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Tema Muestra CENOPOSICIONES (Tema 2)
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02 ECONOMÍA
Temario 1993
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INTRODUCCIÓN
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No resulta fácil precisar el comienzo de la Economía como disciplina científica, y por lo tanto,
tampoco podemos determinar el inicio de la utilización de una metodología para su construc-
ción.
A partir del año 1500, la Economía inicia sus primeros pasos como ciencia, denominándose
Economía Política. En una primera etapa, que abarca desde 1500 hasta 1750, la historia de las
doctrinas económicas da cabida al mercantilismo y a la fisiocracia.
Durante el mercantilismo, se da un enfoque metodológico del tipo empírico-realista, es decir,
no se dan leyes que expliquen el comportamiento económico y posteriormente lo contrasten,
sino sugerencias y normas de conducta asistemáticas que pueden conducir a los Estados por el
camino del bienestar y la prosperidad.
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Aunque la fisiocracia convive con el mercantilismo en los últimos años de la primera mitad del
siglo XVIII, supone un planteamiento totalmente distinto. El método de los fisiócratas, de los
que Francois Quesnay es el primero y principal representante, se encuentra a caballo entre lo
inductivo y lo deductivo, pues si con frecuencia tenían los ojos puestos en la realidad y conce-
bían sus leyes basándose en abstracciones a partir de fenómenos de la vida real, no descartaban
la utilización del razonamiento deductivo en muchas de sus argumentaciones teóricas.
En una etapa posterior, aparecen economistas como Adam Smith, David Ricardo, Thomas R.
Malthus y John Stuart Mill, que forman parte de la denominada Escuela Clásica de la Historia
de la Economía. Éstos no utilizan un método común, pero todos ellos coinciden en el empleo
de un método abstracto y deductivo heredado del racionalismo.
Elaboran un cuerpo de leyes y principios del funcionamiento económico, sin preocuparse de
contrastarlos con la realidad, ya que para ellos basta que el razonamiento en que se fundamen-
tan esté hecho correctamente conforme a las reglas de procedimiento deductivo. Sin embargo,
Adam Smith y Thomas R. Malthus no descartan del todo la utilización del procedimiento
inductivo.
David Ricardo, el principal analista teórico entre los clásicos, utiliza casi exclusivamente el
método deductivo y abstracto, preocupado por el enunciado de leyes de carácter general, sin
preocuparse jamás por el problema de la contrastación empírica de sus teorías.
John Stuart Mill fue un revisionista que denominó su método «composición de fuerzas». Com-
bina el método a posteriori con el método a priori; el primero, inductivo, se usaría para descu-
brir qué leyes obran en cada caso; el segundo, deductivo, para combinar estas leyes y, como en
un paralelogramo de fuerzas, obtener la ley resultante.
Uno de los grandes economistas de la historia es, sin duda, Karl Marx. Su obra económica debe
considerarse como una síntesis de las tres corrientes intelectuales dominantes en su época: la
economía política inglesa, la filosofía alemana y el socialismo francés.
En esencia, el método de Marx se divide en tres etapas: una primera, de abstracción, me-
diante la que se aislan conceptualmente los elementos esenciales del proceso económico; una
segunda, denominada de concretización progresiva, con la cual, en el curso del desarrollo, se
introducen elementos cada vez más particulares del proceso económico, y una tercera etapa, la
de verificación, consistente en confrontar los resultados obtenidos con el proceso económico
real.
La tradicional oposición entre los métodos, tras una breve pausa, vuelve a reanudarse en las
últimas décadas del siglo XIX. Por una parte tenemos el método psicológico y el método mate-
mático. Por otra, nos encontramos con el institucionalismo y el método estadístico.
La primera de las corrientes constituye lo que puede denominarse el enfoque tradicional, que
abarca el período 1880-1900, es decir, el período neoclásico, e incluye en su seno, entre otros,
a Marshall, Pantaleoni, Walras, Pareto, Jevona, Von Bohm-Bawerk, Von Wieser, Cassel, Wick-
sell y J. B. Clark. Su método se basa en los tres pilares siguientes:
Establecer un canon metodológico: la ciencia debe tender a la generalización, lo que supone
aceptar un «principio económico general», según el cual todo sujeto tiende a organizar el
comportamiento de tal modo que obtenga la máxima satisfacción personal.
Los principios elaborados por la teoría económica neoclásica están dotados de una validez
universal y necesaria.
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Aunque resulta muy complejo establecer el comienzo de una nueva etapa en el campo me-
todológico, la conocida obra de Robbins Essay on the Nature and Significance of Economic
Science, publicada en 1932, constituye el inicio de una nueva controversia en torno al método
en la ciencia económica.
