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Episodio 4 —

La batalla contra la carne

Transcripción
En la carta de Pablo a la iglesia de Roma en el capítulo 13, él hace este comentario: «La
noche está muy avanzada, y el día está cerca. Por tanto, desechemos las obras de las
tinieblas y vistámonos con las armas de la luz. Andemos decentemente, como de día, no
en orgías y borracheras, no en promiscuidad sexual y lujurias, no en pleitos y envidias;
antes bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no penséis en proveer para las lujurias de la
carne». Ahora, estoy seguro de que muchos de los que acaban de oírme leer este texto,
saben de un incidente histórico poco usual que está asociado con este pasaje. ¿Cuántos
de ustedes tienen una idea en su mente de lo que estoy hablando? Déjenme ver esas
manos. Veo a algunos. 

Hace siglos había un joven que era muy brillante y que era muy desenfrenado; cuya
madre era cristiana y cuya madre oraba por él todos los días, esperando que este joven
viera el error de sus caminos y así sucesivamente. En una ocasión, después de haber
estado supuestamente toda la noche de parranda, se encontraba en un estado de
estupor – una especie de resaca. Mientras caminaba junto a un jardín, he aquí estaban
algunos niños jugando en el jardín. Estaban jugando un juego de niños donde se utiliza
un estribillo que los niños se dicen los unos a los otros; y el estribillo era el siguiente:
«Tolle lege, tolle lege, tolle lege», que literalmente, aunque no era el propósito del
juego, pero literalmente se podía traducir como: «Recoge y lee», «Toma y lee». 

Aquel hombre que pasaba por ahí se detuvo en seco y tuvo una abrumadora sensación
de que la divina providencia se entrometía en su vida. Pues allí, en el jardín, vio una
copia del Nuevo Testamento y acababa de oír a estos niños gritar: «Recoge y lee.
Recoge y leer». Así que se acercó, recogió las Escrituras y permitió que el texto se
abriera dondequiera que lo hiciera. Cuando lo hizo, sus ojos cayeron sobre estas
palabras: «no en orgías y borracheras, no en promiscuidad sexual y lujurias, no en
pleitos y envidias; antes bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no penséis en proveer para
las lujurias de la carne». Cuando leyó esas palabras, fue como si cada palabra de este
texto fuera una flecha que atravesaba su alma. Su conciencia estaba tan convulsionada
por la lectura, que en aquel lugar se convirtió al cristianismo. Su nombre, el cual estoy
seguro de que ya lo reconocieron, fue Aurelio Agustín, más tarde obispo de Hipona y
considerado por casi todos los historiadores como el más grande teólogo de los
primeros 1000 años de la iglesia cristiana.  
Agustín se convirtió por un pasaje que hablaba directamente del conflicto en la vida
entre la carne y el espíritu. Recuerdo que hace unos años, Rod Serling, el creador de «La
dimensión desconocida», entró en una relación comercial con Bennett Cerf y un grupo
de otros hombres, quienes estaban tratando de encontrar maneras de descubrir nuevos
talentos en el mundo literario, y probaron…  crearon diferentes concursos para que los
jóvenes escritores se involucraran en esta iniciativa en particular; y como parte de este
esfuerzo de muchos de estos hombres, cada uno tomó uno de los clásicos de la
literatura inglesa y escribió una reseña crítica de la misma. Bennett Cerf tal vez escribiría
sobre Shakespeare, y otro sobre Milton, y así por el estilo. Bueno, en todo caso, a Rod
Serling se le asignó la tarea de escribir una reseña crítica de la famosa obra de San
Agustín, «Las confesiones». 

