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MATERIA y ATOMISMO

El concepto de materia es filosófico, no científico, como masa, entropía o carga


eléctrica. Fue introducido por Aristóteles en su filosofía. En la Edad Moderna fue
abandonado para colocar en su lugar el término “cuerpo”. El atomismo corporeísta
jugó un gran papel en la ciencia del siglo XIX e inicios del XX. Empecemos por
dedicar unas líneas al concepto de materia. Y después al de átomo (del griego a-
tomos: sin división, indivisible).

ETIMOLOGÍA DE “MATERIA”

La palabra latina mater significa madre y se aplica a humanos, a animales y hasta


a vegetales. En este último caso se refiere al tronco y al mismo árbol. De mater
deriva materia: aquello de que está hecho un tronco, y de ahí derivó madera.
Madera para construir, en oposición a lignum, madera para quemar. En castellano
madera y materia hoy significan cosas diferentes, pero su origen es idéntico.

Los griegos, por su parte, llamaban hyle a lo que los romanos llamaron materia.
Hyle tuvo como primer significado árbol, bosque; después pasó a señalar la
madera y por extensión cualquier material de construcción: madera, piedra,
barro… Desde Aristóteles significa cualquier material. Curiosamente, Platón usó la
palabra hyle, pero siempre con significado de madera para construir, no la usó
como “material” en general.

EL CONCEPTO ARISTOTÉLICO DE MATERIA

Sabiendo, pues, que Aristóteles usa la palabra materia como material en general,
añadamos que la caracteriza de dos modos distintos: uno, como sustrato (en
griego, hypokéimenon), del cambio entitativo; otro, como aspecto de la entidad.

(Entidad: de ente; ente: un ser, una cosa; por ejemplo, un árbol, un caballo, una
silla o un libro, lo que sea)

En su libro titulado Física, Aristóteles analiza las condiciones o principios del


cambio y dice que son tres: la ausencia de una forma (antes del cambio), esa
forma una vez realizado el cambio (después del cambio) y el sustrato o sujeto del
cambio, es decir, aquello que permanece en el cambio. Si yo pinto una casa de
color blanco, cambia el color de la casa, pero no la casa. Ese cambio es un
cambio accidental (podría haber sido azul o verde o…), pero si cambio la casa, el
cambio es entitativo. Un ejemplo: el maíz que me como es maíz, pero se
transforma en carne y huesos míos, o sea, ha cambiado de entidad: de ser maíz
pasa a ser carne. Por eso escribe Aristóteles en Física,192a 31: Llamo materia al
sustrato primero de cada cosa, a partir del cual se genera… Y en otro de sus
libros, Política, 1256a 8: Llamo materia al sustrato a partir del cual se fabrica una
obra, por ejemplo, la lana para el tejedor y el bronce para el escultor.

Aristóteles piensa que con una sola explicación no se puede explicar el cambio,
dice que hay que acudir a cuatro explicaciones, correspondientes a cuatro
aspectos de una entidad, que son las famosas cuatro causas (en griego, aitíai):
formal, material, eficiente, final. Veamos las dos primeras, llamadas en griego
morphé (forma) e hyle (materia).

La materia es un aspecto de una cosa (entidad) que se fija en los materiales o


componentes de los que está hecha o compuesta. Por ejemplo, una casa está
hecha de adobes (agua y tierra) y vigas (madera, metal). Pero hay otro aspecto, la
estructura o forma de esos componentes, su composición: adobes y vigas son la
materia, y su disposición (paredes, vanos, techos…) es su forma.

Materia y forma son, según Aristóteles, términos correlativos. La materia siempre


es materia de algo. La materia por sí sola no indica una cosa: siempre es materia
de una forma. Es un punto de vista al que le corresponde otro punto de vista: la
forma (estructura). En resumen, la materia como realidad universal (sola y total) no
se halla en el pensador de Estagira.

Toda entidad, toda cosa (con una excepción) es para Aristóteles un compuesto, en
griego, un synolon: un sistema compuesto de materia y forma, de componentes y
estructura. Los objetos sensibles tienen materia sensible (hyle aistheté), y los
objetos inteligibles, como los matemáticos, tienen materia inteligible (hyle noeté).
No hay “la” materia, sino una materia determinada. De todos modos, si decimos
que la materia de A es B, la de B es C, la de C es D… llega un momento en que
alcanzaremos los elementos o componentes más sencillos, que son o eran en
aquellos tiempos antiguos estos cuatro: agua, tierra, aire y fuego. El autor de esta
idea fue Empédocles, quien creía que eran inalterables. Pero Aristóteles pensaba
que se podían cambiar unos en otros. Ahora, en todo cambio -ya se dijo antes-
debe haber un sustrato (algo) que permanece y que reciba otra forma.

¿Cuál es el sustrato que permanece en los cambios entre elementos? Respuesta:


la materia prima, que carece de forma y no puede existir por sí sola, sino
adoptando siempre una de las formas elementales (agua, aire, tierra, fuego). La
materia de algo, en cuanto tal materia, es siempre incognoscible. Solo podemos
conocer la forma, pero como la materia primera carece de forma, no hay nada en
ella que conocer.

