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Licenciatura en Relaciones Internacionales

Asignatura: Desarrollo Político y Económico del Sistema Internacional

UNIDAD VIII: CLASE 1 PROF. TABORGA

19/10 Clase 1UNIDAD VIII

Buenos días,

En esta Unidad se plantea que, en la década del ’30 del siglo XX,
pesaba sobre el sistema internacional tanto el equilibrio de poder entre las
naciones europeas como el enfrentamiento ideológico internacional que -
ante las debilidades que presentaban las democracias liberales para
enfrentar a los movimientos nazifascistas- terminó configurando el
advenimiento de una guerra mundial tras la cual capitalistas y comunistas
comenzaron un enfrentamiento que persistió en la segunda mitad del siglo
XX (controversia Este – oeste).

Frente al mismo, aquellos países que se percibían como víctimas


de un sistema injusto comienzan a llamar a la reflexión a los países de
ambos bloques, pues entendían que el subdesarrollo en el que estaban
sumergidos no encontraría solución en dicha controversia. Para ello se
propone analizar las dimensiones políticas, económicas, internas e
internacionales que conformaron el conflicto bélico y cómo estas marcaron
los lineamientos para imponer un nuevo orden con especificidades
funcionales de las unidades que conforman cada bloque de modo que
permitiera la convivencia, así como los espacios que ocuparon los países
periféricos para defender su inserción en el sistema, atendiendo al papel
que cumplieron las potencias en cuanto a disciplinamiento político y
económico de estos últimos.

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La Primera Guerra Mundial (PGM), puede considerarse como un


punto de inflexión en la historia mundial en tanto el fin de la civilización
occidental del siglo XIX de carácter capitalista, eurocéntrico, con
instituciones liberales, basadas en la razón y en el progreso material y
moral de la humanidad. Así, la guerra masiva, con sus millones de muertes,
puso en crisis las viejas certezas, dejando al descubierto que el progreso
científico no siempre conduce a mejorar la humanidad.

Asimismo, la revolución bolchevique en Rusia en 1917, la agitación


obrera y las revoluciones socialistas en Italia y en Europa del Este durante
la temprana posguerra, la conformación de un estado no capitalista, la
Unión Soviética(URSS), y la amenaza que supuso, comenzó a delinear el
tono de la política internacional visibilizado en el reordenamiento
geopolítico de posguerra producto de los diferentes tratados, lo cual, a su
vez, fue el motivo de la nueva discordia.

Hobsbawm (1995) ha denominado “era de las catástrofes” al espacio


de tiempo de veintiún años que separaron a las dos guerras mundiales
porque, en ese lapso, Europa fue atravesada por hechos que, en su
perspectiva, fueron producto de la incapacidad e impotencia del liberalismo
burgués para enfrentar las consecuencias de las transformaciones que se
dieron durante el último cuarto del siglo XIX. En este sentido enuncia que,
tras los primeros años de posguerra, llenos de dificultades, los europeos
vivieron un corto período de esperanza, pero el crack de 1929 del siglo XX
truncó aquella bonanza económica y política y las ya existentes doctrinas
fascista y nazista irrumpieron violentamente.

También señala, en relación a lo anteriormente expresado, que el


antifascismo fue posible para los anticomunistas por las dificultades que
imponía el contexto de depresión económica internacional, de ascenso del
fascismo y de crisis profunda de las instituciones liberales. Sostiene que en
el período de entreguerras la convivencia de diferentes experiencias
políticas e ideológicas tales como la democracia liberal en Francia,
Inglaterra, Suiza, Holanda y Bélgica; el fascismo en Italia y el nazismo en
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Alemania, la socialdemocracia en Escandinavia, el New Deal en Estados


Unidos (EEUU), las dictaduras en Europa del este y península ibérica y el
comunismo en la URSS, fue conflictiva revelándose insostenible en 1933
con la llegada de Hitler al poder en Alemania y la aspiración de ampliación
del fascismo a una dimensión europea. Será a partir de lo cual que se
polarizó y radicalizó la lucha entre liberalismo y comunismo contra
fascismos. Así, la Segunda Guerra Mundial (SGM) enfrentó democracias
liberales y comunismo contra un enemigo común e ideológico.

