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Reino visigodo
1..Envía, (el usurpador Constantino III), gobernadores de provincia a las Españas; y
aunque las provincias los recibieron con obediencia, dos jóvenes hermanos, nobles y
ricos, Didymo y Veriniano, tramaron no usurpar el mando en contra del usurpador, sino
defenderse a sí mismo y su patria contra el usurpador y contra los bárbaros a favor de un
emperador justo. Esto quedó claro por la propia sucesión de los hechos. Efectivamente,
nadie hace una usurpación si no es que, tras madurarla rápidamente, la inicia en secreto
y la arma en público, cuyo factor principal es ser visto con la púrpura y la diadema ya
tomadas antes de ser conocido. Estos, sin embargo, reuniendo durante mucho tiempo
sólo a jóvenes esclavos de sus propias fincas y alimentándolos con dineros de sus casas,
se dirigen a los desfiladeros del Pirineos sin ocultar su propósito y sin inquietud para
nadie. Contra ellos Constantino envió a las España a su hijo Constante, convertido ¡oh
dolor! de monje en Cesar, en compañía de algunos bárbaros que, aceptados en alianza
en otro tiempo y reclutados como soldados regulares, se les llamaba los honoriacos. De
aquí se deriva el primer azote del mal para las Españas, Pues, muertos aquellos dos
hermanos que pretendían defender con sus fuerzas privadas la cordillera del Pirineos,
estos bárbaros recibieron en primer lugar, como precio de su victoria, permiso para
saquear los campos palentinos y, en segundo lugar, fueron encargados de la vigilancia
del citado monte y de sus desfiladeros, echando de allí a la fiel y útil guarnición
compuesta de campesinos. Así pues, los honoriacos, empapados ya de botín y seducidos
por la abundancia, para que su crimen fuera más impune y tener más libertad para ese
mismo crimen, dejando traidoramente la defensa del Pirineos y abriendo los
desfiladeros dejaron entrar en las provincias de las Españas a todos los pueblos que
deambulaban por las Galias, y se unieron ellos mismo a éstos. Donde, hecha de vez en
cuando grande y cruentas correrías, tan graves desvastaciones sobre los bienes y las
personas – de lo que ellos mismo en alguna manera se lamentan permanecen todavía
como dueños, tras habérselas distribuido a suertes. (Orosio: Historiarum adver sus
paganos, libri VII, 7, 40, 510. ).
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quedaron de las plagas en las ciudades y los castillos, se someten a la servidumbre de
los bárbaros que dominan las provincias. (Hidacio: Chronicon, 42, 49).
3.Valia, luego que comenzó a reinar, celebró un tratado con el emperador Honorio…
En nombre de los romanos causó numerosas muertes a los bárbaros; extinguió a todos
los vándalos silingos en la Bética mediante guerra; a los alanos que dominaban a los
vándalos y suevos, tantos mató que muerto Atace, rey de éstos, los pocos supervivientes
olvidando el nombre del reino, a Gunderico, rey de los vándalos que residía en la
Galicia, se sometieron bajo su gobierno. Terminada pues la guerra de España, Valia
volvió a las Galia donde el emperador le dio en premio de la victoria la Aquitania
Segunda, con ciertas ciudades en los confines de las provincias hasta el Atlántico.
( Isidoro de Sevilla: Historia Gothorum, 21, 22).
4. En la era DCXXIIII, en el año tercero del imperio de Mauricio, muerto Leovigildo,
fue coronado rey su hijo Recaredo. Estaba dotado de un gran respeto a la religión y era
muy distinto de su padre en costumbres, pues el padre era irreligioso y muy inclinado a
la guerra; él era piadoso por la fe y preclaro por la paz; aquél dilataba el imperio de su
nación con el empleo de las armas, éste iba a engrandecerlo más gloriosamente con el
trofeo de la fe. Desde el comienzo mismo de su reinado, Recaredo se convirtió, en
efecto, a la fe católica y llevó al culto de la verdadera fe a toda la nación gótica,
borrando así la marcha de un error enraizado. Seguidamente reunió un sínodo de
obispos de las diferentes provincias de España y de la Galia para condenar la herejía
arriana. A este concilio asistió el propio religiosísimo príncipe, y con su presencia y su
suscripción confirmó sus actas. Con todos los suyos abdicó de la perfidia que, hasta
entonces, había aprendido el pueblo de los godos de las enseñanzas de Arrio,
profesando que en Dios hay unidad de tres personas, que el Hijo ha sido engendrado
consustancialmente por el Padre, que el Espíritu Santo procede conjuntamente del Padre
y del Hijo, que ambos no tienen más que un espíritu y, por consiguiente, no son más que
uno (Isidoro. Las historias de los godos, vándalos y suevos).