En fin, el mundo que nos describe Aristóteles es el mundo cotidiano, vivencial, ese
que experimentamos a cada rato. Lo que él llama materia y forma no son
realidades absolutas, sino puntos de vista que enfocan algo distinto en cada caso
y que obtenemos por reflexión cuando pensamos en cómo hablamos. Distinto es
el concepto de cuerpo, que jugó en la filosofía antigua un papel diferente.
Pasemos a verlo.

ETIMOLOGÍA DE “CUERPO”

El término castellano “cuerpo” viene del latino corpus: cuerpo de un animal, de un


hombre, por contraposición a su actividad (su vida). Por eso se usó para referirse
al cadáver: cuerpo sin actividad (vida).

En griego antiguo sóma arrancó significando cuerpo muerto (así en Homero), y


luego pasó también a cuerpo vivo (así en Hesíodo) y después cuerpo físico en
general, sentido que recoge Aristóteles y que define así: el cuerpo es lo limitado
por una superficie (Física, 204b 5).

EL ATOMISMO ESPECULATIVO

Recordemos: átomo: indivisible.

Algunos pensadores griegos como los atomistas (Demócrito, Epicuro y otros) o los
estoicos defendieron el corporeísmo o pansomatismo universal (pan: todo,
somatismo, de soma, cuerpo), es decir, que todas las entidades son cuerpos.
Todo es cuerpo. Y un tipo particular de corporeísmo es el atomismo.

Ahora bien, si todo es cuerpo, una de dos: o se trata de un cuerpo continuo (el ser,
según Parménides) o es discreto (seres separados); en este caso ha de haber
algo que los separe, y lo hay (según los atomistas) y es el “vacío”. El vacío separa
los cuerpos, que o son simples o son compuestos. Los únicos realmente
existentes son los simples (invisibles, eternos, inalterables y sin cualidades), su
ser es continuo, es decir, indivisible, átomos. Los cuerpos que vemos son
compuestos y cambian por agregación o desagregación de cuerpos simples, que
no vemos. Esa agregación o desagregación se debe al choque causal en su ciego
movimiento a través del vacío. En resumen, para explicar el mundo que vemos
basta y sobra con echar mano de dos postulados (suposiciones): que hay átomos
y que hay vacío.

Tanto Aristóteles como los atomistas estaban interesados en examinar los cuerpos
naturales, cuerpos compuestos de elementos más simples y dotados de una
estructura (forma). En eso coinciden. Pero se diferencian en esto: uno, los
atomistas creen posible un análisis completo y absoluto de los cuerpos en
términos de átomos inalterables. Mientras que Aristóteles no cree posible ese
análisis, sino uno provisional y relativo a los componentes y (su) estructura de los
cuerpos; y dos, los atomistas consideran que los átomos son inalterables y
eternos, solo admiten un cambio local (de lugar), mientras que para Aristóteles los
cuerpos más simples son alterables y destruibles, están sometidos al cambio de
ser (su ser puede pasar a ser otro ser). El Estagirita propone puntos de vista, los
atomistas proponen una tesis física y metafísica. Mas sea como sea, y pasados
aquellos tiempos, ni la posición del primero ni la de los segundos contribuyó en
nada relevante al avance de la ciencia física. Añadamos solo que mientras las
ideas físicas de Aristóteles “invadieron” las universidades medievales sin reales
aportes a la ciencia física, el atomismo antiguo conoció (siglos XVII y XVIII) alguna
clase de acomodo con el cristianismo para abrirse paso a lo que nos lleva al
siguiente tema.

EL ATOMISMO CIENTÍFICO

El atomismo dejó su aire especulativo (imaginativo) para pasar a ser una hipótesis
científica a inicios del siglo XIX por obra de los químicos, no de los físicos.

Muy resumido fue así: los químicos mezclaban sustancias simples para obtener
otras compuestas. Y empezaron a medir con cuidado la cantidad de las sustancias
utilizadas y las resultantes. Estas mediciones proporcionaron base empírica a la
tesis atomista. Sobre esa base, aparecieron poco a poco algunas “leyes”, como la
ley de proporción definida de Proust, o la ley de las proporciones múltiples de
Dalton. Este mismo estudioso publicó en 1808 su obra Un nuevo sistema de
filosofía química, con la que el atomismo se convirtió en una teoría científica. Ese
trabajo científico de sentar la química sobre bases atomistas culminó con la
famosa tabla periódica de los elementos (Meyer y Mendeléyev): los compuestos
químicos son moléculas formadas por átomos. En las reacciones químicas
cambian los compuestos (moléculas), pero no sus componentes (átomos): la ley
de la conservación de la masa de Lavoisier era interpretada (entendida, explicada)
como la expresión cuantitativa de la inalterabilidad de los átomos.

Justo entonces los físicos empiezan a tomarse en serio la tesis atomista, y por eso
se desarrolló la termodinámica (movimiento del calor o energía) estadística, o la
teoría cinética (cambiante, móvil) de los gases. En pocas palabras, las magnitudes
fenomenológicas (o sea, aparentes), por ejemplo, la temperatura, se interpretan
como resultantes de los movimientos atómicos y moleculares.

