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BENDITO EL FRUTO

Por Patricia Suárez


Teléfono: +5491155259237

Gowin, provincia de Buenos Aires.


Década del ´50
La obra transcurre después de la muerte de Eva Perón y antes del derrocamiento del
General Juan Domingo Perón.

Personajes
AMÉRICA, 35 años
PICHONA, misma edad.
PROFESOR

Escena 1
Una cocina de una humilde casa de campo. La mesa de madera basta, un banco largo
contra una pared. Aperos de gaucho colgados en la pared, una montura, tientos de cuero
crudo, un rebenque, estribos, etc. Dos o tres sillas. Una ventana chica con visillos. Más
allá el fogón, vemos una serie de cacerolas y cucharones, cuchillos, en cierto desorden
porque la dueña de la casa, América, es cocinera en una fonda del pueblo y suele preparar
minucias en la casa.
América, dolida por el acto que acaba de suceder, cubre su boca y se enjuga las lágrimas
con un pañuelito blanco hecho un bollo que llevará consigo toda la obra. Cuando no está
lloriqueando, lo mete en la manga de su vestido.
En la mesada cerca del fogón, hay un retrato de Eva Perón, pequeño, con un cirio
perpuetuamente encendido. Cuando, por un soplo de viento, se apaga, ella se acerca, se
persigna, lo enciende y le reza una oración. Cada vez que pasa cerca del retrato, saluda a
Eva Perón.
Entra Pichona, atropellada, con una pila de libros.

AMERICA: Pichona, gracias que vino!

PICHONA: Qué pasó?

AMERICA: El Profesor, el Profesor…

PICHONA: Qué hizo?

AMERICA atragantada de susto y llanto: No le hice caso, Pichona, cuando usted me


advirtió. El se puso hecho una furia. Hice un pecado. Grande.

PICHONA: América, pare de llorar así. No le entiendo nada.

AMERICA: Está atrás, en la pieza.


PICHONA con horror: ¿Está muerto el Profesor?

AMERICA: No.

PICHONA: Le dio un ataque?

AMERICA: No… no.

PICHONA: ¿Usted me hace venir acá y resulta que tiene al Profesor durmiendo en la
cama? Como él se despierte y me vea acá a mí se arma la de Dios es Cristo. Me voy a ir.

AMERICA: No, no…

PICHONA: Si se despierta y me ve, ¿usted se piensa que él se va a tragar que somos


amigas? Mejor me voy, América. Las agustinas me tienen cortando, picando, salando; con
el asunto de la Fiesta de la Empanada se olvidaron que atiendo la biblioteca nomás.

AMERICA: No se vaya. Le hago un té de yuyos, de manzanilla que calma.

PICHONA: ¡Hágaselo para usted a los yuyos!

AMERICA; Me lo hice …

PICHONA: ¡Hacerme venir por esto!! Las monjas andan como locas practicando platos
para la maldita fiesta. Adiós, América.

AMERICA: No se vaya, Pichona.

PICHONA (se vuelve, curiosa): ¿Usted participa de la Fiesta de la Empanada?

AMERICA: Yo no.

PICHONA: ¿Hace empanadas de carne en la fonda don Froilán? ¿Le pone ají? Las monjas
me tienen con la razón extraviada con el asunto de si es santo o no es santo ponerle ají de la
mala palabra a la carne para sazón. ¿A quién se le puede preguntar eso?

AMERICA: Pichona…

PICHONA sarcástica: ¡Al Profesor seguro que no!

AMERICA: Pichona, el Profesor está en la cama, sí. Pero está atado.

PICHONA: ¿Qué…?

AMERICA: El Profesor está atado.


PICHONA: ¿Cómo atado?

AMERICA: Atado.

PICHONA: ¿Qué hace atado el Profesor en la cama?

AMERICA: Venga, mire. (la lleva hacia la puerta para que vea al Profesor desde allí)

PICHONA: ¿Mire si me asomo y me ve?

AMERICA: No, no la va a ver.

PICHONA: ¿Tiene el sueño profundo ahora?

