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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE AGUASCALIENTES

Verónica María Marín Cienfuegos

CUANDO PIENSO EN PERSONAS QUE BUSCAN, PIENSO EN MUJERES.

Introducción

El presente ensayo tiene como tema las desapariciones forzadas y su relación con las
mujeres en tanto buscadoras, como una forma de responsabilidad social dado el papel que
se les ha sido asignado de madres, cumpliendo roles de crianza, protección y cuidado.

El problema.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió en 2009 dos sentencias históricas


contra el Estado mexicano: la desaparición forzada del líder Rosendo Radilla Pacheco
durante la llamada “Guerra Sucia”, y por diligencia en las investigaciones relacionadas con
desapariciones, tortura y asesinato de tres mujeres menores de edad en Ciudad Juárez, a
pesar de ello, el problema sigue avanzando y parece no tener fin. La violencia ha ido en
aumento desde el sexenio del expresidente Felipe Calderón (2006-2012) cuando en 2006
declaró la Guerra contra las drogas como una política de seguridad nacional (Estévez,
2012).

Según Huhle, (2019) el artículo 24.3 establece que cada Estado adoptará todas las medidas
para la búsqueda, localización y liberación de las personas desaparecidas y, en caso de
fallecimiento, para la búsqueda, el respeto y la restitución de sus restos y el daño, así
también los artículos 18.2 7 24.7 destacan que los familiares u otras personas que buscan a
los desaparecidos deben tener garantías que protejan estas actividades. Aun cuando en
México ya existen leyes que tipifican estos delitos y leyes que prometen cuidar los derechos
de víctimas que buscan la verdad, la justicia y la reparación del daño, la impunidad impide
que dichas leyes se cumplan cayendo en una violación de sus derechos. A pesar de estas
dificultades, familiares de personas desaparecidas realizan acciones políticas individuales y
colectivas para reivindicar a las víctimas.

[P]orque todas las desapariciones forzadas cometidas por el Estado mexicano en la


mal llamada “guerra sucia” – de hecho, represión brutal de los rebeldes de los 70s y
80s – se quedan en impunidad, y los desaparecidos de este periodo de persecución
política siguen sin ser hallados. A pesar de la sentencia de la Corte Interamericana
en el caso de Rosendo Radilla. A pesar de los tímidos esfuerzos de esclarecer la
verdad, luego de la primera alternancia a nivel federal en 2000. A pesar de que
muchas veces se sabe quiénes son los perpetradores – principalmente integrantes de
las fuerzas armadas, gente que goza de un nivel de impunidad aún más elevado que
otros servidores públicos en México. El crimen es continuo y no prescribe. (Huhle,
2019, p .15)

La situación actual en México, según la CNDH (2019) es preocupante, en términos


estadísticos, la desaparición en los últimos 12 años, en el contexto de la mal llamada guerra,
“contra el narco”, superan las históricas cifras de desapariciones forzadas por motivos de
represión política.

“Las estadísticas oficiales nos hablan de más que 40 mil casos, pero probablemente
hay muchísimos más, no denunciados, no registrados, no investigados. Pero la
autoría de estos hechos sigue siendo, en la gran mayoría de los casos, desconocida.
En el México de hoy, no sólo se quedan sin rostros los propios desaparecidos, cuyos
rostros nos intentan recordar las familias con sus fotografías, sino también los
perpetradores. ¿Crimen organizado? ¿Corporaciones municipales, estatales,
federales? ¿Unos coludidos con otros? Hay de todo. P.15

El problema ha ido escalando de una manera significativa, lo que ha llevado a la población


a organizarse para realizar búsquedas de manera independiente o dentro de colectivos.

Los primeros en padecer y describir los diferentes modos en la práctica de la


desaparición forzada, fueron los familiares. Y fueron las familias quienes
comenzaron a invertir la lógica represiva de las desapariciones. Cuando los
perpetradores les decían que sus desparecidos estaban muertos, que dejaran de
buscar, las madres respondieron con vehemencia: “¡Vivos se los llevaron, vivos los
queremos!” Y cuando les han dicho que no tiene sentido buscar más, que mejor
olviden, la respuesta ha sido: “Si estás en nuestra memoria, no estás muerto.”
(Huhle, 2019, p. 10)
Cuando una persona desaparece es común que la búsqueda la haga la familia y que ésta
inicie desde las primeras horas a pesar de que legalmente se da por desaparecida a una
persona luego de las 72 horas, es común también que las búsquedas no paren aún cuando el
Estado les pide dar por muertos a las víctimas.

