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Por un abrazo tuyo

Sophie Saint Rose


Índice

Capítulo 1
Capítulo 2

Capítulo 3
Capítulo 4

Capítulo 5
Capítulo 6

Capítulo 7
Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12
Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16
Epílogo
Capítulo 1

Bajó las escaleras que daban al sótano para ver a su hermana haciendo
yoga ante el televisor. Sonrió divertida porque era evidente que había tenido

una noche movidita. Solo hacía yoga, que lo odiaba, cuando ya estaba de
los nervios. —¿Una mala noche?

Bedelia apoyada únicamente sobre sus manos y las puntas de los dedos
de los pies, con el cuerpo tieso como un garrote, volvió la cabeza

lentamente para fulminarla con la mirada.


—Ha debido ser una noche pésima.

—Han estado muy pesados. Pesadísimos, aunque no la han tocado. —

Se sentó sobre la colchoneta y cruzó las piernas respirando hondo y

cerrando sus ojos azules antes de alargar las manos sobre su cabeza. —Me
tienen muy harta, no he podido pegar ojo.

Cassady se sentó sobre la cama deshecha observándola. —Sí,

últimamente nos dan mucha guerra.


—Y cada vez más. —Bedelia se puso en pie ágilmente y fue hasta el

antiguo escritorio de su bisabuelo. —Esto se nos va de las manos, hermana.

—Cogió una goma del pelo y empezó a trenzar su largo cabello negro

mirándola fijamente. —Sé que tú tomas las decisiones, pero…

—Tomo las decisiones porque soy la mayor.


—¡Por nueve meses! ¡Eso es injusto!

Levantó una de sus cejas pelirrojas. —¿Acaso soy injusta contigo?

Bedelia se pasó la mano por la frente. —No me hagas caso, estoy

agotada.

—Continúa con lo que estabas diciendo.


—Sé que tú tomas las decisiones, pero…—Angustiada la miró a los

ojos. —Necesitamos ayuda, no tenemos vida. ¿Hace cuánto que no salimos

de aquí por miedo a no poder contenerlos?

—La misión de la familia desde hace siglos…

—¡No me cuentes rollos! ¡Me sé la historia de la familia tan bien como

tú! ¡Pero ellos eran un montón y nosotras somos dos! ¡Por Dios, mamá tuvo

catorce hermanos! ¡Ella tuvo ayuda de sobra mientras vivían en casa! ¡Y


cuando faltaron los abuelos y sus hermanos se fueron de aquí tuvo a papá y

a nosotras que la ayudábamos! Pero a quién tenemos nosotras, ¿eh? A

nadie. ¡Estamos solas desde hace tres años que murió mamá y ya no lo

aguanto más!
—Shusss… —dijo muy seria levantándose—. Te van a oír.

Bedelia apretó los labios. —Esta situación es insostenible. Necesitamos

apoyo y fuerza para seguir conteniéndoles.

—Tenemos a Ángel.

—Muy graciosa.

—¿Y qué sugieres? ¿Pongo un anuncio en el periódico que diga,


necesitamos vigilantes para la puerta del infierno, cualquiera que esté

interesado que llame a este número? ¿A quién voy a llamar, Bedelia? ¿Al

tío Harry que es el único que no se largó del país para no tener que vernos

más? Tiene Alzheimer y sus hijos no saben nada de esto. Sabes que

tenemos las manos atadas. —Se le cortó el aliento al ver el temor en sus

ojos. —No va a pasar nada, no tengas miedo.

—¿Sabes? En este momento no temo que todos los demonios del

infierno salgan de esa gruta y que me maten. ¡Qué nos maten a todos o que

envenenen nuestra alma! Ya me da igual —siseó dando un paso hacia ella

—. ¡Lo que sí temo es perder mi vida como en los últimos tres años!
Se le cortó el aliento porque vio en sus ojos cómo sufría. —No es

responsabilidad tuya, puedes irte si quieres.

La miró asombrada. —¿Te digo que necesitamos ayuda y me despachas

a mí? ¿Qué piensas hacer el resto de tu vida, sentarte ahí y no hacer nada
más? Y cuando mueras, ¿eh? ¿Qué va a hacer el de ahí arriba cuando no

haya nadie que vigile la puerta?

Cassady frustrada gritó —¿Y yo qué sé? ¡No parece que nos ayude
mucho en esto! ¡Pero si quieres seguir tu vida, vete! ¡No es responsabilidad

tuya! ¡Soy la mayor, es mi destino!

A su hermana se le cortó el aliento. —Estás aún más asustada que yo.

—No digas tonterías. —Se volvió disimulando su inquietud y fue hasta

la escalera. —Tenemos el desayuno en la mesa. Ahora están muy

tranquilos, desayunemos.

Empezó a subir los escalones cuando escuchó —Tenemos que casarnos.

Se detuvo en seco y se volvió lentamente. —¿Qué has dicho?

—Tenemos que casarnos y traerles aquí. ¡Cuantos más miembros más

fuerza, lo sabes de sobra! ¡Entre todos es más fácil retenerles! ¡Tenemos

que casarnos y tener hijos cuanto antes! —Sonrió de medio lado. —Así

saldremos de la rutina y habrá otras cosas en nuestras vidas que hagan que

no quiera darme de cabezazos contra la dichosa piedra del infierno.

Un bufido al otro lado las hizo mirar a la enorme piedra redondeada,

que labrada con símbolos protectores tapaba el agujero que suponían que

había detrás, pero como en los últimos siglos no se movió. —Igual no se

mueve nunca y estamos aquí haciendo el canelo.


—Oh, por Dios. ¡Tienes que casarte! ¡Es primordial que lo hagas, ya

oíste a mamá!

Entonces la casa tembló y asustadas gritaron corriendo hasta la piedra.

Ambas posaron las manos en ella y en ese momento recibieron el impacto.

Cassady gritó empleando toda su fuerza mientras un grito ensordecedor

provocó que su corazón temblara de miedo. De repente todo se quedó en

silencio y la risita de un niño hizo que se miraran.

—Déjame salir, por favor —dijo el niño.

Cassady bufó. —A mí no puedes engañarme, no hay niños ahí dentro.

Los niños tienen el corazón puro y nunca van al infierno.


—¡Déjame salir! —gritó una temible voz que hizo temblar la piedra.

—¡Oye, habla con tu jefe y deja de darnos el coñazo! —gritó Bedelia

exasperada—. ¡No te dejaremos salir! ¡Ni a ti ni a ninguno de tus amigos,

así que vuelve por donde has venido!

—Hay otras puertas —dijo poniéndoles los pelos de punta—. Los

vigilantes no podrán retenernos siempre y cuando salgamos preparaos para

saber lo que es sufrir.

Se quedaron en silencio durante varios minutos y cuando no sintieron

nada en la piedra apartaron sus manos lentamente antes de mirarse. —

¿Crees que es cierto? —preguntó Bedelia—. ¿Hay más puertas?


—En tres siglos no se ha oído nada igual. Nos están mintiendo como

siempre. Ya les conoces, son mentirosos compulsivos. —Puso las manos en

jarras mirando la piedra durante unos segundos. No parecía dañada, aunque

no había sido un gran ataque. Pasó la mano por su pulida superficie. —No

hay grietas.

—Menos mal porque para sustituirla habría que derruir la casa —dijo su

hermana irónica.

Puso los ojos en blanco. —Vete a desayunar. Ya me quedo yo.

—¿Te das cuenta de que ya casi ni tenemos tiempo de llegar hasta la

piedra? Saben que somos débiles y cada vez lo intentan con más fuerza. ¿Y

si un día tú estás fuera de la casa? ¿Y si un día yo estoy enferma como le

ocurrió a mamá? Cassady no puedes eludir esto, tienes que casarte. Es

primordial que nos echen una mano.

—¿Y un marido iba a ayudarnos? —preguntó irónica.

Su hermana la cogió del brazo. —Papá no nos abandonó.

Apretó los puños de la rabia y dijo —Vete a desayunar.

—¡Se murió en un accidente de coche, Cassady!

—No quieres aceptarlo y no lo harás nunca.


—¡Se hubiera arrepentido, lo sé! ¡Nos amaba más que a nada!

—¡Se fue en plena noche! ¡Cuando el sheriff llegó a la casa ni siquiera

nos habíamos levantado! —Dio un paso hacia ella. —Mamá tampoco lo


aceptó nunca, pero yo no estoy tan ciega. ¡Se iba de casa y un camión le

pasó por encima! ¿Y sabes qué? ¡Se lo merecía! —gritó furiosa—. ¡Era un

cobarde!

Los ojos de su hermana se llenaron de lágrimas. —No lo soportó más,

no puedes culparle por ello. Y lo que acabas de decir es horrible. —Corrió

escaleras arriba.

Arrepentida fue hasta las escaleras escuchando su sollozo. —¡Bedelia!

Escuchó como su hermana corría hasta su habitación y daba un portazo.


Agotada cerró los ojos y una lágrima rodó por su mejilla. —Maldita sea. —

Se volvió para mirar la piedra con odio. La losa que había sepultado sus
vidas y las vidas de sus antepasados. Siglos vigilando la puerta del infierno,

un secreto que cada vez era más difícil de ocultar. Fue hasta la cama y se
sentó apoyando los codos en las rodillas pasándose las manos por sus rizos

pelirrojos sin encontrar una solución. ¿Un marido? ¿Cuánto le duraría?


Tres, puede que cinco, si había suerte quince años, pero al final se cansaría

de esa vida y se largaría harto de esa desagradecida tarea. ¿Y luego qué


quedaba? A su madre le quedó un corazón roto y esa pena la fue

consumiendo durante los once años que le sobrevivió. Once años en los que
nunca más volvió a salir de casa. Y desde que su madre faltaba, la que no
salía de casa era ella. Suspiró pasándose las manos por la nuca sintiendo la

tensión.
—Déjame salir —susurró una voz—. Yo puedo ayudarte. Tendrás una
vida como ni te imaginas. ¿Quieres riquezas? Yo te las daré. Te daré todo lo

que quieras, cualquier cosa que desees. Yo te haré feliz.


—¡Cállate! —Una risa al otro lado hizo que se llevara las manos a las

sienes. —¡Cállate, cállate!


—Eres más débil que tu madre. Antes de darte cuenta rajarás tu cuello

como hizo tu abuelo. —Sus ojos verdes llenos de lágrimas miraron la


piedra. —Y entonces saldré y esa hermana tuya…Uhmm. La huelo desde
aquí, seguro que es deliciosa.

—Hijo de puta —siseó levantándose—. ¡Vuelve a hablar de mi hermana


y te arranco la cabeza! —Sopló con fuerza sobre la piedra y esta absorbió

por los laterales el aire helador que expulsaba. Escuchó el grito de dolor al
otro lado al ser arrastrado hasta las profundidades del infierno.

—No le creas, no eres más débil que mamá. —Se le cortó el aliento
volviéndose para encontrarse a su hermana tras ella. —Eres más fuerte,

mucho más fuerte. Lo decía el abuelo, ¿recuerdas? Eres más fuerte que
ninguno. Pero estamos solas y estamos en problemas. Estás agotada, ambas

lo estamos y si no queremos que la tortura a la que nos someten


continuamente vaya más allá, debemos hacer algo. En cuanto un hijo

germine en tu vientre los ataques cederán porque serás el doble de fuerte y


con un marido a tu lado mucho más. Ya no hay más tiempo hermana,
debemos actuar antes de que sea demasiado tarde.

—Todavía tenemos otra opción.


—¿Hablar con el Vaticano? —preguntó su hermana con burla—. El

abuelo pidió ayuda para que la carga dejara de recaer en nuestros hombros y
cuando vinieron nos estudiaron como si fuéramos bichos raros y hasta

quisieron mover la piedra para mirar al otro lado porque no se oía nada.
—El abuelo dijo que los demonios se habían alejado para que no les

escucharan. —Hizo una mueca. —Y perdimos nuestra oportunidad, nos


tomaron por locos, pero ahora todo puede ser distinto.

—No volverán por aquí. Llamarles no servirá de nada.


Cassady asintió volviéndose para mirar la puerta de nuevo y su hermana

se puso a su lado abrazándola por los hombros. —Si podemos con unos
demonios podremos buscar marido, no puede ser tan difícil —dijo Bedelia

divertida haciéndola gruñir—. ¿Hace cuánto que no hablas con un hombre?


—Hablo con un hombre casi todos los días. El cartero pasa por aquí.
—Muy graciosa. Hablo de una conversación con un hombre.

—Con el carnicero, el sheriff y algún vecino. —Por la cara que puso su


hermana supo que no se refería a ese tipo de conversación e hizo una

mueca. —Desde el instituto.


—Ay, qué tiempos en los que casi éramos normales —dijo su hermana

con nostalgia—. Recuerdo la fiesta de graduación. —Cassady levantó una


ceja. —Vale, mi pareja no era para tanto, pero bailé toda la noche.

—Si ni te besó.
—¡Y a ti tampoco!

—Porque no le dejé, qué pesado.


Bedelia apretó los labios. —Por aquí va a ser difícil encontrar marido.
En el pueblo piensan que somos algo raritas.

—¿No me digas?
—Y el cura, que sería el más fácil de convencer está descartado, tiene

sesenta años.
Sin poder disimular el miedo que sentía miró los ojos azules de su

hermana. —¿Cómo voy a enamorar a un hombre con la carga que tengo


sobre los hombros?

Su hermana sonrió. —No te asusta eso. Te asusta enamorarte tú y que él


te rechace por la carga que tienes sobre los hombros.

—Pues eso.
Bedelia se echó a reír. —La cara que has puesto.

—Muy graciosa.
—No puede ser muy difícil. Lo llevamos haciendo durante

generaciones. El amor lo puede todo.


Gruñó yendo hacia las escaleras.

—¿A dónde vas?


—Pienso mejor con el estómago lleno.

—¿Crees que podemos subir las dos?


Cassady silbó y Ángel, un shih tzu de tres años, bajó las escaleras a toda

prisa parándose ante la piedra para gruñir. Divertida se detuvo en la


escalera. —¿Hay alguien, cielo?

El perro ladró una vez y movió el rabo lo que significaba que no. —Vía
libre.

—No me gusta dejarle aquí solito. —Acarició su lomo moviendo su


pelito blanco y negro y él rápidamente se puso panza arriba para que le

acariciara ahí. Bedelia rio. —Eres un mimoso.


—Si se acerca alguien a la piedra ladrará, no te preocupes. —Salió del

sótano entrando en la cocina y suspiró porque seguramente los huevos ya


estarían fríos. Cogió los platos para calentarlos en el microondas y su
hermana se sentó en una silla de la cocina suspirando de puro agotamiento.

—¿Te pongo un café o prefieres un zumo?


—Un café. Tengo que estudiar, los finales son dentro de poco. —

Suspiró. —Aunque tengo sed, será mejor que me tome el zumo.


Abrió el frigorífico para coger el envase que ya estaba a la mitad. —

Tiene que ser de esto, no quedan naranjas. Tengo que ir a hacer la compra a
Pearsall.
—Da igual.

Le sirvió un buen vaso a su hermana y Cassady sonrió al verla beber


sedienta. —No has subido a la cocina ni para beber, ¿no?
—Me han puesto algo nerviosa y no quería perder la piedra de vista. Y

al final tenía razón con el empujón que le han metido hace unos minutos.
No sé si hubiera podido retenerle yo sola.

—Claro que sí. Lo has hecho antes. —Preocupada por su hermana se


volvió para sacar su plato del microondas antes de meter el suyo. Se lo llevó

a la mesa y Bedelia se puso a comer como si se lo fueran a quitar de la


boca. Se la quedó mirando unos segundos. Estaba siendo muy injusta con

ella. Bedelia tenía derecho a vivir su vida. A terminar su carrera de


psicología y a tener novios como cualquier chica normal. Pero se sentía

atada a aquella maldita casa y la quería tanto que no la dejaría a no ser que
estuviera segura de que podía arreglárselas. Y debía reconocer que en ese

momento su ayuda era esencial. No era justo, no lo era. Debía hacer algo
ya.

—¿Y citas por internet? —preguntó su hermana sacándola de sus


pensamientos.

—¿Qué?
—Citas por internet.
—Estarás de coña —dijo espantada.
Se echó a reír. —¿Y qué quieres hacer? En Helltertong no es que haya

mucho soltero. Los de nuestra edad se han ido a San Antonio o a Austin a la
universidad o a buscarse la vida. Quedamos cuatro pelagatos. Las citas por

internet son la mejor opción.


—¿Tú crees que el amor de mi vida, la persona que va a acompañarme a

vigilar la puerta del infierno, la voy a conocer por internet?


—Cosas más raras se han visto —respondió con la boca llena.

—Pues como el de ahí arriba no nos eche una mano estoy apañada. —
En ese momento algo golpeó el marco de la ventana, entrando de rebote en

la cocina y dándole a Cassady en toda la cara.


Bedelia jadeó levantándose a toda prisa. —¿Estás bien? —Al ver el

periódico en el suelo se acercó a la ventana y gritó —¡Mark Spencer,


cuando te pille te voy a poner el trasero como un tomate! ¡Le has dado a
Cassady!
—¡Lo siento! —gritó el chaval pedaleando a toda pastilla.

Bufó volviéndose para ver a su hermana con el periódico en la mano. —


¿Te ha hecho daño?
Impresionada dio la vuelta al periódico para mostrar la primera página.
Bedelia se acercó frunciendo el ceño. —¿Qué? —Cogió el periódico entre

sus manos y leyó el titular —Matthew Bampton vuelve a casa. —


Impresionada levantó la vista hasta sus ojos. —¿Vuelve a casa? —Miró el
periódico de nuevo leyendo el artículo que estaba bajo una foto suya de

cuando se graduó en Stanford seis años antes. —Ha inventado un prototipo


de motor que le ha hecho rico. ¡Quiere poner una fábrica en la zona!
Aún sentía que le temblaban las piernas y tuvo que sentarse. Matt
Bampton…
Bedelia chilló de la alegría. —¡Vuelve a casa! —Se sentó a su lado y

agarró su brazo. —¡Vuelve a casa! Esto sí que es una señal como un templo
de grande.
—¿Eso crees? —preguntó insegura.
—¡Claro! ¡Si estabas loca por él cuándo eras una cría! —Abrió los ojos

como platos. —Es el destino.


—¡No estaba loca por él!
—Sí, claro.
Entrecerró los ojos. —Con ocho años no se tiene mucho criterio.

—¿Y con dieciséis qué criterio se tiene? Es lógico que te gustara, que te
guste. Es guapo, rico y el chico de oro del contorno. —Frunció el ceño. —
¿Cuándo llegará? Tenemos que enterarnos.
Cogió la taza de café y bebió un buen trago. La dejó sobre la mesa

mientras su hermana la observaba. —¿Qué piensas?


—No puede ser para mí. Tiene una vida perfecta, ¿qué puedo ofrecerle
yo? ¿Esto? No me hagas reír.

Bedelia separó los labios de la impresión. —Pero…


Se levantó y reprimiendo las lágrimas corrió por el pasillo para meterse
en su habitación dando un portazo.
—¡Cassady no te des por vencida! ¡Recuerda la señal! —Al no recibir

respuesta suspiró mirando la foto del periódico antes de alargar la mano y


coger el teléfono de la pared. Pues ella no se iba a quedar con la duda.
Capítulo 2

Tumbada en su cama abrazada a la almohada se limpió una lágrima que


recorría su nariz. Es que era tonta, de verdad. Ver su foto en el periódico la

había impresionado tanto que durante un minuto se olvidó de su destino


para soñar con que iba a volver a verle y puede que tuviera una oportunidad

con el hombre con el que había fantaseado desde que era una niña. Qué
estupidez. Su padre había sido un seminarista que había ido a visitar durante

unos días al padre Murdock y que se había enamorado de su madre en


cuanto la vio. Fue tal el flechazo que se habían casado en apenas dos meses

y según le habían contado la primera vez que bajó al sótano la miró a los

ojos y le dijo —Sabía que el señor me había unido a ti. —Y hala, felices

hasta que le arrasó un camión. ¿Felices? Siempre habían creído que sus
padres eran muy felices y que se amaban por encima de todo, hasta que

llegó aquella maldita noche y el sheriff les dio la noticia, siendo evidente

para todos que su padre se piraba dejándolas tiradas. Así que no, no eran tan

felices.
Suspiró sentándose en la cama. Matt Bampton… Es que casi ni se lo

podía creer. No recordaba muy bien la primera vez que al verle su corazón

empezó a latir como loco, pero sí que recordaba perfectamente la última vez

que le vio. Sabía que había ido a visitar a su madre en las Navidades. Al

parecer acababa de empezar a trabajar en una gran empresa y su madre muy


orgullosa no dejaba de decirlo por el pueblo. Como si tal cosa pasó por su

calle con la esperanza de verle. Y le vio saliendo de la casa de la mano de

una chica rubia, pero ella casi ni se fijó comiéndoselo con los ojos. Estaba

guapísimo y cuando miró hacia su ranchera ella avergonzada miró la casa

de enfrente como si estuviera esperando a alguien. De reojo vio como reía


con la chica subiéndose a un cochazo nuevo. Sintió el mismo vacío en la

boca del estómago que había sentido en aquel momento, porque fue ahí

cuando perdió toda esperanza de que él la conociera realmente algún día. El

año siguiente su madre se mudó a Nueva York con él y ya no había visitado

más el pueblo. Y ahora cuando ya casi le había olvidado regresaba a casa. A

casa.

La puerta se abrió de golpe. —¡Va a quedarse en casa de su madre hasta


que haga la suya! ¡Piensa hacer un laboratorio o algo así en su propia casa

porque tiene no sé qué proyectos! —gritó su hermana excitadísima.

—¿Cómo sabes eso?

—He llamado a Bill al periódico.


—¿Estás loca? ¿Se lo has preguntado al mayor cotilla del pueblo, que

precisamente lleva el periódico?

Parpadeó sorprendida. —Claro, es quien tiene más información.

—¡Bedelia!

—Si le ha llamado medio pueblo —dijo excitadísima—. Una señal. —

La cogió por los brazos. —¡Hemos tenido una señal!


La miró como si estuviera mal de la cabeza. —Llamas una señal a una

casualidad. ¡Y Matt no es para mí! ¡Así que deja de decirlo!

—¿Por qué te das por vencida antes de intentarlo? ¡Si la señal te ha

abofeteado en todo el careto, abre los ojos! —Se cruzó de brazos frunciendo

el ceño. —Tenemos que trazar un plan.

—Bedelia, no.

—No te cierres.

—Y lo dice cuando tengo que estar encerrada en casa de por vida —

siseó saliendo de su habitación. Bedelia la siguió—. ¿No tenías que

estudiar?
—Bah, aprobaré igual —dijo excitadísima—. Una señal, Dios existe.

Cassady la miró sobre su hombro. —¿Cómo has dicho?

—Empezaba a dudar si nos había abandonado, la verdad.

—¡Qué no es una señal! —Estiró el cuello para escuchar, pero al no oír

nada preguntó —Ángel, ¿todo bien?


El perrito ladró y suspiró tranquila yendo hasta la pila para lavar los

platos. Su hermana se sentó en la encimera a su lado. —Pero está ahí

observando y sé que quiere que él sea tu compañero.


Siguió fregando en silencio y su hermana apretó los labios. —Si es tu

destino no podrás cambiarlo.

—¿Ahora es el destino?

—El destino que traza el de arriba.

—Déjalo ya. No quiero hablar más de esto.

—Llega la semana que viene.

Se le cortó el aliento, pero intentó disimular fregando la sartén. —Creo

que voy a probar con las citas por internet.

—¡Venga ya! Eres la mujer más valiente y fuerte que conozco, ¿te da

miedo un tío?

—¿Te crees que tengo cinco años para que me provoques con eso? —

Cerró el grifo volviéndose hacia ella. —¡Pues sí, me da miedo un tío! —

gritó exasperada—. ¿Y sabes por qué? Porque es el hombre de mis sueños y

sé que no estoy a su altura. Es rico, guapo como has dicho, muy inteligente

y todo el mundo está muy orgulloso de su chico de oro, ¿y quién soy yo? La

rara del pueblo, que apenas sale ni habla con nadie. ¡La que tiene la casa

encantada que los niños temen porque durante generaciones varios


miembros de mi familia se han suicidado! ¡Da igual que me conozcan, que
te conozcan a ti, por mucho que nos sonrían y nos llevemos bien, todos

tienen esa opinión de nosotras y los sabes!

—En el instituto tuviste amigos, citas.

—No me hagas reír. ¿Amigos? No se tienen amigos cuando no se puede

ser sincero sobre la vida que tienes, Bedelia. Y tú tampoco los tenías.

Su hermana hizo una mueca. —Bueno, no amigos íntimos, pero… —

Cassady levantó una ceja. —¿Es por eso? ¿Porque no podrás ser sincera con

él desde el principio?

Sonrió con cinismo. —Ni llegaría a dirigirme más de dos palabras.

¿Con todas las mujeres que debe tener tras él, eso si no tiene novia, crees
que voy a interesarle?

—¡Eres la más guapa del pueblo!

—Te aseguro que la mujer que le acompañaba la última vez que le vi

era mucho más guapa y sofisticada que yo, que no me pongo tacones desde

la fiesta de graduación. —Se volvió para ir hacia las escaleras. —Duerme

un poco, ¿quieres? Creo que lo necesitas porque te cuesta captar la realidad.

Detuvo la ranchera en el aparcamiento del supermercado y se bajó

dando un portazo. El espejo retrovisor cayó al suelo y exasperada puso los

ojos en blanco cogiéndolo de malos modos. Intentó colocarlo, pero aquello


ya no tenía arreglo. Lo tiró por la ventanilla y fue hasta los carritos

preocupada porque no podría llevarlo al taller hasta el mes que viene

porque estaban cortas de pasta. Si no recibía más pedidos de internet tendría

que ir por las tiendas de los contornos a ver si alguien le compraba alguno

de sus jarrones. Además, tenían una gotera. El tejado necesitaba cambiarse,

pero tendría que hacerle un apaño de nuevo. No sabía cómo podría salir

adelante si tuviera un problema de veras, porque ya no sabía de donde sacar

el dinero y no podía vender sus tierras. No podían permitirse tener vecinos

y encontrar un trabajo estaba descartado totalmente. Entró en el

supermercado agradeciendo el aire acondicionado y se dirigió a la zona de

verduras.

—¿Cassady? ¿Cassady Perkins?

Se volvió para ver a una de sus antiguas compañeras de instituto con un

bebé de unos seis meses en brazos. —Hola Jessica.

—¿Eres tú? Madre mía, no te veía desde…

—El instituto.

—Sí.

Ella miró al bebé. —¿Es tuyo? Me enteré en el pueblo de que te habías


casado.

—Sí. —Hizo una mueca. —Y ya me he divorciado, el niño no tenía ni

dos meses cuando firmamos. Le conocí en Austin, ¿sabes? Y ahora he


vuelto a casa de mis padres. Están encantados con el niño, claro.

—Es que es precioso. —Le guiñó un ojo y el niño rio. —¿Cómo te

llamas, guapo?

—Todavía no habla. —Su madre acarició el pelito rubio de su cabeza.

—Se llama Stevie. Saluda Stevie.

El niño rio. —Es para comérselo.

—¿Verdad que sí? Es porque es igualito a mí.

Sonrió porque Jessica no había perdido la chispa que la hacía tan


popular en el instituto. —Sí, es clavadito.

—Oye, un día de estos tenemos que quedar para ponernos al día. Dejaré
al niño con mi madre.

—Es que últimamente salgo poco.


—Pues más razón para salir, mujer. —Su antigua amiga perdió la

sonrisa poco a poco. —¿No quieres que retomemos nuestra amistad? —Se
sonrojó con fuerza. —Estás enfadada porque no te llamé más cuando me fui

del pueblo, ¿no?


—No, no es eso… Es que mi madre murió, ¿sabes?

Jessica perdió la sonrisa del todo para mirarla con pena. —Sí, me lo dijo
mi madre, pero no pude venir para el entierro.
—No pasa nada. El hecho es que ahora soy yo la que me encargo del

horno y no se puede apagar. Solo puedo salir si está mi hermana, ¿recuerdas


a Bedelia?
—Sí, claro. —De repente sonrió. —Pues voy a cenar a tu casa. ¿Cuándo

voy? ¿Mañana? —Cassady se quedó de piedra. —¿Mañana? He de confesar


que estoy desesperada por salir de casa. —Se echó a reír. —Se nota, ¿no?

Después de cinco años fuera de casa mis padres me ponen de los nervios.
¿Entonces mañana? —Se acercó y le dio un beso en la mejilla. —Llevaré

una botella de vino. —Se giró guiñándole uno de sus ojos azules y pasmada
vio cómo se alejaba moviendo de un lado a otro su trenza rubia.
Se volvió y se quedó mirando las cebollas como si fueran a decirle en

cualquier momento cómo librarse de esa cena. —Mierda.

—¿Y le has dicho que sí?

—¿Qué querías que hiciera? ¡Fue imposible detenerla, se invitó sola! Es


tan encantadora que es muy difícil decirle que no. —Sacó las manzanas de

la bolsa y su hermana hizo una mueca porque eran las de oferta. —Ya sé
que te gustan menos, pero de donde no hay no se puede sacar.

—Pues esto te va a encantar, se ha estropeado la lavadora. —Dejó caer


la bolsa de las manzanas de la impresión. —Sí, es una faena.

—¡Mierda, mierda!
—Igual por eso el de arriba quiere que te cases con un rico, para
mejorar las cosas.

—Nada, que no deja el tema.


—¡Y no lo voy a dejar! —Cogió el libro y bajó las escaleras. —¡Callaos

de una vez, pesados! ¡No voy a dejar que salgáis por mucho que me comais
la cabeza!

Cassady se acercó a toda prisa a la escalera y bajó los escalones como


una exhalación. Las voces al otro lado de la piedra la hicieron gruñir y se

acercó hasta ponerse delante. —Os lo advierto… —siseó—. ¡Callaos!


Escucharon unas risitas maliciosas. —Déjalos hermana, son débiles.

Estos no pueden mover la piedra solo tocar las narices —dijo antes de
ponerse los cascos sentándose en el escritorio que tenía allí para estudiar—.

Tranquila, si siento temblar el suelo me levanto —dijo distraída mirando el


libro.

Furiosa miró la piedra y puso la mano encima. —Os lo pasáis bien, ¿no?
—La chica quiere novio… La chica quiere novio —canturreó—. No
conseguirás novio porque no te quiere nadie. —Bedelia se quitó los cascos

al ver como se tensaba. —Pero si me dejas salir, conseguirás al hombre que


quieras. No habrá límites.

Separó los labios de la impresión.


—Le quieres a él, lo siento desde aquí. Le amas, no era una tontería

infantil como creíamos —dijo la voz sorprendida de una mujer—. Siempre


le has querido, ¿no? Puede ser tuyo Cassady, solo tuyo. Vamos… De otra

manera no tendrás una sola oportunidad. Pero podemos ayudarte, quita la


piedra y será tuyo.

—¿Hermana? —Bedelia preocupada por su expresión se levantó.


La miró a los ojos y negó con la cabeza para que no se preocupara antes
de soplar sobre la piedra haciendo que los del otro lado gritaran alejándose.

Cuando terminó los bordes de la piedra estaban llenos de hielo y su


hermana la observó ir hacia la escalera. —Llámame si vuelven a molestarte.

—Tranquila —susurró mientras subía las escaleras a toda prisa.

En la cena ninguna de las dos hablaba y Bedelia movía su puré de patata

de un lado a otro mirándola hasta que no pudo más. —Le amas.


—No es cierto —dijo impotente.

—Te han tentado y lo saben.


—No es cierto.

—¡A mí no me mientas, te han tentado! ¡Y solo pueden hacerlo con


algo que se desea de corazón! ¡Nunca lo habían hecho, eso demuestra todo

lo que le deseas!
Apretó los labios antes de beber de su vaso de agua. —¿Has terminado

de cenar?
—Que cabezota eres. —Cassady suspiró e iba a levantarse cuando

Bedelia agarró su mano. —Saben quién es. Nos han oído hablar y lo que ha
ocurrido esta tarde les ha puesto sobre aviso. —Se le cortó el aliento. —

Mamá decía que nunca debíamos mostrar debilidades por nadie, que lo
utilizarían. Que lo había visto antes, que volvieron loca a su mejor amiga

porque sabían que le importaba y que no pararon hasta que intentó matarla
en el colegio. Saben que es importante para ti e intentarán influir en él.

Se le heló la sangre. —No es importante para mí.


—¡Le has expuesto antes de darle tu fuerza, Cassady! ¡Tienes que hacer

algo!
Pálida negó con la cabeza y Bedelia se levantó. —Ahora no tienes otra

opción. Si te importa, tienes que salvarle antes de que envenenen sus


pensamientos y destrocen su vida porque dudo que Matt tenga el corazón
puro como para escapar de su influencia, hermana.

—¡No es importante para mí! —gritó levantándose asustada por lo que


podía pasarle.

—¡Por mucho que lo grites no vas a convencerles a ellos ni a mí! ¡Te he


visto! ¡He visto tu anhelo, tu necesidad y ellos lo han sentido! ¡Has

transgredido las reglas!


Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Eso es mentira.
—Dios mío, Cassady… Sé que es culpa mía, que no tenía que haber

hablado de él pero no imaginaba que le amaras. Reacciona antes de que sea


demasiado tarde. O superas esos miedos, esas inseguridades que de repente
están dominando tu vida o te pasarás el resto de tu vida sola. Dudo que en el

futuro ames a otro hombre como hoy he visto que le amas a él y si te diera
la locura casándote con otro al que no ames realmente, si metes en esta casa

a un hombre simplemente por no estar sola, tu vida sí que será un infierno.


¡Reacciona antes de que destroces la vida de los dos!

Muerta de miedo ni se dio cuenta de que lloraba. —¿Y si no lo consigo?


¿Y si nunca consigo su amor?

—Al menos lo habrás intentado, pero tienes que ponerte en acción


cuanto antes porque sus sueños seguro que cambian esta misma noche.

Prepárate para sufrir hermana, porque no va a ser un camino de rosas. Ellos


tienen ventaja porque empezarán a envenenar su mente hoy mismo y tú no

podrás verle hasta que llegue al pueblo.


El miedo atenazó su garganta. —Ya no habrá nada que hacer.

—Mamá decía que el amor puede cambiarlo todo. No te rindas, aún


estás a tiempo.
Capítulo 3

Escucharon como el coche se detenía ante la casa y las hermanas se


miraron. —A ver cómo salimos de esta —dijo Cassady fastidiada.

—¡Hola! —gritó Jessica cerrando la puerta del coche.


Las hermanas salieron al porche sonriendo. —Ya estás aquí —dijo

Bedelia.
—Dios mío, estás guapísima. —Mirándola de arriba abajo se echó a

reír. —Por vosotras no pasan los años. —Subió los escalones y levantó una
bolsa que llevaba en la mano. —He traído vino, a ver si nos pillamos un

pedo hablando de los viejos tiempos.

—Yo no puedo beber —dijo Bedelia a toda prisa—. Estoy con los

finales.
—¿Con los finales de qué?

—Con los exámenes finales —explicó Cassady—. Está en el último

curso de psicología por la universidad a distancia.


—Ah… que estás estudiando. Eso está muy bien. Yo he tenido un hijo,

¿sabes? —dijo como si eso fuera más importante.

—Enhorabuena —dijo Bedelia con una agradable sonrisa en el rostro.

—Y hoy se queda con los abuelos —dijo emocionadísima haciendo que

las hermanas parpadearan—. ¿Qué pasa? Si llevarais sin juerga casi dos
años estaríais como yo. —Entró en la casa sin esperarlas. —Uy, que mono

tenéis esto. Me encantan las casas de una planta, mucho más práctico que

subir y bajar escaleras continuamente.

—¿Cuánto llevamos sin juerga? —susurró Bedelia.

—Tú dos, en aquella fiesta de primavera a la que fuiste con aquel


vaquero y yo…. —Hizo una mueca. —Y yo cinco.

—Así tienes esa cara de amargada.

Jadeó mientras su hermana entraba en la casa tras Jessica. —¡No toques

eso!

Cassady entró a toda prisa para verla con la vasija de su bisabuela en la

mano. —Uy, perdona… —Jessica la posó sobre el aparador. —Es que es

preciosa. —Se agachó para mirarla bien. —¿De qué está hecha? Ese barro
brilla. Parece de oro.

—Es secreto familiar. —Cassady la colocó bien sobre la pulida

superficie.
—Anda si tenéis más. —Parpadeó porque había distintas vasijas en

estanterías en las paredes y cuando Jessica entró en el salón soltó una risita.

—Tenéis un montón. —Se acercó a la que estaba en el centro de la repisa de

la chimenea. —Esta parece superantigua.

—Lo es. Tiene trescientos años.

—Debe ser valiosísima. Nunca había visto algo tan viejo.


—Solo es valiosa para la familia. La artesanía es el negocio familiar, ya

sabes. Cada una de estás la ha hecho un miembro de nuestra familia.

—Guau. Un legado familiar.

Las hermanas sonrieron. —Exacto —dijo Bedelia.

—Nosotros lo más antiguo que tenemos es un broche que está roto y no

vale nada. Era de mi abuela, ¿sabéis? Lo llevó en el día de su boda.

—Qué bonito. ¿Pasamos a cenar? Hay que probar ese vino. —Cassady

le indicó con la mano la cocina.

—Oh, ¿no me vais a enseñar la casa? —preguntó como si estuviera

decepcionada—. Vamos, todo el mundo habla de ella y soy una


privilegiada. Nadie que conozca ha estado aquí y me muero de curiosidad.

—Pero si es una casa muy normal.

—¿Y ese horno que nunca podéis apagar? —preguntó con sus ojos

chispeantes de curiosidad—. ¿Dónde está?

—En el antiguo granero.


Cassady escuchó como Ángel gruñía en el piso de abajo. —Bedelia,

¿por qué no se lo enseñas y lo atizas de paso mientras yo pongo la cena?

Su hermana entendió. —Sí, claro. ¿Vamos?


Cassady cogió la bolsa con el vino y fue rápidamente hacia la cocina. —

¡Y enséñale mi trabajo! ¡Qué elija un jarrón de regalo!

—Oh, que emoción.

Mientras las escuchaba salir bajó a toda prisa las escaleras y se acercó a

la piedra para sisear —Tocarme las narices y no solo soplaré, ya sabéis a lo

que me refiero.

—¿Interrumpimos tu cena? Déjanos salir y unirnos a la fiesta. Ya verás

que divertido.

Puso los ojos en blanco y miró el arpa. La ponía de los nervios, pero iba

a ser la única manera de que pudieran cenar tranquilas. Se acercó a

radiocasete y lo encendió. El sonido del arpa hizo que chillaran al otro lado

corriendo para alejarse. Sonrió irónica. El sonido de los ángeles les retorcía

de dolor. A ellos les retorcía de dolor y a ella la desquiciaba. El perrito

gimió. —Sí cielo, pero es la única opción para los débiles. Vigila por si

viene algún demonio de verdad.

Ángel se tumbó en el suelo mirando la piedra fijamente. Subió las

escaleras a toda prisa y sacó el asado del horno. Hizo una mueca porque la
carne le había costado lo que ella cobraba por un jarrón, pero había que
guardar las apariencias, es lo que diría su madre. Lo estaba poniendo sobre

la mesa cuando escuchó —Pues me imaginaba algo más grande, la verdad.

Que por ese horno tan chiquitito estéis tan atadas a la casa…

—No lo sabes bien. —Bedelia entró en la cocina y sonrió. —Asado.

—Sorpresa.

Jessica sonrió. —No tenías que haberte molestado tanto.

—Bah, tonterías. Sentaos que os sirvo. ¿Has escogido un jarrón?

—Madre mía, son preciosos. Pero me ha encantado uno verde con

forma retorcida. —Gimió porque ese era para un encargo, pero claro su

hermana no lo sabía. —Es precioso.


—Me alegro de que te guste.

—Jessica, ¿puré de patatas?

—¿Qué es eso? —preguntó su invitada.

Cassady frunció el ceño. —¿El qué? ¿Los guisantes?

Jessica negó mirando hacia arriba y ellas miraron hacia el techo antes de

mirar hacia abajo como su invitada. —Esa música.

—Oh… —Bedelia levantó sus cejas negras. —Es que Ángel, nuestro

perrito, se calma cuando la escucha.

—¿Eso es un arpa? —preguntó Jessica encantada de la vida.

—Sí, ¿te gusta?


—Pues sí, mucho. De pequeñita quería aprender, pero mi madre se negó

a comprarme ese armatoste como ella lo llamaba.

Las hermanas se miraron sorprendidas. —¿No me digas? —Cassady le

sirvió la carne. —Pues yo lo pongo por Ángel, a mí me desquicia un poco.

—Es el sonido de los ángeles —dijo empezando a comer con ganas.

—¿Eres religiosa? No lo sabía. —Se sentó ante ella mientras su

hermana abría la botella del vino sin perder detalle de la conversación.

Jessica se encogió de hombros. —Como todos, supongo. Los domingos

tengo que ir a la iglesia porque mis padres me obligan para que me vean los

del pueblo. Es que quieren casarme cuanto antes, ¿sabéis? Dicen que el

niño no puede crecer sin padre.

—Pero crees que hay algo. —Bedelia le sirvió vino.

—Claro que sí hay algo. Alguien tuvo que ponernos aquí y a mí me ha

dado muchas señales para guiar mi camino.

Las hermanas se adelantaron. —¿No me digas? —preguntaron a la vez

—. ¿Cuáles?

Jessica dejó el tenedor sobre el plato. —Pues veréis, cuando tuve al niño

yo era muy feliz. Tenía un marido con un buen trabajo y un niño precioso.
—Ambas asintieron. —Pero un día me llegó una carta.

—¿Del de arriba? —preguntó Bedelia asombrada.


—No, era del banco, pero en el extracto venían los cargos del motel

donde me la pegaba con una compañera del trabajo.

—¿Y dónde está la señal?

—Las cartas siempre las leía mi marido, pero ese día la leí yo. —Abrió

los ojos exageradamente. —Fue su designio que me divorciara y mi madre

dice lo mismo.

—Oh… —Cassady carraspeó. —¿Alguna señal más?

—Bueno, que desapareciera de la noche a la mañana en cuanto


firmamos el divorcio también tiene que indicar algo.

—¿Aparte de que no quiere pasarte la pensión? —preguntó Cassady con


ironía. Cuando sintió la patada de su hermana en el tobillo gimió—. Leche.

—No controlaba su fuerza, la muy puñetera.


—¿Por qué crees que eso es una señal? —preguntó Bedelia muy

interesada.
Cassady puso los ojos en blanco antes de cortar la carne de su plato.

Esta ya pensaba que era un ángel, como si lo viera.


—Pues que me amenazó con quitarme al niño la noche anterior y de

repente desapareció.
Cassady levantó la vista de golpe. —¿Te amenazó?
—Sí. —Frunció el ceño. —Le comenté que iba a mudarme aquí para

estar cerca de mis padres y se puso como loco. Dijo que me quitaría al niño,
que me llevaría a los tribunales. Al día siguiente se esfumó como si se lo
hubiera tragado la tierra. —Bebió un sorbito de su vino. —Me investigó la

policía y todo —dijo con los ojos como platos—. Como si yo le hubiera
hecho algo, ¿os lo podéis creer? —Ambas negaron con la cabeza. —Pues

ellos lo creían. Lo que lloré, ya me veía en la cárcel. Pero no pudieron dar


con él ni vivo ni muerto, así que no podían acusarme de nada. En cuanto

pude vendí la casa y los muebles largándome a toda prisa. Y ahora estoy
aquí.
—Y buscas marido —dijo Cassady.

—¿Yo? Ni loca. Déjame disfrutar un poco de la vida. —Cerró los ojos


sonriendo de oreja a oreja. —Como me gustaría poder tocar así.

—¿Quieres probar? —Bedelia levantó una ceja.


Jessica la miró sorprendida y después chilló de la alegría. —No me

digas que…
—Espera que lo subo.

Cassady la miró espantada. —¿Vas a subir el arpa?


—¡Dios mío, tenéis un arpa! —gritó loca de la ilusión levantándose—.

No hace falta que lo subas, que eso pesa.


—La cena se enfría —dijo Cassady forzando una sonrisa antes de

fulminar a Bedelia con la mirada y esta se sonrojó.


—Mejor lo subimos y lo pruebas en el salón después de la cena.
Cassady se ha esforzado mucho y sería una pena que se estropeara el asado.

—Oh, lo siento Cass —dijo Jessica mirándola arrepentida.


—No pasa nada.

—¿Y lo tenéis en el sótano? ¿No se estropeará con la humedad y eso?


—Esto es Texas y te aseguro que ahí abajo no hay ninguna humedad.

Todo lo contrario, hace un calor insoportable —dijo Cassady preocupada.


—¿De veras? Pues el sótano de mis padres es muy fresquito.

—Seguro que cerca debe pasar un río subterráneo de esos. —Bedelia


forzó una sonrisa.

—Pues ahora que lo dices, una vez que llovió se inundó.


—¿Ves? Los demás son como el nuestro.

—Ah… —Sonrió radiante. —Y contarme, ¿salís con alguien?


Bedelia que estaba bebiendo de su agua se atragantó. —No —contestó

Cassady fulminándola con la mirada.


—Vamos, es imposible. Si sois las más guapas del condado. Seguro que
los tenéis a puñados.

—Estamos muy ocupadas. Entre la casa y los encargos no paro.


—Y yo tengo la uni, así que… —Se encogió de hombros. —Hace dos

años que no tengo una cita, ¿te lo puedes creer?


—¡No! —exclamó espantada como si fuera un delito y de los gordos—.

¿Hace dos años?


—Pues sí. Y Cassady me supera.

Jessica la miró interrogante. —¿Cuánto?


—La supero en unos meses nada más.

—Jo, qué mentira —dijo Bedelia asombrándola—. Desde la fiesta de


fin de curso.
Jessica dejó caer la mandíbula del asombro. —¿Entonces sigues siendo

virgen? Porque tú aquella noche nada de nada, todo el mundo lo sabía.


Se puso como un tomate haciendo reír a su hermana. —¿De qué te ríes

si tú estás igual?
Eso le hizo perder la sonrisa de golpe. —¡Cassady!

—Si cuentas lo mío, cuento lo tuyo —siseó.


—Ya entiendo, esperáis al matrimonio. Pues si no salís con nadie no os

casáis. —Hizo un gesto con la mano sin darle importancia. —Aunque sois
muy jóvenes, hacéis bien.

—¿Te arrepientes de haberte casado?


Jessica sonrió con tristeza. —Cuando me fui del pueblo creí que me iba

a comer el mundo.
—¿Tú no ibas a estudiar algo de peluquería?
—Sí, pero apenas acababa de llegar y en el primer fin de semana conocí

a Jimmy. —Chasqueó la lengua agachando la mirada. —Y me volví loca


por él.

Las hermanas se miraron porque era evidente que ocultaba algo. —Te
encandiló —dijo Bedelia.

Hizo una mueca. —Dos meses después nos casamos por el juzgado. Mi
madre puso el grito en el cielo y ya no le tragó. Yo defendí mi amor y mira

cómo me ha ido.
Cassady alargó la mano cogiendo la suya. —Aquí te va a ir muy bien,

ya verás.
—Sí, con un hijo, sin estudios, sin trabajo y viviendo de mis padres

pinta muy bien. Mi madre ya me está taladrando el oído para que me ligue a
Matthew Bampton porque según ella tiene el futuro más prometedor del

pueblo. Pues hay cola.


—¿Cola? —preguntó Bedelia mientras Cassady se tensaba.
—Oh, sí. Están todas locas por pillarle. Tenías que ver cómo está la

peluquería para la semana que viene, no hay cita. Pregunté si había una
boda y la señora Cadwell me ha dicho que es por él. Es que es una locura,

de verdad. En el ayuntamiento hasta van a hacer una fiesta de bienvenida.


—¿Una fiesta? ¿Has oído, Cassady?

Jessica la miró interrogante. —¿Te gusta?


—Está loca por él desde que era una cría, aunque siempre lo ha
disimulado. Incluso a mí me lo ocultaba, aunque yo lo sabía, claro. La

conozco muy bien. Loquita la tenía.


—Oh, y ha vuelto a casa. —Jessica sonrió. —Es una señal.
—¿Verdad que sí? ¡Ayer mismo por la mañana estábamos hablando de

ello y zas! Le dio el periódico en la cara y en primera página venía…


—Bedelia, ¿tienes que contarlo todo?

—Cass, somos amigas y las amigas se apoyan en estas cosas —dijo su


invitada ilusionada—. Una señal. Ese hombre es tuyo.

—Eso mismo pienso yo.


—¡Si me lleva seis años, ni se acordará de mí!

—Ya empieza. Es muy negativa.


—Era una cría. En eso tiene razón, cuando él se fue ella que tenía,

¿doce años? —Impresionada la miró. —¿Y ya te gustaba entonces?


Se sonrojó porque en realidad le gustaba desde que tenía uso de razón.

—Nunca hubo otro, solo él —dijo su hermana cortándole el aliento—.


Y no me eches la bronca porque entonces lo cuento todo con pelos y

señales. —Bedelia apoyó los codos sobre la mesa. —Cuando él venía de


vacaciones iba a verle a hurtadillas. Esos días tenía una ilusión en sus

ojos…
Se puso como un tomate. —Mierda, Bedelia. —Cogió la copa de vino y
se la bebió de golpe.

—No te avergüences —dijo Jessica—. Es muy bonito, ¿sabes?


