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Poemas humanos (1939)

Vallejo es mi
copiloto
César Ricardo Nieri

Considerando en frío, imparcialmente,


que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse de días;
que es lóbrego mamífero y se peina…

Alguna vez le comenté a uno de mis compa- Ahora comprendo que estaba muy solo, huér-
ñeros de la Universidad del Pacífico, a donde fano de padres literarios; ni mi familia había
fui a parar luego del colegio para aprender intentado impulsarme el gusto por la lectura,
que la vocación es una búsqueda difícil, que ni tampoco había encontrado en las aulas a
había empezado a escribir poesía. Ese mis- un profesor de verdad, esos que te plantan la
mo día, o quizá otro, iba caminando por los semilla de la curiosidad y la riegan con su pa-
pasillos y ese mismo individuo le dijo a un ciencia y amistad. No sé cómo, quizá porque
muchacho que tenía al lado, refiriéndose a el llamado de la vocación es en parte instinto,
mí: “allí va nuestro querido César… Vallejo”. empecé por cuenta propia a recorrer autores.
Fuera del desbordante ingenio de la ¿broma? Narrativa y novela al comienzo. Poco después
(léase el sarcasmo), esta referencia gratuita llegó la poesía, cuando di con autores con
(porque ni me había leído a mí ni a Vallejo, los que me sentía más identificado. Un día,
lo más probable) me cayó pésima. Nuestro incluso, como un juego, quise demostrarme
poeta emblemático había sido la razón por que podía hacer lo que ellos hacían y, aunque
la cual, desde los últimos años de primaria, los primeros intentos fueron desastrosas imi-
había decidido —ironías de la vida— que si taciones, no he parado hasta acercarme más
algo no iba a ser en este mundo era poeta. a mi propia voz.
Hay golpes en la vida, yo lo sé, pero la idea
de andar quejándome por eso me parecía un Durante aquellos años seguía negándome a
poco patética y desalentadora durante la ni- leer algo de Vallejo, como el niño que no quie-
ñez. La adolescencia no ayudó a cambiar ese re abrir la boca ante una cuchara de lentejas
pensamiento y Vallejo tuvo de nuevo la culpa. aunque nunca las haya probado. Recuerdo
Habré leído algo de Trilce por ahí, por casuali- que en aquel entonces pasaba gran parte de
dad u obligación, solo para llegar a un nuevo mis días metido en el estudio, donde, curio-
desencuentro con la poesía, entendiéndola samente, una edición de las obras completas
como adoquines de palabras que me agre- de Vallejo me observaba todos los días. Ahí
dían, cerrándome la puerta en la cara cuando estaba el poeta de Los heraldos negros, con
quería entender su inasible mensaje. Si así el reverso de la mano sosteniéndole la ex-
era con nuestro representante insignia, ¿qué presión pensativa aunque afectada. Alguna
cabida podría darme a mí la poesía? No que- vez habré abierto el libro en una hoja al azar
ría ser poeta y, definitivamente, por nada del y salí huyendo, al encontrar que los versos
mundo quería ser César Vallejo. implicaban varias visitas al diccionario y deja-

