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Rey de Macedonia

Al comenzar el año 335, el levantamiento de Tracia e Iliria le exigió una breve campaña durante
la cual consiguió la conquista y sumisión de ambas regiones. No acababa de regresar a su reino
cuando la sublevación de los tebanos, unida a la de los atenienses, tras correr el rumor de su
muerte en Icaria, demandaron una nueva y urgente batalla para impedir la total coalición.

Pero el sitio de Tebas no fue fácil; Tracia e Iliria habían sido, en comparación, un juego de niños.
Ante la resistencia de la ciudad, Alejandro decidió tomarla por asalto. Pasó a cuchillo, de uno en
uno, a más de seis mil ciudadanos, redujo a esclavitud a una guarnición compuesta por treinta
mil soldados y ordenó la total demolición de la ciudad, aunque, en un acto más que elocuente de
su respeto por el arte y la cultura, ordenó salvar del derribo la casa en que había vivido Píndaro,
el poeta griego de Cinocéfalos, que cantó con gran belleza lírica a los atletas en sus  Epinicios (o
«cantos de la palestra deportiva») y que se contaba entre sus poetas favoritos. Atenas se
sometió sin resistirse.

Alejandro en Tebas

Al regresar a Macedonia, trabajó en la preparación de la guerra contra el Imperio persa,


campaña comenzada por su padre (para quien había sido el sueño de toda su vida), y que se
había visto interrumpida tras su muerte. Es posible que entre los meses finales de 335 hasta la
primavera de 334 hubiera realizado distintos viajes a Epiro y Atenas. En Epiro reinaba su
hermana Cleopatra, la reina de Molosia, quien contó con su consejo. En Atenas Lisipo, el escultor
de Sicione y amigo de Alejandro, hizo de él varios bustos, algunos de los cuales podrían datar de
esa época.

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