Está en la página 1de 15

5.2 Cortes de Cá diz.

Constitució n de 1812

Durante la Guerra de la Independencia se gestó un nuevo régimen político, se produjo una


revolució n política, porque significaba asumir la soberanía nacional y romper el
absolutismo. Primero surgieron las Juntas locales, luego las Provinciales y en septiembre
de 1808 la Junta Central Suprema.
Con el traslado de la Junta Central Suprema a Cá diz, se dio paso a un Consejo de Regencia
compuesto por cinco miembros que sería el ó rgano de gobierno hasta el regreso de
Fernando VII. La Junta Central había debatido la idea de una reunió n de Cortes Generales,
pero la Regencia no se decidió hasta que se establecieron poderes locales en ciudades
americanas, lo que podía poner en peligro el imperio españ ol. Las Cortes se
autoconstituyen en Asamblea Constituyente y asumen la soberanía nacional. Estas
funcionaron hasta la primavera de 1814.
La mayoría de los diputados eran de clases medias, las clases populares y las mujeres no
estaban representadas. Los representantes americanos estaban designados entre los de
origen americano que había en ese momento en Cá diz.
Los diputados formaban tres tendencias: liberales partidarios de reformas
revolucionarias, ilustrados partidarios de reformas moderadas que no afectasen al sistema
absolutista y absolutistas quienes pretendían seguir con el viejo orden moná rquico.
Las cortes aprobaron una serie de medidas que desmantelaban en parte los fundamentos
del Antiguo Régimen. Entre las medidas econó micas y sociales estaban:
- Supresió n del régimen señ orial.
- Nueva desamortizació n.
- Suprimen las aduanas interiores y el Honrado Concejo de la Mesta.
- Abolició n de la Inquisició n y supresió n de conventos con menos de 12 miembros.
- Se aprueba de Decretos de libertad de prensa, producció n, contratació n y
comercio.
- Debate sobre la reorganizació n territorial de Españ a.
La constitució n de 1812 fue la primera ley fundamental aprobada por un Parlamento
nacional en Españ a. Sus principios eran:
- La soberanía nacional.
- La divisió n de poderes.
- Se establece una monarquía constitucional.
- Se reconocen derechos individuales y colectivos.
- Igualdad ante la ley, fuero ú nico y una Milicia Nacional que garantizaría el orden
constitucional.
- El catolicismo como religió n ú nica y oficial.
- Sufragio universal masculino e indirecto como sistema electoral.
Los ciudadanos reconocen a Fernando VII como rey constitucional. La constitució n refleja
el influjo de la Iglesia y nobleza, declara un Estado confesional y reconoce las propiedades
de los privilegiados.
Esta constitució n no tuvo una aplicació n prá ctica debido al estado de guerra que se vivía.
Fernando VII no tuvo dificultad en derogar la Constitució n, pero fue el símbolo del
liberalismo y sirvió de inspiració n a textos posteriores.
6.2 Isabel II. Desamortizaciones de Mendizá bal y Madoz

En de las dos etapas del reinado de Isabel II (1833-1868): la minoría de edad con las
regencias de María Cristina y de Espartero, y el reinado efectivo con la mayoría de edad; se
realizaron reformas econó micas de signo liberal, al tiempo que se produjo una auténtica
revolució n social.
La Regencia de M.ª Cristina coincidió con la Primera Guerra Carlista. La guerra agravó la
situació n de la economía, debido el esfuerzo para financiar la guerra contra los carlistas.
Las desamortizaciones se encuadran dentro de las reformas econó micas de signo liberal
que se acometieron en el reinado de Isabel II. Estas formaban parte de las medidas para
liberalizar la tierra, junto a la supresió n del mayorazgo y abolició n del régimen señ orial.
Las desamortizaciones consistían en la expropiació n por parte del Estado de tierras
eclesiá sticas y municipales para su venta en subasta pú blica. En compensació n a la Iglesia,
el Estado se hacía cargo de los gastos de culto y del clero. Estas se realizaron desde final
del siglo XVIII, pero el verdadero proceso de desamortizació n se realiza con Mendizá bal y
Madoz.
Mendizá bal propuso desmantelar el sistema legal del Antiguo Régimen, necesario para
liberalizar el mercado de la tierra, disolvió las ó rdenes religiosas salvo las dedicadas a la
enseñ anza o cuidado de enfermos, y sus fincas pasaron a ser propiedad del Estado.
La desamortizació n de Mendizá bal consistió en la venta por subasta de las tierras
expropiadas a la Iglesia. Los objetivos fueron: sanear la Hacienda, financiar el ejército y
convertir a los nuevos propietarios en adeptos para la causa liberal frente al carlismo. Al
tiempo que pretendía aumentar el nú mero de propietarios, la producció n y la riqueza.
La desamortizació n de Madoz de bienes municipales, del Estado y eclesiá sticos. Inició
durante el bienio progresista, pretendía: reducir la deuda pú blica, financiar las
infraestructuras necesarias para modernizar la economía, fundamentalmente el
ferrocarril. Provocó la ruptura con la Santa Sede y conflictos con la reina. La venta de las
tierras supuso un incremento de los recursos para el Estado que duplicó los ingresos con
respecto a la anterior desamortizació n.
Las consecuencias de las desamortizaciones fueron: incremento de los terratenientes y de
la producció n en tierras abandonadas. Los grandes perdedores fueron la Iglesia, los
municipios y los campesinos. También supusieron el distanciamiento con los moderados
quienes tampoco devolvieron las tierras a la Iglesia, pero sí que las vendieron.
En la sociedad se produjo un cambio de una sociedad estamental a una sociedad de clases.
Los estamentos desaparecieron con la igualdad jurídica poniendo fin a los privilegios.
Quedando la població n constituida en una sola categoría jurídica, todos como ciudadanos,
definidos por la pertenencia a una clase social, siendo grupos abiertos.
La nobleza disminuyó y perdió su influencia al perder sus privilegios, pero se adaptó a las
circunstancias. Siguió en los altos cargos y mejoró su situació n econó mica.
El clero perdió su principal fuente de ingresos, el diezmo, y el monopolio de la enseñ anza.
La Iglesia perdió gran parte de sus bienes con las desamortizaciones. Se mostró enemiga
del liberalismo, contraria a la tolerancia religiosa y separació n Iglesia-Estado.
La burguesía fue la gran protagonista, la supresió n de privilegios permitió la movilidad
social, y las desamortizaciones la posibilidad de conseguir bienes. El proceso econó mico
favoreció la aparició n de una burguesía de negocios.
Las clases medias eran entre el 5% y el 10% de la sociedad, siendo el grupo influyente.
El sector primario era la mitad del PIB y 70% de la població n activa.
7.1 Restauració n Borbó nica. Cá novas del Castillo

