no. Noso- cuando le inquirimos por este asunto:
tros hablamos con los responsables de ellos, para que, —Hay un tema que he comentado con algunas muje-
como utilización de hijos, ellos digan si hay castigo o que res, y que me ha llamado la atención... En principio, según
hagan algo. Se encargan ellos... Pero aquí al maestro no, la Constitución, la educación es un derecho hasta la secun-
no se le permite. daria, incluida; es un derecho para todos hasta el final de
la secundaria...
En relación con la discriminación académica de la mujer, —Ahorita, con la nueva Ley de Educación, son obliga-
su menor exposición comparativa al adoctrinamiento esco- torias la primaria y la secundaria estatal...
lar, Gabino alega desconocimiento. Probablemente también —Me cuentan que, por lo que sea, con las mujeres es
mienta, pues son muchas las familias que han retirado a sus aquí un poco diferente, y se les permite a las muchachas
hijas de la escuela antes de acabar la secundaria y es difícil no dejar de estudiar antes, para que ayuden en casa... Ello
cruzarse con estas desertoras a lo largo del día. Sarita Fran- contribuiría a que el nivel cultural de la mujer fuera infe-
cisco nos había contado sus planes para el año próximo: dejar rior al de los hombres. ¿Le consta a usted eso?
la escuela, aunque está aún lejos de concluir los estudios se- — Bueno, como ya le estaba comentando en un princi-
cundarios, y dedicarse a cooperar con su madre en la crianza pio, yo aquí en la comunidad soy nuevo; tengo cinco me-
del hermanito recién nacido y en la gestión del pequeño ses. Pero, en el pueblo de donde vengo, allí las costumbres
comedor familiar; preparar las comidas y atender a los clien- son más rígidas; allí tienen que estudiar sea hombre o sea
tes, mercaderes ambulantes o maestros sobre todo... Su amiga mujer [...]. Allí lo importante es que estén estudiando has-
Érika, vecina de la familia que nos acogió, también había ta la secundaria; y a los que no están estudiando por allí se
desertado precozmente de la Escuela: ayudaba a su madre, les aplica una multa de 10.000 pesos, sea hombre o mujer
anciana y viuda, en la casa, en la milpa, en el cafetal... Son [...]. Y de esa forma no se permite que la mujer quede reza-
muchas, demasiadas, las mujeres que no dominan el caste- gada. Ahí es parejo, pues; no porque sea mujer se la da esa
llano en Juquila... Gabino debe imaginar la causa: se las re- libertad de que no estudie; ahí se obliga tanto al hombre
tiró muy pronto de la Escuela. El interés capitalista de una como a la mujer [...]. Pero yo aquí en el pueblo no sé qué
reproducción barata de la mano de obra siempre ha pugnado, costumbre tienen [...]. El director de la escuela secundaría
al menos hasta tiempos recientes, por un encierro de la mujer le puede informar de cómo lo hacen para que no haya
en la casa, a cargo de la cocina, de los hijos, factor doméstico mucha deserción, pues; porque también ellos necesitan
de la contención de los salarios —y así lo vio Federico Engels. hacer promoción, para que la telesecundaria siga funcio-
En el caso de las comunidades, esa estrategia vino a concu- nando y siga creciendo...
rrir con una disposición de la mentalidad tradicional, que
margina de facto al colectivo femenino (las mujeres no suelen ¿Podría esperarse de Gabino Martínez, como profesional
acudir a la Reunión de Ciudadanos, aunque les asiste ese de la educación, como director técnico de una escuela prima-
derecho), y con la lógica material de una economía de subsis- ria, como indígena, como natural de la sierra zapoteca... una
tencia adaptada a una prole numerosa. Sea como fuere, lo línea de reivindicación, ante las autoridades culturales esta-

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tales y federales, tendente a subsanar los problemas que reco- que hemos conseguido ya no van a ser válidos, pues. Por
noce (y que afectan a su pueblo en tanto etnia y a sus alumnos eso es que tenemos que continuar luchando para que esos
en tanto ciudadanos en igualdad de derechos)?; ¿podría es- derechos no se pierdan.
perarse de él que demande «igualdad de oportunidades para No sé si ha escuchado ahorita que la demanda más
los mestizos y los no mestizos» en lo que atañe a la promo- principal del magisterio está sobre la Ley de Lista. La Ley
ción escolar, que solicite la «educación indígena» para Ju- de Lista aquí en México, pues sabe que antes era que los
quila, a fi n de preservar mejor —en teoría, al menos— su maestros tenemos que trabajar 30 años y ya con eso podía-
lengua y su legado cultural originario, que reclame becas e mos jubilarnos; y ahora, con el cambio de la Ley de Lista,
instituciones educativas de rango superior para la comarca, me parece que es hasta los 40 años que se precisa para per-
que abogue por el fi n de los castigos corporales en las aulas y cibir la pensión. Y por ello es esa la demanda más im-
de la discriminación educativa de la mujer en los niveles portante. Por ello estamos luchando para que no se per-
medios de la escolarización? Lo que cabe esperar de él se mita eso... Sí, pues, tenemos que seguir luchando para que
desprende de su respuesta a nuestra última pregunta. Pode- no nos quiten los derechos. Y también por la misma orga-
mos anticiparlo: de él no cabe esperar nada que no tenga que nización es que hemos luchado para que el salario nos
ver con sus intereses egoístas corporativos. aumente mínimamente.
—Es un sindicato unitario, ¿no?
—Como profesional de la educación, ¿se siente bien —Sí, un sindicato nacional de educación; el más gran-
tratado por la Administración o plantea algún tipo de rei- de de América Latina, me parece.
vindicación, alguna queja salarial o de otra naturaleza?
¿Considera que desempeña su cometido social en condi- Estos profesores que maltratan a los niños indios, o saben
ciones aceptables, que es saludable el estado de la educa- que sus compañeros lo hacen, y no lo quieren reconocer; que
ción primaria en las comunidades indígenas y que cuentan no enseñan la cultura ni la lengua zapotecas; que remiten el
con todo lo que, en este plano, se merecen? ¿O mantiene fracaso escolar a los malos hábitos de las familias indígenas
algún pleito, eleva alguna demanda a la Administración? (desinterés de los padres, alcoholismo...) y al carácter de los
—Bueno, dentro del salario del profesor, pues no, no propios estudiantes; que prefieren ignorar la red de discrimi-
es un salario que digamos muy elevado... Por eso usted naciones, étnicas y sexistas, en las que caen sus alumnos; que
sabe que aquí, los maestros, desde 1980, hemos empezado orientan sus demandas, sus luchas, hacia el aumento de los
una lucha sindical, precisamente para reivindicar mejoras. salarios, las pensiones, etc. ¿qué influjo pueden ejercer fuera
Y hemos logrado algunas cosas. Hemos logrado algunas del horario lectivo, qué siembran por las calles y parajes de
cosas porque, cuando yo empecé a trabajar, a los maestros Juquila, a qué tarea inconsciente se consagran? Su influjo, su
de nuevo ingreso no se les pagaba hasta el año, pues. Hasta siembra y su tarea cabe en estas pocas palabras: «corromper
el año, a algunos; y a otros, hasta más del año. Y ese fue por el ejemplo».
uno de los puntos más principales para el inicio de este
movimiento. Y a partir de ahí, entonces nos hemos organi-
zado. Porque usted sabe cómo es el Estado: si nosotros 5. Por fortuna, no todos los indígenas son vulnerables a esa
dejamos un año de luchar, entonces todos esos derechos especie de «escuela ambulante» en que se convierte un maes-

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tro fuera del aula, no todos sucumben ante sus mentiras —por maestros de que sí en verdad tienen ese don de trabajar, de
cierto, ¿es la capacidad para la mentira un rasgo distintivo de enseñarle, de darle un cariño a un alumno, para mostrarle
los profesores de todo el mundo? Felipe Francisco nos mani- hasta dónde tiene la capacidad el maestro de enseñarle, le
fiesta, oportunamente, su desengaño: ya no puede creer en la enseña de corazón a ese muchacho; pero hay maestros
fraternidad, en la solidaridad étnica, de esos indígenas que se también que no tienen ese don, pues, y muchos, como
ganan la vida mintiendo sobre el cadáver insepulto (¿o no ha comentábamos con unos compas hoy en la tarde, el que
muerto del todo?) de la educación comunitaria tradicional; ya muchos, que porque quieren vivir lujosamente, que por-
no puede creer en la lucha altruista de los profesores indios, que quieren tener un carro mejor, que porque tienen que
en que su causa como campesino coincida con la de las capas pagar deudas porque quieren vivir mejor, ya trabajan nada
ilustradas zapotecas... Vamos a recoger aquí un fragmento más obligados, y pues dan un maltrato a sus alumnos, no
de la conversación, indeciblemente rica, que mantuvimos con más esperan que llegue su quincena en que ellos se van.
él, conservando sus palabras en el aparente desorden grama- Y muchas de las veces en las que los maestros insinúan
tical, en el caos sintáctico de superficie que las señala como que llevamos la misma lucha como pueblos indígenas, o
fruto de un esfuerzo siempre insatisfactorio de traducción, como organización, pues también ahí se suman los maes-
como expresión por fuerza amordazada de un pensamiento tros, y viéndolo bien, estudiándolo también, de que no es
zapoteco: cierto, porque la mayor parte de los maestros su lucha es
de exigir un salario mayor, de tener una casa mejor, de
—Se está viendo aquí que los maestros que llegan a estas tener un departamento mejor en una ciudad, pero nunca
comunidades llevan una vida muy diferente a la de ustedes, coincide la lucha de un campesino. Porque nosotros como
son como una cosa que no se adapta al resto de los vecinos, organización, yo desde que nosotros ingresamos en la
no participan en el tequio muchas veces, no siguen las nor- organización, nuestra lucha es de exigir que el Gobierno
mas comunitarias, llevan otro nivel de vida, otro estilo de cumpla en defender a los pueblos indígenas, de que sean
vida... ¿A usted le parece que ejercen un influjo negativo reconocidos como pueblos, como parte de la nación. Nues-
sobre los jóvenes, con esa forma que tienen ellos de com- tra lucha ha sido de que el Gobierno disminuya las formas
portarse, de exhibir sus riquezas, de no participar en las de que reprime a las comunidades; nuestra lucha ha sido
tareas del pueblo, de ser como algo aparte? ¿Le parece que de que se le ha exigido al Gobierno de que menos metan
nada más que por ser maestros y vivir aquí tienen una mano los partidos políticos en las comunidades porque
influencia negativa, que lleva a muchos indígenas a pare- dividen al pueblo, porque de ahí se ve luego los recursos,
cerse cada vez más a los de la ciudad, una mala influencia de que por poco dinero mucha gente como gente necesi-
sólo por estar aquí, aparte de las clases, por sus modelos de tada se engaña pues, que porque te ofrecen 100, 200 pesos,
comportamiento? pues ahí va el pobre porque no tiene y así se engaña, más
—Este, en la forma de comportarse de un maestro, de sin embargo estudiándolo bien dividen al pueblo. Nuestra
hecho como dice un dicho: «por uno pagan todos». De lucha ha sido diferente que a la de los maestros; nuestra
hecho hay maestros que sí en verdad tienen ese don de tra- lucha ha sido nosotros de exigirle al Gobierno que exista la
bajar, de enseñar a un alumno; y hay maestros que por Justicia pero no injusticia. Nuestra lucha ha sido de que no
necesidad tienen ese trabajo. Porque se ha visto de que hay encarcele cuando los pueblos se levantan, o alguna organi-

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zación, o algún luchador social o algún soñador se levanta antojando feas en todas partes: tienen algo de parto prema-
y diga: «¿sabes qué?, nuestro México lo tenemos que llevar turo. Ciertamente, tampoco pueden mirar, hoy por hoy, su
por otra vida diferente, porque nuestro Gobierno nos está entorno y reconocerlo «patria». Del mismo modo que ellas
desviando»; ¿Qué hace el Gobierno. ¿De que los encar- requerirían un horizonte acabadamente capitalista para sen-
cela, mete paramilitares en las comunidades, para asustar- tirse cómodas, y ése no termina de ser el caso de las comu-
los, meterles miedo; pero, como nosotros lo hemos vivido, nidades indígenas, la educación comunitaria sólo puede cre-
para nosotros no existe el miedo, porque nosotros preferi- cer en un medio sustancialmente igualitario, en ausencia del
mos vivir, perdón, preferimos morir en la lucha, en pie, que «punzón económico» que bisela las sociedades modernas.
vivir de rodillas y viviendo esa forma de gobierno. Los maestros que corrompen la vida cotidiana de las co -
Y ahí se ve que la lucha que tenemos nosotros como munidades con su mero «ejemplo existencial» constituyen un
organización y como pueblo y la de la organización de signo de la enfermedad que progresa en el tejido nervioso de
maestros no es la misma, hay una lucha diferente; que noso- los pueblos indios: la incorporación a la lógica económica de
tros luchamos, pues, para que nuestros pueblos siempre la sociedad mayor. Dejando a un lado la hipótesis, si no el
vivan unidos, siempre haya esa unidad en la comunidad. milagro, de un rescate imprevisto de su identidad pretérita, la
Pero, cuando un maestro nos dice: «¿sabes qué?, de que comunidad india se halla ante una encrucijada cruel: a la
también nosotros estamos en la lucha, nosotros también izquierda, el camino de la esquizofrenia, por el que todo es
exigimos de que los pueblos sigan unidos, también nosotros impredecible y traumático; y, a la derecha, la senda de la neu-
luchamos por el pueblo», no es cierto, porque ya lo hemos rosis, de la que tanto sabemos en Occidente, que desemboca
experimentado y en estas últimas reuniones que hemos en un sufrimiento regulado, tratado, medicalizado, y en un
tenido estos meses de enero, que hemos tenido encuentros, travestismo espiritual que acaba justamente con el espíritu,
de que no es cierto, lo hemos visto pues de que ellos tienen dejando sólo un hueco abominable en su lugar, una ausencia
una meta diferente que nosotros. oculta a la mirada ajena. Si no hubiéramos arrancado de raíz
la planta de la esperanza, algo en ella nos llevaría a anhelar,
para el futuro indígena, los fuegos de la esquizofrenia. Des-
esperados como estamos, seguimos luchando por la cancela-
ción de la neurosis.
Democracia india «educativa» La casa de la educación comunitaria indígena no es una
ruina; se mantiene en pie, a pesar de las grietas. Sigue habi-
6. Los días en los que la educación comunitaria tradicional tada, a pesar de los temblores de tierra. Nosotros tuvimos la
de los pueblos indios miraba su entorno y se sentía como en suerte infi nita de pernoctar bajo su techo, varias semanas,
casa no son los nuestros. Hoy, en la medida en que subsis- cuando el invierno desmayaba, en los primeros meses del
te, se asemeja a esos ancianos extraordinariamente longevos, 2006. La Juquila Vijanos que conocimos conservaba casi con
que incluso parecen saludables teniendo en cuenta su edad y mimo una arquitectura social y política heredada que, entre
que nos resultan simpáticos. Pero sabemos que no les asiste otras cosas, echaba a faltar la argamasa poderosa de la edu-
el privilegio de la eternidad. Por contra, las escuelas occiden- cación comunitaria. En su lugar, se extendía un disolvente: la
tales que avanzan por la senda de su sustitución se siguen Escuela. No era muy distinto el caso de otros pueblos indios

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La educación victimada

de la Sierra Juárez, algunos de los cuales visitamos: San Isi- tros y dados nuestros modos conocidos de identidad y de
dro Reforma, San Miguel Yotao, Cacalotepec, Yagavila, San- repetición.
ta María Yaviche, Tanetze... Esta fórmula política descansa en la Asamblea o Reunión
Vamos a describir la organización económica y política de Ciudadanos como verdadero depositario de la soberanía.
de San Juan Juquila Vijanos, tal y como la fuimos descu- Nos congratula que cada familia, sin excepción, envíe a esa
briendo con la ayuda impagable de sus moradores. Creemos reunión un delegado; nos pesa que sea casi siempre un hom-
que representa, en lo grueso, una modalidad bastante bre. En Juquila, a principios de cada año, una Reunión ordi-
extendida de «Comunidad en Usos y Costumbres», particu- naria elige a los cargos públicos, con la autoridad municipal
larmente en el estado de Oaxaca. Incluiremos también alu- al frente, en votación abierta, directa, pero valorando la expe-
siones a variantes registradas en algunos estudios recientes y riencia acumulada en los ejercicios anteriores y en puestos de
en obras clásicas que no han quedado completamente desfa- menor responsabilidad. Sabemos por Carmen Cordero que
sadas. Lo esencial, el esqueleto, se deja aprehender con faci- en otras comunidades varía la mecánica, sin afectar nunca a
lidad: asombra por la nitidez de la figura. El resto, todo la soberanía última de la Asamblea: la propuesta de nombra-
cuanto lo convierte en organismo vivo, escapa a nuestras miento puede corresponder al Consejo de Ancianos y la rati-
capacidades momentáneas de documentación y de síntesis; ficación defi nitiva a la Asamblea, las autoridades religiosas
parece perderse en una multiplicidad indefi nida de posibili- tradicionales pueden también ser consultadas a la hora de
dades y materializaciones. seleccionar a los más aptos, etc.
La educación comunitaria indígena exigía, en lo político, En todas las comunidades los cargos son rotativos y no
un modelo radicalmente democrático, que, durante muchos remunerados: responden al concepto de un servicio a la co -
años, los antropólogos han denominado «sistema de cargos» munidad, rigurosamente desinteresado en lo material, que
o «jerarquía cívico-religiosa». No tiene nada que ver con el proporciona respeto y prestigio. El desempeño puede ser
histrión de la democracia representativa liberal; no hunde anual, bienal o, como mucho, trienal, según las regiones; y, en
sus raíces en Occidente, a pesar de las similitudes estructu- todos los casos, se evitan las repeticiones y permanencias
rales con las fórmulas de la Grecia antigua. Puede discutirse para que el ejercicio prolongado no corrompa al detentador
su origen; cabe polemizar sobre su fundamentación prehis- del cargo y favorezca fraudes a la voluntad popular. El des-
pánica o colonial. Nosotros hemos sostenido que deviene empeño de cargos, entendido como obligación cívica, suele
botín de una lucha social, y que los vencedores de la con- empezar a los 15 años, por los puestos inferiores del sistema
tienda aprovecharon una coyuntura propicia, batiéndose con cívico-religioso; y, a partir de los 25, los hombres, considera-
armas heterogéneas, algunas ancestrales, otras del momen- dos por fi n «capaces de pensar bien», han de acceder al resto
to. La «diferencia política indígena», en nuestra concepción, de obligaciones y responsabilidades comunitarias («dar te-
no se presenta como reminiscencia o supervivencia de un quio», por ejemplo), incluido el desempeño de los cargos su-
sustrato inalterado, mítico, cosificado; surge como elabora- periores. El escalafón culmina en el cargo de autoridad mu-
ción histórica, como resultado de un proceso social que la nicipal, que recae en las personas que han destacado en el
sitúa hoy ante nuestros ojos (occidentales) como forma res- desempeño de los cargos inferiores y el pueblo considera ap -
plandeciente de una alteridad que, ciertamente, se señala a tos para tal cometido; quienes ejercen como autoridad muni-
sí misma tanto como nos señala: es «diferencia» para noso- cipal con rectitud y dedicación ejemplares, ganándose la

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La educación victimada

estima especial de la comunidad, entran en la categoría de Los principales cargos de la vida política, sometidos tam-
Anciano, gente grande, gente de respeto, miembro del Con- bién a este control riguroso y permanente, en absoluto han
sejo de Ancianos, con funciones informales de asesoramiento sido agraciados con un cheque en blanco para su gestión: les
y cooperación con los cargos y autoridades tradicionales. El atañe una función de iniciativa, de propuesta, y sus proyectos
ejercicio de los cargos, así como los procesos de elección y las o programas han de ser refrendados siempre por la Asam-
múltiples reuniones deliberativas de la Asamblea para selec- blea. No pueden decidir y ejecutar nada por su cuenta: la
cionar a los más adecuados, se hallaba profundamente ritua- Reunión de Ciudadanos, enterada de todo, supervisándolo
lizado, envuelto en ceremonias de diverso tipo, como corres- todo, ha de dar su aprobación defi nitiva. En Juquila Vijanos
ponde a un capítulo crucial de la vida comunitaria inscripto puede suceder perfectamente, porque así lo contempla su
en la esfera de Lo Sagrado. derecho consuetudinario, que en una Asamblea convocada
La jerarquía de los cargos y la circunstancia de que se ac- para estudiar la propuesta de un regidor, tal idea sea desesti-
cediera a los puestos más importantes sólo después de haber mada y, en su lugar, aceptada un contrapropuesta nacida en
acopiado experiencia y respetabilidad por el desempeño de la misma discusión colectiva o debida a la reflexión brillante
las funciones inferiores comporta una dimensión educativa y de un vecino. Esto indica que la capacidad de iniciativa o de
de preparación para los ciudadanos, a la vez que garantiza propuesta, si bien recae en los cargos, no es un monopolio de
una supervisión del proceso por la comunidad. El carácter los mismos. Son frecuentes las iniciativas populares, los pro-
genuinamente democrático del sistema (dentro de lo que las yectos concebidos por ciudadanos particulares, que, tras ser
tradiciones políticas occidentales denominarían democracia aceptados por la autoridad municipal para su debate comuni-
directa, democracia participativa o democracia de base) que- tario, la Asamblea puede estudiar y, en su caso, aprobar, en
da garantizado por las prerrogativas de la Asamblea: es ella inhibición o incluso con el desacuerdo del Regidor ocupado
la que interviene, antes y después, deliberando y cribando, en del área en cuestión.
el proceso de elección, y a la que se le reserva la última pala- El lema zapatista de «mandar obedeciendo», y la presun-
bra del nombramiento defi nitivo, de la ratificación. Los car- ción de que en los territorios autónomos chiapanecos «manda
gos son responsables ante el pueblo, que la Asamblea encar- el pueblo y el gobierno obedece», deben ser entendidos a par-
na, y deben dar cuenta constantemente de su gestión; pueden tir de este concepto visceralmente democrático preservado
ser revocados, en cualquier momento, si lo decide la Asam- en las tradiciones políticas de las comunidades indígenas, en
blea. Incluso la autoridad municipal puede ser fulminante- sus «usos y costumbres» centenarios, en su consuetudinaria
mente destituida si no respeta la voluntad del pueblo y la «ley del pueblo».
Asamblea así se lo hace saber.
Sin embargo, la Asamblea no es la «fuente» de la demo-
cracia, sino sólo su principal «colector»: es preciso que cada 7. La sangre que vivifica el sistema de cargos indio es la san-
iniciativa, cada idea, cada cuestión, sea estudiada y discu- gre del pueblo; nada hay más extraño, ajeno y nocivo para
tida por todos los miembros de la comunidad antes de parar esta fi losofía de la democracia, que la idea occidental de la
en la Asamblea —primero en el ámbito familiar, luego en representación y la existencia misma de los partidos políticos.
los círculos de compadrazgo y de amistad, más tarde en los En el pulso terrible que, en nuestros días, se está librando
espacios de la labor y fi nalmente en los del recreo—. entre los usos y costumbres y las fórmulas políticas libera-

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les alentadas por los poderes estatales y federal mejicanos, tas para el cargo de autoridad municipal que señalan a un
en este pulso que no cesa de costar la vida a un número cre- miembro de la comunidad afiliado a un determinado par-
ciente de campesinos, comuneros, cargos y autoridades mu- tido político; pero también es cierto que éste está supedi-
nicipales (desaparecidos, asesinados por paramilitares), no tado a las órdenes de los dirigentes de ese partido, que
cabe la menor duda sobre la decantación de la Escuela: el sis- viven en la ciudad y no son originarios de las comunida-
tema educativo oficial está del lado de la bala, del lado de la des, ni conocen, ni observan, ni respetan el derecho con-
ley positiva mexicana, del lado del Gobierno. Mestizos que suetudinario, así como tampoco conocen las costumbres,
colonizan progresivamente las comunidades, partidos políti- tradiciones y creencias del lugar, simplemente tienen inte-
cos (de izquierdas muy a menudo) que asoman por el área reses propios muy ajenos a los de las comunidades indíge-
y escuelas, apoyados por los paramilitares y por el mosco- nas [...]. Estos partidos políticos continúan avanzando en
neo de las policías y del ejército, están manteniendo un pulso la imposición del derecho positivo mexicano, ahora con la
desigual con los campesinos indígenas que, como tantos veci- bandera de los usos y costumbres, a pesar de que el dere-
nos de Juquila, están dispuestos a sacrificar sus vidas en la cho positivo es excluyente del derecho consuetudinario y
defensa de su propio derecho consuetudinario, su concepto viceversa [...]. Por todo esto, poco a poco vemos como el
de democracia, sus usos y costumbres tradicionales. Mesti- indígena va perdiendo su supremacía en favor de los nue-
zos, partidos políticos y escuelas, del lado del Capital y del vos avecindados mestizos, que llegan a tomar las riendas
Poder Estatal y Federal; es decir, del lado de las balas. Indí- del gobierno y a transformar el sistema tradicional de
genas, sistema de cargos y educación comunitaria resistente, organización [...], imponiendo elecciones por partidos, lo
del lado del Pueblo, de la autogestión campesina; es decir, del que va más de acuerdo con sus intereses particulares que
lado de la palabra esperanzada. con los de la comunidad.
En El Derecho Consuetudinario Indígena en Oaxaca,
Carmen Cordero Avendaño de Durand se ha referido, so - Juquila Vijanos sabe de esta ofensiva en contra de los usos
brada de elocuencia, a esta invasión contemporánea de las políticos indígenas. La comunidad cercana de Santa María
comunidades por los mestizos y sus partidos políticos, colo- Yaviche ha padecido el acoso de los paramilitares de la CO -
nización económica y contaminación político-ideológica de CRUT por defender su sistema político tradicional y avanzar
la que se resienten hoy los Usos y Costumbres: en la organización solidaria campesina: un muerto y ocho he-
ridos, hasta la fecha. La comunidad, también próxima, de Ta-
En los Municipios indígenas en donde la población netze Zaragoza perdió su organización tradicional hace unos
mestiza empieza a tomar importancia, ésta trata de trans- años; y pasó a ser dirigida por un delegado del Gobierno (en
formar la forma de elección tradicional y optar por el sis- calidad de «administrador general»), precisamente, y en opi-
tema de partidos [...]. Hay que recordar que la intromisión nión de muchos, el paramilitar responsable de la masacre de
de los partidos políticos ha sido poco favorable a la orga- Yaviche, Jacobo Chaves. En los primeros días de marzo de
nización social de los pueblos indígenas; ha causado una 2006, sin embargo, las radios indigenistas de la comarca anun-
transformación destructora de ésta, debilitándola y propi- cian con entusiasmo el regreso del pueblo de Tanetze a los
ciando en muchas partes el abandono de su sistema jerár- usos y costumbres, tras una asamblea en la que los 400 votos
quico [...]. Es cierto que existen en la actualidad propues- de los partidarios del sistema de cargos tradicional quieren

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hacer valer su elemental derecho democrático sobre los 35 de gar gastos extraordinarios de la colectividad, como obras pú-
los paramilitares de la COCRUT, con Chaves al frente. Al blicas y desembolsos por visitas o festividades patronales.
margen de que las autoridades externas, los organismos regu- Al lado de la autoridad municipal, en Juquila se nombran
ladores del estado de Oaxaca, acepten o no la iniciativa popu- varios regidores, uno para cada área principal de los servicios
lar, los vecinos de Tanetze, de forma autónoma, suscribiendo comunitarios (salud, educación, obras...), acompañados por
de algún modo otro lema zapatista («para ser libres no nece- sus respectivos topiles, que desempeñan una labor policial en
sitamos que nos den permiso»), han reconstituido ya su admi- sentido amplio: asegurarse de que se cumplen las resolucio-
nistración comunitaria, con los cargos y autoridades tradicio- nes, de que se respetan los acuerdos... Hay también un sín-
nales contemplados en los usos. En una coyuntura política dico, que se asemeja más al policía sensu stricto, pues a él se
extremadamente peligrosa, bajo un doble poder de hecho y en confían las tareas poco gratas de poner multas, sancionar,
espera de una represalia paramilitar, los ciudadanos de esta retener a los transgresores, etc. El ya mencionado «comisario
comunidad zapoteca han restablecido el tequio y han iniciado, de bienes comunales» se encarga de hacer valer el Regla-
bajo esta fórmula de trabajo cooperativo, la reparación de la mento en el que se especifican los modos de aprovechamiento
carretera que los une a Juquila, comunidad hermana donde vecinal de los bienes colectivos y el uso conjunto, comunero,
«la ley del pueblo» nunca ha sido suspendida. ¿Cómo respon- del bosque. Un alcalde con funciones nebulosas, de natura-
derá «el bando de las balas» ante este espectacular fracaso de leza judicial, también elegido cada año, trabaja cerca del juez,
todas sus estrategias políticas, ideológicas, escolares...? autoridad externa, a menudo vitalicia, que no suele residir en
Juquila y a la que compete el imposible de aplicar la ley nacio-
nal mexicana, el derecho positivo, en la zona.
8. En Juquila Vijanos, los diversos cargos rotativos se de- Hemos dicho imposible porque en esta comunidad no ha
sempeñan durante un año, con excepción de la comisaría perdido todavía su ascendencia el llamado «derecho consue-
de bienes comunales, que abarca un trienio. Las personas tudinario indígena», código jurídico tradicional, asentado
sobre las que recae la dignidad del servicio son elegidas en sobre la costumbre, no escrito, con importantes singularida-
la Asamblea de enero. Nadie percibe un salario por cumplir des en cada localidad, al que los campesinos se someten
con su obligación cívica; antes al contrario, por restar tiempo voluntariamente para resolver sus pleitos, ejercer sus des-
de trabajo en las parcelas familiares, por retener físicamente agravios, obtener reparaciones... En Juquila, el juez efectivo,
al campesino durante muchas horas a la semana, constituye no declarado, vale decir el encargado de sancionar de acuerdo
un sacrificio, una carga. El Gobierno mexicano, dentro del con el derecho consuetudinario, es la autoridad municipal; en
conjunto de estrategias que ha ido diseñando para adulte- otras partes, el alcalde... A los campesinos zapotecos de la
rar y controlar la autonomía de hecho indígena, instituyó, Sierra Juárez les importa muy poco que los dictámenes emi-
por decreto, un sueldo para las autoridades municipales. Se tidos por su autoridad municipal para resolver los pleitos y
desprendía de la Ley de Coordinación Fiscal de 1980, y cose- litigios sean aceptados por la Administración estatal como
chó un rotundo fracaso: no pudiendo negarse a recibirlo, las meros arreglos internos, apaños intracomunitarios, sin que
comunidades, declarándolo obligatoriamente como «remu- se les reconozca carta de naturaleza jurídica.
neración de la máxima autoridad local», lo fueron deposi- Dentro de este derecho consuetudinario, muy interesante
tando, sin embargo, sistemáticamente, en un caja para sufra- desde diversos puntos de vista, juega un papel decisivo la «ce-

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remonia de reconciliación», garantía de que se cierran verda- Pero el motor de la vida política de Juquila reside en la
deramente las heridas de la enemistad, y la idea de que, más Reunión de Ciudadanos, la Asamblea de Vecinos. Se cele-
que castigar al infractor, compete a la comunidad identificar bran cinco asambleas ordinarias cada ejercicio anual, siendo
y resolver el problema subyacente, el problema que buscó al muy importante la primera, en la que se eligen los cargos, a
hombre y casi lo usó para materializarse 1. A nosotros también principios de enero; y un número indeterminado de asam-
nos llamó la atención que este derecho oral, arraigado en la bleas extraordinarias, convocadas por las autoridades ante
costumbre, retenido en la memoria de los mayores, materia circunstancias excepcionales o solicitadas por los ciudadanos
fundamental de la educación comunitaria indígena, como y ratificadas por la autoridad municipal para atender iniciati-
veremos, deje una puerta abierta al resarcimiento por la vía vas de base. Las autoridades y cargos municipales desempe-
de la venganza si el causante del daño rehuye la mediación de ñan su cometido bajo la meticulosa supervisión de la Asam-
las autoridades tradicionales y la resolución comunitaria del blea, que exige una transparencia absoluta de la gestión y
conflicto. Sin embargo, el aspecto más reseñable del derecho recaba, para cada medida o proyecto, el aval imprescindible
consuetudinario indígena, que aún se aplica en pueblos indios de la consideración y consenso ciudadanos. No se trata sólo
de toda América Latina 2, reside en su funcionalidad educa- de que cada propuesta concreta de este o aquel regidor deba
tiva: como se ha podido señalar, partiendo de los estudios de ser respaldada por la mayoría aritmética de la Asamblea; es
Braulia Thillet, «en el contexto de la justicia comunitaria, las preciso que cada proyecto, cada idea, sea estudiada y discu-
resoluciones involucran a toda la comunidad, es decir, hom- tida por todos y cada uno de los miembros de la localidad, en
bres y mujeres, ancianos, adultos, jóvenes y niños. La partici- uno u otro de los diferentes ámbitos de la vida comunitaria.
pación de estos últimos es importante, pues cada evento co- Si hay algo que la mentalidad indígena detesta con todas
munitario se aprovecha para aprender de las experiencias de sus fuerzas es la práctica de la imposición, el despotismo po -
los adultos, así como de sus errores, para ya no repetirlos en lítico. A lo largo del siglo XX, las revueltas e incluso insurrec-
el futuro. En ese sentido, en las comunidades indígenas, las ciones indígeno-campesinas «contra la imposición» se han
asambleas convocadas para resolver los conflictos locales sir- prodigado en todos los estados mexicanos, como ha analizado
ven no sólo para juzgar y sancionar a los culpables, sino que Armando Bartra, aunando el rechazo de los comportamien-
son concebidas como parte de la escuela de la vida» 3. tos tiránicos con la condena del fraude y de la corrupción. En
la doble inscripción de la bandera campesina revolucionaria
Tierra y Libertad, el segundo término no juega un papel subor-
1 En Derecho de los Pueblos Indígenas a Darse su Propia Justicia, Rubén Cha-
cón Castro subrayaba también estos aspectos: el derecho consuetudinario indí- dinado: sin «libertad», la mera provisión de tierras nunca ha
gena «se distingue por hacer prevalecer, más que el proceso legal formal a favor sido un expediente efectivo de pacificación social. Y para el
de la víctima, el poder comunal conciliatorio; [en él] el proceso siempre va más
allá del confl icto inmediato y pretende resolver asuntos en su fondo y partiendo indio «libertad» tiene un doble significado: autonomía polí-
de la base» (OIT, Costa Rica, 2002). tica (preservación de los usos y costumbres) y protagonismo
2 Así lo han constatado, entre otros, Rodolfo Stavenhagen y Diego Iturralde, directo e incondicionado del Pueblo, del conjunto de los veci-
en Entre la ley la costumbre. El derecho consuetudinario indígena en América
Latina, Instituto Indigenista Interamericano e Instituto Interamericano de De-
nos, de la comunidad en asamblea, sin mediaciones ni repre-
rechos Humanos, México, 1990. sentaciones.
3 Centro de Estudios y Proyectos para el Desarrollo y la Paz (CEIDEPAZ), En Stina Jo´Kucha. El Santo Padre Sol, libro publicado
Propuesta de regularización de tierras comunales indígenas inscritas a nombre
de municipalidades, Guatemala, 2006, p. 124.
por la Biblioteca Pública de Oaxaca en 1986, se recoge un

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testimonio ilustrativo de la comentada prevalencia política Por esta vía «civilizada» ha dado pasos significativos el
del Pueblo. Recoge la ceremonia de la entrega de la vara de estado de Oaxaca, particularmente con las reformas del Có-
mando al «presidente municipal» electo de la comunidad de digo de Instituciones Políticas y Procedimientos Electorales
San Juan Quiahije, en la región chatina: de Oaxaca (CIPPEO), recogidas en un título único al que se
le ha dado un nombre esclarecedor: De la Renovación de
Sobre permiso a nuestro Santo Padre Sol, al Dios Ayuntamientos en los Municipios de Elección por Usos y
Supremo: Recibe esta Vara de Mando [...]. Ella es el sím- Costumbres. Se trata de un pleno reconocimiento jurídico de
bolo del permiso dado por el pueblo para conducirlo. los ayuntamientos regidos por el derecho consuetudinario,
Que no se meta, ni en tu cara ni en tu corazón, que tú por la «ley del pueblo» tradicional; pero esta oficialización va
eres superior. acompañada de la atribución, a determinados organismos de
Sé humilde, no cambies tu forma de sentir, de pensar ni la administración estatal, de un poder efectivo de intromisión
de actuar porque ya la tienes en tus manos. No empieces a en la vida política de las comunidades: el Consejo General
creer en tu persona, que tú decides todo. del Instituto Estatal Electoral de Oaxaca se erige en supervi-
No pierdas el respeto del Pueblo. sor de los procesos electorales «en usos y costumbres», deter-
Si tú como autoridad te portas mal, el pueblo te pedirá minando qué localidades se ajustan a la nueva normativa (ar-
cuentas por no haber actuado con la rectitud que esta Vara tículo 110) e ingresan así en el Catálogo General de Municipios
representa, y el pueblo podrá retirártela si no sabes soste- de Usos y Costumbres (artículo 114) y qué comunidades que-
nerla en tus manos con dignidad y respeto. Pero solamente dan excluidas, al margen de la legalidad, expuestas a cual-
nuestro Santo Padre Sol dará permiso para aceptar esto y quier tropelía policiaco-judicial. También corresponde al
dará permiso al que tomará tu lugar y seguirá adelante. Consejo General del IEE conocer y resolver los casos de con-
troversias que surjan en la renovación de los ayuntamientos
(artículo 125), con lo que, en calidad de árbitro, si no de juez,
9. En los últimos tiempos, la estrategia de los poderes estata- podrá suscitar, manipular y reconducir las divisiones inter-
les y federales en relación con los usos y costumbres ha cam- nas. Por último, sólo al mencionado organismo atañe decla-
biado. Sin prescindir de la represión física selectiva, siempre rar la validez de la elección (artículo 120), desposeyendo a la
brutal y muy a menudo sangrienta, desplegándola en los casos comunidad del derecho a establecer sus propios criterios de
en que concurre un factor adicional (la fortaleza de una orga- legitimidad. ¿Qué ocurrirá en casos como el de Tanetze Za-
nización campesina que se desea debilitar, intereses econó- ragoza, donde la población, por amplísima mayoría, estimaba
micos influyentes para los cuales el autogobierno indio puede válida la elección, legítimo el nuevo Consejo Municipal, y
suponer un escollo, conveniencia de dividir una comunidad unas decenas de facciosos armados, con respaldo de organi-
de cara a su posterior desarticulación y evaporización por zaciones políticas nacionales, ascendencia sobre órganos
exigencias geoestratégicas, planes contrainsurgentes), se ins- gubernamentales, apoyo declarado del Capital, etc., impugnó
trumentan, de preferencia, procedimientos «integradores», todo el proceso y presionó al IEE para que buscara irregula-
tendentes a una regulación institucional de la autonomía in- ridades y no ratificara a las nuevas autoridades?
dígena (reconocimiento jurídico, contabilidad administrativa Una vez más en la historia reciente de México, la admi-
y supervisión inquisitiva e interesada). nistración roba las banderas de los insurrectos con el objeto

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de desmovilizarlos y asimilarlos. Las reformas del CIPPEO, ocupar sucesivamente puestos de actividad práctica que les
en septiembre de 1995, han sido presentadas como un ejem- reportan un enorme conjunto de conocimientos significativos.
plo de respeto y preservación de la cultura y la autonomía La «hora del cargo» es también la hora de la apropiación cog-
indígenas. En Chiapas, el reconocimiento de los «territorios noscitiva de la realidad social de la comunidad, en todas sus
autónomos zapatistas» se inscribe en la misma estrategia determinaciones (económicas, políticas, psicológicas, cultu-
integradora. Tanto en el caso de Oaxaca como de Chiapas, la rales...). Los indígenas advierten que las obligaciones cívicas
concesión, de por sí envenenada, no ha significado el fi n de la constituyen la ocasión de un aprendizaje vasto, y no mera-
violencia antiindígena, antes al contrario. Estamos ante una mente técnico. Un topil no sólo ha de conocer la naturaleza
navaja afi lada por sus dos caras, por el lado del reconoci- de su función, la especificidad de su cargo: para ejercerlo a la
miento jurídico y la aparatosa promoción cultural, y por el de altura de las expectativas de la comunidad, con la rectitud que
la represalia policial y parapolicial, el asesinato selectivo y la se le exige, ha de asimilar progresivamente los rasgos del en-
intimidación permanente. Por los mismos días en que el IEE torno social que condicionan su labor. Puesto que los mucha-
de Oaxaca estudiaba el litigio de Tanetze, un grupo de priís- chos actuarán como topiles de varios regidores, las distintas
tas, con agentes municipales y policías del obierno, interrum- parcelas de la vida comunitaria se les irán abriendo gradual-
pían una asamblea de comuneros en el distrito de Juquila, mente, forzándoles a una experiencia en las mismas insepara-
practicaban detenciones y abrían fuego indiscriminado. La ble de un conocimiento de las mismas, y, lo más importante,
prensa dio este «saldo»: ocho detenidos, cuatro heridos y un aportándoles una comprensión progresiva de la dimensión
desaparecido. humana, social, de dichas áreas (la salud de la localidad y la
medicina tradicional, las instalaciones públicas y las formas
cooperativas de mantenerlas, las posibilidades reales de rela-
10. El «sistema de cargos», expresión indígena de lo que en ción y comunicación con los hermanos de los municipio próxi-
Occidente se denomina democracia directa o participativa, mos, y las formas solidarias de proveerse de las infraestructu-
constituye, pues, la forma política que corresponde a la edu- ras requeridas para fomentarlas, etc.).
cación comunitaria. Pero, en este caso, utilizamos el término Cuando, después de años rotando por los puestos infe-
correspondencia en su acepción fuerte, que sugiere casi la riores, años de formación, de preparación y de aprendizajes
idea de identificación: la democracia directa es educación básicos, se alcance la verdadera edad de la razón, y cada ciu-
comunitaria. dadano deba empezar a desempeñar cargos de mayor res-
Aquí reside una diferencia capital con el concepto occi- ponsabilidad, que exigen una atención intensificada al medio y
dental de educación, con el sentido de la Escuela. En las comu- proporcionan conocimientos más amplios y más profundos, en
nidades indígenas el sistema político mismo desempeña fun- ese momento decisivo, la educación comunitaria indígena
ciones educativas, trasmisoras de la cultura, socializadoras. incorpora a la asamblea como tutor de primer orden: a ella se
De ahí la importancia de un segundo rasgo del sistema de le rinde cuentas, pero también de ella se recogen informacio-
cargos, que en ocasiones pasa desapercibido: la rotación. Los nes, datos, recomendaciones... imprescindibles para prestar
cargos no sólo son electivos, son rigurosamente rotativos. Esto un mejor servicio a la colectividad y para ampliar la compren-
quiere decir que todos los miembros de la comunidad, a partir sión del horizonte social local. La asamblea, desde este punto
de los 15 años, y ya de un modo intensivo desde los 25, van a de vista, es una «fuente de documentación».