Cogió la botella y sirvió su copa casi hasta el borde para beber con

ganas.
—Eh…—la advirtió Bedelia.

—Joder, ni emborracharme puedo.


—Claro que sí, mujer. Cógete un pedete, que no pasa nada —dijo

Jessica—. ¿Y qué vamos a hacer?


—¿Vamos? —Cassady levantó una ceja.

—Voy a ayudarte. —Lo que le faltaba por oír. —Las amigas se ayudan
en casos así. Sé que en el instituto no éramos íntimas, pero eso puede

cambiar, ¿no? —preguntó esperanzada.


¿Y ahora qué le decían?
—Claro que sí —dijo Bedelia encantada de la vida.
¿Pero qué estaba haciendo su hermana? La estaba poniendo en peligro.

Negó con la cabeza casi imperceptiblemente, pero no le hizo ni caso y la


escuchó decir —Así que va a haber mucha competencia.
—Eso si no viene con novia.
—¿Novia?
—¿Un tío así soltero? Debe tenerlas a puñados. Ya las tenía en el
instituto, imagínate ahora que está forrado. —Cassady desmoralizada apoyó

la espalda en el respaldo de la silla. —Tranquila, que casado no está.


—¿Y eso cómo lo sabes?
—Por mi madre. De vez en cuando habla con la suya. Son amigas del
instituto, ¿sabes?
—¿No me digas? Cuenta, cuenta —dijo Bedelia sirviéndole más vino.

—Pues a veces Shirley la llama o mamá la llama a ella. La última vez


ha sido hoy mismo para decirle que llegarán el miércoles, que si podía ir a
abrir la casa unos días antes para ventilarla y eso.
—¿Has oído, Cassady? Son las encargadas de abrir la casa.

—Oh, y mamá tiene que encontrar a alguien para que la limpie antes de
que lleguen. ¿Adivina quién va a ir?
Las dos la miraron a ella. —¿Yo?
—Sabes limpiar, ¿no? Pues eso, a limpiar. —Apoyó los codos sobre la

mesa sonriendo radiante. —Y hay más.


—Me encanta esta mujer —dijo Bedelia exultante.
—Quieren contratar a alguien para que limpie por las mañanas. Él no
quiere que su madre haga nada de nada. La trata como a una princesa. De

momento será por las mañanas porque él dice que esa casa es muy pequeña
y no quiere a nadie interno porque no habría intimidad, pero cuando hagan
la casa nueva tendrán interna. Pero tranquila, que todavía falta comprar los
terrenos y todo lo demás, así que calcula un año.

—Tendrás al menos un año para conquistarle —dijo su hermana


admirada antes de preguntar—. ¿Y si tu madre ya ha encontrado a alguien?
—Claro que la ha encontrado con tantas candidatas, pero tranquila que
rechazaré el honor.

—¿Tú? —Cassady se mordió el labio inferior. —Pero es un trabajo y lo


necesitas.
—No quiero que a mi madre se le llenen la cabeza de pájaros —dijo
divertida—. Tranquila, que no será difícil convencerla diciéndole que el

trabajo me dejaría en desventaja en esa relación. Que él no se liaría con la


de la limpieza. Tú déjame a mí.
—¿Crees que no se liaría con la de la limpieza? —preguntó Bedelia—.
¿Es snob?
—¿Matthew? Digamos que últimamente es un poco… estirado.

Cassady apretó los labios. —Ya lo era en el instituto. —Bedelia la miró


sorprendida. —¿Qué? Puede que me gustara, pero no era ciega.
—Era lógico. Bueno en los deportes, un hacha en los estudios, guapo…
Lo tenía y tiene todo para creerse el rey del mambo.

—A ver si es idiota —dijo Bedelia molesta—. ¿Es idiota?


—Nunca hemos hablado mucho. La última vez que le vi fue en la fiesta

de Navidad que organizó su madre. Solo me saludó. La diferencia de edad


no ayudaba mucho a que me interesara lo que pudiera decirme, pero cuando
se cabrea te mira de una manera que puede congelar los polos.
—¿De veras?
Cassady se levantó cogiendo su plato. —Esto es una tontería. —Dejó el

plato en el fregadero y apoyó las manos en él —Si ni siquiera le he hablado


nunca. Realmente ni sé cómo es.
—Pues así le conocerás —dijo Jessica—. Si no lo intentas no tendrás la
oportunidad de conocerle y saber si lo que sientes es de verdad o no.

Aunque lo de la señal es muy significativo. Esto pinta bien. —Frunció el


ceño. —Se ha acabado la música. Está ladrando el perro.
—Seguro que ahora se calma. Pero dime, en confianza, ¿es idiota o no?
—preguntó Bedelia mosqueada.

Jessica abrió la boca para contestar cuando empezaron a temblar las


copas. —¡Un terremoto!
Cassady salió corriendo hacia el sótano y Bedelia siguiéndola gritó a su
invitada —¡Corre, es la caldera! ¡Va a explotar!

Jessica chilló como una loca saliendo espantada de la casa. Cassady


sabiendo que no llegaría a tiempo se tiró desde las escaleras. Bedelia desde
la puerta separó los labios de la impresión porque de un salto llegó hasta la
piedra impactando a la vez que el demonio. El golpe provocó una onda

expansiva que la lanzó al suelo de la cocina dejándola sin aliento mientras


los platos se estrellaban contra la pared y el asado salía por la ventana.
Confusa se sentó sobre el suelo de linóleo y cuando se dio cuenta de lo que
había pasado se levantó sintiendo que el pánico la recorría. —¡Cassady! —

Corrió hacia las escaleras y suspiró del alivio al ver a su hermana con la
espalda apoyada en la piedra mirando a su alrededor. La habitación estaba
hecha un desastre. —¿Qué ha pasado?
—Ni idea, pero ahora no es momento de hablarlo. Sal, corre… Y haz

que se vaya.
—Sí, claro.
—Ay…
Bedelia volvió la cabeza con los ojos como platos. —Mierda. —Salió
corriendo y al abrir la puerta vio a su invitada tirada en el jardín con la

mejilla sobre las rosas de su hermana. —Ay, madre…—Bajó las escaleras a


toda prisa. —¡Ay, madre! ¿Estás bien?
Jessica levantó la cara mostrando los rasguños y sonrió. —Sí, claro. ¿Ha
explotado la casa?

—No, hemos llegado a tiempo.


—Que buena noticia… —Sonrió más ampliamente. —¿Y sabes qué?
Hay otra buena noticia.
—¿Si? —Se agachó a su lado. —¿Cuál?

—Ya no necesito excusa para no ir a trabajar a casa de Matt, porque


creo que me he roto una pierna —dijo antes de poner los ojos en blanco y
desmayarse.
—Mierda. —Se levantó cogiéndola en brazos sin esfuerzo y gritó —

¡Cassady, me la llevo al hospital!


—¿Qué? —preguntó abriendo la ventanita del sótano que tenía el cristal
roto y asomó la cabeza para verla en sus brazos—. No fastidies. —Hizo una
mueca por su pierna. —Vaya.

—Esta no vuelve a cenar aquí.


—La llevaré yo. Tú tienes que estudiar.
—¿Estás segura?
—Sí, date prisa.

Bedelia asintió y la metió en la camioneta. Al entrar en la casa y ver el


desastre en la cocina hizo una mueca. Entonces recordó a Ángel. Chilló
corriendo hacia las escaleras y suspiró del alivio al ver que estaba tras su
hermana moviendo su rabito de un lado a otro. —¿Estás bien, cariño?

—Mira si será listo que se ha escondido en el momento oportuno —dijo


su hermana levantando la mesa donde su hermana estudiaba.
—Deja eso, ya lo hago yo. —Puso las manos en jarras mirándola
impresionada. —Has pegado un salto increíble.
—¿De veras? —preguntó distraída cogiendo sus libros del suelo.
—Jamás había visto algo igual. A ver si tenemos más dones que la
fuerza y no lo sabemos. —Al ver que su hermana no le hacía caso frunció el
ceño. —¿Qué ocurre?

—¿Aparte de que cuando en el pueblo se enteren de que Jessica se ha


roto una pierna aquí, seremos unas apestadas con todas las letras?
—Sí, aparte de eso.
—La semana que viene tienes exámenes y tienes que ir a Austin.

Su hermana juró por lo bajo y se pasó la mano por la nuca. —No me


acordaba.
—Todo esto no es buena idea.
—Bueno, ya pensaremos en ello. De momento lleva a Jessica al hospital
y déjala en casa.

—¿No avisamos a sus padres?


—¿Estás loca? ¿Y que te monten el pollo en urgencias? Además, si
queremos que trabajes para Matt, tiene que ser ella la que convenza a su
madre.

—Después de lo de la pierna creo que no me darán el trabajo. —De


repente sonrió. —Mira, podrás hacer los exámenes tranquila.
—¡No te des por vencida! ¡Vamos a solucionarlo! —Dio un paso hacia
ella. —Además, me parece que Jessica tiene algo…
—No es un ángel —dijo cortándola. El perrito ladró y sonrió divertida.
—No hablo contigo, cielo.
—Eso no lo sabes.
—Por Dios, ya ves cosas donde no las hay. Porque le guste la música de

arpa no es un ángel. Entonces todos los que tocan el arpa serían ángeles y lo
dudo mucho —dijo yendo hacia la escalera.
—Tiene algo…
—Un hijo, eso es lo que tiene.

—¿Crees que para ser ángel tiene que ser virgen?


—Está viva, cielo.
—¿Crees que tiene que estar muerta para ser ángel?
Se volvió y señaló la piedra. —Demonios, muertos. —Señaló hacia

arriba. —Ángeles, muertos. Tienen que demostrar cómo son en vida para
terminar en un lado u otro. —Se volvió saliendo del sótano. —¡Me largo!
Bedelia hizo una mueca y se volvió para mirar la piedra encontrándose
a Ángel tras ella mirando la piedra con el rabo tieso. Suspiró levantando la

vista hacia la puerta del infierno. —Va a ser una noche larga.
Capítulo 4

De camino al hospital preocupada miró de reojo a Jessica. No se


despertaba. A ver si tenía algo más grave… —¿Jessica?

Con la cabeza apoyada en la ventanilla murmuró.


—¿Qué?

—Sí, cui… —farfulló.


Cassady detuvo la camioneta en la cuneta. —¿Estás bien? —Le dio una

palmadita en la mejilla. —¡Jessica!


—Que sí, que cuidaré de ellas…

A Cassady se le cortó el aliento y más cuando sonrió. —Me gustan.

Cass me caía muy bien en el instituto, ¿sabes? —De repente Jessica frunció

el ceño. —Sí, mi Dios. Las protegeré. —De la impresión se alejó de repente


golpeándose la espalda contra la puerta del conductor. —No saldrá. No

saldrá si depende de mí, mi señor.

—La leche. —Salió de la camioneta llevándose las manos a la cabeza.

—¿No habías pedido ayuda? Pues ahí la tienes. No sé por qué te sorprende
tanto. —Entonces le dio un vuelco en el estómago pensando en el periódico

que le dio en toda la cara y separó los labios de la impresión. —¡Es una

señal! ¡Es una señal!

—¿Cass? Sí, es una señal de que quedan cinco millas para el hospital.

¿Le ocurre algo a esta tartana que nos hemos parado?


Asombrada miró hacia la camioneta y por las luces de los faros vio que

estaba despierta. —Me duele mucho, ¿pasa algo?

—No, no. —Se subió a toda prisa al vehículo y aceleró entrando en la

carretera. —Enseguida llegamos.

—Genial —murmuró agarrándose la pierna.


—¿Te duele algo más? Llevas tiempo inconsciente.

—No, solo la pierna.

—¿Recuerdas algo?

—Claro, estábamos cenando…

—¡De lo que soñabas!

Jessica frunció el ceño. —¿Me has gritado?

—Perdona, pero es que estoy muy nerviosa.


—Tranquila, me pondré bien —dijo con una dulce sonrisa en los labios.

Abrió los ojos como platos volviendo la vista hacia la carretera. —Sí

que es un ángel —dijo por lo bajo.

—¿Qué?
—Es que murmurabas como si estuvieras soñando.

—¿De veras?

—Sí. —Giró la cabeza hacia ella. —Hablabas con Dios.

—Oh, lo hago mucho —dijo como si nada.

—¿De veras?

—Para que me indique qué hacer y me ayude a tomar decisiones.


—¿Y te responde?

Jessica se echó a reír. —¿Cómo va a responderme? ¿Tú te has dado un

golpe?

Gruñó porque era evidente que no sabía nada y entonces se dio cuenta

de que le influía en sus sueños para guiar sus pasos. Como lo de volver a

casa. Seguro que había sido cosa suya para que las ayudara. Leche, ¿y ahora

cómo se lo decía? Se mordió el labio inferior y la miró de reojo. Jessica se

agarraba la pierna como si le doliera mucho. Bueno, mejor lo dejaba para

después de que la escayolaran.

Apenas acababa de amanecer cuando llegó a casa agotada. Le costó un

poco abrir la puerta con todo lo que llevaba encima, pero al fin lo consiguió

y la cerró lentamente con el pie. Escuchó un bostezo en la cocina y suspiró

dirigiéndose hacia allí. Su hermana se volvió con la jarra del café en la


mano para verla con el bebé en brazos y Jessica totalmente grogui colgada

del hombro. —¿Pero qué?

—Su madre tiene muchas obligaciones con la iglesia y la próxima


llegada de la madre de Matt —dijo como si eso lo explicara todo.

—¿Y te los ha encasquetado a ti? —preguntó pasmada mirando la

pierna escayolada casi hasta la ingle de Jessica.

—Pues sí. Y cómo habla, la mujer. Me ha sido imposible decirle que no.

Antes de darme cuenta tenía al niño en brazos mientras Jessica la dormía en

la camioneta sin enterarse de nada. —Bajó la voz. —Tenías que haberla

visto. Para ella es un engorro total, se le ve en la cara que los considera una

carga.

Se llevó la mano al pecho de la impresión. —No.

Cassady asintió furiosa porque su propia madre tratara así a Jessica. —

Así que cogí al bebé y su bolsa porque la otra opción es que me pusiera a

decirle lo que pensaba y eso acabaría muy mal.

—Pobrecita. —Dejó la jarra a toda prisa y se acercó para cogerle al

bebé que dormía tranquilito. —Es precioso.

Cassady sonrió. —¿Verdad que sí? Es un angelito.

—¿Y lo de Matt? Si no ha podido hablar con su madre...

—Tranquila, después de encasquetármelos se debió dar cuenta de que


su hija ya no limpiaría la casa, así que se puso como una loca diciendo que
ahora qué iba a hacer. Que nunca podía contar con ella y mil cosas más,

porque la mujer se despachó a gusto. Que era un desastre ahora que lo tenía

todo organizado y que como siempre la iba a dejar muy mal ante todos. Así

que me ofrecí. Me miró altiva y farfulló que puede que no fuera mala idea

después de todo. A continuación me soltó de malas maneras que era lo

menos que podía hacer ya que todo era culpa mía. Y eso que solo le había

dicho que su hija había tenido un accidente en mi casa y que se había roto la

pierna, pero ella me miró como si fuera la responsable de todos sus males.

Considera que como ha sido culpa mía yo tengo que pagar las

consecuencias. Así que el puesto es mío.


—Menuda bruja —susurró su hermana—. Y yo que pensaba que era

muy agradable.

—Pues para que veas cómo es la gente realmente. —Se volvió con

cuidado de no despertar a Jessica y atravesó el hall para entrar en el pasillo

de las habitaciones. Tenían bastantes para elegir porque había dieciséis y

catorce estaban vacías. Entró en la primera vacía que era la que había sido

de sus abuelos y se acercó a la cama para tumbarla sin esfuerzo. Jessica

sonrió girándose de costado y abrazando la almohada. —Parece feliz —dijo

Bedelia divertida.

—Es que se ha tomado pastillas de más —contestó exasperada.

—¿Qué?
—Shusss. —Le hizo un gesto para que salieran de la habitación.

—¿Por qué has dejado que se las tomara?

—¿Crees que he podido evitarlo? Después de salir del hospital paré en

la farmacia para comprar la medicación que le habían recetado y como le

dolía le dije que se tomara una. Se tomó tres la muy burra y así se ha

quedado.

Su hermana dejó caer la mandíbula del asombro y Cassady se encogió

de hombros antes de volverse. —Necesito un café.

—¿Y ahora qué hacemos? Estamos peor que antes —dijo siguiéndola

—. Uy, hermana que esto se te está yendo de las manos.

—¿A mí? —Se giró para mirarla asombrada. —¿A mí se me está yendo

de las manos?

—Tú eres la mayor. Eres quien toma las decisiones. —La miró como si

quisiera estrangularla y Bedelia forzó una sonrisa. —Sí, tómate un café.

Gimió cogiendo una taza del soporte y la jarra del café. —Menudo lío

que tenemos ahora.

—Bueno, no puede bajar las escaleras y este pequeñajo tampoco.

—¿Crees que no oirá nada?


—Le diremos que es la caldera que hace ruidos de vez en cuando.

Bebió un sorbo y pensó en ello. —Es un ángel.

Bedelia separó los labios de la impresión. —Lo sabía. Lo sentí.


—Habla con el jefe en sueños.

—¿Como hacen ellos para influir negativamente en las personas?

—Sí.

—Claro —dijo su hermana impresionada—. Sabía que lo del arpa era

raro.

Cassady puso los ojos en blanco antes de beber de nuevo. —No sé

cómo decírselo. La han enviado para protegernos.

—¿Para protegernos de qué?


—Decía algo de que no saldría.

—¿Un demonio?
—Puede, no lo sé.

—A ver si va a ser una casualidad.


Frunció el ceño y negó con la cabeza. —Tiene algo…

—Tú dijiste que no.


—Ya, pero desde que la escuché murmurar en sueños me fijé más en su

comportamiento. Tenías que haberla visto en el hospital. Era todos sonrisas


y amabilidad. Como no había mucha gente me dejaron pasar con ella y a

pesar de que le estaban haciendo daño no tuvo un mal gesto o una mala
palabra con nadie. Daba las gracias a todo el mundo por ayudarla.
—Igual es así.

—Tiene nuestra marca.


Su hermana dejó caer la mandíbula del asombro. —¿Dónde?
—En la pierna rota. A la altura de la nalga. De hecho no creo que se la

haya visto nunca.


—¿Cómo es posible?

—No lo sé, Bedelia. ¿Crees que sé algo de lo que está pasando?


—Solo los de nuestra familia nacen con la marca. Y a los que se van les

desaparece. Eso dijo el tío Harry.


—Pues ella la tiene. Tiene el círculo con la cruz en medio igual que la
piedra. Y no la vi yo sola, la enfermera que le quitó el vestido también la

vio y dijo que era una marca muy curiosa. Como si fuera un tatuaje sin
tinta.

—Es una vigilante. —Su hermana no se lo podía creer.


—Ahora tengo claro que la han enviado, aunque no sé la razón.

—¿Ayudarnos? Lo hemos rogado durante generaciones. ¿Por qué


ahora?

—¿Igual porque nosotras no seremos capaces de hacerlo?


Las hermanas se miraron a los ojos. —Esto no me gusta.

—Creía que te alegrarías.


—¿Es época de cambios precisamente ahora?

No queriendo asustarla porque ella ya lo estaba bastante por las dos dijo
—Tú lo dijiste. Somos pocos para vigilar la puerta.
—Sí, pero…
—Dime lo que piensas, Bedelia. No te calles ahora.

—Creía que casándonos el tema se solucionaría como se ha hecho


siempre. Pero que haya venido…

—Está claro que el de arriba quiere que esté aquí y no pienso volverme
loca con las razones. Ahora tenemos muchos problemas que solucionar

como decirle la verdad. Puede que sea una enviada de Dios, pero ella no
tiene ni idea conscientemente. Si se lo toma mal y se lo dice a alguien…

—Estamos perdidas. Todos estaremos perdidos.


—Exacto. ¿Alguna sugerencia? Porque a mí solo se me ocurre decírselo

a bocajarro y si se lo toma a mal encerrarla en el sótano para que vea la


realidad.

—Hala, serás burra.


Sonrió maliciosa. —¿Quieres intentarlo tú primero?

Levantó la barbilla. —Soy la que tiene tacto en esta familia. Yo se lo


diré.
—Perfecto. Esperemos que se despierte y le daremos la noticia. Las

noticias porque no sé cómo se tomará lo de sus padres.


—¿Qué dijo su padre cuando esa bruja te dio el niño?

—Ni pío.
—Madre mía, qué familia.
—Está totalmente dominado por ella.

Bedelia miró al niño. —Casi mejor que te críes aquí, hermoso.


Cassady apretó los labios porque hacía mucho tiempo que no había

niños en la casa y lo sintió por él porque aquella no era una vida fácil. Pero
era lo que había. Cuando vio que su hermana lo ponía con cuidado sobre la

mesa y empezaba a desvestirlo se acercó. —¿Se ha hecho caca?


—Voy a ver si tiene la marca.
Se le cortó el aliento esperando impaciente. Cuando le quitó el body y el

pañal ambas acercaron la cabeza para mirar su rechonchita barriguita


bajando la vista por sus piernecitas. —Aquí no hay nada. —Bedelia le dio

la vuelta lentamente para ver en la base de su espalda la marca. Las


hermanas se miraron sorprendidas. —La tiene.

—Dios mío. —Se volvió dejando la taza sobre la encimera y apoyó las
manos teniendo un mal presentimiento. ¿Y si había llegado el momento de

que su familia dejara la puerta? Y si Jessica era la vigilante que se


encargaría a partir de ahora, ¿qué sería de ellas?

Su hermana se acercó a su espalda y apretó su hombro. —Como has


dicho no sabemos lo que va a ocurrir. Tú eres la vigilante y debemos

esperar acontecimientos.
Asintió volviéndose. —¿Están tranquilos?
—Al contrario de lo que pensaba no me han dado mucha guerra esta

noche. Ángel está abajo.


Sonrió porque era una ayuda enorme. —Voy a ducharme. ¿Puedes

encargarte de ellos mientras tanto? Después tengo que volver al pueblo para
recoger sus cosas, solo me han dado la bolsa del niño.

—Claro, tranquila.
—Tus estudios…

Bedelia sonrió. —Tranquila, lo tengo dominado.


Asintió y fue hasta el pasillo mientras su hermana la observaba. Si antes

tenía una carga ahora tenía el doble porque tenía que encargarse del bebé y
de Jessica que era un misterio por qué estaba allí. Ahora su hermana sí que

no pegaría ojo preocupada por su futuro. Miró al bebé dormidito sobre la


mesa. Había que ser franca, hasta que aquello no se aclarara ella tampoco

dormiría mucho porque tenía la sensación de que todo lo que estaba


sucediendo cambiaría sus vidas y puede que no para bien.

Estaba montando la cuna y juró por lo bajo porque el tornillo no

entraba. —Mierda —siseó mirando por el otro lado del listón por qué no
entraba el tornillo y era porque allí no había agujero. Su hermana se echó a

reír con el niño en brazos—. Eso se te da fatal.


—A mí todo lo que tenga que ver con trabajos manuales se me da
genial, guapa.

—Eso le va a encantar a Matt.


Se puso como un tomate mientras su hermana se reía. —Serás burra.
—¡Hola! —Ambas miraron hacia el pasillo. —¿Hay alguien ahí? Leche,

¿dónde estoy?
—¡Estamos aquí! —gritó Bedelia yendo tras Cassady que se acercaba.

Entraron en la habitación y Jessica sentada en la cama las miró con los


ojos como platos. —¿Qué hago aquí? ¿Me habéis secuestrado? —Cassady

dejó pasar a su hermana con el niño en brazos. —¡Y a mi niño!


—Oye guapa, que encima que te estamos cuidando —dijo Bedelia.

Asombrada miró a Cassady. —¿Qué ha pasado?


—Tu madre está muy ocupada como para encargarse de ti. Y nos ha

encasquetado al niño también.


—¿Qué? —gritó alucinada.

—Tenías que haber sido más suave —susurró Bedelia.


—Es que no hay manera suave de decirlo.

—Que poco tacto tienes.


Jessica aún con los ojos que se le salían de las órbitas pensaba en sus

cosas y cuando poco a poco se le fueron llenando de lágrimas, Cassady


suspiró sentándose a su lado y su nueva compañera de casa se tapó la cara
con las manos mientras se rompía y sollozaba. —Tranquila.

—Sabía que se avergonzaba de que hubiera vuelto a casa.


Le acarició la espalda. —No es para tanto.

—¿No? ¿Sin trabajo, sin dinero con un hijo y siendo una carga para una
antigua compañera de instituto?

—Las amigas se ayudan en casos así, ¿no?


Se le cortó el aliento levantando la vista hacia ella. —¿Somos amigas?

Cassady sonrió y Jessica chilló como si le hubiera dado la alegría de su


vida abrazándola con fuerza. —No te defraudaré, te lo juro. Soy la mejor

amiga del mundo.


—De eso estoy segura. ¿Quieres ir al baño?

—Sí, pero puedo yo.


—No creo. No debes apoyar la pierna, ¿recuerdas que te lo dijo el
médico antes de que te empastillaras?
Se sonrojó. —Tres fueron muchas, ¿no?

—Te quedaste grogui.


—Pues me han sentado de miedo —dijo haciéndolas reír—. Puedo ir al
baño a la pata coja.
Sorprendiéndola la cogió en brazos como si no pesara nada y Jessica la

miró asombrada mientras su hermana gemía por lo bajo. —Vaya fuerza


tienes.
—La alfarería desarrolla los brazos y tú no pesas mucho.

—Ni mi marido me cogía así. Se deslomaba, eso decía.


—Era un blando.
—Medía casi dos metros y tenía brazos como troncos.
—¿Se hormonaba?
Hizo una mueca y susurró —Yo creo que sí. Y pasaba de eso…

Trapicheaba, ya me entiendes.
—Sí, entiendo que era un sinvergüenza.
—Sí, un poquito.
Si ella decía un poquito, debía ser un elemento de cuidado porque ya la

iba conociendo. Llegaron al baño. —Vaya, que grande. Es casi como una
habitación.
—Pues de estos tenemos dos —dijo Bedelia tras ellas.
—No me había dado cuenta ayer de que la casa era tan grande.

La dejó ante el wáter y con cuidado la ayudó a levantarse el vestido para


que se sentara. Miró a su alrededor. —Muy bonito. Me encanta el blanco.
—Mi abuelo hizo los azulejos así cuando éramos pequeñas. —Cassady
se pasó la mano por la nuca. —¿Haces algo?

—Es que estáis mirando.


Mira, un ángel vergonzoso. Se volvieron y Jessica hizo pis. —¿Habéis
puesto la música otra vez?

—Para que Ángel no te despertara. Está algo inquieto hasta que le


conozcas. No está acostumbrado a los desconocidos.
—Oh, claro. Ya está.
Cassady se volvió y la levantó sacándola del baño. —Jessica de la que

pasaba acarició la mejilla de su niño. —¿Ha comido?


Bedelia asintió. —Como un campeón. Es muy bueno.
—Sí, solo duerme y come.
—Y caga —dijo Cassady haciéndola reír—. Y cómo caga. Nunca había

visto algo igual. Y eso que soy de campo.


Sin dejar de reír dijo —Serás exagerada.
La sentó en una silla de la cocina y Jessica vio en el hall la cuna de su
niño. —Ese listón está al revés.
Gruñó poniendo la sartén en la cocina. —Ya me había dado cuenta.

Bedelia se sentó a su lado. —No le gusta que destaquen sus defectos.


—Oh, lo tendré en cuenta.
—Y por las mañanas no le hables mucho hasta que no se tome un café.
—Vale.

Cassady sonrió rompiendo los huevos. —Tienes que tomarte las


pastillas. —Se volvió para mirarla sobre su hombro para ver que tenía a su
niño en brazos. —Las que te indicaron, no las que te dé la gana.

—Sí, Cass… —respondió distraída.


Miró a su hermana y le hizo un gesto con la cabeza para que se lo dijera,
pero esta negó como si no fuera el momento oportuno. Volvió a insistir con
vehemencia y Bedelia suspiró antes de mirar a su nueva amiga y sonreír. —
Antes, cuando le pegué un bañito vi que tiene una marca en la espalda.

—Oh, sí. Mi Jimmy decía que era un antojo porque una vez pedí donuts
y no me lo trajo.
—Un antojo, ¿eh? Pues entonces las cuatro tenemos el mismo. —Se
volvió con los huevos en el plato y se lo puso delante. —Come que ahora te

pongo un zumo.
Jessica soltó una risita. —Es algo mandona, ¿no?
—No lo sabes bien.
Asombrada vio que no decía nada por lo de la marca. —¿Me has oído?

Nosotras también tenemos esa marca.


—Cassady déjame a mí.
—Es normal tener antojos. Yo también tengo uno.
Y lo veía tan normal. —¿Y el tuyo es así? —Se levantó la vieja

camiseta para mostrarle el círculo que tenía sobre el pecho derecho.


Jessica perdió la sonrisa poco a poco antes de separar los labios de la
impresión. —Es igual que…
—Que el de tu hijo. Que el de Bedelia y que el tuyo que me parece que

no te lo has visto bien.


Miró a su hermana. —¿Tú también tienes?
Se levantó y elevó la camiseta para mostrarlo en su cintura. —Es una
lata tenerlo ahí, no puedo ponerme camisetas sexis.

Jessica alargó la mano y pasó el dedo por el círculo. —Qué raro, ¿no?
—Abrió los ojos como platos. —Esto tiene una pinta de señal que no puede
con ella.
—¿No me digas? —Soltó irónica ganándose una mirada de reproche de

Bedelia. —¿Qué? No tengo paciencia, ya lo sabes.


—Igual somos de un grupo destinado para algo —dijo Jessica
emocionada—. Igual tenemos una misión en la vida.
Sí, cuando se enterara de la misión iba a flipar. Le sirvió el zumo. —¿Te
gustaría? —Se sentó a su lado.

—Claro. Somos especiales. —Entrecerró los ojos. —Tenemos un


vínculo. Ahora tenemos que averiguar qué es. —Se puso a desayunar los
huevos tan contenta. —Que emoción —dijo con la boca llena.
Bedelia carraspeó al ver que Cassady abría la boca y la miró como

diciendo que la dejara a ella. —Nosotras ya sabemos de qué se trata, amiga.


Dejó caer el tenedor de la impresión. —¿Sí?
Su hermana forzó una sonrisa. —Somos vigilantes.
—Vigilantes… ¿Como los vigilantes de los centros comerciales?

—Vigilamos la puerta.
—Una puerta… —Miró a Cassady intrigada. —¿Una puerta de una caja
fuerte o algo así?
Cassady hizo una mueca. —Algo así. Les custodiamos para que no se

escapen.
Abrió los ojos como platos. —¡Cómo a los presos!
—¡Exacto! —Miró a su hermana. —Pues no era tan difícil.
—Espera que esto no ha acabado.

—Custodiamos a presos. Que trabajo más peligroso. —Entonces


frunció el ceño. —¿Pero cómo vais a custodiar a presos si nunca salís de
aquí?
—No salimos porque la puerta está aquí —dijo Bedelia asombrándola

—. En el sótano.
Jessica frunció el ceño antes de echarse a reír. —Cómo me tomáis el
pelo. Como si tuvierais una cárcel ahí abajo. Dejar de reíros de mí.
Siguió desayunando como si tal cosa y cuando su hermana la miró

impotente supo que no había otra manera. —Tómate las pastillas que las
vas a necesitar.
—Oh, sí. —Las cogió de delante de su plato y las tomó sin rechistar.
—Tú sigues al mando —dijo Bedelia por lo rápido que había acatado su
orden.
—Sí, eso parece.
—¿De qué habláis?

—¿Has terminado? —Levantó una ceja pelirroja mientras se bebía su


zumo a toda prisa.
—Lista.
—Pues ahora quiero enseñarte algo.

—¿Vas a enseñarme la casa? —preguntó ilusionada.


—Claro que sí y empezaremos por el sótano. Bedelia coge al niño.
Su hermana lo hizo en el acto y Jessica encantada de la vida se dejó
llevar. —Me muero por ver el arpa.
—Pues lo vas a ver mucho. —Empezó a bajar las escaleras y Ángel se

volvió. Cuando movió el rabito al verlas supo que estaba haciendo lo


correcto porque Jessica era de las suyas. A su Ángel no le gustaban los
desconocidos.
Jessica impresionada miró a su alrededor. —Si tenéis de todo. Hasta una

cama.
—Es que dormimos muchas noches aquí. La que vigila se puede
acostar.
Soltó una risita, pero la perdió poco a poco cuando sus ojos fueron a
parar a la enorme piedra de cuatro metros de alto que llena de símbolos
labrados no enmascaraban el grabado central de la cruz rodeada por un
círculo.

—Esa es la puerta —dijo Cassady atenta a su reacción.


—Pero…
Se acercó a ella y notó como se tensaba en sus brazos. —No tengas
miedo, no pueden hacerte daño.

—No pueden salir —añadió Bedelia—. Nosotras no les dejamos.


—¿Qué son esos grabados? —preguntó sin dejar de mirarla.
—Aztecas o mayas. Debieron encontrarla en el pasado, se debieron dar
cuenta de lo que era y la sepultaron después de hacerlos como signo de

protección. Por eso representan armas. —Se acercó y señaló un hacha


curvada que se repetía cuatro veces alrededor de la cruz como muchas otras
armas. —También está el signo del sol y la luna. O eso decía mi padre que
los estudió durante años.

—¿Por qué no la habéis sepultado vosotras?


—Buena pregunta —dijo Bedelia—. Porque el antepasado de nuestra
familia que la encontró al hacer esta casa, la dañó sin querer —dijo pasando
la mano por una fisura que tenía la piedra en un lateral—. Fue en ese
momento cuando se empezaron a escuchar las voces al otro lado y por
mucho que lo intentó ya no quedó sellada de la misma manera. Las voces
nunca se han dejado de oír en tres siglos y nuestra familia ha estado
impidiendo que salieran en todo este tiempo.

—Ahora no escucho nada.


Cassady miró a Ángel que movía el rabito. —Ahora no están.
Seguramente saben que estás aquí y quieren dejarnos mal.
Asustada miró a una y luego a la otra que estaban esperando la
pregunta. —Dijisteis que eran presos. ¿Quiénes son esos presos? —

Palideció. —¿Qué son?


—Lo que te imaginas. Esa puerta lleva a donde te imaginas —respondió
Cassady.
—¿Es la puerta del infierno?

—Y nuestra sangre la lleva custodiando tres siglos. Y ahora tú formas


parte de la familia. Esa marca lo confirma. Eres una vigilante.
Jessica sin aliento miró la puerta de nuevo y Bedelia dio un paso hacia
ella. —Tócala. Es mágica. Nos ha protegido de ellos durante siglos. Solo la

ayudamos a cumplir con su tarea de separar el mal de la vida que todos


llevan.
—El mal —susurró mientras sus ojos se llenaron de lágrimas—. Esto no
puede estar pasando.
—Entiendo que puede ser muy duro para ti, pero necesitamos ayuda. Te
necesitamos y él te ha enviado para que nos eches una mano —dijo
Cassady.

—¿Él?
—Bueno, decías que hablabas con Dios.
—¡Es una manera de hablar! —le gritó a la cara—. ¡Mucha gente habla
con Dios y no tienen que vigilar el infierno!

—Tranquila hermana, que lo está digiriendo.


—¿Cómo se puede digerir esto? —gritó casi histérica—. Yo me largo.
Déjame en el suelo que me arrastro…
Una risa al otro lado le cortó el aliento. —Vaya, vaya.

Las hermanas se tensaron porque por su tono de voz ya sabían que era
un demonio con fuerza.
—Mira quien está aquí…
Jessica palideció aferrándose al cuello de Cassady.

—Gatita, cómo me alegro de escucharte.


Los labios de Jessica temblaron, estaba totalmente aterrorizada. —
¿Jimmy?
—¡Hija de puta! ¡Me mataste! ¡Me mataste y mira donde he acabado!
Asombradas miraron a Jessica que temblaba como una hoja. —¿Le

mataste tú? —preguntó Cassady. Sin ser capaz de hablar se puso a temblar
con fuerza y como no reaccionaba la llevó a toda prisa hacia las escaleras.
—No pasa nada. —Al ver que no dejaba de temblar gritó —¡Jessica

mírame! —Asustadísima la miró a los ojos. —No pasa nada, ¿me oyes? ¡Él
está ahí y tú aquí! ¡No puede atravesar la puerta y no puede hacerte daño!
—A toda prisa la llevó hasta la habitación y la sentó en la cama. No dejaba
de temblar y asustada se sentó a su lado y cogió sus manos. —Mírame. —
Jessica levantó la vista hasta sus ojos. —Nunca dejaré que te haga daño de

nuevo.
Se echó a llorar demostrando que sus suposiciones eran ciertas. —¿Lo
juras?
—Te lo juro por mi vida. Jamás volverá a hacerte daño. Además, el de

arriba no le dejaría, tienes una misión que debes cumplir.


Se le cortó el aliento. —¿Tú crees?
Hizo una mueca porque no sabía si decírselo, pero las tiritas mejor
quitarlas de golpe, así que se lo iba a soltar todo para que no se llevara otro

disgusto después. —Creo que eres un ángel.


—¿Qué? —chilló de los nervios.
—Hablas con Dios, Jessica. Lo haces en sueños y eso es algo que
nosotras no hacemos. Además, te gusta el sonido del arpa y a nosotras nos

pone de los nervios. ¡Puede que seas un ángel y estás aquí por una razón!
Igual te ha enviado a ti por lo de la puerta, no lo sé, pero te escuché hablar
en sueños y dijiste algo de protegernos. —Abrió los ojos exageradamente.
—Además dijiste que no le dejarías salir. —Sonrió de oreja a oreja. —Igual

hablabais de tu marido…
—¿Me estás diciendo que el de ahí arriba habla conmigo en sueños y
que soy una elegida o algo así?
—¡Sí!

—¡Quién me mandaría a mí invitarme a cenar con lo tranquila que vivía


con los pesados de mis padres!
Cassady se echó a reír asombrándola. Se echó a reír aún más fuerte por
su cara de pasmo y cuando consiguió tranquilizarse apretó sus manos. —

¿No te das cuenta de que algo te ha traído de nuevo al pueblo? Algo te ha


llevado hasta mí en el supermercado. Esa marca… No sé seguro si eres un
ángel o no, pero lo que sí sé es que eres una vigilante. Igual eres una
vigilante especial porque no eres de la familia, no lo sé. Pero lo que sí sé es

que tu destino al menos de momento es vigilar esa puerta para que


demonios como tu exmarido no destrocen nuestra vida y la vida de todos.
¿Te imaginas lo que sería si reinaran en la tierra?
—Dios mío —dijo angustiada.
—Exacto. Tu misión fue enviarle ahí y ahora es impedir que salga. Y

algo en mi interior me dice que lo vas a hacer estupendamente. —Intentó


animarla. —Tranquila, en el momento que toques la piedra tu fuerza se

multiplicará por mil, ese hueso se curará y…


—¿No moriré? —preguntó en un susurro.
Apretó los labios. —Sí, en algún momento morirás. La piedra solo nos
ayuda cuando estamos heridos para que sigamos nuestra función. Pero no
puede ser algo de gravedad. Mi madre murió de cáncer cuando el de arriba

quiso que se reuniera con los suyos.


La miró de reojo. —Tu abuelo…
Agachó la mirada a sus manos unidas. —Muchos no lo soportan. Él no
fue el único. En cada generación se quitan la vida uno o dos.

—Dios mío, mi niño.


—Él tiene un corazón puro, no pueden influir en él y más viviendo en
esta casa. Ya ha tocado la piedra y está a salvo. Además, no sabemos cuánto
tiempo os quedaréis. Los que se van de esta casa pierden la marca a los

pocos días, así como la fuerza, lo que indica que dejan de ser vigilantes.
—Pero yo la he tenido incluso lejos del pueblo.
—Por eso te digo que tú eres especial, Jessica. Y debemos averiguar
qué te ha traído aquí y durante cuánto tiempo. Tenemos que enfrentarnos a

esto, esconderse no sirve de nada.


Jessica asintió. —No sé cómo encararme con él. —Soltó una mano y se
la pasó por la frente. —Ya me entiendes. Escuchar su voz me ha traído
tantos recuerdos… Creí que me había librado de él.

—Ven que te demuestre cómo se trata en esta casa a esos indeseables.


Capítulo 5

Se bajó de la camioneta muerta de miedo. Ni enfrentarse a diez


demonios a la vez la pondría tan nerviosa. Tenía unas ganas de vomitar

increíbles. Y era increíble porque ya había vomitado dos veces esa mañana
dejando pasmadas a su hermana y a su amiga porque creían que ella podía

con todo. Dijo que algo no debía haberle sentado bien, pero Bedelia no se
creyó una palabra y cuando se subió a la camioneta le gritó que lo tenía

chupado. ¿Chupado? Si no tenía ni idea de qué hacer.


Abrió la puertecita de madera blanca sintiendo las piernas como

gelatina y caminó por el sendero empedrado hasta las escaleras del porche.

La puerta se abrió sobresaltándola y allí estaba la madre de Jessica. Y no

parecía nada contenta. —Llegas tarde —siseó con evidentes ganas de


pegarle cuatro gritos.

—Lo siento, no me encontraba muy bien.

La miró de arriba abajo. Igual no debería haber ido con vaqueros cortos,

pero hacía tanto calor que de otra manera se asaría. La señora Martin
chasqueó la lengua. —Venga, tenemos mil cosas que hacer. La casa tiene

que estar perfecta.

—Sí, claro.

La mujer entró en la casa dejándola pasmada. ¿No preguntaba por su

hija? Entró tras ella y cerró la puerta. —Jessica está mucho mejor, ¿sabe?
—Saca las alfombras y sacúdelas. No puede haber nada de polvo.

Además, hay que encerar el suelo después de limpiarlo. Y todo eso tiene

que estar hoy mismo, ¿me oyes?

—Sí, por supuesto. —Al ver una foto de Matt en el aparador de la

entrada se le cortó el aliento porque debía tener unos diez años y vio en su
mente la primera vez que recordó verle a pesar de que era una niña de

cuatro años. Él bajaba de un coche rojo y su padre le cogió por el hombro

pegándole a él mientras reían. Ella de la mano de su madre comía un helado

y él cruzó la calle para entrar en la heladería. Sus ojos grises coincidieron

con los suyos y se miraron durante los segundos que pasó ante ella hasta

desaparecer dentro del local. En ese momento su corazón sintió anhelo por

él y su mundo cambió para siempre sin saber la razón. Recordó cómo su


madre la detuvo cuando quiso seguirle y se agachó para susurrarle —Algún

día, cielo. Algún día.

En aquel momento no entendía lo que le ocurría, pero a medida que fue

haciéndose mayor esa sensación cada vez que le miraba fue haciéndose más
fuerte en su pecho, hasta llegar a un punto en que su corazón se

sobresaltaba cuando tenía la suerte de encontrarle. Sintiendo un nudo en la

garganta recordó el día en que se fue a la universidad. Ese día no dejó de

llorar porque creía que no le vería más. Su madre la abrazó mientras

sollozaba. Tenía doce años y jamás miró igual a otros hombres. Y ahora

estaba allí.
—¿A qué esperas? —preguntó Mary Lou asombrada—. ¿Vas a trabajar

o no?

Ese tonito empezaba a fastidiarla, pero no tenía más remedio que tragar.

—Claro que sí.

—Pues haz lo que te he dicho. Shirley es una maniática de la limpieza y

quiero que todo esté perfecto en su regreso. Oh… —Miró su reloj. —Tengo

que ir a encargar los canapés para la fiesta del ayuntamiento y las flores

para mañana. Venga, date prisa que no tenemos mucho tiempo —dijo

ansiosa antes de coger su bolso y largarse de la casa—. ¡Vuelvo enseguida!

Se volvió y pasó la mano por el aparador. Estaba impoluto. Esa se había


pasado todo el fin de semana limpiando. Pero qué estupidez, si levantaba

las alfombras iba a levantar polvo de nuevo. Además, habría que mover los

muebles. Era evidente que eso se lo había dejado a ella porque era la parte

más pesada del trabajo. Sonrió. Iba a llevarse una sorpresa.


Cuando Mary Lou regresó se quedó con la boca abierta porque había

movido todos los muebles con sumo cuidado de no rayar el suelo y ya había

sacudido las alfombras. La cantidad de mierda que habían salido de ellas


todavía estaba en el patio trasero. No lo había barrido porque suponía que

no se creería que las había sacudido, así que dejó allí las pruebas.

—Buen trabajo —dijo simplemente—. Mientras empiezo a encerar

quita las alfombras de arriba.

—Como diga, señora Martin.

—Vamos, deprisa.

Madre mía, esa mujer era insoportable. La trataba como a una criada.

Subiendo las escaleras hizo una mueca. En realidad es lo que era, una

criada. Al abrir la primera puerta lo sintió. Era su olor. Cerró los ojos

recordándolo perfectamente y respiró hondo. Una vez en la cola del cine se

había acercado lo suficiente como para que ese aroma llegara a ella y nunca

lo había olvidado. Dio un paso dentro de la habitación y abrió los ojos.

Había trofeos de beisbol y menciones del instituto por sus buenas notas. Se

acercó a la pared donde tenía colgado el reconocimiento al mejor

experimento de ciencias del año. Sonrió al recordar el cohete que había

hecho. Recordó cómo entre la gente vio como lo encendía a control remoto

haciendo que todos aplaudieran. Se sintió tan orgullosa aplaudiendo como


los demás.... En el pueblo no se habló de otra cosa en semanas. Bajó la vista
hasta el tocador y las fotos que había sobre él. Había muchas con sus

amigos en partidos, pero al ver una separó los labios de la impresión.

Recordaba esa foto el día de su graduación. Su madre se la estaba haciendo

y ella pasó por detrás de Shirley en ese momento. Matt la miró y su madre

sacó la foto en ese instante así que no miraba la cámara la miraba a ella.

Recordó cómo se sonrojó y salió corriendo. Era increíble que hubiera

escogido esa foto para ponerla precisamente allí. Sintiendo que la inundaba

una inmensa alegría se volvió y al ver que la puerta del armario estaba

abierta casi chilla al ver su cazadora del instituto. Muchos jugadores se las

dejaban a sus novias y siempre quiso ponérsela. Bueno, en aquella época le


hubiera quedado enorme, pero se moría por probársela. Se acercó a ella y la

acarició.

—¿Estás quitando las alfombras?

Se sobresaltó volviéndose y cerró la puerta del armario. —Es que la iba

a cerrar para que la ropa no se llenara de polvo.

Mirándola con sus ojos azules entrecerrados dijo —Date prisa o no nos

dará tiempo a todo.

—Sí, por supuesto. —Se agachó para coger la alfombra que estaba al

lado de la cama y enrollarla mientras ella no le quitaba ojo.

—Y ni se te ocurra cotillear, ¿me has entendido? Le he dicho a Shirley

que ya tengo una persona para que limpie su casa, pero si veo algo raro te
sustituyo antes de que te des cuenta y no me cortaré nada en decirle a la

gente cómo eres, porque yo no pienso quedar mal por esto.

Se sonrojó con fuerza porque ahora que la iba conociendo supo que no

tendría escrúpulos en dejarla mal ante todos. —Sí, señora Martin.

—Tú a hacer lo que te ordenen y no me des más problemas.

Se levantó con la alfombra en la mano. —¿Más?

Dio un paso hacia ella. —Es muy sospechoso que mi hija se haya roto la

pierna en este momento, ¿no crees? Y ahora te pillo cotilleando en el

armario de Matthew. Sí, muy sospechoso. Igual debería llamar al sheriff.

Se le cortó el aliento. —Yo no he hecho nada. Y si estoy aquí es para

hacer el trabajo ya que Jessica no podía.

—¡Pues eso! ¡Tú a hacer tu trabajo!

Eso sí que no. A ella nadie le hablaba así. Dejó caer la alfombra a sus

pies. —¡No sé por qué se pone así cuando su hija está tan ricamente

viviendo en mi casa y ni siquiera se ha molestado en llamarla por teléfono

para saber su estado! Igual debería ser yo la que le dijera a la gente como ha

abandonado a su hija con prácticamente unas desconocidas porque usted

tenía muchas cosas que hacer, como por ejemplo hacerle la pelota a su
amiguísima mientras su nieto tiene que ser cuidado por nosotras. —Dio un

paso hacia ella amenazante. —Igual debería ser yo la que dijera como los

despachó rápidamente de su casa en cuanto se dio cuenta de que tendría que


cuidar de una inválida y de su bebé. Eso por no contar como supo durante

años el infierno que su hija pasaba con su marido y usted no hizo nada.

Como su marido la obligó a tener un hijo y cuando la llamó para pedirle

consejo usted la presionó dándole la razón a ese cerdo.

La miró con odio. —¿Cómo sabes eso? ¿Te lo ha dicho Jessica? Miente.

—Y una mierda, Jessica no es de las que mienten. Y que su marido

haya desaparecido, eso sin mencionar que está viviendo con nosotras le

dará credibilidad a mi versión. ¿Quieres retarme, Mary Lou? —preguntó


tuteándola con burla.

La madre de su amiga enderezó la espalda y Cassady sonrió. —Veo que


nos entendemos. Yo haré mi trabajo y tú dejarás de mirarme como una bruja

estirada, ¿de acuerdo? Seamos amigas, al fin y al cabo tenemos algo en


común que es muy importante para las dos.

—Sí, por supuesto… Jessica es muy importante para mí —dijo


avergonzada.

