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Literatura Europea del Renacimiento y Barroco – 2020

Prof. Soler – El exemplum

Clase 7 – El exemplum medieval

... el espíritu humano está hecho de tal manera, que le es más


accesible la ficción que la verdad. Si alguien desea una prueba
palpable y evidente de esto, no tiene más que entrar en una
iglesia cuando haya sermón, y allí verá que si se habla de algo 1
serio, la gente bosteza, se aburre y acaba por dormirse; pero si el
voceador (me he equivocado, quise decir el orador) comienza,
como es frecuente, a contar algún cuento de viejas, todos
despiertan, atienden y abren un palmo de boca.

Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura

… como si al cobijo de la neutralidad del ejemplo pudiese escribir


sobre sí mismo…
Karl Ove Knausgard, Mi lucha

Resumen: I. Definiciones; II. Clasificaciones; III. Evolución del exemplum; IV. El


exemplum y los géneros; V. La tradición ejemplar en Castilla

Como ya les adelanté en los primeros encuentros, buena parte de los autores y
textos del Renacimiento y el Barroco dialogan con las tradiciones discursivas, es
decir, con los géneros y discursos consolidados en la Edad Media. Y uno de los
tipos textuales (ya veremos por qué no hablo de género) fundamentales es el
exemplum.

La observación de Erasmo que encabeza esta clase ilustra muy bien el carácter
paradójico del exemplum que vamos a apreciar en algunos textos del programa:
la finalidad didáctica, moralizadora o educativa (seria) se alcanzaba mejor a
través de un relato breve, de un cuento (“ligero”), es decir, que a veces la forma
más eficaz de transmitir una verdad moral o ética era una verdad a medias, una
ficción. A diferencia de lo que hace Erasmo, sin embargo, no indagaremos el
“espíritu humano” sino algunas realizaciones concretas del exemplum,
especialmente en el primer tramo del curso.
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Dentro de las “historias de la literatura”, este tipo textual se identifica como


antecedente del cuento tal y como lo conocemos hoy en día pero lo cierto es
que en general suele ponerse el énfasis más en el aspecto moral, doctrinario y
pedagógico (“serio”) que en los elementos propios de la ficción que comienzan
a gestarse a fines de la Edad Media y comienzos del Renacimiento: la
autonomía y la recursividad.

Es innegable que el exemplum fue durante siglos (y en cierta medida lo sigue


siendo en virtud de la utilidad moral que todavía hoy se le asigna a la literatura,
por ejemplo, en la escuela primaria) un instrumento didáctico y moralizador 2
utilizado por predicadores en el púlpito. En efecto, esta función es la que lo
distingue del cuento propiamente dicho. Pero me parece muy enriquecedor
buscar en esta singular forma medieval los puentes con lo que hoy entendemos
como literatura.

Más allá de alguna noción intuitiva que podamos tener, será conveniente que
pasemos revista a algunas definiciones generales de este tipo textual.

I. Definiciones

En términos muy generales, el exemplum medieval puede definirse como un


relato breve (una fábula, una anécdota, un cuento) con una función
moralizadora o doctrinal que solía incorporarse al sermón. Se destaca ya desde
este primer acercamiento su forma narrativa y una finalidad o propósito
específico, el de enseñar o educar.

Simplificando mucho las cosas, entre los siglos XII y XV el término exemplum
puede entenderse como historia ilustrativa: el orador (predicador, pedagogo,
etc.) narraba un relato breve que se incorporaba a la exposición o sermón.

El término contemplaba también el sentido que tenía en latín que era el


ejemplo vivo, de una persona que se proponía como ejemplo cuyas acciones
debían imitarse (si eran buenas) o evitarse (si eran malas).

El exemplum, entonces, no remitiría a un hombre o un personaje sino a un


relato con una función específica, la de enseñar: el exemplum era un recurso
didáctico, un instrumento narrativo para enseñar.

Cuando se habla de exemplum como ‘historia ilustrativa’ no implica que sea


algo accesorio y prescindible ya que el exemplum está pensado y funciona
dentro de un texto como un argumento de carácter narrativo.
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Para argumentar en favor de una verdad religiosa, moral o jurídica el orador


recurría con frecuencia al relato de una historia breve. Y este argumento de
naturaleza narrativa va a ser tan importante o más que los argumentos más
abstractos.

A continuación, vamos ver algunas definiciones.

La retórica clásica: la Rhetorica ad Herennium y Quintiliano 3

Nos centraremos solamente en estas dos fuentes clásicas dejando de lado un


nutrido repertorio de autores que se han dedicado a la cuestión, entre ellos, no
más ni menos que a Aristóteles o Cicerón.

Uno de los textos escolares más influyentes y difundidos en la Edad Media fue la
la Rhetorica ad Herennium, el primer manual de retórica en lengua latina. Fue
compuesta hacia el año 85 antes de Cristo, escrita en latín y de autor
desconocido aunque durante siglos atribuida a Cicerón.

