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CENTRO DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

DOCTORADO EN ESTUDIOS SOCIOCULTURALES


Seminario de Investigación II

DEFINICIÓN DEL PROYECTO DE INVESTIGACIÓN:


HACERSE GORDA.
Autoetnografía feminista, un abordaje desde la Sociología del Cuerpo

Doctorante
María Magdalena Aranda Delgado
Tutora
Dra. Silvia Benard Calva
Lectora
Dra. Mónica Luna

Aguascalientes, Ags., 7 de junio de 2019


ÍNDICE

Introducción………………………………………………………………. 3
I. Definición del problema de investigación……………………………... 4
I.1 Planteamiento………………………………………………………… 9
I.2 Justificación y preguntas…………………………………………….. 10
I.3 Objetivo………………………………………………………………… 12
I.4 Metodología autoetnográfica………………………………………… 13
a) Perspectiva epistemológica…………………………………….. 14
b) Breve planteamiento sobre el problema de investigación…… 15
c) La estrategia metodológica……………………………………... 20
 La transversal práctica analítica creativa. Una
autoetnografía…………………………………………… 22
II. Avances en el estado de la cuestión…………………………………… 24
II.1 Sociología del cuerpo……………………………………………….. 24
II.2 Feminismos………………………………………………………….. 26
II.3 Gordura………………………………………………………………. 28
II.4 Autoetnografía……………………………………………………….. 30
III. Avance de Capítulo: “El cuerpo gordo femenino como objeto de
análisis sociocultural”……………………………………………………. 33
1. Punto de fuga…………………………………………………….. 33
2. El estigma. Algunas mujeres son gordas pero ninguna quiere
serlo………………………………………………………………. 35
3. Un estudio sociocultural sobre las mujeres gordas………….. 37
4. Colofón. Las gordas haciendo escuela………………………… 39
IV. Apuntes autoetnográficos……………………………………………….. 40
V. Actividades realizadas durante el semestre Enero-Junio 2019…….. 50
VI. Actividades proyectadas para el próximo semestre Agosto- 51
Diciembre 2019……………………………………………………………
VII. Referencias……………………………………………………………….. 51

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HACERSE GORDA.

Autoetnografía feminista, un abordaje desde la Sociología del Cuerpo

Introducción.

El texto que aquí se presenta, tiene como finalidad exponer la definición del proyecto

de investigación que está en curso y que se titula “Hacerse Gorda. Autoetnografía

feminista, un abordaje desde la Sociología del Cuerpo”. El documento está

organizado en seis apartados, fundamentales. El primero es la definición del

problema de investigación, se exponen ya las precisiones de planteamiento,

justificación, preguntas y objetivo; lo más novedoso de la sección respecto al

seminario anterior, es el establecimiento de la metodología autoetnográfica. En el

apartado II, se presentan los avances que han nutrido desde diciembre pasado, al

estado de la cuestión, en las secciones de sociología del cuerpo, feminismos y

gordura. Además, se pone de manifiesto una nueva sobre los textos

autoetnográficos revisados hasta el momento. Se agrega además, en el III, un

adelanto de lo que tentativamente es capítulo de tesis, denominado “El cuerpo gordo

femenino como objeto de análisis sociocultural”. Se presentan además, en el

apartado IV, algunos apuntes autoetnográficos. En el V, las actividades que se

realizaron a lo largo del semestre Enero-Junio de 2019, anotando la comparación y

logro con las estipuladas en el seminario anterior. Finalmente, se puntualizan las

labores proyectadas a realizar para el próximo semestre Agosto-Diciembre de 2019.

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I. Definición del problema de investigación

El género, la gordura y la clase social son categorías de análisis sociocultural

encarnadas. Los cuerpos de las personas dan cuenta de su existencia. Dichas

categorías de forma recurrente coinciden en cuerpos que de forma colectiva e

individual, vuelven manifiesto tanto el sistema social imperante como las prácticas

de la vida cotidiana. Son importantes en la medida que su funcionalidad, se encarna

y hace posible en su intersección, la configuración de sujetas concretas, con

experiencias de vida al margen de aquello que socialmente se considera normal.

Desde el siglo pasado se viene acrecentando aceleradamente el número de

investigaciones que avalan la necesidad de hablar, explicar y comprender

problemáticas de las mujeres y por tanto, los cuerpos en que habitan. Desde la

premisa filosófica “una mujer no nace, se hace” de Simone de Beauvoir, pasando

por la crítica de Betty Friedan al sometimiento del trabajo doméstico al que se

confinaba a la mujeres en los cincuenta; la amenaza violeta con sus reivindicaciones

sobre anticoncepción y aborto; las escritoras tercermundistas como Gloria

Anzaldúa, Audre Lorde que nos hablan de sus cuerpos y experiencias como mujeres

racializadas, lesbianas y pobres; Angela Davis, bell hooks, Maya Angelou que

manifiestan su condición de mujeres negras en una sociedad que las desconoce e

infravalora; Judith Butler y Paul B. Preciado exponiendo la violencia de la categoría

género y poniendo de manifiesto el gran abanico de posibilidades de identidad

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sexual y de género, hasta las investigaciones de feministas autónomas,

comunitarias y anticoloniales como Silvia Federecci, Silvia Rivera Cusicanqui, María

Lagunes y Ochy Curiel, con su urgencia de reconstruir epistemológicamente todos

los saberes de las mujeres que no son europeas, blancas y de clases sociales

privilegiadas, para todas ellas, el cuerpo es la causa, el medio y el fin.

Existen innumerables estudios académicos que dan cuenta de la construcción

cultural de la diferencia sexual, de cómo un cuerpo sexuado, desde su identificación

prenatal y durante la socialización va aprehendiendo a construirse genéricamente;

ser una mujer es un proceso que se enseña, se aprende y asume.

De forma más reciente la gordura ha ido apareciendo como categoría a estudiar.

Sin duda, la preocupación actual al respecto, está relacionada con el avance y los

aportes analíticos desde los feminismos. Como se observa más arriba, en cada

reivindicación por la que han luchado los movimientos feministas, el cuerpo ha sido

el lugar donde cada una de las opresiones se ha materializado. Con especificidad,

cuando se habla del cuerpo gordo, la atención se fija en aquellos cuyas formas

desmesuradas, grandes, grasosas, les catalogan diferenciadamente a aquellos que

su apariencia se ciñe al estándar de normalidad que impera en el sistema

sociocultural actualmente. Esta condición de forma corporal, trae consigo

experiencias simbólicas también diferenciadas; así como el cuerpo generizado

explica la posición de las mujeres en el mundo, el cuerpo gordo es otra categoría

que también sitúa y dota de significados específicos a quien lo vive.

Tanto el género, como la corporalidad van delimitando en los cuerpos experiencias,

posibilidades, negaciones, estigmas, disciplina, emociones, deseos, ¿se podrán

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advertir con claridad cuáles son los de las mujeres gordas? ¿las asunciones sobre

las mujeres gordas son dichas por ellas mismas? Si hay una identidad de las

mujeres gordas ¿qué de esta, la configura? ¿es accesible su comprensión? ¿está

libre de prejuicios?.

El sistema económico que impera, favorece, reproduce y alienta al sistema sexo-

género. Las condiciones de desigualdad social que viven las mujeres en el mundo

son necesarias para que el capitalismo siga persistiendo: el control del cuerpo de

las mujeres para sostener los índices de natalidad, la maternidad obligatoria,

pornografía, trabajo infravalorado o no remunerado, cuidado de la infancia,

personas enfermas o ancianas, prostitución, trabajo de caridad, social y

organización civil. El neoliberalismo necesita de mujeres cansadas, enfermas,

inseguras económicamente que perpetúen el ritmo de sus mercados farmacéuticos

y estéticos, principalmente. Las mujeres al no poseer medios para producir, se ven

obligadas por el mismo sistema a hacer uso de su capital erótico: vender su cuerpo

por tiempo, para disfrute sexual de otros; a poner su cuerpo para obtener los medios

mínimos para sobrevivir: vientres subrogados, empleos pauperizados. La pobreza

es femenina y los modelos de crecimiento y desarrollo económico no hacen más

que seguir ofertando desigualdad sustantiva para las mujeres.

Finalmente, la categoría estrato social permite profundizar en la mirada de aquellas

que se asumen mujeres gordas y que también encarnan estos condicionamientos

económicos que las resitúan en el complejo mapa sociocultural. Las condiciones de

educación, salubridad, trabajo y esparcimiento, las atraviesan; y limitan estos

cuerpos, que al tener acceso o no a dichas condiciones, las dotan también de

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experiencias significantes concretas. Se dice que la pobreza es femenina y la gente

pobre suele ser gorda también; lo primero cuando se comparan los sueldos a nivel

mundial entre hombres y mujeres; y lo segundo cuando se observa de cerca el tipo

de alimento al que tienen acceso las personas pobres.

Si se presentan así las coordenadas analíticas: el género (mujer), el cuerpo no

normativo (gordura) y la clase social, esto para especificar que hay una intersección

concreta, cuyo rico universo simbólico no ha sido exhaustivamente, revisado. Sobre

todo con la abundancia en detalles que nos pueden aportar las visiones cualitativas,

en específico la autoetnografía. Esta intersección importa cuando se observa el

mundo actual donde las fronteras impuestas al cuerpo por su género (existe una

gran diversidad de identidades genéricas, orientaciones sexuales, expresiones de

género) y peso (las identificaciones corporales) están en constante movimiento y

reestructuración. Cuando se percibe que, más que en cualquier otro momento de la

historia capitalista, el control de los cuerpos explícito (encarcelamiento, disciplina)

es menos urgente que la generación de ganancias. De ahí el boom de productos y

servicios que manejan discursos de aceptación a las “nuevas formas de ser

mujeres” y a la diversidad corporal; haciendo de ello un plus valor.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en 2015,

en México el 51.4% de la población son mujeres, un poco más de la mitad de la

población. También según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Medio

Camino 2016, se estimó que la obesidad en mujeres adultas tiene una prevalencia

de 73% y en mujeres jóvenes de 12 a 19 años, del 39.2%.