La Restauració n de la monarquía borbó nica va desde 1875 hasta la mayoría de edad de


Alfonso XIII en 1902. El verdadero artífice del sistema político de la Restauració n fue
Cá novas de Castillo, quien estableció una monarquía liberal parlamentaria.
El proyecto político de Cá novas se gestó durante el Sexenio, cuando consiguió que la reina
en el exilio abdicara a favor de su hijo. Alfonso tras el golpe del general Pavía presentó la
restauració n de la monarquía constitucional como la ú nica solució n a los problemas de
Españ a.
En diciembre de 1874, el general Martínez Campos protagonizó el pronunciamiento
militar en Sagunto, restableciendo la monarquía. Serrano dimitió , Cá novas inició un
gabinete-regencia, y en enero Alfonso XII lo confirmó en el Gobierno.
Durante el reinado de Alfonso XII, Cá novas estableció las bases para conseguir la
estabilidad política en Españ a. Los objetivos políticos del sistema canovista fueron:
-Pacificació n del país. El ejército debía volver a los cuarteles y servir al Estado con
independencia de quien gobernara.
-Bipartidismo. Inspirado en el modelo inglés, alternancia en el gobierno de dos partidos y
consolidació n de sus instituciones fundamentales, monarquía y Parlamento.
En Españ a, los progresistas só lo habían accedido al poder mediante
pronunciamientos. Así que era necesario para conseguir estabilidad que los
liberales se turnaran en el poder. Los dos partidos que se turnarían serían el
Partido Conservador, liderados por Cá novas, y el Partido Liberal, liderados por
Sagasta.
El Partido Conservador estaba apoyado por la burguesía financiera y latifundista, y
la aristocracia, mientras que el Partido Liberal estaba apoyado por la burguesía
industrial y comercial, funcionarios y profesionales liberales.
Los dos partidos aceptaron turnarse en el Gobierno mediante fraude electoral de
manera que el rey encargaba la formació n de gobierno al que le tocase, se disolvían
las Cortes y convocaban elecciones, desde dentro se ponía en marcha el
“Encasillado” (lista de diputados provinciales que debían salir elegidos). La lista se
imponía mediante presió n, compra de votos de los caciques, amenazas, y
manipulació n del censo. Estas prácticas eran conocidas como “pucherazo”.
-Constitució n de 1876. Necesaria para legitimar el régimen, convocá ndose elecciones a
Cortes por sufragio universal masculino, y estas de mayoría conservadora la redactaron y
aprobaron. Inspirada en la de 1845 pero con las novedades de la de 1869. Establecía la
soberanía compartida Rey-Cortes. No existía una clara divisió n de poderes: legislativo
Rey-Cortes bicamerales, ejecutivo el rey y el judicial en los tribunales. Catolicismo como
religió n oficial, aunque se toleran otros cultos.
Cá novas restableció el Concordato con la Santa Sede, restituyó a militares depuestos y
eliminó a alcaldes y gobernadores civiles nombrados en el Sexenio. Promulgó la Ley
Electoral, la Ley de Imprenta, el fin de la libertad de cá tedra y prohibió las asociaciones
obreras.
Tras la muerte de Alfonso de XII, inicia la regencia de Mª Cristina de Habsburgo con el
Pacto del Pardo, respetando el turnismo y garantizando el sistema canovista, pero
aumentando la corrupció n política. El Partido Liberal ganó peso durante la regencia.
El turnismo se respetó durante la regencia, la Guerra de Cuba y tras la muerte de Cá novas.
8.1 Evolució n demográ fica y movimientos migratorios

El siglo XIX experimentó importantes transformaciones sociales relacionadas con el


desarrollo del nuevo régimen liberal y los cambios econó micos que Españ a
experimentaría a lo largo del siglo.
La evolució n demográ fica estuvo marcada por un crecimiento estable de la població n, una
població n caracterizada por:
-Crecimiento lento pero moderado.
-Escaso crecimiento causado por la persistencia de un régimen demográ fico
antiguo con unas altas tasas de mortalidad y natalidad.
La tasa de natalidad españ ola era de las má s altas de Europa, pero la
elevada mortalidad hacía que esta fuese insuficiente para permitir un
fuerte crecimiento de la població n.
La mortalidad desentendió a lo largo del siglo, era la segunda má s alta de
Europa tras Rusia; y la esperanza de vida no superaba los 35 añ os.
Esta situació n demográ fica fue debida a tres causas:
-Crisis de subsistencias, hasta doce a lo largo del siglo XIX.
-Epidemias perió dicas de có lera, tifus y fiebre amarilla.
-Enfermedades endémicas como la viruela y el sarampió n.
-Movimientos migratorios.
-Crecimiento de las ciudades, éxodo rural, aunque la població n era
predominantemente rural.
Los movimientos migratorios podemos diferenciar:
-Migraciones internas. En la segunda mitad de siglo debido a la mejora de los
transportes y la bú squeda de una vida mejor en las ciudades.
Estaba la migració n estacional sujeta a trabajos esporá dicos y la definitiva.
Los principales destinos fueron Barcelona, País Vasco y Madrid. Nú cleos
industriales que demandaban proletariado industrial.
-Migraciones exteriores. Mayoritariamente a América.
El desarrollo urbano no alcanzó las cotas de los países industrializados europeos. Españ a
duplicó su nivel de urbanizació n, mientras que Alemania lo multiplicó por cuatro; Españ a
mantuvo unos niveles en la media de los países mediterrá neos.
El crecimiento urbano estuvo ligado por las transformaciones por el liberalismo, la
industrializació n y por las desamortizaciones.
El éxodo rural provocó un desfase entre població n y estructuras urbanas, obligando al
desarrollo de las infraestructuras.
En los procesos de reorganizació n urbana tuvo especial importancia los ensanches, los
cuales impulsaron el negocio inmobiliario, generando mano de obra que permitía
absorber a los inmigrantes procedentes del mundo rural.
8.2 La revolució n industrial. El sistema de comunicaciones

