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Orellano, Elena
Ciencia y Tecnología 2017: divulgación de la producción científica y tecnológica de la
UNR/ Bulacio, Lucía; Pairoba, Claudio; coordinado por Elena Orellano, Lucía Bulacio,
Claudio Pairoba, Patricia Ponce de León, Jorge Molero. 1a ed. Rosario: UNR Editora.
Editorial de la Universidad Nacional de Rosario, 2018.
CD-ROM, PDF

ISBN 978-987-702-304-6

1. Ciencia y Tecnología. I. Bulacio, Lucía; Pairoba, Claudio. II. Orellano, Elena, coord.
III. Bulacio, Lucía, coord. IV. Pairoba, Claudio, coord. V. Ponce de León, Patricia, coord.
VI. Molero, Jorge, coord. VII. Título.
CDD 607

ISBN 978-987-702-304-6

© Orellano, Elena
© Universidad Nacional de Rosario

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.


Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida sin el permiso previo del editor.
Prólogo
El presente ejemplar reúne los 221 trabajos ampliados de resúmenes presentados duran-
te la XI Jornada CyT 2017, representando a las doce facultades que constituyen la Uni-
versidad. La importancia que ha adquirido esta publicación queda evidenciada al repasar
los números alcanzados a lo largo de once años de Jornadas: casi 3.700 resúmenes pre-
sentados y más de 2.000 trabajos ampliados publicados.
Este año la actividad especial desarrollada en el ámbito de la Jornada fue el Primer En-
cuentro de Espacios de Investigación UNR (EIUNR). Estos espacios agrupan a docen-
tes-investigadores de centros, institutos, laboratorios y grupos que no forman parte de
institutos de doble dependencia UNR-CONICET y que se encuentran en las facultades o
el Centro de Estudios Interdisciplinarios (CEI). La actividad tuvo una importante con-
vocatoria y su objetivo fue relevar y visibilizar el volumen e importancia de la investi-
gación desarrollada en el ámbito de la Universidad Nacional de Rosario.
Como actividad innovadora la JorCyT 2017 habilitó un espacio para la mostración de
prototipos, que en esta ocasión estuvo a cargo de integrantes del Centro Binacional Ar-
gentina-Italia en Investigación Clínica y Aplicada.
Al igual que en años anteriores, tuvimos una importante participación de jóvenes inves-
tigador@s tanto graduad@s como estudiantes. Est@s últim@s estuvieron represen-
tad@s por becari@s de la Fundación Banco de Santa Fe (FBSF) y del Consejo Interuni-
versitario Nacional.
Resumiendo, esta nueva publicación evidencia el compromiso de nuestra secretaría para
continuar aportando a la comunicación de la ciencia y la tecnología así como a su socia-
lización, punto clave en toda organización compleja y rica en experiencias como la Uni-
versidad Nacional de Rosario.

Prof. Dra. Elena Orellano


Secretaria de Ciencia y Tecnología
Universidad Nacional de Rosario

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LOS MOCORETAS: Entre el indicio y la evidencia
Cornero, S.1; Green, G.2
1. Museo Universitario, Facultad de Cs. Ex., Ing. y Agrimensura, Universidad Nacional
Rosario. 2. Facultad de Humanidades y Ciencias. Universidad Nacional del Litoral.
E-mail: pmdelrio@fceia.unr.edu.ar

Los mocoretas han sido reconocidos como comunidad histórica a partir de los relatos de
cronistas y documentos coloniales de los siglos XVI y XVII, que registran el gentilicio
o etnónimo a través de más de 15 grafías diferentes. De este pueblo poco se conoce,
porque poco se ha escrito o poco se ha conservado. Las referencias etnográficas resultan
escasas y en ocasiones acotadas, valorativas y fragmentadas; o bien, comparativas con
otras etnias.

