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LA LEYENDA DE MARÍA JOSÉFA

María Josefa era una mujer hermosa, aseguran los


antiguos moradores en las inmediaciones de la
Quebrada de Llanganuco. Incuestionable casta y
piadosa, tenía los rasgos finos y delicados, la edad
joven y la piel aterciopelada. La historia cuenta que,
un buen día, la bella muchacha conoció a un
caballero, apuesto y adinerado, cuyo nombre nadie
parece recordar hoy en día. Este hombre, hacendado
y poderoso, la pretendía y deseaba, pero María Josefa
no respondía a sus maniobras seductoras. Tanta fue la
presión de aquel sujeto, que ella decidió huir.
Entonces emprendió camino por un antiguo sendero
de arrieros que serpenteaba en dirección al Este. Su
propósito era cruzar la maciza y agreste Cordillera
Blanca, hacia el Callejón de los Conchucos, donde
nadie la encontraría, mucho menos aquel personaje
que la perseguía sin descanso.

En un momento en que la muchacha se detuvo a


descansar, al costado del camino, muy cerca de la
Laguna Llanganuco, el hacendado apareció de pronto,
montado sobre un caballo. Se bajó y se acercó a la
muchacha asustada y sorprendida por tan inesperada
e indeseable presencia ofreciéndole riquezas y
posición social a cambio de su amor. Ella se negó una
vez más. El hombre, preso de la ira e impotencia, sacó
una daga y se la clavó violentamente en el corazón. La
joven y bella mujer cayó en un charco de sangre, ante
la atónita mirada del hombre, quien huyó
despavorido sin prestarle ayuda. María Josefa murió
bajo las frías sombras de los Nevados Huascarán y
Huandoy y, según reza la leyenda, está enterrada en
la gruta situada al borde del camino que ahora lleva
su nombre.

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