La opinión de Robbins con respecto al método científico queda resumida en el siguiente párra-
fo: «las proposiciones de la teoría económica, como las de toda teoría científica, son, evidente-
mente, deducciones a partir de una serie de postulados. Cuando se ha comprendido plenamente
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la naturaleza de estos postulados, no caben extensas disputas sobre la existencia de sus con-
trapartidas en realidad. No necesitamos experimentos controlados para establecer su validez;
hasta tal punto son hechos que salen al paso de la vida diaria, que basta con enunciarlos para
reconocerlos como obvios. El hecho es que los complicados teoremas del análisis avanzado
dependen, en último término, de postulados de este tipo, y la potencial aplicación de las pro-
posiciones más amplias de la ciencia económica deriva de la existencia de las condiciones que
suponen».
El método resulta claramente deductivista y supone un espaldarazo a la línea más ortodoxa del
pensamiento económico clásico y neoclásico. Como indica el economista Luis Angel Rojo,
«Robbins concebía la ciencia económica como un cuerpo de deducciones a partir de una serie
de postulados que implicaban hechos simples de la experiencia referentes a la escasez».
El trabajo de Robbins pronto será replicado, y lo será principalmente por un empirista que
había seguido al filósofo austríaco Wittgenstein, nos referimos a Hutchison, que, con su obra
The significance and basic postulates of economic theory, publicada en 1938, propone una
reacción enérgica en contra de la utilización del método deductivo en economía. Hutchison,
frente al apriorismo y al deductivismo de Robbins, ofrece el método empírico de contrastación
o verificación.
Es decir, para Robbins y los seguidores del método deductivo no era posible buscar en la con-
trastación empírica un criterio de selección de la validez de las teorías, la cual debería quedar
determinada por su correcta deducción a partir de unos supuestos básicos e indiscutibles.
Para Hutchison y los seguidores del método empírico el cuerpo central de las proposiciones
de la teoría económica ortodoxa se basaba en proposiciones tautologías, lo que conducía con
frecuencia a una posición circular, en cuanto se suponía como axiomático lo que era necesa-
rio aprobar: en definitiva, para demarcar correctamente la economía como ciencia era preciso
abandonar este método y buscar sistemáticamente la contrastación empírica de sus hipótesis y
teorías.
Los principales métodos, desarrollados a partir de principios del siglo XX y que se han trasla-
dado al campo de la Economía han sido los siguientes:
Frente al criterio de verificación positiva, Popper, sin apartarse de la línea empírica, propuso
para la investigación científica en general, el método de contrastación deductiva, según el cual
una hipótesis debe ser formulada previamente, y después sometida a un proceso de contrasta-
ción. Además, frente a la verificación positiva como criterio de validación de teorías, propone
el criterio de falsabilidad, que consiste básicamente en aceptar una proposición como científica
sólo cuando es empíricamente refutable, esto es, cuando queda abierta a la posibilidad de ser
refutada por una contrastación empírica contraria.
Esta línea de pensamiento es la seguida por Milton Friedman en su Metodología de la econo-
mía positiva. Mantiene que la única prueba decisiva de validez de una hipótesis es la compa-
ración de sus vaticinios con la experiencia, y añade que la evidencia de un hecho nunca puede
probar una hipótesis, únicamente puede evitar el que sea desaprobada, que es lo que en general
expresamos cuando decimos algo inexactamente, que la hipótesis ha sido confirmada por la
experiencia.
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El problema en cuanto a la verificación positiva surge para Friedman del empeño por contrastar
el realismo de los supuestos, ya que una teoría no puede probarse comparando el realismo de
sus supuestos directamente con la realidad. Un realismo completo en Economía es inalcanza-
ble, y la cuestión de si una teoría es bastante realista sólo se puede resolver comprobando si sus
predicciones son bastante buenas para el propósito que se persigue.
Esta metodología popperiano-friedmaniana es ampliamente aceptada por un grupo muy nu-
meroso de economistas, aunque también cuenta con detractores. Como señala el economista
Blaug «la idea de la irrelevancia de los supuestos irreales, siempre que la teoría deducida a
partir de los mismos culminase en predicciones falsables, era convincente para los economis-
tas, inclinados, por hábito y una larga tradición, a considerar su materia desde una perspectiva
puramente instrumentalista». Pero los detractores surgen como consecuencia del nihilismo a
que puede conducir una aplicación estricta y dogmática del método falsacionista, dogmatismo
que, por otra parte, nunca ha sido aplicado en los programas de investigación económica, ya
que, como señala Blaug, «el principio de tenacidad» aparece con frecuencia en la historia de
la economía pura.
