Resumen: Se revisa a grandes rasgos el desarrollo histórico del método filosófico,
su origen, necesidad y algunos ejemplos relevantes para comprobar que efectivamente la historia de la historia filosófica efectivamente utiliza de un método para poder desenvolverse. Posteriormente se establece una comparación entre la filosofía y otras artes que también requieren de técnicas y métodos apropiados, por lo que el uso de un método se contempla aquí como una imperiosa necesidad para la consecución de un objetivo. Finalmente se centra la atención en el método filosófico y sus usos en la actualidad en cuanto aún ahora es posible ver cómo la filosofía sigue utilizando métodos probados ya en la antigüedad a la vez que se mencionan algunos métodos académicos particulares que contemporáneamente el filósofo dedicado a la investigación y la enseñanza debe utilizar, para concluir con la importancia que tiene el uso y aprendizaje de estos métodos para el estudiante que desea aventurarse en estos ámbitos del saber. Palabras clave: método, filosofía, aprendizaje, enseñanza, estudios.
Abstract: The historical development of the philosophical method, its origin,
necessity and some relevant examples are reviewed broadly to verify that indeed the history of philosophical history actually uses a method to be able to unfold. Subsequently, a comparison is established between philosophy and other arts that also require appropriate techniques and methods, so the use of a method is seen here as an imperative need to achieve a goal. Finally, attention is focused on the philosophical method and its uses today, as even now it is possible to see how philosophy continues to use proven methods already in antiquity while mentioning some particular academic methods that the philosopher dedicated to the Research and teaching should be used, to conclude with the importance of the use and learning of these methods for the student who wishes to venture into these areas of knowledge.
En los albores de la historia, cuando el hombre comienza a cuestionarse
sobre los primeros principios de la realidad que se manifiesta ante sus ojos, surge la necesidad de un método, un camino que le lleve a las respuestas más adecuadas y convincentes. Este método toma diversas formas, desde las primeras cosmovisiones propias del pensamiento mágico-religioso, pasando por el acercamiento filosófico-racional, hasta llegar a los fundamentos más certeros del método científico. El mito, por más que desde una perspectiva contemporánea pueda estar marcado por una irracionalidad supersticiosa sin fundamentos, poseía ya un carácter metódico por cuanto sus relatos demuestran cierta coherencia interna, en que los distintos poderes de la naturaleza se representan personificados y asociados por relaciones familiares, sociales e incluso por ciertas enemistades, que son conexiones más sencillas de entender para el hombre primitivo que mediante el simbolismo mítico-poético expresa su propia comprensión de la realidad. Sin embargo, cuando ya la civilización toma distancia de aquella dependencia intrínseca del medio natural -propio de la vida nómada y rural- es posible el surgimiento de otros sistemas de comprensión tal vez no tan sumisos ante una naturaleza tremenda, poderosa, a la vez hostil y “maternal”. Es aquí cuando en las sociedades occidentales ocurre una escisión entre el paradigma religioso y el más propiamente filosófico.
PRIMEROS ACERCAMIENTOS AL MÉTODO FILOSÓFICO
Los primeros filósofos griegos, ya desde los inicios de su labor, se
aventuraron a la búsqueda del arjé, el primer principio de la realidad, en cuanto es en ese punto donde debían fundamentar el discurrir de sus propias doctrinas cosmológicas. Lamentablemente, los testimonios escritos que poseemos de esa época no son más que ciertos textos fragmentarios donde no se puede vislumbrar del todo el método racional que segura y necesariamente les sustentaba. Sin embargo, las conexiones que se pueden establecer entre sus fragmentos y el modo más racional del proceder de sus pensamientos son más que evidentes, en cuanto se alejan notablemente de la interpretación literal y supersticiosa del mito, ofreciendo un acercamiento más simbólico y aceptable para el pensamiento racional. Ellos aún siguen ofreciendo sus visiones bajo la sombra del estilo poético- mítico, usan metáforas, comparaciones y otros estilos escriturísticos a fines, pero no ya un relato legendario que imponía una visión fabulosa de lo real ni menos una práctica ceremonial o religiosa para honrar a los poderes naturales, sino sobre todo, ofrecen una mirada racional del mundo, en que ya no hay lugar para la leyenda. La búsqueda de la verdad y la pureza de tal intención interesó notablemente a Sócrates, quien formula su método dialógico o mayéutico para “dar a luz” la verdad. En los textos de su discípulo Platón, le vemos agobiando a sus interlocutores con cuestionamientos hasta tal punto que estos se rinden ante las verdades descubiertas. Este método centrado en el diálogo será el que perdure posteriormente sobre todo en la enseñanza filosófica (por ejemplos en las disputatios escolásticas medievales) y que contribuirá a la revisión subsiguiente de las mismas doctrinas filosóficas que siguieron perfeccionando sus fundamentos. Tanto en Platón y