Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Reformas Constitucionales e Institucionalidad en América Lat
Reformas Constitucionales e Institucionalidad en América Lat
Bolivia y Ecuador pretenden afrontar los problemas que atraviesan con reformas
constitucionales. ILSA consultó a Eduardo Cifuentes, Decano de la Facultad de Derecho de la
Universidad de los Andes y antiguo presidente de la Corte Constitucional acerca de la
viabilidad de estas medidas. Jürg Schiess:Instituto Latinoamericano de Servicios Legales
Alternativos, ILSA Correo de contacto:schiess@ilsa.org.co
Tanto Bolivia como Ecuador tratan de resolver sus problemas políticos, económicos y
sociales mediante una reforma constitucional. ¿Con razón? Eduardo Cifuentes: Sin conocer
a fondo la problemática de estos países, es muy difícil determinar desde afuera si la terapia
constitucional es la más adecuada. En todo caso, he leído ambas Cartas políticas y como
gobernante o ciudadano las aceptaría. Pertenecen a la generación de Constituciones
latinoamericanas de las últimas tres, cuatro décadas que no son arbitrarias de ninguna
manera y presentan un avance muy importante en la democratización de la región.
Creo que tiene que ver con que en América Latina reina el fetichismo constitucional, la
creencia un poco naif o cándida de que con una gran reforma constitucional se puede crear
el momento político necesario para construir una sociedad y un Estado estable y más
igualitario.
Así es. Considero que los cambios en una sociedad realmente no dependen de las normas
constitucionales. Eso ha sido una regla que uno puede deducir de todo lo que ha pasado en
los últimos 100 años en América Latina. Se sobreestima la incidencia que una nueva
Constitución puede tener en las relaciones reales de poder.
Usted señala que los países latinoamericanos disponen de los marcos constitucionales
adecuados para superar sus dificultades. No obstante siguen afectados regularmente por
graves crisis de cualquier índole y por problemas estructurales profundos. ¿Por qué?
Tener una buena Constitución es una cosa. Vivirla y aplicarla con coherencia y decisión, es
otra. En muchos casos, las Cartas políticas no están lo suficientemente interiorizadas – ni
por los actores ciudadanos, ni por las mismas autoridades. En Colombia, por ejemplo, la
Constitución de 1991 aún está lejos de materializarse en la vida cotidiana.
Las crisis que ha vivido Colombia en los últimos años tienen como referencia la Constitución
de 1991. La conciencia de que existe un déficit democrático, del Estado social, de la eficacia
del Estado o de la cobertura de los servicios públicos se hace a partir de lo que la Carta
exige. Ya no se discute si lo que ella señala es necesario y debe cumplirse o no, sino que se
busca cambiar la realidad para que ésta se ajuste a las exigencias constitucionales. De este
modo, se está formando la cultura político-democrática necesaria para que se respete la
Constitución y se entronice en la realidad. Obviamente, este proceso va a durar décadas.
Sin duda. Se puede decir, entre otras cosas, que hoy día hay más conciencia en lo que
respecta a los derechos fundamentales. Las personas entienden que sus derechos pueden
ser exigibles y las autoridades, que su función es la de avanzar en la realización efectiva de
estos mismos derechos. Además, esta cultura de paz que engendró el movimiento
constituyente en 1991 y que se plasma en la Constitución, este rechazo a la vía armada
como forma de buscar soluciones a los problemas nacionales, marca cada vez más a la
sociedad colombiana.
Sin embargo, el gobierno actual apuesta por una solución estrictamente militar del conflicto
armado
Sí. Pero si usted verifica cuál es el programa de la oposición, o sea el que va muy
probablemente a determinar la política nacional en el futuro, ve que coincide
fundamentalmente con los postulados y el espíritu de paz de la Carta.
Por un lado, tenemos que avanzar, por ejemplo, en términos de la educación ciudadana, hay
que mejorar los procesos electorales, y los programas de los partidos políticos deben
corresponder más a las exigencias de la constitución. Además, el cambio cultural es también
cuestión de un crecimiento económico que permita satisfacer las necesidades de la
población.
Lo más importante es que la Constitución reúna el nivel máximo de consenso posible y que
no sea simplemente la proclamación de los propósitos efímeros de un movimiento.
Afortunadamente, la Carta de 1991, así como todas las grandes reformas constitucionales
en Colombia, surgió de un previo consenso maduro y no fue el fruto de la captura del Estado
por un movimiento, de la imposición casi forzosa de la visión de un sector político a los
otros. Una Constitución que no es la expresión de la voluntad política de todos los sectores
reales del poder no perdurará y, por lo tanto, tampoco generará una cultura sostenible en
torno a ella. Más bien, contiene el peligro de que erosione la institucionalidad y lleve a un
nuevo caudillismo.
¿Por qué?