En el contexto de los renovados paradigmas de disciplinas indíciales, atentos a la


perspicacia observacional de vestigios y puntos de contacto (Ginzburg 1999), este
ensayo resulta de la confluencia de abordajes etnohistóricos y arqueológicos orientados
a contribuir a una identificación menos ambigua de “lo Mocoreta” como pueblo
histórico. Desde ambas disciplinas se correlacionan datos que posibilitan construir una
incipiente caracterización que vincula al pueblo histórico mocoreta con una facie
arqueológica reconocida por Serrano (1972) como facie Las Mulas, en referencia al
arroyo Las Mulas en cuya orilla se emplaza el sitio Los Tiestos (imagen 1), unos 25 km.
al Norte de la localidad entrerriana de La Paz y al sur de la desembocadura del arroyo
Guayquiraro (Serrano 1945).

Los antecedentes en esta convergente línea de trabajo son escasos, entre ellos podemos
citar a Bonomo y Latini (2012) para la comarca de Buenos Aires, y a la reciente
contribución de Politis (2014) en la cual discute las observaciones del cronista Lope de
Sousa en el contexto de la historia del Río de La Plata (s. XVI) y de las investigaciones
arqueológicas recientes.

El territorio del pueblo mocoreta histórico, geográficamente delimitado por las crónicas,
coincide con la distribución de un registro arqueológico particular; integrado por
diversos componentes bioantropológicos, arqueofaunísticos, metálicos, óseos y
cerámicos; que logra puntos de contacto con el relato escrito. Entre estos puntos se
destaca la cerámica, cuyos diseños distintivos en modelados, decorados y conceptos

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reincidentes, proceden de sitios que se emplazan dentro del área mocoreta definida por
la documentación histórica.

Las fuentes tempranas nos ofrecen datos de localización para la ubicación geográfica de
los mocoretas. Schmidel, quien remonta el Paraná en 1539, los encuentra del otro lado
del Parnaw al norte de los quiloazas (hoy laguna Setubal); De allí seguimos adelante
sin encontrar más Indios por 18 días; después dimos con un agua que corre tierra
adentro, y allí encontramos mucha gente llamada Machkuerendes. De la laguna la
primera entrada de agua al oriente es el actual arroyo Feliciano. De acuerdo a Serrano
(1950) el territorio de estos indígenas se extendía en la costa e islas de la región que
ocupa el actual Dpto. La Paz, e islas del lado santafesino. Si las crónicas permiten
indicar al arroyo Feliciano como el límite sur del territorio mocoreta, por el norte se
extenderían hasta la desembocadura del río Guayquiraró. Schmidel señala los
enfrentamientos que se producían entre mocoretas y chanas salvajes describiendo a
estos últimos como muy diferentes de los primeros, ya que eran gente petiza y gruesa
(Quevedo 1903: 166). Acordando con Mantilla (1928) proponemos para los
guayquiraros la etimología en guaraní de pequeños gordos pintado” y su identificación
con la gente petiza y gruesa descripta por Schmidel. Si los guayquiraros eran los
llamados “chanas salvajes” que guerreaban con los mocoretas, incursionando sobre la
costa desde el interior, y el río Guayquiraró era la vía que conducía a sus asentamientos;
el núcleo más denso de la población mocoreta debió estar junto a la desembocadura de
ese río; idea que sostienen, a su vez, Canals Frau (1986) y Ceruti (2006).

Según Diego de Góngora, al visitar en 1622 la reducción de San Lorenzo de los


Mocoretas que se hallaba tres leguas al norte de Santa Fe la Vieja, estos declararon: que
havia seis años que por mandato de Hernando Arias de Saavedra los sacaron por
fuerza contra su boluntad de sus naturales y tierra con sus mugeres y hijos que estan a
15 y 20 leguas de la dha reducción (Cervera 1982: 384). Calculando distancia desde la
reducción llegamos, por el norte a la actual localidad santafesina de Colonia Teresa,
frente a la desembocadura del río Guayquiraró; lo que nos permite comprobar lo dicho
respecto de esta zona como territorio de la población mocoreta a partir de sus propios
testimonios. Sabemos, por Mantilla (1928), que el río Santa Lucía era conocido también
como río Mepeney, y que allí se concentraban los asentamientos mepenes; de manera
que, entre la desembocadura del Guayquiraró y la del Santa Lucía, podríamos ubicar el
borde entre mocoretas y mepenes. Justamente, a la altura de la localidad correntina de