Aristóteles podemos ver un desarrollo metodológico similar. En Platón tenemos principalmente diálogos en que su Maestro Sócrates interactúa con otros personajes en agudos diálogos que cuestionan las diversas doctrinas existentes en su época y que presentan el pensamiento platónico de modo lógico, totalmente racional, donde los mitos no son más que metáforas pedagógicas. Aristóteles, por su parte, acostumbra revisar en sus textos las posturas filosóficas de sus predecesores para revisarlas, y asumirlas o corregirlas, creando de este modo un diálogo interno que le conduce a una apreciación más exacta de la Verdad. Es importante destacar que el Estagirita resalta por su presentación minuciosa de la lógica, cuyos principios aún se siguen enseñando en cualquier estudio filosófico que se jacte de cimentarse en fundamentos académicos. En desarrollos posteriores es notable la importancia del método filosófico, como ya se mencionaba anteriormente, tenemos el ejemplo importante de la escolástica medieval donde destaca el angélico Tomás de Aquino, quien en sus tratados expone ordenadamente su doctrina mediante cuestiones, las opiniones a favor o en contra y sus correspondientes respuestas. Su teología se caracteriza por esa curiosa racionalidad que le otorga a la verdad revelada y que fue capaz de construir un cuerpo de conocimientos a la vez variado y coherente. Los modernos también gozan de esta característica, Descartes y Kant nos legaron sus propios métodos de acceso al conocimiento con matices particulares siempre racionales, donde se destaca el esfuerzo honesto por dilucidar aquella verdad que profundamente les inquietaba. De esta manera podemos ya vislumbrar la importancia de seguir un método adecuado en nuestras búsquedas de conocimiento, de verdad y de sentido.
MÉTODO Y ARTES
El concepto “método” nos habla de un proceso, un procedimiento que permite
conseguir un objetivo de manera ordenada, estructurada. Su importancia radica en que sin un método apropiado no se posible asegurar el obtener aquello que se desea o busca. Aunque es posible que sin un método sea posible conseguir ciertos resultados, usualmente éstos están marcados por el azar, por factores que no se habían considerado previamente y que por lo mismo están fuera del alcance propuesto inicialmente por aquel que hizo tal intento. En cambio, con un método apropiado todos esos factores son previstos de antemano y se puede asegurar la eficacia de su desarrollo. Un ejemplo concreto es cuando se sigue una receta particular en la cocina, en que los ingredientes, tiempos y temperaturas se establecen en base a experiencias anteriores y se asegura un resultado apropiado. Por más que el “arte” de cocinar también involucre la intuición y ciertos añadidos personales de cada cocinero en particular, éstos añadidos son anteriormente contemplados por las mismas artes culinarias que permiten dar paso a la creatividad y, sobre todo, a la experimentación, asegurando así el desarrollo y avance de estas artes. El arte, con toda su libertad y fuerza creativa también necesita de un método para poder desarrollar su grandeza, es imposible que el artista pueda plasmar sus afectos sin conocer los procedimientos propios de su arte, la variedad de estilos y el mismo uso de instrumentos materiales. Esto incumbe al pintor, que conoce las diversas técnicas para dibujar, colorear y combinar impresiones, al escultor y sus materiales, e incluso en aquellas artes más sutiles como la lírica y la música, en que el entrenamiento previo es fundamental y necesariamente requiere de un carácter tenaz tanto para su aprendizaje como para su ejercicio. Pero ¿qué sucede con las artes más intelectuales como la filosofía que ahora tratamos? Pues como hemos visto ya, el filósofo que también se precia de artista debe aprender el uso de su principal instrumento, que es el raciocinio, esa facultad que le permite conocer el mundo y establecer las relaciones mentales necesarias para crear y construir su propia perspectiva de las cosas. Así se ha visto más arriba, donde cada maestro ha sido capaz de establecer su propio método filosófico por el cual ha creado su particular cuerpo doctrinal. Es en este punto donde necesariamente debemos referirnos a la formación intelectual de la persona, por más que ciertas personalidades han sido capaces de hacer filosofía sin necesidad de una formación específicamente filosófica (pero sí, histórica, religiosa, política, cultural), la gran mayoría de ellos asistió a escuelas donde se transmitían estos conocimientos, o al menos se pusieron bajo la tutela de un maestro. Y es que, por más que la facultad intelectiva forme parte de la misma naturaleza humana, ésta no es capaz de ser llevada hasta sus últimas consecuencias teoréticas sin el necesario entrenamiento ni sin el apoyo de maestros que ya hayan transitado por estos senderos. Estos maestros entregarán a sus pupilos las herramientas y técnicas fundamentales de las artes filosóficas principalmente mediante un proceso comunicativo que incluye cátedras, diálogos, discusiones y revisión de textos. Esto, como hemos visto ya, ha formado parte de las escuelas filosóficas ya desde la más remota antigüedad y, como es evidente, ha dado excelentes resultados, por lo que se ve que es un método probado y necesario.