La economía del siglo XIX estuvo caracterizada por un crecimiento lento y el atraso
respecto a los países europeos. Hasta 1840 estuvo estancada; comenzando una
recuperació n que llevó a un lento crecimiento en el ú ltimo tercio del siglo.
La Revolució n industrial requirió previamente una revolució n agrícola que en Españ a no
se produjo.
Españ a pretendió impulsar el proceso de Revolució n industrial para transformar la vieja
estructura econó mica, esencialmente agrícola, en otra nueva, basada en el desarrollo de la
industria y el comercio. Pero el resultado final quedó lejos de lo que se pretendía.
La industrializació n españ ola fue tardía e incompleta. El despegue comenzó en la Década
moderada, en los cincuenta tuvo un periodo de crisis y en el ú ltimo cuarto inició la
recuperació n hasta 1898.
Hacia 1839 la industria textil catalana era el ú nico sector que había iniciado la
industrializació n, gracias al proteccionismo e innovaciones tecnoló gicas. La Ley de
Relaciones Comerciales con las Antillas le favoreció ; el 98la frenó hasta 1906.
La industria siderú rgica inició su desarrollo en Málaga a mediados de siglo se desarrolló
en Asturias y en 1880 se desplazó a Vizcaya.
Un sector deficiente fue la energía. Con la Revolució n industrial el carbó n se empleó
masivamente, pero el españ ol era escaso, de mala calidad y caro. Comenzó el desarrollo de
nuevas fuentes de energía, aunque con escasos efectos sobre la economía españ ola al ser
explotados por sociedades extranjeras y exportadas.
Españ a quedó relegada a uno de los ú ltimos puestos europeos debido a la inexistencia de
un mercado nacional y la escasez de capital. Las consecuencias fueron el predominio del
capital extranjero, limitado a la industria periférica y poco competitiva, lo que obligaba al
proteccionismo.
Era necesario modernizar los transportes y comunicaciones para impulsar la economía.
Durante el Bienio progresista se impulsó el ferrocarril con la Ley de Ferrocarriles apoyado
con la Desamortizació n de Madoz y la Ley de Bancos y Sociedades de Crédito. Las
consecuencias de la ley fueron: las concesiones a compañ ías extranjeras, había ferrocarril
y pocos productos que transportar, acarreando una crisis.
Como efectos negativos del ferrocarril, destaca el diferente ancho de vía y la centralizació n
en Madrid.
En el comercio, el mercado interior hacía frente a obstá culos geográ ficos y trabas legales,
su abolició n y mejora en los transportes facilitó la unificació n del mercado nacional. El
comercio exterior aumentó , pero la balanza comercial fue deficitaria.
Frente a la primacía industrial britá nica, los países europeos trataron de proteger sus
industrias. Españ a practicó una política proteccionista. Pero los defensores del
librecambismo querían reducir la intervenció n del Estado dejando el mercado libre.
Españ a pasó de un alto proteccionismo a una política librecambista para volver al
proteccionismo en la Restauració n.
El sector financiero tuvo un papel bá sico en la industrializació n y economía. Fernando VII
creó el Banco de San Fernando y la Bolsa de Madrid. La Ley de Bancos y Sociedades de
Crédito inició la modernizació n del sistema bancario; nace el Banco de Españ a, Banco de
Santander, Banco de Bilbao y Banco Hipotecario.
En 1868 la peseta fue nombrada la moneda oficial, logrando la unidad monetaria.
9.3 Dictadura de Primo de Rivera. Final de Alfonso XIII

Durante el reinado de Alfonso XII el régimen de la Restauració n entró en crisis.


Posteriormente era difícil formar mayorías en el Parlamento, lo que ocasionaba crisis de
gobierno. Aumentó la conflictividad social.
Durante la primavera de 1923 se estaba conspirando contra el Gobierno desde dos
movimientos distintos. Uno unido a la desaparició n de las Juntas de Defensa de Barcelona
y otro desde Madrid, que buscaba instaurar un gobierno fuerte manteniendo la
Constitució n y la monarquía. El capitá n general de Cataluñ a, Miguel Primo de Rivera
contactó con la capital cuando en junio pidió en Madrid plenos poderes para combatir el
terrorismo en Barcelona, al negá rselo se convirtió en enlace de ambos y jefe de la
sublevació n.
En septiembre Primo de Rivera dio un golpe de Estado reconocido por Alfonso XIII, quien
le mandó a formar gobierno sin contar con el Parlamento.
El nuevo régimen recibió apoyo de la burguesía, el Partido Socialista y la UGT.
Entre septiembre de 1923 y diciembre de 1925 se desarrolla la etapa del Directorio
Militar. Se proclamó el Estado de guerra, Primo de Rivera disolvió las Cortes, suspendió la
Constitució n, sustituyó los gobernadores por militares, publicó el Decreto de
Incompatibilidades, disolvió la Mancomunidad de Cataluñ a, persiguió el radicalismo vasco
y a los anarquistas, quedando estos en la clandestinidad y su organizació n desarticulada.
La dictadura se institucionalizó con la promulgació n del Estatuto Municipal,
nombramiento de militares en los ayuntamientos, y la creació n de la Unió n Patrió tica.
Su mayor éxito fue en Marruecos, donde finalizó el conflicto tras los ataques rifeñ os a las
posiciones españ olas y las conversaciones de Franco y Sanjurjo. Junto al Francia
desembarcaron en la bahía de Alhucemas donde Abd-el-Krim se entregó . El éxito
consiguió le reconcilió con el Ejército, los ciudadanos cansados de guerra, los empresarios
inversores en Marruecos y con Hacienda.
En diciembre de 1925 se constituyó el Directorio Civil, Primo de Rivera trató de consolidar
el régimen a imitació n del fascismo italiano. Convocó una Asamblea Nacional Consultiva
formada por miembros de UP. Puso en marcha la Organizació n Corporativa del Trabajo y
coreó el Consejo Nacional del Trabajo.
En esta etapa la constitució n seguía suspendida y legislaba por decreto. Colaboraron
representantes de la oligarquía tradicional, nuevos políticos civiles junto a militares. Se
acometió la ejecució n de obras pú blicas, una reforma fiscal que introducía la declaració n
de la renta, y creació n de monopolios estatales.
No se solucionó la cuestió n catalana ni se frenó el movimiento obrero. Desde 1928 el PSOE
comenzó a pensar en una solució n republica junto la CNT y PCE.
También contribuyeron a la caída de la dictadura los intelectuales y el ejército peninsular.
Los primeros por la destitució n de Unamuno como rector de la Universidad de Salamanca
y su posterior cierre, los otros por el favoritismo hacia los militares africanistas.
En enero de 1930 Primo de Rivera dimite. En el final del reinado de Alfonso XIII, decidió
restablecer el viejo sistema parlamentario sin restablecer la Constitució n de 1876 ni se
convocaron elecciones generales. El rey encargó a Berenguer formar gobierno, pero la
complicidad del monarca con la dictadura alentó el crecimiento republicano, y las fuerzas
políticas republicanas firmaron el Pacto de San Sebastiá n. Berenguer dimite, Aznar
convoca elecciones en abril de 1931, ganaron los pactantes, lo que desencadenó en la
abdicació n del rey y la proclamació n de la II repú blica.
10.1 La II repú blica. Bienio reformista

