Está en la página 1de 6

ALGUNOS VISTAZOS AL MÉTODO FILOSÓFICO

Por Nicolás Zúñiga.

Resumen: Se revisa a grandes rasgos el desarrollo histórico del método filosófico,


su origen, necesidad y algunos ejemplos relevantes para comprobar que
efectivamente la historia de la historia filosófica efectivamente utiliza de un método
para poder desenvolverse. Posteriormente se establece una comparación entre la
filosofía y otras artes que también requieren de técnicas y métodos apropiados, por
lo que el uso de un método se contempla aquí como una imperiosa necesidad para
la consecución de un objetivo. Finalmente se centra la atención en el método
filosófico y sus usos en la actualidad en cuanto aún ahora es posible ver cómo la
filosofía sigue utilizando métodos probados ya en la antigüedad a la vez que se
mencionan algunos métodos académicos particulares que contemporáneamente el
filósofo dedicado a la investigación y la enseñanza debe utilizar, para concluir con
la importancia que tiene el uso y aprendizaje de estos métodos para el estudiante
que desea aventurarse en estos ámbitos del saber.
Palabras clave: método, filosofía, aprendizaje, enseñanza, estudios.

Abstract: The historical development of the philosophical method, its origin,


necessity and some relevant examples are reviewed broadly to verify that indeed
the history of philosophical history actually uses a method to be able to unfold.
Subsequently, a comparison is established between philosophy and other arts that
also require appropriate techniques and methods, so the use of a method is seen
here as an imperative need to achieve a goal. Finally, attention is focused on the
philosophical method and its uses today, as even now it is possible to see how
philosophy continues to use proven methods already in antiquity while mentioning
some particular academic methods that the philosopher dedicated to the Research
and teaching should be used, to conclude with the importance of the use and
learning of these methods for the student who wishes to venture into these areas of
knowledge.

Keywords: method, philosophy, learning, teaching, studies.


PRELIMINARES

En los albores de la historia, cuando el hombre comienza a cuestionarse


sobre los primeros principios de la realidad que se manifiesta ante sus ojos, surge
la necesidad de un método, un camino que le lleve a las respuestas más adecuadas
y convincentes. Este método toma diversas formas, desde las primeras
cosmovisiones propias del pensamiento mágico-religioso, pasando por el
acercamiento filosófico-racional, hasta llegar a los fundamentos más certeros del
método científico.
El mito, por más que desde una perspectiva contemporánea pueda estar
marcado por una irracionalidad supersticiosa sin fundamentos, poseía ya un
carácter metódico por cuanto sus relatos demuestran cierta coherencia interna, en
que los distintos poderes de la naturaleza se representan personificados y
asociados por relaciones familiares, sociales e incluso por ciertas enemistades, que
son conexiones más sencillas de entender para el hombre primitivo que mediante
el simbolismo mítico-poético expresa su propia comprensión de la realidad.
Sin embargo, cuando ya la civilización toma distancia de aquella
dependencia intrínseca del medio natural -propio de la vida nómada y rural- es
posible el surgimiento de otros sistemas de comprensión tal vez no tan sumisos ante
una naturaleza tremenda, poderosa, a la vez hostil y “maternal”. Es aquí cuando en
las sociedades occidentales ocurre una escisión entre el paradigma religioso y el
más propiamente filosófico.

