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Clase 1.

Acerca de la(s) cultura(s): artes, identidades y


entretenimiento.
Sitio: FLACSO Virtual Impreso por: Diana Esperanza Vargas Huerfano
Posgrado Internacional en Políticas Culturales de Base Día: lunes, 11 de julio de 2022, 11:07
Curso:
Comunitaria - CH5
Clase 1. Acerca de la(s) cultura(s): artes, identidades y
Clase:
entretenimiento.
Descripción

Omar Rincón*
Tabla de contenidos

Introducción
¿Qué es la cultura?
Cultura es artes
Cultura es identidades
Cultural es diálogo intercultural
Coolture es entretenimiento
Jurasic Park dialoga con The Walking Dead
Bibliografía
Introducción

Por Omar Rincón*

De una manera simplista, casi de fórmula, se intenta contar qué es la cultura. Precaución: Todo es muy complejo en la cultura, y cuando se
simplifica se pierden los matices, las ambigüedades, los juegos de sentido y poder. De entrada pido disculpas por simplificar la
complejidad, pero eso es lo que hacemos las profesiones con p (periodistas, políticos, profesores, publicistas, prostitutos, psicólogos,
padres…). Se afirma que hay que hablar de culturas en plural, que cada uno las comprende según su lugar de enunciación y sus modos de
practicarla, que no hay culturas mejores ni peores, que lo que sí hay es juegos de poder, manifestaciones de clase, raza, sexualidad y
género. Se describen diversos modos de adentrarse en los sentidos de la cultura, enfatizando cuatro: las Artes, las identidades densas, la
coolture que es la cultura común del entretenimiento mundializado y la interculturalidad y las culturas del común en el territorio como
lugar de libertad y creación. Al final se propone un diálogo “freireano” entre jurásicos y zombis.
¿Qué es la cultura?

La cultura es nuestra alma política en la lucha por existir con dignidad en nuestra sociedad del capital financiero donde las acciones en la
bolsa valen más que lo seres humanos. Su performance es espiritual, por eso, se dice que cultura es “lo que queda antes del olvido”. Se
expresa vía las artes o las identidades localizadas en los diversos modos de habitar, decir y significar la vida. Se construye políticamente a
través de las interseccionalidades de clase, raza, género, sexualidad. Se masifica e industrializa vía la matriz del entretenimiento y lo que se
llamaba la industria cultural. Resiste y se libera en la práctica del diálogo intercultural. La cultura es, sobre todo, poder ya que juega con
capitales simbólicos que describen qué es tener cultura, cuáles son los referentes de interpretación de una sociedad y actúa como
estrategia de intervención de la sociedad desde lo simbólico.

La cultura es lo que sabemos entre todos, dice un viejo refrán. Pero la cultura se define, describe y explica de modo diverso según el
campo del saber desde donde enunciemos: La Antropología la comprende desde los juegos políticos de la identidad, la Sociología busca las
razones y modos del juntarse en sentidos comunes, los Estudios Culturales y postcoloniales la imaginan como un campo de batalla política,
las Artes problematizan a la belleza y el buen gusto, la Comunicación la narra como clave de enunciación para ganar audiencias, la
Economía la asume como un negocio…. y así podríamos seguir simplificando sobre qué es y cómo se hace cultura, pero todo depende de
los modos de ingreso a la cultura.

La primera idea que hay que asumir es que no hay una cultura, sino habitamos culturas, diversas y plurales. En palabras del maestro
Jesús Martín-Barbero (1987) lo cultural es más “la mirada” que lo que se mira; más los conceptos, historias, relatos, experiencias desde
donde se asigna sentido que los contenidos en sí mismos. Así cultura sería más eso que Geertz (1991) denomina actos colectivos de
significados públicos, colectivos y abiertos; hay cultura en las experiencias donde se produce, comparte y reconoce conciencia y sentido.
 Según Geertz, la cultura es esa red de significados que el hombre mismo ha tejido: tejido de significados, compartidos, colectivos, públicos,
abiertos. Y afirma que “algo le está sucediendo al modo en que pensamos sobre lo que pensamos”, y eso que le está pasando lo denomina
“el  giro cultural” porque, ahora, hemos pasado de un modelo “científico” de explicación de leyes y ejemplos a otro “cultural” de casos e
interpretaciones; por eso, ya no nos referimos a distinciones absolutas y binarias como verdad y falsedad, objetivo y subjetivo, intuición y
conocimiento, nosotros y otros, sino a “categorías intersticiales” propias de la cultura como son ficción, figurativo, simulacro, simulación,
virtualidad, interdisciplinariedad y la transculturalidad. Así, el énfasis pasa de los datos y hechos a la experiencia, el relato, la narración.

