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Teología y literatura

Análisis narrativo de la novela El olvido que seremos

Trabajo de grado presentado como requisito para optar al título de Teólogo

Edwin Alexander Martin Díaz

Fundación Universitaria Seminario Teológico Bautista Internacional de Cali


Facultad de Teología
Programa de Teología Presencial
Cali - Colombia
Febrero, 2018

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CLAUSULA DE CESIÓN DE DERECHO DE PUBLICACIÓN DE TESIS/MONOGRAFÍA /
TRABAJO FINAL DE DIPLOMADO

Yo, Edwin Alexander Martin Díaz, autor(a) del trabajo de grado intitulado “Teología y literatura:
análisis narrativo de la novela El olvido que seremos”, mediante el presente documento dejo
constancia de que la obra es de mi exclusiva autoría y producción, que la he elaborado para cumplir
con uno de los requisitos previos para la obtención del título de Teólogo (a) en la Fundación
Universitaria Seminario Bautista Internacional –UNIBAUTISTA- con sede en Cali, Colombia.
1. Cedo a la Fundación Universitaria Seminario Bautista Internacional –UNIBAUTISTA- los
derechos exclusivos de reproducción, comunicación pública, distribución y divulgación, durante
cinco (5) años a partir de mi graduación, por lo tanto la Fundación Universitaria Bautista podrá
utilizar y usar esta obra por cualquier medio conocido o por conocer, siempre y cuando no se lo
haga para obtener beneficio económico. Esta autorización incluye la reproducción total o parcial
en los formatos virtual, electrónico, digital, óptico, como usos en red local y en internet.

2. Declaro que en caso de presentarse cualquier reclamación de parte de terceros respecto de los
derechos de autor/a de la obra antes referida, yo asumiré toda responsabilidad frente a terceros y a
la UNIBAUTISTA.

3. En esta fecha entrego a la Dirección de Investigaciones el ejemplar respectivo y sus anexos en


formato digital o electrónico.

Fecha: febrero 2018

Edwin Alexander Martin Díaz

CC. 1071987859

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Teología y literatura
Análisis narrativo de la novela El olvido que seremos

Trabajo de grado presentado como requisito para optar al título de Teólogo

Autor (es)
Edwin Alexander Martin Díaz

Director
Mag. Roberto Caicedo Narváez

Evaluador (a)
Mag. Eneried Arboleda González

Fundación Universitaria Seminario Teológico Bautista Internacional de Cali


Facultad de Teología
Programa de Teología Presencial
Cali - Colombia
Febrero, 2018

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Nota de advertencia

De acuerdo a la Resolución de Rectoría “La Fundación Universitaria Seminario Teológico


Bautista Internacional de Cali no se hace responsable por los conceptos emitidos por sus
estudiantes en sus trabajos de grado. Las opiniones aquí expresadas son de exclusiva
responsabilidad del autor o autores del mismo. La aceptación y aprobación del trabajo de grado,
corresponde al cumplimiento de los criterios de calidad exigidos para tal fin, y no implican
necesariamente la aprobación conceptual de su contenido por parte de la UNIBAUTISTA y/o de
los directores de la línea de investigación o evaluadores”

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Ficha descriptiva del trabajo de grado
(Favor marcar con una X donde corresponda)
Modalidad

1. ______ Trabajo de grado


2. ______ Sistematización
3. ______ Proyecto Diplomado como opción de grado

Título del trabajo


Escriba en este espacio el título completo del trabajo de grado (No modificar el tipo de letra
y usar solo mayúscula Inicial)

Autor (a, es): Edwin Alexander Martin Díaz

Director (a): Mag. Roberto Caicedo Narváez

Evaluador (a): Mag. Eneried Arboleda González

Facultad de Teología
Programa

Teología Presencial: ___________ Teología a Distancia: ___________

Periodo de realización del documento


Fecha de inicio: 2016, Mayo Fecha de entrega: 2018, Mayo
Calificación

El trabajo de grado que se entrega obtuvo la calificación de: 4.8


Número de páginas : 84

Valoración del trabajode grado

Aprobado: ___________ Meritorio: ___________

Medio de divulgación
Del presente trabajo se entregan dos copias en medio digital en la biblioteca Hoke Smith de
la Fundación Universitaria Seminario Teológico Bautista Internacional, con la respectiva
autorización para publicar y difundir este escrito a través de los medios físicos o electrónicos
(conocidos y por conocer) que emplee la Institución.

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El pecado original no es otro que la felicidad.
Laura Restrepo.

No, yo ya no me quiero ir para el Cielo.


A mí no me gusta el Cielo sin mi papá.
Prefiero irme para el Infierno con él.
Héctor Abad Faciolince.

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Contenido

Introducción .............................................................................................................................. 11
1. Supuestos Para el Diálogo Entre teología y Literatura ........................................................ 14
1.1. La Teología en Reencuentro con la Cultura ................................................................. 14
1.2. Concilio Vaticano II: Gaudium et Spes ....................................................................... 15
1.3. Revista Concilium N° 115 (1976): “Teología y Literatura” ......................................... 17
1.3.1. La Novela. ........................................................................................................... 18
1.3.2. El problema del Mal y la Literatura. ..................................................................... 18
1.3.3. Carácter del Lenguaje Literario. ........................................................................... 19
1.4. CELAM ...................................................................................................................... 21
1.4.1. Primer Simposio, 1986. ........................................................................................ 21
1.4.2. Segundo Simposio, 1988. ........................................................................................ 22
2. Primer Acercamiento al Texto ........................................................................................... 25
2.1. Respecto al Autor ........................................................................................................ 25
2.2. Otras de Héctor Abad Faciolince ................................................................................. 30
2.3. Síntesis del Libro ........................................................................................................ 31
2.3.1. Estructura Narrativa. ............................................................................................ 32
2.3.2. Estructura Externa................................................................................................ 33
3. Análisis Narratológico ....................................................................................................... 40
3.1. Sobre el Método del Análisis Narrativo ....................................................................... 40
3.2. Estudio de la Ficción ................................................................................................... 41
3.2.1. Análisis de los Personajes y sus Acciones. ........................................................... 42
3.2.2. Análisis de la Estructura de la Intriga. ...................................................................... 48
3.2.3. Análisis del Espacio. ................................................................................................ 49
3.3. Estudio de la Narración ............................................................................................... 51
3.3.1. Análisis del Modo Narrativo. ............................................................................... 51
3.3.2. Análisis de la Voz Narrativa................................................................................. 59
3.3.3. Análisis del Tiempo de la Narración. ................................................................... 61
3.4. Estudio del Estilo ........................................................................................................ 63
3.5. Conclusión del Análisis Narrativo ............................................................................... 70
4. Conclusiones Generales y Prospectivas ............................................................................. 72

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4.1. Sobre el Método .......................................................................................................... 72
4.2. Sobre la Intención Comunicacional ............................................................................. 72
4.3. Sobre el Personaje del Padre ....................................................................................... 73
4.4. Sobre el Diálogo Teología y Literatura ........................................................................ 73
Anexos ...................................................................................................................................... 74
Capítulo 18 (págs. 106-114) .................................................................................................. 74
Referencias ............................................................................................................................... 81

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Lista de tablas

Tabla 7: Otras de Héctor Abad Faciolince ................................................................................. 31


Tabla 1: Abreviatura de los personajes ..................................................................................... 41
Tabla 2: Análisis de los personajes y sus acciones ..................................................................... 42
Tabla 3: Análisis del espacio ..................................................................................................... 49
Tabla 4: Focalización de la narración ........................................................................................ 57
Tabla 5: Orden de la ficción ...................................................................................................... 63
Tabla 6: Plabras lexicales .......................................................................................................... 67

10
Introducción

En la dinámica de diálogo entre teología y literatura se han formulado algunas propuestas


concernientes al abordaje entre estas dos disciplinas, reconociendo así significativos aportes
interdisciplinares y, además, algunos problemas epistemológicos que este cruce interdisciplinar
presupone. Por ejemplo, el Dominico Pie Duployé observó en la literatura una forma legítima de
teología —no teórica—, he incluso el teólogo Marie-Dominique Chenu, consideró la literatura
como un lugar teológico, siendo así ésta última propuesta uno de los ejes en el cual ha girado la
discusión teológica respecto al diálogo con la literatura. Otros teólogos como Jean-Piere Jossua y
Johann Baptist Metz, no vieron necesariamente, a diferencia de Chenu, un lugar teológico en la
literatura, más sí, al igual que Duployé, una forma legítima de teología. Preguntándose así: “…
si hay algo que sólo la literatura puede expresar, algo que ninguna teología conceptual podría
formular y que la literatura expresa con rigor.” (Jossua & Metz, 1976, pág. 158). Por esto Renard,
en un artículo sobre “Poesía, fe y teología” (1976), menciona que el lenguaje poético “es por
naturaleza más adecuado que ningún otro para hablar de la experiencia espiritual.” Además, la
literatura, en sus diferentes géneros, posee una inmanente dimensión heurística respecto a temas
propiamente teológicos, como también respecto a otras áreas. Por ello Rousseau al analizar,
particularmente, el problema del mal en las obras literarias de Bernanos —un novelista, ensayista
y dramaturgo francés—, mencionó que éstas son: “… un esfuerzo de comprender el mal, la
salvación y la perdición, que va más allá de lo que puede darnos a entender la teología raciocinante
y abstracta.” (Rousseau, 1976, pág. 173). Un problema recurrente en las obras literarias, por
ejemplo, concierne a la paradoja entre la coexistencia de un Dios todo poderoso y todo amor, y la
existencia del mal, es decir, la pobreza, las catástrofes, la violencia, entre otros aspectos que
conducen al escritor o escritora a suponer la ausencia o no-existencia de Dios.

Respecto a la dimensión heurística, el escritor Peruano Mario Vargas Llosa menciona:


[…] Yo estoy convencido de que aquel que se entrega a la creación de otras vidas
diferentes de aquella que él vive expresa así de manera indirecta su rechazo y su crítica
de la vida tal como es, del mundo real, y, al mismo tiempo, su deseo de remplazarla
por esos mundos que él inventa gracias a su imaginación y a sus deseos. Vargas Llosa,
Mario, como se citó en Toutin 2011 (págs. 19-20).

11
Por esto es evidente, además, que la literatura recoge, inexorablemente —consciente o
inconscientemente de quien escribe—, toda una sistematización ideológica respecto a su
cosmovisión filosófica, sociológica, teológica y en general a todos aquéllos aspectos insertos en la
dinámica de la vida y, en especial, a aquellos temas que se tornan paradójicos, como el, ya
mencionado, mal.

El olvido que seremos es una novela autobiográfica en homenaje a la memoria del padre del
escritor Héctor Abad Faciolince, Héctor Abad Gómez, quien fue asesinado por los paramilitares
debido a su activismo como defensor de los derechos humanos y denunciante de las injusticias
sociales. Como bien mencionó Borges, “este es mi postulado: toda literatura es autobiográfica
[…]” (Borges, 1926), El olvido que seremos, contiene, además, inexorablemente, la biografía de
su autor y, en efecto, de su familia. La novela está atravesado por una fina línea de símbolos,
críticas y “discursos teológicos”, fruto de la cercanía familiar con lo religioso (cultura) en la
formación de Abad Faciolince, que no se pueden pasar por alto y por ellos requieren un análisis.

Con base a lo ya mencionado, se pretende analizar la obra El olvido que seremos, en particular
el capítulo décimo octavo (págs. 108-109), del escritor colombiano y antioqueño Hector Abad
Faciolince, empleando los presupuestos del análisis narrativo como método para así poder realizar
un mirada al texto desde lo teológico. En este capítulo, Abad Faciolince relata los varios momentos
en los que su papá debió de viajar a otros países durante meses dado las circunstancias de
persecución política por parte de los “[…] conservadores, que lo consideraban un izquierdista
nocivo para los alumnos, peligroso para la sociedad y demasiado librepensador en materia
religiosa” (p. 99). Tras la ausencia de su padre, Abad, siendo aún un niño, “quedaba a merced del
mujerío enfermo de catolicismo […]” en la casa de la abuela materna. En efecto, en este capítulo
queda plasmada la escena de los rosarios (casi misas) que realizaban, con gran fervor religioso, en
la casa de la abuela. Es importante, además ―para la investigación―, señalar que este capítulo es
abundante en figuras y símbolos religiosos, además de contar con una “reflexión teológica” o
crítica religiosa ―que es, también, un reclamo al mismo Dios― y que deja plasmado allí ―pero
que además se puede rastrear a lo largo de la obra― concerniente a la incongruente retribución de
Dios para con sus fieles, es decir, una crítica en la que Abad Faciolince pone de manifiesto la

12
inconsecuencia frente al profundo sentido de devoción religiosa por parte de su familia materna, y
creyentes en general, y el mal enviado por Dios, es decir, un Dios que a cambio de la devoción
religiosa retribuye maldición.

13
1. Supuestos Para el Diálogo Entre teología y Literatura

Por medio del presente capítulo se presentará un ligero estado del arte sobre el diálogo entre
teología y literatura a fin de comprender la manera en que se ha abordado este cruce
interdisciplinar, y lo que ha representado para el quehacer teológico.

1.1.La Teología en Reencuentro con la Cultura

Por muchos siglos la teología vivió apartada de su entorno cultural, sosteniendo así un diálogo
consigo misma, es decir, un monólogo, y olvidando así a su interlocutora principal: la cultura de
su contexto. Quizá, este fenómeno se debió, inherentemente, a su misma herencia de su función
teológica como sabiduría: estrechamente innata a la vida monástica y caracterizada por ser
profundamente espiritual y alejada del quehacer mundano; y como saber racional: que
correspondió al momento en que la teología apareció como una disciplina intelectual, fruto del
encuentro entre la fe y la razón (Guitierrez, 1987, págs. 23-25).

El diálogo entre literatura y teología ha presupuestado para ésta última, una forma de
reencuentro con la cultura. Por esto, “… Duployé estima que las relaciones que promueve la
teología con la literatura de cada época constituyen la prueba de verificación de la calidad de las
relaciones que la misma teología establece con la cultura de su época.” (Toutin, 2011). Así, este
diálogo interdisciplinar cobra importancia, dado que conduce a privilegiar la literatura como
interlocutora, y desde tal encuentro, formular una teología, que en efecto, parta de la cultura y
contexto de la época.

Por otra parte, el diálogo entre teología y literatura ha sido poco explorado por las y los teólogos
Latinoamericanos, a pesar de su virtualidad teológica, explícita o implícita, inmanente en la
literatura (Rousseau, 1976, pág. 166), la cual puede enriquecer y aportar aspectos no
dimensionados antes en el quehacer teológico.

Concerniente a lo anterior, Pagán, Luis N. (1996) en su libro Mito, exilio y demonios: literatura
y teología en América latina, menciona:

14
La producción literaria Latinoamericana moderna tiene tan evidentes tangencias y
resonancias religiosas que despierta mi perplejidad la falta de atención por parte de la
comunidad teológica. Sobre todo la presencia abundante de asertos heterodoxos y
audaces transgresiones doctrinales que no pueden sino incitar a la reflexión y el
cuestionamiento teológico. (pág. 11)

En efecto, el reflexionar teológico está llamado a sumergirse en la cultura, representada y


contenida en la literatura; atendiendo así al pensamiento de su contexto para formular su teología.
Además, es una problemática teológica que se genera dentro del marco literario propio del
continente y que, como ya señaló Pagán, sólo pueden incitar al reflexionar y el cuestionamiento
teológico con sus enclaves dentro del fenómeno literario que nace, a partir de, y reproduce,
realidades concretas de una cultura en sí.

1.2.Concilio Vaticano II: Gaudium et Spes

La Constitución Pastoral “Gaudium et Spes” —escrita ya casi cincuenta y dos años— sobre la
Iglesia y el mundo de hoy, consta de dos partes: En la primera, La iglesia y la vocación del hombre,
en la que se trata, con una intención pastoral, el tema sobre la relación iglesia-mundo; y en la
segunda, Algunos problemas más urgentes, se habla, con una intención ya doctrinal, sobre algunos
problemas que afectan al género humano.

Es entonces, en esta segunda parte —sobre los problemas que preocupa a la iglesia—, en donde
se aborda el tema sobre la cultura humana (a partir del capítulo II).

En esta constitución se reconoce que ha habido dificultades entre la cultura y la formación


cristiana, las cuales han acarreado daños a la vida de la fe. Se insta, además, a los teólogos a buscar
siempre el método más adecuado —sin obviar los propios de la ciencia teológica— para comunicar
la doctrina con los hombres de su tiempo “[…] porque una cosa es el depósito de la fe sus verdades
y otra cosa el modo de anunciarlas, aunque se haga con el mismo sentido y las mismas
expresiones.” (GS. 62).

El documento continúa diciendo sobre la cultura, y en particular sobre la literatura, las letras:
15
En su medida proporcional, también las letras y las artes son de gran importancia para
la vida de la Iglesia, ya que tratan de desentrañar la índole propia del hombre, sus
problemas y sus experiencias, en un esfuerzo continuo por conocerse y perfeccionarse
a sí mismo y al mundo, esforzándose por descubrir su posición exacta en la historia y
en el universo, iluminar sus miserias y sus alegrías, sus necesidades, y proyectar un
porvenir mejor para el género humano. De ahí su capacidad de elevar la vida humana,
expresada en múltiples formas, según los tiempos y las regiones. (GS. 62).

Esta declaración deja ver una iglesia que reconoce a la cultura como un elemento enriquecedor
para sí misma, y una ayuda inestimable para el anuncio del evangelio; pues la iglesia no está sujeta
exclusivamente a una cultura en particular, sino por el contrario su mensaje es un mensaje universal
que puede ser transmitido, y encarnado, en efecto, en muchas culturas, de forma concreta.

De este modo los pastores de la iglesia católica encuentran en la literatura y las artes tres
funciones:

En primer lugar, una función de expresión y significación del ser humano en relación,
siempre en proceso de realizar su mundo y, en ese mismo impulso, de comprenderse
y perfeccionarse […]. En segundo lugar, se reconoce una función heurística y de
orientación existencial del hombre dentro del entramado de sus relaciones […]. En
tercer lugar, el texto reconoce en la literatura y en las artes una función de
perfeccionamiento de lo humano, función en la que se asumen y recapitulan las dos
funciones anteriores de significación y orientación existencial. Ello se manifiesta en la
expresión: elevare valent, «poder de elevar» la vida humana. (Toutin, 2011, pág. 30)

En síntesis, la iglesia católica reconoce que la literatura, y las artes en general, representan un
elemento vital para la vida de la misma iglesia, pues con que encuentra éstas pueden potencializar
la proclamación de las verdades de la fe y, además, pueden ser útil para el desarrollo del mismo
culto y la liturgia: “acépteselas también [a las artes] en el santuario cuando, con su expresión
adecuada y conforme a las exigencias litúrgicas, sirvan para elevar la mente a Dios” (GS. 62).

