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(Gokccba: HISTORIA ARGENTINA Director: José Carlos Chiaramonte ‘awe cece pope joer sac don pts anpl, ue eed nie sta pe gt ond sed ars ore pce eget qu te irl aio apn. hs erin temas ea culpa cmp, ern prec lo is gue pean sees Apne ge, ieee, ej ars Ba ob a Fara lgar et jie dese aa wer a shrines ype» pclae ‘uses oecrin na sits acid dl cence sare sang, 2 con, ete to rages, prin de a rid comin 2 ke asprin, dyed en cn bio en eye bigs desinae a sets nerds en pon lem. 2 pepe rain deer ligt apie wn cant iter die el pad, dao or Misti, como ta oa cing ows ect uk cnt pac else retire a obj, came wa aber de ces cna de ee ab Ena campo tn mara pe pes lips de td ip cme a Ihsan ol es antes coals adpain wn eg ut sage de as prpecins dl sy rl or ahora repeciva Tod vidal inal eds i cm ris de cide onde 2a maaan de bs eres ans ya xl ar 1a nla ada mj, pra acer leo de una stra deja de pepe pre ries, cis dead de cnsisy acs, ue a ome ue iia alin, dad a tori el esi y eto po ves singlet rept dig ne ‘wea al ue debe apiartad itera, Roberto Di Stefano Loris Zanatta HISTORIA DE LA IGLESIA ARGENTINA Desde la Conquista hasta fines del siglo XX grijalbo mondadori ‘nuevo catolicisma social, pero ya.no en el seno de ls coordenadas: proyecto laicoy “confederal” sofiado por Lamarca, sino dentro del ‘gidamence clerical de la Acién Cavélica. institucionales de la Iglesia, una adecuada representaci6n de del mundo cat6lico.en su conjunco. Y en cl sentido coaviene ser lictos: el entero proceso de consolidaci6n institucional de la Igle- ‘revisado en este capitulo, deberfa promover cl abancono de aque- Jecturas difundidas en la historiogsafia que identifican su acti~ politica ora con el conservadurismo, ora con el radicalismo. Y no Jue no existan elementos para afirmar que la Iglesia sostuvo, en Gpoca, sobre todo a la primera de tales corrientes, hasta el pun- dle exponerse a la cetice de plegarse a la “concliaci6n” con el or. politico y econssmico liberal. El hecho es que ello no equivali "identificacién” con el destino del “régimen oligérquico",o bien el de las clases econémicamente més poderosas y conservadonss. Jectura de este tipo pecaria de simplismo. En principio, porque fexistid nunca, en Argentina, un auténtico partido conservador, ictamente identificado con la defensa de la Iglesia, a diferencia ‘otros paises, como Chile. Pero sobre todo, porque descuidaria el. Tiecho de que, durante toda esta época, la Iglesia dio priotidad al re~ foreamiento y la uniéa de sus propias cropas y la elaboracién de un +o de “contra sociedad” que, en perspectiva, preludiase la “es- fauracién” integral de un régimen de crstiandad, Por este camino, lla se distancié crecientemente de todos los protagoniseas de la vi da politica "Aclarado este punto, ha legado el momento de observar la po- sicién asumida por la Iglesia en las tes fases politicas atravesadas por pais entre el cambio de siglo y los primeros aos treinta: el régi ‘men liberal “oligéequico”, el radical y la fase abierta por la evolu ‘idn militar de 1930, Respecto de la primera de esas fases resulta evi- dente que los cardlicos habfan dejado de consticuir una preocupacién para las autoridadesciviles en el plano politico, a diferencia de lo que fucedia hasta hacia poco tiempo atsis. Por cierto, a legislacin lai ‘a aptobada en tiempos de la primera presidencia de Roca continua ba vigente, pero el espfricu que la habfa gestado se encontraba not bilemente debilitado se habia estipulado un "modus vivend?” y muchos Jndicios permieian coneluit que, canto el poder ejecutivo como la nayor parte del legislativo, habian terminado pot reconacet en la {Iglesia un insustituible baluarte del orden social y en el caolicismo lun elemento irrenunciable de la "nacionalidad’. El rechazo del pro- 5. BL VIAJE DEL CATOLICISMO HACIA EL CENTKO DEL "MITO NACIONAL”, LA FOUTICA ¥ LAS IDEAS Desde ls primeras décadas del siglo, la relaci6n entre la Iglesia y politica comenz6 a complejizatserespecto de los periods ps tes. Justamente el nacimiento del movimiento catblico, y por In insercin de un laicado militance en la actividad socal de la sia, introdujo en ella una suerte de “pluralismo” politico, soci cultural de hecho. Era inevitable enconces que los militances car cos llevaran al interior de los muros de la Iglesia, junto a otras ‘merosas diferencias, eambin distintas peeferencias politias. Por parce, también la vida politica en general, con la extensin del fragioy la ampliaci6n de la “sociedad de masas” devino en esea ‘ca cada ver ms "compleja” ¢ inevitablemence “plurlista™. Prec ‘mente por eso, para homogeneizar ideolégicamente a los cat6licos “neutralize” tal pluralismo, que consideraban una amenaza para fuerea y un atentado contea el principio mondrquico que servian, base ala insirucién ecesidstica, las auroridades dela Iglesia se ceupazon pot someter al movimiento cat6lico con todos los medios: su disposicin, manteniéndolo “fuera de” y "por encima” dela politica Dicho esto, puede agregasse que precisamente la constancia dt la actitud asumida por la Iglesia en las diferentes coyuncuras Liticas eravesadas por el pats en los primeros treinta afos del si xX: del régimen oligarquico liberal del Partido Auconomista Naci ral al democritico con rasgos populistas del radicalismo de Yi ‘yen, al también democritico pero més elitista del radicalismo de Al- ‘wear, hasa la Brusca interrupcién del orden consticucional en 19: yel pasaje un ségimen politico en perpecuo déficic de egitim Ello permite captar en las diferentes posiciones adopradas por las ct 394 395 recto de ley de divorcio en 1902 durante el nuevo mandato del mise sno Roca, efecto también de Ia exttaordinaria movilizaci6ncatéica Y de las dures admoniciones de las wutoridades eclesidscicas, repre Sent6 en este sentido un auténtico viaje. Més bien, el principal dex saffo que la Iglesia consideraba que debfaafroncar proventa de nue ‘os actores, sobre todo los socialists y los anarquistas, que a por lo general furs del congres, movilizaban alas “clases peigro= Sas” y atacaban explicicamente la ifluencia del eatolicismo, espe clalmente en los seccores populates. En tal conteto, devine norm ue la Iles se cuidase de erosionar It autoridad dela case dirigene fe, justamente en el momento en que éta, en su paribola conserva dora, volvi # aceretsele y se mostaba dispuesta a apoyar la eon nizaci6n instivacional. Més an, hicieron lo posible por apun ¥ para induct al‘clro aun comporeamiento andlogo inviindolo predicar, ya en 1905, “obediencia, sujecién yrespeto a los que Di ha puesto para goberoa la Iglesia y regir a Sociedad lima politico era ahors tan diferente, que hast hubo obispos, €l de Sales, que en 1910, eal ve influidos por la atmésfra eiunfae lista del Ceneenario,cantaron loas al "medio siglo de paz y adminis- tracibn” durante el cual el pais habia marchado“despejndo cada df ‘nuevos horizons de perfectbiidad en el vigor de su vide institue ional”. ‘Sin embargo, seria eri6nco atibuir tal actiud « una supuesta pervivenciaenlajerarqua ecesifstica dela época de la hetencia gx licana, entendida como la tadicién que habrfainducido ala Iglesia st establecer una alianzaorgnica con el Estado, hast el punto de pro= ponerse casi come una especie de “Iglesia nacional. El hecho de que. fos obisposFaesen nombrados