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Me encontraste

Solo la luz del espanta cuco de estrellas del universo que me regaló mi abuela Rosi ilumina
mi habitación. Aunque esté frío abro la ventana, ¡ay! aún me duelen las manos de tanto seguir
tirando el hilo de mi volantín enredado en el entre techo de la casa de mi abuela que vive a dos
casas de la nuestra, me dijeron que no siguiera, que no había caso, que el volantín de unicornio ya
se había volado quizás a otro planeta.
Dejo la cortina abierta y mis paredes se llenan de las sombras de la ciudad, siento el frío en
la cara, me tapo hasta la nariz, casi se cierran mis ojos, uno tras el otro. Y en ese momento, te veo
bajar o más bien caer sobre el árbol de la esquina, ese que ya no puedo escalar. Caíste en mi rama
preferida, donde nos contábamos historias de miedo de la abuela de la casa rosada del pasaje 3.
Parece que vas cojeando cuando te bajas del árbol, ¿o será que los de tu especie caminan
así? ¿o te pusiste los zapatos cambiados? Avanzas por la calle que a esta hora parece de una
ciudad fantasma. Max el perro de la casa de enfrente te ladra, te acercas a él, ¡ten cuidado a mi
una vez me mordió tan fuerte que me tuvieron que hacer cinco puntos! Le tocas la cabaza y Max
te mueve la cola ¿será un súper de los de tu mundo el poder tranquilizar a los animales? Sigues
caminando, solo se escuchan tus pasos.
Avanzas hasta mi patio, saltas el portón, mueves tus antenitas ¿Por qué estás feliz o quizás
le envías mensajes a tu mamá para avisar que ya llegaste? Me miras. Te sonrío y con mi mano te
hago señas para que pases. Con un salto volador llegas hasta mi cama.
Te puedo ver bien, desde tu pecho iluminas todo, ¡es la misma luz de mi espanta cuco. Me
cuentas que estabas en tu mundo, casi quedándote dormido en tu pieza, con las sombras de tu
ciudad y el espanta cuco de estrellas que te regaló tu abuela. Por la ventana de tu habitación, que
habías dejado abierta, aunque hiciera un poco de frío, entró un volantín perdido que se enredó en
tu pie, sentías que te enviaba mensajes con sus movimientos, y que el hilo indicaba el camino de
vuelta a casa. Trataste de no hacerle caso porque te asustaba la calle que parecía de una ciudad
fantasma, pero te diste cuenta de que tenías una misión secreta. Tomaste el volantín, te dio risa
que fuera de unicornio, el hilo te arrastró por dos galaxias, una estrella fugaz, tres nubes, un
asteroide y siete nebulosas.  Buscaste a la dueña, y me encontraste a mí.

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