La Rhetorica ad Herennium incluye al exemplum dentro de las figuras de


pensamiento (figuras retóricas que afectan al significado de las palabras) junto
con otras figuras como la distribución, la acumulación, el dialogismo, la
insistencia, la antítesis, el retrato, la comparación y otras. Las figuras de
dicción, en cambio, atañen a la forma o sonido de las palabras o de su sintaxis
dentro de las oraciones, es decir, que operan en el plano sintagmático
(asíndenton, onomatopeya, antonomasia, perífrasis, hipérbaton, metáfora,
sinécdoque, alegoría, etc.).

Allí se define el exemplum de la siguiente manera:

El ejemplo consiste en citar un hecho o una frase del pasado


mencionando explícitamente a su autor [Exemplum est alicuius
facti aut dicti praeteriti cume certi auctoris nomine propositio]. Se
utiliza por los mismos motivos que la comparación. Da más
brillo a la idea cuando sólo se utiliza para embellecer. Las hace
más inteligibles cuando aclara lo que estaba oscuro y más
creíbles al hacerlas más verosímiles (IV, 49, 62; Gredos, 302).
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Fabio Quntiliano (35-95) en su Institutione oratoria interpretó la palabra griega


paradeigma alternativamente como similitudo o como exemplum y lo trata, en
línea con Aristóteles pero desarrollando mucho la cuestión.

Quintiliano considera al exemplum como una de las pruebas técnicas, es decir,


aquellas pruebas que dependen de la habilidad del orador, a diferencia de las
pruebas extratécnicas como el contrato o el juramento.

Según Quintiliano, entonces, el exemplum consiste en:


4
… traer un hecho sucedido o como sucedió, útil para probar lo que
queremos. Se ha de considerar si el hecho que traemos es en todo
semejante a lo que tratamos o en parte o para valernos todo de él o para
tomar solo lo que favorece a nuestro intento [vocamus exemplum, id est, rei
gestae aut ut gestae utilis ad persuadendum id quod intenderis commemoratio.
Intuendum igitur est totum simile sit an ex parte ut aut omnia ex eo sumamus aut
quae utilia sunt] (Inst, V, XI, 6).

Como vemos, a Quintiliano no se le escapa la indeterminación genérica del


exemplum que vincula estrechamente con la autoridad del pasado y con la
historia.

Vale recordar en este punto la lúcida observación de Heinrich Lausberg en su


Manual de retórica, siguiendo muy de cerca a Quintiliano:

La credibilidad de los exempla históricos no radica solamente en el


hecho de que se trata de acontecimientos históricos (que a su vez
tienen que hacerse creíbles), sino en la literaturización y notoriedad
que han conseguido ya mediante la historiografía (¶412, p. 350).

Para Lausberg, hay un proceso según el cual el relato histórico se convierte en


literatura y es este proceso el que contribuye de manera decisiva a su
credibilidad: en la consistencia formal y narrativa del relato se fundamenta su
verosimilitud histórica y, por lo tanto, su ejemplaridad.

De estas definiciones, además de la brevedad y la estructura narrativa que ya


señalamos, se destacan tres aspectos: el contenido (un acontecimiento o una
palabra), la referencia al pasado, a la historia, y la mención de un personaje al
que se le atribuye ese dicho o palabra, es decir, que le imprime autoridad al
exemplum.
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Asimismo, deberemos tener muy en cuenta esta compleja relación entre una
finalidad específica (convencer, persuadir, enseñar, etc.) y la configuración
narrativa del exemlpum. El énfasis en la expansión narrativa y en la lógica
interna del relato (en el delectare) dará lugar a textos muy similares en su forma
y función a lo que hoy denominamos literatura.

Los manuales de retórica suelen presentar la finalidad didáctica (o


utilitas) y la configuración narrativa (delectatio) como dos polos
solidarios. Y, en efecto, la complejidad técnica en la construcción del 5
relato breve suele contribuir de manera decisiva a ser recordado o
retenido en la mente del auditorio o del lector. Sin embargo, en los textos
que vamos a ver en el curso, se hace explícita la preocupación por el
sentido que se le da al exemplum y el peligro de hacer zozobrar la
finalidad didáctica del relato en virtud de una narración que se expande y
se hace cada vez más compleja distrayendo así tanto el autor como al
lector de su finalidad moral. Lo que puede apreciarse a partir del siglo XIV
es una tensión entre finalidad y composición, entre la argumentación y
la narración y, en definitiva, entre lo general y lo particular que no se
resuelve de manera definitiva.

Definiciones medievales: de la retórica a la predicación

Ya en el siglo XIII, Jean de Garlande (c. 1195-1272) va a ofrecer una definición


con una ligera variante: el exemplum es un hecho digno de ser imitado y que
puede atribuirse a un personaje auténtico (Exemplum est dictum vel factum
alicuius autentice persone dignum imitatione).

En este caso, lo interesante es que el hecho o el dicho no se valoran por su


autor, sino que son valorados en sí mismos. Lo que es digno de imitación es el
hecho o el dicho, aunque todavía permanece la autentificación a través de un
personaje presuntamente histórico y no se aclara si este personaje auténtico es
el héroe de la anécdota, el autor o el expositor (ambigüedad que ya estaba
presente en ese certi auctoris de la Retórica a Herenio).