PRIMEROS ACERCAMIENTOS AL MÉTODO FILOSÓFICO

Los primeros filósofos griegos, ya desde los inicios de su labor, se


aventuraron a la búsqueda del arjé, el primer principio de la realidad, en cuanto es
en ese punto donde debían fundamentar el discurrir de sus propias doctrinas
cosmológicas. Lamentablemente, los testimonios escritos que poseemos de esa
época no son más que ciertos textos fragmentarios donde no se puede vislumbrar
del todo el método racional que segura y necesariamente les sustentaba. Sin
embargo, las conexiones que se pueden establecer entre sus fragmentos y el modo
más racional del proceder de sus pensamientos son más que evidentes, en cuanto
se alejan notablemente de la interpretación literal y supersticiosa del mito,
ofreciendo un acercamiento más simbólico y aceptable para el pensamiento
racional. Ellos aún siguen ofreciendo sus visiones bajo la sombra del estilo poético-
mítico, usan metáforas, comparaciones y otros estilos escriturísticos a fines, pero
no ya un relato legendario que imponía una visión fabulosa de lo real ni menos una
práctica ceremonial o religiosa para honrar a los poderes naturales, sino sobre todo,
ofrecen una mirada racional del mundo, en que ya no hay lugar para la leyenda.
La búsqueda de la verdad y la pureza de tal intención interesó notablemente
a Sócrates, quien formula su método dialógico o mayéutico para “dar a luz” la
verdad. En los textos de su discípulo Platón, le vemos agobiando a sus
interlocutores con cuestionamientos hasta tal punto que estos se rinden ante las
verdades descubiertas. Este método centrado en el diálogo será el que perdure
posteriormente sobre todo en la enseñanza filosófica (por ejemplos en las
disputatios escolásticas medievales) y que contribuirá a la revisión subsiguiente de
las mismas doctrinas filosóficas que siguieron perfeccionando sus fundamentos.
Tanto en Platón y Aristóteles podemos ver un desarrollo metodológico
similar. En Platón tenemos principalmente diálogos en que su Maestro Sócrates
interactúa con otros personajes en agudos diálogos que cuestionan las diversas
doctrinas existentes en su época y que presentan el pensamiento platónico de modo
lógico, totalmente racional, donde los mitos no son más que metáforas pedagógicas.
Aristóteles, por su parte, acostumbra revisar en sus textos las posturas filosóficas
de sus predecesores para revisarlas, y asumirlas o corregirlas, creando de este
modo un diálogo interno que le conduce a una apreciación más exacta de la Verdad.
Es importante destacar que el Estagirita resalta por su presentación minuciosa de
la lógica, cuyos principios aún se siguen enseñando en cualquier estudio filosófico
que se jacte de cimentarse en fundamentos académicos.
En desarrollos posteriores es notable la importancia del método filosófico,
como ya se mencionaba anteriormente, tenemos el ejemplo importante de la
escolástica medieval donde destaca el angélico Tomás de Aquino, quien en sus
tratados expone ordenadamente su doctrina mediante cuestiones, las opiniones a
favor o en contra y sus correspondientes respuestas. Su teología se caracteriza por
esa curiosa racionalidad que le otorga a la verdad revelada y que fue capaz de
construir un cuerpo de conocimientos a la vez variado y coherente. Los modernos
también gozan de esta característica, Descartes y Kant nos legaron sus propios
métodos de acceso al conocimiento con matices particulares siempre racionales,
donde se destaca el esfuerzo honesto por dilucidar aquella verdad que
profundamente les inquietaba.
De esta manera podemos ya vislumbrar la importancia de seguir un método
adecuado en nuestras búsquedas de conocimiento, de verdad y de sentido.

MÉTODO Y ARTES

El concepto “método” nos habla de un proceso, un procedimiento que permite


conseguir un objetivo de manera ordenada, estructurada. Su importancia radica en
que sin un método apropiado no se posible asegurar el obtener aquello que se
desea o busca. Aunque es posible que sin un método sea posible conseguir ciertos
resultados, usualmente éstos están marcados por el azar, por factores que no se
habían considerado previamente y que por lo mismo están fuera del alcance
propuesto inicialmente por aquel que hizo tal intento. En cambio, con un método
apropiado todos esos factores son previstos de antemano y se puede asegurar la
eficacia de su desarrollo.
Un ejemplo concreto es cuando se sigue una receta particular en la cocina,
en que los ingredientes, tiempos y temperaturas se establecen en base a
experiencias anteriores y se asegura un resultado apropiado. Por más que el “arte”
de cocinar también involucre la intuición y ciertos añadidos personales de cada
cocinero en particular, éstos añadidos son anteriormente contemplados por las
mismas artes culinarias que permiten dar paso a la creatividad y, sobre todo, a la
experimentación, asegurando así el desarrollo y avance de estas artes.
El arte, con toda su libertad y fuerza creativa también necesita de un método
para poder desarrollar su grandeza, es imposible que el artista pueda plasmar sus
afectos sin conocer los procedimientos propios de su arte, la variedad de estilos y
el mismo uso de instrumentos materiales. Esto incumbe al pintor, que conoce las
diversas técnicas para dibujar, colorear y combinar impresiones, al escultor y sus
materiales, e incluso en aquellas artes más sutiles como la lírica y la música, en que
el entrenamiento previo es fundamental y necesariamente requiere de un carácter
tenaz tanto para su aprendizaje como para su ejercicio.
Pero ¿qué sucede con las artes más intelectuales como la filosofía que ahora
tratamos? Pues como hemos visto ya, el filósofo que también se precia de artista
debe aprender el uso de su principal instrumento, que es el raciocinio, esa facultad
que le permite conocer el mundo y establecer las relaciones mentales necesarias
para crear y construir su propia perspectiva de las cosas. Así se ha visto más arriba,
donde cada maestro ha sido capaz de establecer su propio método filosófico por el
cual ha creado su particular cuerpo doctrinal.
Es en este punto donde necesariamente debemos referirnos a la formación
intelectual de la persona, por más que ciertas personalidades han sido capaces de
hacer filosofía sin necesidad de una formación específicamente filosófica (pero sí,
histórica, religiosa, política, cultural), la gran mayoría de ellos asistió a escuelas
donde se transmitían estos conocimientos, o al menos se pusieron bajo la tutela de
un maestro. Y es que, por más que la facultad intelectiva forme parte de la misma
naturaleza humana, ésta no es capaz de ser llevada hasta sus últimas
consecuencias teoréticas sin el necesario entrenamiento ni sin el apoyo de maestros
que ya hayan transitado por estos senderos. Estos maestros entregarán a sus
pupilos las herramientas y técnicas fundamentales de las artes filosóficas
principalmente mediante un proceso comunicativo que incluye cátedras, diálogos,
discusiones y revisión de textos. Esto, como hemos visto ya, ha formado parte de
las escuelas filosóficas ya desde la más remota antigüedad y, como es evidente, ha
dado excelentes resultados, por lo que se ve que es un método probado y necesario.

