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CEREMONIA(S) SECRETA(S)

Ceremonia secreta, la segunda novela del autor argentino Marco Denevi, ganó en 1960 el

Primer Premio en un concurso de cuentos de la revista Life en Español. La obra relata las

consecuencias del encuentro fortuito entre Leonides Arrufat, una arpía de barrio, y Cecilia

Engelhard, una muchacha huérfana de veintitrés años por demás aniñada y supuestamente

trastornada por la muerte de su madre (una tal Guirlanda Santos), a quien cree ver en la

otra. No son, claro está, Leonides y Cecilia los únicos personajes de esta obra. Están

Encarnación y Mercedes, dos viejas amigas de la madre muerta, está la prima Belena y

están los delincuentes secuaces de esta última.

El premio del concurso de la revista Life ascendía a 5.000 dólares y, además de los

derechos de autor por las ventas periódicas aseguradas que terminaría teniendo la novela,

Denevi se vio acreedor de su primera paga por venta de derechos para adaptación

cinematográfica: Narciso Ibáñez Menta la convirtió en una miniserie de tres episodios para

televisión, emitidos en 1961 por Canal 9, en blanco y negro.

La venta de derechos para adaptación a cine en el exterior llegó en 1963 de la mano

de un tal Dore Schary, guionista y productor norteamericano. Y fue recién en 1967 cuando

Schary convocó a Joseph Losey para que lo concretara.

Sin duda la película menos (re)conocida de un autor muy prolífico, Secret Ceremony

fue estrenada por Universal en 1968. El encargado de guionarla había sido George Tabori,

responsable de Mi secreto me condena, y tuvo como protagonistas a Elizabeth Taylor, Mia

Farrow y Robert Mitchum.

La intención de seguir facturando con un producto que no había resultado demasiado

taquillero ni había cosechado precisamente elogios de parte de la crítica llevó a los


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productores a encargarle a un tal William Hughes la novelización de la película. Esta

artimaña comercial consiste precisamente en eso: en convertir en libro el argumento de una

película.

William Hughes no era el verdadero nombre del encargado de novelizar Secret

Ceremony. William Hughes se supone que se llamaba Hugh Williams. Lo cual, teniendo en

cuenta la cantidad de homónimos que ambas denominaciones (similares incluso entre sí)

han poseído a lo largo del último siglo, no es de mucha ayuda a la hora de encontrar

mayores datos sobre su vida. No solo existen al menos otros doce autores de libros de todo

tipo con el seudónimo de don Hugh, sino que, como es de esperar en un caso así, las baratas

ediciones de libros de bolsillo o “en rústica” que lo publicaban no incluían tampoco una

biografía suya. Se supone, eso sí, que, con el nombre William Hughes, Hugh Williams

jamás publicó otra cosa que no fueran novelizaciones.

Más allá de que los argumentos de Ceremonia secreta y Secret Ceremony no

coincidan con exactitud, precisamente, la pregunta necesaria es: ¿para qué novelizar algo

que en su origen ya era una novela?

La novela de Hughes —en honor al pragmatismo, la llamaremos así— fue publicada

en el Reino Unido en 1968 tanto por Sphere Books como por Tandem Books y en los

Estados Unidos por Award Books. En la portada de esta última edición, se consigna que es

“El libro que habla de las cosas no dichas... Ahora una gran película...”. “Ahora una gran

película”. Antes, el libro de William Hughes. No el de Marco Denevi.

En España, Secret Ceremony fue traducida como Ceremonia secreta y publicada en

tapa dura y con sobrecubierta por Grijalbo en 1969. Por un lado, la sobrecubierta menciona,

en la contratapa, a Denevi (“con guión de Joseph Tabori, basado en una narración original

de Marco Denevi, novelizada por William Hughes”). Por el otro, el libro viene con cuatro
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hojas de fotografías en blanco y negro tomadas de la película. Se anuncia entonces: “Las 15

fotografías que siguen son otras tantas escenas de la película que, basada en el argumento

de esta obra, ha producido la UNIVERSAL PICTURES”. Secret Ceremony, una película

“basada en el argumento de” la novela de William Hughes. Contradicción a cargo de los

editores.

La novela no se limita a ser una mera reescritura del guión cinematográfico. Hay una

elaboración de situaciones y ambientes, de los pensamientos de los personajes. El problema

es que para ello Hughes recurre a varias expresiones que parecen calcadas de la novela de

Denevi. También podría decirse que se trata de términos extraídos del guión, que a su vez

fueran extraídos de o inspirados por la novela original. Pero, a no confundirnos, hablamos

de textos que resultan de dudosa inclusión en un guión cinematográfico. Y no existe la

posibilidad de que Hughes no supiera de la existencia de la novela de Denevi. En los títulos

iniciales de la película se deja en claro la cuestión.

¿Y qué hay de aquellos detalles que no podrían estar jamás en un guión técnico, que

tampoco se deducen de los fotogramas? Como en el siguiente ejemplo (uno de varios):

“Fue como virar en redondo y chocar con la punta de un cuchillo” (Ceremonia secreta,

1960) y “Aquello fue como tropezarse con la punta de un cuchillo” (Ceremonia secreta,

1969, edición española).

Dado que el personaje de Belena está reemplazado en la película por el de Albert, el

padrastro de la huérfana trastornada, con quien tiene un romance cuasi-incestuoso,

promediando la mitad de la novela de Hughes el argumento se aleja lo suficiente del de la

de Denevi como para que ya no haya necesidad de abrevar en su texto. Ciertos capítulos de

la segunda mitad, leídos en forma aislada, ni siquiera podrían insinuar que en el primer

eslabón de la cadena está la novela argentina.


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Fuera de la cuestión del plagio, la apropiación con o sin cesión de derechos o una

adaptación innecesaria y quizás evidenciando un desprecio por la obra original, en favor de

Hughes podría decirse que, considerada en forma aislada, en un mundo paralelo, donde una

novela llamada Ceremonia secreta y escrita por un autor argentino llamado Marco Denevi

no ha sido la fuente de adaptación de un guión cinematográfico filmado en Inglaterra, la

Ceremonia secreta de pluma inglesa sería una novela más que aceptable. No está la

narración plasmada por Hughes—siempre con una traducción de por medio— a la altura de

la de Denevi, de eso no quedan dudas. Ni el barroquismo ni el ingenio gramatical ni la

gracia se hacen presencia. Tampoco es certero lo que opinó un reseñador del N.Y. Daily

News, cuando dijo que “Hace que Virginia Woolf parezca ‘Mujercitas’”. Pero, dentro de

una clasificación entre libros necesarios para la literatura y libros que bien podrían nunca

haber existido, la Ceremonia secreta de Hughes, en ausencia de la otra, la original, quedaría

englobada entre los libros necesarios. Siempre, siempre, subrayando el “en ausencia de la

otra”.

Podría así decirse que la versión de Hughes contiene a la de Denevi, incluso en virtud

de la extensión de ambas novelas: la argentina, un poco más de 20.000 palabras; la inglesa,

con 226 páginas en la edición española, unas estimables 70.000. La Ceremonia secreta de

William Hughes terminó por convertirse en una especie de “Ceremonia secreta engordada”,

con la versión original haciendo las veces de esqueleto artrósico de la novelización de una

película.

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