La finalidad del exemplum sigue siendo la misma, proponer un modelo, aunque


el modelo no es un personaje o un sujeto histórico sino una palabra o acto. Este
matiz (que se aviene bien con el concepto de anonimia propio de la cosmovisión
medieval) será lo específico del exemplum medieval como veremos más
adelante en el apartado dedicado a la evolución de este tipo textual.
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El dominico e inquisidor Étienne de Bourbon (1190-1261) distingue en su


Tractatus de diversis materiis predicabilibus tres tipos de argumentos para
incluir en los sermones: las
Étienne de Bourbon compuso su Tractatus de
auctoritates (citas “autorizadas” de
diversis materiis predicabilibus hacia el final de
la Biblia, comentarios bíblicos de los
su vida. Este texto constituye la recopilación de
Padres de la Iglesia o de grandes materiales de predicación más importante de
teólogos); las rationes (argumentos la Edad Media: reúne más de tres mil relatos
que apelan al razonamiento lógico) y además de un considerable número de 6
finalmente se dedica extensamente analogías y comparaciones con el mundo
al exemplum. Para cada uno de animal, citas de autoridades y argumentos de
estos tres tipos de argumentos orden teológico y moral. La obra quedó
recopila y ofrece numerosos inconclusa.
ejemplos.

Y sobre los ejemplos va a señalar una serie de ventajas respecto de otras


estrategias de predicación: son fáciles de comprender, se retienen con mucha
facilidad y al presentar situaciones concretas es más fácil ponerlas en práctica.

Existen también clasificaciones medievales que no se dedican en rigor a definir


pero que al clasificar indirectamente inciden en la concepción del exemplum. No
vamos a detenernos en este punto por ahora.

El exemplum en el siglo XX

Pasando a definiciones algo más “recientes”, M. Arthur Piaget, en 1914,


entiende por exempla

… todo tipo de relatos, de toda procedencia, vinculados a la historia antigua o


contemporánea, profana o sagrada, a las vidas de santos, leyendas populares, a
los bestiarios; anécdotas ‘hechos diversos’; todo relato, en fin, que pueda servir
de ejemplo en apoyo una enseñanza moral o religiosa (242).

En esta definición se destaca la procedencia, las fuentes de las que pueden


provenir los exempla y también el hecho de que van tener una función moral o
religiosa y no van a ser simplemente ilustraciones.

Años más tarde, en 1927, Jean Thiébaut Welter describe el exemplum como un
relato o una historia breve (una fábula o una parábola) que sirve de prueba en
apoyo de una exposición religiosa o moral. Welter emplea esta definición
general para le evolución del exemplum a lo largo de la Edad Media.
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Esta evolución conoció una primera etapa de surgimiento y


consolidación en el siglo XII, una etapa de florecimiento de colecciones
ejemplares en los siglos XIII y XIV y la decadencia de este tipo textual en
el XV siempre en el contexto de lo que Welter denomina la literatura
moral, dogmática y parenética.

La definición de Welter hace hincapié en la brevedad y en el hecho de que es


una prueba para apoyar una tesis o un argumento mayor.

Welter sostiene además que el exemplum apoya una exposición y


7
concibe por lo tanto el ejemplo dentro de un texto expositivo y no
argumentativo cuando en rigor vimos que la inclusión de relatos
ejemplares se orienta a un propósito muy concreto que también puede
ser el de argumentar, convencer o persuadir.

La última definición que vamos a tener en cuenta por ahora es la que ofrece
Jacques Le Goff (1982). Antes de dar una definición concreta de este género
advierte una serie de cuestiones que hay que tener en cuenta para armar esa
definición.

En primer lugar, sostiene que hay que tener en cuenta el carácter narrativo del
exemplum. En segundo lugar, insisten en la brevedad y aquí sugiere un posible
origen oral de la mayoría de estos relatos que al ser puestos por escrito se
habrían reducido a sus rasgos esenciales.

Le Goff destaca además el componente de veracidad de este tipo textual y que


el relato ejemplar se va a presentar, en la medida de lo posible (recordemos,
por ejemplo, el problema de verosimilitud propio de las fábulas), como la
narración de un hecho histórico.

Le Goff observa que el exemplum depende de un discurso que lo engloba y que


ese discurso es un sermón o un discurso que opera de un modo similar al del
sermón.

Asimismo, la finalidad del exemplum es la persuasión y que este tipo textual


exige una relación particular entre el emisor y el receptor porque se trata de un
emisor que da una lección a un grupo, a un conjunto de receptores y esto hace
que haya que destacar el carácter didáctico del exemplum.

En última instancia, la finalidad de esta pedagogía sería la de fomentar una


buena conducta y, cuando se trata de un sermón, garantizar el bienestar eterno.
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Así las cosas, Le Goff ofrece la siguiente definición de exemplum:

Un relato breve, expuesto como verídico y destinado a insertarse


en un discurso (en general un sermón) para persuadir a un
auditorio por medio de una lección saludable.