El rol social de la mujer

El planteamiento de este ensayo tiene su origen en una inquietud personal a propósito de la


observación y concientización de las mujeres como buscadoras de desaparecidos. En
acuerdo con Bartra (2012) diremos que no existe la observación neutra, ya que al observar
están implicadas las emociones, los gustos, talentos, ideología, preparación, además,
retomamos que cuando se realiza una investigación feminista, necesariamente se tiene
interés por saber qué papel juega la mujer en determinados procesos. A continuación, para
comenzar a abordar el tema que nos atañe, escribo en primera persona tomando en cuenta
que:

Para cierto Punto de vista feminista lo objetivo no está divorciado de lo subjetivo y


lo personal; el discurso puede ser claro, sencillo, directo, personal y objetivo al
mismo tiempo; a menudo se escribe en primera persona y la seriedad no implica que
no se pueda escribir en un lenguaje metafórico. (Bartra, 2012, p. 72)

Desde hace algunos años atrás he estado siguiendo de cerca al Observatorio de Violencia
Social y de Género (OVSG) del estado de Aguascalientes, participando en algunas de sus
actividades y documentando otras, al mismo tiempo acompañado algunos procesos de
búsqueda con el Colectivo Buscando Personas Verdad y Justicia que es un colectivo mixto
pero integrado en su mayor parte por mujeres, en específico, madres de víctimas de
desaparición forzada.

Si bien este escrito no es histórico, sí pretende dar cuenta del momento que estamos
viviendo en donde las mujeres jugamos un papel importante ante uno de los problemas
sociales más importantes que ha vivido nuestro país, Scott (2008) dice que en la historia de
las mujeres existen temas diversos, estudios de caso y múltiples interpretaciones, y es éste
un tema y una interpretación que considero puede ser interesante en tanto que da cuenta de
una situación que ocurre en Aguascalientes, en México y en otros países principalmente
latinoamericanos.

Durante el mes de noviembre del 2018 asistí al Primer Encuentro Nacional de


Buscadoras, para la articulación de mujeres que buscan, llevado a cabo por el OVSG en el
que participaron colectivas como Voces Unidas Sinaloa, Familiares Caminando por Justicia
Michoacán entre otros y mujeres como Miriam Pascual Jiménez y Karina Patricia Vergara
Sánchez. En ese encuentro uno de los temas más recurrentes fueron los errores y omisiones
por parte del Estado en la búsqueda de verdad y justicia, motivos que las orillaron a
organizarse y a aprender por ellas mismas cosas que les ayudaran a la búsqueda al tiempo
que obtenían herramientas para defender sus derechos como víctimas. Circunstancia que se
repetía en cada uno de los colectivos y casos particulares. Huhle describe las situaciones
generalizadas que se viven en México al respecto:

México fue uno de los países donde hubo relatos terribles sobre todos los aspectos
de la búsqueda: graves deficiencias en los métodos y técnicas aplicadas para buscar,
protocolos y rutinas inadecuadas, falta de coordinación entre las entidades
concernidas, y ausencia de una estrategia coherente. Pero tal vez más grave aún:
la falta de respeto a las angustias y necesidades de las víctimas que muchas veces
son tratadas como petulantes y molestosas, reciben tratos desdeñosos cuando no
hostiles, y cuyos derechos a la información y participación son desconocidos y
negados. Los conocimientos y experiencias de las víctimas y sus organizaciones,
que no pocas veces superan aquellos de las autoridades, fueron descartados o
descalificados (Huhle, 2019, p.11)

Otro tema central fue las mujeres como buscadoras, y la recurrencia en que somos nosotras
las que asumimos ese papel si algún familiar desaparece. Desde entonces me he preguntado
¿por qué son las madres, hermanas, hijas, las que buscan?