—No hablo de ella. Hablo de quedar bien con los dueños de esta casa.
Mary Lou entrecerró los ojos. —Sabía que estabas cotilleando. Tú

vienes por él. Pues te vas a llevar una sorpresa.


Levantó sus cejas pelirrojas. —¿Sorpresa?
Sonrió maliciosa. —No eres su tipo. Eres una artista sin estudios que no

sabe dónde caerse muerta.


Se tensó entrecerrando los ojos y la muy bruja sonrió aún más. —¿Ha
dolido? Es la realidad. Él es un hombre que lo tiene todo y tú no le llegas ni

a la suela de los zapatos. Te vas a dejar las uñas limpiando y no se fijará en


ti. Ni en un millón de años. Ahora recoge las puñeteras alfombras ya que

quieres quedar tan bien con ellos, guapa.


Se largó dejándola con la palabra en la boca y una rabia la recorrió

haciendo que apretara los puños de la impotencia. Aunque no sabía por qué
se ponía así cuando ella misma había pensado lo que esa bruja le había
echado en cara. Al volverse vio la foto de Matt y se le cortó el aliento

mirando esos ojos como aquel día. Esa bruja no tenía razón porque él ya se
había fijado en ella.

Entró en la cocina desesperada por comer algo. No había probado


bocado en todo el día. A oscuras fue hasta la nevera y la abrió. La luz le

mostró a Jessica que estaba sentada a la mesa y se sobresaltó. —¿Qué haces


ahí a estas horas?

—Pensaba.
Sin dejar de mirarla cogió el plato que le habían dejado y lo llevó hasta

el microondas.
—Llegas muy tarde.
—Tu madre es una sargento de primera. No me traga y ha intentado
deslomarme a ver si así mañana no aparezco. —Cuando lo puso a calentar

se volvió y se cruzó de brazos. —Bien, ¿qué pasa?


Miró el vaso de leche que tenía entre sus manos y apretó los labios. —

Ha pasado.
—¿El qué ha pasado?

—He empujado. Sola. Bedelia estaba duchándose en ese momento.


Dio un paso hacia ella. —¿Estás bien?

Levantó la vista hasta sus ojos. —No sé cómo sentirme.


Se sentó ante ella y se quitó las botas. —Te han hablado, ¿verdad? Te

han contado algo que te ha conmovido. No les creas, no te creas ni un


carajo. Esos capullos son muy listos. —Tiró la bota a un lado y apoyó los

codos sobre la mesa. —Una vez una abuelita de lo más dulce me dijo que
era mi abuela y que estaba allí por equivocación. La creí, vaya si la creí. Yo

era una cría, mi abuela acababa de morir y me moría por escucharla. Pues
no era mi abuela, guapa. En cuanto bajó mi padre le gritó que me dejara.
Entonces ese cerdo mostró su verdadero carácter. Lloré toda la noche como

si la hubiera perdido de nuevo. No les creas, te lo digo por tu bien.


—Me han dicho que mi hijo será como ellos, que no podré evitarlo —

dijo asustada mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.


—Tu hijo no será como ellos. Tiene la marca, es de los nuestros. —

Suspiró pasándose la mano por la nuca. —No llores, por favor. Perdona,
pero estoy agotada.

Jessica se limpió las lágrimas. —Lo siento.


—No tienes que sentirlo. Hemos pasado por eso y te comprendemos

perfectamente. Si necesitas hablar de ello hazlo, no te lo dejes dentro


porque eso es peor. —El sonido del microondas las sobresaltó y ambas
sonrieron.

—¿Estáis de fiesta? —preguntó su hermana desde abajo.


Divertida se levantó para coger su cena. Su hermana llegó del sótano y

preguntó —¿Qué hacéis a oscuras?


—Charlar.

Bedelia encendió la luz y silbó al ver sus caras. —¿Problemas?


—Yo ya los he solucionado —dijo Jessica antes de hacer una mueca—.

O casi.
—Y yo lo soluciono con unas horas de sueño. ¿Cómo ha ido el día? —

dijo sentándose.
Las dos vieron como empezaba a comer hambrienta. —Bien —contestó

su hermana yendo hacia la nevera para servirle agua—. Como siempre.


—Eso es bueno. —Se metió de nuevo el tenedor en la boca mientras

ambas se la quedaban mirando. —¿Qué?


—¿Y a ti?

—Su madre me odia. Con todas sus fuerzas. Dudo que les hable bien de
mí. Y eso que he intentado ser agradable, no lo entiendo. Me ha hecho

encerar el suelo de toda la casa, limpiar las alfombras y después el polvo. Y


como no se fiaba de que supiera cocinar me ha hecho hacerle la cena a ella

y a su marido para luego limpiar la cocina de arriba abajo. Es una obsesa de


la limpieza.

—No lo sabes bien —dijo Jessica —. ¿Te preguntó por mí? ¿Por
nosotros? —Sin saber que contestar agachó la mirada. —Entiendo. Está

claro que estar impedida para ligarme a Matt ha sido la gota que ha
rebosado el vaso para nuestra relación —dijo irónica, aunque todas sabían

que le dolía.
—Está loca por quedar bien con Shirley —dijo alucinada—. Es como si

fuera la mejor amiga del mundo mundial y por nada quiere quedar mal con
ella.
—Ha sido así desde siempre. Iban juntas al instituto y eran inseparables.

Mamá lo pasó mal cuando Shirley se fue del pueblo y está muy contenta de
que vuelva.

—¿Contenta? Hasta está organizando la fiesta en el ayuntamiento y por


cierto a mí no me ha invitado.
—Mierda —dijo Bedelia—. Y yo que quería que te viera bonita y que
bailara contigo.

—¿Bonita?
—Arreglada. Siempre vas hecha una pena y ahora que vas a limpiar…
Eso no tiene mucho glamour.

Jessica sonrió porque era evidente que le daba igual. Cassady era así y
si Matt se enamoraba de ella tenía que amarla como era. —¿Estás nerviosa?

Le verás mañana.
Avergonzada se metió el tenedor en la boca y dijo mientras masticaba

—No, claro que no.


—Estás cagada —dijo su hermana ganándose una mirada de rencor—.

¿Qué? No tienes que ir de dura por la vida. Háblanos, estamos aquí para
ayudarte.

—Bedelia…
—Es que como hace tanto que no liga, teme hacerlo mal —le explicó a

Jessica que soltó una risita.


—Muy graciosas.

—Es el amor de su vida, es normal que esté de los nervios —contestó


Jessica.

—No estoy de los nervios —siseó, pero ellas no le hicieron ni caso.


—Sé tú misma y ya verás como cae rendido a tus pies —dijo su amiga
—. Sinceridad ante todo. Que vea tu verdadera personalidad.

Bedelia la miró con horror. —Ni hablar, tienes que ser todo sonrisas y
halagos, a los tíos les encanta. Y déjale hablar de sí mismo. —Ambas la

miraron. —¿Qué? Yo me los ligaba así en el instituto.


—Así te ha ido —dijo Jessica haciéndola jadear.

Cassady reprimió una sonrisa mientras su amiga decía —Tienes que


mostrarte como eres para que luego no se lleve sorpresas. Si se enamora de

ti… —La señaló con ambas manos. —Si le gustas así, es que es tu hombre.
—Vaya, gracias.

—Hablo en serio. Con todo lo que tienes detrás no estará abierto a


muchas más sorpresas.

Perdió la sonrisa poco a poco y asintió. —Voy a acostarme, estoy


agotada.
—Sí, que tienes que estar bella para mañana.
Ambas vieron cómo iba hacia el hall y desaparecía en el pasillo. Jessica

gimió. —Le va a costar lo suyo enamorarle.


—¿Eso crees? —preguntó su hermana preocupada.
Jessica la miró a los ojos. —Me preguntaste el otro día si era idiota. De
idiota no tiene un pelo, pero es un prepotente de cuidado.

—No fastidies.
—Su última novia era directora general de la empresa en donde
trabajaba, no te digo más —dijo recogiendo su plato.

—No te calles ahora.


—Era un decir, chica. —Dejó el plato en la pila y se volvió. —Siempre
ha salido con mujeres que destacan, ya sea por su profesión o su belleza.
Siempre que Shirley le dice a mi madre que sale con alguien es de ese
estilo. Te aseguro que nunca ha salido con la limpiadora.

—Pero tú estabas de acuerdo.


—Leche, porque es la única manera de que se acerquen. ¿Cómo van a
llegar a conocerse sino?
Bedelia se mordió el labio inferior. —Así que no es un buen hombre.

—Yo no he dicho eso. Es… —Se cruzó de brazos. —Es especial,


siempre lo ha sido.
—Mi hermana también es especial. —Jessica levantó una ceja. —Pero
no en el buen sentido, ¿no?

—¿Vigilante de la puerta del infierno atada a esta casa de por vida? Él


ha vivido mundo. Ha visitado no sé cuántos países. Es rico, guapo y…
—Y vuelve a casa. Tiene que ser por algo.
Ambas se miraron a los ojos. —El de arriba le ha enviado aquí por algo,

pero no sabemos si es por Cass. Esperemos que todo vaya bien porque si no
tu hermana lo va a pasar muy mal.
Dio un paso hacia ella. —Lo has visto en sus ojos, ¿verdad?
—¿El anhelo? No puede disimularlo. Y espero que eso sea lo que a él le

conmueva.
Capítulo 6

Llevaba desde las siete de la mañana limpiando la casa para que todo
estuviera en perfecto estado. Colocó de nuevo las flores que Mary Lou

había llevado, dejándolas ante la mesa del hall para que las vieran en cuanto
entraran.

—No tardarán en llegar —dijo Mary Lou tan nerviosa como si estuviera
a punto de entrar el presidente de los Estados Unidos. Al ver las flores

asintió—. ¿Has cambiado las sábanas?


—Sí, Mary Lou.

—¿Y la nevera está en orden?

—Con todo lo de la lista.

—Bien. Has hecho un buen trabajo.


La miró sorprendida. —Gracias.

La mujer se acercó a la ventana apartando la cortina y cuando no vio a

nadie se enderezó pasándose las manos por su vestido verde. Era evidente

que quería tener buen aspecto. Ella se miró. Para no ir en sus vaqueros de
siempre se había puesto un vestido de flores de tirantes y unas manoletinas

beige que casi nunca usaba. Estaba cómoda, fresca y a la vez algo

arreglada. Disimuladamente se miró en el espejo del hall y se pasó la mano

por sus rizos pelirrojos para apartarlos de la cara. No se había maquillado

porque nunca lo hacía y había decidido seguir el consejo de Jessica sobre


ser ella misma.

—¡Ya están aquí! ¡Ya están aquí!

Mary Lou abrió la puerta mientras a ella se le cortaba el aliento. Como a

cámara lenta se acercó a la entrada para ver un mercedes plateado que

parecía muy nuevo deteniéndose ante la puertecilla blanca. Al ver que la


mujer que estaba en el asiento del copiloto sonreía a Mary Lou, separó los

labios. La señora Bampton abrió la puerta tan elegante como la última vez

que la había visto. Su cabello negro estaba impecablemente peinado a la

altura de los hombros y se había maquillado ligeramente. —¿Cómo estás?

—preguntó Shirley cerrando la puerta.

Cassady no escuchó la respuesta de su amiga porque vio que se abría la

puerta del conductor y que una cabeza morena salía del coche. Aún estaba
de espaldas, pero su corazón se aceleró al ver la camisa blanca que llevaba

y como su perfil miró hacia atrás haciendo un gesto al camión que venía

detrás para que aparcaran. Se volvió hacia ella y cuando sus ojos se
encontraron su latido se detuvo. Matt entrecerró los ojos antes de cerrar la

puerta del coche.

—Matt cielo, ven a saludar a Mary Lou.

Este rodeó el coche por delante y ella pudo ver que llevaba unos

pantalones vaqueros desgastados que le quedaban para morirse. Sin poder

evitarlo se lo comió con los ojos cuando sonrió a la amiga de su madre. —


Me alegro de verte —dijo con una voz más grave de lo que recordaba.

—Y yo a ti —dijo abrazándole.

Que suerte tenían algunas.

—¿Qué tal el viaje?

—Oh, agotador. Pero odio el avión, ya lo sabes —dijo Shirley mirando

a Cassady que se sonrojó por el escrutinio—. Vaya, vaya… ¿A quién

tenemos aquí?

—¿Conoces a Cassady Perkins? Es amiga de mi hija. Jessica se ha roto

una pierna, la pobrecita, y Cassady me ha ayudado con la casa.

—Sí que la conozco. O la conocí cuando era una niña. —Shirley dio un
paso entre ellos acercándose. —Tú eres la hija de Laurin Perkins, ¿no?

—Sí, señora —respondió mirando esos ojos grises tan parecidos a los

de su hijo.

—Conocí mucho a tu madre cuando era soltera. Después casi

desapareció del pueblo. ¿Cómo está?


—Murió, señora.

—Oh, lo siento muchísimo. No somos nadie. —Se volvió para mirar a

su hijo. —¿La conoces, cielo?


—De vista, mamá. De verla por el pueblo. —Sus ojos fueron a parar a

los suyos. —Con ese pelo rojo es difícil pasar desapercibida.

Cassady se puso como un tomate.

—No sabía que era tan amiga de tu hija, Mary Lou.

—Desde que mi niña volvió al pueblo han estrechado lazos. Tanto que

ahora hasta viven en su casa. Ya conoces a los hijos, quieren independencia.

Tendría cara, la tía. No pudo disimular su cara de asombro y Matt

entrecerró los ojos.

—Tenéis que estar agotados. ¿Queréis una limonada? —preguntó Mary

Lou de repente muy nerviosa.

—Yo prefiero una cerveza —dijo sin dejar de mirarla acelerando aún

más su corazón.

—Hay de todo. Cassady prepáralo en el salón.

—Sí, señora.

Mary Lou sonrió satisfecha viéndola desaparecer dentro de la casa. —

Es muy trabajadora. Estaréis muy bien atendidos.

—Eso no lo dudo —dijo él alterándole el corazón.


Fue a toda prisa hasta la cocina y preparó una bandeja con todo lo que

pudieran querer. Hasta puso unos aperitivos que ella había preparado. Al

coger la bandeja hizo que los vasos tintinearan y se sobresaltó. Tranquila.

Respiró hondo. —Vamos Cass, tú puedes.

Fue hasta el salón donde les escuchaba hablar y cuando iba a pasar ante

la puerta principal casi se choca con el de la mudanza que metía una caja.

—¿Esto a dónde va?

—Oh, pues…

Matt apareció en la puerta del salón. —Arriba. Las que ponen M en la

habitación ante la escalera. Las otras en la habitación del fondo a la


derecha.

El tipo empezó a subir las escaleras y Matt preguntó —¿Necesitas

ayuda con eso? Parece que pesa.

—No, gracias —dijo sonrojándose hasta la raíz del pelo. Pasó a su lado

y al llegar hasta ella su colonia casi se muere del gusto. Seguía usando la

misma.

Las mujeres no dejaban de hablar y Mary Lou dijo —Deja eso aquí y

sube a empezar a colocar sus cosas.

—La casa está impecable, Cass. Tu madre te llamaba Cass, ¿no es

cierto?

—Sí, señora. Pero solo lo hacía ella y ahora Jessica.


Mary Lou sonrió. —Esta hija mía…

—¿Entonces cómo debemos llamarte?

La voz grave de Matt tras ella la sobresaltó y se volvió levantando la

vista hasta sus ojos. —Me da igual. —Sin poder evitarlo sus ojos bajaron

hasta sus labios y al darse cuenta de lo que estaba haciendo agachó la

mirada de golpe rodeándole. —Voy a empezar a desempacar.

Sintió su mirada en su espalda y fue a toda prisa a las escaleras para

empezar a subir. Estaba a la mitad cuando miró hacia él y sus ojos se

encontraron. Se detuvo en seco sintiendo que su corazón se detenía.

—Señorita, ¿me permite?

Miró hacia arriba para ver a uno de la mudanza que bajaba. —Oh, sí. Lo

siento. —Se apartó y al mirar hacia abajo él ya no estaba. Tenía que dejar

de mirarle como si fuera idiota o pensaría que estaba realmente

desesperada. Gimió entrando en su habitación. Su corazón iba a pasar una

dura prueba en esa casa.

La cantidad de ropa que tenía ese hombre era impresionante. ¿Dónde


iba a meter todo aquello? Porque en su armarito de su infancia no, eso

estaba claro. Los percheros portátiles de los de la mudanza ocupaban gran

parte del pasillo a las habitaciones y se mordió el labio inferior cuando el


jefe de mudanzas dijo que los percheros tenían que llevárselos. —Espere un

momento, voy a preguntar dónde ponemos esa ropa.

El hombre se rascó la cabeza mirando a su alrededor. —Es que su casa

de Nueva York era el doble de grande y todavía faltan algunos muebles.

—¿Muebles? —preguntó pasmada.

—Oh, sí… Y son antigüedades, así que a ver dónde los ponemos.

—Sí, ya va siendo hora de que muevan el culo. —Se volvió y se puso

como un tomate al ver a Matt tras ella. —No saben dónde poner las cosas.
—¿No me digas? —Parecía divertido lo que fue un alivio, la verdad.

Miró al tipo y ordenó —Dejen todos los muebles envueltos en el garaje. Y


las cajas que ponen oficina y libros también.

—Sí, señor Bampton.


Cuando el hombre pasó entre ellos a duras penas, Cassady forzó una

sonrisa. —¿Y toda esta ropa?


—Que la dejen dentro de mi habitación. Yo ocuparé aquella —dijo

señalando la del final del otro pasillo lo más lejos posible de su madre.
Mierda, ahí no había cambiado las sábanas.

—En tu habitación no hay espacio para colgar las cosas.


—Que dejen los percheros y que me los carguen en cuenta. ¿Algo más?
—¿Qué quieres para comer?
Esa pregunta pareció divertirle. —Déjame pensar… ¿Qué tal una
brandada de bacalao con trufa?

Leche, ¿qué era aquello? Parpadeó y dijo —¿Qué tal un chili que me
sale para chuparte los dedos?

Él rio por lo bajo. —Estoy deseando probarlo.


Se sonrojó de gusto y pasó a su lado intentando no rozarle, pero él

alargó el brazo agarrando un perchero y se detuvo observándole con la


respiración agitada. —¿Ocurre algo, Cass?
Escuchar su nombre de sus labios la hizo temblar de arriba abajo y

sintiendo que casi ni tenía aire susurró —No, ¿qué puede pasar?
Él se acercó peligrosamente. —Es que parece que temes que me

acerque.
Uy, madre mía, que se iba a desmayar allí mismo de la impresión. ¿Qué

le decía? Sé valiente Cassady y dile que te toque todo lo que quiera. No


seas descarada, ¿cómo vas a decirle eso? Él levantó una ceja derritiéndola

de gusto y separó los labios lo que hizo que Matt los mirara. Él sonrió. —
Entiendo.

—¿Si? —susurró—. ¿Seguro que lo entiendes?


Levantó la vista hasta sus ojos. —Sí, nena. Lo entiendo muy bien. —

Con la mano libre la cogió por la cintura y la pegó a él. Sentir la dureza de
su cuerpo, la dureza de su sexo fue como si la traspasara un rayo y ni pudo
reaccionar cerrando los ojos para disfrutar de él. Esa mano bajó hasta su
trasero y la acarició mientras él susurraba a su oído —Te mueres porque te

folle. —Besó el lóbulo de su oreja estremeciéndola. —Y lo haré.


De repente se apartó alejándose hacia la habitación de su madre. —No,

esas cajas déjenlas en la habitación de al lado. —Abrió la puerta a toda


prisa. —Aquí. Y sus percheros también.

—Sí, señor.
Cuando se volvió ella aún seguía allí con los ojos como platos. —¿No

ibas a hacer chili?


—¿Chili? —preguntó entre incrédula y decepcionada. Él se cruzó de

brazos—. Oh, el chili. Claro, el chili. —Fue hasta las escaleras sintiendo
que no las sostenían las piernas. —Lo otro…

—Cuando yo quiera.
Se sonrojó. —Oh, oh… Claro. Ahora el chili.

—Sí, tengo hambre.


Madre mía, por como la miraba parecía que quería comérsela a ella.
Loca de contenta bajó las escaleras. Así que sería difícil, ¿eh? Si estaba

chupado. O ese hombre era muy fácil o la fácil era ella, pero aquello iba
pero que muy bien. Contenta entró en la cocina deteniéndose en seco

porque allí también había cajas. ¿Pero cuántas cosas tenían? Decidió
centrarse en que tenía hambre y se puso manos a la obra.
Preparó un chili de primera algo picante para darles la bienvenida con

una comida de reyes. Cuando se sentaron a la mesa Mary Lou lo hizo con
ellos, lo que indicaba que era como de la familia.

—Sí amiga, pero afortunadamente ya estáis aquí —dijo tan contenta—.


¿Qué has preparado, Cassady?
—Chili. —Se acercó con la fuente y la puso sobre la mesa. La madre de

Matt no puso muy buena cara al ver lo que se iba a comer. —Bienvenidos a
Texas.

Matt reprimió una sonrisa. —Gracias Cass.


—De nada. —Cogió el plato de Matt estirándose y sirvió una buena

cantidad. —Que aproveche.


—Tendré que caminar mañana diez kilómetros para eliminar tantas

calorías y colesterol de mis arterias —dijo la mujer mientras colocaba el


plato ante ella.

—Mujer, si está estupenda. Hala, a comer que se enfría y ya no es lo


mismo —dijo cogiendo el plato de Mary Lou que iba a decir algo, pero le

sirvió una buena cantidad como a los demás.


—De ahora en adelante procura hacernos comidas más sanas, Cassady

—dijo su nueva jefa—. Es a lo que estamos acostumbrados.


Miró a una y luego al otro. En sus ojos vio que se lo estaba pasando en

grande. Le había dejado hacer chili, aunque sabía que su madre no lo


aprobaría. Sería capullo. —Es lo que pidió el señorito.

Asombrada miró a su hijo. —¿Has pedido esto?


—Como ha dicho Cass, bienvenida a Texas, madre.

Esta gruñó cogiendo la cuchara y Cassady separó los labios mientras su


chico se metía la suya en la boca. Matt masticó mientras ellas gemían

cogiendo el vaso de agua para beber a toda prisa. —¿Muy picante?


Matt tragó mirándola a los ojos. —Perfecto.

Sonrió de gusto y se volvió. Recogiendo la cocina les echaba un ojo de


cuando en cuando y se derritió de felicidad cuando él se lo comió todo.

—Madre mía, me arde la lengua —dijo la madre de Matt a punto de


reírse—. Pero estaba delicioso. Cassady, es el mejor chili que he probado

nunca.
Que maja. —Gracias, señora. ¿Quieren algo de postre? No he hecho
tarta, pero hay pastelillos de la confitería que ha traído la señora Martin.

Matt se limpió los labios con la servilleta y negó con la cabeza


levantándose. —Yo no quiero nada. Mary Lou, si me disculpas tengo que

hacer unas llamadas.


—Sí, por supuesto.
—En cuanto recojas puedes irte —dijo Shirley—. Vuelve mañana a las
ocho.

¿Irse?, se preguntó viendo como él sacaba el móvil del bolsillo de su


pantalón y salía de la cocina.
Alguien carraspeó y al ver que Mary Lou la advertía con la mirada se

acercó a toda prisa a recoger los platos. —¿No quiere que me quede para
ayudarla a colocar sus cosas?

—Que amable. —Shirley levantó la vista hasta ella. —¿No te importa?


—No, claro que no.

Sonrió encantada. —Perfecto. En cuanto termines, puedes subir a mi


habitación para ayudarme.

—Muy bien.
Las mujeres se levantaron de la mesa. —Así que tenemos otro médico.

¿Y cómo es?
—Oh, pues no sabría decirte. No se relaciona mucho con los de aquí. Y

cuando vas a la consulta habla muy poco.


—Será tímido.

—Eso mismo pensé yo.


Era evidente que si Shirley decía que la luna era morada, ella pensaría

lo mismo. Qué adoración le tenía a esa mujer.


Después de limpiar en un tiempo récord para ver donde estaba fue hasta
las escaleras y le escuchó hablar en el despacho que había al lado del salón.

Vaya, debía ser importante porque su voz indicaba que lo era. Cuando llegó
a la habitación de la dueña de la casa la vio con un montón de ropa interior

en la mano. —Cassady, ¿puedes sacar todo lo que hay en el armario?


Mucho lo voy a donar porque esa ropa no me la pongo desde hace años.

—Sí, por supuesto.


Mientras ellas colocaban lo del aparador ella sacó la ropa de sus perchas

en el armario y la dejó doblada a un lado. Ya casi había terminado cuando la


madre de Matt se acercó e hizo una mueca. —Lo he usado treinta años y no

lo recordaba tan pequeño.


—Es que ahora estás acostumbrada a otra cosa.

Shirley sonrió a su amiga, pero al ver una bata morada la cogió. —Esto
no. Lo conservaré. Fue el último regalo de mi marido.
—¿Se la cuelgo otra vez?
—No, déjalo. Empecemos a guardar los vestidos que me pongo a diario,

creo que será lo más práctico. Lo demás lo dejaremos en los percheros.


Se pasó trabajando toda la tarde colocando esto y lo otro. Estaba
bajando unas cajas al garaje cuando le vio salir del despacho. Se sonrojó
metiéndose en la cocina para ir hacia la puerta del garaje. Dejó la caja en su
sitio cuando le sintió tras ella. Nerviosa se volvió para mirarle a los ojos. —
Levántate la falda.

Separó los labios de la impresión, pero aun así lo hizo lentamente


sintiendo que la excitación recorría su vientre. Él bajó la vista hasta sus
piernas y alargó la mano para rozar con el dorso de sus dedos su suave piel
hasta llegar a su ingle. Sintió que le faltaba el aire y más aún cuando cogió
la goma de sus braguitas y tiró de ellas pasando el dedo por debajo de la

tela. Tiró más y al sentir la presión sobre su clítoris gimió cerrando los ojos.
—Te noto ansiosa, nena. —Dio un paso hacia ella y tiró más de la tela
metiéndola entre sus pliegues y Cassady casi se puso de puntillas
sujetándose en sus hombros sin darse cuenta. —¿Lo estás? —Metió la

mano bajo la tela y acarició su sexo casi haciéndola gritar de placer. —Ya
veo. Pero lo que yo busco es especial. ¿Eres especial, preciosa?
Metió un dedo en su interior y Cassady abrió los ojos de la sorpresa. Él
la cogió por la nuca atrayéndola. —¿Me has esperado? ¿Tanto me deseas?

—Sí —respondió sin poder evitarlo.


Los ojos de grises de Matt brillaron y atrapó su boca entrando en ella de
un modo que pensó que se moriría por el placer que la recorrió. Fue tan
intenso y la saboreó de tal manera que supo que jamás habría otro hombre

para ella que él. Cuando su dedo acarició el botón de su placer gritó en su
boca estremeciéndose entre sus brazos mientras todo estallaba a su
alrededor y realmente creyó conocer el paraíso. Él separó sus labios y la
abrazó mientras aún se sentía en el cielo. Mareada por lo que estaba

sintiendo acarició su nuca.


—Cassady, ¿todo bien? ¿Dónde estás?
—¡Ahora va, madre! ¡Estamos cambiando unas cajas de sitio!
—Oh, bien. No hay prisa.

Volviendo a la realidad levantó la vista hacia él y se miraron a los ojos.


Él acarició su sien antes de darle un suave beso en los labios. —Reponte o
se darán cuenta —susurró antes de sonreír.
—¿Y tú? —preguntó avergonzada.

—He disfrutado sintiéndote. —La besó de nuevo y ella quiso


responderle con toda el alma. Él gruñó en su boca antes de apartarla. Con la
respiración agitada se miraron. —Nena, eres peligrosa.
—¿De veras? —preguntó asombrada.
Él sonrió. —Sube.

Sin dejar de mirarle fue hasta la puerta y se tropezó con una caja
tirándola al suelo. —Mierda. —Se agachó porque se había abierto y se le
cortó el aliento al ver un libro de piel granate con un símbolo en el centro
en dorado, que representaba un pentagrama. Un libro de brujería.

—Nena, ¿qué pasa? —Se agachó a su lado y frunció el ceño. —¿Qué es


esto?
—No lo sé, estaba aquí.

Él abrió el libro. —¿Qué coño…? —Metió la mano en la caja y sacó un


libro que parecía muy antiguo. —Ritos y rituales.
—¿No es tuyo?
—¿Tengo pinta de que sea mío? —Miró el interior de la caja y allí había
muchos más. Se levantó con el ceño fruncido. —¿Mamá?

—¿Si, cielo?
—¿De quién son estos libros de brujería?
—¿De qué? —preguntó desde la cocina.
Apareció en la puerta con su amiga detrás y entrecerró los ojos. —¿De

dónde has sacado eso?


—Se ha caído la caja y se ha roto.
—Eran de tu abuelo. Pero se suponía que tu padre iba a tirarlos porque
cuando me mudé aquí después de casarme y los vi, le dije que me daban

miedo esas cosas. —Impresionada miró a su alrededor. —Antes no estaban


aquí.
—Es culpa mía. Subí al desván para comprobar que no habían entrado
las palomas y bajé las cajas para limpiarlo bien —dijo Mary Lou—. Se me

olvidó subirlas de nuevo.


—Llevaban en el desván cuarenta años —dijo su madre impresionada
—. ¿Por qué no las tiró?
—Le daría miedo. Todo eso me da grima —dijo Mary Lou.

Matt miró las seis cajas que había allí. —¿Mi abuelo era aficionado a
las artes ocultas?
—Hizo una tesis en su época de la universidad. ¿No está por ahí el
borrador de su tesis?

Sintiendo que se le erizaban los pelos de la nuca vio como abría el resto
de las cajas y sacaba una carpeta de anillas llena de papeles que se salían
por los bordes. —Ah, aquí está.
Shirley chasqueó la lengua. —¿Vas a leerla?

—Me interesa ver el trabajo del abuelo —dijo intrigado.


—Matt… —Los tres la miraron. —No deberías tener esto aquí. Es
peligroso.
Él sonrió. —Son solo libros. Los libros no dañan a nadie.
—Algunos sí.

—Hijo, que yo no los vea —dijo preocupada—. Me ponen muy


nerviosa.
—Mamá, esto son supersticiones de viejas. Lo importante es la ciencia.
—Tan pragmático como siempre. Pero los recoges y los subes al desván

después.
—Tranquila.
—Como se entere el cura de que tenéis eso en casa… —dijo Mary Lou

preocupada.
—¿Te imaginas? Menudo sermón nos soltaría.
Se alejaron y ella sin soportarlo más le arrebató la carpeta de las manos.
—¿Qué haces? —preguntó asombrado.

—Esto como todos esos libros deberías tenerlos cuanto más lejos mejor.
—Estás exagerando.
—Te aseguro que no. El mal está en todas partes, Matt. Tíralos.
Él se enderezó. —No pienso tirar el trabajo de mi abuelo. Dame eso.

Apretó los labios. —El mal puede envenenar la mente.


—¿Crees que soy tan débil de carácter como para caer en esas
supercherías? —Alargó la mano. —Dame eso.
Entonces lo entendió y recordó la voz al otro lado de la puerta. —¿Has

tenido sueños sobre esto? ¿Pesadillas en los últimos días? ¿Por eso tu
interés cuando crees que son tonterías?
Él separó los labios de la impresión. —¿Qué?
—¿Has soñado con tu vuelta al pueblo? ¿Con algo que te hace sentir

mal? —Dio un paso hacia él. —¿Has soñado conmigo?


Entrecerró los ojos. —No sé de qué me hablas.
Gimió apretando la carpeta entre sus brazos. —Me estás mintiendo.
—¿Ah, sí?
—Matt, ¿qué te dicen en los sueños?
—¿Quién me dice qué en sueños? —preguntó como si estuviera
alucinado—. ¿Se te está yendo la cabeza, nena? —Alargó más la mano. —
¿Me devuelves la tesis de mi abuelo, por favor? ¿Qué por favor?

¡Devuélvemela! ¡Ahora!
Sabía que tenía razón y miles de ideas acudieron a su mente. —Por eso
te has acercado a mí, ¿no? Porque ellos te lo han dicho. ¿Te han dicho que
te he esperado? ¿Que te amo desde niña?

—¿Estás loca? —preguntó espantado dando un paso atrás.


—¿Te han dicho que me seduzcas? No quiero que lo hagas porque ellos
te lo digan, quiero que lo hagas porque sientas que debes estar conmigo.
Porque lo desees.
—Lo que deseo en este momento es que me des eso y que te largues de

mi casa —siseó —No imaginaba que estabas loca.


—¿Y qué te imaginabas?
Él se la quedó mirando y Cassady negó con la cabeza. —Te has
delatado a ti mismo. Para lo listo que eres no tienes ni idea de dónde te estás

metiendo.
—Dame eso —dijo furioso.
Sus preciosos ojos verdes se llenaron de lágrimas. —El mal intenta
llevarte a su terreno, cielo. Sé que no lo entiendes, que crees que estoy loca,
pero aparte de mi hermana eres la persona más importante en mi vida y no
quiero que te dañen. Y lo harán si no puedo impedirlo.
—Sé cuidarme solo. No te lo repito más, dame eso.
Aún le quedaban los libros y no podía arrebatárselos todos. Alargó los

brazos y él cogió la carpeta de malos modos. —Ahora lárgate de mi casa.


—Matt…
—Lárgate de mi casa o te saco a rastras.
Apretó los labios y fue hasta la puerta, pero algo la hizo detenerse antes

de salir. —Si que estoy algo loca, ¿sabes? Tengo un destino que no le deseo
a nadie y no he podido evitar quererte casi toda mi vida porque tú dabas luz
cuando solo había sombras. Pero hasta eso han ensuciado. —Intentó retener
las lágrimas. —Hasta eso me han quitado. —Salió corriendo y se subió a su

camioneta a toda prisa. Cuando arrancó miró hacia la casa sin querer y le
vio en el porche observándola. Sollozó girando el volante y aceleró a tope
haciendo derrapar las yantas sobre el asfalto.
Capítulo 7

—¡Y te fuiste! —gritó su hermana asombrada mientras ella no dejaba


de llorar sentada a la mesa de la cocina.

—¿Y qué querías que hiciera? ¡Me echó de su casa!


—¿Estás segura de que han influido en él? —preguntó Jessica

preocupada.
—¿Que si estoy segura? Estaba tan ciega que creí que le atraía por mí

misma. Parecía casi un milagro cuando me ha besado, me ha deseado y


nunca he sido más feliz, pero al ver como miraba los libros me di cuenta...

¡Ellos sabían que me interesaba y le han dicho algo que ha influido en su

reacción hacia mí! ¡Lo sé! De otra manera no se hubiera fijado en la

limpiadora y en el caso de que lo hubiera hecho no hubiera actuado tan


rápido. Por Dios, si fue llegar y mirarme como si quisiera comerme entera.

—Si se comportó así no me extraña que te derritieras de gusto. Menos

mal que encontrasteis esos libros y te diste cuenta. —Bedelia apretó los

labios. —Ahora ya no podrás fiarte de él. Ya no podrás acercarte a él.


—¿Por qué? —preguntó su amiga asombrada.

—Porque nunca sabrá si lo que quiere es abrir la puerta, ¿no hermana?

Se echó a llorar tapándose la cara y Jessica se llevó la mano al pecho.

—¿Crees que tanto han influido en él? Que tanto le han cambiado como

para que…
—Pueden conseguir lo que quieran. Un tío mío siendo un adolescente se

enamoró de una joven. Una vez la trajo de visita a una comida. Pensaban en

un futuro juntos. Ella se suicidó diez días después. Por eso nunca traemos a

nuestras parejas a la casa antes de que su amor sea férreo y toque la piedra

para unir su vida a la del vigilante.


—Nunca podemos mostrar deseo o anhelo por nada. Siempre intentan

arrebatárnoslo —siseó Cassady con rabia.

—La culpa es mía —dijo Bedelia—. Si no hubiera hablado de él cuando

salió en el periódico…

—No es culpa tuya. Realmente no creías que lo deseaba tanto. Fue

culpa mía porque me provocaron y no supe desviar su atención. Mostré mis

ansias de él y han tenido tiempo de sobra para influir en Matt.


—¿Y lo vas a dejar estar? —preguntó Jessica cogiendo su mano.

La miró con sus ojos llenos de lágrimas. —No tengo otra opción. Jamás

sabré si me quiere a mí o solo quiere llegar a la puerta.


—Nuestros enemigos son capaces de fingir hasta lo inimaginable,

Jessica. Por eso nunca muestres debilidades porque no dudarán en usarlas

contra ti. Quieren salir y harán cualquier cosa.

—Pero si sabíais que habías transgredido la regla de no exponerle, ¿por

qué te has acercado a él?

—Porque a veces su influencia no es tan fuerte como el amor que se


profesa la pareja.

—Dios mío, esto es una locura. Vivís un infierno en vida.

Cassady cerró los ojos y vio el rostro de Matt antes de que la besara. Si

antes era una alegría pensar en él, ahora era una tortura porque sabía que no

volvería a sentir esos labios ni sus caricias ni sus abrazos. Su hermana

apretó su hombro. —Piensa que sin su influencia jamás se hubiera acercado

a ti.

—No le digas eso.

—¿Por qué? Hasta tú me dijiste que lo tenía difícil. ¿Y llega al pueblo y

la seduce? ¿Nada más llegar? Soy la primera que quería que esto saliera
bien, pero es evidente que no tiene buena pinta y no voy a arriesgar la vida

de mi hermana dándole esperanzas sobre que esto se arreglará. ¿Para qué?

¿Para que cometa la locura de acercarse a él, para que la convenza de que la

ama y que una noche enajenado le corte el cuello simplemente por hacernos

daño? ¿Por matar a una vigilante para hacernos más débiles, que es lo que
quieren, o porque quiera acercarse a la puerta? No, eso no va a pasar. No

pienso permitirlo.

—Bedelia tiene razón —dijo casi sin voz.


—Lo siento muchísimo, sé lo que te importaba.

Asintió levantándose. —Esta noche haré yo la guardia. Estáis cansadas

y mañana Bedelia tiene un examen. Gracias por ayudarme a intentarlo y

sobre todo por darme el valor de hacerlo. —Sonrió con tristeza. —¿Pero

sabéis qué?

—¿Qué? —preguntaron ambas sintiendo su pena.

—Que durante esas horas en esa casa me he sentido más viva que en

toda mi vida, así que no me arrepiento de nada.

Se fue dejándolas solas y Bedelia se llevó las manos a la cabeza. —

Mierda, mierda. Todo esto es culpa mía.

—Yo también la animé y la ayudé. ¿Seguro que no se puede hacer

nada? —Bedelia negó con la cabeza. —Es muy triste.

—Más triste sería tener que incinerarla y meterla en una de esas urnas.

Jessica abrió los ojos como platos. —Leche, ¿estamos rodeadas de

muertos?

Bedelia hizo una mueca. —¿No te habías dado cuenta de que la urna de

la abuela estaba llena?


—¡Creía que eran caramelos!
No lo pudo evitar, se echó a reír.

—¿Por qué?

Cuando se calmó respondió —Es una tradición. Son los vigilantes.

—Son muchos.

—Todos los que dieron la vida por la piedra de una manera u otra.

Todos los que se quedaron hasta el final.

—¿Crees que tú y yo nos quedaremos?

—Mientras mi hermana me necesite aquí estaré.

Para intentar pensar lo menos posible, los siguientes seis días trabajó

como una loca. Cuando no estaba ante la piedra estaba en el taller y puesto

que ahora tenía más tiempo libre, porque Jessica hacía el turno de mañanas,

había empezado a esculpir otra vez. Viendo el torso que había sido su

último trabajo, allá en la época del instituto, suspiró. Cuantas cosas habían

cambiado tras la muerte de su padre. Suspiró de nuevo volviéndose al rostro

que estaba haciendo ahora y lo cubrió con una tela húmeda. Cogió las tres

cajas de los encargos y salió del antiguo granero para ir hacia la ranchera.

—¿Vas al pueblo? —gritó su hermana desde el porche.

—Tengo que llevar esto a correos.

—¿Quieres que vaya yo?


Sabía que lo hacía para que no se encontrara con Matt si tenía esa mala

suerte. —No, déjalo. Así me despejo.

Bedelia apretó los labios asintiendo y en ese momento escucharon el

motor de un vehículo. Ambas miraron hacia la carretera y le dio un vuelco

al corazón al reconocer el coche de Matt.

—¿Qué pasa? —gritó Jessica desde abajo.

Cassady ignorando lo que sentía se volvió y a paso firme caminó hasta

el porche. —Es Matt.

—Mierda. ¿Saco la escopeta?

—Veamos lo que nos dice.

Su hermana asintió y ambas se volvieron para recibir al recién llegado.

Él aparcó tras su camioneta y Bedelia gimió. —Viene acompañado.

—Tranquila.

Mary Lou bajó del coche con una bandeja en la mano y en ese momento

salió Ángel disparado hasta los escalones del porche para ladrar como un

loco por los intrusos. La madre de su amiga dijo tímidamente —Hola.

—Cielo, calla. —El perrito se calló en el acto, pero no dejó de mirar a

los recién llegados gruñendo por lo bajo. —Qué sorpresa.


—Sorpresa la que me he llevado yo cuando me dijo Matt que no irías a

trabajar más.
Sus ojos fueron a parar a Matt que salía del coche en ese momento. —

Se habrá equivocado, fue él quien me echó.

Él apretó los labios. —Diferencias de opiniones, pero no lo debiste

entender bien.

—Claro, es que yo no tengo estudios y puede que no entienda muchas

cosas. —Puso las manos en jarras. —¿Y a qué se debe la visita?

La mujer se sonrojó. —Bueno, quería ver a mi hija y a mi nieto. ¿No

están en casa?
Las hermanas la miraron levantando las cejas y la mujer tuvo la

decencia de sonrojarse. —Es que no conduzco y a mi marido se le ha


estropeado el coche, por eso no he podido venir antes. Matt ha sido muy

amable al traerme.
—¿Lo has oído, hermana? Es muy amable —dijo Bedelia con

cachondeo.
—Sí, hermana —dijo mirando esos ojos que no perdían detalle.

Escucharon un silbido y Ángel salió corriendo dentro de la casa.


—Oh, ¿está dentro? ¡Hija estoy aquí!

—¡Ya voy, mamá! ¡Estoy vistiendo al niño!


Mary Lou sonrió y se acercó extendiendo la bandeja. —Os he traído
empanada de manzana. Es una receta muy antigua de la familia.
Cogió la bandeja porque no tenía más remedio, pero no se movió para
dejarla pasar. La mujer perdió la sonrisa poco a poco y Matt se puso a su

lado extendiendo la mano. —No sé si te acuerdas de mí, soy Matt Bampton.


—Me acuerdo de ti perfectamente. ¿Hay alguien en el pueblo que no te

recuerde? —preguntó con ironía.


Él se tensó dejando caer la mano antes de mirar a Cassady a los ojos. —

Así que las cosas están así, nena.


Sintiendo que su corazón se retorcía de dolor susurró —Ya no hay otro
remedio.

Jessica llegó en ese momento con el niño en brazos. —Mamá, ¿cómo


vienes sin avisar?

—Quería verte. —Asombrada miró su pierna. —¿No la tenías rota?


—Un error de diagnóstico. Al día siguiente casi no me dolía y me

llevaron al médico. Al final no la tenía rota y confundieron mis radiografías


con las de otra persona.

La mujer jadeó. —¿Y no les has denunciado?


—¡Mamá!

Se pusieron a discutir, pero ella casi ni las escuchaba mientras Matt no


dejaba de observarla, lo que la puso aún más nerviosa.

—Oh, por todos los clavos de Cristo. ¿Tengo que hablar contigo
mientras me achicharro al sol? —preguntó la mujer de mala manera—.
¿Desde cuándo se ha perdido la hospitalidad texana?
Jessica las miró de reojo antes de mirar a Matt. —¿Nos sentamos en el

porche?
—Traeré limonada —dijo Bedelia mirándoles con desconfianza—. Trae

hermana, me llevaré la bandeja.


—Echa un vistazo al… asado.

Su hermana asintió antes de entrar en la casa y caminaron hacia las


sillas de mimbre que habían visto tiempos mejores. En cuando Mary Lou se

sentó suspiró mirando a su hija. —¿Vas a volver a casa?


—No, mamá. Aquí estoy muy bien. —Sonrió a Cassady que devolvió

esa sonrisa débilmente antes de mirar a Matt que se sentaba en el sofá que
crujió por su peso. —Me han acogido como a una más y pienso quedarme.

Su madre se sonrojó. —Creía que sería temporal.


Se encogió de hombros. —Así no soy una carga para vosotros. Las

chicas me han dado trabajo.


—¿De veras? —preguntó asombrada.
—Ahora trabaja para mí.

—¿En tu taller de alfarería?


—Se le da bien contener el fuego.

Jessica soltó una risita. —Sí, sorprendentemente se me da muy bien.


—Así que tienes un taller de alfarería —dijo Matt—. Has seguido la

tradición familiar.
—Oh, y es una escultora maravillosa —dijo Jessica intentando

mantener una conversación normal—. Tiene mucho talento. Yo la animo a


que venda sus obras.

—Me interesa mucho el arte —dijo Matt—. ¿Puedo verlas?


Separó los labios de la sorpresa. —Pues…
—Claro que sí —dijo Jessica—. ¿Por qué no se las enseñas mientras

hablo con mi madre?


Sabía que debía negarse, quedarse a solas con él era un peligro. No

porque fuera a hacerle daño pues tenía mucha más fuerza que él, sino
porque su corazón sufriría más de lo que estaba sufriendo ya.

Mary Lou levantó una ceja interrogante y gruñó por lo bajo por lo que
diría de ellas en el pueblo. —Sí, claro.

Matt sonrió levantándose. —Te sigo.


Bajó los escalones del porche muy tensa y caminó hacia el taller. —

Cuando dije que te fueras no era con intención de que no volvieras más —
siseó él.

—Claro, lárgate de mi casa, loca, significa vuelve mañana. Además, es


tiempo perdido.
Él se detuvo ante la puerta y la cogió por la muñeca volviéndola para

que le mirara. —¿Es tiempo perdido, nena? —siseó—. Al parecer ese amor
que dices que me profesas es algo débil si te molestas por una estupidez.

Asustada por sentirle dijo —No es una estupidez. Ahora suéltame.


Matt separó los labios. —Joder, me tienes miedo.

—No digas tonterías. —Entró en el taller y encendió la luz. —¿Quieres


ver las esculturas o no?

Entrecerró los ojos entrando en el taller y miró a su alrededor separando


los labios al ver el torso de un joven quitándose la camiseta. Sonrió irónico.

—Nena, tienes muchas cosas que explicarme.


—¿De veras? —preguntó con ironía. Sorprendiéndola la cogió por la

cintura y la pegó a él—. Suéltame.


—Ese soy yo, ¿no es cierto? Me has esperado casi toda tu vida. Tú lo

dijiste —dijo cabreado—. Lo que es intrigante es que te des por vencida por
la tesis de mi abuelo.
—Matt suéltame.

—Y la he leído, ¿sabes? Ha sido muy interesante porque se basaba en


los rumores y los chismes de la zona sobre brujería y maldiciones.

Se le cortó el aliento. —¿Qué?


—Sobre como hace un siglo se rumoreó que Helltertong era el núcleo

de la maldad y como algo o alguien influía en los demás para una serie de
suicidios que hubo por la zona.
Cassady palideció porque conocía esa historia muy bien. —No sé de

qué me hablas.
—¿No? ¿Por qué crees que el pueblo se llama así, preciosa? Un sheriff
desesperado por la muerte de los habitantes quería espantar a los que

quisieran quedarse en el pueblo. Pero misteriosamente eso pasó, aunque


tenemos el índice de suicidios más alto de los Estados Unidos de los

últimos cien años. ¿Sabías eso?


—Hace mucho que no pasa.

Los ojos de Matt brillaron. —Así que sabes de lo que hablo. ¿Y hace
cuánto que no pasa, nena? ¿Veintiséis años? ¿Cuando un tío tuyo perdió a

su novia después de que se tirara del campanario?


—¿Cómo sabes eso? No puedes acordarte, eras un crío.

—Estos días he estado muy ocupado preguntando aquí y allá. Y he


hecho una visita a la biblioteca para echar un vistazo a los periódicos.

Vuestra familia ha salido muchas veces en él. Como la misteriosa muerte de


tu padre.

—Tuvo un accidente, pasa mucho.


—¿De veras? Pues a mí no solo me ha sorprendido su muerte sino

también su vida. Un futuro sacerdote que se casa y prácticamente


desaparece de la comunidad para enclaustrarse en esa casa. Como lo hacía
tu madre. Como lo estáis haciendo vosotras. No hay que ser muy listo para
saber que aquí pasa algo raro, ¿y sabes lo más interesante?

—Estás deseando decírmelo.


La pegó más a su cuerpo. —Que durante las dos últimas generaciones,

que es de las que he podido enterarme, pasa algo también muy intrigante. A
los pocos meses de que se casa el hijo o la hija mayor, sus hermanos o

hermanas se van del hogar y no vuelven por aquí. Y tú eres la mayor, ¿no?
Tú eres la que te quedarás.

—Estás diciendo disparates.


—El otro día hablabas de mis sueños. ¿Quieres saber qué soñaba?

Soñaba contigo desnuda en mi cama —dijo con rabia—. Pidiéndome que te


hiciera el amor. —Los ojos de Cassady se llenaron de lágrimas. —¿Quién

crees que influye en mí para que no salgas de mis pensamientos? —gritó en


su cara.
—Déjalo estar. Vete del pueblo.
—¡Y una mierda! ¡Con mi vida hago lo que me da la gana!