en el marco del régimen de patronato no significa necesariamente que se inscribiesen en aquellaeradici6n, En definitva, no resule una prueba suficiente, sobre todo porque, después del restablecimiento de! madasvvendi Ia Santa Sede intervex nia de manera decisva en su seleccién en los afios novenca del siglo XIX. El eericio del parronato, por otra lado, no impidié que buena parte de los nuevos obisps que fueron nombrades a partir de esta poca, manifescaran un fervience ltramontanismo, No debe olvidar se, por timo, que lejos de dar sus primeros pasos, la romanizacign dela Iglesia argentina era yaen esta épocr Un aspectoevidente de st 396 petrimonio genético. ¥ de hecho, bien miredas, as posiciones ex- presidas oficialmence por la Iglesia en materia politica y socal reve- laban ya enonces una creciente auconomia respecto del Estado libe- ‘al, segén la voluntad de la Iglesia romana. Bn efecto, no sélo el spoyo “politico” al viraje conservador operado en la mayor parte de la clase politica liberal no era indiscriminado, sino que mss bien se brientabs a ceconquistar al menos algunos de los espacios perdidos durante el auge de licizacién, sin comportar en absoluto, de todos ‘modes, la renunciaa la condena de los fundamentos doctrinarios de ‘orden politico y socal, Por ejemplo, cuando se discutié en el Con- {reso la propuesta dela ley de divorco, los obispos nose limitaron {gular la oposicin, sino que reafirmaron en su presenaciGn al Congreso que no reconocian autoridad alguna a los representantes del pueblo pata legisla sobre una materia que Dios habia confiado ‘asuexclusiva urisdicci6n. En los mismos mensajes drigidos por los ‘obispos en ocasiGn del Centenario, la noes celebrativa se acompaa- be normalmente por el anazema contea “le doctrina de frfo materia- lismo" que -en palabras de monsefior Piedrabuens habia desplaza- ‘do lade Cristo, y contra la "mano criminal” que habia quitado “el deal divino” del "corwzén de la juvencud y del pueblo”. ¥ ésta era, tenel fondo, la ideologia secular de la clase dirigente « la que los obis- pos imputaban, todavia en 1913, la “relajeci6n moral de las costum- bres" Ia “disolucién de los vinculos de familia’, la “falta de aurori- dad”, cuya consecuencia no podia ser otra que la “difusién de un ‘estado morboso que afectaseriamente la masa social”, antecémara de eempestades sociales". La alianza objetiva de la Iglesia con el satu quo liberal conservador, en suma, no refleaba simplemente un “ca tolicismo de coneiliacién", sino que contenia in nace el germen de ‘una furura contraposicién, que habria de desplegarse ni bien se crea- rin las condiciones para ello. ‘Y tales condiciones comenzaron a crease progresivamente des- pués de la Primera Guerra Mundial. Por un lado, después de la car- hiceria de la Gran Guerra y de la revolucién bolchevique, el clima de ideas cambié en todo Occidente y se difundié la percepeién de {que los principios y los regimenes liberales representativos habian Rtrado en una crisis terminal. Por el otro en ln Argentina, no s6lo se abfan proyectado las sombras de ese cambio, acelerando la crisis 397 del optimismo positivista que habfa animado a la Generacién del '80, sino que también habfan llegedo los efectos de la desatticula- cidn econémica causada por la guerra, con el consecuente agravac ‘miento de la “cuestién social” y de la agitaciGn obrera. En este cone texto, el hecho de que en la Argentina, a diferencia de otros paises. ‘ccidentales, las bases del régimen liberal, en lugar de agrietarse se ‘expandieran en beneficio de una “democracia liberal” tributatia de Ja ineroducci6n del sufragio universal y de la sucesiva eleccién en. 1916 de