METODOLOGÍA: APRENDIZAJE Y ENSEÑANZA.
Es de notar que la filosofía es propiamente comunicación, se aprende y se
enseña mediante el uso del lenguaje, y en el mismo proceso investigativo vemos cómo es este lenguaje la principal herramienta filosófica. El estudiante de filosofía entra en comunicación con sus maestros, con sus predecesores e incluso consigo mismo, para conseguir mediante este proceso comunicativo los resultados intelectuales que busca, principalmente el conocimiento de la Verdad. El filósofo que ya experimentó esta formación inicial continúa participando de este proceso comunicativo sea mediante la enseñanza o mediante la reflexión, con la cual sigue comunicándose consigo mismo, sus aprendizajes previos y la misma historia filosófica que, quiéralo o no, también forma parte ya se su propia reflexión filosófica en cuanto es gracias a esa historia previa que él se puede preciar ahora de filósofo. Actualmente son varias las herramientas que el estudiante y/o filósofo posee para la realización de su arte. Académicamente las técnicas más usadas para la enseñanza filosófica son la cátedra y la revisión de textos, donde necesariamente se deja espacio también para el diálogo y la discusión. Por lo visto, este método de aprendizaje que ya se usaba en las escuelas filosóficas de la antigüedad ha demostrado históricamente su eficacia y, por lo mismo, permanece aún vigente. Sin embargo, en lo que se refiere a la investigación filosófica ya la transmisión de los conocimientos académicos se utilizan otras herramientas más complejas para las que se requiere una formación específica y práctica, tales como la recensión, el paper o artículo, el ensayo, la tesis académica o el libro propiamente tal. Para la elaboración de estos instrumentos se necesita de una estructura ordenada que permita al filósofo expresar sus pensamientos con claridad, pero sobre todo con formalidad, por cuanto el uso técnico de estos aparatos permite a la comunidad filosófica intercambiar información, estudios, etc. mediante un lenguaje académico común. La vida y desempeño del filósofo contemporáneo dedicado a la academia está formulada de esta manera, constantemente estará revisado textos con los que establecerá diálogos y discusiones, plasmará su propio pensamiento en escritos y los estructurará de manera clara, comprensible y ordenada. El uso de estas herramientas le ayudará a entrar en relación con otros académicos mediante publicaciones y congresos, los usará para la enseñanza y, en definitiva, edificará su propio cuerpo doctrinal, su propia cosmovisión de la realidad con el soporte de estas estructuras académicas. De ahí la importancia para los estudiantes de filosofía de aprehender desde los inicios de sus estudios el uso de estas herramientas académicas, en cuanto le acompañarán durante su vida profesional y le permitirán ordenar sus pensamientos y reflexiones, además de fortalecer aquella facultad intelectual tan necesaria para conocer la verdad y expresar sus propios planteamientos. De la disciplina personal que el alumno manifieste en su propio aprendizaje dependerá evidentemente la maestría con que se desenvolverá posteriormente durante su vida profesional y la experticia con que ejercerá este precioso arte de la filosofía.
BIBLIOGRAFÍA
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