—¿Y cómo sabes que no han influido para que vengas?


A Matt se le cortó el aliento. —Porque la decisión siempre ha estado
tomada. Siempre he pensado en volver.
Una lágrima cayó por su mejilla. —¿De veras?
—¿Quién, nena? ¿Quién crees que está haciendo esto? ¿Por qué nunca
abandonáis la casa? Siempre se queda alguien, ¿no es cierto? Decís que es

por el horno, pero solo es una mentira para ocultar la verdadera razón. —Se
le cortó el aliento soltándola. —¿Qué ocultáis en esa casa que no dejáis que
entremos?
—Estás imaginando cosas.
—Y una mierda. —Se volvió y decidido caminó hacia la puerta.

—¿Qué haces?
—Averiguar lo que quiero saber.
Corrió tras él y cerró la puerta del granero poniéndose delante. —Nena,
aparta porque voy a entrar en la casa.

—No, no vas a entrar. Por favor, déjalo estar.


—Apártate, no quiero hacerte daño.
Le rogó con la mirada. —Y yo no quiero hacerte daño a ti.
—Lo dices como si no tuvieras más remedio.

—Déjalo estar, por favor. Vete del pueblo y no vuelvas. Te harán daño
ahora que no van a conseguir lo que quieren.
—¿Y qué quieren? —gritó perdiendo la paciencia.
—¿Matthew? —preguntó Mary Lou al otro lado de la puerta tensándola

—. ¿Podemos irnos? Voy a llegar tarde a la comida con tu madre.


Él juró por lo bajo pasándose la mano por su cabello negro antes de
mirar el torso y suspirar. —Es precioso, nena. —Se volvió para mirar sus

ojos. —Averiguaré la verdad tarde o temprano.


—Entonces estarás firmando tu sentencia de muerte porque no podré
ayudarte.
La miró impresionado. —¿No me ayudarías? —La cogió por la nuca y

atrapó sus labios como si la necesitara.


—Matthew, ¿estás ahí?
Apartó sus labios y suspiró apoyando su frente en la suya. —Sí, que lo
harías, nena. Porque lo que hay entre nosotros es mucho más fuerte que

cualquier mal que nos rodee.


Evitó un sollozo. —No vas a convencerme, ya no.
—Eso ya lo veremos.
Cassady se apartó y él abrió la puerta. Sin salir del granero le observó
alejarse hasta el coche y subirse a él. Parecía decidido y eso la asustó aún

más.
Capítulo 8

Dos días después, sentada en el porche con su hermana que estaba


leyendo un libro, escucharon a Jessica en el sótano —Serás pesado. Eras un

pesado de marido y ahora eres un pesado de muerto con mala leche. Por eso
has acabado ahí.

—¡He acabado aquí porque me has matado, puta!


Jessica jadeó. —Será posible que no me libro de ti ni muerto.

—Y lo que te queda.
—¡Lo que te queda a ti de sufrir en las entrañas del infierno, capullo! —

gritó desgañitada—. Y vuelve a insultarme y te congelo para los restos. —

Al soplar con tanta fuerza hasta llegó el aire frío hasta ellas.

—Mira, es como tener aire acondicionado —dijo Bedelia divertida.


—¿Estás bien? —preguntó bien alto para que la oyera.

—Qué pesado. Tenía que haberle despeñado con el coche mucho antes.

—Esperemos que nunca encuentren el cadáver. —A Bedelia le llegó un

mensaje al móvil y lo abrió impaciente. —Las notas.


—Ábrelo, date prisa.

Su hermana lo abrió y lo revisó para chillar levantándose —¡He

terminado, he terminado!

Cassady rio levantándose y abrazándola. —Felicidades, has trabajado

muchísimo y lo mereces.
—¡Tenemos psicóloga en la familia! —Jessica aplaudió. —A ver si nos

das un repaso a todos que estamos de atar.

Bedelia se echó a reír y Cassady dijo —Esto hay que celebrarlo.

Escucharon el sonido de un motor y al ver el coche de Matt seguido por

el del sheriff se tensó. —¿Qué diablos…?


—Eso mismo, hermana —Bedelia frunció el ceño.

—¿Problemas? —preguntó Jessica.

—Eso parece. ¡No salgas! —ordenó Cassady bajando los escalones del

porche y recorriendo el sendero hasta llegar a donde aparcarían.

Matt detuvo el coche ante ella y sonrió desde su asiento. —Hola, nena.

—¿Qué haces aquí? —preguntó muy tensa.

—Hacer una visita de cortesía.


Miró hacia el coche del sheriff que aparcaba en ese momento. —¿Y él

también?

—Él tiene noticias. Ya verás, te van a encantar.

Sería cabrito. ¿Qué había hecho?


El sheriff se bajó. —Cassady… —dijo a modo de saludo.

—Sheriff, qué sorpresa. ¿Ocurre algo?

—Tengo una notificación para ti que me han dado del ayuntamiento.

Orden del alcalde.

Asombrada miró a Matt que bajaba del coche. —¿Qué has hecho?

—Nena, estas tierras me vendrán fenomenal para la fábrica. Eso son


muchos puestos de trabajo. Un bien común para el pueblo.

El sheriff Priestley se acercó con el papel en la mano. —Te comunico

formalmente la expropiación de tus tierras.

—¿Qué? —Le arrebató la hoja y la leyó a toda prisa. Aquello no podía

ser. Hasta el suelo tembló bajo sus pies.

—¿Habéis sentido eso? —preguntó Matt mirando el suelo.

—A ver si aquí hay movimientos sísmicos y eso perjudicaría a la planta

que quieres poner, amigo.

—¡Eso! —gritó Bedelia sobresaltándoles—. ¡Aquí todo se mueve

mucho! ¿Pone algo el papel sobre eso, Cassady?


Levantó la vista de la hoja y le fulminó con la mirada. —Esto es ilegal.

Es propiedad privada.

—El ayuntamiento ha decidido. Es la zona con mejores accesos a la

autopista y tenéis las hectáreas necesarias. Hectáreas que por otro lado

vosotras no explotáis.
—¡Pero varios vecinos sí que lo hacen y no les cobramos por su uso con

las reses! Qué dirán ellos, ¿eh?

—Pueden decir misa. Son vuestras y en dos meses del pueblo. Las
sacará a subasta para hacer una zona industrial que sea beneficiosa para el

contorno. ¿Adivina quién va a pujar?

El sheriff carraspeó incómodo. —Todavía tenéis un recurso. Lo dice

ahí.

Le fulminaron con la mirada. —¿Contra este que está forrado? ¡Llamaré

a la prensa! Esto es tráfico de influencias.

—Bien dicho, hermana —dijo Bedelia cabreadísima antes de entrecerrar

los ojos—. Ahora sí que voy a por la escopeta. ¡Esto es propiedad privada y

la enmienda no sé qué me permite protegerla!

—Por eso he venido con el sheriff —dijo sonriendo de oreja a oreja.

Estaba encantado, el muy sinvergüenza. Fuera de sí dio un paso hacia

él. —No vas a conseguir mis tierras.

—Eso ya lo veremos. —Se volvió hacia el sheriff. —Puede irse, creo

que quieren llegar a un acuerdo.

El hombre se quitó el sombrero y se rascó la calva. —¿Seguro? No se

las ve muy dispuestas.

Ellas le miraron como si fuera el anticristo y el sheriff carraspeó. —


Chicas, sed buenas o tendré que enchironaros y eso no me gustaría. Nunca
me habéis dado problemas, ¿verdad? Sigamos llevándonos bien.

—¡Fuera de mis tierras! —Volvió la cabeza hacia Matt. —Eso también

va por ti.

—Enseguida me voy, preciosa, pero antes quiero comentaros una cosita.

¿Sheriff? Su coche espera.

—Amigo te la estás jugando, pero allá tú.

Fue hasta su coche y Cassady y Matt siguieron retándose con la mirada

hasta que se fue dejando el silencio tras él.

Bedelia leyendo el papel no se lo podía creer. —Cassady, van a

quitarnos la casa.
—No, hermana. Solo está jugando duro. ¿No es cierto, Matt?

Él sonrió de medio lado. —Al parecer me conoces muy bien, nena.

—Mucho más de lo que crees.

—Entonces sabrás que nunca me detengo ante nada. Tienes dos

opciones. O enseñarme eso que ocultáis y por lo que tu familia se ha

sacrificado siempre o en dos meses podré pasar porque seré el dueño de

todo, tú decides.

—¿Cassady?

El miedo de su hermana la tensó y a él también que dijo —¿Qué

teméis? ¿Por qué vivís así? ¿Por qué mi abuelo estaba convencido de que el

mal residía en el pueblo? ¡Qué supercherías os han inculcado para que


reaccionéis así! ¡Tendríais que estar encantadas, cuando pague vuestras

tierras seréis ricas y podréis vivir mil veces mejor que ahora! ¡Vuestra

reacción es incomprensible a no ser que os hayan lavado el cerebro como en

una secta!

Se le cortó el aliento porque con lo que le acababa de decir solo

demostraba que en el fondo seguía sin creerse nada. Quería saber,

simplemente, para descartar esas supercherías como el científico que era. —

Matt no sabes dónde te estás metiendo.

—Por eso lo voy a averiguar. ¿Me dejas pasar ahora o traigo a la policía

para que os eche y poder hacerlo tranquilamente?

—¿Si te dejo pasar retirarás esto?

—¡No puedes permitirle entrar, Cassady! ¡Han influido en él, tú lo

dijiste!

Matt se tensó. —Estoy hasta los huevos de esto. Voy a quitarte todas

esas tonterías de la cabeza cueste lo que me cueste. —La rodeó para

caminar hasta la casa.

—No Matt.

—Detenme si puedes.
—¡Matt no quiero hacerte daño!

Sin hacerle caso subió los escalones del porche de un salto mientras ella

corría detrás y cuando cogió el pomo de la puerta Cassady le agarró del


brazo lanzándole a su jardín con fuerza. Las hermanas retuvieron el aliento

ante la puerta escuchándole gemir. —Hostia. —Se sentó con esfuerzo

tocándose el hombro y levantó la vista hacia ellas pasmado. —Nena, que

fuerza tienes.

Pues eso no había sido nada. —Cariño, vete. —Le rogó con la mirada.

Entrecerró los ojos. —Y una mierda, ahora quiero entrar todavía más

porque se abre una posibilidad que había descartado por completo.

Se levantó con esfuerzo y ella vio el roto en su pantalón a la altura de la


rodilla. Lleno de tierra del jardín volvió al sendero y la miró decidido antes

de empezar a caminar hacia ella cojeando. —Matt…


—Déjame pasar, nena.

—Tío vas a acabar en el hospital o muerto. No te pongas rebelde.


—Ella no sería capaz de matarme.

—Pero yo sí.
La puerta se abrió y mostró a Jessica que le miraba fijamente. —Matt

vuelve al pueblo y olvídate de todo, es lo mejor.


—¿A ti también te han lavado el cerebro? Pues convencerme a mí

también —siseó antes de mirar a Cassady—. ¿Ella puede saberlo y yo no?


Jessica frunció el ceño. —Ah, ¿que no lo sabe?
—Miente, lo sabe, pero está mareándonos para acercarse a Cassady.

—¿Pero qué locuras decís? —gritó exasperado.


Las dudas asaltaron a Cassady. ¿Y si realmente no habían influido en él
lo suficiente? Había soñado con ella, pero igual todavía estaban a tiempo.

—Hermana no dudes, lo veo en tus ojos.


—Déjala decidir —dijo Matt furioso—. Es su decisión no la tuya.

—Es la vida de todos lo que está en juego y protegeré a mi hermana por


encima de todo.

—¡Dios mío, estáis de atar, pero esto lo voy a zanjar yo! —Cassady
puso la mano en su pecho deteniéndole. —Nena aparta. —Intentó moverse,
pero no pudo y puso todo su empeño, pero Cassady sin ningún esfuerzo

solo movía la mano deteniéndole en seco. Entonces él cogió su mano y le


giró el brazo poniéndose a su espalda para agarrarla por la cintura. Las

chicas gritaron, pero ella levantó la mano libre tranquilizándolas. —Ahora


voy a pasar.

—¿Eso crees? —Movió ligeramente la cadera y su mano fue a parar a


sus partes.

Le escuchó gemir. —Nena, suelta eso —dijo con esfuerzo.


—Podría arrancártelos de cuajo ¿sabes? —preguntó fríamente mientras

él la soltaba gimiendo aún más.


—Nena…

—Hermana ten cuidado porque si es inocente a ver si después no puede


tener hijos y no te vale de nada. —Cassady la miró sorprendida. —Que
empiezo a creer su versión. Porque hay que ser tonto para enfrentarse a ti si
sabe algo.

Al darse la vuelta y ver que tenía la cara roja jadeó soltándole. —Cielo,
¿estás bien?

Cayó de costado sin ser capaz de hablar hasta que unos segundos
después susurró —Hielo.

—¡Oh, Dios mío… que le has dejado eunuco! —gritó Jessica corriendo
hacia la cocina.

A toda prisa se arrodilló a su lado. —Matt no me asustes. Parece que te


duele mucho.

—¿Tú qué crees? —siseó mirándola como si quisiera matarla.


—¿Llamo a una ambulancia? ¿Qué hago? —gritó asustándose de veras.

—Es que no tiene mucha práctica en tocar ahí, ¿sabes? —Bedelia puso
los brazos en jarras. —Hermana esa zona es muy delicada para los

hombres. Has aplicado demasiada fuerza.


Pálida acarició su mejilla. —Lo siento, lo siento. ¡Te dije que no quería
hacerte daño! —gritó casi en su cara. Asustada porque no recuperaba su

color habitual ni sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas. —¿Por qué me
haces esto?

—¿Yo a ti? ¿Yo a ti? —preguntó exasperado—. ¡Y no llores! —Dejó


caer la cabeza sobre el suelo cerrando los ojos. —Joder nena, no llores. Lo
solucionaremos.

Se le cortó el aliento antes de mirar sobre su hombro a su hermana que


se llevó una mano a la boca de la impresión. Jessica salió al porche. —

¿Vale una bolsa de guisantes? —Frunció el ceño dándole la bolsa a Bedelia.


—Me piro, que Ángel me reclama.

Él levantó la cabeza como un resorte. —¿Quién coño es Ángel? ¿Y qué


hace ahí que no sale? Es el tío que os come el coco, ¿no? —preguntó
furioso antes de fulminarla con la mirada—. ¿Tienes algo con él?

Su corazón saltó en su pecho. —¿Estás celoso?


—¿Yo celoso? ¡Lo que me faltaba por oír! —Se sentó con esfuerzo. —

¡Por qué iba a estar celoso!


—Uy, que ataque de cuernos…—dijo su hermana.

La miró como si quisiera arrancarle los miembros. —¿Qué has dicho?


—¿Yo? Nada. —Extendió la mano. —¿Guisantes?

Le arrebató la bolsa de las manos y al ponérsela en sus partes gimió de


nuevo. Cassady le abrazó. —Lo siento, lo siento.

—Nena eso no se toca así.


Sonrió contra su cuello y le besó.

—Eso hace que me sienta mucho mejor.


—¿De veras? —Sintió como se estremecía por su aliento y eso inflamó

su deseo así que le besó de nuevo.


Su hermana carraspeó. —Tortolitos, estamos en una crisis, ¿creéis que

es el momento de poneros románticos?


Se puso como un tomate alejándose de golpe y él miró a su hermana

con rencor. —Muy oportuna.


—No hubieras sido capaz de corresponderla porque eso no debe

funcionar muy bien. Te hago un favor.


—Funciona perfectamente —siseó.

—¿De veras? —preguntó Cassady emocionada.


Gruñó por lo bajo. —Nena, ayúdame a levantarme.

Cassady se levantó de un salto y le agarró por las axilas poniéndole de


pie de golpe. —Hostia.

—¿Demasiado rápido?
—Tienes que aprender a controlar tu fuerza —dijo inclinando la espalda

hacia adelante sin quitarse la bolsa de la entrepierna.


—¿Ves como no funcionaba bien? Les cuesta un poco. A uno de mi
instituto tuvieron que amputarle un huevo después de una patada.

—¿De veras?
—Sí, se le puso negro y… —Con los dedos imitó un corte.

—Cariño vamos al hospital —dijo asustada.


—Estoy bien, pero me gustaría ir al baño.

—Ah, no —dijeron las dos a la vez asombrándole.


En ese momento salió Ángel y al verle gruñó antes de ponerse a ladrar
como un loco.

—¡Ángel no!
El perrito se calló en el acto.
—¿Ángel?

—¿No te sientes ridículo? —preguntó Bedelia con burla.


—¿Sabes que estás empezando a caerme gorda?

Bedelia sonrió radiante. —Gracias, solo hago mi trabajo.


Se enderezó lentamente. —¿Y qué trabajo es ese si puede saberse?

—Pues no, no se puede. ¿Te ayudo a llegar al coche?


—No, porque me quedo.

—Cielo no puedes quedarte, influirán aún más sobre ti.


—¡Déjate de tonterías! —le gritó sobresaltándola—. ¡Ahora voy a

entrar y os convenceré de que no existe eso que os asusta tanto, sea lo que
sea!

Cassady miró de reojo a Bedelia. —Hermana, no cedas. No puedes


fiarte al cien por cien.

—¿Y si no dejamos que se acerque? Él no dirá nada y no puede contra


las tres.

—¡Eso, dejarle pasar y que vea de lo que se trata para que deje de dar el
coñazo! —gritó Jessica—. ¡En cuanto se le pongan por corbata cerrará el
pico por la cuenta que le trae!
—¡Si no han influido en él lo suficiente lo pondrás en peligro aún más!

—¡Ya está en peligro y si quiero salvarle, tengo que comprobar hasta


dónde llega su influencia, Bedelia!

—Eso nena, tú comprueba lo que quieras que yo me dejo —dijo


caminando hacia la puerta con las piernas ligeramente abiertas.

Se sonrojó de gusto y sonrió a su hermana antes de soltar una risita. —


Él se deja.

—Esto puede acabar fatal, lo sabes ¿verdad?


Perdió la sonrisa de golpe. —Lo sé.

—Bonito hall. Muy normal.


—¿Qué esperabas, la casa de los Adams? —preguntó Bedelia

mosqueada yendo tras ellos.


—Cielo, a la cocina.
Él miró a su derecha y caminó hacia allí. En cuanto entró tiró la bolsa
de guisantes sobre la encimera y ella fue hasta la puerta del sótano. Él

entrecerró los ojos siguiéndola, pero de repente se volvió para mirarle a los
ojos sin disimular su angustia. —Pase lo que pase a partir de ahora, quiero
que sepas que te quiero. Y eso no es una locura.
Sonrió. —Lo sé, nena. Lo sé desde hace mucho.
—Te lo digo por si tengo que matarte, que no te creas que no te quiero
porque me enamoré de ti hace mucho, pero el trabajo es el trabajo —dijo

muy nerviosa.
Perdió la sonrisa de golpe. —Nena, bajemos.
Bedelia puso los ojos en blanco bajando tras ellos. Al llegar abajo
Jessica sonrió. —Que bien, la hora de la verdad.
—Menos coñas que estoy muy nerviosa. —Se volvió para ver que Matt

gemía llegando abajo. —¿Estás bien?


—Estaba mejor cuando llegué. —Miró a su alrededor tensándola y sus
ojos fueron a parar a la piedra. —Vaya.
—No te acerques —le advirtió—. Mírala desde aquí.

Sonrió irónico. —Lo que digas. —Caminó tras ella hasta ponerse ante la
puerta con cinco metros de separación y las chicas hicieron un pasillo
dispuestas a tirarse a él.
—No sé por qué nos ponemos tan nerviosas —dijo Bedelia—. No

podría moverla.
—¿Qué estoy mirando exactamente? —preguntó él con burla—. ¿Una
piedra sagrada? ¿Azteca?
—Casi —dijo Jessica sin quitarle ojo.

—Es cristiana, o eso creemos. Los grabados vinieron después.


—Así que no sabéis nada. —Frunció el ceño. —Esa cruz se parece a la
de los cruzados, pero eso sería impensable porque no se descubrió América

hasta mil cuatrocientos noventa y dos. La última cruzada fue sobre el siglo
trece creo recordar.
—Tiene que ser más antigua. Mucho más antigua.
—¿Por qué estás tan segura, nena?

—Por lo que hay detrás. —Gimió porque la miró sin comprender. —Es
una puerta.
—¿Se abre?
—Procuramos que no —dijo Bedelia.

—Impedís que se abra.


Cassady asintió. —Esa es nuestra función.
Sonrió incrédulo. —¿Cómo se va a abrir eso, nena? Debe pesar tres
toneladas.
Al ver que no contestaban perdió la sonrisa poco a poco. —Nena,

¿cuánta fuerza crees que tienes?


—La suficiente de momento. —Se apretó las manos nerviosa. —
Aunque a veces me ayudan.
Su hermana hizo un gesto. —Bah, puedes sola.

—Yo me apaño bien —dijo Jessica.


—¡Por supuesto que te apañas bien, porque eso no se mueve!
—No se mueve porque nosotros impedimos que se mueva.

Él nervioso se pasó una mano por su cabello negro despeinándolo. —


Vamos a ver. ¿Me estáis diciendo que tu familia se enclaustra en esta casa
para evitar que eso se mueva? —Señaló la puerta. —¿Eso que no lo
movería ni un buldócer?
Se mordió el labio inferior porque ya había llegado la hora de decir la

verdad. —No te pongas nervioso.


—¡Claro que estoy nervioso! ¡No entiendo cómo te has dejado
embaucar por alguien de tu familia que debía estar loco! ¡Y has embaucado
a Jessica en esto!

—Oye, que mi hermana no embauca a nadie. ¡Cuando los oigas te darás


cuenta de las estupideces que estás diciendo!
—¿Cuando oiga a quién? —preguntó furioso dando un paso hacia ella.
—Cielo, no te acerques a la piedra.

—No la puede mover —dijo Bedelia como si fuera impensable.


—Claro que no puedo y tú tampoco.
—Sí, yo sí.
—Esto es una locura. —Miró a Cassady y cogió su mano. —Nena,

supongo que encontrasteis eso cuando construisteis la casa.


Sonrió radiante. —¡Sí! Que listo eres.
—Y habéis sufrido una psicosis colectiva que se ha ido desarrollando

generación tras generación.


—Como psicóloga ese término no es exacto…
La fulminó con la mirada. —¿Me dejas hablar con mi mujer?
Se le cortó el aliento. —¿Tu mujer?

La miró sorprendido. —¿He dicho eso?


—Sí —respondieron las tres asombradas.
Matt carraspeó. —Se me habrá escapado.
—¿Crees que le han influenciado para que diga eso? —preguntó

Jessica.
—¡A mí no me influencia nadie!
—Dijiste que soñabas conmigo antes de venir. Fueron ellos, cielo.
—¿Ellos quiénes?
Las chicas señalaron la piedra. —Ellos.

—¡Vamos a ver, que detrás de ese peñasco no hay nada! ¡Solo tierra!
—Serán cabritos, ahora no dicen nada —dijo Bedelia mosqueada antes
de acercarse a la piedra y gritar —¡Sí, ahora callaos para intentar hacernos
pasar por locas, pero no aguantaréis mucho tiempo!

Jessica sonrió maliciosa. —Déjame a mí.


Cassady separó los labios para escucharla decir —¿Jimmy? Cariño,
¿sabes que después de que murieras en ese desgraciado accidente te la
pegué con el vecino? Tom en la cama es una auténtica bestia. Me arrancó

las bragas y me hizo gozar como nunca mientras tú te pudrías ahí dentro.
Me hizo gozar tanto que gritaba una y otra vez.
—Esto es ridículo —siseó Matt—. Nena conozco a un profesional…
—Shusss… —dijo observando a Ángel que tensaba el rabo.

Jessica que también lo había visto sonrió. —Y tiene un miembro que


casi no me cabía. Gocé una y otra vez. No como esa que tenías tú que ni me
hacía cosquillas. —Cuando no dijo nada entrecerró los ojos. —Y no era la
primera vez que lo hacía. ¿De quién crees que es Stevie? Tan rubito, si no

se te parece en nada.
—¡Serás puta! —gritó Jimmy al otro lado golpeando la piedra. Jessica
puso las manos sobre ella—. Sabía que me la pegabas. Cuando te coja te
voy a destrozar, desmembraré tu cuerpo y te arrancaré la lengua mientras

dejo que todos los que están aquí te la metan ya que te gusta tanto. ¡Antes
de morir sufrirás tanto que rogarás a ese Dios que quieres tanto que te mate!
—Gracias, Jimmy. Sigues siendo tan estúpido como cuando estabas
vivo.

Matt parpadeó sin mover el gesto antes de mirar a Cassady que forzó
una sonrisa. Él carraspeó. —Vamos a ver, nena… Que creo que no lo
entiendo. ¿Quién era ese? —gritó demostrando que no estaba tan tranquilo
como parecía.
—El que te va a destrozar en cuanto te coja.
—Eres un bocazas, Jimmy —dijo otro tras la piedra—. Prepárate para la
que te va a caer en cuanto se entere de que has alterado sus planes.
—Siempre fue un metepatas —Jessica se echó a reír.

—¡Cállate zorra!
Un grito espeluznante se escuchó al otro lado y Matt apretó su mano
muy tenso. —Preséntate ante Satanás —dijo la voz de una mujer.
—¿Por qué?

—¿Prefieres que te llevemos? —preguntó una voz aterradora.


Una voz habló en un idioma que no entendían antes de oír los gritos de
Jimmy y de repente se hizo el silencio al otro lado.
Jessica se volvió asustada. —¿Creéis que le harán algo?
—No le vas a volver a oír en mucho tiempo, eso si es que vuelve.

Se llevó la mano al pecho de la impresión. —Gracias a Dios.


—¿Qué idioma era ese? —preguntó Matt muy tenso sin dejar de mirar
la piedra.
—No lo sabemos. Lo hemos grabado y buscado en el móvil, pero no lo

reconoce.
—¿Satanás? ¿El Satanás que me imagino?
—El mismo —susurró—, el señor de los infiernos.
De repente soltó su mano como si le quemara y se llevó las manos a la
cabeza volviéndose. —¿Matt? —preguntó asustada al ver que palidecía. Se
acercó y tocó su espalda. —¿Estás bien?
—¡No me toques! —Al mirarla vio que sus ojos se habían oscurecido.

—¿Cass? —preguntó Jessica asustada.


Sin hacerle caso dijo —Cariño, no dejes que te torturen.
Él la empujó tirándola al suelo antes de gritar llevándose las manos a las
sienes. Cerró los ojos como si el dolor fuera insoportable. Cayó de rodillas

demostrando que su cuerpo no lo aguantaría mucho tiempo. —¡Le están


hablando! —gritó Bedelia—. ¡No podrá con ellos!
Muerta de miedo se agachó a su lado y le agarró por los brazos, pero él
se revolvió con furia. —¡No me toques, zorra! —Vio la pequeña hacha que

estaba en la pared y fue hasta allí para arrancarla amenazándola con ella. —
¡No me toques!
Cassady levantó las manos. —Cielo, no dejes que te dominen.
—¡A mí no me domina nadie! —gritó tirándose sobre ella mientras las

chicas gritaban.
El filo del hacha raspó su hombro cuando se apartó y Bedelia al ver la
sangre gritó tirándose a su espalda. —¡No le mates! —ordenó Cassady
agarrando su mano. Matt gritó de dolor cuando le rompió la muñeca —.
¡Aparta Bedelia!
Su hermana saltó dándole una patada con tal fuerza que le rompió una
pierna y Matt cayó al suelo. Cassady se tiró sobre su pecho y susurró
mirando sus ojos inyectados en sangre —Te amo —dijo sufriendo por él—.

Te amo.
Su respiración se detuvo y de repente gritó elevando el torso con tal
ímpetu que por poco la tira. Angustiada levantó la vista hasta su hermana.
—Solo tienes una opción, pero estarás arriesgando la vida de todos.
—Hazlo, Cass. No puedes rendirte. No dejes que ganen.

Los ojos de su hermana mostraban el miedo que sentía, pero aun así dijo
—Tú eres quien decide, tú eres la mayor. Tú eres la vigilante.
Sintiendo que su respiración se hacía más débil a cada segundo que
pasaba, se levantó de un salto y cogiéndole del brazo tiró de él hasta la

piedra. —Que Dios nos ayude —dijo antes de coger la palma de su mano y
pegarla al símbolo central.
Matt gritó mientras la piedra se congelaba y el hielo cubría su mano. La
muñeca se enderezó haciéndole gritar de dolor para que después pasara lo

mismo con su pierna. Sus ojos volvieron a su color y Cassady sollozó del
alivio al ver que su cuerpo se calmaba hasta que el hielo se derritió
dejándoles sobre un charco de agua.
Cassady soltó su mano que cayó al suelo y le abrazó. —Te vas a poner

bien, te vas a poner bien. —Besó su sien desesperada por oírle. —Te vas a
poner bien.
—Nena, que me ahogas.
Se apartó para mirar su rostro y vio que sonreía agotado. —¿Estás bien?

—Joder, no me sentía tan bien en mucho tiempo.


—¡No vuelvas a hacerme esto! —gritó de los nervios.
—¿El qué? —preguntó pasmado.
Su hermana cogió el hacha del suelo y levantó una ceja.

Él se sentó de golpe. —¿Qué coño? —Se giró poniéndose de rodillas y


vio la sangre en su hombro perdiendo todo el color de la cara. —¿He sido
yo?
—Casi te pierdo. —Cassady sollozó abrazándole. —Y no quiero

perderte.
—Estoy aquí. —La besó en el cuello. —Nena tenemos que ir al médico.
—Se apartó para rasgar la camiseta a la altura del corte para ver que la
herida ya no estaba. —Pero…

—Es la piedra. Me ha curado para que siga mi función.


Se miraron a los ojos. —Tu función es evitar que salgan.
Una lágrima cayó por su mejilla. —Sí. Eso es lo que hacemos y si no
quieres formar parte de ello vete del pueblo y no vuelvas nunca más.
—Pero Cassady, ¿qué dices? Le has dado la fuerza que necesita para…
—¡Calla Jessica! —Cogió sus mejillas. —Vete, vive tu vida y olvídate
de que has nacido aquí. Te esperan mil cosas increíbles ahí fuera.

Él entrecerró los ojos. —Continúa Jessica. ¿Qué ibas a decir? —Su


amiga se quedó en silencio. —Jessica no te calles ahora.
—¡No se lo digas! ¡Todavía está a tiempo de irse como lo intentó mi
padre!
—Yo no me debo a ti, amiga. El de arriba es quien me guía y tengo el

pálpito de que debe saberlo.


—¡No!
—Ahora tienes la fuerza para continuar la misión. Así te ha salvado la
vida. Y ella necesita un compañero para continuar la labor. Como sabes los

hermanos abandonan la casa en cuanto el hermano mayor es lo bastante


fuerte como para continuar su misión. Cass necesita un marido, hijos que
continúen la tarea. Y te ama a ti, ¿crees de veras que se entregará a otro
hombre? Tú eres el elegido del señor y las señales son prueba de ello.

Cogió sus manos llamando su atención. —No hagas caso.


Bedelia chasqueó la lengua. —Con todo lo que ha ocurrido hemos
pasado por alto que puede que su influencia aún siga ahí y que esté
fingiendo para ganarse nuestra confianza. Ahora tus fuerzas están a la par

con él. Cassady estás indefensa ante su ataque. Después de pensarlo creo
que mi hermana tiene razón, voto porque se vaya.
Él la fulminó con la mirada. —¡Yo no me voy a ningún sitio!
Jessica frunció el ceño. —¿Crees que aún puede fingir? La piedra le ha

dado su fuerza.
—Nunca hemos tenido un caso así, no lo sabemos.
—¡Pues deja de decir estupideces! —Matt se levantó y cogió a Cassady
de la cintura para ayudarla. —Nena, ¿estás bien? ¿Te he hecho daño?

—No, no ha sido nada.


—Nunca podréis fiaros de él —dijo una voz al otro lado. Su burla la
tensó—. Es nuestro como lo seréis vosotras tarde o temprano.
—¡Cállate! —gritó él a la piedra.

Una risa que ponía los pelos de punta hizo ladrar a Ángel y la casa
empezó a temblar con más fuerza que nunca. Ella se volvió apoyando las
manos en la piedra mientras su hermana gritaba haciendo lo mismo al otro
lado. Matt apoyó las palmas de sus manos colocándose a su lado y se

miraron a los ojos. —Empuja antes de que llegue el impacto. —Él asintió y
el sonido se acercó a toda prisa. —¡Ahora!
Los tres empujaron y el impacto hizo temblar la piedra. Sintiendo la
resistencia Matt gritó empujando y Jessica empezó a soplar. Él miró sobre
su hombro al sentir el aire helado y el grito de dolor del otro lado fue

desgarrador mientras se alejaba a toda prisa. Poco a poco dejaron de


empujar escuchando hasta que no se oyó nada más.
Bedelia sonrió. —Muy bien, cuñado.

—Gracias —dijo con el ceño fruncido—. ¿Y normalmente puedes con


eso tú sola?
—Este temblor ha sido más fuerte, pero realmente no lo sé. Aunque un
ataque así no lo recuerdo. Últimamente están más pesados que nunca.
—¿De veras, nena?

—Creo que yo no hubiera podido sola —dijo Bedelia.


—¿Y cuánto peso soportas? —Le miraron como si estuviera hablando
en chino. —Por Dios, ¿no habéis probado vuestra fuerza?
—¿Y cómo lo hago? ¿Levanto un camión? —preguntó divertida.

Él sonrió. —Tengo una idea mejor.


Le dio un beso rápido a Cassady y fue hasta las escaleras. —¿A dónde
vas? —preguntó preocupada.
—Vuelvo en cuanto lo arregle.

—Cariño, no puedes decir nada.


Él se volvió en las escaleras y vio la preocupación en sus ojos. —Nena,
sé que te costará un poco confiar en mí, pero no voy a fallarte. Te lo juro.
—Claro, si se lo juras… —Exasperados miraron a su hermana. —¿Qué?

¿Formo parte de esta familia o no? ¡Pues en las familias se hablan estas
cosas! ¡Y no me fío de ti!
—Ya entiendo, siempre la has tenido para ti y estás celosa.
Jadeó indignada. —Menuda mentira. ¿Por qué no te piras?

Matt se echó a reír subiendo las escaleras. Las chicas la miraron


levantando una ceja. —No es cierto. ¡Fue idea mía que se casara! —Se
sonrojó ligeramente. —Bueno, no estaba preparada para esto. Siempre ha
sido mía.

Cassady se acercó con una sonrisa en los labios. —Que le quiera a él no


significa que te quiera menos, ¿sabes?

—¿No? —preguntó con desconfianza haciéndola reír. —¡No tiene

gracia! Nunca me había sentido así. Tengo que acostumbrarme a que te


apoyes más en él.

La abrazó con ternura. —Me apoyo en los dos, porque vosotros sois mi

fuerza.
—Te quiero.

—Y yo a ti.
Capítulo 9

Preocupada porque no regresaba miró por la ventana de la cocina. Era


ya de noche y no había llamado. —Dios mío, Dios mío…

—No se ha ido —dijo Jessica con la boca llena de patatas fritas de bolsa
porque con todo lo que había pasado ni la cena habían hecho.

—No temo eso.


—¿Temes que se chive? Le tomarían por loco.

Hizo una mueca volviéndose para ver que el niño se había dormido en
sus brazos. —Con todo el jaleo que hay en esta casa duerme muy bien.

—Está acostumbrado desde pequeñito al jaleo, te lo aseguro.

Preocupada se acercó. —Te admiro mucho.

La miró sorprendida. —¿De veras?


—A pesar de lo que has vivido con ese hombre sigues adelante.

Jessica sonrió. —Como debe ser. Aplícatelo si lo tuyo no sale bien.

—¿Crees que no saldrá bien?


—Creo que habéis vivido muy tranquilas hasta ahora y que empieza la

juerga de verdad. ¿Sino por qué estoy yo aquí?

Se mordió el labio inferior porque ella había pensado lo mismo, aunque

con todo lo que había ocurrido con la llegada de Matt no es que lo hubiera

meditado mucho. —Esperemos que te equivoques. —Un ruido hizo que


frunciera el ceño y se volvió hacia la ventana para apartar la cortinilla. —

¿Qué es eso?

Al ver que giraba la curva un camión y después otro dejó caer la

mandíbula del asombro.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —Jessica se acercó con el niño en brazos. —¡Dios


mío, ha llamado al ejército! ¡Nos van a tirar un misil o algo!

—¿Quieres calmarte? Son camiones de obra.

Jessica entrecerró los ojos porque aún estaban lejos y solo veía el

contorno pues ya había oscurecido. —¿Seguro?

—¿Desde cuándo los camiones del ejército son amarillos?

La luz de la luna mostró el primero y Jessica suspiró del alivio al ver

que tenía razón.


—¿Qué pasa? —gritó su hermana desde abajo.

—No te muevas de ahí.

—¡Jessica ven!
—¡Y una leche, que me quiero enterar! —gritó siguiendo a Cassady

hasta el porche.

En ese momento el mercedes de Matt se detuvo ante el jardín y él salió

rápidamente para gritar —¡Dejadlos ahí! ¡En fila!

—Sí, jefe.

Asombrada vieron que eran seis camiones y que todos portaban un


contenedor de obra cargado con lo que parecía escombro. Uno de ellos

movió la grúa para descargar el contenedor dejándolo sobre el suelo. El

hombre se bajó rápidamente para quitarle la cadena que lo sujetaba a la

grúa.

Matt asintió al ver que el segundo camión hacía lo mismo colocándolo

detrás del primero y se acercó a ella cogiéndola por el hombro para

abrazarla a él. —Cielo, ¿qué haces?

—Cada uno de esos contenedores pesa dos toneladas.

Separó los labios entendiendo. —Ya veo.

—Uy, ¿un juego? —exclamó Jessica excitada—. Voy a acostar al niño y


me apunto.

Entró en la casa a toda prisa y Cassady le miró a los ojos. —¿A dónde

quieres llegar?

—Quiero saber. Debemos saber todo lo posible para sellar esa puerta

para siempre. —Acarició su mejilla.


Sus ojos se entristecieron. —Eso es imposible, Matt.

—Antes de que la casa estuviera aquí esa piedra estaba sepultada y

durante ese periodo de tiempo no paso nada. Podemos hacerlo de nuevo.


Separó los labios porque estaba convencido. —Antes no se escuchaban

las voces. Fue culpa nuestra y por eso tenemos esta vida.

Él frunció el ceño, pero uno de los hombres se acercó. —Ya está, jefe.

—Muy bien, os avisaré cuando haya que recogerlos.

Asintió antes de volverse y gritar —¡Nos largamos!

—Matt…

—Espera a que se vayan.

Jessica salió de la casa corriendo con una sonrisa de oreja a oreja. —

Estoy lista.

—Matt rompimos la piedra y ya no está sellada. Sería un riesgo cubrirlo

todo porque no sabemos si podrán salir.

—Tú no rompiste nada —siseó—. Ni siquiera habías nacido. Estás

viviendo una condena en vida por algo que no fue responsabilidad tuya y lo

voy a cambiar.

Se le cortó el aliento porque estaba plenamente convencido de lo que

decía —Pero…

—Nena, veamos cuántos de esos podemos mover.


—¡Sí, sí! —Jessica bajó los escalones de un salto y se puso ante el

primero agarrándolo bien. —Estoy lista.

—Muy bien, empuja.

Jessica empujó con todas sus fuerzas, pero los seis contenedores no se

movieron. Matt hizo una mueca. —Doce toneladas no. Nena, ¿pruebas tú?

—Ella levantó una ceja. —Hazlo por mí…—Sonrió y le dio un beso en los

labios. —No me rendiré.

—Eso es lo que temo.

—Vamos, vaga. ¿O no te crees capaz?

Jadeó antes de bajar los escalones a toda prisa. —Quita de ahí que os
voy a enseñar lo que es bueno.

—Aquí llega la jefa de los vigilantes.

—¡No veo nada, no es justo! —gritó Bedelia desde abajo.

—¡Ya llegará tu turno! —gritó Matt siguiéndola. Cuando apoyó las

manos en el borde del contenedor dijo —Bien, nena. Tenemos que medir tu

fuerza máxima que es la que realmente importa. ¿Lista?

Asintió y miró al frente antes de empujar con todas sus fuerzas. Los

contenedores se movieron un poco y ella gritó sintiendo que la fuerza la

inundaba. Dio un paso y luego otro hasta que los seis contenedores se

desplazaron al menos diez metros. Matt asombrado gritó —¡Para, nena!

Se volvió sonriendo. —Soy un hacha.


Matt se echó a reír. —Necesitamos más.

Jessica frunció el ceño. —¡Soy una debilucha!

—Quita un contenedor a ver si puedes con él.

Su amiga decidida fue hasta el primero y tiró del contenedor

desplazándolo hacia ellos. Lo fue rodeando hasta que lo empujó sacándolo

de la fila.

—Si no lo veo no lo creo.

—Cariño, no todo es ciencia.

Sonrió divertido. —¿No me digas?

Después de distintas pruebas llegaron a la conclusión de que Jessica

podía con ocho toneladas. —¡Soy como Superman! —gritó Jessica dando

saltitos mientras aplaudía.

—¿Y tú, cielo? —preguntó Cassady—. ¿No vas a medirte? ¿Crees que

ganarás a tu mujer?

—Nena, no me retes. —Le guiñó un ojo antes de acercarse a los

contenedores y colocarlos en fila de nuevo.

—¿Vas a probar con todos?

—Yo siempre voy a por todas, preciosa —dijo comiéndosela con los
ojos.

Jessica soltó una risita. —Está loquito por tus huesos.


—Shusss… —Se sonrojó de gusto y en ese momento empezó a

empujar. Le costó un poco al principio porque le resbalaba un pie, pero

cuando le cogió el truco casi empujaba lo mismo que ella. Dejó caer la

mandíbula del asombro antes de echarse a reír y cuando dejó de empujar

corrió hacia él tirándosele encima. Matt riendo la cogió por el trasero. —Lo

has hecho genial.

—Tengo que estar a tu altura.

Ella perdió la sonrisa poco a poco y confesó —Creía que quien no


estaba a la altura era yo.

Cogió su nuca con una mano y la acercó a su rostro. —Jamás vuelvas a


pensar algo así, ¿me oyes? No hay nadie en este maldito mundo más

especial que tú.


Una lágrima cayó por su mejilla y le abrazó con fuerza casi sin poder

creerse que aquello estuviera pasando. —Sí, nena… Estoy aquí y aquí me
voy a quedar, a tu lado.

Jessica sorbió por la nariz. —Qué bonito. —Levantó la vista hacia


arriba y gritó —¡Yo quiero uno así! Porque que sea un ángel no significa

que tenga que pasar el resto de mi vida sola, ¿no? ¡Quiero más
churumbeles! —Asombrado vio como fruncía el ceño sin dejar de mirar el
cielo. —¿No me contestas? Vale, espero una de las señales esas. —De

repente bostezó. —Me voy a la cama. Me toca turno de mañana.


Incrédulo miró a Cassady. —¿Ha dicho ángel?
—Cariño, aún me quedan muchas cosas por explicarte.

—Estoy deseando oírlas —dijo caminando hacia la casa sin soltarla.


—¿Y yo qué? —preguntó su hermana mosqueada.

Cassady gimió y Matt la miró asombrado para susurrar —¿Ahora?


—Por favor.

Bufó dejándola en el suelo y gritó —¡Bien, Bedelia es tu turno!


—¡Qué alguien me sustituya!
—Voy. —Sonrió subiendo las escaleras del porche y Matt le guiñó un

ojo. Sintiéndose más feliz que en toda su vida entró en la casa. Aquello
podía salir bien. Ella lo iba a intentar con todas sus fuerzas.

Se estaba tomando una taza de café mirándoles por la ventana de la


cocina cuando Jessica entró bostezando y con sus pelos rubios revueltos. —

Menuda nochecita.
—¿Una pesadilla?

—Stevie ha tenido gases.


—¿Está bien?

—Sí, ahora se ha quedado dormidito. Creo que voy a pasar al turno de


noche ya que él duerme de día. —Se puso a su lado. —¿Qué miras?
—Llevan moviendo contenedores toda la noche. Levantándolos,
llevándolos de un lado a otro. Colocando uno encima de otro a ver si podían

cargarlos…
—¿De veras? ¿Para qué?

—Están haciendo no sé qué cálculos. Mi hermana puede con diez


toneladas y eleva seis por encima de su cabeza. La muy burra casi acaba

aplastada por un chisme de esos.


Soltó una risita. —Así que entre todos podemos empujar al menos

cuarenta toneladas.
Levantó una ceja. —Pues sí, pero al parecer le siguen dando vueltas.

—¡Nena, ven!
Puso los ojos en blanco dejando la taza sobre la encimera mientras

Jessica soltaba una risita cogiendo la jarra para servirse un café. —Yo
vigilo.

—Gracias. Ángel está abajo.


Salió de la casa y bajó los escalones del porche colocándose ante ellos
con los brazos en jarras. —No se puede seguir calculando sin más

contenedores, pesados. ¿Por qué no lo dejáis?


—No estamos midiendo eso, nena —dijo él divertido.

—¿Entonces?
—Tu hermana me ha dicho que el otro día diste un salto espectacular de

al menos seis metros.


—¿Y?

Él señaló la marca que habían puesto en el suelo al lado del primer


contenedor. —Cada uno de estos mide cuatro metros de largo.

—No habláis en serio. ¡En ese momento la adrenalina corría por mis
venas y me tiré desde la escalera!
—Por eso sabemos que la marca que hagas hoy podrás superarla —dijo

su hermana como si tal cosa.


Gruñó por dentro dejando caer los brazos y él dijo —Coge carrerilla.

—Carrerilla, carrerilla —siseó.


—Nena, ¿pasa algo?

—No, qué va. —Caminó alejándose de ellos. —La primera noche


juntos y mueve contenedores. —Se volvió y tomó aire. —Vamos a acabar

con esto cuanto antes. —Echó a correr con todas sus fuerzas y cuando se
lanzó se dejó llevar.

Matt y Bedelia dejaron caer la mandíbula del asombro al verla caer al


menos sesenta metros más allá en medio del prado. —Leche, ella sí que es

Superman.
Cassady con la respiración agitada se enderezó sintiendo que su corazón

casi se le salía por la boca al ver donde había caído. Se volvió lentamente
para mirar a Matt pálida y susurró —¿Qué está pasando?

—No lo sé, nena, pero no tiene buena pinta.


Al oír sus palabras desde allí cayó de rodillas y él corrió hacia ella

dando un salto para llegar a su lado cuanto antes. Se agachó a su lado y la


abrazó a él. —Tranquila solo son unas pruebas.

—Nunca nadie de mi familia ha hecho algo así.


—Pues somos los primeros por algo. —Acarició sus rizos pelirrojos y

forzó una sonrisa apartándose. —Hay mucho que hacer para averiguar hasta
dónde llegas. Hasta donde llegamos. Es importante.

Ella asintió y miró hacia donde miraba él para ver como su hermana
corría hacia ellos antes de saltar. Cayó unos pocos metros antes que ellos y

frunció el ceño. —Lo intentaré otra vez.


Matt sonrió. —Es muy competitiva, ¿no?

—No, pero no quiere quedar peor que tú.


—Ven nena, necesito un café y comer algo. Hablaremos de lo que me ha
contado tu hermana durante la noche.

Fueron hasta la casa mientras Bedelia saltaba otra vez. Al entrar en la


cocina dijo —Haré unos huevos.

—No te preocupes por el salto. Nunca habías medido tus posibilidades,


igual siempre has podido hacerlo —dijo yendo hasta la cafetera.
—No lo creo. Y nadie de los míos ha hecho algo así. No sale en los
cuadernos. Siempre apuntamos todo lo extraño siguiendo la tradición.

Volvió la cabeza hacia ella como un resorte. —¿Lo apuntáis todo?


—Sí, en los cuadernos, ¿no te lo ha dicho mi hermana? Por eso sabemos
la categoría real de los demonios. No son siete como sale en internet. Solo

hay uno que es quien manda sobre todos los demás. Debajo de Satanás hay
otros que son los que denominamos fuertes y después están esos que oyes

que en realidad no hacen más que molestar.


Él bebió de su café pensando en ello. —Y son los fuertes los que

empujan la piedra.
—Sí.

—¿Y Satanás nunca lo ha hecho?


Golpeando el huevo se le cortó el aliento y le miró sobre su hombro. —

No lo sé.
—¿No sería lógico que el jefe fuera el que tuviera más fuerza para

hacerlo?
—Puede que lo haya hecho y no lo sepamos.

Matt se quedó en silencio y ella con la cuchara de madera revolvió los


huevos. —¿Qué piensas?

—Ayer me dijiste que nunca que tú recordaras habíais tenido un ataque


así.
—Sí, últimamente están más insistentes. Pensamos que era porque nos
creían débiles al ser solo dos e insistían más.

—Pero ahora somos cuatro y siguen intentándolo y cada vez con más
fuerza.

—Sí.
—Es extraño.

Apartó la sartén de los huevos para que no se enfriaran mientras freía el


beicon. Le escuchó suspirar y vio como pasaba la mano por los ojos. —

Estás cansado, ¿por qué no te acuestas un rato después de desayunar?


—Tengo que ir al pueblo o mi madre enviará a la guardia nacional.