Hipdlito Yrigoyen, agrav6 en la Iglesia los temores susci- ‘tados por la intensifiacién del conflico de clases. ¥ no slo porque a democracia liberal, y su correlato de “soberania del pueblo”, con- ‘rastaban con su docttina, sino también porque la expansién del sue fragio volvia aan mis drumsica la escasa influencia politica de los catélicos. Ademés, a Iglesia habia logeado un tdcito pacco de alian= ‘2a en sentido conservador con las elie desplazadas del poder, que la ‘esguardaba frente a un nuevo ataque de laicismo, Esta garantia se desdibujaba en el contexto de la relacién con la dirigencia politica radical que, ademas de ser ideoldgicamente muy heterogénea, de- pendia mucho més que la conservadora de las tendencias del electo- rado, Los obispos se percataron de ello @ partie de las elecciones de 1916, cuando recibieron con alarma las noticias reeridas a cierto ie ‘mero de candidaros radicales notoriamente adversos a a Iglesia, Ni siquiera el hecho de que Yrigoyen no fuese ni un “lacista” ni mu- ‘cho menos un anticlerical, como habtia de demostearlo suficiente- ‘mente, por ejemplo, al vecar una nueva propuesta de ley de divorcio, ppudo tringuilizar ala Iglesia acerca de la naturaleza pacifica que fren- tea ella demoscraba el partido radical. Ast por ejemplo, en 1921 el caudillo radical no pudo impedir que las divisiones en su partido ondiujeran en la provincia de Santa Fe a un violento conficto con, las autoridades eclesistica, locales y nacionales, cuando la mayoria «deus representantes en la asamblea constituyente provincial vot6 a favor de la eliminacién de la alusiGn a Dios en el preémbulo de la ‘nueva constitucin, Es cierto que las mismas divisiones que habian. conducido a ello terminaron también por consenttle al gobierno la invalidacién de las sesiones de la constituyente santafesina, pero quel episodio, que los obispos estigmacizaron como un ejemplo de “apostasia legal y politica de un Estado argentino”, aument6 toda~ noe profes emores coud pra imptevisbilidd y ligrsdad de gimendemocico eo ls las elec Mises eflesionesbuscanproporioaruoa clave de ierpreca Bi de un rac, ln quo cna carla lglin ye nical I, yen particular con Yrigyen sobre acl erie no de nn fscadalors vcs hstorogrdficos, Un aco que ha permit la Aiftsin dea ese mis pastas ycendencions as qe se hin eltrencia ya, endientes, «veces ela el obra comers duro dea iflesia~que a habra induc a liners con aa argu’ pancomberrl gobierno popular de Yeigoyen- en oto {hos otenerexctamente Io cotraro cs dei, bir simp fis eclsiaicn por un movinien® gue jugabn repro de Ik, Iliad del psbl y qo, como sur "opa aba mayormente do pot clases meas Aor bie, le dba dee ee fase qu dejan de ldoun dato fandarental que a Iglesia de xs thom exh contend progres en Un arate tno ee rode lot plano de xvid pli, ci el polio Ldn. fica con uno nro de os conendites en ee ere, no ar Gh de ninguna manera a comprender st seud. Que muchos Satie voaran slow radials, x sn dda plausible. Come lo x oe muchos tren en pericalr lon inculcate ac foedaas sola novia rel visio ngien y apres dee ‘ncn mae ial Alay 0 no lias de Yeigoyen. Por on parte, istmente ex agmenacn Ee loses rt ode oe oro po locale suo tcc busaban la ued en oro plano “eterna” y superior ta olin depuis. Pera en eat etidoyel punto considerst sc vd no oe pees Gi Vppen Fr Ig Sha goblet no ena nada que ver con a rexaurain integral tel orden citiano predicada por lov ponies pot I jregula tcc argentine, Ton, en las econ pda epe tena ls jes de muchos fie mal menor aq To obispo Invebuneufar en cao de gor no buble anders ms cp ttle Peo por pare, lien polo qu presi ein cei en ua ne de contin coe aan pecedi, tex com