Otra manera de comprender la cultura es contando sus modos de constitución como campo. Raymond Williams (1976) dice que el
término Cultura nace en el siglo XVIII, y aparece al mismo tiempo que civilización, mientras civilización nos indica el orden de lo material,
cultura se refiere al orden de lo espiritual. Entonces, la cultura sería ese proceso de 'cultivar(se)´ como ser humano. También en el siglo
XVIII, cultura pasó de la persona al colectivo y daba cuenta de los procesos generales de desarrollo intelectual, espiritual y estético. En el
siglo XIX, la cultura se convirtió en una forma particular de vida, de gente, de un período o de un grupo. En el siglo XX, la cultura dio cuenta
de los trabajos y prácticas de actividades intelectuales y especialmente artísticas (artes). En este simplista recorrido enunciado, la
complejidad no está en la palabra cultura, sino en los problemas que significantemente indican sus variaciones de uso.

Una tercera manera de comprender la(s) cultura(s) es averiguando para qué sirve o se usa.  Y ahí tenemos que la cuestión de la cultura es
el poder, ya que no es una cosa, objeto o sustancia, dice Appadurai (2001), sino un adjetivo que lleva a estrategias de poder basadas en la
distinción entre civilizados y bárbaros, ilustrados e ignorantes, buen y mal gusto, culto o entretenido; la cultura expresa juegos de poder
basados en las diferencias. También sirve para describir un “aire de época” porque da cuenta de los modos de sentir y significar en una
sociedad y un tiempo. Su valor cotidiano está en que es el pegante social por medio del cual articulamos sentidos alrededor de estrategias
de estar juntos que se expresan en prácticas, rituales, ceremonias, modos de percibir, representar y narrar.

Otra manera de entrarle al sentido de la cultura es comprendiendo de qué está hecha. Macionis y Plummer (2007) establece como
componentes principales de la cultura

(i)  Símbolos como modos de producción de significados a través de la representación de una idea con rasgos asociados por una
convención socialmente aceptada. 

(i)  Lenguajes como los modos que se percibe y experiencia el mundo y permiten comunicarse y reproducirse culturalmente.

(ii)  Valores como pautas abstractas que se utilizan para juzgar la bondad, belleza, espiritualidad de una sociedad.

(iii) Normas como reglas y expectativas por las cuales una sociedad guía la conducta de sus miembros.

(iv) Capital que según Pierre Bourdieu describe prácticas y relatos que exhiben posiciones de poder y estatus en virtud de sus
credenciales, conocimientos y preferencias.

(v)  Poder  o como se imponen modos de comprender, interpretar y actuar “correctamente” en los mundos de la vida, aquí se da el
juego entre el etnocentrismo que tiene como privilegio lo occidental, masculino y blanco y la diversidad cultural que enfatiza en
modos particulares de sentir y significar la vida. 

(vi) Prácticas de sentido que se juegan en el flujo de bienes (economía), flujo de información (medios de comunicación), modos de
gozar (entretenimiento), flujo de personas (emigración).

(vii) Subculturas como pautas que diferencian a algún segmento de la población de una sociedad, p.e., los jóvenes, las mujeres, las
sexualidades.

(viii) Contracultura o modos culturales de resistencia e impugnación a los modos más generalizados  aceptados por una sociedad.

Otra forma es mirando cómo actúa la cultura. Y ahí sabemos que es

(i) un asunto de re-conocimientos más que de conocimientos; o sea, a la cultura vamos y la practicamos más que para aprender para
encontrarnos en relatos de sentido, identificarnos con prácticas cercanas y experimentar los modos de estar juntos.

(ii) un asunto de narrativas y emociones más que de realidades y razones; sus juegos de poder y seducción se dan por lo vivido, lo
sentido, lo contado; por eso, su valor está en los modos de goce, festejo y celebración, más en los cuerpos que en sus contenidos.

(iii) una estética de la repetición más que de la innovación, donde el placer está en el goce de un ritual, práctica o experiencia
conocida, y la creatividad se da por las variaciones  sobre lo conocido; por eso, las culturas significan desde y en las experiencias que
provee el habitarla.

(iv) un asunto de diversidad de gustos y placeres ya que el canon que definía lo culto y la cultura desde criterios modernos ya no
sirve para “comprenderla”, ya que la cultura se  comprende como actualidad donde la pasamos bien y ganamos posibilidades de
agencia política. 

¿Cómo tener en cuenta ese re-conocimiento y la diversidad?