Vamos a tomar esta definición todavía muy general que recupera una tradición
milenaria de estudios y reflexiones en torno al exemplum. No parece haber
grandes cambios desde las primeras definiciones de Quintiliano pero, como 8
señalamos más arriba, la dificultad reside en el propio tipo textual: cada
definición alternativa parece descuidar algún aspecto particular del exemplum
y a cada tentativa de la crítica por definirlo, siempre pareciera surgir un contra
ejemplo, una excepción.

II. Clasificaciones

En un segundo momento habría que prestar atención a los tipos de exempla.


Vamos a mencionar solamente tres tipologías:

1) En primer lugar la de Thomas Frederick Crane, de 1890, que va a


distinguir dos grandes grupos: los de las historias ilustrativas y las
moralizadas
Ya vimos que ilustración es un concepto que desvirtúa los múltiples usos
del exemplum, y en cuanto a la ‘moralización’, está presente -implícita o
explícitamente- casi en cada ocurrencia de modo que no resulta
demasiado útil como criterio de clasificación.

2) Luego tenemos la tipología de Welter, de 1927, que va a clasificar el


material en función de las fuentes, según se trate de ejemplos extraídos
de obras escritas o de experiencias personales del autor.

2.a) En el caso de las fuentes escritas, pueden ser fuentes sagradas


(como la Biblia, textos de los Padres de la Iglesia, vidas de santos o
colecciones de milagros) o fuentes profanas: en este caso pueden ser
obras literarias, históricas o poéticas, tanto de la Antigüedad como de la
Edad Media. Pueden ser crónicas, leyendas, cuentos orientales, entre
otros.

2.b) En cuanto a la experiencia personal del autor, corresponden, por


ejemplo, los recuerdos, las experiencias religiosas o las tradiciones
locales.
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Luego de separar el material por fuentes, divide los exempla en diez


tipos, algunos de esos son los bíblicos, los hagiográficos, históricos, de
origen oriental, el personal, entre otros.
La ventaja de esta clasificación es que aporta bastante información y
señala, además, una distinción entre el exemplum libresco y el personal.
La desventaja es que parece más un inventario que una clasificación: es
muy heterogénea y combina criterios.

3) Finalmente, la clasificación de Le Goff, la más importante. En principio,


según Le Goff, habría que tomar cuatro criterios para clasificar y después 9
reducir cada uno de estos criterios a tres o cuatro categorías.

3.a) El primer criterio es el origen o la fuente de donde proviene el relato


y, en este sentid, Le Goff describe tres tipos de exempla: los exempla
judeocristianos y cristianos antiguos; los exempla paganos o antiguos y
finalmente los ‘modernos’.

3.b) El segundo criterio tiene que ver con el tipo de información que se
maneja, y acá retoma en parte a Welter, porque las categorías son dos: 1)
por una parte, los exempla extraídos de la lectura y 2) los exempla oídos,
escuchados. Esta división se apoya en las dos formas de autoridad que
coexistían en la Edad Media y que perviven en el Renacimiento: la
autoridad de lo escrito y la autoridad de la palabra de la gente digna de
fe: clérigos, ancianos, personajes destacados, etc.

3.c) El tercer criterio dentro de la clasificación de Le Goff, tiene que ver


con los personajes que entran en escena. Y existen tres categorías: 1) Los
ejemplos con personajes sobrenaturales, que son bastante escasos ya
que, como vimos, los exempla tienden a presentarse como relatos
verdaderos; 2) Luego tenemos los ejemplos con animales, serían las
fábulas, en este caso, que presentan un problema similar al anterior, un
problema de verosimilitud. Y aunque en la Edad Media se hace una clara
distinción entre exemplum y fábula, como narración ficticia, de todas
maneras las fábulas podían servir como argumento y la fábula puede
cumplir esa función. 3) Finalmente, los ejemplos que tienen como
personajes a hombres de carne y hueso. Éstos son los verdaderos
exempla. María Jesús Lacarra, por nombrar sólo una perspectiva, sostiene
que sólo éste sería exemplum en sentido estricto.

3.d) Como cuarto criterio, Le Goff se centra en la estructura y a partir de


esto va a distinguir dos grandes tipos. 1) Por un lado, habla del exemplum
que se apoya en la metonimia y éste será el caso de los exempla que van
a presentar, por ejemplo, a un hombre en particular pero que se trata en
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realidad de un hombre que representa genéricamente a cualquier


hombre. 2) El otro tipo es el exemplum que se apoya en la analogía y en
estos casos se establece una relación término a término con los
elementos del marco, que es el discurso que contiene el ejemplo.
Este último tipo, que Le Goff llama por analogía, María Jesús Lacarra lo
divide, a su vez, en dos y tenemos: 1) los ejemplos en los que no se
presenta un hecho singular, sino que lo que se hace es describir, por
ejemplo, el hábito de un animal y ahí se debe reconocer la similitudo, la
comparación. 2) El otro sería el exemplum alegórico; en esta clase de
ejemplo lo que se hace es presentar una historia breve y acompañarla de 10
una interpretación en donde se aclara qué remite a cada elemento del
relato.