AMERICA: Está desmayado.

PICHONA tentada de mirar: ¿Está desnudo?

AMERICA: Está desmayado. Yo lo desmayé. No sé cómo me pasó; pero agarré el


cucharón de alpaca y se lo dí acá, en la nuca, con tal mal tino que se desmayó.

PICHONA mirando: Qué gordo chichón está el Profesor.

AMERICA: Todo es malo, pero mejor si lo hubiera matado. Creáme.

PICHONA:…

AMERICA: Cuando él se despierte y vea que yo me le retobé, que le levanté la mano… Me


mata; seguro me mata. Por eso se me ocurrió atarlo. Por qué no me tragará la tierra en este
mismo momento. Lo arrastré a la cama, lo até fuerte con los tientos para que no se zafe.
Unos nudos de manear que me enseñó mi tata. Mi tata era era criollo; mi mama, alemana de
la Pampa del Huevo en el Chaco; el tata se la trajo acá: de buenas maneras pero se la trajo.
Qué hago contándole a usted quién soy.

PICHONA: Cree que porque soy de ancestros suizos la voy a ayudar?

AMERICA: Tengo la cabeza ida. No sabía qué hacer; la llamé a usted.

PICHONA: Mis padres (se persigna) eran suizos. No alemanes; suizos del cantón valesano.

AMERICA: Me tiene que ayudar porque usted sabe qué bestia es él.

PICHONA: Usted sabe que a mí el Profesor me hizo un daño muy feo. Yo se lo conté, ¿se
acuerda que le conté? A mí me costó salir adelante después de eso, me llevó mucho tiempo.
Ahora, estoy prometida a Baldomero Luis Arduriz, que es capataz de estancia en Carmen
de Areco y está armando su chacra propia, con sus propios chanchos y todo. Es chanchero.
Media cuadra de tierra con puros chanchos.
AMERICA: Yo sé lo del crío.

PICHONA: No hubo crío de ninguna clase, no hubo…

AMERICA: Que él (señala al Profesor) se lo hizo sacar. Un día me lo contó él, por
advertencia. No te vaya a pasar por descuidada como a la Pichona que…

PICHONA: Le contó?

AMERICA: Haber venido a verme a mí con el paquete, Pichona, que le conozco unas
ortigas que crecen en el campo… ayuda mucho y no hay que suplicar a la comadrona que
con la varita de perejil… ya sabe, hace daño.

Un tiempo, Pichona hace crujir las manos.

PICHONA: Para mí el Profesor está muerto.

AMERICA: Ay, ¡no diga que está muerto! Es desmayo lo que tiene. Si está muerto, hay
que amortajarlo, hay que enterrarlo, ¿y adónde lo haremos? Quién le consigue sitio en el
camposanto? Usted le puede comprar una Misa al probe profesor difunto? (América llora
desconsolada) ¡Está muerto, se murió, se murió y yo que lo amaba!

(Un tiempo; Pichona la observa, confundida, se asoma)

PICHONA: Respira. El pecho sube y baja…

AMERICA (aun llorando) Ay, creí que estaba muerto.

PICHONA:

AMERICA: Quédese conmigo hasta que él despierte.

PICHONA: Porque usted no sabe quién es la hermana Poncia. La crueldad de esa mujer
que tiene manía por la cocina; es demoníaca: cuenta las almendras que hay en el convento,
una por una; los huevos, uno por uno …

AMERICA: Quédese y le habla al Profesor por mí.

PICHONA: Ahora me quiere experta en el arte de trinchar, me pone un lechón delante de


los ojos a ver cómo lo trincho.

AMERICA: Yo le hago un ensalmo a la hermana Poncia para que no sienta el paso del
tiempo. Es un ensalmo sencillito y con sal gruesa…

PICHONA: Usted es curandera, América?


AMERICA: Curo algunas mañas, pero gracias a la intervención de la Virgen María y de
Eva Perón también, muchas veces.

PICHONA: Tratemos de evitar la magia…

AMERICA: Quédese y le pide al Profesor que me perdone

PICHONA: Usted está loca, América. Mejor desate ese hombre.

