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No, lo único que están pidiendo son condiciones justas. Es aquí donde el poder de
la palabra con sustento ideológico y científico es tan importante, porque ese argumento
razonado, el pelear por los derechos de los trabajadores y abrir camino así a la igualdad,
sólo es posible si hay una justificación que la apoye; no es hablar por hablar, exigir por
exigir, o pelear por pelear, es hacerlo con estrategia, método y objetivo, es dejar ver que lo
que se pide es en efecto un reclamo justo. En corto, no es una lucha al vacío, sino un
camino argumentado, justificado, pensado, planeado y sustentado por lograr alcanzar
justicia. Tolson no sólo se convierte en mentor de los estudiantes al enseñarles la
importancia del discurso y la argumentación al hablar y debatir, sino que él mismo se
encuentra asesorando a los trabajadores de la zona motivándolos a formar sindicatos para
así exigir sus derechos como asalariados. Aquí la narrativa nos lleva a la importancia de
vincular la teoría con la práctica, la reflexión individual o colectiva con nuestra cotidiana
existencia.
“La desobediencia civil es un arma moral en la lucha por justicia. ¿Pero cómo puede
la desobediencia ser alguna vez moral? Bueno, creo que depende de la definición de las
palabras”, dice el orador del equipo de Wiley, y ejemplifica con un evento ocurrido en
India en 1919, cuando el gobierno disparó contra personas que protestaban y se justificó
diciendo que era para darles una ‘lección moral’. Los que protestaban respondieron no con
violencia, pero sin abandonar su lucha, a lo que Gandhi llamó una ‘victoria moral’. Cuál de
las dos es la definición de moral, pregunta este joven durante el debate.
Finalmente, en su última intervención pone como ejemplo algo que les sucedió a él
y a sus otros compañeros en su equipo de debate, viajando con su profesor, en su traslado a
una de sus competencias académicas. Presenciaron el linchamiento de un hombre
afroamericano a manos de gente de raza blanca. Él entonces expone: “Mi oponente dice
que nada que debilite al imperio de la ley puede ser moral. Pero no hay ley alguna en Jim
Crow Sur, no cuando a los Negros se les niega una casa, los apartan de escuelas, hospitales,
y no cuando los linchan. San Agustín dijo "Una ley injusta no es una ley", lo que significa
que tengo un derecho, incluso un deber, para resistir... con violencia o desobediencia civil.
Deberían orar para que elija la última”.
Lo que expone es importante, el deber que tiene una persona, a veces eligiendo
cualquier medio que le queda, por levantar la voz y exigir derechos, por hacer lo correcto y
demandar que se haga lo correcto. No es, sin embargo, actuar con impulsividad o
visceralmente, no es acudir a la violencia por el simple hecho de apelar al caos, es, en
primera instancia, razonar ese camino para lograr llegar a tener éxito en aquello que se
pide. ¿Cómo? Con argumentos, con diálogo, con conocimiento, verdad y educación. Sólo
es posible si hay una formación, si se le enseña a la gente a pensar, a entender qué es
aquello que funciona y qué no funciona, cómo cambiarlo y por qué cambiarlo.