16
1.3.Revista Concilium N° 115 (1976): “Teología y Literatura1”

Desde hace algún tiempo nos apasionan las relaciones entre la teología y la literatura.
Presentíamos unas riquezas a las que se muestra sorda una teología excesivamente
dialéctica, teorizante y académica y unos recursos de expresión de que está privada.
Con ello tenía mucho que ver la incultura de los clérigos o, en el mejor de los casos,
una especie de humanismo paralelo que dejaba para los ratos de «ocio» unas lecturas
que nada tenían que ver con el «trabajo» (Jossua & Metz, pág. 157).

De esta manera inicia la presentación de la Revista internacional de teología Concilium número


115 (1976): “Teología y literatura”. La cual, como lo indica su nombre, se dedicó a tratar el diálogo
interdisciplinar entre estas dos disciplinas.

En este número de la revista se señala la crisis por la que atraviesa la teología, la cual compete
al leguaje y a los modos discursivos de ésta: “Durante los últimos decenios se ha producido una
toma de conciencia de este divorcio [entre la experiencia de fe de la comunidad cristiana y la
cultura] y se ha puesto en tela de juicio la teología de los especialistas […]” (pág. 163). Los autores
de este volumen ponen de manifiesto así, una teología que ha estado divorciada de la experiencia
de fe de la comunidad y, por consiguiente, de la cultura, nutriéndose “[…] de sí misma en lugar de
nutrirse de la vida.” (pág. 163).

En aras de superar dicha crisis, los autores que escriben en este volumen ven en la literatura —
y propiamente en los géneros: novela, poesía y ensayo—, un potencial intrínseco a éstos, que
potencializa tanto la interpretación como la expresión de la realidad. Los cuales pueden aportar y
enriquecer por medio de sus modos discursivos la expresión teológica.

1
Las referencias que se irán señalando tan sólo con el número de páginas pertenecerán al texto que se esté
trabajando en el punto. Por ejemplo, en este, se está citando el texto de Revista Concilium n° 115 (1976): “Teología
y literatura” y por ello las referencias de páginas equivale al mismo.

17
1.3.1. La Novela.

Rousseau, en su artículo “Posibilidades de teologías de la literatura”, considera que en la


literatura se puede encontrar tanto una virtualidad teológica explícita (en el caso de los escritores
cristianos) como una virtualidad implícita (en cuanto a los escritores no cristianos) la cual debe ser
sacada a la luz por medio de un trabajo hermenéutico. “De este modo se puede sentar el principio
de la lectura cristiana de una obra cualquiera, poniendo en evidencia sus esquemas teológicos,
siquiera sean «en negativo», conscientes o inconscientes” (pág. 165). Así por ejemplo, el filósofo
francés Pierre Klossowski (1905-2001) quien realizó exhaustivos investigaciones sobre la obra del
también francés Marqués de Sade (1740-1814) Sade mon prochain (Sade mi vecino, 1947)
encuentro que Sade plantea el problema del mal «con todo rigor y bajo una forma casi teológica».

1.3.2. El problema del Mal y la Literatura.

Un tema recurrente en las obras literarias, por ejemplo, concierne a la paradoja entre la
coexistencia de un Dios todo poderoso y todo amor, y la existencia del mal, es decir, la pobreza,
las catástrofes, la violencia, entre otros aspectos que conducen al escritor o escritora a suponer la
ausencia o no-existencia de Dios.

De allí que, Rousseau al analizar particularmente el problema del mal en las obras literarias de
Bernanos, (1888-1948) —un novelista, ensayista y dramaturgo francés— quien orienta hacia Dios
la totalidad de sus obras, mencione que estas se caracterizan “[…] por la presencia universal y
obsesiva del mal, por una lucha aparentemente desesperada entre la gracia y su ausencia, la
salvación y la perdición. A través de toda ella se advierte una presencia, más o menos explícita, de
Satán” (pág. 169).

Escritores cristianos —quienes tuvieron gran auge en el siglo XX— como por ejemplo Bloy,
Bernanos, Mauriac, Green, Greene entre otros, de igual manera trabajaron por medio de sus
narrativas el problema del mal y el silencio de Dios.

18
Para Rousseau este valor teológico que posee la literatura hace que ésta se convierte en un
«lugar teológico». No obstante menciona, además, que ésta no remplaza la reflexión teológica
propiamente dicha.

1.3.3. Carácter del Lenguaje Literario.

1.3.3.1.La Poesía.

Jean-Piere Jossua y Johann Baptist Metz —al igual que Rousseau— vieron en la literatura una
forma legítima de teología. Preguntándose así: “… si hay algo que sólo la literatura puede
expresar, algo que ninguna teología conceptual podría formular y que la literatura expresa con
rigor” (Jossua & Metz, 1976, pág. 158).
En pro de articular una posible respuesta, Renard, en su artículo sobre “Poesía, fe y teología”
(1976) —en el mismo volumen de la revista Concilium—, menciona que el lenguaje poético “[…]
es por naturaleza más adecuado que ningún otro para hablar de la experiencia espiritual.” (pág.
182). Además, la literatura, en sus diferentes géneros, posee una inmanente dimensión heurística2
respecto a temas propiamente teológicos, como también respecto a otras áreas. Por ello Rousseau
—a quién ya se mencionó anteriormente— al analizar, particularmente, el problema del mal en las
obras literarias de Bernanos, señala que éstas son: “… un esfuerzo de comprender el mal, la
salvación y la perdición, que va más allá de lo que puede darnos a entender la teología raciocinante
y abstracta” (pág. 173).

Respecto a la dimensión heurística, el escritor Peruano Mario Vargas Llosa menciona:


[…] Yo estoy convencido de que aquel que se entrega a la creación de otras vidas
diferentes de aquella que él vive expresa así de manera indirecta su rechazo y su crítica
de la vida tal como es, del mundo real, y, al mismo tiempo, su deseo de remplazarla
por esos mundos que él inventa gracias a su imaginación y a sus deseos. Vargas Llosa,
Mario, como se citó en Toutin 2011. (págs. 19-20)

2
Esta palabra está ligada, etimológicamente, al hecho de inventar o hallar. Así de este modo la literatura es, por
antonomasia, una disciplina heurística en tanto que su propio carácter la faculta, por medio de sus diferentes géneros
literarios —en especial la ficción—, para simular mundos alternativos que divergen con el ya establecido, o se
presentan como posible solución a un problema de la realidad.

19
Por esto, la literatura recoge, inexorablemente —consciente o inconscientemente de quien
escribe—, toda una sistematización ideológica respecto a su cosmovisión filosófica, sociológica,
teológica y en general a todos aquéllos aspectos insertos en la dinámica de la vida y, en especial,
a aquellos temas que se tornan paradójicos, como el, ya mencionado, mal.

1.3.3.2.El Ensayo

Las características propias del ensayo le facultan para abordar los temas de la fe. Para J.-P.
Manigne los ensayos son una conversación. El ensayo no procede ante la satisfacción de una
respuesta dada a una pregunta, sino, más bien todo lo contrario, procede ante una pregunta que
predomina respecto a la respuesta; explora caminos ante posibles respuestas, sin imponer una:
“donde se esperaba hallar una confirmación, lo que se hace es explorar nuevos caminos”. En el
ensayo se reúne la atención en el fragmento, a diferencia de otros géneros, en los que la atención
está en el conjunto. “El ensayo tiene [así] un carácter fragmentario e incompletamente
estructurado, pero también una posibilidad particular de resaltar por contraste el detalle crucial;
por eso puede ser la teología de tal fe”. Este es adecuado, además, “para expresar la contingencia,
la finitud, la condición histórica”, pues es el género de la historia.

De este modo, Manigne reconoce respecto al ensayo, y en general al fenómeno literario:

Sin duda es esto lo que nos queda por comprender: comprender bien, comprender
mejor, que una literatura puede ser reveladora no sólo de lo que se expresa también e
incluso con más precisión en otra parte (en los tratados teóricos), sino reveladora de lo
que sólo por ella puede tener vida. (pág. 207).

20
1.4.CELAM

1.4.1. Primer Simposio, 1986.

Del 14 al 18 de octubre de 1986 la Sección para la Cultura del CELAM (Consejo Episcopal
Latinoamericano), en colaboración con el Departamento de Literatura de la Pontificia Universidad
Javeriana, realizó en la ciudad de Bogotá un simposio, en honor al escritor colombiano Eduardo
Caballero Calderón3, sobre la problemática de Dios en la novela latinoamericana. El trabajo
realizado y expuesto durante estos cinco días se recopiló en la Colección Celam 1988 número 98,
¿Agoniza Dios? La problemática de Dios en la novela latinoamericana.

Una de las problemáticas de Dios en la novela latinoamericana, pareciese, en un primer


momento, negar la existencia del mismo y, en efecto, afirmar su ausencia. La novela del continente
latino se ha caracterizado por ser “[…] abundante en asertos heterodoxos y en audaces
transgresiones doctrinales que no pueden sino incitar a la reflexión y al cuestionamiento teológico”
(Riveras Pagán, 1996, pág. 11). Muy seguramente, esto esté estrechamente vinculado al mundo
cultural y religioso del mismo continente; pueblo religioso en un sentido cristiano-católico, en
medio del cual han sido formados los escritores (Troncoso).

No obstante, a una de las conclusiones que llega el simposio respecto a esta problemática,
distingue entre la negación de ciertas formas religiosas y la negación de Dios. Aclarando así, que
la novela latinoamericana se ha ocupado, quizá, más de lo primero. Así entonces, si se niega a Dios
es a partir de las afirmaciones parciales de los personajes, y no en el sentido general de una novela.
(pág. 331).

Las conclusiones del simposio respecto a la novela, entre otras, sostienen que: la “[…] literatura
se sitúa en el espacio de la pregunta por el sentido que remonta a una trascendencia para afirmarla
o para negarla”. Que “más que afirmación, Dios es búsqueda; y, como búsqueda, tiene una relación
con la escritura, con la novela.”, que también es búsqueda (pág. 18). Que “la novela también se

3
Caballero, C. E. (191-1993) fue un importante escritor y periodista Bogotano, también conocido por el seudónimo
Swann. Recordado por su primera novela El Cristo de espaldas (1952), El siervo sin tierra (1954), narrativa
colombiana que le consagro, entre otras.

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ocupa de las preguntas esencialmente humanas y éstas germinan en el borde de los límites, y la
novela las explora, pero sin dar respuestas, sino más bien, sólo preguntas. Así, entonces, la novela
al igual que el hombre mismo es un “estar haciéndose”. Por esto, “si la teología desea descubrir la
noción de Dios que hay en la novela, debe hacerlo desde la novela misma, desde el mundo que la
novela instaura. La teología [así entonces] debe aprender a leer novelísticamente.

1.4.2. Segundo Simposio, 1988.

Tras la exitosa repercusión que tuvo el primer simposio, se realizó dos años después, del 18 al
22 de octubre de 1988 (en Bogotá), un segundo simposio sobre la Presencia de Dios en la poesía
Latinoamericana que llevaba como subtítulo Dios siempre vivo, como repuesta a la pregunta
problema del primer encuentro, ¿Agoniza Dios?

La literatura —menciona el padre Marino Troncoso— es una manera de expresar por medio de
un lenguaje centrado en la imagen creativa y simbólica asuntos de alguna índole. Concretamente
el poema, al igual que la novela, implica manera de ser, percibir y expresar al hombre y su relación
con el mundo, a través de la imagen. "Sin ese lenguaje ambiguo, oblicuo y creador, que en ningún
momento permite perder la materialidad de la existencia ni el reduccionismo de una lectura
monosémica, no hay literatura” (p.11)". Pero, además, la literatura pura solo florece en medio de
los temas propiamente antropológicos, es decir, aquellos que el hombre ha experimentado y le han
construido, o viceversa. Como lo son, por ejemplo: la soledad, el amor, la tristeza, la vida y la
muerte. Así entonces, "Toda verdadera literatura nos sitúa en el espacio de la pregunta o de la
revelación del sentido y es una forma donde se integran la vida, principio creador de imágenes y
la Vida con mayúscula, principio generador de significaciones” (pág. 11).

La presencia de Dios en la poesía no se legítima o constata tan solo por la mera presencia de la
palabra Dios, es decir que, el valor teológico que puede poseer una poesía en específica no se
supedita sólo a las veces en que se hace mención de Dios, o sus equivalentes, como tampoco a la
mención de símbolos religiosos. Por ello, menciona el sacerdote Rodolfo E. de Roux que, esto sólo
puede deberse, de hecho, a una cierta presencia cultural de Dios, o sea, a la ubicación cultural del

22
poeta y de su obra, sin que esto conste que han penetrado en la en la textura misma de su auto-
compresión en el mundo (de Roux, págs. 25-26).

Así incluso, Dios puede estar o no en la poesía; pues…

[…] su presencia se hace ausencia cuando la mano creadora del poeta no lo nombra,
no lo inquiere o cuando en la experiencia de lectura no lo sentimos, no nos damos
cuenta que no está. Su presencia es perceptible en la angustiosa pregunta por el sentido
humano; es en ese espacio, de búsqueda y sentido donde surge la poesía religiosa,
pletórica de Dios. En ella, el sentimiento de infinitud, de otredad y de misterio llenan
el vacío entre la escritura y el papel, entre el poema y el lector, entre la pregunta y el
silencio, entre la respuesta y el sentido. La poesía es punto de partida para una
verdadera comunicación: es el silencio y la forma más acertada de trascenderlo: supone
la mayor soledad y la mayor comunicación a la vez. (pág. 325)

El diálogo supone un encuentro solidario entre teología y literatura, disciplinas que reconocen
sus limitaciones epistemológicas y encuentran entre sí, otras dimensiones de conocimiento y
acercamiento a la verdad. Ambas disciplinas

[…] representan dos modos de decir lo originario en una forma: mientras la literatura
es expresión humana que busca traducir en una forma la experiencia estética realizada
en contacto con la fuente originante de la palabra, la teología, por su parte, busca
traducir en una forma la experiencia de pensar el misterio del Dios revelado en la
historia.

En suma, este trabajo pretende ser una puntada más a este arduo y complejo tejido disciplinar
que vislumbra fructíferos caminos. Y el cual, desde algún tiempo, empezó hacer trabajado por
parte de algunas instituciones y grupos de investigación teológica, en el continente, con interés e
inquietud en los temas que recoge este diálogo. Sin embargo, y como se ha insistido, unos de los
aportes más importantes, ha parecido aquí, consiste en el espacio que logra reducir el tema
convocado entre el reflexionar teológico y el amplio fenómeno cultural.

23
Según esto, se ha centrado la atención en la novela El olvido que seremos de Héctor Abad
Faciolince. Esta hace parte de las obras más relevantes dentro del canon literario contemporáneo
tanto de la literatura nacional como hispana. Pero por qué este texto y no otro. La razón que
impulsó el acercamiento a esta obra tiene que ver el con el posicionamiento del texto a nivel
literarios, como ya se dijo; los diferentes acercamientos académicos que se han hecho tanto a esta
y otras de las novelas del escritor; y la misma experiencia del autor del presente trabajo en el
proceso de lectura de la novela, el cual le llevó a ver, en una acercamiento tan sólo literaria,
posibilidades de un acercamiento teológica formal que pudiera sostener algunas hipótesis que
brotaron en la dinámica de lectura, ante todo sugeridas, en un primer momento, por el mismo
texto.

24
2. Primer Acercamiento al Texto

A continuación, se presentará la biografía del escritor Hector Abad Faciolince, a fin de señalar
la relación de lo teológico/religioso4 con la obra El olvido que seremos, y en su efecto, con su
autor. Este enfoque ha sido tomado de Moeller (1955) en Literatura del siglo XX y cristianismo,
El silencio de Dios, tomo I, en donde Moeller entabla un diálogo con algunos autores, a partir de
sus obras, a fin de indagar sobre la aparente ausencia de Dios en nuestro tiempo y los
cuestionamientos y soluciones —formas teológicas— que los mismos han planteado. Moeller
estudia estos autores, buscando además, comprobar el ateísmo de algunos de estos literatos, que
para él: “no es solamente fruto de su racionalismo, sino, ante todo, el resultado de una opción
contra Dios […]” (pág. 27). En efecto, de igual forma, se intentará entablar un diálogo con la obra
de Abad Faciolince para así escuchar sus cuestionamientos y reflexiones teológicas por medio del
libro El olvido que seremos.

2.1.Respecto al Autor

Héctor Joaquín Abad Faciolince nació el primero de octubre de 1958 en la ciudad de Medellín.
Su padre Héctor Abad Gómez fue un médico y activista, especialista en salud pública y docente
en la Universidad de Antioquia, en la cátedra de “Medicina preventiva y salud pública”. Y su
madre Cecilia Faciolince García, ha sido una empresaria, quien, además, erigió la primera oficina
dedicada a la administración de propiedades horizontales en la ciudad de Medellín.

El mundo religioso siempre estuvo cercano a Abad, representado en su familia materna. Su


madre había sido sobrina del arzobispo de Medellín —por quien fue criada— y sobrina de dos
curas más, el uno obispo y el otro monseñor y, además, prima hermana de tres sacerdotes: René
García, Luis Alejandro Currea y Joaquín García Ordoñez, quienes terminaron “… de curas
rebeldes, situados en el ala más izquierdista de la iglesia, dentro del grupo de la Teología de la
Liberación.”, siendo este último, Joaquín García Ordoñez, quien “… había resultado ser el
párroco más reaccionario de toda Colombia …” (pág. 75). En su casa vivió junto con la familia

4
Con teológico/religioso se hace alusión a los elementos culturales católica romanos en los que fue criado Abad
Faciolince, los cuales se presentan en el texto ya que hicieron parte de la educación religiosa en la infancia del
escritor y que, en efecto, representaron un primer acercamiento al mundo religioso, además de ser parte de los
fundamentos de sus críticas religiosas y reflexiones teológicas (entiéndase lo teológico en un sentido no formal)
tanto en El olvido que seremos, sus otras obras literarias y sus columnas periodísticas.

25
una mujer religiosa, una monja de compañía, que hacía las veces de niñera y educadora religiosa.
El primer colegio al que asistió Abad, como por tradición, fue el mismo en donde había estudiado
su mamá y sus hermanas, La Presentación, un colegio religioso dirigido por monjas.
Posteriormente estudió en el colegio Gimnasio Los Alcazares, dirigido por el Opus Dei. Este
colegio, según él, era “[…] el reino de la religión represiva, medieval, blanca y clasista” (pág. 87).