El nacionalismo alemán se proponía la expansión europea: luego de


conformar el Eje Roma Berlín, de participar en la Guerra Civil española, de
firmar el Pacto Anticomunismo con Japón en 1936, Hitler anexó Austria en
1938 e invadió Checoslovaquia en 1939. Además, exigió a Polonia la
concesión de un camino y un ferrocarril para atravesar el "corredor polaco",
lo cual, llevó a Gran Bretaña y Francia a firmar un tratado militar para
garantizar la defensa de Polonia.

Las fuerzas alemanas invadieron Polonia el 1 de septiembre de 1939


dando comienzo a la SGM que, en principio enfrentaba en Europa, como
dijimos, a fascistas y antifascistas. Comenzó siendo un conflicto que
parecía favorable para Alemania pues controlaba a mediados de 1940,
Austria, Checoslovaquia, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda, Polonia,
gran parte de Francia y, en 1941 invadía Bulgaria, Yugoslavia y Bélgica. Lo
hizo utilizando la técnica de guerra relámpago: bombardeos sobre edificios,
rutas, ferrocarriles, fábricas, centrales eléctricas, etc. esenciales y sobre
ello, el segundo paso consistía en el avance tanques arrasando lo que
quedaba para finalizar con el avance de la infantería ocupando el territorio.
Pero esta situación bélica favorable pronto se agotó.

En junio de 1940, Hitler atacó sin previa declaración de guerra a la


URSS -rompiendo el pacto nazi-soviético de 1939, con el que se había
buscado garantizar la neutralidad de Stalin. El ataque fracasó pues el

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invierno no permitió que prosperase la técnica de guerra relámpago


alemana y los rusos con la táctica de "tierra arrasada" dejaron
considerables pérdidas a los alemanes. Ahora, con dos frentes, Alemania
se veía condenada a perder posiciones.

Al atacar Japón a EE UU, el 7 de diciembre de 1941, la guerra se


convirtió en mundial. Al ataque le siguió inmediatamente una declaración
de guerra de Alemania a los EE UU. Hitler no tenía la intención de que la
guerra se prolongase a tal punto que el poder económico llegase a ser tan
importante como el militar; pensaba que Alemania tenía que asegurar su
posición en Europa antes de que EE UU y la URSS se decidieran a
intervenir.

Fue el ataque a Pearl Harbor el motivo que determinó que el


Congreso de los EE UU autorizara al presidente Roosevelt a participar en
la guerra en 1942. A partir de ese momento la coalición de fuerzas fue la
del Eje (Alemania, Italia y Japón), enfrentada a los Aliados (Gran Bretaña,
Estados Unidos y la Unión Soviética). Puede decirse que se enfrentaban
nuevamente las principales potencias industriales. La victoria dependía en
gran medida de la capacidad para producir armamentos, lo que implicaba
gran concentración de capitales y métodos adecuados de producción en
masa.

Hitler esperaba que los ingleses entrarían entonces en razón;


solamente exigía que se le devolvieran las antiguas colonias alemanas. Los
ingleses se negaron: estaban decididos a derrotar a Alemania que seguía
llevando contra Inglaterra una guerra económica mediante la acción de los
bombardeos y la actividad de los submarinos; los primeros eran ineficaces;
pero, en cambio, podía considerarse que los últimos cumplían sus
objetivos. Todo ello entendiendo que, antes de iniciar la guerra con la
URSS, había tiempo para atacar más directamente al poder de Inglaterra:

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la destrucción final podía esperar hasta que la URSS hubiera sido


dominada.

En abril de 1941, Hitler prometió que Alemania declararía la guerra a


EE UU y Japón. El 29 de noviembre se repitió esta promesa de los
japoneses. El 11 de diciembre, Alemania declaró la guerra a EE UU. Era
seguro que, con la entrada de EE UU en la guerra, ésta se plantearía en
términos de poder económico; Hitler estaba condenado a resultar derrotado
en tal contienda. La guerra se prolongó sobre todo por el decidido empeño
alemán de resistir. Los aliados occidentales contribuyeron de tres modos
distintos el deseo alemán de resistir. El primero fue la petición de una
rendición incondicional; el segundo fue el odio que los bombardeos aliados
sobre Alemania provocaron hacia unos enemigos que parecían capaces de
una crueldad indiscriminada. El tercero fue la noticia llegada en septiembre
de 1944 acerca de las intenciones del Plan Morgenthau que proyectaba
convertir a Alemania en un país de carácter predominantemente agrícola y
pastoril.

