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LAS CUALIDADES DEL GENERAL

Queremos que un jefe de Ejercito sea amigo de la continencia, sobrio, vigilante,


frugal, trabajador y constante en sus deberes y asuntos; circunspecto y prudente; que de
su justo valor al dinero y no tenga otra ambición distinta a la gloria. No es necesario sea
muy joven, tampoco de edad avanzada. Deberá expresarse bien y con facilidad en público
cuando sea necesario. Conviene que haya fundado familia. No debe ejercer ningún tráfico
ni darse al lucro; debe ser de alma elevada, estar por encima de las muy pequeñas cosas;
que sea generoso, magnánimo y en lo posible, sano y robusto.

Sin la continencia, un General arrastrado por sus inclinaciones sensuales descuidara los
asuntos importantes.

Mediante la sobriedad y la templanza adquirirá imperio absoluto sobre los sentidos.


Estos, cuando se les deja bridas, nos inclinan a todo género de excesos.

Si el, gusta del sueño, no podrá sostener las vigilancias desviadas a los negocios
importantes y grandes; la noche es favorable y propia a la meditación, porque en ella el
espíritu puede concentrarse en mejores condiciones para decidir.

Si es simple y modesto en los gastos de su casa, en los de su servidumbre, no disipara en


frivolidades el dinero, que deberá emplearse, útilmente, en proyectos y expediciones

Su paciencia para soportar las penalidades lo convertirá en ejemplo para el soldado. Seria
indecente que pensase en reposar antes de haber asegurado el de los otros. Sagacidad y
prudencia le serían necesarias para prever las contingencias, para tomar de inmediato
resoluciones, cuando se presente la necesidad súbitamente.

Si maneja todos sus asuntos con nobleza, sin otro objetivo que el Honor por obtener
mediante su éxito, convencerá a todos de su desinterés y desprecio por los bienes
materiales. Muchos son capaces de demostrar valentía ante el enemigo e incapaces de
resistir el atractivo de los dineros. El oro es el medio más potente para despertar la
codicia y no hay arma más terrible para vencer a un general y privarle de su fama y Honor.

No debe ser ni joven ni viejo, porque la extrema juventud es inconstante y carece todavía
de luces y la vejez es débil; fáltale fuerzas para actuar. La una es fogosa, capaz de caer
inconscientemente en los peligros; la otra, pesada, tardía, puede perjudicar las
operaciones con su lentitud. Sera conveniente escogerlo de edad madura, cuando el
cuerpo no ha perdido el vigor y el espíritu ha alcanzado toda su plenitud. Estas dos
cualidades deben compenetrarse; en vano se admira una si la otra no la completa y
socorre

Un general cuidadoso de sus tropas las gobernara fácilmente y podrá actuar mejor, ellas
le obedecerán con espontaneidad, no temerán los peligros. La fuerza de los sentimientos
hace más fácil los grandes sacrificios

Aquel que tenga hijos debe ser preferido, sin que rechacemos a quien no los tenga, si es
hombre capaz. El primero se entregara con más ardor a los problemas por el interés de su
familia: si tiene hijos de edad mediana, podrá asociarlos a sus deliberaciones. Ellos serán
fieles confidentes y trabajando con armonía, le ayudaran en la administración.

La aptitud para hablar en público le será muy útil pues: cuando el Ejército este formado
para el combate, excitara a las tropas mediante sus exhortaciones, a vencer los peligros, a
despreciar la muerte.

La voz del General vale más que el son de las trompetas: ella sacude el alma con más
fuerza y la impulsa en la búsqueda de la gloria. Ella consuela y fortalece al soldado en el
infortunio: es más eficaz que los cuidados del médico para curar las heridas. Rara vez, este
hace una cura perfecta; pero el General con su voz, alza los espíritus abatidos, reaniman
la esperanza y el coraje.

Sera ventajoso que sea de distinguida familia, para que nadie tenga que someterse con
pena a hombres de oscura extracción. Ninguno aplaude se escoja por General a quien
cree su inferior. Sin embargo, si se encuentra alguno en cuya persona estén reunidas
todas las virtudes ya dichas, este hombre tendrá lustre propio, puesto que sería imposible
permaneciera en la oscuridad con tan grandes cualidades.

No se debe elegir al más rico si carece de los talentos necesarios al mando; ni rechazar al
pobre por la sola razón de su pobreza. Estos motivos no deben decidirnos, sino las
virtudes, el mérito.

Convengo que, en igualdad de condiciones, el rico superara a quien no lo sea, tal como
una armadura repujada en oro a las de simple hierro o bronce. Unas y otras sirven
igualmente; pero las primeras tienen, además, los ornamentos. Ello no impedirá que se
emplee el hombre sin fortuna, si reúne capacidades. Si está libre de avaricia y sea
incorruptible.