Por cierto, ¿Cuántos de ustedes han leído alguna vez «Las confesiones» de San Agustín?
Bien, ese es un número muy pequeño en este grupo, y si el número es el mismo en
televisión, permítanme amonestarles ahora mismo y decirles esto: lo que mi madre solía
decir en una situación como esta es que ella tomaba un dedo de esta mano y un dedo
de esta mano, y ella los juntaba de esta manera y decía: «Debería darte vergüenza».
Ahora escuchen, si has sido cristiano durante un año y no has leído «Las confesiones»
de San Agustín, debería darte vergüenza.  Ese es un clásico al que necesitamos estar
expuestos.  Ahora, aquí tenemos a Rod Serling, quien leyó el libro y dijo – en su
evaluación hizo comentarios críticos y sarcásticos, de que a su juicio este libro era uno
de los libros más sobrevalorados en la historia de la literatura occidental. Él dijo:
«Simplemente no merece la posición y la fama que ha disfrutado a lo largo de los
siglos».

En esta crítica, el punto que hizo que fuera tan severo fue que él estaba convencido de
que el libro fue escrito por alguien que tenía una preocupación neurótica por la culpa y
llamó la atención sobre un pasaje en «Las confesiones» que ilustraría su convicción, de
que Agustín tenía esa preocupación neurótica y adolescente por la culpa.  Se refiere a la
historia cuando Agustín recordó, ya anciano, las cosas que había hecho en su vida de las
que estaba más avergonzado. Recordó un incidente que tuvo lugar cuando era
adolescente, en el que se involucró con otros jóvenes en una broma de muchachos,
cuando los muchachos entraron en el huerto privado de alguien y dejaron pelado un
árbol de peras. Se quedaron con las peras que pertenecían a otra persona, robaron
todas esas peras y luego se fueron.  

Ahora Agustín, cincuenta años después, lamenta esta broma de la infancia; y Rod Serling
dice, «¡Por favor, Agustín! ¡Es decir, ¿qué te pasa?! ¡Es decir, allá afuera hay gente
culpable de adulterio y de asesinato y de grandes robos, cosas realmente serias, y aquí
tenemos a este tipo todo angustiado por robar unas cuantas peras cuando era un
niño!» Pero Agustín explicó qué fue lo que le hizo sentirse tan arrepentido. No fue el
simple acto de robar esa fruta, sino que él dijo: «Al examinar mi vida, y considerar las
cosas malas que he hecho, que eran malas, puedo ver que había ciertos pecados en los
que caí, que, aunque no eran excusables, ciertamente eran comprensibles». 

Sí, Agustín confesó todo tipo de pecados sexuales cuando era joven – engendró hijos
ilegítimos y más – y tuvo remordimiento por eso. Él dijo, «Pero puedo entenderlo. Existe
un fuerte impulso biológico a involucrarse sexualmente y esa tentación puede sucederle
a una persona cuando está en un momento de debilidad, así que cualquiera puede
sucumbir a ella».  Él dijo, «Eso lo puedo entender.  No lo excusa, pero puedo
entenderlo».  Él dijo, «Puedo entender a un hombre muerto de hambre, que robe una
rebanada de pan. No creo que un hombre que se muere de hambre tenga derecho a
robar una rebanada de pan», dijo Agustín, «pero puedo entender la fuerza que lo tentó
a hacerlo». Él dijo: «Sin embargo, yo robé peras cuando no me gustaban las peras. Es
decir, no había nada que estimulara mis pasiones a robar esas peras excepto una cosa,
el simple placer de hacer algo que sabía que estaba mal». Lo que Agustín lamentaba era
el ejercicio de su naturaleza caída, de su carne, por el puro placer de hacerlo.  

Se ha dicho que uno de los delitos más egoístas jamás cometidos es el vandalismo,
porque el vandalismo no beneficia a la persona que realiza la acción, sino que se hace
por el puro placer de hacer daño a la otra persona o a la propiedad ajena, y por lo
general son personas que ni siquiera las conocen.  Tan solo la semana pasada a Juan le
dispararon por la ventana posterior de su auto. Cuando llegó la policía dijeron: ¿cuántos
casos hay en el vecindario? Había algo así como 50 casos, en los que unos chicos
conducían de forma temeraria y usaban sus rifles. Solo estaban vaciando sus armas en
los autos de la gente, gente que no conocían, gente que no les había hecho nada. No
había una enemistad, sino que los jóvenes lo hicieron por el puro placer de hacer algo
malo a otros o probablemente – no lo sé – causaron varios miles de dólares en daños a
la propiedad de otras personas. 