Por otra parte, la familia paterna de Abad Faciolince no encarnaba este espíritu religioso que
investía a la familia materna, salvo un hermano de su papá, o sea un tío suyo, que había sido “…
ordenado en Roma como cura del Opus Dei, la orden religiosa más derechista, “… esa que, en
contradicción con el Concilio, parecía haberse inclinado por una opción preferencial por los ricos”
(pág. 79). Su papá representaba un salvavidas en este mar religioso, que representaba su familia
materna, y que en momentos anegaba a Abad Faciolince. De él recibía una liberal educaction:
“Desmentía a los profesores, criticaba a la monja por su espíritu medieval y mojigato, sacaba el
infierno de la geografía de la ultratumba, que quedaba reducida a una Terra Incógnita, y restablecía
el orden en el caos de mis pensamientos” (pág. 89), menciona Abad Faciolince.

En contraste, al dominical ritual de su mamá de asistir a misa, su papá le instruía diciéndole:

Ve a misa tranquilo, para que tu mamá no sufra, pero todo eso es mentiras […] Si
hubiera Dios de verdad, a Él le tendría sin cuidado que lo adoraran o no. Ni que fuera
un monarca vanidoso que necesita que sus súbditos se le arrodillen. Además, si de
verdad fuera bueno y todo poderoso, no permitiría que ocurrieran tantas cosas horribles
en el mundo. No podemos estar completamente seguros de si hay Dios o no, y tampoco
podemos estar seguros de que Dios, en caso de existir, sea bueno, o al menos bueno
con la Tierra y con los hombres. Quizá para Él nosotros seamos tan importantes como
los parásitos para los médicos o como los sapos parra tu mamá. (pág. 81).

No obstante, respecto a la posición agnóstica de su padre, como se ve reflejado en el anterior


fragmento, éste sentía “… un profundo respeto por la figura de Jesús, pues no encontraba nada
moralmente despreciable en sus enseñanzas, salvo que eran casi imposibles de cumplir …” (pág.
83). Por ello él se declaraba, en términos ideológicos:

26
[…] cristiano en religión, por la figura amable de Jesús y su evidente inclinación por
los más débiles; marxista en economía, porque detestaba la explotación económica y
los abusos infames de los capitalistas; y liberal en política, porque no soportaba la falta
de libertad y tampoco las dictaduras, ni siquiera la del proletariado, pues los pobres en
el poder, al dejar de ser pobres, no eran menos déspotas y despiadados que los ricos en
el poder.

Ante esta dicotomía en la que se hallaba Abad Faciolince por la educación recibida por parte
de la familia materna, y la recibida por su papá, —claramente formaciones opuestas— él
menciona:

Yo sentía como si en mi propia familia se viniera librando una guerra parecida entre
dos concepciones de la vida, entre un furibundo Dios agonizante a quien se seguía
venerando con terror, y una benévola razón naciente. O, mejor, entre los escépticos a
quienes se amenazaba con el fuego del Infierno, y los creyentes que decían ser los
defensores del bien, pero que actuaban y pensaban con una furia no pocas veces
malévola. Esta guerra sorda de convicciones viejas y convicciones nuevas, esta lucha
entre el humanismo y la divinidad, venía de más atrás, tanto en la familia de mi mamá
como en la de mi papá.

Para su papá, Héctor Abad Gómez, el medico debía de ser un activista, y no un mago, un
poliatra, un sanador de la polis, decía; que se dedicara a atacar las causas más profundas de las
enfermedades (pág. 213). En efecto, él se dedicó a defender los Derechos Humanos. Intervino en
los sectores marginales de Medellín y pueblos aledaños con el fin de mejorar las condiciones de
vida de las personas, denunció las verdaderas causas de las enfermedades, que eran de carácter
social y, también, las desapariciones y asesinatos de líderes sociales. Por ello, llego a tener
enemigos que sostenían que “[…] Abad Gómez era el marxista mejor estructurado de la ciudad, y
un peligroso izquierdista al que había que cortarle las alas para que no volara” (pág. 51).

Por estas razones Abad Gómez fue perseguido, y por ello debió de solicitar algunas licencias a
la Universidad de Antioquia ―quien, además, también lo tildaba de comunista―, para así viajar
a otros países mientras la marea política en Colombia bajaba. Durante la ausencia de su padre, por

27
meses, Abad aun siendo un niño, “[…] caí indefenso en el oscuro catolicismo de la familia […]”
(pág. 106); quedaba a merced de las mujeres que se reunían a rezar el rosario en casa de la abuela
Victoria, que era casi, según Abad, un templo pagano; llena de estatuas, imágenes, con olor a
incienso, como una catedral.

La casa de mi abuela, en la carrera Villa con la calle Bombona, olía a incienso, como
las catedrales, y estaba llena de estatuas e imágenes de santos por todas partes, como
un templo pagano de diversas devociones y especialidades (el Sagrado Corazón de
Jesús, con la víscera expuesta, Santa Ana, enseñándole a leer a la Santísima Virgen,
San Antonio de Padua, con su lengua incorrupta predicando a los pájaros, San Martín
de Porres protegiendo a los negros, el Santo Cura de Ars en su lecho de muerte),
además de unas fotos inmensas del difunto señor arzobispo, con sus lentes de ciego
que no dejaban verle los ojos, desperdigadas por las paredes del comedor y de los
corredores oscuros y largos. Había también capilla y oratorio, donde tío Luis estaba
autorizado a decir misa, y varias cartas enmarcadas en laminilla de oro porque traían
la firma del cardenal Pacelli, y luego de Su Santidad Pío XII, nombre que tomó el
mismo cardenal, amigo de tío Joaquín, cuando el Espíritu Santo lo hizo nombrar Papa
poco antes de la Segunda Guerra Mundial, para desgracia de los judíos y vergüenza de
la cristiandad, y entre tantos objetos y devociones e imágenes sagradas, se respiraba
un permanente olor a sacristía, a cirio encendido, a terror del pecado y a chismes de
convento (págs. 107-108).

Para Abad estos rosarios, en los que debía estar tras llegar del colegio en las tardes, eran el
verdadero “[…] infierno sobre la tierra […]” (págs. 115-116). Según escribe, se sentía como el
niño Jesús que se había perdido; “[…] sin un padre que lo viniera a rescatar (pág. 116)”. Solo se
sabía a salvo de este infierno con el retorno de su padre, cuando él regresaba, Abad lo esperaba,
junto a su familia, ansiosamente en el aeropuerto, y desde lejos lo observaba descender del avión
y acercarse…

“[…] a rescatarme [menciona Abad] de ese mundo sórdido de rosarios, enfermedades,


pecados, faldas y sotanas, de rezos, espíritus, fantasmas y superstición. Creo que pocas

28
veces yo he sentido ni volveré a sentir un descanso y una felicidad igual, pues ahí venía
mi salvador, mi verdadero Salvador.” (pág. 118).

Abad Faciolince fue el único hijo varón de una familia con seis hijos, cinco mujeres: Mary luz
Abad, Clara Inés Abad, Eva Abad, Marta Abad y Sol Beatriz Abad. Marta, según narra Abad,
había sido la más talentosa, alegre e inteligente de las hermanas, de hecho, fue músico; e hizo parte
del Cuarteto Ellas, un conjunto musical muy talentoso. No obstante, falleció debido a un cáncer,
cuando tan solo tenía dieciséis años. Hasta que, como él mismo menciona: “[…] el cielo,
envidioso, se acordó de nuestra familia, y ese Dios furibundo en el que creían mis ancestros
descargó el rayo de su ira sobre nosotros […]”. (pág. 153).

En el siguiente fragmento, respecto al cáncer que le fue descubierto a su hermana Marta, se


puede observar la inconsecuencia que pone de manifiesto Abad Faciolince frente al profundo
sentido de devoción religiosa por parte de su familia materna, y el cáncer enviado por Dios, es
decir, un Dios que a cambio de esta devoción les retribuía maldición.

Su cáncer se lo habían descubierto porque en el cuello, en la base del cráneo, por detrás,
tenía unas bolitas en fila, mejor dicho un rosario, así dijeron, un rosario de bolitas de
consistencia semiblanda, que se sucedían uno tras otro, un rosario, sí, como los que
empuñaban tío Luis y mi abuelita Victoria, sí, un rosario de metástasis, eso era lo que
nos enviaban mi Dios y la Santísima Virgen, después del Rosario de Aurora, después
de los innumerables rosarios en la casa de mi abuelita, un rosario de cáncer, eso, una
sucesión de perlas mortales engarzadas a flor de piel. Eso se merecía esta niña feliz e
inocente por los pecados cometidos por mi papá o por mí o por mi mamá, o por ella o
por mis abuelos y tatarabuelos o por quién sabe quién (pág. 169).

En 1977, en su adolescencia, Abad inició estudios de filosofía y medicina, sin embargo, ninguna
de estas dos carreras las concluyó. En el siguiente año, 1978, viajó a México y estudió talleres de
poesía y narrativa. Y en 1979 tras regresar a Medellín, inició a estudiar Periodismo, de donde fue
expulsado en 1981 al escribir un artículo irreverente encontrar del Papa.

29
En 1982 realizó estudios de inglés en Nueva York, y posteriormente, tras orientarse por la
literatura, viajó a Italia para estudiar Lenguas y Literaturas Modernas en la Universidad de Turín.
En 1987, regresó a Colombia, pero el 25 de agosto de 1987 los paramilitares asesinaron a su padre.
Años previos al asesinato de Abad Gómez, tras la muerte de su hija Marta, en él había crecido un
mayor compromiso por la justicia social, en efecto sus denuncias en contra de la violación de los
derechos humanos de los más débiles y las luchas con la Asociación de los Profesores de la
Universidad de Antioquia, en la que realizó paros y marchas por las calles de Medellín, le
condujeron a estar en la mira de algunos sectores políticos, quienes procuraron su muerte. “[…] Si
me mataran por lo que hago, ¿no sería una muerte hermosa? […]” solía decir Abad Gómez, tras la
preocupación de sus familiares y amigos debido a la persecución que sufría por parte de sus
detractores.

Tras el asesinato de su padre, Abad Faciolince recibió amenazas y por ello debió de viajar a
España, donde le recibió uno de los amigos de su padre, Alberto Aguirre, y luego, de nuevo,
regresar a Italia. Y no es sino hasta 1992 que Abad regresa a Colombia, después de haber trabajado
en la Universidad de Verona.

Abad Faciolince ha traducido al castellano a diversos escritores italianos como: Umberto Eco,
Leonardo Sciascia, Italo Calvino, Tomasi di Lampedusa, Gesualdo Bufalino, Primo Levi y Natalia
Ginzburg, entre otros.

Hoy por hoy Abad trabaja como columnista y asesor editorial del diario “El Espectador” en
Colombia, y colabora, además, con otras publicaciones a nivel nacional e internacional.

2.2.Otras de Héctor Abad Faciolince

Su obra literaria se compone de los siguientes textos:

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Tabla 1: Otras de Héctor Abad Faciolince

Titulo Año Editorial Ciudad


Manual de tolerancia 1990 Universidad de Medellín
Antioquia
Malos Pensamientos 1991 Universidad de Medellín
Antioquia
Asuntos de un 1994 Alfaguara Bogotá
hidalgo disoluto
Tratado de culinaria 1996 Alfaguara Bogotá
para mujeres tristes
Fragmentos de amor 1998 Alfaguara Bogotá
furtivo
Basura 2000 Lengua de trapo Madrid
Oriente empieza en 2001 Mondadori
El Cairo
Palabras sueltas 2002 Seix Barral Bogotá
Angosta 2003 Planeta Bogotá

El olvido que 2006 Planeta Bogotá


seremos
Las formas de la 2007 Aguilar Buenos Aires
pereza
El Amanecer de un 2008 Seix Barral Bogotá
Marido
Traiciones de la 2009 Alfaguara Bogotá
memoria
Testamento 2012 Alfaguara. Bogotá
involuntario
La Oculta 2014 Penguin Rondom Bogotá
House Grupo
Tabla producida en el análisis.

Sus novelas han sido traducidas a distintos idiomas como el inglés, portugués, italiano, chino,
francés y alemán.

2.3.Síntesis del Libro

El libro es, además, una crítica a la sociedad colombiana en tanto que narra también la situación
política y social de Colombia; atravesada por un conflicto ideológico entre liberales y

31
conservadores que ha sido mediado por la violencia, y de la cual, habría de ser víctima la familia
Abad Faciolince. Vargas Llosa, Mario menciona al respecto:

Es muy difícil tratar de sintetizar qué es El olvido que seremos sin traicionarlo, porque,
como todas las obras maestras, es muchas cosas a la vez. Decir que se trata de una
memoria desgarrada sobre la familia y el padre del autor ―que fue asesinado por un
sicario― es cierto, pero mezquino e infinitesimal, porque el libro es, también, una
sobrecogedora inmersión en el infierno de la violencia política colombiana, en la vida
y el alma de la ciudad de Medellín, en los ritos, pequeñeces, intimidades y grandezas
de una familia, un testimonio delicado y sutil del amor filial, una historia verdadera
que es asimismo una soberbia ficción por la manera como está escrita y construida, y
uno de los más elocuentes alegatos que se hayan escrito en nuestro tiempo y en todos
los tiempos contra el terror como instrumento de la acción política. Como se citó en
Vélez Restrepo (2013).

Este libro está escrito en un lenguaje sencillo y cotidiano, pero sublime y profundo a la vez. Es
un relato biográfico que se sirve de la técnica de la novela para alcanzar una bella prosa literaria
escrita en primera persona. El “memorial”, o “memorial sin agravios”,5 género en que Abad
cataloga este libro, relata la vida de un inusual médico que se dedicó a buscar las verdaderas causas
que enfermaban a la sociedad antioqueña, y en general, a la sociedad colombiana. Sí, un médico
de la sociedad, como se decía a sí mismo.

2.3.1. Estructura Narrativa.

Se pueden distinguir, básicamente, entre dos tipos de estructuras narrativas en una obra: en
primer lugar encontramos la estructura externa, que se refiere a la forma en que se presenta y se
divide la obra, es decir, episodios, capítulos, libros; en segundo lugar está la estructura interna, que

5
Reseña. “Sobre un memorial de Héctor Abad Faciolince: El olvido que seremos”. Revista Universidad de
Antioquia.
Obtenido de: http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/revistaudea/article/view/162/4919

32
está vinculada a la trama de una narración, o sea, a la “[…] sistematización de los acontecimientos
que constituyen la historia contada: dichos acontecimientos están unidos entre sí por un vínculo
de causalidad (configuración) e insertos en un proceso cronológico (concatenación de los
acontecimientos).” (Marguerat & Bourquin, Cómo leer los relatos bíblicos, inciación al nalisis
narrativo , 2000, pág. 69).

2.3.2. Estructura Externa.

El libro se encuentra estructurado en cuarenta y dos capítulos, catorce de ellos titulados. Aquí,
se presentará sintéticamente cada uno de estos capítulos, para así poder establecer qué porción del
texto vincula elementos teológicos/religiosos.

• El niño de la mano de su padre (Capítulos 1-6)

En este primer capítulo se presenta la relación entre padre e hijo, una relación con un amor,
reciproco, profundo e intenso ― […] un amor animal (pág. 13)― que cruza las fronteras del
paradigma antioqueño-colombiano machista, en donde existe una considerable distancia entre el
padre y sus hijos, no así la relación de Héctor Abad Gómez con sus hijos y en especial con su único
hijo varón. El amor de Abad por su padre se traduce en adoración e idolatrización; él mismo lo
expresa parafraseando la cita bíblica: “[…] El niño yo, amaba al señor, su padre, sobre todas las
cosas. Lo amaba más que a Dios.”

En este primer capítulo se encuentra, además, la primera discusión teológica de Abad, siendo
aún un niño, con la hermana Josefa. En donde la religiosa sostenía que su papá se iría al infierno
dado que no asistía a misa, a lo que responde el niño preguntándole qué, entonces, para dónde se
iría él, y ella le responde que, a diferencia de su padre, él sí iría al cielo porque acostumbraba rezar
con ella en las noches. Posteriormente que Abad considero la idea de estar, eternamente, lejos de
su amado padre, él le contesta a la monja, en otra ocasión, que no volvería a rezar ya que no quería
irse para el cielo, pues: “A mí no me gusta el Cielo [dice] sin mi papá. Prefiero irme para el Infierno
con él.”

33
• Un médico contra el dolor y el fanatismo (Capítulo 7-12).

En este capítulo se nos presenta el padecimiento y miseria de las personas pertenecientes a los
sectores más pobre y aledaños a la ciudad de Medellín. En los que Héctor Abad Gómez realizaba
jornadas de trabajo social, junto con un pequeño equipo, a fin de prevenir enfermedades y de
mejorar sus condiciones de vida. Dado su trabajo en estos sectores populares, Abad Gómez inicio
hacer catalogado como el “medico comunista”. Entre sus detractores, se encontraba algunos
sectores de religiosos, que odiaban a Abad Gómez con una fidelidad y una constancia que ya se
las hubiera querido el amor (pág. 53).

Aquí también se nos habla acerca de la mamá de Abad, Cecilia Faciolince García, quien ―como
ya se mencionó en la biografía de Abad―, se había criado en un ambiente profundamente
religioso, dado a que provenía de una estirpe de ministros religiosos. También podemos observar
una crítica a la religión, y particularmente a un movimiento católico conocido como La Gran
Misión, que pretendía realizar “[…] otro estilo de trabajo social, de tipo piadoso; una especie de
reconquista Católica de América, patrocinada por el caudillo de España, Generalísimo de los
ejércitos imperiales y apóstol de la cristiandad, su excelencia Francisco Franco Bahamonde” (pág.
66).

• Guerra de religión y antídoto ilustrado (Capítulo 13-16).

En el tercer capítulo, Abad deja de manifiesto la dicotomía ―o más bien como él mismo la
llama, Guerra― que vivía, cuando aún era un niño, entre las convicciones de su familia materna
(convicciones profundamente religiosas) y las de su familia paterna (convicciones profundamente
Ilustradas). No obstante, desde su infancia, Abad entendió que el mejor antídoto para contrarrestar
el religiosísimo en el que era educado por su familia materna, era el antídoto ilustrado, en el que
era instruido por parte de su padre.

