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Fábula mexicana breve sobre la vanidad que enseña como moraleja a no creerse superior a

otros.

En un pueblo en las afuera de ciudad de México, todos se preparaban para una


feria muy importante en la que participaría el mejor charro de todo el país. En
los vestidores se apilaban varios hermosos trajes de charro de donde el artista
debía escoger cual se pondría para abrir la feria. Todos los trajes eran hermosos,
pero tres de ellos muy vanidosos se peleaban sin cesar, por ser el traje escogido.

–Yo soy el más brillante, estoy bordado a mano, tengo que ser el escogido- decía
uno.

–Claro que no, yo soy más elegante, me escogerá a mí, por supuesto- Decía el
otro, sintiéndose superior.

–No sigan soñando, yo soy el más costoso y fino, obviamente seré el elegido-
Contestaba el último, muy arrogante.

Así pasaron los días discutiendo por ser el traje que el charro escogería. Hasta
que llegó el momento esperado y el charro entró animado al vestuario a ver los
trajes de los que disponían. Luego de mucho rato revisando uno a uno, se quedó
pensando y estiró su mano para escoger el traje que luciría en la apertura de la
gran feria.

Para sorpresa de los tres trajes vanidosos, el charro escogió un cuarto traje, que
había permanecido siempre en silencio, pero cuya belleza era indiscutible. Así
que el charro eligió el traje más bonito y lo lució ante el público muy orgulloso.

Mientras los otros tres trajes de charro seguían discutiendo, muy molestos, sin
entender por qué no habían sido escogidos. Pero sabiendo en el fondo que aun
cuando eran bellos, había otros trajes que podían competir con ellos.

Moraleja: No intentes subir pisando a los demás, cada quien tiene su propio valor
y no debemos disminuir el valor de otro para intentar resaltar el nuestro.

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