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desarrollo de la
personalidad
adolescente
Tema 3. Desarrollo afectivo-social
del adolescente
Aprendizaje y desarrollo de la personalidad adolescente
Desarrollo afectivo-social del adolescente
Índice
Presentación .............................................................................. 3
Objetivos de aprendizaje ............................................................... 3
1. Transición en el adolescente ..................................................... 5
2. Desarrollo personal en la adolescencia: el autoconcepto ................... 5
3. El autoconcepto: evolución y cambios.......................................... 6
4. El autoconcepto: facetas del yo dimensiones del autoconcepto ........... 8
5. El autoconcepto: investigaciones sobre el autoconcepto .................. 10
6. Desarrollo personal en la adolescencia: la autoestima .................... 11
7. Desarrollo personal en la adolescencia: la formación de la identidad
personal ................................................................................. 14
8. La formación de la identidad personal: la propuesta de Erikson ......... 15
9. La formación de la identidad personal: formas de elaborar la identidad 18
10. La formación de la identidad personal: críticas ........................... 20
11. Desarrollo social del adolescente ........................................... 20
12. Desarrollo social del adolescente: adolescente y familia ................ 21
13. Adolescente y familia: tipologías de estilos parentales .................. 22
14. Adolescente y familia: relación y comunicación familiar ................ 25
14.1. Relaciones familiares y desarrollo adolescente ...............................25
14.2. Orientaciones para favorecer la comunicación familiar ......................26
15. Los adolescentes, los compañeros y la amistad ........................... 27
15.1. Relaciones con los iguales ........................................................27
Resumen................................................................................. 30
Referencias bibliográficas ............................................................ 31
Presentación
Este tema comparte con el anterior el estudio del desarrollo de la adolescencia. En
este caso, el centro serán las dimensiones de tipo afectivo y social, ligadas a las
nociones de personalidad e identidad.
En los apartados siguientes saldremos del ámbito individual para centrarnos en las
relaciones interpersonales y las instituciones sociales en las que se desarrollan.
Se analizarán las relaciones del adolescente con su familia, y especialmente con sus
padres. Prestaremos especial atención a los conceptos de individualización, separación
y vinculación a la familia en esta etapa, así como a los posibles conflictos que pueden
darse.
Objetivos de aprendizaje
Tras este tema el estudiante debería ser capaz de:
• Describir el desarrollo de las relaciones del adolescente con sus padres o tutores
legales en la adolescencia identificando patrones y tendencias típicas.
• Identificar los focos de conflicto más frecuentes en la relación entre padres y sus
hijos/as adolescentes.
1. Transición en el adolescente
La adolescencia es un periodo de cambio psicológico importante en el terreno
personal y social. Este apartado está dedicado a analizar estos cambios psicológicos de
los que ningún docente puede prescindir en su labor educativa. En el terreno personal,
los adolescentes se enfrentan al reto de construir su identidad como personas. La
familia es vista por los adolescentes de forma diferente a como se veía en la infancia,
mientras que el grupo de iguales pasa a tener un papel crucial. Esos cambios personales
y sociales implican desafíos psicológicos que hay que afrontar (Pérez Blasco, 2014).
Todos tenemos una noción más o menos clara, estructurada y coherente de quiénes
somos y de cómo vamos convirtiéndonos en nosotros mismos. Tenemos un sentido de
nuestro yo que comienza a formarse en la niñez y no deja de evolucionar durante toda
la vida. Sin embargo, es durante la adolescencia cuando cuestiones como quién soy,
cómo me ven los otros, etc. están en la base de una identidad coherente y que vienen
propulsadas por los numerosos y rápidos cambios que se presentan entre la pubertad
y la vida adulta (Pérez Blasco, 2014).
• Adolescencia
• Avance en el autoconocimiento
Como asegura Pérez Blasco (2014), otro cambio que denota un avance en el
autoconocimiento, es la capacidad que aparece en la adolescencia de distinguir
ese yo real que se percibe y describe de los yo posibles. Los yo posibles son
construcciones abstractas, ideas con las que juega el adolescente. Dentro de los
yo posibles está el yo ideal (el tipo de persona que uno quisiera ser) y el yo
temido (el tipo de persona en que uno detestaría convertirse).
Yo psicológico ¿Me gusto físicamente? ¿Sé controlarme? ¿Cuáles son mis deseos?