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La educación victimada

Desde el principio, los Ancianos, interesándose por el mocracia; se disfrutaba de un modelo de democracia sustan-
desenvolvimiento cívico de los muchachos, prodigándose en cialmente educativo. Europa educa para un uso demoliberal
consejos, asesorando, premiando simbólicamente y amones- de los hombres, para que el ciudadano se someta a un aparato
tando cuando es preciso, han constituido el otro resorte de la de gobierno que sanciona la desigualdad en lo socioeconó-
educación comunitaria, una educación para los cargos y por mico y la subordinación en lo político; la comunidad indígena
los cargos; desde el principio, los hombres más respetados de mesoamericana garantiza un uso educativo de la democracia,
la localidad, los más dignos y los más sabios, se han impli- para que el ciudadano se integre en un sistema de autogo-
cado de corazón en el proceso formativo y moralizador de la bierno que preserva la igualdad en lo material y la libertad en
juventud, erigiéndose sin duda en el tutor mayor. lo político.
En las comunidades, pues, se instaura una relación entre Al concepto de ciudadanía occidental se adhiere una dis-
política y educación que Occidente desconoce radicalmente. posición heterónoma de la moral: no admite la idea de un
Nuestras escuelas preparan y modelan el material humano «buen ciudadano en sí», de una bondad del ser humano cen-
atendiendo a los requerimientos del orden político estable- trada sobre sí misma. Se es un «buen ciudadano» en la medida
cido; trabajan, por así decirlo, por encargo. Las estructuras en que uno sirve para el funcionamiento del orden econó-
políticas, con las relaciones de poder que le son propias, de- mico-político impuesto; un hombre es bueno si no obstruye
mandan un tipo particular de ciudadano para consolidarse; la reproducción de lo dado. Es la noción del hombre-herra-
la Escuela se lo proporciona. En otros estudios hemos indi- mienta, hombre-instrumento, apuntada en diversas ocasio-
cado que la docilidad ha de ser un atributo esencial de esa nes por Adorno y Horkheimer. El concepto de ciudadanía
«forma de subjetividad» exigida, reclamada (a las institucio- indígena supone una disposición autónoma de la moral: el
nes educativas), por el sistema político imperante en el área autogobierno democrático hace al hombre bueno para que se
del capitalismo occidental. La escuela educa para la repro- regocije en su bondad; el servicio desinteresado a una comu-
ducción de un orden político dado; pero este orden, por sí nidad de iguales dignifica al ser humano y esa dignidad reco-
mismo, no forma, no socializa. Aparece como la meta, pero nocida en uno mismo es la fuente de la autoestima y de la
no como el medio. Es el objetivo, y nunca la herramienta. En felicidad. Tal bondad, tal dignidad, es un regalo de la organi-
Sobre el porvenir de nuestras escuelas, F. Nietzsche, a la zación comunitaria carente de fi nalidades segundas, se cierra
altura de 1870, advirtió ya esta índole cardinal de la educa- sobre sí misma en la aspiración última de lo que algunas
ción moderna. etnias llaman la buena vida, la felicidad; la democracia india
Con su doble lenguaje cínico y desmoralizador, los peda- forja al ciudadano libre como condición de la felicidad. He
gogos de Occidente declaman en favor de una «educación ahí la meta de la «educación comunitaria indígena». El anhe-
para la democracia», evidenciando la triste circunstancia de lo imposible de Fausto, que cifra el utopismo desmadejado de
que nuestro modelo político, indirecto y representativo, no Occidente (y no es banal que lo haya señalado un estadista:
educa por sí mismo, corroborando que la democracia liberal Wolfgang Goethe), aquel «vivir con gente libre en suelo
no es educativa. En los pueblos indios, por el contrario, la libre», era cotidianidad en las comunidades indias, un tesoro
organización democrática tradicional, el sistema de cargos, salvaguardado por su modos informales de educación.
actuaba como agente de la educación comunitaria, formaba, La educación tradicional de los pueblos indios tiene por
socializaba, moralizaba, culturizaba. Se educaba desde la de- objetivo, no el Estado, sino la felicidad. La escuela es su con-

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trario: como anotó el «fi lósofo del martillo» hace bastante como prohibición de la venta de parcelas locales a extranjeros,
más de un siglo, la Escuela se resuelve indefectiblemente en lo que supondría una disminución, una amputación, del orga-
el Estado: nismo territorial de la comunidad. La tierra de la comunidad
no puede ser vendida porque no pertenece a nadie: la tierra de
Una sola boca que habla y muchísimos oídos, con un la comunidad es la comunidad misma. Los habitantes del pue-
número menor de manos que escriben: tal es el aparato blo viven de ella, siguiendo pautas familiares, comunales y
académico exterior, tal es la máquina cultural puesta en cooperativas; y cualquier ataque a esa base común de la sub-
funcionamiento. Por lo demás, aquel a quien pertenece esa sistencia será sufrida por todos.
boca está separado y es independiente de aquellos a quie- En algunas localidades, como Juquila Vijanos, cada uni-
nes pertenecen los numerosos oídos; y esa doble autono- dad familiar dispone de un lote de tierras, de donde extrae sus
mía se elogia entusiásticamente como libertad académica. medios de alimentación; y, de hecho, lo trabaja a su manera,
Por otro lado, el profesor —para aumentar todavía más siguiendo su propio criterio, esencialmente con las fuerzas
esa libertad— puede decir prácticamente lo que quiera, y laborales de la casa, lo traspasa en herencia a sus hijos, de
el estudiante puede escuchar prácticamente lo que quiera: forma equitativa, etc. Pero aquello que se cultiva, que se tras-
sólo que, a respetuosa distancia, y con cierta actitud avi- pasa, que, en ocasiones se vende a un vecino, siempre y sólo a
sada de espectador, está el Estado, para recordar de vez en un vecino, nunca a un forastero, es el derecho de usufructo de
cuando que él es el objetivo, el fin y la suma de ese extraño la parcela, no la parcela misma, cuyo único dueño reconocido
procedimiento consistente en hablar y en escuchar. es la comunidad. En otras comunidades, no se permite la
herencia y las tierras son redistribuidas entre las unidades
familiares periódicamente, tolerando la cesión o venta del
derecho de usufructo sólo en casos excepcionales. Hay tam-
bién poblados en los que las tierras del común cuentan más
Condición «comunera», educación «localista» para la subsistencia de los vecinos que las minúsculas parcelas
familiares, por lo que recuerdan experiencias colectivistas
11. Al lado de los usos políticos tradicionales, y como segundo occidentales. Y, en fin, para terminar de complicar el cuadro,
componente de la forma de sociedad que corresponde a la existe un numero considerable de comunidades indígenas
«educación comunitaria indígena», hallamos la propiedad co - que, al menos formalmente, han dado ya la espalda al comu-
munera de la tierra. nalismo tradicional, a la gestión comunera de la tierra, aco-
El comunalismo sobredetermina todos los aspectos de la giendo formas distintas de propiedad privada (propiedad pri-
vida cotidiana de los pueblos indios, pues se sitúa al nivel de la vada absoluta, propiedad privada bajo el compromiso de no
reproducción material, se inscribe en la lógica primera de la vender a extraños, propiedad privada sólo teórica a fi n de
subsistencia. Como en el caso de las formas de autogobierno beneficiarse de créditos o subsidios especiales, etc.).
comunitario, la cancelación de la propiedad privada capita- Al lado de las parcelas asignadas a las familias, existen
lista se reviste de formas diversas, adopta muy variadas solu- terrenos estrictamente comunales, ejidos, bienes colectivos...
ciones, dentro de un concepto nítido e invariable —el concepto que se trabajan en común para obtener los medios con que
de la inalienabilidad del territorio del municipio, entendido sufragar eventos locales, como las festividades patronales,

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para cubrir gastos relacionados con la gestión municipal, para Incluso en las comunidades como Juquila, donde el derecho
hacer frente a alguna circunstancia extraordinaria, como la de usufructo puede venderse a cualquier vecino, la concen-
visita de una personalidad importante o el envío de una dele- tración territorial está descartada por la muy simple razón de
gación a este o aquel foro, para surtir de fondos una u otra caja que ninguna familia va a adquirir más parcelas de las que real-
comunitaria. Determinados recursos comunales, como los mente puede cultivar. Y la capacidad laboral de las familias,
bosques, el monte, etc., están abiertos a un aprovechamiento su potencial como fuerza de trabajo, es similar.
individual, familiar, pero bajo la supervisión de un comisario El igualitarismo consecuente, que se refleja en las vivien-
y en el cumplimiento de reglamentos consensuados. das, llamativamente parejas, los atuendos, la franca camarade-
Occidente, al analizar las modalidades de tenencia de la ría entre todos los residentes, etc., es el caldo de cultivo más
tierra, proyecta siempre un prejuicio individualista, traslada adecuado para un desenvolvimiento óptimo de la democracia
la idea de un propietario y una propiedad, de un sujeto de la india: al no haber diferencias sociales, desniveles económicos
posesión y un objeto poseído. A partir de ahí, despliega sus importantes, pugna de intereses (la economía de subsistencia,
inevitables categorías, sus etiquetas; y habla de propiedad pri- completada con alguna especialización comercial, como el
vada, propiedad cooperativa, propiedad estatal... No contem- café o el algodón, que proporciona ingresos monetarios a toda
pla la posibilidad de que exista un otro que no conceda tanta la aldea, no genera choques competitivos), los ciudadanos que
importancia al título efectivo de propiedad y mire sobre todo desempeñan temporalmente los cargos pueden mirar, verda-
por la defensa de un patrimonio territorial local, por la salva- deramente, sin condicionamientos ni presiones partidistas,
guarda de la comunidad. Un otro desinteresado por la defini- por el bien común, por los intereses generales de la población.
ción jurídica rigurosa de su relación con la tierra, por la elec- Bien común e intereses generales que Occidente esgrime
ción del nombre particular que mejor expresa esa relación. demagógicamente como propósito de la dinámica política de
Algunos campesinos de Juquila confesaban su incapacidad los Estados (¿dónde está el interés general de una sociedad
para discernir si las parcelas que cultivaban eran suyas o no lo dividida en clases?, ¿cuál es el bien común de empresarios y
eran, eran de la familia o del cabeza de familia, eran de todos trabajadores?); pero que, en las comunidades indígenas, en
o más bien del municipio. Un indígena procuró darme a en- ausencia de la fractura social y del conflicto de clases, bajo el
tender que el cafetal que recolectaba era suyo para unas cosas igualitarismo inducido por la propiedad comunera de la tierra,
sí y para otras cosas no, mientras que era de la Comunidad aparecen como únicos objetivos de un desempeño digno del
para todas las cosas. El acuerdo inocultable, el consenso cargo cívico, únicas metas de una gestión recta de los asuntos
generalizado, atribuye un dueño único a todas las tierras, ya públicos, desempeño y gestión capaces de proporcionar estima
sean explotadas familiarmente o cooperativamente, con inde- y honorabilidad al ciudadano. La fidelidad a la comunidad, la
pendencia de su modo de registro; y este dueño es la Comuni- identificación con lo local, el particularismo indio, se nutren de
dad, el Pueblo. esta armonía sustancial entre la base material de la existencia y
la organización y la práctica políticas. De la esfera de las fuer-
zas económicas, lo mismo que de la órbita del gobierno muni-
12. Sólo la propiedad comunal de la tierra evita la eclosión cipal, dos planos simétricos, en retroalimentación, proceden
de las desigualdades económicas, los contrastes de riqueza, las pulsiones a una identificación con el grupo y con sus condi-
pues descarta la posibilidad del acaparamiento de parcelas. ciones de reproducción.

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En medio del dolor, nos levantó el ánimo comprobar có - una verdadera abominación, la división intracomunitaria, la
mo los indígenas desplazados de guerra, cuyas vidas habían hostilidad ente hermanos de un mismo pueblo, la existencia
sido cortadas, separadas del plantel comunitario, hallaban un de facciones en el municipio.
enorme consuelo y hasta un motivo solitario para la alegría, Asentada sobre el vigor de esta fraternidad local, la edu-
en la decisión colectiva de organizar al modo tradicional, de- cación tradicional indígena sobredimensiona la significación
mocrático, autogestionario, la dirección de las cosas públicas, de sus enseñanzas: agricultura local, climatología local, fauna
el gobierno del campamento, y de restablecer la fi losofía co - y flora local, geografía local, historia local, costumbres loca-
munera, cooperativa, de ayuda mutua, en las labores necesa- les, derecho local, usos políticos locales. Se muestra, en ver-
rias para procurarse los medios de subsistencia. Restauraban dad, muy poco interesada por lo que ocurre más allá de los
lo local allí donde su hermandad se profundizaba por el sufri- límites de la comunidad porque, como órgano casi vital de los
miento, refundaban la Comunidad en el alejamiento forzoso indígenas y preservadora de su condición y de su cultura, los
del marco geográfico originario. «Vivir con gente libre en quiere por siempre allí, en el pueblo. No prepara para la emi-
suelo libre», sueño fáustico, aún puede hacerse en Juquila gración —eso atañe hoy a la Escuela; sirve a la causa de una
Vijanos; y habría que ser un monstruo para no embriagarse integración física y espiritual del indígena en su medio geo-
de afecto por la región, es decir, sus montes, sus cielos y sus gráfico y en su tradición cultural. Desmantelada en variable
gentes —lo local—. Que gente libre forje un suelo libre —in- medida esta educación comunitaria, el campesino se extraña
vente un nuevo localismo— es lo que se deja ver, entre espas- de su propia comarca: lo que oye en la Escuela le ayuda poco
mos de rabia y esperanza, en lugares como Polhó, donde la a sobrevivir en la comunidad, a comprender y amar a sus her-
humanidad descubre el modo de hacerse por fi n merecedora manos, a sentirse cómodo en su propia piel.
de su nombre... Según Joseph W. Whitecottom, dejando a un lado las ob -
vias determinaciones lingüísticas y culturales, cabe defi nir la
condición india como «campesinado que mantiene una pecu-
13. La educación comunitaria indígena se ha asentado sobre liar relación con la tierra y con la comunidad». Es precisa-
ese espíritu obstinadamente localista, que remonta sus orí- mente la singularidad de esa relación con la tierra de aquí y la
genes a tiempos prehispánicos y aparece como una señal de comunidad nuestra, instituyente, como veremos, de un loca-
identidad de todos los indígenas mesoamericanos. La mayor lismo sublimado en fi losofía, en cosmovisión, la que se halla
parte de los arqueólogos e historiadores actuales estiman hoy en el centro de la diana sobre la que dispara la Escuela.
que la fidelidad a la localidad, el sentimiento comunitario, se Por su naturaleza universalista, homogeneizadora, por su
erige en el principal criterio de afi liación y solidaridad entre aversión hacia los patrimonios culturales regionales, por su
los indios centroamericanos, dejando a un lado los vínculos racionalismo descarnado y por el juego interno de sus catego-
insuperablemente primarios de la familia conyugal y la fami- rías idealistas, de sus abstracciones y de sus peticiones de
lia extensa. Pesa más el vínculo local que la identidad étnica; principio apenas veladas, la institución escolar propugna en
y, por ello, habiendo constituido una constante milenaria la todo momento una superación de lo local, un olvido de lo
rivalidad y el enfrentamiento entre localidades de la misma más cercano y de lo más concreto. No pudiendo comprender
región o de regiones próximas, en todo tiempo y en todo lugar la otredad del indio, incapaz de respetar su afi liación loca-
ha sido considerado un mal terrible, un peligro insondable, lista, quisiera borrarlo del mapa; sabe que para difuminarlo,

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desaparecerlo, basta con arrancarlo de su comunidad, sepa- compartido por todas las lenguas mayas, incluso por todas las
rarlo de su tierra, arrojarlo a un basurero urbano. Es lo que lenguas indígenas mesoamericanas.
procura, todos los días, con sus currículum no significativos y El zapoteco no constituye una excepción: hemos notado
su pedagogía implícita agrófoba. Por su parte, la educación que los indígenas de Juquila padecen, cuando hablan en cas-
comunitaria indígena se abraza a lo local, en la acepción más tellano, esa especie de dictadura de la primera persona, esa
amplia y rica del término, forma parte de lo local, lo expresa. hegemonía del yo, que complica indeciblemente la expresión
de unos sentimientos comunitarios en los que el sujeto, aun
conteniendo al yo, habría de ser distinto y más vasto, habría
14. Lo local no es sólo el conjunto de los edificios del pueblo; de estar abierto a una identificación más profunda del hablan-
la comunidad no es sólo el conjunto de los residentes. Una te con el ambiente, debería ser capaz de referir interrelacio-
canción tseltal, recogida por A. Paoli, sugiere el verdadero al- nes específicas entre seres y objetos, y de indicar la disolución
cance de estos conceptos: circunstancial del individuo en esos conjuntos inestables de
interdependencias.
Está contento nuestro corazón Este protagonismo innegable de la intersubjetividad en la
cuando no hay problemas en nuestra comunidad: cosmovisión indígena, reflejada en el lenguaje y reforzada por
somos todos entonces un solo corazón el lenguaje, nos señala que la comunidad, lo local, es vivido
y sentimos que el ambiente también sonríe. como una realidad colectiva, donde naturaleza y sociedad
están necesariamente integradas, donde la materia y el espí-
Dentro de la comunidad, todos los entes, personas, obje- ritu rompen sus corazas formales y se funden en un abrazo
tos, fuerzas de la naturaleza, animales, rasgos del relieve, que ya lo abarca todo. El objetivo esencial, constituyente, de
prácticas sociales... son sujetos que influyen y son influidos, la educación tradicional indígena se cifra en promover la ar-
que actúan unos sobre otros, que coexisten en una movediza monía, el perfecto avenimiento entre todos los componentes
interdeterminación. Se diría que hasta el más ínfi mo ele- de esta colectividad, la paz en la comunidad, entendida siem-
mento de la realidad comunitaria es espíritu para el indígena, pre como ausencia del problema, el ideal de la vida buena.
es gente, alma (en el sentido platónico: «aquello que se mueve Es de esta forma como lo local adquiere una dimensión
por sí mismo»), pero nada puede y en nada se manifiesta sin fi losófica, trascendente, manifiesta en los mitos y en las le-
el concurso de todo lo demás. Para aludir a este aspecto capi- yendas, y se adhiere a un proyecto colectivo de vida que es a
tal de la mentalidad india, Carlos Lenkersdorf, entre otros, su vez un proyecto de vida colectiva, asumido por la educa-
ha hablado de «intersubjetividad». ción comunitaria. La expresión tseltal que subsume ese pro-
Las lenguas indígenas resultan particularmente esquivas yecto, y que en ocasiones se ha traducido como «vivir en el
para los afanes traductores occidentales en virtud del papel bien», ha merecido estudios. Es esta: lekil huxlejal.
que juega en ellas la multiplicidad de los sujetos y por los diver-
sos tipos de intersubjetividad y transubjetividad que obtienen
expresión verbal, gramatical, sintáctica. Lenkersdorf ha ana- 15. La paz y la vida buena constituyen el objetivo último de
lizado con detalle este fenómeno de la intersubjetividad en la la educación comunitaria porque son sentidos también como
lengua maya tojolabal. Pero parece que se trata de un rasgo el ideal de existencia indígena. Sólo puede haber paz en la

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evitación del problema, y se entiende por tal aquel proceso todos tomamos igual la grandeza de todos, hay amor,
que altera la armonía deseable de la comunidad, una armonía hay igualdad en nuestros corazones.
que aparece, a la vez, como cuestión social y del ecosistema,
humana y medioambiental, material y espiritual. Como ha El localismo trascendente de las comunidades no puede
señalado A. Paoli, y podemos hacer extensible al resto de las admitir una resolución en falso del problema. La comunidad
etnias mesoamericanas, «los tseltales y los tsotsiles hablan de en su conjunto sufriría las consecuencias; el ambiente seguiría
la paz como de una cuestión social y cósmica, aunque experi- acusando la tristeza y la misma naturaleza exteriorizaría su
mentada por el individuo». pesar. Hay resolución en falso cuando el perturbador no logra
Los modos y procedimientos para resolver el problema reconocer la legitimidad de la sanción; cuando no recupera su
ocupan un lugar de privilegio en lo que llamaríamos el currí- aprendizaje, no vuelven a él los conocimientos y las pautas de
culo de las instancias informales de la educación comunita- comportamiento que le inculcó la educación comunitaria y
ria: familias, autoridades, Ancianos, adivinos y curanderos. que el problema le hizo perder. Se sitúa de ese modo fuera de
Queda claro que cualquier problema que afecte a un miem- la comunidad; y la parte, la fractura, la quiebra. Afl ige al cos-
bro de la comunidad afecta, casi con la misma virulencia, a mos. Urge que regrese al consenso local, al parecer colectivo;
todos y cada uno de sus integrantes («está contento nuestro debe asumir la justeza del castigo, y hacerlo de corazón. Como
corazón cuando no hay problemas en la comunidad»), y que anota Antonio Paoli, «el autoconvencimiento de que el cas-
la paz, el contento individual y colectivo, sólo puede restable- tigo dado por la comunidad es justo permite al infractor reco-
cerse si el conflicto se solventa. Queda también claro que la nocer y con el reconocimiento recupera la razón perdida».
eliminación del problema es una responsabilidad de todos, Retorna a él la educación extraviada, el aprendizaje hurtado.
que cada quien puede aportar algo en esa dirección. Y que no Una ceremonia certifica que se ha hecho la paz: «Cuando se
se debe mirar con saña al aparente culpable, al infractor, al ha terminado un conflicto, el que ofendió sirve refresco, a
causante del daño o del litigio: el problema, que ya debía pre- veces también reparte dulces y comida, para sellar otra vez la
existir, lo buscó a él, se sirvió de él para manifestarse. Tan amistad y hacer la paz». El contento de la comunidad, forta-
importante es asegurar la reconciliación de las partes, si ha lecida en su unidad, la armonía reconquistada para el micro-
habido un pleito, la conformidad del perturbador con las me- cosmos local, «se proyecta y se siente en el medio ambiente de
didas reparadoras, en su caso, como erradicar las causas pro- forma inmediata, y el ecosistema feliz hace ligeras y alegres a
fundas, impersonales, del confl icto. Las aguas de la armonía las personas» (A. Paoli). Así lo expresa la canción:
retornan a su cauce si y sólo si la comunidad vuelve a sentirse
«como un solo corazón». Entonces sobreviene la paz: Somos entonces así como las estrellas que emiten luz
[desde el firmamento
Cuando hay paz, la vida es perfecta. y como las aguas que fluyen tranquilas.
Cuando hay paz no existe la tristeza en el corazón, Somos como el cosmos de aquí
no hay molestia, no hay llanto, no hay miedo ni hay muerte; y como el cosmos infinito del allá.
existe la vida buena en su esplendor: Todo nos es familiar en el mundo de la paz y de la
somos un solo corazón, somos unidad, [vida buena.
es igual el derecho para todos,

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La educación tradicional enseña que nadie puede hacer la a castigar hasta que entendiera; sólo cuando ya era impo-
paz por la comunidad; sólo la comunidad misma puede hallar sible, entonces acudían a la autoridad. El papá le decía: si
y eliminar el problema que se ha personalizado en un her- no me obedeces te llevo con la autoridad para que te hable,
mano y, volviéndolo contra sí mismo, contra sus compañeros, ya que tú no quieres obedecer; y al llegar a ese lugar se re-
contra la armonía local, ha afl igido a todo el cosmos de aquí. catan un poco más, les da vergüenza pasar delante de las
Los poderes externos, policías, jueces y tribunales, quedan autoridades y que todo el pueblo se dé cuenta.
desautorizados. La vida buena es un conjunto de condiciones Primero la autoridad le daba consejos y le llamaba la
socioecológicas y morales locales que los extraños no pueden atención, y si no se enmendaba y volvía a regresar el padre
comprender. Toda intromisión universalista es una agresión: con él, delante de ellos, por haberse puesto rebelde otra vez,
Jan de Vos ha hablado, al respecto, de «agresión ladina», entonces la autoridad agarraba la vara [...], se la daba al
subrayando su doble índole, taimada y mestiza. padre y éste delante de la autoridad le daba sus varazos a su
En muchos caso, el problema encuentra a un joven y lo usa hijo; y la autoridad podía varearlos también, pero eso era
para dañar a la comunidad. Los padres han sido educados cuando volvieron a cometer la falta, cuando no entendie-
para afrontar la situación con energía y ternura: «Nuestros ron a los papás la primera vez que éste les pegó delante de
hijos requieren de una buena forma de corrección, un mandar ellos, entonces los vareaba la autoridad para que les diera
con rectitud [...]; necesitan también nuestra palabra de cari- más vergüenza y se corrigieran.
ño», refiere Manuel Aguilar, indígena de la comunidad de Be- Cuando había terminado el castigo se hacía la ceremo-
tania, Chiapas. Pero no siempre pueden los padres, por sí so- nia de reconciliación, así tenía que ser, para no guardar
los, hacer la paz. Toda la comunidad debe saber entonces del rencor, y se cambiaban los cigarros, el hijo pide perdón a
problema y discernir el modo de resolverlo. Como las autori- sus padres y a la autoridad, cruzando los brazos sobre el
dades municipales tradicionales cuentan no sólo con el res- pecho y bajando los ojos.
peto y la estima del pueblo, sino también con el asesoramiento
de los Ancianos, «gente grande y sabia»; como, con el permiso Durante las últimas décadas del siglo XX, la educación
de la comunidad y bajo su supervisión, ellas son las adminis- comunitaria indígena empieza a prescindir de los castigos
tradoras del derecho consuetudinario local, en la práctica ten- físicos, práctica común de las escuelas rurales hasta nuestros
drán que intervenir vigorosamente para solucionar muchos días, por otro lado. Formas de penalidad simbólicas, labora-
confl ictos, máxime cuando los padres y familiares de un niño les y fi nalmente económicas ocuparán el lugar de los varazos.
no logran que éste recupere el aprendizaje y la educación per- Diversas fuentes indican que el empleo del castigo físico seña-
didos. Un testimonio de Tlacolula de Matamoros, Oaxaca, laba un fracaso de la comunidad, que no hallaba otro modo
ilustra el proceder de la autoridad municipal ante un joven de corregir al infractor; señalan también que se trataba de
que reincide en su falta: sanción física, penalidad corporal: una medida de excepción, la última, la más penosa de ad-
ministrar (dejando a un lado la expulsión de la localidad, ver-
Un hijo que respondía a sus padres, o que en otra forma dadero ajusticiamiento psicológico), casi siempre para casos
les faltara al respeto, éstos tenían el derecho de corregirlos graves de reincidencia. Como agentes de socialización y mo -
muy fuerte, es su deber y según nuestras costumbres; si ralización, como educadores informales, padres y autorida-
volvía otra vez a responder, a faltarles el respeto, lo volvían des emplearon circunstancialmente la violencia. Derechos con-

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suetudinarios locales se lo permitían. «Nosotros, que quisimos los hijos.


construir un mundo donde la amabilidad fuera la norma, no La educación comunitaria indígena se servía en esta oca-
pudimos sin embargo ser siempre amables en nuestra lucha», sión del padre, como se servía de los familiares y amigos adul-
anotó Brecht. Al ideal indígena de la vida buena, de la paz, tos cuando los niños acompañaban a los mayores al trabajo.
del vivir en el bien... tampoco le cupo siempre la dicha de no Pude observar, en Juquila, que los niños eran enviados al ca-
recurrir a la crueldad. fetal, sobre todo los fi nes de semana, cuando la Escuela les da
una tregua, no tanto para ayudar a los mayores, para realizar
alguna tarea concreta adaptada a su edad, como para erigir-
16. La educación comunitaria reforzaba el apego a lo local a los en objetos de una dinámica colectiva inmediatamente so -
través de determinadas dinámicas tradicionales que operaban cializadora, moralizadora. El niño se convierte entonces en el
fundamentalmente en las familias. Entre ellas, cabe destacar centro de la reunión, desplazando al árbol, y todos los campe-
la charla vespertina del padre, de regreso de los campos, mien- sinos aprovechan su disponibilidad para conversar con él,
tras se ocupaba de los niños para que la mujer preparara sin darle consejos, enseñarle mañas y maneras laborales, con-
interferencias la cena, una verdadera institución cotidiana en tarle historias, amonestarle. La temática de las charlas, de las
la que las palabras del progenitor eran escuchadas por la prole bromas, de las risas, de los cuentos... giraba siempre alrede-
con un máximo de atención y de respeto. En la casa de la fami- dor de lo local, de lo comunitario. Se diría que no existía otro
lia Francisco Yescas era raro el crepúsculo que no sorpren- mundo que el del poblado. Notábamos que no nos hallábamos
día al padre en plena exposición, sentado cerca de Ezequiela, ante la consabida muestra de simpatía hacia los niños: la
que cocinaba los frijoles, con el niño recién nacido sobre las voluntad de rigor y una especie de atmósfera ceremonial que
rodillas y los hijos alrededor, en actitud casi reverente. Hemos envolvía el encuentro delataba una práctica conciente de cul-
sabido, por los escritos de Mario Molina Cruz y otros, que la turización, probablemente venida a menos con la invasión
charla vespertina de los padres era tan habitual bajo los teja- usurpadora de la Escuela, pero todavía operativa.
dos zapotecos de la Sierra Juárez como las tortillas de maíz y La circunstancia de que muchas labores agrícolas, muchos
el café que, entretanto, se calentaban al fuego. eventos del ciclo productivo, a los cuales los niños asisten
Como los trabajos diarios son duros, y el cuerpo acaba fa- desde muy temprana edad, se desarrollen en un contexto
tigado, la tarde era el momento ideal para relajarse y conver- social altamente ritualizado, grávido de simbolismos y alego-
sar con los hijos, sin mayores distracciones, con una intención rías, surcado por leyendas y mitos, acentúa la eficacia educa-
especial, cuidando particularmente las palabras y escogiendo tiva del mencionado procedimiento socializador.
a conciencia los objetos del discurso. Más cálidos que un ser- Paralelo es el caso de las asambleas convocadas para re-
món dominical, más vívidos que una explicación del maestro, solver litigios y reprobar comportamientos atentatorios con-
más próximos que la perorata de un Anciano, estos semimo- tra la armonía e integridad de la comunidad. Como ya se ha
nólogos del padre han debido marcar la conciencia de los indicado, la asistencia de los niños a estas reuniones era apro-
niños con una intensidad difícil de subestimar. El asunto so - vechada sistemáticamente por el colectivo para enriquecer el
lía ser local, si bien se extraía de él o una suerte de moraleja proceso de formación de los jóvenes, mostrándoles aspectos
moral, o un argumento crítico contra tal o cual in fluencia ex- cardinales del derecho consuetudinario y profundizando su
terna o una reconvención hacia inclinaciones inadecuadas de asimilación de la cosmovisión indígena.