III. Evolución del exemplum

Ahora vamos a hablar un poco de la evolución o de las etapas por las que pasa
el exemplum para después centrarnos en problemas un poco más concretos.

En general, los críticos señalan tres etapas por las que habría pasado el
exemplum.

III.1. El exemplum antiguo

La primera etapa corresponde al exemplum antiguo. Aristóteles en la Retórica


cita dos modos de persuasión: uno es el ejemplo (el paradigma) que es inductivo
y el otro es el entimema (el argumento) que es deductivo.

Hay una serie de diferencias entre el ejemplo antiguo y el medieval. La primera


de ellas es la relación con el pasado, la relación con la historia. Para la cultura
clásica, para los griegos y los romanos, se trataba de tomar una muestra del
pasado, un pasado que había sido más glorioso que el presente y que a la vez
era un tiempo fundador del presente: la Edad Heroica de Grecia.
Para la cultura cristiana de la Edad Media, el recurso a la historia era, más que
nada, una prueba de autenticidad. Por ese motivo no tenían problemas en
incluir historias recientes, algo que incluso podía verse positivamente si
circulaban testimonios de lo que se contaba.

Además, para la Edad Media no es tan importante el protagonista de la historia,


sino la historia, el relato, el hecho mismo que se cuenta.
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Otro punto de diferencia importante es la relación entre el emisor y el


receptor. En la Antigüedad el exemplum se empleaba básicamente en los
alegatos, se utilizaba en la práctica judiciaria. Estaba destinado, por lo tanto, a
jueces que había que convencer o a los que había que hacer cambiar de opinión
pero este cambio de opinión no implicaba un cambio ético, un cambio concreto
en el receptor.

En la Edad Media, en cambio, el ejemplo venía de parte de un pedagogo o


predicador y el objetivo era precisamente transformar al auditorio.
11
III.2. El exemplum cristiano “primitivo”

Existe, por otra parte, un punto intermedio entre el exemplum antiguo y el


medieval y es el ejemplo cristiano de los primeros siglos de la era cristiana, del
siglo III en adelante que sería una adaptación del ejemplo antiguo.
Esta adaptación todavía trabaja con modelos vivientes, por ejemplo Abraham y
Job, por ejemplo, se van a presentar como modelos de paciencia, perseverancia,
tenacidad y obediencia a Dios.
Lo importante es que a partir de este momento se va a empezar a hacer
hincapié en la enseñanza por exempla.

III.3. Siglo XII

Desde los primeros siglos de la Edad Media el exemplum continúa su desarrollo,


en principio, dentro del medio monástico y va a llegar al medio urbano a finales
del siglo XII por la importancia que empieza a tener la predicación masiva. Y es
entonces cuando los ejemplos empiezan a difundirse en lenguas vulgares.

Esto era algo esperable dado que los ejemplos se usaban fundamentalmente en
la predicación y la predicación se hacía ya en ese momento, el siglo XII, en
lengua vulgar.

III.4. Siglos XIII y XIV

A partir del siglo XIII y con mayor vigor durante el siglo XIV, los ejemplos se van a
convertir en objetos “literarios” de consumo algo más extendido.
Como consecuencia de esta mayor circulación aparecen las colecciones de
exempla, se recopilan y se coleccionan estos pequeños relatos sin tener en
cuenta el discurso que les sirve de contexto.
El ejemplo, entonces, ya no va a estar insertado en un discurso mayor, sino que
se aísla, se extrae del sermón o de la lección y empieza a despertar interés el
relato en sí y por lo tanto a transmitirse separado de su contexto pero
formando colecciones.
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Una apostilla. Exemplum antiguo y exemplum medieval: no tan distintos

Jean-Yves Tilliette, por su parte, cuestiona esta supuesta diferencia entre el


exemplum antiguo de uso retórico y el ejemplo medieval del predicador o el
pedagogo.

Para ello, enumera algunas diferencias que ya estuvimos señalando: 1) el 12


ejemplo antiguo releva hechos o dichos de hombres ilustres y en el ejemplo
medieval se trata de un hombre del común. 2) La diferencia en el público, un
auditorio crítico y astuto en el caso del ejemplo antiguo y un auditorio más
ingenuo e inculto en el caso de la Edad Media. 3) Y en cuanto a la finalidad, el
ejemplo clásico apunta a la argumentación que se funda en una memoria
colectiva, sería retrospectivo; mientras que el ejemplo medieval al buscar la
conversión o transformación del receptor y promover una conducta piadosa,
sería prospectivo, orientado a futuro.
Lo que nota Tilliette es que todas estas diferencias marcadas por la crítica están
exclusivamente condicionadas por cuestiones extratextuales: por un lado, la
expectativa del público y por otro lo que está en juego en la demostración y la
argumentación.

La pregunta entonces es cómo se puede definir un recurso retórico si se la saca


de su contexto de circulación: el ágora, el tribunal o la curia.

En primer lugar, Tilliette define por su carácter argumentativo y por su


dimensión perlocutiva, por el intento de conquistar al público y el grado de
persuasión que quiere alcanzar.