¿Cuáles son mis sentimientos?
Yo social ¿Soy una persona amistosa? ¿Caigo bien a la gente? ¿A qué aspiro
socialmente? ¿Soy una persona solitaria?
Yo familiar ¿Qué opino de mis padres y de mi familia? ¿Me siento bien con ellos?
¿Siento que me quieren y que les gusto?
Yo de ¿Soy una persona eficaz para enfrentarme a los retos de la vida? ¿Qué
afrontamiento tal es mi respuesta a las exigencias escolares? ¿Qué me exijo? ¿Sé
adaptarme? ¿Soy suficientemente feliz?
Según Esnaola, Goñi y Madariaga (2008), las dimensiones de los tipos de autoconcepto
son: físico, personal, social y académico.
Por su carácter práctico merece especial atención el estudio realizado por Elbaum y
Vaughn en 2001 (citado por Miranda y cols., 2006) en el que incluyeron los resultados
de una revisión de trabajos sobre intervenciones educativas encaminadas a mejorar el
autoconcepto de los estudiantes con problemas en el aprendizaje escolar.
Conclusiones:
• Los adolescentes no necesitan tener una imagen positiva en todas las esferas
(académica, social, apariencia física, a atractivo sexual, etc.) para que su
autoestima sea elevada. De hecho, puede haber grandes diferencias entre su
estimación en unas y otras. Lo que parece ser decisivo es la importancia que se
otorgue a las áreas en cuestión.
• Cambios en la autoestima
De igual forma que sucede con el autoconcepto, la autoestima varía durante todo
el ciclo vital. A lo largo de la adolescencia la persona es más capaz de
cuestionarse diferentes aspectos sobre sí mismo, es decir, de ser más crítico
consigo mismo (Harter, 2011; Sang y Deng, 2010). Los adolescentes suelen
afrontar diferentes tareas para las cuales pueden no estar preparados y
dependen en mayor medida del juicio y valoración de padres, profesores y
especialmente de los compañeros (Arslan, 2009; Harter, 2011). En consecuencia,
en la adolescencia se producen grandes variaciones en la autoestima, que se
manifiesta más inestable que en épocas anteriores.
Cuanto más positiva sea la autoestima del alumno: más preparado estará para
afrontar las adversidades, más posibilidades tendrá de ser creativo en su trabajo,
más oportunidades encontrará de establecer relaciones enriquecedoras, más
inclinado estará a tratar a los demás con respeto, más contento y satisfecho
estará con su trabajo. Por el contrario, una autoestima desajustada puede
relacionarse con determinados problemas psicológicos como son: depresión,
angustia, miedo a la intimidad, miedo al éxito, abuso de alcohol, drogadicción,
bajo rendimiento escolar, inmadurez emocional, propensión al abandono,
incluso, el suicidio.
• Actuará independientemente.
• Estará orgulloso de sus logros. Eligen sus propias metas y sienten un placer
consciente por su consecución.
• Tendrá pobreza de emociones y sentimientos. Repetirá una y otra vez unas pocas
expresiones emocionales, como el descuido o el enfado.
• Eludirá las situaciones que le provoquen ansiedad. Tendrá escasa tolerancia ante
las circunstancias que le provoquen temor, ira o sensación de caos.
Garaigordóbil (2008) apunta que “el adolescente busca una nueva identidad, y es
normal que en este proceso de búsqueda de sí mismo y de su identidad sienta ansiedad
y confusión, quiera alejarse del hogar y se rebele contra la autoridad, se muestre
contradictorio en sus sucesivos comportamientos (comportamientos infantiles
coexisten con comportamientos más maduros), se debata en deseos contradictorios
(dependencia-independencia) y en estados de ánimo intensos y lábiles”.
Según Damos y Hart, 1988, citado Coll, (2010), la reelaboración del autoconcepto y
la confianza en sí mismo forman parte de uno de los desafíos centrales de este período,
reconstruir la identidad. El adolescente posee un nuevo cuerpo, instrumentos
intelectuales y experiencias, las percepciones infantiles de sí mismos se vuelven
caducas, y los adolescentes redibujarán sus propios retratos para incluir
preponderantemente rasgos psicológicos, sistemas de creencias y valores sociales y
morales. La búsqueda de esa nueva definición supone una reelaboración del pasado y
enfrentarse con el porvenir de adulto. En sus inicios se distancia del mundo de los
adultos y se identifica estrechamente con sus iguales, que actúan como espejos de esa
nueva personalidad.