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Lo local como materia de la educación comunitaria reapa- un bien espiritual para concebirla como objeto de explota-
rece en el contexto de las festividades patronales, bajo un ción, como materia, el apego al patrimonio común territorial
amplio repertorio de representaciones, danzas, cantos, bailes, se debilita. Las estrategias del Gobierno procuran acelerar
ceremonias, ritos, recitaciones, juegos tradicionales, etc. La ese tránsito conceptual, movilizando para ello las fuerzas de
historia y la cultura de la comunidad sigue aflorando en esos la seducción (alienación cultural) y las de la opresión (ahogo
y otros escenarios festivos y religiosos. Cargos específicos den- económico, acoso político).
tro de la jerarquía cívico-religiosa, como los mayordomos, se Bien por necesidad —por el estrangulamiento de la rela-
encargaban de disponer todo lo necesario, persuadidos de tiva autosuficiencia económica de la comunidad y por la crisis
que, bajo la apariencia de lo lúdico, era toda una empresa sub- de los sectores ejidales modernos—, bien por fascinación
jetivizadora y moralizadora la que se desplegaba durante va- —por las expectativas de mejora material y de enriqueci-
rios días. Cabría defi nir estas festividades como la ocasión de miento suscitadas en determinados sectores indígenas—, son
una verdadera apoteosis de la educación informal comunita- ya muchos, demasiados, los comuneros que han renunciado a
ria. No se han perdido, hasta la fecha; pero algunos escritores su condición, erigiéndose en pequeños propietarios «libres» o
indígenas denuncian su trivialización y su floclorización. en jornaleros rurales. El magnífico edificio de la localidad
En estas y otras ocasiones, el método pedagógico aplicado indígena comunal, regida por sus usos y costumbres tradicio-
por la educación informal indígena era la oralitura, «un re- nales, orgullosa de su autarquía económica relativa y de su
curso de enseñanza para contrarrestar ideologías extrañas y autogobierno democrático, ve multiplicarse sus grietas a gol-
ajenas», en el decir de Mario Molina, «arma de resistencia pes de ofensiva cultural occidentalizadora, política econó-
cultural» en la expresión más sintética de Enrique Marroquín. mica neoliberal y campaña de terror policíaco-militar. La re-
La oralitura conserva, vivifica y transmite un patrimonio rico forma del artículo 27 constitucional ha dado alas jurídicas al
y variado de mitos y leyendas, de cuentos e historias, que en- desmantelamiento económico de las comunidades, respon-
cierran no sólo el ideal de vida indígena, su cosmogonía, su diendo al convencimiento gubernamental de que el autogo-
moralidad, sino también herramientas conceptuales para la bierno democrático indio, el sistema de cargos tradicional, no
defensa de la comunidad, de la condición india, de la cultura podrá soportar la supresión de su nutriente socioeconómica,
originaria. Más adelante abordaremos el estudio de algunos la cancelación del igualitarismo comunero, y caerá por sí solo,
de los mitos más significativos de la oralitura zapoteca. Es tras corromperse y pervertirse, minado por los nuevos juegos
difícil concebir un medio más eficaz de convertir lo local en de intereses.
negación y cuestionamiento de un universalismo falaz, par- Acertada en lo fundamental, esta inteligencia del poder
cial, partidista. (socavar la base económica para que no pueda sostenerse la
superestructura política e ideológica), compatible con el re-
conocimiento jurídico de los usos y costumbres, una acep-
17. Lo local indígena está amenazado. Su enemigo es el tación demagógica y estratégica, ha chocado en los últimos
avance de la propiedad privada capitalista en el medio rural, años con la emergencia de un movimiento político indígena
con sus efectos erosivos y disgregadores de la comunidad. En que recoge la tradición de las luchas campesinas del siglo XX,
la medida en que los pueblos indios empiezan a asimilar una perfeccionando sus modos organizativos y recreando sus for-
lógica empresarial, mercantil, y dejan de valorar la tierra tal mulaciones ideológicas. El caso más espectacular es de sobra

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conocido: el zapatismo chiapaneco. Pero los próximos años cipal, es nuestro vientre, es nuestra raíz, es nuestra esen-
contemplarán el auge de otras tendencias, como el mago- cia, es todo.
nismo de Oaxaca, las resistencias que no sabríamos etiquetar Pero la situación nos obliga casi a vender. Por ejemplo,
de Guerrero, etc. La defensa del comunalismo tradicional nosotros tenemos un terrenito de 10 hectáreas en la zona
contra la propiedad privada, del autogobierno democrático turística de Puerto Escondido; alrededor de nosotros hay
indio contra la democracia representativa liberal y de las cul- cuatro o cinco edificios, seis hoteles: entonces esto provoca
turas étnicas locales contra el seudouniversalismo occidental que nuestra tierra se erosione, porque ellos empiezan a
se hayan en la base de todos estos movimientos, por lo que hacer pozos de gran profundidad, los hoteles consumen
existe una respuesta simétrica, una relación confl ictual biuní- mucha agua, empiezan a devastar, a construir casas en
voca, una inteligencia de la insumisión tan clara como la inte- cemento... Entonces la tierra deja de ser tierra, se erosiona,
ligencia de la dominación. se hace desierto; nuestros pozos no son tan profundos y no
Estamos apuntando que el futuro es incierto, siendo terrí- tenemos agua: ¿cómo es posible sembrar allí? Es ésta la
fico el presente. Que todavía hay una lucha por librar, aunque razón: nosotros nos vemos obligados, no es que hayamos
en muchas partes ya se ha perdido la guerra. Hemos seleccio- perdido la conciencia de la tierra, ni el amor a ella; lo con-
nado algunos testimonios indígenas de la derrota, no tanto servamos, pero ellos nos hacen irnos. Como lo hicieron
por afición a la necrología como por apego a la verdad: los colonizadores españoles, ahora nos hacen huir los
colonizadores mexicanos, estadounidenses, europeos, que
Ahora nosotros podemos vender la tierra a cualquier tienen dinero para comprar, pero además tienen el apoyo
gente que tenga el dinero para comprarnos. Y la vendemos de todo el Gobierno mexicano para hacerlo.
a cualquier precio dada la situación económica tan difícil; Aquí en la Costa lo estamos sintiendo y viendo en la
es el precio de la miseria. evolución de nuestra cultura y en nuestra gente: la venida
El campesino costeño que no cuenta con recursos para de tanto extranjero que tiene negocios y ahora compra tie-
la siembra, al existir una apertura del artículo 27 Constitu- rras por la facilidad que le dio la modificación del artículo
cional para la venta de nuestras tierras, que antes eran ina- 27 constitucional ha hecho que nuestra gente ya no quiera
lienables, las empezamos a vender al mejor postor por no comer nuestra comida regional sino espagueti o hot dogs,
contar con los suficientes recursos para la siembra, por no sueñan con otra clase de ropa, etc., etc. Y, de haber sido
contar con una ayuda seria para desarrollar la agricultura. señores de estas tierras, ahora son los siervos de toda esa
La crisis económica que abate al país nos perjudica gran- gente extraña, venida de afuera. ¿Dónde está el porvenir,
demente, y a nosotros nos convierte en esclavos del mejor el progreso, una situación económica mejor para el indí-
comprador; muchos de estos compradores son extranjeros gena? En todos esos centros turísticos lo que les espera es
en esta región de la Costa. Eso es lo que ha hecho el nuevo un trabajo de mozo, mesero o de lavaplatos.
artículo 27 Constitucional con nuestras comunidades, al Los Tacuates retrocedimos cada vez más, hasta que
dar apertura a la venta: acabar con las tierras ejidales y las nos sacaron; pero nosotros tuvimos la culpa por lo que se
comunales. refiere a los solares, las casas y los terrenos de cultivo: no
Cuando el campesino vende, vende con dolor, vende nos lo quitaron, lo vendimos baratos y mentiríamos si di-
como vender a su madre; la tierra para nosotros es lo prin- jéramos que nos los quitaron a la fuerza. Es cierto, mu-

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chas veces pedimos prestado porque estaba el hijo en- dor de las formas feudales, en México asume desde el princi-
fermo; o alguien de nosotros, que tenía un compromiso, pio, y en lo que afecta a los pueblos indios, un carácter
una mayordomía, una deuda, o que no se dio la cosecha; opresivo, avasallador. Todavía hoy cabe identificar, en los
también cuando se cometía un «error», quiero decir un idola de la Ilustración, la episteme (el sustrato teorético y fi lo-
delito grave, que de veras lo cometió o que se lo achacaron sófico) de las prácticas etnocidas y occidentalizadoras des-
por maldad. Nos agarraban y el Juzgado nos sacaba mu- plegadas por los Malos Gobiernos mexicanos contra el peli-
cho dinero; y, al no tener, se empeñaba el terreno o el solar gro de la «diferencia» indígena.
y ya después no se podía devolver y se perdía la tierra. El En efecto, la disciplina historiográfica puede reconstruir
solar también lo vendimos barato en una borrachera. Y así sin excesiva dificultad la génesis de la comunidad indígena en
fueron ocupando las casas, las tierras que antes eran de usos y costumbres. En las primeras páginas de este ensayo
Tacuates.4 apuntamos algunos rasgos del proceso histórico que forjó, a
partir de la lucha de los macehuales, la forma actual del auto-
gobierno indio comunero. La democracia directa de las comu-
18. Una mirada retrospectiva crítica debería reconocer, sin nidades se configura a partir de la implantación del modelo
asombro, que la tragedia histórica de las comunidades indí- español del «cabildo municipal» en las repúblicas de indios,
genas, tal y como hoy se nos presenta, sitúa su punto con- desde 1530. A este modelo, injertado sobre un nebuloso legado
ceptual de anclaje en la importación de las categorías de la prehispánico, debe rasgos tan decisivos como el carácter elec-
Ilustración europea. tivo y rotativo de los cargos, las regidurías, el papel de la
En la etapa colonial, y con los pertrechos de un legado pre- Reunión de Ciudadanos... También en esta época se instituye
hispánico difícil de aislar y de describir, una lucha social pro- la base territorial de las comunidades, con las frecuentes con-
longada, popular, antiespañola y antiaristocrática, que abarca cesiones de predios, las llamadas «mercedes», etc., alcanzán-
los siglos XVI, XVII y XVIII, conquista, con lentitud y de- dose el reconocimiento legal de la comunidad. En definitiva,
mora, el modelo, todavía vigente, del pueblo indio autogestio- cabría conceptuar la organización india como una «donación»
nario. La localidad indígena democrática y comunera no se española a un sujeto ancestral, modificada y recreada por las
forja, rigurosamente hablando, contra el dominio español, si- luchas indígenas populares. La larga duración de las forma-
no bajo este dominio. De algún modo, se vio alentada, incluso, ciones culturales permite descubrir, tras muchos de los con-
por la política de la Corona. Aquello que (ojalá nunca poda- ceptos nucleares de la vida espiritual indígena, tras muchas de
mos sancionarlo) cabría identificar como el «principio del fin» sus creencias, de las prácticas que determinan su ámbito de lo
de la comunidad indígena, la fragua del holocausto, toma for- sagrado, un basamento prehispánico, en el que se superponen
ma en el siglo XIX, tras la independencia, de la mano del libe- influjos preclásicos, clásicos y posclásicos. Pero la forma eco-
ralismo político y económico, de la ordenación social capita- nómica y política del «pueblo de indios» cristaliza en la época
lista —del Proyecto Ilustrado, en suma—. colonial.
La misma Modernidad que en Europa arrostró un com- Para que, por la vía del confl icto social (la denominada
ponente supuestamente progresista, revolucionario, supera- «rebelión de los macehuales»), la comunidad indígena se des-
pojara de su índole jerárquica, elitista, de su rígida estructu-
4 Carmen Cordero Avendaño de Duran, El Derecho Consuetudinario Indígena
en Oaxaca, 2001.
ración social, de las formas de gobierno que sancionaban los

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La educación victimada

privilegios de una oligarquía, de los modos seculares de aca- Hay algo crucial que, evidenciando su matriz europea de-
paramiento de la tierra, etc., sentando las bases del igualita- cimonónica, su constitución burguesa, la «ciencia de la histo-
rismo y de la democracia participativa que hoy la enjoyan ria» tiende a perder de vista: que fenómenos históricos tan
como verdadera rara avis de la contemporaneidad, fueron sacralizados como la Independencia y la Revolución mexica-
decisivas ciertas contingencias históricas, determinados fac- nas supusieron una calamidad para los pueblos indios (aun-
tores coyunturales: un descenso importante de la población, que en aspectos puntuales pudiera hablarse demagógicamen-
que redujo el número de nobles elegibles para los cargos (la te de mejoras) e inauguraron una catástrofe inconclusa que se
ley vetaba el acceso de los indígenas comunes a los puestos alimenta precisamente de las categorías y de los principios de
del gobierno municipal); la aculturación y el desprestigio de la ratio burguesa, tal y como se perfi laron en el liberalismo
esos nobles, que, como señalara Ch. Gibson, deben optar, o modernizador del siglo XIX y en el reformismo de la mayor
por una españolización que les priva del respeto del pueblo, o parte del siglo XX, desembocando, sin soluciones importan-
por una plebeyización, acelerada por la crisis de sus empre- tes de continuidad, en un vástago degenerado que ha recibido
sas, que los desposee del poder sobre el pueblo; el reforza- el nombre de neoliberalismo.
miento de la autoridad de una burocracia española que (ante La primera aparición «coherente» del liberalismo en
la multiplicación de los confl ictos entre los macehuales y los México, la llamada Reforma, encabezada por el indio Benito
nobles, el uso creciente de las vías legales —solicitudes, peti- Juárez en la segunda mitad del siglo XIX, constituye ya una
ciones, tramitaciones...— por parte de los indígenas corrien- terrible amenaza para la comunidad indígena: promueve la
tes y la decadencia de los caciques, que en todos lados se privatización, la individualización, al menos, de las propieda-
empobrecen y en todos lados pierden prerrogativas políticas) des comunales. De hecho, suscitó la venta de bienes colecti-
ratifica en sus cargos a un número creciente de indios de ori- vos, agudizando los contratos económicos entre los campesi-
gen humilde elegidos por las asambleas comunitarias; los nos de los pueblos indios. Por otro lado, con la creación de los
abusos de muchos poderosos locales que originan insurrec- distritos y, para ello, de la figura de un funcionario interme-
ciones a menudo victoriosas, etc. dio entre el poder municipal y el poder estatal, se atenta con-
En el marco de esas condiciones históricas propicias, la tra la autonomía política de la comunidad.
lucha popular indígena de la etapa colonial manifiesta tres A pesar de que en las sublevaciones independentistas de
dimensiones, tres componentes, que se instalan para siempre Hidalgo, Morelos y Guerrero se percibe con nitidez, desde el
en la médula de la resistencia comunitaria: una batalla por la principio, una faceta de lucha indígeno-campesina por la
democratización del gobierno municipal (evitación de per- defensa de los intereses específicos de las comunidades (por
manencias en los cargos, de exclusiones sistemáticas, de in- la autonomía y contra un Estado fuerte centralizador, por la
fluencias ilegítimas en la gestión, y, en general, de todo aquello tierra y contra los latifundistas, por la democracia india y
que pudiera redundar en un menoscabo del papel de la asam- contra los abusos e imposiciones de la burocracia), aquello
blea); una lucha por la igualdad social y económica (con fl icto que la historiografía hagiográfica centroamericana ensalza
de pobres contra ricos, de comuneros contra aristócratas); y como la flor del proceso, el movimiento de la Reforma jua-
una pelea por la salvaguarda de las señas civilizatorias indíge- rista, no hizo, en muchos planos, más que traicionar la causa
nas, amenazadas por una u otra asechanza del imperialismo indígena, fomentando dinámicas anticomunitarias desatadas
cultural. en los siglos anteriores (en el periodo colonial, a la vez que se

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instituye legalmente el relativo autogobierno indígena, la co - este país, «las reformas burguesas no aparecen como ruptura
munidad campesina es atacada de facto y se ve privada de de la servidumbre agraria, y con la liberación de las tierras no
parte de sus tierras, en beneficio de propietarios individuales, se emancipa a los hombres», concluye el autor de Los herede-
caciques, nobles, españoles) y que alcanzarán su punto de ros de Zapata.
máxima exacerbación en el tránsito de milenios (usurpacio- La tremenda ofensiva liberal contra las comunidades indí-
nes, expropiaciones y privatizaciones a favor de las transna- genas determina que, en los albores del siglo XX, éstas, subor-
cionales, de los oligarcas locales o regionales, de las empresas dinadas a las necesidades laborales de la hacienda, la fi nca o
capitalistas modernas, de los réditos fraudulentos de la clase la plantación, ya no aparezcan como el sujeto único, o princi-
política estatal y federal). pal, del movimiento reivindicativo campesino. Al lado del
La Reforma liberal juarista se resuelve, en defi nitiva, co - comunero empobrecido, asaltado en su autonomía, tenemos
mo un ataque a la base territorial de los pueblos indios, a la ahora al «peón acasillado», que en absoluto es un trabajador
autonomía comunitaria, a la propiedad colectiva, al igualita- libre, y que cuenta con el pegujal para mantener la ilusión de
rismo socioeconómico y a la propia democracia india. Los su condición campesina; y los jornaleros que proliferan en el
más ricos pudieron aprovechar su capital para desvirtuarla y norte, esbozo de proletarios rurales o urbanos, carne itine-
asegurarse posiciones de control e influencia. El Porfiriato, rante de salario exiguo y víctimas de una insufrible inestabi-
que a otros niveles se presenta como una antítesis de la política lidad laboral. Este sujeto social heterogéneo alentará una
juarista, en este ámbito constituye su mera prolongación. El revolución pronto desvirtuada, que, para justificar la repre-
autoritarismo de Porfi rio Díaz, la apertura paralela al capital sión de las demandas campesinas, continuará utilizando el
extranjero, nubla defi nitivamente, para los pueblos indios, lenguaje del iluminismo, insistiendo en los mitos liberal-bur-
unos cielos que empezaron a encapotarse con Juárez. gueses del Progreso, el Estado Moderno, la Nación, la bon-
Pero esto no quiere decir que los campesinos se limitaran dad intrínseca de la Propiedad y del Mercado, las Libertades
a aceptar con resignación el nuevo cariz de la política. Al con- Ciudadanas, el Desarrollo de la Producción.
trario, las espectaculares insurrecciones rurales del siglo XIX Se inicia, con la Revolución de 1910, un proceso dual, ten-
constituyen, como ha sintetizado Armando Bartra, una «ma- dente, de una parte, al control político de las comunidades
nifestación de la resistencia campesina a la expansión de una indígenas y a su subordinación a los requerimientos orgáni-
sociedad burguesa que impone sus premisas a sangre y fuego». cos del proyecto del Estado-nación; y, de otra, a la progresiva
El carácter defensivo y conservador, desde el punto de vista disminución de su base territorial, eliminando los mecanis-
económico, de las sublevaciones indígenas decimonónicas mos consuetudinarios y legales que obstruían la libre expan-
(respuesta milenarista, idealizadora del pasado, a una oleada sión de los intereses privatizadores.
desamortizadora, expropiadora, que se ampara en los con- Por un lado, se avanza lentamente por la vía del pleno reco-
ceptos ilustrados de libertad individual, modernización, y nocimiento jurídico de la comunidad india (la Ley de Dere-
progreso), en absoluto les confiere un carácter socialmente chos de los Pueblos y Comunidades Indígenas del Estado de
reaccionario, sobre todo cuando, en México, «el crecimiento Oaxaca, de 1998, constituye uno de los desenlaces de ese largo
económico y el desarrollo de las fuerzas productivas no signi- y muy interesado caminar), procurando aunar la aparente
fican una liberación, así sea parcial, sino un reforzamiento de defensa de los usos tradicionales y de las culturas autóctonas
los viejos yugos, a los que se adicionan nuevas cadenas»; en con la integración efectiva de la organización política comuni-

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taria en el conjunto de las instituciones y aparatos del Estado; multiplicaban los mordiscos al patrimonio material de las
«reconocimiento asimilador», sanción jurídica que, como to- comunidades (gobiernos de Ávila Camacho, Alemán Valdez
da oficialización, significa también supeditación, control polí- y Ruiz Cortines, con sus resoluciones de inafectabilidad agra-
tico externo. ria, el amparo a la pequeña propiedad no tan pequeña y la
Por otro lado, y a pesar de las experiencias reformistas ra- obstrucción burocrática de las tramitaciones de derechos de
dicales que aceleraron el proceso de la redistribución agraria provisión de tierras, de 1940 a 1958; Administraciones de Ló-
y protegieron el sector ejidal, justamente para convertirlo en pez Portillo, Miguel de la Madrid, Salinas de Gortari, Ernesto
motor de un desarrollo económico nacional objetivamente Zedillo y Vicente Fox, bajo las que se decreta el fin de la fase
coincidente con los intereses de la burguesía hegemónica me- redistributiva de la reforma agraria, se modifica conveniente-
xicana (debilitando más que nunca, a tal fi n, la relativa au- mente la Constitución, se fi rman tratados de libre comercio, y
tosuficiencia económica de las comunidades, al tiempo que se se prepara jurídicamente el país para permitir el óptimo des-
controlaba al modo populista sus organizaciones), a pesar de envolvimiento del capital privado, nacional o multinacional,
los proyectos cardenistas y echeverristas, se irá cerrando el de 1976 a 2006).
cerco territorial a los pueblos indios, permitiendo la transfe- Lo mismo bajo el discurso progresista que bajo las procla-
rencia de buena parte de los bienes inmuebles comunales al mas conservadoras, encontramos una y otra vez las categorías
sector privado, moderno, de la economía federal y dejando de la Ilustración, las supersticiones de la Modernidad; y, al
fi nalmente a las disminuidas comunidades indígenas supervi- lado de todas las Administraciones, de derechas o de izquier-
vientes prácticamente a expensas de los proyectos lucrativos das, hallamos la Escuela, en su versión occidental, ganando
del capital nacional y transnacional (la modificación del artí- terreno a la educación comunitaria indígena, reformándose,
culo 27 constitucional y la generalización de programas como extendiéndose, con una puerta abierta a las exigencias del
el PROCEDE figuran entre las iniciativas legales más efecti- mercado laboral y una trastienda en la que se forja, casi indus-
vas de cara a la consecución de tal objetivo). trialmente, la personalidad de los ciudadanos.
En todo este proceso expropiador e integrador, que des-
emboca en la fase actual (neoliberal) de indefensión econó-
mica y asimilación política de las comunidades indígenas, las 19. La desgracia infinita de las comunidades indígenas
fracciones progresistas y conservadoras del entramado políti- radica, en última instancia, en la condena contemporánea del
co-ideológico mexicano han sumado esfuerzos, trabajando localismo subalterno, no-expansivo. Hay, por supuesto, un lo -
cada una de ellas en parcelas complementarias, en los ámbi- calismo triunfante, siempre sonriente (es, la suya, «la sonrisa
tos de su reconocida especialidad: el populismo (Cárdenas, del criminal», si usamos con propiedad las palabras), que se
Echeverría) acentuaba el control político de las comunidades mundializa hoy, que asoma por todas partes: es el localismo
y de sus expresiones reivindicativas y organizativas, con la co- de los pueblos de Occidente, el localismo ilustrado. Y hay tam-
nocida estrategia del «robo de banderas» y la «concesión bién localismos menos arrogantes, no tan poderosos, localis-
envenenada»; mientras que los gobiernos de derechas, ha- mos subalternos: éste es el caso de las comunidades indígenas.
ciendo saltar salvaguardas legales y ralentizando, paralizando Conservan la posibilidad de dialogar con el otro, porque no
o reconduciendo el proceso de la reforma agraria, estimula- quieren rebasar sus fronteras, no contemplan la idea de una
ban la erosión de la base territorial de los pueblos indios y colonización de la alteridad. Es un localismo que en absoluto

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aspira a la globalización. «Tú y yo hablamos sin prisa, cada trascendentalismos, sus recaídas metafísicas, sus raptos idea-
uno desde nuestro territorio. Y, si la charla es enriquecedora, listas, sobre todo cuando se la contempla desde el lado de la
no por ello me disminuye a mí o te disminuye a ti»: así conce- necesidad, del sufrimiento irrevocable; desde el lado del indi-
birían el diálogo intercultural los pueblos indios. viduo empírico y de su descontento.
Pero al localismo que se sirve de la Escuela como punta de Pero su fortaleza sobrecoge, su poder es también un sol. Las
lanza, como dardo envenenado, al localismo de Occidente, le comunidades indígenas le han plantado cara, con sus armas
pertenece la idea de que no se puede subsistir sin conquistar. increíblemente modestas. Le salieron al paso, con las cosas de
Es un localismo con vocación universalista; un localismo que, la educación comunitaria. Se resistieron, y aún resisten. No
para serse hasta el final, ha de proclamarse el localismo exclu- menos Porfi rio que Cárdenas, Juárez que Echeverría, Obre-
sivo. No dialoga, aunque lo declare: aplasta. En razón de su gón que Zedillo, Calles que Alemán, juraron fidelidad al
pretensión de soledad, ha terminado hablando un lenguaje espectro de la Razón Ilustrada. También le rinden pleitesía
abstracto, palabras sin raíz, declamaciones sin una tierra que Calderón y López Obrador, mientras libran un pulso irrele-
les dé calor, que las sustente. La idea de una comunidad inse- vante. Por eso son todos, en el fondo, «un solo hombre». Y ese
parable de su medio, de una lengua por la cual piensa el me- hombre único, que se deja nombrar de muchas maneras, y
dio, le resulta odiosa, irritante. existe como existió y existirá como existe, es, por definición, el
Consciente del vacío que se abría desde el principio bajo enemigo del indio.
sus pies, y con una avidez casi nutritiva, este localismo enso- Nada en la cultura occidental retiene la capacidad de una
berbecido pudo solidarizarse con un fantasma: el sujeto bur- comprensión de la idiosincrasia indígena; para hablar de ella,
gués. Pendiendo de la nada, con un hueco por corazón, em- haciéndole violencia, desfigurándola, reinventándola acaso,
pezó pronto a adolecer de éxito, a enfermar de triunfo. A nosotros hemos tenido que extrañarnos, desmultiplicarnos y
partir de ahí, no pudo ni quiso saber nada de nadie. Adorno y alienarnos, ahuyentarnos de nuestra condición. Todo en la
Horkheimer diagnosticaron su mal: emprendía la «huida ha- cultura occidental apunta a una voluntad de extermino de la
cia la totalidad» de aquel que, victorioso, ya no encuentra un alteridad india, a un programa sin cesar renovado para sofo-
enemigo superior; iniciaba la «ascensión en la infamia» de car la insumisión indígena. El combate se inició hace doscien-
quien ha dado la espalda a la verdad (después de exprimirla) tos años: de un lado una Ilustración por siempre insuficiente
y miente para conservarse, persuadido en lo más íntimo de (Adorno), desde muy pronto destructiva (Subirats), hoy ya
que le abandonó sin retorno la dignidad de la víctima en tanto cínica (Sloterdijk), que ondea al aire la bandera de una farsa
rebelde. sangrienta (Ciorán), afeitada de Modernidad igual que se
Universalista, abstracta, imperialista, encerrada en la cár- embellece un cadáver en el tanatorio; de otro, un localismo
cel de sí misma, una cárcel enorme en la que anhela enclaus- comunero, democrático en la más noble acepción de esta
trar a todo el mundo, la cultura occidental manifiesta hoy su palabra, humilde hasta el punto de no anhelar otra cosa que
muy locuaz incompetencia: nada ha aprehendido nunca del su propia y sencilla vida. Al margen del pronóstico sobre el
dolor concreto, real, de los seres humanos, pues su aliento era, resultado de la contienda, hay una cosa cierta: si la Humani-
y es, el de un espectro, el de un interés sombrío, ambición sin dad ha de sobrevivir sobre la tierra, no lo hará bajo el estan-
alma y sin cuerpo. Su aliento era, y es, el del Capital descar- darte de la globalización capitalista, de la muy racional mun-
nado, oro y látigo desterritorializados. Resultan patéticos sus dialización del productivismo occidental. El planeta ya nos lo

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ha hecho saber: si seguimos así, él no aguanta; o no nos Tequio, gozona, guelaguetza... La dimensión
aguanta. educativa de la «vida cotidiana» indígena
Sólo el localismo no expansivo cuenta hoy con credencia-
les atendibles; un localismo vinculado al exterior, pero no 20. G. Lukács, en el prólogo a un libro de su discípula Agnes
hasta el extremo de la dependencia. Persuadido de ello, Jerry Heller, reconocida socióloga de la Escuela de Budapest, de-
Mander ha defendido «la viabilidad de economías diversifica- finió la vida cotidiana como «el espacio intermedio de la
das y localizadas, de escala más pequeña, enganchadas a las dominación». Hubiera podido decir también «espacio de la
fuerzas externas pero no dominadas por ellas». En la misma dominación intermedia». Si no lo entendimos mal, se refería
línea, Douthwhite apunta que «en vez de una economía glo- al campo de la interrelación humana en el que se condensan
bal que dañara a todo el mundo hasta el colapso, un mundo y materializan las coacciones procedentes de los dos ámbitos
sustentable podría contener una plétora de economías regio- del dominio: la necesidad y la servidumbre que se forjan en
nales (subnacionales) que produjeran todo lo esencial para la fragua de lo material, de la subsistencia y del trabajo, en
vivir de los recursos de sus territorios, y que fueran, como tal, el nivel económico o infraestructural; y la manipulación y el
independientes unas de otras». Frente al «monstruo» ilus- control que se ejercen desde los laboratorios políticos e ideo-
trado, nos queda, pues, la esperanza local. Resistirse al mons- lógicos, desde los aparatos culturales, en el nivel de lo espiri-
truo es lo que las comunidades indígenas vienen practicando tual o superestructural. Sería en el escenario intermedio de la
desde hace casi dos centurias; hallar en ellas, o en otros loca- «vida cotidiana» donde ese doble dominio inherente a toda
lismos, sustento para la esperanza es lo poco que todavía cabe sociedad de clases, esta doble coacción de lo económico y lo
a cuantos, como nosotros, se temen occidentales. político-ideológico, se sintetizarían en relación humana, en
El campesino indio no ignora que sólo puede «resistirse al interacción diaria, en hábito colectivo, uso social, disposición
monstruo» con los pertrechos de su democracia tradicional y de la afectividad. La vida cotidiana aparecería, pues, y así lo
en la vieja trinchera de la propiedad comunera de la tierra. A ha argumentado la propia Heller, como el espacio en el que el
nosotros, algunos estudiosos del indigenismo nos recuerdan poder y la subordinación se reflejan y se refuerzan. A un nivel
lo que este campesino supo siempre, aquello contra lo que lu- casi fenomenológico, R. Vaneigem identificó en la «humilla-
cha desde hace siglos: ción» y en la «ofensa» dos de los rasgos característicos de esa
cotidianeidad represiva y reprimida.
La desaparición de la propiedad comunal dará por Como modalidad de organización igualitaria, de sociedad
resultado la desaparición de las comunidades indígenas y no clasista, la comunidad indígena confiere a sus formas de
la muerte de estas culturas. cotidianidad una funcionalidad semejante, pero ya no al ser-
(Carmen Cordero) vicio del dominio, sino de la educación. La esfera cotidiana
del pueblo indio es el ámbito en el que la educación comunita-
ria se refleja y se refuerza; cada una de sus figuras sociales, de
sus maneras de interrelación, de sus dinámicas gregarias,
remite a un trabajo previo de socialización y moralización por
el grupo y, al mismo tiempo, lo completa, lo ultima, lo realiza
en su expresión más acabada. Lo que en una sociedad de cla-

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ses, como la occidental, sirve para la reproducción de la des- Palacio municipal todavía se hacía tequio... En los últimos
igualdad y para la profundización de la opresión, en el «pue- años es poco lo que es el tequio, porque quieren quitar esa
blo de indios» comunero alimenta sin descanso, reactiva, el costumbre, que se haga tequio; pero la mayoría no quiere
proceso informal de autoeducación para la justicia social y que se quite esa costumbre... Es muy difícil que se quitara,
para la democracia política. Usos sociales como el tequio, la porque ya están acostumbrados a trabajar así...
gozona y la guelaguetza, que tan importante papel desempe- —¿Y qué es la gozona?
ñan en la vida cotidiana de las localidades indígenas, ilustran —Para nosotros la gozona es para... Por ejemplo, tengo
perfectamente esa dimensión educativa del espacio interme- un vecino, ¿no?, voy un día de él a trabajar, y ya va con-
dio comunitario. Inducen una saturación de la comunicación migo... Así es, ya van conmigo, ya voy con ellos. Eso es la
cotidiana, de la interrelación social, por los valores de la soli- gozona... Yo mi vecino le voy a ver: «ven a trabajar con-
daridad y la ayuda mutua. Es así, en defi nitiva, cómo se tradu- migo porque no tengo ayuda». Hacemos gozona... Él va de
cen, sobre el plano intermedio de la formación social, las conmigo dos, tres días; y ya le repongo yo luego los días
determinaciones de un ordenamiento económico comunero y que trabajó conmigo...
de una sociedad sin clases, por un lado, y de un sistema polí- —De ese modo, no se contrata a ninguna persona...
tico democrático y un pensamiento igualitarista, por otro. —No, ya no se contrata. Somos gente de escasos recur-
Jacobo Tomás Yescas, zapoteco de Juquila Vijanos y mili- sos; entonces, ya con la gozona nos evitamos de dinero... Y
tante del Consejo Indígena y Popular de Oaxaca, nos explica así funcionamos unos con otros, cooperamos... Aquí no
el sentido del tequio y la gozona: hay gente contratada: ya con la gozona tenemos, pues; re-
solvemos los trabajos...
—Acá estamos acostumbrados al tequio para realizar
los trabajos del pueblo. Cuando una Autoridad llega a El tequio y la gozona rigen buena parte de la vida econó-
necesitar gente, convoca a todos los ciudadanos de la mica y de la interacción social en las comunidades. No se trata
comunidad a realizar los trabajos del pueblo, ya sea lim- de meros sustitutos funcionales del dinero: arrostran también
piar caminos, desmontar lo que es de la carretera («des- una dimensión político-filosófica. Evitan las posiciones empí-
montar» decimos nosotros; porque la Autoridad que ter- ricas de sometimiento y de explotación de un hombre por otro
mina su año tiene su obligación ir a limpiar la carretera), y —enmascaradas en la sociedad mayor por el salario, por el
limpiar los caminos, para que él ya deja todo limpio a otra contrato, por la nómina...— y colocan sin cesar en primer
Autoridad que entre. O sea, a todo eso lo llamamos tequio. plano el valor de la cooperación y del trabajo comunitario.
—Es decir, que el Municipio, en lugar de contratar a Ahí reside su función educativa: el pueblo, que se desea siem-
alguien para que haga esas tareas... pre unido, debe subvenir a sus necesidades colectivamente,
—Sí, lo hace el pueblo... evitando segregaciones y desigualdades. Todos los ciudadanos
—¿Sin cobrar nada? son campesinos y hombres que saben hacer más cosas, unos
—Sí, sin cobrar nada. mejor que otros, aparte de cultivar sus parcelas; pero no debe
—¿Todos juntos? haber «oficios» especializados, que excluyan a un hombre de
—Todos juntos... Antes se hacía tequio también cuando la relación cotidiana con la Madre Tierra. La especialización
se hacía un edificio público; por ejemplo, cuando se hizo el laboral crearía jerarquías, diferencias internas de intereses y

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de pensamiento, exigencias de pagos en dinero. En esta acep- una asistencia sin desdoro: Felipe, por ejemplo, podía ayudar
ción, el tequio y la gozona aparecen como vectores de la igual- a su vecina anciana en el desmonte de las laderas para el cul-
dad y de la cooperación entre iguales; ensanchan el ámbito de tivo del maíz o en la tarea durísima de acarrear la leña desde
la ayuda mutua en detrimento del contrato y del salario. el bosque, y ésta le devolvía el favor con labores a su alcance,
Expresan el aborrecimiento indígena del trabajo alienado y como extender el café sobre los petates para que se secara,
de la plusvalía. Al mismo tiempo, como decíamos, forman a seleccionar sus granos, envasarlo, etc.
los jóvenes en el sentimiento de la fraternidad comunitaria, de Al lado de la gozona, y dentro del conjunto de relaciones
la equidad, de la autosuficiencia cooperativa, de la aversión al de reciprocidad y acuerdos de ayuda mutua característicos de
individualismo burgués. Promueve una rigurosa educación en las sociedades indígenas mesoamericanas (englobados por
valores. George M. Foster en la categoría de «contratos diádicos»),
Jacobo Tomás Yescas nos confi rmó que, ante la exigencia encontramos el compadrazgo. Surge cuando dos personas
de emprender una obra pública, edilicia o de comunicacio- acuerdan cooperar en eventos críticos de la vida: bautismo,
nes, la autoridad municipal tradicional, con el respaldo del matrimonio, enfermedad, muerte. E implica un compromiso
pueblo, descartaba inmediatamente dos opciones indignas: por el bienestar y la seguridad del ahijado, resuelto como
recurrir a una empresa constructora o contratar por su cuenta atención y ayuda a sus padres. En muchas etnias, los compa-
brigadas de obreros. El conjunto de los vecinos, como quiere dres no son parientes, por lo que el vínculo de colaboración,
la fi losofía del tequio, se ocupaba solidariamente de las fae- respeto e intimidad casi convierte en familiares a personas
nas. Si el proyecto exigía poca mano de obra, y no había nece- exteriores a la familia.
sidad de movilizar de una vez a toda la población, se orga- Todos estos «contratos diádicos» penetran la cotidianidad
nizaba un sistema rotativo y se trabajaba por turnos, sin indígena, sirviendo, según Foster, de «cemento que mantiene
privilegios ni exclusiones. Para las tareas de mantenimiento unida a la sociedad y lubricante que suaviza su funciona-
de la localidad (limpieza de caminos, reparación de carrete- miento». Más allá de estas valoraciones funcionalistas, a no-
ras...), de vigilancia de instalaciones especiales (casa de salud, sotros nos interesa destacar el carácter socializador y morali-
escuela...), etc., se evitaba también el procedimiento que en zador de tales vínculos, que suponen un concepto no utilitario
México distingue a las Administraciones invariablemente co- del ser humano (aforismo tseltal: «ante cada hombre, debemos
rruptas: instituir algo semejante a un funcionario, una suerte ser capaces de tomar su grandeza») y se inscriben en una forma
de empleado del municipio. La flexibilidad del tequio satisfa- de racionalidad en absoluto instrumental, por utilizar el tér-
cía esas demandas. mino de Max Weber. Nos interesa subrayar su dimensión edu-
Por su parte, la gozona multiplicaba hasta el infinito las cativa informal.
ocasiones para la reciprocidad, para el intercambio, para el
trabajo gratificador entre amigos, para la comunicación y el
conocimiento mutuo. Hasta ocho personas colaboraron con 21. Sin embargo, es la guelaguetza la práctica social más
Felipe Francisco en la corta de su café, durante varios días, sorprendente y entrañable, más delicadamente educativa, de
correspondiendo a la ayuda que habían recibido de él en los cuantas surcan este espacio, decididamente espiritual, de la
meses anteriores. En los casos de campesinos ancianos, viu- vida cotidiana comunitaria. Para caracterizarla, vamos a repa-
das, discapacitados, enfermos, etc., la gozona permite recibir rar en un bonito relato del escritor oaxaqueño Abel Santiago

