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APOLLINAIRE Y GIRONDO: CUANDO UNA MIRADA POÉTICA TRASPASA

LAS FRONTERAS

Felicitas Durany
Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo

Se puede partir de un hecho cotidiano (…) el poeta de hoy no desdeña ningún movimiento de la
naturaleza, y su espíritu persigue el descubrimiento tanto en las síntesis más vastas y más
inasibles (…), como en los hechos aparentemente sencillos...

Guillaume Apollinaire

Lo cotidiano, sin embargo, ¿no es una manifestación admirable y modesta de lo absurdo? Y


cortar las amarras lógicas, ¿no implica la única y verdadera posibilidad de aventura? (…) Yo,
al menos, en mi simpatía por lo contradictorio -sinónimo de vida- no renuncio ni a mi derecho
de renunciar…

Oliverio Girondo

Introduzco estas dos citas a fin de justificar el interés que me despierta establecer una
relación entre estos dos autores. Ambos mencionan, en los fragmentos seleccionados, un
fenómeno que se impone como un elemento esencial dentro de sus escritos: lo
cotidiano. Aun así, no es esta la única semejanza existente entre estos dos poetas que,
aunque se distancian en lo geográfico, se acercan en lo que refiere a sus personalidades
poéticas. La afinidad que mantienen con el movimiento de la vanguardia, la relación
que se establece entre ellos y la realidad que observan, la intención de captar la
verdadera esencia de las cosas mediante la poesía, y el tipo de concepción poética que
defienden en sus épocas une a estos dos grandes artistas que vivieron al servicio de la
poesía.

Guillaume Apollinaire (1880-1918) fue anterior en el tiempo. Su figura se anuncia en


Francia y en toda Europa como el propulsor del Cubismo literario y como el innovador
del movimiento artístico de la vanguardia (López: 7). A partir de esto ya es posible
señalar una afinidad entre él y Oliverio Girondo. De forma casi paralela, aunque tardía,
este autor argentino (1891-1957) inicia con su poesía las primeras manifestaciones
vanguardistas de su país. La revista Capítulo señala: “…difundió en nuestras letras
algunas de las inquietudes y búsquedas de los movimientos de vanguardia que por
entonces agitaban a Europa” (Alonso: 99); y así, vemos cómo ambos personajes se
anuncian, uno sobre el gris suelo parisino, el otro sobre la ensordecedora tierra
bonaerense, como los pilares de la gran línea vanguardista.

Sumado a lo anterior, la relación que ambos tienen con el mundo pictórico del momento
influirá de manera clave en sus creaciones. Apollinaire, encantado por el arte cubista, en
sus poemas plasma todo aquello que contempla a su alrededor pero de manera
fragmentada, revuelta y reconstruida, tal como lo aconseja esa tendencia. Girondo,

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aunque menos involucrado que nuestro francés, se esforzará constantemente por crear
imágenes que intenten mostrar una realidad en constante movimiento, dinámica, no tal
como es sino tal como se muestra ante sus ojos y su espíritu. Él mismo opina sobre el
Cubismo: “Cuando apela a lo exterior, cuando incurre en la debilidad de manifestar
alguna ternura por un objeto humilde (vaso, periódico, botella) le inflige las
deformaciones que se le antojan…” (Girondo: 111); y esto luego se ve reafirmado por
Rodolfo Alonso cuando habla sobre este gran poeta: “La realidad se mueve, se
descoloca (…), las cosas se ponen en movimiento, pero subyace en todo ello (…) una
absoluta desconfianza acerca de lo real” (Alonso: 103). No es coincidencia, entonces,
que en la obra de Girondo exista un caligrama, ese fenómeno lírico, propio del Cubismo
literario, que Apollinaire introdujo cuando se le ocurrió “dibujar” sus poemas.

Descrito muchas veces como un amante de la vida, Apollinaire descubría en ella la


posibilidad de transformar todo aquello que la habita en poesía. La realidad circundante
era su punto de partida, y de ella se desprendieron las más bellas creaciones literarias,
pues de la observación y el contacto con el mundo de todos los días nacía la inspiración
de este poeta. Del mismo modo hacía Girondo: era “el viajero que se detiene con
estupor ante las cosas y los seres, encandilado por el aspecto absurdo de esa realidad
cotidiana…” (Pellegrini en Girondo: 29). Tanto él como Apollinaire buscaban
apasionadamente en los rincones más corroídos por la realidad ordinaria para luego
exaltarlos y convertirlos en la materia poética más pura.