Les proponemos dos videos para reflexionar:

La cultura, también, es un sector económico que describe muy bien la categoría “industria cultural” o cuando la autonomía de la obra de arte fue abolida
al convertirse en mercancía. Este concepto se debe a los teóricos alemanes Theodor Adorno y Max Horkheimer en el artículo "La industria cultural. Iluminismo
como mistificación de masas", escrito entre 1944 y 1947, y publicado en el libro "Dialéctica de la Ilustración”. Este concepto expresa una mirada crítica y
profundamente pesimista sobre la función de los medios de comunicación (cine, radio, fotografía) ya que llevan a que la cultura pierda el ámbito de lo sublime
y el sujeto para ganar el del entretenimiento ("amusement") y lo masivo: "El placer se petrifica en aburrimiento, pues, para que siga siendo placer, no debe
costar esfuerzos y debe por lo tanto moverse estrechamente a lo largo de los rieles de las asociaciones habituales. El espectador no debe trabajar con su
propia cabeza: toda conexión lógica que requiera esfuerzo intelectual es cuidadosamente evitada”. Adorno (1967) afirma que la industria cultural significa “la
primacía inmediata y confesada del efecto”, “una síntesis de Beethoven con el Casino de París”.  Este ha sido uno de los conceptos más potentes para describir
lo que le pasa a la cultura cuando se masifica, tanto que ya se usa de manera regular para describir a la cultura como recurso económico, siendo  uno de los
sectores más dinámicos en productividad, empleo y capital en nuestras sociedades.

El concepto Industria Cultural da cuenta de la prioridad del negocio y sus procesos de comercialización, de su sistema de mercado masivo y
de producción en serie que lleva al recorte por lo simple y comprensible para todos, mientras el arte busca la obra única, el
“extrañamiento” y “la imposibilidad” de lectura. Así fue que la obra de arte perdió “su aura” o “esa manifestación irrepetible de una lejanía
(por cercana que pueda estar)”  para ganar a las masas y que ellas mismas puedan organizar y controlar su disfrute como indica Benjamin
(1936): “la presencia masiva en el lugar de lo irrepetible” y el surgimiento de una  nueva aura que se expresa en la  personality. Mientras
Adorno concibe esta “masificación” como una pérdida para la cultura, Benjamin  afirma que es un cambio de percepción y sensibilidad de y
sobre la cultura.

A continuación se presentan cuatro modos de comprender lo cultural: las artes, la identidad, lo intercultural en territorio y lo coolture
entretenido.
Cultura es artes

Las “7 artes liberales” que nacen en la Edad Media indicaban todo lo que un ser humano debería saber para ser libre; o sea, cultura es lo
que nos hace libres. Son llamadas liberales (Lat.liber, libres) porque sirven al propósito de entrenar al hombre libre, en contraste con las
artes illiberales, que tienen fines económicos; su fin es preparar al ciudadano no para ganarse la vida, sino la búsqueda de la ciencia en el
sentido estricto del término, es decir, la combinación de filosofía y teología conocida como escolástica. Estas 7 artes liberales eran la
gramática (saber escribir y usar el lenguaje), la retórica (saber hablar y usar la oratoria), la dialéctica (saber argumentar y usar la lógica), la
aritmética (saber hacer cálculos numéricos), la geometría (saber sobre los espacios),  la astronomía (saber leer el mundo físico) y la música
(saber el lenguaje abstracto de lo sonoro). 

En 1911, Ricciotto Canudo,  convierte al cine en arte y propone “El Manifiesto de las Siete Artes” que convierte a las artes en el canon de lo
que es lo bello y el buen gusto; la cultura entonces es saber de artes. Así, el cine es elevado a arte total ya que es una síntesis de todas las
artes anteriores: arquitectura, escultura, pintura, música, danza y poesía. La cultura es, entonces, esa experiencia en la que el hombre
puede olvidarse de sí mismo a través de la estética para experimentarse espiritualmente.

El literato T.S. Eliot (1948) en Notas para la definición de cultura dice que tiene que ver con la formación del sujeto y tiene que ver con la
erudición, las buenas maneras, la pericia en el manejo de ideas abstractas y la sensibilidad para las artes. Por lo tanto, la cultura es un
conjunto de saberes transmisible a conciencia, tiene como base la religión que “da un significado visible a la vida”,  “provee el cimiento para
una cultura y protege a la humanidad del tedio y la desesperación” y constituye un modo humano de diferenciarse de los salvajes. Así
mientras la religión enseña la “verdadera” fe, la cultura forma al “verdadero” hombre.  

Les proponemos este texto para continuar reflexionando:

Geopolítica del rufián en Micropolítica. Cartografías del deseo de F. Guattari y S. Rolnik

Clic aquí.
Cultura es identidades

A mitad del siglo XX, la cultura se aleja de las artes hacia la identidad, las diferencias y la diversidad; la cultura, entonces, describe los
modos propios de experimentar el mundo que es atravesado por lo étnico, lo sexual, lo territorial, lo popular, la memoria, el patrimonio, y
lo industrial-masivo. La cultura como identidad nos sirve porque nos asigna el repertorio de relatos, símbolos, prácticas que requerimos
para “no perdernos”. Y es que la identidad es la lucha por la afirmación de un lugar en el mundo, uno propio, uno en el cual uno siente que
pertenece. La identidad es, así, un acto político porque consiste en afirmarse diferente, con necesidades y expectativas propias, con
posibilidad de mundos propios; un acto intencionado de construirse un lugar en lo público y en los juegos de poder. ¿Cómo? A través de la
producción de la diferencia y la conciencia crítica que afirma lo que lo hace a uno único. ¿Cómo se hace? Vía la narración, la oralidad, los
rituales, las performances de lo que uno es como colectivo. Por eso, una cultura es sus historias (mitos + leyendas + saberes +
experiencias), se localiza en enclaves de territorio, memoria, lo patrimonial, lo folclórico, lo popular, lo étnico, lo sexual.

