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Opinión

Vuelta al 36
Juan Carlos Castañeda
Radio Club Tenerife11/10/2022 - 09:10 h CEST

Santa Cruz de Tenerife


No es la primera vez que lo digo,
porque siempre he estado
convencido de que nunca se fueron, y
de que han permanecido a la sombra de la democracia, en algunos casos por
imperativo legal. Pero lo cierto es que, demoscopia aparte, la ultraderecha se ha
venido arriba, se ha quitado la careta y ya no solo tararea el ‘Montañas nevadas’,
sino que en un acto público, según su concepto patriótico, actúa un grupo que se
atreve a cantar "volveremos al 36".

Yo no voy a hacerme el sorprendido, porque siempre he estado convencido de que


el fascismo de este país no estaba muerto, sino en un estado de hibernación del
que ha ido despertando gracias a los errores cometidos por el abuso
de conductas impropias protagonizadas por los perenquenes que, sin
cualificación alguna, han vivido y viven colgados de las paredes y techumbres de
los distintos partidos políticos. La corrupción, el amiguismo y el compadreo han
sido un magnífico caldo de cultivo para la operación retorno de la ultraderecha,
crecida además por el viento a su favor de las dos crisis económicas seguidas que
le han vaciado los bolsillos a la mayoría de la gente.

Pues nada, gracias a unos y a otros, en un escenario con luces psicodélicas, sus
muchachos tienen el desparpajo de cantar “volveremos al 36” y, curiosamente, la
frase escuchada la entonan días después de ser aprobada en el Senado la ley de
memoria democrática. Al paso que vamos, volverá a sonreír la primavera y en las
cunetas se depositarán en un futuro flores en recuerdo de los desaparecidos.

Empiecen a depurar ya a los enemigos de la democracia con la legislación que


sea necesaria si no quieren despertarse un día recias las filas. Por lo menos, me
queda el consuelo de que el monumento de Las Raíces ya no existe, satisfacción
que convive con el desprecio que siento por los políticos que mediante diversos
ardides siguen apostando por el mantenimiento de la simbología franquista.
Seguro que en más de un armario de ciertos demócratas sigue colgada una
camisa azul con el cangrejo en el pecho, que ya se sabe que para algunos la vida
es puro carnaval.

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