Witting (2006) nos dice que no existe un sexo a priori, que existe un sexo que es
oprimido y otro que oprime, es de esa opresión de donde nace el sexo, no del sexo de donde
nace la opresión.
Porque no hay ningún sexo. Sólo hay un sexo que es oprimido y otro que oprime. Es
la opresión la que crea el sexo, y no al revés. Lo contrario vendría a decir que es el
sexo lo que crea la opresión, o decir que la causa (el origen) de la opresión debe
encontrarse en el sexo mismo, en una división natural de los sexos que preexistiría a
(o que existiría fuera de) la sociedad. (Witting, 2006, p. 21)

En este caso diremos que las oprimidas somos las mujeres, y que esa opresión nos asigna
un lugar en el mundo que al mismo tiempo nos designa actividades, compromisos y
objetivos específicos como la crianza, protección y el cuidado, que por acuerdo social nos
corresponden a nosotras y no a los hombres. Sin embargo, dichos acuerdos y dicho orden
son considerados como dados en la naturaleza.

La continua presencia de los sexos y la de los esclavos y los amos provienen de la


misma creencia. Como no existen esclavos sin amos, no existen mujeres sin
hombres. La ideología de la diferencia sexual opera en nuestra cultura como una
censura, en la medida en que oculta la oposición que existe en el plano social entre
los hombres y las mujeres poniendo a la naturaleza como su causa. (Witting, 2006,
p. 21)

La maternidad y la búsqueda.

Naturalmente se piensa cuando una persona desaparece, si tiene una madre que se
encuentre viva, que es ella la debe encabezar su búsqueda, la dominación dice Wittin
(2006), nos envuelve en una red de aprioris que cubre todos nuestros actos, pensamientos y
gestos. Sin embargo, nos dice la autora que la dominación, al igual que el sexo, no es una
categoría natural sino social, esto significa que, en el caso de las desapariciones forzadas
correspondería a cualquier familiar la búsqueda, aun así, culturalmente las búsquedas de
personas víctimas de desaparición forzada están ligadas a las mujeres.

Esto tiene que ver quizá con pensar a las mujeres en su papel de madres, en esta
construcción que obliga a las mujeres a la reproducción. Incluso si la madre muere en la
búsqueda, es común que las hijas deban continuarla, mientras que a los hombres se les libra
de esa tarea. Igualmente diría Witting (2006) que la reproducción como obligación a pesar
de parecer natural, es también social.
[…]Este argumento no es más que la justificación teórica e ideológica de la
opresión, un argumento para hacer creer a las mujeres que antes de que hubiera
sociedad y en todas las sociedades están sometidas a esta obligación de la
reproducción. (Witting, 2006, p. 26)

Las mujeres cargan con el peso de la maternidad y se sienten con esta responsabilidad
durante la búsqueda, responsabilidad que les es dada por una construcción social. Para
hablar del siguiente casi en particular quisiera citar ampliamente a las Madres de la Plaza
de Mayo (MPM):

Nosotras ya no somos madres de un solo hijo, somos madres de todos los


desaparecidos. Nuestro hijo biológico se transformó en 30.000 hijos. Y por ellos
parimos una vida totalmente política y en la calle. Los seguimos acompañando, pero
no de la misma manera como cuando estaban con nosotras: revalorizamos la
maternidad desde un lugar público. Somos Madres a las que se nos sumó un nuevo
rol y en muchos de los casos no estábamos preparadas para ello. Transmitimos algo
más de lo que antes le transmitíamos a nuestros hijos: el espíritu de la lucha y el
compartir otras luchas. Esa necesidad por entender la historia de nuestros hijos fue
la que nos mantuvo enteras, la que nos llevó a ocupar espacios hasta ese momento
desconocidos por nosotras. (Cortiñas en Bellucci 1999, 86)

