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BIBLIOTECA FUNDAMENTAL eRe Noes Lae PSICOLOGIA PAIDOS wayid aa vonano MIEDO wR Say \) DONACION JLic. ANGEL RODRIGUEZ| Erich Fromm EL MIEDO ALA LIBERTAD Prologo de Eva Tabakian Prefacio a la edicién castellana de Gino Germani Biblioteca UCP 48002" 11 FRO ~PADOS.. 164 EL MIEDO A LA LIBERTAD nos més generales, podriamos decir: el proceso social, al determinar el modo de vida del individuo, esto 5, su relacién con los otros y con el trabajo, moldea la estructura del cardcter, de éta se derivan nuevas ideo- logias —filos6ficas, religiosas 0 politicas— que son capaces a su vez de influir sobre aquella misma estruc= turay, de este modo, acentuarla, satisfacerla y estabili- zarla; los rasgos de cardcter recién constituidos legan a ser, también ellos, factores importantes del desarro- llo econémico e influyen asf en el proceso social si bien esencialmente se habian desarrollado como una reacciéna la amenaza de los nuevos elementos econé- micos, lentamente se transformaron en fuerzas pro- ductivas que adelantaron e intensificaron el nuevo de- sarrollo de la economia. 53. Una discusién més detallada de la interaccién entre los factores econémicos,ideolégicos y psicolégicos puede hallarse en el Apéndice, 4 LOS DOS ASPECTOS DE LA LIBERTAD PARA EL HOMBRE MODERNO Hemos dedicado el capftulo anterior al andlisis del significado psicol6gico de las principales doctrinas del protestantismo, Se ha visto cOmo las nuevas teorfas religiosas constitufan tna respuesta a las necesidades ps- quicas producidas por el colapso del sistema social me- dieval y por los comienzos del capitalismo. El andlisis estaba enfocado hacia el problema de la libertad en su doble sentido: mostraba cémo la libertad de los vincu- los tradicionales de la Edad Media, aun cuando otorga- raal individuo un sentimiento de independencia desco- nocido hasta ese momento, hizo al propio tiempo que se sintiera solo y aislado, llendndolo de angustia y de duda y empujéndolo hacia nuevos tipos de sumision'y hacia actividades irracionales y de carécrer compulsivo. En el presente capitulo quiero exponer de qué modo el desarrollo ulterior de la sociedad capitalista incidi6 sobre la personalidad en aquella misma direc- cidn que se habia podido observar durante el perio- do de la Reforma. Las doctrinas protestantes prepararon psicol6gi- camente al individuo para el papel que le tocar‘a de- 166 EL MIEDO A LA LIBERTAD sempefiar en el moderno sistema industrial. Este sis- tema, en su préctica y conforme al espiritu que de és- ta debfa resultar, al incluir en sf todos los aspectos de Ia vida pudo moldear por entero la personalidad hu- mana y acentuar las contradicciones que hemos tra~ tado en el capitulo anterior: desarroll6 al individuo —y lo hizo més desamparado—; aument6 la libertad —y creé muevas especies de dependencia—, No in- tentaremos describir el efecto del capitalismo sobre toda la estructura del cardcter humano, puesto que hemos enfocado tan sélo un aspecto de este proble- ma general, a saber, el del caricter dialéctico del pro- ceso de crecimiento de la libertad. Nuestro fin serd, por el contrario, el de mostrar que la estructura de la sociedad moderna afecta simulténeamente al hombre de dos maneras: por un lado, lo hace més indepen- diente y més critico, otorgéndole una mayor con- fianza en si mismo, y por otro, més solo, aislado y atemorizado. La comprensién del problema de la li bertad en conjunto depende justamente de la capaci dad de observar ambos lados del proceso sin perder de vista uno de ellos al ocuparse del otro. Esto resulta dificil, pues acostumbramos a pensar de tuna manera no dialéctica y nos inclinamos a dudar acerca de la posibilidad de que dos tendencias con- tradictorias se deriven simulténeamente de la misma causa. Ademés, especialmente para aquellos que aman la libertad, es arduo darse cuenta de su lado negativo, de la carga que ella impone al hombre. Como en la lucha por la libertad, durante la época moderna, toda LOS DOS ASPECTOS DE LA LinERTAD[..} 167 la atenci6n se dirigié a combatir las viejas formas de autoridad y de limitaci6n, era natural que se pensara {que cuanto més se eliminaran estos lazos tradiciona- les, tanto més se ganarfa en libertad. Sin embargo, al creer asi dejamos de prestar atencién debida al hecho de que, si bien el hombre se ha liberado de los anti- guos enemigos de la libertad, han surgido otros de distinta naturaleza: un tipo de enemigo que no con- siste necesariamente en alguna forma de restriccién exterior, sino que esta constivuido por factores inter- nos que obstruyen la realizacién plena de la libertad de la personalidad, Estamos convencidos, por ejem- plo, de que la libertad religiosa constituye una de las victorias definitivas del espiritu de libertad. Pero no nos damos cuenta de que, si bien se trata de un triun- fo sobre aquellos poderes eclesiésticos y estatales que prohiben al hombre expresar su religiosidad de acuer- do con su conciencia, el individuo moderno ha per- dido en gran medida la capacidad intima de tener fe en algo que no sea comprobable segtin los métodos de las ciencias naturales. O, para escoger otro ejem- plo, creemos que la libertad de palabra es la wiltima etapa en la victoriosa marcha de la libertad. Y, sin embargo, olvidamos que, aun cuando ese derecho constituye una victoria importante en la batalla libra- da en contra de las viejas cadenas, e] hombre moder- no se halla en una posicién en la que mucho de lo que «él» piensa y dice no es otra cosa que lo que todo el mundo igualmente piensa y dice; olvidamos que no ha adquirido la capacidad de pensar de una manera 168 EL MIEDO A LA LIBERTAD original —es decir, por si mismo—, capacidad que es lo tinico capaz de otorgar algiin significado a su pre- tensién de que nadie interfiera con la expresién de sus pensamientos. Atin més, nos sentimos orgullosos de que el hombre, en el desarrollo de su vida, se haya liberado de las trabas de las autoridades externas que le indicaban lo que debia hacer o dejar de hacer, olvi dando de ese modo la importancia de autoridades an6nimas, como la opinién publica y el «sentido comin», tan poderosas a causa de nuestra profunda disposicién a ajustarnos a los requerimientos de todo el mundo, y de nuestro no menos profundo terror de parecer distintos de los demés. En otras palabras, nos sentimos fascinados por la libertad creciente que ad- quirimos a expensas de poderes exteriores a noso- tros, y nos cegamos frente al hecho de la restriccién, angustia y miedo interiores, que tienden a destruir el significado de las victorias que la libertad ha logrado sobre sus enemigos tradicionales. Por ello estamos dispuestos a pensar que el problema de la libertad se reduce exclusivamente al de lograr un grado atin ma~ yor de aquellas libertades que hemos ido consiguien- do en el curso de la historia moderna, y creemos que la defensa de nuestros derechos contra los poderes que se Jes oponen constituye todo cuanto es nece- sario para mantener nuestras conquistas. Olvidamos que, aun cuando debemos defender con el méximo vigor cada una de las libertades obtenidas, el proble- ma de que se trata no es solamente cuantitativo, sino también cualitativo; que no sélo debemos preservar LOS DOS ASPECTOS DE LA LIBERTAD[...] 