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El contextualizar a Nahui con algunas de sus contemporáneas resulta un antídoto eficaz para comenzar a desmontar la patologización de la que las narraciones historiográficas tradicionales la han hecho objeto, pues nos permite entender no solo la profundidad de sus demandas feministas, sino el carácter colectivo de las mismas, surgidas como respuestas al contexto social propio de la época. De esta manera, sus significativas ideas sobre el derecho de las mujeres al control de su propio cuerpo y al
El contextualizar a Nahui con algunas de sus contemporáneas resulta un antídoto eficaz para comenzar a desmontar la patologización de la que las narraciones historiográficas tradicionales la han hecho objeto, pues nos permite entender no solo la profundidad de sus demandas feministas, sino el carácter colectivo de las mismas, surgidas como respuestas al contexto social propio de la época. De esta manera, sus significativas ideas sobre el derecho de las mujeres al control de su propio cuerpo y al
El contextualizar a Nahui con algunas de sus contemporáneas resulta un antídoto eficaz para comenzar a desmontar la patologización de la que las narraciones historiográficas tradicionales la han hecho objeto, pues nos permite entender no solo la profundidad de sus demandas feministas, sino el carácter colectivo de las mismas, surgidas como respuestas al contexto social propio de la época. De esta manera, sus significativas ideas sobre el derecho de las mujeres al control de su propio cuerpo y al
El contextualizar a Nahui con algunas de sus contemporáneas resulta un antídoto
eficaz para comenzar a desmontar la patologización de la que las narraciones
historiográficas tradicionales la han hecho objeto, pues nos permite entender no solo la profundidad de sus demandas feministas, sino el carácter colectivo de las mismas, surgidas como respuestas al contexto social propio de la época. De esta manera, sus significativas ideas sobre el derecho de las mujeres al control de su propio cuerpo y al placer sexual expresadas en sus poemas, así como la audaz iconografía creada por Nahui Olin en sus autorretratos desnudos, resultan ser un testimonio muy significativo de otro de los frentes de la lucha feminista mexicana en la temprana época posrevolucionaria de las décadas de 1920 y 1930. Efectivamente, pese a lo que solemos creer, el feminismo posrevolucionario no se limitó exclusivamente a las demandas por el derecho al voto femenino, y/o por la incorporación de las mujeres a las luchas proletarias revolucionarias, sino que clamó también por la libertad individual de las mujeres, misma que podía alcanzarse, tal y como testimonian Nahui y algunas de sus contemporáneas intelectuales de la época, a través de la educación en general, de la educación sexual en particular, y del reconocimiento del deseo y del placer como derechos femeninos primordiales. La poesía de Nahui titulada “Cuando estoy cerca de mis amigas,” testimonia la capacidad de la artista de experimentar y de disfrutar de la sororidad femenina, y específicamente del poder de la risa como instrumento para que las mujeres podamos, superar, juntas, las desgracias que comúnmente debemos enfrentar en la vida.i i Ver Nahui Olin, “Cuando estoy cerca de mis amigas,” en Câlinement, je suis dedans (1923), reproducido en María Rosas Lopátegui, Nahui Olin: sin principio ni fin. Vida, obra y varia invención, Monterrey, Universidad Autónoma de Nuevo León, 2011, pp. 109-110. En este mismo libro hay otras poesías interesantes en este contexto como las dedicadas a su hermana menor y a su madre, que una vez más ponen de manifiesto la capacidad de Nahui de sostener relaciones significativas con otras mujeres, desmintiendo así otro mito historiográfico tejido a su alrededor, según el cual era una mujer extravagante y aislada, solo relacionada con personajes de su época del sexo opuesto, y generalmente a través de relaciones románticas. El círculo afectivo e intelectual de Nahui estaba compuesto por destacadas mujeres intelectuales de la época tales como Lucy Perry Knox, Lupe Marin, Concha Michel, Tina Modotti, Frances Toor, Ella Goldberg y Anita Brenner, de quienes Sussannah Glusker dice con razón, que se trataba de feministas “de facto” porque aunque no conformaron un grupo político, sus intereses a favor de los derechos de las mujeres eran muy semejantes a los que décadas más tarde, a partir de los 60s, trataría el movimiento feminista. Ver “Sisters, Foes, and Roles Models,” en Susannah Joel Glusker, Anita Brenner: A Mind of Her Own, Austin, University of Texas Press, 1998.