METODOLOGÍA: APRENDIZAJE Y ENSEÑANZA.

Es de notar que la filosofía es propiamente comunicación, se aprende y se


enseña mediante el uso del lenguaje, y en el mismo proceso investigativo vemos
cómo es este lenguaje la principal herramienta filosófica. El estudiante de filosofía
entra en comunicación con sus maestros, con sus predecesores e incluso consigo
mismo, para conseguir mediante este proceso comunicativo los resultados
intelectuales que busca, principalmente el conocimiento de la Verdad. El filósofo
que ya experimentó esta formación inicial continúa participando de este proceso
comunicativo sea mediante la enseñanza o mediante la reflexión, con la cual sigue
comunicándose consigo mismo, sus aprendizajes previos y la misma historia
filosófica que, quiéralo o no, también forma parte ya se su propia reflexión filosófica
en cuanto es gracias a esa historia previa que él se puede preciar ahora de filósofo.
Actualmente son varias las herramientas que el estudiante y/o filósofo posee
para la realización de su arte. Académicamente las técnicas más usadas para la
enseñanza filosófica son la cátedra y la revisión de textos, donde necesariamente
se deja espacio también para el diálogo y la discusión. Por lo visto, este método de
aprendizaje que ya se usaba en las escuelas filosóficas de la antigüedad ha
demostrado históricamente su eficacia y, por lo mismo, permanece aún vigente.
Sin embargo, en lo que se refiere a la investigación filosófica ya la transmisión
de los conocimientos académicos se utilizan otras herramientas más complejas para
las que se requiere una formación específica y práctica, tales como la recensión, el
paper o artículo, el ensayo, la tesis académica o el libro propiamente tal. Para la
elaboración de estos instrumentos se necesita de una estructura ordenada que
permita al filósofo expresar sus pensamientos con claridad, pero sobre todo con
formalidad, por cuanto el uso técnico de estos aparatos permite a la comunidad
filosófica intercambiar información, estudios, etc. mediante un lenguaje académico
común.
La vida y desempeño del filósofo contemporáneo dedicado a la academia
está formulada de esta manera, constantemente estará revisado textos con los que
establecerá diálogos y discusiones, plasmará su propio pensamiento en escritos y
los estructurará de manera clara, comprensible y ordenada. El uso de estas
herramientas le ayudará a entrar en relación con otros académicos mediante
publicaciones y congresos, los usará para la enseñanza y, en definitiva, edificará su
propio cuerpo doctrinal, su propia cosmovisión de la realidad con el soporte de estas
estructuras académicas.
De ahí la importancia para los estudiantes de filosofía de aprehender desde
los inicios de sus estudios el uso de estas herramientas académicas, en cuanto le
acompañarán durante su vida profesional y le permitirán ordenar sus pensamientos
y reflexiones, además de fortalecer aquella facultad intelectual tan necesaria para
conocer la verdad y expresar sus propios planteamientos. De la disciplina personal
que el alumno manifieste en su propio aprendizaje dependerá evidentemente la
maestría con que se desenvolverá posteriormente durante su vida profesional y la
experticia con que ejercerá este precioso arte de la filosofía.

BIBLIOGRAFÍA

Definición de “método” en:


https://dle.rae.es/m%C3%A9todo (consultado el 14-08-2020).

Fuica F. El problema del método en la filosofía en:


https://educa.uct.cl/mod/resource/view.php?id=86085 (consultado el 14-08-2020).

Nubiola J. (2010). El taller de la filosofía 5ta ed. Pamplona. Eunsa.

Marías J. (1980). Historia de la filosofía 32ª edición. Madrid. Ed. Revista de


occidente.

También podría gustarte