Sonrió divertida. —¿Todavía te controla? —Levantó una ceja. —¿A tu


edad?

—Nena, no me ha controlado nunca porque no vivíamos juntos y


tenerla allí no supuso mucha diferencia excepto que nos veíamos de vez en
cuando. Pero se preocupará después de no pasar la noche en casa y más sin
avisar.

Se volvió con el sartén del beicon en la mano y empezó a servir las


lonchas en los platos que había preparado hacía una hora. —Pues ya que
vas al pueblo pásate por el ayuntamiento y cuéntales un cuento para que ya
no quieras mis tierras, ¿quieres?
Él juró por lo bajo. —Mierda, no me acordaba. —Miró su reloj. —
Tengo una reunión con el arquitecto en dos horas.

—Antes desayuna. ¡Chicas, a desayunar!


Sorprendiéndola la cogió por la cintura pegándola a su pecho y la besó
en el cuello. Cassady soltó una risita. —¿Eres una mandona, nena? —
susurró en su oído.
—Soy la vigilante.

—¿Debo acatar tus órdenes?


Se inclinó hacia atrás para mirar su rostro. —Pues sí.
—Estás equivocada, hay sitios en los que mandaré yo —dijo
comiéndosela con los ojos.

—Promesas, promesas.
Él se echó a reír. —¿Te he desatendido?
—Mucho, estoy disgustadísima.
—Te compensaré. Es que cuando me meto en un proyecto, este me

absorbe.
Puso los ojos en blanco. —Quien me mandaría a mí enamorarme de uno
de ciencias.
Matt le dio un rápido beso en los labios. —Esta noche, nena.

Se sonrojó mientras él se apartaba y se sentaba ante el plato de Bedelia.


Ella carraspeó y él la miró ya con el tenedor en la mano. Le indicó con la
cabeza el plato frente a ella. —¿De veras?
—Por favor, cielo…. No quiero conflictos en la familia. —Él suspiró

levantándose y sentándose en el asiento de enfrente. —Gracias.


Le guiñó un ojo mientras Jessica entraba en la cocina aún con el pijama
puesto. —Hay uno abajo que pregunta por ti.
Matt frunció el ceño mirándola. —¿Por mí?

—Sí, dice que tiene algo importante que decirte.


Se iba a levantar, pero Cassady levantó una mano deteniéndole. —A
desayunar.
—Nena, puede ser importante.

Ella puso los brazos en jarras. —Escúchame bien, cualquier cosa que
digan al otro lado de esa puerta es mentira. Siempre, ¿me oyes? Nunca y
cuando digo nunca es jamás te creas nada de lo que digan porque solo lo
harán con el único objetivo de que abras esa puerta. Que esto se te meta
bien en la cabeza, Bampton. Los que están al otro lado son asesinos,

violadores, personas de la peor calaña que lo único que han hecho en vida
es provocar sufrimiento a las personas que les rodean. Nunca te pliegues a
sus deseos, nunca les escuches en serio. Ignora todo lo que te digan y todo
irá bien. ¡Cómo entres en su juego, conseguirán volverte loco y terminarás

por cortarte el cuello! ¡Y es algo que no pienso permitir! ¡Así que a


desayunar!
—Ha dicho —dijo Jessica sentándose en su sitio mientras él asentía—.

La jefa tiene carácter.


Él sonrió. —Ya lo sabía.
Le miró asombrada. —¿Lo sabías?
—Nena, con siete años un chaval te levantó la falda en el parque y le
pegaste un empujón que terminó en la fuente.

Se sonrojó. —Y menos mal que estaba la fuente porque no controlaba


mi fuerza. —Él rio por lo bajo mientras Cassady daba un paso hacia la
mesa. —¿Estabas allí?
—En la heladería con mis amigos.

Se puso como un tomate. —Ah.


—Recuerdas la heladería, ¿nena?
—¿La recuerdas tú? —preguntó mirando sus ojos.
—Recuerdo cada encuentro que tuvimos.

Se llevó la mano al pecho de la impresión. —¿De veras?


—Qué bonito —dijo Jessica soñadora antes de mirar hacia arriba—.
Nada, que no suelta palabra.
—Así que eres un ángel.

—Eso dicen estas porque me gusta el arpa.


Matt la miró con horror haciéndola reír y Cassady se acercó a la
ventana. Su hermana estaba saltando de nuevo y cuando cayó la escuchó
jurar por lo bajo. —¡Ven a desayunar o se lo doy a Ángel! ¡No te lo digo

más!
—Vale.
Cuando se dio la vuelta Matt se levantó y le miró asombrada. —¿Ya te
vas?

—Nena, tengo mil cosas que hacer. —Le dio un beso en los labios. —Te
veo esta noche.
—¿Esta noche?
Las dos le miraron como si hubiera dicho un disparate. —¿Qué?

—Tienes que hacer tu turno, cielo. Ahora eres uno de los nuestros y lo
primero es lo primero.
Él gruñó —¿Turno de doce a seis de la mañana?
—¿Y cuándo vas a dormir? —preguntó pasmada.
—¿De seis de la tarde a doce?

—¿Y yo qué?
Él dijo algo por lo bajo sobre que a las mujeres no había quien las
entendiera y ellas jadearon indignadas. Entonces todos se pusieron a
discutir. Cuando Bedelia entró fue directamente hasta su plato y les observó

durante unos minutos sin dejar de masticar. Y como no se ponían de


acuerdo suspiró. —Haré yo el turno de doce a seis. Jessica el de seis a doce.
Mi hermana de doce a seis de la tarde y tú el último.
—Gracias hermana. —Cuando vio que Matt iba a decir algo le fulminó

con la mirada. —Se hará así. Si las chicas quieren salir en algún momento,
nosotros haremos su turno y viceversa.
Jessica sonrió a Bedelia. —Eso significa citas, guapa. A ver qué pillas.
—Primero tiene que pillar mi hermana.

—Tu hermana ya está pillada, maja.


—No se han casado. Hasta que no pase por vicaría y el de arriba dé su
visto bueno, nada de nada.
Matt miró a Cassady. —¿Eso es cierto?

—Cariño…
—¿Tiene que darme el visto bueno? ¡Si me ha dado la fuerza esa!
—Eso se lo da a cualquiera que viva en la casa.
—Cuantas cosas tienes que aprender —dijo Bedelia por lo bajo.

—Es como lo de la marca. Tú no la tienes. ¿O la tienes? —preguntó


Jessica.
—¿Marca? —preguntó asombrado.
Bedelia chasqueó la lengua. —Los vigilantes de nacimiento tienen una

marca que les desaparece cuando se van.


—Yo no —dijo Jessica—. Yo la tengo desde siempre, incluso lejos de
aquí. Pero yo soy un ángel. Soy especial. ¿Tú tienes esa marca?
—¡Si no sé de lo que hablas!
Cassady se bajó la camiseta y él separó los labios de la impresión. —
Pues no, no la tengo.
—¿Ves? —preguntó Bedelia—. Mi padre tampoco la tenía. Te han dado
su fuerza para que protejas la puerta porque ahora estás aquí, pero si te vas

esa fuerza desaparecerá a medida que te alejas. Siempre ha sido así.


—Y a los vigilantes que han nacido en la familia les ocurre lo mismo y
además se les borra la marca —terminó Jessica como si fuera algo lento.
Él gruñó. —Así que tiene que darme aún el visto bueno.

—Tranquilo que está la señal —dijo Cassady sin darle importancia—.


Te eligió a ti.
—¿Qué señal? —preguntó perdiendo los nervios.
—El periódico le dio en la cara —dijo Bedelia como si fuera muy
pesado—. Esa señal.

—Mira, me voy al pueblo, porque me están entrando unas ganas de


estrangularla…
—Tranquilo cielo, que a ti no va a caerte un rayo.
La miró espantado. —¿A alguien le ha caído un rayo?

—Bueno, a mi bisabuelo su primer matrimonio no le duró mucho. A su


novia le cayó un rayo justo después de salir de la iglesia. Luego se
enteraron de que se casaba por las tierras creyendo que estaba forrado —De
repente sonrió radiante. —Si pasas esa prueba es que estás de nuestro lado.
Que no te han influenciado, ¿no es genial?
—La prueba definitiva —dijo Bedelia con burla—. A ver si la pasas,
guapo.

—¡La voy a pasar! —Se volvió para salir de la cocina y gritó desde el
hall —¡Nos casamos mañana!
Asombrada miró a las chicas. —¿Ha dicho lo que creo que ha dicho?
Su hermana hizo una mueca. —No ha sido una pedida muy romántica

que digamos.
Entrecerró los ojos. —Pues no.
—Ponle las pilas, hermana.
Capítulo 10

Como tenía la mañana libre durmió un poco y después fue hasta el


taller. Dejó la puerta abierta por si la necesitaban y se sentó ante el busto

que había empezado días antes. Al quitar la tela se sobresaltó al ver el rostro
de Matt retorcido de dolor y chilló levantándose tan rápidamente que tiró la

banqueta. Se alejó llevándose la mano a la boca sin poder quitar la vista de


encima a aquella expresión que le puso los pelos de punta. —¿Pero qué?

Bedelia apareció de repente. —¿Has gritado? —Al seguir su mirada


levantó una ceja. —Leche, hermana. Antes esto se te daba mejor.

—¡Yo no he hecho eso!

Su hermana con el ceño fruncido se acercó. —Trabajaste ayer en él,

¿no?
—No, hace tres días cuando vino Mary Lou. Antes de llevar los

encargos… Mierda, al final no llevé los encargos. —Se pasó la mano por la

frente sin dejar de mirar esa cara y gimió angustiada.

—Tranquila, igual es otra señal.


—¡Señal de que algo va muy mal!

—Igual es por el dolor que iba a pasar ayer cuando le rompí la pierna.

Tenía una cara así.

—¿Tú crees? —preguntó esperanzada—. Pues eso ya pasó.

—Exacto. Igual querían avisarte y lo has visto tarde. Tíralo y olvídalo.


Me voy al pueblo a llevar tus encargos.

Se volvió mientras su hermana salía. —Bedelia… —Esta se giró con

una sonrisa en el rostro. —No sé qué haría sin ti.

—Seguir adelante. Como decía mamá eso es lo que tienes que hacer y

eso es lo que harás si llega el caso. —Sonrió con dulzura. —Yo no me iré a
ninguna parte.

—Te quiero.

—Yo más.

Sonrió mientras se alejaba y se giró hacia el busto. Decidida lo cogió

entero y lo tiró al cubo de la basura. —Bien, ¿y ahora qué hago? Uy, tengo

que hacer su vasija por si las moscas.

Tan concentrada estaba en hacer la mezcla que no se dio cuenta de

como se acercaban a ella por la espalda. Echó más mica dorada y verde
cuando sintió unos brazos que la rodeaban. Sorprendida miró hacia atrás y

sonrió a Matt. —¿No tenías no sé qué reunión?

—La he cancelado. —Él miró el cuenco. —¿Qué haces?

Se sonrojó ligeramente. —Tu vasija.

—¿Estás haciendo una vasija para mí?

Gimió por dentro porque parecía que le hacía ilusión. —Sí, cielo. Es
importante. Todos tenemos una por si llega el caso.

Entrecerró los ojos. —¿Por si llega el caso?

—No se te puede meter en cualquier cosa si llega el momento.

—El momento. —Entonces la miró pasmado. —¡No será una vasija

funeraria!

Forzó una sonrisa. —Pues sí.

—¡Nena!

—Yo también tengo una —dijo señalando el estante donde había tres.

—La madre que me parió. ¡Deja eso!

—No puedo, es importante. ¿Crees que me gusta hacerlo?


Espantado dio un paso atrás. —¡Joder, no me digas que todos esos

cacharros que tienes por la casa son tus muertos!

—Mis antepasados decían que así los antiguos vigilantes nos protegían.

—La hostia. ¡Pues son un montón, deberían retener ellos solos la

puñetera piedra!
—Cielo, ¿por qué no te vas a dormir un poco que te veo algo alterado?

—¿Cómo no voy a alterarme si estás haciendo mi urna funeraria? ¿En

caso de que me caiga un rayo me meterás ahí? ¡No, claro que no, porque no
habré pasado la prueba!

—¿Una cervecita? Te veo algo acalorado.

La cogió por la cintura pegándola a su cuerpo y la besó tan

apasionadamente que le robó el aliento. Ella respondió ansiosa y se abrazó a

su cuello disfrutando de su sabor, bebiendo de él maravillada por cómo la

hacía sentir. Matt gruñó agarrándola de los glúteos y sentándola sobre la

mesa. Cassady acariciando su cuello sintió como abría de un tirón sus

cortos vaqueros y tiraba de ellos con fuerza arrastrando sus braguitas de

paso. Gimió de placer sin poder evitarlo y él apartó su boca. —Sí, nena…

—dijo mostrando en sus ojos su deseo, dejando caer su ropa al suelo antes

de atrapar sus labios de nuevo. Desesperada por más llevó sus manos a su

camisa rasgándola por los botones y tirando de ella hacia atrás para

acariciar sus hombros. Él se la quitó con movimientos bruscos y se abrió los

vaqueros dejándolos caer. Fascinada con su piel acarició su espalda hasta

llegar a sus glúteos y cuando Matt pegó su pelvis a su humedecido sexo,

gritó al sentir su dureza apartando su boca y arqueando su cuello hacia

atrás. Él besó su cuello deslizando el tirante de su camiseta hacia abajo para


mostrar su pecho y lo atrapó con los dientes antes de chupar con fuerza.
Algo gritó en su vientre haciéndola gemir de placer. —¿Te gusta, nena? —

Sus labios recorrieron su cuello de nuevo. —Pues esto acaba de empezar.

—Entró en ella de un solo empellón y Cassady gritó sintiendo que la mesa

temblaba bajo su trasero, pero solo quería sentirle, así que se aferró a él.

Matt deslizó su miembro por su interior hasta casi abandonarla para entrar

de nuevo en su ser provocando que el placer aumentara y con cada

embestida ese placer la volvía loca hasta creer que perdía la razón. Matt

entró en ella de manera contundente y sintiendo que su alma se quebraba

gritó aferrándose a sus hombros, pero él no le dio tregua y al recibirle de

nuevo todo estalló a su alrededor dándole el regalo más maravilloso que


nadie tuviera jamás.

Cuando su corazón se calmó sintió sus caricias en su espalda hasta

llegar a su nuca y la apartó para mirar sus ojos. —¿Estás bien?

—Guau.

Matt sonrió. —¿Eso es lo que vas a decir? Ha sido más que guau.

—¿De veras? —Enredó sus dedos en su cabello negro aún sintiéndole

dentro. —Es que soy buena en esto.

Rio por lo bajo. —Sí, nena… Eres muy buena en esto y tengo la suerte

de que las maravillas que haces solo las probaré yo.

Le miró demostrándole cuanto le amaba. —Claro que sí, vaquero. Soy

toda tuya desde siempre.


Posesivo la pegó aún más a él cortándole el aliento al sentir como

crecía de nuevo en su interior. —Pues demuéstramelo, preciosa. Estoy

impaciente.

Las chicas miraron desde la ventana de la cocina hacia el antiguo

granero. —Ni se molestan en encender la luz —dijo Jessica divertida.

—Se ha saltado el turno —dijo molesta.

—Venga, hay que entenderla. Está enamorada. Además, sabe que

estamos aquí. Ella lo haría por ti.

Hizo una mueca volviéndose y cruzándose de brazos. —Eso ya lo sé.

—Estás preocupada por ella y es lógico, pero de momento el tío está

cumpliendo. —Soltó una risita. —Este la embaraza antes de que acabe el

día.

Reprimió una sonrisa. —Eso la haría muy feliz.

—Y eso es lo que importa, la felicidad de tu hermana.

En ese momento sonó el teléfono de la casa y Bedelia la miró

asombrada. —Nunca nos llama nadie a ese número.


Jessica corrió hasta el teléfono, pero Bedelia llegó primero. —¿Sí? Casa

Perkins.
Su amiga estiró el cuello hacia el sótano antes de mirarla para intentar

enterarse de algo. —¿Abogado? Nosotros no tenemos abogado —dijo

asombrada.

—¿Qué?

Ella le hizo un gesto para que no hablara y de repente jadeó indignada.

—Será una broma. ¡Eso no puede seguir adelante! ¿Que el alcalde no va a

recular? ¡Eso ya lo veremos! —Colgó el teléfono furiosa y gritó —¡Matt!

—Leche, se va a liar… —El perro ladró y gruñó. —Sí, cielo… Ya voy.


Bedelia salió de la casa. —¡Matt! ¡Ya puedes subirte los pantalones que

tenemos que hablar!


Matt que estaba dormido sobre una vieja manta en el suelo del granero

se sobresaltó sentándose de golpe. —¿Qué coño…?


Bedelia empujó la puerta golpeándola contra la pared y Cassady se

despertó levantándose de un salto dispuesta a correr. Al ver a su hermana


allí parpadeó. —¿Qué pasa?

—¿Qué pasa? ¡Qué este no ha hablado con el alcalde y ha llamado un


abogado del ayuntamiento diciendo que tenemos cuarenta días para dejar la

casa!
Suspiró volviéndose. —Cariño, ¿no has ido al ayuntamiento?
—Joder, se me olvidó.
—Pues que no se te olvide —dijo Bedelia—. ¡Porque como nos quiten
la casa se va a liar muy gorda! ¡Porque nuestra misión, para lo que nos han

criado es para proteger la puerta incluso a costa de nuestra vida!


Salió dando un portazo y Matt hizo una mueca. —Ahora sí que la tengo

contenta.
Cassady cogió su ropa y empezó a vestirse a toda prisa. —Mierda.

—Nena, lo solucionaré.
Dejó caer la camiseta por su cuerpo antes de mirarle y sonrió. —Te
espero en la casa, tengo que hablar con ella.

Matt asintió y se levantó mientras ella salía encendiéndole la luz. —


Apágala cuando salgas, ¿vale?

—Sí, preciosa.
Se empezó a vestir y cuando recogió los pantalones de debajo de la

mesa apretó los labios al ver las urnas funerarias. Se agachó para coger sus
zapatos cuando vio su busto en la papelera. Levantó una ceja por su rostro

retorcido de dolor antes de mirar las urnas de nuevo y gruñó antes de sisear
—Esto es una puta locura.

Sentadas en la mesa de la cocina le escucharon hablar por el móvil en el


salón. Al principio tranquilamente, pero poco a poco se fue alterando
levantando la voz.
—¿Cómo que no? ¡Mi geólogo me ha dicho que las tierras no son actas

para construir el edificio para mis ingenieros, no las voy a usar! ¡Sí, ese
estudio se hubiera hecho si me hubieran permitido el acceso, pero estaban

en su derecho de denegármelo al ser propiedad privada! ¡Ellas me


advirtieron y mi geólogo me lo acaba de confirmar! ¡No se puede llevar a

cabo el proyecto!
—Uy, uy que esto no tiene buena pinta —dijo Jessica—. El alcalde no

quiere bajarse de la burra.


—¿Empresa de transportes? ¿Pero qué me está contando, hombre? —

Las hermanas se miraron asustadas. —¿Que si me interesara el proyecto


tendría que pujar contra ellos para la cesión de los terrenos por el

ayuntamiento? —gritó a los cuatro vientos.


—Mierda. Espero que tu hombre esté forrado —dijo su hermana.

—Esto no puede estar pasando. —Se tapó la cara con las manos
empezando a sentirse superada por los acontecimientos.
—¡Tendrá noticias de mis abogados porque ahora pienso apoyarlas para

evitar la expropiación! —gritó fuera de sí.


—Pues no, no tiene la pasta para enfrentarse a ellos.

—Bedelia, por favor.


—¡Charlie! Quiero que te pongas a trabajar para evitar la expropiación

de las tierras de mi mujer. ¿Que cuando me he casado? ¿Y a ti qué te


importa? —gritó alterado—. Contrata a quien sea, al mayor tiburón de

Texas si es necesario, pero no puede perder esas tierras, ¿me has entendido?
¡Te quiero aquí mañana!

Las tres esperaron a que entrara en la cocina y cuando lo hizo la miró a


los ojos. —Lo solucionaré.
—¿Una empresa de transportes?

—El alcalde es más listo de lo que parecía. Ha utilizado mi idea para


sacar más dinero de cualquiera de los pujadores en la subasta de los terrenos

con fines empresariales. Pretende que compita con otros para forrarse. El
muy cabrón… —dijo cabreadísimo—. Espera que le coja.

—Le va a dar de hostias hasta en la licencia de conducir —dijo Jessica


divertida.

—Matt no puedes meterte en líos —dijo Cassady muy seria—.


Debemos ser discretos. No podemos tener más problemas con la ley de los

que ya tenemos.
Sonrió malicioso. —Nena, te aseguro que sé vengarme de mis enemigos

sin que se den cuenta. Ese cerdo va a perder hasta la camisa y terminará
pidiendo en la puerta de la iglesia como me llamo Matthew Bampton.

—Ese es mi chico. Ahora a cenar.


El teléfono de Matt sonó de nuevo y al mirar la pantalla suspiró. —

Joder, es mi madre.
—Cariño, dile que te mudas.

—Tengo que decirle algo más. —Descolgó poniéndose el teléfono al


oído. —Madre, ahora iba a llamarte... Sí, hoy tampoco duermo en casa —

dijo pasándose la mano por la nuca—. Me quedo en casa de mi novia. —La


miró a los ojos. —Nos casamos mañana. A las cinco en la iglesia del

pueblo.
Se escuchaban los gritos desde allí. —Veo que te lo estás tomando muy

bien.
Las chicas soltaron una risita, pero Cassady frunció el ceño. Lo que le

faltaba era tener problemas con la suegra y que metiera la nariz donde no
debía.

—Madre, la decisión está tomada. ¿Hablar? Por mucho que me cuentes


no voy a cambiar de opinión. —Al ver su expresión apretó los labios. —Sé
que tú crees que es un poco pronto, pero para nosotros no es así y no pienso

perder ni un día más. Mañana a las cinco. Si quieres estar allí perfecto, me
alegraré mucho. Sino lo sentiré enormemente, pero la boda seguirá

adelante. Espero que te lo pienses —dijo antes de colgar.


—Estará allí —dijo Jessica—. Tu madre te adora.

—Y a mí me odiará. Así que fuiste a la iglesia cuando estuviste fuera.


Él puso los brazos en jarras. —¿La estoy cagando mucho?
—En realidad te estás cubriendo de gloria. Pones en peligro nuestra

misión y nuestras tierras, le haces una petición de matrimonio penosa y


ahora haces que se case sin ni siquiera tener vestido de novia —dijo Bedelia
antes de beber de su cerveza—. Sí, eres un chollo de futuro marido.

Los tres la miraron. —¿Qué? ¿Acaso no es verdad?


Matt apretó los labios y se acercó a ella plantando la rodilla en el suelo

antes de coger su mano. Cassady sintió que se le cortaba el aliento por la


resolución en su rostro. —Nena, sé que no he hecho más que meter la pata,

pero te juro que lo arreglaré y tendremos una vida maravillosa juntos a


pesar de lo que hay ahí abajo. No voy a decirte que te quiero porque

seguramente pensarás que estoy influenciado por ellos, pero lo que sí voy a
decirte es que cuando pasabas ante mi casa siendo casi una niña mi corazón

se conmovía. Las últimas navidades que pasamos aquí te eché de menos,


pero el último día viniste y me dije que cuando fueras mayor tendría que

casarme contigo. —Los ojos de Cassady se llenaron de lágrimas y él miró


su mano. La apretó como si no quisiera perderla. —Y en cuanto vuelvo ahí

estás. No me lo podía creer y tus ojos decían que seguía siendo importante
para ti. Pero no entendí tu actitud frente a la tesis del abuelo y en ese

momento me preocupaste, nena. Me preocupaste mucho. Pero ya no


volviste y empecé a ponerme nervioso. ¿De veras esa estupidez era tan
importante para ti como para alejarte de mí? Leí la tesis y empecé a
investigar. Entonces se me ocurrió que si era tan importante para ti era

porque lo que se decía de tu familia puede que fuera cierto y me aferré a eso
para acercarme a ti de nuevo. Y ahora hemos llegado a este punto y no

pienso dar marcha atrás. Por eso… —Metió la mano en el bolsillo del
pantalón y sacó un anillo de compromiso precioso. —Cassady Elisabeth

Perkins, ¿me harías el honor de ser mi esposa?


Emocionada sollozó asintiendo y él sonrió deslizando el anillo por su

dedo. Un precioso anillo de platino que tenía el diamante en talla brillante


que toda mujer soñaría. —Era de mi abuela. ¿Te gusta?

—Es precioso. —Acarició su mejilla y besó sus labios. —Es perfecto.


Él cerró los ojos apoyando su frente en la suya. —Lo arreglaré, nena. Te

lo juro por lo más sagrado.


—Lo sé.
Alguien sorbió por la nariz y volvieron la cabeza para ver que las chicas
lloraban a moco tendido. —Mierda, y no voy a poder ir a la boda —dijo

Jessica cogiendo el rollo de papel de cocina y arrancando un pedazo.


Bedelia y Cassady se miraron preocupadas y su hermana dijo —No
deberíamos dejarla sola, todavía es novata y no podría con un ataque como
el de ayer.
—Pero… —Sabía que tenía razón, pero nunca se imaginó que se casaría
sola.

—Lo siento, nena. Aun así, haré que sea especial.


Le miró a los ojos. —Será especial porque me caso contigo, cielo.
Él sonrió antes de besar sus labios. —Qué mujer más comprensiva
tengo.
—No te creas —dijo Bedelia—. Últimamente está algo rara, pero ya

verás cuando vuelva a su carácter, ya.


—¡Bedelia!
—¿Qué? ¡Es mejor que se lleve todos los sustos de golpe!
Todos se echaron a reír y Cassady abrazó a su hombre sintiéndose más

feliz que en toda su vida.

Abrió los ojos y se sorprendió al no ver a Matt a su lado, cuando

recordó que le tocaba el turno de doce a seis. Lo habían arreglado así


porque con todo lo que había ocurrido se habían saltado los turnos y no era
justo para las chicas. Suspiró mirando el reloj de encima de la mesilla de
noche. Las cinco y media. Era hora de que se levantara para sustituirle y

que durmiera un poco antes de la boda. Sonrió mirando el techo. Se iba a


casar con él. Sus sueños se convertían en realidad. Se bajó de la cama
desnuda y soltó una risita porque hasta ese momento jamás había dormido
así. Se puso una bata ligera y se ató el cinturón a toda prisa. Era evidente

que la noche había sido tranquila porque no la había necesitado. Aunque


ahora tenía su fuerza y podía apañárselas solo. Caminó por el pasillo
procurando no hacer ruido y cuando escuchó a Jessica tarareando al
pequeño hizo una mueca. Pobre, seguro que no había pegado ojo. Pasó por

la cocina casi a oscuras y al llegar a la escalera escuchó un murmullo.


Mierda, le estaban agobiando, estos se iban a enterar. Bajó los primeros tres
escalones sin hacer ruido y al ver que estaba sentado en una silla ante la
piedra escuchando atentamente se tensó. Tenía los codos apoyados sobre las

rodillas y miraba la puerta muy serio.


—Eso es lo que tienes que hacer.
—Abuelo, es una locura.
A Cassady se le cortó el aliento. ¿Abuelo?
—¿Locura? ¡Tienes que hacerme caso! ¿Sabes lo que nos jugamos? No

habrá más oportunidades, llevan esperando siglos este momento. No puedes


fallarme ahora.
Matt se quedó en silencio y se apretó las manos mirándoselas.
—Tienes que renunciar a algo, no puedes tenerlo todo. Mira hasta

donde has llegado gracias a ellos.


—He llegado hasta aquí, como tú querías —siseó.
—No, hijo. Estos no eran mis planes porque pensaba arreglarlo yo

mismo, pero esa zorra me descubrió. Mira donde he acabado por dejarme
llevar. No puedo consentir que cometas los mismos errores que yo. Has
leído los diarios, ya sabes cómo solucionar esto. Hazlo.
Pálida caminó hacia atrás subiendo los escalones, pero el primero crujió
bajo su peso y Matt se volvió de golpe para verla. Sonrió. —Buenos días,

nena. ¿Has dormido bien?


—¿Hablabas con alguien?
—Oh, no han dejado de molestarme en toda la noche, pero tranquila que
no he hecho caso a sus estupideces. —Se acercó a ella. —No tienes buena

cara.
Sintiendo que su corazón quería gritar de la rabia dijo —Stevie no ha
pasado buena noche.
—Sí, le he oído. —Alargó la mano y ella la miró. Su instinto le dijo que

tenía que averiguar lo que se proponía y le miró a los ojos antes de bajar
varios escalones para cogerla mostrando su anillo de compromiso. Su
corazón lloró por él mientras Matt tiraba de ella para cogerla en brazos. —
¿Lista para la boda, preciosa?

Parecía feliz, ilusionado por unirse a ella y Cassady se dijo que el


destino no podía ser tan cruel, que debía confiar en él. —Lista.
Sonrió más ampliamente. —Tengo muchas sorpresas para ti y quiero

que las disfrutes todas.


—¿Sorpresas?
—Espera y verás. —La besó suavemente en los labios y susurró —Será
un día tan especial que no olvidarás nunca.

Su piel se erizó mirando sus ojos. —Estoy impaciente.


Él sonrió dejándola en el suelo y la besó pegándola a su cuerpo. Cuando
sus labios se apartaron Matt frunció el ceño. —¿Seguro que estás bien?
—Mejor que nunca. Venga, vete a dormir que quiero que estés

descansado para cuando digas el sí quiero.


Asintió mirándola fijamente y fue hasta las escaleras. Ángel como si
supiera que pasaba algo estaba en lo alto y cuando pasó a su lado acarició
su lomo. —No la pierdas de vista, pequeño.
El perrito movió el rabo y bajó las escaleras a toda prisa para colocarse

a su lado. Cassady se agachó para cogerlo y lo abrazó reprimiendo las


lágrimas antes de volverse para mirar la piedra. Le escuchó coger algo de la
nevera y alejarse. Entonces Cassady se acercó a la piedra y susurró con
rabia —No me lo quitaréis, antes entro ahí y os liquido a todos, hijos de

puta. No sé a lo que estáis jugando ahora, ¿pero queréis guerra? La vais a


tener, eso os lo juro por todos mis muertos.
—Ten cuidado, niña —dijo la voz al otro lado con una ironía que la

tensó—. O seguramente acabarás donde están tus antepasados y lo perderás


todo.
—Más quisieras, viejo.
Una risa al otro lado hizo que quisiera gritar, pero se contuvo y dejó a

Ángel en el suelo. —Sube a despertar a Bedelia.


—Estoy aquí.
Sorprendida vio que salía de debajo de la cama. —¿Creías que le iba a
dejar solo vigilando la puerta? Sabía que estabas dormida y no quise

despertarte. Yo me he encargado y en los últimos minutos he escuchado


cosas muy interesantes.
—Cuéntame por si me he perdido algo —dijo a toda prisa yendo hasta
los diarios. Allí estaba la respuesta. Frenética cogió el primero y empezó a

leer mientras su hermana le relataba lo que había escuchado.

—Aquí no hay nada. Los hemos leído mil veces —susurró su hermana

sentada ante el escritorio del sótano.


—Tiene que haber algo. Algo que nos haya pasado desapercibido. —
Pasó la hoja. —Han esperado siglos este momento. No podía fallarles
ahora.
—Ya sabía yo que siempre había sido muy perfecto. Buen estudiante, un
hombre de éxito sin cometer un solo error en su vida, era raro.
Apretó los labios pasando la hoja y frunció el ceño al ver la letra de su
madre. Pero ese no era su diario. —¿Qué? —Pasó la hoja para ver la letra

de su abuelo y fue hacia atrás para verla de nuevo, pero entre esas dos hojas
su madre había escrito en ese espacio en blanco.
—Mira. —Bedelia mostró unas manchas en las esquinas. —Las hojas se
pegaron con la tinta y mamá debió aprovechar para escribir en medio

cuando se separaron.
—¿Y volvió a pegarlas? Porque cuando leí el diario esto no estaba aquí.
—Se pegarían de nuevo. —Bedelia estiró el cuello. —¿Qué dice?
Bajó la vista hasta el diario y se le cortó el aliento. —Es una carta para
mí.

Bedelia se levantó a toda prisa poniéndose tras ella para leer:


“Mi querida hija…”
—Oye que igual es para mí.
—Quién es la vigilante, ¿eh?

—Yo también estoy aquí.


—Bedelia, ahora no.
Gruñó y ambas siguieron leyendo:
“Has leído estos diarios cientos de veces y prácticamente te los sabes
de memoria. En ellos cada uno de los vigilantes han contado sus
experiencias o las historias que ellos les contaban y que les parecían
interesantes o terroríficas. Yo también lo he hecho, pero hasta que no

empecé a tener esos sueños tras tu nacimiento, hija, no supe lo que era el
verdadero terror.”—A Cassady le dio un vuelco el corazón. —“Durante
siglos hemos custodiado la puerta creyendo que debíamos evitar que
salieran, pero nunca ha sido así. Nos teníamos que haber preparado para

su llegada. Nos equivocamos, hija. Ellos saldrán, solo es cuestión de


tiempo y el día apropiado. Y ese día será durante el eclipse de sol del año
en que cumplas veinticinco años.”
—Es dentro de una semana —dijo su hermana asustada llevándose la

mano al cuello de la impresión.


“Ese día el sol dejará de brillar y las sombras lo cubrirán todo.
Aprovechando que nuestro señor no verá lo que ocurre, Satán hará que sus
súbditos arranquen las cadenas que le atan a su trono e irá hacia la puerta.

En la tierra estarán preparados y le ayudarán a abrir la puerta para que su


rey salga e impida que las sombras desaparezcan para siempre. Él no
puede salir solo, ¿entiendes? Jamás ha podido. Pero quienes le siguen son
poderosos y harán lo que sea para llegar hasta la puerta. Si mis sueños son
ciertos, que no lo sé, esa tarde sufriréis un ataque que cambiará el curso de
la historia y sé que no estaréis preparadas.”
Las hermanas se miraron asombradas antes de seguir leyendo —“Os

preguntaréis por qué no os lo he dicho antes. ¿Por qué me he callado?


Sentía que tenía que ser así. Que debíais seguir como hasta ahora porque
en ninguno de mis sueños salís adelante.”—Cassady cerró los ojos y las
lágrimas recorrieron sus mejillas. Tomando aire los abrió de nuevo para
seguir leyendo —“No quería que vivierais pensando en ese día. Temiendo

el fin. Quería que aunque fuera durante unos años os sintierais seguras,
felices a pesar de la vida que os he dado. Tenía que haberme ido hace
mucho. Tenía que haberme alejado para que al menos esos años hubierais
tenido una vida normal, pero no fui capaz de hacerlo temiendo lo que me

habían inculcado toda mi vida y pudieran salir. ¿Comprendes mi


encrucijada? Tu padre no lo hizo. Cuando al fin se lo conté quiso alejarse
sin ser capaz de soportar lo que vendría. Yo tampoco me sentía capaz de
verlo, pero estaba dispuesta a luchar a vuestro lado. Eso no será posible,

ya no. El señor tiene otro destino para mí, pero esté donde esté y si ese día
llega estaré a vuestro lado. Te quiero, hija. Os quiero más que a nada en la
vida y os estaré esperando. No temáis, el señor proveerá.”
—Dios mío —susurró Bedelia pálida.

—Eran sueños.
—¡Estaba convencida y no nos dijo nada!
—Baja la voz. —La miró fijamente.
—Tenemos que matarle. Él forma parte de esto.

—¡Cállate y siéntate!
Su hermana lo hizo en el acto y ella volvió a mirar las páginas del
diario. —Esto no puede ser. No está sucediendo.
—Cassady abre los ojos.

Al pasar la hoja hacia atrás se le cortó el aliento. —Ya sé por qué lo


escribió aquí.
Su hermana entrecerró los ojos mirando la página. —El abuelo habla de
las espadas de oro. La historia que le contó alguien al otro lado. Que si no

tenía una de las cuatro espadas de oro mal iba a deshacerse de ellos. Eso le
dijo.
Se miraron a los ojos. —El abuelo le preguntó con burla que dónde
podía encontrarlas.

—Y él le dijo que las portaban los antiguos guerreros que custodiaban


la puerta, que le preguntara a ellos —susurró Bedelia sin aliento antes de
que ambas miraran hacia allí—. Tiene que ser mentira. ¿Qué puede hacer
una espada contra un demonio?
—La piedra es mágica, igual las espadas también.

—Nos estamos aferrando a una historia contada hace sesenta años.


—Y a unos sueños de hace veinticuatro, no sabemos nada Bedelia, pero
si esa puerta se va a abrir quiero estar lo mejor preparada posible. ¿Tú no?

—El maligno no puede abrirla solo. ¡Solo tenemos que deshacernos de


los que vengan y esos están vivos! Empezando por ese que duerme ahí
arriba. Y cuanto antes nos encarguemos de él mejor.
Cassady la cogió del brazo para detenerla. —Espera.
—¿Te lo vas a pensar?

—¿Y si no es cierto? ¿Y si influyeron en mamá de alguna manera para


tener esos sueños? ¿Vas a matar a un inocente?
—¿Acaso tenemos que actuar cuando ya tengamos el problema encima?
Su abuelo es un demonio, tú lo has oído tan bien como yo y estaban

conspirando. Lo oí claramente tenía que actuar ya y era evidente que habían


hablado antes porque lo hacían en clave como si el abuelo ya le hubiera
comentado estos temas. Yo no necesito más pruebas.
Sintiendo que su corazón se desgarraba siseó —Pues yo sí.

Soltó su brazo de golpe. —Estás ciega. Nos ha estado mareando como


ha querido.
—¿Y por qué iba a hacer todo lo que ha hecho? Solo tenía que
sorprendernos el día en cuestión. O incluso podía haberme rajado el cuello

esta misma noche mientras dormía. Tú lo has dicho, ahora tiene la fuerza
para enfrentarse a nosotras y no nos ha quitado del medio.
—Si acaban de darle instrucciones no ha tenido tiempo.
Ella miró el diario. —Si seguimos las pistas, debemos seguirlas todas y

no descartar nada. —Señaló la página de su abuelo. —Empezando por esto.


—Las espadas han desaparecido. Nunca las encontraremos. Si
existieron alguna vez fue hace siglos.
Se le cortó el aliento. —Guerreros. No vigilantes, como nos han

llamado ellos desde el principio. —Fue a toda prisa al primer diario y lo


abrió lo más rápido que pudo. —Sí, nos llamaron vigilantes, pero no
guerreros.
—¿Qué quieres decir?

—Estos eran luchadores, preparados para enfrentarse a ellos, por eso


iban armados.
—¿Serían los encargados de poner la piedra? ¿Quienes hicieron la
puerta?

—¡O quienes cerraron la puerta después de encadenar a Satanás en su


trono! ¿Quién podía hacer algo así?
—Arcángeles que llevaron al señor del mal a las profundidades de la
tierra donde solo sentirá tormento.
—Exacto. Rafael, Miguel, Gabriel y seguramente Uriel que según el

libro de Enoc es el delegado en vencer a los ángeles de mala conducta.


Ellos fueron los encomendados en bajar a los infiernos a Lucifer, luego
llamado Satán al ser arrancadas sus alas, así como al resto de los ángeles

caídos según la Biblia, ¿no? Sus guerreros más fieles, sus favoritos, los
encargados de velar por el bien de la humanidad, ellos portaron las armas y
velaron porque se cerrara la puerta. —Mostró la piedra con sus manos. —
Ellos les sepultaron para que no volvieran al cielo ni se relacionaran con los
hombres nunca más.

—Sí, ¿pero dónde están las armas? Como no nos lo diga el de arriba…
—Pero es que tenemos un ángel entre nosotros, así que de alguna
manera han sabido que necesitamos ayuda. Ahora seguramente enviarán
refuerzos, enviarán las armas… Tienen que ayudarnos. Ahora que lo

sabemos nosotros, ellos también.


—¿Y si Jessica es esa ayuda que creen que necesitamos? Era evidente
que algo estaba pasando. La llegada de Jessica y todo lo demás debe ser por
eso. ¿Y si no envían a nadie más?

Se le heló la sangre. —Entonces tenemos que prepararnos para hacerles


frente.
—¿Crees que lo que soñaba mamá es cierto? ¿Que no pueden mover la
piedra? Parecía muy segura de lo que decía. Igual comprobó si se movía.

—Solo hay una manera de comprobarlo. —Ambas miraron la piedra. —


Tendremos que dejar que la muevan para saber si son capaces.
—Sí, pero muy poco ¿eh? En cuanto notes algo empuja por si esto se

nos va de las manos.


Asintió mirando los símbolos y entonces se le ocurrió una idea. —Ellos
llegaron antes.
—¿Qué?

Tocó la piedra pasando sus dedos por los símbolos. —Ellos la


encontraron antes —dijo sin aliento—. La desenterraron e hicieron los

grabados. —Elevó el dedo hasta la parte de arriba de la cruz y pasó la yema

por lo que parecía una lanza. La punta estaba hacia abajo y dio un paso
atrás siguiendo su dirección. Otra lanza bajo la cruz señalaba hacia abajo.

—Una señal —susurró.

—¿Qué?
Se volvió para mirarla. —Lo sabían, sabían lo que mamá escribió en ese

libro muchos años después.


—No te entiendo.

—El sol, la luna. El eclipse… las armas… —Se llevó las manos a la

cabeza. —Pero entre todas esas armas solo las lanzas apuntan hacia abajo.
Hacia abajo…

Ambas miraron el suelo de piedra, tan antiguo que algunas de ellas


estaban más desgastadas que otras. —Pero esto siempre ha estado aquí.

—O eso creíamos.
—Traeré la maza.

Ella cogió su mano y negó con la cabeza. —No, espera. —Elevó la vista

hasta el techo escuchando atentamente, pero la casa estaba en silencio.


—¿Qué vas a hacer?

La miró a los ojos. —Casarme. Ha hablado con su madre y con el cura,


si no vamos harán preguntas. Le voy a seguir el juego, veremos hasta dónde

llega.

—Igual ahora que lo saben arriba le cae un rayo y nos ayudan en eso.
Palideció apretando los labios y su hermana la abrazó.

—Mientras estamos en la iglesia quiero que levantes el suelo —susurró


en su oído—. Ruego a Dios porque las encuentres y si es así debes

esconderlas, ¿me has entendido? Él ha leído lo mismo que nosotras, pero

nos cree ciegas a lo que está pasando. Querrá que estemos indefensas,
intentará matarnos o evitar que estemos cerca de la puerta cuando llegue el

momento. Mantén los ojos abiertos. No puedo perderte.

—Debemos avisar a Jessica.


—A ella se le nota todo en la cara. No podrá disimular. Tengo que

pensar muy bien qué vamos a hacer, no podemos cometer un solo error. De
momento no le digas nada. Además, no quiero que se asuste o tema por el

niño. Hasta que comprobemos si pueden mover la piedra y que lo que dice

mamá en esas líneas es cierto, no quiero revelar nada a nadie. Lo sabe el de


arriba y tomará medidas si lo cree necesario. Si no es así es porque cree que
nos arreglaremos bien solas. Puede que enviaran a Jessica porque pedimos

ayuda al estar agobiadas y solas, o puede que no y que todo haya sido un

plan predeterminado porque el Señor ya conocía los planes de nuestros


enemigos. En realidad, no sabemos nada y necesitamos respuestas.

—¿Y qué le voy a decir a Jessica sobre el suelo?

—Di que en uno de los ataques se ha levantado. Que tembló el suelo o


algo así. Son piedras grandes, pero no tanto como para que no las puedas

colocar de nuevo. Alisa la tierra que haya debajo y vuelve a colocarlas lo


mejor que puedas. Seguro que ella le comentará lo ocurrido a Matt y quiero

comprobar su reacción.

—De acuerdo. —Se separaron y se miraron a los ojos. —Aunque sabía


que este momento podía llegar estoy aterrorizada. ¿Estás asustada?

Sus ojos se llenaron de lágrimas y asintió. —Mucho.


—Por él, por perderle.

—Y por ti. —Cogió sus manos. —Si ves algo raro alrededor de la casa

enciérrate aquí hasta que yo llegue.


—¿Crees que hay más? ¿Que no solo le han enviado a él?

—¿Una misión tan importante y que han esperado durante tantos siglos?

No, deben tener cómplices. Como ese abogado que se supone que llega hoy.
Cuidado, hermana.
Los ojos de Bedelia brillaron de rabia. —Tranquila. No se acercarán a la

puerta. Son humanos y con esos puedo de sobra.

Asintió apretando los labios antes de decir —Esperemos a ver si los de


ahí dentro intentan algo en las próximas horas y comprobemos si pueden

moverla, porque sino tenemos otra pregunta que hacernos.


—¿Cuál?

—¿Por qué tenemos la fuerza desde hace tantas generaciones si no la

necesitamos?
Su hermana la miró comprendiendo. —Eso. ¿Por qué llevamos

empujando desde hace tanto para nada? El primer vigilante debió tener una

razón poderosa para tirarse a empujar, ¿no? Y que después los demás
hiciéramos lo mismo. Puede que mamá estuviera equivocada.

Miró la piedra fijamente sintiendo el temblor bajo sus pies y su perro se


puso a ladrar desde las escaleras. Se acercaron y se miraron a los ojos. —

¿Lista?

Bedelia asintió. El impacto hizo temblar la puerta y Bedelia a punto


estuvo de poner las manos, pero Cassady se la cogió con firmeza sin dejar

de mirar la piedra. Entonces el suelo tembló aún más y se miraron asustadas

mientras escuchaban voces que no entendían al otro lado. El impacto hizo


temblar la puerta y unas piedrecitas cayeron sobre ellas. Ambas gritaron

poniendo las manos sobre ella empujando con todas sus fuerzas. Unos
gritos se elevaron al otro lado y de repente Cassady sintió alguien tras ella.

Asustada miró hacia atrás para ver como Matt ponía las manos sobre su
cabeza mientras Jessica en las escaleras les miraba fijamente antes de

empezar a soplar. Matt empujó como ellas y los gritos fueron cesando poco
a poco hasta que después de unos segundos se hizo un silencio sepulcral.

Con la respiración agitada miró a su hermana de reojo y ella asintió. Era

evidente que su madre no estaba en lo correcto o que cuando lo había


intentado el ataque no había sido tan duro porque sí que podían moverla y

estaba muy equivocada. Podían salir y seguramente con esa prueba habían

dañado más la puerta.


Juró por lo bajo y Matt la agarró por los hombros dándole la vuelta. —

¿Estás bien?
—Sí. —Sin saber ni cómo reaccionar se dejó abrazar. ¿Y si había

imaginado su conversación con su abuelo? ¿Y si todo era porque aquella

situación la estaba sobrepasando? Sin poder evitarlo se abrazó a él.


—Ya ha pasado, nena —dijo acariciando su espalda.

Jessica se acercó y a toda prisa cogió una escalera que tenían allí para
ponerla ante la puerta. Matt dejó de abrazarla y se subió a la escalera para

mirar la parte superior de la piedra. —Tiene una fisura. No es muy grande,

pero la tiene. Y eso es un problema porque cualquier golpe puede agravarla.


—Dios mío —dijo Bedelia asustada—. Es culpa nuestra.
Matt frunció el ceño y Cassady la fulminó con la mirada, así que

Bedelia dijo a toda prisa —No hemos empujado lo suficiente.

—No creo que haya sido eso. —Se bajó evidentemente preocupado. —
Este ataque ha sido el peor que he visto.

Por su culpa, seguro que las escucharon decir que no empujarían y lo

habían intentado con fuerza. Cassady se pasó la mano por la frente mientras
su prometido decía —Es evidente que cada vez lo intentarán con más

ímpetu. Debemos buscar soluciones para evitar que la muevan.


—¿Qué soluciones?

—He pensado en una prensa hidráulica.

Las tres le miraron fijamente.


—Las hay que aguantan mucho peso. Podría construir una prensa que

aguantara hasta quinientas toneladas. Colocar la plancha pegada a la puerta

y así evitar que se mueva mientras la prensa esté encendida. Eso os liberaría
a todas.

Se le cortó el aliento. —¿Una prensa hidráulica? Cariño, la piedra es


mágica. ¿Crees que…?

Asombrada miró a su hermana que preguntó inmediatamente —¿Cuánto

tardarías en hacerla y en colocarla?


—Tendría que diseñarla con las dimensiones de la puerta y la pared para

que las vibraciones sean las menos posibles, el proceso de fabricación y


después habría que derribar la casa para colocarla. Para empezar un mes

más o menos.
Dejó caer los hombros de la decepción. —¿Un mes?

—¿Derribar la casa? ¿Y los obreros? —preguntó Jessica—. ¿No les

hablarán los que están ahí dentro mientras trabajan?


—Eso déjamelo a mí —dijo Matt muy serio mirando a su prometida—.

¿Me pongo con ello? Como mínimo os ayudará a estar más tranquilas.
Podemos hacer una prueba y si no funciona no seguimos adelante y

buscamos otra solución.

—Me parece una idea estupenda —dijo Jessica encantada.


Cassady ya no sabía qué pensar y preocupada dijo —Necesito un café.

—Tranquila hermana que yo aquí me quedo —dijo Bedelia mirando a


Matt de reojo—. Pero no te precipites en tus decisiones.

Matt la siguió escaleras arriba y Jessica sonrió a Bedelia. —Una

solución. ¿No es genial?


—No lances las campanas al vuelo… —La miró fijamente. —¿Has

tenido algún sueño?