AMERICA: Pichona, me matará.

PICHONA: Déjelo desatado y váyase del pueblo.

AMERICA: No puedo, ¿adónde voy a ir?

PICHONA: Súbalo a un carro y déjeselo a la esposa en la puerta.

AMERICA: Yo no quiero que él se vaya con la esposa.

PICHONA: Que se vaya con la esposa o con la otra, que todos dicen que tiene en
Chivilcoy. Una segunda familia; si capaz que él me abandonó por esa otra.

AMERICA: No tiene ninguna otra en Chivilcoy..!

PICHONA: Le estoy diciendo que se comenta por todo el pueblo que él tiene otra familia
mujer, ¡otra!, en Chivilcoy.

AMERICA (se tapa las orejas): No la oigo.

Pichona se sienta, se quita la capa, acalorada.

AMERICA: La felicito por el casamiento. No sabía que iba a casarse.

PICHONA: Gracias.

AMERICA: ¿Está muy enamorada de su prometido?

PICHONA: ¿Y a usted qué le importa?

AMERICA:

PICHONA: Yo hace dos años, vine y le dije: América, deje a ese hombre, por su bien. La
tiene de manceba, la envuelve en palabras dulces y hace su capricho con usted. La trata
como a un perro. Y el señor, tan campante, sale de su lecho caliente y se mete en la cama
helada de su esposa. No la va a dejar nunca a la esposa.

AMERICA: Me sé todas esas palabras de memoria.


PICHONA: ¿Y por qué no lo dejó?

AMERICA: Porque lo quiero. Cuando usted me vino con el cuento, yo estaba muy
prendada.

PICHONA: Se hubiera fabricado un príncipe de masa y de pimiento, como hizo la princesa


calabresa del cuento.

AMERICA: ¿Una historia que pasó de verdad?

PICHONA: Está anunciada la Sudestada; mejor irme antes que me agarre el viento.

AMERICA (se tira a sus pies y la agarra de las rodillas): ¡No, no! Ayudéme, Pichona.
Quiso matarme la perra, por eso me sulfuré. Me dijo que la perra, la Blanquita, lo seguía a
todas partes y en el pueblo se darían cuenta que yo iba con él, que era su amante. A la
Blanquita la tengo desde que es cachorra, cómo me la va a matar. Sacó la escopeta de mi
tata y le apuntó. Y ahí vi todo rojo y le propiné el cucharonazo.

PICHONA: …

AMERICA: Ahora la perra se me fue al monte…

PICHONA: Cuando se despierte la va a llamar a gritos.

AMERICA: No, no.

PICHONA: La necesita para que lo desate.

AMERICA: No va a gritar.

PICHONA: ¿Se tragó la lengua cuando se desmayó?

AMERICA: Yo lo amordacé.

PICHONA: …

AMERICA: ¡Las cosas que me hace hacer el miedo! Cuando le apuntó a la perra, me dijo:
Alegráte que no te disparo a vos.

PICHONA: Estoy de más acá yo.

AMERICA: Y entonces le dí el cucharonazo en la cabeza. El cuerpo se cayó igual que un


muñeco…

PICHONA: Usted es un peligro. Ya veo a los guardas entrar por esa puerta.
AMERICA: ¡¡No!!

PICHONA: Para qué me hace venir. Usted sabe que él me odia desde que yo… de cuando
quedé … Y entonces me dijo que si nacía, lo dábamos a un hospicio en Buenos Aires. Mire
si yo… mire si yo…

AMERICA: No sé qué me pasó por la cabeza para darle el golpe así.

PICHONA: Avise a la esposa. Después de todo el Profesor es de ella. Puedo ir yo, si le


parece, y le digo. Ella me conoce de cuando le fui por mis cosas hace cinco años atrás.
Después que pasó lo que pasó.

AMERICA: El Profesor no me perdonará.

PICHONA: Acá me la apoyó, en la boca. Por buchona, me dijo.