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Díaz. Trata de un profesor destinado en la comunidad de Loo- Unas semanas después llegó hasta el aula-hogar de la
gobicha, bien recibido por sus habitantes alegres y sencillos, y feliz pareja un matrimonio con una niña en brazos. Luego
finalmente enamorado y puesto en un apuro por las formalida- de saludarlos humildemente, le expresaron el motivo de su
des del subsiguiente compromiso matrimonial: visita:
—Queremos aprovechar las fiestas del santo patrón
No había logrado ningún ahorro. Y sus suegros, de para bautizar a nuestra nena. Ustedes nos harán el bien
acuerdo con la lógica y el concepto tradicional del honor, de un par de gallinas, que fue nuestro presente en su com-
no tardarían en descubrir que su hogar fue burlado. promiso...
Cuando ella consideró que no pasaría otro mes sin que Al día siguiente, volvió a repetirse lo que al maestro Luís
en su casa se dieran cuenta de su error, puso una disyun- Felipe y a su flamante esposa les pareció el día anterior «un
tiva a su prometido: una boda sencilla o una fuga vergon- incidente». Uno de los hombres más viejos del pueblo sería
zosa. Ese mismo día el profesor Luís Felipe visitó a los el protagonista.
padres de la novia para comunicarle la decisión de ambos —El año que pasó —dijo suspendiendo bruscamente
de casarse y sus deseos de que la boda se celebrase en Loo- la amena charla que habían iniciado—, se me nombró
gobicha, con lo que los gastos se reducirían en su sencillez. mayordomo pa’ las fiestas de este año. Como ya tengo mu-
No sin las obligadas resistencias y corteses insistencias, la cho licor, que jue lo que traje al fandango, se los anticipo
novia fue dada. El mismo domingo en que el cura del pue- pa’ que a’prevengan otra cosa.
blo anunció desde el púlpito el próximo enlace de nuestro El profesor Luís Felipe y su cónyuge recibieron otras
ilustre profesor, éste, sorprendido, vio llegar al aula de la visitas similares, puesto que sólo una vez al año, durante
escuela que le servía de hospedaje, uno por uno, al pueblo las fiestas del pueblo, era posible realizar festejos familia-
entero, que le llevaba todo lo necesario para la fiesta nup- res de diversa índole. Molestos ya, comentaban haber sido
cial: pollos, guajolotes, maíz, fríjol, especias, cartones de víctimas de una burla. Pero pronto, al manifestar su dis-
cerveza, cajas de refresco, aguardiente, loza, etc. El presi- gusto al sacerdote, éste les hizo saber la verdad.
dente municipal y su esposa se ofrecieron como padrinos —El pueblo los ha aceptado como sus coterráneos —les
de la ceremonia, llevándole, para no recibir una negativa, dijo con fruición—, como nativos de este solar. Los ha
los presentes obligatorios, entre los que destacaba el pago hecho suyos. Les ha brindado familiaridad, parentesco.
de una banda de música de viento por veinticuatro horas Han sido objeto de una guelaguetza —gracia que a muy
consecutivas. Los que no pudieron llevar obsequios por pocos se concede—, consiste en la entrega de un don gra-
carecer de recursos, le ofrecieron su trabajo: los hombres tuito, sin más efectos que la reciprocidad del que lo recibe.
construían gigantescos toldos de zacate y carrizo y todo lo Como hijos adoptivos del pueblo, han recibido el primer
relacionado con el trabajo pesado. Las mujeres, todo lo acto de cortesía, de exquisitez y de finura. Lo que les solici-
concerniente a la cocina. tan no es el pago, sino la aceptación de consanguinidad.
Con grande emoción, el profesor Luís Felipe se percató Negarse a cumplir con el compromiso moral con-
de que no había gastado nada del poco dinero que logró traído, a la reciprocidad, era fácil, pero significaba renun-
reunir, con lo que pudo darse la satisfacción de una ciar a la amistad, al cariño, a la familiaridad, a la hospi-
modesta «luna de miel» de una semana. talidad permanente que el pueblo les había otorgado; al

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calor de un regazo del que no todos los extraños pueden de Molina Cruz), subsiste hoy como hábito dialógico, como
disfrutar. predisposición a la conversación, casi como «interrogatorio
afectuoso», al servicio de una expectativa de guelaguetza. Se
Santiago Díaz se refiere aquí a un tipo particular de guela- dispara ante la mera presencia del otro, del vecino, del cono-
guetza, que se materializa en fiestas, bodas, celebraciones, cido; y se ha dicho de él que es «un diálogo completo», ten-
momentos especiales de alegría pero también de dolor, como dente a recabar toda la información sobre el partenaire, toda
las defunciones. Al lado de esta guelaguetza por motivos ex- la verdad en relación con su salud, familia, tareas, proyectos,
cepcionales, existe otra ordinaria, cotidiana, frecuente, que inquietudes, dificultades... El saludo indio permite detectar
exige muy pocas condiciones para desplegarse. Puede respon- en el interlocutor un motivo para la guelaguetza, una carencia
der a la mera simpatía, o al deseo de agradar al receptor. Sin en el hermano entrevistado que acaso se pueda subsanar, un
embargo, en otros muchos casos, los que más nos interesan, se problema que lo anda buscando y que puede exigir la aten-
revela como un método para resolver problemas de los veci- ción comunitaria. Presupone en el saludador una disponibili-
nos, para satisfacer necesidades ajenas, para atender caren- dad, una voluntad de ayudar de acuerdo con sus posibilida-
cias del otro, para eliminar esos disturbios que impiden la des. Como los saludos cruzados a lo largo de la jornada son
paz, la armonía, comunitaria. A través de ella, los ciudadanos muchos, incontables, es también tupida la trama de guela-
pueden sortear dificultades de muy diverso orden, pueden guetzas que en cada momento se está tejiendo.
salvar obstáculos, diluir amenazas, superar crisis... Todo esto Nosotros fuimos objeto de una guelaguetza, en Juquila Vi-
al margen del dinero, de espaldas al cálculo crematístico, en janos. Unas muchachas nos saludaron: hablamos del tiempo,
la prescindencia del trabajo servil y de la ganancia, en la pros- de los trabajos, de los planes para los próximos días... Como
cripción de la subordinación, desterrando de la comunidad la les relatamos nuestra extrañeza por el papel marginal que se
mera eventualidad de una explotación del hombre por el hom- concedía a la fruta en la dieta de la región, a pesar de la abun-
bre. Como el tequio y la gozona, la guelaguetza opera para dancia de plátanos, duraznos, etc., e infi riendo que acaso la
preservar la salud de la comunidad, su dignidad. Salud y dig- echábamos de menos en nuestra alimentación cotidiana, al
nidad radicales: expeler el problema, resolverlo o cancelarlo, día siguiente nos hicieron llegar una corta de platanero, con
por las vías de la ayuda mutua y de la colaboración. Los ciu- más de veinte bananas... Para nuestra desazón, no hallamos,
dadanos pueden así satisfacer cooperativamente la mayor en los días sucesivos, el modo de corresponder, de devolver el
parte de sus necesidades, gracias a las apretadas redes de los favor: ninguna falta, ningún problema, merodeaba a aquellas
«contratos diádicos», a la infinidad de «relaciones de recipro- muchachas. En otros lugares, y para resaltar el componente
cidad» que establecen cotidianamente con sus vecinos, abso- afectivo de esta práctica, se habla de cariños y no tanto de gue-
lutamente al margen de las lógicas productivistas y consu- laguetzas. Nos cabe, pues, el ensombrecido privilegio de haber
mistas de la sociedad occidental, sin pagar el precio de una merecido un cariño sin la menor opción de reciprocidad.
opresión del hombre y de un maltrato a la naturaleza. Habituar a los jóvenes a saludar de este modo, a prodi-
El saludo indígena tradicional, que, como tal, como saludo garse cotidianamente en guelaguetzas, en cariños, es, exacta-
en sentido estricto, se ha perdido (sustituido por fórmulas que mente, educarlos en la voluntad de servicio a la comunidad,
incluyen una referencia a Dios, como el Padiuxh zapoteco, un en la atención a las necesidades del otro, en la ayuda desinte-
«buenos días le dé Dios», saludo no indio en el decir escueto resada, en el compromiso colectivo en pos de la «vida buena»,

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la paz local, la armonía, la bonanza ecosocial... La guela- Y el socialismo del Este fue derrotado, ¿cómo no adivinarlo?,
guetza educa desde el momento en que contempla al otro, al por las fuerzas emergentes de una sociedad civil que única-
vecino, al amigo o hermano, no como competidor, ni como mente después de la transición, y ya en un contexto liberal,
recurso, no como adversario o enemigo, ni como negocio, si- podrán desarrollarse plenamente. De las comunidades indí-
no como sujeto con el que identificarse, como verdadero genas latinoamericanas nada se dice, nada se sabe.
compañero, como donador de sentido para la interrelación Para Gellner, la sociedad civil está constituida por «aque-
cotidiana, beneficiario de una praxis estrictamente morali- lla serie de instituciones no gubernamentales diversas con la
zadora. suficiente fuerza para servir de contrapeso al Estado y, aun-
que no impidan a éste cumplir con su papel de guardián del
orden y árbitro de los grandes intereses, evitar que domine y
22. Los adjetivos aduladores que los teóricos occidentales atomice al resto de la sociedad». «Allí donde aparece la
de la sociedad civil vierten sobre la cotidianidad de las países sociedad civil, en su concepción típica e ideal, constituye un
democráticos (idolatría que en otra parte hemos rebatido) en emplazamiento de complejidad, opciones y dinamismo, y por
rigor podrían aplicarse al espacio intermedio de las comuni- tanto es el enemigo del despotismo político», un refugio po -
dades indígenas. Se puede hablar de una auténtica sociedad tencial de «tolerancia, no violencia, solidaridad y justicia» (J.
civil perceptible en los pueblos indios regidos según el derecho Keane, glosando a Gellner). Sobre los límites de esta socie-
consuetudinario porque el autogobierno campesino no deja dad civil no hay acuerdo entre los distintos autores interesa-
prácticamente resquicio para la sociedad estatal, porque la dos en la temática: para Adela Cortina, que defi ne la socie-
democracia directa india disuelve el Estado en la comunidad, dad civil como «la dimensión de la sociedad no sometida
revierte el poder municipal en racionalidad dialógica, en con- directamente a la coacción estatal», ésta se hallaría com-
senso y acuerdo. puesta por «mercados, asociaciones voluntarias y mundo de
La literatura de la sociedad civil quizás constituya la última la opinión pública». Para Walzer, inspirador de la mencio-
torsión, la última pirueta, del liberalismo-ambiente; una temá- nada autora, la sociedad civil moderna es «el espacio de aso-
tica que, según J. Keane, está hegemonizando la producción ciación humana sin coerción y el conjunto de la trama de
de las ciencias sociales occidentales de los últimos veinte años. relaciones que llena este espacio»: mercados, asociaciones
Engendro del Norte, no cesa de surtir argumentos para justi- voluntarias (adscriptivas como la familia, y de ingreso volun-
ficar la occidentalización del planeta, la primacía del Capita- tario) y esfera de la opinión pública. Un «reino de la frag-
lismo a nivel global. La sociedad civil como reino de la liber- mentación y la lucha, pero también de solidaridades concre-
tad posible, del pluralismo, de la solidaridad, de la autonomía tas y auténticas» (Walzer). Por su parte, Habermas excluye
de los individuos, como bastión antiautoritario, freno y com- de la sociedad civil también al poder económico, de forma
pensación del despotismo, etc., se pretende propia, en exclusi- que ésta se caracterizaría por la proscripción de la «raciona-
vidad, de los regímenes democráticos liberales. Sólo bajo la lidad estratégica» (propia del área política y económica) y la
democracia de Occidente florece la sociedad civil, que es tam- primacía de la «racionalidad comunicativa»: «un espacio
bién una condición para la salvaguarda y reforzamiento de esa público creado comunicativamente desde el diálogo de quie-
democracia. El Islam, por ejemplo, según Gellner, se halla nes defienden intereses universalizables, es decir, en el sen-
estructuralmente incapacitado para alcanzar la sociedad civil. tido del principio de la ética discursiva».

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En cualquier caso, se insiste siempre en el lado saludable, vaguarda de la comunidad como expresión de un civismo
benéfico, de esta sociedad civil. Sus bazas radicarían en la insuperable, en una defensa de los principios económicos,
voluntariedad, el pluralismo, su actuación como escuela de políticos e ideológicos que la erigen en modalidad real de
civilidad, su papel revitalizador de la cultura social, su prota- sociedad civil.
gonismo como bastión defensivo frente a los riesgos de la
globalización (desprotección de los individuos, abandonados
por el Estado a la carencia de escrúpulos de las multinacio-
nales y la banca mundial), su permanente disposición antiau-
toritaria y antidespótica, sus efectos profundizadores de la Mitos, leyendas, cuentos, rituales...
Democracia. (Los huaraches del espíritu)
En El mito de la sociedad civil. Contribución a la crítica
del las formaciones culturales dominantes (Primera parte)
enunciamos las razones por las que las sociedades liberales 23. Mitos, leyendas, cuentos, historias... envuelven la existen-
de Occidente en absoluto cumplen los requerimientos que cia cotidiana del indígena, acompañándolo desde la infancia,
estos teóricos exigen para poder hablar del advenimiento de enseñándole el camino de la vida buena y los peligros que
la sociedad civil, por lo que el nuevo dispositivo justificador pueden desviarlo, las costumbres de su pueblo y las amena-
del orden demoburgués naufraga estrepitosamente. Aquí zas que enfrenta, el núcleo de las creencias tradicionales, los
deseamos indicar que, por una ironía de la reflexión, ese con- aciertos de sus mayores en la persecución del bien común
cepto sí les cabe a las comunidades indígenas mesoamerica- y los errores ocasionales, los aspectos de su religión, de su
nas, en parte debido al modo en que, por la vía de la autono- organización política, de su actividad económica y social, los
mía, han sabido mantener lejos al Estado (Administración hitos principales de la historia local, anécdotas que cada quien
regional y federal) y en parte por la idoneidad democrática interpreta de un modo. Se trata de un verdadero regazo oral,
de sus formas de autogestión, que excluyen la posibilidad del flexible, abierto, indeterminado. Al lado de mitos antiquísi-
despotismo político y de la coacción. El análisis del «espacio mos encontramos leyendas de hace unas décadas, historias
intermedio» indígena muestra que, en efecto, aquella liber- casi contemporáneas que han iniciado el proceso de su sedi-
tad, autonomía, tolerancia, no violencia, solidaridad, justicia, mentación en la memoria colectiva. Las ocasiones en las que
aquella complejidad y aquel dinamismo, constituyen compo- el mito aflora son múltiples, inabarcables: allí donde se suscita
nentes esenciales de las prácticas sociales cotidianas, de las una conversación, el mito acecha. Se diría que la relación con
formas de interacción diarias, rasgos inherentes al tequio, a la los niños, con los más jóvenes, despierta en los adultos el deseo
gozona, a la guelaguetza... Es por ello por lo que la vida coti- de activar el mito, de transmitirlo, de recrearlo. Las leyen-
diana de los pueblos indios sí constituye una verdadera ins- das, los relatos, están vivos; cambian con cada generación, se
tancia educativa, sí forma en la civilidad; por ello también escinden, ramifican, conocen infi nitas variantes. Constituyen
revitaliza la cultura social. Cabría concluir que el objetivo de algo más que el depósito fluido de la cultura indígena: como
la educación tradicional indígena, tal y como se despliega en una segunda respiración, un aliento más hondo, una cobija
la cotidianidad del pueblo, de un modo informal, sin profeso- bajo el brazo, tal los huaraches del espíritu, se ciñen al hom-
res, sin aulas y sin alumnos, se cifra precisamente en una sal- bre y hasta lo refundan. Ceremonias, rituales, danzas, cantos,

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representaciones... le sirven de soporte; pero pueden emerger tos, permite una doble lectura, como muchos otros mitos. Su-
por sí solos, en cualquier alto del trabajo, en cualquier plática perficialmente, el dios de la productividad, Bada’o bzan, se
vespertina, en cualquier curva del camino... enojó con un campesino que no acataba el ritual de la cose-
Campesinos zapotecos de la Sierra Juárez nos contaron cha y almacenaje del maíz, que se desentendía de las cere-
leyendas inverosímiles con un acento absolutamente serio, monias pertinentes (a través de las cuales los campesinos
trascendente. Nunca olvidaremos la expresión casi dolorida, manifestaban su contento y su gratitud a la divinidad de la
dramática, de Felipe Francisco mientras relataba el cuento abundancia, el propio Bada’o bzan), que incluso prescindía
del maíz que llora. Conocemos otros mitos por lecturas pos- de honrarlo en los momentos y en los modos fijados por las
teriores, pero todos ellos nos trajeron recuerdos de conversa- tradiciones religiosas; y su castigo desmesurado consistió en
ciones con gentes de las comunidades; todos ellos pudieron las plagas de langostas que azotaron a todas las comunidades
asentarse sobre una experiencia grabada para siempre en la de la región durante varios años seguidos.
memoria. Esto nos habla de su buena salud, de su vigencia A un nivel más profundo, no sería tanto la negligencia del
como procedimiento cardinal de la educación comunitaria, campesino, su desidia para con los ritos, lo que se penaliza-
herramienta socializadora y moralizadora de primer orden ría, sino su fracaso y el fracaso de la comunidad a la hora de
en los pueblos indios. resolver el problema que lo había buscado, y que se manifes-
taba en su abandono de las costumbres ceremoniales y en su
displicencia ante la divinidad. El problema era de orden sen-
24. La leyenda de la langosta, recogida en el libro Primeras timental: el deterioro de su matrimonio y la huida de su
interpretaciones de simbolismos zapotecos de la Sierra Juá- mujer. El mito señala esa circunstancia como explicación del
rez de Oaxaca, ofrece una elaboración «mítica» de sucesos desatento comportamiento del campesino, que llega a aban-
fechados a partir de la tercera década del siglo XX. En efecto, donar su casa para correr tras su mujer en pleitos de aboga-
desde finales de los años treinta los pueblos serranos sufrie- dos. Señala también que el problema era conocido por todos.
ron el ataque de la langosta, plaga terrible que los privó de Sugiere que no se le había dado el tratamiento debido, que la
sus cosechas durante siete años consecutivos. La educación comunidad se había decepcionado a sí misma al no hallar el
comunitaria no podía desaprovechar la ocasión de «reclutar» modo de ahuyentarlo. Y que, ante esa incapacidad del pueblo
el fenómeno para que sirviera a la causa de la socialización para restablecer la armonía colectiva, la paz en su casa, el
y de la moralización de la población; no podía dejar pasar la desdichado pierde la fe en los procedimientos consuetudina-
oportunidad de construir un mito. Y surgieron varios, conver- rios, en la comunidad toda; y se resiente su devoción, se ve
gentes en sus intenciones, pero con importantes diferencias en abandonado por la educación que había recibido, extravía la
su estructura. En todos los casos, se presenta la plaga como un razón. El signo de su perdición estriba en que cierre con llave
castigo, una amonestación de la divinidad del maíz, agraviada la puerta de su casa y deje el poblado; en que se enajene de su
por comportamientos que violan la norma comunitaria, por identidad y de su cultura hasta el extremo de partir, de rom-
actitudes poco respetuosas con las tradiciones religiosas y el per con la comunidad, de romper la comunidad. Que recurra
derecho consuetudinario local. al derecho nacional, a la ley positiva mexicana, que ande en
La versión que cabría considerar estándar, tal vez por ha- pleitos de abogados, justamente los enemigos tradicionales
ber trascendido del dominio oral, alcanzando registros escri- de la «ley del pueblo», del derecho consuetudinario indígena,

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es un agravante imponderable. Se ha consumado la aliena- Lo Sublime y Lo Etéreo en las arenas de la reproducción


ción, y hasta podría hablarse de traición. La comunidad en- básica.
tera ha sido ofendida. El castigo de Bada’o bzan sanciona La circunstancia de que otras versiones de la leyenda de la
este cúmulo de errores, esta falta de rectitud y de solicitud langosta seleccionen como causa del enojo del dios, causa de la
general y particular, este desatino comunitario e individual: plaga en tanto castigo, la alteración o transgresión de uno u
la plaga afectará a todos porque todos son culpables. Sufrirá otro de los usos sociales estratégicos, ilumina esta doble natu-
el campesino por su insolencia y por su locura, que afecta a raleza del mito y la necesidad de atender a su dimensión educa-
todos sus hermanos; y sufrirán todos los ciudadanos por su tiva específica, socializadora, sin permitir que la riqueza de su
incompetencia y flojera, ya que no supieron sacar a flote al horizonte testimonial, descriptivo (de ritos, ceremonias, cos-
campesino, restablecer la vida buena en la localidad. tumbres, procesos religiosos, etc.), nos traslumbre. En Zaa-
Curiosamente, las exégesis de la leyenda de la langosta gocho, por ejemplo, se cuenta que la plaga sobrevino cuando la
que hemos consultado, propuestas por escritores zapotecos, divinidad descubrió a unos viejecitos llorando: su hijo no les
quedan atrapadas en el mencionado nivel superficial (mera daba de comer. Al día siguiente, los granos de maíz se habían
represalia de un dios humillado) e ignoran este nivel más pro- convertido en langostas. Toda la comunidad padeció la cala-
fundo, que le dota de un verdadero sentido educativo, sociali- midad, porque, en tanto unidad («somos parte de una sola
zador (castigo a una comunidad que se pone a sí misma en mazorca, somos el maíz de una sola milpa», dicen los versos de
peligro por su falta de dedicación y de escrúpulo ante el pro- Adrián Rodríguez Silva), le hubiera incumbido detectar y
blema que se personaliza en un hermano). A menudo se con- resolver el problema, la violación de una relación fundamental
templa el mito como objeto crasamente superestructural, dentro del entramado comunitario: el respeto a los padres y, en
como mero elemento ilustrativo, leyenda que muestra deter- general, a los mayores. Padres, mayores y Ancianos son los
minados aspectos de la cultura y de la religiosidad india (los agentes principales de la educación informal comunitaria; su
«rituales del maíz» en tanto grano sagrado, en este caso, que sabiduría, atesorada por la experiencia, por el desempeño de
incluyen ofrendas y otras ceremonias de agradecimiento y los cargos, por las funciones cívicas que a lo largo de sus vidas
reverencia al dios de la cosecha), relato que encierra aspectos han ido satisfaciendo rotativa y escalonadamente, por el cono-
cosmogónicos y filosóficos generales; y se desatiende ese nivel cimiento de los mitos y de las leyendas formativas... les reviste
subyacente en el que se concreta su operatividad educativa, de una dignidad especial. Es la salvaguarda de la comunidad
subjetivizadora, su funcionalidad como instancia de la auto- en su conjunto, de las formas tradicionales de organización,
conservación social, de la reproducción de las formas econó- del derecho consuetudinario, de todo lo que constituye el loca-
micas y políticas tradicionales, su desenvolvimiento, podría lismo trascendente de la aldea, en suma, lo que está en juego
decirse que como fuerza material, en el ámbito de la preser- cuando, en un acto radical de insumisión, un joven da la espalda
vación, restauración y reparación de las principales figuras y a esa fuente venerable de la verdad y de la cohesión social y
relaciones sociales comunitarias, ámbito que en ocasiones hasta la maltrata, negándole el sustento. Sabemos que, para
recibe el nombre de infraestructura. casos semejantes, durante mucho tiempo, las autoridades tra-
J. Baudrillard ha analizado magistralmente estos trabajos dicionales, cuando fracasaban las gestiones y mediaciones fa-
duros, pesados, en ocasiones hasta sórdidos, de las elabora- miliares y grupales, no retrocedían ante los castigos físicos. La
ciones culturales más refinadas, este hundimiento agónico de ira del dios, por el comportamiento infame del muchacho y por

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La educación victimada

la ineficacia circunstancial de la ley del pueblo y de los encar- bres han adquirido grandes riquezas en dinero y en ganado
gados de ejecutarla (toda la comunidad, a uno u otro nivel), por haber ido a visitarlo a su cueva. Pero este dios, que
está más que justificada. necesita muchos trabajadores, puede también capturar a
un hombre y obligarlo a trabajar en la tierra durante años,
hasta que se desgasten los guaraches de hierro que le ha
25. El mito de la riqueza, estimado por sus exegetas como asignado.
verdadera arma de la resistencia cultural indígena, preven-
ción comunitaria contra la invasión de los modos mercantiles No cabe duda de que se trata de un dios sombrío, que noso-
capitalistas, uno de los más contados e influyentes en la sie- tros identificaríamos como «el Capital». Por eso acumula,
rras de Oaxaca, nos sorprendió por la sutileza de sus apre- enriquece a quien se le acerca y explota al trabajador. Por ello
ciaciones, el uso continuado de la matización y de la reserva, y se le caracteriza como un ladino, como un mestizo, como un
una cierta ambigüedad sustancial que, abriéndolo a interpre- no-indio: para los pueblos indios el mestizo (o ladino) encarna
taciones diversas, flexibilizándolo, le permite escapar tanto la mayor amenaza concebible, esto es, el fin de la propiedad
del maniqueísmo adoctrinador que podría suponérsele, dada comunal de la tierra y del autogobierno tradicional, el fin de
su temática, como de la erosión del devenir, de la modifica- la Comunidad en resumidas cuentas, asesinada por la propie-
ción de los contextos históricos. En tanto «obra abierta», que dad privada, los partidos políticos y las formas de organiza-
diría Eco, susceptible de una infinidad de usos populares, en ción social extrañas. No resulta ocioso añadir que, en otras
muy diferentes ámbitos, de una constante recreación social, variantes de este mito, al bene ya’, divinidad de la riqueza,
su relativa indeterminación, su bella complejidad, le ha capa- todavía se le decolora más la piel: aparece con rasgos de hom-
citado para sortear peligros como el del acaparamiento por bre blanco, como ha atestiguado Enrique Marroquín.
una minoría intelectual o el de la fosilización ideológica. Llama la atención que el mito no se resuelva de un modo
El mito de la riqueza no sataniza al Capital: hacerlo sería trágico, que no abuse del drama. Los occidentales, de un
faltar al respeto de muchos hombres de la comunidad. Por- tiempo a esta parte, hemos educado nuestra sensibilidad en el
que tu hermano no es estúpido, porque no puedes conside- sensacionalismo: para que una ficción nos afecte ha de rayar en
rarlo así aunque haya claudicado ante las artimañas mercan- lo terrible. Si lo terrible no es ficción, si es suceso, aconteci-
tilistas, tú, que lo conoces, has de admitir que el Capital, si miento histórico, entonces no hallará el modo de impactarnos.
bien dañino, no encarna meramente el Mal. Algunos relatos Por eso soportamos tan bien las escenas sangrientas de los
lo presentan como un ladino (vale decir, como un mestizo informativos mientras cenamos: «no pasa nada, es la realidad»,
astuto y embaucador), al tiempo que lo divinizan. En pala- nos decimos y mordemos con fruición el muslo de pollo asado.
bras de Vogt: Sin embargo, la ficción, la historia inventada, nos afecta en
mayor medida, sobre todo si arraiga en lo terrible, en lo sensa-
Se le describe como un ladino grande y gordo que vive cional. Una cultura ha de estar muy enferma cuando sus hom-
debajo del suelo, posee grandes cantidades de dinero, bres ya sólo vibran ante la fábula, cuando soportan mejor un
vacas, mulas, caballos y pollos. Al mismo tiempo ostenta crimen perpetrado en la realidad que uno imaginado, nove-
los atributos del rayo y la serpiente [...]. Cabalga sobre un lado. Pero éste no es el caso del mito de la riqueza: lo que nos
venado. Hay mitos gloriosos acerca de cómo algunos hom- cuenta es sencillo, casi cotidiano; la historia se despliega sin

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convulsiones, sin golpes de efecto, lejos de toda afectación. demagógico en beneficio de la insinuación y de cierto distan-
Pasan muy pocas cosas en este mito; y, sin embargo, los indíge- ciamiento afectivo. La «presentación» del Capital y de su
nas captaban su profunda significación, percibían el sentido y Señor es una obra maestra de la ponderación y de la sensibi-
la palpitación fi losófica de cada episodio, aparentemente irre- lidad en la crítica:
levante. Casi nos emociona intuir que todavía subsiste un inte-
lecto capaz de recoger el matiz, de reaccionar sin prisa y con Cuentan en el pueblo que la fortuna tiene su misterio,
delicadeza ante un relato nada estridente. que el capital tiene un patrón que no es humano; ese amo
La versión del mito de la riqueza que hemos analizado, del caudal de plata y poder es el bene ya’, o sea, el señor
incluida en el libro El Arco Iris Atrapado, nos habla de un potentado, soberano sobrenatural que vive en la montaña,
campesino insomne sorprendido por la escena que pudo cap- en el peñasco, en la cueva o en el arroyo; es dueño y vigi-
turar en la madrugada: una recua de venados, con arriero lante de sitios determinados y mantiene un control sobre
que acelera la marcha, llega fi nalmente al poblado y se esta- las cosas y los seres de tales parajes. Donde vive el bene
ciona ante la casa del rico local. El campesino intuye que en ya’, se vuelve un sitio encantado.
aquella vivienda se cierra un trato, se hace un negocio. Al día El bene ya’ cambia de identidad: a veces aparece vestido
siguiente, no obstante, por no hallar rastro de los animales, de humilde campesino de la región; otros aseguran que lo
indicios de la visita, casi concluye que todo fue un sueño. han visto vestido de catrín. Sale de día o de noche. Los que
Pero, en las noches ulteriores, otros campesinos se percata- lo han visto dicen que no es pernicioso, es generoso, amable
ron de la repetición del suceso: la recua, el arriero, el encuen- y domina a la perfección el zapoteco y el castellano.
tro con el rico del pueblo, el trato que se cierra... El potentado
local, además, hacía ostentación de su riqueza, soleando su El Capital no obedece meramente a los designios de un
fortuna con una significativa asiduidad. Y un día murió. Y se hombre o conjunto de hombres; es más complejo: «tiene su
extendió el convencimiento popular de que su espíritu moraba misterio», «un patrón que no es humano». Cabe represen-
en el monte, al lado del dios de la riqueza, con quien en vida tarlo como una divinidad negativa. El Capital, que no es sólo
tratara. Y que cuidaba de la fauna y de la flora local, especial- «plata», sino también «poder» («caudal de plata y poder»),
mente de los venados, como habían podido comprobar algu- fuerza económica y política, domina directamente un área,
nos cazadores. No hay más argumento, no hay más arquitec- ejerciendo un control absoluto sobre los bienes y los hombres
tura narrativa. ¿Dónde reside entonces el interés? ¿Cómo de ese «sitio encantado». Como veremos, sale de sus domi-
discernir el significado, la intención, el objetivo educativo? nios para hacer visitas, pero también puede ser visitado en su
Son las acotaciones, los comentarios que se intercalan propio territorio. En sus manifestaciones externas, aparen-
entre episodio y episodio, las notas adyacentes, los excur- tes, el Capital es diverso: lo puede encarnar un campesino de
sos... los que confieren significación a la leyenda, dotándola aspecto humilde, y sin embargo adinerado (el mito se forja en
de una segunda naturaleza conceptual, fi losófica. Los narra- el período colonial, cuando las comunidades contemplaban
dores avezados saben cambiar el semblante en esos momen- importantes diferencias de fortuna entre los indígenas), o
tos, levantar la mirada para solicitar atención, modular la una persona elegante, bien vestida, engalanada (un «catrín»),
voz para que el mensaje llegue a todos. Desde sus primeras que no parece de la región. Para satisfacer sus objetivos, el
palabras, el mito rehúye la explicitud y el apasionamiento Capital se sirve de las buenas maneras; y aquellos que lo tra-

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tan, que giran en torno a él, de hecho lo presentan como un En la versión que comentamos, Macario establece con el
elemento no pernicioso, capaz de la generosidad, amable. bene ya’ una relación de compadrazgo: ello implica que todos
Además, tiene de su lado a la Cultura («domina a la perfec- los asuntos importantes de su vida quedarán a expensas de
ción el zapoteco y el castellano»); en sí mismo es Saber. Así, ese vínculo con el Capital; ha fundido su suerte a la del inte-
con esta introducción, garantiza el narrador la inteligibilidad rés, se ha familiarizado con lo mercantil, vivirá literalmente
del mito: con medios extraordinariamente sencillos, se ha bajo su protección:
expuesto toda una teoría del Capital.
A partir de aquí, la condensación, la concentración, se —¡Bienvenido, compadre! —exclamó don Macario en
hallará entre sus rasgos más destacados. Y el mito se resuelve zapoteco.
finalmente como un ensamblaje de críticas poderosas que —Buenas noches, compadre. Disculpe la demora, y es
operan por pinceladas sueltas, aunque plenas, rápidas pero que uno de mis animalitos se descarrió; pero ya estoy aquí
precisas. Cabría hablar de «impresionismo» literario para es- —dijo el bene ya’ en la misma lengua.
te género de leyendas... —En buena hora, compadre; pase, su comadre nos es-
En el mito, un campesino que no logra conciliar el sueño se pera con la cena.
convierte en testigo de una de las visitas del Capital, que para —Gracias, compadre, pero desearía primero hacer la
en la casa de don Macario, rico incipiente. El bene ya’ llega entrega del cargamento: son 25 animalitos con carga de
arriando una recua de venados («esa recua era de por lo menos plata circulante, según pedido. Si gusta puede contar.
dos docenas de animales; a su paso levantaban polvo»). Esa —Caray, compadre, de usted no se duda; pongamos la
breve referencia introduce, según Marroquín, una denuncia: carga dentro de la casa.
«se denuncia a la ganadería, innovación económica causante
de la ruptura del igualitarismo comunitario tradicional». Al lado de don Macario, el propio bene ya’ se erige en
Pero es el personaje de don Macario quien recibe la mayor objeto de la denuncia, pero siempre de un modo curiosa-
carga crítica: amigo de los comerciantes de la villa de Mitla, mente respetuoso: el Capital acude de vez en cuando a los
recibe el cargamento de plata que le trae el bene ya’, en esa mercados comarcales («cuando esto sucede hay afluencia de
ocasión y en las sucesivas, y exhibe su fortuna sin decoro, dinero y el tránsito de marchantes se desborda»), aunque
cada tres o cuatro meses, asoleando la plata en petates «como prefiere la opacidad de los tratos que cierra con los particula-
quien asolea maíz o café». Sus conciudadanos, que llevan res (muy pocos hombres lo han podido sorprender en esas
una vida muy distinta, estiman que en la casa del nuevo rico visitas a los nuevos ricos y comerciantes). La acumulación de
vive «una serpiente con cresta de pluma dorada» (símbolo de capital es, en efecto, invisible: los procesos que encumbran
la maldad del Capital). La avidez de don Macario, sus afanes materialmente a un hermano de la comunidad y terminan
mercantilistas, lo han separado de la comunidad: en su casa desgajándolo de ésta no son inmediatamente perceptibles. El
se aloja el mal. Mario Molina señala que, en algunas varian- mecanismo de la ganancia es secreto. La plusvalía no se nota:
tes no zapotecas del mito, el bene ya’ se asimila a la figura en la mercancía halla su máscara.
judeo-cristiana del diablo, de modo que, con sus reiteradas Hay un aspecto del mito que, en nuestra opinión, ha sido a
visitas, con sus constantes entregas de plata, terminaría menudo malinterpretado. El bene ya’, aparte de su delatadora
endemoniando a don Macario. relación con la ganadería (una de las puntas de lanza de la

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penetración del capitalismo en las comunidades), se presenta, mos nosotros, del Capital que se apodera del monte, del bos-
paradójicamente, como un «defensor de la naturaleza», un que, de la naturaleza; y que esgrime argumentos ecologistas
«protector de la fauna y de la flora», un «guardián ecológico». para «limpiar» de indígenas y de usos indígenas sus propieda-
Esta circunstancia ha confundido a Mario Molina, así lo cree- des, actuales y futuras. Se trata del Capital y de sus proyectos
mos, que reseña sin más este lado sorprendentemente bonda- de explotación de la naturaleza, enfrentado a unos campesi-
doso del bene ya’. A nosotros nos parece, sin embargo, que el nos que vivían en ella, que son parte de ella. Un Capital que,
mito adelanta ya la crítica de ese «medioambientalismo anti- para predicarse amable, generoso, no pernicioso, oculta sus
campesino», ese «ecologismo capitalista», que, en nombre de afanes depredadores tras la fraseología educada de la conser-
la causa conservacionista, estrecha el cerco a las comunida- vación del medio ambiente, de la protección del ecosistema.
des, las desplaza en ocasiones, amenaza su subsistencia mate- El mito de la riqueza, protagonista excepcional de la edu-
rial, las priva de sus recursos, dificulta el aprovechamiento cación comunitaria mesoamericana, constituye —en esto el
comunitario del bosque y de los montes, y, en definitiva, las acuerdo es absoluto— un recurso privilegiado en la lucha
desposee del derecho tradicional a regular su integración en contra las fuerzas económico-sociales y político-ideológicas
el ecosistema; y todo ello para alentar negocios capitalistas, universalistas, capitalistas, que procuran desmantelar el loca-
ecoturísticos a menudo, bioprospectivos cada vez más, como lismo indígena, un localismo comunero y democrático. Así lo
han analizado Ana Esther Ceceña y Joaquín Giménez Héau, ha considerado, valga el ejemplo, Molina Cruz:
entre otros.
El mito indica que el bene ya’ cuida de los venados del El mito de la riqueza [...] arranca de una resistencia,
monte y los protege de los cazadores; que, después de su de un debate por recuperar espacios, más cuando todo un
muerte, el espíritu de don Macario lo acompaña en esa tarea. sistema de vida forcejea en un tránsito difícil que lo va
Pero se sobreentiende que actúa así para explotarlos por su sepultando.
cuenta, en sus recuas por ejemplo, para domesticarlos con Ante el peligro inminente del abandono de la tierra, por
mentalidad de ganadero, impidiendo a los humildes campesi- andar en pos del metal o del billete que no se come, la agri-
nos que completen su dieta con un poco de carne de caza. cultura tradicional era la forma más humana de ganarse la
Otras variantes del mito presentan a la divinidad negativa vida, aun cuando ese ejercicio esté lleno de sacrificios. Por
impidiendo que se abran brechas o se construyan carreteras el contrario, el dinero derriba valores, da poder y, en conse-
en sus dominios, lo que podría resultar plausible desde un cuencia, genera la desigualdad, estropea cualidades éticas
purismo conservacionista, pero cabe suponer que, con ello, y somete a los seres humanos a la esclavitud, a la pobreza.
pretende obstruir la comunicación entre los indígenas, para La amenaza de un sistema de poder frente a una cul-
mantenerlos en su marginación y aislamiento, y en los mitos tura en decadencia dio origen al mito de la riqueza, una
se le reprocha la mortalidad que provoca al forzar a los cam- postura legítima, apologética de los ancestrales derechos a
pesinos a peligrosas rutas alternativas, como la vía Oaxaca- elegir la forma de vivir. El conflicto iniciado en la colonia
Ixtlán-Tuxtepec. También se dice en las leyendas que extra- se fue acentuando con la decadencia de los servicios comu-
vía a los indígenas cuando se internan en el bosque para nitarios y la falta de respeto a la madre naturaleza.
aprovisionarse de leña, que esconde ovejas y cabras de las El mito de la riqueza se contó en todos los hogares,
comunidades. Se trata, en resumidas cuentas, así lo estima- bajo todos los tejados de las comunidades. Se trataba de