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Dadas estas cifras, que se analice y discuta poco sobre este sector poblacional,

pone de manifiesto la invisibilización de su existencia, por tanto de sus experiencias

concretas, que socioculturalmente son significativas. Estadísticamente es un grupo

importante. ¿Quiénes hablan por las mujeres gordas? ¿Quiénes las explican? En

esta investigación, resulta fundamental escuchar de primera voz a una mujer gorda

de clase baja, que además permita vislumbrar su experiencia a la luz de la teoría

sociocultural. Se parte de la idea que hay estadísticas sobre la gente gorda,

estipuladas desde un criterio de política y sanidad pública, el cual es funcional para

el propio estado de las cosas (opresión, estigma, exclusión), pero no así para la

comprensión profunda de su campo simbólico. Parece urgente hacer esta

indagación que permita enlazar la experiencia personal con la experiencia

sociocultural.

Cada una de las acciones que se realizan en la vida cotidiana; desde públicas como

trabajar, ir a al cine, hasta las íntimas e imperceptibles, como decidir qué comer o

qué personas erotizan o no, implican la intervención del cuerpo.

Toda existencia es corporal. El cuerpo es el lugar que alberga nuestros aprendizajes

y desde donde se colectiviza lo que hace sentido socialmente. Dice la filósofa

autodidacta argentina Leonor Silvestri, en sus charlas y talleres, que no hay manera

de ir al cuerpo, somos cuerpo. Se espera que lo descrito hasta aquí, permita

fundamentar la relevancia del cuerpo gordo femenino, como objeto de análisis

sociocultural altamente fidedigno.

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I.1 Planteamiento

El problema de investigación que se anuncia apunta a desentrañar lo que

socioculturalmente opera en los cuerpos generizados como mujeres, cuya forma

gorda no entra en el canon de normalidad imperante, que son considerados no

saludables, además prejuiciados y estigmatizados por su aspecto; y que bajo ciertos

condicionamientos económicos, determinan a su vez, las experiencias corporales.

La delgadez como dispositivo de control, opera eficazmente para todas las mujeres,

independientemente de cual sea la forma de su cuerpo. La conveniencia de realizar

esta investigación autoetnográfica, radica en la necesidad de comprender lo que

significa ser una mujer gorda y pertenecer a cierto estrato social, dentro de una

cultura que busca su desaparición simbólica y material. Este mandato está

íntimamente relacionado con una ocultación o cese de existencia; gran parte de la

construcción de la feminidad se basa en perder peso, quitar las canas, el vello

corporal, desaparecer las arrugas, los granos, las estrías, la celulitis, hacerse

pequeñas, ocultarse. Desaparecer. Lograr todo esto, a su vez es posible a partir de

la disposición mercantil a la que las diferentes mujeres tienen acceso. Mujeres de

estratos altos, recurren a la medicina, a la industria médica de la “belleza” para

alcanzar el mandato. Las mujeres de estratos bajos, recurren a tés milagrosos,

fajas, por señalar algunos ejemplos.

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Cuando se logra disciplinar el cuerpo, además de instar socioculturalmente a

construir una personalidad pasiva, con tono de voz bajo, etcétera (todo lo que se

espera que debe ser una mujer) es complicado eludir preguntas tales como: ¿quién

está obligando a las mujeres a borrarse y desaparecer? ¿es la construcción de la

identidad de género, o los mandatos de normatividad corporal, los cánones

estéticos, o es el mercado que obtiene beneficios cuantiosos gracias a las

inseguridades femeninas? Así se plantea el acercamiento a despejar estas

cuestiones desde la autoetnografía, puesto que, como señala Carolyn Ellis (2010),

esta permite describir y analizar sistemáticamente experiencias personales para

entender la experiencia cultural.

I.2 Justificación y Preguntas

La relevancia o trascendencia social versa en torno al hecho de que este análisis

toca a un considerable número de la población, y aun siendo así, no hay

antecedentes de investigaciones que aborden el fenómeno desde la profundización

autoetnografía, la sociología del cuerpo y los feminismos al mismo tiempo; es decir;

un acercamiento teórico que permita observar más detalladamente cómo están

tejidas la opresión de género, la gordura y la clase social, el funcionamiento

interiorizado, casi imperceptible del estigma, las desventajas y avatares de la

normalización de la burla, el menosprecio y la exclusión; la forma de operan

simultáneamente para su perpetuación.

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El alcance de la investigación permitirá evidenciar que en la sociedad de

Aguascalientes hay prácticas culturales alternas a las normativas (mujeres

hipervisibles pero socialmente invisibles, mujeres alejadas corporalmente del deber

ser femenino), que son ricas en significados y que simplemente no se han

visibilizado porque hay un discurso hegemónico que las castiga y omite. ¿Las

gordas que no cumplen con mandatos femeninos hegemónicos como la maternidad

o centrar su existencia en ser elegible sexualmente para los varones, no son

mujeres? ¿por qué no ha importado su papel social, si este acaso existe?

Contribuirá también, a poner de manifiesto otras formas de ser mujer, ampliando el

abanico de libertades sustanciales para el ejercicio de la soberanía de las mujeres.

Analizar la realidad cotidiana de un cuerpo gordo femenino, permitirá también

comprender la existencia social y cultural de ese tipo de corporalidades.

Se considera que el aporte a nivel teórico proviene del análisis conjunto desde los

feminismos, la sociología del cuerpo y la metodología autoetnográfica. El primero

dota de herramientas para identificar que en la actualidad es imposible hablar de

una sola identidad, las mujeres no son una masa homogénea, y en esa multiplicidad

de identificaciones lo importante no es incrementar en plan victimario las opresiones

que las atraviesan, sino observar de esa intersección entre ellas, las experiencias

sustancialmente diferentes. La segunda provee un campo epistemológico extenso

para indagar en la estructura simbólica de las mujeres gordas en este lugar y tiempo,

puesto que este cuerpo es culturalmente operante y está inserto en la trama de

sentidos; se construye el cuerpo por su pertenencia y ejercicio social. Finalmente,

el método autoetnográfico facilita la profundización comprensiva al enunciar desde

11
la experiencia personal, los actos políticos que sitúan invisibilización o agencia de

este tipo de sujetas.

Los beneficios de esta investigación serán de utilidad académica y social, ya que

pretende la comprensión y visibilidad de los contenidos socioculturales opresivos

que hacen operativas las desigualdades por condición de género, corporalidad y

estrato social.

1.3 Objetivo

El objetivo que se pretende alcanzar en esta indagación es describir las conexiones

estructurales y simbólicas de la existencia sociocultural del cuerpo gordo femenino

de clase social baja en la ciudad de Aguascalientes.

Se habla de opresión cuando se presenta una situación de desventaja o exclusión

al que está sometido algún grupo. Las mujeres gordas experimentan limitaciones

estructurales relacionadas con el menosprecio por su apariencia, prejuicios sobre

sus hábitos de salud, conocimientos tergiversados sobre su psicología, mitos

respecto su identidad. Dicha opresión estructural es visible en la falta de

representatividad en el arte, en la industria de la moda, en el descarte laboral por

apariencia, en la falta de estudios socioculturales sobre este grupo de la población,

a menos que no sea desde la investigación médica que perpetúa el estigma.

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Las gordas han sido silenciadas. Han aprendido a sentir vergüenza de su cuerpo,

de sus pensamientos y deseos. En este momento histórico resulta pertinente

atender y descolonizar los preceptos sobre la gordura.

Se precisa apuntar a la opresión por cuestiones de corporalidad gorda, falta todavía

registrar experiencias, pensar sobre ellas, plantear alternativas de relación de

diversidad corporal con el mundo, no de forma perniciosa. Se escribe aquí,

esgrimiendo que el mundo de los saberes sociales, culturales y humanísticos sabe

bastante poco de las mujeres gordas, puesto que se las han hecho, inventado,

colonizado, desde lugares que les son ajenos, mirados con desdén. Desde lugares

que no son el lugar de las mujeres gordas. Que este estudio sea un contra saber,

porque es necesario acuerpar las experiencias invalidadas por la vulgar (en el

sentido de simpleza y análisis poco profundos) patologización de la gordura, porque

hay miles de historias no contadas, de las que se desconoce su posible aporte.

Quizá este trabajo pueda contribuir a anunciarlas, a que aparezcan en el mapa

social, alejadas del estigma médico y el fetiche sexual.

I.4 Metodología autoetnográfica

El cuerpo es una situación, nuestra comprensión del mundo, el boceto de nuestro proyecto.
Simone de Beauvoir.

***
Hace poco una mujer gorda me dice: no quiero aceptarme gorda sólo porque no hay de otra. Cavilé en lo
profundo de la opresión. Traté de escucharla, contagiarle el hondo respeto que he cultivado por mis lonjas, lo
complicado que es mantener esa dignidad cotidiana y la satisfacción de pasar cada vez menos momentos
invertidos odiando mi cuerpo. Obviamente ella cree que yo me conformo. Me quedé recordando que ni en mis
veintes cuando bajé mucho de peso, muriendo de hambre, chingando mi cuerpo, me sentí tan rotunda y bella
como ahora. Al día siguiente la vi fajada y maquillada. Se veía hermosamente GORDA, igualita que cuando no
lleva faja y maquillaje. Pensé en que cada una se quema en sus propios infiernitos... Y hasta ahí me llegó el
cinismo, caí en cuenta que no soy libre mientras otras gordas no lo sean. Deseé tanto que su deseo de sí misma
engorde pronto que aquí me tienen, contándolo.
Magda Aranda

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a) Perspectiva epistemológica.

