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Aquellos tiempos en los que había tanto negocio que la gestión de los costes de
mantenimiento era una cuestión secundaria han pasado a la historia. Las dificultades
económicas exigen que las empresas se replanteen sus estrategias de control de
costes.
Por este motivo, los profesionales del mantenimiento deben hallar nuevas fórmulas
de ahorro, proteger los activos de la empresa y optimizarlos para generar ingresos.
Deben adquirir un mayor control sobre los activos para reducir las averías y
aumentar la fiabilidad de la planta.
Controlar los costes de
Controlar los costes de mantenimiento es un esfuerzo colectivo
mantenimiento es un
que requiere herramientas eficaces y un proceso de mejora
continua. Para obtener la visibilidad necesaria deben alinearse los esfuerzo colectivo que
procesos de análisis, elaboración de presupuestos, programación, requiere herramientas
gestión de garantías y movilidad. Cuando estos se convierten en
una extensión natural y sinérgica de los sistemas de gestión
eficaces y un proceso de
financiera y de activos de la empresa (ERP/EAM), resulta mucho mejora continua.
más sencillo gestionar los costes.
Este artículo explica cómo controlar mejor los costes de mantenimiento conjugando
las siguientes estrategias:
Cuando una empresa no puede vender sus productos o hacerlo al precio que le
conviene, el presupuesto de mantenimiento y la gestión de costes pasan al primer
plano. Si no se toman medidas, las consecuencias pueden
ser devastadoras para la empresa y sus responsables. Una Cada céntimo que se gasta
empresa que gastó veinte millones de dólares más de lo
previsto en un proyecto de cierre de una planta terminó
en mantenimiento es un
despidiendo al directivo responsable. Un control céntimo menos de
minucioso de los costes permite identificar oportunidades
beneficio.
de mejora del tiempo de actividad, reducir el trabajo no
planificado y mejorar la cuenta de resultados de la
empresa.
Integrar la analítica
Una vez identificadas las prioridades, pueden detectarse obstáculos y
oportunidades de mejora haciendo uso de indicadores clave de rendimiento (KPI) e
informes analíticos. La analítica ayuda a las organizaciones a saber si los tiempos de
inactividad o los costes de mantenimiento muestran tendencias al alza, y si eso
afecta a los resultados de la empresa. De este modo pueden dirigir sus esfuerzos a
la búsqueda de posibles soluciones.
Los informes detallados sobre cumplimiento de los trabajos programados y
tendencias del gasto ayudan a formularse preguntas sobre los programas de
mantenimiento y su eficiencia. Por ejemplo, ¿partimos de definiciones coherentes
de lo que es trabajo planificado y no planificado? También es posible averiguar y
corregir las causas de los sobrecostes: cambios en los procesos operativos, elección
de fabricantes, estrategias de recursos humanos y otras prácticas.
Escenarios presupuestarios
Trabajar con varias hipótesis presupuestarias permite a los directivos optar por la
mejor opción. Los escenarios presupuestarios muestran las consecuencias de
distintas propuestas y permiten valorar con antelación varias opciones y decidir si los
riesgos son asumibles, para posteriormente incorporar todas estas cuestiones a la
toma de decisiones.
Revisiones presupuestarias
A lo largo del año, los presupuestos se revisan para incorporar las desviaciones con
respecto a lo previsto. La mayoría de las empresas actualizan sus previsiones cada
trimestre, aunque algunos sectores lo hacen con mayor frecuencia. En el sector de la
minería, por ejemplo, los presupuestos varían al ritmo que marcan los precios de las
materias primas. Si el oro se paga a 1.000 dólares por onza, el presupuesto será más
alto que si el precio cae a 900 dólares por onza.
Gestión de presupuestos
Los mejores sistemas de gestión presupuestaria son aquellos que permiten
identificar en tiempo real los costes imprevistos, las averías o las distintas partidas
de gastos de los trabajos nada más terminarlos.