—Uy, sí… Lo poco que he dormido he soñado con Brad Pitt. —Soltó
una risita. —Mira que me lleva unos añitos, pero encantada me tenía.

Bedelia puso los ojos en blanco. —Genial, amiga.


Capítulo 11

En cuanto llegó a la cocina disimulando sus nervios puso la cafetera


mientras Matt la observaba atentamente desde el vano de la puerta al

sótano. Cuando terminó de prepararlo cogió la taza y la acarició sin poder


darse la vuelta para evitar que él viera en su rostro lo que pensaba. —Nena,

te dije que lo solucionaría y lo haré. No van a salir.


—Júramelo —susurró intentando no llorar.

—Te lo juro. —Se acercó a ella y la abrazó por la cintura pegándola a


él. —Te lo juro por lo más sagrado que no pararé hasta encontrar la

solución. —La besó en la sien. —Ahora no quiero que te disgustes, hoy es

un día importante. —Pegó su mejilla a la suya. —Hoy serás mía.

Algo se estremeció en su interior y una lágrima recorrió su mejilla. —


Sí…

Se escuchó el motor de un coche y ella aprovechó para apartarse para

mirar por la ventana limpiándose la mejilla disimuladamente. Frunció el


ceño. —Una furgoneta. —Se volvió para mirarle y vio como sonreía. —

¿Son amigos tuyos?

—Empiezan las sorpresas, nena. Feliz día de tu boda.

Se acercó a la puerta sin perderle de vista y el repartidor se bajó

cogiendo de atrás una caja blanca muy grande y otras dos más pequeñas. Se
acercó al porche con una sonrisa. —¿Cassady Perkins?

Abrió la puerta saliendo al porche y el chico la miró de arriba abajo

demostrando que le gustaba lo que veía. —Esto es para usted.

Alargó los brazos sin ser consciente de su mirada porque no dejaba de

observar las cajas. —Gracias.


—Es un placer. Un verdadero placer.

Matt apareció en la puerta gruñendo y el hombre se sonrojó. —Que

tenga buen día.

—Lo mismo digo —dijo distraída al ver que una de las cajas traía una

tarjeta. Intentó mostrarse ilusionada—. ¿Son para mí?

Su prometido que miraba la furgoneta con el ceño fruncido asintió. —

Claro que sí, nena…


Mostrando impaciencia regresó a la cocina casi corriendo y él sonrió. —

Abre la grande primero.

Apartó las otras dos y cogió la tapa con ambas manos tirando de ella.

Un papel de seda rosa cubría su regalo y lo apartó con cuidado para ver un
maravilloso encaje en blanco. Sorprendida miró sus ojos. —Pero…

Matt rio por lo bajo. —Sácalo, preciosa. Quiero saber si te gusta.

Sin poder evitar ilusionarse sacó el vestido de novia que era una

maravilla. Tenía el escote en forma de corazón y era ceñido en el torso. La

falda que debía llegarle por las rodillas caía desde la estrecha cintura. Era

un vestido de ensueño. —Es maravilloso —dijo poniéndoselo delante—. ¡Y


es mi talla!

Él se echó a reír. —Tuve que hurgar un poco en tu armario para

enterarme de la talla, espero que no te importe. No soy muy bueno con esas

cosas.

—Te perdono. —Soltó una risita acariciando el encaje antes de

acercarse y darle un beso. —Es perfecto.

—Tú sí que eres perfecta.

Encantada porque se había molestado en que tuviera un vestido especial

en su boda, lo dejó con cuidado sobre la caja y abrió otra mostrando unas

sandalias blancas. —Son preciosas… —Impaciente abrió la otra y vio que


en ella había un tocado hecho con el mismo encaje que el vestido y que de

él salía un pequeño velo que cubriría parte de su cara. —Oh, que delicado.

—Levantó la vista hasta sus ojos. —No tenías que…

—Sí que tenía. —La abrazó por la cintura. —Quiero que nuestro día sea

especial.
Cassady pasó las manos por sus hombros mirándole a los ojos. Lo que

tenían no podía ser fruto de una mentira, el destino no podía ser tan cruel.

Tenía que amarla, tenía que hacerlo, y si había decidido pasarse al otro lado
ella haría que volviera al redil y se arrepintiera. Lo haría, lucharía por los

dos por cómo le amaba y por todo lo que podían llegar a tener en el futuro.

No se rendiría.

Se abrazó a él y Matt sonrió susurrando en su mejilla —Por un abrazo

tuyo todo merece la pena.

—Por un abrazo tuyo daría la vida.

A Matt se le cortó el aliento y la abrazó con más fuerza. Se sintió

protegida y emocionada. Y por qué no decirlo se sintió amada y si eso era

mentira quería vivir esa mentira el resto de su vida. Haría que se

arrepintiera de sus actos, lo haría.

—¿Y qué darías por un beso? —preguntó él elevándola para sacarla de

la cocina.

Ella levantó la vista hacia sus ojos. —Mi alma.

Él sonrió. —¿Y por un hijo?

Le dio un vuelco al corazón porque nunca había pensado en ello, pero

en ese momento quiso que se convirtiera en una realidad. —Eso te lo daría

yo a ti.
Matt se echó a reír. —Tienes razón. —La besó suavemente en los

labios. —Y sería el regalo más maravilloso que podrías hacerme.

—¿Nos ponemos a ello, Bampton? —Sin dejar de mirar sus ojos dijo —

Necesitamos nuevos vigilantes.

Él sin dejar de sonreír la metió en la habitación. —Pienso poner todo de

mi parte.

Dos horas después Cassady bebió de su taza de café viendo a través de

la ventana de la cocina como su coche se alejaba.


—¿Qué opinas, hermana? —preguntó Bedelia tras ella.

—No lo sé. Madre no tenía razón en que no podían mover la piedra,

puede que estuviera equivocada en todo.

—¿Y lo de su abuelo?

—¿Y si simplemente le seguía la corriente? Le dije que siempre

mentían. Igual no se ha creído nada. Igual no era su abuelo. ¡Joder, no lo sé!

—Se volvió dejando la taza sobre la mesa que estaba llena de los platos del

desayuno. Escuchó como Jessica tarareaba al niño en el sótano. —¿Y si

solo quieren que no confíe en él? Sabemos que son muy listos. ¿Y si lo han

hecho a propósito para fastidiarme la boda? Matt es muy inteligente, ya

oíste lo de la hidráulica esa. A lo mejor quieren que se aleje.


—Dudas de todo.

—¿Tú no? Son expertos mentirosos, no pueden influir en nosotros con

sueños, pero sí pueden marearnos hasta que perdamos la cordura. Mira al

abuelo, se quitó la vida. ¿Y si a mamá le ocurrió algo por el estilo y ahora

nosotras dudamos por…? —Desesperada volvió a mirar la ventana. —No lo

sé.

—Dudas de él porque todo ha sido muy precipitado. Dudas de su amor

y todo esto ha resquebrajado tu burbuja de ilusión. Igual tienes razón y solo

quieren jodernos como siempre. Igual les seguía la corriente.

Aparentemente está normal. Y no se puede negar que está ilusionado con la

boda. —Respiró hondo. —Muy bien, recopilemos y veamos esto con

perspectiva.

Jessica llegó en ese momento con el niño en brazos y cogió el biberón

del agua. Cuando se volvió Bedelia llegó con un block grande que Cassady

usaba para sus bocetos y lo puso sobre la mesa. —Veamos. —Hizo una

línea temporal antes de trazar un corte al principio. —Encierran a Satanás

después de ser expulsado del cielo para siempre. Según la biblia hubo una

lucha con los arcángeles que les expulsaron a él y a los suyos para que
dejaran de joder. Alguien tuvo que cerrar la puerta, así que suponemos que

fueron ellos. Y para hacerlo iban armados.

—Con cuatro espadas de oro.


—¿Ah, si? —preguntó Jessica asombrada.

Ambas asintieron y Bedelia hizo otra marca más adelante en la línea. —

Los aztecas o los mayas encuentran la puerta por alguna razón que

desconocemos y por algo que les asustó hicieron los grabados. Y esos

grabados representan según papá en sus años de estudios, el sol, la luna y

armas para defenderse. Y después volvieron a enterrarla. —Hizo otra

marca. —Llegaron nuestros antepasados y…

—Desenterraron la puerta de nuevo —dijo Jessica sentándose a la mesa.


—Y la dañaron, empezaron a oírse voces.

A Cassady se le cortó el aliento. —¿Y eso cómo lo sabemos? —Ambas


la miraron. —No sabemos si simplemente estaban callados. En realidad no

sabemos nada.
—Pero en los diarios…

—Como bien acabamos de descubrir no podemos fiarnos de todo lo que


pone en los diarios. —Se acercó al cuaderno y señaló la marca de los

símbolos. —¿Y si ellos les oyeron y eso fue lo que les asustó? ¿Y si cuando
nuestro antepasado desenterró la piedra no escuchó nada porque los de ahí

dentro sabían que estaba intentando abrir la puerta? Pero algo pasó que les
delató y entonces vino todo lo demás.
—Muy bien, pongamos en duda esto también. —Hizo una marca mucho

más adelante. —Después de tu nacimiento madre tiene sueños donde llega


la apertura de la puerta y no salimos muy bien paradas.
A Jessica se le cortó el aliento. —¿De veras? Igual su subconsciente le

jugó una mala pasada. La verdad es que viviendo de niña entre todo esto es
como para volverse loca. —Hizo una mueca. —Sin ofender.

Cassady sonrió. —No nos ofendemos, tienes razón. Además, ella creía
algo que no es cierto.

—¿El qué?
—La puerta se puede abrir desde dentro.
—Oh, ¿y dudabais de ello?

—Pues ya dudamos de todo, la verdad.


—¿De mí también?

Ambas la miraron sorprendidas. —Pues no —dijo Cassady mirándola


fijamente—. La verdad es que de ti no he dudado desde aquella cena.

Jessica sonrió. —Es que soy maja y les caigo bien a todos. ¿Qué le voy
a hacer? Soy irresistible. —Se levantó con el bebé en brazos. —Voy a darle

un baño, está acalorado.


Las hermanas la observaron mientras se alejaban antes de entrecerrar

los ojos. Bedelia susurró —¿Estamos paranoicas?


—Sí, lo estamos, pero es por el problema gordísimo que tenemos

encima. —Miró la línea temporal. —Continúa aunque te has dejado muchas


cosas en medio como la muerte del abuelo y de muchos de los nuestros. —
Frunció el ceño al ver una gota sobre el inmaculado mantel. —Bedelia has
vuelto a derramar tu café sobre el mantel de mamá. —Levantó la taza y al

ver el círculo separó los labios al recordar algo. —Muchas cosas en


medio…

—¿Qué?
Dejó la taza sobre la mesa y corrió hacia las escaleras bajando los

escalones de un salto para llegar hasta los diarios. Sacó el libro donde se
relataba la muerte de su abuelo y pasó las hojas a toda prisa. —Luna llena.

Tan grande que se veía muy cerca de la casa, eso escribió mamá. —
Cogiendo otro diario dijo —Comprueba si la muerte de mamá fue en luna

llena.
Su hermana cogió su móvil introduciendo la fecha. —Sí, era luna llena.

Frenética pasó hojas del primer diario. —Dieciséis de octubre de mil


ochocientos cincuenta y tres.

Su hermana lo introdujo en el móvil a toda prisa. —No pone nada de


eso porque solo hay entradas sobre el inicio de la guerra de Crimea —dijo
mirando el móvil—. ¡No, espera! —Levantó la vista asombrada. —Aquí

pone que el diecisiete era luna llena.


—¿Unas horas después era llena completa? —susurró impresionada.

—Sí —contestó su hermana pálida.


—Sigamos.
Una hora después habían comprobado todas las fechas importantes de la

familia y en todas o estaba a punto de ser luna llena o lo había sido.


—Dios mío... En luna llena estamos solos y hacen con nosotros lo que

quieren como en la muerte de papá. Seguro que se lanzó bajo el camión


angustiado por dejarnos —dijo Bedelia impresionada.

—Eso no lo sabemos. Solo sabemos que en luna llena es cuando


ocurren desgracias en esta familia.
—Y no solo en la familia porque en esos días siempre hay mucha más

gente en urgencias y ocurren más homicidios y suicidios. Siempre lo dicen


en la tele. Y la luna ocultará el sol en unos días —dijo asustada.

—Será noche en día.


—Mamá tenía razón.

—Empiezo a pensar que sí. Van a intentar salir ese día.


—¿Y por qué no lo han intentado antes? —escucharon que Jessica

preguntaba desde la cocina.


Puso los ojos en blanco porque habían hablado demasiado alto y ya se

había enterado de todo. Estaba claro que allí no se podían guardar secretos.
La cabeza de Jessica apareció de repente. —No es el primer eclipse de sol

que hay en la historia, ¿no?


Las hermanas se miraron. —Eso es cierto. ¿Por qué este eclipse y no

otro en años pasados? —preguntó Bedelia.


Se mordió el labio inferior. —Mira en internet que tiene de especial ese

día.
Su hermana metió las palabras claves en el móvil mientras Jessica

bajaba las escaleras. Al cabo de un par de minutos Bedelia levantó la vista


hacia ella. —Es la primera vez que convergerán completamente justo sobre

nosotras.
Apretó los labios. —Llevan esperando siglos que ocurra. El eclipse

tiene que ser completo justo en ese momento en que salgan. La oscuridad se
apoderará de nosotros y ellos aprovecharán para salir como las alimañas

que son.
Jessica les miró asustada. —¿Qué coño me estáis contando? ¿Que van a

salir? ¡Dijisteis que eso no podía pasar! ¡Qué vosotras, nosotras lo


impediríamos!

—¡Pues ahora lo dudamos! —gritó Bedelia de los nervios haciendo que


se rieran al otro lado.
Las tres miraron hacia allí. —Tic, tac… Ha llegado la hora, pequeñas —

dijo la voz de una mujer—. Satán reinará sobre la tierra.


—¡Cállate! ¡Mi Dios ya lo sabe y tomará medidas! —gritó Jessica de

los nervios antes de mirarlas—. Las tomará, ¿no? ¡Esto no puede ser el
Apocalipsis!
—El Apocalipsis. —Sin aliento negó con la cabeza antes de mirar a su
hermana que estaba pálida. —¿Crees que el anticristo ya está entre nosotros

predicando su palabra?
—Viendo las noticias que hay todos los días en la televisión no me
extrañaría, la verdad. Los gobiernos cada vez son más corruptos e

interesados alejándose de la palabra de Dios y cada vez hay menos


creyentes.

—Hay guerras, epidemias, maldad y egoísmo donde mires —dijo


Jessica—. Si actualmente no está en la tierra predicando la palabra de su

señor, entonces no creo que Satán le necesite. O puede que sea él mismo
ángel caído quien guie a los débiles de corazón como un nuevo profeta en

cuanto salga, engañando a todos.


Se pasó la mano por la frente. —Bueno, eso son suposiciones. Lo que

tenemos que evitar es que salgan de ahí, no tiene que importarnos lo que
pase después porque ni estaremos vivas.

Jessica sin color en la cara asintió. —Estoy de acuerdo.


Bedelia fue hasta una esquina y cogió una barra de uñas que había

escondido allí. —De momento vamos a enterarnos de si tenemos armas o


no. —Clavó la barra de uñas con un golpe introduciéndola hasta la mitad

entre los bordes de dos piedras. Mirando a su hermana empujó hacia abajo
levantando la piedra. Jessica la agarró y la puso a un lado. Al cabo de unos
minutos el suelo alrededor de la puerta estaba despejado y solo había tierra.

—Tienen que estar aquí —dijo Cassady angustiada arrodillándose. Pasó


la mano por la tierra donde indicaba el símbolo de la puerta y la tierra

empezó a removerse. Se le cortó el aliento al ver algo de oro que se elevó


poco a poco mostrando una empuñadura.

—Dios mío —susurró Jessica.


Sintiendo que debía hacerlo cogió la empuñadura y tiró de ella

mostrando el largo filo del tamaño de su antebrazo que brilló con la luz del
sol que entraba por las pequeñas ventanas. Sintió algo indescriptible, su

fuerza se multiplicó y su corazón supo que esa arma era suya. —Coged las
vuestras —dijo con autoridad.

Su hermana se arrodilló de inmediato pasando la mano y su pequeña


espada no tardó en aparecer. —Ven a mí. —La cogió levantándose y ambas
miraron a Jessica que tenía los ojos como platos. —Tu turno.
—Brilláis.

Las hermanas se miraron. —¿De veras?


—Tenéis como un halo de luz —dijo realmente impresionada—. ¡A ver
si me van a salir alas! ¡Eso se disimula fatal!
—Sí, cuando lleves a tu niño al cole las madres te van a mirar raro —

dijo Cassady muy seria haciéndola jadear—. ¡Coge tu arma, Jessica!


Gruñendo fue hasta ellas y se arrodilló. —Es que de verdad… Esto me
pasa por autoinvitarme a cenar.

—Exacto. ¿A que no vas a volver a hacerlo?


Sonrió antes de pasar su mano y cuando la cogió susurró —Hala.
—Yo no lo hubiera expresado mejor —dijo Bedelia divertida—. Siento
que puedo con cualquier cosa.
Hubo murmullos al otro lado y alguien dijo —Eso no os servirá de

nada. Nuestro tiempo ha llegado.


—¡Más quisieras, capullo! —gritó Bedelia—. ¡Y no interrumpas
nuestro momento!
Cassady miró el suelo. —El abuelo dijo que eran cuatro.

—Igual es Matt. —Jessica miró su arma. —Eso es fácil de saber, si pasa


la mano y no sale es que no es para él.
Se le cortó el aliento. —Una prueba.
—La definitiva —dijo su hermana sonriendo—. Así saldrás de dudas.

—Rápido, poned las otras piedras y solo dejad esta parte al descubierto.
Tiene que estar a punto de llegar de recoger su ropa de casa de su madre. Y
esconded vuestra espada hasta ese día. Que nadie la pueda encontrar, ¿me
habéis entendido?

—Sí, Cassady.
—Daos prisa.
Fue hasta la escalera cuando se escuchó un grito espeluznante al otro
lado, pero sus chicas estaban allí. El impacto contra la piedra fue brutal y

observó desde la escalera como su hermana con una sola mano lo detenía.
Jessica sopló alejando al demonio que estaba al otro lado. —¿Creéis que
están así de pesados porque se acerca el momento? —preguntó Bedelia.
—Seguramente. Deben estar impacientes —dijo Cassady con burla.

—¡Zorra, espera que salga! —gritó uno de ellos al otro lado.


—¿Estás deseando verme la cara? —Entrecerró los ojos. —Te aseguro
que no vas a querer vernos cabreadas.
—¡No vais a conseguir nada, putas! ¡Os desmembraré con mis propias

manos! Esperad a enfrentaros a mi Señor. ¡Ahí sabréis que es el verdadero


dolor!
Una risa al otro lado la alertó porque ya la había oído antes. Era una
mujer y con muy mala leche, por cierto. —Pobrecita y creía que iba a
casarse hoy. —Se tensó. —Y ya está muerto. Entre nosotros…

—No les hagas caso, mienten —dijo su hermana rápidamente.


La sonrisa de Matt apareció en su mente y entonces miles de imágenes
se sucedieron hasta el beso de despedida de esa mañana. —No tardaré. No
quiero que estéis solas mucho tiempo. Cogeré mi ropa y regresaré para la

comida. Seguro que mi madre quiere hablar conmigo para intentar


convencerme. —Besó sus labios. —Pero ya no hay marcha atrás.
Cassady salió corriendo. Fue hasta su cuarto y se puso lo primero que

pilló que fueron unos vaqueros cortos y una camiseta. Por si la necesitaba
cogió su espada y con paso firme salió de la casa. Bedelia la vio pasar desde
la cocina y desde la ventana observó como se subía a su camioneta. —
Suerte, hermana.
Capítulo 12

Se detuvo ante la casa de su futura suegra con un frenazo. Todo parecía


muy normal en el barrio y lo que la mosqueó es que no veía el mercedes de

Matt por allí. Abrió la puerta y cuando se bajó decidió no coger la espada
por si estaba exagerando, así que la puso bajo el asiento y cerró la puerta.

Rodeó el vehículo por delante y vio que alguien dejaba caer una cortina en
el salón. Caminó por el sendero y subió los escalones del porche.

Intentando controlarse pulsó el botón cuando lo que quería era tirar la


puerta abajo buscando a su hombre.

La puerta se abrió y allí estaba su suegra que sonrió dulcemente al verla.

—Qué sorpresa, querida. ¿Qué haces aquí?

—Oh, quería ver a Matt porque ha surgido un problema con la boda y


tiene que solucionarlo.

—¿Un problema? —preguntó abriendo más la puerta—. ¿Qué problema

es? Igual puedo ayudarte.

—¿Matt no está aquí? Dijo que vendría.


—¿Te dijo eso? —preguntó con desconfianza.

Entonces un ruido en el salón la hizo mirar hacia allí por instinto.

—¿No está sola?

—Claro que sí. Ha sido el gato que al fin ha llegado de Nueva York y se

está amoldando a la casa.


—Pero si han venido en coche, ¿cómo no lo trajeron en ese momento?

Su futura suegra entrecerró los ojos. —Porque estaba malito y en el

veterinario en ese momento.

—Oh… —Dio un paso hacia ella. —¿Puedo conocerle? Seguro que nos

llevamos bien.
—No le gustan los extraños. ¿Qué problema tienes con la boda? —Sus

ojos aparentaron preocupación. —¿No me digas que no te vas a casar?

Era evidente que era lo que quería y no era de extrañar, la verdad. El

chico de oro se casaba con una de las raras del pueblo, que además no tenía

ni profesión decente ni estudios ni clase. Lo podía ver en su mirada cuando

le dio un repaso de arriba abajo. —Ya lo sé, no tienes vestido.

—Sí tengo. —Al mirar por encima de su hombro vio un libro sobre el
aparador al lado de su foto con Matt. Era uno de los libros del abuelo de su

prometido. Sintiendo que le daba un vuelco al corazón sus ojos fueron a

parar a los de esa mujer y entonces supo que era ella quien estaba detrás de

todo. —¿Dónde está mi marido? —preguntó fríamente.


—¿Tú qué? Todavía no te has casado.

La agarró por el cuello y ni le dio tiempo a gritar mientras ella la metía

en la casa cerrando con un portazo que la desencajó. Shirley asustada agarró

su brazo. —¿Dónde está mi hombre?

—No está aquí.

—¡Mientes, qué has hecho con él! —La tiró al suelo y gritó —¿Matt?
Matt, ¿dónde estás? —Fue hasta el salón y se detuvo sorprendida al

encontrarse allí a cuatro personas de pie al lado de la chimenea para que

ella no les viera desde la entrada, entre ellas la madre de Jessica, el alcalde

y lo que la dejó de piedra, el cura del pueblo al lado del sheriff. Se miraron

los unos a los otros sin saber qué hacer. —Vaya, vaya. Si están aquí las

fuerzas vivas del pueblo. ¿Organizando otra fiestecita? Creo que me voy a

unir para que luego no digan que soy huraña con mis convecinos. —Puso

los brazos en jarras. —¿Qué coño está pasando aquí?

—¡Niña! —protestó el cura escandalizado.

Le señaló con el dedo. —¡Cierre la boca o se la cierro yo!


Mary Lou jadeó. —Qué grosera.

—¿Grosera? No has visto nada, zorra. —Dio un paso hacia ellos y vio

como el sheriff escondía algo detrás de la espalda. —Al parecer ha sido

malo sheriff, enséñeme lo que esconde.


—Has agredido a la dueña de la casa y has entrado sin permiso. —Él

sonrió malicioso mostrando la pistola que tenía en la mano. —¿Sabes que

podría pegarte un tiro aquí mismo y ni siquiera me investigarían?


—¿Sabe que puedo arrancarle los miembros antes de que respire de

nuevo? —El tipo palideció. —Sí, veo que lo sabe… —siseó con rabia—.

Tire el arma antes de que me cabree.

Se escuchó un chasquido tras ella y se volvió sorprendida para ver a

Matt con una escopeta en la mano apuntando al sheriff. —Amor, te estaba

buscando. Hoy es nuestra boda y te retrasabas.

Él sonrió. —Lo siento nena, es que cuando me acerqué a la casa vi

llegar al sheriff y me escondí para escuchar lo que decían. Madre, ahora que

te has levantado únete a los tuyos.

—Hijo…

Matt se tensó. —¡Haz lo que te digo!

Shirley pálida caminó cojeando hasta el grupo y siseó —Tira la pistola,

idiota.

El sheriff lo hizo de inmediato.

—Ya veo quien manda. —Cassady puso los brazos en jarras y se volvió

hacia Matt. —¡Me has ocultado cosas!

—Y tú a mí, nena…—La miró de reojo. —¿O no? ¡Esta mañana cuanto


te vi bajar por las escaleras supe que no confiabas en mí!
—¡Hablabas con tu abuelo! ¿Cómo querías que confiara en ti?

—¡Cómo yo lo hice en ti! —gritó cerrándole la boca en el acto—. Pero

por lo visto por mucho que dices que me quieres no te importo tanto como

esa maldita puerta.

Pálida dio un paso hacia él. —Matt.

Él sin hacerle caso miró a los presentes. —¿Quien más está metido en

esto?

—No sé de qué hablas, hijo. Era una reunión para recaudar fondos para

la fiesta de septiembre.

—No me cuentes historias, estaba escuchando. Levanta la alfombra que


al parecer has hecho un bonito dibujo y quiero verlo bien.

Miró de reojo a Mary Lou que apretó los labios con fuerza y ambas se

agacharon lentamente para apartar la alfombra mostrando la madera donde

habían rascado un pentagrama que ocupaba medio salón. En el centro tenía

el símbolo que ella tenía en el pecho. Se le heló la sangre al ver las fotos de

las tres en el centro y la de Matt sobre una de las puntas. A su lado un

cuchillo que parecía que tenía sangre. —¿Qué pensabas hacer, matar a tu

propio hijo? —preguntó él asqueado.

Shirley se enderezó. —Ese pensamiento jamás ha pasado por mi mente.

Cassady mirando el pentagrama separó los labios de la impresión. —Él

es vuestro futuro.
—El de todos —dijo su madre orgullosa—. Será su mano derecha. Su

alma fue entregada a él en su nacimiento y nuestro señor le ha bendecido

con una vida de éxitos. —La miró furiosa. —¡Pero tenías que interponerte

en su camino cuando íbamos a realizar el ritual y decírselo! ¡Entonces te

seduciría con el propósito de llegar a la puerta! —Miró a su hijo a los ojos.

—Eres nuestro futuro. El futuro de muchos, hijo. No sé qué te ha dicho esta

mujer para que estés de su lado, pero solo te ha mentido. Debes escucharme

porque el fin de esta era se acerca y estarás en el bando equivocado. —Dio

un paso hacia él. —Imagínate hasta donde llegarías de su mano. Lo tendrás

todo a tus pies. —Sus ojos brillaron de la avaricia. —Serás su príncipe. Ha

puesto muchas esperanzas en ti.

—Está loca —dijo él sin salir de su asombro.

—Me habla por las noches, me dice lo orgulloso que está de ti. Solo

necesita una última prueba. Mátala, mátalas a todas y todo será tuyo. Le

recibiremos con los brazos abiertos —dijo ilusionada—. Será el fin de una

era y vendrá otra mucho más ventajosa para todos.

Pasmado miró a Cassady. —Ha perdido el juicio.

—Cariño, ¿has hecho algo malo en tu vida? —preguntó mosqueada—.


Porque eso de las pruebas no me gusta un pelo.

—¿Yo? ¡Si he trabajado como un cabrón para conseguir todo lo que

tengo!
—Ah, entonces son desvaríos suyos.

—¿Desvaríos? —dijo el sheriff con desprecio—. Han sido nuestros ritos

los que le han hecho triunfar, nuestros sacrificios y nuestra entrega. —Miró

a Matt. —Y tus mentiras, tus engaños y tu personalidad, ¿no Matt? Eres un

seductor cuando quieres e implacable cuando te enfadas. Siempre consigues

lo que quieres y eso es un rasgo de Lucifer, ¿no es cierto? El más bello de

los ángeles del señor. Listo, sibilino, malicioso, mentiroso… Ni que fueras

hijo suyo.
Cassady se tensó. —¿Hijo suyo?

—Nena, no entres al trapo que se les va la cabeza.


—¡Bueno, ya he perdido la paciencia! —Se acercó a Mary Lou y la

cogió por el cabello arrastrándola hasta Matt.


La mujer gritó porque sino la seguía se quedaría calva. —Por favor, por

favor, no me mates —dijo muerta de miedo.


—Tú no eres responsable de esto, ¿no? Solo te has dejado llevar.

—¡Lou, calla! —ordenó Shirley.


Tiró de su cabello hacia atrás. —O hablas o te arranco la cabeza aquí

mismo. Seguro que ese pentagrama y tu señor agradecen la sangre que se


derramará.
—¡No fue culpa mía! ¡Ella empezó con esas historias en el instituto y

me convenció!
—¿De qué?
—¡De que en el pueblo estaba la puerta del mal! Que una vez siendo

niña un grupo la había retado a ir a tu casa y que al hacerlo escuchó voces


en el sótano. ¡Se agachó a mirar y vio la puerta! Al principio no sabía lo que

era, pero entonces escuchó una voz que procedía de su interior y salió
corriendo sabiendo que era el mal. Eso empezó a obsesionarla y no dejaba

de hablar de ello. ¡Compró algunos libros e hizo que los leyera yo!
Entonces se enteró de que el abuelo de Matt había hecho una tesis sobre el
mal en el pueblo y quiso leerla. Venía a esta casa y le pedía libros. —Miró a

Matt. —¡Fue culpa de tu abuelo! Le enseñó libros muy antiguos, le contó


historias y entonces ya no tuvo duda. Él obligó a su hijo a casarse con ella

sabiendo que sería clave para su causa. ¡Satanás se lo dijo en un sueño! —


Matt impresionado dejó caer algo el arma. —Empezaron a hacer reuniones

con los allegados de tu abuelo. ¿Adivina de quienes eran familiares?


Cassady levantó la vista hasta los presentes mientras ella continuaba

hablando. —Pero no fue hasta que nació Matt cuando nos dimos cuenta de
que era especial.

—¿Especial en qué? —gritó él furioso.


—En la marca que tienes en la cabeza, hijo… Esa marca —dijo

señalando el centro del pentagrama. Fue una bendición del maligno. Me


estaba honrando con tu nacimiento y supimos que esperaba cosas muy
importantes de ti.

Se le cortó el aliento, era un vigilante. Tenía la marca y esos estúpidos


creían que era una marca del maligno.

—No fue hasta que apareció tu padre hasta que no nos dimos cuenta de
su misión —dijo el sheriff a Cassady que apretó los puños por la furia que

la recorrió porque era obvio que le habían utilizado también—. Tu madre se


enamoró en el acto y supieron, supimos que era nuestra oportunidad. El

padre Murdock nunca perdió el contacto con él, era su confidente, y se lo


contaba todo creyendo que en él tendría un aliado que seguía rigurosamente

el camino de Dios, cuando si había elegido esa profesión fue porque su


padre le dijo que saber los secretos de la comunidad les sería beneficioso.

—Dios mío…
—Entonces naciste tú —dijo Shirley sonriendo diabólicamente—. La

siguiente vigilante. La persona que custodiaría la puerta. Una vez nos


encontramos. Ibas en el cochecito con tu madre que apenas salía de su casa
a no ser que fuera para llevarte al médico o para realizar unas compras. Me

acerqué de inmediato y levanté a Matt para que te viera. Sentí tu necesidad


por él, supe que mi señor había influido en ti para que le amaras. Más que a

ti misma si es necesario. Pero todavía tendrían que pasar años para que se
acercara a ti y te sedujera para acercarse a la puerta. Antes Matt tenía que
irse, no le habíamos contado nuestro secreto y tenía que madurar para

convertirse en un hombre admirado por todos y que afrontara la tarea que se


le encomendaría. En cuanto pude le convencí para irme con él y seguir con

mi tarea que es cuidar de la mano derecha de nuestro señor. Guié sus pasos,
le aconsejé y cuando fue necesario regresamos para estar preparados en el

momento más crucial de nuestras vidas.


—¿Y cuándo pensabas decírmelo, madre? ¿Cuando Satán abriera la
puerta y me saludara? —preguntó irónico.

—Cariño has tenido sueños sobre esto toda la vida. En el fondo sabías a
lo que estabas destinado.

Se le cortó el aliento porque por su rostro vio que tenía razón. —Por eso
no saliste corriendo cuando te lo conté todo —dijo Cassady—. Ya lo sabías.

—No, miente.
—¡Lo aceptaste muy rápido! —Palideció dando un paso atrás. —No me

quieres, ¿no? Solo te has interesado por mí a causa de esos sueños.


—¿Vuelves con eso? —La miró torturado. —¡A mí no me influye

nadie!
—Mátala hijo. No la necesitas. Ya sabemos todo lo que pasará y cuáles

son sus puntos débiles, no es necesaria. Morirán ella y las demás, hazlo
ahora y vayamos a la casa para preparar su llegada.

—¡Cállate!
—No claudicará —dijo el padre Murdock por lo bajo.

—¡Cállate estúpido, conozco a mi hijo! —Dio un paso hacia él. —¿Por


qué crees que has conseguido todo lo que tienes? ¿Por tu inteligencia? ¿Por

tu sacrificio? ¡Tu padre sí que se sacrificó dando la vida por ti! —Matt
palideció dando un paso atrás. —Él sabía que eras especial y cuando

cumpliste trece años quiso entregar su propia sangre para darle las gracias
como él merecía. Y lo hizo con orgullo.

—Por eso mi abuelo te odiaba.


—Sí. —Sonrió maliciosa. —Y quiso descubrirnos informando a la

madre de Cassady, pero desafortunadamente se cayó por las escaleras


rompiéndose el cuello. Que fatalidad, ¿verdad?

—Te envía recuerdos.


—Cariño, menuda familia tienes. —Matt la fulminó con la mirada. —

Oye, que yo no tengo la culpa de que estén algo desequilibrados.


—¡Tienen razón!
Se le cortó el aliento. —¿Qué has dicho?

La apuntó con la escopeta haciendo reír a Shirley. —Existe, ¿no es


cierto? Está ahí abajo y quiere salir. ¡Tienen razón en sus suposiciones!

¿Por qué no van a tener razón en que soy especial para él?
Sintiendo que el miedo la recorría dijo —Eres especial, lo eres para mí.

Cariño baja el arma.


—No, no soy especial para ti porque siempre has desconfiado de mí.
¿Qué pensabas hacer si cometiera un fallo? Si escucharas cosas que he

hecho que puede que no te gusten y creyeras que no soy la persona indicada
para vigilar la puerta —siseó—. ¿Me matarías para que no se descubriera
vuestro secreto? ¿Me caería un rayo? Igual debería ponerme de su lado ya

que confían tanto en mí.


—Eso no lo dudes, hijo —dijo su madre orgullosa—. Eres nuestra

esperanza y nuestro orgullo. El orgullo de todos. Daríamos la vida por ti. —


Los demás asintieron. —¿Acaso lo haría ella?

Él los fulminó con la mirada volviendo el arma hacia ellos. —¡Solo me


habéis utilizado pensando que era un estúpido sin cerebro que me plegaría a

vuestros deseos!
Se le retorció el corazón por el dolor que destilaba su voz.

—¡Jamás te he importado más allá de lo que podía proporcionar!


Su madre se tensó. —Baja el arma, Matt.

—¿Más órdenes, madre? —preguntó fuera de sí—. Estaba harto de tus


órdenes de niño y fui muy claro contigo, yo con mi vida hago lo que me da

la gana.
Todos miraron a Shirley. —Dijiste que le dominabas con tu dedo

meñique —dijo el sheriff—. ¡Qué jamás te desobedecería!


Matt rio por lo bajo. —Madre, que mentirosa eres.
—Hijo baja el arma.
—Hijo baja el arma —dijo con burla—. Para que los aquí presentes lo

sepan, ¿por qué no les dices cuando dejé de hacerte caso? ¿Cuando seguí
con mi vida dejándote atrás?

Su madre pálida susurró —Cuando tenías seis años.


—¿Recuerdas ese día, madre? Me diste una paliza por no hacerte caso

cuando me dijiste que tenía que pegar al niño del vecino porque el padre te
había dicho que tenías que podar los setos que estaban inclinando su valla.

Te criticó en público y no lo toleraste. Estuve tres días sin levantarme de la


cama porque me negué. A partir de ahí nunca volví a hacerte caso —dijo

helándoles la sangre a todos mientras Cassady sentía que la furia la recorría


—. Les has mentido, madre. Simplemente te trataba con respeto ante los

demás y toleré tu presencia en Nueva York porque al fin y al cabo eres mi


madre, pero nunca más te haré caso. Ahora arrodillaos. Ya que creéis tanto
en vuestro falso Dios no os importará perder la vida para estar a su lado
cuando intente traspasar la puerta.

—Oh, Dios mío —dijo el cura dejándola de piedra.


—¿Qué has dicho? —preguntó Shirley girándose hacia él con cara de
loca—. ¿Ya has renunciado? ¡Maldito traidor, vas a pagar por esto! —Se
tiró sobre él y le arreó un bofetón antes de arrancarle los pocos pelos que
tenía. Entonces el hombre cayó al suelo empujando al sheriff que cayó
también.

—Están como cencerros —dijo molesta antes de mirar hacia abajo para
ver que Mary Lou tenía el cuchillo del pentagrama en la mano y chillaba
como una loca antes de intentar clavárselo en el muslo, pero cuando la
punta llegó a su carne esta se dobló como si fuera de mantequilla.
Asustada levantó la vista hasta su rostro. —Tu padre nos mintió.

Sonrió maliciosa. —No os mintió. —Se agachó para cogerla por el


cuello y apretó con fuerza elevándola por encima de su cabeza. —
Simplemente no lo sabía todo. —Rompió su cuello sin esfuerzo y sin
ningún remordimiento la dejó caer sobre el pentagrama. Entonces escuchó

un disparo y miró hacia el sheriff que aterrorizado la apuntaba antes de


seguir disparando una y otra vez. Las balas rebotaron en su cuerpo hasta
que acabó el cargador y temblando dejó caer el arma al suelo mientras los
demás gritaban intentando escapar. Al ver que Matt no disparaba se volvió

hacia él gritando —¡Haz algo! —Matt cayó de rodillas dejando caer el arma
y se le detuvo el corazón cuando empezó a salir sangre de un agujerito que
tenía al ras del pelo sobre la frente. —¡No, no! —Aterrorizada se arrodilló a
su lado tapando la herida mortal. —¡No, no pienso permitirlo! —Besó su

rostro hasta sus labios. —No puedes dejarme. —Sollozó porque no le


respondía. La piedra no podía sanar una herida así y desesperada gritó
abrazándole. Cuando volvió a mirar su rostro vio sus ojos sin vida y algo se
desgarró en su alma. Dejó que su cuerpo cayera a un lado con los ojos

abiertos. Gritó de dolor haciendo temblar la casa y cuando se volvió sus


alas se extendieron llegando al techo mientras su rostro mostraba su sed de
sangre.
Shirley miraba a su hijo sin poder creérselo y cayó de rodillas. —Todo

se ha perdido. Se acabó.
—Sí que se acabó —dijo ella antes de cogerla y tirarla contra la pared
con tal fuerza que hizo un agujero cayendo al hall. El alcalde intentó
escapar saltando sobre Matt, pero una de sus alas le dio un golpe tirándolo

sobre el sheriff que levantaba en ese momento el arma, disparando contra su


amigo cuando cayó sobre él. El sheriff al verla acercarse elevó el arma y se
disparó en la cabeza como el cobarde que era y el cura a su lado de rodillas
rezaba con las manos unidas. Ella inclinó la cabeza a un lado. —¿Te
arrepientes de tus actos?

—Sí —respondió llorando—. Me arrepiento, suplico perdón. Me


arrepiento de lo que he hecho, por favor no me mates.
Le cogió por la sotana poniéndole en pie y acercó su rostro al suyo
mientras temblaba como una hoja. Cogió su rostro con ambas manos. —

¡Está bien que te arrepientas, pero él decidirá! —Volvió las manos en un


golpe seco girando su cabeza y se escuchó el crujido que le quitó la vida. Su
cuerpo cayó al suelo y se volvió hacia Matt agachándose a su lado. La

sangre tapaba la mitad de su rostro y ella se agachó sobre su cuerpo. —Mi


amor no me dejes. Por favor no te lo lleves, haré lo que sea. —Sollozó antes
de besar sus labios y al sentir su aliento le miró sorprendida. Entonces vio el
cuchillo con el que Mary Lou había intentado herirla. No había podido
herirla y eso significaba que las espadas les protegían frente a los ataques.

Igual podían salvarle y gritó cogiéndole en brazos. Sus alas se agitaron y


dio un salto traspasando el techo cubriéndole con su cuerpo. Voló
atravesando la ciudad y los campos que llevaban a su casa tan rápido, que
antes de darse cuenta bajaba en picado hacia su hogar. En su prisa por llegar

atravesó la cocina dejándole delicadamente en el suelo ante la puerta del


infierno. —Vamos, mi vida —dijo desesperada. Cogió su brazo—. Cógela,
coge tu espada. —Los dedos de Matt tocaron la tierra y la espada se elevó.
—Lo siento, lo siento. No tenía que haber dudado de ti. —Cogió su mano

inerte entre las suyas y rodeó la empuñadura sacándola de la tierra. Matt


hinchó su pecho con fuerza respirando hondo y la bala empezó a salir de la
herida de su cabeza hasta caer a un lado. Expectante vio como la herida se
cerraba y sin dejar de llorar porque no se despertaba susurró —Por favor,

por favor no te lo lleves. —Le abrazó pegándolo a su pecho. —No te lo


lleves. Es mi alma, mi corazón y mi vida, no te lo lleves.
—¿Hermana?
Miró sobre su hombro para ver a Jessica y a Bedelia que cubiertas de

polvo miraban sus alas con los ojos como platos, pero fue su amiga la que
dijo —Se pondrá bien. Dale unos minutos.
La creyó e impaciente se apartó para mirar su rostro. Cuando movió
ligeramente los párpados antes de abrirlos mostrando esos ojos grises con

los que su corazón se había alterado desde niña, la alegría fue tan inmensa
que le abrazó de nuevo. —Gracias, gracias…
—¿Nena?
—Te pondrás bien.

—¿Qué ha pasado?
Se tensó con la pregunta y se apartó para mirar su rostro. Entonces
recordó a Jessica y a su madre. Dios, cómo se lo decía. Giró la cabeza hacia
su amiga para ver a un tío lleno de escombros sentado en el suelo con una
mordaza en la boca mirándola como si no se lo creyera. Se levantó en el

acto apartándose de Matt. —¿Quién es este?


Las chicas se sonrojaron. —El abogado de Matt. Charlie. Vino a verle e
insistió tanto que…
—¿Qué? ¿Qué coño hace aquí? ¿No te dije que ahuyentarais a todo el

que se acercara?
—Sí, pero… —Su hermana se sonrojó. —Como decía insistió mucho
y… Es que es muy guapo.
Asombrada se volvió hacia su hermana mientras Matt y el tipo ese no

dejaban de mirarla como si no se lo creyeran. Cabreada puso los brazos en


jarras. —¿Que es muy guapo? ¿Me estás tomando el pelo? ¿Ahora tienes
que hacer algo así?
—Como si tú hubieras tardado mucho en enseñarle la puerta.

—¿Precisamente en este momento, Bedelia? ¿Cuando se acerca su


llegada?
—Bueno, es que después puede que no tuviera oportunidad de
conquistarle. —Coqueta se apartó un mechón moreno del hombro y le

guiñó un ojo seductora. Él la miró con horror y Bedelia chasqueó la lengua.


—Tiene que acostumbrarse.
—¿Nena?
Le sonrió con ternura. —¿Sí, amor?

—Tienes alas.
—Oh… —Miró hacia atrás y tocó una pluma tan blanca como la nieve.
—Qué bonita.
—Ya sabía yo que nos saldrían alas —dijo Jessica fastidiada.

Bedelia se acercó al agujero que mostraba el cielo. —¿No podías haber


entrado por la puerta como todo el mundo?
Gimió acercándose a ella dando con sus alas a Jessica que se estampó
contra la pared. —Uy, perdón—dijo antes de decirle a su hermana—. No
me mires así, tenía prisa.
—Guarda tus alas. Molestan.
Puso las manos en jarras. —¿Y eso cómo se hace?
—¡Yo qué sé! ¡Soy nueva en esto de ser arcángel!

—¿Arcángel? —Matt miró su mano donde tenía su espada. —La espada


de oro. —Sin salir de su asombro la levantó. —La espada del libro… —
Entonces debió recordar porque se llevó la mano a la cabeza. —Me
dispararon. —De repente se levantó dejando caer la espada. —¡Hostia, no

me jodas! —Fulminó a Cassady con la mirada. —¿Arcángel?


—Cariño, es lo que nos ha tocado. Tenemos temas más importantes que
tratar. —Se volvió hacia Jessica apretándose las manos. —Tu madre…
Jessica asintió. —Lo he sentido hace un momento.
—¿Hija? Sácame de aquí, ¿quieres? —Todos miraron hacia la puerta y

escucharon un sollozo. —Esto no me gusta. Está muy oscuro y hace calor.


—¿No dice que su señor saldrá en unos días? ¡Espere que le abra la
puerta, señora! —gritó Cassady.
—Nena…

Gimió volviéndose hacia él golpeando con las alas a las chicas que
cayeron sobre la cama. —Lo siento. —Sonrió a Matt. —¿Sí, amor?
—¿Has matado a mi madre?
Mierda. —Ibas a hacerlo tú.
—¡Pero no lo hice! —gritó en su cara.
—Hijo, esta mujer no me gusta para ti. Solo tenías que seducirla y
matarla, mira que no hacerme caso.
—¡Calla mamá!

—No le hables así a tu madre —dijo el cura haciendo que las chicas se
miraran asombradas.
—Eso debería ser delito —añadió el sheriff. Jessica se golpeó la frente.
—Espero que el próximo alcalde os quite las tierras.

—Para lo que me importa. ¡A ver si así dejo de oíros! —Cassady sopló


sobre la piedra congelándola en el acto y cuando les oyó chillar largándose
sonrió satisfecha. —Listo. —Entonces las alas se fueron encogiendo poco a
poco y sonrió aún más. —Es cuando no hay peligro, tranquilos que está

controlado.
—¡Controlado! —gritó Matt furibundo—. ¡Y qué vamos a decir cuando
venga el FBI por el asesinato de medio pueblo y vea eso! —dijo señalando
el agujero.

—¿Habéis dejado el coche allí? —preguntó Jessica—. Porque habéis


venido volando… —Dio un codazo a Bedelia. —¡Podemos volar!
—Mierda, los coches. —Se mordió el labio inferior. —Además he
dejado allí mi espada. Tengo que ir a por ella.
—¿La has dejado allí?
El abogado carraspeó y todos miraron hacia él. —Oh, que mi chico
quiere decir algo. —Bedelia corrió hasta él para quitarle la mordaza. La
miró como si quisiera soltar cuatro gritos, pero en su lugar se dirigió a Matt.

—Yo que vosotros me desharía de los cadáveres antes de que los


encuentren. Puede volar, no es tan difícil. Si no hay cuerpo no hay delito. Y
por supuesto me llevaría los coches de allí. —Frunció el ceño. —¿Vosotros
no os casabais hoy? Porque debéis aparentar normalidad.
Matt gruñó. —Ya no tenemos cura y…

—¿Y? —preguntó Cassady.


—¡Pues no lo sé! —gritó en su cara—. ¡Será que ya no confío en ti!
Se le puso un nudo en la garganta. —Hablabas con tu abuelo, con todo
lo que estaba pasando no podía confiar en ti.

—Menuda base para un matrimonio —dijo con rabia antes de ir hacia


las escaleras.
—¿A dónde vas?
—¡A lavarme esta sangre y después a por mi coche!

—Tranquila, está cabreado, pero se le pasará —dijo Bedelia sin darle


importancia antes de mirar a su chico—. Siempre me han gustado los
morenos de ojos verdes. —De repente frunció el ceño. —Oye, ¿tú no
estarás casado?
—Podías haberlo preguntado antes de dejarme sin sentido, ¿no? —
preguntó con ironía.
—Es que me dio un repente. —Se agachó estirando los labios. —¿Un

besito de reconciliación?
La miró como si le hubieran salido cuernos. —¿No? Mira que después
puede ser tarde.
—Bedelia, ¿quieres centrarte? —preguntó exasperada—. Tenemos un

problema. ¡Varios problemas!


Bufó como si fuera una pesada. —Está bien. —Se enderezó y la miró a
los ojos. —. Te sigo para ayudarte. Jessica puede quedarse sola. Es mejor
que ella no vea esto.

—Gracias, amiga.
—De nada, para eso estamos.
Se miraron a los ojos mientras Cassady extendía las alas de nuevo. —
Piensa en ellas, es todo lo que necesitas.

Sus alas se extendieron rompiendo su camiseta y Charlie fascinado vio


cómo se desplegaban. —Le tienes en el bote —dijo Cassady divertida.
Le guiñó un ojo. —Lo sé. Lo supe en cuanto le vi.
—¿Estás loca, mujer? ¡Estoy comprometido!
—Sí, conmigo. —Salió volando por el agujero y Cassady le fulminó

con la mirada antes de seguirla.


—Las has cabreado. —Jessica se cruzó de brazos. —Pero tranquilo que
se les pasará.