169 y aumentar las libertades tradicionales, sino que, Ademas, debemos lograr un nuevo tipo de liberzad, capaz de permitirnos la realizaci6n plena de nuestro propio yo individual, de tener fe en él y =n la vida. Toda valoracién critica del efecto del sistema in- dustrial sobre este tipo de libertad intima debe co menzar por la comprensién plena del enorme pro- greso que el capitalismo ha aportado al desarrollo de ha personalidad humana. Por supuesto, todo juicio eritico acerca de la sociedad moderna que descuide este aspecto del conjunto dara con ello pruebas de estar arraigado en un romanticismo irracional y po- dré hacerse justamente sospechoso de criticar al capi- talismo, no ya en beneficio del progreso, sino en favor de la destruccién de las conquistas més significativas aleanzadas por el hombre en la historia moderna. La obra iniciada por el protestantismo, al liberar espiritualmente al hombre, ha sido continuada por el capitalismo, el cual lo hizo desde el punto de vista mental, social y politico. La libertad econémica cons- titufa la base de este desarrollo, y la clase media era su abanderada. El individuo habia dejado de estar enca- denado por un orden social fijo, fundado en Ja tradi- cidn, que s6lo le otorgaba un estrecho margen para el logro de una mejor posicién personal, situada més allé de los limites tradicionales. Ahora confiaba —y Ie estaba permitido hacerlo— en tener éxito en todas las ganancias econémicas personales que fuera capaz de obtener con el ejercicio de su diligencia, capacidad intelectual, coraje, frugalidad o fortuna. Suya era la 170 EL MIEDO A LA LIBERTAD oportunidad del éxito, suyo el riesgo del fracaso, el de contarse entre los muertos o heridos en la cruel batalla econémica que cada uno libraba contra todos los demas. Bajo el sistema feudal, aun antes de que é] naciera, ya habjan sido fijados los limites de la expan- sién de su vidas pero bajo el sistema capitalisa, el in- dividuo, y especialmente el miembro de la clase me- dia, poseia la oportunidad —a pesar de las muchas limitaciones— de triunfar de acuerdo con sus pro- pios méritos y acciones. Tenfa frente a s{un fin por el cual podia Iuchar y que a menudo le cabia en suerte aleanzar, Aprendié a contar consigo mismo, a asumir Ja responsabilidad de sus decisiones, a abandonar tanto las supersticiones terrorificas como las conso- ladoras. Se fue liberando progresivamente de las li- mitaciones de la naturaleza; dominé las fuerzas natu- rales en un grado jams conocido y nunca previsto en pocas anteriores. Los hombres lograron la igual- dad; las diferencias de casta y de religidn, que en un tiempo habian significado fronteras naturales que obstrufan la unificaci6n de la raza humana, desapare- cieron, y asi los hombres aprendieron a reconocerse entre si como seres humanos. El mundo fue zaféndo- se cada vez. més de la supercheria; el hombre empezé a observarse objetivamente, despojéndose progresi- vamente de las ilusiones. También aument6 la liber- tad politica. Sobre la base de su fuerza econdmica, la naciente clase media pudo conquistar el poder politi- €0, y este poder recién adquirido creé a su vez nue- vas posibilidades de progreso econémico. Las gran- 10S DOS ASPECTOS DELALBERTAD[.] 171 des revoluciones de Inglaterra y Francia y la lucha or Is independencia norteamericana constivuyeron jas piedras fundamentales de esta evolucién. La cul- mminacién del desarrollo de la libertad en la esfera politica la constituyé el Estado democrdtico moder- no, fundado en el principio de igualdad de todos los hombres y Ia igualdad de derecho de todos los ciu- dadanos para participar en el gobierno por medio de representantes libremente elegidos. Se suponia asi que cada uno serfa capaz de obrar segtin sus propios intereses sin olvidar a la vez el bienestar commin de la Bn una palabra el capitalsmo, no solamente libe- 16 al hombre de sus vinculos tradicionales, sino que también contribuyé poderosamente al aumento de la libertad positiva, al crecimiento de un yo activo, exi- ico y responsable. Sea eabareae Hen todo esto fue uno de los efectos que el capitalismo ejercié sobre la libertad en desarrollo, también produjo una consecuencia inver- saal hacer al individuo mas solo y aslado, y al inspi- rarle un sentimiento de insignificancia e impotencia. El primer factor que debemos mencionar a este respecto se refiere a una de las caracteristicas genera- les de la economfa capitalista: el principio de la acti- vidad individualista. En contraste con el sistema feu- dal de la Edad Media, bajo el cual cada uno poseia un ugar fijo dentro de una estructura social ordenada y perfectamente clara, la economia capitalista abando- 16 al individuo completamente a si mismo. Lo que 172 EL MIEDO A LA LIBERTAD hacia y cémo lo hacfa, si tenfa xito 0 dejaba de te- nerlo, eso era asunto suyo. Es obvio que este princi pio intensifies el proceso de individuacién, y por ello se le menciona siempre como un elemento im. portante en el aporte positivo de la cultura moderna, Pero al favorecer la libertad de», este principio con- tribuyé a cortar todos los vinculos existentes entre los individuos, y de este modo separd y aisl6 a cada uno de todos los demés hombres. Este desarrollo ha- bia sido preparado por las ensefianzas de la Reforma, En la Iglesia catélica la relacién del individuo con Dios se fundaba en la pertenencia a la Iglesia misma, constituia el enlace entre el hombre y Dios, y asf mientras por una parte restringia su individualidad, por otra le permitia enfrentar a Dios, no ya estando solo, sino como parte integrante de un grupo. El protestantismo, en cambio, hizo que el hombre se hallara solo frente a Dios. La fe, segiin la entendia Lutero, era una experiencia completamente subjeti- va, ¥, segtin Calvino, la convicci6n de la propia salva- cién posefa ese mismo carécter subjetivo, El indivi- duo que enfrentaba al poderio divino estando solo no podia dejar de sentirse aplastado y de buscar su salvacién en el sometimiento més completo. Desde el Punto de vista psicolégico este individualismo espi- ritual no es muy distinto del econémico. En ambos casos el individuo se halla completamente solo y en su aislamiento debe enfrentar un poder superior: sea éste el de Dios, el de los competidores, o el de fuer- as econémicas impersonales. El cardcter individual centro y el fin de toda la activid: LOS DOS ASPECTOS DETALIBERTAD[...] 