Pero damas y caballeros, eso no es algo que lo hace simplemente la gente salvaje,
desenfrenada y malvada.  Anoche estaba leyendo una vez más la historia del holocausto
en la Segunda Guerra Mundial y particularmente estaba leyendo sobre lo que sucedió
en Polonia, justo antes de que se estableciera el gueto de Varsovia y se creara el Campo
de Treblinka, donde se estaban creando las etapas iniciales de la solución final del
genocidio. Leí de mujeres que estaban embarazadas, en su noveno mes, que se vieron
obligadas a ir a los vagones de ganado y dar a luz a sus hijos allí, sin siquiera tener la
posibilidad de acostarse; donde la madre y el niño morían. Leí estas atrocidades una y
otra vez, y me mantenía diciéndome a mí mismo «¿Cómo es posible que un ser humano
pueda hacerle estas cosas a otro ser humano?» Por sorprendente que sea, me dije «En
el caso del holocausto, no era un ser humano haciendo esto a otros seres humanos.
Eran ocho millones de seres humanos que sufrían a manos de una red de personas que
estaban involucradas en eso». 

Diariamente, sistemáticamente, en Auschwitz se cremaban ocho mil personas cada día. 


Es decir, fueron cremados y asesinados. ¿Se dan cuenta de cuánta gente se necesita
para asesinar a ocho mil personas cada día? ¿Se dan cuenta? Esto no se trata tan solo de
un Charles Manson aislado. Esto fue algo que reveló el lado oscuro del corazón del ser
humano, lo que Joseph Conrad llamó el «corazón de las tinieblas». Pablo habla de un
estado de la humanidad que él llama «la carne», y ya hemos visto que Lutero dijo que
los tres – la gran tríada de enemigos para el crecimiento cristiano se trata del mundo, la
carne y el diablo. 

Ahora, cuando hablamos de la carne, quiero que entendamos, sin entrar en los
tecnicismos de esta, que cuando la Biblia habla de la lucha que sostenemos con la
carne, no está simplemente hablando del cuerpo – que la lucha entre la carne y el
espíritu no puede compararse con la lucha entre el cuerpo y el alma o el cuerpo y la
mente. Antes bien, de lo que el Nuevo Testamento está hablando cuando menciona
esta feroz lucha, que continúa en la vida cristiana entre la carne y el espíritu, es la lucha
entre el poder del pecado en nuestra naturaleza humana caída, en contra de la
influencia de Dios el Espíritu Santo en nuestras vidas. 

De modo que toda la lucha y el proceso de santificación involucra lo que Pablo llama
una «guerra». Hay una guerra en marcha, y es una guerra entre la carne del hombre y el
Espíritu de Dios. Ahora, me molesta mucho cuando escucho a predicadores levantarse y
decir, ya saben: «Ven a Jesús y todos tus problemas habrán terminado», porque eso
simplemente es una mentira. Mi vida se complicó cuando me convertí en cristiano.
Antes de ser cristiano, aunque no era feliz, tenía un grado relativo de paz.  Sabía que
estaba haciendo cosas que no debía hacer. Me refiero a que, no había aniquilado
totalmente mi conciencia, pero estaba en camino a lograrlo. Es decir, repitiendo ciertas
acciones puedes cauterizar la conciencia y poner callos en el alma, donde alguna vez
quizás sentiste un poquitito de – remordimiento – de culpa, ahora puedes hacer estas
cosas, repitiéndolas y ya no te afectan. . . y experimentas lo que la Biblia llama «dureza
de corazón». 

