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MIS AVENTURAS CON CRÓTALOS

Por R. D. L.

He tenido varios encuentros interesantes con serpientes de cascabel o crótalos. Uno de los primeros
se produce hace varios años, y todavía me alegro de no haber estado tan cerca de la serpiente como
el amigo que me acompañaba en esa ocasión. Me encontraba entonces en la Escuela de Medicina
de Loma Linda, en California, con el objeto de estudiar las enfermedades de ciertos animales
silvestres, y era necesario que cazáramos con trampas varios especímenes de esos animales a fin de
comprobar si llevaban parásitos capaces de transmitir esas enfermedades.

En la vertiente de unas colinas cercanas, habíamos colocado algunas trampas de resortes para
atrapar gatos monteses y coyotes. Una mañana temprano, dos de nuestros compañeros salieron en
jeep para inspeccionar esas trampas. Pero en vez de encontrar lo que buscaban, descubrieron una
serpiente de cascabel muy grande apresada en la mitad de su cuerpo. Uno de los estudiantes decidió
llevársela viva a nuestro laboratorio. Poniendo la culata de su carabina sobre la cabeza de la
serpiente, asió firmemente ésta precisamente detrás de sus mandíbulas. Así pensaba sostenerla
hasta llegar a la escuela, y todo anduvo bien hasta el momento en que, llegado a Loma Linda, quiso
bajar del jeep. La mano que se aferraba a la serpiente, se aflojó un instante, lo suficiente para que
el reptil se diese vuelta y lograse introducir uno de sus terribles colmillos en un pulgar de mi
compañero. ¡Cuán desagradable fue la sorpresa! Cuando uno tiene que vérselas con las serpientes
de cascabel debe observar una vigilancia constante.

Recordemos la semejanza que hay entre esas serpientes y Satanás, y admitiremos que también
frente a este último enemigo debemos mantenernos en guardia. En cualquier momento puede
darse vuelta y sorprendernos.

Sin duda habéis oído decir que la serpiente de cascabel nos da aviso de su presencia. No siempre es
así. Me encontraba una vez en México con un compañero, investigando el caso de un parásito que
transmite cierta enfermedad y se aloja en los nidos de las ratas del desierto. Habiendo observando
un amontonamiento de rocas que debía albergar alguna
colonia de dichas ratas, detuvimos nuestro camión, y
comenzamos a escalar las rocas, con la esperanza de
descubrir alguna cueva de ratas. Mi compañero subió de
un salto sobre una roca grande, y yo le seguía de cerca. Él
pasó adelante y yo le venía siguiendo cuando,
precisamente en medio de un salto que estaba dando,
mientras todavía estaba en el aire, oí debajo de mí el ruido
característico de una serpiente de cascabel avisándome de
que no estábamos solos.

EL AMIGO DE LOS NIÑOS (The Children’s Friend). Publicaciones Interamericanas de la Pacific Press Publishing Assn.
1350 Villa Street, Mountain View, California 94041, U.S.A. 4to. Trimestre de 1962
No tengo todavía idea de cómo sucedió, pero logré dar marcha atrás sin tocar la roca sobre la cual
estaba un crótalo pequeño, pero de una especie muy peligrosa.

La serpiente había dejado pasar a mi compañero sin hacer el menor ruido, como deja el diablo a
veces pasar a alguien sin advertirle su presencia. Esto nos impone el deber de prestar atención
especial a la senda por la cual andamos. Los antros del diablo no se distinguen todos por luces de
neón ni por música ruidosa.

Habíamos invadido el terreno del crótalo, pero a veces es la serpiente la que invade nuestro terreno.
En otra ocasión estábamos haciendo investigaciones acerca de un tipo de paludismo que se
encuentra sobre todo entre los lagartos y otros reptiles. Nuestro método para cazar especímenes
de lagartos consistía en disparar contra ellos mediante una carabina que se cargaba con un polvo
muy fino cuyo efecto paraliza al lagarto.