173 las relaciones com Dios constituia la preparacion jcoldgica para las caracteristicas individualistas de actividades humanas de cardcter secular. © Mientras la naturaleza individualista del sistema econdmico representa un hecho incuestionable y tan s6lo podria aparecer dudoso el efecto que tal carécter ‘ha gjercido sobre el incremento de la soledad indivi- dual, la tesis que vamos a discutir ahora contradice algunos de los conceptos convencionales més difun- didos acerca del capitalismo. Segtin tales conceptos, ei hombre, en la sociedad moderna, ha llegado a ser el : todo lo que hace, lo hace para si mismo; el principio del autointerés y del egoismo constitayen las motivaciones todopode- ross de la actividad humana. De lo que se ha dicho enlos comienzos de este capitulo se deduce que, has- tacierto punto, estamos de acuerdo com tales afirma- ciones. El hombre ha realizado mucho para si mismo, para sus propios propésitos, en los cuatro tiltimos si- glos. Sin embargo, gran parte de lo que parecia ser su propésito no le pertenecia realmente, puesto que co- rrespondfa més bien al sino una tendencia activa y una conexién “hacia la persona amada, asumiendo ésta el cardcter de {intima cuyo fin reside en la felicidad, la expansi6n y fencarnaci6n de atributos esencialmente humanos. El la libertad de su objeto. Se trata de una disposicién amor hacia una persona implica amor hacia el hom- que, en principio, puede dirigirse hacia cualquier bre como tal. Este tltimo tipo de amor no es, como persona. objeto, incluso uno mismo. El amor exchi- frecuentemente se supone, una abstraccién que se sivo es una contradiccién en si. Evidentemente no es origina después de haber conocido el amor hacia una tun mero azar el hecho de que una persona determi« determinada persona, o una generalizacién de la ex- nada se vuelva «objeto» del amor manifiesto de al- periencia sentida con respecto a un «objeto» especi- guien. Los factores que condicionan tal eleccién es- fico; por el contrario, se trata de una premisa necesa- pecifica son demasiado numerosos y complejos para ria, aun cuando, desde el punto de vista genético, se ser discutidos ahora. Lo importante es, sin embargo, adquiera en el contacto con individuos concretos. que el amor hacia un «objeto» especial es tan sdlo la De ello se sigue que mi propio yo, en principio, actualizacién y la concentracién del amor potencial puede constituir un objeto de amor tanto como otra con respecto a una persona; no ocurre, como lo pide persona. La afirmacién de mi propia vida, felicidad, la concepcién romantica del amor, que exista tan s6- expansi6n y libertad estan arraigadas en la existencia Jo una sinica persona en el mundo a quien se pueda dela disposicin basica y de la capacidad de lograr tal querer, que la gran oportunidad de la vida es poder afirmacién. Si el individuo la posee, también la pose hallarla, que el amor hacia ella conduzca a negar el con respecto a sf mismo; si tan slo puede camar» a amor a todos los demés. Este tipo de amor, que tan los otros, es simplemente incapaz de amar. s6lo puede ser sentido con relacién a una tinica per- El egofsmo [selfishness] no es idéntico al amor asi sona, se revela, en virtud de ese mismo hecho, no ya mismo, sino a su opuesto. El egoismo es una forma de codicia. Como toda codicia, es insaciable y, por 2 Sullivan se ha acercado a esta tesis en sus conferencias, consiguiente, nunca puede alcanzar una satisfaccién ea Oe ela dee edocs we arsine real Es un pozo sin fondo que agots al indviduo en estas is demain ie ck a un exfuerzo interminable para satisfacer la necesidad (ace sin alcanzar nunca la satisfaccién. La observacién otra persona (el camarada), Segiin este autor, el amor es una si- kane i ul tua en ule satisfaccign del amado tan siguficaarsy atenta descubre que si bien el egofsta nunca deja de deseable como la del amante. estar angustiosamente preocupado de si mismo, se 182 EL MIEDO A LA LIBERTAD halla siempre insatsfecho, inquieto, torcurado pore miedo de no tener bastante, de perder algo, de sep despojado de alguna cosa. Se consume de envidia por todos aquellos que logran algo més. ¥ si observamog ain més de cerca este proceso, especialmente su die némica inconsciente, hallaremos que el egoista, en esencia, no se quiere a s{ mismo sino que se tiene ung profunda aversidn. _, Elenigma de este aparente contrasentido es de fax cil solucién. El egofsmo se halla arraigado justamens te en esa aversién hacia si mismo. El individuo que se desprecia, que no esté satisfecho de si, se halla en una angustia constante con respecto a su propio yo. No posee aquella seguridad interior que puede darse tan sélo sobre la base del carifio genuino y de la autoafir. maci6n. Debe preocuparse de sf mismo, debe ser co- dicioso y quererlo todo para sf, puesto que, funda- mentalmente, carece de seguridad y de la capacidad de alcanzar la satisfaccién. Lo mismo ocurre con el llamado narcisista, que no se preocupa tanto por obe tener cosas para si, como de admirarse a sf mismo, ‘Mientras en la superficie parece que tales personas se quieren mucho, en realidad se tienen aversin, y su narcisismo —como el egoismo— constituye la so- brecompensacién de la carencia bésica de amor hacia si mismos. Freud ha sefialado que el narcisista ha re- tirado su amor a los otros dirigiéndolo hacia su per- sona: si bien lo primero es cierto, la segunda parte de esta afirmacién no lo es. En realidad, no quiere ni a los otros ni a si mismo. LOS DOS ASPECTOS DE LALIBERTAD [..] 183 | Volvamos ahora al problema que nos condujo a anilisis psicol6gico del egoismo. Como se recor- 4, habiamos tropezado con la contradiccién inhe- te al hecho de que, mientras el hombre moderno ree que sus acciones estan motivadas por el interés personal, en realidad su vida se dedica a fines que no son suyos; tal como ocurrfa con la creencia calvinista de que el propésito de la existencia humana no es el hombre mismo sino la gloria de Dios. Hemos trata- do de demostrar que el egoismo est fundado en la carencia de autoafirmacién y amor hacia el yo real, es decir, hacia todo el ser humano conereto junto con sus potencialidades. El «yo» en cuyo interés obra el hombre moderno es el yo social, constituido esen- cialmente por el papel que se espera deberd desempe- fiar el individuo y que, en realidad, es tan sélo el dis- fraz subjetivo de la funcién social objetiva asignada al hombre dentro de la sociedad. El egoismo de los modernos no representa otra cosa que la codicia ori- ginada por la frustracién del yo real, cuyo objeto es el yo social. Mientras el hombre moderno parece ca- racterizarse por la afirmacién del yo, en realidad éste ha sido debilitado y reducido a un segmento del yo total —intelecto y voluntad de poder— con exclusién de todas las demés partes de la personalidad total. Si bien todo es cierto, también debemos pregun- tarnos ahora si el acrecentado dominio sobre la natu- raleza ha tenido o no por consecuencia un aumento del vigor del yo individual. Hasta cierto punto ello ha ocurrido, y tal aumento, en la medida en que real- 184 EL MIEDO A LA LIBERTAD mente se produjo, forma parte del aspecto positive del desarrollo individual, que no debemos perder de vista. Pero, si bien el hombre ha alcanzado en un grax do considerable el dominio de Ja naturaleza, la socie= dad no ejerce la fiscalizacién