El mundo fantasmal, oscurantista, alimentado durante el día [en la casa de la abuela


materna], poblado de presencias ultraterrenas que intercedían por nosotros ante Dios,
y territorios amenos o terribles o neutros del más allá, se convertía en las noches [ya

34
en su casa junto al padre], para mi descanso, en un mundo material y más o menos
comprensible por la razón y por la ciencia. Amenazante, sí, pues no podía dejar de
serlo, pero amenazante solamente por las catástrofes naturales o por la mala índole de
algunos hombres. No por los intangibles espíritus que poblaban el universo metafísico
de la religión, no por diablos, ángeles, santos, ánimas y espíritus extraterrestres, sino
por los palpables cuerpos y fenómenos del mundo material. Para mí era un alivio dejar
de creer en espíritus, ánimas en pena y fantasmas, no tenerle miedo al Diablo ni sentir
temor de Dios, y dedicar mis ansias, más bien, a cuidarme de las bacterias y de los
ladrones, a quienes al menos uno se podía enfrentar con un palo o con una inyección,
y no con el aire de las oraciones.

Aquí, también, se evidencia la vocación sacerdotal que venía, casi que por sangre, en la familia
materna. De hecho, dos primos hermanos de la mamá de Abad, habían estado:

[…] situados en el ala más izquierdista de la iglesia, dentro del grupo de la Teología
de la Liberación […] y pertenecientes al Grupo Golcanda, un movimiento cercano al
pensamiento de Camilo Torres, el cura guerrillero, y que tomaba en serio aquella
recomendación del Concilio que aconsejaba la opción preferencial por los pobres
(págs. 75-76).

• Viajes a Oriente (Capítulo 17-19)

Aquí nos relata los varios momentos en lo que su papá debió de viajar a otros países durante
meses dado las circunstancias de persecución política por parte de los “[…] conservadores, que lo
consideraban un izquierdista nocivo para los alumnos, peligroso para la sociedad y demasiado
librepensador en materia religiosa” (p. 99). Tras la ausencia de su padre, él “quedaba a merced del
mujerío enfermo de catolicismo […]” en la casa de la abuela. En efecto, en este capítulo queda
plasmada la escena de los rosarios (casi misas) en la casa de la abuela. Es imperativamente
importante, además ―para la investigación―, señalar que este capítulo es abundante en figuras y
símbolos religiosos, además de contar con una “reflexión teológica” que deja plasmado allí Abad
concerniente a la incongruente retribución de Dios para con sus fieles.

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• Años felices (Capítulo 20-25).

El escritor nos detalla los momentos de felicidad que arroparon a la familia Abad Faciolince,
en los que su padre pudo dedicarse a ejercer su vocación como activista y docente, y su madre a
su trabajo como empresaria, mientas que sus hermanas y él crecían. Nos describe, también,
momentos familiares, como, por ejemplo, las vacaciones en Cartagena en la casa de un tío. Esos
momentos que para él fueron periodos de armoniosa felicidad.

• La muerte de Marta (Capítulos 26- 29).

Estos años de felicidad, no obstante, se vieron truncados hasta que, como menciona Abad: “[…]
el cielo, envidioso, se acordó de nuestra familia, y ese Dios furibundo en el que creían mis
ancestros descargó el rayo de su ira sobre nosotros […]”. (pág. 153). También, aquí, el escritor
narra uno de los momentos difíciles de la familia, y sin duda el más doloroso, sobre el cáncer que
le fue descubierto a su hermana Marta, la más talentosa de entre los hermanos, cáncer que la llevo
a la muerte, siendo aún una niña. Este es uno de los relatos más tristes, junto con el asesinato de
su padre, en el libro. Aquí, también, Abad reitera la paradoja entre la devoción religiosa de su
familia materna que a cambio recibía un cáncer, enviado por “[…] mi Dios, [menciona] y la
Santísima Virgen, después del Rosario de Aurora, después de los innumerables rosarios en la
casa de mi abuelita, un rosario de cáncer, eso, una sucesión de perlas mortales engarzadas a flor
de piel” (pág. 169).

• Dos entierros (Capítulos 30-31).

Ya aquí se narra el entierro de Marta, y detalla la misa que se ofició en su nombre, cubierta por
una atmosfera de tristeza y total derrota por parte de su familia, en la iglesia de Santa Teresita, en
Medellín. Como también, narra, el funeral de su padre, quince años más tarde en la misma iglesia.

36
• Años de lucha

Después de la muerte de Marta, menciona Abad, “[…] cualquier inconveniente parecía


pequeño, y cualquier precio ya no parecía tan alto como antes. […] Cuando uno lleva por dentro
una tristeza sin límites, morirse ya no es grave” (pág. 188). Después de esta tragedia familiar, en
Abad Gómez se intensifico su vocación como activista, y por ello emprendió luchas como defensor
de los derechos humanos y, en efecto, de la justicia social.

• Accidéntenles de carretera

En Accidentes de carretera se encuentra a Abad, ya siendo mayor, envuelto en un accidente, en


donde atropella con el auto a una señora. Tras la recuperación de dicha mujer, la familia intenta
reparar tal daño bridándole empleo a sus hijos.

Eran muy pobres y doña Betsabé decía algo terrible, muy triste, y que retrata lo que
es esta sociedad: «Este accidente ha sido una bendición para mí. Se lo ofrezco al Señor.
Él me lo mandó, porque yo salía de misa, y le estaba pidiendo que les diera trabajo a
mis hijos. Pero antes yo tenía que pagar por mis culpas. Pagué por mis culpas y el
señor les dio trabajo. Es una bendición». (pág. 199).

• Derecho y humano (Capítulos 35-36).

Tras la jubilación de Abad Gómez como docente universitario, este dedicó todo su tiempo libre
a la defensa de los “[…] derechos humanos que le parecía, además, la lucha médica más urgente
de ese momento en Colombia” (pág. 212). En este capítulo se relata las muchas luchas que sostuvo
Abad Gómez por las vías pacifistas.

37
• Abrir los cajones (37)

Tras el asesinato de su padre, Abad se da a la difícil tarea de abrir los cajones personales de la
oficina de su padre, en donde encuentra una parte personal de su vida.
El olvido que seremos es una obra por medio de la que Abad busca “tomar venganza” del
asesinato de su padre, de la mejor forma posible, contándola: “Al escribir este libro la quemé
también [refiriéndose a la camisa en sangrentada de su padre que le habían dado en la morgue y
que había conservado, en secreto, por un tiempo] pues entendí que la única venganza, el único
recuerdo, y también la única posibilidad de olvido y de perdón, consistía en contar lo que pasó, y
nada más” (pág. 237).

• Cómo se viene la muerte (38-40)

Aquí se reconstruye puntualmente, a partir de testigos, el 25 de agosto de 1987, día en el que


su padre fue asesinado. Este momento trágico es, además, fiel evidencia de una sociedad enferma
que silencia las voces de ciudadanos que idealizan y luchan por los derechos de los más débiles.
De allí que el narrador diga, “además, de mi papá aprendí algo que los asesinos no saben hacer: a
poner en palabras la verdad, para que ésta dure más que su mentira” (pág. 272).

• Exilio de los amigos (41)

Tras el apogeo de la violencia política que se vivía en Colombia en aquellos tiempos, y el


asesinato de colegas de su padre, Abad debió salir de Colombia, viajando, así, a Madrid en donde
los recibió Alberto Aguirre, uno de los mejores amigos de su padre.

• El olvido (42)

Finalmente, Abad concluye con una reflexión acerca de la fugacidad de nuestra existencia.
Como bien lo dijo Borges: “ya somos el olvido que seremos”. Es decir, todos, sin excepción
alguna, estamos condenados al polvo y al olvido. Este libro es, además, entonces, una lucha de un

38
hijo por rescatar del olvido a su padre, o al menos por unos años más, por medio del poder evocador
de las palabras (pág. 287).

39
3. Análisis Narratológico

3.1.Sobre el Método del Análisis Narrativo

A continuación, se pretende realizar un acercamiento al libro El olvido que seremos, centrando


la atención en el capítulo décimo octavo (18)6, el cual se estudiará sirviéndose de las herramientas
que ofrece el análisis narrativo. A partir de dicho acercamiento, se contribuirá al diálogo entre
teología y literatura.

Para el acercamiento que se realizará al capítulo del libro, se pretende asumir la secuencia
metódica de las principales nociones de la narratología pragmática que trabaja José M. Siciliani en
su texto: Teología narrativa. Un enfoque desde las Florecillas de San Francisco de Asís7 (2009).
Se ha optado por este paradigma metodológico, debido a que el empleo de los elementos
narratológicos aplicados allí, pareció idóneo para el análisis del capítulo de la novela por el mismo
carácter del texto que trabaja Siciliani. El cual si bien es un texto con relevancia religiosa, es ante
todo también un texto literario.

El procedimiento analítico que Siciliani emplea se compone básicamente de cuatro niveles de


cinco propuestos por Y. Reuter (como se citó Siciliani, 2009): La ficción, la narración, el estilo, la
heterogeneidad textual (siendo este el que no es empleado) y, la apertura del texto. Este método,
permitirá captar la forma del relato y su intención comunicacional del capítulo que se ha de analizar
(pág. 30)8, dicha intención, se ha pensado es de carácter teológico. En cuanto a las nociones
teóricas de los distintos momentos del análisis, éstos se irán esbozando y explicando en la medida
en que se irán aplicando al capítulo que convoca la investigación.

6
El capítulo se encuentra disponible en los anexos del trabajo.
7
Las Florecillas de San Francisco de Asís, es uno de los textos que versa sobre su vida y el cual sugirió entre los
siglos XIII y XIV. Estos relatos, además, ocupan un lugar importante dentro de la historia de la literatura italiana.
8
De aquí en adelante, las citas que sólo refiere las páginas, sin hacer mención del autor ni del año, deberá de
asumirse como referencia al texto base que se ha empleado en cuanto al método de análisis: Siciliani, Teología
narrativa. Un enfoque desde las Florecillas de San Francisco de Asís (2009). Esta misma forma será empleada para
la citación del texto el Olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince (2015). El contexto distinguirá bien a que
texto se está haciendo referencia.

40
3.2.Estudio de la Ficción

Este momento comprende el análisis de la intriga, de los personajes, del espacio y del tiempo
de la ficción. Lo cual permite, realizar un acercamiento al mundo del texto, conocido como
“diegésis” o historia contada (pág. 30).

Tabla 2: Abreviatura de los personajes9

M.C Marta Castro


T.L Tío Luis
P.L Padre Lisandro
T. Tata
M.J. Mono Jack
A. La adultera
R. Rosario
M. Martina
H.M. La hija de Martina
Ma. Mariela
G.&L. Gertrudis Hoyos y Libia Isaza de Hernández
A.M. Alicia y Maruja Villegas
R.&L. Rocío y Luz Jaramillo
T.I. tía Inés
A.E. mi otra abuela, doña Eva
H. de Hernández
M.M. Margarita Fernández de Mira
E.&M. Eugenia Fernández y Martina Marulanda
+M. y más y más mujeres
Modelo de tabla tomada del texto paradigma: Teología narrativa. Un enfoque desde las Florecillas de San
Francisco de Asís (Siciliani, 2009).

9
Los personajes señalados en negrilla se refieren a los personajes principales de la narración. Estos se han
identificado así, de acuerdo a la importancia otorgada por el narrador.

41
3.2.1. Análisis de los Personajes y sus Acciones.

En escena, comienzan a surgir los personajes que el narrador va presentando.

Desde el párrafo IV10 el narrador comienza a describir a cada una de las personas que asistían
al rosario. Obsérvese en el siguiente cuadro los personajes:

Tabla 3: Análisis de los personajes y sus acciones

Actores Oficio Estado Causa del estado Verbos de


acción11
M.C Trabajaba Tísica, tuerta “[…] una vez
en el bordando una casulla
costurero se había chuzado la
haciendo retina con una aguja, y
vestidos había perdido el ojo, ------12
sacerdotales todo por hacerle el
para los bien a los curas
curas pobres, así le pagaba
pobres mi Dios […]”
T.L Leproso, “[…] como si a ambos “[…] pasando
diabético les hubiera caído un las cuentas del
rayo de fuego desde rosario [con
las alturas en castigo eso muños
Sacerdotes por su devoción, por terribles que le
su celo cristiano y su había dejado
apostólico celibato la lepra] […]”
P.L Diabético […]” ------

10
El texto ha sido dividido según la unidad literaria de párrafo propia del mismo capítulo. Así que, se referirán a
ellos por su orden secuencial: I, II, III, hasta el IX.
11
Todas las personas estaban asistiendo al rosario, por ende se puede asumir que todas rezaban.
12
Las casillas con esta línea significan que el texto en sí no menciona dada en relación al personaje.
Por ejemplo en este caso sobre el personaje M.C, el texto no menciona algún verbo de acción.

42
T. “[…] la Sorda, tuerta (casi “[…] cosas que mi “[…] rezaba el
niñera que siega) Dios nos mandaba rosario […]”
había sido […]
de mi
abuela y de
mi mamá
[…]”
M.J. Cáncer de “[…] fumar y rezar “[…] rezaba el
garganta […]” rosario […]”
------
A. Espiritual: “[…] había “[…] rezar y
Adúltera, abandonado a su rezar rosarios
pecadora, había esposo y a sus hijos, y […]”
quedado sin nada, se había fugado a una
sin nombre, finca con otro
“perdida para [adulterio] […]”
siempre”
M. Planchadora Retardo mental y ------ ------
[costurera]. labio leporino.
Modelo de tabla tomada y editada del texto paradigma: Teología narrativa. Un enfoque desde las
Florecillas de San Francisco de Asís (Siciliani, 2009).

Las acciones que se encuentran aquí están en relación con el acto de rezar. Se asume, en un
sentido general, que todos los personajes en escena están ejecutando esta acción. No obstante,
Abad Faciolince ubica dicha acción sólo en los personajes: T.L, T., M.J., y A, como se puede
observar en el cuadro anterior (columna, verbos de acción).

En el personaje T.L., existe una imagen muy fuerte respecto a su estado (lepra), que según
menciona el escritor, está en estrecha relación con su oficio (sacerdote).

Así, Abad Faciolince, dice (interpreta) respecto a esto: “[…] igual a como [Dios] le había
pagado a tío Luis, que se había ido de capellán [...]”. Y a continuación pinta el siguiente cuadro:
“[…] aunque el bacilo de Hansen [lepra] ya se había encargado de cercenarle a tío Luis los dedos

43
de las manos y dejarle esos muñones terribles con los que iba pasando las cuentas del
rosario.” Esta es una imagen cruda, por medio de la cual se deja escuchar una crítica, sobre todo,
al mismísimo Dios, antes que a la misma religión.

En el personaje T., su estado (sorda, tuerta y casi ciega) está, ya no directamente en relación
con su oficio, pero sí en relacionado con Dios. Dice, respecto a la enfermedad —y para fraseando
lo que creía la familia— que estas eran, “[…] cosas que mi Dios nos mandaba […]”.

También hay una imagen, que puede ser, en cierta medida, un modo de “burla” pero también
un reclamo a ese Dios al que el personaje T. le rezaba:

[…] rezaba el rosario a su propio ritmo, pues cuando nosotros decíamos Santa María,
Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte,
amén, ella, sin ritmo ni concierto, al mismo tiempo, entonaba Dios te salve María,
llena eres de gracia, bendita tú eres entre las mujeres y bendito sea el fruto de
tu vientre… […]. (pág. 109)

Respecto a la acción que ejecuta, el narrador la describe así:

[…] y rezaba y rezaba sin parar, porque ésas eran cosas que mi Dios nos mandaba para
probarnos o para hacernos pagar aquí en la tierra, anticipadamente, algunos de los
tormentos del Purgatorio, tan necesarios para limpiar el alma antes de poderse hacer
merecedora del Cielo. (pág. 110)

El narrador menciona esto parafraseando la perspectiva teológica en que lo entendía su familia,


y no él. Así, lo hace en un sentido, ante todo, sarcástico.

Del personaje M.J. su estado (cáncer de garganta) está en relación con la acción que está
ejecutado. Por ello el narrador dice “[…] de fumar y rezar le había dado un cáncer de garganta
[…]”. Además, también se puede ver una especie de “ridiculización” por su estado, claro que esto
justificado a partir de su perspectiva de infante.

Por ejemplo, allí menciona que el personaje:

[…] hablaba muy raro, como con unos gargarismos que le salían del estómago, y a mis
hermanas y a mí nos habían dicho que respiraba por la espalda, como las ballenas, pues
le habían hecho un hueco que se comunicaba directo con los pulmones […]. (pág. 110)

44
El estado del personaje A., respecto a los demás, no presenta una enfermedad —o por lo menos
no física—, más sí una “enfermedad espiritual, por decirlo así (adúltera, pecadora, había quedado
sin nada, sin nombre, “perdida para siempre”). En ella se percibe un aire de “fracaso” y además,
representa una crítica a la mojigatez de la religión. Pues la estigmatizaban por su pasado y la
excluían, “[…] como si temieran que el pecado que ella había cometido, el adulterio, pudiera ser
contagioso, más contagioso que la lepra, la gripa y la tuberculosis” (pág. 112).

El estado del personaje M. (retardo mental y labio leporino) no presenta alguna relación —o
por lo menos no directa, como en los otros personajes— con su oficio (costurera) o su acción. La
imagen de ella, envuelve “miseria”: “[…] por lo que ambas [Mariela y su mamá Martina] se
quedaron solas y seguirían remendando y planchando solas y almidonando manteles y servilletas
de lino solas y para nadie hasta que les aguantaran los dedos y los ojos” (pág. 113).

Entonces, se puede apreciar la manera en que Abad Faciolince insiste en relacionar el estado
de los personajes que, en todos (excepto el personaje A.) es de enfermedad, con su oficio o la
acción de rezar. O sea, una relación enfermedad-Dios. En este sentido, se puede decir que allí hay
una intencionalidad que supera la narración en sí misma. ¿Cuál? Aunque ya se ha mencionado
tácitamente, consiste en poner de manifiesto la inconsecuencia frente al profundo sentido de
devoción religiosa por parte de su familia materna —y creyentes en general— y el mal enviado a
“[…] esa casa de devociones que Dios había escogido para descargarle […] los rayos de su ira
representados en una buena dosis de miseria, de muertes absurdas, de dolores y enfermedades
incurables” (pág. 114). Es decir, un Dios que a cambio de la devoción religiosa retribuye
maldición. Se percibe, entonces, que el autor desenmascara a tal Dios.

En un panorama ya general de la obra, cabe resaltar lo interesante que puede resultar el análisis
del personaje del padre, Héctor Abad Gómez. Brevemente se presentará un análisis a rasgos
generales de dicho personaje.

