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ABOGADO TINTERILLO, ABOGANSTER Y ABOGADO-

ABOGADO
*DR. MARIO ALMONACID CISNEROS
En el ambiente jurídico conviven tres tipos de operadores del Derecho: el abogado tinterillo, el aboganster y
el abogado – abogado; cada uno de los cuales con sus particulares peculiaridades que los distingue uno de otros,
cuyo accionar deja huellas indelebles en el alma de todo cuanto ciudadano concurre a sus “consultorios”, en busca
de soluciones de sus aflicciones, como intermediarios que son entre las partes y los administradores de justicia.
El abogado tinterillo tiene título, pero es escaso de conocimientos. Su cultura se reduce a algunos códigos y
manuales de Derecho, lleva terno y corbata todo el tiempo, grasiento y brilloso. Su camisa blanca el día lunes,
termina gris el día viernes. Mal oliente con un tufo mezcla de alcohol y comida encebollada. Cuando el cliente
transpone el umbral de su “estudio” es recibido ceremoniosamente, adquiere aire de sapiencia y con una mirada
“docta” inquiere por los hechos.
¡Doctor tengo un problema! expresa el cliente desesperadamente, a lo que éste corta intempestivamente,
sin interesarse por los detalles, contestando airadamente ¡haremos justicia!, e inmediatamente procede a redactar
el escrito sin ningún orden cronológico de los hechos, cual ensalada de letras, que sin cuidado por el lenguaje
jurídico concluye pidiendo justicia “con las formalidades legales de la ley”.
Introduce el cliente en un enredo procesal, empujándolo por los oscuros vericuetos de la leguleyada que
lejos de solucionar su problema lo acrecienta, vive de él, se aferra a el cual sanguijuela.
El aboganster, tiene mucho aplomo, seguro de sí mismo, carismático, confianzudo hasta por demás, cuida
mucho de su aspecto, estrafalario en el vestir: gafas ahumadas, cabello engomado, diente de oro, anillo de oro,
cadena de oro, saco rojo o amarillo y el infaltable mocasín blanco. Su buffet muy bien ordenado está al cuidado de
su secretaria que seleccionada para el propósito viste sensualmente: blusa escotada y minifalda apretadísima. Hace
ingresar al cliente con una sonrisa muy bien estudiada envolviéndola con su perfume “belle nuit”, lo que le da
confianza a éste.
El aboganster, al entrar en escena, trata con mucha familiaridad al cliente; hace alarde de sus relaciones,
reales o ficticias, con los magistrados, especialmente con los que van a ver el caso; maneja bien la labia, de
conocimientos elementales en Derecho pero experto en extorsión, chantaje, coima, falsedad, amén de otras malas
artes. Cuando la víctima le expone su problema, pregunta qué juez está conociendo el caso. Cuando el cliente
responde que es el “Dr. Fulano de tal”, este exclama alborozado ¡ah! ¿Lucho? “No te preocupes, el asunto está
solucionado”. “Lucho es mi amigo íntimo, es mi compadre. Pero Lucho es un juez muy caro, tu caso te va costar 5 mil
dólares. Tu sabes la justicia se compra”.
Para ser más “veraz” y convincente con su incauto y desesperado cliente, le sugiere acompañarlo hasta el
mismísimo despacho del juez, ingresando él solo. Habla con Lucho sobre cualquier asunto, menos del caso, pero al
salir ilumina su rostro con fingida satisfacción, diciéndole a su cliente: “Asunto arreglado”.
En otras ocasiones aborda al magistrado en plena vía publica, le pregunta sobre su salud, sobre la familia,
sobre cualquier asunto para hacer demora, luego envía saludos para la esposa, rematando con un abrazo, a lo que,
el magistrado, que no es amigo suyo, por educación y cortesía agradece efusivamente ante tanta atención, al mismo
tiempo que mueve la cabeza afirmativamente. El aboganster, va al encuentro de su cliente al punto donde
convinieron encontrarse y le dice: “ ¿viste, como me trata mi compadre?, ¡tu caso está resuelto!”.
Irónicamente, porque le asiste el derecho al cliente, coincidentemente el juez falla a favor de este, creciendo
la fama del bribón a quien reputan de “buen abogado”. Es el ladrón que tilda a otros de ladrón para encubrir su real
catadura moral de lobo con piel de cordero”. “Homine homo lupus” (hombre lobo de hombre).
El abogado tinterillo y el aboganster, son los entuertos y la vergüenza del Derecho; son un peligro latente
para la sociedad, difíciles de extirpar.
El abogado – abogado, es un hombre culto, de alma serena y justo. Abogado por vocación, sensible a las
injusticias, alérgico a los mediocres. Con mucha vocación de servicio sencillo sin falsas modestias, no se toma “muy
en serio”, al atender a sus patrocinados, lo hace usando el método de la medicina: saber escuchar al paciente, hacer
un diagnóstico del mal, para luego de un análisis proponer un tratamiento con la medicina adecuada.
Tiene un alto sentido de lo que es el honor y la dignidad, lo que le da un aire de cierta “soberbia” que le
general algunas veces animadversiones gratuitas.

No es el pusilánime, que abandona su causa y a su patrocinado, en el fragor de la contienda, bajo el


argumento falaz “de que ha sido mal visto por el juez o por el fiscal”, leal y consecuente hasta el final ¡ORABUNT
CAUSAS MELIUS!.
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-Bachiller y titulo de abogado otorgado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
-Post-grado especial en capacitación Judicial – UNMSM.
-Magister en derecho civil y comercial.
-Doctor en derecho.
-Ex-fiscal superior de Ayacucho.
-Notario público de Ayacucho.
-Actual decano del colegio de notarios de Ayacucho.
-Catedrático universitario en la pre y post-grado de la UNSCH

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