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Una “afección dolorosa” se produce cuando hay una sobrecarga libidinal (de

energía) en alguna parte del cuerpo, cuando un órgano es el representante de


una idea reprimida o, sencillamente, cuando hay una satisfacción aún no
cumplida.

El dolor puede experimentar una disminución por una sustancia tóxica


(química), lo cual permite evitarlo o disminuirlo, pero no interviene sobre su
causa ni permite alcanzar un goce como tal.

Lo que mueve al ser humano a actuar, es la búsqueda de la felicidad con el fin de


evadir el dolor, así como experimentar sensaciones placenteras.

Los individuos en la búsqueda incesante de la felicidad, tienen dos fines posibles:


el negativo, que consiste en evitar el dolor y el positivo cuyo fin son las
sensaciones placenteras.

El servicio que el alcohol rinde al individuo es el de transformar su estado de


ánimo. El buen humor surgido tóxicamente, debilita las fuerzas coercitivas y hace
accesibles las fuentes de placer. Bajo la influencia del alcohol el adulto se
convierte en niño, al que proporciona placer la libre disposición del curso de sus
pensamientos sin observación de la coerción lógica.

La toxicomanía representa un escape en falso de los callejones sin salida, tanto


del deseo como de las satisfacciones humanas. Es una salida ilusoria que le
promete al sujeto hacer soportable la realidad.

Gutiérrez-Peláez, M., Blanco-González, L., y Márquez, C. (2018). Aportes de la teoría psicoanalítica


para la comprensión de las adicciones.

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