Se ha pensado que el personaje del padre puede ser un prototipo de Dios, o sea, del Dios-Padre.
En este sentido, este personaje posee aquellas características de las que carece el Dios de la familia
materna de Abad Faciolince. Esto se sustenta a partir de algunos fragmentos que posibilitan verlo
de esta manera:

45
La primera cita se encuentra al inicio de la novela, en la que el narrador inicia empleando el
tiempo pasado para hablar acerca de las mujeres de la casa y del padre: “el niño, yo, amaba al
señor, su padre, sobre todas las cosas. Lo amaba más que a Dios” (pág. 11). Este texto tiene una
cierta asonancia a la referencia bíblica del Evangelio de Mateo. 22:37, que dice, “[...] amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente”13. La similitud yace en
los sustantivo Señor, Dios, todas/todo, lo cual conduce pensar en un posible parafraseo de dicho
texto. En efecto, aquí se podría hablar, en términos del análisis narrativo, de intertextualidad; que
se refiere a la relación de un texto con otro. Relación dada en este caso, entre el parafraseo o la
alusión de un fragmento del evangelio de Mateo, dentro de un fragmento de la novela El olvido
que seremos. Así, “la intertextualidad comienza donde la definición de fuentes concluye”
(Alazraki, 1984).
Tratando de dar peso a esto, habría que mencionar que dentro de este primer capítulo, en el que
se encuentra la cita que se está tratando, hay referencias a oraciones como el credo. Y en un sentido
más amplio, como en el capítulo que se ha estado estudiando, es común la citación de oraciones y
cantos religiosos.
Continúa narrando: “un día tuve que escoger entre Dios y mi papá, y escogí a mi papá. Fue la
primera discusión teológica de mi vida y la tuve con la hermanita Josefa […] [una monja]”, quien
le había dicho:

—Su papá se va a ir para el Infierno.


—¿Por qué? —le pregunté yo.
—Porque no va a misa.
—¿Y yo?
—Usted va a irse para el Cielo, porque reza todas las noches conmigo.

[Prosigue contando que, en otra ocasión el niño, el narrador, le dijo a la monja:]

No voy a volver a rezar.


—¿Ah, no? —me retó ella.
—No. Yo ya no me quiero ir para el Cielo. A mí no me gusta el Cielo sin mi papá.
Prefiero irme para el Infierno con él. La hermanita Josefa asomó la cabeza (fue la única

1313
Tomado de la versión La biblia de nuestro pueblo, textos por Schökel, Luis Alonso.

46
vez que la vimos sin velo, es decir, la única vez que cometimos el pecado de verle sus
mechas sin encanto) y gritó: « ¡Chito!». Después se dio la bendición (págs. 11-12).

Aquí, se percibe la predilección por el padre sobre la concepción del Padre/Dios en que había
sido enseñado el niño; quien prefiere estar junto al padre/dios en el infierno antes que estar sin él
en el mismísimo cielo. De aquí en adelante la narración gira alrededor del padre y el hijo.

Para sostener también este planteamiento, hay que aludir a los atributos que el narrador le otorga
al padre. Uno de estos, es el de ‘todo poderoso’ u ‘omnipotente’, también interpretado así por
Vélez Restrepo, en su trabajo sobre La construcción del personaje del padre en el olvido que
seremos (2013). Pues, menciona que el autor consigue esto:

[…] al valerse, en tanto voz narratológica, de la intertextualidad entre el enunciado […]


(“el niño, yo, amaba al señor, su padre, sobre todas las cosas. Lo amaba más que a Dios”)
y la oración tradicional, El credo14, con la que establece contacto con las creencias del
lector hasta el punto de provocarlo a tener reacciones encontradas o a pensar de cierta
manera en el padre del relato, a través de una confesión que le hace un niño sobre una
“divinidad” a la que se le rinde culto, homenaje y obediencia, tanto o más que al Dios
de que puede conocer el lector. (pág. 15)

¿Se podrá, entonces, pensar que una de las intenciones del autor consiste en anteponer el padre
del niño ante el Dios/Padre de su familia? Pues, como menciona Vélez, hay un juego entre
elementos religiosos, como la citación de El Credo y experiencias en las que la imagen del padre
se presenta más agradable y preferible que la del mismo Dios narrado y puede observarse en la
discusión que sostiene el niño con la monja.

Hay otra cita en la novela que puede apoyar esto, corresponde a la narración de una escena
perteneciente también a la niñez del autor. En esta, cuenta la experiencia por la que él debía de
pasar cuando por motivos, siempre de persecución y problemas sociales, su padre debía de viajar
al exterior y él quedaba “a merced del mujerío enfermo de catolicismo” de su casa, lo cual para él

14
En esta escena, también se menciona parte El credo católico, el cual el niño rezaba junto a la monja en las noches.
Y es este al que se refiere Vélez.

47
era “un infierno sobre la tierra”. De hecho, menciona: “[…] [como el niño Jesús perdido] me sentía
yo, un niño perdido en ese templo de la casa de mi abuela, sin un padre que me viniera a rescatar”
(págs. 115-116).
Posteriormente cuando el padre del niño regresaba, menciona el narrador:
[…] a rescatarme de ese mundo sórdido de rosarios, enfermedades, pecados, faldas y
sotanas, de rezos, espíritus, fantasmas y superstición. Creo que pocas veces yo he
sentido ni volveré a sentir un descanso y una felicidad igual, pues ahí venía mi
salvador, mi verdadero Salvador. (pág. 118)

Nótese, según el contexto, la manera en que el padre del niño viene a ser como su dios. O mejor,
en sus mismas palabras, su salvador, su verdadero Salvador (empleando el término en mayúscula).
También, el padre tiene una cierta similitud con la misma figura de Jesús. Pues este juega un
papel en el ámbito social que consiste en ayudar y luchar por la causa de los más desfavorecidos
(“ministerio”) y, además, llega a ser asesinado por parte de algunos grupos sociales (“crucifixión”)
por su constante denuncia (“profetismo”).
Según esto, se considera que la propuesta del padre como prototipo de Dios podría ser trabajada
en una continuación de este trabajo. En la que se pueda realizar un análisis a fondo, a fin de madurar
y respaldar con un soporte teórico.

3.2.2. Análisis de la Estructura de la Intriga.

Hay que distinguir aquí sobre el tiempo de relato que representa este capítulo. Se debe recordar
que, este hace parte de toda una obra. Además, habría que lanzar la pregunta: ¿se puedes identificar
una estructura de la intriga en todo el libro? La respuesta es, quizá. Pero ¿por qué? Pues al intentar
clasificar el género que representa esta obra, habría que enmarcarla en biografía o memoria, que
emplea la técnica de la novela. Ahora, si se analiza la estructura, se evidenciará que esta no es
como la del cuento o la usual perícopa bíblica. Por ello, se prescinde aquí de esquematizar una
estructura. Sin embargo, en la duración de la narración, se han identificado cinco momentos que
en cierta medida, puede representar una estructura del capítulo (ver en la pág. 47).

48
3.2.3. Análisis del Espacio.

Tabla 4: Análisis del espacio

Lugares15 Calificación
La casa ( de la abuela) A.F.16 debía de ir la casa todas las tardes (En relación
a lo narrado)
La casa ( de la abuela) Describe la casa, que era, ambivalentemente, como
una catedral y templo pagano. (Describe)
Capilla y oratorio Esta estaba en la casa de la abuela
Cielo “«¡Ah, ¡cuándo, ¡cuándo llegaremos al Cielo!»” se
pregunta cantando el tío (sacerdote) del narrador.
Agua de Dios Allí su tío el sacerdote había contraído la enfermedad
de la lepra
Casa (de Abad Faciolince) ------
La casa ( de la abuela) ------
(En relación a lo narrado)
Cielo
Casa (de Abad Faciolince) Como un galardón
La casa de la tía Mona ------
Casa (niños en Canadá) ------
La casa (de la abuela) Mujeres que iban a la casa a “[…] coser y a contar
chismes y a rezar el Rosario […]” (En relación a lo
narrado)
La casa (de la abuela) “[…] que destilaba catolicismo, rezos, beatas,
mujeres santas y mujeres pecadoras, deformidades
humanas, tragedias públicas y secretas, enfermedades
vergonzosas […]”(Describe)

15
Este es el orden secuencial en que los lugares van apareciendo en la narración.
16
Abreviatura del Abad Faciolince.

49
La casa (de la abuela) “[…] de devociones que Dios había escogido para
descargarle, como a cualquier otra casa, como a todas
las casas de esta tierra, los rayos de su ira
La casa (cualquiera) representados en una buena dosis de miseria, de
muertes absurdas, de dolores y enfermedades
incurables.” (Describe)

Modelo de tabla tomada y editada del texto paradigma: Teología narrativa. Un enfoque desde las
Florecillas de San Francisco de Asís (Siciliani, 2009).

Los anteriores son lugares a los que se hace alusión en el capítulo. Sin embargo, el espacio con
mayor relevancia es la casa de la abuela, lugar geográfico en dónde están los personajes. Esta se
menciona 6 veces; 4 de estas para describirla y 2 en relación a los hechos narrados.

En el texto, la casa se menciona para describirla y aludir a hechos en relación al relato que
tienen lugar allí. La descripción devela la profunda devoción religiosa de la familia. El narrador
menciona que, la casa “[…] olía a incienso, como las catedrales, y estaba llena de estatuas e
imágenes de santos por todas partes […] desperdigadas por las paredes del comedor y de los
corredores oscuros y largos.” (pág. 107)17. Además, había capilla y oratorio en donde su tío Luis,
el sacerdote enfermo de lepra, podía decir misa. Había, además allí:

[…] varias cartas enmarcadas en laminilla de oro porque traían la firma del cardenal
Pacelli, y luego de Su Santidad Pío XII, […] y entre tantos objetos y devociones e
imágenes sagradas, se respiraba un permanente olor a sacristía, a cirio encendido, a
terror del pecado y a chismes de convento. (págs. 107-108)

Allí en la casa se reunían las muchachas del Costurero del Apostolado (un grupo de mujeres
que cocían ornamentos para los curas pobres) y todas las tardes llegaban “[…] más y más mujeres
[menciona Abad Faciolince] que venían a la casa de mi abuela a coser y a contar chismes y a rezar

17
La descripción es amplia, puede observarse en los anexos.

50
el Rosario con tío Luis, con monseñor García, mi pobre tío enfermo de lepra […]” (pág. 113). Esta
casa, agrega el narrador:

[…] destilaba catolicismo, rezos, beatas, mujeres santas y mujeres pecadoras,


deformidades humanas, tragedias públicas y secretas, enfermedades vergonzosas, en
esa casa de devociones que Dios había escogido para descargarle, como a cualquier
otra casa, como a todas las casas de esta tierra, los rayos de su ira representados en una
buena dosis de miseria, de muertes absurdas, de dolores y enfermedades incurables.
(pág. 114)

Anteriormente, en el análisis de los personajes, se mencionó acerca de la intencionalidad de


relato. Ahora, obsérvese aquí la manera en que la descripción que se hace de la casa toma
concordancia con dicha intencionalidad, es más, esto se hace tangible en la literalidad de la cita
anterior, con la que cierra el capítulo al sentenciar directamente a Dios.

3.3.Estudio de la Narración

3.3.1. Análisis del Modo Narrativo.

La pregunta que se intenta responder es: ¿La ficción es mediada o no por el narrador?

A lo que respecta al modo narrativo, se ha trabajado, según los narratólogos, dos conceptos que
permiten descubrir la manera en que la historia es representada por el narrador: “la distancia” y “la
focalización”.

3.3.1.1.La Distancia.

Aquí hay dos nociones establecidas por los narratólogos a distinguir: “La distancia” y “La
focalización”, respecto a la manera en que la historia es focalizada por el narrador (Siciliani, 2009,
pág. 100).

Según menciona Siciliani, en la antigua tradición narratológica se distinguían dos modos de


contar, lo cuales se conocen hoy como: “telling” (decir) y “showing” (mostrar) (Siciliani, 2009,
pág. 100). El narrador, Abad Faciolince, hace más uso del “Telling mode”, produciendo un efecto
de tal manera que, “[…] el lector participa de un comentario de los hechos, más que de una escena

51
concreta y vivida de las acciones y de los diálogos”. Así, entonces, ya no es la propia historia que
está siendo narrada la que capta la atención del narratorio18, sino la mediación del narrador
(Siciliani, 2009, pág. 100). Esto vendría siendo lo opuesto al “Showing mode” en el que narrador
rueda la historia, pero con una leve mediación entre él y el narratorio, ocupando así la narración la
total atención del lector.

Un ejemplo de esto se encuentra en el siguiente fragmento:

[…] y las demás mujeres a duras penas la miraban [o sea, al personaje A.], la saludaban
de lejos con un movimiento de las cejas, sin invitarla jamás al Costurero del
Apostolado, como si temieran que el pecado que ella había cometido, el adulterio,
pudiera ser contagioso, más contagioso que la lepra, la gripa y la tuberculosis. (pág.
112)

El narrador no sólo pretende mostrar, sino además decir, como se puede evidenciar aquí. O sea,
no se limita sólo a narrar o contar la escena, sino que, además irrumpe con comentarios,
apreciaciones y juicios de valor respecto a la misma.

3.3.1.1.1. La Textualización de los Acontecimientos: Escenas, Sumarios y la Pausa


(Descriptiva).

La distancia del narrador respecto a la historia se deja entrever por medio de técnicas narrativas
conocidas como: “sumario” y “escenas”, que están relacionadas con el “telling” y “showing”,
respectivamente (pág. 101). Así entonces, Abad Faciolince, emplea la técnica “sumario”, o sea,
“[…] permite al narrador dar la impresión de separación con respecto a la acción porque, como su
nombre lo indica, son una especie de resúmenes o de condensaciones de las acciones”. Y así, el
narrador puede terminar sustituyendo los comentarios a los hechos (pág. 101).

El ritmo del relato19 es variado, el autor se sirve del sumario, la escena y además, la pausa
(descriptiva), alternándolas durante la secuencia narrativa. Por ello, la narración toma un ritmo
lento a causa del énfasis descriptivo que hace en la mayoría de las escenas. Por ejemplo, en el
primer (I) párrafo se inicia una escena, sin embargo, ésta es interrumpida, tras no más de cuarenta

18
“Figura textual del lector, instancia narrativa a la cual el narrador dirige su relato” (Marguerat & Yvan, Cómo leer
los relatos bíblicos: iniciación al análisis narrativo, 2000, pág. 31).
19
Consultar duración y velocidad del relato en Marguerat & Yvan (2000, pág. 143).

52
palabras, por un largo paréntesis, un sumario. Así, el sumario es una noción del tiempo empleado
en la narrativa, pero también en el cine, en el que los hechos toman un carácter de brevedad con
respecto al discurso. Generalmente se caracteriza por emplear el tiempo imperfecto (consultar en
Navajas, 1986).

El problema era que cuando él se ausentaba durante meses, yo caía, indefenso, en el


oscuro catolicismo de la familia de mi mamá. Me tocaba ir muchas tardes a la casa de
la abuelita Victoria, que se llamaba así porque había venido al mundo después de una
sarta de seis hermanos en Bucaramanga, y cuando al fin había nacido el séptimo y
último hijo, una mujer, mi bisabuelo, José Joaquín, profesor de castellano […]. (pág.
106)

Nótese, en el texto subrayado, como inicia el capítulo a ritmo de escena, en que los tiempos de
la narración van en sincronía, pero a ésta se le antepone un sumario, texto no subrayado. Este
sumario corta la escena hasta el segundo (II) párrafo, pero de nuevo es interrumpida, pero ahora,
por una pausa, es decir, una descripción en la que, el tiempo se detiene pero el discurso continúa:

“La casa de mi abuela, en la carrera Villa con la calle Bombona, olía a incienso, como
las catedrales, y estaba llena de estatuas e imágenes de santos por todas partes,
como un templo pagano de diversas devociones y especialidades (el Sagrado
Corazón de Jesús, con la víscera expuesta [...]”. (pág. 107)

Las texto en negrilla, indica la pausa, en donde se habré un largo paréntesis de descripción, y
no vuelve a la escena sino hasta en el tercer (III) párrafo: “Al caer la tarde, alrededor de la abuela,
nos sentábamos todos en el oratorio, mis hermanas y yo, y empezaban a brotar mujeres de todos
los rincones de la casa, mujeres parientes y mujeres del servicio y mujeres del vecindario […]”
(pág. 108)

En este sentido, el capítulo usa más la pausa (descriptiva) y el sumario, antes que la misma
escena. Así las escenas son intermitidas por estas dos formas de narrar. En efecto, se constata que
el autor no quiere solamente contar, sino decir, describir, ofrecer su opinión.

53
Es de señalar que, además, el narrador emplea la diégesis20 en este capítulo, o sea, cuenta la
escena a su manera. No así empleando el “antónimo” u opuesto de la diégesis que se conoce como
mimesis, y que está relacionado con la transcripción más precisa de la escena (Marguerat & Yvan,
Cómo leer los relatos bíblicos: iniciación al análisis narrativo, 2000, pág. 114). Para Platón, explica
Genette (1970, pág. 194), la lexis, o forma de decir, se bifurca en dos sentidos; simple relato
(diégesis) e imitación propiamente dicha (mimesis). La primera se ocupa así de lo que cuenta el
narrador “hablando en su propio nombre, sin tratar de hacernos creer que es otro quien habla”. En
tanto que la imitación, se caracteriza por el esfuerzo del narrador por ofrecer la más “objetiva”
narración de los hechos.

Esto es claro en la medida en que el narrador evoca unas escenas que vivió de niño, entonces
dichas escenas ahora son contadas ya no desde la perspectiva infantil sino adulta. Abad Faciolince,
ofrece así su percepción, su punto de vista21. Por ello ha de decir: “Esos rosarios eran espantosos,
como una procesión de feligreses estragados, como una corte de los milagros, como una escena de
película de Semana Santa […]” (pág. 111).

Esto, también contribuye a sostener la intencionalidad que se ha encontrado en el texto. Pues,


bien, devela a un autor que matiza su narración con el uso del Telling mode, la diégesis, la pausa
(descriptiva) y el sumario. Elementos que sólo pueden facultar y presentar a un narrador que tiene,
por decirlos así, una función activa dentro de la misma narración, en la que pretende comunicar
algo más que eventos o sucesos pasados.

3.3.1.1.2. Las Funciones del Narrador.

Según menciona Siciliani (pág. 111), un narrador cumple, ante todo, dos funciones. La
narrativa, evocando y contando el mundo del relato. Y, en otro sentido, organiza la ficción

20
Margueray & Yvan (2000, pág. 114) mencionan que: “Platón, en la República (392c-394b), diferenciaba
claramente, en el arte de contar, entre diégesis y mimesis. Su distinción quería decir que un autor practica la
diégesissi cuenta una escena a su manera, y que propende más bien hacia la mimesis si ofrece una transcripción más
directa de las palabras o los acontecimientos. La diégesiscorrespondería, en cierto modo, al relato puro. En nuestra
lengua, los equivalentes del par diégesis/ mimesis serían relato / diálogo o, si se prefiere, modo narrativo / modo
dramático.”
21
Además, esto también aplica en un sentido general del libro. O sea, El olvido que seremos es una historia contada
desde las víctimas, sobre un cobarde asesinadito, el del padre de Abad Faciolince.