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Esquina, considera Canals Frau que se estaba produciendo, a la llegada de los españoles,
la intromisión “chana salvaje” o guayquiraro en la costa. Los indicios llevan a proponer
un espacio de transición, a la altura de Esquina, disputado por mocoretas, “chanas
salvajes” y mepenes, que, según Oviedo: tienen guerra con los unos y con los otros
sobre sus caças y pesquerías. (Oviedo 1852). Si bien García de Moguer (1530) y
Schmidel (1539) ubican a los mocoretas al oriente del río Paraná; Gaboto en su mapa
(1544) los señala hacia el occidente del río, y Oviedo (1535-1557) los sitúa en ambas
márgenes. Otros cronistas, como Ramírez (1528), Irala (1540) y Rodríguez (1539) no
especifican ubicación. Fernández Díaz (1973) los señala como establecidos
exclusivamente en la margen oriental del Paraná. Entre ambas márgenes hay una
destacable variación en la altitud de las costas. La margen entrerriana tiene elevaciones,
en algunos sectores próximos a La Paz, de más de 10 metros respecto de la costa
santafesina, haciendo del borde oriental un lado más elegible a la hora de establecer una
aldea o sementeras, para evitar inundaciones; lo cual no implica que las islas y costas
adyacentes no fueran un espacio propicio para otras actividades. Ortiz de Vergara
indicaba estos desplazamientos en 1573, que: es jente que se traslada a buenas tierras
(de Gandia 1943). En base a lo señalado podríamos ubicar a los mocoretas dentro de un
polígono geográfico sobre el cual ejercerían, al momento del contacto europeo, su
hegemonía, y que comprendía ambas márgenes del río Paraná entre la desembocadura
del Feliciano y la del Guayquiraró.

Desde lo arqueológico registros cerámicos


distintivos proceden de varios sitios
emplazados entre los cursos del Feliciano y
Guayquiraró de la margen entrerriana, y las
localidades de Helvecia y Colonia Teresa
de la margen santafesina. Los Tiestos o Las
Mulas podría considerarse un sitio tipo y
emblemático por la exuberancia y
diversidad de sus registros. Ha sido
sistemáticamente excavado por Serrano y
posteriormente por Ceruti. Cuenta con dos
dataciones; una realizada sobre carbón por Imagen 1. Polígono aproximado del Área
Ceruti (2003) con un resultado de 1000 +120 Mocoretá y Sitios arqueológicos.

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años AP y otra sobre hueso humano (Ent.3), realizado por Cornero (2017), de una
antigüedad de 750 + 50 años AP., consistente con el fechado anterior, y con fechados de
sitios próximos y asociados por técnicas y modalidades iconográficas como Arroyo
Arenal (AA)(5 km sur de Las Mulas) datado en 625 +50 años AP (Ottalagano et al
.2015), y Arroyo Largo fechado por Ceruti en 1380 +100 y 900+120 años AP (Ceruti
2003). Puerto Cuartel, Las Palmas, Las Palmeras, y Almacén Las Nutrias son algunos,
entre otros sitios más, que podrían considerarse dentro de la localidad caracterizada
inicialmente por Serrano (1972).

La primera noticia que disponemos sobre los mocoretas es una crónica epistolar que nos
llega directamente de Luis Ramírez, que en el año 1528, los menciona como
“Mecoretais”; en los años siguientes se registrarán diversos términos para un mismo
etnónimo, como: Mecontaes o Mecotaes (García de Moguer), Machkuerendes,
Machueradeiss, Machueradeis o Machurades (Schmidel), Mearetas (Rodríguez),
macarotaes (Irala), masoretas (mapa de Gaboto), mecoretaes (Oviedo), mecoretaes
(Ortiz de Vergara), mocoretaes (Acta de fundación de la ciudad de Santa Fe, 1573),
macuerendas (mapa de Hulsius, 1599), Mecoretas (Herrera, 1601-1615), Me coretaes
(Góngora 1622), Morocotes y Marcaretas (mapa de Ian Canin, 1624), Mocoretás
(Expediente compra de tierras por jesuitas 1631. DEEC: EC. T 52. expte 12),
Mequaretas (mapa de W. Blaeu, 1633), mocoletes (encomienda Blas de Aredes,
Corrientes 1673) Mocoretá (encomienda Isabel de Santuchos, Santa Fe 1678), entre
otros. Las últimas menciones por contemporáneos, nos ubican a fines del s. XVII
durante el régimen de encomiendas. El término sobrevivirá como topónimo en diversos
lugares del Litoral, en documentos y cartografías desde el s. XVII a la actualidad.

El fechado más tardío (AA) evidencia y ubica al registro arqueológico a unos 150 a 200
años del paso del primer barco español, conducido por Gaboto donde viajaba Luis
Ramírez, que menciona a los Mecoretais en ese tramo, y de Schimdel quien con su
tripulación convivieron 4 días en su aldea cerca del Feliciano.

Varios autores (Quesada 1857; Gay 1863; Martínez 1917) han propuesto diferentes
etimologías para el gentilicio mocoretá, todas derivadas de la lengua guaraní. Los
guaraníes, actuaron como baqueanos en las primeras expediciones europeas que
remontaron el Río de la Plata y Paraná, por ello parte de los etnónimos de la región se
deben a sus denominaciones. Para analizar los posibles significados, revisamos
fuentes referidas a la lengua guaraní y a otras lenguas originarias como chaná (J. Blas

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com. Pers. 2017) y aymara, considerando la variación dialectal y temporal y el contexto
de aplicación del término. Finalmente acordarnos con la traducción propuesta por
Martínez (1917) como “comedores de tierra”. Las obras más antiguas conocidas sobre
el idioma guaraní, según se lo hablaba en el s. XVI en la región norte del Paraná medio,
son las de Aragona 1620 (1979) y Montoya (1638-1640). En ambas se encuentra el
término “retã” o “tetã”, con el significado de tierra, o tierra patria (terruño); en tanto
que mocõ remite a tragar o engullir, en diversos dialectos tupi-guaraní.

Mocoretá es por lo tanto un exónimo, de origen guaraní, que refiere a una actividad o
costumbre, la de engullir o devorar tierra. Esta costumbre conocida como geofagia ha
sido reconocida entre los aymaras del Titicaca, o los otomacos del Orinoco (Guinea
2006, Browman 2004, Gumilla 1741). Sobre la práctica de comer barro, de ciertos
indios del distrito de la ciudad de Santa Fe encontramos un contacto entre la crónica y
el exónimo. El dato nos llega de Rui Díaz de Guzmán; Tiene este distrito muchos
indios, que fueron repartidos a los pobladores de esta ciudad, (…) y tienen por pan
cierto género de barro de que hacen unos bollos, y métenlos en el rescoldo: se cuecen, y
luego para comerlos los empapan en aceite de pescado, y de esta manera los comen, y
no les hace daño alguno. (Guzmán 1835). En su época y tras el acta de fundación de la
ciudad (1573), se sabía que ésta se había asentado entre calchines y mocoretas. El
exónimo nos lleva a considerar a los últimos como posibles comedores de tierra
señalados por Guzmán y por los lenguas guaraníes. Algunos cráneos observados
procedentes de Las Mulas, Pto. Cuartel y AA exponen críticos desgastes oclusales,
posiblemente asignables a prácticas geofágicas.

Otro punto de contacto proviene desde la notable estatura, a la cual remiten varios
cronistas y que ha sido comprobada a través de la bioarqueología (Cornero 2003). Los
cronistas dicen Y adelante en la misma costa del Norte hay otra gente, llamada
mecoretaes, alta de cuerpo. (Oviedo) Altos y bien formados los hombres (…)
(Schmidel). Datos sobre talla fueron relevados en esqueletos procedentes del área
mocoreta. De Puerto Cuartel I, el femenino SentLap 16, fue analizado por Mendonca y
Bordach (1983) estimando su estatura, en 1,62 m. Méndez (1981) atribuye a los
esqueletos de AA tallas altas, estimadas en 1,64 m. para el femenino y en 1.77 para el
masculino.

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El registro alfarero entra en diálogo con los documentos logrando un nuevo punto de
contacto. Schmidel dice… se ponen dos estrellitas en las narices. Han sido halladas
figuras humanas de cerámica con el claro detalle de orificios nasales perforados con
orientación horizontal, tanto en el sitio Los Tiestos con en otros adyacentes (Imagen 2).

Imagen 2. Figuras antropomorfas con narices horadadas

Son frecuentes en la región mocoreta hallazgos de modelados anatrópicos que representan


peces loros fusionados en el mismo cuerpo, una descripción detallada de estas cerámicas
vinculadas al universo mitológico se expone en un reciente trabajo de Cornero (2018). Otra
característica que vuelve distintiva las decoraciones procedentes del área mocoreta es, entre
otras que cuestión de espacio debemos omitir, un trazo inciso recurrente en surco rítmico
que representa brazos en diversos modelados zoomorfos (Imagen 3).

Imagen 3. Apéndices con brazos laterales incisos en surco rítmico. Museo de San Javier

Schmidel distingue expresamente la lengua mocoreta de la hablada por timbus,


corondas y quiloazas: Ellos (…) hablan otra lengua… (Quevedo 1903). Serrano (1947)
y Canals Frau (1986) señalan tres secciones entre los pueblos del litoral, cada una con
una lengua distinta; que si bien no puede saberse si eran idiomas o dialectos, se inclinan
por esto último. Aun si el hablan otra lengua refiriera a un dialecto, estamos en

1001
presencia de un particularismo y de un referente central en la construcción de
identidades. Los cronistas diferencian a los mocoretas de sus vecinos más cercanos,
como construyendo una caracterización colectiva, y sin contradicciones. Son
reconocidos como generaciones diferentes por García, Ramírez y Schmidel, quien
además los describe con otra lengua que la timbu/ coronda/ quiloaza.

Desde el diseño cerámico es reconocible una diferencia conceptual y temática (peces-


loros, narices horadadas, bracitos incisos, entre otros rasgos) de dispersión coincidente
con el área asignada por dichos cronistas. Oviedo y Schmidel los presentan como altos
de cuerpo, indicio demostrado en registro óseo; para Guzmán y los vecinos guaraníes
practican la geofagia, característica demostrable desde un análisis sistemático de
desgaste dental.
En esta investigación, aún en proceso y que acotamos por límite de páginas, hallamos
algunos interesantes puntos de contacto: territorio, generación diferente (reconocida por
los cronistas), cronología de contacto, correlación relato-registro, que llevan a
considerar que el registro compatible con la facie Las Mulas (de Serrano 1972), puede
ser atribuido a la cultura material producida por la comunidad histórica mocoreta, que
hubiera habitado, conforme a los datos históricos, los actuales sitios de la localidad
arqueológica Los Tiestos.
Si bien en la actualidad nadie se ha reconocido como descendiente mocoreta, constituye
un interés entre nuestros objetivos visibilizar a este pueblo histórico y reconocerlo en la
dimensión de su pasado arqueológico, con más de un milenio de vida en la costa del
Paraná, profundizando en su historia desde la materialidad del registro y la palabra del
cronista, entre los indicios que dejaron y las evidencias que encontramos.

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CIENCIA Y TECNOLOGÍA
UNR EDITORA

EDITORIAL DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO


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