ete, eminentemente ico, Vegan, aden, mans feu evidate popeniéa lew el ipa del mdialimoa un 398 399) ‘eu, luego de la “revoluciéa” de Uriburu, quiso ance odo acl _que para la Iglesia los tnicos gobiemos legitimos eran los ques formaban # la ley de Dios, para luego agregar, en clara alusin al “Yigoyen, que la violaban ao sélo los gobiernos despéticos sino. bién aquellos que, por debilidad, cortejaban a la subversin social lugar de combatirla ‘Como revelan estas palabras de Franceschi, que sacaba de la conclusién de que era necesario cambiar el “sistema’sy no slo hombres que lo gobernaban, un ulterior “error” se agregaba alos Ja Iglesia le imputaba a los gobiernos radicales: su pretensién de cee derivar su soberanfa directamente del mandaro popular y su pti laico y secular Se trataba de su “debilidad”, En tanto que ‘robiernos “Liberals”, es dec fundados en la emancipacida de la fera temporal respecto de a spiritual y de la leyes humans res to de las divinas, se habrian visto privades del dinico elementog religioso, capaz de cimentar el orden socal y legitimar su autor ‘Abolido tal freno, eeuncado ese vinculo, el orden liberal no ‘ingin instrumento capaz de detener la disgregaciéa de la soc de contraponerse a las ideologias seculares, anicatSlica, como el cialismo y el comunismo, que en lugar de restaurar Ia armonia cial predicaban la lucha de clases, y en vez de aceptar el imperio Ia ley de Dios, se proponian “emancipat” al hombre de la fe. EL _gimen liberal, en definiiva, no era més que la antecimara de co nismo, al que slo la reaccién crstiana habe podido detener: “Di © Lenin” devino desde enconces, y cada vez mis, alos ojos de la sia, el dilema a resolver. ‘Muchos elementos de este anilisis,tipico de la tradicién aria e integraistacatblica que sefialaba en el comunismo el ies ‘estadio de la apostasa religiosa inaugurada por la reforma protest rey continuada en la revolucién francesa, habfan ya emergido en inicios de la primera presidencia de Yrigoyen, cuando éste adoptado una actitud de apertura respecco de las reivindicaciog sobrerisy de rolerancia hacia las huelgas. Justamente tal humus ‘ral, en efecto, y no s6lo un férreo conservaducismo, explica el plio apoyo que la Iglesia y el mundo catblico proporcioné a a fencia proronacionalista de la Liga Pacriécica Argentina, surgi Juego de la Semana Trigica del 1919 para oponer un muro de jn al "desorden socal”, de ser necesario mediante métodos vio . Apoyo que, si provino en primer lugar de los sectors tradi- Imente préximos alas elites, como en el caso de monsefior De rea, no se limic6 a ellos, sino que por el contrario se extendié i « algunos ambientes del catolicismo social, y a hombres que fan simpatizado con la “democracia crstiana” como lo demues- ‘entre otros ejemplos, el compromiso de Emilio Lamarca y de avo J. Franceschi en favor de la Liga. Mas atin, desde el punto visca de la Iglesia, la experiencia de la Liga PacriGtica represents ‘etapa importante por lo menos en dos aspectos. Por una parte ‘sumir como prioridad absoluta la lucha contra el comunismo y (lefensa de la “nacionalidad”, temas sobre los cuales no existia c- 3, anco conservador como social, que no estuviera de acuerdo ibuyé a la cohesin del movimiento cardico. Pot Ia otra parte, Liga coloc6 a la Iglesia de manera estable en el centro de un fren- se instcuciones y de un crsol de ideas que en nombre de tales ob- lives lanzaron un auténtico reto al eégimen politico institucional tino. En tal sentido, esta experiencia consticuy6 una suerte de ludio del proceso que Llegé a su madurez en el decenio sucesivo, lola Iglesia, y la més influyente entre dichas instituciones, las as