54
inscribiendo y alternando en su texto descripciones, acciones o palabras de personajes. Dicho de
otro modo, menciona que, ésta es la función de administración o de control. Respecto a esta última
función, el narrador puede emplear dos modos de presentación: contar o mostrar —que ya se
trabajaron anteriormente22—. Sobre el modo del “contar” en narratología se han distinguido siete
funciones: 1. Comunicativa (dirigirse al narratorio); 2. Metanarrativa (comentar la organización
del texto); 3. Testimonial (certificar el grado certitud de la ficción); 4. Modalisante (expresar los
sentimientos que la ficción crea en el narrador; 5. Evaluativa (juicio del narrador sobre la historia);
6. Explicativa (dar información que ayuda a la comprensión); y, Generalizate o ideológica (el
narrador expresa su juicio sobre la sociedad).

La función testimonial/modalisante23, se comprueba a partir del grado de compromiso del


narrador con la misma historia y la connotación tanto afectiva, como moral e intelectual en la
misma. Así en el testimonio afloran sentimientos subjetivos a los episodios (Carrasco, 2016). En
la evaluativa, el narrador da su juicio sobre los sucesos. Por ejemplo, en calidad de testigo y
evaluador24, Abad Faciolince dice, refiriéndose a las mujeres que iban a rezar el rosario: “[…]
[llegaban] vestidas de negro o de café oscuro, como cucarachas, con cachirula en la cabeza y
rosario de cuentas en la mano” (pág. 108). Y también, al terminar el capítulo, realiza una
evaluación general sobre la historia —fragmento que ya se citó— diciendo que esa casa, la de la
abuela, era la que Dios había escogido para desgarrarle “[…] los rayos de su ira representados en
una buena dosis de miseria, de muertes absurdas, de dolores y enfermedades incurables” (pág.
114).

En cuanto a la función explicativa, ésta guarda cierta relación con lo que se llamó anteriormente
la pausa (descriptiva). En el inicio del capítulo, por ejemplo, el narrador realiza una explicación,
algo amplia —respecto a la misma extensión del capítulo— sobre la parentela religiosa de su
familia. Lo cual es un farol que ilumina las escenas que la prosiguen. Así, “el relato se muestra
como una técnica para presentar los antecedentes del drama” (Julio, 1996, pág. 200).

22
Cabe precisar que, aunque el narrador emplee, como ya se dijo, el showing mode, esto no invalida el empleo,
también, del telling mode, como se va a demostrar en breve.
23
Estas se integran a partir de la conceptualización de Carrasco (pág. 13) (elaborada desde Genette) sobre la
“Función testimonial o de atestación”, que incluye tanto la testimonial como la modalisante que presenta Siciliani.
24
También, es posible integrar las funciones (como ya se dijo: testimonial/modalisante) con la evaluativa debido al
mismo carácter de similitud que comportante entre sí. Tal es el caso que también encuentra Siciliani en su análisis
(pág. 112).

55
3.3.1.2.La Focalización.25

La focalización es, en palabras de Mieke Bal (1990, pág. 110), “[…] la relación entre la
«visión», el agente que ve, y lo que se ve”. El narrador puede emplear distintos ángulos de vista
en su narración. Cabe mencionar que, respecto a este tema, que integra el modo narrativo y el cual
compete en este momento del análisis, no ha habido un común acuerdo entre los principales
exponentes de la narratología. Tanto Genette como Bal poseen diferentes perspectivas26. Por esta
razón, y como también lo trabaja Siciliani (págs. 113-118), quien se ha tomado como referente en
este análisis, se empleará la focalización propuesta por Genette.

Primeramente decir que, se evidencia el empleo de la primera persona, un “Yo”, en el capítulo.


Esta es además usada en la narrativa, menciona Martínez (2002), para conseguir un efecto de
credibilidad; pues así la voz se presenta persuasivamente ante el lector. En concordancia también
al empleo de la primera persona, “la historia del narrador es pues la historia de sus puntos de vista
sobre el mundo que se va corrigiendo y reemplazando unos por otros, en busca de una verdad
siempre en fuga” (Martínez, 2002, pág. 216). El narrador del capítulo es aquí también el
focalizador.
En segundo lugar, decir que, Genette distingue entre Focalización interna, externa y cero. En
cuanto a la focalización interna, ésta tiene que ver con un modo narrativo en que el narrador hace
explicito lo que percibe y piensa algún personaje; en la interna, como menciona Genette, el centro
se encuentra en un punto del universo diegético escogido por el narrador, fuera de todo personaje,
que excluye todo información concerniente al pensamiento de cualquiera (Genette, 1993, pág. 52);
y, la focalización cero, en la que el narrador hace uso del atributo de la omnisciencia, o sea, aporta
información que ningún personaje podría saber en un momento dado; traspasando lo límites del
espacio y el tiempo.

25
“Por focalización entiendo, [Señala Genette (1993, pág. 51)] pues, una restricción de «campo», es decir, de
hecho, una selección de la información con relación a lo que la tradición denominaba omnisciencia, término que, en
la ficción pura, es literalmente absurdo (el autor no tiene que «saber» nada, puesto que inventa todo) y que más
valdría sustituir por información completa; con ella, es el lector quien se hace «omnisciente»”.

26
En el texto Nuevo discurso del relato, Genette (1993) expone los puntos en los que su perspectiva ha disentido
con la de M. Bal (págs. 50-54).

56
Y finalmente, obsérvese la manera en que estos modos narrativos son empleados en el capítulo
que compete:
El focalizador, es aquí Abad Faciolince, quien es el narrador y además se ubica dentro de la
historia (homodiegésis). El pronombre “yo”, es empleado de hecho 6 veces. Por ejemplo, al decir,
“[…] al caer la tarde, alrededor de la abuela, nos sentábamos todos en el oratorio, mis hermanas y
yo, y empezaban a brotar mujeres de todos los rincones de la casa” (pág. 108).

Si se puede hablar de la focalización cero, es a partir de lo que se llamó, anteriormente, como


diegésis y telling mode. Ya que éstos, implican el decir en un sentido comentado y se anteponen,
en efecto, a la mimesis y el showing mode que aluden al el mostrar fielmente (“objetivamente”).
Así, los “estados” de los personajes, que se mencionan en la tabla N° 2 (pág.26), están en relación
con este modo focalizante en la medida en que el narrador presenta las causas de éstos; dichos
“estados” son ignoradas por los mismos personajes y se juegan —como ya se dijo— en la relación
enfermedad-Dios. La focalización interna, se evidencia en sólo una ocasión, y está en relación al
personaje de la madre, el cual no aparece propiamente en el texto, pero se alude a ella empleando
este modo narrativo y, así, revelando su pensamiento. Si se enfatiza en la definición de Genette;
en la que el focalizador vendría siendo un personaje que expone su percepción, quien cumpliría
dicha función en el texto sería el narrador, quien es también un personaje, Abad Faciolince, el niño
(en el capítulo 18). Sin embargo, se ha optado por trabajar la focalización cero desde el narrador,
ya que ésta supera a la del mismo personaje.

Tabla 5: Focalización de la narración

Párr. Focalización interna Focalización cero


I ------------ “[…] yo caía, indefenso, en el oscuro
catolicismo de la familia de mi mamá.”
“[…] olía a incienso, como las catedrales, y
------------ estaba llena de estatuas e imágenes de santos por
todas partes, como un templo pagano de
diversas devociones y especialidades […]”

57
II “[…] se respiraba un permanente olor a
------------ sacristía, a cirio encendido, a terror del pecado
y a chismes de convento.”
III “[…] mujeres siempre vestidas de negro o de
------------ café oscuro, como cucarachas, con cachirula en
la cabeza y rosario de cuentas en la mano.”
IV “[…] todo por hacerle el bien a los curas pobres,
------------ así le pagaba mi Dios, igual a como le había
pagado a tío Luis […]”
“[…] como si a ambos les hubiera caído un rayo
------------ de fuego desde las alturas en castigo por su
devoción, por su celo cristiano y su apostólico
celibato […]”
V ------------ “[…] que de fumar y rezar le había dado un
cáncer de garganta […]”
“Esos rosarios eran espantosos, como una
------------ procesión de feligreses estragados, como una
corte de los milagros, como una escena de
película de Semana Santa […]”
“[…] como si temieran [ciertas
VI mujeres] que el pecado que ella
había cometido, el adulterio, pudiera ------------
ser contagioso, más contagioso que
la lepra, la gripa y la tuberculosis.”
VII “[…] por lo que ambas se quedaron solas y
seguirían remendando y planchando solas y
------------ almidonando manteles y servilletas de lino solas
y para nadie hasta que les aguantaran los dedos
y los ojos.”
VIII “[…] la prueba y la pena que mi Dios le había
enviado a la familia por rezarle tantos rosarios,

58
comulgar tantas veces, confesarse cada semana
------------ y decirle misas y misas y más misas implorando
sus milagros, que nunca llegaron, y su
misericordia, que vino siempre vestida de
dolores, tragedias y desgracias.”
X En donde revela el pensamiento de
su madre al enviarlos a la casa de la
abuela: “[…]pero en realidad para
que viéramos eso, para que
fuéramos buenos, decía, pero más ------------
bien creo yo para que tuviéramos
una pruebita de su infancia, sin
decírnoslo, y para que rezáramos
por ahí derecho el rosario con ese
montón de viejas […]”

Tabla producida en el análisis.

En síntesis, hay un focalizador, que bien podría ser interno o cero, esto porque el narrador es el
mismo personaje quien focaliza. No obstante, dado que dicha focalización comprende información
que supera lo conocido por los personajes, se consideró que corresponde al modo de focalización
cero. Claro que esto podría ser visto inversamente. Este modo narrativo que prima sólo puede
demostrar la intencionalidad de la narración. ¿Pero es esto acaso, algo más que mera crítica? En el
presente trabajo se ha considerado que sí; que estos enfoques revelan un modo de pensar respecto
a un tema teológico.

3.3.2. Análisis de la Voz Narrativa.

La pregunta que se intenta responder es: ¿Cuál es la relación del narrador con la ficción?

59
El libro se encuentra escrito en primera persona. En efecto, en este capítulo el narrador —que
es la voz narrativa de donde emerge el relato (Marguerat & Yvan, 2000, págs. 21-22)— narra su
experiencia, de cuando aún era un niño (tiempo pasado), de los rosarios en los que tenía que estar
presente en la casa de su abuela materna.

También se distingue que, la actitud narrativa empleada concierne a un narrador homodiegético,


es decir, que está presente en la historia y toma la figura de unos de los actores de la diégesis
(Siciliani, 2009, pág. 119). Así, entonces, el narrador inicia diciendo: “el problema era que cuando
él se ausentaba durante meses, “yo” caía, indefenso, en el oscuro catolicismo de la familia de mi
mamá” (pág. 106).

El narrador no solo se sitúa dentro de la historia, sino que además es, como se vio anteriormente,
el único focalizador (que emplea el tipo focalización interna y cero). Aquí, además se debe de
diferencia entre el tipo de texto al cual se está realizando el acercamiento. Esto, a partir de la
propuesta hecha por el lingüista francés Benveniste (cómo se citó en Siciliani (pág. 119) y Genette
(1970, pág. 203), quien distingue entre enunciación histórica (relato) y discurso, también llamados
“narración en tercera persona” y “narración en primera persona” respectivamente. Ahora,
propiamente en el capítulo de El olvido que seremos, se ha identificado que éste se clasifica dentro
del discurso.

Los elementos que permiten realizar dicha clasificación, según Benveniste, se relacionan con
el empleo del pronombre yo (6)27, que alude a la persona que profiere el discurso; el empleo de
algunos adverbios como aquí (1), ahora (2); el uso del tiempo pretérito perfecto, “[…] que sitúa
en el pasado la acción, el proceso o el estado expresados por el verbo” (RAE, 2017), también
empleado en el texto. Por el contrario, los indicadores que facultan a determinar que un texto no
es un discurso, sino más bien una historia o relato, se caracteriza por el empleo de la tercera
persona, lo que se ha denominado “ausencia de persona”, el cual se refiere a “[…] la presentación
de los hechos ocurridos en cierto momento del tiempo sin ninguna intervención del locutor en el
relato” (Benveniste, cómo se citó en Dehennin, 1971, págs. 24); y tiempos como el aoristo
(pretérito indefinido) y el pluscuamperfecto.

27
El número en paréntesis se refiere a la cantidad de vences usado en el capítulo.

60
Nace aquí la pregunta, ante lo anterior, entonces, por qué no se optó en el presente trabajo por
el análisis del discurso. Ante esta pregunta habría que decir, en palabras de Genette (1970, pág.
205) que, “[…] hay casi siempre una cierta proporción del relato en el discurso y una cierta dosis
del relato en el discurso”. Esto, continúa explicando Genette, ya que el locutor permanece
implícitamente presente en el trasfondo y, así, está facultado de intervenir las veces que él crea
conveniente sin que este retorno, necesariamente, se perciba como una “intrusión”.

En síntesis, el relato es constituido por las narraciones intercaladas, relato simultáneo (historia
y discurso), lo cual constituye una mayor complejidad en su diseño temporal, y es el que más se
aproxima a la eliminación de la distancia temporal entre lo que se conoce como el tiempo del
narrador y lo narrado (Lértora, 1983, pág. 18). Entonces, en cuanto a la relación del narrador con
la ficción, se constata largos comentarios con los que se interrumpe la dinámica de la narración.
Es decir, hay constantes intromisiones que generan un discurso en el trascurso de la historia. Esto,
gracias a la misma actitud homodiegética del narrador.

De esta manera, la investigación se fundamenta en lo evidenciado anteriormente para sostener


que dentro del capítulo hay un discurso. El cual es parte de un discurso mayor que se extiende en
la intertextualidad general de la obra. En cuanto a al carácter de dicho discurso, ya anteriormente
se ha ido recogiendo algunos elementos que se esperan agrupar por medio de una visión de
conjunto en las conclusiones del capítulo, y en uno sentido más estructural, en las conclusiones de
la investigación.

3.3.3. Análisis del Tiempo de la Narración.

En este momento, se distingue entre el tiempo narrado, que concierne al tiempo de la historia
relatada y el tiempo narrante que alude al tiempo del relato (Marguerat & Yvan, Cómo leer los
relatos bíblicos: iniciación al análisis narrativo, 2000, pág. 141). El concepto de orden se refiere a
la organización de la narración. Allí hay que trabajar dos casos que se presentan en la anacronía,
denominados como analepsis y prolepsis. La primera es la “mirada atrás que evoca posteriormente
un acontecimiento anterior desde el punto de vista de la historia contada” y la segunda, se define
como una “maniobra narrativa que consiste en anticipar o en contar de antemano un
acontecimiento ulterior respecto al punto de vista de la historia contada”, ambas pueden ser
internas (homodiégeticas), externa (heterodiegéticas) o mixtas (o sea, aquellas que sobrepasan los

61
límites del relato; puede inicia narrando un hecho que tiene lugar en lo externo, fuera de la
narración, y terminar dentro de ésta) (Marguerat & Yvan, Cómo leer los relatos bíblicos: iniciación
al análisis narrativo, 2000, pág. 159).

En el capítulo es frecuente encontrar el uso de la analepsis externa, recurrente para dar


explicaciones e información extra en concomitancia al entendimiento de la narración discursiva,
como ya se sabe. La analepsis es de carácter externa, en tanto que Abad Faciolince, el narrador,
realiza a veces largas retrospectivas ulteriores, es decir, retrospectivas que no necesariamente se
refieren a aspectos ya narrados, o al «relato primero» —como le llama Genette (pág. 104)— sino,
más bien éstos representan «antecedentes» de la narración presente. Por ejemplo, iniciando el
capítulo, el narrador realiza una larga prolepsis externa —lo que también se llamó en el texto, al
hablar del ritmo del relato, como sumario— al cortar la escena para “mirar a atrás”: “[…] había
venido al mundo después de una sarta de seis hermanos, en Bucaramanga, y cuando al fin había
nacido el séptimo y último hijo, una mujer, mi bisabuelo, José Joaquín, profesor […]” (pág. 106),
y allí continúa todo el primer párrafo. Información que no se había ampliado anteriormente. Esto
mismo ocurre cuando se pasa a la escena del rosario y se presenta a los distintos personajes que
acuden allí. Al hablar de cada uno de ellos28, se emplea la analepsis externa.

Los anacronismos tienen diversas funciones. Particularmente, en las empleadas por Abad
Faciolince, éstas se conocen como anacrónicas con repercusión semántica. O sea, que, contribuyen
a construir la significación (Marguerat & Yvan, Cómo leer los relatos bíblicos: iniciación al
análisis narrativo, 2000, pág. 151). Así, cuando Abad Facilince menciona al personaje Marta
Castro, dice que esta era “[…] tísica y de esto le había quedado una tos sorda, seca, permanente,
una respiración breve y ansiosa, y que además tenía un ojo nublado, gris tirando a azul
[enfermedad][…] (pág. 108)”, luego hace un analepsis al explicar cómo llegó a estar así —lo que
se llamó en el cuadro 2 el estado—, para posteriormente lanzar la sentencia: “así le pagaba mi
Dios”. Después, menciona al personaje, el tío Luis, e invierte la secuencia al lanzar primero el
juicio, en relación al de Marta Castro: “[…] igual a como le había pagado [Dios] a tío Luis […]”
después hace la analepsis al mencionar los antecedentes de su estado —claro, de enfermedad— y
finalmente lanza la sentencia, en un sentido más amplio, y al presentar al padre Lisandro, personaje

28
En el cuadro 2, en la columna de oficios, se puede ver esto. No, obstante, para mayor amplitud obsérvese el
mismo capítulo, párrafo IV (pág.108) en adelante.

62
con estado semejante: “[…] como si a ambos les hubiera caído un rayo de fuego desde las alturas
en castigo por su devoción, por su celo cristiano y su apostólico celibato[…]” (pág. 109).

En general, el orden de la ficción se corresponde con el orden en el que se presentan en la


narración. En cuanto a la duración de la narración, ésta se caracteriza por cinco momentos:

Tabla 6: Orden de la ficción

I párr. Sobre el parentesco religioso


II párr. Descripción de la casa de la abuela (“templo pagano”)
III párr. Antes de la ceremonia del rosario
IV-VIII Presentación de los asistentes al rosario / y ceremonia
párrs.
IX párr. Conclusión
Modelo de tabla tomada y editada del texto paradigma: Teología narrativa. Un enfoque desde las
Florecillas de San Francisco de Asís (Siciliani, 2009).