La II Repú blica surgió en las elecciones municipales de 1931, los resultados favorables a la
Coalició n Republicana Socialista provocaron la salida del Rey y la proclamació n del nuevo
régimen el 14 de abril.
La Repú blica tendría como teló n de fondo la crisis internacional causada por el crack del
29 que tuvo como consecuencias en Españ a la disminució n de las exportaciones, el colapso
de las inversiones extranjeras y la interrupció n de las emigraciones a Francia y América.
El Gobierno provisional de Alcalá -Zamora enfrentó problemas acuciantes iniciando un
programa reformista mediante decretos ministeriales. Convocaron elecciones generales
en junio mediante sufragio universal masculino, con victoria de la Coalició n Republicana
Socialista.
La redacció n de una nueva Constitució n fue el deber de las nuevas Cortes. La aprobació n
de los artículos 26 y 27 provocaron la dimisió n de Alcalá-Zamora y Maura, poniendo al
frente del Gobierno a Azañ a. Aprobada en diciembre, Zamora es elegido presidente de la
Repú blica y Azañ a jefe de Gobierno.
La constitució n de 1931 configuraba un régimen democrá tico, parlamentario y laico
moderno, descentralizado y en el que se recogía la funció n social de la propiedad.
Establece la soberanía popular. Divisió n de poderes: legislativo unicameral en el Congreso
de los Diputados, el ejecutivo en la Jefatura del Estado el presidente elegido cada seis añ os
elegiría al Jefe de Gobierno y los ministros, el poder judicial en el Tribunal de Garantías
Constitucionales. Amplia declaració n de derechos y libertades, libertad de culto y un
Estado aconfesional, sufragio universal masculino y femenino (1ª vez).
El bienio reformista se inició con la salida de Barrio y Lerroux, el Gobierno profundizó en
el programa reformista iniciado durante el Gobierno provisional.
-Reforma agraria. Se promulgó la Ley de Reforma Agraria, la cual redistribuía la
propiedad agraria, autorizando la expropiació n de las fincas no cultivadas y de
menor rendimiento.
-Reforma educativa. Crean un sistema educativo unificado, laico, pú blico y gratuito
en primaria. Se implantó la coeducació n, se prohibió la enseñ anza de las ó rdenes
religiosas. Invierten en nuevas escuelas e institutos, nuevas becas.
-Reforma militar. Se reduce el nú mero del Ejército. Se crea la Guardia de Asalto.
-Reforma laboral. Apoyada por la UGT, CNT prefirió la acció n y presió n al Gobierno.
-Cuestió n autonó mica. Se aprueba el Estatuto de Cataluñ a y el vasco bloqueado por
los gobiernos de centro-derecha.
La oposició n:
-La derecha antiliberal y el fallido golpe de Estado de Sanjurjo.
-Ofensiva sindical de la CNT.
-La derecha cató lica organizada en torno a la CEDA.
-La Iglesia.
Azañ a perdió las elecciones de 1933, las dimisiones en la coalició n le llevaron a su
sustitució n por Lerroux, quien convocaría elecciones. Triunfaría la CEDA y el Partido
Radical de Lerroux, dando inicio al Bienio radical-cedista.
10.2 Gobierno radical-cedista. Revolució n de Asturias.

La II Repú blica (1931-1936) proclamada en abril de 1931, pasó por un periodo reformista
que llegó a su fin con las elecciones de 1933, en las que triunfaron la CEDA y el Partido
Radical de Lerroux.
Se inicia el Gobierno radical-cedista (1933-1935), Lerroux a formaría gobierno apoyado
por la CEDA. Aplicaron un programa de rectificació n legislativa del bienio anterior:
paralizaron la reforma agraria y la militar, y pusieron en destinos claves a militares
antiazañ istas; amnistiaron a los golpistas de la Sanjurjada, redujeron el presupuesto de
educació n y devolvieron la enseñ anza a la Iglesia y en 1935 presentarían un proyecto de
reforma constitucional que no se llegó a cumplir por los acontecimientos posteriores.
Durante 1934 el país se polarizó entre las derechas y las izquierdas. En la derecha estaba
la CEDA, los moná rquicos, la derecha republicana y los radicales.
La izquierda republicana se reconstruye en torno a Azañ a surge Izquierda Republicana y
se funda la Unió n Republicana. Pero el movimiento obrero se radicalizó , al PSOE se le unió
UGT preparando una revolució n en caso de que la CEDA llegase al gobierno; el PCE
comenzó a colaborar con los socialistas, sumá ndose los nacionalistas de Esquerra; la CNT
quedó al margen.
La revolució n de octubre de 1934 (Revolució n de Asturias) fue el momento má s crítico de
la Segunda Repú blica. El programa de rectificació n, los enfrentamientos callejeros, la
violencia verbal en la prensa y las Cortes, la tensió n entre patronos y trabajadores y la
huelga general de campesinos crearon una situació n explosiva. La CEDA presionaba para
entrar en el gobierno, y esa posibilidad desde la izquierda se veía como el triunfo del
fascismo, ya que la CEDA no ocultaba su admiració n por la Alemania de Hitler.
El 4 de octubre se formó un nuevo Gobierno con tres miembros de la CEDA. Socialistas y
ugetistas cursaron orden de huelga general revolucionaria, adquiriendo carácter de
insurrecció n popular en Asturias, Cataluñ a y País Vasco. Companys proclamó el Estado
catalá n dentro de la Repú blica federal españ ola, el ejército logró la rendició n de la
Generalitat y el Gobierno suspendió el Estatuto.
En 12 días acabaron con la insurrecció n salvo en Asturias, donde se había firmado la
Alianza Obrera (socialistas, anarquistas y comunistas) para socializar los medios de
producció n. Los obreros consiguieron ocupar toda Asturias y proclamaron la Revolució n
Socialista de los Consejos Obreros. El Gobierno recurrió a legionarios dirigidos por Franco,
que sofocaron la insurrecció n con má s de mil muertos.
La segunda etapa estuvo marcada por los sucesos de octubre-1934. El débil Gobierno
estuvo en crisis permanente. La CEDA se fue debilitando y surgió la coalició n
antirrepublicana del Bloque Nacional que aspiraba a contar con el apoyo del Ejército, en el
que nació la Unió n Militar Españ ola que también aspiraban acabar con la Repú blica.
La crisis definitiva llegó en octubre-1935 con el escá ndalo del straperlo y asunto Nombela,
Lerroux dimitió sustituido por Valladares, convocando elecciones para febrero-1936.
En enero de 1936 se firmó el pacto de constitució n del Frente Popular, integraba a
republicanos, socialistas, nacionalistas, comunistas y el POUM. Su programa incluía:
amnistía para los insurrectos de 1934, deponer a los despedidos por causas políticas,
reforma del Tribunal de Garantías Constitucionales, continuació n de la reforma agraria,
educativa y social, y sujeció n del Banco de Españ a al interés pú blico.
El Frente Popular consiguió la mayoría absoluta en febrero de 1936, el nuevo gobierno
puso en marcha el programa anunciado: decretó una amplia amnistía; restableció el
Estatuto y el Parlamento catalá n, iniciando los de Euskadi y Galicia; se reanudó la reforma
agraria. Azañ a envió a los generales má s sospechosos a puestos alejados de Madrid.
Las nuevas Cortes destituyeron a Alcalá -Zamora como presidente, sustituido por Azañ a, y
como jefe de Gobierno nombraron a Quiroga ante la negativa del grupo socialista de que
fuese Prieto. Surgieron diferencias internas, los socialistas no participaron en el Gobierno,
CNT y UGT se lanzaron a una ofensiva y la derecha conspiraba contra el Gobierno. El
deterioro del orden pú blico crecía, se incrementó el terrorismo, las huelgas aumentaban y
los parlamentarios se amenazaban.
El golpe militar se precipitó a raíz del asesinato de José Castillo, en respuesta fue asesinado
Calvo Sotelo. El doble crimen sirvió como argumento para justificar la sublevació n militar,
el 17 de julio de 1936 la guarnició n de Melilla se sublevó y declaró el estado de guerra.