—¿A dónde coño vais? —gritó Matt desde fuera.


Jessica hizo una mueca. —¿Si te suelto intentarás escaparte?
—¿Estás loca? ¿Para que me lances un rayo o algo así?
—¿Puedo hacer eso? —Sonrió radiante. —Sería fantástico.
Capítulo 13

Cuando se acercaron a la casa después de haber tirado los cadáveres


lastrados al Atlántico, vieron desde la luna delantera de su ranchera que la

cocina había desaparecido por completo y ya no quedaba techo en esa zona.


—¿Qué ha hecho? —preguntó alucinada.

—Vaya, debería ser contratista.


Aparcó ante la casa gruñendo porque los escombros estaban sobre sus

rosales y a toda prisa corrió hacia allí para ver un agujero que mostraba la
puerta. Su amiga estaba cavando a una velocidad de vértigo mientras

Charlie la observaba con los brazos en jarras y Ángel sentado al lado del

bebé se levantaba para acercarse, pero no podía subir. —¿Qué hacéis?

—Me ha dicho que haga espacio —dijo como si nada sin dejar de cavar.
—¿Te lo ha dicho?

Levantó la vista hacia ella. —Órdenes de Matt antes de irse. Y

pensándolo bien tiene razón porque cuatro con las alas extendidas no

cabríamos en el sótano.
—Es cierto —dijo Charlie—. Habrá que derribar toda la casa.

—Mierda. —Al no ver a Matt frunció el ceño. —¿Dónde está mi

prometido?

—¿No estaba con vosotras?

Se le cortó el aliento. —¿No ha vuelto después de recoger su coche?


—No —respondieron los dos.

Charlie frunció el ceño. —Tranquila estará al llegar.

A pesar de su preocupación susurró —Sacaremos lo que queremos

conservar. Saca primero las vasijas. Mientras tanto despejaré el granero

para que los que no estén de guardia puedan descansar.


—Sí, hermana.

Ella fue hasta el granero y encendió la luz. Trasladó las vasijas hacia un

rincón y las mesas a un lado. Cuando iba a coger la papelera vio el rostro

retorcido de dolor de Matt y se le puso un nudo en la garganta. Esperaba

que estuviera bien.

—Lo hice yo.

Sorprendida se volvió para ver a su hermana con una caja en la mano.


—Yo le retorcí el rostro hasta hacer que pareciera que sufría —dijo

arrepentida.

—¿Por qué?
—Porque creí que pensarías que era una señal de que no era bueno para

compartir tu vida. Lo siento. No me fiaba de su repentino interés hacia a ti

y… En cuanto vi tu rostro al verla me arrepentí de inmediato. ¿Me

perdonas?

Sonrió con tristeza. —No puedo culparte por algo que fue

exclusivamente culpa mía. Dudé de él y fue a causa de mis inseguridades.


Siempre me he sentido insegura respecto a Matt porque nunca creí que

fuera posible que me amara.

—Volverá. Es uno de los nuestros.

—No quiero que vuelva por la puerta. —El dolor que expresó su rostro

le cortó el aliento a Bedelia. —Quiero que vuelva por mí. Por mí.

—Dale tiempo, ha sido mucho en unos días.

—¿Qué hacéis? —Chillaron del susto mirando hacia la puerta y Matt

entrecerró los ojos. —¿Qué pasa?

—Nada —dijeron las dos a la vez sonrojándose mientras su corazón

volaba al verle.
—Daos prisa, tenemos mucho que hacer.

Asintieron mientras él se alejaba. —¿Ves, Cassady? Ha vuelto.

—Sí, ahora solo tengo que hacer que me perdone.


Antes de medianoche ya habían derribado la casa y los cinco miraban el

sótano que era seis veces más grande que antes. Charlie agotado se dejó

caer en el suelo. —¿Será suficiente?


—Sí —dijo Matt mirándolo—. No queremos que haya demasiado

espacio por si salen e intentan eludirnos.

Cassady miró a su hermana. —Oye, ¿has…? —Hizo un gesto hacia

Charlie.

—Tranquila, tocó la piedra cuando estaba inconsciente —susurró—.

Está protegido.

Asintió y escuchó un gorgorito de Stevie que estaba en brazos de su

madre. —Es un angelito.

—Y que lo digas.

Todos sonrieron y él chilló señalando al cielo que estaba totalmente

despejado y lleno de estrellas. —Sí, cielo. Ahí está tu señor. El señor de

todo lo que abarca a la vista.

—No puedo creerlo todavía —dijo Charlie divertido—. ¿En qué jaleo

me has metido, amigo?

—A mí no me mires, culpa a Bedelia de esto.

La aludida se sonrojó. —Si está encantado.

—¿Encantado? Yo tenía una vida, ¿sabes? ¿Cómo voy a volver a ella


después de saber lo que sé?
Bufó yendo hacia el granero. —Tengo hambre y no quiero oírte.

—Pues lo que te queda por oír —dijo siguiéndola—. No puedes

interferir en la vida de los demás de esta manera.

—¡Soy arcángel, puedo hacer lo que quiera!

Jessica soltó una risita siguiéndoles y se quedaron ellos dos solos. Se

hizo un silencio incómodo. Cassady le miró de reojo y él dijo —Puedes ir a

descansar, haré el primer turno.

—Estás enfadado.

—Sí.

—¿No puedes comprenderme?


Levantó la vista hasta su rostro. —¿Puedes comprenderme tú a mí?

—Por supuesto que te comprendo, cielo. Te sientes defraudado.

—Exacto —dijo fríamente—. Me entregué a ti y a tu causa.

—¡Era tu destino, tienes la marca!

—¡Eso lo sé ahora! —gritó en su cara haciéndola palidecer—. ¡Pero yo

en ese momento lo hice por ti!

—O eso creías.

Él se enderezó muy tenso. —Es evidente que no lo entiendes, así que

esto debería acabarse aquí.

Su corazón se detuvo. —¿Qué dices? —Intentó tocarle, pero él se

apartó. —Matt yo te quiero.


—No lo suficiente. Si me hubieras amado, jamás hubieras dudado de mí

como yo nunca he dudado de ti.

—¿Estás diciendo que me amas?

La miró de una manera tan fría que le cortó el aliento y sin que le

contestara empezó a bajar la ladera de tierra para acercarse a la puerta y

sentarse en la silla que habían dejado allí. Parecía derrotado y angustiada se

volvió sabiendo que había perdido su confianza. Y lo que era peor no sabía

qué hacer para recuperarla.

Al día siguiente cuando salió del granero después de no haber pegado

ojo, se acercó a los chicos que hablaban al lado del agujero. —Sí, creo que

es lo mejor —dijo Charlie—. No tardarán en llegar y harán preguntas.

—¿Quién hará preguntas?

Ambos se volvieron. —El ayudante del sheriff —respondió Charlie—.

Es normal que busque a los desaparecidos. Hemos pensado en cubrir esto

con una lona para que no vea la puerta.

—Entonces querrá bajar por si están ahí. Y puede que se acerque


demasiado a la puerta y oiga algo. Y no queremos eso, ¿no? —Entrecerró

los ojos. —Cubriremos la piedra con barro y taparemos los símbolos.


—¿Y si llueve? —preguntó Matt de mal humor—. ¿Qué haremos si

llueve? Al menos el que está al raso no se empaparía y el agujero no se

llenaría de agua.

Ella miró el agujero donde su hermana hacía guardia en ese momento.

Si aquello se llenaba de agua sí que sería un problema. Elevó la vista al

cielo totalmente despejado. —Esto es Texas y estamos en verano. Es tan

probable que llueva como que los cerdos vuelen. —Dio un paso hacia él

porque su actitud desdiciéndola no le gustaba nada. —Aquí quien toma las


decisiones soy yo. Yo soy la vigilante y yo decidiré lo que hacemos todos.

¿Me habéis entendido?


Charlie se sonrojó. —Como digas, no quería… Solo intentábamos

ayudar.
Matt la miró con ganas de soltar cuatro gritos y fue hasta el granero.

Dejó caer los hombros porque imponer su autoridad ahora no era lo ideal
para su relación, pero mejor dejar las cosas claras cuanto antes.

—Charlie…
—¿Sí, jefa?

—Ve al ayuntamiento y entérate de lo que está pasando.


Él sonrió. —Voy a cambiarme. Tengo que parecer un abogado de éxito.
—Eso no ha sido lo más inteligente del mundo —dijo su hermana desde

la puerta.
Bajó la pendiente para acercarse. —Lo sé.
—Tiene un cabreo… Y parece que cada minuto que pasa va a peor.

Cuando le sustituí pareció molesto porque lo hiciera yo. Igual quiere que
hables con él.

—Lo he intentado. Ahora tenemos algo mucho más importante que


nosotros entre manos. Si salimos de esta intentaré arreglarlo.

Su hermana cogió su mano haciendo que la mirara a los ojos. —¿Y si


no salimos de esta? ¿De veras quieres abandonar este mundo y que estéis
enfadados?

—Es él quien está enfadado. No me entiende.


—Claro que te entiende. Pero está dolido porque la puerta es más

importante para ti que él.


—Es que es más importante.

—Y eso es lo que le revienta porque para él no hay nada más


importante que tú.

Sintiendo una impotencia y unas ganas de llorar horribles gritó —¡Pues


tiene que darse cuenta de que eso no debe ser así!

Su hermana apretó los labios. —Lo que digas, hermana. Pero yo daría lo
que fuera porque Charlie sintiera eso por mí. —Soltó su mano. —Voy a

desayunar algo.
Sola ante la puerta puso los brazos en jarras mirando los símbolos. Se
agachó cogiendo la tierra y la metió por los símbolos para taparlos, pero

necesitaría agua así que se volvió. —¿Jessica? ¿Bedelia? —gritó bien alto.
Genial ahora tenían un problema de comunicación—. ¿Hay alguien ahí?

Matt apareció al borde del agujero.


—¿Puedes traerme un cubo de agua?

—¿Hace calor? —preguntó con burla—. Igual si hubiera un toldo no


nos achicharraríamos. No me quiero ni imaginar lo que será estar ahí al

mediodía.
Vaya, ¿cachondeo? —¡Trae un cubo de agua!

Hizo una reverencia. —Enseguida, jefa.


—Este hombre —dijo por lo bajo antes de agacharse de nuevo y coger

más barro. Estaba distraída metiéndolo en los símbolos cuando un montón


de agua helada le cayó encima. Chilló del susto mirando hacia arriba y allí

estaba Matt sobre ella con el cubo vacío. —¡Era para hacer barro! —gritó
empapada.
—Oh…—dijo con cara de sorpresa antes de sonreír—. Pues ahí lo

tienes y recemos porque no llueva porque eso se convertirá en un lodazal.


—Te voy a…

Él levantó una ceja. —¿Qué?


Lo que quería era que se cabreara, así que apretando los puños dijo —

¡Gracias!
—De nada, preciosa. Tus deseos son órdenes para mí. Si necesitas más

agua no dudes en pedirla que hasta puedo traer la manguera y hacerte una
piscinita.

Que cabezota era. —No será necesario.


—Bien. —Se alejó, pero de repente se volvió para ver que ella tenía un
buen pedazo de tierra en la mano. —No seas infantil, nena. No te pega. Tú

eres la jefa, tienes que dar ejemplo.


Se sonrojó haciéndole reír y Cassady apretó los puños con rabia.

Cuando se alejó farfulló por lo bajo lo idiotas que eran los hombres.
—No lo sabes bien —dijo su suegra al otro lado—. Mi marido a veces

era insoportable. Menos mal que no me duró mucho tiempo.


—Pues mi marido era un amor. —Mary Lou suspiró. —¿Me echará de

menos?
—Lo dudo —dijo Cassady—. Con lo bruja que eras para él sería un

alivio perderte de vista.


—Oye, retira eso. Me quiere mucho. Y mi hija también. —Apretó los

labios mientras ella continuaba —Seguro que está enfadadísima contigo por
lo que has hecho.

—Sí, tiene un disgusto enorme.


—Mary Lou, reconócelo has sido una madre horrible.

—Mira quien fue hablar. Mi hija me quiere al contrario del tuyo que no
te puede ni ver. Menudas trolas me metías sobre tu niño. ¡Pues míralo!

¡Arcángel!
—¡Como la tuya, guapa!

—¡Pero es que mi hija se lo merece! ¡No como el tuyo que es un


sinvergüenza sibilino desde que nació! ¿O no recuerdas cuando fuiste a

hablar con el director del instituto porque le pillaron con hierba? ¡O cuando
tuviste que tapar el embarazo de aquella chica! —A Cassady se le detuvo el

corazón. —¡A saber todo lo que hizo en la universidad o en Nueva York!


¡Con el vicio que hay en esa ciudad que ahora no se las dé de santo!

—¡Eres una bocazas! ¡La chica abortó sola y quién no se ha fumado un


porro en el instituto!

—Y después iba de estrella.


—Te recuerdo que tu hija despeñó a su marido para matarle.
—Era un cerdo, se lo merecía.

—Pues tú no la apoyaste. Ahí demostraste la madre que eras.


—¡Bruja!

—¡Qué más quisiera! ¡Y para que lo sepas cuando estuvo en Nueva


York se comportó como un santo! ¡No me extraña que se haya ganado las

alas!
—Menudo hijo de Satán nos estabas vendiendo. ¡Fullera!
—Te voy a…

Puso los ojos en blanco porque ahora competían por quien tenía el
mejor hijo arcángel. Aquello era de locos. Se mordió el labio inferior.
¿Había dejado embarazada a una chica en el instituto? Bueno, no podía

pedir que fuera célibe hasta conocerla y un error lo tenía cualquiera.


Además eso la beneficiaba a ella porque aunque habían pasado poco tiempo

juntos lo que había ocurrido en ese granero todavía la sonrojaba.


—¿Qué piensas? —preguntó Matt.

Sorprendida miró hacia arriba. —¿Quieres dejar de pegarme esos


sustos?

—¿Esto te asusta? Pues entonces prepárate para lo que puede salir de


ahí.

—Tu madre estaba hablando.


Él apretó los labios sentándose al borde. —No la escuches.

—Hijo eso no ha sido muy amable.


Disimuló una sonrisa porque parecía que quería hablar con ella. Siguió

metiendo barro en la piedra. —¿Crees que eso va a funcionar?


—En cuanto seque no se notará

—Sobre el toldo…
Sí, era un cabezota. —En cuanto pase el ayudante del sheriff lo
ponemos.

Matt asintió. —También he pensado en traer una prensa.


Detuvo su trabajo para mirarle. —Somos cuatro arcángeles, ¿crees

necesario poner una prensa?


—¿Estás dispuesta a escucharme antes de decir que no?

Dejó caer los brazos. —Siempre estoy dispuesta a escucharte.


Él apretó los labios antes de decir —Es para hacer una prueba.

Entrecerró los ojos. —¿Una prueba?


—Para el futuro si nos libramos. Sabemos que esa noche tendrán más

poder que nunca y por eso será su momento para que intenten salir. Es
evidente que ese poder está aumentando a medida que se acerca el día, ¿no?

—Sí.
—Pues si consigo comprobar si una prensa les retiene, aunque solo sea
unos minutos, eso significaría…
—Que en un día normal en cuanto pase el eclipse la prensa les retendría

por sí sola.
—Exacto.
—Cariño la prensa estará en medio molestándonos. Y no sabemos si
soportará el primer impacto lo que puede ser un desastre en un momento

así.
—Pues entonces déjame hacer la prueba la noche antes. Ese día también
me sirve.

Miró sus ojos. No se daría por vencido. Entonces una idea se le pasó por
la cabeza y sonrió incrédula. —Ya la has encargado, ¿no?
—¿Yo? No, nena… Yo sigo órdenes.
Nada, que no dejaba las pullitas. —Está bien. La noche antes haremos la
prueba. Pero si noto algo raro se retirará de inmediato.

—Bien. —Se levantó y salió corriendo.


—¿Bien? ¿Ni gracias mi amor ni nada por el estilo?
—Encima que te hace un favor —dijo Shirley cabreada—. Es que
eres… No sé qué ha visto en ti.

—Sí, eso ya me ha quedado muy claro. ¡Pero me quiere! ¿Entiendes,


bruja? ¡Me quiere a mí!
—¿Nena?
Como un tomate miró hacia arriba y carraspeó. —¿Sí, cielo?

—Me llevo tu camioneta —dijo mirándola fijamente.


—¿Le llenas el depósito?
—Encima aprovechada.
Jadeó mirando la piedra. —¡Oye bonita, que de aprovechada no tengo

un pelo!
—Nena, no la escuches.
—Es que me saca de quicio.
Matt miró hacia la carretera. —Joder, Cass date prisa que viene el

ayudante del sheriff.


—¿Qué? —Se agachó lo más aprisa que pudo y pasó las manos llenas
de barro por encima de los símbolos que aún no había cubierto.
Matt cayó a su lado y la ayudó en lo que pudo cuando escucharon que el

coche se detenía a su lado. Matt y ella se miraron. De repente Matt la cogió


por la cintura pegándola a él para atrapar su boca y la besó
apasionadamente apoyándola en la parte de la piedra que aún no estaba
cubierta.

Al escuchar un carraspeo Matt levantó la vista. —Hostia Peter, ¿qué


haces aquí?
El chico sonrió. —Veo que habéis llegado a un acuerdo con el tema de
las tierras. —Se llevó la mano a la gorra en señal de saludo. —Cassady.
—Hola Peter.

—Eso si nuestro alcalde no decide expropiarlas de todas maneras para


hacerme la competencia.
Peter se sonrojó. —Sí, ya me he enterado. Es un listo.
—De listos está el mundo lleno. —Caminó hasta la ladera. —Perdona

estaba ayudando a mi chica a recoger barro para sus obras. ¿Sabes que es
escultora?
—Sí, y por lo que se dice en el pueblo era muy buena en el instituto.

Ganaste un premio hace algunos años, ¿no?


—Sí —dijo Matt antes de que pudiera contestar dejándola con la boca
abierta—. Mejor artista del condado. El torso era mío, ¿sabes?
—¿De veras? Leche, cuando lo cuente en el pueblo. Así que un amor
clandestino.

—Hasta ahora —dijo poniéndose ante él para que le diera la espalda a


Cassady—. ¿Qué puedo hacer por ti?
—¿Vosotros no os casabais ayer? Varios del pueblo asistieron a la
iglesia porque no se lo creían y cuando no aparecisteis…

—Sí, pero el padre Murdock nos llamó cuando ya estábamos vestidos


para decirnos que no podía oficiar la boda.
Peter entrecerró los ojos. —¿De veras?
—Sí. Al parecer tenía algo ineludible. Cass se llevó un disgusto, pero

dijo que nos casaría la semana que viene y ya sabes cómo es el cura, más
vale llevarse bien con él que luego todo son pegas.
—Sí, claro.
—¿Qué pasa, Peter? —dijo mirando de reojo a Cassady que a toda prisa

estaba tapando todos los símbolos que todavía quedaban a la vista.


—Pues no sé muy bien cómo decirte esto, la verdad.
Matt frunció el ceño. —¿Qué ocurre?
—Varios miembros de nuestra comunidad han desaparecido.

—¿Qué?
—El marido de Mary Lou Martin nos llamó ayer por la noche porque no
sabía nada de ella. Le dijimos que hasta que pasaran veinticuatro horas más
no podía presentar una denuncia, pero aun así llamé al jefe que tampoco

contestó. Encontré su coche esta mañana ante la casa de tu madre, pero ella
tampoco estaba en la vivienda y…
—¿Mi madre? —preguntó alterándose.
—¿Cariño? —preguntó Cassady llegando a su lado y cogiendo su brazo

en señal de apoyo.
—Y eso no es todo cuando entré en la casa había signos de lucha y un
agujero en el techo que es de lo más incomprensible. Esta mañana me ha
llamado la chica que trabaja en la casa del cura para decir que no había
dormido en casa y la esposa del alcalde se acaba de presentar en la oficina

del sheriff para decir que su marido ha debido ser secuestrado por las chicas
que trabajan en el club de carretera porque siempre que va llega a las cuatro
de la mañana. Me he pasado por allí y no estaba. Y lo más interesante no
estuvo en toda la noche. Hace una semana que no va por allí.

—Vamos a ver que lo entienda… —dijo Matt aparentando asombro—.


¿Me estás diciendo que han desaparecido el cura, el sheriff, la mejor amiga
de mi madre, mi madre y el alcalde?
—Sí, eso mismo. Y no solo eso en casa de tu madre había cosas muy

raras.
—¿Qué cosas?
—Libros sobre el demonio y un símbolo en el suelo. Satánico.
—¡No digas tonterías, Peter!

—Hablo en serio. —Le mostró su móvil. —Mira las fotos si quieres. En


este momento está Jack allí recopilando pruebas.
Cassady miró de reojo a Matt mientras pasaba las fotos. —¿Qué coño es
esto?

—¿Hace cuánto que no ves a tu madre, Matt?


—Pues ayer no la vi. Quedamos en vernos en la iglesia. Fue antes de
ayer. Había pasado la noche con Cass y fui a por ropa.
Cassady asintió. —Sí, eso es. No le gustó nada que se casara conmigo.

—Nena… Ahora no.


—Si es la verdad. Díselo, dile que se puso como loca y decía disparates.
—¿Qué disparates?
Matt tomó aire. —Que la iba a matar y cosas así. Hace un tiempo que

no es la de siempre, por eso he regresado a casa para a ver si el cambio de


aires y volver a su hogar le sentaba bien.
—Entiendo. ¿Demencia?
—No la han diagnosticado, pensaba llevarla aquí a un especialista. Allí
se negó en redondo, decía que la querían matar.
Peter apuntó en su libretita. —¿Crees que es violenta?
—¿Mi madre? —preguntó indignado—. Claro que no.

—Sí —dijo Cassady llevándole la contraria—. Vamos cielo, cuando


limpié en tu casa se me tiró encima porque te hice ojitos.
—¿De veras? —preguntó Peter.
—Sí, pero no lo denuncié porque él me dijo que la perdonara que no

estaba bien. Por eso dejé de trabajar en su casa. ¿Y sabes qué? No era la
única que no estaba bien porque la madre de Jessica la echó de casa con su
hijo porque decía que cuando llegara su amiga iban a estar muy ocupadas y
que no podía ayudarla con el bebé. Aquí la tengo viviendo conmigo. Menos
mal que acogí a la pobrecita, pero para eso están las amigas.

—¿De veras? —No salía de su asombro.


—Sí, ¿quieres que salga? —Se volvió y gritó —¡Jessica, Peter quiere
hablar contigo!
Jessica salió con su hijo en brazos. —¿Peter?

Este sonrió como si le hubieran regalado la luna y Cassady miró de


reojo a Matt que levantó una ceja. Jessica sonrió acercándose con una cara
angelical que no podía con ella. —Buenos días, Peter. Que sorpresa más
agradable.
Este se sonrojó de gusto. —Jessica tengo que decirte algo que te
disgustará.
—¿Si? —Perdió la sonrisa de golpe. —¿A mi padre le ha pasado algo?
—No, tu padre está bien. Es tu madre la que ha desaparecido.

—¿Desaparecido? ¿Del pueblo? —Negó con la cabeza. —No, eso no


puede ser, estará por ahí con Shirley.
—Eso me temo, porque Shirley también ha desaparecido. ¿Hace cuánto
que no ves a tu madre?

—Semanas. —Se encogió de hombros. —Desde que me echó de su


casa.
—No, recuerda que vino a visitarte una tarde. La trajo Matt. —Sonrió
como una tonta pegándose a él. —Vino a reconciliarse y eso fue una excusa

para verme.
—Oh, es cierto, pero casi ni la vi porque discutimos. Me había echado
de casa y quiso largarse.
—Entonces hace días que no la ves.

—No. —Forzó una sonrisa. —Pero seguro que está bien, ¿no?
—Sí, claro. No te preocupes. Les encontraremos a todos.
—¿A todos?
—Yo te lo explico que Peter tiene mucho que hacer.
Peter miró hacia el granero. —¿Quién es ese?
Todos se volvieron para ver que Charlie vestido como un hombre de
Wall Street iba hacia el coche. —Es mi abogado. Ha venido a solucionar el
tema de la expropiación. El abogado del ayuntamiento ya puede ponerse a

temblar. Nunca ha perdido un juicio. ¿Quieres hablar con él?


—No. —Peter miró el agujero. —¿Una piscina?
—No, será mi sala de pruebas de los próximos motores. Ya sabes, es
información muy delicada y prefiero tenerla en casa.
—Comprendo. Así que vais a hacer vuestra casa aquí.

—Sí, la casa de la familia estaba llena de termitas y era muy vieja con
habitaciones poco prácticas. La haremos mucho más funcional y al norte
haremos la planta de producción ya que está al lado de la interestatal. Mi
chica tiene hectáreas de sobra.

—Sí, amor… y son todas tuyas.


Peter rio por lo bajo. —Deberías haberte reconciliado con tu novia antes
de sugerir lo de la expropiación al alcalde.
—Fallo mío, estaba cabreado por su rechazo y metí la pata. Pero pienso

subsanarlo.
—Más te vale —dijo Cassady.
—¿Tengo que hacer algo? ¿Se harán batidas de búsqueda o algo así?
—De momento no. Déjanos investigar un poco. Te avisaré. ¿Estarás

aquí?
—Sí, hemos habilitado el granero como vivienda mientras acaban las
obras. Puedes llamarme al móvil. —Se lo dijo para que lo apuntara en su
libreta. —¿Lo tienes?

—Sí, gracias. —Miró a Jessica que parecía angustiada. —No te


preocupes, les encontraremos.
—¿Mi padre está bien? Es que con lo de que me echaron de casa no he
vuelto a hablar con él y no sé…

—Está bien. —Dio un paso hacia ella. —Entiendo que estés dolida,
pero deberías llamarle.
—Lo haré.
Peter asintió. —Os llamaré. —Fue hasta su coche y en ese momento se

sintió un temblor. Matt y Cassady se lanzaron a la puerta y ambos


empujaron mientras Peter dejaba caer la mandíbula de la impresión al ver
sus alas extendidas.
—Vaya, las de Matt son de un tamaño enorme —dijo Jessica a su lado.

Peter miró hacia ella antes de poner los ojos en blanco y caer de costado
tan largo como era. Jessica hizo una mueca. —Deberías tener una piel más
dura. —Chasqueó la lengua antes de mirar a su niño que gorgoteó. —Te
gustará como padre, es un buen hombre. Ya le endureceremos, ¿verdad que
sí, amor mío? —Miró hacia abajo y le tocó con la punta del pie en el muslo

soltando una risita. —Despierta cielo, que tienes mucho que hacer.
Bedelia se puso a su lado. —¿Le ha dado un infarto de la impresión?
Porque a ver cómo justificamos eso. —El coche de Charlie se detuvo y

desde la ventanilla levantó una ceja. —Cielito, ¿has visto que flojo?
—Sí, preciosa. —Sonrió divertido mientras Jessica jadeaba indignada.
—¿Me quedo?
—No, arregla lo del ayuntamiento —dijo encantada. Este aceleró
haciendo sonar la bocina—. Este está en el bote. —Soltó una risita mientras

su amiga la fulminaba con la mirada. —¿Qué? ¡Él no se desmayó!


—¡Porque tuvo tiempo para digerirlo!
—No le excuses. —Abrió la boca asombrada. —¡Te gusta!
Se puso como un tomate. —Sí, ¿qué pasa? Siempre ha sido muy amable

conmigo.
Bedelia miró a Peter. —Y es mono con esos ricitos rubios. Además está
macizo.
—Va al gimnasio a Pearsall.

—Ah.
Unas voces las hicieron estirar el cuello hacia el agujero. —¡Te ha visto!
—gritó Cassady mosqueadísima.
—Y a ti no. ¿eh?

—¡Has sacado las alas! ¡Tienes que controlarte!


Matt puso los ojos en blanco. —¿Y tú qué tienes en la espalda?
Ella miró hacia atrás y gruñó. —Pues a ver cómo lo arreglamos.
—Tranquilos —dijo Jessica con una sonrisa en el rostro—. Tengo el

pálpito de que lo pasará por alto.


Capítulo 14

Peter gimió y abrió los ojos para ver sobre él cuatro cabezas con una
sonrisa en el rostro como si estuvieran chiflados. —Ah… —Se encogió

haciendo que Jessica perdiera algo la sonrisa. —¿Qué queréis?


—¿Nosotros? Nada —dijo Cassady mirando a Jessica—. Este no es

muy listo, ¿no?


—Claro que sí. ¡Hizo un curso en Pearsall de mecánica! —dijo como si

por ello le hubieran dado el Nobel.


Matt entrecerró los ojos. —¿Eres mecánico? ¿Qué especialidad?

—Industrial, ¿por qué?

—Estupendo, levanta que tenemos mucho que hacer.

—Cariño, mira que bien te viene. —Él la fulminó con la mirada y ella
chasqueó la lengua. —Qué rencoroso eres.

—¿Yo rencoroso? ¡Estoy aquí y has matado a mi madre!

—¡La ibas a matar tú!


Peter no salía de su asombro. —Rocecillos de familia —dijo Jessica—.

¿Estás bien?

Él sacó la pistola apuntando a uno y después a otro. —Somos

arcángeles —dijo Bedelia exasperada—. No puedes matarnos. Díselo

Cassady que tiene cara de que no se lo cree.


La hermana mayor asintió. —El sheriff lo intentó y no pudo.

—La hostia. ¿Has matado al jefe?

—Le disparó. —Hizo un gesto con la cabeza hacia Matt. —Se lo

merecía, pero en realidad se mató solo.

—¡Le estáis liando y asustando! —protestó Jessica arrodillándose a su


lado—. Verás, es que somos vigilantes.

—Vigilantes.

—Sí, de la puerta del infierno y somos los que salvaremos al mundo en

el próximo eclipse evitando que salga Satán por la puerta de ahí. —Sonrió

radiante. —¿Lo has entendido?

La punta de la pistola casi toca su nariz. —Aparta.

—Uy… Esto no me lo esperaba.


Cassady puso los ojos en blanco y se enderezó. —Pues habrá que

matarle.

—¡No! —protestó Jessica—. Yo le haré entender.

—¿Te importo? —preguntó Peter asombrado.


Se puso roja como un tomate. —Bueno, eres un inocente.

—¿Y eso cómo lo sabes? —preguntó Matt—. Porque su jefe no lo era.

De hecho no lo era ni el cura.

—No jodas, ¿también estaba metido en esto?

—Seguidores de Satán.

—¿El cura? —Era evidente que no se creía una palabra.


—Acércate a la puerta y escucha. Ya verás como me crees.

—¡Lo que voy a hacer es acercarme al coche y pedir refuerzos, eso voy

a hacer!

—No, no es muy listo —dijo Bedelia—. Chica búscate a otro que este

no tiene muchas luces.

—No hables así de él.

Matt bufó. —Habla así de todos, que menudas pullas me comí yo, pues

él también.

—Eso, cielo.

—¡Y tú no me hagas la pelota!


—¡Encima que te apoyo!

—¡Ahora, me apoyas ahora!

—Que rencoroso eres.

—¿Pero estos no se querían?


—Sí, ¿qué pasa? —Cassady se cruzó de brazos. —Estamos pasando una

crisis de pareja.

—¿Pero los ángeles tienen pareja? —Jessica asintió. —¡Estáis de atar!


—gritó intentando levantarse—. ¡Atrás y las manos en alto!

—Has visto las alas, por eso te has desmayado —dijo Bedelia

empezando a mosquearse.

—No me he desmayado, yo no me he desmayado en la vida —dijo

sonrojándose—. ¡Me ha dado un vahído!

—Pues eso.

Jessica se puso ante él. —¿Vas a dispararme? ¡Venga dispara!

—Amiga... que no sé si funciona con todos.

—Con Matt funcionó y contigo también. Venga dispara.

Peter entrecerró los ojos. —Aparta, no quiero hacerte daño.

—¿Quieres bajar el arma de una vez? —preguntó Cassady exasperada y

preocupada por su amiga—. Ella no ha hecho nada.

—Sí, porque soy un ángel.

—Eso ya lo has dicho —dijo Peter como si estuviera hablando con

alguien muy lento.

—No, lo que quiere decir… —Matt hizo un gesto con la mano. —

Déjalo hasta a mí me costó comprenderlo. ¿Quieres acercarte a la piedra de


una vez? —De repente sonrió malicioso. —¿Quieres encontrar al sheriff y a

los demás? Pues están ahí.

—¡Los habéis enterrado en una cueva! ¡Sois unos desalmados!

Empezó a bajar la pendiente sin dejar de apuntarles —¡Iréis todos a la

cárcel! ¡Ni se os ocurra moveros de ahí u os pegaré un tiro!

—¿Es buena idea dejar que se acerque? —preguntó Cassady.

—Así se dará cuenta de la realidad.

—A ver si piensa que están vivos que este no es muy listo —dijo

Bedelia a punto de reírse.

—Muy graciosa —siseó Jessica —. Se dará cuenta.


Los cuatro miraron hacia él y este acercó el oído a la piedra. —¿Jefe?

—Se acercó a la piedra asombrado. —Jefe, ¿es usted? Enseguida le saco,

voy a pedir ayuda.

—¡No! —gritaron desde dentro.

—Pues no se ha dado cuenta —Jessica decepcionada acunó a su hijo

que se estaba quedando dormido.

De repente Peter frunció el ceño. —¿Papá?

—La leche. Otro que tiene familiares ahí dentro —dijo Bedelia a punto

de reírse.

—Parece espantado —dijo Cassady.

—No me extraña si está ahí dentro no es que fuera buena persona.


Peter miró hacia ellos. —¿Cómo es que mi padre está ahí si murió

cuando yo tenía dieciséis años?

—¿Era buena persona? —preguntó Bedelia.

—Era un cabrón de primera.

—Pues eso.

Peter asustado dio un paso atrás. —¡La hostia!

—¡No te vayas, no te vayas! —gritaron desde el interior.

—¡Y una leche, si estáis con mi padre es por algo!

—Peter toca la piedra —dijo Jessica con una sonrisa en el rostro.

—¿Por qué? —preguntó con desconfianza.

—Para que te proteja. Sabes nuestro secreto y ahora intentarán comerte

la cabeza para que les ayudes. Eso lo impedirá.

—Ah… —Miró la puerta y alargó la mano como si fuera a darle una

descarga que le dejara tieso.

—No, no es muy valiente.

—¡Bedelia, vale ya! —Bajó la pendiente y se acercó a él sonriendo. —

No pasará nada. Yo también lo he hecho.

—Jess, esto es muy gordo. ¿Cómo te has metido en un lío así? —gritó
de los nervios.

—Porque el de arriba me ha encomendado esta misión. Toca la piedra.


Peter entrecerró los ojos mirándola fijamente. —Si me das una cita. Si

tanto te interesa que la toque no podrás rechazarme.

Jessica se sonrojó de gusto antes de mirar sobre su hombro y soltar una

risita.

—Pues no es tan tonto, no —dijo Bedelia divertida.

Cassady asintió dándole ánimos y Jessica se volvió hacia él. —De

acuerdo, te daré una cita.

Él sonrió y sin dejar de mirarla estiró la mano y tocó la piedra. Abrió los
ojos sorprendido. —Siento…

—¿Más fuerza?
—Sí.

—Y no te ha caído un rayo, eso es que al de arriba le gustas.


—¿De veras? —preguntó mirando al cielo.

—¡Peter!
Él levantó la vista hasta Cassady. —Ahora eres uno de los nuestros y

seguirás mis órdenes.


—Que mandona es esta mujer —dijo Matt por lo bajo.

Hizo como si no lo hubiera oído. —Aún te quedan muchas cosas por


comprender que Jessica te irá contando. Si nos traicionas, acabaras ahí
dentro, ¿entendido?
—¿Qué hago con la desaparición de…? —Señaló con la cabeza la
puerta. —Estos.

—¿Tú qué crees? —le preguntó a Matt.


—¿Ahora me preguntas a mí? Tú eres la jefa.

—¡No seas cabezota!


Su hombre entrecerró los ojos. —¿Captados por una secta?

—Había sangre, signos de lucha —dijo Peter acercándose.


—Mierda, es tu sangre —dijo como si él tuviera la culpa—. ¡Sabrán que
estuviste allí!

—Y había fotos. Fotos vuestras. ¿Por qué creéis que vine aquí primero?
—¿No recogiste las fotos del pentagrama? —preguntó Matt alucinado.

—Perdona, pero estaba más preocupada por salvarte la vida


—¡Pero luego volviste a por el coche, te deshiciste de los cuerpos!

—¡Y tú también volviste a por el coche! Podrías haber hecho algo, ¿no?
Peter puso los ojos en blanco. —Que desastre. —Se quitó la gorra y se

pasó la mano por la nuca pensando en ello. —Y Jack está recogiendo las
pruebas…

—Las fotos demuestran que nos odiaban —dijo Cassady—. Querían


hacer un ritual para maldecirnos y que dejáramos a Matt en paz.

—¿Y su sangre? —preguntó Bedelia—. ¿Cómo vais a justificar eso?


—Peter la sustituirá. Seguro que se han cogido unos bastoncillos de
esos manchados de sangre. Solo hay que cambiar unos bastoncillos por

otros.
El ayudante del sheriff asintió. —De eso me encargo yo. ¿Pero hacia

donde llevo la investigación? ¿Qué le digo a la prensa?


—¿Prensa? —preguntó espantada.

—Nena no esperarías que desaparecieran tantos miembros de la


comunidad y no se enterara la prensa.

—Pues no había pensado en ello, la verdad. ¡Haz algo!


—¿Yo?

—Tú eres el acostumbrado a tratar con la prensa.


Matt gruñó antes de mirar a Peter. —Captados por una secta. Que la

sangre sea de gallina o algo así. Hicieron un ritual. Mi madre no estaba muy
bien de la cabeza. Estaba obsesionada con esos temas.

—Puedes decir lo mismo de la mía —añadió Jessica.


—¿Y lo del cura? ¡Con lo beato que parecía! ¡No se lo tragarán! Y
sobre todo, ¿cómo justifico el agujero del techo? ¡Pasasteis dos pisos

atravesando el tejado y lo más extraño es que los escombros están en la


calle no en el interior de la casa, lo que no puedo justificar porque significa

que el agujero se hizo desde dentro!


Todos miraron a Cassady que gritó exasperada —¡Quería salvarle la

vida, no seáis pesados!


—Lo que no puedas explicar di que aún está en investigación. Que ante

las evidencias crees que están vivos y que hay que seguir buscando. Que no
perdéis la esperanza y cosas así. Revisa bien todo para la llegada del FBI.

—¿FBI? —preguntó Cassady espantada—. ¡Está investigando él!


—Nena, ya te dije que…
—¿Ves en el lío en el que nos has metido?

—¿Yo? —Matt no salía de su asombro.


—Antes de tu llegada llevábamos tranquilos muchos siglos.

—Pero tenía que venir por una razón, ¿no? —Se acercó a ella y le gritó
a la cara—¡Cómo la llegada del fin del mundo!

—¿El fin de qué? —preguntó Peter.


—Luego te lo explico —Jessica le guiñó un ojo—. ¿En la cena?

Sonrió como un tonto. —Hecho.


—Ah, no. Hoy salgo yo con Charlie. He conseguido una cita.

Cassady miró a Matt con ganas de pegarle cuatro gritos —Hasta ellas
tendrán una cita antes que yo.

—¡Lo que tú tienes es un anillo en el dedo!


Al verlos discutir encarnizadamente Peter preguntó —¿Seguro que son

arcángeles?
—Es que los arcángeles tienen muy mala leche. Imparten justicia.

—Ah. Volviendo al tema... —Carraspeó así que Cassady y Matt le


miraron. —¿Qué coño digo a la prensa?

—Ellas se volvieron locas, los mataron y se han largado del pueblo —


dijo Matt.

—¿Cómo se han ido? Porque los coches estaban ante la puerta.


—¡Pues si eres tan listo resuélvelo tú!

Peter frunció el ceño. —Un secuestro, es la única solución.


—Una secta, lo que yo decía —dijo Matt satisfecho.

—¿Y lo del techo?


—Debieron hacer algún ritual con una bombona de gas que salió

disparada. ¿Creéis que colará?


Todos se miraron los unos a los otros y como estaban hartos del tema

dijeron —Sí.
—Estupendo, pues me voy al pueblo para hacer mi parte.
Jessica impulsivamente le besó en la mejilla sonrojándole. —Que

tengas un buen día. Vuelve luego, recuerda que tenemos cena.


—No lo olvidaré, preciosa mía.

Rio como una tonta y Cassady fulminó a Matt con la mirada antes de
alejarse. Él asombrado preguntó —¿Qué? ¿Qué pasa ahora?
Sentada sobre la piedra con las piernas colgando acariciaba la barriguita

de Stevie que estaba a su lado metido en un capazo. Los chicos ya se habían


ido a disfrutar de la noche y tenía que hacer de niñera. Y no le disgustaba
nada la tarea, la verdad, porque el pequeñín era un amor. El niño intentó

ponerse de rodillas agarrándose al borde. —Uy, uy que enseguida vamos a


tener que ir detrás de ti.

Un ruido tras ella la asustó y miró sobre su hombro. Matt estaba allí con
una caja de pizza y unas latas de refresco. —La ha traído Charlie cuando ha

venido del pueblo. Ya debe estar fría. —Se sentó a su lado.


—Gracias. —Vio como dejaba los refrescos a un lado y abría la caja. Ya

no aguantaba más esa tensión, discutían por todo y tenían que aclararlo. —
Yo te quiero.

Él la miró a los ojos y asintió. —Sí, pero no soy lo primero, ¿no?


—No es justo lo que dices. Si tuvieras que elegir entre la puerta y yo,

debes elegir la puerta. Muchas vidas dependen de ello.


—A mí la vida de los demás me da igual. Si estoy aquí es por ti.

—Estabas predestinado a ello, como yo, así que no estás aquí solo por
mí, cielo. Era tu destino.

Él suspiró abriendo una lata de refresco y tendiéndosela. —Bebe, no has


bebido nada en todo el día. Mañana Peter vendrá para preparar la prensa
hidráulica que llegará. La he encargado de sesenta toneladas, aunque las
hay más grandes.

—¿Por qué cambias de tema?


—Porque no quiero hablar de ello —dijo molesto—. Tú tienes una

manera de pensar y yo otra.


—Y una de las dos tiene que ser equivocada.

—Creía que…
—No te calles ahora.

La miró a los ojos provocándole un vuelco al corazón. —Creía que era


lo más importante para ti. Me siento defraudado, eso es todo.

—Te sientes defraudado por mí. —Apretó los labios asintiendo. —Es
increíble. —Se levantó furiosa.

—¿No querías hablarlo? Es lo que pienso.


—¡He dado mi vida por esa maldita puerta y por ti! ¡Cada pensamiento,
cada sueño te los entregué a ti! ¿Sabes las horas y las lágrimas que he
gastado porque creía que nunca más iba a verte?

—Nena…
—Pero no es suficiente, ¿no? Tienes que ser lo primero. ¡Pues
bienvenido al mundo real, no eres lo primero! —Se quitó el anillo. —Y
como es una falta tan grave como para tratarme así, me acabo de dar cuenta

de que estaba totalmente equivocada. ¡Yo necesito un marido que esté a mi


lado, no que discuta todo lo que yo digo o que me cuestione porque se
siente inseguro cuando lo he dado todo por él!

—¿Inseguro? ¡Insegura tú que nunca te has creído mi amor, por eso has
dudado de mí!
Sus ojos se llenaron de lágrimas. —¿Crees que no me dolía pensar así?
¿Que no me hubiera gustado olvidarlo todo y simplemente dejarme llevar?
Pero hay mucho en juego.

—Pues bien que confías en Charlie y Peter. No te vi tan reticente a


creerles.
—A ellos no les sorprendí hablando con su abuelo y ocultándome esa
conversación.

—¡No quería preocuparte! ¡Tenía que cerciorarme de que lo que me


había dicho era cierto! ¡Por eso escuché a hurtadillas a mi madre y a los
demás!
—Es evidente que se ha abierto una brecha que ninguno de los dos está

dispuesto a cerrar. —Alargó la mano. —Toma el anillo.


Él entrecerró los ojos. —¿Esto es lo que quieres?
—Es lo que quieres tú. Estás dispuesto a castigarme por ser como soy y
es algo que no pienso consentir. ¿No te gusta como soy? Pues muy bien, en

cuanto esto acabe cada uno por su lado.


—Estupendo —dijo arrebatándole el anillo de la mano—. De todas
maneras es el anillo que mi abuelo le dio a mi abuela y seguro que lo odias.

Levantó la barbilla orgullosa intentando disimular su dolor a que lo


hubiera cogido y como lo había hecho, así que dijo —Pues ya que lo dices
sí. Está maldito y es evidente que desde que me lo pusiste en el dedo nada
ha ido bien. —Se volvió cogiendo al niño y sintiéndose observada rodeó el

agujero para ir hasta el granero y dormirle. Intentó retener las lágrimas,


pero no podía y Stevie pasó la mano por su mejilla suavemente haciendo
que mirara sus preciosos ojos. —No pasa nada. La tía que tiene un mal día.
Enseguida se me pasa. —Le besó en la frente y le dejó sobre el colchón de

Jessica para cogerlo del capazo y meterlo en su cuna. Sonrió cuando


protestó y dio vuelta a la rosca que movía los animalitos que tenía sobre él
mientras Ángel moviendo el rabito se subía al colchón para no perder al
niño de vista. Fascinado vio como giraban y sus ojos poco a poco se fueron
cerrando. —Eso es cielo, que tengas dulces sueños.

Un temblor la tensó mirando hacia la puerta y corrió. El temblor


aumentaba y gritó de miedo lanzándose al vuelo hacia la piedra. No había
nadie. Asustada estiró las manos y tocaron la piedra justo en el impacto.
Sintió como la piedra se movía apenas unos milímetros y sus pies

resbalaron sobre la tierra. Con todas sus fuerzas empujó resistiendo el


ataque. Intentando controlar su respiración sopló contra la piedra y esta se
congeló en el acto. Escuchó gritos de dolor, pero resistieron, aunque las

fuerzas del demonio ya no eran las mismas. Gritó sin dejarse vencer
sintiendo como la piedra raspaba su brazo hasta dejarla en carne viva.
Entonces escuchó una voz en ese idioma que no entendía y suspiró de alivio
cuando se alejaron.
Una risa hizo que cerrara sus ojos. —Le has perdido, le has perdido —

canturreó Shirley—. Es lo que tiene ser siempre el centro de atención, ser el


más querido y admirado, su ego es mucho mayor que el tuyo. Le he
enseñado bien. En cuanto no ha conseguido lo que quería que era a ti se ha
enfadado. Los hombres son como niños, reclaman atención y tu atención

está centrada en otra cosa.


—No se ha ido.
—¿No? ¿Y dónde está?
Se volvió preocupada por él. —¿Matt? Matt, ¿dónde estás?

—A ver cómo te las arreglas con esos inútiles que te acompañan —dijo
maliciosa.
—¡Cállate!
—Ahora estáis perdidos.
—¿Cómo que se ha ido? —dijo Bedelia asombrada mientras su

hermana no dejaba de llorar sentada a la mesa de la cocina porque Jessica y


Peter vigilaban la puerta.
—Se fue. Acosté al niño y sentí el temblor. Como era fuerte me acerqué
y no estaba. —Se limpió las lágrimas con la mano. —No estaba. Se ha

esfumado.
Charlie se sentó frente a ella. —No es propio de él, cuando se entrega a
algo no se da por vencido.
—Le devolví el anillo —susurró.

—Joder. ¡Ahora tenemos un arcángel despechado! ¿Se ha llevado su


espada?
—No. Sigue donde las demás, pero sé que va a volver.
—¿Seguro? —preguntó Bedelia. Cuando Charlie la advirtió con la
mirada esta apretó los labios viendo a su hermana totalmente destrozada—.

Claro que volverá. Tiene una misión y te ama. No nos dejará tirados.
Sabía que su hermana no se creía lo que decía, pero ella tenía la
esperanza de que volviera. No dejaría de hacer lo correcto, aunque ella le
hubiera defraudado. —Dijo que si estaba aquí era por mí. Que los demás le

daban igual.
—Estaría enfadado —dijo Charlie—. A veces se dicen tonterías cuando
se está enfadado. Volverá.
Capítulo 15

Pero no regresó. Los días siguientes Peter tuvo que lidiar con la prensa
y la noticia se diluyó poco a poco por la falta de pistas. El FBI ni apareció

por allí porque no había cuerpos y la sangre era de gallina. Era una
desaparición, que era un misterio para el pueblo, pero pudieron estar

tranquilos dentro del lío en que estaban metidos.


Por las noches Peter se dedicaba a trabajar en la enorme prensa que

había llegado para que la plancha pusiera resistencia sin moverse de la


posición que necesitaban. Era una prensa que aplastaba coches y no querían

que destrozara la puerta al empujar. Debía mantenerse en su sitio y Peter no

dejaba de trabajar en ello. Jessica estaba orgullosa de él y no dejaba de

decirle lo bien que lo hacía.


Por otro lado, Charlie había conseguido que el ayuntamiento retirara la

expropiación. Las tierras ya no corrían peligro y Bedelia no dejaba de

piropearle por lo bien que había llevado el caso. Le alababa cada vez que

daba una idea y ahí fue donde se dio cuenta de sus fallos. Ella nunca había
animado a Matt, nunca había agradecido su ayuda o le había mimado. Era

normal que se sintiera infravalorado porque no había sabido trasmitirle lo

necesario que era en su vida y se arrepentía, se arrepentía muchísimo.