La investigación que aquí se presenta es sociocultural, cuyo enfoque analítico

proviene de la sociología del cuerpo y de los feminismos. Es un estudio

sociocultural, puesto que interesa describir las conexiones estructurales y

simbólicas de la existencia del cuerpo gordo femenino de clase social baja en la

ciudad de Aguascalientes. Siguiendo a Reguillo (1998) “se reconoce a la cultura

como una dimensión co-constitutiva del orden social, esto, lleva a pensar a la

sociedad como un movimiento continuo donde los sujetos desde distintas

posiciones (por ejemplo de clase, de género, de etnia) van apropiándose,

produciendo y transformado distintos significados sociales”. Aquí interesa

justamente observar cuál es ese orden y dónde coloca a este tipo de mujeres.

La importancia de observar este problema de investigación desde la sociología del

cuerpo, tiene que ver con el hecho poco estudiado de que cada aspecto de nuestra

vida cotidiana, es decir, lo que configura nuestra realidad social, conlleva la

intervención del cuerpo. Observar al cuerpo como fenómeno sociocultural nos

permite trazar semánticamente su relación con el mundo. En concreto, si se advierte

analíticamente al cuerpo de las mujeres gordas de clase trabajadora, será posible

estructurarlo simbólicamente.

Por otra parte, la perspectiva de análisis feminista dota de una visión crítica de larga

tradición sobre cuestiones referentes a las opresiones vividas por las mujeres a lo

largo de la historia. Gracias al conocimiento generado desde esta perspectiva, en la

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actualidad podemos hablar de cómo el género configura a los grupos sociales y las

relaciones entre sus integrantes; como el reconocimiento de los cuerpos sexuados

define la forma en que se experimenta el mundo; como la condición biológica de los

cuerpos determina la posición de privilegio o desventaja en las sociedades; la

manera en que el control sobre el cuerpo de las mujeres continúa siendo la

herramienta primigenia de dominación. Es fundamental el pensamiento feminista

para seguir la observancia de elementos de opresión que persisten operativamente

en los cuerpos de las mujeres.

Quien realiza esta investigación, fue formada como socióloga, se asume feminista

y anuncia gorda de clase trabajadora. Es oportuno señalarlo para que sean

apreciables las conexiones teóricas y empíricas que se establecerán durante este

estudio. Se parte de la idea que el posicionamiento epistemológico es equivalente

a la reflexividad; es decir, “la conciencia de quien investiga sobre su persona y los

condicionamientos sociales y políticos” (Guber, 2001, p. 48). Se asume, la exigencia

continua de la vigilancia de la reflexividad de quien investiga como mujer gorda de

clase trabajadora, socióloga feminista y el bagaje teórico que esto conlleva.

b) Breve planteamiento sobre el problema de investigación.

Todos los cuerpos dan cuenta de su situación en el mundo, de la forma en que se

comprende y vive. Las categorías género, gordura y clase dan cuenta de ello. Se

encarnan cuando se asigna un género al nacer y toda la construcción sociocultural

entorno a ello; cuando se crece aprendiendo a controlar lo que se come, exigiendo

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cumplir con la forma aceptable del cuerpo, según las normas hegemónicas; cuando

la ropa que se viste o los productos (de higiene personal, por señalar ejemplos de

los que se usan sobre el cuerpo) que se consumen definen correlativamente el

estrato económico al que se pertenece.

Para esta investigación sociocultural desde la autoetnografía, es importante

desentrañar lo que opera en este tipo de cuerpo, de mujer gorda y de clase

trabajadora, escudriñar en aquello que le configura y determina, en todo eso que

anuncia su experiencia corporal.

A las mujeres gordas se les ha hecho el cuerpo. Se ha definido a partir de las

carencias, de lo que no se es respecto al cuerpo delgado normativo. La definición

de estos cuerpos está cargada de estigmas, prejuicios y adjetivos peyorativos que

puede resultar difícil que se piense alternativamente en una definición positiva. Las

gordas no son dueñas de su cuerpo; el sexismo y la discriminación por el peso van

de la mano y operan de la misma forma sobre las corporalidades femeninas.

Tampoco son propietarias de sus deseos, se les conmina siempre a guardarse sus

aspiraciones, se les considera poco inteligentes, perezosas; se les impone la

vergüenza y culpa, mejor ocultas tras la ropa, responsables por no tener el cuerpo

que se exige, el normal/delgado/sano/bello/deseable.

En este análisis autoetnográfico, se considera importante, toda vez, identificada la

cotidiana carga patologizadora y de infravaloración, comenzar a preguntar, indagar

cómo se autodefine una mujer gorda de clase trabajadora, más allá de lo que se

dice que es o por aquello de lo que cree que carece, sino por lo que se ha

experimentado, por las reflexiones que se traban sobre el cuerpo, significaciones,

16
qué es lo que dicen de sí misma y que socioculturalmente no se aprecia ni escucha

dada la gruesa barrera del estigma.

Que esta investigación sea una vía que permita esclarecerlo, ponerlo de manifiesto.

Urdir desde la experiencia cotidiana lo impuesto socioculturalmente. Trazar las

conexiones entre estructura y agencia, panorama que puede ser profundamente

rico gracias al método autoetnográfico. Es, por tanto, útil académica y socialmente,

ya que pretende la identificación y comprensión de los contenidos estructurales y

simbólicos que hacen operativas las desigualdades de género, corporalidad y clase

socioeconómica.

Las preguntas que guían hasta este momento la investigación, más que formularse

en orden de importancia, son pertinentes para alcanzar el objetivo planteado. Se

enlistan a continuación sin ningún orden prefijado, también, por supuesto, están

sujetas a las adecuaciones que la misma investigación vaya delimitando a medida

que se continúa con el registro de las memorias de las experiencias y la teorización.

 ¿Por qué no ha importado lo suficiente para registrar o investigar el papel

social de las mujeres gordas y de clase trabajadora?

 ¿Quiénes hablan por las mujeres gordas y por qué no se les cree cuando

hablan?

 ¿Quiénes explican las vidas de estas mujeres?

 ¿Cuáles son las experiencias, posibilidades, negaciones, estigmas,

disciplina, emociones, deseos de las mujeres gordas?

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 ¿Las asunciones socioculturales sobre las mujeres gordas son dichas por

ellas mismas?

 Si hay una identidad de las mujeres gordas ¿qué de esta, la configura? ¿es

accesible su comprensión? ¿está libre de prejuicios?

Si bien las preguntas se plantean de modo general, su desentrañamiento se perfila

a medida que se registran las experiencias, se escribe sobre ello, se enmarcan en

la teoría sociocultural, se comparan con datos estadísticos o cuando hay una

comprensión compartida y extendida de la experiencia. En esta investigación se

parte además de un fundamento de interés socio antropológico; toda persona tiene

derecho a compartir su historia (Ellis; 2010, Benard Calva; 2014). La autoetnografía

es un acercamiento entre la investigación y la escritura; un proceso y producto,

perspectiva que reconoce la subjetividad (Ellis; 2010)

Las mujeres gordas han sido silenciadas, lo aprendido sobre su cuerpo viene desde

la exclusión y la invisibilidad. Socioculturalmente resulta interesante indagar en las

consideraciones sobre estas corporalidades, escudriñar en lo que significa el cuerpo

gordo y de clase no privilegiada. De ahí, lo primordial de registrar experiencias de

opresión, de vergüenza, de vulnerabilidad, de exclusión. Son más convincentes y

confiables las experiencias conectadas por las emociones; más que recurrir a una

verdad intelectiva, con la autoetnografía se espera la concreción de la aceptación

de una realidad compartida.

Quiero investigar sobre mujeres gordas y pobres no porque se quiera apuntar a lo

mal que se siente cuando menosprecian, sino para que se pueda identificar cómo

18
funciona la opresión, qué la soporta, cuáles elementos de nuestra cultura la

alimentan. Aquí se considera a la autoetnografía estupenda para ello. Es manía

sociológica que se vea en la vida cotidiana la función de las estructuras sociales, la

forma en que opera y sus estragos en la vida de este grupo de personas. Lo que

caracteriza/identifica a estas personas, va más allá de su talla o sus kilos. Se

pretende que al leer una experiencia cotidiana concreta, recuperada de la memoria,

se sepa qué constituye o forma perfectamente a la vergüenza, que se vea cómo se

ha internalizado, qué elementos de la vida social fomentan que se vea con pena y

desprecio a una gorda.

Si con la autoetnografía se logra que otras mujeres puedan identificar lo artificioso

de la opresión, que a partir de ello puedan despreciarla y comenzar a construir un

aprecio por sí mismas, comenzando por su cuerpo gordo, habrá sido un elemento

metodológico excepcional.

Gracias al registro de experiencias personales, alumbradas por datos y teoría; se

pueden poner de manifiesto todo el contenido simbólico de actitudes que las

mujeres gordas comprenden a la perfección pero que no se habla sobre ello. Por

ejemplo, las reacciones físicas de vergüenza por usar trajes de baño o ropa que

muestre el cuerpo grande; por qué es común ver a las gordas ponerse la bolsa, el

cojín y el suéter para tapar la panza cuando se sientan en algún lugar público; por

qué las gordas suelen aparecen en las fotos grupales hasta detrás; por qué se

aprende a estirar disimuladamente la ropa todo el tiempo.

La que escribe aquí no recuerda ser gorda, tener una panza protuberante, sino

hasta que alguien la mira con asco y desprecio. ¿Sabrán las mujeres delgadas lo

19
que es y los sentimientos de inferioridad que cultiva esa mirada? Hay que hablarlo

fuerte.

Sabemos poco sobre estas experiencias corporales, es preciso que se discurra

sobre ellas, sus significados y relación con el mundo. Se espera que esta

investigación, contribuya a anunciar dichas estructuras simbólicas, que aparezcan

en el mapa sociocultural, ojalá se pueda lograr que lo hagan en algún momento

próximo sin cargas patologizantes o fetichizadas.

c) La estrategia metodológica.