El antropólogo Marshall Sahlins (2001) comprende las culturas como órdenes significativos para modos de existencia. Y describe los
modos como la teoría y la política proponen nuevas formas de comprender lo cultural. Según Sahlins hasta los años 40s, los indígenas, eso
que llamamos prioritarios otros, habitaban el vacío cultural, morían de aburrimiento y perdían el gusto por la vida en la perspectiva
occidental, blanca y machista. Luego se da el giro cultural,  White (1949) propone que lo cultural manda sobre lo biológico y lo social
porque la existencia humana está simbólicamente constituida, por tanto, culturalmente ordenada. Así lo cultural se convierte en el lugar
privilegiado de la comprensión y explicación de la sociedad.

En los años 90 es cuando lo otro, lo indígena y ancestral, se reivindica como “la cultura auténtica”, se produce “la nostalgia por las culturas
perdidas”. De repente, todos tenemos una cultura. La cultura se convierte en el modo de definir desde la diferencia y la identidad,
habitamos la diversidad cultural porque  como informan los habitantes de Nueva Guinea “si no tuviésemos costumbres seríamos como
Hombres Blancos”. Así la identidad asume su lugar político para luchar por el poder de nombrar, representar, expresar. Por eso, la cultura
se convirtió en una categoría política, se tenía cultura o se mitificaba, sino se buscaba y se fabricaba. Surge, entonces, las ciencias sociales
que hacen la crítica al poder occidental, blanco y machista  y proponen modos de emancipación localizados en lo cultural.

En el siglo XXI, la identidad es desde donde se juega el poder y por eso deviene relato, discurso, lucha política. Así ya no hay cultura, hay
discursos. Surgen los estudios afterological o poslógicos. Todo es  juegos discursivos de poder desde la voces disidentes, las culturas otras;
se produce una “subversión de la autoridad” enunciativa y política, aparece la heteroglosia de discursos contestatarios. De alguna forma se
asiste a la esencialización de la identidad: rituales, prácticas, objetos, relatos que deben conservarse puros, higiénicos e incontaminados de
lo occidental. Se denuncian las manipulaciones colonialistas de las tradiciones y se privilegia la polifonía de voces contestatarias. Aparece
una moralidad política sobre las sabidurías ancestrales. Asistimos a una descanonización de las convenciones de autoridad y de los códigos
maestros en la sociedad, entran en desuso las metanarraciones, subvierten las historias mínimas.

Sahlins (2001) critica esta adoración esencialista de la identidad, por eso afirma que “las tradiciones son inventadas en los términos
específicos de los pueblos que las construyeron  y de sus condiciones de su forma de vida”, por lo tanto, las culturas no son “algo que debe
permanecer incontaminado” sino que se producen en contextos políticos y sociales. Esto lo lleva a decir que una cultura está viva cuando
“ha sido capaz de atravesar la historia”, en su potencia para “ser reinventada para cada ocasión”, luego transformarse es un signo de
vitalidad para la cultura, no su decadencia. Así, antes que mantenerse puras, las identidades como órdenes significativos y modos de
existencia buscan “su propio espacio cultural en el esquema global de las cosas”, y concluye que lo que “las culturas indígenas están
buscando es la indigenización de la modernidad”, hacer posible la interculturalidad como el mezclarse con otros, incluido lo moderno y
occidental.

En este contexto, el siglo XXI es sobre todo cuando la innovación, la transgresión, la creación de relatos se localiza en nuevos sujetos y
agencias de enunciación como son las mujeres, los jóvenes, las etnicidades, las diversidades sexuales y las ciudadanías digitales. García
Canclini (1990) dice que cultura es el conjunto de prácticas que tienen que ver con la producción, la circulación y la apropiación del sentido
en la vida social. Y afirma que habitamos culturas híbridas en las cuales lo culto, lo popular y lo masivo no se oponen sino que se hibridan
en un juego de  mezclas interculturales, de heterogeneidad multitemporal y de heterogeneidad cultural; por lo tanto, ser cultos significa
manejar repertorios de contenidos tanto de la elite como de lo masivo y de lo popular, pero sobre todo ser culto es participar en la
conversación entre culturas.

