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EXAMEN DE CONCIENCIA MATRIMONIAL

En el día de tú matrimonio _________________ se celebró el amor, no fue la


celebración de un enamoramiento pasajero, ni el arreglo de la convivencia, ni un nievo
modo de vida en la sociedad. Fue el encuentro con el otro, el afecto sereno, la entrega
mutua, la confianza, la comunicación, la aceptación del conocimiento real del otro. Se
celebró el auténtico enamoramiento, fue un te quiero para siempre.
“Amar más a quién se ama es la única dinámica del amor”, es lo que hace que todos los
días se renueve la promesa matrimonial: “Yo ________, te quiero a ti, _________,
como esposo (a) y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las pena, en
la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida”.
El amor cristiano es el sí que exige fe, respeto, entrega y empeño; es vivir
constantemente el ideal del amor “ser capaz de dar la vida por el (la)”. Es el deseo de
totalidad y nada de reservas, es el entregarlo todo, de lo contrario no es amor.
Sin embargo, el amor de un matrimonio Puede ir muriendo poco a poco a través de
pequeños descuidos y faltas de delicadeza que inician una dinámica de alejamiento. El
amor del matrimonio es como una planta que se seca si no la riegan, la desyerban, o si le
vierten sustancias tóxicas, o si no fumigan los parásitos o insectos que pueden dañarla.
Esto pequeños descuidos o faltas de delicadeza empiezan siendo tan pequeños que
parecen irrelevantes. Pero quien es consciente de la fragilidad del amor sabe que debe
estar siempre alerta para mantener ardiente la llama del amor.
El amor muere no solo por grandes pecados mortales, por adulterios, infidelidades,
violencia doméstica, adicciones al alcohol o al juego. Estos pueden ser quizás las
enfermedades terminales del amor. Pero antes hay otras acciones y omisiones más
pequeñas que lo van debilitando.
Un primer paso es el examen de conciencia, dado que uno de los ideales de un
matrimonio diaconal es ser testimonio, y no se puede ser, si la casa anda desordenada.
Terrible sería ser candil de la calle y oscuridad en la casa. ¿Cuáles son los síntomas
alarmantes de que el amor está empezando a degenerar? Se trata de síntomas de un
creciente divorcio espiritual.
1. Silencios: Antes largos viajes para verse unas horas, continúas llamadas de teléfono y
chats extensos. Ahora, en cambio, se evita la conversación o se habla solo de cosas
intrascendentes. La televisión es una buena coartada para encubrir que no tiene nada que
decirse. Habría que prohibirla en las comidas. Falta de diálogo sobre los problemas
comunes, la vida sexual, los hijos, la situación económica.
2.- Ausencias: Evasión de los problemas del hogar. Mal reparto de las cargas
familiares. Focos de interés cada vez más ajenos. Retrasos injustificados a las comidas.
Agenda de trabajo que elimina tiempos de calidad pasados juntos.
3.- Asperezas: Falta de ternura en el trato. Hablar del otro con desprecio. Recordar
constantemente los errores del pasado. Tono de voz amenazador. Palabras groseras o
hirientes, gritos. Falta de gratitud o de consideración hacia los sentimientos y acciones
del otro. Ridiculizar al cónyuge en público delante de extraños. Frecuentes peleas en
privado o en público.
4.- Celos: Falta de confianza mutua. Posesividad. Querer poseer todo lo del otro, su
pasado, su presente y su futuro. Asfixiarle con continuos requerimientos. Espiarle. No
permitirle que tenga relaciones afectivas con sus familiares, sus padres, hermanos,
amigos.
5.- Rutina: Falta de atenciones y signos que reinventen el amor. Descuido de los
detalles, de los signos, de los símbolos. Dejar de sorprenderse el uno al otro, y gozarse
de estas sorpresas. Hacer las cosas de mala gana, solo por cumplir, por salir del paso.
6.- Olvidos: Olvidos de fechas, de cumpleaños o aniversario, de llamar por teléfono.
Olvido de compromisos ya acordados. Falta de memoria para los momentos hermosos
del pasado.
7.- Propiedad privada. Cada vez se van teniendo menos cosas en común. Cada uno
busca fuera del matrimonio nuevas actividades gratificantes en las que el otro no puede
participar. Empieza a haber economías separadas, que contradicen el símbolo de las
arras. No existe verdadera comunidad de bienes materiales o espirituales. Hacer trampas
en la economía doméstica. Ocultar al otro ingresos y gastos.
8.- Infidelidad. Ir teniendo cada vez más confianza con otras personas del sexo
contrario. Sincerarse más con ellos/as que con el propio cónyuge. Disfrutar más la
compañía de ese otro “amigo/a especial” que de la compañía del cónyuge. Tener
encuentros secretos, o mentir en casa acerca del tipo de relación que se tiene con estas
otras personas.
9.- Frialdad e incomunicación sexual. Desgana, apatía, rutina. Falta de diálogo franco
sobre estos temas. Rehuir habitualmente la intimidad e inventarse excusas de cansancio,
cuando en realidad la verdadera causa es la falta de deseo del otro/a. O por el contrario
exigencia de una vida sexual que no tiene en cuenta la dinámica de la otra persona,
usarla como un objeto sexual.
10.- Falta de proyecto familiar. Carecer de objetivos comunes familiares o
extrafamiliares. El objetivo común de criar unos hijos, de velar por el bienestar de ellos.
11.- Relación con Dios y la Iglesia: Oramos juntos, rezamos juntos, asistimos a la
Eucaristía u Hora Santa juntos, leemos y meditamos la Palabra juntos, caminamos
juntos en comunidad. O me cuesta que mi esposo (a) sea más comprometido (a) que yo.
Me molesta que saque más tiempo para las cosas de Dios que para mí. O manejamos
una espiritualidad superflua y básica, de poco compromiso.
12.- Habrá algo más que añadir:
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13.- Aquila y Priscila que harían

Si te queda tiempo: Medita 1Cor 12,31-13, 8; 1Jn 4,12; Jn 15,9-12; Sal 127,1-5.

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