de aquellas fuerzas que ella misma ha creado. La racionalidad del sistema de produccién, en sus aspectos técnicos, se ve acompa- fiada por lairracionalidad de sus aspectos sociales, El destino humano se halla sujeto a las crisis econdmi cas, la desocupacién y la guerra, El hombre ha cons- truido su mundo, ha erigido casas y talleres, produce trajes y coches, cultiva cereales y frutas, pero se ha visto apartado del producto de sus propias manos, y en verdad ya no es el duefio del mundo que él mismo ha edificado. Por el contrario, este mundo, que es su cobra, se ha transformado en su dueiio, un duefio fren= teal cual debe inclinarse, a quien trata de aplacar o de manejar lo mejor que puede. El producto de sus pro- pios esfuerzos ha llegado a ser su Dios. El hombre pax rece hallarse impulsado por su propio interés, pero en realidad su yo total, con sus concretas potencialida= des, se ha vuelto un instrumento destinado a servir los propésitos de aquella misma maquina que sus manos han forjado. Mantiene la ilusi6n de constituir el cen= to del universo y, sin embargo, se siente penetrado por un intenso sentimiento de insignificancia e impo- tencia andlogo al que sus antepasados experimenta- ron de una manera consciente con respecto a Dios. Elsentimiento de aislamiento y de impotencia del hombre moderno se ve ulteriormente acrecentado LOS DOS ASPECTOS DE LA LIBERTAD [...] 185 or el carécter asumido por todas sus relaciones so- Gales, La relacién conereta de un individuo con otro ‘ha perdido su carécter directo y humano, asumiendo ‘un espiritu de instrumentalidad y de manipulacién, Bntodkas las relaciones sociales y personales la norma esti dada por las leyes del mercado. Es obvio que las relaciones entre competidores han de fundarse sobre Jaindiferencia mutua Sifuera de otro modo, cada uno de los competidores se veria paralizado, en el cumpli- miento de su tarea econ6mica, de entablar una lucha contra los demés, susceptible de llegar, si fuera necesa- rio, a la destrucci6n reciproca. La relacidn entre empleado y patrén [employer] se halla penetrada por el mismo espiritu de indife- rencia, La palabra inglesa employer encierra toda la historia: el propietario del capital emplea a otro ser frumano del mismo modo que emplea una méquina. Patrén y empleado estan uséndose mutuamente para ellogro de us fines econémicos;su relaciOn se carac- teriza por el hecho de que cada uno constituye un medio para un fin, representa un instrumento para el otro, No se trata en modo alguno de la relacidn entre dos seres humanos que poseen un interés reciproco no estrictamente limitado a esta mutua utilidad, Este mismo cardcter instrumental constituye la regla en las relaciones entre el hombre de negocios y sw clien- te, Este representa un objeto que debe ser manipula- do, y no una persona concreta cuyos propésitos in- teresen al comerciante, También la actitud hacia el trabajo es de cardcter instrumental; en oposicién al 186 EL MIEDO A LA LIBERTAD artesano de la Edad Media, el moderno industrial no se interesa primariamente en lo que produce, sing que considera el producto de su industria como un medio para extraer un beneficio de la inversién de] capital y depende fundamentalmente de las cond ciones del mercado, las cuales habran de indicarle qué sectores de produccién le proporcionardn ga. nancias para el capital a invertir. Este cardcter de extrafiamiento se da no sélo en las relaciones econémicas sino también en las perso- nales; éstas toman el aspecto de relaciGn entre cosas en lugar del de relacién entre personas. Pero acaso el fenémeno més importante, y el més destructivo, de instrumentalidad y extrafiamiento lo constituye la relacién del individuo con su propio yo. El hombre no solamente vende mercancias, sino que también se vende a s{ mismo y se considera como una mercancia, El obrero manual vende su energia fisica, el comer- ciante, el médico, el empleado, venden su «personali- dad». Todos ellos necesitan una «personalidad» si quieren vender sus productos o servicios. Su perso- nalidad debe ser agradable: debe poseer energia, ini- ciativa y todas las cualidades que su posicién o pro- fesién requieran. Tal como ocurre con las demas mercancias, al mercado es al que corresponde fijar el 3. Hegel y Marx han formulado los fundamentos necesarios para la comprensién del problema del extrafiamiento. Véanse especialmente los conceptos de Marx acerca del «fetichismo de Jas mercancfas» y el «extrafiamiento del trabajo». 10S DOS ASPECTOS DE LA LipERTAD[..] 187 valor de estas cualidades humanas, y aun su misma ‘existencia. Si las caracteristicas ofrecidas por una persona no hallan empleo, simplemente no existen, fal como una mercancia invendible carece de valor ‘econémico, aun cuando pudiera tener un valor de ‘uso. De este modo la confianza en sf mismo, el «sen- timiento del yor, e8 tan s6lo una sefal de lo que los atros piensan de uno; yo no puedo creer en mi pro- pio valer, con independencia de mi popularidad y éxito en el mercado. $i me buscan, entonces soy ai- jen, si no goz0 de popularidad, simplemente no soy nadie. El hecho de que la confianza en si mismo dependa del éxito de la propia «personalidad» cons- tituye la causa por la cual la popularidad cobra tama- fia importancia para el hombre moderno, De ella de- pende no solamente el progreso material, sino también Ia autoestimaci6n; su falta significa estar condenado a hundirse en el abismo de los sentimientos de infe- rioridad* q Hemos intentado demostrar c6mo Ja nueva li- bertad proporcionada al individuo por el capitalis- mo produjo efectos que se sumaron a los de la li- bertad religiosa originada por el protestantismo. El individuo llegé a sentirse mas solo y mas aislado; se transform6 en un instrumento en las manos de fuer- zas abrumadoras, exteriores a él se volvi6 un indivi- 4, Este anilisis de la autoestimaci6n ha sido claramente ex- puesto por Ernest Schachtel en una conferencia inédita Self-fee- ling and the «sale» of personality. 188 EL MIEDO A LA LIBERTAD duo», pero un individuo azorado ¢ inseguro. Exis- tian ciertos factores capaces de ayudarlo a superar las manifestaciones ostensibles de su inseguridad subya- cente. En primer lugar su yo se sintié respaldado por Ja posesién de propiedades. «Ll», como persona, y los bienes de su propiedad, no podian ser separados, Los trajes o las casas de cada hombre eran parte de su yo tanto como su cuerpo. Cuanto menos se sentia al- guien, tanto més necesitaba tener posesiones. Sil in- dividuo no las tenia o las habia perdido, carecia de una parte importante de su «yo» y hasta cierto pune to no era considerado como una persona completa, ni por parte de los otros ni de él mismo. Otros factores que respaldaban al ser eran el prestigio y el poder. En parte se trataba de conse- cuencias de la posesién de bienes, en parte consti- tufan el resultado directo del éxito logrado en el te- reno de la competencia. La admiracién de los demas y el poder ejercido sobre ellos se iban a agregar al apoyo proporcionado por la propiedad, sosteniendo al inseguro yo individual. ara aquellos que sélo posefan escasas propieda~ des y menguado prestigio social, la familia constituia una fuente de reputacién individual. Alli, en su seno, elindividuo podia sentirse «alguien», Obedecido por la mujer y los hijos, ocupaba el centro de la escena, aceptando ingenuamente este papel como un dere- cho natural que le perteneciera. Podia ser un don na- die en sus relaciones sociales, pero siempre era un rey ensu casa. Aparte dela familia, el orgullo nacional LOS DOS ASPECTOS DE LA LiBERTAD[...] 