El renombre de los antecesores puede tener algún peso, pero, la más bella pátina para un
General está formada por sus cualidades y rendimientos. Cuando se compran animales,
no solamente buscamos conocer su origen, queremos conocer si son viciosos, cobardes o
perezosos; queremos saber de qué son capaces. Asimismo, no juzguemos a los hombres
por las acciones de sus abuelos; es necesario valorarlos por las propias. Sera injusto
despreciar los méritos de los valientes llenos de virtud en razón de su pobre nacimiento y
elevar a los altos grados a gentes ineptas sin otro merito que el de sus antecesores.

Feliz quien pueda juntar a sus virtudes propias la gloria de su familia; mas, el la citará en
vano siendo incapaz de sostenerla.

Puede pensar alguno, que así como el hombre de medianas facultades es más industrioso
y activo en aumentarlas, el hombre que no tiene el apoyo de un gran apellido se tendrá
por único constructor de la propia fortuna y por razón, trabajara con ahínco; en cambio,
quien encuentra los caminos despejados gracias a sus parientes, se hará más indolente y
débil
Pensándolo bien, si se puede, deberá escogerse a un General capaz, noble y rico, sin
excluir a quien tiene méritos, sea pobre y nacido de familia no ilustre.

El comercio, tal como lo practican algunos, está por debajo del General; puede envilecer
su dignidad y de ahí algunos adquieren avidez, amor al lucro.

Finalmente debe tener el cuerpo sano, el espíritu pronto y debido, ser activo, laborioso,
valiente, intrépido ante el peligro, creyente y piadoso.

Moderado en los placeres, insaciable de gloria y de los elogios que atraen las bellas
acciones. Que sepa decidirse en los casos difíciles o dudosos, prever los obstáculos,
apartarlos o vencerlos; experimentado en la instrucción, armamento y disposición de las
tropas.

Que sepa levantar el ánimo de los soldados abatidos, revitalizar sus esperanzas, hacerlos
capaces de todo; que haga cumplir con exactitud las leyes militares. Que con
discernimiento fino, sutil, no se deje sorprender por los razonamientos tendenciosos de
quienes deseen engancharlos por falsas vías.

Que sea cuidadoso y hasta avaro con el dinero destinado a satisfacer sus personales
necesidades o deseos. Pero que no ahorre nada en lo que pueda ser útil al estado. Debe
ser afable y de fácil acceso; no tan clemente y dulce como para conciliar el desprecio, ni
tan rudo y severo que el temor le cierre el corazón de los subalternos.

Antes de todo, os exhorto General, a ser piadoso y justo. A temer y amar a Dios con todo
el corazón, a tenerlo siempre presente. A seguir sus mandamientos. A ganarnos su
protección para que, en la necesidad, con Dios por amigo, podáis rogarle confiado y aun
esperar su socorro.

Estar bien persuadido de que sin su divina asistencia nada tendrá éxito. Sin ella, vencer es
imposible, puesto que la providencia dispone y rige todo, hasta las más pequeñas cosas.
Un piloto, el más hábil, empleara en vano su arte, si los vientos son contrarios; pero si
encuentra uno favorable, añadiendo su habilidad, seguramente multiplicara la velocidad
de su carrera. Asimismo, un buen General mediante la protección del cielo y cumpliendo
sus funciones con sabiduría y vigilancia, conservara sano, completo, el Ejercito que le haya
sido confiado y reuniendo su prudencia con la fuerza, hará fracasar los designios
enemigos. Si él quiere tener a Dios por guía, necesitara que la justicia y la piedad sean
fundamento de todas sus acciones.

Ser honesto con quien convenga.

Aquellos cuyas maneras son salvajes, se hacen odiosos e intolerables.


En la manera de vivir y de vestir, debe usar una noble simplicidad; el lujo inclina
necesariamente a despilfarros inútiles.

Los asuntos más difíciles y espinosos se resuelven mediante diligencias y tacto. La


negligencia los empeoraría.
En los casos importantes nada debe hacerse, sin reflexión ni consejo. Lo resuelto deberá
ejecutarse sin tardanza ni vacilaciones; como lo hacen los médicos con sus enfermos.
Se debe hacer justicia exacta, sin parcialidad. Castigar sin tardanza las culpas de
negligencias y aquellas contra la probidad; así será estimados como amigos del buen
orden. No lo serían siendo indulgentes con los malvados y deshonestos. Sin embargo, una
severidad implacable crea justa odiosidad mientras que la indulgencia excesiva destruye
la obediencia.
En armas, pensar sobre todo que se dirige una guerra justa, hecha contra el enemigo,
quien según sus usos impíos ha irrumpido en nuestros dominios.
El General hará todo de manera que sobrepase a quienes manda, en piedad, en todas las
virtudes; la multitud ordinariamente sigue el ejemplo de sus jefes; por esta razón debe ser
el mejor de todos; según el antiguo proverbio: no son los ciervos quienes comandan a los
leones, sino los leones a los ciervos.

(TRADUCCION FRANCESA DE JOLY DE MAIZEROL. 1770).

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