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Resumen de Ranke - Pueblos y Estados en La Historia Moderna
Resumen de Ranke - Pueblos y Estados en La Historia Moderna
Arranca del momento en que Italia, unificada, logra por lo menos libertad
externa y puede tal vez ser considerada incluso como una potencia dominante, ya que
tenía en su seno al papa; trataba de exponer la división de este país, su invasión por los
franceses y españoles, el colapso de toda libertad en alguno de sus estados y en otros de
toda soberanía, finalmente el triunfo de los españoles y el comienzo de su dominación.
Parte asimismo de la nulidad política de los reinos de España y pasa luego de su
unificación y a la lucha y a la lucha de las coronas unificadas contra el infiel y en el
seno de la cristiandad; esfuérzase por poner en claro cómo de la primer surge el
descubrimiento de América y la conquista de grandes reinos dentro de este continente y,
sobre todo, cómo la segunda crea la dominación española sobre Italia, Alemania y los
Países Bajos.
Todas estas historias de las naciones latinas y germánicas y las demás que con
ellas se relacionan aspiran a ser comprendidas en su unidad por el presente libro. Se ha
dicho que la historia tiene por misión enjuiciar el pasado e instruir el presente en
beneficio del futuro. Misión ambiciosa, en verdad, que este ensayo nuestro no se arroga.
Nuestra pretensión, es más modesta: tratamos de exponer cómo ocurrieron, en realidad,
las cosas.
Pero, ¿cómo ha sido posible explorar de nuevo esto? La base de esta obra, las
fuentes de sus materiales, han sido toda una serie de memorias, diarios, cartas,
memoriales de embajadores y relatos directos de testigos presenciales de los hechos
historiados. Sólo hemos recurrido a otra clase de escritos en los casos en que éstos
aparecían basados directamente en aquellos testimonios o acreditaban, en una medida
más o menos grande, un conocimiento original de los mismos. Al pie de cada página se
indica la obra de que se ha tomado algo, cuando ese es el caso.
¿En qué se manifiesta y revela la unidad de estas seis nacionalidades, cada una
de las cuales se subdivide en diversas partes, que jamás han formado un estado único y
que han guerreado casi siempre las unas contra las otras? Las seis proceden del mismo
tronco o muestran, por lo menos, estrecha afinidad de origen, profesan costumbres
análogas y se rigen por instituciones en muchos aspectos iguales. Sus historias interiores
hallánse íntimamente relacionadas y las vemos compartir una serie de empresas
históricas. Esas grandes empresas históricas son, fundamentalmente, tres: la migración
de los pueblos, las Cruzadas y la colonización de continentes extranjeros.
Entre los dos grandes grupos de este complejo de pueblos acabo estableciéndose una
estrecha afinidad de sangre, de religión, de instituciones, de costumbres, de modo de
pensar y de sentir. Supieron hacer frente en conjunto y con una fortuna a la influencia
de los pueblos de una órbita cultural extraña a la suya.
¿Qué puede unir a los individuos y a las naciones en estrecha afinidad, sino el hecho
de participar del mismo destino, de tener una historia en común? Los sucesos de esa
época, tanto los interiores como los externos, revelan una unidad casi completa. Las
naciones germánicas, dueñas desde el primer momento de vastos territorios, pónense en
marcha, conquistan el Imperio romano de occidente y afirman además su dominación en
el suelo que ya poseían.
El mayor peligro era el que amenazaba por la parte de los árabes. Estos ocuparon
rápidamente España, irrumpieron en Francia y en Italia, y es posible que, de haber
ganado una batalla más hubiesen dado al traste, por lo menos, con la parte latina de
Europa. Fue entonces cuando los anglosajones reconocieron su verdadero patriarca en
el papa, quien llevó a cabo personalmente su conversión al cristianismo, aceptando un
primado nombrando por él y pagando su tributo a Roma. Y de Inglaterra salió
Bonifacio, el apóstol de los alemanes. Este, al ser elevado a la sede de Maguncia, juró
fidelidad, sincero acatamiento y ayuda a San Pedro y a sus sucesores; y lo mismo
hicieron los demás obispos de Alemania: protestaron permanecer obedientes hasta la
muerte a la iglesia romana y cumplir todos los mandatos de quien ocupase la silla de
Pedro.