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La educación victimada

detener ese viento que pone de cabeza una economía sus- cosas tienen corazón, ¿cómo no lo va a tener el maíz? En
tentada y equilibrada como el trueque —el gwzon de ayu- la cultura zapoteca todos los elementos de la naturaleza
da mutua—, economía que fue apagándose por la intro- tienen corazón, así sean vegetales o minerales, todos sien-
misión de la política capitalista; a partir de entonces surge ten y resienten el trato que se les da.
el trabajo asalariado y con ello mucha gente indígena es De niño, cuando mi madre me llevaba por las cule-
explotada y miserable. breadas veredas del pueblo, recuerdo perfectamente la
El gwzon [nosotros hemos escrito gozona], como orden y la explicación que diera sobre el maíz tirado en el
método horizontal de trabajo, permitió la justicia y la camino:
igualdad, una labor colectiva donde nadie explota a nadie. —¡Levanta ese maíz! ¿No ves que está llorando? A
El medio pedagógico de nuestros abuelos para advertir de alguien se le debió de haber caído anoche. El maíz es sa-
los males que conlleva la riqueza fue la «oralitura», un grado, no debe estar tirado, es el grano que nos sustenta.
recurso de enseñanza para contrarrestar ideologías extra- Si lo desdeñas a tu paso, nunca más se acumulará en tu
ñas y ajenas, quizás un intento de evitar lo inevitable. La casa y vivirás triste por haberlo despreciado. El maíz tiene
«oralitura», independientemente de ser un recurso recrea- corazón y se da cuenta; aprende a recogerlo. El fríjol tam-
tivo de los pueblos indígenas, se adapta a los intereses de bién tiene vida, son dos cosas que debes valorar. Recuér-
su contexto, pues parte de una realidad y de un hecho dalo siempre, hijo. Apresúrate a levantarlo cuando lo veas
social concreto. en tu camino.
La gente de estos rumbos lleva ese concepto. Cuando
De una forma llana y sintética, E. Marroquín redundó en encontramos tirado un grano de maíz lo levantamos y lo
la misma idea, que hemos hecho nuestra sin ambages: «El limpiamos antes de guardarlo en el bolsillo.
mito fue forjado por los oprimidos y cumple indudables fun-
ciones de resistencia cultural». Pero, ¿por qué llora el maíz? Una interpretación domi-
nantemente culturalista insiste en su carácter sacro, en su
papel religioso, simbólico, que lo ha convertido en objeto de
26. El motivo del «maíz que llora» aparece en una infinidad veneración, de modo que lloraría por desatención, por aban-
de relatos, leyendas, historias... Lo mismo que el mito de la dono, por menoscabo de su dignidad y pérdida del debido
riqueza, sigue formando parte del repertorio temático de la respeto. Lloraría por una afrenta.
educación comunitaria indígena. En todos los casos supone Sin embargo, muchos relatos sugieren que el maíz no es
la idea del que también el maíz «tiene corazón». En Prime- tan egoísta y, de hecho, llora por la Comunidad, por la uni-
ras interpretaciones... se recoge una escena a la que asistimos dad ecosocial del pueblo indio. Podríamos sostener, con un
repetidas veces por los caminos de Juquila: una madre regaña juego de palabras grato a Baudelaire, que el maíz piensa y
a su hijo por no recoger del suelo un grano de maíz, un grano siente por la comunidad y en ocasiones se afl ige. Piensa y
que está llorando: siente por la comunidad, y llora por lo que descubre.
Me cuenta Felipe Francisco una leyenda de Juquila Vija-
A mediados del siglo XX, la educación comunitaria nos, en la que el maíz también llora. Su origen data de los años
tenía presente al maíz como grano sagrado. Si todas las convulsos de la Revolución, que en Oaxaca se desfiguró nota-

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blemente y ha sido recordada como tiempos de violencias y les campesinas Conasupo, que llevaban maíz subsidiario y de
atropellos, de caos y de desórdenes sin par. Los ciudadanos de mala calidad a las comunidades, provocando el abandono de
Juquila, ante el cariz que tomaban los acontecimientos y los su cultivo en muchas laderas productivas de la Sierra. Cabe
rumores insistentes acerca de una ocupación del pueblo por sorprender en esa medida «paternalista» una estrategia para
una u otra facción, decidieron en asamblea abandonar la loca- debilitar la cultura ancestral agrícola, pues atentaba contra la
lidad. No tendrían tiempo de recoger la cosecha, pues estima- característica tradicional de convivencia con la tierra y empu-
ban que sus vidas corrían peligro. Marcharon al amanecer, sin jaba hacia el consumo y la emigración. Este maíz extraño, que
despedirse de sus milpas. Unas semanas después la aldea se trasvasaba con prisa, sin ceremonias ni rituales, cuyos gra-
seguía sin ocupar; y el maíz sin cosechar. Unos mercaderes nos esparcidos en la descarga eran barridos por el personal de
que caminaban por una brecha próxima a los sembrados oye- Conasupo como se barre cualquier basura, ante los ojos an-
ron en cierta ocasión unos sonidos estremecedores: les pare- gustiados de la población mayor, probablemente llorara ya só-
ció que una criatura, o un animal en todo caso, gemía deses- lo por él.
peradamente. Escalaron una ladera y se asomaron a la milpa: ¿Y qué decir del maíz «modificado» de nuestros días, apar-
era el maíz, todo el maíz, el que lloraba. Cuenta Felipe que no te de que ya no puede llorar, pues la ingeniería genética le ha
lloraba por el retraso en la recolección, cosa habitual en otros suprimido también esa capacidad?
años por este o aquel motivo. No lloraba por sentirse inútil, lo
cual no era cierto, pues la madre tierra tiene sus modos de
recuperar aquello que los hombres rehúsan; de hecho, los 27. Dentro de la serie de los rituales, hay uno que expresa
campesinos de Juquila nunca recolectaban toda la parcela, admirablemente el optimismo vital de los pueblos indios, su
nunca recogían toda la cosecha: dejaban una buena parte del actitud esencialmente positiva ante los avatares de la existen-
maíz en sus mazorcas, para libre uso de los pájaros, los demás cia: el ritual del Cho’ne, que procura alejar la muerte del
animales, las otras fuerzas de la naturaleza... Insiste Felipe en hogar.
que el maíz lloraba por la marcha de los hombres, que signifi- Cabe la posibilidad de que el cristianismo no haya conse-
caba la muerte de la comunidad; lloraba porque sabía que guido dramatizar la muerte tanto como hubiera deseado en
para un indígena no había tragedia mayor que el desplaza- el ámbito de las comunidades, y que subsista ahí una concep-
miento. Sin los hombres, la milpa era también un muerto ción menos lacrimógena del desaparecer. La naturalidad con
viviente, un cadáver a la intemperie. El maíz lloraba por todos, que el indio afronta los sucesos más terribles de la existencia,
por el todo de la comunidad mutilada. Dicho de otra forma: esa energía que extrae de la organización colectiva de la vida,
la comunidad entera lloraba en el maíz. alimentada por la educación comunitaria, se expresa en sus
Un sistema educativo informal que ha convertido los mitos ritos funerarios. Reparar en ellos puede ayudarnos a com-
del maíz en compendio de una filosofía; que ha repetido hasta prender mejor la obstinación de su resistencia secular, su ma-
la saciedad, por la boca de sus leyendas, de sus rituales, de sus nera de vivir la insumisión como principio cotidiano, a pesar
representaciones, algo muy importante, recordado con toda de la fortaleza del Enemigo, de su voracidad sanguinaria, del
sencillez por Alicia Aguilar Castro: «De la semilla del maíz monto de desaparecidos, torturados, encarcelados.
nace nuestra cultura» y debió sufrir como un ultraje el esta- Los indígenas de Cajonos estiman que, mientras conti-
blecimiento, a partir de los años sesenta, de las tiendas rura- núen en el hogar las pertenencias del difunto, ni éste descansa-

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rá como se merece ni los vivos podrán librarse de su recuerdo afectados por la pérdida, en sus necesidades, en su restable-
opresivo. Mientras en la casa algo hable de él, su espíritu se- cimiento anímico, en lo que precisan para seguir adelante.
guirá rondando a los moradores, sin nada bueno que aportar- Para evitar que se hundan en una tristeza paralizadora, por-
les. Por eso, en la noche del entierro, el petate en el que el que la comunidad los sigue necesitando fi rmes y resueltos, se
familiar expiró se convierte en una bolsa grande, y en él se borran a conciencia las huellas de la muerte y del difunto.
depositan las pertenencias del fallecido: ropa, huaraches,
sombrero, cobija, ceñidor, pañuelo, gabán. Sólo se conservan
los instrumentos agrícolas, como el machete y la coa. Mientras 28. La influencia social efectiva de los mitos y de los rituales
se introducen estos objetos en el petate, se habla al espíritu del en todas partes desfallece, como signo de la postración de la
muerto, con buenas palabras. Se le asegura que en vida se le educación comunitaria, que no puede competir con éxito con
quiso, y no poco; pero que ahora debe hacer el favor de dejar la Escuela, los medios de comunicación, los modelos de com-
en paz a los vivos y no interferir más en sus cosas. Hecho el portamiento introducidos en los pueblos por los «profesio-
«equipaje», amarrado con el mecapal del propio difunto, nistas», etc. En esa competencia tiene las de perder, porque
regado todo con mezcal y ahumado con incienso, se pide a una desde la base material de la existencia, desde el ámbito eco-
persona no familiar, un borracho o un vago preferiblemente, nómico, le llegan solicitudes, requerimientos, que no puede
que tire el bulto fuera del pueblo, y que no regrese a casa. Se contemplar; la generalización de las relaciones sociales capi-
le regalará licor o se le pagará por el servicio, pero se le instará talistas (uso constante del dinero, asalarización, multiplica-
a que dé un largo rodeo, busque el punto por donde nace el sol ción de los intercambios comerciales, privatizaciones) la con-
y, sobre todo, bajo ninguna excusa regrese al domicilio del vierten en disfuncional, contradictoria, retrógrada.
finado. Al Cho’ne se le prende fuego y, como está prensado, La Escuela es la forma cultural que corresponde a la pro-
tarda días en consumirse. piedad privada, la plusvalía y el conflicto de clases entre empre-
Mientras tanto, los familiares celebran rituales para des- sarios y trabajadores, mientras que la educación tradicional
prenderse de la muerte, entre ellos el del «lavado de ropa», indígena requiere y reproduce un orden igualitario, basado en
que se efectúa en las afueras del pueblo, en un arroyo, manan- formas colectivas o comunales de propiedad, en exclusión del
tial o incluso en el propio río. Marchan en peregrinación y trabajo alienado y del salario y con un poderoso vínculo gru-
permanecen hasta la tarde, lavando y secando la ropa, «lim- pal, una fuerte adscripción localista, por parte de la población.
piándose» también ellos, eliminando todas las adherencias Por eso las tendencias económicas y sociales contemporáneas,
de la muerte. Al medio día una comisión del pueblo les trae tal y como influyen en la organización sociopolítica de las
alimentos, normalmente tortillas de maíz y fríjoles fritos. comunidades indígenas, con la intromisión interesada de los
El énfasis en la necesidad de «alejar» la muerte, así como poderes estatales y federales, tienden a consagrar la hege-
la exigencia de una «purificación» tras el entierro del ser que- monía de la Escuela, relegando la educación comunitaria a un
rido, testimonian un vitalismo radical, una primacía absoluta segundo plano residual.
de los valores de la vida, de una vida que se desea alegre, no En este contexto, muchos mitos y leyendas se pierden o se
contaminada por los efluvios malsanos del recuerdo doloroso. transcriben atendiendo a criterios de deformación sistemá-
No se cancela el duelo; pero se rechaza la idea de una perma- tica. Las ceremonias y los rituales se folclorizan, se frivoli-
nencia en su seno. Y, sobre todo, se repara en los vivos, en los zan, como ha ocurrido con la danza de los Huenches, danza

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo

sagrada del maíz degradada en dramatización chusca. Leyen-


das como la de las rocas guardianes no despiertan otro inte-
rés que el del inventario, el de la recolección de exotismos
venerables; muy poco dicen ya a los indígenas de hoy. Pro-
cedimientos religioso-curativos tradicionales como el del te-
mascal cambian de naturaleza y hasta de nombre; etc.
Somos concientes de que, con este trabajo, estamos en-
tonando un réquiem, queda claro que desde la empatía.
réquiem por la educación comunitaria indígena...
Sin embargo, surge una pregunta: ¿qué ocurriría con esta
educación comunitaria en un contexto revolucionario, verda-
deramente autónomo, enfrentado al neoliberalismo del Capi-
tal, independiente de los organismos y las instituciones del
Estado, hostil a las privatizaciones, defensor de los usos eco-
nómicos y políticos tradicionales de los pueblos indios? ¿Qué
ocurriría si el movimiento y las bases zapatistas, en sus terri-
torios «autónomos» chiapanecos, apostaran verdaderamente
por esta «educación comunitaria indígena», en lugar de pro-
mover, como hoy hacen, la escolarización al modo occiden-
tal? Trastocando los términos de la interrogante: ¿Por qué y
para qué escuelas en la selva? ¿Qué cabe esperar de la Escuela
zapatista?
En el próximo, y último, desarrollo de este ensayo, de
forma sumaria y provisional, apuntaremos un conjunto de
perplejidades y reservas ante los proyectos escolarizadores
que cunden en los territorios autónomos zapatistas.
Para evitar equívocos, declaramos ante el zapatismo una
franca simpatía, un neto respaldo emocional e ideológico.
Pero es la nuestra, por el modo en que contempla el problema
de la educación, una simpatía que discrepa.
Afi nidad que diverge.
Tercera parte
La elección
zapatista
¿Para qué escuelas en la selva?
182
Marco general de la discusión:
educación comunitaria indígena versus
escuela de planta occidental

1. A la hora de evaluar las consecuencias de la escolarización


forzosa de los niños de los territorios autónomos zapatistas
hay un prejuicio que debemos dejar definitivamente de lado:
la idea de que antes de la Escuela, y en lo referente a la educa-
ción, no había nada en los pueblos indios, y era todo un hueco,
un vacío, una carencia, que afrontar y superar. Este prejuicio
supone que la Escuela, en su filantropía universal, acude para
satisfacer esa demanda, llenar ese hueco, colmar el vacío.
Pero constituye una mentira descarnada, una farsa ideoló-
gica, detrás de la cual ríe incontenible Occidente. Lo cierto
es que, desde hace siglos, ha existido la educación comunita-
ria indígena, una educación informal, que no se parece a la
euroamericana moderna, educación sin aulas, sin profesores
y sin alumnos. Ha existido y existe una educación por y para
la Comunidad, que los intereses hegemónicos en México y en
el resto del planeta quieren destruir, ahuyentar incluso de la
memoria.
En los capítulos anteriores hemos intentado caracterizar
esta forma de educación tradicional, mostrando la solidez de
sus componentes, su carácter extremadamente significativo,
adaptado al medio, su relación casi nutricia con la propiedad
comunera de la tierra, condición del igualitarismo social, y
con la democracia india, que un europeo denominaría directa
o participativa, soporte de la autogestión local. Nos hemos
referido a sus objetivos: la vida buena, el lekil huxlejal de los
tseltales, la armonía ecosocial, la paz comunitaria. Hemos

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La elección zapatista

descrito sus procedimientos, entre los que destaca el propio ción comunitaria para deshilarlo, desgarrarlo, destruirlo. So -
sistema de cargos, la jerarquía cívica tradicional, que recogen bre ese cuerpo de los modos y de los usos tradicionales, crece
los «usos y costumbres», con su exigencia de un desempeño tal un cáncer; y lo triste es que muchas de sus víctimas la
de las funciones rotativo, por elección y no remunerado; la hayan confundido con una «medicina».
propia organización económica, el comunalismo indio, que En los capítulos anteriores, nos hemos referido también a
excluye los privilegios de clase, el trabajo alienado, la plusva- las maneras usadas por el sistema escolar para suplantar la
lía, y verdaderamente forma a los ciudadanos en el concepto educación comunitaria, usurpando sus prerrogativas sociali-
de una pertenencia a la tierra (no una explotación de la tie- zadoras y moralizadoras: el rapto y secuestro de la infancia y
rra) y de una labor colectiva, horizontal, solidaria; y, por su confinación en aulas durante un número considerable de
último, una dinámica de la vida cotidiana regida por formas horas al día, sustrayéndola así a las ocasiones seculares de la
de interrelación social que sitúan la ayuda mutua y la identi- formación indígena tradicional, que tenían por escenario o
ficación local entre sus principales rasgos defi nidores y que se contexto la casa, los campos, la plaza, la relación prolongada
concreta en usos cooperativos ancestrales, como el tequio, la con los padres y familiares, las reflexiones puestas en común
gozona, la guelaguetza. Hemos aludido a sus materiales, ese en la Asamblea, el diálogo con las autoridades democráticas y
universo abigarrado de mitos, leyendas, historias, cuentos, los Ancianos, los trabajos cotidianos y los aprendizajes agra-
etc.; a sus didácticas, entre las que cabe reseñar los rituales, rios, un ocio dilatado rodeado de mayores, los ámbitos en los
las ceremonias, las danzas, las charlas vespertinas de los que se ensayaban las danzas y las dramatizaciones, se recita-
padres, la afluencia de los niños a los lugares de trabajo y su ban los poemas, se recreaban los mitos. Hemos aludido al
asistencia a las Asambleas convocadas para resolver confl ic- efecto infinitamente corruptor de los modos cotidianos de
tos y ahuyentar problemas, la intervención de las autoridades desenvolvimiento de los maestros y profesores, agentes indu-
tradicionales, el recurso a los Ancianos. dables de la alienación cultural con su solo acto de presencia,
Desatiende una parte fundamental del formidable orga- con sus semiconscientes hábitos sociales, sus pautas de com-
nismo comunitario indígena quien menosprecie el papel de portamiento entre los vecinos, en las tiendas, los bares, los ca-
esta modalidad inveterada de educación, de estos procesos minos, las calles, etc.
informales de elaboración de la cultura y transmisión del Éste es el marco general de la discusión: el enfrentamiento
saber. Sin el influjo continuado, profundo, constituyente, de contemporáneo entre, de un lado, la Escuela, como fórmula
esta educación comunitaria tradicional, que la Escuela de educativa que corresponde a una sociedad de clases, biselada
planta occidental pretende devastar, no se pueden entender por la antítesis Capital-Trabajo, alimentada por la propiedad
las recurrentes insurrecciones indígeno-campesinas, la resis- privada de los medios de producción, reforzada por una ideo-
tencia centenaria de los pueblos indios, el aliento popular del logía individualista y un sistema político opresivo de índole
zapatismo contemporáneo. Y sólo desde la malevolencia o la indirecta-representativa; y, de otro, la educación informal
necedad se puede negar hoy que las escuelas modernas, en indígena, pauta subjetivizadora y de transmisión cultural
lugar de subsanar una falta, de tapar un hueco, de colmar un propia de una sociedad igualitaria, basada en la propiedad
vacío, se despliegan por encima de ese legado educativo tra- comunera de la tierra, y reforzada por una cultura localista
dicional, descomponiéndolo, arrasándolo, sepultándolo... La que ensalza los vínculos colectivos y por el modelo del auto-
Escuela occidental se ha injertado en el tejido de la educa- gobierno indio, democracia directa, no mediada, participa-

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tiva, de índole asamblearia. Escuela de planta occidental ver- Lejos de todo tutelaje de la acción
sus educación comunitaria indígena. Y, por detrás de esta «del otro» por un pensamiento separado:
polémica educativa, los intereses del Capital nacional y mul- el lugar de la perplejidad y la reserva
tinacional, hermanados a la cultura occidental y al pensa-
miento único demoliberal versus el derecho a la diferencia de 2. Quisiéramos no redundar en aquella «indignidad de hablar
los pueblos indios, sustentado por sus culturas étnicas y loca- por otro», señalada por Gilles Deleuze y en la que tanto incu-
les y el pensamiento crítico anticapitalista y antiliberal. ¿De rre la intelectualidad de Occidente. Nada más lejos de nuestra
qué parte se ha situado, en este pulso entre propuestas edu- intención que examinar y, en su caso, reprobar, el portentoso
cacionales, el zapatismo contemporáneo? experimento social zapatista. Un mínimo de relativismo cul-
Configurado el proyecto de la autonomía territorial indí- tural nos previene a no denigrar los procesos indígenas, de
gena, con su desvinculación arrogante de los aparatos del Es- uno u otro signo, a dejar el juicio en suspenso.
tado, de la Administración estatal y federal, en esa especie de Nuestro esfuerzo no es equiparable, por ejemplo, al de un
oasis libertario e igualitario, terreno abonado para la afi rma- Atilio Boron que, en La selva y la polis. Interrogantes en
ción de las culturas autóctonas, al zapatismo le cupo una torno a la teoría política del zapatismo, tiende a enjuiciar el
elección: defender y revigorizar la educación comunitaria in- discurso zapatista desde el tribunal del materialismo histó-
dígena, que no requiere edificios, gentes especializadas en la rico, elogiando lo que éste admite de la alteridad indígena
divulgación del saber y gentes condenadas a soportarlas, ho - sublevada y repudiando aquello que no le cabe. No es distinto
rarios, programaciones, temarios, disciplinas más o menos el caso de John Holloway, antagonista del sociólogo argentino:
disimuladas, procesos de evaluación, etc., o promover la es- escudándose en una alabanza hiperbólica del movimiento
colarización, extender el imperio de la Escuela occidental, chiapaneco, una solidaridad ruidosa, sobrada de entusiasmo,
que conlleva, por sí misma, por su propia estructura, por la manipula a discreción el proyecto y la praxis del zapatismo
pedagogía implícita inherente a todo reparto de las funciones para erigirlo en arma arrojadiza contra el doctrinarismo mar-
educativas, la disminución y marginación de las formas con- xista. Incluso Sergio Tischler, desde una perspectiva más
suetudinarias de socialización y culturización, el asalto a la comprensiva, mediando en la polémica, reconduce todo el
tradición subjetivizadora y formativa de los pueblos indios. A cuerpo teórico del zapatismo hacia una convergencia con
la altura de esta primera década del siglo XXI, parece evi- determinadas tradiciones intelectuales materialistas, revisio-
dente que los Caracoles, los prohombres de las comunidades nistas o autocríticas. En los tres casos se descubre un proce-
de base, los voceros y coordinadores de la resistencia zapa- der que nos resulta antipático: un pensamiento separado de la
tista, se han decantado por la Escuela. Tuvimos ocasión de praxis, ajeno a la praxis, que se arroga de alguna forma el
comprobarlo, como integrantes de una expedición que recaló derecho a tutelar (reconviniéndolo moderadamente en el caso
en comunidades recónditas de la Selva Norte chiapaneca, po - de Boron; excitándolo e impulsándolo, como en la apología
blados que compartían una circunstancia en nuestra opinión de Holloway; firmando pactos interesados de no agresión, al
dolorosa: habían puesto en marcha proyectos escolarizado- modo de Tischler) el movimiento social, a evaluarlo y regis-
res. Siendo así, surge una pregunta: ¿para qué escuelas en la trarlo. En los tres casos, un crisol de categorías políticas, una
selva? ¿A qué obedece la elección zapatista? armadura conceptual determinada, sitúa a estos hombres en
un pódium, en una tarima, en un estrado, de índole acadé-

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mica o «científica», desde donde juzgan indecorosamente la sociedad civil, poniendo fin a la histórica distinción entre
acción del otro. ¿Dónde quedan, en estos ejercicios de gobernantes y gobernados y, de este modo, a la prehistoria
reflexión distante, la experiencia concreta de la lucha, el dolor misma de la humanidad.
real de las masas chiapanecas, su animosidad «empírica»?
Sobre los tres autores planea la sombra del elitismo intelec- La respuesta de Holloway, de corte «libertario», marca
tual, de aquella pérfida «ideología del experto», de un innoble una vía alternativa para el mencionado tutelaje, una vía glo-
reparto del trabajo opositor (de un lado, los que luchan; de rificadora; pero su hálito sigue siendo el del ave rapaz en
otro, los que piensan e interpretan esas luchas), que, al modo busca de sustento:
de una aristocracia del saber, los lleva a examinar el zapa-
tismo desde muy arriba, con ojos de águila y a hacer presa en ¿Qué es lo que ha logrado la lucha por el poder en los
él, con segundas y devoradoras intenciones. últimos cien años? La opresión miserable de la Unión So-
Así se expresaba Boron en el mencionado artículo, cela- viética, la corrupción de los gobiernos socialdemócratas,
dor circunspecto de viejas ortodoxias (políticas y doctrina- los millones de cadáveres de los movimientos de liberación
les) incómodas ante las travesuras teoréticas y el antiintelec- nacional. ¿Qué más? La amargura y la desilusión de todo
tualismo sustancial del movimiento indígena chiapaneco: el mundo. Por eso, en todas partes y con los zapatistas
como inspiración, la gente está buscando ahora formas de
La «antipolítica» del zapatismo es peligrosa: primero lucha que eviten a propósito las «imprescindibles media-
porque se trata de un grave error, sobre todo para un movi- ciones políticas«, formas de lucha que son orientadas no a
miento empeñado nada menos que en construir un mundo la toma del poder sino a la disolución del poder.
nuevo; segundo, por su proximidad semántica con la pré- Es un error grave pensar, como lo parece hacer Boron,
dica neoliberal que fulmina a la política como un «ruido» que en el levantamiento zapatista, «detrás de un discurso
o una «externalidad negativa» e irracional que altera el bellamente poético» hay otra «revolución oculta» (y pro-
sereno funcionamiento de los mercados. En este sentido, saica) que continúa simplemente la vieja tradición revo-
flota en el argumento de los zapatistas una cierta sataniza- lucionaria. Es un grave error [...] porque implica cerrar a
ción de la política y lo estatal que refleja [...] el zeitgeist de propósito los ojos a la idea de que pudiera haber algo radi-
nuestra época dominada por el sentido común construido calmente nuevo en el movimiento zapatista, algo que no
por el neoliberalismo [...]. Sus ambiguos diagnósticos so- quepa en los esquemas cansados y fracasados del pensa-
bre la sociedad civil y la democracia, y la errónea manera miento de la izquierda.
en que se plantea la problemática del poder y del Estado La gran belleza del movimiento zapatista es que han
son muy preocupantes [...]. El camino de salida no habre- mostrado que en los días más oscuros de la derrota surgen
mos de encontrarlo en una difusa antipolítica o en román- luchas nuevas, y que las luchas nuevas significan formas
ticas invocaciones a la sociedad civil, la humanidad y la nuevas de pensar y formas nuevas de hacer las cosas que
democracia [...]. Experiencias muy valiosas, si se exami- son experimentales, creativas, asimétricas.
nan a la luz de una perspectiva socialista de larga duración
[...] demuestran con hechos el realismo y la viabilidad del Por último, Sergio Tischler, en La crisis del sujeto leni-
viejo proyecto marxista de reabsorción del Estado por la nista y la circunstancia zapatista, con un acento reconcilia-

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dor, procura llevar la inevitable ambigüedad teórica del zapa- conceptos del «antipoder» y de «asimetría de la lucha de
tismo, su apertura conceptual, resultado de la primacía de la clases» de Holloway son parte de la elaboración de un con-
praxis y del carácter inacabado de la reflexión, al encuentro cepto desreificado de la lucha de clases [...].
con las tradiciones más flexibles y autocríticas del marxismo, En todo caso, la asimilación teórica de la crisis de una
que podrían admitir muy bien algunos de los conceptos más forma particular de asumir la lucha de clases es parte fun-
populares de Holloway (la «asimetría» de la lucha de clases, damental del proceso de constitución de un nuevo sujeto.
por ejemplo). Estamos de nuevo ante un «pensamiento sepa- En ese sentido, más que defender la supuesta fortaleza de
rado» que, en este caso, usufructúa la rebelión chiapaneca una teoría política [marxista] habría que enfrentar sus
con fi nes de recategorización y formalización fi losófica. Su cárceles constitutivas.
forma de tutelar la acción del otro, la práctica ajena, consiste,
paradójicamente, en no verla, en restarle todo protagonismo Hemos tomado a estos tres autores como exponentes de un
como nutriente del conocimiento, como fuente de la verdad mal de fondo que afecta a buena parte de la reflexión teórica
teórica. Tischler tiene bastante con pasear entre las frondas contemporánea: su separación de la praxis, su dificultad para
de las más célebres controversias marxistas; por entre la comprenderla, para asimilarla conceptualmente. Las discu-
maleza le llegan vapores, resplandores, evocaciones de los siones de Boron y Holloway son, en gran medida, terminoló-
fuegos y las sangres de unos combates lejanos, de unas bata- gicas, casi nominalistas; y, en ninguno de estos investigadores,
llas que no puede ver; se lo impide la espesura: la realidad histórica mesoamericana, la lucha de las comuni-
dades indígenas, la sublevación zapatista, han ejercido una
Frases del discurso zapatista como «mandar obede- influencia real, verificable, sobre el pensamiento, han deter-
ciendo», «caminar hasta encontrarnos nuestra espalda», o minado un giro o una modulación en el cuerpo teórico. De
las que van en el sentido de luchar «hasta no ser necesa- forma complementaria, sus reflexiones, sus polémicas, sus
rios» implican una noción de lucha que no remata en la escrituras, en mínimo grado afectan a la práctica, inciden en
toma de poder o en el Estado. Son imágenes de un pensa- el conflicto o ayudan a una mejor comprensión de los proce-
miento de «emergencia» contra el poder, más que una ela- sos. Suele tratarse de un ejercicio verbal irrelevante; de una
boración teórica sistemática sobre el mismo. Imágenes defensa testaruda de presupuestos ideológicos, de categorías
que expresan una estructura de sentimiento, cuyo núcleo cosificadas, cuando no de «términos fantasmales», inútiles e
es el rechazo de la idea elitista e instrumentalista de revo- ineptos ante el movimiento social. Los Caracoles zapatistas,
lución. Lejos de rechazar el concepto de lucha de clases, por ejemplo, ¿qué son? ¿Son antipoder? ¿O poder, si bien po-
plantean la conciencia de la necesidad de reelaborarlo, de pular? Los usos y costumbres, ¿qué indican? ¿Un poder
resignificarlo. «tomado»? ¿O un poder «disuelto»? En realidad, salta a la
Aunque no se plantea de manera explícita, quién sabe vista, da lo mismo: los Caracoles «urgían», al margen de la
por qué razones, ese pensamiento emergente contiene una etiqueta que más les cuadre. Y los usos y costumbres deben
crítica al leninismo y guarda una filiación con Benjamin, defenderse, ya se les llama poder o antipoder. La lucha por la
en el sentido que expresa una lucha contra la reificación e preservación de los Caracoles y de los usos y costumbres ha
implica la tensión por liberar el concepto de lucha de cla- de seguir, ya se la nombre lucha política o lucha antipolítica,
ses de su clausura instrumental [...]. A nivel teórico, los lucha por el poder o lucha por la disolución del poder. Los

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campesinos de Tanetze Zaragoza que, afrontando el peligro ba fácilmente a la «seducción de la reificación», que prescinda
de una represalia paramilitar, han proclamado la restauración de las categorías fosilizadas y de los conceptos-comodín que
de los usos y costumbres, en contra de los deseos de una exi- saturan buena parte de la literatura política sudamericana de
gua minoría también indígena, ¿están, de este modo, y sin nuestro tiempo, y que manifieste un enorme desinterés por la
darse cuenta, propiciando la «resignificación del concepto de cuestión de su registro (¿Qué concebimos? ¿Historia? ¿Filo-
lucha de clases», en un guiño de ojos a Benjamin y fruncién- sofía? ¿Pedagogía? ¿Antropología? ¿Sociología? ¿Litera-
dole el ceño a Lenin? Queda claro que poco importa; que su tura?). Ante el movimiento reivindicativo indígena, ante el
práctica no gana nada con tales disquisiciones intelectualistas, zapatismo, reconociendo nuestro alejamiento físico, psicoló-
y que ni siquiera resulta, a la postre, y por ello, más compren- gico, cultural... nos cabe aún una tarea que, en nuestra opi-
sible, diáfana, legible. nión, no raya en la indignidad: manifestar nuestras perpleji-
Se ha quebrado, en estos y otros casos, la dialéctica entre dades, nuestras reservas, nuestro desconcierto; y sólo en lo
la praxis y el pensamiento: buena parte de la intelectualidad concerniente al asunto que ha absorbido, de un modo u otro,
centroamericana crítica no está siendo capaz de arraigar sus casi toda nuestra vida: la Escuela.
elaboraciones teóricas en la praxis, para desechar, rehacer o Estimándonos capacitados para hablar con propiedad de la
reinventar sus categorías; en su lugar, enjuician la práctica, el Escuela, del modelo occidental de educación administrada,
movimiento social, desde aparatos conceptuales exógenos, a objeto de nuestra reflexión y lamentablemente de nuestra prác-
menudo caducos. La interpretación sociológica, politológica, tica laboral desde hace décadas, manifestamos nuestra galo-
fi losófica... del zapatismo sigue siendo, en gran medida, y pante perplejidad ante su asunción contemporánea por el
como diría Foucault, un comentario de textos primeros, un zapatismo, nuestra inmensa reserva. No descalificamos doctri-
rodeo dado por discursos canónicos, preexistentes, sacraliza- nalmente la iniciativa del otro, no desacreditamos teorética-
dos (a veces marxistas, a veces libertarios, a veces funciona- mente la recepción indígena de la Escuela: anotamos, simple-
listas) para glosarse, recitarse a sí mismos, aprovechando la mente, que la autonomía indígena ha acogido a un monstruo,
excusa de una referencia a lo otro. Quebrada la dialéctica en el monstruo que mejor conocemos. Y procuraremos señalar
que se reconocería un pensamiento hundido en la praxis y los peligros empíricos a que, por albergarlo, se expone. Eso es
una praxis embriagada de pensamiento, nos quedan hoy estas todo.
elaboraciones a menudo empobrecidas, autistas, ensimisma-
das, terriblemente académicas. Nos queda un «pensamiento
encastillado» que, a pesar de todo, aspira a evaluar la acción
colectiva, la praxis del sujeto social de la protesta.
Deseamos que ése no sea también, no esté siendo, nuestro Las aporías del proselitismo «de izquierdas»
caso. Hemos querido ensayar, por ello, una investigación más
empírica, que arrostre una dosis mayor de implicación perso- 3. En el primer lustro de la década de los ochenta cooperamos
nal en el objeto de estudio (estancias en comunidades indíge- con el sandinismo en una comunidad de desplazados de gue-
nas, recorridos por los territorios autónomos, charlas, entre- rra del norte de Matagalpa. Algunos europeos daban clases a
vistas), y que establezca sistemáticamente conexiones entre la los niños indígenas en la Escuela de planta occidental de San
teoría y la práctica. Aspiramos a una escritura que no sucum- José de las Latas. Bastaba con atravesar el umbral de la puerta

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para percibir un detalle que, en aquel tiempo, no había nin- reformarse con el paso del tiempo, pero sería faltar a la ver-
gún interés en disimular: estábamos ante un centro de adoc- dad negar la hegemonía aplastante de la temática zapatista
trinamiento intensivo. Los pósteres que llenaban las paredes, dentro del conjunto de las materias, y las intenciones expre-
los temas de las redacciones, el núcleo del currículum... todo, samente adoctrinadoras de los promotores de educación y de
absolutamente todo, giraba en torno a la causa sandinista. A los «formadores de promotores».
nadie puede sorprender esta índole proselitista de la Escuela Si bien los zapatistas aciertan en su crítica de los progra-
de la revolución en un contexto de «guerra no declarada», mas vigentes en las Escuelas del Mal Gobierno (propaganda
soportando casi cotidianamente las acometidas de la Contra más que información, enmascaramiento y distorsión de la rea-
y ante el reforzamiento del quintacolumnismo civil, sufragado lidad social y nacional, difusión de los mitos del sistema capi-
por los Estados Unidos. Sin embargo, aunque comprensible, talista, de la representación del mundo propia de la clase
el proselitismo de izquierdas, el adoctrinamiento bienhechor dominante mexicana), luego confeccionan unos temarios de
de los insurgentes, encierra enormes peligros, atestiguados reemplazo demasiado cerrados, casi de nuevo dogmáticos,
por la historia de la Escuela; estalla en irresolubles aporías. que sirven de soporte a unas prácticas en las que la proclividad
No se puede negar que las escuelas zapatistas de los terri- proselitista no puede ocultarse, entrando en contradicción, y
torios autónomos chiapanecos desempeñan, asimismo, un esto es lo más importante, con los propósitos declarados de
papel adoctrinador. Basta con reparar en las asignaturas. El formar hombres críticos, moral e ideológicamente indepen-
«promotor de educación» de la comunidad Ojo de Agua, que dientes, autónomos, dueños de su pensamiento y de su volun-
daba clases en el poblado y también ayudaba en las escuelas tad, ilustrados (en la insuperable acepción de un Kant que, en
de otras localidades de la Selva Norte, a varias horas de esta ocasión, no se parece demasiado a sí mismo: «Ilustración
camino, nos describió, en agosto de 2005, el «plan de estu- es la salida del ser humano de su minoría de edad, de la cual
dios» zapatista. «Tiene como dos brazos», nos dijo. Matemá- él mismo es culpable. “Minoría de edad” es la incapacidad de
ticas, Lengua (castellana e indígena), Vida y Medio Ambiente, servirse del propio entendimiento sin dirección de otro... ¡Ten
e Historia, por un lado; «Integración», por otro. El adoctri- el coraje de servirte de tu “propio” entendimiento! es, en con-
namiento se manifiesta en que la asignatura de «Integración», secuencia, la divisa de la Ilustración»). Los mercenarios de la
que constituye por sí sola uno de los dos brazos, en lo esencial educación capitalista nunca han situado ahí su meta: la Escuela
se resuelve como análisis de las 13 Demandas Zapatistas; y debía servir para el mercado y para la política; la educación
en que en Historia sólo se enseñaban los hitos del México era heterónoma, miraba hacia fuera, tal un instrumento. Ha
contemporáneo, a partir de la Revolución, con un énfasis es- sido el pensamiento disconforme, anticapitalista, insumiso,
pecial en el movimiento campesino y en el alzamiento zapa- de todas formas occidental, el que ha conferido a la educación
tista del 94 (si se introducían referencias «externas», éstas una misión interna, un cometido propio, una labor que le con-
tenían por objeto el movimiento obrero y las ideologías anti- fiere autonomía, afincándola en un ámbito específica y exclu-
capitalistas). Un «sano» adoctrinamiento, pues, si es que el sivamente humano, en la prescindencia de todo aval econó-
adoctrinamiento tiene algo que ver con la «salud». mico o político. Le cabría, entonces, la más digna de las tareas:
La organización curricular puede experimentar cambios, la de inculcar el hábito de la crítica, de desatar los buenos
adaptarse a condiciones locales, plegarse a solicitudes de la demonios de la imaginación, de alimentar la creatividad in-
coyuntura; puede variar notablemente de una a otra región, somne, la independencia más acre, la ilustración kantiana.

