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LAS FRONTERAS
Felicitas Durany
Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo
Se puede partir de un hecho cotidiano (…) el poeta de hoy no desdeña ningún movimiento de la
naturaleza, y su espíritu persigue el descubrimiento tanto en las síntesis más vastas y más
inasibles (…), como en los hechos aparentemente sencillos...
Guillaume Apollinaire
Oliverio Girondo
Introduzco estas dos citas a fin de justificar el interés que me despierta establecer una
relación entre estos dos autores. Ambos mencionan, en los fragmentos seleccionados, un
fenómeno que se impone como un elemento esencial dentro de sus escritos: lo
cotidiano. Aun así, no es esta la única semejanza existente entre estos dos poetas que,
aunque se distancian en lo geográfico, se acercan en lo que refiere a sus personalidades
poéticas. La afinidad que mantienen con el movimiento de la vanguardia, la relación
que se establece entre ellos y la realidad que observan, la intención de captar la
verdadera esencia de las cosas mediante la poesía, y el tipo de concepción poética que
defienden en sus épocas une a estos dos grandes artistas que vivieron al servicio de la
poesía.
Sumado a lo anterior, la relación que ambos tienen con el mundo pictórico del momento
influirá de manera clave en sus creaciones. Apollinaire, encantado por el arte cubista, en
sus poemas plasma todo aquello que contempla a su alrededor pero de manera
fragmentada, revuelta y reconstruida, tal como lo aconseja esa tendencia. Girondo,
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aunque menos involucrado que nuestro francés, se esforzará constantemente por crear
imágenes que intenten mostrar una realidad en constante movimiento, dinámica, no tal
como es sino tal como se muestra ante sus ojos y su espíritu. Él mismo opina sobre el
Cubismo: “Cuando apela a lo exterior, cuando incurre en la debilidad de manifestar
alguna ternura por un objeto humilde (vaso, periódico, botella) le inflige las
deformaciones que se le antojan…” (Girondo: 111); y esto luego se ve reafirmado por
Rodolfo Alonso cuando habla sobre este gran poeta: “La realidad se mueve, se
descoloca (…), las cosas se ponen en movimiento, pero subyace en todo ello (…) una
absoluta desconfianza acerca de lo real” (Alonso: 103). No es coincidencia, entonces,
que en la obra de Girondo exista un caligrama, ese fenómeno lírico, propio del Cubismo
literario, que Apollinaire introdujo cuando se le ocurrió “dibujar” sus poemas.
Y con lo dicho llegamos al elemento medular de las obras de estos poetas. Lo cotidiano,
en la poesía de ambos, se exhibe como una auténtica verdad que al mismo tiempo revela
realidades desconocidas, que se admite como un enigma que es necesario que el poeta
descifre cuando lo tiene frente a él – y lo ha tenido siempre, todos los días. Apollinaire
exclama desde Europa que el espíritu del poeta “persigue el descubrimiento tanto en las
síntesis más vastas y más inasibles (…), como en los hechos aparentemente sencillos”
(Apollinaire: 7). Girondo recibe el eco de este precepto y en suelo americano se atreve a
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confirmarlo, admitiendo que lo cotidiano es “una manifestación admirable y modesta de
lo absurdo” (Girondo: 5), y entonces “lo solemne se hace trivial, lo trivial adquiere
proporciones solemnes” (Pellegrini en Girondo: 29), dando por hecho que su espíritu,
tal como sostenía Apollinaire, realmente busca desenmascarar la realidad tanto en lo
más inmenso como en lo más banal.
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para que tuvieran tiempo de acurrucarse (O. Girondo. Fragmento de “Nocturno”,
en los rincones…” Veinte poemas para ser leídos en el
tranvía, 1922)
Aunque la extensión del trabajo no habilita explayarnos demasiado, sí deseo señalar dos
aspectos importantes para entender la asombrosa semejanza entre estos dos poetas. En
primer lugar, tenemos dos fragmentos que, aunque están escritos en verso, claramente
exhiben un asombroso tratamiento de la poesía en prosa. Ambos poetas se destacaron en
el tratamiento formal que ejecutaban en su obra, pues con estos ejemplos resulta
evidente. En segundo lugar, y lo más importante, el tratamiento de lo cotidiano en
ambos poemas es, además de muy claro, muy similar. Los sujetos líricos se orientan a
describir todas esas sensaciones que resultan de la simple observación y el simple
contacto con los sucesos habituales y vulgares, sensaciones siempre guiadas por el
misterio, el incógnito, la magia. En “Las colinas” tenemos a alguien que describe el
camino de un chofer que cada vez que cambia de dirección se abre la posibilidad de un
mundo nuevo; una mujer que sube el ascensor se sitúa en un escenario de luces y
metamorfosis por el hecho de que el ascensor nunca para de subir, sugiriendo la
posibilidad de que ha ascendido hasta el cielo. Estos hechos se revelan como “pequeños
secretos” que, además, se encuentran junto a otros más profundos, posibles de ser
revelados. Pequeños secretos que, al fin y al cabo, no son más que aspectos banales de
la vida cotidiana.
En “Nocturno”, por su parte, se nos presenta un escenario urbano de noche, que muestra
luces, ventanas frías, sonidos lejanos de la calle, aullidos de gatos, cañerías, etc. Todos
estos elementos son típicos de cualquier ciudad nocturna, pero, ¿por qué el poema es tan
sugerente, tan atractivo? Pues Girondo se expresa, al igual que Apollinaire, como un
detective de la verdad oculta que esconden estas cosas cotidianas. Las cañerías de
pronto gritan, las sombras se asustan ante la amenaza de la luz, los papeles que vagan
por el suelo guardan una intención, quizás perversa. Ambos poetas exaltan lo cotidiano
desde su posición de observadores, indagadores, entusiastas. Apollinaire declara que en
lo banal hay secretos, Girondo busca profundizar en ello.
Y el tono es siempre simpático, vivaz, lleno de gracia. Es otro rasgo que los asemeja,
pues ambos logran unir intrínsecamente el tono poético con el gracioso. Apollinaire
evoca el sonido de un pitido y este da lugar a un “universo todavía virgen”. Los gatos en
celo lo llevan a Girondo a desenterrar reminiscencias. Tal como Pellegrini menciona, se
trataba de un “sentido nuevo del humor que se asociaba inseparablemente a lo poético, y
me resultaba lo más próximo a Apollinaire y Jarry…” (Pellegrini en Girondo: 9). No es
un delirio; más que un eje temático (lo cotidiano), Girondo adquiere de Apollinaire toda
una tendencia poética.
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pupilas actuales y se expresa con un acento contemporáneo” (Girondo: 99). Así,
Apollinaire, servirá como el vehículo que impulsará las vanguardias, y llegadas estas a
América, el gran Girondo no tardará en continuarlas y estimularlas dentro del círculo
literario de Argentina; proclamándose, al mismo tiempo, como el Apollinaire de la
vanguardia argentina.
Felicitas Durany
Bibliografía:
Alonso, Rodolfo. “Oliverio Girondo”. Capítulo, no. 81, (Febrero, 1981), pp. 97-120.
Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1981.
Girondo, Oliverio. Antología. Prólogo y selección de Aldo Pellegrini. 5ª. ed. 1ª. reimp.
Buenos Aires: Argonauta, 2012.