189 —y en Europa, con frecuencia, el orgullo de clase— también contribufa a darle un sentimiento de impor- fancia. Aun cuando no fuera nadie personalmente, con todo se sentia orgulloso de pertenecer a un gru- po que podfa considerarse superior a otros. Debemos distinguir los factores sefialados, ten- dentes a sostener el yo debilitado, de aquellos otros de los que se ha habiado al comenzar este capitulo, a saber: las efectivas libertades politicas y econémices, a oportunidad proporcionada a la iniciativa indivi- dual y el avance de la ilustracién racionalista. Estos factores contribuyeron realmente a fortificar el yo y condujeron al desarrollo de la individualidad, la in- dependencia y la racionalidad. En cambio, los facto- res de apoyo al yo tan sélo contribuyeron a compen- sar la inseguridad y la angustia, No desarraigaron estos dos sentimientos, sino que se limitaron a ocul- tarlos, ayudando de este modo al individuo a sentir- se conscientemente seguro; pero esta seguridad era en parte superficial y solo perduraba en la medida en que subsistian los factores de apoyo que la habian producido, Todo anilisis detallado de la historia europea y americana del perfodo que va desde la Reforma has- ta nuestros dias podria mostrar de qué manera las dos tendencias contradictorias, inherentes a la evolu- cién de la libertad de a la libertad para, corren para- Ielas 0, con mas precisi6n, se entrelazan de continuo. Desgraciadamente, tal andlisis va més allé de los limi- tes fijados a este libro y debe ser reservado para otra 190 EL MIEDO A LA LIBERTAD LOS DOS ASPECTOS DE LA LIBERTAD[...] 191 La tendencia hacia la libertad humana, en sentido sitivo, alcanzé su culminacién durante la segunda mitad del sigho xrx y comienzos del siglo xx. No so- Jamente participaron de este progreso las clases me- dias, sino también los obreros, que se transformaron en agentes libres y activos, en luchadores en pro de sus intereses econdmicos, y al mismo tiempo de los fines mas amplios de la humanidad. Con la fase monopolista del capitalismo, tal co- ‘mo se fue desarrollando de manera creciente en las ‘iltimas décadas, la importancia respectiva de ambas tendencias pareci6 sufrir algin cambio. Adquirieron mayor peso factores tendentes a debilitar el yo indi- vidual, mientras que aquellos dirigidos a fortificarlo vieron relativamente mermada su importancia. El sentimiento individual de impotencia y soledad fue en aumento, la «libertad» de todos los vinculos tradi- cionales se fue acentuando pero las posibilidades de lograr el éxito econdmico individual se restringieron. Elindividuo se siente amenazado por fuerzas gigan- tescas, y la situacién es andloga en muchos respectos ala que existia en los siglos xv y xvr. El factor més importante de este proceso es el crecimiento del poder del capital monopolista. La concentracién del capital (no de la riqueza), en cier- tos sectores de nuestro sistema econdmico, restrin- gi6 las posibilidades de éxito para la iniciativa, el co- raje y la inteligencia individuales. La independencia econémica de muchas personas ha resultado destrui- daen aquellas esferas en las que el capital monopolis- publicacién. En algunos perfodos y en ciertos grupos sociales la libertad humana en su sentido positivg) —fuerza y dignidad del ser— constitufa el factor dow minantes puede afirmarse, en general, que ello octi ri6 en Inglaterra, Francia, Norteamérica y Alemania, cuando la clase media logré sus victorias econémicas y politicas sobre los representantes del viejo orden, En esta lucha por la libertad positiva la clase media podia acudir a ese aspecto del protestantismo que exaltaba Ja autonomia humana y la dignidad del hombre; mientras que de su parte la Iglesia catlica se aliaba con aquellos grupos que debian oponerse a la liberaci6n del individuo para poder preservar sus propios privilegios. En el pensamiento filosofico de la Edad Moderna también descubrimos que los dos aspectos de la lie bertad permanecen entrelazados, como lo habian es- tado ya en las doctrinas teolégicas de la Reforma, Asi, para Kant y Hegel la autonomia y la libertad del individuo constituyen los postulados centrales de sus sistemas, y sin embargo, los dos filésofos subordi- nan el individuo a los propésitos de un Estado todo~ poderoso. Los filésofos del periodo de la Revolucién Francesa, y en el siglo xrx Feuerbach, Marx, Stirner y Nietzsche, expresaron una vez més sin ambages la idea de que el individuo no deberia someterse a pro- pésitos ajenos a su propia expansién o felicidad. Los fil6sofos reaccionarios del mismo siglo, sin embar- 80; postularon explicitamente la subordinacién del individuo a las autoridades espirituales y seculares, 192 EL MIEDO A LA LIBERTAD tase ha impuesto. Para los que siguen defendiéns se, especialmente para gran parte de la clase media, lucha asume el cardcter de una batalla tan desi que el sentimiento de confianza en la iniciativa y coraje personales es reemplazado por el de impoten- cia y desesperacién. Un pequetio grupo, de cuyas decisiones depende el destino de gran parte de la pos blacién, ejerce un poder enorme, aunque seer sobre toda la sociedad, La inflacin alemana en 1923 o lacrisis norteamericana de 1929 aumentaron el senti- miento de inseguridad, destrozaron en muchos la es. peranza de abrirse camino por el esfuerzo personal y anularon la creencia tradicional en las ilimitadas po- sibilidades de éxito. Es verdad que el pequefio y mediano hombre de negocios, que se ve virtualmente amenazado por el poder abrumador del gran capital, puede continuar realizando beneficios y preservar su independencia, pero la amenaza que pende sobre su cabeza aumenta su inseguridad e impotencia en una medida mucho mayor de la que podia observarse anteriormente. En su lucha en contra de los competidores monopolistas estd enfrentado a gigantes, mientras que antes com> batia contra sus pares. También la situacién psicolé- gica de aquellos hombres de negocios independientes,, para los cuales el desarrollo de la industria moderna ha creado nuevas funciones econémicas, difiere de la del antiguo comerciante o industrial. Un ejemplo de tal diferencia lo constituye aquel tipo de hombre de negocios independiente que a veces es citado como. LOS DOS ASPECTOS DE LA LIBERTAD [..] 