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No hay contradicciones en el proselitismo de derechas: ficialmente la órbita de la creación-recreación cultural (que


consigue lo que quiere y hace lo que dice, como revela, para el Occidente asigna a las universidades y otros centros de inves-
caso mexicano, un análisis reciente de Mario Aguilar 1. La tigación) de la órbita de la transmisión-divulgación de la cul-
contradicción está en la izquierda, entre las filas de los insur- tura (dominio de la Escuela). Allí donde sólo se transmite, el
gentes, los rebeldes, los anticapitalistas; y les asalta por haber adoctrinamiento es insalvable. Adorno y Horkheimer dedi-
admitido la fórmula escolar, por haberse rendido ante ella, y caron páginas preciosas a este asunto. Señalaron en el ensayo
no haber sido lo bastante críticos, independientes, autóno- Concepto de Iluminismo que incluso el mito, tan ajeno al ám-
mos, dueños de su pensamiento, etc., ante el prejuicio escolar, bito educativo estatal, se degrada en doctrina si hace presa en
ante la vaca sagrada de la Escuela, por recordar la metáfora él la lógica escolar de recopilación y crasa divulgación: «En el
de Ivan Illich. Los educadores zapatistas reproducen así, en cálculo científico del acontecer queda anulada la apreciación
cierto modo, la aporía que habitó entre los proyectos de sus que el pensamiento había formulado en los mitos respecto al
viejos inspiradores pedagógicos (Ferrer Guardia, los peda- acontecer. El mito quería contar, nombrar, manifestar el ori-
gogos libertarios de Hamburgo, Neil... valga el ejemplo, por gen: y por lo tanto también exponer, fijar, explicar. Esta ten-
un lado; Makarenko y los educadores de la posrevolución dencia se vio usufructuada por la extensión y la recopilación
soviética, por otro; y el propio Freire, con sus seguidores, al de los mitos, que se convirtieron enseguida, de narraciones de
lado de un multiforme experimentalismo pedagógico liberta- cosas acontecidas, en doctrina». En El irresponsable, y a un
rio sudamericano, casi insinuando una tercera vía). Y no se nivel casi impúdicamente empírico, nosotros abundamos en
trata de «errores personales», de fallos individuales o colecti- la denuncia de la mencionada separación 2 .
vos subsanables: es la propia estructura de la escuela, la lógica Distinto era el caso de la «educación comunitaria indí-
docente, la forma educativa que nombramos Escuela, la que gena» y, en general, del grueso de los procedimientos infor-
induce fatalmente al adoctrinamiento, la que aboca sin reme- males (no oficiales, no estatales, no regulados por la Admi-
dio al proselitismo. Para ello ha sido decisivo que los procesos nistración) de socialización de la cultura: aquí los escenarios
oficiales de elaboración y transmisión del saber separen arti- y dispositivos de la transmisión del saber son asimismo los
dispositivos y escenarios de su producción; en ellos, la cultura
1 Desde la segunda mitad del siglo XX, incluyendo la gestión populista de Eche-
verría, la Escuela mexicana se pliega a una fi nalidad estrictamente material.
se difunde pero también se crea. Donde el mito, por poner un
Educación para una economía competitiva: hacia una estrategia de reforma: ejemplo, se «cuenta», también se «rehace», se «reinventa»;
ése es el título del libro del Centro de Investigación para el Desarrollo, A. donde se rememoran mitos tradicionales, se forjan, a su vez,
C. (CIDAC) que recoge sin embozos la fi losofía educativa del establishment.
La principal misión de la escuela sería capacitar de forma eficaz la mano de
obra, como demanda una economía abierta, condición postulada del desarro- 2 «Conversión del instituto en una máquina de reproducción del saber gene-
llo nacional. «Vincular la educación con las necesidades de la producción» y rado en otra parte, absolutamente desvinculada de las tareas de investigación
elevar su calidad como requiere «la interacción de los mercados mundiales, el y crítica: Las intermitentes Reformas de las Enseñanzas Medias prestarán, en
dinamismo del conocimiento técnico y de la productividad», en palabras de consecuencia, una especial atención a la problemática metodológica (didáctica,
Aguilar, constituye la obsesión expresa de las sucesivas reformas educativas. técnica), ahuyentando la posibilidad de un trabajo de investigación desde la
A ese objetivo coadyuva un adoctrinamiento liberal que no siente la necesidad Escuela y sobre la Escuela. Convertir la Institución en el lugar de la “repetición”
de disimularse, un proselitismo sin aporías: «En educación básica —escribe de un saber producido en otra parte, privilegiando por añadidura el aspecto con-
Aguilar, suscribiendo el propósito de las reformas— deben integrarse avances sensual del conocimiento y exasperando la preocupación por el rigor técnico de
técnicos y promover una mayor sensibilidad de los estudiantes hacia el sentido los métodos, permitirá el hallazgo de fórmulas de ideologización más efectivas y
de la competencia como un elemento que en un futuro contribuirá al desarrollo optimizará el funcionamiento del aparato educativo como “fragua” del carácter
de facultades individuales». de los alumnos.»

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mitos nuevos. La interacción comunitaria, en su informali- educadores reformistas, muchas manifestaciones de la aporía
dad, en su no-institucionalización, esquiva de ese modo el constituyente del proselitismo de izquierdas:
peligro del adoctrinamiento puntual, aun cuando deba satis- Francisco Ferrer y Guardia, verbi gratia, legitimaba su en-
facer una demanda de subjetivización. En ella, el receptor del señanza (escolar) en función de dos títulos sacralizados: el
legado cultural, que, de hecho, no puede distinguirse absolu- racionalismo y la ciencia. Por racionalista, por científica, su
tamente del emisor, y no está separado del mismo, retroactúa enseñanza era verdadera, transformadora, un elemento de
sobre ese legado y no se somete meramente a él: no se concibe Progreso. Buscaba, y no encontraba, libros racionalistas y
como un «depósito» que llenar (tal los alumnos de las escue- científicos (de Geografía, por ejemplo); y tenía que encargar a
las), sino como un productor de saberes y de conocimientos sus afines la redacción de los mismos. En la medida en que su
que trabaja entre saberes y conocimientos resguardados por crítica sociopolítica del Capitalismo impregnaba el nuevo ma-
la tradición. terial bibliográfico, éste pasaba mecánicamente a conside-
Como se apreciará, en modo alguno hacemos nuestra la rarse racionalista y científico y, sirviendo de base a los progra-
«perspectiva liberal» que proclama, como valores supremos mas, se convertía en objeto de aprendizaje por los alumnos,
de la ciencia y como exigencia de la educación pública, la ob- garante del adoctrinamiento libertario. El compromiso comu-
jetividad, la imparcialidad, la verdad, el realismo, la fidelidad nista de Makarenko era también absoluto, sin rastro de auto-
a los hechos, etc., y que denuncia como manipulaciones o ten- criticismo, por lo que los «nuevos» programas se entregaban
denciosidades todos los esfuerzos críticos por trascender y sin descanso al comentario de dicha ideología, alentando un
arrumbar su territorio ideológico. El promotor de educación proselitismo frontal. Incluso Freire diseñó un proceso relati-
de la comunidad zapatista, como el educador de la escuela vamente complejo (casi barroco) de «codificación del universo
«libertaria» europea, o el propiciador de la enseñanza «auto- temático generador», posterior «descodificación», y «concien-
gestionaria» latinoamericana, no adoctrina por una nociva ciación final», que, a poco que se arañe su roña retórica y for-
inclinación de su carácter o por un déficit de precaución, de malizadora, viene a coincidir prácticamente con un trabajo de
prevención y protocolo, en la exposición o en la metodología adoctrinamiento y movilización. Se reproduce así, en los tres
didáctica; no adoctrina por faltar a la neutralidad y caer en el casos, aquella contradicción entre un discurso que habla de la
subjetivismo: adoctrina porque trabaja en una Escuela, por- necesidad de forjar sujetos críticos, autónomos, creativos, ene-
que es el suyo un oficio sobredeterminado por el a priori filo- migos de los dogmas, por un lado, y, por otro, una práctica ten-
sófico y por la estructura misma de la institución escolar. dente a la homologación ideológica, a la asimilación pasiva de
Diríamos que la Escuela es, por defi nición, proselitista y ene- un cuerpo doctrinal dado, a la movilización en una línea con-
miga de la verdadera autonomía moral e intelectual, adoctri- creta, prescrita de antemano.
nadora y hostil a la sensibilidad crítica, secuestradora metó- Esta aporía radical, contenida en todo proyecto escolar
dica del pensamiento y de la voluntad libres; y que los maestros, que pretenda aunar la inculcación de determinados valores,
profesores, educadores... son los resortes de que se sirve, sus de determinados principios, con el respeto a la libertad del
herramientas carnales. alumno y la estimulación de su capacidad crítica, se mani-
La historia de la Escuela y de sus salvaguardas pedagógi- fiesta hoy de forma paradójica en la deserción de un buen
cas ofrece muchos ejemplos de este influjo corruptor que número de profesores libertarios que trabajaban en centros
ejerce la forma escolar sobre las excelentes intenciones de los alternativos (escuelas libres, escuelas convivenciales, etc.).

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La elección zapatista

Hemos podido conversar con algunos de estos desilusionados parte de los jóvenes más críticos, intelectualmente más inquie-
de la escuela libertaria, que, en España, partiendo del modelo tos. «Para moverme, no necesito que me empujen», escribió
de la Escuela Moderna de Ferrer y Guardia, se ha concretado Nietzsche. Y esto será lo que, sin palabras, con su descon-
en diversas experiencias pedagógicas alternativas, como Pai- fianza y alejamiento, tales estudiantes dirán a sus bieninten-
dea. Escuela Libre, en Mérida. La mencionada paradoja se cionados instructores zapatistas. Y si, por el contrario, exa-
expresa en que muchos de ellos han abandonado la «Escuela cerban el respeto a la autonomía moral y a la independencia
Libre» por estimar que, en aras de la libertad de los jóvenes, de criterio de los alumnos, y abandonan todo propósito ase-
de un paidocentrismo que confía demasiado en la es- gurador de la afiliación, si no directamente reclutador, adver-
pontaneidad del alumno (alimentado por una discutible tirán con preocupación que el abanico de las simpatías políti-
recepción de las obras de Ferrière y otros pedagogos «progre- cas se abre hasta extremos en los que peligra la hegemonía
sivos»), de un «terror a dirigir y a amonestar», etc., el espacio zapatista y que muchas de las consignas del EZLN, contrasta-
educativo antiautoritario acababa convirtiéndose en una suer- das con otras o arrojadas al baúl de lo olvidable, se relativizan
te de centro social, especie de divertimento, donde realmente y hasta se pierden. A efectos prácticos, lo más «mundano»
no se formaba en los valores y en los principios del anar- que se puede objetar al proselitismo de izquierdas es, precisa-
quismo, del anticapitalismo al menos, por lo que muchos jóve- mente, que no funciona.
nes desarrollaban allí ideologías y pensamientos conservado- Por otra parte, y como han subrayado Illich y Reimer, re-
res, de derechas, reaccionarios y hasta fascistas, se obtenía, a gistrándose acusadas diferencias al nivel de la pedagogía
menudo, la subjetividad opuesta a la deseada, signo del fra- explícita (temarios, contenidos, mensajes) entre las propues-
caso del experimento. Paralelamente, otros profesores se tas escolares conservadoras y las progresistas o revoluciona-
habían retirado de un determinado proyecto educativo «liber- rias, no ocurre lo mismo en el plano de la pedagogía implícita,
tario» por las razones contrarias, rigurosamente antitéticas: del currículum oculto, donde se constata una sorprendente
porque su conciencia antiautoritaria no podía admitir el afinidad: las mismas sugerencias de heteronomía moral, una
recurso a procedimientos y dinámicas de «inculcación de idéntica asignación de roles, semejante trabajo de normali-
valores», de ideologización sistemática, que atentaban contra zación del carácter, etc. Para estos autores, el revisionismo de
la autonomía del estudiante y disminuían su capacidad crítica, los temarios, la confección de programaciones alternativas,
determinando que, en muchos casos, los alumnos mejor dota- nunca podrá considerarse un instrumento efectivo de la praxis
dos, por un reverberar de su criticismo asediado, de su liber- transformadora, pues, sujeto a veces a afanes proselitistas y
tad violentada, dieran la espalda y hasta llegaran a odiar el de adoctrinamiento (que constituyen, en sí mismos, la nega-
pensamiento anarquista afi liándose a movimientos o tenden- ción de la autonomía y de la creatividad estudiantiles), queda
cias opuestas, signo del fracaso de la experiencia. invariablemente preso en las redes de la pedagogía implícita
Desprendiéndose de esta aporía, surge un dilema al que —atenazado y reducido por esa fuerza etérea que, desde el
habrán de enfrentarse los educadores zapatistas. Si privile- trasfondo del momento verbal de la enseñanza, influye infini-
gian el objetivo de la concienciación, de la formación ideoló- tamente más en la conciencia que todo discurso y toda voz—.
gica, habrán de recurrir a procedimientos agresivos, deplora- «Poco importa que el programa explícito se enfoque para
bles desde el punto de vista de toda ética emancipadora, y enseñar fascismo o comunismo, liberalismo o socialismo, lec-
cosecharán cierto distanciamiento, cierta desafección por tura o iniciación sexual, historia o retórica, pues el programa

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La elección zapatista

latente “enseña” lo mismo en todas partes», observó Illich en lutas. Las dinámicas procuran incentivar al máximo la partici-
Juicio a la Escuela. pación de los alumnos, de modo que la educación pueda con-
Con esta apreciación, nos introducimos en el nivel más ceptuarse como activa, esquivando el verbalismo implacable
general de nuestra crítica: los efectos de la pedagogía implí- de la tradicional clase magistral y la pasividad que fomentaba
cita inherente a toda forma de Escuela (incluida la forma li- en los jóvenes. Se insiste en la motivación más que en la impo-
bertaria —en sentido amplio—, de la que se nutren las pe- sición, y se explotan imaginativamente las virtualidades edu-
dagogías zapatistas) sobre la sensibilidad y el comportamien- cativas del juego, de la actividad lúdica. No hay exámenes, ni
to de los niños indígenas. calificaciones, hablando con propiedad, aunque de algún
modo se ha de discernir si un niño puede pasar al nivel inme-
diatamente superior o le conviene permanecer un año más en
el mismo. Los promotores evitan los castigos y las amonesta-
ciones mediante el diálogo razonado con los niños que gene-
Daño infligido a la idiosincrasia indígena ran «incidentes», instrumentando la conversación juiciosa y el
por la pedagogía implícita de la Escuela tratamiento asambleario de los problemas, etc.; pero, en deter-
minados casos, se hace preciso avisar al padre y concertar con
4. Nuestra charlas con los promotores de educación de dis- él algún procedimiento correctivo. La asistencia está contro-
tintas comunidades corroboraron que la Escuela zapatista lada, de un modo u otro, por los promotores; y puede esti-
de nuestro tiempo se afi nca en la llamada «tradición progre- marse que es obligatoria, aunque en este punto no se haga gala
siva» de la Pedagogía moderna; hace suyas las conclusiones de un celo excesivo. Se procura no imponer nada a los alum-
de las corrientes críticas que, desde el socialismo y desde nos, contar con ellos, recoger su opinión para cualquier even-
el anarquismo, se batieron contra la infamia desnuda de la tualidad que altere la rutina escolar. La Escuela zapatista se
Escuela capitalista. Constituyen, por tanto, un exponente presenta como un ámbito formativo basado en el diálogo, la
de lo que, en nuestros trabajos, hemos defi nido como Refor- solidaridad y el respeto mutuo, y en la repulsa de toda inclina-
mismo Pedagógico. ción profesoral tiránica, de toda proclividad despótica. Los
El promotor de Ojo de Agua nos explicó que, en sentido promotores de educación no se escinden del grupo en razón
estricto, no hay cursos en la escuela de la comunidad: todos los de su cometido cívico, no se especializan y corporativizan:
niños entran juntos a la misma aula y allí se les agrupa por siguen siendo campesinos y, como tales, han de trabajar en las
niveles (A, B y C). En cada hora o segmento temporal, tres parcelas y cumplir con sus deberes físicos comunitarios. Como
promotores, uno por nivel, entrando también juntos, trabajan hubiera gustado a Marx, el trabajo mental no se separa del
con sus grupos de alumnos, adaptando a los diferentes niveles trabajo manual. Pero, como estos promotores disponen de
la materia que corresponde a dicho tiempo (Matemáticas, menos tiempo, y pasan las mañanas en el aula, aceptan las
Historia o Integración). El nivel A es el inferior o elemental y ayudas provenientes de sus compañeros, que los sustituyen
el C el superior. Dentro de una materia y una hora concretas, regularmente en la milpa o los eximen de tareas colectivas
cada niño se está formando al lado de todos los demás niños puntuales. Se procura, en la medida de lo posible, acentuar la
de la comunidad y cada promotor está enseñando al lado de significatividad local y étnica de las materias, y se sale con
los dos restantes. La fluidez y la intercomunicación son abso- frecuencia del aula, para desarrollar la clase al aire libre,

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conectando, por esta doble vía, la educación con el medio geo- adelante se corresponsabilizará del fracaso inevitable de
gráfico y social. Etc., etc., etc. las mismas y del aburrimiento que volverá por sus fueros
El modelo de Ojo de Agua no debe considerarse cerrado conforme el factor rutina erosione la capa de novedad de
ni excluyente. En cada comunidad, las propuestas pedagógi- las dinámicas participativas. Involucrándose en los proce-
cas zapatistas se adaptan a las circunstancias locales, y el sos evaluadores, no sabrá ya contra quién revolverse cuan-
patrón educativo puede transformarse, cambiar de natura- do sufra las consecuencias de la calificación discriminato-
leza. En algunas poblaciones cabe ensayar experiencias más ria y jerarquizadora. Aparentemente al mando de la nave
ambiciosas, proyectos de mayor complejidad, pero, en todo escolar, ¿a quién echará las culpas de su naufragio? Y, si
caso, se trata siempre de una práctica escolar que, como modu- no naufraga, ¿de quién esperará un motín cuando descu-
lación indígena del reformismo pedagógico, apunta hacia una bra que lleva a un mal puerto? En pocas palabras: por la
postulación no maximalista de la obligación de asistir a las vía del Reformismo Pedagógico, la Nueva Escuela con-
clases, la reforma o sustitución de los temarios «del gobierno», fiará al estudiante las tareas cardinales de su propia coer-
el diseño de métodos alternativos tendentes a incrementar la ción. De aquí se sigue una invisibilización del educador
participación de los alumnos («clases activas») y la interacción como agente de la agresión escolar y un ocultamiento de
con el medio ecosocial, cierto desprestigio y relegación del los procedimientos de dominio que definen la lógica in-
examen y de la nota, que, de todos modos, no exime de la obli- terna de la Institución.
gación de evaluar, medir los progresos en la formación, etc.; y, Cada día un poco más, la Escuela Alternativa es, como
como telón de fondo, la subrepción del autoritarismo profe- diría Cortázar, una «Escuela de noche». La parte visible de
soral y la democratización aparente de la enseñanza (involu- su funcionamiento coercitivo aminora y aminora. Sostenía
crando al alumnado en la gestión del aula o del centro, y fo- Arnheim que, en pintura como en música, la «buena» obra
mentando los procesos de reflexión y discusión colectiva de no se nota —apenas hiere nuestros sentidos. Me temo que
los asuntos escolares). En otra parte hemos señalado el «punto éste es también el caso de la «buena» represión escolar: no
de llegada» de este reformismo pedagógico, ocasionalmente se ve, no se nota. Hay algo que está muriendo de paz en
ataviado de anticapitalismo: nuestras escuelas libertarias; algo que sabía de la resisten-
cia, de la crítica. El «estudiante ejemplar» que asoma por
Por el juego de todos estos deslizamientos puntuales, esos centros es una figura del horror: se le ha implantado
algo sustancial se está alterando en la Escuela: aquel dua- el corazón de un profesor y se da a sí mismo escuela todos
lismo nítido profesor-alumno tiende a difuminarse, adqui- los días. Horror dentro del horror, el de un autoritarismo
riendo progresivamente el aspecto de una asociación o de intensificado que a duras penas sabremos percibir. Horror
un enmarañamiento. Se produce, fundamentalmente, una de un cotidiano trabajo de poda sobre la conciencia. «¡Dios
delegación en el alumno de determinadas incumbencias mío, qué están haciendo con las cabezas de nuestros
tradicionales del profesor; un trasvase de funciones que hijos!», pudo todavía exclamar una madre alemana en las
convierte al estudiante en sujeto/objeto de la práctica peda- vísperas de Auschwitz. Yo llevo todas las mañanas a mi
gógica. Habiendo participado, de un modo u otro, en la crío al colegio para que su cerebro sea maltratado y con-
Rectificación del temario, ahora habrá de padecerlo. Eri- fundido por un hatajo de educadores, y ya casi no exclamo
giéndose en el protagonista de las clases reactivadas, en nada.

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En Artificio para domar. Escuela, Reformismo y Demo- Rogers como exponente—; y la llamada «pedagogía institu-
cracia ofrecimos una especie de retrato-robot de estas nuevas cional», que se nutre de las propuestas de M. Lobrot, F. Oury
tecnologías educativas escolares, nominalmente progresistas. y A. Vásquez, entre otros. Recabando la comprensión y la
Vamos a recuperar, con pequeños retoques y adiciones remar- complicidad de los alumnos en un lance tan «enojoso», sin-
cadas (por corchetes), el hilo de la argumentación de aquel tiéndose justificado por pedagogos muy radicales, y sin un
ensayo, pues afecta por entero a la Escuela zapatista. De he- celo excesivo, el educador progresista controla, de hecho, la
cho la «pedagogía implícita» (o «currículum oculto», o «pro- asistencia. Ignorando la célebre máxima de Einstein («la edu-
grama latente») de la forma libertaria de Escuela, erosiva de la cación debe ser un regalo»), despliega sus novedosos y bene-
idiosincrasia indígena, se nutre de los cinco aspectos allí rese- ficiosos métodos ante un conjunto de interlocutores forzados,
ñados. Por la eficacia entrelazada de esta determinación quín- de partícipes y actores no libres, casi unos prisioneros a tiem-
tuple, poco importa —como diría Illich— que en las aulas po parcial. Y, en fi n, se solidariza implícitamente con el triple
autónomas chiapanecas todos los días se enseñen las 13 De- objetivo de esta «obligación de asistir»: dar a la Escuela una
mandas o se recuerden las gestas y la legitimidad del movi- ventaja decisiva en su particular duelo con los restantes, y
miento zapatista. De nada sirve, pues el «programa latente» menos dominables, vehículos de transmisión cultural (eri-
de la Escuela, embellecido por la retórica libertaria, enseña lo girla en anticalle); proporcionar a la actuación pedagógica
mismo en todas partes. He aquí las cinco fuentes del «currícu- sobre la conciencia estudiantil la duración y la continuidad
lum oculto» sobre el que, desavisadamente, un sector de la necesarias para solidificar hábitus y, de este modo, cristalizar
izquierda ha querido levantar su vano proselitismo: en verdaderas disposiciones caracteriológicas; hacer efectiva
la primera «lección» de la educación administrada, que aboga
1) La aceptación —por convencimiento o bajo presión— por el sometimiento absoluto a los designios de la Autoridad
de la obligatoriedad de la enseñanza y, por tanto, el con- (inmiscuyéndose, como ha señalado Donzelot, en lo que
trol, ora escrupuloso, ora displicente, de la asistencia de los cabría considerar esfera de la autonomía de las familias, la
alumnos a las clases. Los educadores reformistas aceptan forma instituida de Poder no sólo secuestra y confina cada día
este principio de mala gana, se diría que a regañadientes, y a los jóvenes, sino que fuerza también a los padres, bajo pre-
buscan el modo de disimular dicho control, evitando el pase siones de muy diverso orden, a consentir ese rapto e incluso a
de lista tradicional, omitiendo circunstancialmente alguna hacerlo viable). He aquí, desde un primer gesto, la doblez
falta, etc. Pero no se da nunca un rechazo absoluto, y explícito consustancial de todo progresismo educativo.
del correspondiente requerimiento institucionalizador. Para [La educación comunitaria indígena, intrínsecamente
claudicar, aun de forma revoltosa, ante la exigencia del men- hostil a toda idea de un «confi namiento» sistemático de la
cionado control, el profesorado disidente cuenta con los argu- niñez y de la juventud, respetaba la libertad de la población a
mentos de varias tradiciones de pedagogía crítica, que acon- la hora de exponerse en mayor o menor medida a su labor
sejan circunscribir las iniciativas innovadoras, los afanes socializadora. Ante el ritual, ante la danza, ante el relato del
transformadores, al ámbito de la autonomía real del profesor, mito... no hay pase de lista; la posibilidad de conversar con los
al terreno de lo que puede efectivamente hacer sin alterar la Ancianos está abierta a todos y no es impuesta a todos; el
defi nición estructural de la Institución —por ejemplo, las pe- aprovechamiento, de cara a la autoeducación, que cada miem-
dagogías no directivas inspiradas en la psicoterapia, con C. R. bro de la comunidad haga del tiempo de desempeño del cargo

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público rotativo, no es mensurable; etc., etc., etc. Como el micas, o funcionalistas, o estructuralistas, o semiológicas).
«regalo» del que hablaba Einstein, la educación comunitaria Sólo entre los profesores de orientación libertaria, los docen-
sugiere la idea de una mesa bien provista, con manjares abun- tes formados en el marxismo y los educadores que —acaso
dantes y variados, de la cual los invitados, todos y cada uno de por trabajar en zonas problemáticas o socioeconómicamente
los miembros de la localidad, pueden servirse libremente, sin degradadas— manifiestan una extrema receptividad a los
cuota ni plazo. Sostenemos que la obligación de ir a las clases, planteamientos concienciadores tipo Freire, cabe hallar
la mera existencia de un calendario escolar y de un horario excepciones, aisladas y reversibles, cada vez menos frecuen-
lectivo, clausuras impuestas a la infancia lo mismo en los tes, a la regla citada, con un desechamiento global de las pres-
territorios autónomos zapatistas que en los administrados por criptivas curriculares oficiales y una elaboración detallada de
el Mal Gobierno, han ejercido y siguen ejerciendo una violen- auténticos temarios alternativos. Y en estos casos en que el
cia imponderable sobre la sensibilidad indígena; la daña, la currículum se remoza de arriba a abajo, surge habitualmente
mutila, la moldea dolorosamente. Basta con observar los ros- una dificultad en el seno mismo de la estrategia reformista: la
tros de los niños en tales escuelas, basta con mirarles a los finalidad en última instancia adoctrinadora de las nuevas pro-
ojos, con retener sus expresiones, para percibirlo: son presos gramaciones, su vocación proselitista.
y están sufriendo. Hay violencia y hay daño.] [Desde el punto de vista de la «pedagogía implícita» es
indiferente el contenido concreto de los currículum alternati-
2) La negación (en su conjunto o en parte) del temario vos, la materia particular de las programaciones y la semán-
oficial y su sustitución por otro considerado preferible bajo tica de los discursos; para ella lo esencial es que exista, de una
muy diversos argumentos: su carácter no ideológico, su cri- manera clara, impositiva, un temario, éste o aquél, que pes-
ticismo superior, su actualización científica, su mejor adap- quise la interacción en el aula, fijando de qué se puede hablar
tación al entorno geográfico y social del centro, etc. El nue- y, en negativo, aquello de lo que no se puede hablar, los objetos
vo temario podrá ser elaborado por el profesor mismo, o por permitidos y los excluidos, al modo de una verdadera policía
la asamblea de los educadores disconformes, o de modo con- de la comunicación, ejerciendo de hecho lo que Félix Guattari
sensuado entre el docente y los alumnos, o por el consejo denominaría «trabajo de represión lingüística». En El orden
autogestionario, o por una organización representativa o, en del discurso, maravilloso opúsculo de Foucault, se explicita-
el límite, sólo por los estudiantes... según el grado de «atrevi- ban los procedimientos a través de los cuales las instituciones
miento» de una u otra propuesta reformista. En el área de las y las sociedades se defendían de los peligros del lenguaje y
humanidades, en particular, los temarios alternativos de nues- procuraban domeñar sus poderes aleatorios. Entre éstos, cier-
tros días apenas sí se distinguen de los oficiales por la mayor tos «mecanismos de exclusión del discurso indeseable» garan-
atención que prestan a los asuntos de crítica y denuncia social; tizaban la paz verbal en los diversos escenarios de la domina-
por la apertura a temas eventualmente de moda, como el ción y la arbitrariedad. El temario, en el contexto de la Escuela,
feminismo, el ecologismo, el pacifismo, el antirracismo, etc., y es uno de ellos. Daña, además, la subjetividad del niño indí-
a problemáticas de índole regional, nacional o cultural; y por gena desde el momento en que le tapa la boca como nunca
la ocasional asunción de aparatos conceptuales o bien preten- ocurría en la educación comunitaria (donde, a partir de una
didamente más críticos —el materialismo histórico, de forma circunstancia expresiva frontal, el discurso se libera, queda
residual—, o bien presuntamente más científicos (jergas sisté- suelto, abierto a todo, sin otro amo que el hablante); hiere y

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transforma el carácter del «recluso» por forzarle a escuchar Todo el énfasis se pone, entonces, en las mediaciones, en
aquello que a menudo no le interesa, por obligarle a decir lo las estrategias, en el ambiente, en el constructivismo metodo-
que no quisiera, a hablar de lo que no siempre le importa. Con lógico. Estas fueron las inquietudes de las escuelas nuevas, de
el temario, la tiranía se ha hecho «verbo»: los maestros la las escuelas modernas, de las escuelas Activas. Hacia aquí
sufren tanto como los alumnos, en un secuestro de su libertad apuntó el reformismo originario, asociado a los nombres de
expresiva. No ha interesado suficientemente a la psicología Dewey en los EE. UU., de Montessori en Italia, de Decroly
contemporánea la investigación de las consecuencias sobre el en Bélgica, de Ferrière en Francia. De aquí partieron asi-
carácter, sobre la personalidad, de esta temprana represión mismo los métodos Freinet, con todos sus derivados. Y un
del habla del individuo, de esta violenta reconducción de los eco de estos planteamientos se percibe aún en determinadas
diálogos posibles y de los intercambios orales practicables orientaciones no directivas contemporáneas. Quizás palpite
hacia determinados objetos, políticamente (en la más amplia aquí, por ultimo, el corazón del reformismo clandestino, ese
acepción del término) seleccionados. Pero en el caso de niños reformismo individual, cotidiano, que asoma en variable me-
habituados a una considerable libertad comunicativa, como dida por las escuelas de la democracia, por los institutos de
los indígenas mesoamericanos, su incidencia deviene estrago. hoy, protagonizado por profesores renovadores, inquietos,
Tras un adecuado «baño de escuela», el indígena, cabe sospe- contestatarios...
charlo, habla menos, de menos cosas, calla más, duda más, Es lo que, en El Irresponsable, he llamado «la Ingeniería
acaso se reprima, tal vez se sujete a sí mismo mejor...] de los Métodos Alternativos»; labor de diseño didáctico que,
en sus formulaciones más radicales, suele hacer suyo el espí-
3) La modernización de la «técnica de exposición» y la ritu y el estilo inconformista de Freinet: una voluntad de
modificación de la «dinámica de las clases». La Escuela Re- denuncia social desde la Escuela, de educación desmitifica-
formada procura explotar en profundidad las posibilidades dora para el pueblo, de crítica de la ideología burguesa, apo-
didácticas de los nuevos medios audiovisuales, virtuales, etc., yada fundamentalmente en la renovación de los métodos
y está abierta a la incorporación pedagógica de los avances (imprenta en el aula, periódico, correspondencia estudiantil,
tecnológicos coetáneos (una forma de contrarrestar el tan etc.) y en la negación incansable del sistema escolar estable-
denostado verbalismo de la enseñanza tradicional). Proyecta cido («la sobrecarga de materias es un sabotaje a la educa-
sustituir, además, el rancio modelo de la clase magistral por ción», «con cuarenta alumnos para un profesor no hay método
otras dinámicas participativas que reclaman la implicación que valga», anotó, por ejemplo, Freinet).
del estudiante: coloquios, representaciones, trabajos en grupo, Cabe detectar, me parece, una dificultad insalvable en la
exposiciones por parte de los alumnos, talleres... Se trata, una lógica de estos planteamientos: el cambio en la dinámica de
vez más, de acabar con la típica pasividad del alumno —inter- las clases tiene lugar siempre como una imposición del profe-
locutor mudo y sin deseo de escuchar—; pasividad que, al sor, un dictado de la Autoridad; y deja sospechosamente en la
igual que el fraude en los exámenes, ha constituido siempre penumbra la cuestión de los fi nes que propende. ¿Nuevas
una forma de resistencia estudiantil a la violencia y arbitrarie- herramientas para el mismo viejo trabajo sórdido? ¿Un ins-
dad de la Escuela, una tentativa de inmunización contra los trumental perfeccionado para la misma inicua operación de
efectos del incontenible discurso profesoral, un modo de no siempre? Así lo consideraron Vogt y Mendel, para quienes la
colaborar con la Institución y de no creer en ella. fastuosidad de los nuevos métodos escondía una aceptación