En suma, a principios del siglo XX los científicos de la física admiten el atomismo.

LA RELATIVIZACIÓN DEL ATOMISMO

Todo cuerpo que vemos (con los ojos) es un sistema de otros cuerpos. Eso ya lo
sabía Aristóteles. Lo que no sabía, porque no podía, pero nosotros sí, es que esos
otros cuerpos componentes son indudablemente átomos. Pero no lo sabemos
porque los veamos. Lo sabemos porque otros “ojos” (aparatos que construimos)
nos permiten “verlos”. Pero a medida que los físicos han ido estudiando esos
átomos químicos, la hipótesis atomista se ha ido viendo abajo.

Hay átomos, desde luego, pero no son los cuerpos últimos que no pueden
dividirse. Son cuerpos que se componen de otros cuerpos y de una estructura. Un
átomo químico tiene un electrón, y un protón, y el electrón tiene una carga
eléctrica y una masa… Para, como se dice ahora, “visualizar” ese mundo invisible
de los átomos, los científicos se sirvieron de un modelo, el modelo planetario: se
trata del sol y los planetas que giran a su alrededor; la ciencia física de este
modelo es la física de Newton que nos enseñaron (un poco, solo un poco) en
bachillerato. Ahora bien, a medida que los físicos han ido sabiendo más y más de
ese mundo invisible y micro-micro-micro (pequeño) de los átomos, ni siquiera la
física de Newton les servía, y por eso fue preciso desarrollar otra física, la física
cuántica. Veamos algunos pasos:

1. 1930: un átomo es un sistema compuesto de núcleo positivo y electrones


negativos,
2. 1932: se descubre el neutrón y se propone que las partículas de rayos α
(alfa) tienen 2 protones y 2 neutrones,
3. 1932: se descubre el positrón (antipartícula del electrón); desde entonces y
hasta hoy se han ido descubriendo más partículas,
4. 1961: las partículas descubiertas ya suman 30,
5. 1963: para poner orden en la selva de las nuevas partículas descubiertas,
se propone la hipótesis de los quarcks cuyas combinaciones serían de tres
tipos: up, down, strange.

Los cuerpos simples y sin estructura de los atomistas cada vez se nos van más de
las manos: primero, resultaba que los átomos eran sistemas estructurados de
núcleo y electrones, pero, segundo, el núcleo, a su vez, era un sistema provisto de
protones y neutrones, y, tercero, ahora resulta que los protones son sistemas
estructurados de quarcks: ¿cuáles son, entonces, los verdaderos átomos? La
respuesta depende de la fecha en que se haga la pregunta. (Como dato curioso,
se ha descubierto en 2012 la, así llamada, partícula de Dios o bosón de Higgs y
también partícula del diablo). Lo cierto es que la noción de átomo se va
relativizando y pareciéndose (de lejos, claro) a la noción aristotélica de materia,
materia de algo. Por lo demás, no podemos descartar que sigan apareciendo
partículas y partículas y partículas y así hasta no se sabe cuándo.
Situación actual (1984)

Las partículas elementales son de tres clases: leptones, quarks y mediadores. Los
leptones son 12 y los quarcks otros 12. Más difundida está la idea de que las
fuerzas básicas que determinan la estructura de los sistemas formados por
leptones y quarcks son cuatro: gravitacional, débil, electromagnética e interacción
fuerte (en orden de intensidad creciente y alcance decreciente). Hay más
partículas o entidades postuladas por teorías que tratan de explicar lo que ocurre
en los aceleradores de partículas: en ellos se aceleran hasta que adquieren una
gran masa-energía. A velocidades cercanas a la de la luz se hacen chocar unas
contra otras, con lo cual unas se aniquilan y otras de igual masa-energía son
creadas.

Y para terminar, de nuevo Aristóteles

El atomismo clásico es insostenible. Ninguna partícula conocida o postulada es


ingenerable o indestructible. Todas pueden aniquilarse o crearse bajo ciertas
condiciones.

Las partículas no solo cambian de lugar, sino de masa y hasta de entidad, pero
tales cambios no son arbitrarios: satisfacen ciertos principios de conservación de
números cuánticos y de simetría.

¿Qué permanece en las aniquilaciones y creaciones de partículas? ¿Qué sirve de


sustrato a esas generaciones y destrucciones? Respuesta: algo parecido a la
materia primera de Aristóteles. Algo parecido a un cambio de forma de la materia,
esto es, a la transformación de unas partículas en otras. Toda entidad que
conocemos se compone de materia y estructura. Y en este punto, Aristóteles
señaló con su posición una tendencia todavía “respetable”. Pero tampoco hay que
exagerar: la filosofía física de Aristóteles nada tiene que ver ya con la ciencia
actual. Las estructuras matemáticas de la física teórica actual se parecen poco a
las formas cualitativas en que pensaba el Filósofo, como lo llamaba Tomás de
Aquino.

(Resumen del capítulo 3. Materia y atomismo, de la obra de Jesús Mosterín


titulada Conceptos y teorías de la ciencia, Madrid, Alianza Editorial, 1984, págs.
65-85)

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