Y lo que señala es que el exemplum medieval funciona de la misma manera,


como un argumento que busca persuadir y sería, entonces, simplemente una
modalidad del exemplum la que es retórica.

Estos dos aspectos le permiten definir al exemplum de la siguiente manera:

El exemplum (…) no es un contenido, es una función. Su finalidad


persuasiva no puede aprehenderse más que en relación a las marcas
internas de su enunciación y a su entorno contextual [sic]. (…) Para mí,
el exemplum medieval no es un “relato que apunta a persuadir”, sino
más bien “un modo de persuasión que asume a forma de un relato”
(1998: 65; comillas en el original).
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Lo que Tilliette destaca del exemplum retórico son fundamentalmente dos


aspectos: la función perlocutiva y un aspecto formal que había permanecido
relativamente desatendido, las marcas de enunciación en el exemplum.

Lo que el exemplum pone en escena desde el vamos es el acto de contar. Y esta


exhibición del procedimiento juega necesariamente con distintos niveles de
enunciación, con los distintos narradores o voces enunciativas que se suceden
al interior del relato, narradores que la estructura misma del exemplum (marco-
apólogo) requiere y despliega. 13

Y lo que puede observarse en los textos de la cursada (como el Decamerón o


Gargantúa y Pantagruel)
es que los textos van a
explotar a conciencia este
juego con los planos de
enunciación a partir del
procedimiento de cajas
chinas, mamushkas o
como quieran llamarlo…
de lo que se trata es de
un procedimiento
narrativo que consiste en
imbricar una narración
dentro de otra
generando así un efecto
de recursividad.

Lo que en los estudios Giotto, Tríptico de Stefaneschi (parte posterior), c. 1315


literarios denominamos Altar Mayor de la basílica de San Pedro, Vaticano
puesta en abismo (mise
en abîme) y que André Gide mencionará en sus Diarios recién en 1893, tiene su
origen en la heráldica medieval: se denominaba así al emblema que se
encuentra dibujado dentro de ese mismo escudo. Este procedimiento es lo que
puede apreciarse en el detalle ampliado del Tríptico de Stefaneschi de Giotto: la
figura arrodillada a la izquierda del trono tiene en sus manos y parece
contemplar una imagen idéntica a la del tríptico que la contiene.
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Las colecciones de exempla

Las recopilaciones por escrito de exempla comienzan a aparecer en el siglo XIII.


En la formación de estas colecciones funciona la idea de que los exempla son un
bien común, parte de ese acervo cultural comunitario, de un “saber” concebido
como una unidad acabada que debía transmitirse de generación en generación
y al que eventualmente podía agregársele material conocido.
14
En este punto, las colecciones de relatos ejemplares pasan a asumir una función
de efectos prácticos muy concretos: estas colecciones se utilizan para extraer
de allí el o los ejemplos que el predicador o el pedagogo necesita para insertar
en su discurso (el sermón, la clase, etc.). Con el paso del tiempo y las sucesivas
copias este material puede modificarse aunque lo que se observa en los
testimonios es que los relatos ejemplares permanecen relativamente estables y
pueden reconocerse después de siglos y distinguirse familias y variantes.

III.5. El exemplum y las moralejas

En el siglo XIV, algunas colecciones van a sufrir otra evolución, que en realidad
no afecta a la disposición de las colecciones, sino al tratamiento de los exempla:
a los ejemplos se les van a adjuntar moralejas.

Este recurso en realidad no es nuevo porque los predicadores ya moralizaban


los relatos en su discurso, pero en las colecciones solo se copiaba el relato y la
moralización corría por cuenta del predicador. Sólo a partir del siglo XIV se
pueden encontrar relato y moraleja juntos, reunidos en los textos.

Este fenómeno permite deducir un cambio notable en la circulación y recepción


de estos relatos ya que permite que el ejemplo pase de ser un instrumento de
predicación a ser un material de lectura individual precisamente porque ya
viene acompañado de una interpretación. El lector no necesita recurrir al
maestro o al párroco para “acceder al saber” ya que puede alojarlo en su
recámara, en un libro al alcance de la mano.
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IV. El exemplum y los géneros

Una vez que ya vimos estas generalidades, podemos plantear un primer


problema: ¿el exemplum es o no un género literario?

En relación con esta pregunta en particular Le Goff sostiene que el ejemplo es


una forma simple que se utiliza en varios géneros: la crónica, el sermón, los
tratados de educación. Y por eso es una forma paraliteraria, porque ingresa en
géneros diversos.
15
Claude Brémond va a desarrollar esta cuestión: señala que antes de
preguntarse si el exemplum medieval es un género hay que discutir otras
nociones de ejemplaridad, medievalidad, genericidad y literariedad.

En cuanto a la ejemplaridad, concretamente y resumiendo mucho su planteo,


se podría entender como la ilustración por medio de un caso particular de una
ley general o de una norma.

En cuanto a la medievalidad, dice que es muy complejo establecer los límites


temporales y espaciales de la Edad Media, y que antes de hablar del ejemplo
medieval es necesario definir qué se entiende por Edad Media.