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implícita del sistema escolar y del sistema social general. No participativas, etc., sea el proceder inmovilista del profesor
se le asigna a la Escuela otro cometido con la mera renova- tradicional el que se perciba, desde la Administración, casi
ción de su arsenal metodológico; esto es evidente. como un peligro, como una práctica disfuncional —que en-
Por añadidura, aquella imposición del sistema didáctico gendra aburrimiento, confl ictos, escepticismo estudiantil,
alternativo por un hombre que declara perseguir en todo problemas de legitimación—.
momento el bien de sus alumnos, sugiere —desde el punto de [Pertenece a la idiosincrasia indígena un exquisito sentido
vista del currículum oculto— la idea de una dictadura filan- de la democracia comunitaria. Toda la vida política tradicio-
trópica (o dictadura de un sabio bueno), de su posibilidad, y nal se construye a partir de la voluntad del pueblo, expresada
nos retrotrae al modelo histórico del despotismo ilustrado: y moldeada por la Reunión de Ciudadanos. Las asambleas
«Todo para el pueblo, pero sin el pueblo». Aquí: «Todo para indígenas destacan por su honestidad, por su moralidad, por
los estudiantes, pero sin los estudiantes». Como aconteció con una especie de sano instinto dialógico que las lleva a conjurar
la mencionada experiencia histórica, siendo insuficiente su los protagonismos personales, las artimañas facciosas, las in-
ilustración —poco sabe de la dimensión sociopolítica de la fluencias ilegítimas, las coacciones difusas. Aquella «Comu-
Escuela, de su funcionamiento clasista, que no se altera con la nidad Ideal del Discurso» soñada por J. Habermas comparte
simple sustitución de los métodos; demasiado confía en la muchos rasgos con estas reuniones de los indios de Centro-
espontaneidad del estudiante (Ferrière), en los aportes de la américa, expresión y vehículo de la educación informal tradi-
ciencia psicológica (Piaget), en la magia de lo colectivo (Oury); cional. De forma complementaria, casi nada de lo que hoy es
nada quiere oír a propósito de la pedagogía implícita, de la habitual en las asambleas europeas, y que las emponzoña
hipervaloración de la figura del educador que le es propia, defi nitivamente (toda esa nauseabunda articulación de estra-
etc.—, su despotismo se revela, por el contrario, excesivo: es tegias y dispositivos para escamotear la voluntad general y
el profesor el que, desde la sombra y casi en silencio, lleva las garantizar la hegemonía de intereses particulares, toda esa
riendas del experimento, examinándolo y evaluándolo, y logística infame nombrada por expresiones como «preparar
reservándose el derecho a decretar (si es preciso) las correc- la asamblea», «conducir la asamblea», «rentabilizar la asam-
ciones oportunas. blea», etc.), encuentra eco, reflejo, en las reuniones de ciuda-
Gracias al vanguardismo didáctico, la educación adminis- danos indígenas. Pues bien, el currículum oculto de la Escuela
trada se hace más soportable, más llevadera; y la Escuela promueve el fi n de ese genuino espíritu democrático, de esa
puede desempeñar sus funciones seculares (reproducir la auténtica racionalidad dialógica india, por el influjo diario de
desigualdad social, ideologizar, sujetar el carácter) casi con- una comunicación radicalmente asimétrica, en la cual el dis-
tando ya con la aquiescencia de los alumnos, con el agradeci- curso profesoral, sin reconocerlo, velándolo, ostenta prerro-
miento de las víctimas. No es de extrañar, por tanto, que casi gativas innegables, y por la mentira infi nita de un protago-
todas las propuestas didácticas y metodológicas de la tradi- nismo estudiantil, de unas metodologías participativas, de
ción pedagógica progresiva hayan sido paulatinamente incor- unas didácticas abiertas, que, como hemos señalado, de-
poradas por la enseñanza estatal; que las sucesivas remodela- vienen en realidad imposiciones paternalistas, decretos de
ciones del sistema educativo, promovidas por los Gobiernos una Autoridad incontestada, sutiles mecanismos de control y
democráticos, sean tan receptivas a los principios de la peda- dirección del aula, burla y escarnio de la democracia prác-
gogía crítica; que, por su oposición a las estrategias activas, tica. También desde este ángulo procedimental, perspectiva

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de las dinámicas y de los recursos, se percibe el daño a la lucha por el éxito individual; ideología de la sumisión conve-
diferencia indígena.] niente, de la violencia inevitable, de la normalidad del dolor
—a pesar de la ansiedad que genera, de los trastornos psíqui-
4) La impugnación de los modelos clásicos de examen cos que puede acarrear, de su índole agresiva, etc., el examen,
(trascendentales, memorístico-repetitivos), que serán susti- llamado a veces «control», se presenta como un mal trago
tuidos por procedimientos menos dramáticos, a través de socialmente indispensable, una especie de adversidad coti-
los cuales se pretenderá medir la adquisición y desarrollo diana e indefectible—; ideología de la simetría de oportuni-
de capacidades, destrezas, actitudes, etc.; y la promoción dades, de la prueba unitaria y de la ausencia de privilegios;
de la participación de los estudiantes en la definición del etc.). En efecto, componentes esenciales de la ideología del
tipo de prueba y en los sistemas mismos de evaluación. Per- Sistema se condensan en el examen, que actúa también como
mitiendo la consulta de libros y apuntes en el trance del exa- corrector del carácter, como moldeador de la personalidad; y
men, o sustituyéndolo por ejercicios susceptibles de hacer en que habitúa, así, a la aceptación de lo establecido/insufrible,
casa, por trabajos de síntesis o de investigación, por pequeños a la perseverancia torturante en la Norma. Elemento de la
controles periódicos, etc., los profesores reformistas desdra- perpetuación de la desigualdad social (Bourdieu y Passeron),
matizan el fundamento material de la evaluación, pero no lo destila además una suerte de «ideología profesional» (Althus-
derrocan. Así como no niegan la obligatoriedad de la ense- ser) que coadyuva a la legitimación de la Escuela y a la miti-
ñanza, los educadores progresistas admiten, con reservas o ficación de la figura del profesor. Toda esta secuencia ideo-
sin ellas, este imperativo de la evaluación. Normalmente, de- psico-sociológica, tan comprometida en la salvaguarda de lo
claran calificar disposiciones, facultades (el ejercicio de la crí- Existente, halla paradójicamente su aval en las prácticas eva-
tica, la asimilación de conceptos, la capacidad de análisis), y luadoras de esa porción del profesorado que, ¿quién va a
no la repetición memorística de unos contenidos expuestos. creerle?, dice simpatizar con la causa de la mejora o transfor-
Pero, desdramatizado, bajo otro nombre, reorientado, el exa- mación de la sociedad.
men (o la prueba) está ahí; y la calificación —la evaluación— Tratando, como siempre, de distanciarse del modelo del
sigue funcionando como el eje de la pedagogía, explícita e profesor tradicional, su enemigo declarado, los educadores re-
implícita. formistas pueden promover además la participación del alum-
Por la subsistencia del examen, las prácticas reformistas nado en la defi nición del tipo de prueba (para que los es-
se condenan a la esclerosis político-social: su reiterada pre- tudiantes se impliquen decididamente en el diseño de la tecno-
tensión de estimular el criticismo y la independencia de crite- logía evaluadora a la que habrán de someterse) y, franqueando
rio choca frontalmente con la eficacia de la evaluación como un umbral inquietante, en los sistemas mismos de calificación
factor de interiorización de la ideología burguesa (ideología (nota consensuada, calificación por mutuo acuerdo entre el
del fi scalizador competente, del operador científico capaci- alumno y el profesor, evaluación por el colectivo de la clase, o,
tado para juzgar objetivamente los resultados del aprendizaje, incluso, autocalificación razonada). Este afán de involucrar al
los progresos en la formación cultural; ideología de la des- alumno en las tareas vergonzantes de la evaluación, y el caso
igualdad y de la jerarquía naturales entre unos estudiantes y extremo de la autocalificación estudiantil, que encuentra su
otros, entre éstos y el profesor; ideología de los dones perso- justificación entre los pedagogos fascinados por la psicología y
nales o de los talentos; ideología de la competitividad, de la la psicoterapia, persigue, a pesar de su formato progresista, la

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La elección zapatista

absoluta claudicación de los jóvenes ante la ideología del exa- ción y vigilancia; de camu flar y travestir a sus agentes; de
men —y, por ende, del sistema escolar— y quisiera sancionar delegar en el individuo mismo, en el ciudadano anónimo, y a
el éxito supremo de la Institución: que el alumno acepte la vio- fuerza de responsabilidad, civismo y educación, las tareas
lencia simbólica y la arbitrariedad del examen; que interiorice decisivas de la Vieja Represión.
como normal, como deseable, el juego de distinciones y de [Una práctica tan ajena a los procesos informales de trans-
segregaciones que establece; y que sea capaz, llegado el caso, misión cultural como la evaluación, justificada, en el ejemplo
de suspenderse a sí mismo, ocultando de esta forma el despo- de la escuela zapatista de Ojo de Agua, por la exigencia de
tismo intrínseco del acto evaluador. En lo que concierne a la determinar qué alumnos pasan del nivel A al B y de éste al C,
enseñanza, y gracias al progresismo benefactor de los refor- probablemente involucrada en los procedimientos de selec-
madores pedagógicos, ya tendríamos al policía de sí mismo, ción de aspirantes a promotores de educación, cargo que con-
ya viviríamos en el neofascismo. fiere prestigio, y que, entre otras cosas, atenta flagrantemente
Recurriendo a una expresión de López Petit, Calvo Or- contra el igualitarismo tradicional y el sentimiento indio de
tega ha hablado del «modelo del autobús» para referirse a las una primacía de la comunidad sobre el individuo: nada, en la
formas contemporáneas de vigilancia y control: en los auto- cosmovisión india, faculta a un hermano para violentar de ese
buses antiguos, un revisor se cercioraba de que todos los pa- modo a los demás; nadie puede, en las culturas indígenas
sajeros hubieran pagado el importe del billete (uno vigilaba a mesoamericanas, usurpar el papel de la comunidad a la hora
todos); en los autobuses modernos, por la mediación de una de valorar comportamientos o actitudes individuales. Que se
máquina, cada pasajero pica su billete sabiéndose observado haya aceptado finalmente la figura del promotor-evaluador
por todos los demás (todos vigilan a uno). En lo que afecta a individual es un signo de lo que ya ha sido arrasado en la men-
la enseñanza, y gracias al invento de la autoevaluación, en talidad indígena. Daño ya hecho que se profundiza cada día.]
muchas aulas se ha dado ya un paso más: no es uno el que
controla a todos (el profesor calificando a los estudiantes); ni 5) La estimulación de la participación de los alumnos en
siquiera son todos los que se encargan del control de cada la gestión de los centros (a través de representantes en los ór -
uno (el colectivo de la clase evaluando, en asamblea o a tra- ganos competentes), y el fomento del asambleísmo y la auto-
vés de cualquier otra fórmula, a cada uno de sus compo- organización estudiantil a modo de lucha por la democrati-
nentes); es uno mismo el que se autocontrola, uno mismo el zación de la enseñanza. En el primero de estos puntos
que se aprueba o suspende (autoevaluación). En este auto - confluyen el reformismo administrativo de los Gobiernos
bús que probablemente llevará a una forma inédita de fas- democráticos y el alumnismo sentimental de los docentes pro-
cismo, aun cuando casualmente no haya nadie, aun cuando gresistas, con una discrepancia relativa en torno al grado de
esté vacío, sin revisor y sin testigos, cada pasajero picará reli- aquella intervención estudiantil y a las materias de su compe-
giosamente su billete (uno se vigilará a sí mismo). Convertir tencia. Dejando a un lado esta discrepancia, docentes y legisla-
al estudiante en un policía de sí mismo: éste es el objetivo dores suman sus esfuerzos para alcanzar un mismo y único fin:
que persigue la escuela reformada. Convertir a cada ciuda- la integración del estudiante, a quien se concederá —como
dano en un policía de sí mismo: he aquí la meta hacia la que urdiéndole una trampa— una engañosa cuota de poder.
avanza la Democracia liberal en su conjunto. Se trata, en Dentro de la segunda línea reformadora, en principio «ra-
ambos casos, de reducir al máximo el aparato visible de coac- dical», se sitúan las experiencias educativas no estatales de

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La elección zapatista

inspiración anarquista —como Paideia. Escuela Libre— y las una libertad contrita, maniatada, ajustada a unos moldes crea-
prácticas de pedagogía antiautoritaria (institucional, no direc- dos por él.
tiva o de fundamentación psicoanalítica) trasladadas circuns- Esta concepción estática de la libertad —una vez instala-
tancialmente, de forma individual, a las aulas de la enseñanza dos en el seno de la misma, los alumnos ya no pueden re-
pública. Se resuelven, en todos los casos, en un fomento del crearla, reinventarla— y de la libertad circunscrita, limitada,
asambleísmo estudiantil y de la autogestión educativa, y en vigilada por un hombre al que asiste la certidumbre absoluta
una renuncia expresa al poder profesoral. La Institución (esta- de haber dado con la ideología justa, con la organización
tal o paraestatal) se convierte, así, en una escuela de democra- ideal, es, y no me importa decirlo, la concepción de la libertad
cia; pero de democracia viciada, en nuestra opinión. Viciada, del estalinismo, la negación de la libertad. Incluso en sus for-
ante todo, porque, al igual que ocurría con la pirotecnia de los mulaciones más extremas, la Escuela reformada de la demo-
métodos alternativos, es el profesor el que impone la nueva cracia acaba definiéndose como una escuela sin democracia.
dinámica, el que obliga al asambleísmo; y este gesto, en sí [Los usos y costumbres de las comunidades indígenas su-
mismo paternalista, semejante —como vimos— al que insti- brayaban que la autoridad municipal recibía el poder del pue-
tuyó el despotismo ilustrado, no deja de ser un gesto autorita- blo y era responsable ante el pueblo; que, en cualquier mo-
rio, de ambiguo valor educativo: contiene la idea de un Salva- mento, podía ser destituida si no interpretaba bien la voluntad
dor, de un Liberador, de un Redentor, o, al menos, de un del pueblo. El «mandar obedeciendo» zapatista recoge admi-
Cerebro que implanta lo que conviene a los estudiantes como rablemente ese sentir indígena. La Escuela de los territorios
reflejo de lo que convendría a la Humanidad. A los jóvenes no autónomos, sin embargo, introduce la hipocresía en el escena-
les queda más que estar agradecidos; y empezar a ejercer un rio educativo: los promotores de educación, los adultos, aun
poder que les ha sido donado, regalado. La sugerencia de que cuando alegan contar con la opinión de los alumnos, aun
la libertad (entendida como democracia, como autogestión) cuando en ocasiones proclaman también disolver su mandato
se conquista, que es «el botín que cabe en suerte a los vence- en la obediencia a la comunidad educativa, convierten el obe-
dores de una lucha» (Benjamin), está excluida de ese plantea- decer en un simulacro y simplemente mandan. El promotor
miento. Por añadidura, parece como si al alumnado no se le de educación indígena asume, por su función, por su someti-
otorgara el poder mismo, sino sólo su usufructo; ya que la miento a la lógica escolar, un rol forzosamente autoritario que
cesión tiene sus condiciones y hay, por encima de la esfera la democracia tradicional india repudiaría si no estuviera ya
autogestionaria, una Autoridad que ha defi nido los límites y herida de gravedad: esta suerte de autoridad educativa se en-
que vigila su desenvolvimiento. Como se apreciará, estas es- quista en el puesto, que no es rotativo, se especializa y se
trategias estallan en contradicciones insolubles, motivadas encumbra socialmente. Profundiza la herida y puede provo-
por la circunstancia de que en ellas el profesor, en lugar de car la muerte.]
autodestruirse, se magnifica: con la razón de su lado, todo lo Como las antiguas misiones católicas, la Escuela dispone
reorganiza en beneficio de los alumnos y, de paso, para contri- su arsenal latente contra el espíritu tradicionalmente distinto
buir a la transformación de la sociedad. Se dibuja, así, un es- del indígena, contra una sensibilidad étnica y local «que di-
pejismo de democracia, un simulacro de cesión del poder. De fiere». Ataca el corazón mismo de su insumisión, de su inde-
hecho, el profesor sigue investido de toda la autoridad, aun- pendencia, en la medida en que le reclama cooperación con la
que procure hacerla invisible; y la libertad de sus alumnos es lógica docente, es decir subordinación y aquiescencia. Ataca

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el hálito de su beligerancia al exigirle obediencia por su pre- para diluir la diferencia de las comunidades indígenas. Podría
tendido bien, acatamiento en falaz provecho propio. De nuevo indicar que la pedagogía implícita de la Escuela, de cualquier
procura engañarlo, como los españoles hace medio milenio, forma de Escuela, sirve para eso: para aplastar rebeliones y
como los políticos izquierdistas robabanderas del siglo XX y borrar alteridades. ¿Qué respuesta le cabe, por su parte, a la
los gobernantes vendepatrias del XXI; y, así, miente al pro- autonomía zapatista? ¿Cómo explicar que los dos bandos en
clamarlo beneficiario de la máquina escolar, miente al sugerir- litigio, el bando del horror y el de la esperanza, consideren la
le que tal tinglado es su órgano, su báculo, su aliado. Miente Escuela como su arma? ¿Cómo comprender que el demonio
cuando apunta que el gobierno de las aulas está abierto a los y el ángel se guiñen con disimulo un ojo ante el espectáculo
damnificados juveniles de las aulas y miente cuando no reco- horrendo de una infancia india intermitentemente encarce-
noce a los reclusos de la Escuela esa índole victimada. Daña lada? ¿Quién se equivoca, atendiendo a sus proyectos explí-
al indígena, profundamente, la organización escolar, cuando citos y a sus secretas intenciones? Ante un niño enclaustrado,
le hace olvidar la fuente tradicional de su saber, el abono de adoctrinado, disciplinado, evaluado... ¿quién, poder o anti-
su inteligencia: la educación comunitaria indígena. Daña la poder, gobierno o pueblo, capital o trabajo, ideología o cul-
idiosincrasia indígena porque atenta contra su igualitarismo tura, tiene motivos para sonreír?
secular y su inveterado criterio democrático, instituyendo fi- Nos parece, y hemos de decirlo, que el zapatismo está
guras a pesar de todo autoritarias y en el fondo privilegiadas, desbravando y desnaturalizando a sus propias bases con el
como los promotores de educación, los formadores de promo- insensato remake de sus escuelas progresistas. Sordo, pro-
tores... Daña al indígena porque los niños empezarán a con- gresivo, intangible, difícil de apresar con las palabras, hay un
cebir como propio y como natural este engendro monstruoso, daño evidente que todos los días se infl ige a la idiosincrasia
exógeno, extraño, importado, este descomunal artificio, una indígena en las aulas de los territorios autónomos chiapane-
máquina fría, desencantada, que ofende al instinto y a la vida; cos. La escuela «tiene una mano que es invisible y que mata»
y porque su universo cultural, la cosmovisión india, habrá de (Rimbaud). Entonces, ¿para eso escuelas en la selva?
resentirse de un injerto tan aparatoso. Clava en la sensibilidad
de cada niño la púa enrobinada de una obligación de asistir,
de una evaluación humilladora, de unas cosas apenas intere-
santes que escuchar y que decir. La Escuela marca el principio
del fin para muchos componentes de las culturas originarias La aristocratización de los educadores
mesoamericanas y nos tememos que, asimismo, señala el fin
de no pocas esperanzas principiantes, esperanzas liberadoras. 5. Los programas de escolarización promovidos por el zapa-
¿Estará ya marcando el fin de este principio de la autonomía tismo han sido recibidos con ilusión en las comunidades. En
indígena en Chiapas? los poblados de la Selva Norte, los indígenas nos mostraban
A la pregunta: ¿para qué escuelas en la selva?, el Mal Go - con orgullo sus escuelas en construcción. Agradecían la cir-
bierno, que ha puesto en marcha, lo mismo que sus anta- cunstancial colaboración de algunas organizaciones occiden-
gonistas embozados, un ambicioso proyecto de dotación de tales en los proyectos escolarizadores y manifestaban su de-
«instituciones educativas» en Chiapas, podría responder que, seo de prolongarla, de completarla; mostraban su contento
entre otras cosas, para acabar con la insurgencia zapatista, por la fi nanciación de las construcciones, solicitaban mayor

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La elección zapatista

cooperación en lo referente a los materiales didácticos... To - des de los promotores de educación transcienden el horario
do lo que concernía a la Escuela quedaba revestido, en sus escolar: como el protagonista del fi lm El ángel azul, vigilan a
discursos y en sus actitudes, de una aureola especial, de un sus alumnos fuera de las aulas, a lo largo de todo el día, cen-
halo de dignidad. Los promotores de educación eran seña- surando su comportamiento cuando consideran que no es el
lados con respeto y éstos evidenciaban en sus maneras una apropiado, amonestándolos, reconviniéndolos, prodigándose
plena conciencia de la importancia atribuida a su función. en órdenes y requerimientos, felicitándolos también cuando
Situándose en todo momento al lado de las autoridades loca- obran correctamente, etc.; al igual que el profesor de la pelí-
les, casi protagonizaban los actos de recepción y bienvenida; cula de Sternberg, actúan como un insomne tribunal moral,
en las pláticas, sus intervenciones eran escuchadas con parti- una policía de los comportamientos infantiles que nunca baja
cular interés. La promotora de educación de La Cascada nos la guardia. Hay quien ha relacionado, para el caso alemán,
pidió que la fotografiáramos con sus niños y también sola. este concepto de educación con la génesis intelectual y moral
Las autoridades la propusieron para una entrevista grabada. de Auschwitz.
El promotor de Ojo de Agua no dejaba de vigilar y de algún En cualquier caso, el equilibrado sistema político-moral de
modo dirigir el comportamiento de los niños mientras per- los usos y costumbres, la llamada «ley del pueblo», se ve alte-
manecimos en la comunidad. En La Cascada se nos presenta, rado, conmocionado, por la arrogante irrupción de esta figura
admirativamente, a un joven como «futuro promotor de edu- colonizadora, que toma a su cargo tareas antes desempeñadas
cación»: el niño se sonroja, sintiéndose halagado. En San por la comunidad y por el sistema de cargos, asumiendo un
Rafael lamentan que todavía no cuenten con un promotor protagonismo irrestricto en las labores de socialización y sub-
de educación permanente, a pesar de llevar tan adelantada jetivización de los niños. La moralización de las costumbres
la construcción del local de la escuela, fi nanciado por una y de los comportamientos infantiles le compete más que a
entidad catalana. Un formador de promotores demanda, a nadie, desmantelando casi con insolencia el bien trabado an-
las organizaciones internacionales solidarias, recursos didác- damiaje informal de la educación comunitaria indígena.
ticos para un centro de capacitación de educadores que se El promotor de educación zapatista se pliega, en defi ni-
fundaría en La Cascada. Los campesinos de la comunidad tiva, sobre el modelo del educador occidental, extremando
Francisco Villa nos muestran, complacidos, el reproductor todavía más, si cabe, su perfi l inquisitivo y tutelar. Embria-
de vídeo que puede usar el promotor de educación en sus cla- gado de pedagogismo, le cabe, por tanto, la crítica que, desde
ses y un reportaje que ahora mismo están estudiando, a pro- hace casi un siglo, ha merecido esa figura, «el azote de la
pósito del uso de plaguicidas en la agricultura y sus conse- esfera intelectual» según Oscar Wilde. La hemos sintetizado
cuencias sobre la salud de los trabajadores. En Unión Juárez, en otra parte:
el promotor de educación se ocupa de responder a nuestras
preguntas más problemáticas, bajo el consenso general cam- El saber pedagógico ha constituido siempre una fuente
pesino de que nadie como él puede abordar las cuestiones de legitimación de la Escuela como vehículo privilegiado,
complejas o delicadas. y casi excluyente, de la transmisión cultural. En correspon-
Este nuevo cargo, el único no electivo, no rotativo, sin raíz dencia, la Escuela (es decir, el conjunto de los discursos y
en la tradición, proporciona prestigio y respeto, tanto o más de las prácticas que la recorren) ha sacralizado los presu-
que los restantes (genuinamente democráticos). Las potesta- puestos básicos de ese saber, erigiéndolos en dogmas irre-

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batibles, en materia de fe —y, a la vez, como diría Barthes, qué un triste enseñante puede, por ejemplo, arrogarse el
en componentes nucleares de cierto verosímil educativo, título de forjador de sujetos críticos?
de un endurecido sentido común docente—. Se hace muy difícil responder a estas preguntas sin
La escuela de los progresistas, de los rebeldes y de los recaer en la achacosa «ideología de la competencia», o del
insurgentes, profundiza aún más, si cabe, su pedagogismo, experto: fantasía de unos especialistas que, en virtud de su
apoyándose en conceptos que, desde el punto de vista de la formación científica (pedagogía, sicología, sociología...),
filosofía crítica, conducen a lugares sombríos y saben de se hallarían verdaderamente preparados para un cometido
terrores pasados y presentes. Hay, en concreto, un supuesto tan sublime. Se hace muy difícil buscar para esas pregun-
(¿puedo decir abominable?) sobre el que reposa todo el tas una respuesta que no rezume idealismo, que no hieda a
reformismo educativo contemporáneo, un supuesto que metafísica (idealismo de la Verdad, o de la Ciencia; meta-
está en el corazón de todas las críticas socialistas y liberta- física del Progreso, del Hombre como sujeto/agente de la
rias a la enseñanza tradicional y de todas las alternativas Historia, etc.). Y hay en todas las respuestas concebibles,
disponibles. Es la idea de que compete a los educadores como en la médula misma de aquella solicitud demiúrgica,
(parte selecta de la sociedad adulta) desarrollar una impor- un elitismo pavoroso: la postulación de una providencial
tantísima tarea en beneficio de la juventud; una labor por aristocracia de la inteligencia (los profesores, los educado-
los estudiantes, para ellos e incluso en ellos —una deter- res), que se consagraría a esa delicada corrección del
minada operación sobre su conciencia: moldear un tipo de carácter —o, mejor, a cierto diseño industrial de la perso-
hombre (crítico, autónomo, creativo, libre, etc.), fabricar nalidad—. Subyace ahí un concepto moral decimonónico,
un modelo de ciudadano (agente de la renovación de la una «ética de la doma y de la cría», por recordar los térmi-
sociedad o individuo felizmente adaptado a la misma, nos rotundos de Nietzsche, un proceder estrictamente reli-
según la perspectiva), inculcar ciertos valores (tolerancia, gioso, un trabajo de prédica y de inquisición. Late ahí una
antirracismo, pacifi smo, solidaridad, etc.)—. mitificación expresa de la figura del Educador, que se erige
Esta pretensión, que asigna al educador una función en autoconciencia crítica de la Humanidad (conocedor y
demiúrgica, constituyente de sujetos (en la doble acepción artífice del tipo de sujeto que ésta necesita para progresar),
de Foucault: «El término sujeto tiene dos sentidos: sujeto invistiéndose de un genuino poder pastoral e incurriendo
sometido al otro por el control y la dependencia, y sujeto una y mil veces en aquella «indignidad de hablar por otro»
relegado a su propia identidad por la conciencia y el cono- a la que tanto se ha referido Deleuze. Y todo ello con un
cimiento de sí mismo. En los dos casos, el término sugiere inconfundible aroma a filantropía, a obra humanitaria,
una forma de poder que subyuga y somete.»), siempre redentora.
orientada hacia la mejora o transformación de la socie-
dad, resulta hoy absolutamente ilegítima: ¿En razón de La aristocratización de los educadores presenta, como se
qué está capacitado un educador para tan alta misión? observará, una doble vertiente: un plano epistemológico-mo-
¿Por sus estudios? ¿Por sus lecturas? ¿Por su impregna- ral que les confiere cierta intimidad exclusiva con la verdad y
ción científica? ¿En razón de qué se sitúa tan por encima con el bien, cierta relación privilegiada con la esencia de las
de los estudiantes, casi al modo de un salvador, de un suce- cosas y el corazón de los hombres; y un plano social, casi fe-
dáneo de la divinidad, creador de hombres? ¿En razón de nomenológico, que los reviste de signos de distinción, que los

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segrega de la sociedad y los corporativiza como élite cultural. jarán de no ser comprendidos por la comunidad, de que ésta
En todas partes, lo mismo en Occidente que en Oriente, en el no valora suficientemente su trabajo.
Norte que en el Sur, en los altiplanos que en las selvas, la fi- El núcleo epistemológico de la aristocratización de los edu-
gura del educador escolar desencadena fuertes tendencias a cadores se proyecta en su comportamiento social, que los ha
la jerarquización social y política. Si, como no se cansó de re- llevado, por ejemplo, a combatir durante años regímenes so-
petirnos Michel Foucault, «el saber es poder», un pretendido cialistas que no reconocían su pretendida superioridad moral
conocimiento concentrado en exiguas minorías, dispuesto y los retribuían como simples obreros; a desgañitarse en la de-
piramidalmente, que se derrama desde el vértice y llega cada manda de un reconocimiento social y una apreciación de su
vez más empobrecido a la base, habrá de impulsar necesaria- labor que el común de las poblaciones, al menos en los países
mente la corrupción del igualitarismo social, allí donde éste del Norte, cada vez estima menos atendible; a consumir sus li-
subsistía, y de la democracia directa, promoviendo modelos mitadas energías contestatarias en luchas corporativistas, sa-
oligárquicos, sistemas de estratificación social y de coerción lariales, crematísticas; a segregarse en todas partes de la colec-
política. La idea implícita en la educación comunitaria de un tividad y abandonar por etapas las causas populares y los
saber, por decirlo así, subterráneo, horizontal, que aflora por proyectos sociales emancipadores. Se echa en falta una an-
distintos puntos del entramado local (un anciano, un padre, tropología social crítica interesada en el análisis empírico de
un cargo, un mito, una danza, un trabajo) y en las más diver- este nefasto personaje, el educador, que muestre, en lo con-
sas ocasiones, pero que no cabe monopolizar, de nadie y de creto, su funcionalidad represiva y su contribución cotidiana
todos como las aguas freáticas, flujo casi sanguíneo, irrigador al sostenimiento de los órdenes vigentes de dominación. Lo
de todo el organismo social tal si se tratara del cuerpo de un que, en España, Fernando Ventura Calderón ha podido hacer
solo hombre, idea sustentadora de una organización econó- con la figura del «sindicalista de Estado», redescubriéndolo
mica y política libertaria, es hoy reemplazada por el concepto como un servidor de la patronal y del stablishment político,
escolar de un saber detentado por una aristocracia cultural, urge también que se proyecte ante la posición de subjetividad
saber vertical, diríamos que aéreo por prolongar la metáfora, representada por el educador escolar.
que se desprende de las cúpulas y que alienta dinámicas de Por este lado, por lo que atañe a la aristocratización de los
dominio político y explotación social. promotores de educación, no es pequeño el peligro que ace-
La excelencia humana que se le supone al educador esco- cha a los territorios autónomos zapatistas.
lar, solitario y excluyente en su cometido, ya no proviene,
como el caso de los Ancianos (educadores comunitarios,
acompañados por otros, casi por todos los otros, en su tarea
no reglada), de una suerte de veredicto popular, que se gana
con la práctica, con el ejercicio honesto de la función, siempre
ante los ojos del pueblo; deriva simplemente de unas catego-
rías fi losóficas idealistas, de unos conceptos gnoseológicos
sacralizados: es una excelencia intrínseca, de por sí, previa e
independiente de la práctica, que desdeña toda posibilidad de
valoración externa. De hecho, los profesores pronto se que-

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La elección zapatista

Aparatos ideológicos, pero ¿de qué Estado? mos ochenta familias, casi los cien, que estábamos aquí,
(La Escuela como expediente desesperado pues, cuando tomamos la tierra; ahorita somos diez fami-
para la reproducción, desde el ámbito lias… Y como los presos estaban allá, entonces hicimos el
superestructural, de una «autonomía zapatista» acuerdo que vamos a hacer marcha para la liberación de
amenazada en su soporte material) los presos. Pero, ¿qué pasó ahí? Pues…, nos esperaban
con cañones…
6. Gravita una incógnita sobre el futuro de los núcleos za-
patistas chiapanecos. Es de justicia reconocer que, en los úl- Preguntado por la causa del abandono masivo del zapa-
timos años, la estrategia represora-integradora del Mal Go- tismo en la región, su respuesta, extraordinariamente llana,
bierno ha logrado escindir las comunidades y reducir con- encierra algo inquietante, atentatorio:
siderablemente la base social del zapatismo. Localidades que
hace unos años eran zapatistas en su integridad, y que coloca- —Les gustó más el Gobierno.
ron el orgulloso panel anunciador de la autonomía (Está usted
en territorio zapatista en rebeldía. Aquí manda el pueblo y el No existe, en rigor, un «territorio autónomo zapatista» geo-
gobierno obedece), hoy han sido captadas por las Adminis- gráficamente delimitado, algo semejante a los «territorios li-
traciones mexicanas, albergando ya sólo un porcentaje mino- berados» de otras áreas y otros tiempos; se da, más bien, un
ritario de familias zapatistas. La norma ya no es la unidad, espolvoreo de familias zapatistas en núcleos políticamente he-
sino la división; y el retroceso de la militancia zapatista lo han terogéneos, donde el porcentaje de población «adicta» al Mal
lamentado todos nuestros informantes. Salvo la comunidad de Gobierno es muy estimable. Estas «comunidades con presen-
San Marcos, todas las localidades que visitamos reproducían cia zapatista» pueden estar separadas, además, por kilómetros
este triste panorama de escisión y reflujo zapatista. Roberto y kilómetros de selva o de altos donde la Administración esta-
Barrios, La Cascada, Ojo de Agua, Francisco Villa, Unión tal ejerce un control incontestable sobre las poblaciones.
Juárez, San Rafael... son poblados donde los zapatistas se En cada una de estas comunidades divididas, rodeadas de
baten en retroceso, en los que construyen sus escuelas no muy localidades donde la unanimidad está, hoy por hoy, de parte
lejos de las del Mal Gobierno, centros «oficiales» a menudo del Mal Gobierno, las familias zapatistas avanzan en lo que
mejor dotados, donde comparten frecuentemente servicios denominan «construcción de la autonomía», levantando es-
médicos con los no zapatistas. En la comunidad San Rafael, y cuelas, entre otras cosas. Mantienen su fidelidad a la organiza-
en el contexto de una explicación del desplazamiento forzoso, ción (EZLN), se autogestionan en lo inmediato y cumplen con
nuestro informante alude a la debacle zapatista: sus compromisos de coordinación y servicio a través de los
Caracoles (especie de cabeceras zapatistas, con cargos elec-
Fue tomada esta tierra, como ya nos estamos repitiendo, tivos y rotativos).
y nos encarcelaron a cuatro personas en Cerro Hueco. Si toda Escuela es, por defi nición, una «aparato ideoló-
Íbamos a hacer una marcha, allá en Moyos, por la libera- gico», como acuñó el estructuralismo marxista de Althusser
ción de los presos, con todas las comunidades, como ocho y Balibar, cabe preguntarse dónde está el Estado en cuyo
pueblos. Pero eran fuertes, pues; éramos fuertes esta vez seno se integran las aulas zapatistas. ¿Podría hablarse de un
pero ahorita ya estamos muy pocos. Allá en Moyos éra- Estado sin base territorial defi nida, movedizo, oscilante, ape-

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La elección zapatista

gado a un número fluctuante de familias allí donde éstas se la fortaleza sitiada», magníficamente descrito por el profesor
encuentren? O, si la palabra Estado nos parece inapropiada Juan Contreras Figueroa para el caso del socialismo decli-
para estas formaciones, o simplemente ofensiva, ¿cabe hablar nante de los países del Este en la antevíspera de la Caída del
de un Poder (o antiPoder) zapatista que se sirve de la Escuela Muro de Berlín. La propensión adoctrinadora de la Escuela
como aparato ideológico propio, en una absoluta desvincula- zapatista en tanto Escuela, en tanto institución educativa que
ción de las Administraciones federales y estatal mexicanas? tiende motu propio hacia el proselitismo, se verá alimentada,
Por nuestras conversaciones con los responsables y pro- en esta coyuntura, por la lógica de supervivencia de un expe-
motores de educación zapatistas, en el verano de 2005, esta- rimento social que enfrenta graves amenazas socioeconómi-
mos tentados de responder afirmativamente: la ley mexicana cas, políticas, ideológico-culturales. No será un asunto de
no otorga validez a los estudios cursados en las escuelas autó- opción, de elección entre una u otra manera educativa: apa-
nomas, por lo que la enseñanza zapatista sólo resulta útil en el recerá como una exigencia para la mera conservación de la
ámbito de las familias y las comunidades insurgentes. Haber autonomía. Así ocurrió con la Escuela socialista, que se
cursado la primaria en una escuela zapatista equivale a no te- abrazó al ideario pedagógico ideologizador de Makarenko y
ner estudios primarios, a los ojos de la legalidad educativa del desestimó las propuestas libertarias de Blonskij, así aconte-
Mal Gobierno. Si la Escuela no sirve para salir, para vivir fuera, ció en la Nicaragua Sandinista, y nos parece muy improbable
y, antes al contrario, encierra en el gueto rebelde; si estigma- que la Escuela zapatista, contra su propia lógica estructural,
tiza y casi condena a la exclusión académica más allá de los contra su contexto histórico, contra el cuasi-deber de la con-
lindes vaporosos del reducto zapatista; ha de concluirse que servación de la autonomía, sortee ese peligro, se sustraiga a
funciona, exacta y estrictamente, como un «aparato ideológico la voluptuosidad adoctrinadora.
de la autonomía zapatista» o una «institución de la sociedad En tanto aparato ideológico, la Escuela puede interpretar-
civil zapatista» (si preferimos los términos de Gramsci). El se como un expediente desesperado para garantizar la repro-
promotor de educación actuaría como un «funcionario del ducción de la Autonomía Zapatista en una coyuntura en que
consenso», que diría el italiano, en beneficio de la organiza- sus soportes materiales, su base social y económica, se ven
ción política autónoma, un «agente de la reproducción de la amenazados. Fluctuando y a la larga decreciendo, en cada
ideología dominante» en el entramado zapatista, por usar la comunidad con presencia, el número de familias zapatistas,
expresión de los franceses. Y, colocadas en una tesitura seme- padeciendo toda el área la generalización de los mecanismos
jante a la de los centros educativos socialistas de los primeros del mercado, fuertes pulsiones a la privatización, dificultades
años de la posrevolución soviética, las escuelas zapatistas ha- para insertar la lógica de la subsistencia comunitaria en mar-
brán de afrontar el peligro de la exigencia adoctrinadora, del cos más amplios (capitalistas) de los que depende cada día
proselitismo desnudo e intensivo. en mayor medida... la inteligencia zapatista ha estimado que
Como poder separado, que desea fortificarse en su inde- la escolarización de las bases, mediatizada para la concien-
pendencia, con sus propios servicios médicos y escolares, ciación de los jóvenes y la incesante difusión y crítica de los
etc., la Autonomía Zapatista entabla con su contexto inme- planes contrainsurgentes y neoliberalizadores del Mal Go -
diato, con su entorno hostil, una relación tensa y conflictiva, bierno, puede servir de contrarresto, de freno, ante tales pro-
al modo de las guerras frías: una pelea económica, política, cesos y atenuar también el influjo corruptor de los medios de
ideológica, cultural... Y habrá de padecer aquel «síndrome de comunicación oficiales. Una estrategia cultural, una opera-