6.De los premios otorgados a los fideles de los reyes.
No sólo es inhumano, sino también injusto, defraudar a los fieles en su premio, y por
tanto, no siendo cosa estéril el premio otorgado a la fidelidad, tanto en las cosas divinas
como en las humanas, parece digno que miremos por los vasallos del rey con nuestro
dictamen. Por lo tanto, confirmando lo que en el año primero de nuestro serenísimo rey
decretó el Santo Concilio, ninguno de los que obedecieren con fiel obsequio y sincero
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servicio a las voluntades y mandatos del príncipe, y prestaren vigilancia y custodiaren
su vida con todas sus fuerzas no sean , por los sucesores en el reino, privados
injustamente de sus cargos ni de los bienes que poseyeran, sino que aún ahora deben ser
tratados discretamente por el príncipe conforme el valer de cada uno, y en el grado que
creyere que son necesarios a la patria. Y así les otorgará su benignidad, de modo que
reserve también su favor para los demás. Y de tal modo se lucrarán de todas las cosas
adquiridas justamente, que puedan a su plena voluntad dejarlas a su descendencia y
donarlas a aquellos a quienes pluguiere. Por lo demás, si alguno se mostrare para el
presente piadosísimo señor nuestro, el rey Chintila, infiel a su poder real o inútil en
aquello que le ha sido encomendado, quede en las manos de su clemencia y a la
discreción de su poder la enmienda de tal desviación, pues no es lícito poner en tela de
juicio el poder de aquel al cual le ha sido delegado, por el juicio del cielo, el gobierno de
todos. Y si después de su muerte se descubriere que alguno, infielmente, había
maquinado contra su vida, le será confiscado todo lo que hubiere adquirido de su
liberalidad, y será distribuido entre los leales.(Concilio VI de Toledo, canon 14).
7. Sublevación de Chindasvinto.
En este año murió el rey de España Sintela, que había sucedido en el reino a Sisenando.
El hijo de este, de nombre Tulga, de corta edad, fue elevado al reino paterno a petición
de España, la raza de los godos es impaciente cuando sobre sí no tiene un fuerte yugo.
Durante la adolescencia de este Tulga toda España se encuentra alterada en la forma
acostumbrada, cometiendo la gente diversas insolencias. Finalmente uno de entre los
principales, de nombre Chyntasindo se elevó al reino de Estaña, tras reunir en torno
suyo a muchos senadores de los godos y al pueblo en general. Se degradó a Tulga y le
hizo tonsura para imponerle el estatuto clerical. Y tras haber afirmado bajo su poder a
todo el reino de España, conocedor del mal de los godos – el que tenían de deponer a
sus reyes puesto que frecuentemente él había complotado con esos mismos, de cuantos
de entre ellos tenia conocimiento de ser culpable de un tal vicio contra los reyes, que del
gobierno habían sido ya expulsados, secretamente a unos ordenó matar y a otros
condenar al destierro y sus mujeres e hijas entregó a sus leales juntamente con sus
riquezas. Se dice que de entre los principales de los godos fueron muertos doscientos en
la represión de este vicio, de los mediocres ordenó matar a quinientos. Y una vez que
Chyntasindo supo que este mal de los godos estaba dominado, no cesó de pasar por las
armas a aquellos de quien tenía sospecha. Por su parte, los godos domados por
Chyntasindo, no se atrevieron a complotar en su contra, como acostumbraban para con
los reyes. Chyntasindo habiendo llegado a consumir sus días, estableció como rey en
todo el gobierno de España a su propio hijo, de nombre Richysindo, Chyntasindo,
haciendo penitencia, haciendo muchas limosnas de su propio patrimonio, murió ya muy
viejo, se dice que nonagenario. (Fredegario, Chronica, 82).
8. Así pues, el malvadísimo Paulo, estaba presente para ser juzgado con sus
mencionados compañeros, mientras nos hallábamos convocados y reunidos todos
nosotros, esto es, todo los nobles de palacio, todos los gardingos y todo el oficio
palatino. El pérfido Paulo, con voz clara atestiguó diciendo: “Por dios, que no me sentí
herido por tu gloria ni soporté ningún mal de vosotros, sino que mandaste hacerme
partícipe de tanto bien que yo no merecía recibir de ningún modo. Sin embargo yo hice
esto incitado por inspiración diabólica. Después les fue proferida la sentencia de los
cánones del Concilio de Toledo, canon 75 en donde se lee “ Quienquiera que de
nosotros o de todo el pueblo de España, mediante cualquier conjura o maquinación,
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intentara romper temerariamente el juramento de su fidelidad que ha prestado a favor de
la conservación de la patria y del estamento de la gente goda o de la conservación de la
salud del rey etc.” y más adelante se halla referida la sentencia de la ley en el libro
segundo título primero párrafo sexto en la cual se lee textualmente “ Quienquiera que
desde el tiempo del príncipe Chintila, de grata memoria, hasta el año segundo de
nuestro reinado por la gracia de Dios o ahora adelante etc.