Una película que trata sobre la comprensión de otro y las diversas culturas es EL GUSTO DE LOS OTROS.
Cultural es diálogo intercultural

La cultura es una experiencia del mismo y el otro, de la identidad y la alteridad, de la diversidad y las sensibilidades, de culturas altas y
bajas, de folclore y populares, de las identidades densas y las en flujo, de las culturas/nación y las culturas/globo. Pero hay que diferenciar
acerca de la diversidad cultural porque no es lo mismo lo multicultural, lo pluricultural y lo intercultural. Lo multicultural y lo pluricultural
reconocen la diversidad pero no las mezclas, las pone una al lado de la otra sin asumirlas como parte de un diálogo. Lo intercultural, en
cambio, asume el diálogo, la mezcla, el gozarse y vivenciar todas las culturas.

Lo intercultural en su perspectiva más política y crítica da cuenta de una experiencia de enunciación desde abajo, con  la gente y en las
identidades en territorio. Lo intercultural significa desde y en las epistemologías del sur  como resistencia, descolonialidad, subversión y
salir del ninguneo; últimamente se le relaciona con lo que conecta con la tierra, las identidades y el buen vivir (Escobar, 2016).  Jesús
Martín-Barbero, Pablo Freire, Carlos Monsiváis, Néstor García-Canclini, Pablo Alabárces y Pablo Semán son maestros latinoamericanos
que han reflexionado y dado cuenta de esas prácticas de las culturas populares y sus heterogeneidades temporales, de sentido y de
expresión.  Y asumen que la cultura está siendo reinventada, “en su más fuerte sentido ritual, el de tiempo denso de lo comunitario” (Martín
Barbero, 2008) porque es “memoria de una experiencia sin discurso que se deja decir solo en el relato” (Martín-Barbero y Muñoz, 1992, 23).

La interculturalidad incluye lo ancestral y territorializado; dialoga críticamente con lo mediático, lo masivo, las redes y los espectáculos. Lo
intercultural no es higiénico en lo político, ni transparente en los juegos de poder-resistencia; por eso, se hace en juegos de sumisiones y
resistencias, en  prácticas de otro gusto al hegemónico que permite otros modos más ambiguos y emocionales para gestionar la vida
cotidiana. Michel de Certeau (1979) nos lleva a comprender la vida de las comunidades en sus “marcas del hacer”, en sus “maneras de
practicar”,  en sus “tácticas” del cotidiano: que son “esas fiestas móviles, elusivas, poéticas” llamadas “inventivas del más débil”.  La noción
“ch’ixi” que propone Silvia Rivera Cusicanqui (2010) aporta una vuelta de tuerca mayor, ya que lo ch’ixi es algo que es y no es a la vez: “La
noción de ch’ixi plantea la coexistencia en paralelo de múltiples diferencias culturales que no se funden, sino que antagonizan o se
complementan. Cada una se reproduce a sí misma desde la profundidad del pasado y se relaciona con las otras de forma contenciosa”
(Rivera Cusicanqui, 2010, pp. 69-70). En este sentido, Adichie (2009) afirma que diversificar historias, estéticas, narrativas y
entretenimientos es un asunto de dignidad para los sujetos otros. El asunto es ser capaz de hablar por uno mismo desde y con las
estéticas y entretenimientos de la propia identidad.  La búsqueda es por esas otras comunicabilidades, esas inscriptas en otros
entretenimientos, en otras sensibilidades culturales, en otras memorias.  Y esa re-significación tiene que ver sobre todo con los tonos y
modos del contar desde abajo. 

García Canclini (2015) se refiere a la cultura como convivencia y sentido social. Antanas Mockus como cultura ciudadana donde la
regulación colectiva prima sobre la moral del yo. García Canclini afirma que la cultura realiza “contribuciones valiosas” como “creadora de
sentido y espacio de convivencia”, solo que debemos “reconocer procesos que en gran parte son secretos, que están escondidos en la
trama social”. Y sugiere que hay que trabajar “a favor de la interculturalidad democrática: el problema no es apenas que a cada uno le
permitan hablar su lengua con su grupo, cantar sus canciones y filmar sus fiestas en el ámbito local; el desarrollo cultural pone hoy en
juego qué significa convivir entre nativos y migrantes, entre distintas religiones, gustos y concepciones de la familia. Las preguntas no se
refieren sólo a cómo reivindicar lo propio. Hay que trabajar, además de los derechos a la diversidad, sobre los derechos interculturales”. Y
concluye que “la transversalidad de las culturas con otras zonas de la vida social es un requisito para su desarrollo sustentable. Para
consolidarlo se necesita estimular otras estructuras, otras lógicas de producción y difusión, que las promovidas por las
megacorporaciones... Hay que tomar en cuenta sus diferentes modos de volverse visibles, sobrevivir y convivir”.