10.3 Guerra civil. Sublevació n militar y estallido. Internacional

La Guerra Civil (1936-39) fue el resultado de una combinació n de factores que provocaron
una profunda divisió n en la sociedad españ ola.
La sublevació n militar comenzó en julio de 1936, pero la conspiració n militar se inició
como consecuencia de la victoria del Frente Popular. Ya se habían producido otros
intentos, Sanjurjada 1932 y movimientos de generales entre diciembre y febrero 1936.
El golpe de Estado de julio de 1936 fue organizado, planeado y liderado por militares
descontentos. El estratega y jefe fue Mola, pretendía instaurar un modelo de Gobierno
como el de la dictadura de Primo de Rivera, Sanjurjo debería dirigir el planeado Directorio
Militar que se debía crear tras el golpe, y Franco se incorporó al final. Los sublevados
preveían un golpe breve, y el Gobierno confió en exceso en sus posibilidades.
Comenzó el 17 de julio de 1936 en Melilla, dirigida por Yagü e. Franco se trasladó de
Canarias a Marruecos poniéndose al frente. Días después se suman Sevilla y Cá diz. Aparte
de las islas quedaron sublevadas dos zonas: por un lado, ambas costas frente al estrecho y
por otro Galicia, Castilla- Leó n, Navarra y las tres capitales de Aragó n. La zona republicana
quedó dividida en dos: cornisa cantá brica y País Vasco, y por otro lado Madrid, Cataluñ a,
Valencia, Castilla-La Mancha, Má laga, y Murcia.
Tras el golpe Españ a quedó dividida en dos bandos:
- Los sublevados. Pretendían restablecer el orden, acabar con la anarquía y con los
enemigos de la patria (anarquistas, comunistas, socialistas y separatistas), los
“rojos”. Militarmente, contaban con milicias falangistas y carlistas, un ejército
disciplinado y combatientes marroquíes, irlandeses, portugueses, italianos y la
Legió n Có ndor alemana. Apoyados por las oligarquías tradicionales, pequeñ os
propietarios agrarios y clases medias cató licas; integrantes de la CEDA y
organizaciones de extrema derecha (falangistas y carlistas); y de la Iglesia cató lica,
que la calificó de cruzada de la liberació n. Econó micamente, dominaban las
principales zonas agrarias.
- Los republicanos. Defendían la Repú blica democrá tica y sus logros frente al
fascismo, que se extendía por Europa. Militarmente lo formaban milicias de
partidos y sindicatos de izquierda, el Quinto Regimiento; guardias de asalto, gran
parte de la guardia civil, de la marina y aviació n, y las Brigadas Internacionales.
Econó micamente controlaba las zonas industriales y mineras, y Banco de Españ a.
A nivel internacional, la Guerra Civil Españ ola estalló en un momento crítico en las
relaciones internacionales, con una peligrosa tensió n entre las democracias europeas y los
regímenes totalitarios fascista y nazi. De ahí que la guerra provocase divisiones en la
opinió n pú blica europea y mundial, obligando a las grandes potencias a adoptar
posiciones individuales y colectivas, ya que se convirtió en un conflicto de trascendencia
internacional.
La Sociedad de Naciones constituyó un Comité Internacional de No Intervenció n. El
Acuerdo prohibía la exportació n a Españ a de armas, municiones y de todo material de
guerra. EEUU no secundaria el acuerdo. El Acuerdo de No Intervenció n resultó ineficaz.
La ayuda que recibió el ejército franquista vino de: Alemania con la Legió n Có ndor, Italia
con aviones y el Cuerpo de Tropas Voluntarias. Ambas prestaron ayuda por la necesidad
de realizar una puesta a punto cara a la guerra mundial que se avecinaba, porque
simpatizaban ideoló gicamente con los sublevados, y por la posibilidad de ejercer
influencia sobre un nuevo aliado. En menor medida recibió apoyo de Portugal y de Irlanda.
El Estado Vaticano reconoció el régimen en 1937.
El Gobierno republicano contó con el apoyo de las Brigadas Internacionales, 50.000
combatientes que provenían de hasta 70 países; el de la URSS con la entrega de
armamento que la II Repú blica pagó con el oro del Banco de Españ a; la pequeñ a ayuda de
México con municiones y acogiendo a exiliados.
Los gobiernos conservadores de Gran Bretañ a se abstuvieron de apoyar a la II Repú blica,
promoviendo una política de apaciguamiento hacia los fascismos, para evitar que un
conflicto local se transformara en una guerra europea, que no deseaba y no podía
permitirse.
Francia alentó la adhesió n al Gobierno republicano, pero sin pronunciamiento oficial para
no levantar las iras britá nicas y el miedo a provocar a Alemania; limitá ndose a cerrar las
fronteras para que no entrase armamento. Las razones que dio EEUU para mantenerse
neutral fueron no alentar el “comunismo europeo”. Oficialmente alentó la no intervenció n
y la prohibició n de venta de armas, sin embargo, grandes empresas estadounidenses
abastecieron al bando franquista.