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ban flotando un gran signo de interrogación Versos de carne
entre las sienes. Luego los dos tomos de esa
edición se trasladaron a mi habitación, ya que Algo curioso sucedía con el libro con el pasar
cada cierto tiempo decidía darnos una nueva de los días y las lecturas, lo que era hojas y
oportunidad. tinta empezó a sentirse como un órgano que
palpitaba, una especie de músculo donde se
La lectura, y supongo que también las ex- reunía todo lo que nos ha tocado padecer y al
periencias, fueron cuajando mi espíritu y en mismo tiempo aquello que nos une sobre el
algún momento aprendí que en el arte los muro de nuestra humanidad. Debo confesar
“gustos adquiridos” toman un gran valor. A que no todos los poemas han calado de igual
veces debemos esforzarnos para apreciar forma, así que me referiré a aquellos que han
ciertas manifestaciones, bajar la guardia de recuperado, descubierto o inoculado algo en
prejuicios y abrir la mente. Empezó a irme mí, invitándome a volver constantemente a
mejor con Vallejo, aunque por temporadas ellos. Después de todo, la vida consiste en
aprender a vincularnos con lo que nos iden-
decidía que era mejor darnos un tiempo,
tifica y mueve, para olvidar lo demás. En ge-
para extrañarnos. Hasta que llegó, con oca-
neral, estos poemas son aquellos en los que
sión de esta reseña, la oportunidad de revisar
Vallejo ha dejado de mirar hacia sí y empeza-
a profundidad los Poemas humanos. Durante
do a unir su experiencia a la experiencia hu-
las últimas semanas las obras completas de
mana. Aquellos versos que parecen de carne
Vallejo abandonaron mi habitación y se ins-
y al mismo tiempo han permitido que el autor
talaron como mi copiloto, las he llevado en
y sus preocupaciones reencarnen en su poe-
el auto a la oficina, a la playa, al campo y a
sía. Esos poemas que, aunque muy humanos,
donde fuera. Cada vez que giro el rostro, lo lo han vuelto inmortal, borrando las fronteras
encuentro en el asiento contiguo; la misma entre individualidad y colectividad; aportan-
expresión que antes me desagradaba pero do al mismo tiempo una visión más íntima
que hoy reconozco como una máscara, esas y cotidiana, pero no por eso menos profun-
defensas que tienen que levantar las per- da o susceptible a diversas interpretaciones.
sonas que, fuera de sufrir por todo, como En definitiva, aquellos versos que no solo me
muchos creen, se comprometen con todo. han dejado entrar, sino que me han abrazado
Es en Poemas humanos donde esto queda dentro de ellos y desde ahí me han permitido
plasmado con mayor intensidad, además. abrazar a quienes me acompañan en este ve-
Hoy sigo sin querer ser Vallejo, porque cada hículo desbocado que es la existencia, como
quien debe encontrar su propia voz, como lo si fuéramos todos páginas de sangre y nervio
hizo él. Sin embargo, algo ha cambiado en en un libro que cuenta solo una historia, la
nuestra relación. He comprendido, supongo, nuestra.
que al final nos mueve el mismo motor; esa
curiosidad por el ser humano y por el hecho El recorrido que propongo, muy personal,
de ser humano. empieza con “Nómina de huesos”. Aquí

156 septiembre 2012


Vallejo se refiere a la condición general del tanto el adiós como el regreso estrechan los
hombre, tema que se repite en otros poe- lazos con otra persona.
mas y representa la riqueza de esta colec-
ción, refiriéndose a distintas características, La enfermedad, otra condición inherente al
propias de nuestra humanidad, que el autor ser humano, que colinda con el tema de la
lamenta. Estos versos retratan la incapacidad muerte, frecuentemente abordado por el au-
del hombre para conciliar sus intenciones u tor, halla una fotografía perfecta en “Las ven-
opiniones (“Que muestre las dos manos a la tanas se han estremecido…”. Narrativo, como
vez / Y esto no fue posible”), para oponerse muchos de los textos reunidos en Poemas
a las normas sociales y actuar de forma ines- humanos (que luego fueron separados bajo
perada y espontánea (“Que haga una locura el título Poemas en prosa), recrea la sala de
/ Y esto no fue posible”), para abandonar la un hospital y nos transmite una atmósfera de
inconsecuencia de su naturaleza ideológica vida desahuciada. Aparece la figura del doc-
(“Que piense un pensamiento idéntico, en el tor que intenta evitar lo inminente a través de
tiempo en que un cero permanece inútil / Y su ciencia, sospechando que nada puede ha-
esto no fue posible”). Un poema que, a pesar cer, así como la familia y el amor como posi-
de su brevedad, resume en cada verso una bles medicinas o última unción emocional. Me
profunda realidad humana, la simpleza como conmueve sobre todo el siguiente fragmento:
puerta hacia un entendimiento holístico del “Ignoro lo que será del enfermo esta mujer,
ser. Característica que se repite en los picos que le besa y no puede sanarle con el beso,
más altos a lo largo de este electrocardiogra- le mira y no puede sanarle con los ojos, le ha-
ma poético de la humanidad. bla y no puede sanarle con el verbo”. El des-
concierto del yo poético demuestra que para
Luego están los poemas que giran en torno a Vallejo el amor debe ser esta fuerza capaz de
la vida familiar del poeta, como “El buen sen- vencer todo, incluso de doblar y rendir a la
tido”, que posee una poderosa carga expresi- propia enfermedad; aunque cae en la cuenta
va que, a través de una desgarradora sutile- de que nuestra humanidad no lo permite.
za trae luces sobre la relación de Vallejo con
su madre; advirtiendo el título, con bastante Más allá de la enfermedad descubrimos que
tino, una posible malinterpretación del cariño existe otro tipo de dolor, vinculado más a
que ella le tiene: “La mujer de mi padre está nuestro origen que a nuestra biología. En
enamorada de mí, viniendo y avanzando de “Voy a hablar de la esperanza” Vallejo se re-
espaldas a mi nacimiento y de pecho a mi fiere a este dolor que escapa de lo que nos
muerte. Que soy dos veces suyo: por el adiós reconoce como individuos aislados y que
y por el regreso”. Un afecto exacerbado po- de alguna manera nos enajena. “Yo no su-
siblemente, como lo sugiere el poema, por fro este dolor como César Vallejo. Yo no me
el papel de hijo pródigo que ostenta Vallejo, duelo ahora como artista, como hombre ni
quien nos invita a reflexionar acerca de cómo como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro

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este dolor como católico, como mahometano El hombre también tiene un papel protagóni-
ni como ateo. Yo sufro solamente”. Un do- co en “No vive ya nadie en la casa…”, donde
lor, como percibimos en el fragmento, que queda claro que es el habitante no solo de
se impone por sobre aquello que nos separa, los espacios sino también del tiempo, ya sea
sea nuestro nombre, vanidad, religión, oficio en forma de instante pretérito o recuerdo.
o condición; acaso ese rasgo que nos hace “Las casas nuevas están más muertas que
hermanos. ¿Pero dónde está la esperanza a las viejas, porque sus muros son de piedra
la que se refiere el título? Quizá en el jue- o de acero, pero no de hombres. Una casa
go de opuestos, ya que cuando hablamos de viene al mundo, no cuando la acaban de edi-
algo incluimos tácitamente a su contrario. En ficar, sino cuando empiezan a habitarla”. Con
este caso, la antítesis del dolor viene a ser la esto queda claro que una casa, que no es
esperanza, aquello que nos mantiene aquí a más que el símbolo de cualquier espacio y de
pesar de experimentar ese equipaje de su- todos a la vez, se levanta no con materiales,
frimiento que arrastramos en cada estación. sino con las vivencias de los hombres; somos
los dueños y constructores de todo cuanto
Esperanza que puede verse traducida en vivimos y dejamos siempre ecos de nuestra
“Hallazgo de la vida”, un poema que sorpren- esencia por donde pasamos: “Todos han par-
de al mostrarnos a un Vallejo en un discurso tido de la casa, en realidad, pero todos se
exaltado, con voz entusiasmada y hasta eu- han quedado en verdad. Y no es el recuerdo
fórica. Aquí se convierte en el niño que re- de ellos lo que queda, sino ellos mismos”. De
cién conoce el mundo y se maravilla de todo, alguna manera, aunque no lo sepamos, todos
quizá como una forma de invitarnos a hacer trascendemos.
lo mismo; mirar lo que nos rodea con ojos
nuevos, lavados de realidad anquilosada. Es Pero así como Vallejo humaniza un espacio,
una declaración de optimismo y la ventana más adelante procede a deshumanizar aque-
abierta al quehacer del poeta, bautizar de llo que, según entendemos, nos define como
nuevo cada cosa, despertar cada día en un hombres, al menos en un sentido corporal y
mundo distinto a pesar de que se trate del físico. En “Existe un mutilado…” el poeta nos
mismo mundo: cuenta la historia de un hombre que “lleva el
rostro comido por el aire inmortal e inmemo-
rial”. Le ha quitado el rasgo, a un nivel super-
Ahora no conozco a nadie ni nada. Me ficial, fundamental del ser humano; su rostro,
advierto en un país extraño, en el que todo
que simboliza de alguna forma su identidad
cobra relieve de nacimiento, luz de epifanía
inmarcesible. Y más adelante: Nunca, sino y el cajón que reúne los órganos que le po-
ahora, supe que existía una puerta, otra sibilitan percibir el mundo, saboreándolo,
puerta y el canto cordial de las distancias observándolo, oyéndolo u olfateándolo. No
¡Dejadme! La vida me ha dado ahora en sólo eso, sino que también es el medio de
toda mi muerte. expresión fundamental, ¿de dónde saldrían
nuestras lágrimas de no ser por el rostro?,