Construir una identidad implica definir quién eres, qué valoras, y las direcciones que
eliges seguir en la vida. En este tramo, según Fierro, el ser humano comienza a tener
historia, memoria biográfica, interpretación de las pasadas experiencias y
aprovechamiento de las mismas para afrontar los desafíos del presente y las
perspectivas de futuro.
Cada estadio y etapa se construye sobre los resultados previos y contribuye a la forma
en que se resolverán los siguientes. De este modo, el yo va acumulando fuerzas o
debilidades psicosociales. Un desarrollo de la personalidad completo y saludable
implica resolver adecuadamente cada uno de los dilemas o crisis propios de cada
etapa. Estas etapas y sus correspondientes edades, deificaciones, fuerzas y debilidades
del yo quedan recogidas en la siguiente tabla:
Etapas en el desarrollo del yo según la Teoría de Erikson (citada por Pérez Blasco,
2014).
2-3 Autonomía vs. Voluntad Compulsión Las energías del niño están
Vergüenza y dirigidas al desarrollo de
duda habilidades físicas como
andar y controlar esfínteres
que le ayuda a crear un
cierto sentido de
independencia.
En este caso, la persona está comprometida, pero se agarra a una serie de creencias y
posiciones normalmente impuestas o sugeridas por otros, sin haber emprendido
nunca ningún proceso para considerar otras alternativas. Por último, los adolescentes
que, tras un período de crisis, se han encaminado con compromisos firmes hacia metas
interpersonales, vocacionales e ideológicas bien definidas, se encuentran en el estado
que Erikson señala como logro de la identidad.
Compromiso
SE DA NO SE DA
Los estatus de logro y de moratoria tienen una relación directa con ciertos aspectos
saludables del desarrollo.
Los resultados de las investigaciones indican que quienes no se definen, pero tampoco
les importa no hacerlo (los que están en el estatus de difusión) suelen tener niveles
más bajos de autoestima y autoeficacia y niveles más altos de ansiedad, desidia y
relaciones familiares poco cercanas, en comparación con los grupos de logro y de
moratoria.
Podemos concluir que este largo camino en la consecución de una identidad adulta
no resulta fácil y una parte de los adolescentes encuentran dificultades. En el peor de
los casos, y como afirma Moreno, podrá conducirles a adoptar una identidad negativa
Entre otras, las principales tareas y consecuencias a las que se enfrenta durante esta
etapa, y que se encuentran relacionadas con los diferentes cambios son (Ortuño, 2014):
En ocasiones, la pugna entre los valores del grupo y de la familia afecta a aspectos
como algunas aficiones, forma de vestir, etc. Castellana (2003) explica que el conflicto
cotidiano en las familias ayuda a la construcción de la autonomía personal, pero
provoca en los padres un sentimiento de “pérdida e incertidumbre”. No obstante, las
opciones decisivas sobre su futuro suelen estar cerca del criterio de los padres.
La forma en que los padres se relacionan con sus hijos afecta de modo radical al
paso de adolescente a adulto. Sus interacciones deben considerarse en el contexto de
un sistema familiar dinámico, en el que los cambios en la conducta de uno de sus
miembros influyen en todos los demás y viceversa.
La mayoría de los adolescentes necesita apoyo de sus padres para afrontar los cambios
de la adolescencia. En el plano abstracto y general, la familia, y más específicamente
los padres, llevan a cabo el proceso de socialización de sus hijos con el objetivo de
que éstos adquieran un conjunto de habilidades, hábitos de conducta y valores que les
permitan desarrollar sus potencialidades como individuos en coherencia con las
exigencias de su entorno social. En un plano más concreto, la forma en que se lleva a
cabo este proceso, así como el contenido de los objetivos que se persiguen, varían en
función de las características individuales de los miembros de la familia, de los valores
asumidos, de su estructura y del contexto histórico y cultural en el que el sistema
familiar está inserto (Pérez, 2014).
Así, los adolescentes en cuyas familias impera este clima afectivo tienden a mostrar
un mejor ajuste y desarrollo psicosocial, niveles más altos de autoestima, confianza
en sí mismos, bienestar psicológico, mayor competencia conductual y académica;
suelen ser más receptivos a la socialización paterna y presentan en menor medida
problemas de conducta que aquellos que han crecido en un clima emocional menos
cálido.