Por eso, “la apuesta sigue siendo cambiar el lugar de las preguntas para hacer investigables los procesos de comunicación y las prácticas
culturales desde las mediaciones y los sujetos, es decir, desde la articulación entre procesos de comunicación y movimientos sociales
populares” (Martín-Barbero, 1987). La lucha es por la soberanía cultural, por descubrir cómo la cultura es la vida en el territorio, es
diversidad de modos de saber y de estilos de poner el cuerpo, millones de formas de la esperanza.  Y cuando uno va al Sur aprende porque
se encuentra otros modos de imaginación social. Por eso es urgente desmovilizarnos del norte y el centro para pasar a habitar el territorio;
imprescindible abandonar las teorías modernas  para habitar con los otros y vivenciar las culturas desde abajo. Así podemos descubrir que
la cultura es eso que teje comunidad, inventa protagonismos de la gente común, gana visibilidades para los invisibles del poder. Se imagina
la vida poniendo el cuerpo a la cultura en diversidad de formas culturales. En el territorio la cultura es mágica porque genera encuentro y
pone a la gente del común en el centro, se genera nuevos modos de lo público, se inventa formas inéditas de ser ciudadanos, triunfa la
diversidad de saberes y se vivencian las prácticas de proximidad.

La dignidad del territorio nos obliga a repensar los modos como la Universidad, las oneges, los gestores culturales, las políticas públicas
deben diluir su comodidad para pasar a practicar todas las cultura(s) en común de la gente. Menos teorías y más realidades. Y esto es muy
político. Así que los del centro, los del poder, debemos ir al territorio a escuchar, escuchar y escuchar las culturas comunes; a conversar y
articular esperanzas; a vivir los modos en que se goza desde los gustos de la gente.  Si vamos, descubrimos que en el territorio, hay otros
mapas de la vida, la política y la cultura. Sabremos que la cultura es clave para narrar y conectar políticamente los territorios.
Aprenderemos a decir e imaginar que somos culturas en común. Practicaremos lo político al descubrir que lo común es una aventura
cotidiana, un descubrir sentimental, un practicar las culturas otras e imaginar que podemos ser unas ciudadanías diversas. Y
reconoceremos que hay otras maneras de ser ricos, que tiene que ver con el decir, el narrar, el contar, el bailar, el reír, el poner el cuerpo,
el solidarizar, el estar en común. Nunca más diremos que hay pobres, sino que hay muchas formas de ser ricos, una de ellas es la cultura.
La cultura en común es juntar, tejer, articular entre la diversidad de saberes, prácticas y expresiones. Practicar todas las culturas es el des-
cubrir los modos de los otros.

Red Latinoamericana de Arte para la Transformación Social: 15 proposiciones para el debate


Archivo Red latinoamericana de Arte para la Transformación social. Clic aquí.

Y de Bolivia nos viene una propuesta, aún más radical y política, practicar la interculturalidad, o sea meterse con el otro, mixturarse con el
otro, escuchar y practicar al otro, descolonizar la mirada, asumir la mirada de los otros. En un taller sobre periodismo cultural creamos este
manifiesto por la cultura en clave intercultural (Tapia Anaya, 2013), esto es:

1. LUCHAR CONTRA LA COLONIALIDAD esto de “no valemos y que tenemos que desear lo otro”, esto de una estructura del
ascender socialmente excluyendo.
2. PRACTICAR EL DESCOLONIZAR para ver al otro desde otro lugar y desde el mirarme a mí.
3. SABER QUE LA DESCOLONIZACIÓN es múltiple, diversa y en flujo… no solo indígena… sino mestiza, urbana, territorial.
4. LUCHAR CONTRA EL NINGUNEO y LA AUTONEGACIÓN, contra el de arriba codea al de abajo, contra el que niega la madre, la
lengua, la cultura.
5. DISPUTAR LAS ESTRUCTURAS Y FORMAS, el contar de otras maneras, con otras miradas más oral-visuales que escritural,
más de ritual que de razón; una lucha contra el paternalismo letrado, ilustrado y cristiano.
6. QUERELLA DE HISTORIAS para evitar el peligro de una sola historia sobre lo que somos.
7. HISTORIAS DE RE-CONOCIMIENTO o esas en las que somos como somos, esas en las que tenemos un papel en la existencia.
8. DEJAR DE SER JUEZ, para ser parte del proceso de reconstrucción y  trabajar la propia colonización personal/profesional para
intentar ver la realidad con miradas distintas a la habitual.
9. UN GESTOR CULTURAL QUE NO DELEGA LA RESPONSABILIDAD… sino que asume su posición política en la cultura que
produce.

Terminemos este aparte con Gramsci, quien nos recuerda que  las clases subalternas tienen su propia visión del mundo y de la vida pero
no está sistematizada como la de la clase dominante y que habitamos una lucha cultural contra la clase dominante, ya que es en el terreno
de la cultura donde se construye la hegemonía a través de la construcción del sentido común.
Coolture es entretenimiento

La identidad podría pensarse desde dos perspectivas: una la densa que se construye a través de los “meta” relatos y prácticas de memoria
de cada identidad, esas de tradición larga y profunda.  Pero hay otra manera de ver la identidad, como algo inestable, en flujo, leve y en
permanente “redefinición”; es la identidad hecha de los relatos débiles, esos de los medios de comunicación y el orden del
entretenimiento, esos que se significan en el fútbol, las músicas, la fiesta, la televisión, las redes digitales, los videojuegos. Estas
identidades leves, fluidas y efímeras hacen que también sea muy político esto de la significación y la asignación de sentido para vivir juntos.