193 caso del surgimiento de una nueva forma de vida Ia clase media: el propietario de un puesto de dis- tribucién de gasolina. Muchos de esos propietarios son econémicamente independientes. Poseen su ne- gocio del mismo modo que el almacenero o el sastre seen‘el suyo. Pero, jqué diferencia entre el viejo y elnuevo tipo del hombre de negocios independiente! El almacenero necesitaba de un alto grado de expe- riencia y capacidad. Debia elegir entre un cierto né- mero de comerciantes al por mayor para hacer sus compras de acuerdo con los precios y calidades que estimara mas convenientes; debia conocer las necesi- dades individuales de sus numerosos clientes, a quie- nes también debia aconsejar en sus compras y decidir acerca de la conveniencia de concederles crédito. En general, la funcién del comerciante de viejo estilo no solamente suponia independencia, sino que también requeria pericia, conocimiento, actividad y una pres- tacién de servicios de tipo individual. El distribuidor de gasolina, en cambio, se halla en wna situacién com- pletamente distinta. Vende una sola y tinica clase de mercaderfa: gasolina y hubricantes. Su posicién de com- prador y su poder de regateo con las compaiiias pe- twoleras se hallan limitados. Repite mecénicamente siempre el mismo acto de llenar depésitos de gasoli- nay vender lubricantes. Tiene una oportunidad mu cho menor que el antiguo almacenero para utilizar aptitudes de pericia, iniciativa y energia individuales. Sus beneficios se hallan determinados por dos facto- res: el precio que debe pagar por la gasolina y los ku 194 EL MIEDO A LA LIBERTAD bricantes, y el niimero de automovilistas que paran en su estacion de servicio. Ambos Factores esca en gran parte a su dominio; simplemente debe fun cionar como un agente entre el mayorista y el consue midor. Desde el punto de vista psicolégico existe muy poca diferencia entre el hecho de estar emplea- do por la compaiifa y el de ser un comerciante «inde= pendiente»: siempre se trata de un mero engranaje de Javasta méquina de distribucién. Por lo que se refiere a la nueva clase media, intex grada por los obreros de «cuello blanco» [white co- ar], cuyo ntimero ha ido creciendo con la expansién de la gran empresa, es obvio que su posici6n resulta muy distinta de la de los pequeios comerciantes ¢in« dustriales independientes de otro tiempo. Podria sostenerse que, si bien han dejado de ser indepen- dientes en el sentido formal, de hecho se les ofrecen oportunidades de éxito fundadas en el desarrollo de |a iniciativa individual y de la inteligencia, en una medida igual, sino mayor, de la que se le ofrecfa al al- macenero o al sastre de viejo estilo, En cierto sentido, esto es verdad, pero resulta dificil descubrir en qué grado. Psicolégicamente, la situacién del empleado es distinta. Es parte de una vasta maquina econémi- ca, realiza una tarea altamente especializada, se halla en feroz competencia con centenares de colegas que se encuentran en la misma posicién y si llega a dejar- se superar es inexorablemente despedido. Mas breve- ‘mente, aun cuando sus probabilidades de éxito resul- ten a veces mayores, no deja de haber perdido gran ‘LOS DOS ASPECTOS DE LA LIBERTAD [...] 195 parte de la seguridad y la independencia del antiguo hombre de negocios; en cambio, se ha tornado un ‘engranaje, a veces pequefio, a veces més grande, de ‘una maquinaria que le impone su ritmo, que escapa a su dominio y frente a la cual aparece como una insig- nificante pequefiez. Las consecuencias psicolégicas de la vastedad y superioridad de poder de la gran empresa han incidi- do también sobre el obrero. En la pequefia empresa de otrora, éste conocfa personalmente a su patron y se hallaba familiarizado con su fabrica, cuyo total fun- cionamiento podia observar; si bien era contratado y despedido segiin las necesidades del mercado, siem- pre existfa alguna relaci6n concreta con el patrén y suempresa capaz de otorgarle el sentimiento de pisar tun suelo familiar y conocido. Muy distinta es la po- sicién de un hombre en una fabrica en la que trabajan miles de obreros. El patrén se ha vuelto una figura abstracta: nunca logra verlo; la direccién sélo es un poder anénimo que trata con él de un modo indirecto y frente al cual, como individuo, es algo insignifican- te. La empresa tiene dimensiones tales, que el indi duo es incapaz de conocer algo més allé del pequefio. sector relacionado con la tarea que le toca desempefiar. Tal situacién ha sido compensada de algtin modo por los sindicatos. Estos no solamente han mejora- do la posicién econémica del obrero, sino que tam- bién han producido un efecto psicol6gico impor- tante al proporcionarle el sentimiento de su fuerza y significado frente a los gigantes econémicos con que 196 EL MIEDO A LA LIBERTAD debe luchar. Desgraciadamente muchos sindicatos han. crecido, transforméndose también ellos en enormes organizaciones que dejan muy poco lugar a la iniciae tiva del miembro individual. Este paga su cuota y de vez en cuando ejerce el derecho de voto, pero aqui, como allé, no es mas que el pequeio engranaje de una gran maquinaria, Seria asunto de la mayor im- portancia el que los sindicatos se transformaran en 6rganos apoyados en la activa cooperacién de cada uno de sus miembros, con una organizaci6n que ase- gurara la efectiva participacién de todos en la vida de [a entidad y los hiciera sentirse responsables de su funcionamiento. " La insignificancia del individuo en nuestros tiem= pos no atafie solamente a su funcién como hombre de negocios, empleado o trabajador manual, sino tam= bién a su papel de consumidor o cliente. Esta ilti- ma funcién ha sufrido un cambio drastico en las tle timas décadas. El cliente que visitaba un negocio cuyo’ duefio era un comerciante independiente, se hallaba seguro de ser objeto de un trato personal; su adquisi- cién representaba algo importante para el propieta- rio; se le recibia como una persona que significaba al g0 para el comerciante; sus deseos eran materia de estudio; el acto mismo de la compra le proporciona- ba cierto sentimiento de importancia y dignidad, iCudn distinta es ahora la relacién del cliente con las grandes tiendas! La vastedad del edificio, la abun- dancia de las'mercaderfas expuestas, el gran nimero’ de empleados ejercen sobre él una profunda impre- LOS DOS ASPECTOS DE LA LiBERTAD[..] 