3.4. Estudio del Estilo

En este momento, se procura el estudio de las técnicas del estilo. Este aspecto es importante,
menciona Siciliani, puesto que, traduce el proyecto “ideológico” (o teológico, cómo se ha
sostenido en el presente trabajo) y produce un impacto comunicacional sobre el lector (pág. 129).
Por medio del estudio del estilo, entonces, se pretende dar cuerpo y estructura a la propuesta
teológica que se ha ido justificando, desde el mismo texto, y demostrando, con la ayuda de los
anteriores niveles del análisis narrativo.

En el siguiente cuadro, se presenta las “palabras lexicales” del relato. Estas se refieren a los
verbos, sustantivos y adjetivos.

63
Verbos Adjetivos Sustantivos
absolver, acuestan, adopción, engrudo, abominable, abrumada, absurdas, Abadía Méndez, abuela, abuelita, academia
almidonando, apiadaba, asistía adúltera, adulterio, afuera, apostólico adentro, agua, Agua de Dios, aguja, aire
ayudando, bajara, bordaban, celibato, aromático y caliente, beatas, Alberto, Alicia y Maruja Villegas, Alicia y
bordando, borraba, brotar bendita, bendito sea el fruto Maruja Villegas, alma, altar, alturas, amenas
caía, cambiarse, casado, bienestar, blanca, blanqueado, borborigmo amigas, amigos, amitos, anticipadamente
cercenarle, chamuscándose, gangoso atorado en la garganta, buenos, apartamento, árbitro, árboles, arzobispo
chorrear, chuzado, cogía, bultos grandes, cada, canadienses, caros Joaquín
cogido, colgado, cometer, castigo, catolicismo, católico, celo autor, bacilo de Hansen, ballenas, ballenas,
compró, comprobar, comulgar, cristiano, chismes, chismorreo perpetuo, jorobadas, bisabuelo, bisturí, bocadillos
comunicaba, comunicarse ciega, ciego, ciegos, [como] cucarachas, Bucaramanga, bultos, cabeza, cachirula,
confesarse, contar, contestaba como las catedrales, [como un templo] cadenita
corrió, cortarle, cortarle, coser pagano, concentrado, crudo roto, de lino, calle, calle Bombona, cama, camisa, Canadá,
cosían, cubría, cuidaba, de oro, deformidades humanas, desastrosa, cáncer, cantinela, capellán, capilla, cardenal
cuidaran, daba, dado, decir, descaro, desgracia, desgraciada, Pacelli, cardenal, amigo, carrera Villa, cartas
decirle, decírnoslo, dedicado, desgracias, desolado, desperdigadas, casa, casas, castellano, casulla, casullas,
desapariciones, descargarle devoción, devota y masculina, devotos, cataratas
desesperado, desprendían, dolores, dulce, durísimo cataratas, catolicismo, cejas, ceniza,
dijera, empezó, encogía, enfermo, enmarcadas, casa de devociones ceremonia
enriquecido, enseñándole, escandalizado, espantosos, estéril, estos, Cielo, cigarrillo, cines, cíngulos, cirujano,
entendía, enviudar, escogido, nexos levíticos, estragadas, estragados ciudad
escribir, esperaba expuesta, famoso exorcista, final, [cabeza] colegio, Colombia, comedor, concubino,
espiración, esposa, fugado, gacha, ganadera, gangrenado, gelatinosa, confesionario, confesor, confesores, cónsul
fumándose, fumar, gangrenó genio, gigante, gordo, grande, gratis, contagioso, contagioso, convento, copón,
gritado, hablaba, hacía harta, historiador, huérfana, humildad, coronilla, corredores, cortadora, cosas
hicieran, iba, implorando igual, imbécil, incienso, incorrupta, Costurero del Apostolado, costureros, crema
impresionaba, invitaba incurables, indefenso, inmensas, cristiandad, Cristo, crónicas, cuadro, cuenca
invitarla, ir, lavaba inmensas, íntimos, inventora, inventora, cuerpo, cuerpo, Cundinamarca, Cura de Ars
leer, levantar, levantó, limpiar irremediables, jóvenes curas, curas, papá, tío Luis, dedo, dedos

64
llamar, llegada lejana, leproso, leprosos, liberales delfín, devociones, devociones, diabetes,
llegaría, llegaron, mandaba ligadas, lisiados, llena, mal, mamasantos días, diciembres, Dios, dirección
mandaban, mantenía, manchada, mejor, mejores, miseria, doctor Alberto Llano, dosis, el Espíritu
mirábamos, miraban, moverse, misericordia, mismo, muerta, muerta, Santo, ella, ellas, enfermedad, espalda
moviera, movimiento, nacido, muerte, muertes, muy chiquitas, muy espalda, esposo, estampa
olía, operó, pagado, pagar, conversadoras, muy grandes, nada, negro estampillas, estatuas, estolas, estómago,
parar, pasando, pasó, pensaba, o de café oscuro, negros, nunca, obispo, Eugenia Fernández, Eva, extremidades,
perdido, perdonaba olor a cura y a sacristía permanente, olor a familia, feligreses, firma, fotografías, fotos,
pitazo, planchando, ponía, sacristía, [olor] a cirio encendido, a terror frío, fútbol, garganta, gargarismos, gelatina,
predicando, probarnos, oscuro, oscuros y largos, paciente, Gertrudis Hoyos, Gertrudis Hoyos, gobierno,
protegiendo, pulir, quedado, pañoletica roja de seda doblada muy gracia, gracias, gripa, guayaba, guayabas,
quedó, recibido elegantemente, pecadora, pecadoras, Habana, Hansen, herida, hermana, hermanas,
remendando, repitiendo, pecadores, pedazos, perdida, planchadora hermanos, Hernández, hija, hijo, hijos,
respiraba, respiraba, rezaba planchadora, pobres, pocas, poco, podrido hombre, hueco, imagen, imágenes, infancia,
rezar, rezáramos, rezarle, ruega preñada, quietud absoluta, radicales, raro, Inglaterra, ira, Jesús García, Joaquín García
sacaba, sacado, sale, salía, rayo de fuego, rebeldes, respiración breve Ordóñez, José Joaquín, judíos, la pena, la
salían, salir, saludaban, y ansiosa, retardo mental y labio leporino, prueba, laminilla, laringe, láser, lazareto
sentábamos, sentarse, subiera, rica, ricos, risueño y furibundo, rutinarios, colombiano, lejos, lentes , lepra, Libia Isaza
tejían, tendiendo, tenía, tenido, sagradas, santas, santísima virgen, santo de Hernández, Libia Isaza de Hernández,
tomaba, tomó, trataban, santos, sarta de seis hermanos, lomo, luces, Luis, Luis Alejandro Currea,
vaciaba, vegetaban, veía, venía, sin ritmo ni concierto, sin sosiego, solas, Luz Jaramillo, Luz Jaramillo, machos,
verle, viéramos, vino, vio, sorda, suelto, tantos, terrible, terribles, Madre de Dios, mamá, manchas, mano,
vivía, vivían, voló tísica, tonsura, tos sorda, seca, mano, manos, manteles, mañana
permanente, tragedias, tragedias públicas María, Marielena, Marta Castro, Martina
y secretas, un ojo nublado, gris tirando a Martina, Marulanda, masones, materia,
azul, varias, vergonzosas, vieja, vieja y matinal, Medellín, médico, mermelada,
brillante, viejas, vividor meses, Meter, mí, miércoles, milagros,
ministro de Correos y Telégrafos, misa,
misas, mitad, mojicones, monaguillos, Mono

65
Jack, monseñor García, monseñor Luis
García, monseñor Uribe, Montería,
muchachas del servicio, muchachas del
servicio, muerte, mujer, mujeres, mundo,
nariz, Navidad, nietos, niña, niñera, niñez,
niños, noche, nombre, nosotros, obispo de
Rionegro, objetos, obleas, oftalmólogo, ojo,
olor, operación, oratorio, oratorio,
ornamentos, padre Lisandro
padre Lisandro Franky, párroco en Aracataca
padre Marulanda, padres, país, pájaros,
palias, pan, papa, paredes, parentela,
parientes, pecado, pecado, pecados, película,
pie, pierna, piernas, pito, pito, piyama,
plancha, Pomada Peña
Pomada Peña, postales, postales, práctica,
problema, procesión, profesor, pueblo,
pulmones, purgatorio, purificadores, queso,
rayos, reina, remachos, remitente, René
García, retina, rezos, rincones, risa, Rocío,
roquetes, rosario, Rosario, sábana, sacerdote,
Sagrado Corazón de Jesús, San Antonio de
Padua, San Martín de Porres, Santa Ana,
Santa María, Santa Rosa de Osos, Segunda
Guerra Mundial, semana, Semana Santa,
seminaristas, señor arzobispo, señoras
séptimo, servilletas, sitio, solar, sombras,
sotana, Su Santidad Pío XII, surtidor,
tablero, tarde, tardes, Tata, tía, tía Inés, tía

66
Mona, tiempo, tierra, Tío, tío Joaquín, tío
Luis, Tisnés, tizas, toallita, todos, tormentos,
trabajaba, trompas, tuberculosis, tuétano,
último, Vancouver, varones, vecindario,
vergüenza, vespertina, vestida, vestida,
Victoria, vida, vientre, Víscera
voz, yo

Tabla 7: Plabras lexicales

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Modelo de tabla tomada y editada del texto paradigma: Teología narrativa. Un enfoque desde las
Florecillas de San Francisco de Asís (Siciliani, 2009).

Se han identificado cuatro “campos asociativos” en el capítulo, éstos son: “la casa”, “la
comunicación”, “lo religioso”, “enfermedades y estados” y “el cuerpo”. Por motivos de interés, se
estudiará los dos últimos.

En el primer caso del campo del cuerpo, se han encontrado las siguientes palabras: suelto [el
dedo gordo del pie], dedos, ojo, muerte, operación, gangrenado, diabetes, pulmones, voz, cabeza,
espalda, extremidades, circulación, cáncer, estómago, gargarismos, respiraba, pulmones, nariz,
lomo, cuello, dolores.

Según la lista, se puede evidenciar que se alude constantemente a “el cuerpo”. Pero la mayoría
de las veces, estas referencias guardan relación con un contexto peyorativo. Es decir, los cuerpos
a los que se aluden con estas palabras refieren un sentido de negatividad, enfermedad y muerte.
Por ejemplo, el sustantivo ojo se emplea en ocho ocasiones, dos de ellas en plural, y todas tienen
relación con la enfermedad o decadencia del cuerpo, entonces así, el narrador menciona: “tenía un
ojo nublado”, “había perdido el ojo”, “el ojo se le vaciaba”, “quedó también con el ojo de Tata en
la mano”, “quedó ciega para siempre, al menos por ese ojo”, “no se atrevía a operarse las cataratas
del otro ojo”, “hasta que les aguantaran los dedos y los ojos”.

“El cuerpo”, según la connotación que posee, entonces, es empleado por el narrador con el
ánimo de plasmar la paradoja entre el mal (enfermedad) y Dios. Es además, una manera de
“ridiculizar” a los personajes. Tal es el caso del personaje M.J., de quien hay una especie de burla
justificada desde la perspectiva de infante del narrador. Quien de:

“[…] fumar y rezar le había dado un cáncer de garganta […] [y] respiraba por la
espalda, como las ballenas, pues le habían hecho un hueco que se comunicaba directo
con los pulmones […] lo que yo no entendía era por qué no se ponía el pito [con el que
llamaba a su mujer] en la espalda donde tenía el hueco para respirar y por donde le
debía salir un surtidor de aire igual al surtidor de agua que les sale a las ballenas
jorobadas. (págs. 110-111)

Hay que señalar también la expresión “pañoletica roja”, para aludir a una pañoleta de tal color
que usaba este personaje y con la cual se cubría la garganta. El diminutivo, bien puede ser

68
entendido en un sentido “ridiculizarte” según el contexto; que obedece al fragmento anteriormente
citado.

Resulta interesante que, en este capítulo el narrador no siempre está amparado tras esta
perspectiva de infante, aunque sea un evento que tuvo lugar en su niñez. De allí que también diga,
en su razonar adulto, ya en cuando a otro tema “[…] porque a los machos remachos no les importa
si se acuestan con un genio o con una imbécil, siempre lo quieren meter, basta que sea un hueco
aromático y caliente […]”. Por ello se puede inferir que, Abad “ridiculiza” este personaje por el
estado de su cuerpo. Pero esto es hecho, a manera de crítica al Dios de su familia materna, antes
que a la religión en sí.

En el segundo caso, el campo de “enfermedades y estados”, mantiene relación con el anterior,


y se agruparon las palabras: sorda, estéril, trompas ligadas, tísica, tonsura, tos sorda, ojo nublado,
la pena (la prueba), cáncer, cataratas, trompas ligadas, garganta, gargarismos, herida, lepra
(hansen), gargarismos, borborigmo gangoso, gripa, tuberculosis, retardo mental, enfermedades
incurables, enfermedades vergonzosas, enfermos, lisiados, manos [estragadas de lepra].

Si bien, el campo anterior está asociado con “el cuerpo”, este se refiere a las enfermedades del
mismo. Como se mencionó en el análisis de los personajes, estas enfermedades connotan “miseria”
y olvido por parte de Dios en ellos. A partir de este campo, lo anteriormente dicho toma respaldo,
ya que el narrador casi que realiza un listado de enfermedades (estados de los personajes).

En otro sentido, hay que fijarse en que, los personajes que no están en un estado de “miseria”
son aquellos que no tienen directamente una relación con “lo religioso”. Su padre (de quien se
alude sólo en una ocasión en el capítulo) y su madre, de quien dice Abad Faciolince:

Mi mamá no iba nunca a esos costureros y muy pocas veces a los rosarios, porque ella
trabajaba y era una mujer práctica, de pocas amigas, que detestaba el chismorreo
perpetuo de los costureros, y el olor a cura y a sacristía permanente, que era el olor de
su infancia. (pág. 114)

Cabe aquí, citar un fragmento, que si bien no está dentro del capítulo, posee relación con el
mensaje que el narrador ha planteado. En este se habla de su hermana Marta cuando aún era una
preadolescente:

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Su cáncer se lo habían descubierto porque en el cuello, en la base del cráneo, por detrás,
tenía unas bolitas en fila, mejor dicho un rosario, así dijeron, un rosario de bolitas de
consistencia semiblanda, que se sucedían uno tras otro, un rosario, sí, como los que
empuñaban tío Luis y mi abuelita Victoria, sí, un rosario de metástasis, eso era lo que
nos enviaban mi Dios y la Santísima Virgen, después del Rosario de Aurora, después
de los innumerables rosarios en la casa de mi abuelita, un rosario de cáncer, eso, una
sucesión de perlas mortales engarzadas a flor de piel. Eso se merecía esta niña feliz e
inocente por los pecados cometidos por mi papá o por mí o por mi mamá, o por ella o
por mis abuelos y tatarabuelos o por quién sabe quién. (pág. 169)

Con este fragmento, se constata que para el narrador, el Dios que profesa su familia materna no
es más que un ser maligno que galardona con maldición. El narrador, así, disiente con la “teología”
de esa deidad cristiana católica tan contradictoria que confesa su familia. Se aprecia en al narrador
una dimensión catártica y un juicio a esa divinidad que le lleva a decir: “eso era lo que nos
enviaban mi Dios y la Santísima Virgen, después del Rosario de Aurora, después de los
innumerables rosarios en la casa de mi abuelita, un rosario de cáncer […]” (pág. 169).

3.5.Conclusión del Análisis Narrativo

Tomando y organizando los resultados del análisis, se puede concluir, en primer lugar que, el
capítulo posee una dimensión, según se ha llamado, teológica en la intención comunicacional —o
discurso— del narrador; dicha intención consiste en desenmascarar al Dios de su familia materna,
poniendo de manifiesto la inconsecuencia entre tal Dios y el mal recibido por sus fieles y
adoradores. El narrador logra esto ya que es homodiegético, lo cual le permite realizar grandes
“intromisiones” en la narración. De este modo, se conforma la crítica o discurso que deja allí
plasmada Abad Faciolince. También hace uso de la analepsis externa, pues realiza largas
retrospectivas ulteriores mediante las cuales otorga información no mencionada antes respecto a
la narración. En segundo lugar, emplea los personajes en escena, a fin de presentarlos como
ejemplos paradójicos y contradictorios entre su devoción y su estado. En tercer lugar, también se
develo un elemento de burla, amparada en la perspectiva infantil del narrador, mediante la cual se
faculta para “burlarse” y “ridiculizar” algunas acciones y estados de los personajes, lo cual obedece

70
a la paradoja entre su devoción religiosa y el mal que viven. En cuarto lugar, el espacio en donde
se desarrolla el capítulo es la casa de la abuela del niño. Este lugar es presentado como un templo,
tanto en la descripción, por ser un lugar ambientado con imágenes y elementos religiosos, y en
tanto en un sentido literal al ser llamado como un “templo pagano”. La descripción del lugar está
en concomitancia con la paradoja anteriormente mencionada. En quinto lugar, se percibe que el
narrador lanza acusaciones directas y críticas contra el Dios de los personajes —que conforman
un discurso— mediante el uso de lo que, en el análisis se llamó como el Telling mode, la diégesis,
la pausa (descriptiva) y el sumario. En sexto lugar, se encuentra que el cuerpo de los personajes
es presentado despectivamente y empleados para ridiculizar a algunos personajes por su fe ciega,
por decirlo de alguna manera. E en séptimo lugar, se encontró con que el personaje del padre es
un prototipo de Dios en la novela, pues el narrador, Abad Faciolince, halla en él una alternativa al
Dios de su familia. Así, el padre es presentado como el “Padre”.

71
4. Conclusiones Generales y Prospectivas

4.1.Sobre el Método

Finalmente, se considera que el trabajo realizado representa tan sólo un acercamiento desde el
diálogo teología y literatura al texto El olvido que seremos. Sin embargo, se es consciente de
diferentes paradigmas, fundamentados en otras bases teóricas, que se han formulado para dicho
acercamiento. A nivel latinoamericano, hay una asociación que reúne a los investigadores que
siguen esta línea: ALALITE29. Quienes han realizado varios congresos y han publicado también
gran cantidad de artículos y libros respeto al tema. Por ejemplo, en la Universidad Católica
Argentina, el grupo de investigación SIPLET30 (Seminario Interdisciplinario Permanente de
Literatura, Estética y Teología) dirigido por la Dra. Cecilia Avenatti de Palumbo, ha asumido, en
cuanto al método, los aportes de Hans Urs von Balthasar con su noción de figura y la belleza como
punto de partida y, para la hermenéutica, la filosofía del Paul Ricoeur. También se trabajan
elementos de Gesché, Ranner, Olegario González de Cardedal, Scannone, entre otros.