XX La tesis de Lipsey
XX El criterio de Kuhn-Archibald
Una interpretación diferente, incluso antagónica, del proceso científico, es la debida al físico
Thomas Kuhn. Su enfoque, menos rígido y formal que el de Karl Popper, parte del hecho de
que en el panorama de la historia de la ciencia existen períodos alternativos de normalidad, o
de «ciencia normal», y períodos de «crisis». En la fase de «ciencia normal», en la que se acepta
un cuerpo esencial de teoría, van surgiendo situaciones que no pueden explicarse de forma
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convincente, a las que Kuhn denomina «anomalías». Estas anomalías se van acumulando hasta
llegar a desplazar a la teoría originaria o establecida. Con el tiempo, una de las nuevas teorías
triunfa y se convierte en un paradigma, o teoría comúnmente aceptada, sin la cual -dice Kuhn-
se produce la confusión y la crisis.
Esta tesis no tiene, por supuesto, el enfoque normativo de la de Popper, ya que se trata tan sólo
de una descripción del proceso de la ciencia, pero, basándose en ella, G. C. Archibald pretende
desarrollar una doctrina normativa, que se encuentra resumida en un artículo sobre los aspectos
metodológicos de la teoría general de Keynes.
En primer lugar, Archibald comienza por no creer en la posibilidad de refutaciones, pero si
las teorías no son refutables, hay que encontrar otra noción normativa que sustituya el aspecto
normativo de Popper.
En este sentido, Archibald propone una regla de demarcación basada en la «comparabilidad»
en lugar de la «refutabilidad». Considera científica una proposición si tiene la característica de
que su verdad o probable verdad puede ser comparada con la de otro enunciado, recurriendo a
la observación. Dentro de este esquema, considera la refutación de Popper como un caso límite,
ya que se trataría de una comparación entre una proposición y su negación.
Una de las ventajas más importantes de este nuevo criterio de demarcación es que, al ser
más flexible, permite una recurrencia y un mejor aprovechamiento de paradigmas anteriores:
«Puesto que la comparación no es conclusiva, siempre resulta posible sacar del arca el antiguo
paradigma y utilizarlo de nuevo si es útil, mientras que, desde luego, si hubiese sido refutado,
sería incorrecto proceder así».
Con respecto a la «revolución keynesiana», la opinión de Archibald es que no sustituyó a la teo-
ría clásica como consecuencia de una refutación de la misma, al estilo popperiano, sino a causa
del creciente malestar y falta de satisfacción producidos por aquellos fenómenos que no eran
explicados. Es decir, según Archibald, la aparición de un conjunto creciente de «anomalías» en
torno a la explicación dada por el paradigma clásico a los fenómenos económicos del final de
los años veinte hizo que se produjera una revolución científica en el campo de la economía y la
aparición de un nuevo paradigma, el keynesiano.
Tampoco el nuevo criterio de Kuhn ha tenido una aceptación definitiva, y pronto han surgido
críticas tanto a los conceptos de paradigma y de revolución científica como al método de com-
paración sugerido por Archibald. Una de las más brillantemente elaboradas es la de Blaug, el
cual se adhiere a la metodología lakatosiana en su explicación del progreso científico en eco-
nomía, rechazando la explicación kuhniana de las revoluciones científicas.
Lakatos coincide con Kuhn en el predominio de los paradigmas (en su terminología, «Progra-
mas de Investigación Científica») sobre los datos, pero admitirá con Popper que son finalmente
los datos los que deciden el cambio en las teorías científicas. Según Lakatos, todo programa de
investigación consta de dos componentes distintos: un núcleo firme, constituido por las ideas
centrales y un cinturón protector de ideas auxiliares, cuya misión es precisamente impedir
que el núcleo pueda ser refutado empíricamente. Lakatos considera que nunca una teoría pue-
de ser falsada por un hecho. Los datos en contra de una teoría son simples «anomalías». Toda
teoría, en la medida que no explica todo, convive con numerosas anomalías simultáneamente.
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Ante las anomalías puede reaccionar de dos formas distintas: sencillamente desentendiéndose
de ellas o incorporándolas al cinturón protector. En cualquier caso, el núcleo de la teoría o
programa de investigación se mantiene intacto. La falsación de una teoría no la producen los
datos empíricos sino la aparición de una teoría mejor. Según Lakatos, una teoría es mejor que
otra cuando:
Puede predecir hechos que la anterior no predecía.
Explica el éxito de la teoría anterior.
Corrobora empíricamente su contenido.
