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PASO A LA FE

Está de más decir a esta altura de la vida que poco a poco el hombre ha olvidado, entre lo
tanto que dejamos de lado y lo otro que preferimos pasar por alto, la dirección de nuestros
pasos.

En algún punto, ya muy lejano como para ser considerado por muchos siquiera existente,
perdimos de aquello que nos hizo seres. Hemos pecado, en el sentido literal de la palabra,
de arrogantes y absurdos. Perdimos la fe.

Si el perder la fe solo se tratase de abandonar el ir a misa todos los domingos o el orar cada
noche por los desamparados, capaz nuestro mundo estaría en sus mejores años. Para
desgracia de todos, el perder la fe consta muchas veces de perder lo humano. La fe no es
solo gritar a puertas abiertas que Dios es real y que sigues su ejemplo; la fe, en esencia, es
la disposición y compromiso a vivir en ejemplo de Jesús, a entender que Dios existe y a ser
consciente de la base única y sólida de la que se compone el mundo, el amor.

La fe es amor, no ciego, más si basado en la confianza. El escepticismo humano puede


considerarse una consecuencia del raciocinio, empezamos a ser conscientes de nuestro
alrededor y creemos que las respuestas obtenidas son las únicas y verdaderas; empezamos
a ver a Dios y a Jesús como el arcaico mito que daba explicación a cuestiones inauditas. Es
por ello que ahora, que tenemos “respuestas”, desechamos “mitos”.

Somos como Tomás, si Jesús no se presenta a nuestra derecha y nos hace atravesar la pieza
faltante entre sus manos, no creemos. ¿Por qué tratamos de hallarle solución lógica a algo
que escapa de nuestro racionamiento? A cada paso que ha avanzado el hombre se ha ido
alejando más de Jesús.

¿Cuántas veces será necesario que nos salven? Vivimos en medio de una comunidad
carente de fe, de compasión por el otro, de rencores, de individualismo, de problemas sin
soluciones, de injusticias, de abusos disfrazados de progreso o bien común. Vivimos sin
amor al prójimo y sin amor a nosotros mismos.

Tomás tuvo suerte de ver en carne propia el amor que Jesús siente por todos nosotros, y
esa comprensión infinita al mover con amor su mano hacia la verdad absoluta. Él fue capaz
de seguir el camino hacia la fe. ¿Seremos capaces de ver a Jesús o tocaremos nuestras
propias llagas?

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