Armadis, se habrfan impuesto como el nicleo de un "nue- orden”, radicalmentealternativo al liberal Pero para comprender plenamente la actitud asumida por Ia lesiarespecto del orden politico en las eres primeras décadas del lo, es necesario sumar algunas indicaciones més sobre el profun- sambio de ideas y cultural que vivié el mundo catélico en esta En particular, es preciso sefialar dos fenémenos, de distinto en pero globalmente convergentes, que caracterizaron desde en crecientemente al catolicismo argentino, produciendo lo que frecuencia se ha dado en llamar, correctamente, su “renacimien- #5, partir de los aflos veinte. Podemos definir al primero como la in entre “Iglesié” y “nacién”, mientras que el segundo eseé re- tado por el auge del neotomismo en los instieutos reigiosos y a emergencia de una generaciGn de “intelectual cat6licos". En nciaal primero, se afirma que, ya desde principios de siglo, co- 4 producirse en Argentina, primero lent y luego acelerada- te, una especie de “largo viaje del catolicismo hacia el centro de 402 403 ‘raordinaro esfuerzo de ls eatslicos por la “conquista” de las “e- pateias” que asumié repercusiones extraocdinaris en el cima Iurbulento del 25 de mayode 1919, cuando la Iglesia contribuyé de manera determinant al éxito de la masiva manifesaci relizada ‘en cal ocasign por la Liga Parieica. No deberfasorprender que en 1 Congreso Bucatstico Incernacional de 1934 tal proceso de con- ‘ergenciaenel plano simbico entre “catlicismo” y “naciGn” se ha- ‘yplamado como nunca antes. Pero también en el plano de las ideas, como se ha dicho ya, el ‘encuentro entre “Iglesia” y “nacién”comena a dar sus fruos yaasi- mir un carter excluyente que haba de manifesarse en ls siguien- ts decenis. Ea el sentido de que, en la medida en que la clase po- Iitica devino més propensa « encontrar elementos de cohesién y tiidad nacional fundados sobre una tradicién plausible en lugar de proyectar una “nacin bierta"apuntando hacia el fururo, justamen- {ee eadicin atic entendida como el nico elemento espicitual fen gran medida comin la masa inmigrane a crilla, se coove- {i6 casi aaturalmente en su corlatio, A su ver, en el mundo catéi- {ola reflexién sobre el nexoexclusivo entre “nacién”y “catoicismo ‘beuvo mayor organicidad y se peefilé como el cleo en torno al fal habria de arcicularse la ideologéa de “econquista” dela Iglesia del mundo calico. Al se a Argentina una “nacién catSica,y al fer eminentemence calica en su espttu, en su constitucia eal Mlevino cada vex mas el razonamienco cortiente en ls filas del cato- licismo~ era necesrio que se abandonara la orentaiéa Inica y ma- {eralisa que habfa sido impresa alas institucions por parte de una “lite imbuida de ideas “extratas” a su més antigua tradicién, y se wolves «los oxfgenes,reconociendo ala Iglesia ya su docrina la posicién de preeminencia que le habia sido atebutada. Era necesa- fio, en palabras de monsefor Boneo, que la Argentina volvieseaes- {ur en sinzonfa con su ‘constieucién fundamental”, que “el esptiu We Jesucristo", como escribi el obispo de Salta en 1910, “se halle en estas leyesycbcligos", por ser la Argentina “una nacin eminen- emeate caslica”. “Cosmopolita como pacas,escribieron los obis- fos en 1913, la sociedad argentina necsitaba como ninguna otra oa fuerza de cobesi6n poderosa que la unifique. ¥ tal fuerea no i ser otra qu el catolicsmo, y cada atentado conta éte se ha- la nacionalidad”. Es decir, un fenémeno de natursleza cultural, sistenteen la ereciente acepeaci6n por parte de un niimero cada ‘mayor de hombres de la politica, de intelectuales © de simples ci

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