Esperar lo inesperado
En circunstancias ideales, el responsable de un presupuesto tendría control absoluto
sobre todos los costes incluidos en el mismo y todo lo que se saliese de lo previsto
inicialmente requeriría su autorización. En realidad, suele haber varias personas que
pueden aprobar gastos con cargo al presupuesto. En la mayoría de las empresas el
escalafón de autorizaciones depende del importe; las cantidades más elevadas
deben ser aprobadas por un alto cargo, y pueden aprobarse externalizaciones sin el
conocimiento del responsable del presupuesto en cuestión.
El trabajo planificado siempre origina menos gastos que el reactivo, por lo que un
aumento —por pequeño que sea— del trabajo planificado puede generar ahorros
muy notables. Según dictan las mejores prácticas, el 80 % del trabajo debe ser
planificado, puesto que los trabajos correctivos y no planificados resultan
típicamente siete u ocho veces más caros. Dicho de otro modo, un trabajo no
planificado de 700-800 dólares puede costar tan solo 100 dólares si se planifica
adecuadamente.
Las buenas prácticas de programación señalan que al menos la mitad del trabajo
debe programarse con un mínimo de 30 días de antelación, para asegurarse de que
las piezas, las herramientas, el personal y los contratistas estén disponibles en el
momento preciso. Todos los costes de la orden de trabajo (laborales, materiales,
horas contratadas) se reflejan en el presupuesto como gastos planificados; una vez
finalizado el trabajo, también se introducen las cifras reales. Las prácticas de
programación también tienen potencial para aumentar los beneficios. Cuando los
programas se organizan en torno a los activos críticos
aumenta la disponibilidad de los equipos, lo cual a su vez El trabajo planificado
permite generar más productos e ingresos. siempre origina menos
costes que el reactivo.
A continuación proponemos una serie de medidas para
mejorar la planificación y la programación del trabajo, y
recortar los costes de mantenimiento.
Optimización de recursos
La planificación de recursos es otra estrategia de contención del gasto, ya que un
uso más eficaz reduce las horas extraordinarias y los costes de contratación.
Las buenas prácticas sugieren que lo ideal es que el 80 % del ETC lo cubran los
empleados y el 20 % restante contratistas, a pesar de que esta proporción ha ido
modificándose en virtud de las tendencias de contratación. Cuando recurrimos a
contratistas nos ahorramos los costes de seguridad social; a cambio, el personal
externo carece de la base de conocimientos a largo plazo del personal interno, por
lo que resultan menos eficaces y, a la larga, aumentan los costes. Por otra parte,
resulta demasiado gravoso asignar todo el trabajo al personal interno, lo que
además complica los recortes de personal en periodos de desaceleración. Se
recomienda poner en marcha programas de mentoring y formación para gestionar
las situaciones de jubilación de trabajadores mayores y entrada de otros más
jóvenes.
Los contratos de trabajo mal estructurados o gestionados son una fuente de costes
elevados. Si alguien tramita una solicitud de contratación de servicios sin dejar
constancia de ello en la orden de trabajo de mantenimiento, será más difícil
contabilizar y controlar las horas subcontratadas. Si, en los contratos, el tiempo se
expresa en “personas/hora” en lugar de en “días” se evitan confusiones y queda
claro si hablamos de días de 24 horas o de jornadas de 8 horas. Otra estrategia de
contención de costes consiste en definir los requisitos que debe cumplir el
contratista.
No es posible negociar un contrato con buena eficacia de costes sin tener en cuenta
los requisitos concretos del departamento de Mantenimiento. Para alcanzar la mayor
productividad posible, la política de programación y gestión del personal
subcontratado debe ser la misma que se utiliza con los trabajadores en plantilla.
Las empresas pueden obtener ahorros mucho más significativos si se replantean sus
métodos de elección, evaluación y negociación con proveedores. Por ejemplo, a un
fabricante de cable no le preocupa tanto recuperar los costes de un motor averiado
de 10.000 dólares como tener que rechazar cable por valor de 400.000 dólares si la
avería se produce en mitad de un ciclo de producción. Si un activo falla con
demasiada frecuencia, a lo mejor no interesa renovar el contrato con el proveedor.
Si ofrece mucha fiabilidad, el responsable de compras se planteará ampliar el
contrato o pagar más por el activo.