Un ejemplo de Argentina muy claro de madres que buscan desde 1977 tras la dictadura
establecida en países de América del Sur, son las Madres de la Plaza de Mayo (MPM),
colectivo fundado por mujeres: Esther de Balestrino, Azucena Villaflor y Mary Ponce de
Bianco, que se reúnen todos los jueves en la Plaza para expresar públicamente sus
demandas y visibilizar su posicionamiento en el orden sociopolítico aportando a la memoria
histórica en materia de defensa de los derechos humanos. Dicha agrupación tiene ante todo
el prejuicio de la maternidad, Ortiz apunta que:

Las Madres de la Plaza de Mayo observaron y emitieron un juicio sobre la realidad


social, a partir de valores como la vida, la maternidad, el amor, la justicia social y la
dignidad humana, que contrastaron con el discurso de muerte, control, coerción y
aniquilación del gobierno militar. (Ortiz, 2012, p. 169)
Si bien es cierto que dicho colectivo nace de las inquietudes de las madres y a este se han
sumado mujeres que sienten la responsabilidad de la búsqueda, es cierto también que no
debería corresponder exclusivamente a las mujeres, en este caso a las madres. Esta postura
coincide con la imagen que se ha construido de las mujeres en la estructura social
patriarcal.

En 1988 las Madres elaboraron la propuesta de “Socializar la maternidad” que


constituyó un hecho político que sirvió como una plataforma para sustentar la
ampliación de las demandas por los derechos humanos y la acogida de otros y otras
protagonistas como hijos, hijas, obreros, obreras, trabajadores, presos, etc. (Ortiz,
2012, p. 171)

Este tipo de acciones ayudan para legitimizar su lucha, pero no aportan a la reivindicación
de las mujeres pues reiteran la relación directa de la mujer con la maternidad y el cuidado,
y legitiman, además, como lo apunta Ortíz (2012) la esencialización de ser mujer, al
definirse como mujeres públicas solo por la maternidad.

Diversas mujeres y organizaciones de mujeres “[…] han asociado el pensamiento


maternal como principio de participación política en América Latina. Así lo
demuestran las matri-organizaciones de países como México, Argentina, Chile,
Uruguay, Paraguay, Brasil, Guatemala, Nicaragua, El Salvador y Colombia entre
otros” (Maier 1998, 3). Sin embargo, precisamente es el movimiento social de
Madres
de la Plaza de Mayo el que “[…] ha sido reconocido como modelo prototípico para
la movilización de las mujeres dentro de las normas tradicionales de género” (Ortiz,
2012, p. 171)

En México y América Latina la búsqueda de personas víctimas de desaparición forzada está


ligada a las mujeres, cuando pienso en personas que buscan, pienso en mujeres, en
colectivas que han respondido a las exigencias que la socialización les ha impuesto.
Considero que la lucha de las mujeres debe incluir esta lucha, que implica desprenderse de
la responsabilidad exclusiva de la búsqueda, que se suma a esas tres de cuatro partes que
según Witting (2006), la mujeres deben aportar a la sociedad tanto en la esfera pública
como en la privada, incluido el trabajo de la reproducción, en un hecho corporal y en un
hecho simbólico que incluye la protección, crianza y cuidado a pesar de no ser madres.
LISTA DE REFERENCIAS

Belluci, M. (1999). Childless motherhood: interview with Nora Cortiñas, a mother of the
Plaza de Mayo. Argentina. Reproductive Health Matters. 13 (7) (pp. 83-88).
www.jstor.org/stable/3775707

Estévez, A. (2012). La violencia en México como crisis de derechos humanos: las


dinámicas violatorias de un conflicto inédito. Contemporánea. 2 (1) (pp. 21-44).

Garrido, S. (2019). Compartiendo el dolor: Acciones políticas de mujeres familiares de


personas desaparecidas en Tijuana, México y Medellín, Colombia para reivindicar
a las víctimas de desaparición

Huhle, R. (2019). La desaparición forzada en México: Una mirada desde los organismos
de las Naciones Unidas. CNDH

Ortiz, K. (2012) Las Madres de la Plaza de Mayo y su legado por la defensa de los derechos
humanos. Trabajo social. (14) (pp. 165-177) Universidad Nacional de Colombia

Scott, J. W. (2008). Género e historia. Fondo de Cultura Económica

Wittig, M. (2006). El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Editorial EGALES

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