La noche antes del eclipse empezó a hacer un tiempo extraño. Un viento

bastante molesto azotaba Texas, pero no había una sola nube en el cielo. En

la radio no se paraba de hablar de lo que ocurriría al día siguiente cuando

realmente no tenían ni idea y Cassady ya empezaba a perder la pequeña

esperanza que tenía a que pudieran controlarlo porque los ataques cada vez
eran más fuertes y continuos demostrando su fuerza. Observó como Peter le

hacía un gesto de asentimiento y ella miró la máquina que estaba lista para

ser probada.

—¿Estás segura de esto? —preguntó su hermana—. Ya nos cuesta

contenerlo entre dos. Muchas veces los chicos tienen que ayudar.

—Debemos hacerlo para el futuro. Puede que Matt tenga razón y nos

ayude.
—Como digas.

—¡Colocaros en dos filas a sus flancos! —gritó poniéndose al lado de la

máquina—. ¡Si notáis que este chisme cede, Peter la apagará y actuaremos

nosotros!
Jessica asintió al otro lado con Charlie tras ella dispuesto a echar una

mano en quitar la máquina. —¿Listos?

Peter la empujó sobre la tierra hasta la marca, dejando la plancha

pegada a la puerta y le dio al encendido. Cassady temiendo que rompiera la

puerta con su presión se acercó para ver que Peter había hecho un buen

trabajo y que no se movía. Soportaría el peso que le impusieran desde el


otro lado sin estropearla. Sonrió levantando el pulgar y esperó, no deberían

tardar mucho. Estaba anocheciendo y ese día ya llevaban más de veinte

ataques. No tardarían en actuar. Miró sobre su hombro a Bedelia que lista

asintió. Vio su pequeña espada colgada del cinturón que Jessica les había

hecho a todos para que no les estorbara en la mano y queriendo asegurarse

de que la suya estaba en su sitio llevó su mano allí tocando la empuñadura.

Recordando que la de Matt estaba abandonada en el granero apretó los

labios volviendo la cabeza a la puerta. El suelo tembló y gritó —

Preparados…. ¡Ahí viene!

Un chillido aterrador le erizó el cabello y estiró los brazos casi tocando


la puerta. Jessica al otro lado hizo lo mismo y llegó el impacto que tuvo una

onda expansiva brutal azotando su rostro, pero la piedra no se movió.

Agachando algo la cabeza para poder abrir los ojos vio que la máquina

resistía y miró a Jessica con una sonrisa en el rostro.

—¡No se mueve! —gritó Peter antes de reír de la alegría.


—¡No os mováis de vuestras posiciones! —ordenó no queriendo que se

distrajeran.

Aguantó varios minutos y de repente empezó a salir un humo blanco de


ella. —¡Listos para el cambio! —La máquina empezó a temblar. —¡Ya!

Ellas apoyaron las manos gritando por el esfuerzo y Peter tiró de la

máquina apartándola de la puerta. Los demás se lanzaron a ayudarlas y

entre todos no tardaron en contenerlo.

Cuando no se escuchó nada al otro lado las hermanas se miraron

gritando de la alegría antes de abrazarse. —¡Sí, sí! ¡Funciona!

Peter rio. —Necesitaremos una mucho más grande y con más potencia.

Contenta se apartó de Bedelia que fue a darle un beso a Charlie y al

mirar la máquina perdió algo su sonrisa porque se lo había perdido. Había

sido idea suya y se lo había perdido. Jessica de la mano de Peter se acercó.

—Ya lo celebrarás con él.

—Sí —dijo con un nudo en la garganta—. Porque mañana estará aquí.

Su amiga asintió. —Voy a ver al niño y a comer algo. Va a ser una

noche difícil.

—Sí, Charlie vete con ellos y descansad un rato. Después volvéis y que

vaya Bedelia.

—Sí, jefa. —Charlie muy contento dio otro beso a su ahora novia y se
fue con sus nuevos amigos muy ilusionado. —¿Habéis visto cómo la ha
retenido? —Dio un golpe en la espalda a Peter. —Buen trabajo.

—¿Piensas en él?

Miró a su hermana a los ojos. —Le hubiera gustado ver esto.

—Cassady sé que no quieres hablar de ello, pero tenemos que empezar

a pensar…

—Volverá —dijo muy tensa.

—¿Y si no es así? Su espada necesita un dueño. Charlie…

Fulminó a su hermana con la mirada. —Es la espada de Matt. La tierra

se la dio a él.

—Igual si otro hubiera puesto la mano encima también hubiera salido,


eso no lo sabemos.

—¡Esas espadas solo las portan los arcángeles! ¿Quieres arriesgar la

vida de Charlie porque se atreva a tocarla?

—Ya ha tocado la mía y sigue vivo.

Se le cortó el aliento. —¿Qué has dicho?

—Pensé que si los aztecas las habían enterrado es que podía hacerse.

Ayer tocó la empuñadura de la mía y no le pasó nada.

—¿Y a tu novio le han salido alas? —Su hermana se sonrojó. —¿Tiene

más fuerza que antes? ¡Porque por lo que he visto hoy no!

—No, eso no ha pasado.

—¡Porque es de Matt, Bedelia! ¡Y seguirá siendo así!


—Pero con la suya…

—¡No quiero hablar más del tema! ¡Matt volverá!

—Bien dicho, nena.

Se le cortó el aliento mirando hacia arriba y Matt se agachó sobre la

puerta sonriendo de esa manera que la volvía loca. —¿Me has echado de

menos?

Atónita puso los brazos en jarras extendiendo sus alas con ganas de

guerra. —¿Dónde diablos has estado? —gritó casi haciendo retumbar la

tierra.

—¿Enfadada?

—¡Serás idiota! ¡Me has dado un susto de muerte, no sabía si te había

pasado algo!

Matt se lanzó al suelo cayendo de pie ante ella mientras sus ojos se

llenaban de lágrimas por el miedo que había pasado. —Llegué a creer que

te había perdido.

—Y yo llegué a creer que te había perdido a ti.

Se tiró a él abrazándole con fuerza necesitando tocarle. La alegría

porque estuviera allí era tan intensa que parecía que el corazón se le iba a
salir del pecho. —Te he amado y te amaré más allá de la muerte.

Matt sonrió. —Cómo echaba de menos tus abrazos, nena.


Se apartó para mirarle. —¿Te digo que te amo y me sueltas eso? ¡Venga

ya, nunca me lo dices!

—Te lo diré mañana después del eclipse.

—¡Será broma! —Furiosa se apartó. —¿Y si la casco sin oírlo? ¿Me

harías eso?

Matt sonrió. —No preciosa, porque mañana venceremos.

—Parece muy seguro de lo que dice, este no ha visto los ataques que

sufrimos ahora —dijo Bedelia.


—Es que tengo fe, cuñada. —Sacó un cuaderno del bolsillo trasero de

su vaquero. —Y ahora más que nunca porque esto me ha ayudado a


entender mejor lo que va a ocurrir.

—Una vieja libreta de cuero.


—¡Deja que se explique! ¡Matt explícate!

—Nena, ¿estás más mandona?


—Uy, no lo sabes bien y eso aumenta con cada minuto que se acerca el

momento —dijo Bedelia interrumpiendo. Cuando Cassady la fulminó con


la mirada dijo —¿Estorbo?

—Vete a descansar —dijo entre dientes.


—Genial voy a ver a mi amorcito, que estará impaciente por hacerme el
amor. Es tan fogoso y apasionado... Y es leal y de fiar. No como otros que

se piran cuando las cosas se ponen difíciles.


Matt gruñó. —Oye cuñada…
—No entres al trapo. ¿No ves que solo quiere provocarte? ¡Bedelia

largo!
Sonrió maliciosa alejándose y Matt gruñó de nuevo volviéndose hacia

ella que por la expresión de su rostro no estaba nada contenta. —¿Sigues


cabreada?

—¿Dónde has estado?


—He tenido que hacer un viajecito. —Levantó la libreta. —Por lo que
contiene esta libreta.

—¿De qué hablas?


—Cuando rompiste el compromiso y te largaste, mi abuelo se acercó a

la puerta mostrando sus verdaderas intenciones.


—Salir de ahí.

—Como todos, ¿no?


Ella hizo una mueca viendo como abría la libreta y mostraba un dibujo

de una casa. —Entonces intentó convencerme de que estaba de mi lado, que


me había ayudado a descubrir quien estaría esperando a Satanás y todo eso.

Yo le dije que tendría que haber más, que llevaban mucho tiempo esperando
ese momento y que nos atacaría más gente.

Frunció el ceño porque estaba tan centrada en la puerta que no había


pensado en eso. —¿Y qué te dijo?
—Me dijo que no y fue ahí cuando me di cuenta de que me mentía
porque el padre de Jessica también tiene que estar metido en esto. ¿Su

mujer es una seguidora del diablo y no lo sabe? Impensable.


—Jessica no lo sabía. Tú no lo sabías.

—Con tu pareja compartes cosas que no compartes con los hijos. ¿Qué
haría yo si desaparecieras? ¿Qué hiciste tú el día de nuestra boda?

—Ir a buscarte.
—Exacto y lo hizo, estuvo allí. Incluso abrió su coche. Me lo dijo una

vecina que le vio entrar en la casa, después de que nosotros hubiéramos


estado allí porque es evidente que no se encontró con los cadáveres.

—Pero no dijo nada hasta la noche.


—Cuando se suponía que unas horas antes iban a ir a una boda. Muchos

de los del pueblo no se la querían perder, ¿crees que ella sí?


—Ocultó su desaparición a propósito.

—Porque sabía que no estaban haciendo nada bueno. Cuando lo hizo


fue porque se asustó.
—Entonces tu abuelo miente y sabe que tienen cómplices.

—Sí, todo lo que hizo fue simplemente para vengarse de mi madre por
lo que había hecho en el pasado, pero su intención nunca fue ayudarnos a

salvaguardar la puerta.
—Entiendo. Seremos atacados por ambos flancos.
—Exacto.

—¡Eso no explica a dónde has ido!


Matt sonrió. —Nena necesitas hacer el amor. —Jadeó indignada. —

¿Qué harías tú si supieras que tu señor va a intentar salir y se acerca el


momento de su llegada? ¿Que será en el eclipse como lo sabía mi madre?

—Por los sueños. Tu madre tenía sueños.


—Como debían tener los demás porque han tenido que ponerse en
contacto con ellos de alguna manera. ¿Cómo van a llegar aquí sino para

ayudarle a salir?
—Dios mío, ¿qué me estás contando? ¿Que vendrá gente de todo el

país?
Matt apretó los labios asintiendo. —Sí, nena. Y puede que del mundo.

De hecho muchos ya están aquí. Se nota que no habéis pasado por el


pueblo. Hay gente durmiendo hasta en los coches con la excusa del eclipse.

Se llevó una mano al cuello de la impresión. —¿Qué vamos a hacer?


Él frunció el ceño. —¿Peter no os ha dicho nada?

—¿De la gente del pueblo? No. Pero hace días que no va a trabajar para
ayudarnos. Ha dicho que está enfermo. Para que no le molestaran apagó el

teléfono.
—Pues seguro que debe tener mil mensajes porque en el pueblo no dan

abasto con los líos que organiza esa gente.


—Pobres. —Miró la libreta entre sus manos. —¿Y en qué puede

ayudarnos eso?
—Era de mi abuelo. Estaba en una de las cajas de los libros.

Se le cortó el aliento. —Tiene un dibujo de mi casa.


—Creo que siempre estuvisteis bajo sospecha como cinco familias más

del pueblo. Hasta que mi madre le dijo lo de la puerta, claro. Pero estos
dibujos son más antiguos porque aquí hay un apunte de que estos se

mudaron en el ochenta y nueve. —Mostró los dibujos de sus casas. —


Cuando vi la libreta por primera vez creí que eran bocetos o algo así. Por

eso no le di importancia. Pero eso no es lo más interesante. Lo más


interesante es esto. —Abrió el libro por la mitad y vio una hilera de

nombres con sus números de teléfono. Algunos de los que tenían dirección
estaban tachados, pero eran muchísimos y Matt pasó la hoja para mostrar

más.
—¿No me digas que…?
—No estaba seguro de nada, cuando me dijo que no había más

implicados recordé la agenda. Podían ser conocidos que no tuvieran nada


que ver. Pero no perdía nada por hacerles una visita. Gracias a mis alas

puedo desplazarme rápidamente. He intentado localizar a los que he podido,


pero no ha sido fácil. Como no estaba seguro perdí casi un día entero con el

primero para asegurarme, pero en cuanto entré en su casa ya no tenía dudas.


Tenía un cuarto donde adoraba al maligno y tenía los billetes de avión a
Austin. Cincuenta y dos billetes, nena. Sufrió un terrible accidente tirándose

por la ventana. Creo que los demás deben estar esperando en la puerta del
aeropuerto. Me da que no llegarán a tiempo.
—¿Le has matado?

—Tenía que evitar que vinieran. Muchos de los que visité de la lista ya
no estaban en su casa, así que seguramente les veremos aquí.

—¿Y los que ya están en el pueblo?


—¿Piensas en atacarles antes de mañana? Nena, sería una masacre en el

centro del pueblo. Si sobrevivimos al eclipse habría una investigación y


puede que nos descubrieran después de la desaparición de mi madre y los

demás. Ya nos libramos una vez y no creo que nos libremos otra. Debemos
dejar que se acerquen. Tus tierras están muy aisladas.

Cassady entrecerró los ojos. —No podremos hacer dos cosas a la vez.
Su fuerza aumenta y os necesitaré a todos.

Él miró la puerta. —¿Tanto empujan? —Volvió la vista hacia la


máquina. —Veo que la habéis utilizado.

—¡Y ha funcionado!
Separó los labios de la impresión. —¿De veras?

—Bueno, durante unos minutos. Pero como te he dicho los ataques no


son como los de antes. Cuando pase el eclipse funcionará muy bien.
Él rio cogiéndola por la cintura. —Lo sabía.
—Es que eres muy listo —dijo acariciando su nuca. Él agachó la cabeza

para besarla, pero ella se apartó—. Sobre el ataque…


—¿Me has hecho la cobra? — preguntó asombrado.

—¡Cariño, mañana a las doce y treinta y ocho del mediodía vamos a ver
a nuestro creador como no hagamos algo! ¡No tengo tiempo para besos!

—Increíble —dijo entre dientes.


—Pero yo te quiero.

—Hubieras tardado lo mismo en darme un beso que en decirme eso.


Puso los ojos en blanco. —No, porque luego te animas.

—¡Nena, llevo días sin tocarte!


—Y de quién es la culpa, ¿eh? Si no te hubieras enfadado a lo tonto te

hubieras llevado muchos orgasmos. Ahora a esperar. —Puso los brazos en


jarras. —¿Qué hacemos?
—Si no me hubiera enfadado el abuelo no habría hablado conmigo y no
hubiera recordado esto —dijo poniéndole la libreta ante la cara. Ella

entrecerró los ojos—. ¿Qué?


—Ya no nos sirve de nada, si lo hubieras recordado antes les habríamos
pillado a todos en su domicilio.
—¿Me lo estás echando en cara? ¡He matado a más de sesenta personas,

llevo días sin dormir volando de un lado a otro del país!


—¿Has matado a tantos? —preguntó con los ojos como platos—.
Cariño como te hayas equivocado en alguno…

—Te aseguro que no. —Tiró la libreta a un lado. —He impedido que
vengan muchos porque varios de los muertos eran una especie de jefes de
aquelarres, pero en realidad no sé cuántos quedan ni los que se presentarán
aquí.
—Eso si ese malnacido no influye a gente inocente para que le ayude.

—Por supuesto, eso también puede pasar.


—Dios mío… —Se llevó la mano a la nuca. —Tenemos que
deshacernos de los del pueblo.
—¿Qué tal si evacuamos la zona? —preguntó Peter.

Se volvieron para verlos a todos bajando la pendiente. Charlie sonrió.


—Sabía que volverías.
—¿Evacuar la zona?
—Tenemos un plan de emergencia para evacuar todo el condado en

caso de que haya una fuga en la central nuclear de Porton. Me hicieron


leerlo cuando ingresé en el cuerpo.
—Pero eso está a media hora de aquí.
—Exacto. En caso de avería y puede ser un recalentamiento de

cualquier chisme tienen que evacuar. Solo tiene que saltar la alarma. Hay
una base del ejército de tierra a veinte minutos. En cuanto suene la señal se
pondrán en acción y con ayuda de las autoridades de la zona evacuarán a
todo el mundo en un radio de cien kilómetros.

Cassady sonrió mirando a Matt. —Cariño, ¿sabes algo de nucleares?


—Nena, soy ingeniero mecánico.
—¿Eso es que sí o que no?
La cogió de la cintura pegándola a su pecho y atrapó su boca besándola

de una manera que la hizo temblar por dentro. Él se separó lentamente. —


Deséame suerte.
—Suerte.
Salió volando y ella impresionada miró hacia arriba.

—Vaya, vaya…—dijo Jessica acercándose—. Al parecer ha vuelto con


fuerza. —Se agachó cogiendo la agenda. —¿Qué es esto?
Suspiró mirándola. —Tenemos que prepararnos para recibir visita
porque dudo que este plan funcione del todo. Si se empeñan en llegar,
llegarán.
Capítulo 16

Apenas una hora después sonó la sirena del pueblo. —Ese es mi chico
—dijo satisfecha antes de meterse medio sándwich en la boca. De repente

tenía un hambre feroz.


—¿No deberíamos apagar la luz por si llegan los del ejército? —

preguntó Charlie.
Peter contestó —Sí, y deberíamos esconder los coches detrás del

granero. Vendrán por la carretera y al no ver ninguna casa darán la vuelta.


—Bien, prepararlo —dijo con la boca llena antes de beber de su lata de

refresco.

—En cuanto se vayan deberíamos hacer un perímetro de esos como en

las pelis para saber si se acerca alguien —dijo Jessica—. Trampas, estacas
que se clavan en cuanto se pisa algo… —Todos se echaron a reír. —¡Eh,

como en Rambo! Hablo en serio, si nos libra de seis o siete eso que nos

ahorramos.

—Jessica tiene razón —dijo Matt aterrizando.


—¿Qué? ¿Cómo ha ido?

—Como había demasiada seguridad para pasar desapercibido con esto

que tengo en la espalda, les ha caído un meteorito en la chimenea principal

que la ha obstruido. Van a tardar días en arreglarlo.

—Genial. —Se tiró a su cuello. —Eres el mejor, el más listo y el más


guapo.

—Nena, ¿estás bien? ¡No tendrás fiebre! ¡Ni se te ocurra ponerte mala

ahora!

Se puso como un tomate. —¿No puedo hacerte un cumplido?

La miró con desconfianza. —Sí, claro.


—Pues eso. Además te he dicho más veces que eres muy listo.

—Nena, ¿crees que necesito que me elogies o algo así?

Se puso como un tomate. —Tu madre dice que tu ego…

—¿Le haces caso a mi madre?

—¡Ellas están todo el día dorándoles la píldora! ¡Creí que estaba

haciendo algo mal porque me has dejado!

—Me has dejado tú a mí —dijo asombrado.


De repente se echó a llorar tapándose el rostro y Matt separó los labios

de la impresión cogiéndola de los brazos para pegarla a él. —¿Podéis

dejarnos solos un momento?

—Sí, claro —dijo Jessica preocupada por su amiga.


Matt acarició su espalda mientras se alejaban y la besó en la sien. —

¿Demasiada presión, nena?

—Lo siento.

—No tienes que sentirlo. Y no tienes que decirme lo genial que soy para

que esté contento. No se trata de eso.

—Ya, pero es que lo otro no puedo evitarlo.


Él sonrió. —Sé que me amas, lo sé desde siempre y tienes razón, puede

que mi ego se haya dañado porque no puedo ser lo más importante para ti,

pero no es culpa tuya. Si la puerta no existiera, lo sería ¿no? —Cassady no

se movió. —¿Nena?

—Está Bedelia.

Él sonrió aún más. —Después de Bedelia.

—Estáis a la par.

—Estamos a la par. —Acarició sus rizos hasta llegar a su nuca y tiró de

ellos suavemente para mirar su rostro. —Lo siento, nena. Siento haber sido

tan egoísta. En estos días sin ti me he dado cuenta de lo injusto que era
contigo porque si algo has hecho desde siempre es demostrarme lo

importante que soy para ti. Y no con palabras a veces una mirada basta.

Entonces ella lo vio en sus ojos y sonrió. —Me amas.

—Tanto que nunca creí que pudiera amar así. Has pasado a ser lo más

importante de mi vida y pienso estar a tu lado en lo bueno y lo malo…


—En la salud y en la enfermedad.

—Cada día de mi vida, nena. Eso no lo dudes nunca. Pero hazme un

favor, ¿quieres?
—Lo que quieras.

—La vasija házmela un poco más grande. Me agobian los espacios

pequeños.

Ella soltó una risita sintiéndose muy feliz. —Hecho. —Él acercó sus

labios a los suyos y la besó de una manera tan tierna que supo que ese beso

lo recordaría más allá de la muerte.

Matt se apartó y le guiñó un ojo. —Venga, tenemos mucho que hacer.

Dos horas antes de que llegara el momento apoyó la espalda en la piedra

agotada por la noche que habían pasado y vio a Bedelia, Charlie y Jessica

con varias vasijas en las manos saliendo del granero. —¿Qué hacéis?

—Deben estar aquí —dijo Bedelia muy seria. Cassady al ver el temor

en sus ojos se enderezó—. Nos han protegido siempre y deben estar en este

momento.

Si a ella la hacían sentir mejor no iba a protestar. —Sí, por supuesto.

Pon la de mamá aquí sobre la puerta. Bedelia sonrió caminando con ella
hasta estar encima de la piedra. —Ponla en plano si puedes no me gustaría

que se rompiera o cayera abajo.

Su hermana se agachó y no vio bien donde la puso, pero sabía que

estaba ahí y eso sin saber por qué la hizo sentir más segura. —Colocarlos a

todos rodeando el agujero.

—Sí, Cassady.

Matt y Peter llegaron en ese momento.

—¿Y bien?

—Hemos hecho lo que hemos podido con el material que teníamos. No

son muchas trampas, pero serán eficaces. Todas están colocadas como a
cien metros, así que cuidado. —Se acercó y pasó el dorso de sus dedos por

su pálida mejilla. —Nena, estás agotada. Descansa un poco, nos quedamos

nosotros.

—Sí hermana, llevas muchas horas ante la puerta. No te preocupes no

nos moveremos de aquí.

Estaba acalorada, a pesar del viento hacía un calor abrasador. —Una

ducha me despejará. —Hizo una mueca. —Con la manguera.

Le dio un beso en los labios y fue hasta el granero. Los chicos habían

colocado la manguera colgada de la pared y habían puesto una de las

puertas de la casa para dar intimidad. Sin desvestirse siquiera giró la llave

para dejar que el agua le cayera encima. Mierda, estaba templada. Cerró los
ojos dejando que el agua cayera sobre su nuca. Le dolía todo y no había

acabado. Igual se había excedido, pero había querido que los demás

descansaran ya que ella era la que tenía más fuerza. Puede que hubiera

cometido un error. Miró sus manos, en el último ataque se las había

despellejado con los símbolos de la piedra, pero ahora ya estaban curadas.

Si salían de esa qué vida les daría a sus hijos. Se echó a llorar tapando su

rostro.

La abrazaron por la espalda y Matt la pegó a su pecho. —Todo irá bien

—dijo en su oído—. Y cuando pase te haré la casa más bonita del contorno.

—Apoyó la mejilla en la suya. —Y tendrás el sótano más seguro, con una

cámara acorazada con reconocimiento de retina, una prensa que aguante

todas las toneladas que encuentre y un sistema de detección de vibración

terrestre que será el más puntero del mercado. —Sonrió sin poder evitarlo.

—Eso sin contar que pondré tres generadores por si falla uno y habrá

alarmas por toda la casa. Ángel tendrá un descanso, que el pobre se lo ha

ganado.

—Oh, ¿dónde está?

—Está en el granero vigilando al niño. Todo va bien. —Besó su sien.


Suspiró apoyándose en su pecho. —Alarmas, ¿eh? Me tratas como a

una reina.
—Como te mereces. Pero antes nos casaremos y nos iremos de luna de

miel, que te has ganado unas buenas vacaciones.

Se le cortó el aliento. —¿Luna de miel?

—Iremos a donde quieras y haremos turismo como la gente normal,

comeremos y todas las noches haremos el amor. —Cogió su mano y la

elevó ante su cara para ponerle en el dedo un anillo con unos diamantes con

formas de alas.

Se le cortó el aliento. —¿Cómo?


—Lo vi en un escaparate en Boston y supe que era para ti.

—Es precioso —dijo emocionada.


—Mi ángel, mi amor.

—Me lo tienes que decir después.


—Y así lo haré, nena. Y no dejaré de decírtelo cada día. —Se apartó y

cerró el agua antes de cogerla en brazos. —Vas a dormir, aunque solo sea
una hora.

Ella sonrió. —Tienes que coger tu espada.


—Lo haré ahora. —La metió en el granero y la tumbó sobre el primer

colchón. Ángel se acercó a ella y se subió al colchón para tumbarse a sus


pies. —Vigila campeón. —Le acarició la cabeza antes de incorporarse. —
Cierra los ojos.

—No podré dormir.


—Pero al menos cierra los ojos. Descansa la mente, eso también es
importante.

Como sabía que no se iría si no lo hacía los cerró y sintió su beso sobre
sus labios. —Aprovechado.

Él rio por lo bajo. —Sentirás si te necesitamos, no te preocupes.


Escuchó como salía del granero y suspiró. La invadió un cansancio que

la hizo bostezar y de repente en su mente vio a su madre. Esta sonrió


volviéndose ligeramente para mostrarle algo con la mano. Tras ella
aparecieron su abuela y su padre. Al ver a su padre se echó a llorar, pero él

le hizo un gesto como diciendo que no importaba, que no tomaba en cuenta


su desconfianza por creer que les había abandonado. Muchas personas más

les acompañaban y de repente todos desplegaron sus alas. Su madre dio un


paso hacia ella y dijo —La fuerza está en tu corazón, hija. Y tu corazón es

el de todos nosotros.
Abrió los ojos de golpe y se sentó en la cama con la respiración agitada.

Confundida se pasó la mano por la frente. ¿Se había dormido?


Ángel a su lado gruñó estirando el rabo y corrió hacia la puerta

arrancando la espada del cinturón. En cuanto salió vio a la gente que se


acercaba. Eran unos cincuenta y Peter al borde del agujero gritó alertando a

los suyos. Matt y Bedelia se elevaron volando y eso les detuvo mirándoles
asombrados. Matt la vio y elevando su espada gritó —¡Vete a la puerta!
—¡No, Matt!
Su hermana y él fueron hacia los hombres y mujeres que de repente

echaron a correr hacia ellos. Cassady no tuvo más remedio que volar hacia
la puerta donde Jessica y Charlie resistían un ataque. Ella clavó su espada al

lado de la piedra y empujó con fuerza. —¿Qué hora es?


—¡Queda media hora! —gritó Charlie rojo del esfuerzo.

—¿Qué?
Se escuchó un estremecedor rugido en el interior. —¡Se está

preparando!
—¡Jessica ayúdales, les necesitamos!

Jessica se elevó y ella tuvo que poner toda su fuerza en ello. Preocupada
por los suyos miró hacia arriba. —¡Peter!

—¡Vienen más, son cientos! ¿Pulso? ¡Están en la línea!


—¡Sí!

Peter levantó el control remoto y se escucharon explosiones lo bastante


cerca como para que temblara la tierra. —No podrán con todos. ¡Peter!
Este corrió hacia ellos y empujó. Jessica llegó en ese momento

mostrando su espada ensangrentada. —Son demasiados.


—Que venga mi hermana. ¡Las dos me sustituiréis!

—¡Cassady queda poco!


—¡Si llegan hasta nosotros no podremos empujar! ¡Ponte aquí, entre los

cuatro aún podéis retenerlos!


Jessica no tardó en regresar con su hermana y Cassady se apartó

arrancando la espada de la tierra para salir volando. Al elevarse vio a la


multitud y como Matt luchaba contra los que podía. —Muy bien, jefe. Es

hora de echarnos una mano. —El suelo tembló y miró hacia abajo.
Entonces vio las vasijas y recordó su sueño. Recordó como en el diario
decía que estarían a su lado y tuvo un presentimiento. Se lanzó en picado y

estiró su brazo. La punta de su espada rompió la primera y después la


siguiente. Así una tras otra hasta llegar a la de su madre. El viento formó un

remolino con sus cenizas y ella se elevó sobre él gritando mientras elevaba
su espada. Matt miró hacia ella y en ese momento las cenizas se disiparon

mostrando a cientos de ángeles, que gritando la siguieron a toda velocidad


agarrando a los hombres y lanzándolos como si fueran muñecos sobre los

demás, mientras ella traspasaba con su espada a todo el que se le cruzaba


sabiendo que no debía sentir pena por ellos. El cielo se fue oscureciendo y

miró hacia allí.


—¡Está pasando! —gritó Matt volando hacia ella.

Su madre agarró a dos por las cabezas aplastándolas una contra la otra y
gritó —¡Hija vete! ¡Les retendremos!
Se volvió mientras la tierra temblaba y se lanzó en picado al agujero.

Eran muchos para estar ante ella, sería casi imposible empujar así. —¡Peter,
Charlie, apartad!

Lo hicieron en el acto y cada uno empujó donde pudo. Bedelia de


rodillas en la parte de abajo, Matt a la derecha, ella a la izquierda y Jessica

volaba empujando con el hombro. Por como temblaba la tierra supo que no
sería suficiente. Al ver que la piedra se resquebrajaba asustada miró a Matt.

—Nena… ¡No te rindas, empuja!


Sus amigos soplaban con fuerza y la piedra se congeló mostrando los

símbolos. Se le cortó el aliento al ver el que representaba la espada y


cuando el pedazo de barro cayó vio la suya en el suelo. Cada una en una

parte de la piedra, debía significar algo. —¡Sujetad! —Se agachó sin soltar
una mano y cogió su espada poniéndola como indicaba el símbolo. La

espada se pegó a la piedra con fuerza y brilló casi cegándoles, pero ella no
se apartó empujando con ambas manos. —¡Jess!
Desenvainó su espada e hizo lo mismo colocando la punta hacia abajo y

Matt sin perder tiempo la imitó. Bedelia miró a su hermana a los ojos y
Cassady susurró —Clávala.

Bedelia la clavó en el suelo con fuerza y las cuatro se iluminaron de tal


manera que relucían como el mismo sol mostrando la cruz en medio. A

medida que la luna cubría al sol, la luz que despedían las espadas se hacía
más fuerte y los temblores en la piedra disminuían. —¡Aguantad! —gritó
Matt—. ¡Esto no ha terminado!

Entonces el rugido en su interior se hizo ensordecedor y los temblores


aumentaron.
—Ahí viene ese malnacido —dijo Jessica.

Ella miró a Matt y susurró —Te amo.


—Te amo, nena. Siempre.

Emocionada miró la piedra y siseó —No pasarás.


—¿Cass?

—No tengas miedo, hermana. —Apretó los dedos contra la piedra


mientras la luna cubría por completo al sol. —Dios está con nosotros.

El impacto fue tan brutal que Jessica y Bedelia salieron despedidas.


Matt y ella gritaron del esfuerzo agitando sus alas y mientras Peter se tiró a

la piedra intentando ayudar. —¡Aparta! —gritó Jess porque sin darse cuenta
Matt y Cassady empezaron a agitar sus alas para empujar. Su amiga ocupó

su puesto aportando su fuerza y Bedelia llegó en ese momento.


—¡Ocho minutos! —gritó Charlie viendo como cada uno se colocaba en

una esquina.
Entonces Cassady sintió un roce en un costado y miró hacia atrás para

ver a una chica vestida totalmente de negro que apenas era una adolescente
con un arma en la mano. —Dejadle salir.
Volvió a disparar una y otra vez y las balas revotaron en su carne
cayendo al suelo. Sorprendida dejó caer la pistola y su madre volando llegó

en ese momento, la agarró del brazo y la lanzó fuera del hoyo. Lo sintió
muchísimo por ella. Era una cría, aquello era una locura.

El calor era sofocante y empezó a sudar muchísimo del esfuerzo.


—¡Cass no puedo más! —gritó su hermana.

—¡Seis minutos! —gritó Charlie—. ¡Quedan seis minutos!


No lo conseguirían. Una lágrima cayó por su mejilla y una grieta

recorrió la cruz de arriba abajo. —Dios, dame fuerzas. —A pesar de la luz


consiguió mirar a Matt que tenía el rostro contorsionado del esfuerzo como

en el busto. Separó los labios de la impresión y algo se removió en su


interior. No podía dejar que les pasara nada. No podía, tenía que

protegerles. Ellos eran su vida. Gritó haciendo retumbar la tierra y voló


alejándose haciendo que todos gritaran. Se giró mientras Peter y Charlie se
tiraban a la piedra para ayudar y Matt la miró sobre su hombro. —Nena no.
—Te amo. —Voló a toda velocidad hacia la puerta y la cruz se reflejó

en sus ojos. El impacto fue tan brutal que les tiró a todos sobre la tierra
provocando que todo temblara con fuerza. Cuando Matt miró hacia ella vio
como su cuerpo sangraba por varias heridas antes de caer al suelo sin
sentido. El aire se detuvo y se hizo el silencio antes de que las espadas

cayeran a su alrededor.
—¡Cassady! —Él corrió hacia ella y en ese momento sus alas
desaparecieron. —¡No nena, no! —La abrazó con fuerza pegando su mejilla

a la suya. —¿Por qué lo has hecho? —preguntó angustiado. La apartó para


mirar su rostro—. ¿Por qué no se cura? —Cogió su mano desesperado y la
pegó a la piedra. —Vamos nena, no puedes hacerme esto.
—Está muerta, Matt —dijo Jessica con lágrimas en los ojos—. Lo ha
hecho para salvarnos a todos.

—¡No! ¡No! ¡Ella no! —La abrazó de nuevo y miró a su hermana que
sollozaba rota de dolor. —¡Ella no! ¡No se lo merece! ¡Yo sí! ¡Cass ha
sacrificado toda su vida por la puerta!
Bedelia llorando cayó de rodillas. —Cassady. —Sollozó tapándose el

rostro con las manos y Charlie se agachó a su lado para abrazarla.


—¡No llores por ella, se pondrá bien! —Matt la apartó para mirar su
rostro y desesperado pasó la mano por su mejilla para borrar su sangre. —
No llores por ella porque se pondrá bien. Nos casaremos y la haré feliz.

Juro que lo haré, nena. Abre los ojos. —La pegó a él. —Abre los ojos, mi
amor. Porque te amo más que a nada y nada soy sin ti.
—Por un abrazo tuyo todo merece la pena.
Se le cortó el aliento y se apartó lentamente para ver que abría sus

preciosos ojos verdes sonriendo débilmente. —Lo conseguí —dijo con


esfuerzo.
Emocionado asintió. —Lo conseguiste, nos has salvado a todos.
—Quiero ir a Italia. Dicen que es preciosa.

—Iremos a donde tú quieras.


—Al Vaticano no, no me caen bien.
Rio por lo bajo asintiendo. —Lo pasaremos por alto.
—Y quiero todo eso que me prometiste.

—Soy un hombre de palabra.


Gimió cerrando los ojos. —Duele.
—Tienes muchas heridas, pero te estás curando. La herida de la cabeza
ya se ha cerrado. Te pondrás bien.

Bedelia apareció sobre ella. —¡Me has dado un susto de muerte! —Se
echó a llorar. —Estás viva, no daba un dólar por ti.
Sonrió divertida. —¿Y dejar escapar al hombre de mis sueños? —Miró
el rostro de Matt. —Está destinado a mí.
—Eso no lo dudes, nena. Somos uno desde que esos preciosos ojos se

posaron en mí.
—Y no te quitaré ojo, amor. De eso puedes estar seguro.
Epílogo

Cassady inspeccionó la gigantesca plancha por tercera vez en el día y al


revisar los gráficos vio que las vibraciones eran las habituales. Nada

preocupante o habría saltado la alarma. Escuchó un gruñido al otro lado de


la piedra y miró hacia allí, aunque ahora no se veía por la enorme plancha

de acero que tenía delante. Al escuchar que su suegra gritaba que la dejaran
salir bufó. —Qué pesada. —Se giró y su mirada recayó en las espadas que

estaban custodiadas en la urna de cristal blindado. La luz estaba en verde lo


que indicaba que la caja estaba cerrada.

Bedelia dio dos golpecitos al cristal de la sala de control y Cassady dejó

los gráficos en la bandeja para que los revisara Matt en cuanto llegara. Pasó

la palma sobre la pantalla táctil antes de acercar el rostro y que le hicieran


un escáner de reconocimiento. La puerta de acero de cincuenta centímetros

de espesor se abrió y en cuanto pasó se cerró deslizando los cierres de

seguridad. —Bedelia el quinto cierre chirria un poco, que Peter lo revise en

cuanto llegue del trabajo.


—Sí, hermana, aunque hoy tenía no sé qué con el nuevo alcalde seguro

que lo hace en cuanto llegue —dijo desde la sala. En cuanto se acercó a ella

levantó una revista mostrándosela —. ¿Qué? ¿Qué te parece?

Se acercó cogiéndola y le echó un vistazo a la habitación del bebé. —Es

bonita, pero creía que la querías en blanco como la mía. Además Charlie
dijo que también le gustaba más.

—Es por variar un poco. Mi consulta es toda blanca y estoy algo

cansada de ese color —dijo sonrojándose mirando por el cristal hacia la

puerta. En ese momento sonó un mensaje en su móvil y lo leyó a toda prisa

—. Genial, mi marido tardará una hora en llegar por culpa del tuyo. No sé
qué de unos contratos.

—No te quejes, el mío también está muy liado con el nuevo prototipo.

—Dejó la revista ante ella. —Cielo, no me la cuelas. Si te gusta en blanco

cómprala en blanco, a mí no me molesta. Como si la quieres comprar igual.

La vida es demasiado corta como para privarnos de lo que nos gusta, sobre

todo si podemos darnos el capricho.

Su hermana sonrió viendo cómo se acariciaba su enorme vientre


mientras iba hacia la puerta. —¿Será hoy?

—Espero que sí, mañana es luna llena.

—No va a pasar nada malo. Tenemos todo preparado para que lo tengas

aquí, pero si hace falta trasladarte se hará.


—Sí, para que no me pueda controlar y me salgan las alas en el hospital.

Disimulando su inquietud su hermana sonrió. —Se quedarían de piedra.

—Subo, me apetece echarme un rato. —Recorrió el pasillo en cuyas

paredes estaban las vasijas que milagrosamente habían aparecido intactas y

con las cenizas, así que habían decidido colocarlas allí protegiendo la

puerta. A pesar de que podía subir por las escaleras decidió subir en el
ascensor y se tocó el costado. —Vamos, vamos... Cielo, tienes que apurarte

un poco, no quiero que nazcas mañana. —Las puertas se abrieron

mostrando la cocina de última generación que su marido había diseñado.

Moderna limpia y muy funcional. Casi no se podía creer que tuviera esa

joya. Si hasta tenía un aspirador que trabajaba solo. Se acercó a la nevera y

cogió un vaso poniéndolo en el dispensador del agua. Bebió sedienta

tocándose el vientre mientras miraba por el enorme ventanal que iba de

pared a pared. Matt había insistido en eso porque ya que tenían que estar

tanto tiempo en casa que al menos tuvieran la luz y pudieran ver el paisaje.

Apretó los labios mirando esos campos ahora llenos de árboles y flores que
su marido había insistido en plantar. Incluso tenían una maravillosa piscina

intentando borrar lo que había ocurrido ya hacía un año. Afortunadamente

cuando ella se había recuperado los cadáveres ya habían desaparecido. Los

chicos se habían encargado de incinerarlos en la morgue del pueblo ya que


este estaba desalojado. Se buscaron a muchos desaparecidos de ese día,

pero nadie supo dar respuesta a lo que ahora era para todos un misterio.

Ángel se acercó y pasó su lomo por sus piernas. —Estás muy mimoso,
¿quieres salir? —Abrió la puerta deslizándola a un lado y salió al amplio

porche que conectaba las tres casas iguales. Escuchó a Jessica tocando el

arpa en el salón de su casa e hizo una mueca porque cada vez lo hacía

mejor. Miró hacia el cielo y tomó aire dejando que el sol le diera en la cara.

—Hace un día precioso.

—Tú sí que eres preciosa —dijo Matt abrazándola por la espalda.

Suspiró de gusto. —¿Ya estás aquí? Llegas temprano.

—La reunión no ha durado mucho. He vendido el motor.

Se volvió sorprendida. —¿De veras? —Chilló de la alegría abrazándole.

—Felicidades, mi amor. Te lo mereces, has trabajado mucho. —Él levantó

una ceja. —Y no lo digo por inflar tu ego. —Él se echó a reír cogiéndola en

brazos. —¿A dónde me llevas?

—Vamos a acelerar ese parto, señora Bampton. Mañana es luna llena y

no quiero que te preocupes más por ese tema.

Sonrió y le besó en el lóbulo de la oreja. —¿Y sabes cómo?

—Podríamos caminar, hacer sentadillas, pero yo creo que esta idea es

mucho mejor —dijo comiéndosela con los ojos mientras la metía en el


dormitorio.
—Estoy dispuesta a lo que sea, marido.

—Deja que te desnude, preciosa.

FIN

Sophie Saint Rose es una prolífica escritora que lleva varios años

publicando en Amazon. Todos sus libros han sido Best Sellers en su

categoría y tiene entre sus éxitos:

1- Vilox (Fantasía)
2- Brujas Valerie (Fantasía)

3- Brujas Tessa (Fantasía)

4- Elizabeth Bilford (Serie época)

5- Planes de Boda (Serie oficina)

6- Que gane el mejor (Serie Australia)

7- La consentida de la reina (Serie época)

8- Inseguro amor (Serie oficina)

9- Hasta mi último aliento

10- Demándame si puedes

11- Condenada por tu amor (Serie época)

12- El amor no se compra


13- Peligroso amor

14- Una bala al corazón

15- Haz que te ame (Fantasía escocesa) Viaje en el tiempo.

16- Te casarás conmigo

17- Huir del amor (Serie oficina)

18- Insufrible amor

19- A tu lado puedo ser feliz

20- No puede ser para mí. (Serie oficina)

21- No me amas como quiero (Serie época)

22- Amor por destino (Serie Texas)

23- Para siempre, mi amor.

24- No me hagas daño, amor (Serie oficina)

25- Mi mariposa (Fantasía)

26- Esa no soy yo

27- Confía en el amor

28- Te odiaré toda la vida

29- Juramento de amor (Serie época)

30- Otra vida contigo


31- Dejaré de esconderme

32- La culpa es tuya

33- Mi torturador (Serie oficina)


34- Me faltabas tú

35- Negociemos (Serie oficina)

36- El heredero (Serie época)

37- Un amor que sorprende

38- La caza (Fantasía)

39- A tres pasos de ti (Serie Vecinos)

40- No busco marido

41- Diseña mi amor


42- Tú eres mi estrella

43- No te dejaría escapar


44- No puedo alejarme de ti (Serie época)

45- ¿Nunca? Jamás


46- Busca la felicidad

47- Cuéntame más (Serie Australia)


48- La joya del Yukón

49- Confía en mí (Serie época)


50- Mi matrioska

51- Nadie nos separará jamás


52- Mi princesa vikinga (Serie Vikingos)
53- Mi acosadora

54- La portavoz
55- Mi refugio
56- Todo por la familia

57- Te avergüenzas de mí
58- Te necesito en mi vida (Serie época)

59- ¿Qué haría sin ti?


60- Sólo mía

61- Madre de mentira


62- Entrega certificada
63- Tú me haces feliz (Serie época)

64- Lo nuestro es único


65- La ayudante perfecta (Serie oficina)

66- Dueña de tu sangre (Fantasía)


67- Por una mentira

68- Vuelve
69- La Reina de mi corazón

70- No soy de nadie (Serie escocesa)


71- Estaré ahí

72- Dime que me perdonas


73- Me das la felicidad

74- Firma aquí


75- Vilox II (Fantasía)
76- Una moneda por tu corazón (Serie época)
77- Una noticia estupenda.

78- Lucharé por los dos.


79- Lady Johanna. (Serie Época)

80- Podrías hacerlo mejor.


81- Un lugar al que escapar (Serie Australia)

82- Todo por ti.


83- Soy lo que necesita. (Serie oficina)

84- Sin mentiras


85- No más secretos (Serie fantasía)

86- El hombre perfecto


87- Mi sombra (Serie medieval)

88- Vuelves loco mi corazón


89- Me lo has dado todo

90- Por encima de todo


91- Lady Corianne (Serie época)
92- Déjame compartir tu vida (Series vecinos)

93- Róbame el corazón


94- Lo sé, mi amor

95- Barreras del pasado


96- Cada día más
97- Miedo a perderte

98- No te merezco (Serie época)


99- Protégeme (Serie oficina)

100- No puedo fiarme de ti.


101- Las pruebas del amor

102- Vilox III (Fantasía)


103- Vilox (Recopilatorio) (Fantasía)
104- Retráctate (Serie Texas)

105- Por orgullo


106- Lady Emily (Serie época)

107- A sus órdenes


108- Un buen negocio (Serie oficina)

109- Mi alfa (Serie Fantasía)


110- Lecciones del amor (Serie Texas)

111- Yo lo quiero todo


112- La elegida (Fantasía medieval)

113- Dudo si te quiero (Serie oficina)


114- Con solo una mirada (Serie época)

115- La aventura de mi vida


116- Tú eres mi sueño

117- Has cambiado mi vida (Serie Australia)


118- Hija de la luna (Serie Brujas Medieval)

119- Sólo con estar a mi lado


120- Tienes que entenderlo

121- No puedo pedir más (Serie oficina)


122- Desterrada (Serie vikingos)

123- Tu corazón te lo dirá


124- Brujas III (Mara) (Fantasía)

125- Tenías que ser tú (Serie Montana)


126- Dragón Dorado (Serie época)

127- No cambies por mí, amor


128- Ódiame mañana

129- Demuéstrame que me quieres (Serie oficina)


130- Demuéstrame que me quieres 2 (Serie oficina)

131- No quiero amarte (Serie época)


132- El juego del amor.
133- Yo también tengo mi orgullo (Serie Texas)

134- Una segunda oportunidad a tu lado (Serie Montana)


135- Deja de huir, mi amor (Serie época)

136- Por nuestro bien.


137- Eres parte de mí (Serie oficina)

138- Fue una suerte encontrarte (Serie escocesa)


139- Renunciaré a ti.
140- Nunca creí ser tan feliz (Serie Texas)

141- Eres lo mejor que me ha regalado la vida.


142- Era el destino, jefe (Serie oficina)
143- Lady Elyse (Serie época)

144- Nada me importa más que tú.


145- Jamás me olvidarás (Serie oficina)

146- Me entregarás tu corazón (Serie Texas)


147- Lo que tú desees de mí (Serie Vikingos)

148- ¿Cómo te atreves a volver?


149- Prometido indeseado. Hermanas Laurens 1 (Serie época)

150- Prometido deseado. Hermanas Laurens 2 (Serie época)


151- Me has enseñado lo que es el amor (Serie Montana)

152- Tú no eres para mí


153- Lo supe en cuanto le vi

154- Sígueme, amor (Serie escocesa)


155- Hasta que entres en razón (Serie Texas)

156- Hasta que entres en razón 2 (Serie Texas)


157- Me has dado la vida

158- Por una casualidad del destino (Serie Las Vegas)


159- Amor por destino 2 (Serie Texas)
160- Más de lo que me esperaba (Serie oficina)
161- Lo que fuera por ti (Serie Vecinos)

162- Dulces sueños, milady (Serie Época)


163- La vida que siempre he soñado

164- Aprenderás, mi amor


165- No vuelvas a herirme (Serie Vikingos)

166- Mi mayor descubrimiento (Serie Texas)


167- Brujas IV (Cristine) (Fantasía)

168- Sólo he sido feliz a tu lado


169- Mi protector

170- No cambies nunca, preciosa (Serie Texas)


171- Algún día me amarás (Serie época)

172- Sé que será para siempre


173- Hambrienta de amor
174- No me apartes de ti (Serie oficina)
175- Mi alma te esperaba (Serie Vikingos)

176- Nada está bien si no estamos juntos


177- Siempre tuyo (Serie Australia)
178- El acuerdo (Serie oficina)
179- El acuerdo 2 (Serie oficina)

180- No quiero olvidarte


181- Es una pena que me odies
182- Si estás a mi lado (Serie época)

183- Novia Bansley I (Serie Texas)


184- Novia Bansley II (Serie Texas)
185- Novia Bansley III (Serie Texas)
186- Por un abrazo tuyo (Fantasía)

Novelas Eli Jane Foster

1. Gold and Diamonds 1


2. Gold and Diamonds 2
3. Gold and Diamonds 3
4. Gold and Diamonds 4

5. No cambiaría nunca
6. Lo que me haces sentir

Orden de serie época de los amigos de los Stradford, aunque se pueden

leer de manera independiente


1. Elizabeth Bilford
2. Lady Johanna

3. Con solo una mirada


4. Dragón Dorado
5. No te merezco
6. Deja de huir, mi amor

7. La consentida de la Reina
8. Lady Emily
9. Condenada por tu amor
10. Juramento de amor

11. Una moneda por tu corazón


12. Lady Corianne
13. No quiero amarte
14. Lady Elyse

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