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De la lectura: Gide, André. Prometeo mal encadenado. Fontamara.

Barcelona,
2007.
Filosofía de la Cultura
Alfredo Josué Galeana Salguero
Prometeo baja del Cáucaso a un café parisiense donde entabla diálogo con un
camarero preguntándole adónde va el desfile de celebridades ante sus ojos.
Responde que no sabe, que sería lo mismo preguntar de dónde vienen, y a su vez
le pregunta por él, quién es y qué hace. Prometeo sólo dice, repite su nombre y
alega que antes hacía cerillas, y el camarero lo introduce a su intimidad, la afición
de observar personalidades y las relaciones entre ellas. La comida que sirve es
tan mala que da lugar a la conversación organizada en mesas de tres comenzales.
El camarero cuenta que tiene un amigo Miglionario que se dedica a tirar un
pañuelo en la calle esperando que alguien bueno lo recoja, se lo entregue para
que enseguida le pida escribir un nombre y una dirección cualquiera en un sobre
que contiene 500 francos, hecho esto le suelta una bofetada y aborda un auto.
Se reúnen en la misma mesa Prometeo, Damocles y Cocles, para contar cada uno
su historia. Damocles cuenta que era tremendamente normal hasta un mes atrás
cuando recibió extraodrinariamente un sobre inesperado con 500 francos que no
sabe en qué gastar y le angustia pensar que los debe a alguien pero sin saber a
quién, y que por ello acude frecuentemente a ese lugar con la esperanza de que
alguien reconozca la letra del sobre sin remitente. Cocles por su parte lo entera de
haber sido gracias a él que recibió aquel billete a cambio de una bofetada por
parte de un hombre gordo que le pidió escribir en un sobre una dirección y un
nombre. Intercambian algunas palabras hasta que notan que Prometeo no ha roto
su silencio y le exigen explique porqué está ahí. Tras decir sólo su nombre cuenta
que tiene un águila a quien llama e inmediatamente acude rompiendo el
escaparate del lugar aquél y come del hígado de Prometeo.
El camarero sin decirlo manda a Prometeo a la cárcel. Estando ahí, este da cuenta
de la flaqueza y tardanza con que acude el águila a su llamado, y se entrega
diariamente a su alimentación, logrando que embellezca y se fortalezca.
Eventualmente, un discurso de Prometeo es anunciado en un cartel con el que se
topan Damocles y Cocles. Acuden a su presentación ubicándose en lado opuestos
del auditorio, mientras Prometeo habla de su águila, y afirma que todos tienen
una, que deben amarla y entregarse a ella para embellecerla. El público varía en
su reacción con aplausos copiosos y manifestaciones de aburrimiento.
Damocles enferma. Prometeo insiste al camarero que inste al banquero
Miglionario que se deje conocer por Damocles. Prometeo mismo se entrevista con
el banquero de quien averigua que provienen las águilas. Damocles muere y se
entiende que enfermó a causa del discurso de Prometeo, y éste acude a los
funerales para contar la historia de Títiro, alegoría de un hombre y un roble que
hacen surgir una sociedad. Genera risas a su reducido público, y junto con el
camarero y Cocles se reúnen en el lugar donde se conocieron para comerse al
águila de Prometeo.

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