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Los Tres Cerditos
Los Tres Cerditos
Los tres hermanos cerditos habían crecido demasiado, de manera que la casita
donde vivían resultaba pequeña y se peleaban a cada paso porque tropezaban
los unos con los otros. Así pues, Pot, el mayor de los tres, dijo una mañana
después de haber reflexionado largamente:
- Va a ser mejor que construyamos una casita para cada uno.
Así viviremos más holgadamente.
Pat, el segundo de los tres hermanos añadió:
- Tendremos que separarnos.
Y Pit, el menor, a quien la perspectiva de una separación significaba juguetear
libremente por donde le apeteciese, aceptó gruñendo con la mayor alegría:
- ¡Me parece estupendo!
Se despidieron con un abrazo, y cada uno de los tres hermanos cerditos
marchó por un camino distinto, y se adentraron por el bosque.
Anduvo Pat buscando un sitio que fuese de su gusto , y halló una pequeña
colina. Acertó a pasar por allí un campesino conduciendo un carro de hierva
seca. Tuvo Pat una idea:
- Buenos días, señor. ¿me daría un poco de hierba?
- Para que quiere tú la hierba?
El cerdito contestó:
- Para construirme una casita.
- Está bien.
El hombre entregó a Pat cuanta hierba necesitaba, y el diligente cerdito
empezó a construir su casita.
Pit, el más pequeño de los tres, se detuvo en un lugar del mismo bosque que
Pat, a la sombra de una encina.
Se acordó de la misión que allí lo había llevado: ¡su casita!...
“¿con qué haré yo mi casita?”; en ese momento viò un hombre con su asno
cargado de un gran fardo de paja. Le dijo Pit:
¡si quisiera darme un poquito de paja!...
el hombre le entregó toda la que necesitaba el cerdito, y este se puso a
construir su vivienda.
Por su parte, Pot, viò venir un carro cargado de ladrillos, y el caballo no podía
avanzar. Pot ayudó con todas sus fuerzas y buena voluntad, y el animal pudo
finalmente continuar el camino. Entonces el hombre, agradecido, le preguntó:
- ¿cómo podré pagarte el favor?
Pot dirigió una codiciosa mirada a los ladrillos.
- Si usted me diera unos cuantos,... se lo agradecería...
- De acuerdo, amiguito.
- Me has hecho un gran favor, y la persona agradecida esta obligada a
reconocerlo.
El hombre le diò cuantos necesitaba, de manera que Pot construyó una sólida
y bonita casa.
Transcurrieron varios días, y llegó a oídos de Pot que había aparecido en la
comarca un lobo feroz, que devoraba cuantos animales encontraba a su paso;
pero Pot no sentía temor, pues tenía donde guarnecerse; pensó de pronto en
sus hermanos y, sin vacilar partió en su busca.
Entretanto Pot deseaba noticias de Pat y Pit, el lobo rondaba las casas de estos.
Llamó a la puerta del primero, pero Pat respondió:
- ¡Eres el lobo! ¡No te abriré!
Entonces el malvado animal sopló con fuerza y derribó la casa, tragándose al
pobre Pat.
Luego, se dijo: - hay otro papanatas viviendo en una casita como esta.- Y se
dirigió hacia la vivienda de Pit.
Llamó a la puerta con suavidad, pero el cerdito advirtió que era el lobo, y
respondió:
- ¡Vete de aquí, lobo feroz! ¡No esperes que yo te abra!
El malvado lobo sopló seguidamente, y la casita de paja se derrumbó, con lo
cual el lobo se tragó entero al pobre Pit. Luego, se dirigió a la orilla del río,
junto a la casa de Pat, y se quedó dormido.
Muy triste regresaba Pot, pues no había encontrado rastro de sus hermanos,
pero de pronto oyó los ronquidos del lobo, al observar su abultado vientre
sospechó lo ocurrido, y aprovechando el sopor de tan pesada digestión le abrió
el estómago, y Pat y Pit salieron sanos y salvos. Y los tres cerditos jamás
volvieron a separase.