10.4 Fases militares de la Guerra Civil.

La guerra civil (1936-1939) se inició con la sublevació n del general Yagü e en Melilla el 17
de julio. Desde el 20 de julio el país quedó dividido en dos zonas enfrentadas: zona
sublevada o franquista y zona republicana.
La guerra se desarrolló en cuatro fases:
-Primera fase: Guerra de columnas y lucha por Madrid. Madrid fue el principal objetivo
sublevado, pero las columnas de Mola fueron frenadas al Norte del Sistema Central por
milicianos; Franco y Yagü e plantearon la entrada desde el Sur, apoyados por Hitler y
Mussolini cruzan el estrecho y avanzan por Extremadura. Toman Badajoz, Talavera y
Toledo, liberando el Alcá zar. En el Norte toman Irú n, y S. Sebastiá n se rindió . En
noviembre intentan un ataque frontal a Madrid. El Gobierno se traslada a Valencia y la
resistencia fue dirigida por una Junta de Defensa. El rechazo republicano llevó a Franco a
realizar dos maniobras envolventes sobre Madrid, la batalla del Jarama y de Guadalajara
con sendos fracasos, aunque se hicieron con Má laga.
-Segunda Fase: Campañ a norte. Franco ataca el norte. Cae el Norte Peninsular. Teniendo
lugar el Bombardeo de Guernica por la Legió n Có ndor alemana. El ejército republicano
emprendió ofensivas para frenar el avance sin resultados decisivos, a pesar de las victorias
en las batallas de Brunete y de Belchite. La caída del norte reforzó a los rebeldes,
haciéndose con recursos mineros e industriales.
∙ Tercera fase: De la ofensiva de Teruel a la Batalla del Ebro. Se inicia con el breve éxito
republicano, la batalla de Teruel. Franco desplaza la guerra al frente aragonés para
alcanzar el Mediterrá neo y dividir la zona republicana, llegan a Vinaroz y ocupan
Castelló n.
Los republicanos lanzan una ofensiva, las tropas populares cruzan el Ebro, comenzando la
batalla del Ebro, la má s larga y sangrienta, que destrozó a las tropas republicanas.
-Cuarta fase: Toma de Cataluñ a -Fin de la Guerra. Entre diciembre y enero se desarrolló la
campañ a para conquistar Cataluñ a, en febrero cayó Barcelona. Negrín pretendió alargar la
guerra esperando que el estallido de la guerra mundial trajera el apoyo aliado; pero
anarquistas y socialistas moderados pretendían un final negociado, provocando la
sublevació n del coronel Casado contra el Gobierno. El triunfo de los Casadistas, llevó al
Consejo Nacional de Defensa a iniciar negociaciones de paz, rechazadas por Franco e
imponiendo la rendició n incondicional.
La evolució n política en el bando republicano se inició con la dimisió n del gobierno de
Quiroga, siguieron los de Barrio y Giral. En septiembre 1936 se nombra a Caballero, se
aprobó el Estatuto de Autonomía de Euskadi, y en noviembre el Gobierno se traslada a
Valencia.
En mayo 1937 Negrín formó un nuevo Gobierno, que trasladó a Barcelona. A pesar de la
caída del frente Norte y las derrotas de 1938, Negrín pide resistir provocando conflictos
internos que desembocaron en el golpe de Estado liderado por Casado y Besteiro. La caída
de Barcelona y Madrid provocó el hundimiento republicano.
Econó micamente comenzó controlando las zonas industriales y las principales ciudades.
En los primeros meses nacionalizaron industrias y compañ ías ferroviarias, controlaron
bancos, y colectivizaron empresas y tierras. Se financió con deuda pú blica y depositó en
Moscú las reservas de oro del Banco de Españ a.
La evolució n política en el bando franquista, estuvo marcada por la muerte de Sanjurjo, y
liderazgo de Franco. Se crea la Junta de Defensa Nacional. Franco es nombrado
Generalísimo y Jefe de Estado. Se disuelve la Junta de Defensa Nacional, y Franco crea la
Junta Técnica del Estado. Recibe el apoyo de la Iglesia, se convierte en Caudillo. En abril de
1937 decretó la unió n de falangistas y carlistas.
Formó el primer Gobierno, Franco como presidente y Jefe del Estado asumía el poder del
Ejército, Partido, Gobierno y Administració n. Elaboraron una legislació n reaccionaria:
Fuero del Trabajo, magistraturas de trabajo y sindicatos verticales; y promulgó la Ley de
Responsabilidades Políticas.
Econó micamente, disponían de la mayor parte de las tierras de cultivo. El control de la
producció n fue estricto, contando con la colaboració n de propietarios, la banca y los
grandes financieros. La financiació n vino de la ayuda de los regímenes fascistas europeos.
La Guerra Civil tuvo un balance trá gico para Españ a, con una serie de consecuencias:
- Econó micas. La ganadería se redujo un 60%, la producció n agrícola bajó un 25%,
la inflació n multiplicó por diez los precios, la producció n industrial no se recuperó
hasta 1950. Fuerte endeudamiento del Estado por los créditos proporcionados a
Franco durante la guerra y la falta de reservas financieras del Banco de Españ a.
- Sociales. La sociedad quedó marcada, y la represió n y persecució n posterior de
los vencedores y el clima de revancha de los vencidos poco favorecía la
reconciliació n entre las dos Españ as.
- Costes humanos. Hubo unos 500.000 muertos, 50.000 ejecutados al acabar la
guerra, y unos 500.000 exiliados. Se produjo un descenso del índice de natalidad y
aumento de la mortalidad, junto a un retroceso en la població n urbana, debido al
desmantelamiento de la industria y servicios.
11.1 La creació n del estado franquista