Es fundamental la concepción de Apollinaire acerca de reconocer, para escribir poesía,


la verdad que se nos revela ante nuestros ojos. “Aceptar las cosas y los sentimientos
solo según la verdad”, o más bien, la idea de que los poetas no son solamente partidarios
de lo bello, sino también de lo verdadero, porque este permite “penetrar en lo
desconocido” (Apollinaire: 6-7), son dos principios clave dentro de su poesía y revelan,
además, el porqué de su intención de adentrarse en lo cotidiano. Apollinaire confiaba en
la sencillez que revela ese conjunto de banalidades que abundan en la realidad y que se
aclaman más verdaderas que cualquier otra cosa. Precisamente la condición de
“verdaderas” las delata, a su vez, como pasajes que permiten irrumpir en lo que
esconden, pues, como dice Apollinaire, “sus consecuencias, sus resultados, pueden ser
grandes, muy grandes cosas” (Apollinaire: 5). El propósito de Girondo es el mismo;
guiado por las vanguardias que Apollinaire renueva con estas concepciones, el poeta se
esfuerza por “captar esa realidad que se esconde tácitamente detrás de cada ser y cada
cosa” (Alonso: 103).

Y con lo dicho llegamos al elemento medular de las obras de estos poetas. Lo cotidiano,
en la poesía de ambos, se exhibe como una auténtica verdad que al mismo tiempo revela
realidades desconocidas, que se admite como un enigma que es necesario que el poeta
descifre cuando lo tiene frente a él – y lo ha tenido siempre, todos los días. Apollinaire
exclama desde Europa que el espíritu del poeta “persigue el descubrimiento tanto en las
síntesis más vastas y más inasibles (…), como en los hechos aparentemente sencillos”
(Apollinaire: 7). Girondo recibe el eco de este precepto y en suelo americano se atreve a

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confirmarlo, admitiendo que lo cotidiano es “una manifestación admirable y modesta de
lo absurdo” (Girondo: 5), y entonces “lo solemne se hace trivial, lo trivial adquiere
proporciones solemnes” (Pellegrini en Girondo: 29), dando por hecho que su espíritu,
tal como sostenía Apollinaire, realmente busca desenmascarar la realidad tanto en lo
más inmenso como en lo más banal.

Cuando el poeta desea habituar su espíritu a la realidad, cuando consigue encontrar en


toda ella el material en que se apoyará su creación poética, es muy entendible que lo
cotidiano sea el elemento clave por excelencia. Tal es el caso de la poesía de
Apollinaire, en la que lo cotidiano es el punto de partida para elaborar el canto, la
exaltación propia de la poesía, que esta vez radica en los elementos más normales,
habituales y, por eso, desgastados. Girondo continúa esta tendencia lírica sin saberlo,
pues “retoma lo cotidiano para hincar en él los dientes, para mostrarnos con cuánta
falsedad se nos da (…), domina una apasionada búsqueda en la realidad circundante,
una exigencia violenta de respuesta a las cosas…” (Pellegrini en Girondo: 23). En
ambos casos, la admiración ante la naturaleza recóndita de las cosas hace que los poetas
las sorprendan “en su humildad esencial, en su desamparada torpeza, necesitadas de la
ternura protectora que significa el canto” (Pellegrini en Girondo: 25). Así lo demuestran
estos dos poemas, en los que lo cotidiano adquiere el protagonismo y, además, un sutil
misterio:

“El chofer está al volante


Y cada vez que en la carretera
Pita al dar la curva
Parece en la lejanía “Frescor de los vidrios al apoyar la
Un universo todavía virgen frente en la ventana.
Luces trasnochadas que al apagarse nos
Y el tercer nombre es la señora dejan todavía más solos.
Sube en el ascensor Telaraña que los alambres tejen sobre
Y sube sube siempre las azoteas.
Y la luz se difunde Trote hueco de los jamelgos que pasan
Y esas claridades la transfiguran y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de
Pero estos son los pequeños secretos los gatos en celo,
Hay otros más profundos y cuál será la intención de los papeles
Que pronto serán desvelados…” que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos
(G. Apollinaire. Fragmento de “Las aprovechan para sacarse las mentiras,
colinas”, Vitam impendere amori, 1917) y en que las cañerías tienen gritos
estrangulados,
como si se asfixiaran dentro de las
paredes.
A veces se piensa,
al dar vuelta la llave de la electricidad,
en el espanto que sentirán las sombras,
y quisiéramos avisarles

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para que tuvieran tiempo de acurrucarse (O. Girondo. Fragmento de “Nocturno”,
en los rincones…” Veinte poemas para ser leídos en el
tranvía, 1922)