197 si6n; todo le hace sentirse pequefio y sin importan- cia. Y en verdad, como individuo no ofrece interés alguno al establecimiento comercial. Tan sélo es im- portante porque es un cliente; la tienda no quiere perderlo, pues ello indicar‘a que hay algo que funcio- na mal y que probablemente otros clientes se perde- rian por la misma raz6n, Es importante en su cardc- ter de cliente abstracto; pero como cliente concreto no significa nada en absoluto. No hay nadie que se alegre por su visita, nadie que se preocupe especial- mente para satisfacer sus deseos. El acto de comprar se ha vuelto andlogo al de adquirir sellos en una ofi- cina de correos. Esta situacién se acentia atin més debido a los métodos de la propaganda moderna. Los argumen- tos comerciales del hombre de negocios de viejo esti- Jo eran esencialmente racionales. Conocfa sus merca- derfas, las necesidades del cliente y, sobre la base de estos conocimientos, trataba de efectuar su venta. Naturalmente, sus argumentos no eran del todo ob- jetivos, esforzéndose por persuadir al cliente lo me- jor posible; sin embargo, para ser eficiente y aleanzar sus metas, debfa emplear una forma racional y sen- sata de persuasion. La propaganda moderna, en un. amplio sector, es muy distinta: no se dirige a la ra- z6n sino a la emocién; como todas las formas de su- gestién hipnética, procura influir emocionalmente sobre los sujetos, para someverlos luego también des- deel punto de vista intelectual. Esta forma de propa- ganda influye sobre el cliente, acudiendo a toda clase 198 EL MIEDO A LA LIBERTAD de medios: la incesante repeticién de la misma fore mula; el influjo de la imagen de alguna persona de Prestigio, como puede ser la de alguna dama de Iq aristocracia o la de un famoso boxeador que fuma tal marca de cigarrillos; por medio del sex-appeal de ale guna muchacha bonita, atrayendo de ese modo la atencién del cliente y debilitando al propio tiempo su capacidad de critica; mediante el terror, sefialando el peligro del «mal aliento» o de alguna enfermedad de nombre misterioso; o bien estimulando su fantax sia acerca de un cambio imprevisto en el curso de su propia vida debido al uso de determinado tipo de ca- misa 0 jab6n. Todos estos métodos son esencialmen= te irracionales; no tienen nada que ver con la calidad de la mercaderia y apagan o matan la capacidad criti a del cliente, como podria hacerlo el opio o un esta do hipnético absoluto. Son capaces de proporcionar- le alguna satisfaccién debido a su efecto estimulante sobre la fantasia, tal como ocurre con el cine, pero al mismo tiempo aumentan su sentimiento de peque= fiez y de impotencia. En realidad, estos métodos de embotamiento de la capacidad de pensamiento critico son més peligro- sos para nuestra democracia que muchos ataques abiertos, y més inmorales —si tenemos en cuenta la integridad humana—que la literatura indecente cuya publicacién castigamos. Las asociaciones de consu- midores han intentado restablecer la capacidad criti cadel cliente, su dignidad, su sentimiento de tener al- gtin significado, operando asi en la misma direccién LOS DOS ASPECTOS DELALIBERTAD [...] 199 que el movimiento sindical. Hasta ahora, sin embar- go, sus alcances se han limitado a los de un modesto comienz0. Lo que se ha afirmado acerca de la esfera econ6- mica vale también para la esfera politica, Durante los primeros tiempos de la democracia existian varios medios por los cuales el individuo podia participar concreta y activamente con su voto en la eleccién de algin candidato o en la adopcién de determinadas decisiones; los problemas en discusiéa le eran fami- Jiares, asf como lo eran los candidatos; el acto de vo- tar, realizado a menudo en una asamblea de toda la poblacién de la ciudad, era algo concreto-y en el mis- mo el individuo significaba realmente algo. Hoy, el votante se ve frente a partidos politicos enormes, tan grandiosos y lejanos como las gigantescas organiza- jones industriales. Los problemas politicos, compli- cados ya por naturaleza, se vuelven atin més inextri- cables debido a la intervencién de toda clase de recursos que tienden a oscurecerlos. El votante pue- de legar a ver alguna vez a su candidato durante el periodo electoral; pero desde que se inicis el uso de Ia radio no es probable que lo vea con frecuencia, perdiéndose con ello el timo medio que le permitia juzgara su candidato. De hecho debe elegir entre dos o tres personas que las organizaciones partidarias le presentan; pero tales candidatos no son el resultado de su eleceién; elector y candidato se conocen muy poco entre si, y su reciproca relacién posee un carac- tertan abstracto como todas las demas. 200 EL MIEDO A LA LIBERTAD Los métodos de propaganda politica tienen sob, el votante el mismo efecto que los de la propagan comercial sobre el consumidor, ya que tienden a a mentar su sentimiento de insignificancia, La repet cién de slogan y a exaltacién de factores que tienen que ver con las cuestiones discutidas inuti zan sus capacidades criticas. En la propaganda politis ca, el lamamiento claramente formulado y de tipo racional constituye més bien la excepcién que la ree gla; esto ocurre hasta en los paises democréticos, Obligado a enfrentarse con el poder y la magnitud de los partidos, tal como se le aparecen 2 través de su_ propaganda, el votante no puede dejar de sentirse pee quefio y poco importante. Lo que acaba de exponerse no significa que la pros paganda comercial o politica insista abiertamente so- bre la carencia de significado del individuo. Por el contrario, una y otra lo adulan al hacerle creer que es importante y fingiendo dirigirse a su juicio eritico, a su capacidad de discriminacién. Pero esta ficcién constituye esencialmente un método para apagar las sospechas del individuo y ayudarlo a engafiarse a sf mismo acerca del cardcter auténomo de su decisi6n. Es asi innecesario puntualizar que la propaganda ala que nos hemos referido no es totalmente irracional, y que en la propaganda de los diferentes partidos y can« didatos existen ciertas diferencias en cuanto a la im= ortancia relativa concedida a los factores racionales. Ademds, se han agregado otros factores que con= tribuyen a la creciente impotencia del individuo. La LOS DOS ASPECTOS DE LA LIBERTAD[..] 201 ena econémica y politica es mas compleja y més fasta de Io que era antes, y las personas ven dismi- ‘da su capacidad de observacién. También las jecszs qa dUindisidandeba enfrentar han alean- zado mayores dimensiones. La desocupaci6n de mu- thos millones de personas debido a la crisis en la es- fructura econémica ha aumentado su sentimiento de jnseguridad. Aun cuando la ayuda al desocupado por medio de recursos priblicos haya hecho mucho para compensar ls consecuensas de pro forzosoramto desde el punto de vista econdmico como del psicolé- ico, siempre queda en pie el hecho de que parala gran mayorfa del pueblo quedar desocupado constiaye tina carga muy dificil de soportar psicolégicamente, yl terror a la desocupaci6n no deja de ensombrecer toda su vida. Tener un empleo —cualquiera que sea— parece resumir para mucha gente todo cuanto puede pedirse la vida y constituir algo por lo que debe ex- perimentarse grativud. La desocupacién ha aumenta- do también el miedo a la vejez. En muchos casos se requiere tan sélo ajévenes y aun a personas sin expe- riencia, que, empero, mantienen todavia su capaci- dad de adaptaci6n; es decir, se acepta a aquellos que pueden ser moldeados sin dificultad a fin de que fun- cionen fécilmente como pequefios engranajes ajusta- dos a las necesidades de una determinada maquinaria. "También la amenaza de la guerra ha contribuidoa aumentar el sentimiento de impotencia individual. Como es notorio, no faltaron guerras durante el si- glo 10x; pero, desde la primera guerra mundial, las 203 uaperap [.] 