Al final del siglo XX, las artes se han convertido en marginales a la vida cotidiana de los ciudadanos y las identidades se expanden en
discursos y prácticas de recuperación de la tierra, los territorios, las memorias, los bailes, los rituales de lo propio. En el comienzo del siglo
XXI se consolida como mainstream las culturas del entretenimiento (Martel 2011); entonces, tener cultura es habitar el entretenimiento:
Hollywood (cine y series),  pop (música), best sellers (libros), espectáculos (shows), moda, cocina, turismo, deportes, parques temáticos,
redes digitales, videojuegos. Las culturas juegan a entrar y salir del orden del entretenimiento; las culturas del entretenimiento participan
del juego político de la identidad, practican la ironía y asumen la fusión y la mezcla como los modos políticos para existir.

La cultura mainstream (Martel 2011) hegemoniza el entretenimiento mundializado en música, cine, televisión, videojuegos, parques
temáticos, deportes. Sus criterios de calidad se basan en lo cool (lo más emocional significativo), lo hip (la tendencia del momento), lo buzz
(lo viralizado que hace más ruido), lo fun (lo más divertido), lo being easy (lo más simple). Martel (2011) habla de una guerra cultural por el
softpower, por los sentidos de la cultura, una guerra por “el control de las imágenes y los sueños de los habitantes del planeta”, por la
cultura que se consume, por la cultura juvenil. Y esta guerra la gana los Estados Unidos que produce más del 50% de las exportaciones
culturales del mundo. Por eso, concluye, que todos los habitantes de la tierra tenemos dos culturas: la propia y la estadounidense. Lo
fuerte es que los Estados Unidos no solo exporta sus productos culturales, también exporta su modelo de sociedad.

La coolture es la cultura común del siglo XXI. Esa del entretenimiento mundializado que establece como criterio de gusto a  lo cool. Más que
de pensadores o intelectuales está guiada por “influencers” como Oprah Winfrey y su discurso por la autonomía y el poder femenino,
Beyoncé y su poder musical y de política antirracista, Miley Cirus y su feminismo sexualizado, Maluma y su sexy ritmo, Neymar y su modo
de ir de fiesta mientras juega al futbol, el papa Francisco y el pepe Mujica con sus sonrisas “humanas” y sus frases de “sentido común” que
pregonan un dios o una democracia alegre para pobres y jóvenes, Frida Kalho y cómo su arte se diluye ante su vida de sufrimiento
convertido en texto pop.

El escenario de la coolture es la “media ecology” (la coolture habla, escribe –si escribir en redes es escribir- en inglés), ese ecosistema hecho
de pantallas, redes, internet, celulares, apps… que pretenciosamente se autodenomina “transmedia & convergencia”.  Los evangelizadores
de la religión cool son Hollywood, la música pop, los bestsellers, los parques temáticos, el fútbol, las series, los videojuegos, las
aplicaciones, las redes, las plataformas… apple, google, amazon, facebook, instagram, twitter, snapchat, airbnb, uber… Sus valores juegan
entre lo premoderno (sus creencias están en la familia, la religión y el mercado, el control del sexo, la violencia y la fantasía) y lo
conspirativo (Black Mirror es su serie  y Walter White (Breaking Bad) su ídolo ya que el mundo conspira contra el yo-capitalista, ese del
buenismo en sí mismo porque se milita en lo orgánico, lo vegano, los viajes).

Para comprender la coolture hay que leer Los bárbaros de Alessandro Baricco (2008) que nos dice que esta nueva cultura se opone a la
civilización letrada, ilustrada y moderna y que por eso practica la superficie en vez de la profundidad, la velocidad en vez  de la reflexión, las
secuencias en vez del análisis, la conexión en vez de la expresión, el multitasking en vez de la especialización, el placer en vez del esfuerzo. Y
se debería leer Cultura Mainstream de Frederick Martel (2011) que nos indica que hay una guerra cultural por el softpower del
entretenimiento (ya instalaron a Trump, ya viene Oprah). También puede servir El puño invisible de Carlos Granés (2011) para saber cómo
el mercado es tan sabio que toda vanguardia la convierte en eslogan y estilo del consumo: contraculturales de la sociedad de consumo,
irónicamente en el consumo mismo.

