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Las fases que debe pasar una

vacuna antes de

suministrarse
Estudios preclínicos
Antes siquiera de pasar a las fases clínicas -es decir, las
realizadas en humanos-, el fármaco debe someterse a los
llamados estudios preclínicos, el objetivo de los cuales es
recoger una serie de datos previos que serán aplicados en las
fases sucesivas. Dichos estudios se realizan en animales,
generalmente empezando por mamíferos pequeños con un
ciclo de reproducción rápido, como roedores, y pasando
después a animales de mayor tamaño, como los cerdos o
primates.

En esta etapa se busca asegurar que el fármaco en desarrollo


sea razonablemente seguro para los voluntarios que
participarán en las pruebas clínicas. Por ello se centran en
recoger datos de toxicidad, estudiando si produce reacciones
adversas y, si así fuera, a partir de qué dosis. También se
estudian las características farmacocinéticas, como pueden ser
la vía de administración de la vacuna o medicamento, el tiempo
que tarda en hacer efecto y cuánto dura su eficacia. En el caso
de las vacunas, se examina la respuesta inmune.

Terminados los estudios preclínicos, la empresa o institución


que esté desarrollando el fármaco o vacuna presenta una
solicitud ante la autoridad sanitaria competente -en el caso de
España y otros países de la Unión Europea, la Agencia Europea
de Medicamentos (EMA)- para pasar al desarrollo clínico, es
decir, los estudios en humanos, antes y después de la
comercialización.

Las 4 fases del desarrollo clínico


El desarrollo clínico de la vacuna o medicamento consta de
cuatro fases. Las tres primeras son previas a la comercialización
y se realizan con muestras reducidas de voluntarios, para
determinar si el fármaco es apto para ser distribuido. En
cambio, la cuarta y última fase evalúa la eficacia real de la
vacuna o medicamento sobre un gran número de personas
vacunadas o tratadas con el fármaco. En cada fase el producto
debe recibir, por parte de la autoridad sanitaria competente, la
aprobación de los resultados presentados antes de avanzar a la
fase siguiente.
En detalle, los objetivos de cada una de las fases del desarrollo
clínico son los siguientes:

En la fase I se comprueba que el fármaco no genera efectos


adversos peligrosos en humanos, puesto que aunque ya se haya
comprobado con animales en el estudio preclínico, pueden ser
distintos en las personas. Se realiza con voluntarios sanos, a
algunos de los cuales se suministra el producto real mientras
que a otros se les administra un placebo.
La fase II está orientada a comprobar la efectividad del fármaco
en una muestra de pacientes que presentan la enfermedad o
condición que se desea tratar. Se busca también estimar la dosis
necesaria para que el producto sea efectivo; en el caso concreto
de las vacunas, que produzca anticuerpos suficientes para
proteger frente a una infección real.
En la fase III se evalúa la dosis seleccionada, comprobando su
eficacia y el porcentaje de pacientes que responden
positivamente en una población de mayor tamaño. Si los datos
son favorables, se solicita la aprobación de la agencia sanitaria
correspondiente para que autorice su comercialización. Se
realiza, igual que la anterior, con una muestra significativa de
pacientes que presentan la enfermedad o condición a tratar. En
el caso de las vacunas son personas no infectadas previamente.
La fase IV consiste en un procedimiento llamado
farmacovigilancia, es decir, hacer un seguimiento del fármaco
ya comercializado para comprobar que no presenta efectos
adversos significativos no detectados en las fases previas y que
su efectividad es similar a la establecida en las pruebas clínicas.
Esta fase es necesaria porque las anteriores se realizan con
muestras limitadas de pacientes, que pueden no reflejar la
población general. El fármaco puede resultar contraindicado en
personas con condiciones de salud particulares o presentar
efectos adversos raros que no hayan sido detectados. En caso
de aparecer complicaciones, la agencia sanitaria pertinente
puede solicitar suspender la comercialización del fármaco e
incluso retirarla del mercado.

Vacuna en tiempo récord


La necesidad de frenar rápidamente la pandemia de COVID-19
ha acelerado los tiempos que normalmente son necesarios para
desarrollar una vacuna. Habitualmente, el periodo desde el
inicio de los ensayos preclínicos hasta que se supera la fase III y
se aprueba la comercialización ronda los cinco años. En cambio,
las primeras vacunas contra la COVID-19 obtuvieron luz verde
para la distribución en diciembre de 2020, apenas un año desde
el inicio de la epidemia en China.
Aun así, las campañas de vacunación se han topado con dos
escollos: la aparición de nuevas variantes del virus SARS-CoV-2,
frente a las cuales las vacunas existentes han visto reducida su
eficacia, y la falta de dosis suficientes para llegar a toda la
población, especialmente en países en desarrollo. Por ese
motivo, continúa la carrera para intentar conseguir nuevos
fármacos antivirales que aseguren una disponibilidad suficiente
y permitan hacer frente a las nuevas cepas del virus.

La farmacéutica HIPRA está trabajando en dos líneas de


investigación para abordar la creación de una nueva vacuna:
una basada en ARN mensajero -como las de Pfizer y Moderna- y
una basada en proteína recombinante. Esta última es la que ha
recibido luz verde para pasar a la fase II del desarrollo clínico; la
empresa espera empezar a comercializarla durante la primera
mitad de 2022.

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