Pero cuando llegué a Cristo, encontré una nueva conciencia y ahora las cosas de las que
antes no me preocupaba, se convirtieron en motivos de preocupación ética, y la vida se
volvió complicada.  ¿No habría sido lindo si hubiera dicho: «Bueno, lo que hice cuando
me convertí fue que cambié mi carne, fui comprado por el Espíritu y ahora vivo feliz
para siempre?». Esa es la lucha de la santificación. Aunque el poder de la carne está roto
y ahora el poder de la carne está sometido al Espíritu de forma muy real en el proceso
de la regeneración; la carne, damas y caballeros, no queda totalmente aniquilada en la
conversión.  La guerra continúa.  Ahora, escucha lo que dice el apóstol en el capítulo 8
de Romanos.  Dice en el versículo 4, «para que el requisito de la ley se cumpliera en
nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque los
que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que
viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque la mente puesta en la carne
es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz; ya que – escucha esto – «la
mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues
ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios». 

¿Cuál es el tema de esta serie de clases? Cómo agradar a Dios. Aquí el apóstol dice, «los
que están en la carne no pueden agradar a Dios».  Que Dios no está complacido – Él
nunca ha estado complacido por un estilo de vida dominado por la carne.  Ahora,
cuando nos dice esto, ¿se refiere a que Dios odia las cosas físicas? Muy a menudo esa es
la forma en que este versículo ha sido interpretado, entre este y otros pasajes parecidos;
así que los cristianos creen que ser espirituales significa negar el cuerpo y que cualquier
cosa que tenga algo que ver con lo físico necesariamente está mal.  Por eso es que
hemos visto que surgen incidentes en la historia de la iglesia, donde los cristianos se
han involucrado en todo tipo de formas rigurosas de ascetismo, formas de abnegación y
autoflagelación, donde vas y te escondes en una celda como un ermitaño, te golpeas a
ti mismo y dejas de comer y te pones flaco como un alfiler y tomas todo tipo de votos
para el celibato y, porque el sexo está mal, no solo fuera del matrimonio sino también
dentro del matrimonio. La comida está mal.  Cualquier cosa que traiga placer físico se
considera incorrecta. Damas y caballeros, eso fue inventado por el maniqueísmo no por
el cristianismo. 

La primera afirmación del Dios que hizo el mundo físico, ¿cuál fue? Él mira ese orden
físico y dice: «Eso es bueno». Platón llegó a la conclusión de que todo lo físico está tan
lejos del espíritu puro, que por su propia fisicidad es imperfecto y por lo tanto el ideal
de los griegos para la redención era el ser liberado del cuerpo. El cuerpo es visto como
la prisión del alma. El mundo judeocristiano no lo veía así. El cristianismo no cree en la
resurrección desde el cuerpo, sino en la resurrección del cuerpo; por lo que, cuando la
Biblia habla de la guerra entre la carne y el espíritu, no está diciendo que la materia sea
mala y que el espíritu sea bueno. No, no, no. Si miras en Gálatas donde Pablo expone las
obras de la carne, ¿qué dice? «Las obras de la carne incluyen cosas tales como
borrachera, inmoralidad, impureza». 

Ahora, hagamos una pausa ahí por un momento.  Esas cosas indicarían ¿qué? Pecados
físicos. La borrachera es algo que sucede cuando tenemos apetito físico, un deseo físico
de alcohol, nos excedemos en esas cosas y nos emborrachamos. Sin duda podemos ver
la conexión entre el cuerpo y la acción allí. El adulterio es un pecado físico.  Es sucumbir,
otra vez, a los instintos biológicos y pasiones donde Dios ha dicho, «No». Pero si miras
esa lista, él sigue y habla de mentir, envidiar, odiar. Ahora, obviamente no puedes
mentir, envidiar y odiar fuera de tu cuerpo, pero esas no son acciones físicas, ¿no es
cierto? Tienen que ver con actitudes y disposiciones del corazón.  Observa esto. . . la
envidia.  