Con respecto a la literariedad, Brémond sostiene que el problema es definir los


rasgos específicos de lo literario porque la noción de literatura es una noción
histórica anclada en un periodo muy concreto y desde luego posterior a la Edad
Media.

Finalmente, en cuanto a la genericidad, señala que se tiene en general la idea


de que coexisten géneros literarios con otros no literarios y el problema será
entonces cómo definir el género en relación con distintos discursos no literarios
que circulan simultáneamente. En este sentido, va a decir:

En cuanto a la idea de “género”, tenemos una noción intuitiva de lo


que puede ser un género literario: un conjunto virtual de obras con
una finalidad artística, en general escritas, que pueden ser
reagrupadas en una misma clase y designadas con un mismo
nombre porque presentan cierto número de rasgos distintivos en
común, tanto a nivel temático, como en cuanto a los usos
institucionales.

A partir de esta definición, somete a prueba el ejemplo, evaluándolo desde


todos estos puntos de vista: la temática, la elaboración formal y la comunicación
con el público.
Literatura Europea del Renacimiento y Barroco – 2020
Prof. Soler – El exemplum

Desde el punto de vista de la temática, para Brémond el ejemplo no constituye


ninguna unidad y, por lo tanto, más que de género literario, habría que hablar
de una fosa común donde hay cadáveres y restos de otros géneros ya que el
ejemplo toma material de todo tipo de relatos.

Y en cuanto a su elaboración formal, dice que parece no estar condicionado por


la intención de producir una obra de arte.

De este modo, lo único que podría servir para caracterizar el género sería la 16
función institucional del exemplum, el lugar que se le asigna con respecto a un
público en una circunstancia determinada, la función didáctica, de enseñar.

Desde este punto de vista, podría ser un género en el momento en que entra a
formar parte de las colecciones de ejemplos, porque cuando se trata de un
ejemplo en otro discurso, no podría en rigor considerarse la existencia de un
“género ejemplar”.

Sin embargo, como el exemplum no funciona, en principio, como agente de


placer estético ni responde a pautas temáticas ni formales uniformes, Brémond
va a decir que es un género didáctico y narrativo extraliterario.

La propuesta de Eloísa Palafox

Para responder a estos planteos y a este discurso sobre el género, hay un


estudio fundamental de Eloísa Palafox del año 1998, a Las éticas del exemplum:
los castigos del Rey don Sancho IV, el Conde Lucanor y el Libro de buen amor. En
la “Introducción” de este estudio (que ustedes tienen en el Campus como
lectura obligatoria) aporta una definición que recupera varios aspectos de las
que estuvimos viendo y aporta otros elementos desatendidos hasta el
momento.

En este estudio Palafox sostiene que no hay que pensar el exemplum como
género, sino como un método de conocimiento (algo que Salvatore Battaglia ya
había sugerido en 1965) y, al mismo tiempo, como estrategia discursiva.

El exemplum constituye un método de conocimiento porque se presenta, en


principio, como una forma de pensar el pasado y de utilizarlo para modificar el
presente. Las colecciones de exempla conformaron verdaderos repertorios de
conducta morales y era allí donde los predicadores recurrían para extraer
normas de conducta y testimonios para corregir cualquier desvío.
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Prof. Soler – El exemplum

En cuanto a la estrategia discursiva, Palafox sostiene que “consiste en la


utilización analógica de cierta información para defender una idea o un
conjunto de ideas” (18).

Los exempla que estaremos comentando en el curso recurren a la analogía, a la


semejanza como procedimiento básico para poner en contacto una situación
que se encuentra en el marco y un relato que se despliega en el apólogo como
respuesta a esa situación.

Como estrategia discursiva, continúa Palafox, fue fundamental para la 17


consolidación del discurso ejemplar (marco, prólogo, sentencias y ejemplo) que
fue contribuyó a afianzar las relaciones de poder de la Iglesia y las formas
básicas de las raíces del Estado.

Luego, agrega dos características que hasta este momento no se habían tenido
en cuenta para definir el exemplum: la teatralidad y la autoconciencia.

La teatralidad consistiría en las marcas que remiten al momento de


enunciación del ejemplo. En los ejemplos es común que haya un marco en
donde alguien que sabe le enseña a alguien que no sabe, lo cual remite a la
situación de enunciación.

La autoconciencia tiene que ver con las inquietudes que quedan marcadas en el
propio texto en lo que hace al problema de la recepción y, por lo tanto, de la
interpretación del relato que se está narrando. La representación de este
problema o metarreflexión sobre el sentido del texto es muy usual en los
textos ejemplares y cada vez más frecuente a partir del siglo XIV.

V. La influencia de Oriente

La particularidad del exemplum en Castilla se da a partir de la influencia


determinante de las colecciones orientales. España recibe toda la tradición
clásica y cristiana que estuvimos comentando hasta ahora, pero también la
recibe una frondosa tradición de cuentística oriental.

En Castilla vamos a tener dos grandes difusores de ejemplos en la península: la


Iglesia, por un lado, y la corte de Alfonso X por otro.