Atendiendo al control, existe una mayor discrepancia respecto a los resultados que se
producen en la adolescencia, posiblemente por cuestiones metodológicas de
investigación. Aun así, en general, la evidencia indica una relación directa entre esta
dimensión y mayor ajuste escolar y menor implicación en actividades antisociales y
delictivas (Jacobson y Crockett, 2000). Pero el grado de control ejercido por los padres
es un factor decisivo ya que, cuando el control es excesivamente restrictivo o
coercitivo, pueden aparecer problemas de conducta.
Años más tarde, Maccoby y Martin (1983) ampliaron a cuatro las tipologías propuestas
por Diana Baumrind, añadiendo la categoría de negligente. Este estilo se caracteriza
fundamentalmente por: no existir normas o no aplicarse, mucha flexibilidad en
horarios y rutinas, evitación de conflictos (“dejar hacer”), delegación en otros de la
educación de los hijos, indiferencia (ni se premia ni se castiga, no aplica modelos de
referencia, etc.) Este estilo provoca consecuencias negativas en el desarrollo del niño
como, por ejemplo: inseguridad, falta de confianza en sí mismo, bajo rendimiento
escolar, baja tolerancia a la frustración, cambios frecuentes de humor, etc.
Como señala Oliva (2006), a pesar de los cambios en las relaciones entre padres e hijos
que tienen lugar durante la adolescencia, la familia continúa constituyendo una
importante influencia para el desarrollo y el ajuste adolescente. Los datos
procedentes de la investigación realizada durante las últimas décadas son abundantes,
y nos proporcionan una información útil y relevante de cara a la intervención
encaminada a mejorar la calidad del contexto familiar del adolescente. Por una parte,
resulta evidente que las relaciones entre padres y adolescentes, y a pesar del aumento
de la conflictividad que suele acompañar a la llegada de la pubertad, en la mayoría de
las familias se superarán esos complicados momentos iniciales y se alcanzará un nuevo
equilibrio, satisfactorio para padres e hijos.
Como señala Oliva (2006), es importante difundir una imagen de la adolescencia más
realista y alejada de esos tópicos y estereotipos que presentan a chicos y chicas como
conflictivos, violentos y en lucha permanente con el mundo adulto, ya que cuando los
padres tienen unas expectativas muy pesimistas no es extraño que éstas terminen
cumpliéndose. Es importante que los padres comprendan que, aunque las relaciones
con sus hijos e hijas cambiarán durante estos años, podrán seguir siendo muy
gratificantes.
Por una parte, los padres necesitan conocer los principales cambios que van a
experimentar sus hijos e hijas durante esta etapa, así como sus nuevas necesidades,
ya que cuando tienen esta información suelen mostrarse menos confusos y angustiados,
y reaccionan de forma más racional y reflexiva ante los nuevos comportamientos del
adolescente.
Pero también es importante que sepan cómo poder desarrollar un estilo parental
adecuado, es decir, un estilo que combine el afecto, la comunicación y el apoyo, con
el fomento de la autonomía e individualidad. En relación con el control habría que
realizar algunas matizaciones, ya que probablemente se trate de la dimensión cuyo
ejercicio pueda crear más problemas a los padres. Durante la adolescencia,
especialmente en su primer tramo, sigue siendo fundamental que los padres pongan
límites, exijan responsabilidades y monitoricen las actividades que realizan sus hijos.
Además, en la medida en que la sociedad se torna más dinámica e inestable, como
ocurre en la actualidad, los padres cobran una mayor importancia en su papel de guías
de unos adolescentes que pueden sentirse muy desorientados ante tanto cambio y
provisionalidad (Oliva, 2003). No obstante, tan perjudicial puede ser un control escaso
como uno excesivo que no tenga en cuenta las nuevas necesidades del adolescente
(Oliva, 2006).
Empoderamiento
Asesoramiento
Orientación comunicativa
Para González Almagro (en Garaigordóbil, 2008) la función socializadora del grupo de
iguales: proporciona un espacio de libertad mayor, favoreciendo la autonomía del
pensamiento mediante la discusión y la crítica; transforma las reglas y los principios
heterónomos en convicciones propias, interiorizando los conocimientos, normas,
valores y rol sexual, por medio de una adaptación al propio grupo; amplía los modelos
de identificación que ofrecen los medios de comunicación.