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¿de dónde las risas?, ¿de dónde la voz? Al de estas cuatro conciencias simultáneas,
hacerlo Vallejo nos muestra que somos más enredadas en una sola, apenas os tenéis
que aquello externo, que llevamos la humani- de pie ante mi cuadrúpedo intensivo
¡Y yo, que le entrevisto (Estoy seguro)!
dad enquistada a un nivel más profundo. Es
por eso que este hombre sin rostro aprende
a respirar, observar y llorar a través del resto Que sirva de advertencia, pues todos lleva-
de su cuerpo. Podríamos incluso interpretar mos a ese cuadrúpedo intensivo, que tanto
esto como la posibilidad de compensar cual- arremete contra uno mismo como contra
quier pérdida, ya que las necesidades siem- aquellos con quienes nos relacionamos.
pre encontrarán una nueva forma de satisfa-
cerse, así tengamos que llorar a través de las Para culminar traigo a estas páginas al poe-
uñas y gritar por el ombligo. Incluso la poesía ma “Considerando en frío…”, que, tal como
es precisamente esto, la forma que hemos lo afirma Alberto Escobar, “resume la mayor
encontrado, los que alguna vez sentimos que parte de los recursos y problemas que cir-
no teníamos lengua, voz o canción, para ha- culan por las distintas páginas de Poemas
cernos escuchar. humanos” (Cómo leer a Vallejo. Lima: Editorial
Pablo L. Villanueva, 1973). Aquí Vallejo inten-
Voy terminando esta selección personal con ta brindar una visión imparcial y objetiva del
“Cuatro conciencias…”, poema para quien hombre, solo para rendirse hacia el final fren-
alguna vez se ha sentido dividido en varias te a la emoción que le causa contemplarlo,
versiones de uno mismo que pugnan por frente a esa necesidad de abrazar al hom-
objetivos distintos y abrigan anhelos que se bre, a la humanidad; no sé si como consuelo,
enfrentan en una abreviada, aunque desgas- intención de amalgamarse o desborde. En
tante, guerra de yos. Lo que, sospecho, no es estos versos el autor nos recuerda, por ejem-
más que un rasgo común a toda la especie, plo, “que el hombre procede suavemente del
aunque algunos prefieran reprimir la multi- trabajo / y repercute jefe, suena subordina-
plicidad de voces y refugiarse en la seguri- do”; donde podemos detectar el aliento del
dad, si bien plana, de ser solo una versión de marxismo. Un poema que resume al hombre
lo que es desorden de identidades. Mejor lo y muestra su complejidad pero también el
dice Vallejo, claro: yugo que debe cargar, al ser un híbrido entre
razón e instinto que finalmente se verá supe-
rado, como le pasa al poeta, por la emoción:
¡Cuatro conciencias
simultáneas enrédanse en la mía! “y le doy un abrazo, emocionado / ¡Qué más
¡Si vierais cómo ese movimiento da! Emocionado… Emocionado…”.
apenas cabe ahora en mi conciencia!
Y al final de poema concluye:
Abrocharle el cinturón
Vosotros mismos a quienes inicio en la
noción Estos Poemas humanos me han llevado a
comprender que no será fácil avanzar a su

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lado, habrá que aprender a no entenderlo del puja a ser un mejor poeta y lector. A veces,
todo a veces, cultivar la paciencia y aceptar como pasa con nuestros padres biológicos,
que nos quedan todavía ciertas experiencias debemos aprender a entender por qué hicie-
por vivir para que se atreva a revelarnos más ron o dijeron ciertas cosas nuestros padres
en nuestras conversaciones. Pero no pienso literarios, hasta hallar esa sabiduría que se
moverlo de mi asiento contiguo, sino más nos hacía esquiva por la inexperiencia. No nos
bien abrocharle con esmero el cinturón de sorprenda que mañana coincidamos en aque-
seguridad porque no quiero perderlo. Quizá llo que antes nos separó, como parte de las
alguna vez decidí no ser poeta gracias a César ironías que involucran madurar. Sobre todo
Vallejo; pero hoy, después de conocerlo me- porque se trata de una poesía que se nutre
jor, luego de bucear un poco por su vida, obra de un alimento inagotable: la vida misma.
y motivaciones, siento que su figura me em-

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