La Iglesia tomó una política cultural muy activa en toda Europa a partir del IV
Concilio de Letrán: en 1215 empieza a hacer hincapié en el hecho de acercar al
pueblo el mensaje divino y además de descubrir en la lengua vulgar una
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poderosa herramienta para ello. La Iglesia entonces comienza a utilizar el


ejemplo en la predicación como medio eficaz para ilustrar conceptos abstractos.

En cuanto a la corte de Alfonso, como consecuencia del trabajo de las escuelas


de traductores, se difunden en el siglo XIII recopilaciones de cuentos de origen
árabe que va a ser fundamentales para la configuración de la literatura española
medieval. Dos de estos textos son particularmente influyentes: el Calila e Dimna
y el Sendebar, textos que no vamos a dar este año.

El ingreso de estos cuentos orientales se da por vía escrita a partir del siglo XIII 18
pero en la península ya existía una circulación oral anterior debido al importante
intercambio cultural entre musulmanes, judíos y cristianos y este encuentro
cultural influyó, desde luego, en la circulación de las narraciones y relatos
ejemplares.

Esta cuentística oriental oral o escrita va a difundirse al resto de Europa desde


España y su versatilidad, su capacidad de adaptarse con facilidad a otros
discursos y formatos hace que estos relatos se difundan rápidamente.

La novedad que aportan estas colecciones es que van a enseñar a contar.


Porque en estas colecciones los relatos aparecen integrados en una estructura
mayor.

En el caso de la tradición occidental, observamos un fenómeno diferente:


circulaban narraciones breves con una relativa autonomía y se las insertaba en
un discurso de acuerdo a una finalidad de acuerdo a un contexto determinado.

En un segundo momento, todos estos relatos breves comienzan a reunirse en


colecciones de exempla en un proceso de acumulación.

Aspectos formales de la cuentística oriental

Las colecciones orientales, en cambio, funcionan de otra manera: incluyen un


marco que proporciona cierta unidad a todos estos relatos autónomos para
que no aparezcan aislados unos de otros.

En estos marcos va a haber dos elementos fundamentales que son la presencia


de un narrador y un auditorio (compuesto por muchas o una sola persona).

Y este narrador interno va a ser el que le cuente el exemplum al auditorio


interno. Se subraya de este modo, aunque se trate de un texto escrito, el
carácter oral que es la esencia del cuento y fundamental en el acto de contar. La
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presencia del narrador siempre constituye un elemento fundamental en la


cuentística oriental.

En cuanto al principio de organización general, Juan Paredes Núñez distingue


tres tipos de encuadre.

1) El primer tipo lo formarían los relatos que buscan modificar la situación


del marco, como sucede en las Mil y una noches: en este texto, como
recordarán, Sheherezade narra distintas historias (apólogos) para impedir
o al menos dilatar su muerte. Su ejecución (acción que se lleva a cabo en 19
el marco) se ve demorada o diferida por el relato.

2) El segundo tipo estaría formado por aquellos relatos que están


enmarcados por un diálogo en el que alguien pregunta y el otro
responde. Generalmente, el que pregunta es un hijo o un alumno y el
que responde es su padre o maestro. Y responde y enseña a través de
relatos. Uno de los ejemplos más conocidos en este caso es el del Conde
Lucanor y la obra de Don Juan Manuel es una gran explotación y
desarrollo de este tipo de enseñanza a través del relato, la transmisión
del saber narrativo.

3) El tercer tipo que distingue Juan Paredes Núñez es aquel en que contar
sirve para entretener a un auditorio, por ejemplo, en un viaje o en una
espera larga. Este es el caso del Decamerón de Boccaccio o de los
Cuentos de Canterbury de Chaucer. En el caso de esta última colección el
viaje se vuelve estructura.

Con el tiempo se podrá observar un proceso según el cual los


cuentos pierden paulatinamente su autonomía y pasan entonces
a desempeñar el papel de peripecias en la vida de un personaje que
se convierte en protagonista. Este proceso es parte de una
evolución posterior en el relato breve que se anuncia
tempranamente en castellano en el Libro del cauallero Zifar y que,
según algunas hipótesis, fue el modo en que se compuso el
anónimo Lazarillo de Tormes.
Literatura Europea del Renacimiento y Barroco – 2020
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El uso de los marcos puede presentar algunas complicaciones y esto se ve en la


estructura de cajas chinas o muñecas rusas.

Este procedimiento consiste en que los personajes de los exempla a su vez


narran otros exempla al interior del relato que también pueden llegar a
contener más relatos enmarcados. Este recurso genera una proliferación de
narradores y planos de enunciación que puede llegar a desdibujar la finalidad 20
concreta y el sentido único del relato.

La organización de relatos breves en esta estructura de cajas chinas es típica de


la literatura islámica y de ese modelo lo va a asimilar la literatura europea a
través de las traducciones castellanas que comienzan a desarrollarse a
mediados del siglo XIII, en algunos casos incluso antes del reinado de Alfonso X.

Es cierto que algunas obras de la Antigüedad, como las Metamorfosis de Ovidio,


presentaban un esquema parecido pero la riqueza enunciativa y el juego formal
que aportan las colecciones árabes es mucho más complejo y productivo.

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