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de las deuteropaulinas:
Efesios
La carta a los Colosenses afirma, aunque sin más desarrollos, que
Cristo es cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo. Queda por ver si la carta
a los Efesios, donde la eclesiología ocupa un lugar preponderante, es más
explícita sobre la función de esta metáfora y sobre las razones por las cuales
se le da tanta importancia. En definitiva, tendremos que evaluar si la
eclesiología de Ef está en continuidad o no con la de las protopaulinas
¿Hay que concluir que, al declarar a Cristo cabeza de la Iglesia, su cuerpo, Col y Ef utilizan las
metáforas de manera aberrante?
Al declarar a Cristo cabeza, los autores del Col y Ef tratan de subrayar que –aunque sea
imposible–, si la Iglesia se separara de Cristo, efectivamente sería un cuerpo acéfalo, no
solamente errante o en descomposición: muerto, simplemente, porque estaría privado de
aquel por medio del cual se le da toda forma de vida19. Una vez ofrecidas estas precisiones, se
pueden enunciar los armónicos de la doble metáfora
4) De las afirmaciones de los vv. 22-23 se puede inferir que la Iglesia es una realidad
escatológica, porque es inseparable de su cabeza, Cristo resucitado
6) Queda un enigma. El v. 22 declara que Dios dio a Cristo como cabeza a la Iglesia. Pero, para
recibir a Cristo como cabeza, ¿no debía la Iglesia existir ya? Y si existiera antes de la
resurrección de Cristo, ¿había nacido o sido creada en la cruz, como parece declarar Ef 2,14-
18? Volveremos a esta dificultad cuando analicemos este último pasaje. Aquí digamos
solamente que el enunciado del v. 22 no permite pronunciarse con certeza sobre la fecha de
nacimiento de la Iglesia
Ef 2 forma un díptico (vv. 1-10 y 11-22) con los componentes casi paralelos e inseparables que
describen la obra de redención llevada a cabo en/para los creyentes
La primera tabla del díptico (vv. 1-10) no contiene enunciados explícitamente eclesiológicos,
pero es posible inferir algunas conclusiones instructivas para nuestro tema, ya que se dice que
los miembros de la Iglesia están resucitados y sentados en los cielos, allí donde está Cristo, y
que a partir de ahora se encuentran fuera del alcance de los poderes maléficos, celestes
(espíritus malvados) y mundanos (políticos u otros: vv. 1-6). Por la situación gloriosa de sus
miembros, ¿cómo no estar autorizados a concluir que es lo mismo para la Iglesia, que también
es una realidad escatológica?
En la segunda tabla (vv. 11-22), los enunciados son expresamente eclesiológicos, en particular
los de los vv. 19-22, y resultan interesantes, como veremos, por su relación con la eclesiología
de las protopaulinas.
En A y A’, la mayoría de los sujetos de los verbos es el «vosotros», mientras que todos los
verbos –salvo uno, en el v. 18– de B tienen como sujeto a Cristo.
¿Unidad en el judaísmo?
No obstante, la dispositio no permite decir si la transformación y la reconciliación se han
llevado a cabo mediante un «convertirse en Israel» de las naciones o de otra manera, pues el
sustantivo sympolitai («conciudadanos»: v. 19) puede significar que los no judíos son a partir
de ahora conciudadanos de los judíos, porque ellos mismos se han convertido o porque su
nueva conciudadanía es de otro orden. La exégesis del pasaje debería permitir saber más sobre
ello.
Ef 2,11-22 tiene así el aspecto de un patchwork [manta tejida a partir de retales de otros
tejidos] en sus tres unidades, y no solamente en B.
Los vv. 14b-15a dan ya una primera respuesta a la cuestión planteada antes, en dos
momentos: 1) Israel y las naciones, que eran dos realidades irreductiblemente separadas y
enemigas, se han convertido en una sola: «El que hizo a unos y otros [ta amphotera]
[convertirse] en una sola [hen]» (v. 14b), enunciado sobre la unidad/unicidad del grupo así
constituido a partir de las dos precedentes, pero sin que sepamos si una es absorbida por la
otra (y cuál); 2) la Ley, que era fuente de separación, de incomprensión y de enemistad, ha
sido abolida; esto significa que la unidad no se ha realizado convirtiendo en súbditos de la Ley
(y por tanto en judíos) a los gentiles. Pero si la Ley ha sido destruida, los cristianos que eran
judíos antes de creer en Jesucristo ¿lo siguen siendo o no? La respuesta no se encuentra en
estos versículos.
Cristo revoca la ley, entonces vemos que el pilar fundamental del judaísmo la ley
tampoco es la respuesta ya que ha sido revocada por Cristo.
Pablo describe la obra redentora de Cristo en términos de creación para significar que si la
entidad nueva se llevó a cabo a partir de dos grupos, los paganos y los judíos –por tanto, no se
trata de creación ex nihilo–, el resultado es totalmente diferente de lo que le precedía, y que la
nueva realidad no es la adición de dos antiguas. La creación de la que aquí se trata es
escatológica (es la Iglesia, que, como resultado de la actuación de Cristo, no forma parte de
ninguno de los dos grupos anteriores, los cuales siguen siendo entidades mundanas). La Iglesia
es así una realidad escatológica en donde la diversidad étnica ciertamente no ha desaparecido,
pero no es pertinente ni escatológica ni eclesialmente, puesto que la unidad y la unicidad
caracterizan a este hombre nuevo.