Un espécimen de gran tamaño pasó a gran velocidad al lado de mi amigo, y éste se echó la carabina
al hombro, apuntó al reptil y apretando el gatillo, disparó. El tiro alcanzó al lagarto en el momento
en que penetraba en su cueva. No cabía la menor duda de que el lagarto había sido alcanzado por
el tiro, pues su cola quedó sobresaliendo en la entrada de la cueva. Mi compañero echó mano de la
cola para apoderase del espécimen, pero el resultado de la caza era doble esta vez; en el otro
extremo del lagarto había un crótalo. Era una serpiente que había estado al acecho, con la boca
abierta para recibir su desayuno. Felizmente, el tiro que había matado al lagarto había matado
también la serpiente.

¿Puede suceder que el diablo esté al acecho de nuestra propia sala, con la esperanza de devorarnos?
Tal vez nos sentimos tentados a mirar o escuchar un programa que no respeta los principios
cristianos, y hasta puede suceder que nos dejemos absorber por actividades malsanas.

Los hombres de ciencia nos dicen que las serpientes no pueden hipnotizar a otros animales, pero yo
sé que algunos pueden quedar fascinados cuando miran una serpiente.

Cierta vez, dos compañeros y yo logramos transportar un jeep con acoplado hasta una isla situada
a 30 kilómetros de la costa de California. Deseábamos comparar los parásitos que albergan los
animales de la isla con los que se encuentran en el continente. Seguimos mal que mal un camino
lleno de baches, por el cual nos alejamos del mar a fin de trepar las colinas del desierto. Después de
haber rodeado una de esas colinas, sorprendimos a una ardilla terrestre que estaba chillando muy
agitada y mantenía los ojos fijos sobre la maleza que había a lo largo del camino. Nuestro conductor
aplicó los frenos y yo eché mano a la carabina. No soy partidario de la caza y me opongo a que se
maten los animales por placer. Por lo tanto, sólo apresábamos y matábamos a los animales que eran
necesarios para nuestro trabajo.

Deslicé un cartucho en mi carabina 22 y puse una rodilla en tierra, a lado de nuestro jeep. No soy
un tirador destacado, pero una ardilla a 25 metros no tiene muchas posibilidades de escapar si logro
ponerla frente a mi punto de mira. Apreté el gatillo, pero la ardilla continuó chillando al borde del
camino. Cargué de nuevo mi carabina, descontento por haber errado el tiro. Reteniendo el aliento,
apunté y volví a apretar el gatillo; pero no tuve más resultado que con el primer tiro. La tercera

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detonación alertó finalmente a la ardilla, la cual dio media vuelta y huyó hacia una cueva que estaba
del otro lado del camino. Volví a subir al jeep bastante confuso, hasta que pude comprobar que el
mecanismo de mi carabina había sido dañado por las sacudidas mientras estaba el arma acostada
sobre el piso del vehículo.

No me explico por qué la ardilla se quedó al borde del camino a pesar de que los dos primeros tiros
–fue la reflexión que expresé a mis compañeros-

—Hay probablemente una serpiente –dijo uno de los hombres. –Vamos a ver si es así.

Nos acercamos lentamente al lugar donde la ardilla había estado tan agitada, y efectivamente a
corta distancia del camino, había una gruesa serpiente de cascabel, enroscada.

—La ardilla estaba sin duda fascinada por el peligro –comentó uno de mis compañeros. –Cuando
disparaste contra ella, le salvaste la vida.

¡Cuántas veces nos vemos fascinado por los atractivos que el diablo nos presenta, y esta fascinación
nos domina aun cuando sepamos que él está a punto de devorarnos. Debiéramos sentir
agradecimiento por las cosas desagradables que nos suceden y nos libertan de la influencia
hipnotizante del diablo.

Gracias a algunas de esas aventuras he llegado a comprender mejor la comparación que establece
la Biblia entre el diablo y una serpiente. Como los crótalos, Satanás es engañador, astuto y peligroso:
pues su veneno es mortal.—

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