Dado el posicionamiento epistemológico que se señaló arriba, se considera con

Sarah Corona (2012) que la utilización de métodos horizontales tiene su razón de

ser cuando la pretensión de quienes investigan es hacerlo a partir de la igualdad,

con una mirada autónoma. Se advierte desde el planteamiento de la investigación,

que aquellas a las que se investigará no son otras, vistas desde la mirada

hegemónica y académica de quien las estudia; previamente se intuye que una

posición jerárquica entre quien investiga y quienes son investigadas, conlleva una

discriminación, que a su vez, obstruye lo que se pretende descubrir. Se parte

también de la idea que práctica política, experiencia de vida y teoría son difíciles de

separar y que es posible generar conocimiento desde ahí. “Llevar al ámbito de la

investigación el principio de la praxis como generadora de conocimiento modifica la

dirección que toma el proceso. Partir de la sujeta1 en el trabajo de campo, pero

1
Para efectos de esta investigación, las citas también se modifican a lenguaje femenino, puesto que son
mujeres quienes nos interesa investigar.

20
reconocer su agencia y su discurso, considerarla política, exige una forma distinta

de enfrentar el proceso investigativo” (Corona, 2012, p. 89). Entre la gorda que

investiga y las gordas que estudia, se debe establecer una autoría dialógica para

identificar esa estructura simbólica de opresión que interesa poner de manifiesto.

A lo largo de la historia de las reivindicaciones feministas, se ha puesto al cuerpo

en el centro de la lucha. Dice Charlotte Cooper que la gordura es un asunto del

feminismo (Contreras, Cuello 2016), ya que tiene pendiente hablar sobre las

mujeres con corporalidades no normativas, puesto que incluso dentro del

movimiento feminista, se invisibilizan las experiencias de las mujeres gordas, las

descartadas del servicio heterosexual, que al no ser objetos sexualizantes para el

disfrute masculino se las despoja de su feminización. Dice Cooper, que de esas

mujeres el feminismo no ha hablado.

Pero no sólo es hacer visible su experiencia, aquí se cree fundamental analizar el

sistema que las niega y su historicidad. Contar sus experiencias sin un escrutinio

crítico de aquello que las conforma, es reproducir también esas prácticas normativas

que las oprimen. Lo importante aquí es problematizar las experiencias gordas de

estas mujeres, explicar la experiencia, desenmascarar los fundamentos de su

existencia y desfundar sus prácticas opresivas y estigmatizantes; es decir, historizar

su experiencia.

“Hacer visible la experiencia de un grupo diferente pone al descubierto la existencia

de mecanismos represivos, pero no su funcionamiento ni su lógica internos;

sabemos que la diferencia existe, pero no entendemos cómo se constituye

relacionalmente. Para eso necesitamos dirigir nuestra atención a los procesos

21
históricos que, a través del discurso, posicionan a las sujetas y producen sus

experiencias. No son las individuas las que tienen la experiencia, sino las sujetas

las que son constituidas por medio de la experiencia…La experiencia se convierte…

en aquello que buscamos explicar2, aquello acerca de lo cual se produce

conocimiento. Pensar de esta manera en la experiencia es darle historicidad, así

como dar historicidad a las identidades que produce”. (Scott, 2001 p. 49)

Una técnica a utilizar para llevar a cabo dicha historicidad de la experiencia, es la

entrevista a profundidad, la cual “no tiene protocolo o calendario estructurado y

consiste en una lista general de áreas por cubrir con cada informante. Por ello la

investigadora puede decidir cuándo y cómo aplicar algunas frases que orienten a

las entrevistadas hacia los objetivos propuestos, creando al mismo tiempo una

atmósfera confortable para que la informante hable libremente”. (Vela, 2004. P. 68)

 La transversal práctica analítica creativa. Una autoetnografía.

La ciencia se escribe, dice Feliu (2007) y le guste o no a la academia, es un tipo de

literatura. Aquí se toma a la práctica analítica creativa como “una forma de

resistencia a las modalidades del control social que marginan narraciones

alternativas. En ese sentido, permiten destacar las convenciones sociales junto con

las opciones morales y éticas de la investigación” (Feliu, 2007, p. 267). Dado el cariz

de esta investigación, se considera que el rescate e historicidad crítica de la

experiencia en condiciones de igualdad con las mujeres gordas de clase

2
Cursivas propias

22
trabajadora, va acorde a la narrativa que la investigadora también puede aportar y

analizarse problematizándola. La realización de entrevistas a profundidad,

proporciona una visión parcial del planteamiento a identificar que aquí atañe. Se

considera que la visión completa, que potencia la visión del objeto de estudio, lo

abona significativamente la autoetnografía.

En palabras de Carolyn Ellis (2018) la autoetnografía es “investigación, escritura,

historia y método que conectan lo autobiográfico y personal con lo cultural, social y

político”. Es una herramienta que desafía las formas clásicas de hacer investigación

social cualitativa, de analizar y pensar en las otras (mujeres gordas de clase

trabajadora), puesto que por su fundamentación misma, hacer investigación es un

acto político. Así, a la usanza feminista que esgrime la famosa frase del movimiento

“lo personal es político”, que hace alusión a que el conocimiento personal, de la

experiencia de quien investiga (y de quienes son investigadas) sobre sus

opresión(es), es a la vez resistencia y generación de conocimiento.

Que no preocupe la validez sobre esta práctica analítica creativa (autoetnografía),

puesto que al fungir como alternativa de investigación, dicha validación provendrá

de “su capacidad de evocar que el sentimiento de la experiencia narrada es

plausible, que lo contado es verosímil, posible, factible”. (Feliu, 2007, p. 269).

Siguiendo a Bénard (2014) es importante escuchar los datos, continuar el ejercicio

fundante que hacen quienes realizan investigación sociológica: ponerse en los

zapatos de las otras, lo personal es social y, a través del análisis crítico de reflexión

introspectiva de quien investiga, se puede comprender al contexto sociocultural

considerablemente.

23
II. Avances en el estado de la cuestión.

Las búsquedas principales de textos científicos sobre el tema que aquí ocupa, hasta

el momento han versado en tres grandes apartados: II.1) sociología del cuerpo; II.2)

feminismos que apuntan a la intersección de opresiones como eje fundador de

análisis y; II.3) la gordura. A esta búsqueda se le ha sumado bibliografía que permita

comprender y utilizar a la autoetnografía como método; por tanto, se agrega además

un apartado que da cuenta de ello; II.4) autoetnografía.

A continuación, se agrupan algunos de los textos consultados hasta el momento.

II.1 Sociología del cuerpo

Hablar del cuerpo desde la sociología no es del todo novedoso, puesto que hay una

tradición que alude a volver la mirada a la corporeidad humana como fenómeno

social y cultural. Le Breton (2002) se puede considerar uno de sus principales

exponentes, puesto que en sus obras Sociología del cuerpo y Antropología del

cuerpo y modernidad, expone las consideraciones teóricas y metodológicas

pertinentes para su abordaje. Deja ahí, expuesta, la necesidad de considerar al

cuerpo como el vector semántico que materializa las experiencias de la vida

cotidiana.

24
También Bryan S. Turner ha manifestado en El cuerpo y la sociedad: Exploraciones

de la Teoría Social (1989) la necesidad de volver al cuerpo en la investigación social,

aludiendo a que todo fenómeno social le atraviesa.

Morán Quiroz Luis Rodolfo (1997) en su artículo El cuerpo como objeto de

exploración sociológica, presenta al cuerpo en diversos espacios de significación

cultural, que permiten evidenciar la centralidad su análisis a lo largo de la historia

de las ciencias sociales.

Alfonso Sandoval (1985) en la obra Estructura corporal y diferenciación social,

intenta trascender el marco puramente biológico en el estudio del cuerpo,

aproximándose a procesos más bien de orden antropológico, sociológico e histórico.

Por otra parte, en los últimos años, se han venido produciendo textos que han ido

conformando el bagaje teórico sobre la corporalidad dentro de las ciencias sociales.

Elisa Muñiz (2015) como compiladora en el libro El cuerpo, estado de la cuestión,

presenta una serie de textos que dejan manifiesto que no existe una única teoría

del cuerpo, que hay riqueza de respuestas a la existencia encarnada de los sujetos

y que pueden ser exploradas; textos que expresan que el cuerpo importa. En otro

texto compilatorio, nuevamente Muñiz y Alejandra Díaz Zepeda (2017) Temas

selectos, los cuerpos del placer y el deseo, exponen dos elementos fundamentales

para entender las sociedades modernas: el placer y el deseo. Dichos elementos son

difícilmente pensados y construidos socioculturalmente sin el cuerpo. De ahí la

importancia para esta investigación.

25
Verónica Rodríguez Cabrera, Chloé Constant, María Guadalupe Huacuz Elías,

Jaqueline García Bautista; compiladoras, (2017) del libro Heterotopías del cuerpo y

del espacio, disponen una serie de textos que, retomando el concepto de

heterotopías (lugares que habitan los cuerpos en distintas sociedades y épocas) de

Foucault, han permitido repensar los problemas en la sociedades modernas. Para

este estudio, esta serie de artículos posibilita la discusión del espacio social del

cuerpo gordo.

El texto de Michel Serres (2011) Variaciones sobre el cuerpo, es un análisis

filosófico que explica las complicaciones y prescripciones filosóficas pertinentes

para observar al cuerpo como espacio de conocimiento. Esboza en parte las

apreciaciones del mítico filósofo Spinoza sobre las potencialidades del cuerpo.

Dadas las circunstancias de construcción de las corporalidades grasosas como

disidentes en este sistema mundo que habitamos, este texto resulta necesario para

esta investigación, bajo la mirada que acepta que tales cuerpos, tienen posibilidades

de acción. O bien, parafraseando la famosa frase de Spinoza: “Nadie sabe lo que

puede un cuerpo (aquí se agregaría) –gordo-”.