Lo que caracteriza a una buena teoría, o según Lakatos: «Programa de Investigación Progresi-
vo», es su capacidad para predecir e incorporar hechos nuevos, frente a otras teorías o «Progra-
mas de Investigación Regresivos», que se limitan a explicar lo conocido. Un programa puede
ser progresivo teóricamente, cuando realiza predicciones nuevas aunque no sean corroboradas,
o empíricamente, cuando corrobora alguna de esas predicciones. Un programa progresivo pue-
de dejar de serlo cuando agota su capacidad predictiva y se muestra incapaz de extenderse
hacia nuevos dominios. Y, a la inversa, un programa regresivo puede convertirse en progresivo
si logra hacer nuevas predicciones parcialmente corroboradas.
Lakatos mantiene que una nueva teoría se impondrá sobre otra vigente, cuando además de ex-
plicar todos los hechos relevantes que la primera explicaba, se enfrenta con éxito a algunas de
las anomalías de las que la teoría anterior no podía dar cuenta. Así se asegura una continuidad
entre las teorías sucesivas. Esta continuidad es consistente con el carácter acumulativo del pro-
greso del conocimiento económico.
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como «es malo robar» o «es inmoral mantener relaciones sexuales con una persona del mismo
sexo» no se puede resolver acudiendo a observaciones empíricas. Las proposiciones normati-
vas se pueden discutir racionalmente, pero usando técnicas racionales diferentes a las usadas en
las proposiciones positivas. Por esta razón es conveniente separar las investigaciones positivas
de las normativas. Esto no se hace porque las primeras sean más importantes que las últimas,
sino simplemente porque deben ser analizadas por métodos diferentes.
Habiendo hecho la diferenciación básica entre proposiciones positivas y normativas, nos referi-
remos a una serie de puntos que requieren atención. Aunque nos referimos a ellos brevemente,
cualquiera de ellos puede ser objeto de una amplia discusión.
XX La clasificación no es exhaustiva
Una clasificación es exhaustiva si toda proposición puede ser situada en una u otra de las clases
definidas. No todas las proposiciones pueden ser clasificadas como positivas o normativas. Por
ejemplo, existe una clase muy importante, llamada proposiciones analíticas, cuya veracidad o
falsedad depende sólo de las reglas de la lógica. Estas proposiciones no son ni normativas ni
positivas. Consideremos la frase «si toda X tiene la característica Y, y Z pertenece a X, entonces
Z tiene la característica Y». Esta proposición es cierta por las reglas de la lógica, y es cierta para
cualquier cosa por la que sustituyamos X, Y y Z. Por lo tanto, la sentencia «si todos los hom-
bres son inmortales, y si usted es un hombre, entonces usted es inmortal» es una proposición
analítica verdadera. Nos dice que si dos cosas son verdaderas, entonces la tercera también lo
es. La veracidad de la proposición no es dependiente de la veracidad de sus partes individuales.
En realidad, la proposición «todos los hombres son inmortales» es una proposición positiva que
ha sido ampliamente refutada por millones de muertes, sin embargo, no existe una evidencia
empírica sobre la mortalidad de los hombres capaz de negar la sentencia «si todos los hombres
son inmortales, y si usted es un hombre, entonces usted es inmortal».
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dejan que sus juicios de valor interfieran en el análisis de la evidencia. De todas maneras, la
diferencia entre lo que es y lo que debería ser es una luz que guía a la ciencia. La capacidad
de hacer esto, aunque sea imperfecta, es confirmada por la aceptación de muchas ideas que
en principio resultaban extremadamente desagradables, ideas como la edad de la Tierra o la
evolución del hombre a partir de otras especies animales.
Algunos críticos han supuesto erróneamente que los economistas deben investigar sólo con
proposiciones que sean positivas y contrastables. De hecho, los economistas positivos con-
sideran a menudo la corrección de las proposiciones analíticas: «¿se deduce realmente una
determinada predicción de un conjunto de determinados supuestos?». Además, las teorías de
las que se deducen proposiciones positivas y contrastables a menudo contienen supuestos no
contrastables. Los economistas tampoco deberían rehusar a discutir juicios de valor mientras
sepan lo que están haciendo.
El hecho de que la economía positiva no incluya cuestiones normativas (debido a que sus
instrumentos son inapropiados) no significa que los economistas deban interrumpir su investi-
gación en el momento en el que surja la palabra «debería». La búsqueda de lo que parece ser
una proposición normativa hace que a veces salgan a la superficie hipótesis positivas de las que
depende nuestra conclusión «debería».
