CAPiTULO DOS
Odio en la escuela
Cuando terminaron de tomar el café, afuera diluvia-
ba y adentro, apenas habia claridad. Mientras Quinteros
se levantaba para encender la luz, la periodista control6
la cinta de su grabador y después, apretd los botones para
seguir con el reportaje.
—Comisario, ,qué era lo que me habia contado de la
maestra de matemiatica? De Dora digo..
—Bueno, lo tiltimo que le conté fue que se descom-
pusoy que todo lo que los médicos intentaron results inutil.
No sabe la impresion que tuvimos al recibir la noticia, pero
eso no fue nada comparado con el espanto que sentimos
cuando, un dia después, la policia fue y le dijo ala directora
que la sefiorita Dora también habia muerto envenenada...
La noticia nos cayé como una bomba a todos, espe-
cialmente a los chicos mas grandes que entendiamos
mas lo que habia pasado. No hubo quien nos parara; nos
Ja pasabamos escuchando hasta detras de las puertas.
para colmo, en mi casa se comentaba toda novedad que
se sabia del caso. jBah! Qué digo en mi casa? En todas par-
tes, cada noticia corria como un reguero de pélvora. Todos
decian que sabian algo y los que no sabian, inventaban
ilmaginese...!
—van a tener que hablar con cada uno de nosotros
dijo un dia la portera que se hacia la entendida-, Aca
todos somos sospechosos
15 4Dicho y hecho. Al dia siguiente, corrid el rumor de
que habian empezado a llamar a las maestras para inte-
rrogatlas. Algunos chicos comentaban que la profesora de
Plastica estaba nerviosa porque, justamente el dia del crimen
a la mafiana, habia tenido un cambio de palabras con la
sefiorita Dora. Parece ser que mi maestra de Matematicas
le habia roto no se sabe si a propésito o sin querer- las
hojas del discurso que la profesora de Plastica habia escrito
para el acto del 9 de Julio.
—Con el trabajo que me dio y no tengo copia. 7A
usted le parece? -aseguran que dijo-. Esta mujer... Es para
mataria...!
Otra que tampoco estaba tranquila era la maestra
de segundo grado porque ella si que habia tenido una
discusion bastante fuerte con la senorita Dora. Me acuer-
do que la maestra de segundo habia llenado el fondo del
patio con plantas y la sefiorita Dora no tuvo mejor idea que
quemarlas con un encendedor.
—j¢Quemé las plantas con un encendedor?! -se
extranio la periodista.
—si, tal como oye dijo el comisario.
Y después agrego que la directora habia tratado de
calmar a las maestras y de silenciar los comentarios.
—Pero -suspir6 Quinteros-, lo cierto era que la
escuela se habia convertido en un hervidero de temores
y conjeturas. Claro que esas maestras no eran las tinicas
que se sentian bajo sospecha. Con la sefiora Lago tambien
habia discutido. Resulta que ella y la senorita Dora no
hacian mas que tener diferencias por nosotros y por una
cuestion vieja que tenian. La misma seforita Dora nos
conto que afios atras, habia hecho repetir el grado al hijo
de la sefiora Lago y, entonces, cuando habia algtin problema
con uno de nuestros compafieros, la sefiora Lago, que le
conocia las vueltas, lo defendia a capa y espada
16 ¢Porque, para ser sinceros, habia que aguantarla ala
sefiorita Dora. Hasta siete malas notas en un dia lego a
poner, y amas de un chico y mas de una vez
Pero lo cierto es que la portera no estaba equivocada.
La gente de Investigaciones hablé con cada una de las
maestras, incluyendo al personal de limpieza y a la
directora. En especial a la directora, porque dijeron que
ella y la senorita Dora habian tenido una discusion por
un chico, un compafiero mio justamente, Moreira se
lamaba.
—fstaba por pedir que la sacaran del colegio -dijeron
que habia dicho la directora~. Aqui ya no la aguantaba
nadie y ella tampoco aguantaba nada de nadie. En los
iltimos tiempos, se las habia agarrado con Emilia, la coci-
nera, pobrecita, que no hacia mas que llorar. 3A quién se le
iba a ocurrir pensar que terminarian asi las dos? No sé, no
sé, pero bien malo debe ser el que le hizo semejante cosa. Y
aca, en el colegio, casi delante de los chicos. ;Qué disparate!
Desde que pas lo que paso, no puedo vivir tranquila.
—A esas alturas continuo el comisario Quinteros-,
nosotros, los de séptimo, también estabamos preocupados,
pero no sélo por los crimenes, que era el tinico tema que
tocdbamos, sino, ademas, por otra cosa:las notas dela prueba
de matematicas que habia tomado la sefiorita Dora.
—iay, es cierto! Entonces, zhabian aparecido?
=pregunt6 la reportera.
—No se apure que a eso iba. Primero, tengo que
hablarle de Anahi porque, en esta historia, jugé un papel
muy importante...
Ella y yo fuimos juntos al colegio desde pri-
mer grado. Aunque, en los tltimos afios, nos trataba-
mos como enemigos. Todo por las famosas notas,
a4asi que nos sacdbamos chispas. Queriamos ser los mejores
en todo, mejor compaiiero, mejor alumno. Nos peleabamos
por la bandera. Los dos la queriamos para fin de aio y,
como podia haber solamente un abanderado, viviamos
compitiendo. Pero volviendo al tema de la muerte de la
maestra, una tarde, casi a mediados de julio, los chicos nos
Tamaron a ella y a mi y nos dijeron que querian que hicié-
ramos algo importante.
No tuvieron mejor idea que pedirnos que fuéramos
alacasa de la sefiorita Dora a buscar las pruebas ¢e mate-
maticas.
—jUstedes estan locos! dijo Anaht-. No pienso ir.
—Yo, si ~dije para hacerla rabiar.
Yo no sabia qué me pasaba con esa chica, pero si
habia algo que me encantaba era hacerla enojar. Cuando
se ponia furiosa, tenia los ojos tan dorados que parecian
dos monedas,
iY los chicos! No habia terminado de decir que pen-
saba ira la casa dela maestra cuando ya estaban haciendo
bochinche. Entre paréntesis, le diré que no habia pasado
mucho tiempo cuando ya me habia arrepentido de haber
abierto la boca; pero, ;quién se animaba a echarse atras
con toda esa banda haciendo lio? Ademas, estaba Anahi
que, por no ser menos, también habia aceptado. Arora, ile
hub‘era visto la cara a la salida...!
—iNo me diga que fueron! ~dijo la reportera,
—Afirmativo, senorita, fuimos.
—2¥? {Les dieron las pruebas?
El comisario se levanté dela sillay dio unos pasos alre-
dedor del escritorio mientras miraba por la ventana.
—Parece que ya no Tlueve tanto ~dijo.
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