La coolture tiene sus cooltos que orgullosamente se autodenominan milenials, hipster, nativos-digitales, pragmáticos, like generation. Sujetos
que viven en la selfie life, esa del yo en expansión  o que Paula Sibilia llama extimidad (intimidades en público). Mutantes, móviles,
interactivos, fluidos, hipertextuales, conectivos. Buscadores de experiencias como figura del sentido. Contraculturales del consumo en el
consumo al experimentar la diversidad normalizada. Despolitizados pero nueva eras de fórmulas de felicidades instantáneas. Pregonan
más que la autoridad, el derecho expresivo y de enunciación para todos. Su filosofía es el pensar distraído más que pensar en uno mismo y
la complejidad; su mantra es la innovación y el emprendimiento, o el explótate a ti mismo en nombre del mercado. El resultado es una
sociedad donde las emociones son el capital, la terapia es el modo de vivir, todo es felicidades para consumir. Todos, todas y tedes se
definen por estar (bien)entretenidos, siendo el entretenimiento el criterio que define lo que es de buen gusto.
Jurasic Park dialoga con The Walking Dead

El asunto no es moralista. No es de buenos ni malos, de virtuosos o pecadores. Es. Y solo nos quedan tres posibilidades: comprender a los
coolsture para explicarlos; dialogar con esa coolture; intervenirla para que sea distinta; no como nosotros, sino distinta. Por eso, creo que
hay que poner en diálogo freiriano (de Pablo Freire), cada uno desde sus códigos, saberes y prácticas culturales, a Jurasic Park (nosotros los
modernos, letrados, ilustrados) con The walking dead (esos cools que se creen muy vivos pero son zombis que siguen sus pantallas). Los
zombis nos enseñan esos nuevos modos de contar, expresar, sentir y pensar que pasa por los videojuegos, las redes, las aplicaciones, las
músicas, los viajes, las comidas, el sexo-fusión… y nosotros los jurásicos les contamos de historias, derechos, solidaridades, política, ideales.
Cada uno aprendemos de los otros para poder imaginar una sociedad más lenta, con más paciencia y  más crítica donde lo contracultural
no sea “consumir contracultura” sino practicar el aburrimiento, el no-consumo, el buen vivir (que es lo más cool de lo cool porque viene de
la madre tierra, los saberes ancestrales y los modos otros de gozar la vida llamados feminismos, nuevas sexualidades, lo indígena, lo afro,
lo oriental). También significa poner en diálogos sucios y diversos a las artes con las identidades, practicar la interculturalidad e intervenir
la coolture.

Para intervenir la COOLTURE 

1. Comprender esta coolture para poder explicarla… perder el moralismo para ganar la intervención.


2. Un diálogo freiriano entre Jurasic Park (nosotros los modernos) con The walking dead (los jóvenes y sus potencialidades para
liberarse del amo).
3. Asumir lo propio, el territorio y la identidad de uno como lugar de enunciación.
4. Inspirarse en los otros que nos habitan en lo afro, lo indígena, lo femenino y esa vitalidad juvenil que es América Latina para
practicar la interculturalidad.  
5. Activar emocionalmente al ciudadano, convertirlo en ciudadano celebrity desde nuestras lógicas, estéticas y políticas; más que
copiar, bastardear el mainstream.
6. Recordar que la estética, los géneros y los formatos tienen ideología por lo tanto hay que romperlos e intervenirlos estética y
narrativamente.
7. Ser mutantes que ponen el cuerpo, hackean los poderes, remixean los saberes, disjayn los sentires de una sociedad, bailan
para resistir.
8. Recuperar lo popular, o sea tener qué narrar/contar, poner el cuerpo y bailar,  ironizar el poder al reír.

AUTORES DE REFERENCIA para comprender LA CULTURA en perspectiva siglo XXI:

@     1936. WALTER BENJAMIN. La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica. Concepto: Mas que preguntarnos por el pasado
debemos comprender en qué nos estamos convirtiendo, cuál es la mutación de la sensibilidad y el cambio de sensorium que estamos
habitando.

@     1987. JESÚS MARTÍN-BARBERO. De los medios a las mediaciones.

Concepto: Las relaciones inestables y ambiguas entre la cultura popular y la cultura de masas.

@     1990. NÉSTOR GARCÍA CANCLINI. Culturas hibridas.

Concepto: Habitar la heterogeneidad de temporalidades, estéticas y relatos.

@     2006. HENRY JENKINS. Fans, blogueros y video-juegos.

Concepto: Cómo son y qué hacen los nativos digitales.

@     2008. ALESSANDRO BARICCO. Los bárbaros.

Concepto: Descripción de la mutación cultural que habita  el siglo XXI.

@     2011. FREDERICK MARTEL. Cultura Mainstream.

Concepto: Valores universales del entretenimiento que nos hacen ser made in USA.

@     2011. CARLOS GRANÉS. El puño invisible.

Concepto: Las vanguardias y la contracultura son valores del mercado.


@     2011. JORGE CARRIÓN. Telehakespeare.

Concepto: las series como la cultura del siglo XXI.

@     2013. CARLLOS SCOLARI. Narrativas Transmedia.

Concepto: los nuevos modos de narrar en el nuevo ecosistema de pantallas digitales.

@     2016. MARTÍN CAPARRÓS. Lacrónica.

Concepto: el recuerdo de una vez cuando la vida consistía en contar historias.


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