Acabada la guerra, se estableció un sistema político basado en una dictadura personal: el


franquismo. En sus casi cuatro décadas (1939-1975), experimentó grandes cambios a lo
largo de tres etapas:
1. El triunfo y asentamiento del régimen (1939-1957). Etapa de exilio y represió n. Con el
fin de la II Guerra Mundial se inició un aislamiento junto a una autarquía econó mica.
2. El desarrollismo econó mico (1959-1973). Se consolidó el Estado franquista y se suavizó
la represió n. En política exterior se continuó la apertura exterior que favoreció el
crecimiento econó mico.
3. La crisis final (1973-1975). Etapa de inestabilidad del régimen, a nivel internacional era
un régimen caduco, y en el ámbito econó mico la crisis internacional de 1973 inició una
recesió n econó mica.
El franquismo concentraba en Franco la potestad e iniciativa legislativa, rodeá ndose de
ministros de su confianza sin Parlamento representativo ni Constitució n. Franco
personificaba la soberanía nacional y reunía todos los poderes: Jefe de Estado, Jefe de
Gobierno, Jefe de las FF.AA. y Jefe de FET de las JONS. Al régimen hay que unir unos
componentes ideoló gicos: Tradicionalismo; Nacionalsindicalismo, Nacionalcatolicismo,
Nacionalpatriotismo y Militarismo.
El régimen prohibió los partidos políticos, salvo la Falange, pero colaboraron grupos
ideoló gicos. Estos grupos son denominados “familias políticas”, eran:
-El Ejército (Militarismo). Columna vertebral y base del régimen. Garantizaba el orden,
numerosa presencia en las Cortes y Consejo de ministros. Algunos exigirían el
restablecimiento moná rquico.
-La Falange (Nacionalsindicalismo). Ocupan los puestos má s relevantes con líderes como
Serrano Suñ er, Giró n de Velasco. Con la derrota fascista en la 2ª GM perdieron
protagonismo. Aportó principios ideoló gicos: anticomunismo, antiparlamentarismo y
antiliberalismo, y rasgos fascistas (símbolos, saludos y uniformes).
-Los cató licos (Nacionalcatolicismo). La Iglesia, como legitimadora del régimen, dominó la
vida social. Controló la educació n, con competencias en la censura y presencia en los
medios de comunicació n.
-Los moná rquicos: carlistas y juanistas, los primeros integrados en FET de las JONS, y los
segundos que aspiraban al restablecimiento de la monarquía en Don Juan de Borbó n.
La Falange, la Iglesia, y el Ejército constituyeron los pilares del régimen.
Los apoyos sociales el régimen los encontró en: la oligarquía terrateniente y financiera, las
clases medias de las pequeñ as y medianas ciudades, grandes empresarios y campesinado
cató lico.
Para legitimar el régimen, junto al Fuero del Trabajo, se promulgaron otras Leyes
Fundamentales:
-Ley Constitutiva de las Cortes (1942).
-Fuero de los Españ oles (1945). Derechos y deberes concedidos por el dictador.
-Ley del Referéndum Nacional (1945). Recogía la posibilidad de consulta por referéndum.
-Ley de Sucesió n a la Jefatura del Estado (1947).
-Se completarían con la Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958) y Ley Orgá nica
del Estado (1967).
La evolució n política del régimen pasó del aislamiento al reconocimiento exterior.
Comenzó con los Gobiernos azules (1939-1945), Serrano Suñ er diseñ ó un Estado fascista
junto a falangistas, militares, y miembros de ACNP. Con el inicio de la 2ª GM Españ a se
declaró neutral; no beligerante, celebrando encuentros con Hitler y con Mussolini,
cooperando con la Divisió n Azul; volviendo a la neutralidad en 1942.
En la etapa del Gobierno autá rquico (1945-1951), tendrá n mayor influencia los políticos
cató licos; los falangistas mantenían el Ministerio de Trabajo y Justicia y el control sindical.
Tenían que gestionar la autarquía econó mica y el aislamiento internacional, ya que desde
1945 Españ a quedó aislada y la ONU condenó el régimen en 1946, iniciá ndose un bloqueo
internacional.
En el Gobierno “bisagra” (1951-1957) destaca Carrero Blanco como ministro de
Presidencia. En el exterior con el desarrollo de la Guerra Fría, el “antisovietismo” de
Franco dio sus frutos: Francia reabrió su frontera y junto a Reino Unido firmó acuerdos
comerciales. Los acuerdos con Estados Unidos inician el reconocimiento internacional del
régimen: Concordato con la Santa Sede e ingreso en la ONU.
Comenzó el crecimiento econó mico unido al fin del aislamiento, pero en 1957 el Estado
estaba al borde de la bancarrota, Franco formó un Gobierno de tecnó cratas, que pondría
en marcha el Plan de Estabilizació n.

11.2 Política econó mica del franquismo.

La economía españ ola al finalizar la Guerra Civil estaba condicionada por la situació n
interior y exterior: la Guerra había dejado al país en una situació n ruinosa, el estallido
inmediato de la 2ª GM imposibilitó a Españ a abastecerse del exterior, y el bloqueo
posterior al que fue sometida prolongó el aislamiento econó mico. Al quedarse Españ a al
margen del Plan Marshall, no participó en el crecimiento que tuvieron los países
occidentales. Españ a volvió a ser un país esencialmente rural.
La política econó mica fue la autarquía. Estaba subordinada a los intereses políticos,
dirigida a la autosuficiencia y con un rígido intervencionismo del Estado. El Gobierno
desarrolló iniciativas como la creació n del Servicio Nacional del Trigo en la agricultura, y
la creació n del INI y RENFE en la industria. Las consecuencias de la autarquía fueron
negativas: elevó la inflació n, frenó el crecimiento, disminuyó la producció n agrícola, alza
de precios y hambre; y obligó a distribuir cartillas de racionamiento.
En 1951 acabó el racionamiento de pan, bajaron los precios agrarios, y aumentó la
demanda de bienes industriales. Se liberalizó en parte la economía y unido a la ayuda
norteamericana, propició un crecimiento industrial. La inflació n se elevó un 15% y
apareció el paro y las huelgas. La respuesta política fue la formació n de un nuevo gobierno,
con miembros del Opus Dei ocupando los Ministerios de Hacienda y Comercio, los
tecnó cratas.
Las medidas liberalizadoras del gobierno tecnó crata en 1959 posibilitó la transformació n
del sistema productivo. El Plan de Estabilizació n ponía fin a la autarquía e iniciaba el
desarrollismo. Poniéndose en prá ctica medidas para controlar la inflació n.
La política econó mica se concretó en los Planes de Desarrollo coordinados por la
Comisaría del Plan de Desarrollo dirigida por Rodó .
Entre 1960 y 1970 la renta per cá pita aumentó en má s del doble. El eje de la actividad
econó mica se desplazó de la agricultura a la industria y en menor grado a los servicios. Se
mecanizó el campo iniciando un gran éxodo rural.
La mitad de la producció n industrial se concentró en Cataluñ a, País Vasco y Madrid.
Experimentó gran desarrollo la producció n de bienes de consumo, química, siderú rgica y
alimentaria. La balanza comercial se compensó con las divisas procedentes de los
emigrantes, el turismo extranjero y la entrada de capital del exterior.
Los planes de desarrollo no fueron determinantes del crecimiento econó mico. Españ a
aprovechó el ciclo econó mico favorable aumentando la exportació n de productos y de
mano de obra excedente; ademá s logró un acuerdo preferencial con la CEE.
El crecimiento econó mico tuvo deficiencias: dependencia del exterior, desequilibrios
regionales, inexistencia de una reforma fiscal, y control del poder econó mico. Disminuyó
desde 1967 hasta la llegada de la crisis mundial.
Las transformaciones sociales fueron causadas por el fin del aislamiento y el
reconocimiento internacional, promulga la Ley de Prensa e Imprenta y Ley de Libertad
religiosa; y el desarrollo econó mico del nuevo Gobierno de 1957.
El desarrollo econó mico y el influjo de Europa cambiaron há bitos y mentalidades. Produjo
un aumento de la població n, consecuencia del incremento de la natalidad y un descenso de
la mortalidad; que unido al desigual reparto de la riqueza intensificaron el proceso
migratorio, en el interior (focos industriales); y al exterior (Europa y América).
La emigració n fue una vá lvula de escape para el régimen; creó el Instituto de Emigració n, y
aprobó la Ley de Ordenació n del Emigrante. Má s de un milló n y medio de españ oles
emigraron a Europa entre 1960 y 1973.
El trá nsito a una economía industrial y de servicios provocó : aumento de las clases
medias, disminució n de los jornaleros agrarios y aumento de los obreros industriales y de
servicios.
Irrumpió el consumismo, y nuevas aficiones para el ocio: deporte, radio, televisió n, etc. La
sanidad mejoró con la Ley de Bases de la Seguridad Social; la educació n era un objetivo
prioritario, aumentó la escolarizació n, y en 1970 se promulgó la Ley General de Educació n;
mientras la Iglesia se transformaba y el papel de la mujer varió y se incorporó al trabajo.