II.2 Feminismos

En diversos momentos, este escrito expresa la pertinencia de abordar este

problema de investigación desde una crítica mirada feminista. Este hecho no es

efecto ideológico, deviene de los intentos filosóficos y académicos que desde hace

26
décadas vienen empujando grandes mujeres pensadoras. Que además han logrado

posicionar al género como categoría de estudio sociocultural, como perspectiva

académica, como análisis complejo de estructuras económicas, políticas y

culturales que sitúan a las mujeres en condición de inferioridad respecto a los

hombres.

Es clásico el texto de Marcela Lagarde (1996) El género, donde explica los

pormenores teóricos desde la antropología para considerarlo como categoría de

análisis, señalando su origen y desarrollo histórico; su pertinencia política y la visión

crítica que este aporta a las ciencias sociales en general. También, para efectos de

esta investigación, resulta pertinente la observancia que la misma Lagarde hace en

otro de sus libros El feminismo en mi vida (2013), en dos apartados propiamente,

donde en “La construcción de las humanas”; habla haciendo alusión al tránsito

recorrido por las mujeres para ser consideradas políticamente. Además, en “Claves

feministas para el empoderamiento de (los cuerpos) de las mujeres”, expone que el

cuerpo de las mujeres ha sido durante la mayor parte de la historia, un espacio

ocupado y de dominación, expone la inseparabilidad de nuestras vidas y cuerpos.

Es bien sabido que dentro del sistema binario (hombre-mujer), que es el

hegemónico, se han construido las identidades de género en condición de los

cuerpos biológizados. Hoy ya no es funcional dicho sistema, puesto que cada vez

son más frecuentes otras expresiones identitarias.

Otro texto imprescindible para el abordaje de la categoría mujeres y sus cuerpos,

es el que compila Marta Lamas (1996) El género, la construcción cultural de la

diferencia sexual, en él se presentan una serie de textos fundamentales que nos

27
permiten comprender la historicidad de la categoría, los análisis antropológicos

sobre los cuerpos de las mujeres, sus significados sexuales y los usos, dificultades

y posibilidades del género.

Continuando con el análisis del género como categoría, Judith Butler (2006) en

Deshacer el género, nos presenta una serie de ensayos, cuya finalidad consiste en

cuestionar dicha categoría, y hacer alusión a su capacidad performativa y práctica

de improvisación que siempre se está construyendo junto con las demás personas.

Estos textos de Butler posibilitan una visión que cuestiona los mandatos de género

impuestos sobre los cuerpos. A partir de estos, y para los propósitos de esta

investigación, se considera fundamental que las mujeres se identifiquen como tales,

independientemente de la biología de sus cuerpos, su orientación o deseo sexo-

afectivo y su expresión de género.

Un libro imprescindible para quien estudia a las mujeres y su explotación social y

económica, es el de Silvia Federici (2015) Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y

acumulación originaria, ahí, la feminista italiana, presenta la transición del

feudalismo al capitalismo, reparando en la fundamental participación del trabajo

femenino para la acumulación capitalista.

II.3 Gordura

Es preciso señalar que la teorización sobre éste concepto, gordofobia, todavía está

en proceso de construcción. Desde el ámbito del activismo feminista gordo, ha

28
proliferado la utilización del término, para hacer referencia a las condiciones

estructurales de opresión que experimentan las personas con cuerpos gordos.

Siguiendo las consideraciones que indican opresión para las mujeres cuyos cuerpos

son gordos, se presentan a continuación algunos títulos revisados.

Un análisis minucioso que ha contribuido a observar las diferencia sociales entre las

mujeres gordas y las que entran en el canon de la normalidad, es el de Erving

Goffman (2008) Estigma. La identidad deteriorada. Aquí el autor con su análisis y

teorización podría permitir explicar la gordura como un opresión, puesto que al

dilucidar el estigma, se pueden apreciar los atributos desacreditadores y

estereotipos que explican posiciones sociales y por tanto, diferencias que colocan

a las mujeres gordas en condiciones de inferioridad, respecto a quienes no poseen

este tipo de cuerpos estigmatizados.

Por otro lado, Laura Contrera y Nicolás Cuello (2016) desde el activismo gordo

sudaka, con su texto recopilatorio Cuerpos sin patrones. Resistencias desde las

geografías desmesuradas de la carne, ubican la problemática de la gordura como

elemento analítico del feminismo, la lucha anticapitalista y anticolonialista. Son

textos escritos desde los márgenes y la disidencia de los cuerpos diversos y no

normativos; algunos textos originarios del activismo gordo, fueron traducidos al

español y dispuestos en el libro también para continuar la resistencia de los cuerpos

sin patrones, los que han sido sin mediación real científica, patologizados.

También, es elogiable el trabajo que compila Magdalena Piñeyro, en su libro Stop

gordofobia y las panzas subversivas, aquí, la autora realiza una sistematización

29
teórico empírica de la información vertida por las y los seguidores de la página de

facebook Stop gordofobia, de la cual es administradora. El libro permite vislumbrar

las voces de mujeres gordas acalladas por el sistema heteronormativo capitalista.

Esfuerzo encomiable, pues logra compilar los diversos sentires, observar las

coincidencias y señalar la opresión estructural de los cuerpos de las mujeres gordas.

Con minúsculas, constanzx álvarez castillo (2014) en La cerda punk. Ensayos desde

un feminismo gordo, lésbiko, antikapitalist & antiespecista, expone una serie de

ensayos que permiten mirar intersecciones de opresión encarnadas; la gordura, el

género, la estética, el especismo, las prácticas sexuales y el colonialismo. Es un

escrito autobiográfico, de profundo análisis crítico y radical que expone las potencias

de los cuerpos gordos; que formula preguntas pertinentes y dolorosas, que

indiscutiblemente posicionan políticamente a los cuerpos grasosos.

Finalmente, el texto de Lucrecia Masson (2016) Epistemología rumiante, donde

expresa la generación de un conocimiento del cuerpo gordo; expone los límites

impuestos y las alternativas de ruptura para su apropiación. La creación de la

existencia gorda al margen de lo impuesto, fugada a puntualizar el cuerpo gorde (sí,

con “e”) como territorio; a elogiar la desmesura de la carne.

II.4 Autoetnografía

Los textos sobre autoetnografía consultados hasta el momento son los siguientes.

Questions of culture in autoethnography de Phiona Stanley y Greg Vass (2018) en

este libro se presenta una compilación de dieciséis textos que ponen de manifiesto

30
el abordaje analítico de la cultura con la autoetnografía como metodología. Hay en

específico tres capítulos que son fundamentales para esta investigación: On the

difficulties of writing about culture in autoethnography de los compiladores; Personal

instructions on how to remain a stranger to enforce a sociological perspective de

Silvia Bénard Calva y; Walking to heal or walking to heel? Constesting cultural

narratives about fat women who hike and camp alone, también de Phiona Stanley.

También se consultaron varios artículos, como el de Carolyn Ellis, Tony E. Adams

y Arthur P. Bocknner Autoethnography: an overview, el cual permite tener un

panorama sobre la autoetnografía como método, su historia, su validez, relación con

la literatura; las críticas que suscita y respuestas a ello. Indispensable para justificar

su utilización en esta investigación.

Otro texto imprescindible es el de Laurel Richarson y Elizabeth Adams St. Pierre,

Writing: A method of inquirí, donde exponen a la escritura como un método de

indagación fidedigno, poniendo énfasis en la escritura cualitativa, en escribir en

contexto; invitan a utilizar procesos analíticos creativos y narrativas personales.

Una autoetnografía que ha modelado la forma de hacerla es el de Arthur P. Bochner

Bochner, It´s about time: Narrative and the divided self. En este se utiliza el relato

personal para evidenciar cómo funcionan los storytelling que hablan de los

entrecruces entre experiencias pasadas y presentes; que además permiten

problematizar el significado de las memorias y establecer conexiones entre teoría y

relato.

31
Se ha consultado el trabajo de Laurel Richarson, Evaluating Ethnography, donde

expone los criterios que ella considera sustanciales para escribir y evaluar a los

textos donde no es posible separar la etnografía del yo.

El libro de Sharrell D. Luckett, Young, gifted an fat. An autoethnography of size,

sexuality, and privilege, ha permitido observar con nitidez todo el proceso previo de

configuración autoetnográfico sobre los temas cercanos que esta investigación

aborda, opresión por gordura y clase.

Otro libro, aunque no considerado autoetnográfico, sino más bien de Teoría

Fundamentada, ha dado pistas de análisis para configurar las experiencias

personales e ir escribiendo sobre ellas. Es el de Brené Brown, Los dones de la

imperfección. En él, se retoman aspectos como el coraje, la compasión y la

conexión; como elementos que facilitan un análisis y comprensión más cercana de

las opresiones que en esta investigación se abordan.

Otro libro autoetnográfico fundamental, es el escrito por Silvia Bénard, Atrapada en

provincia; en él se expresan con nitidez las conexiones entre la teorización

sociológica y experiencia personal, ejemplificación de las posibilidades de análisis

sociocultural de la metodología que aquí se pretende abordar.

Finalmente, se ha revisado el texto de Carol Rambo Ronai, Multiple reflections of

child sex abuse: An argument for a layered account, el cual ha sido también muy

necesario para observar cómo se construye una narrativa autoetnográfica en capas.

Sin duda alguna, faltan textos por revisar y exponer. Aquí se expone sólo los

revisados con cierta exhaustividad.

32
III. Avance de Capítulo: “El cuerpo gordo femenino como objeto de
análisis sociocultural”.

I am fat and I have this radical idea that I am allowed to exist.


Soy gorda y tengo esta idea radical de que tengo permitido existir.