Instruidos en el precepto de este sagrado canon, nosotros no debemos dudar mas en
dictar sentencia de acuerdo con esta ley y castigar en su cuerpo y en sus bienes
temporales a quienes ya los padres conciliares condenaron en sus almas, mediante
perpetuo anatema, con tan terrible juicio. Y por ello según el tenor de la ley
mencionada, todos de común acuerdo dictamos la siguiente sentencia: que dicho Pérfido
Paulo con todos sus ya mencionados compañeros sean condenados a morir de muerte
infame. Pero pareciéndoles que, en tal caso, recibirían la condena eterna quienes
meditaban la perdición de la patria y que pensaban eximir de la muerte al príncipe, que
si acaso el príncipe les perdona la vida, no puedan vivir de otro modo que privados de
libertad. Decretamos además, que todos los bienes de Paulo y sus compañeros
permanezcan bajo potestad de nuestro glorioso señor. Por lo cual cualquier cosa que de
ellos la clemencia de su serenidad decidiera hacer o juzgar, permanezca bajo su
indudable potestad. (S. Julían: Historia de Gallae).
9.Muerto el rey, nadie asuma el reino con tiránica presunción, nadie tonsurado con
hábito de religión o descalvado torpemente o que proceda de origen servil u hombre de
pueblo extraño, sino de la estirpe de los godos y en costumbre (Liber Iudicum, tit.
Prelim, 8).
10.Ninguno tenga entre nosotros la pretensión de apoderarse del reino, ninguno
provoque recíprocas sediciones de los ciudadanos, ninguno piense matar a los reyes,
sino que muerto en paz el príncipe, los primeros de todos los pueblos con los sacerdotes
constituyan al sucesor del reino de común acuerdo (IV concilio de Toledo, 75).
11. Las principales especies cultivadas y el régimen alimenticio habitual
Desde Pentecostés hasta el principio del otoño, durante todo el verano se podrá tomar
para la refección de los monjes comidas entre día; el resto del año se suspenderán dichas
comidas y sólo se servirá la cena. En ambos períodos, la refección de la mesa constará
de tres platos, a saber, de verduras y legumbres, y, de haber un tercero de frutas.
Asimismo, la sed de los monjes se apagará con tres medidas de vino. Para observar la
cuaresma, como suele hacerse, después de cumplido el ayuno, se contentarán todos con
sólo pan y agua; también se abstendrán de vino y aceite. (Isidoro. Regula, 9. )
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12.Si alguno al que tuviere patrocinio le diere armas o donare algo, si permanece en el
obsequio de su patrono permanezca en él lo que le fue dado,. Pero si eligiere otro
patrono para sí tenga licencia de encomendarse a quien quisiere pues no pueda
prohibirse al hombre ingenuo, porque está en su potestad, pero devuelva lo que haya
recibido al patrono que deja ( Liber Iudicorum, 5,3,1,)
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13. Decretamos que mientras vivan los fundadores de iglesias se les permita cuidar de
ellas con toda diligencia y tener a su cargo la principal atención de las mismas, y que
ellos mismo puedan presentar a los obispos, los rectores idóneos para ser ordenados en
dichas basílicas y si por casualidad no fueren dignos los que ellos hubieren elegidos
entonces el obispo del lugar, con la ausencia de los fundadores, ordenará a aquellos que
tiene por agradable a Dios que oficien en los cultos sagrados, pero si menospreciando a
los fundadores, el obispo se atreviese a ordenar rectores en dichas iglesias tengan
entendido que su ordenamiento es inválido ( Concilio de Toledo IX, canon II).
14.Los libertos de la iglesia, porque su patrona no muere nunca, jamás se librarán de su
patrocinio ni tampoco su descendencia, según lo decretado en los cánones antiguos, y
por si acaso su manumisión no estuviera clara en sus descendientes, esta posteridad,
apoyándose en su estado de libertad originaria, se sustrajere al patrocinio de la Iglesia,
es necesario que tanto los mismos libertos como sus descendientes hagan una
declaración ante el obispo por el cual conozca haber sino manumitido de entre los
siervos de la iglesia, y no abandonarán el patrocinio de la misma, sino que según sus
fuerzas, le tributarán servicio y obediencia (concilio de Toledo, IV, canon LXX).
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