Inglés Saura et al. (2010) hablan del papel que juegan las relaciones sociales (padres y
amigos) en el bienestar emocional y físico y en el rendimiento académico. Tanto unos
como otros no compiten entre sí, sino que representan influencias complementarias
que satisfacen diferentes necesidades de los jóvenes.
Si en cualquier momento del curso de la vida, los amigos y compañeros son importantes
para el bienestar y el desarrollo psicológico saludable, en la adolescencia desempeña
un papel crucial. Paulatinamente, la familia deja de ser el contexto social de
referencia básico del individuo y su influencia va disminuyendo, aunque no desaparece,
a medida que aumenta la del grupo de iguales. (Pérez Blasco, 2014). Es con los iguales
con quienes más tiempo se pasa y con quienes más actividades placenteras se
comparten, también con quienes más se debaten las propias ideas, dudas y creencias,
se ensayan las conductas y se expresan sentimientos.
Las relaciones con los amigos son más igualitarias que con los padres y hermanos, se
basan en la elección y el compromiso y, consecuentemente, son más inestables y
vulnerables. La amistad impulsa el avance hacia la autonomía y la elaboración de la
identidad del adolescente en tanto que ofrece un espacio de afecto, lealtad y
compromiso distinto y complementario al de la propia familia, y exige aprender a
cooperar y negociar en igualdad de condiciones a riesgo de perder la relación (Pérez
Blasco, 2014).
Técnicas sociométricas
En este sentido, Inglés et al. (2010) analizaron la relación entre los estilos de
interacción social (agresividad, prosociabilidad y ansiedad social) y los tipos
sociométricos (preferido, rechazado e ignorado). Los resultados revelaron que los
estudiantes prosociales fueron proporcionalmente más elegidos por sus compañeros
como preferidos, los estudiantes agresivos fueron los más rechazados por sus iguales y
los estudiantes identificados con ansiedad social fueron elegidos como los menos
preferidos y, además, resultaron ser más rechazados e ignorados que los prosociales.
Resumen
Las capacidades hipotético-deductivas y de pensamiento abstracto, permiten al
adolescente analizar la realidad familiar, escolar y social y diferenciar claramente
entre como son y cómo podrían ser estas instituciones, adquiriendo una capacidad
crítica que, con frecuencia, los lleva a confrontaciones familiares, escolares y sociales.
Es una época de desilusión o de idealismos, según los casos, siempre sustentada por
un sentido de la justicia propio de la capacidad humana para razonar.
Desde el punto de vista emocional y afectivo, es una etapa extremadamente rica que
acabará consolidando su seguridad o inseguridad en sí mismo y en los demás. El humor,
las emociones y los sentimientos conforman un mundo emocional muy variable de unos
adolescentes a otros, dependiendo de la herencia, la historia afectiva familiar y de
relaciones de amistad, así como de los aprendizajes personales y sociales.
Los amigos y amigas tienen un rol cada vez más importante, tanto para divertirse,
jugar, comunicarse, conformar su identidad de adolescentes y explorar el mundo físico
y social más allá de la familia. Siguen necesitando los cuidados de los padres y los
amigos, a la vez que son capaces de cuidar (Sistema de Cuidados) a los demás, si
encuentran motivación para ello y han desarrollado este sistema a lo largo de la
infancia.
Las relaciones con los profesores y compañeros, dentro del sistema escolar,
refuerzan la importancia que éstas ya tenían en primaria, tanto desde el punto de vista
de los conocimientos como de las relaciones. Es el momento de iniciar la primera
formación básica para su integración laboral en un campo u otro, siendo el sistema
escolar, entre otras cosas, un segundo sistema de selección, después de la clase social
a la que pertenecen en razón de su familia.
Referencias bibliográficas
Berk, L. (2009). Desarrollo del niño y el adolescente (4ª ed.). Madrid: Pearson-Prentice
Hall.
Cole, M. et al. (2005). The development of Children. New York: Worth Publishers.
Delgado, B. (2009). Psicología del desarrollo: desde la infancia a la vejez (Volumen 2).
Madrid: McGraw-Hill.
Infante, L., De la Morena, L., García, B., Sánchez, A., Hierrezuelo, L. y Muñoz, A.
(2002). Un estudio sobre el autoconcepto social en estudiantes de E.S.O: Diferencias
de género. Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 5 (3),
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