Mencioné antes el pecado del vandalismo. ¿Por qué crees que ocurre el vandalismo? El
vandalismo es simplemente la acción externa de la envidia interna.  La actitud básica del
vándalo es la siguiente: «Si no puedo disfrutar de lo que posees -no lo haré, me
aseguraré de que tú tampoco lo puedas disfrutar». No lo roba solo para sí mismo, sino
que lo destruye para que nadie más pueda disfrutarlo.  En un sentido esto es incluso
peor que el robo en sí mismo, porque surge de un espíritu de envidia hacia las
pertenencias de otras personas. ¿Tienes idea de qué tan destructiva, por ejemplo, es la
envidia para las relaciones humanas? ¿De cuántas formas las personas infringen la ley
por estar motivadas por la envidia? ¿Cuántas veces te han calumniado o has sido
atacado injustamente debido a la envidia de alguien? ¿Alguna vez te preguntaste por
qué Dios, en su orden de prioridades, Dios pone la envidia en los primeros 10 puestos
de la ley? «No codiciarás». 

 El Nuevo Testamento nos enseña que si alguien más recibe un beneficio – algo bueno
le sucede – se supone que debemos alegrarnos de su buena fortuna, en lugar de
alegrarnos por su caída. Hay una expresión, una expresión cínica, en el golf.  No me
gusta, pero dice así: «Cada tiro de golf hace feliz a alguien. Cada tiro de golf hace feliz a
alguien. Si alguien manda la bola al agua, no lo hace feliz a él, pero ciertamente, sí hace
feliz a su oponente».  Lo que me gusta ver en un torneo de golf es cuando todo el
mundo está animando a los demás participantes para que todos jueguen lo mejor
posible y lograr que alguien gane en vez de que alguien pierda. Hay una diferencia
porque no estás deseando que a la otra persona le vaya mal. Eso es lo que hacemos
cuando caemos en la envidia.  

Así que, a lo que trato de llegar es a esto, que la carne se refiere a la antigua naturaleza
caída. En el tiempo que queda, les hago esta pregunta: La Biblia dice que «la mente
puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz; ya que la
mente puesta en la carne es enemiga de Dios», Pablo sigue, «vosotros no estáis en la
carne sino en el Espíritu». Pero aquí está el problema, pueden estar en el Espíritu, damas
y caballeros, pero todavía mienten y tienen envidias y sí, incluso aún cometen adulterio
y aún se emborrachan. En otras palabras, seguimos realizando las obras de la carne a
pesar de que estamos en el Espíritu.  

Ahora, sé que hay algunos que dicen, «O estás en la carne o estás en el Espíritu», que no
puedes ser un cristiano carnal. Ahora, cuando Bill Bright dice esto, lo hace de forma muy
pastoral; él le dice a la gente: «Mira, tienes estas cosas que te influencian, tienes esta
guerra que está delante tuyo. ¿Quién va a estar en el trono? ¿Quién va a ser el
vencedor? ¿Vas a vivir en dependencia del Espíritu Santo o vas a complacer a la carne
por el resto de tu vida?» Él está hablando de una vida llena del Espíritu, que hace un
énfasis a nivel espiritual, en lugar de darle más espacio a la carne. Pero algunas personas
han creado a partir de eso y de otros, las teorías de que hay diferentes tipos de
cristianos. Un cristiano carnal que no tiene el Espíritu de Dios y un cristiano espiritual
que ya no es carnal.  

Damas y caballeros, cualquiera que no tenga el Espíritu de Cristo no es un cristiano


carnal. Es un no cristiano carnal, ¿de acuerdo? Así que, en ese sentido, un «cristiano
carnal» es una contradicción de términos. Si una persona es solo carne – lo que el
Nuevo Testamento llama carne – sin el Espíritu Santo viviendo en él, entonces está fuera
del reino de Dios. No tiene cómo agradar a Dios. Sin embargo, si una persona tiene el
Espíritu Santo viviendo en él, esa persona puede hacer cosas carnales. Esa persona aún
puede luchar con su carne, pero es una persona espiritual.  Ahora, se convierte en un
asunto de grado, de cuánto estamos dispuestos a someternos al Espíritu Santo.  La
persona que agrada a Dios es una persona que busca el fruto del Espíritu en su vida.

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