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Los contenidos
Una vez que hemos definido el objetivo principal del escrito y calibrado cómo es el
destinatario, surge una pregunta obvia. ¿Cómo voy a alcanzar ese objetivo principal?
La respuesta está en el siguiente paso que debemos dar en la preparación del texto: el
establecimiento de objetivos intermedios. Dicho metafóricamente, debemos
preguntarnos desde qué vertientes de la montaña podemos atacar la cima, que es
nuestro objetivo último. Y ascender por las que estén practicables. Sin embargo,
tampoco hay que excederse: es suficiente con definir de tres a cinco objetivos
intermedios bien escogidos, es decir, enfocados directamente al objetivo principal y a
la personalidad del destinatario, si la conocemos. Volviendo al ejemplo, algunas
vertientes practicables serían las siguientes:
Objetivos intermedios:
Tras establecer los objetivos intermedios, entramos en una nueva fase. Ahora vamos a
escoger qué información transmitiremos en nuestro escrito. Abordamos, pues, lo que
se convertirá en el contenido del texto: datos, motivos, argumentos, soluciones…, que
aparecerán en la redacción definitiva.
¿Cómo saber qué información debemos transmitir? La mejor manera es guiarnos
por los objetivos intermedios que hemos establecido. Todas aquellas ideas que los
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