su cara, su aspecto en general, tan parecido ala
gente de teatro, colijo que debe ser copista.
—Todo eso me parece bien razonado. Pero,
ya que esta usted tan seguro de lo que dice, spor
qué no lo ha hecho detener por un agente de
policia?
—Por muchas razones, de las que s6lo le diré
la principal. Ese hombre, el asesino, es un hom-
bre honrado, que ha asesinado en defensa propia
o de su honor. Y como estoy viendo salir de sus
labios otra pregunta, me adelanto a contestarla.
Cuando fijé mi atencién en ese hombre, estaba
contemplando un medallén que lleva de dije en
la cadena. Al acercarme a él, vi en el medallén
un retrato de mujer. {Tiene usted algo mas que
preguntar?
—Nada. Me ha convencido usted. Veo la 16-
gica de su razonamiento y me declaro un tonto
por no haber visto, sino todas, algunas de esas
cosas que usted ha visto y que tan claras me
resultan ahora.
Sherlock Holmes no se habia equivocado. En
un horno de ladrillos situado a pocas cuadras de
la calle Colegiales fue encontrado el cadaver de
un hombre rubio, de unos 25 afios de edad con
cinco pufialadas, dos de ellas mortales.
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