La estrategia angloamericana era más flexible. En primer lugar,


había que derrotar a Alemania, el enemigo más poderoso y se creía que su
poderío podía crecer aún más si se le daba tiempo para organizar sus
conquistas europeas en apoyo del esfuerzo de guerra alemana. Las
discusiones angloamericanas sobre estrategia giraron en torno al modo
más eficaz de derrotar a Alemania. En conjunto, prevaleció la estrategia
británica: hasta la primavera de 1944, había en acción contra el enemigo
más tropas de tierra del imperio británico que de EE UU.

Se puede decir que los bombardeos ingleses y norteamericanos no


mostraron una efectividad decisiva hasta el momento en que ya era
evidente que en cualquier caso la guerra estaba ganada y que
prácticamente hasta el final de la guerra el auténtico punto álgido de los
bombardeos estratégicos se alcanzaría en la guerra contra Japón. Los

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japoneses, que habían conseguido temporalmente la supremacía en aguas


del Pacífico al atacar por sorpresa Pearl Harbor, pudieron ocupar una serie
de territorios y crear un imperio en Asia oriental económicamente
autárquico. Las fuerzas aéreas del ejército norteamericano habían llegado
a la conclusión de que podían derrotar por sí solas a los japoneses.

En aquel momento se estaba poniendo a punto la primera arma


atómica que abría los debates éticos acerca de su uso. Mientras algunos
abogaron por amenazar con utilizarla, a pesar del argumento de que se
empleara la bomba, EE UU se decidió arrojar la bomba sobre una ciudad
japonesa aún intacta. Con ello buscaba, si funcionaba, demostrar su poder
sin lugar a dudas y, si fallaba, evitar el desprestigio. Se arrojó una bomba
sobre Hiroshima y otra sobre Nagasaki. La bomba nuclear vino a reforzar la
postura de los políticos civiles: el emperador y el gobierno japonés
decidieron rendirse. Exceptuando a Japón, la guerra resultó mucho más
devastadora para la población de Alemania.

Durante cinco años y medio, la SGM enfrentó a estados e imperios


cuya población global suponía las dos terceras partes de la Humanidad,
causando, probablemente, cerca de cuarenta millones de víctimas,
teniendo en cuenta solamente las muertes que han sido consecuencia
directa de operaciones militares, navales o aéreas. En Europa, las únicas
regiones no afectadas por las hostilidades han sido Suecia, Irlanda, Suiza y
la Península Ibérica. Asia fue gravemente afectada, mientras que África del
Norte y del Nordeste fue alcanzada por las hostilidades.

La guerra había terminado con los regímenes fascistas, pero


también había modificado al mundo de la democracia. A partir de ese
momento las altas inversiones en armamentos y la revolución tecnológica
permanente en el campo bélico habían encontrado una salida para la crisis
del capitalismo lo cual transformaba en lo económico y en lo político -
militar profundamente al mundo.

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Hubo indudables diferencias entre ambos períodos de la guerra,


pero también resulta indiscutible su continuidad. Entre ambas hubo muchas
semejanzas. Fueron dos episodios de una carnicería sin posible parangón,
que dejaron imágenes de pesadillas tecnológicas -la memoria de los gases
tóxicos y de los bombardeos, después de 1918, y de la nube de
destrucción nuclear, después de 1945- que marcarían a los sobrevivientes
y a la siguiente generación.

Pero la continuidad está dada sobre todo por el hecho de que la


SGM concluyó con los problemas que la primera había dejado pendientes.
Acabó con los problemas de la economía capitalista -por lo menos por un
tiempo- y el progreso de la vida material sostuvo la democracia política
occidental. Después de la SGM los viejos enemigos -Alemania y Japón -
acabaron integrándose a la economía del mundo occidental, mientras
surgían nuevos enemigos -EE UU y la URSS- que nunca se enfrentarían
en el campo de batalla. La guerra cambiaba de escenario y se desplazaba
hacia el "tercer mundo". Estos conflictos concluyeron con el
derrumbamiento y la revolución social en extensas zonas de Europa y Asia.

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