Uno de los elementos más finos en el abordaje de este diálogo, es precisamente la línea
metodológica. Por esto, que se insista y sugiera dedicar gran atención a este momento de la
investigación entre el diálogo teología y literatura.

4.2.Sobre la Intención Comunicacional

En cuanto a la intención del capítulo que se ha analizado, se develó mediante la aplicación del
método asumido, una intención comunicacional transversal al sentido de la misma narrativa —el
cual se mencionó en las conclusiones del análisis. Dicha intención, se considera, no sólo subyace
en este capítulo, sino que, puede encontrarse a lo largo de la novela. De este modo se considera
que, un trabajo que abarque la novela en su conjunto podría develar otras intenciones que, si bien
pueden representar otras líneas discursivas, también puede complementar la ya señalada.

29
Consúltese: www.alalite.org / https://revistas.pucsp.br/teoliteraria.
30
Sobre su trayectoria y trabajos puede indagarse en la página y biblioteca de la UCA: www.uca.edu.ar

72
4.3.Sobre el Personaje del Padre

Respecto al personaje del padre en la novela, se presentó la propuesta en la que se asume que
éste puede ser un prototipo de Dios, para esto, se postularon algunos momentos de la narrativa,
que por sí mismos pueden ayudar a sostener la propuesta. Se considera que, a partir de estos textos,
y con un soporte teórico para abordar la propuesta, ésta podría ser trabajada en un proyecto de
investigación más amplio, que asuma como objetivos el trabajar todos aquellos elementos de
índole religioso que el narrador le otorga al personaje del padre y tienen que ver con la divinización
del mismo. Pues valdría la pena, también, preguntarse si este es un proyecto que realiza el narrador
en un estado consiente, es decir que, la divinización del personaje del padre se hace presente en la
narrativa en un sentido concreto y tangible, por decirlo así.

4.4.Sobre el Diálogo Teología y Literatura

Finalmente decir que, el diálogo teología y literatura es, como se pudo evidenciar en el primer
capítulo del trabajo, un camino fructífero. Se espera que la investigación tengo repercusión en la
comunidad Unibautista —institución educativa más próxima, y en donde se realizó el trabajo—,
sirviendo como referencia bibliográfica respecto al tema e incitado así a la comunidad académica
a emprender trabajos dentro de esta línea de investigación, la cual no ha tenido tradición en los
trabajos de grados realizados en la universidad. Por esto, se extiende la invitación a la comunidad
académica de la Unibautista a explorar este camino y asumir la línea de investigación dentro de
sus semilleros, bien sea abordándolo desde el tema teología y literatura o, en un sentido más
amplio, teología y cultura.

73
Anexos
Capítulo 18 (págs. 106-114)

Párrafo I

El problema era que cuando él se ausentaba durante meses, yo caía, indefenso, en el oscuro
catolicismo de la familia de mi mamá. Me tocaba ir muchas tardes a la casa de la abuelita Victoria,
que se llamaba así porque había venido al mundo después de una sarta de seis hermanos, en
Bucaramanga, y cuando al fin había nacido el séptimo y último hijo, una mujer, mi bisabuelo, José
Joaquín, profesor de castellano y autor de crónicas amenas, había gritado: «¡Al fin, Victoria!», y
Victoria se quedó la niña. Mi abuela tenía, pues, un montón de varones devotos por delante, entre
sus hermanos, y acabó siendo la hermana del arzobispo Joaquín y la hermana de monseñor Luis
García, y la hermana de Jesús García (que se había casado, pero en últimas era más sacerdote que
los dos anteriores pues oía tres misas diarias, como si fueran cines, matinal, vespertina y noche, y
después de enviudar había dedicado su vida a la devoción y a recordarle a todo el mundo —pues
nadie se acordaba— que él había sido ministro de Correos y Telégrafos durante el gobierno de
Abadía Méndez, hasta la desastrosa llegada al poder de los liberales, masones y radicales), y la
hermana de Alberto, cónsul en La Habana (éste un poco más vividor que sus hermanos, quizá el
menos mamasantos de la familia), y la tía de Joaquín García Ordóñez, obispo de Santa Rosa de
Osos, y la tía, además, de los dos curas rebeldes que ya he mencionado. René García y Luis
Alejandro Currea. Fuera de esta parentela devota y masculina, para completar el cuadro de su
entorno católico hasta el tuétano, sus confesores y amigos íntimos eran monseñor Uribe, que
llegaría a ser obispo de Rionegro y el más famoso exorcista de Colombia, el padre Lisandro
Franky, párroco en Aracataca, y el padre Tisnés, historiador de la Academia, y gracias a todos
estos nexos levíticos era además la anfitriona del Costurero del Apostolado, un grupo de mujeres
que se dedicaba todas las tardes de los miércoles, de dos a seis, a coser sin sosiego los ornamentos
de los curas de la ciudad, gratis para los pobres y caros para los ricos, y cosían, tejían y bordaban
albas, cíngulos, estolas, casullas, amitos para cubrir la espalda, purificadores para el altar, palias
para pulir el copón, y roquetes para los seminaristas y los monaguillos.

74
Párrafo II

La casa de mi abuela, en la carrera Villa con la calle Bombona, olía a incienso, como las
catedrales, y estaba llena de estatuas e imágenes de santos por todas partes, como un templo pagano
de diversas devociones y especialidades (el Sagrado Corazón de Jesús, con la víscera expuesta,
Santa Ana, enseñándole a leer a la Santísima Virgen, San Antonio de Padua, con su lengua
incorrupta predicando a los pájaros, San Martín de Porres protegiendo a los negros, el Santo Cura
de Ars en su lecho de muerte), además de unas fotos inmensas del difunto señor arzobispo, con
sus lentes de ciego que no dejaban verle los ojos, desperdigadas por las paredes del comedor y de
los corredores oscuros y largos. Había también capilla y oratorio, donde tío Luis estaba autorizado
a decir misa, y varias cartas enmarcadas en laminilla de oro porque traían la firma del cardenal
Pacelli, y luego de Su Santidad Pío XII, nombre que tomó el mismo cardenal, amigo de tío Joaquín,
cuando el Espíritu Santo lo hizo nombrar Papa poco antes de la Segunda Guerra Mundial, para
desgracia de los judíos y vergüenza de la cristiandad, y entre tantos objetos y devociones e
imágenes sagradas, se respiraba un permanente olor a sacristía, a cirio encendido, a terror del
pecado y a chismes de convento.

Párrafo III

Al caer la tarde, alrededor de la abuela, nos sentábamos todos en el oratorio, mis hermanas y
yo, y empezaban a brotar mujeres de todos los rincones de la casa, mujeres parientes y mujeres del
servicio y mujeres del vecindario, mujeres siempre vestidas de negro o de café oscuro, como
cucarachas, con cachirula en la cabeza y rosario de cuentas en la mano. La ceremonia del rosario
la presidía tío Luis con su sotana vieja y brillante, manchada de ceniza, abrumada de plancha, y
sus manos estragadas de leproso, con su tonsura en la coronilla blanca, y su estampa de gigante,
risueño y furibundo al mismo tiempo, escandalizado y desolado por los rutinarios pecados y los
irremediables pecadores que cada tarde tenía que absolver en el confesionario de su apartamento.
Esperaba paciente, fumándose un cigarrillo tras otro y chamuscándose los dedos, repitiendo una y

75
otra vez su vieja cantinela de desesperado («¡Ah, ¡cuándo, ¡cuándo llegaremos al Cielo!»),
mientras acababan de llegar las mujeres «de adentro», y las de afuera.

Párrafo IV

Salía Marta Castro, que había sido tísica y de esto le había quedado una tos sorda, seca,
permanente, una respiración breve y ansiosa, y que además tenía un ojo nublado, gris tirando a
azul, porque una vez bordando una casulla se había chuzado la retina con una aguja, y había
perdido el ojo, todo por hacerle el bien a los curas pobres, así le pagaba mi Dios, igual a como le
había pagado a tío Luis, que se había ido de capellán para Agua de Dios, el lazareto colombiano,
un pueblo de Cundinamarca, y allá había contraído la enfermedad que acabó por matarlo, con la
espalda que se le caía a jirones, y los dedos que se le desprendían en pedazos. Una vez mi abuela,
cuando él estaba al final de sus días, le estaba tendiendo la cama y de pronto vio, sobre la sábana,
suelto, el dedo gordo del pie, y entonces corrió a llamar al médico, pero ya no había nada qué
hacer, porque además del mal de Hansen había contraído diabetes y fue necesario cortarle la pierna,
primero una y después la otra (y eso mismo le pasó después, aunque no lo crean, también al padre
Lisandro, el confesor de mi abuelita, y hubo que cortarle ambas extremidades a causa de la diabetes
que por falta de circulación le gangrenó las piernas, como si a ambos les hubiera caído un rayo de
fuego desde las alturas en castigo por su devoción, por su celo cristiano y su apostólico celibato),
aunque el bacilo de Hansen ya se había encargado de cercenarle a tío Luis los dedos de las manos
y dejarle esos muñones terribles con los que iba pasando las cuentas del rosario. Y salía también
Tata, claro, la niñera que había sido de mi abuela y de mi mamá, que vivía seis meses en mi casa
y seis meses en la casa de mi abuelita, quien, como ya he dicho, era sorda del todo y rezaba el
rosario a su propio ritmo, pues cuando nosotros decíamos Santa María, Madre de Dios, ruega por
nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, amén, ella, sin ritmo ni concierto, al
mismo tiempo, entonaba Dios te salve María, llena eres de gracia, bendita tú eres entre las mujeres
y bendito sea el fruto de tu vientre… También a Tata después le sucedió algo terrible pues el mejor
cirujano de Medellín, el doctor Alberto Llano, oftalmólogo, la operó de cataratas y mi mamá la
cuidaba, no podía moverse de la cama ni levantar la cabeza, mi mamá la lavaba con una toallita
para que no se moviera, dos meses de quietud absoluta, porque en ese tiempo la operación se hacía
con bisturí y no con láser y la herida era grande, pero una mañana mi mamá le estaba ayudando a

76
cambiarse la piyama, y Tata levantó la cabeza y cuando la levantó mi mamá vio que el ojo se le
vaciaba, de la cuenca empezó a chorrear una materia gelatinosa, como un huevo crudo roto, y así
mi mamá quedó también con el ojo de Tata en la mano, como antes mi abuela con el dedo gordo
de tío Luis gangrenado, una gelatina que olía a podrido, y Tata quedó ciega para siempre, al menos
por ese ojo, y por el otro ya no veía nada, sólo luces y sombras, o cosas muy grandes, bultos, pero
ya no se atrevía a operarse las cataratas del otro ojo, y para comunicarse con ella mi mamá compró
un tablero como los del colegio, y tizas, y para decirle algo se lo tenía que escribir en el tablero
con letras inmensas, porque ella no oía y sólo veía bultos grandes como casas, y rezaba y rezaba
sin parar, porque ésas eran cosas que mi Dios nos mandaba para probarnos o para hacernos pagar
aquí en la tierra, anticipadamente, algunos de los tormentos del Purgatorio, tan necesarios para
limpiar el alma antes de poderse hacer merecedora del Cielo.

Párrafo V

Y también asistía a veces el Mono Jack, que de fumar y rezar le había dado un cáncer de
garganta, y le habían sacado la laringe, por lo que no tenía voz, o hablaba muy raro, como con
unos gargarismos que le salían del estómago, y a mis hermanas y a mí nos habían dicho que
respiraba por la espalda, como las ballenas, pues le habían hecho un hueco que se comunicaba
directo con los pulmones, y entonces al Mono Jack, que también rezaba el rosario con nosotros,
no se le oía la voz, sino un borborigmo gangoso atorado en la garganta que ya no tenía, y que por
eso se cubría con una pañoletica roja de seda doblada muy elegantemente, y mis hermanas y yo le
mirábamos con terror concentrado la parte de atrás de la camisa, para comprobar que ahí, en la
mitad de la espalda, se le abultaba con los resoplidos de cada espiración y se le encogía cada vez
que tomaba aire, como si fuera un delfín con la nariz en la mitad del lomo. El Mono Jack tenía un
solar donde crecían las mejores guayabas de la ciudad, inmensas, y a veces me invitaba a que yo
me subiera a los árboles y bajara las guayabas, para que en mi casa o en la casa de la tía Mona
hicieran bocadillos de guayaba y dulce de cocas de guayaba y cernido de guayaba y mermelada de
guayaba y jugo de guayaba, y lo que más me impresionaba en la casa del Mono Jack era que se
mantenía con un pito de árbitro de fútbol colgado del cuello con una cadenita, y cuando quería
llamar a su mujer cogía el pito y daba un pitazo durísimo, y la esposa le contestaba desde adentro
Ya voy Mono, ya voy, y lo que yo no entendía era por qué no se ponía el pito en la espalda donde

77
tenía el hueco para respirar y por donde le debía salir un surtidor de aire igual al surtidor de agua
que les sale a las ballenas jorobadas.

Párrafo VI

Esos rosarios eran espantosos, como una procesión de feligreses estragados, como una corte de
los milagros, como una escena de película de Semana Santa cuando los enfermos y los lisiados,
los ciegos y los leprosos se acercaban a Cristo para que los sanara, pues venía también la adúltera,
la pecadora, una lejana pariente, una mujer desgraciada y sin nombre, perdida para siempre pues
había abandonado a su esposo y a sus hijos, y se había fugado a una finca con otro, una finca
ganadera por Montería, hasta que este otro, el concubino, la había repudiado a ella, y entonces ya
se quedó sin nada, se quedó sin el pan y sin el queso, decían las mujeres, y había vuelto, pero ya
nadie la había recibido y lo único que podía hacer era rezar y rezar rosarios toda la vida a ver si
algún día mi Dios se apiadaba de ella, y le perdonaba el acto abominable que había tenido el
descaro de cometer, pero la trataban mal, tenía que sentarse atrás, muy atrás, confundida con las
muchachas del servicio, con la cabeza gacha, demostrando humildad, y las demás mujeres a duras
penas la miraban, la saludaban de lejos con un movimiento de las cejas, sin invitarla jamás al
Costurero del Apostolado, como si temieran que el pecado que ella había cometido, el adulterio,
pudiera ser contagioso, más contagioso que la lepra, la gripa y la tuberculosis.

Párrafo VII

Y también estaba Rosario, que hacía obleas y mojicones, y Martina la planchadora, que olía a
engrudo, y la hija de Martina la planchadora que tenía un retardo mental y labio leporino,
Marielena, que había tenido tres hijos en la calle, de tres tipos distintos, porque a los machos
remachos no les importa si se acuestan con un genio o con una imbécil, siempre lo quieren meter,
basta que sea un hueco aromático y caliente, y Martina la planchadora, harta de las desapariciones
de Marielena con sus machos arrechos, había cogido a los niños y se los había dado en adopción a
unos canadienses, pues pensaba que Marielena ya volvería preñada de nuevo, y para qué tantos
nietos, pero no había sido así y ahora a los hijos y nietos sólo los veían en postales los diciembres
pues les llegaban fotografías de los niños en Navidad, unos niños canadienses rodeados de nieve

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y de bienestar, unos niños ajenos que se habían blanqueado con el frío y cuyos padres mandaban
postales sin dirección del remitente, Merry Christmas, sólo el sello de Vancouver y las estampillas
de Canadá con la imagen de la reina de Inglaterra, que revelaban el país y el sitio, pero no la casa
donde ahora los niños vivían como ricos, mientras Martina la planchadora y su hija vegetaban
aquí, solas y pobres, cada vez más viejas y más solas ambas, y ya Marielena con las trompas
ligadas, porque así había vuelto la última vez que se voló con un hombre, estéril para siempre, por
lo que ambas se quedaron solas y seguirían remendando y planchando solas y almidonando
manteles y servilletas de lino solas y para nadie hasta que les aguantaran los dedos y los ojos.

Párrafo VIII

Y además de las anteriores estaban las muchachas, así decía mi abuelita, las muchachas del
Costurero del Apostolado, aunque todas eran viejas, incluso las jóvenes, todas muy viejas, y entre
ellas estaban Gertrudis Hoyos, Libia Isaza de Hernández, la inventora de la Pomada Peña, que se
había enriquecido con esa crema que borraba como por encanto las manchas de la cara y de las
manos, la única rica del Costurero del Apostolado, la que más plata daba para las obras de
beneficencia, Alicia y Maruja Villegas, unas señoras muy chiquitas y muy conversadoras, Rocío
y Luz Jaramillo, otras hermanas, mi tía Inés, hermana de mi papá, y mi otra abuela, doña Eva, que
vivía muerta de risa sin que uno supiera por qué, y Salía de Hernández, la cortadora, y Margarita
Fernández de Mira, la mamá del psiquiatra, y Eugenia Fernández y Martina Marulanda, que vivía
por ahí, la hermana del padre Marulanda, y más y más mujeres que venían a la casa de mi abuela
a coser y a contar chismes y a rezar el Rosario con tío Luis, con monseñor García, mi pobre tío
enfermo de lepra, al que todo el mundo le sacaba el cuerpo, aunque nadie nunca jamás dijera la
palabra ni mencionara esta enfermedad, ni mi mamá, ni mi abuelita, ni las muchachas del servicio,
ni las muchachas viejas del Costurero del Apostolado ni nadie, solamente se decía « la prueba» ,
o « la pena» , la prueba y la pena que mi Dios le había enviado a la familia por rezarle tantos
rosarios, comulgar tantas veces, confesarse cada semana y decirle misas y misas y más m isas
implorando sus milagros, que nunca llegaron, y su misericordia, que vino siempre vestida de
dolores, tragedias y desgracias.

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Párrafo IX

Mi mamá no iba nunca a esos costureros y muy pocas veces a los rosarios, porque ella trabajaba
y era una mujer práctica, de pocas amigas, que detestaba el chismorreo perpetuo de los costureros,
y el olor a cura y a sacristía permanente, que era el olor de su infancia, pero nos descargaba a
nosotros allá, a mis hermanas y a mí, para que nos cuidaran, pero en realidad para que viéramos
eso, para que fuéramos buenos, decía, pero más bien creo yo para que tuviéramos una pruebita de
su infancia, sin decírnoslo, y para que rezáramos por ahí derecho el rosario con ese montón de
viejas, para que palpáramos cómo había sido su niñez de huérfana en esa casa que destilaba
catolicismo, rezos, beatas, mujeres santas y mujeres pecadoras, deformidades humanas, tragedias
públicas y secretas, enfermedades vergonzosas, en esa casa de devociones que Dios había escogido
para descargarle, como a cualquier otra casa, como a todas las casas de esta tierra, los rayos de su
ira representados en una buena dosis de miseria, de muertes absurdas, de dolores y enfermedades
incurables.

80
Referencias

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