***

Una persona no nace discapacitada, es la estructura social la que te discapacita.


Leonor Silvestri

1.- Punto de fuga.

Hace algunos años, asistiendo a un círculo de lectura feminista, uno de los

compañeros me preguntó: Magda, ¿eres lesbiana? La pregunta no me sorprendió,

respondí: No, pero soy gorda, entiendo lo que es y cómo se siente ser considerada

mujer de segunda. Hasta ese momento ni yo era consciente de la potencia de mi

respuesta, había llegado accidentalmente a nombrar aquella inconformidad que

durante años no sabía cómo verbalizar. Efectivamente, era gorda y lo padecía; ese

fue mi punto de fuga.

Mi respuesta fue detonante para observar cómo mi vida había sido configurada

sobre la creencia de que mi cuerpo grande debía de ser modificado porque no era

normal ser así. Gran parte de mi vida pensé que si adelgazada podía hacer cosas

que hacían las demás personas que eran delgadas: correr sin cansarme, jugar

voleibol sin torpezas, disfrutar las albercas en traje de baño, ponerme la ropa de

moda, salir de fiesta sin la preocupación de si alguien me sacaría a bailar, subirme

33
al carro de mis amigos sin la pena por el espacio que yo ocupaba. Durante todo ese

tiempo creí que sólo era yo quien padecía todas estas preocupaciones.

Con mis amigas gordas no hablaba de eso; conversábamos sobre las dietas que

conocíamos, de lo lindas que seríamos si bajáramos algunos kilos. Nos contábamos

quién nos gustaba, si lo habíamos visto de lejos, cuál chica era su novia en turno,

nunca nos colocábamos en la posición de novias. Durante la prepa y la universidad

no tuve amigas gordas, por lo que el deseo de delgadez se infló y la soledad a la

que me remitía el tema también. Me enfoqué en las dietas extenuantes para gustar

a los chicos. Logré varias veces adelgazar, gustarle a algunos, pero no sentirme ni

normal ni saludable.

El aceptarme gorda fue el principio de asentamiento de una inquietud que terminó

siendo intelectual. Pasaron meses, terapias, lecturas, reflexiones para acabar por

comprender, que si bien había vivido mi vida gorda sola, eso no quería decir que

sólo a mí me ocurría. Comencé a observar a otras mujeres gordas, a reconocer en

sus comportamientos mis propias angustias. Cómo era posible que llevara años

pensando en la desigualdad de género y cómo esta nos afectaba a las mujeres y

nunca sino hasta ese momento, aprecié la conexión entre el sexismo y la mala

opinión que tenía sobre mi propio cuerpo.

Entendía que históricamente las mujeres habíamos sido puestas en una condición

de subyugación, que habíamos librado batallas para gozar de ciertos derechos, que

miles de antecesoras feministas habían puesto el cuerpo y vida para alcanzarlos,

pero no fue hasta mi respuesta y las reflexiones subsecuentes detonadas por ella

que identifiqué, que por mi gordura no era elegida por los varones porque también

34
había estándares de belleza impuestos a las mujeres. Mi primera relación fue entre

las lesbianas masculinas y mi gordura; ni ellas ni yo cumplíamos con el deber ser

de las mujeres que el sistema heteropatriarcal nos había impuesto. No cumplíamos

con todo el rango de feminidad. Dice Virginie Despentes (2007) que la feminidad es

el arte de ser servil, que ser seductora y hacer de ello algo glamoroso, es

simplemente de acostumbrarse a comportarse como alguien inferior. Y lo creo. Las

mujeres nos arreglamos, nos perfumamos, nos maquillamos, nos vestimos, usamos

zapatos altos, nos depilamos, teñimos nuestros cabellos, nos sentamos con las

piernas cerradas, nos ponemos a dieta. ¿Para qué? ¿cuál es el motivo? ¿de dónde

proviene el deseo de vernos de tal o cual forma, que en la mayoría de los casos

termina borrando nuestra propia esencia? Ser bella y deseada por los hombres es

el mandato más fuerte que pesa sobre nosotras, y a mí, la gordura siempre me sacó

de ahí.

2.- El estigma: algunas mujeres son gordas pero ninguna quiere serlo.

Some girls are bigger than others, reza la canción de 1985 de The Smiths, las

activistas feministas gordas la han completado como consigna: ¡Algunas chicas

somos más grandes que otras, supéralo! Decir las cosas le impregna un sentido de

posibilidad. Reconocer mi gordura fue la fuga del lugar de la injuria y del insulto.

Quiero hablar de lo que sé, de mi experiencia como mujer gorda y de clase

trabajadora.

35
Quienes hacemos investigación sociocultural sabemos que los fenómenos no

desaparecen sólo con desearlo. Sabemos que algunos, como las cuestiones de

opresión, tienen una función de ordenamiento social, de ahí que resulte tan

complejo erradicarlas o modificarlas en el imaginario social, sus prácticas y

agenciamientos. Veo que los cuerpos gordos sólo importan cuando están en camino

de alcanzar la normalidad; importan para consumir pastillas y suplementos

adelgazantes, para vender suscripciones a gimnasios, etcétera. No importan por su

mera existencia.

La palabra gorda sigue funcionando como insulto, muchas mujeres tienen miedo a

tener un cuerpo gordo. Dice Laura Contrera (2016) que “Gorda es LA palabra. EL

insulto. LA herida. Y nos deja sin palabras la mayoría de las veces. El insulto es una

manera de estigmatizar y humillar… La operatoria reiterada de la ofensa hiriente

nos ata a una historia que nos precede y que no elegimos del todo, puesto que la

injuria es el sedimento de las intrincadas elaboraciones el sexismo, racismo,

cisexismo y la fobia a las corporalidades disidentes, gordura incluida”. (p. 24)

Muchos estereotipos que son usados para designar a la gente de clase trabajadora,

son los mismos que se aplican a la gente gorda: perezosos, sucios, huelen mal, sin

aspiraciones. Se nos suele achacar no hacer el suficiente esfuerzo para dejar de

ser gordos (as), se nos culpabiliza por tener ese cuerpo. Soy gorda y ninguna mujer

gorda que conozco podría ser descrita con los adjetivos que arriba se nos gravan.

El estigma cumple con la función de señalar sin indagar profundamente o sin contar

con certezas que lo fundamenten, de ahí la pertinencia de esta investigación.

36
Es necesario saber qué significa el cuerpo gordo femenino. Cómo se aprecia, qué

dicen de sí mismo. Es preciso reconstruir el ser gorda para identificar la raíz de la

opresión: ¿por qué da tanto miedo tener un cuerpo gordo? ¿las personas son

realmente consientes de cómo contribuyen a perpetuar maltratos a la gente gorda

solo por el prejuicio o la estigmatización? En varias discusiones informales, Cecilia

Weller, activista argentina contra la gordofobia, me ha comentado que uno de los

rasgos distintivos de las opresiones es que no se les cree a las personas que las

viven. ¿Se le cree, de primeras a una persona gorda cuando dice que es feliz, que

tiene pareja o que es exitosa profesionalmente? Hace no mucho tiempo alguien

ponía en duda mi afirmación de que la gordura es una forma de opresión muy

potente, le ponía de manifiesto que la naturalización de los chistes y bromas sobre

el peso perpetuaban esta condición de inferioridad corporal. Si nos burlamos de la

gente pobre se ve con recelo, lo mismo ocurre si hacemos mofa de las personas

racializadas o con funcionalidad diversa, ¿por qué nadie ve negativo la burla

sistemática a la gente gorda? Soy gorda y socióloga, el chiste/ofensa se cuenta

solo.

3.- Un estudio sociocultural sobre las mujeres gordas.

Desde hace relativamente poco tiempo, en las Ciencias Sociales, se han presentado

esfuerzos por rescatar la historia de las mujeres, su participación política y social.

Si a lo largo de la historia de occidente, las mujeres no hemos sido nombradas,

37
mucho menos lo han sido las mujeres gordas. Mientras crecí, no tuve ninguna

referente con quien físicamente me identificara, a falta de ello, rápido apareció el

deseo por ser delgada; tan temprano que parecía normal desde siempre.

Gran parte de la conformación de la identidad femenina tiene que ver con aprender

a ser como dicta la convención social, niñas sin referentes femeninos que admirar,

mujeres jóvenes en batalla consigo mismas para ser sexualmente atractivas,

adultas asumidas como inservibles para los imperativos patriarcales y capitalistas.

Si al análisis de la construcción cultural de las mujeres, le adherimos la categoría

gorda, el problema se complejiza.

Escudriñar sobre las identificaciones entre las mujeres gordas es tarea ya iniciada

por feministas, pero aún insuficiente. Aún resulta necesario buscar más historias y

voces, hablar de lo que se sabe, de la experiencia gorda, de la identidad gorda -si

la hay- y sus deseos. Considero que hay mujeres gordas que se resisten a pensarse

o construirse desde un saber que es ajeno, pienso que las mujeres gordas quieren

hablar sobre sí mismas.

Dentro del propio movimiento feminista, aun con la consigna “Este cuerpo es mío”,

hay quienes no ven a la gordura como opresión, quienes no creen que hablar de los

cuerpos gordos/no normativos sea asunto que interese. Siguen viendo a la gordura

como una situación menor. Entender su opresión y plantear caminos para

erradicarla, implaría ampliar el campo de libertad para las mujeres.

Desde el feminismo gordo, viene la insistencia por hacer el cuerpo gordo, para

potenciarlo políticamente y reivindicar su placer y goce; aspectos negados

38
históricamente. Hacer el cuerpo gordo es romper con la normalización de su

invisibilización e inexistencia.

4.- Colofón. Las gordas haciendo escuela.

