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POR FAVOR
Supermercados sin envases plásticos. ¡Genial! Restaurantes que no
generan desperdicios. ¡Guau, qué bien! Si nos atenemos a esas
tendencias, podríamos pensar que vivimos en una sociedad
medioambientalmente muy consciente. Pero no. En los últimos 80
años, la humanidad ha generado más de ocho mil millones de
toneladas de plástico, según reportan investigadores
estadounidenses en la revista "Science Advances". Y cada año se
suman más y más toneladas.
Las montañas de desechos no paran de acumularse, especialmente
en países asiáticos con altas tasas de crecimiento, como Indonesia.
Durante milenios, las personas usaron productos biodegradables para
el empaquetado, como hojas de plátano. Hasta que apareció el
plástico. Y con él, la basura. Apenas existen leyes reguladoras al
respecto, y ni hablar de empresas privadas que se preocupen de
reciclar la basura. A menudo, todo el plástico termina en ríos o
simplemente enterrado.
África da el ejemplo
Gracias a nuevas regulaciones, todo esto debería cambiar. La
Comisión Europea puso en marcha a comienzos de este año una
estrategia que busca reducir la producción de residuos plásticos de
acá a 2030. La ecuación es menos plástico, más reciclaje. Algunos
países africanos ya han ido incluso mucho más lejos, con Ruanda a la
cabeza. Desde 2004, las bolsas de plástico están prohibidas en ese
país. Y quien bote al piso una botella plástica debe pagar una multa.
El estado del centro de África es el más limpio del continente. En
Kenia hay normas incluso más duras. Quien sea atrapado allí con una
bolsa plástica enfrentará multas por hasta 37.000 euros, e incluso en
el peor de los casos podría purgar 4 años de prisión.
Prescindir de lo superfluo
Ahora por fin la Unión Europea se está poniendo al día. Pronto,
ningún supermercado entregará más bolsas plásticas a sus
clientes. Los envases para los cafés para llevar serán abolidos en
la medida de lo posible. ¿Basta con eso para cantar victoria? Sería
prematuro reaccionar así, pues más allá de los pasos adelante que
dé la legislación, el cambio real comienza por la mentalidad de las
personas. Deberíamos partir por renunciar a todo lo superfluo, algo
que sin duda nos beneficiaría a todos.