Si cada nuevo movimiento que tiene una clara mayoría, creyera que la gobernabilidad del
país depende de una reforma constitucional, estas Constituciones serían simplemente la
expresión de las exigencias de los gobiernos de turno. Esa mecánica política es la negación
del juego democrático, una bomba atómica para la institucionalidad y el debilitamiento de
la Constitución como marco mínimo de convivencia y como garantía de los derechos de
todas las personas, tanto de la mayoría como de la oposición.
¿Cómo juzga usted los procesos constitucionales en Bolivia y Ecuador: la nueva Constitución
se concentrará únicamente en las ideas y las visiones de un solo movimiento o se creará una
basada en un consenso político amplio?
Es difícil contestar esta pregunta. En todo caso existe cierto riesgo de que ocurra lo mismo
que en Venezuela donde la constitución de 1999, impulsada por Hugo Chávez, es un
instrumento de una mayoría contra los que no están en la mayoría y sirve sobre todo de
sombrilla a la edificación de un poder temporal.
En Colombia existía el bipartidismo, una base política mayor, una tradición más vinculada al
Estado de derecho y una mayor conciencia institucional que en Bolivia y Ecuador. Por eso
Colombia nunca corrió el riesgo de que una simple mayoría eventual pudiera cambiar el
cosmos constitucional.
¿Podría la pacificación del país hacer necesaria una nueva reforma constitucional?
Nadie niega que, si podemos crear condiciones de paz con la guerrilla, será en cierta medida
necesario pensar en reformar la Constitución. Pero estoy convencido de que tal reforma,
desde un punto de vista normativo de fondo, no transformaría el contenido y espíritu de la
actual Constitución, todo esto pese a que se modifique la retórica textual.
• Ecuador: A mitades de abril, el pueblo ecuatoriano apoyó en una consulta popular con
gran mayoría el proyecto del presidente Rafael Correa de llevar a cabo una Asamblea
Constituyente: según el resultado oficial, el 81,72% de los electores abogó por la Asamblea y
sólo el 12,43% rechazó la propuesta. En cifras absolutas, 5.354.595 personas votaron
positivamente y solamente 814.323 depositaron un “no” en las urnas. La abstención fue en
los hombres del 30,12% y en las mujeres del 27,29%. El “sí” a la Asamblea Constituyente
abre, según Rafael Correa, el camino a una “democracia participativa”, para que la
población tenga un mayor protagonismo en las decisiones políticas gubernamentales,
limitando el poder de las élites. No obstante, no todos los observadores de la política
ecuatoriana creen que la creación de una nueva Constitución vaya a contribuir a la
superación de la crisis profunda del país por la que los ecuatorianos han tenido ocho
presidentes en una década. “Las condiciones políticas en que se realizará la Asamblea no
conforman el mejor ambiente para la construcción de los acuerdos y consensos que se
requieren para elaborar una Constitución”, dice Simón Pachano, profesor de Ciencias
Políticas e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Sede
Ecuador. La nueva Constitución será la vigésima Carta Magna que regirá a Ecuador desde su
independencia. La última reforma se tuvo en 1998, casi inmediatamente después de la
destitución del ex presidente Abdalá Bucaram, que inició la década de inestabilidad
presidencial.
• Bolivia: Luego de una crisis social muy fuerte, de una división regional, inclusive étnica y
social, que marcó los primeros años del nuevo milenio, Bolivia vio la necesidad de establecer
un nuevo pacto social entre todos los bolivianos de manera que todos se sientan
representados. Por lo tanto, en marzo del año pasado, el presidente Evo Morales promulgó
una ley mediante la que se convocó a una Asamblea Constituyente en su país. La primera
vez que se reunieron los constituyentes fue el día domingo 6 de agosto de 2006, en la
ciudad de Sucre; y según el calendario oficial, el borrador de la nueva Constitución debe
presentarse, a más tardar el 6 de agosto de 2007.Al contrario de algunos observadores que
predicen un fracaso de la Asamblea, Germán Burgos, profesor de Ciencias Políticas de la
Universidad Nacional de Colombia e investigador del Instituto Latinoamericano de Servicios
Legales Alternativos (ILSA), está convencido de que la nueva Constitución se va realizar. “La
Asamblea estuvo a punto de frustrarse cuando se estaba discutiendo el reglamento. Sobre
todo, se debatió mucho el tema de las mayorías que se requieren para la aprobación. Pero
estos problemas se superaron. Hoy por hoy es muy difícil que la Asamblea fracase, salvo que
ocurra un hecho excepcional externo, como una intervención de los militares.” Según
Burgos, la Asamblea “es una gran oportunidad para el país. Como la Constitución será en
buena parte producto de movimientos sociales, es de esperar que las relaciones sociales se
determinen ahora más por el derecho, que en el pasado.”