Considero importante señalar que gran parte de los saberes sobre la corporalidad

gorda de mujeres que aquí se utilizan como parte del marco teórico, ha provenido

de los espacios del activismo gordo y feminista. Son encomiables los esfuerzos por

sistematizar la información sobre esta condición que poco se había analizado. Por

supuesto las apreciaciones tienen alto contenido político, lo que no desmerece en

lo absoluto su aporte intelectual.

Cada vez somos más a quienes nos interesa escudriñar socioculturalmente este

fenómeno, debo aceptar que he llegado a este tema de investigación a partir de mi

experiencia de vida como mujer, como gorda de clase trabajadora. Considero que

hay asunciones sobre las mujeres que como yo entramos en este intersección de

opresiones; como analista social, también me interesa desentrañar el origen de

estás violencias.

Como la gran mayoría de quienes hacen investigación cualitativa, el factor

comprensión es lo que motiva este análisis; no concibo a la investigación social fútil,

considero que debe servir, si no para cambiar las estructuras sociales, sí, para dar

alternativas a las relaciones y prácticas sociales.

39
Creo con Lucrecia Masson (2017) en que “en este feminismo gordo que imagino,

nadie duda en ser feliz en los desbordes y en las extrañezas y nadie teme a los

espejos…Creo en las búsquedas, en pasiones y en fricciones agonistas de mis

propias carnes que, dadas al encuentro con otras, tienen el enorme potencial de

hacer de nuestras existencias un lugar más habitable y feliz, dando lugar a indómitas

formas de habitar nuestros cuerpos”.

¡La revolución comienza en el propio cuerpo!

IV. Apuntes autoetnográficos.

No sé qué significa mi cuerpo para mí.

¿Qué significa mi cuerpo para mí? La leí por ahí, en algún post citando a Audre

Lorde. Tengo meses con esa pregunta taladrando la cabeza. No la sé responder.

No sé qué me ha dado mi cuerpo, qué me ha enseñado, no sé cómo amo a mi

cuerpo. Eso es problemático, cuando una comienza el proceso de socialización,

aprende a amar en condición de lo que hacen por ella. Tengo recuerdos infantiles

donde tiernamente amaba a mi cuerpo, incondicionalmente, porque creo que en un

sentido puro, amando, una no piensa tanto qué le gusta o no, así que creo que lo

amaba porque no pensaba mucho en él, ni en lo que me permitía hacer. Pienso

también que nunca tuve la oportunidad de descifrarlo, la gente adulta en mi entorno

se apresuró a decirme qué no debía o podía hacer con él.

40
El día que nací, me perforaron los oídos para colocarme aretes. Todavía hoy me

siento fea si no los llevo. Esa irrupción en mi cuerpo fue señal de su expropiación.

De la larga domesticación a la que fui sometida y continúo intentando escapar. No

es fácil construirse autónoma, con todas mis libertades, a veces, tengo raros

momentos en que me encantaría que vinieran mis padres o mis hermanas a

solucionarme la vida. Cuando pasa, tengo que hacer sobre esfuerzos para

resituarme y observar que no hay mejor estado que decidir por mí misma, y que me

cuesta trabajo recordarlo porque no tengo conciencia de haberlo sido jamás. En

esta cultura patriarcal, el amor se relaciona con posesión, ¿qué mujer no oscila

nerviosamente entre sentirse amada o sentirse libre? La soberanía de mí cuerpo la

he tenido que luchar, contra todos los que siempre me dijeron amar.

***

En uno de mis recuerdos más tempranos, estoy frente al espejo largo del ropero de

mi cuarto. Era un sábado de verano, hacía calor y estábamos solas mi madre y yo,

mis hermanos y hermanas habían ido al catecismo como cada semana. El recuerdo

es nítido porque era el día que mi madre lavaba y limpiaba la casa a profundidad,

montones de ropa limpia en las camas, esperaban ser dobladas y acomodadas, el

patio lleno te tendederos con ropa secándose al sol. Tengo como unos tres años,

mi madre había acabado de bañarme, estaba la toalla en el piso, me vestía. Ya me

había puesto una camiseta y mis calzones. Yo frente al espejo con mi cabello largo

y mojado, la esperaba, ella buscaba el vestido que me pondría. Me recuerdo

juguetona y feliz. De pronto, se me ocurrió enroscar mis calzones para que pareciera

bikini, hice lo mismo con la camiseta, la subí para mostrar mi panza. En ese

41
entonces no sabía que tenía panza o que era gorda. Sólo me recuerdo embelesada,

bailando frente al espejo, mirando placenteramente mi reflejo. El goce del

movimiento, la frescura de mi cuerpo recién bañado, descalza. Mi madre rompió el

momento con un grito: ¡las niñas que hacen eso se les aparece el diablo! Me

confundí, sentí que había hecho algo muy malo. No sabía si me había portado mal

por enroscarme la ropa y mostrar el cuerpo o si mis movimientos al bailar incitaban

al diablo a venir. Esa noche tuve pesadillas, y varias veces después. Me despertaba

llorando porque había visto al diablo y yo sabía que era por ese episodio. Me sentía

una niña mala porque no sabía cómo o por qué lo había hecho. Durante años no

me vi al espejo ni desnuda ni en ropa interior ni volví a bailar semidesnuda.

Crecí en una familia conservadora y católica, cuya formación religiosa fue

exhaustiva, estricta. Sí, relacioné la libertad y goce de mi cuerpo con la maldad y el

pecado ¡vaya coincidencia! Sí, me coartaron la posibilidad desde muy temprano de

continuar sintiéndolo, de hacerlo mío y conocer su potencia.

Cuando la gente me dice que soy atea, sonrío. Cuando hablo sobre reivindicaciones

feministas, las cuales, por cierto, todas se relacionan con la autonomía del cuerpo;

y las personas religiosas me dicen ignorante de los preceptos de Dios, me río muy

muy fuerte.

***

Cuando iba a la primaria, la clase que menos me gustaba era educación física,

odiaba sudar, ponerme sucia y luego regresar al salón. Además ya me sabía

corporalmente más grande que mis pares. Una vez a la semana nos sacaban a

42
hacer ejercicio. En una ocasión, no sé por qué, yo no llevaba ropa para hacer

deporte. Así me obligaron a salir. Salí al patio como todos mis compañeros, el

maestro nos puso a hacer cosas en el patio. Recuerdo que aunque gorda fui una

niña muy flexible, amaba dar vueltas de carro y no sentía complicación en ello.

Llevábamos falda de uniforme, y como todas las niñas, cuando queríamos jugar a

eso, acostumbrábamos a meternos la falda entre las piernas e intentábamos dar las

vueltas con las piernas cerradas. A veces lográbamos que la falda no dejara ver

nuestros calzones, otras no. Ese día en educación física, el profesor nos había

pedido atravesar toda la cancha de basquetbol dando vueltas de carro. Pensé en

que la falda no ayudaba para hacerlo, pensé en que se me verían los calzones, pero

tenía más miedo a que el profesor me regañara porque no cumplía con su pedido.

Recuerdo que muchas niñas, igual que yo, traían falta y así, comenzamos el

ejercicio. A la mitad de la cancha, el profesor me grita y me pide que suspenda el

ejercicio. ¡Tú ya no las hagas Magda! Y me quedé parada. Nuevamente me sentí

confundida, pensé que quizá se me veían los calzones y que a diferencia de mis

compañeras, yo era fea de ver.

No volví nunca a dar vueltas de carro, ni a sentir la emoción vertiginosa de estar

haciendo algo chido. Tengo la sensación vívida de estar suspendida en el aire, mi

cuerpo volando veloz, aunque tenga mucho tiempo sin hacerlo. Tuve todo el resto

de la primaria al mismo profesor de educación física, todos esos años sentí

vergüenza cuando me miraba. Y sentía animadversión por él, creo que tuvo que ver

con su desaprobación de mi cuerpo de niña gorda, aun cuando me esforzaba

siempre en hacer todos los ejercicios. Nunca se lo conté a nadie. Fue recurrente la

43
idea de no comprender el por qué me trataban diferente, por qué me tratan con

menos aprecio por la forma de mi cuerpo. Desde siempre me pareció increíble, pero

me acostumbré a ella, hasta que llegué a creerla y la interioricé, aunque no del todo.

Mírenme. Pero sé que así funcionan todas las opresiones. Acallé esa intuición, y me

volví altiva, soberbia; capaz de destrozar con palabras a cualquiera. Reconozco que

aún quedan resabios de esa forma de protección tan dañina. Creo que alguna forma

eso ayudó mientras crecía, casi nadie se metía conmigo. Eso no quiere decir que

no dejara de ver el poco aprecio a mis formas, que entendiera que mi cuerpo

interfería en la manera en que era tratada.

***

Tengo una prima materna de mi edad y me enteré que era más “hermosa” que yo,

cuando llegamos a pre adolescencia. Siempre jugamos juntas, era divertido pasar

el tiempo con ella. Su menstruación llegó primero, se desarrolló mucho antes que

yo. Yo gorda y ella una niña con un cuerpo muy formado. Hasta hoy, sigue con un

cuerpo considerado envidiable dentro de la heteronorma. Rostro simétrico, cintura

pequeña y pechos y nalgas prominentes. Señalo esto porque ella fue mi primera

referencia para comprender que mi cuerpo no cumplía con los gustos y deseos

masculinos. Tendríamos unos once años, cuando en una fiesta en mi casa, todos

los primos y primas nos pusimos a bailar. Éramos de las primas chicas. Esa tarde,

había casa llena, habían llegado mis primos paternos de San Luis Potosí, por tanto,

no eran primos de mi prima; y otros que vivían en el rancho, los que veíamos como

primos, pero en realidad eran primos hermanos maternos de mi madre y su padre,

44
cuyos padres eran un poco mayores que los nuestros. Mientras las más chicas

bailábamos en el patio de mi casa, los primos y mi hermano Agustín, se habían

subido al segundo piso, desde donde nos miraban. Recuerdo las miradas lascivas

de esos chicos a mí prima, nosotras éramos unas niñas, pero yo sentía que no

estaba bien, ella no se daba cuenta, yo veía cómo la miraban. Comprendí que era

porque ya sabían que ella era “señorita” y ya se le notaban los pechos. Lo peor de

la escena por supuesto fue para mí. A ella la miraban cuchicheando, las mujeres

acabamos entendiendo esas miradas sobre nuestro cuerpo, esta vez se referían al

cuerpo de mi prima querida. Uno de los primos le dijo: Sara, bailas muy bien. Y ella

les sonrío. Luego mi hermano a mí: A ti sólo se te mueve la panza. Todos rieron.

Sentí dolor e instintivamente rabia. Dejé el patio y la fiesta.

No volví a relacionarme con ninguno de ellos, cuando era irremediable vernos, me

escondía. Ella nació un día antes que yo. Así que la familia tuvo dos fiestas de XV

años seguidas. Yo bailé, aunque obligada (toda la fiesta y faramalla fue obligada

por mi madre, yo no quería esa celebración) con todos mis tíos y abuelos. En su

fiesta, recuerdo la fila de hombres, muchos de ellos primos nuestros, además de

mis hermanos, para bailar con ella.

Siempre he amado bailar. Y nunca se me olvidó la expresión de mi hermano, aun

ahora cuando bailo públicamente, pienso en ella. Durante mis veintes viví en dietas,

bajé de peso y con ello, permití el acercamiento con los hombres. Durante un tiempo

salí con un chico con el que tenía muy buena química, y nos encantaba bailar salsa.

Salíamos frecuentemente a hacerlo. Ya no era gorda y tenía un tipo que me gustaba

y yo le gustaba. Me sentía sexualmente poderosa. Adoraba bailar con él. Durante

45
ese tiempo recuerdo que en varias ocasiones, sobre todo amigos de él, hacían

referencia positiva a mi forma de bailar. Me gustaba que me dijeran eso, por

supuesto llegué a creer que lo hacía bien. Otro micro machismo que dejé pasar

considerándolo normal. El fulano me dejó. Se casó con una mujer 20 años mayor,

sigue con ella. Ya es ridículo que la llame señora, ahora lo soy también. En este

momento tengo la edad que tenía ella en ese entonces, comprendo por qué lo hizo.

Y les deseo bien.

Todas estas anécdotas están permeadas por el control de mi cuerpo y sexismo.

Hombres calibrando mi valor, una niña que no tiene referentes para hacerle frente,

que intuye que eso no está bien, pero tiene un entorno adverso, que la obliga a

negarse o a apreciarse cuando los otros la reconocen.

Aún me cuesta creerles a los hombres cuando dicen gustar de mí. Aún noto la

incredulidad de las personas cuando me saben con alguien. ¿Cómo espero saber

qué significa mi cuerpo para mí si todavía lo estoy haciendo-construyendo? Nadie

me enseñó a amarlo, no puedo hacer aparecer de la nada un sentimiento por un

cuerpo que socialmente nadie aprecia ¡También hay que diseñarlo! Crecerlo sólido,

real. Sostenido en valores que no tienen nada que ver con el body positive y el

mandato de la felicidad. Sí, mi cuerpo es mío, pero en estas circunstancias, decirlo

es insuficiente, aunque tatuada, la consigna se olvida. Hacer este cuerpo gordo, ha

sido, es y será proceso, jamás una definición. Todos saben que “gorda” es un

adjetivo, yo quiero que además, sea mi camino de reapropiación.

***

46
De niña jugaba a ser sacerdote, la madre de Lucifer, a ser actriz y tener mi propia

casa. Hasta hace poco he podido recuperar algunos momentos de mi infancia. Los

había mal editado por dolor y baja autoestima, supongo.

Sí recordaba los juegos donde me acicalaba mientras estaba en el camerino

preparándome para salir a escena; me colgaba literalmente todas las joyas de

fantasía de mi madre. Mi favorita era un collar de pequeños corazones de plástico

azul, era tan largo que podía darle cinco vueltas en mi cuello, formaba uno grueso

y brillante ¡precioso! Además me maquillaba con los labiales café chocolate

regalados por mi tía Carmen. Jamás olvidaba el perfume, mi madre tenía varios y

cada juego robaba un poco de algún frasco para que no se notara el gasto. Seguro

mamá olía; curiosamente por ese cándido atrevimiento nunca fui reprendida.

Aunque yo escribía, dirigía y actuaba las obras, en retrospectiva creo que no era

una artista vehemente, nunca fue central ni mi actuación o la obra. Pero sí volver al

camerino donde recibía muy cansada pero contenta todos los ramos de flores que

me enviaban mis admiradores.

Por supuesto que me acuerdo de las casitas hechas con rejas, cartón, palos y

sábanas viejas que me construía mi hermana mayor cada vez que se lo pedía; yo

corría las cortinas para no ser vista, amaba esa sensación, eran “mí lugar”. Debían

fingir el toc toc para entrar. Quien ha crecido con siete hermanxs en una casa

enorme con cuartos contiguos pero sin puertas, entenderá.

También estaba en mi memoria ser la madre de Lucifer. Mi hermana pequeña, había

escuchado en el catecismo ese nombre y parecía muy lindo para ponérselo al banco

de junco que hacía de mi hijo cuando jugábamos un sábado por la mañana mientras

47
mi madre lavaba. En el juego, yo lloraba amargamente porque Lucifer se había

perdido y mi hermanita me acompañaba por toda la casa gritando su nombre

buscándolo. La reacción de mi madre fue de preocupación, recuerdo su rostro

desencajado, la regañada fui yo ¡Cómo no sabía que Lucifer era el demonio! No me

atreví a decirle que mi hermana había propuesto el nombre, menos me atreví a

aceptar que no lo sabía. Pobre de mi madre, quizá creía que su hija estaba poseída.

Sin nostalgia ni rencor tengo presente el momento en que teniendo seis, con

tremenda bofetada me enseñó el significado de la palabra “sacrilegio”. En domingo

a la salida misa de siete del templo de San Marcos cuando le dije molesta que “yo

no quería ir a esa mugre misa”. ¡Big word para la pequeña!

Anoche, les contaba a mis hermanas que me habían preguntado a qué jugaba de

niña y que tuve problemas para recordar. Mi hermana y compinche infantil preferida,

me recordó que jugaba a ser sacerdote los días que mamá se dedicaba a planchar.

Para llevar a cabo dicha labor, precisaba de una mesa amplia y la que estaba en la

cocina era la ideal. Ahí planchaba un cúmulo infinito de ropa, paciente quitaba

arrugas a cada prenda, incluso a las diez sábanas matrimoniales que mudaba cada

semana. Mientras nadábamos entre el calorcito del vapor olor a limpio, yo ponía un

par de sillas de frente, para simular la mesa del altar, lo cubría con un mantel

improvisado hecho de servilletas para las tortillas, colocaba en el centro un vaso

para emular el cáliz y una galleta maría que la hacía de hostia. Oficiaba misa

recitando de memoria pasajes del servicio, no faltaban los ademanes ritual que los

curas recrean. Según ella, yo la obligaba a hincarse para darle la comunión y

extendía mis brazos diciendo ¡oremos!

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Viene mi cumpleaños con sus implícitas evocaciones sentimentales y no quiero

eludir el placer de sentirme en mi carne, gustosa de vivirme como la mujer que soy,

justo porque he luchado para convertirme en ella. Ni soy sacerdote ¡gracias a las

diosas!, ni madre del diablo (sólo un poco Coyolxauhqui) ni actriz; aunque maestra,

pero sobre todo SÍ tengo MI casa, en constante remodelación donde puedo ser todo

lo que quiero.

49
V. Actividades realizadas durante el semestre Enero-Junio 2019.

En la siguiente tabla, se muestra un comparativo de las actividades que se


presentaron como tentativas a realizar y las que se llevaron a cabo durante el
semestre que termina; Enero –Junio de 2019.

Actividades proyectadas en el Seminario I Actividades realizadas durante el


de Diciembre de 2018 para el semestre semestre Enero-Junio de 2019
Enero-Junio de 2019
1) Continuar la construcción del 1) Se continúa alimentando el
estado de la cuestión. estado de la cuestión.

2) Elaborar el marco teórico de la 2) Se continúa con la lectura


investigación. teórica. Aunque no aplica ya,
propiamente.

3) Comenzar a plantear el 3) Se plantea aquí el abordaje


encuadre metodológico. metodológico autoetnográfico.

4) Buscar participación en 4) Se envió ponencia para dos


congresos como ponente. Congresos:
a) IX Congreso Internacional
de Ciencias, Artes y
Humanidades. “El cuerpo
descifrado
Prácticas corporales de la
subversión” del 22 al 25 de
octubre de 2019.
b) 10º Congreso Internacional
“La Investigación en el
Posgrado” de la UAA del 2
al 4 de octubre de 2019.

5) Tener el primer borrador del 5) En este documento se


estado de la cuestión y marco presentan.
teórico.

6) Buscar la publicación de un 6) Se está trabajando en dos


primer artículo. artículos, con miras a enviarse
en el semestre siguiente.

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VI. Actividades proyectadas para el próximo semestre Agosto-

Diciembre 2019.

 Afinar los artículos y enviarlos para publicación.

 Asistir y presentar las ponencias en los dos congresos:

a) IX Congreso Internacional de Ciencias, Artes y Humanidades. “El

cuerpo descifrado. Prácticas corporales de la subversión” del 22 al 25 de

octubre de 2019 en la Ciudad de México.

b) 10º Congreso Internacional “La Investigación en el Posgrado” de la UAA

del 2 al 4 de octubre de 2019.

 Tener un capitulado de tesis

 Continuar escribiendo

VII. Referencias.

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Resistencias desde las geografías desmesuradas de la carne.

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