11.3 La oposició n a la Dictadura

La oposició n fue aumentando a lo largo de los añ os. Hasta 1957 la oposició n política sufrió
una dura represió n. Las primeras manifestaciones de oposició n al régimen fue la
moná rquica, que reclamaba la restauració n borbó nica en don Juan de Borbó n; los maquis;
la Iglesia, que inició su crítica al régimen con la formació n de asociaciones cató licas al
finalizar la II Guerra Mundial; huelgas y protestas universitarias; y reorganizació n del PCE
y PSOE.
La oposició n al régimen fue creciente desde 1959 como consecuencia de los cambios que
experimentaba la sociedad españ ola, y los frentes de oposició n se fueron ampliando:
- La oposició n social, desde el mundo obrero, proliferando las huelgas laborales.
- La Universidad. Reivindicando las libertades democrá ticas.
- La Iglesia. Comenzó una separació n del régimen.
- La oposició n política. PCE y el PSOE junto a partidos nacionalistas (PNV, ERC, CDC) y
nuevos como Izquierda Democrá tica.
- El Ejército.
- El terrorismo de ETA, FRAP y GRAPO.
- La cultura de oposició n y protesta.
La etapa final del franquismo, se caracterizó por un deterioro del régimen paralelo al
bioló gico que experimentaba Franco (77 añ os y enfermo de Parkinson).
En julio de 1969, el príncipe Juan Carlos había sido proclamado sucesor en la jefatura del
Estado a título de rey, jurando lealtad a la Ley de Principios del Movimiento Nacional, y así
mantener la dictadura a la muerte de Franco.
Desde 1969 el régimen agonizaba, y manifestaba un desgaste con el caso Matesa. Caso de
corrupció n en el que se vieron implicadas instituciones pú blicas, fue sacado a la luz por
ministros independientes y falangistas, llevó a la formació n de un nuevo gabinete má s
tecnó crata con Carrero Blanco como vicepresidente, y con dos objetivos: mantener la
unidad de las fuerzas franquistas e impedir el crecimiento de la oposició n. A partir de aquí,
se produjo un enfrentamiento entre inmovilistas (ultrafranquistas-Bunker) y aperturistas
(reformadores).
1973 marcó el inicio de una crisis imparable del franquismo. En julio, Franco renunció a
sus funciones de jefe del Gobierno a favor de Carrero Blanco con Arias Navarro como
ministro de Gobernació n y Ferná ndez Miranda como vicepresidente; tenía como objetivo
sofocar las reformas y aplastar la oposició n.
El 20 de diciembre de 1973 Carrero Blanco muere víctima de un atentado de ETA. Duro
golpe al régimen, ya que aparte de Franco, Carrero era el ú nico capaz de mantener la unió n
de las familias ideoló gicas del régimen, y parecía peligrar la pervivencia del régimen a la
muerte de Franco. El régimen no sufrió disturbios graves y salió airoso gracias a la
habilidad del presidente en funciones Ferná ndez Miranda.
Carlos Arias Navarro fue nombrado jefe de Gobierno, representante de la línea dura, en su
gobierno só lo había tres militares y desaparecieron los miembros del Opus Dei. El nuevo
gobierno inició su andadura con promesas aperturistas, pero las huelgas, protestas
obreras y la creciente oposició n llevaron al bú nker del régimen a obligar a Arias Navarro a
frenar sus promesas de apertura. En diciembre promulgó la Ley de Asociaciones Políticas,
con tantos impedimentos que solo se podían acoger las diferentes tendencias franquistas.
Ante los síntomas de descomposició n del régimen y escalada de atentados de FRAP y ETA
el gobierno aprobó una nueva Ley Antiterrorista que preveía la pena de muerte para
delitos terroristas, como ocurriría el 27 de septiembre de 1975 con la ejecució n de dos
activistas de ETA y tres del FRAP, provocando una crisis por la retirada de embajadores.
En la política exterior el régimen tuvo que hacer frente a dificultades: en 1974 caen dos
dictaduras, Portugal y Grecia, solo Españ a la mantiene. Las protestas tras las sentencias de
muerte de septiembre de 1975; en octubre de 1975, Marruecos realiza la “marcha verde”
sobre el Sá hara y Arias Navarro cedió la colonia a Marruecos y Mauritania, olvidando el
compromiso de referéndum adquirido con el pueblo saharaui.
En noviembre de 1975 muere Franco, dando fin a una larga dictadura personal, dejando
un país en el inicio de una crisis econó mica y expectante ante la actuació n del nuevo Jefe
de Estado, Juan Carlos de Borbó n.

También podría gustarte