202 EL MIEDO A LA LIBERTAD LOS DOS ASPECTOS DE LA posibilidades de destruccién han aumentado de ‘manera tan tremenda que la amenaza de un cont bélico se ha convertido en una pesadilla que, aun cuando pueda permanecer inconsciente en muchas personas hasta tanto su pais no se vea directamente envuelto en la guerra, no deja de ensombrecer sus vi. das y acrecentar el sentimiento de pinico e impotens cia. Por otra parte, las categorias de la poblacién pueden ser afectadas por el conflicto han aumentadg, de tal manera que ahora comprenden a todo el mun. do sin excepci6n. Elestilo de todo este periodo esté de acuerdo con el cuadro que he bosquejado. La inmensidad de las ciudades, en las que el individuo se pierde, los edific cios altos como montafias, el incesante bombardeo actistico de a radio, los grandes titulares periodisticos, que cambian tres veces al dia y dejan en la incerti- dumbre acerca de lo que debe considerarse realmente importante, los espectéculos en que cien muchachas exhiben su habilidad con precisién cronométrica, borrando al individuo y actuando como una méqui- na poderosa y al mismo tiempo suave, el ritmico martilleo del jazz... todos estos y muchos otros de- talles expresan una peculiar constelacién en la que el individuo se ve enfrentado por un mundo de dimen- siones que escapan a su fiscalizaci6n, y en compara- ci6n al cual él no constituye sino una pequefia parti- gpla, Todo lo que puede hacer es ajustar su paso al ritmo que se le impone, como lo haria un soldado en marcha o el obrero frente a la cadena sin fin, Puede at pro su sentimiento de ndependenci, de sig- 5 ha desaparecido. ; oe tie ren peal esata comin notes gesienteinvadido por este sentimiento de miedo ie insignificancia parece expresarse de cima Uicaz en el fenémeno de la popularidad del Retén Mickey. En ess filmes el tema dnc —y ss infini- ; jaciones— es siempre éste: algo pequ vat yemuido y puesto en peligro por algo que posee Pet frerza abrumadora, que amenaza matt ie orarlo;la cosa pequeia se escapa y, més tard, ogre savarse y sun catgar a su enemigo. La gente no se peta tn oe doae ico cea ln ete suchas variaciones de este nico tema sno se tet rade algo que coca muy de cerea su vide emotional la pequefia cosa amenazada por ee rem pent "mismo: tal se siente él, siendo esa la cae ale ae Bia fal, nose matenila wubjera un final feliz, : Gos seein an permanente com gee expecticulo, De este modo, el espectaor revive st propio miedo y el sentimiento desu penis ts rimentando a final consoladoraemocion de ves salvado y aun de conquisar a su fuerte enemigo- Con todo —y aut reside a lado sai : Ba vez triste de este happy end— epee ste de su habilidad para la fuga y de lo: Gideates imprevistos que impidea al monstruo alean- zarlo. 204 EL MIEDO A LA LIBERTAD La posicién en la que se halla el individuo nuestra época habia sido previsea por algunos py dores proféticos del siglo x0x. Kierkegaard al individuo desamparado, atormentado y lacera por la duda, abrumado por el sentimiento de su dad e insignificancia, Nietzsche tiene una visién nihilismo en ciemes, que debia manifestarse luego 1a ideologia nazi, y dibuja la imagen del superhome bre, negaci6n del individuo insignificante y sin m que le era dado observar en la realidad. El tema de impotencia del hombre hall6 su mas precisa exprer sién en la obra de Franz Kafka. En su libro El casti- Uo describe a un hombre que quiere hablar con los misteriosos habitantes de un castillo, que se supone le dirén todo Jo que tiene que hacer y cudl es su lugar en el mundo. Toda la vida de este hombre se resume en frenéticos esfuerzos por alcanzar a esa personas, sin lo grarlo nunca: a fin queda solo, con el sentimiento de su total futilidad y desamparo. E| sentimiento de aislamiento e impotencia lo ha expresado de una manera muy bella Julian Green en el pasaje siguiente: Sabfa que nosotros significabamos poco en compa raci6n con el universo, sabia que no éramos nada; pero el hecho de ser nada de una manera tan inconmensura- ble me parece; en cierto sentido, abrumador y a la vez alentador. Aquellos mimeros, aquellas dimensiones mis allé del alcance del pensamiento humano nos sub- Yugan por completo, Existe algo, sea lo que fuere, alo ‘que podamos aferrarnos? En medio de este caos de ilu- 108 DOS ASPECTOS De LA LineRTAD [...] 205 siones en el que estamos sumergidos de cabeza, hay tuna sola cosa que se erige verdaders: el amor. Todo el resto es la nada, un espacio vacio. Nos asomamos al in- menso abismo negro. Y tenemos miedo* _ Sin embargo, este sentimiento de aislamiento in- dividual y de impotencia, tal como fuera expresado jor los escritores citados y como lo experimentan ‘muchos de los llamados neuréticos, es algo de lo que ‘dhombre comiin no tiene conciencia, Es demasiado “sterrador. Se lo oculta la rutina diaria de sus activida- "des, la seguridad y la aprobacién que halla en sus re- laciones privadas y sociales, el éxito en los negocios, -eualquier forma de distraccién (edivertirse», «trabar relaciones», «ir a lugares»). Pero silbar en Ia oscuri- dad no trae la luz. La soledad, el miedo y el azora- miento quedan; la gente no puede seguir soportén- dolos. No puede sobrellevar la carga que le impone Ia libertad de; debe tratar de rehuirla si no logra pro- gresar dela libertad negativa a la positiva. Las princi- pales formas colectivas de evasion en nuestra época estén representadas por la sumisién a un lider, tl co- mo ocurri6 en los paises fascistas, y el conformismo compulsivo automatico que prevalece en nuestra de- mocracia. Antes de pasar a describir estas formas de evasién socialmente estructuradas, debo pedirle al lector que me siga en la discusién de los intrincados 5, Julian Green, Personal Record, 1928-39, traduccién ingle- sade J. Godefroi, Nueva York, Harper & Brothers, 1939 206 EL MIEDO A LA LIBERTAD mecanismos psicolégicos de evasién. Ya nos hem ocupado de algunos de ellos en los capitulos anteri res; mas si queremos entender plenamente el si cado psicolégico del fascismo y la automatizaci del hombre en la democracia moderna, del comprender los fenémenos psicolégicos no sélo una manera general, sino también en los detalles mos de su concreto funcionamiento, Esto puede recer un rodeo; pero, en realidad, se trata de una ps te necesaria de toda nuestra discusién. Del mismo modo que no pueden comprenderse correctament los problemas psicolégicos sin conocer su sustrato cultural y social, tampoco pueden estudiarse los fe- némenos sociales sin el conocimiento de los meca- nismos psi¢olégicos subyacentes. El capitulo que si- gue ensaya un anilisis de tales mecanismos, con el fin de revelar lo que ocurre en el individuo y mostrar de ‘qué manera, en nuestro esfuerzo por escapar de la soledad y la impotencia, nos disponemos a despojar- nos de nuestro yo individual, ya sea por medio de la sumisi6n a nuevas formas de autoridad o por una for- ma de conformismo compulsivo con respecto a las normas sociales imperantes.

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