OsvaLbo GUARIGLIASerie Breves
dirigida por
ENRIQUE TANDETER
Osvaldo Guariglias
Una ética
para el siglo XxI
Etica y derechos humanos
en un tiempo posmetafisico
‘México Argentina - Brasil - Chile - Colombia - Espana
etados Unidos de América - Guatemala - Pera - Venezuela“Tayu0R, C. (1989), Sources ofthe Sl the Making of
Modern Identity, Cambridge, Massachusetts, Har-
‘ad rivet Pee [atc (1999, Fares
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— (0994), Thick and Thin: Moral Argument at Home
and Abroad, Notre Dame-Londres, University of
Notre Dame Press
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3. La ética universalista y
los derechos humanos
A Eduardo Rabossi
en homenaje a su sepruagésimo
§ 1. En las ultimas tres décadas del siglo que ter-
mina, hemos tomado parte en uno de los cam-
bios de tendencia més drésticos del que se tenga
‘memoria dentro de una disciplina en ls filosofia
‘contemporinea. Me refiero, por supuesto, al que
‘vo luger en la ética tanto te6rica como aplica-
da desde los afios setenta en adelante. En efecto,
hacia mediados de siglo imperaba todavia un re-
Iativismo generalizado, cuando no un esceptic
‘mo metodolégico aun més irreductible, que au-
guraban para la ética un futuro poco alentador.
‘Mientras la escena filosofica era ocupada en toda
su latitud por la epistemologia y sus conexiones
con otros campos, como la filosofia del lenguaje,
Ta logica, etc, el Ambito tradicionalmente reser-
vado para la filosofia practica se consideraba de-
finitivamente ocupado por las nuevas ciencias so-
ciales, que, liberadas de todo marco normativo,
procedian al escrutinio de las estructuras sociales,
econémicas y politicas desde una sobria perspec
tiva empirica. En esa situacién, hasta el propio
59‘término tradicional de la filosofia moral, “ética",
parecia haber sido despojado de sus resonancias
teoricas para pasar a ser un rubro de la sociclogia
cultural o de la etnografia
La restauracion de la ética como disciplina fi-
losofica floreciente y productiva provino del im-
acto causado por la aparicién de una nueva
visién, universalista y cognitiva, de ésta, que res-
tablecié su viejo significado, ligado al examen y la
exposicién de los principios de justicia y de los
derechos y obligaciones que tales principios im-
ponian a los sujetos humanos, entendidos como
personas libres e iguales. La fecha de publicacién
de Una teoria de la justcia de J. Rawls quedaré,
sin duda, en la historia de la filosofia moral como
un hito de donde parte este nuevo renacimiento
de la tradicion kantiana ~o del “liberalismo kan-
tiano”, como algunos fildsofos mas bien hostiles
a esta tendencia la han bautizado-, que, si bien
impregnada del espiritu de la Filosofia del gran
ilustrado, debe moverse en los estrechos limites
impuestos por una época posmetafisica. Es éste
el punto en el que se apoyaron, casi simultinea-
mente con la aparicion del universalismo ético,
las corrientes que objetaron desde diversas pers.
pectivas tanto el planteo original como las pre-
tensiones tedricas de aquel. En efecto, privada de
todo apoyo en una concepcién metafisica sea de
Ia raz6n, del mundo o de la historia, una teoria
ética que busque su justificacién ante una au-
diencia inclinada a descreer de toda forma de va-
lidez intersubjetiva se verd forzada a recurtic a
60,
procedimientos argumentativos que apelen a los
recursos falibles y limitados de una razén pabli-
a, difusa o enfatica ~para usar la feliz denomine-
‘ign de C. Pereds-, de la que todos participamos
aun sin tener siempre en claro las reglas gramati-
cles que la regulan, Una razén asi, se sostiene, ya
no puede pretender representar alguna forma de
uuniversalismo, en el estricto sentido del término,
sino que resume, al contrario, las practicas de so-
lucién de controversias y de cooperacién més 0
menos autointeresada de los ciudadanos de una
cultura democratica occidental.
La confrontacién entre una concepcién uni-
versalista y una particularista de la ética en la ac-
tualidad gira, en altima instancia, en el modo de
consideracién de esas ‘practicas” y en su interpre-
tacién. Quienes se aferran a una visién particula-
rista ponen el acento en la enorme variedad de
las pricticas morales y juridicas de las diferentes
culturas humanas, mientras que, como dice Aris-
t6teles, “el fuego arde [de la misma manera] tan-
to aqui como en Persia” (EN 1134 b 26). Quienes
sostienen, en cambio, la validez. de una visién
universaista de la ética insisten, para tomar otro
simil de Aristoteles, en la repeticién de una mis-
‘ma practica en todas las culturas, por ejemplo, la
‘medicién, a pesar de la infinita variedad de los in-
tercambios de mercaderias y de la diversidad de
las medidas que se aplican (EN 1135 a 1-3). Sin
dejar de ser fiel al estilo del razonamiento aristo-
‘élico, se puede sostener, en efecto, que la realiza~
ign de una practica es una compleja operacién
6que involucra no solamente propiedades disposi-