Las cruzadas:
Ninguna nación extranjera llegó a tomar parte en esta empresa; sólo sabemos
que se sumase a ella un príncipe extraño a los pueblos románicos-germánicos, Andrés
de Hungría, quien lo hizo por ser el jefe de un linaje de la Alta Alemania y que era,
además, hijo de madre francesa. Así, pues, puede afirmarse sin lugar a dudas que las
Cruzadas fueron, en su conjunto, una empresa de las naciones latinas y germánicas. Las
Cruzadas contribuyeron a una expansión de estas naciones en todas las direcciones y en
todos los sentidos. Aunque el movimiento se dirigió predominantemente hacia los
Santos Lugares, extendióse también por las costas del Mar Mediterráneo, pero sin
limitarse tampoco a estos territorios. Pero lo más saliente y lo más brillante que se hizo
en el sur de Europa lo hicieron, sin duda alguna, los españoles. El Cid Campeador vivió
todavía los tiempos de las Cruzadas. Los castellanos, conducidos por el rey Alfonso,
ganaron la gran batalla de las Navas de Tolosa y sentaron el pie junto al Guadalquivir.
Finalmente, poco antes de la primera Cruzada de San Luis, Fernando el Santo tomó las
ciudades del sur como Jaén, Córdoba y Sevilla.
Ranke sostiene que todo formaba parte de una unidad, donde la nueva expansión
de las naciones europeas, y el papa participaban desde distintos frentes. Plantea que
aquellas empresas revelaban la unidad europea. En este contexto, la lucha de las
ciudades por su libertad también fue un tema presente y un fenómeno general en Europa
que no sólo se vio en Italia sino también en España durante el siglo XII.
La colonización:
La otra idea que dio vida a la colonización y que ésta comparte con las Cruzadas
es la difusión del cristianismo. La tercera es propia y peculiar de ella y constituye uno
de sus rasgos distintivo: el autor refiere a la idea del descubrimiento de un nuevo mundo
que es de por sí uno de los más grandes pensamientos que hayan cruzado por la mente
humana y que hayan surcado la tierra. Esta idea fue nutrida y estimulada por el hambre
de especias de la India, por la codicia del oro de América, por la apetencia de perlas de
los mares ignotos y por el interés del comercio.
Para el autor, nada revelaba mejor la unidad de un pueblo que una empresa
común. Las empresas que se extienden a lo largo de muchos siglos, son comunes a
todos ellos y sirvieron de nexo de unión de ambos elementos, de los pueblos y de los
tiempos. Son como tres grandes alentadas de esta unión incomparable de naciones. Con
esto quiere decir que la migración de los pueblos, las cruzadas y la colonización fueron
las tres grandes empresas que duraron siglos que promovieron las unidades nacionales
europeas.
Sobre las épocas en la historia: conferencia primera.
1. Cómo debe entenderse el concepto de “progreso” en la historia.
No puede negarse que a través de toda la historia actúa una especie de poder
histórico ejercido por el espíritu humano. Nos encontramos con que sólo un sistema de
pueblos de los que forman la humanidad participan en este movimiento histórico
general, del que otros quedan excluidos. E incluso las nacionalidades inscritas dentro de
este movimiento histórico general distan mucho de recorrer un camino de progreso
constante. La época más antigua de la cultura asiático es, en efecto, la más floreciente;
la segunda época y la tercera, en la que predominan el elemento griego y el romano,
presentan ya un nivel mucho más bajo, y con la irrupción de los bárbaros mongoles se
terminaría la cultura en el Asia.
No podemos entender por ideas directrices otra cosa que las tendencias dominantes
en cada siglo. Ahora bien, estas tendencias sólo pueden ser descritas, pero no reducidas
en última instancia a un concepto; de otro modo, reincidiríamos de nuevo en lo que el
autor rechaza como falso. La misión del historiador consiste en ir desentrañando las
grandes tendencias de los siglos y en desarrollar la gran historia de la humanidad, que no
es sino el complejo de estas diversas tendencias. Desde el punto de vida de la idea
divina, sólo acertamos a representarnos esto de un modo: concibiendo la humanidad
como un tesoro infinito de evoluciones recónditas que, poco a poco, van saliendo a la
luz, con arreglo a leyes desconocidas para nosotros, misteriosas y mucho más grandes de
lo que generalmente se piensa.
Conferencia segunda: