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Por su lado, las pseudociencias tienen una

metodología totalmente opuesta a la explicada


anteriormente. Sus postulados no son más que
trasnochados rencauches de fenómenos sin un
ápice de evidencia. Las palabras escepticismo,
autocrítica y racionalidad brillan por su
ausencia.
A estas prácticas se les puede comparar con un
virus que, aunque en un principio puedan pasar
por desapercibido, sus efectos se hacen notorios
con el tiempo provocando terribles síntomas al
mismo tiempo que va destruyendo el organismo
que lo alberga.
estas prácticas se les puede comparar con un
virus que, aunque en un principio puedan pasar
por desapercibido, sus efectos se hacen notorios
con el tiempo provocando terribles síntomas al
mismo tiempo que va destruyendo el organismo
que lo alberga.
Un buen ejemplo de la aceptación que han
ganado las pseudociencias lo representa la
homeopatía. Vendida como una medicina
alternativa, sus principios no podrían estar más
lejos del sentido común: su fundamento indica
que la cura de una enfermedad está en los
mismos componentes que la causan; así, para
curar a una persona del insomnio, se le debería
dar un estimulante, como la cafeína, pero en
cantidades diluidas en tal proporción que, al
final, no queda ninguna cantidad de cafeína. En
otras palabras, un placebo.
estas prácticas se les puede comparar con un
virus que, aunque en un principio puedan pasar
por desapercibido, sus efectos se hacen notorios
con el tiempo provocando terribles síntomas al
mismo tiempo que va destruyendo el organismo
que lo alberga.
tipo de argumentos y evidencia se proporcione,
al final siempre hay algo que alienta a los salir
campantes, así sea una vana esperanza en
eventos que estadísticamente muestran ser muy
poco frecuentes.

Los virus pueden ser contrarrestados por


vacunas y las pseudociencias no son una
excepción. Por lo tanto la pregunta que surge
es: ¿cuál sería la vacuna más efectiva? Pues
bien, las vacunas se llaman escepticismo y
autocrítica. Esto brindaría las herramientas
apropiadas para empezar a analizar y escrudiñar
sobre la información que se recibe a diario para
no dejarse engañar tan fácilmente. Si bien no es
una solución definitiva, sí es un avance
significativo.
La razón no sólo constituye una gran parte de
nuestra esencia como especie humana: es
nuestra salvación en un mundo en el que
prevalece, como una ineludible consecuencia, el
vicioso y precipitoso accionar de la emoción y
el “análisis visceral” de la naturaleza. El
escepticismo es el agente de la razón en contra
del irracionalismo organizado y por lo tanto una
de las claves del humanismo social y la
decencia cívica. Tal como lo dijo Albert
Einstein: “…toda nuestra ciencia, contrastada
con la realidad, es primitiva y pueril; y, sin
embargo, es lo más valioso que tenemos.”

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