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ción intelectual, para combatir la erosión de los fundamen- troamérica, con su correlato de explotación obrera y genera-
tos socioeconómicos de la Autonomía. Estrategia y opera- ción de conflictos en la región; las presiones ejercidas por fuer-
ción desesperadas, puesto que el mal ya no admite rebozo; y, zas económicas y políticas nacionales e internacionales para la
al mismo tiempo, insuficientes, pues nunca una iniciativa su- construcción de un canal de paso por el istmo de Tehuantepec,
perestructural se ha bastado para reproducir un sistema en en la indiferencia ante la descomunal agresión a la naturaleza
ausencia de sus requisitos socioeconómicos. que ello supondría y el descalabro de la dinámica económica
La autonomía se está rompiendo al nivel de la línea de flo- de subsistencia de muchas comunidades; la infamia de un con-
tación; y de muy poco puede servir, ante los destrozos de la servacionismo occidental que impone sus criterios sin escu-
cubierta, cambiar la orientación de las velas. Se pospone el fin, char a los pobladores tradicionales de las zonas afectadas, pro-
se alarga la agonía, se retrasa el naufragio… Medida deses- curando a menudo su expulsión o desplazamiento, y siempre
perada, y contraproducente, que surge ante la imposibilidad con el propósito oculto de usufructuar la biodiversidad; las
de revertir la dirección del proceso económico y social nacio- estrategias económicas y político-militares diseñadas por los
nal, imposibilidad de aislar y precintar la comunidad y ponerla EE. UU. para asegurarse el control del la zona estratégica
así a salvo de las fuerzas externas avasalladoras —la autarquía Puebla-Panamá-Colombia; los ataques directos o camuflados
económica absoluta no es practicable por sistema: exigiría a los usos y costumbres de las comunidades que todavía se ri-
unos niveles de sufrimiento desgarradores—. Para procurar gen por el derecho consuetudinario, con el objeto de que éste
esta (ineficiente) reproducción de la autonomía desde el ám- pierda terreno en la gestión local ante la ley positiva mexicana
bito superestructural, ya que la infraestructura apenas cola- y las autoridades constitucionales; las añagazas del Mal Go-
bora en esa empresa, y se diría que presiona en sentido contra- bierno para disolver los ejidos y los bienes comunales, para
rio, las Escuelas cuentan con un repertorio temático de acabar con la condición comunera y privatizar el medio rural;
flagrante actualidad, que coincide objetivamente con el des- las violaciones sistemáticas de los derechos humanos por las
plegado en Latinoamérica por el pensamiento y la investiga- fuerzas policiales, militares y paramilitares que se enfrentan a
ción social anticapitalistas contemporáneas. Los artículos de las organizaciones indígenas y acosan a las comunidades insur-
la Revista Chiapas pueden servirnos, de algún modo, para gentes; etc. Impecable verdad que circula por las aulas zapatis-
aprehender el mencionado currículum crítico: el interés del tas, que desde ahí salta a las familias, salpica a la comunidad
Capital internacional y de los Estados hegemónicos, EE. UU. entera; verdad que, sin embargo, por usar la docencia como
particularmente, en monopolizar y explotar la biodiversidad «andadera», corona el sordo y destructivo trabajo antiindígena
centroamericana, y la cooperación de la Administración me- y antiigualitario de la «pedagogía implícita escolar», como ya
xicana en el saqueo consecuente del medio natural, pisoteando hemos argumentado.
los derechos de los pueblos indios, desplazando comunidades, No debemos descartar, sin embargo, la eventualidad de
robando saberes tradicionales, etc.; la avidez suscitada por la que cambien los términos del problema. Pudiera ocurrir que,
riqueza en minerales orgánicos de estados como Tabasco y ante el retroceso de la militancia y la debilidad creciente de
Chiapas, importantes cuencas petroleras que generan benefi- las bases, y para responder al comprensible deseo individual
cios millonarios a las empresas capitalistas mientras las pobla- de acceder a la sociedad mayor, a la sociedad externa, al Mé-
ciones autóctonas se hunden en la miseria; el traslado de la xico de todos (en muchos casos obedeciendo a móviles de me-
«frontera maquiladora» desde el sur de EE. UU. hasta Cen- jora económica o ascenso social, en otros alentando propósi-

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tos de rearme cultural y reposicionamiento combativo en los talista de sus respectivos países. Como la Escuela Libre del
empleos influyentes o en las instituciones de la sociedad civil), viejo e hipócrita continente, la Escuela Zapatista se erigiría
las escuelas zapatistas buscasen su integración en el aparato en una nueva especie de institución legitimadora y reproduc-
educativo nacional mexicano. O aceptasen la invitación oficial tora del Estado, sirviendo a los intereses de las clases hege-
a dicha integración. Subsistirían entonces como escuelas par- mónicas y satisfaciendo los requerimientos de los subsistemas
ticulares zapatistas, con sus rasgos propios, sus metodologías económicos y políticos por vías menos explícitas, no tan fran-
y procedimientos distintivos, quizá ligeramente corregidos, y cas, pero, si cabe, más efectivas, como hemos analizado en
alcanzarían el reconocimiento legal, permitiendo a sus alum- páginas anteriores, vías reformadas para la secular operación
nos el salto, sin discriminación añadida, a los estudios medios policial de siempre.
y superiores en las ciudades. Ya hay quien sostiene que un Este horizonte de asimilación, penosamente realista, san-
joven zapatista puede estudiar magisterio, valga el ejemplo, en cionaría que el zapatismo, temible y temido como factor de
los centros del Mal Gobierno, y convertirse en un docente movilización, como aglutinante de la revuelta, intratable en la
rebelde, en un intelectual crítico, sin ofender por ello al movi- hora de la insurgencia y de la guerra, preocupa mucho menos
miento indígena, sin renunciar a la lucha, cambiando en todo en el trance de la conservación, de la organización de una
caso los escenarios y los modos de su contestación. Hay quien nueva cotidianidad, de la administración de lo ganado, hora
celebraría la multiplicación de los enfermeros y médicos zapa- de la engañosa paz. De hecho, el Mal Gobierno se ha prepa-
tistas, licenciados y profesores zapatistas, abogados y juristas rado para convivir con las familias zapatistas, procurando em-
zapatistas, peritos e ingenieros zapatistas... Estas considera- baucarlas de todos modos con sus programas culturales y
ciones podrían alentar un proceso de asimilación de las escue- económicos, sanitarios y educativos. Convive con las comuni-
las zapatistas por el sistema educativo estatal y federal me- dades disidentes y con sus escuelas porque no percibe en su
xicano, signo quizás del declive del movimiento o de su humilde subsistencia cotidiana ningún peligro considerable
integración definitiva. para el orden social general: siguen funcionando como un vi-
Las escuelas zapatistas actuarían entonces como «apara- vero de mano de obra para las empresas nacionales y externas
tos ideológicos» de los Estados Unidos de México y, probable- capitalistas, garantizando, por su autosuficiencia relativa, ba-
mente, embotarían sus filos proselitistas para acentuar la de- jos salarios en los empleos correspondientes; siguen sirviendo,
terminación del otro polo, hoy subsidiario, que asume como a pesar de su beligerancia residual, de colchón o amortiguador
tarea la salvaguarda de la autonomía moral y de la indepen- para el confl icto social. El Mal Gobierno ha comprendido que
dencia de criterio de los alumnos, la preservación y estimu- le interesa mejorar las condiciones de vida de esas gentes,
lación de su capacidad crítica, el rescate del librepensamiento mullir el colchón, alejándolas así de la tentación del levanta-
contra la propaganda política... Ahí radicaría su nueva espe- miento. De ahí sus inversiones en infraestructuras, su abul-
cificidad, plegada sobre la bandera libertaria. Reforzarían su tado gasto social. Y, si poco teme de esas familias en rebeldía,
talante antiautoritario; y, poco a poco, degradarían las con- aún menos pavura le inspiran sus escuelas traviesas, que
signas zapatistas en meras declaraciones de principios, con mañana podría reconocer y legalizar en señal de tolerancia,
poca o nula trascendencia práctica. Su caso se asemejaría, voluntad de paz, pluralismo, construcción de un México don-
entonces, al de algunas escuelas libertarias de Europa, cen- de caben todos, etc.
tros anticapitalistas integrados en el sistema educativo capi-

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Una topografía de los puntos calientes del conflicto chia- tras las que salta, explosivo, el galgo de la Escuela. Y no por
paneco en estos albores del siglo XXI revela que el Mal el placer de correr, sino por la afición de matar.
Gobierno recurre a las técnicas de la guerra de baja intensi-
dad, abunda en la intimidación, el crimen, la violencia, sobre
todo en las comarcas donde se ha concitado un interés econó-
mico o geoestratégico de primer orden, en las comunidades
donde el zapatismo obstruye un negocio, una estrategia polí- «Reificación» de la Escuela
tica transnacional, una ganancia considerable para las clases (Blonskij, en el olvido)
dominantes, un requisito puntual de la logística neoliberal.
Fuera de estos casos localizados (Roberto Barrios y sus cas- 7. Para la sociedad futura del comunismo, Marx no contaba
cadas explotables desde los parámetros del ecoturismo con- con nuestra Escuela. Aunque no abordó centralmente la cues-
servacionista; comunidades de la Selva Lacandona que obs- tión escolar, se refi rió en distintos momentos a la problemática
taculizan las devastaciones requeridas para el trazado de los educativa; y apuntó una idea pronto abandonada por la mayo-
grandes corredores de paso continentales; pueblos cuya des- ría de sus seguidores: si el Estado ha de desaparecer, también
aparición exige el Plan Puebla-Panamá; etc.), poco molestan la Escuela, como parte de la organización estatal, ha de disol-
unas cuantas familias en gran medida autosuficientes, adscri- verse en la sociedad. En algunos pasajes, indicó que, si bien
tas a un pedazo de tierra a menudo marginal, que quieren podrían requerirse establecimientos especiales para enseñar,
cubrir por su cuenta sus necesidades médicas y educativas, y por ejemplo, matemáticas o gramática, el resto de las materias,
a las que estacionalmente se recluta para incrementar la tasa que involucraban aspectos de opinión, de interpretación o de
de ganancia de los sectores modernos de la economía mexi- partido, debían quedar fuera de tales recintos, de modo que
cana. Poco preocupan unas escuelas más abiertas, más libres, la sociedad misma ofertara, desde la informalidad, los recur-
más participativas, más democráticas, etc., como gustan los sos para que los ciudadanos pudieran cultivarse libremente en
nuevos aires educativos del capitalismo tardío, y que, además, ellas, según sus intereses, en la más absoluta voluntariedad.
salen gratis. Con esta perspectiva, que no está exenta de cierta simpli-
Ante esta encrucijada se hallan hoy las escuelas zapatis- ficación y ambigüedad, se reconocía la radical historicidad de
tas: el gueto o la asimilación. Lo terrible es que, elijan el la Escuela, su forzosa contingencia, atendiéndola como un
camino que elijan, sus pasos las llevarán al abismo; sirvan al producto histórico-social ligado al surgimiento y consolida-
Estado que sirvan, como si no sirvieran a ningún Estado, su ción del Estado capitalista. Admitir que la inteligibilidad de
condena es inexorable. En los territorios autónomos, por cau- la Escuela depende de la comprensión de la organización y
sas complejas, se ha confiado en una fórmula educativa, la dinámica del Estado, en el contexto específico de la sociedad
Escuela, que se halla incapacitada estructuralmente para burguesa occidental, supone sortear el peligro de la reifica-
tolerar la alteridad, para soportar la diferencia, y que ha ción, sustraerse a aquel «maleficio de la cosificación» seña-
demostrado históricamente una destreza demencial en la lado por Lukács.
labor de pasar a cuchillo el retallecer de toda experiencia En la posrevolución soviética, la sugerencia marxiana será
social igualitaria, de todo proyecto genuinamente democrá- recogida por Blonskij, con una propuesta pedagógica tendente
tico. Diferencia, Igualdad y Democracia son las tres liebres a la autodisolución regulada de la Escuela. La sociedad libre

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del comunismo, que debía sancionar la reasunción del Estado campesina, refleja la hegemonía contemporánea del concepto
por la comunidad, su desaparición como estructura coactiva al reificado de Escuela. Que allí donde «manda el pueblo y el
servicio de los intereses de una clase, no podía tolerar la subsis- Gobierno obedece», allí donde las autoridades «mandan obe-
tencia de uno de sus miembros, de uno de sus aparatos: esa deciendo», etc., se institucionalice una modalidad progresista
Escuela por definición burguesa, por definición capitalista. El de Escuela, sin que se haya analizado y debatido colectiva-
desenlace fi nal del mencionado proceso autodisolutivo apun- mente su idoneidad, su necesidad, las alternativas concebibles
taba a una educación por, para y en la comunidad, una educa- al modelo escolar, sin que se haya reparado en el desmantela-
ción comunitaria, informal, que hallaría en el trabajo uno de miento de la educación comunitaria que tal iniciativa traerá
sus escenarios privilegiados. Curiosamente, una educación consigo, forzando a la infancia a una reclusión artificial, acep-
análoga, en muchos aspectos, a la tradicional indígena. Una tando como mal menor el dolor empírico de estos niños
sociedad igualitaria, genuinamente democrática, padecería secuestrados, en un auténtico holocausto de su alegría que
la Escuela como un atentado, como un arcaísmo disfuncional, todo esto haya sido posible en un mundo que dice realizar la
viene a señalar P. P. Blonskij. Pero no convenció a Lenin, ni a democracia y la igualdad, en un nuevo Reino de la Libertad,
Stalin, que prefirieron la orientación de Makarenko, eterniza- indica que, como aconteció en el caso soviético, algo anda
dora de la forma-escuela. definitivamente mal en el ámbito político y una desvirtuación
La institucionalización de la Escuela en la sociedad sovié- se está consumando, una impostura empieza a tomar cuerpo.
tica posrevolucionaria constituye en sí misma una denuncia Donde hay Escuela es porque hay opresión: la ausencia de
de la corrupción del proceso: porque la sociedad no es libre, opresión se expresa en educaciones informales comunitarias.
porque la igualdad y la democracia no son reales, hay Escuela. El zapatismo cosifica la Escuela o, para hablar con rigor,
El planteamiento impecable de Blonskij exigía la verdad de asume un concepto cosificado de Escuela. El esfuerzo desrei-
la revolución, la verdad de un comunismo libertario. En ficador que Sergio Tischler señalara como un mérito del
ausencia de ese horizonte ideal, el realismo desencantado zapatismo teórico y práctico ha cedido ante la Escuela, se ha
(vale decir: la perpetuación de la nueva forma de dominio) desplomado ante el ídolo de la educación administrada. Tis-
volvía a requerir los servicios oprobiosos de la Escuela. Para chler, lo mismo que Benjamin, o que el propio Lukács, igual
justificar su mantenimiento, su extraña persistencia más allá que Rosa Luxemburgo y tantos otros exponentes de las tradi-
del modo de producción que la forjó, fue preciso reificarla, ciones marxistas críticas, ha sugerido que siempre se reifica
cosificarla, abstraerla de su propia historia, mitificarla. Para- «por turbios motivos», que tras la cosificación se ha incubado,
dójicamente, gentes educadas para denunciar sin descanso el en todo tiempo, un proceso de burocratización, una cristali-
fetichismo de la mercancía, fetichizaron a conciencia la zación del dominio político. ¿Qué orden de la desigualdad y
Escuela. de la dominación —cabría preguntarse— subyace a la reifi-
Que desde el zapatismo intelectual, y en el olvido de la cación zapatista de la Escuela?
posición de Blonskij, se haya alentado la escolarización siste- Si esta pregunta, careciendo de objeto, inquiere por un
mática de los territorios autónomos, esgrimiendo en ocasio- fantasma, señala sin más una ausencia, y el zapatismo ha
nes argumentos utilitaristas, de pretendido sentido común, plantado verdaderamente sus tiendas en comarcas donde la
dentro de las coordenadas de la más pura racionalidad estra- dominación no puede respirar, inhóspitas para la voluntad de
tégica, presentándola como respuesta a una demanda popular, poder; si hubiera que buscar otra explicación para la devo-

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ción escolar de los zapatistas, quizás convendría volver la la doble acepción del verbo: mostrar y arriesgar) la diferencia
vista a la tradición de las luchas indígeno-campesinas en que de una lucha insobornable contra los atropellos, las demago-
este movimiento se inserta y al contexto intelectual, al gias, los abusos, los despotismos y los ataques a la libertad,
ambiente teorético, en que se afi rma: una tradición y un con- incluida la libertad religiosa.
texto colonizados por la ideología escolar. De 1940 a 1960, la beligerancia campesina vuelve a aportar
ingredientes fundamentales para la síntesis zapatista, incluso
8. Se le hace un flaco servicio a la comprensibilidad del zapa- en movimientos definidos como clericales y de derechas, tal el
tismo cantando a su inventiva, a su novedad, como acostum- sinarquismo, que marca el camino de las movilizaciones pací-
braba Holloway. Y se nos antoja simplemente falsa la valo- ficas de masas y enseña la importancia del rigor y de la solidez
ración hagiográfica de Pablo González Casanova, quien lo en la estructuración orgánica, respetando al mismo tiempo los
contempla como «un movimiento posmoderno extraordina- derechos de las comunidades indígenas; o los movimientos
riamente original y creador». Precisamente por arraigar en la campesinos contra la leva en 1946 y contra el llamado «rifle
tradición de una lucha indígena secular, por retomar deman- sanitario» (sacrificio obligatorio del ganado mayor afectado
das y aspiraciones puestas una y otra vez sobre la mesa en por la fiebre aftosa) en 1947, que llegan a cuajar en guerrillas
la historia del movimiento campesino mexicano, por aspirar pioneras como la de Rubén Jaramillo.
una sensibilidad crítica contemporánea, transnacional, unos En 1961, el gasquismo, reedición del henriquismo, a pesar
planteamientos anticapitalistas que asoman sin descanso en de su espectacular fracaso (cientos de muertos, miles de pre-
el discurso contrahegemónico de la fi losofía y las ciencias sos), se erige en referente de la vía insurreccional directa,
sociales latinoamericanas, el zapatismo ha podido conquistar con bases sociales amplias y un programa convenientemente
y mantener el aliento de masas que lo caracteriza, ganándose ecléctico, que guiña un ojo a la pequeña propiedad privada
auténticas marejadas de simpatías dentro y fuera de su terri- campesina.
torio chiapaneco de combate. Es de justicia valorarlo como un Pero será en los años siguientes, avanzando en la década
intérprete genial, un asombroso sintetizador; pero no como un de los sesenta, cuando, de algún modo, entren en escena, bajo
«inventor de ideología», ni siquiera como un «innovador en una forma primigenia, reelaborada con la gran explosión de
la práctica». Y esto no es hablar mal del zapatismo; es hablar los setenta, casi todos los componentes del zapatismo contem-
bien de las luchas antecedentes y de los pensamientos que lo poráneo: las guerrillas de Guerrero y Chihuahua llevan al
rodean. encuentro del insurreccionalismo tradicional tipo 1910 con el
Ya en 1932-1940 cundió por México un movimiento cam- modelo cubano; el jaramillismo edita la flexibilidad política,
pesino que enarbolaba consignas afi nes a las del actual zapa- la versatilidad y la capacidad de reacción que hoy se consi-
tismo, una reivindicación agrarista libertaria que exigía tie- deran, infundadamente, innovaciones del EZLN (guerrillas
rra, agua, progreso, justicia y libertad; y que Cárdenas tuvo cuando se cierran las vías políticas, creación de comunas y
que abatir mediante su célebre doble estrategia: represión y experimentos cooperativos, e incluso participación electoral
reforma. Era la Segunda Cristiada, una insurrección que, con el Partido Agrario Obrero Morelense... todo ello susten-
frente a la «racionalidad política clásica» de un Gobierno pro- tado por el carisma de un líder infatigable, que aúna la crítica
gresista que contiene al pueblo y unos partidos y sindicatos de política y la insurgencia efectiva, Rubén Jaramillo); la Cen-
izquierda con ideologías y estrategias fosilizadas, exponía (en tral Campesina Independiente y el Movimiento de Liberación

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Nacional (1961-1963) arrojan con sus consignas y sus proyec- de fincas, asaltos a las oficinas de la S.R.A., marchas a las
tos lo que podría considerarse el borrador de muchos pasajes capitales, campañas por la liberación de los presos, insurrec-
de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y de la filoso- ciones como la de los chamulas y andreseros chiapanecos en
fía política que inspira la Otra Campaña: aglutinar la amplia el 74, enfrentamientos frontales con el ejército y los paramili-
y difusa agitación popular de la época, obrera, campesina, tares, tal los protagonizados por los peones acasillados y los
estudiantil, gremial... reforzando los puntos de contacto y solicitantes de tierras, también en Chiapas, en el 77.
estimulando las convergencias; desarrollar y capitalizar la La deuda del zapatismo del EZLN con la tradición y la
conciencia anticapitalista y antiimperialista en expansión; memoria histórica de las luchas campesinas del siglo XX es
promover y respaldar públicamente la creación de organiza- enorme, por no decir absoluta: ahí encuentra la práctica tota-
ciones cívicas y gremiales alternativas a la esclerosis de los lidad del cuerpo reivindicativo de las 13 Demandas, de ahí
aparatos institucionales; denunciar los intentos de controlar y extrae los modelos para la vía insurreccional del 94, en ella
mediatizar el movimiento campesino desde las organizacio- arraiga asimismo el pacifi smo movilizador y aglutinador de
nes oficialistas; obtener, mediante una pluralidad de líneas de la Sexta Declaración y La Otra Campaña. Lo que nos intere-
lucha y reivindicación, una influencia concreta sobre la direc- saba señalar es que, en esa memoria y en esa tradición, la crí-
ción política del país, modificando de modo sustancial la lega- tica a la Escuela juega un papel irrisorio: antes al contrario, se
lidad vigente, la norma jurídica nacional. suceden las demandas de educación escolar. Las fuentes his-
La década de los setenta contempla una revitalización por- tóricas del zapatismo contemporáneo en ningún momento
tentosa de las luchas indígenas y campesinas. El zapatismo rebasan con claridad el mencionado concepto reificado de la
sublevado del 94 encuentra ahí todos sus nutrientes: pasan a Escuela; los «herederos de Zapata», por utilizar la expresión
la memoria histórica de la contestación, al bagaje cultural de de Armando Bartra, reciben también, entre los bienes lega-
la protesta. Luchas por los precios de los pequeños producto- dos, el emponzoñante prejuicio escolar.
res, luchas por los salarios de los jornaleros, luchas por la En el contexto intelectual del zapatismo, en el ambiente
democracia y contra la imposición, luchas (sobre todo) por la teórico y fi losófico crítico mexicano y latinoamericano,
tierra. También la represión gubernamental concluye ahí sus donde, con una sorprendente nitidez, se reencuentran una y
estudios, termina de fijar sus metodologías contrainsurgen- otra vez propuestas y programas objetivamente coinciden-
tes: presencia militar en las comunidades, detenciones y tes con la posterior Sexta Declaración y la estrategia de La
secuestros, agresiones y torturas, homicidios (20 campesinos Otra, la «desafección a la Escuela» es mucho más la excep-
asesinados al mes durante 1978), desplazamientos, reformas ción que la norma.
demagógicas y recuperaciones tácticas del agrarismo (adju- La Vaca Sagrada, que decía Illich, el Ídolo sin Crepúsculo,
dicaciones de tierras, repartos, atención de solicitudes). Los que hemos anotado nosotros, campa a sus anchas, satisfecho
escenarios del confl icto se multiplican, lo mismo que sus tipo- y consentido, en el campo doctrinario y teorético donde tam-
logías: en Puebla, Sinaloa, Durango, Chihuahua, Jalisco, bién se afinca el EZLN.
Guanajuato, Michoacán, San Luis Potosí, Oaxaca, Hidalgo, Como botón de muestra de este ambiente fi losófico que
Colima, Sonora, Chiapas... el movimiento indígeno-campe- reúne, con una notable anticipación, casi todos los elementos
sino, haciendo gala de una creciente coordinación, organiza- de La Sexta y La Otra, y que rehúye desconcertantemente la
ción e independencia, se prodiga en invasiones y ocupaciones desmitificación de la Escuela, hemos seleccionado unas elo-

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cuentes páginas de Boaventura de Sousa Santos, fechadas en den explícitamente combinar la política de la equidad con
el estertor mismo del siglo pasado: la política de la diferencia. Tal es el caso de [...] las campa-
ñas en contra del saqueo de la biodiversidad (biopirate-
Por todo el mundo los procesos hegemónicos de globa- ría), casi todas ellas localizadas en territorios indígenas, y
lización encuentran diferentes formas de resistencia —ini- la mayoría de los movimientos indígenas [...].
ciativas de base, organizaciones locales, movimientos po - La otra característica de la subpolítica transnacional es
pulares, redes transnacionales de solidaridad, nuevas negativa. Hasta ahora, las teorías de la separación han pre-
formas de internacionalismo obrero— que intentan con- valecido sobre las teorías que pregonan la unión entre la
trarrestar la exclusión social abriendo espacios para la par- gran variedad de movimientos, campañas e iniciativas
ticipación democrática y la construcción comunitaria [...]. existentes. De hecho, lo verdaderamente global es sólo la
Estos vínculos locales/globales y el activismo trans- lógica de la globalización hegemónica, que fija un equili-
fronterizo constituyen un nuevo movimiento democrático brio que mantiene tales movimientos separados y mutua-
transnacional [...], una nueva cultura política progresista. mente ininteligibles. Por ello, la noción de una globaliza-
Las nuevas redes de solidaridad local-global se enfocan en ción contrahegemónica tiene un fuerte componente utópico
una amplia variedad de asuntos: derechos humanos, me- y su significado pleno puede asirse sólo desde procedi-
dio ambiente, discriminación étnica y sexual, biodiversi- mientos indirectos [...]: la sociología de las ausencias, la
dad, normas laborales, sistemas de protección alternativa, teoría de la traducción y la puesta en práctica de Nuevos
derechos indígenas, etcétera [...]. Manifiestos.
Para los propósitos de mi argumentación, hay que La sociología de las ausencias es el procedimiento
resaltar dos características de la subpolítica transnacional. mediante el cual puede rearmarse el carácter incompleto de
La primera, una positiva, es que a diferencia de los moder- una lucha antihegemónica o la ineficacia de la resistencia
nos paradigmas occidentales de transformación social (la local en un mundo globalizado. Dicho carácter incompleto
revolución, el socialismo, la socialdemocracia), la subpo- y tal ineficacia se derivan de los vínculos ausentes (supri-
lítica transnacional está por igual involucrada con la polí- midos, inimaginados, desacreditados) que podrían conec-
tica de la equidad (redistribución) y con la política de la tar tales luchas con otras en algún otro lugar del mundo, lo
diferencia (reconocimiento). Esto no significa que estas que fortalecería su potencial [...]. Aquello universal o glo-
dos clases de políticas estén presentes por igual en diferen- bal construido por la sociología de las ausencias, lejos de
tes clases de luchas, campañas o movimientos. Algunas negar o eliminar lo particular o local, los alienta a mirar
luchas privilegian una política de la equidad. Éste es el más allá como condición para una resistencia exitosa y
caso de las campañas contra los «talleres de sudor» o los para generar alternativas posibles [...]. La sociología de las
nuevos movimientos del internacionalismo laboral. Otras ausencias confiere a las luchas contrahegemónicas un cos-
luchas, por el contrario, pueden privilegiar una política de mopolitismo, es decir, una apertura hacia los otros y un
la diferencia, como son las campañas contra el racismo y conocimiento más amplio [...].
la xenofobia en Europa o algunos movimientos por dere- Para generar tal apertura, es necesario recurrir a un
chos indígenas, aborígenes o tribales en Latinoamérica, segundo procedimiento: la teoría de la traducción. Una
Australia, Nueva Zelanda e India. Otras luchas más pue- lucha particular o local dada (por ejemplo, una lucha indí-

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo La elección zapatista

gena o feminista) sólo reconoce a otra (digamos, una lucha llos «denominadores comunes» movilizadores y los «planes
obrera o ambiental) en la medida en que ambas pierden de acción detallados» en que podría concretarse la nueva
algo de su particularismo o localismo. Esto ocurre cuando «suma positiva» de fuerzas contestatarias. El EZLN recoge,
se crea una inteligibilidad mutua entre tales luchas [...]. A así, un desiderátum de los tiempos; atiende un reclamo del
diferencia de la teoría de la acción transformadora, la pensamiento crítico anticapitalista fi nisecular. Lo desalenta-
teoría de la traducción mantiene intacta la autonomía de dor, para nosotros, es que, en el «orden del día» de esta solici-
las luchas [...]. La teoría de la traducción permite identi- tud teórica y de aquella aspiración contemporánea no apa-
fi car el terreno común que subyace a una lucha indígena, rezca la deconstrucción de la Escuela. Y que, ontologizada,
a una lucha feminista, a una lucha ecológica, etcétera, sin naturalizada, cosificada, la cláusula escolar forme parte, para-
cancelar nada de la autonomía o la diferencia que les da dójicamente, de un proyecto emancipador y una experiencia
sustento. libertaria. Habrá de corromperlos desde dentro, si no consti-
Una vez identificado, lo que une y es común a las dife- tuye ya un signo de cierta corrupción inaugural.
rentes luchas antihegemónicas se convierte en un principio
de acción en la medida en que se identifica como la solu-
ción al carácter incompleto y a la ineficacia de las luchas
que permanecen confinadas en su particularismo o loca-
lismo. Este paso ocurre al poner en práctica Nuevos Mani- Los «límites» de la mirada occidental
fiestos. Es decir, planes de acción detallados de alianzas
que son posibles porque se basan en denominadores comu- 9. Deseamos concluir este trabajo con una declaración de
nes, y que movilizan ya que arrojan una suma positiva, incertidumbres. Como occidentales, exponentes de una cul-
porque confieren ventajas específicas a todos los que parti- tura altericida, nuestra mirada acusa enseguida una muy
cipan en ellas de acuerdo con su grado de participación. característica limitación. Hay en lo otro un nódulo que se
nos escapará siempre: reconocerlo es evitar la tentación de
Con un lenguaje menos estrambótico, quizás menos la descalificación y permanecer en el ámbito, más humilde,
pedante, Marcos ha venido insistiendo sin cesar, desde la de la perplejidad y de la reserva. Mirado el zapatismo con los
publicación de la Sexta Declaración, en la exigencia de esa ojos de la rebeldía europea, puede suscitar fácilmente la des-
inteligibilidad de las luchas, de esa convergencia y focaliza- confianza, si no la malquerencia. En los últimos años, nume-
ción sobre objetivos compartibles, de esa apertura colabora- rosos colectivos occidentales, organizaciones de cooperantes
dora a todas las formas de resistencia nacionales e internacio- y simpatizantes le han ido dando la espalda. No podían asu-
nales levantadas contra el neoliberalismo y la globalización mir aspectos que contrariaban su sensibilidad contestataria,
capitalista. La Sexta es, de hecho, un Nuevo Manifiesto. Y La detalles que violentaban su conciencia sublevada.
Otra Campaña puede concebirse como uno de los dispositivos La figura del occidental que llega a Chiapas para «evaluar»
para establecer esas alianzas entre los diversos sujetos socia- el zapatismo, y que lo suspende a las primeras de cambio
les del descontento (indígenas, obreros, estudiantes, mujeres partiendo de impresiones precipitadas o ante el tribunal dog-
oprimidas, minorías sexuales...); para hallar, de forma colec- mático de una doctrina «encarnada», de un fanatismo ideo-
tiva, y en la salvaguarda de la autonomía de las luchas, aque- lógico devorador, siempre resultará odiosa. Pero, en los últi-

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo

mos tiempos, se está dando también algo distinto: encontramos


personas y colectivos que casi necesitan creer en el zapatismo,
que quisieran poder abrazarlo sin reservas; y que, con fre-
cuencia, retroceden espantados ante lo que descubren. Proba-
blemente, no haya que buscar la razón del desenamoramiento,
para todos los casos, en una u otra «vileza» indiscutible del
movimiento zapatista, en esta o aquella «infamia» secreta del Postfacio
EZLN, sino en la índole misma de la relación que un occiden-
tal puede mantener con la alteridad cultural y hasta civiliza- En Elogio de la dificultad, el ensayista colombiano Estanislao
toria —en los «límites» de la mirada occidental. Zuleta abogaba por una lectura productiva de los textos de
Ante la Educación Autónoma Zapatista, hemos querido referencia, una lectura generadora y no meramente exegética.
manifestar desavenencia y desconcierto. Nuestra desaproba- Con ello no hacía más que insistir en una idea-fuerza de la
ción está hecha de cautela, no obstante. Admitimos que mu- llamada «estrategia general de la reconstrucción»: practicar
chas cosas deben haber escapado a nuestra mirada, percep- una aproximación a la obra que nos sirva concretamente, que
ción europea teñida de «odio» hacia la Escuela; que no hemos permita retomar lo estudiado, una relectura transformadora
sido capaces de comprender su hipotética legitimidad, la for- que nos atienda tanto como atiende al texto, sensible al pasado
ma dudosa de su necesidad, desde la perspectiva indígena, cam- desde una embriaguez de presente. En palabras de Jacques
pesina, mesoamericana, plano que nunca podrá ser el nuestro. Derrida, quien, en Espectros de Marx, procuró aplicar dicha
consigna al materialismo histórico: «No se trata de recibir
globalmente un corpus homogéneo, sino de operar un rescate
selectivo que fi ltra lo que el heredero busca reafi rmar del texto
heredado».
Tampoco era Derrida muy original, cuando proponía ese
tipo de acercamiento. Antonin Artaud, superando la esfera
crasamente «textual», había sentido tal exigencia con inusi-
tada intensidad, y fruto de ello fue su maravilloso estudio
recreativo (vale decir, soñado, inventado) de la vida y la obra
de Van Gogh. No muy lejos de estas inquietudes queda asi-
mismo la hermeneuin de Heidegger (procedimiento «que no
busca descifrar ni revelar el sentido depositado en el texto,
sino producirlo a través de un acto poético, de un trabajo de
lectura-escritura», en intelección del propio Derrida) y, en
general, una orientación de la hermenéutica contemporánea
enfrentada a la concepción «teologal» del Libro como obra
acabada, cerrada, sellada, cuyo «querer decir» objetivo (una
suerte de «sentido» originario) estaría esperando desde siem-

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La bala y la escuela | Pedro García Olivo Postfacio

pre al lector, confiadamente, amorosamente, para que proce- bastantes aparejos, bastantes artilugios, que podían servirme,
diera a su desvelamiento, rescate, exhumación. y otras muchas cosas que no; y encontré, en la educación co -
Debemos a Michel Foucault páginas muy bellas, defen- munitaria indígena, casi un «surtidor» de piezas aprovecha-
diendo esta «primacía de la interpretación» contra la esclero- bles, casi un «sembrado» de componentes para mi galera. Tal
sis cientificista abrazada a las quimeras de la Verdad, el Sen- si el México indígena fuera un libro, lo sometí a una lectura
tido, el Significado; y, al fi nal, para señalar la fuente de la que intensamente productiva, a un trabajo de recreación crítica…
ha bebido toda esta «familia intelectual», o, al menos, una de Ante la alteridad cultural, ante la diferencia civilizatoria, es
las fuentes mayores, hemos de recordar a Nietzsche. En pala- ése, me parece, el proceder más respetuoso, menos avasalla-
bras de Foucault: dor; una empresa que se sitúa en las antípodas de la práctica
«imperial» del antropólogo, del sociólogo académico, del his-
No hay nada absolutamente primario que interpretar, toriador occidental,…
porque en el fondo ya todo es interpretación, cada signo es Y eso es todo. Desaté la violencia del análisis, interpreté,
en sí mismo no la cosa que se ofrece a la interpretación, recreé, inventé y soñé. El resultado, plegado sobre mi cam-
sino la interpretación de otros signos. En efecto, la inter- paña antipedagógica, es este «motín del discurso». Lo subti-
pretación no aclara una materia que con el fin de ser inter- tulé «Holocausto indígena» porque, como parodia de las an-
pretada se ofrece pasivamente; ella necesita apoderarse, y teriores disquisiciones, nos hallamos ante un lento genocidio
violentamente, de una interpretación que está ya allí, que que no es sueño, no es invento, no es recreación, no es inter-
debe trastocar, revolver y romper a golpes de martillo… pretación, ni siquiera es análisis: es una verdad tan cotidiana
Es también en este sentido en el que Nietzsche dice que como la fuga diaria del sol y tan irrebatible como la huida de-
las palabras fueron siempre inventadas por las clases diri- fi nitiva de Las Luces.
gentes; no indican un significado, «imponen» una inter- Siempre será de noche; y, más allá de un océano dismi-
pretación… No se interpreta en realidad lo que hay en el nuido, que no pudo evitar lo peor, entre disparos y lecciones,
significado, sino que se interpreta «quién» ha propuesto la entre asesinos y profesores, cunde el terror consentido de este
interpretación. El principio de interpretación no es otra Auschwitz contemporáneo; holocausto indígena que avanza
cosa más que el intérprete, y éste es tal vez el sentido que al compás de la bala y la escuela, genocidio de paso corto del
Nietzsche dio a la palabra psicología. que nos sabemos responsables.

En la línea marcada por estos y otros autores, me he


aproximado al zapatismo y a la educación tradicional indí- Pedro García Olivo
gena como el hombre que aspira a levantar una chabola y 27 de mayo de 2008, Aldea Sesga
anda reuniendo materiales, recogiendo chapas, plásticos, ma-
deras,… en los que adivina, desde el principio, una utilidad;
materiales que luego reconvertirá en «elementos» de vivienda.
No sé si me quedará bien plantada o si la derribará el primer
viento, pero pretendo que sea, la mía, una de las innumera- http://www.pedrogarciaolivoliteratura.com/
bles barracas del anticapitalismo. Y hallé, donde el EZLN, C/e.: contactando@pedrogarciaolivoliteratura.com

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