Aunque la extensión del trabajo no habilita explayarnos demasiado, sí deseo señalar dos
aspectos importantes para entender la asombrosa semejanza entre estos dos poetas. En
primer lugar, tenemos dos fragmentos que, aunque están escritos en verso, claramente
exhiben un asombroso tratamiento de la poesía en prosa. Ambos poetas se destacaron en
el tratamiento formal que ejecutaban en su obra, pues con estos ejemplos resulta
evidente. En segundo lugar, y lo más importante, el tratamiento de lo cotidiano en
ambos poemas es, además de muy claro, muy similar. Los sujetos líricos se orientan a
describir todas esas sensaciones que resultan de la simple observación y el simple
contacto con los sucesos habituales y vulgares, sensaciones siempre guiadas por el
misterio, el incógnito, la magia. En “Las colinas” tenemos a alguien que describe el
camino de un chofer que cada vez que cambia de dirección se abre la posibilidad de un
mundo nuevo; una mujer que sube el ascensor se sitúa en un escenario de luces y
metamorfosis por el hecho de que el ascensor nunca para de subir, sugiriendo la
posibilidad de que ha ascendido hasta el cielo. Estos hechos se revelan como “pequeños
secretos” que, además, se encuentran junto a otros más profundos, posibles de ser
revelados. Pequeños secretos que, al fin y al cabo, no son más que aspectos banales de
la vida cotidiana.

En “Nocturno”, por su parte, se nos presenta un escenario urbano de noche, que muestra
luces, ventanas frías, sonidos lejanos de la calle, aullidos de gatos, cañerías, etc. Todos
estos elementos son típicos de cualquier ciudad nocturna, pero, ¿por qué el poema es tan
sugerente, tan atractivo? Pues Girondo se expresa, al igual que Apollinaire, como un
detective de la verdad oculta que esconden estas cosas cotidianas. Las cañerías de
pronto gritan, las sombras se asustan ante la amenaza de la luz, los papeles que vagan
por el suelo guardan una intención, quizás perversa. Ambos poetas exaltan lo cotidiano
desde su posición de observadores, indagadores, entusiastas. Apollinaire declara que en
lo banal hay secretos, Girondo busca profundizar en ello.

Y el tono es siempre simpático, vivaz, lleno de gracia. Es otro rasgo que los asemeja,
pues ambos logran unir intrínsecamente el tono poético con el gracioso. Apollinaire
evoca el sonido de un pitido y este da lugar a un “universo todavía virgen”. Los gatos en
celo lo llevan a Girondo a desenterrar reminiscencias. Tal como Pellegrini menciona, se
trataba de un “sentido nuevo del humor que se asociaba inseparablemente a lo poético, y
me resultaba lo más próximo a Apollinaire y Jarry…” (Pellegrini en Girondo: 9). No es
un delirio; más que un eje temático (lo cotidiano), Girondo adquiere de Apollinaire toda
una tendencia poética.

Apollinaire defiende la novedad y el descubrimiento de mundos poéticos nuevos


mediante una obra que se adecua a la época que le tocó vivir, la vanguardista. Girondo,
por su parte, va a proferir que “todo es nuevo bajo el sol si todo se mira con unas

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pupilas actuales y se expresa con un acento contemporáneo” (Girondo: 99). Así,
Apollinaire, servirá como el vehículo que impulsará las vanguardias, y llegadas estas a
América, el gran Girondo no tardará en continuarlas y estimularlas dentro del círculo
literario de Argentina; proclamándose, al mismo tiempo, como el Apollinaire de la
vanguardia argentina.

Felicitas Durany

Bibliografía:

Alonso, Rodolfo. “Oliverio Girondo”. Capítulo, no. 81, (Febrero, 1981), pp. 97-120.
Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1981.

Apollinaire, Guillaume. El espíritu nuevo y los poetas. En:


<https://www.virtual.ffyl.uncu.edu.ar/mod/page/view.php?id=63741>

----. Selección poética. Selección y traducción de José Manuel López. En:


<https://drive.google.com/file/d/14ri_zM4Xwh4BFZh-AgBuQgfTBD-YLBgz/
view>

Girondo, Oliverio. Antología. Prólogo y selección de Aldo Pellegrini. 5ª. ed. 1ª. reimp.
Buenos Aires: Argonauta, 2012.

Mallol de Albarracín, Lía. “Apollinaire y la guerra en su poemario Caligramas”.


Instituto de Literaturas Modernas. Mendoza: Universidad Nacional de Cuyo,
2016.

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