Por ejemplo, a pesar de que la mayoría de la gente tiene sentimientos claros sobre el control
estatal de la industria, probablemente muy pocos creerán que el control es bueno o malo en sí
mismo. Su defensa u oposición se basará en ciertas creencias sobre relaciones que pueden ser
clasificadas más como hipótesis positivas que como hipótesis normativas. Por ejemplo: «el
control estatal reduce (o aumenta) la eficacia, cambia (o no cambia) la distribución de la renta,
lleva (o no lleva) a un aumento del control estatal en otras esferas». Un estudio cuidadoso de
este tema tan delicado revelará una agenda básica para una investigación de economía positiva
que podría mantener ocupado a un equipo de economistas investigadores durante una década.
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desde otros criterios valorativos, buscando la más fructífera, es decir, la que mejor explique los
hechos observados, y que esté siempre dispuesto a aceptar los límites impuestos a la interpreta-
ción por los conocimientos empíricamente contrastados, en los niveles de las diversas Ciencias
Sociales positivas, y por los hechos objetivamente establecidos».
Siguiendo a Hutchison, podemos agrupar en tres grandes categorías los juicios de valor que, de
forma más o menos intencionada, forman parte del análisis económico:
1. Juicios de valor denominados «precientíficos»
Son introducidos en la fase que precede al proceso científico. Éstos, inevitables en cualquier
ciencia, y por tanto en la Economía, condicionan la fase positiva del análisis, que no por ello
pierde su carácter científico. Se manifiestan en dos momentos:
−− En la elección de los problemas que han de ser estudiados.
−− En la elección de los criterios epistemológicos aplicables en función del método científico
que aceptamos y aplicamos en la investigación.
2. Juicios de valor denominados «postcientíficos»
Son introducidos una vez que la teoría ha sido formulada, y se refieren a la elección de las
distintas políticas y a la selección de los objetivos, cuando la teoría está siendo aplicada a
la política. Influyen, por tanto, en la fase normativa y, en consecuencia, son inevitables a la
hora de hacer recomendaciones políticas sobre lo deseable o no de terminados objetivos y
sobre el grado de prioridad asignado a los mismos.
Sin embargo, estos juicios no son, lógicamente, inevitables si en lugar de hacer recomen-
daciones políticas para la consecución de determinados fines, nos limitamos a plantear el
problema en términos técnico-hipotéticos, ensayando, no recomendando, diversos objetivos
y viendo la forma en que pueden ser alcanzados con distintas políticas alternativas.
Con base en esta argumentación, por parte de algunos ortodoxos se ha planteado la po-
sibilidad de objetivar no sólo el conocimiento positivo sino el normativo, planteando los
problemas de política económica como una simple relación entre fines y medios, en la que
la misión del economista se reduce a la posición del técnico que resuelve un problema de
adecuación de medios a fines, que le vienen dados desde fuera, y sobre cuya conveniencia
no le está permitido manifestarse.
3. Juicios de valor que influyen en la fase de selección de las teorías aplicables
Cuando se trata de hacer exposiciones o predicciones (de naturaleza positiva) o recomenda-
ciones (de naturaleza normativa).
En este período de elección de la teoría existen «visiones» o prejuicios, consecuencia de
posturas ideológicas que se manifiestan:
−− En la explicación de los hechos a través de una determinada teoría, seleccionada de an-
temano.
−− En la contrastación empírica, reduciendo la zona de hipótesis, o sesgando la interpretación
de los hechos.
−− En la selección de los datos históricos usados en la contrastación (elección de la fuente
más conveniente), que a veces están distorsionados intencionadamente.
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A modo de conclusión, la Economía, que es tanto una ciencia como un arte, se estudia por
diversas razones: para comprender los problemas a los que se enfrenta el ciudadano y la fa-
milia, para ayudar a los gobiernos a fomentar el crecimiento y mejorar la calidad de la vida,
evitando, al mismo tiempo, la depresión y la inflación, y para analizar los fascinantes patrones
de conducta social. Dado que tanto en la vida diaria como en las cuestiones nacionales hay
aspectos económicos, es esencial tener unos conocimientos básicos de Economía para que los
individuos y las naciones tomen decisiones sensatas.
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BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA REFERIDA
FERNÁNDEZ DÍAZ, A.; PAREJO GAMIR, J. A. y RODRÍGUEZ SAIZ, L.: Política económica. Ed. McGraw Hill Ibe-
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FISCHER, S. (et. al.): Economía. Ed. McGraw Hill Iberoamericana de España. Madrid, 1989.
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SAMUELSON, P. A. y NORDHAUS W. D.: Economía. Ed. McGraw Hill Iberoamericana de España. Madrid,
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