AMERICA: Habléle usted. Pidále que me perdone.

PICHONA: Usted es una estúpida. Estoy perdiendo el tiempo.

Pichona se incorpora para salir.

AMERICA la agarra de las piernas para que se quede: ¡No! Ayúdeme.

PICHONA: ¡Salga!

AMERICA aullando: ¡Pichona!

PICHONA: Sueltéme.

Pichona se arregla la ropa que la otra casi le desgarra.

PICHONA: ¡Embrollona! ¡Linda manera de portarse en viernes! Usted no piensa en mí al


hacerme venir. ¿Qué se cree que puede pensar mi novio? ¿Sabe lo que me costó encontrar
un hombre bueno? Porque hay hombres buenos en el mundo. Si yo pierdo a Baldomero, le
juro que traigo el hacha de cocina de las monjas y le rebano el cogote a usted.

AMERICA: Es que me dio tanto miedo.

América llora sentida.

PICHONA: Ya hizo el mal, no tiene caso que llore.

AMERICA:

PICHONA: Me hizo secuaz suya.


AMERICA:

PICHONA: ¿Quiere que la ayude?

AMERICA asiente

PICHONA: Entonces hace lo que le digo.

AMERICA asiente

PICHONA: La ayudo porque me dá pena el lío en que está metida. La ayudo pero me
promete que después lo deja para siempre. Que se quede con la esposa o con la de
Chivilcoy. Pero usted lo abandona.

AMERICA: No sé si…

PICHONA: Entonces me voy.

AMERICA: Está bien. Le haré caso.

PICHONA: No me mienta.

AMERICA: No.

Pichona se pasea de un lado al otro.

PICHONA: Haga así: cuando él se despierta, le pone el cuchillo chuletero al cuello y le


dice que si se porta bien, sale andando de acá en cuatro o cinco días, para asegurarse de que
cumplirá la palabra y la buena conducta.

AMERICA: Yo no puedo, no tengo coraje para…

PICHONA: Yo voy a estar atrás de la puerta, por si necesita ayuda.

AMERICA: Me da miedo.

PICHONA: Se porta bien, no le contamos a nadie y él no le cuenta a nadie.

AMERICA:

PICHONA: Pero si grita o no respeta el pacto, sale de acá con los pies para adelante.

Pichona va hasta donde hay una jofaina con agua. Se la entrega a América.

PICHONA: Tíresela en la cara.

AMERICA: …
PICHONA: Para que se despierte. No tengo todo el día.

Fin de Escena 1

Escena 2
Dormitorio sencillo. Una cama con dosel de madera. Una cobija pesada, el Profesor en
camiseta y calzoncillos largos está atado por los cuatro miembros a los postes de la cama
con tientos de cuero y amordazado con trapo. Hay un sol de noche. La perra está debajo
de la cama y de vez en vez, gruñe.
En un banquito, a su lado, está Pichona. América acaba de tirarle un jarro de agua para
despertarlo y sale en puntas de pie de la piea. El Profesor despierta, forcejea, lucha contra
sus ataduras un rato.

PICHONA sarcástica, casi gritando: ¡A cada chancho le toca su San Martín!

El Profesor suspira, doliente.

PICHONA (impaciente): Ya está bien, ya está bien.

El Profesor mira desesperado.

PROFESOR tira con las muñecas del dosel de la cama pero no se desata; se le baja la
mordaza y logra hablar algo: Están locas. Desatáme ya mismo.

PICHONA: No te puedo desatar. Tu manceba me lo prohibió; ¿sabés qué guardo en la


polvera? Un papelito chiquito hecho un rollito; me lo sé de memoria: 4 de diciembre Santa
Bárbara, 5 de diciembre, San Sabas; 6 de diciembre San Nicolás; 7, San Ambrosio, si
hubiera nacido el 8 y era varoncito habría que haberle puesto Mariano…

PROFESOR: Ay, Pichona. Me mortificás.

PICHONA: La fecha en que hubiera nacido el nene, si dios quería.

PROFESOR: Desatáme, Pichona.

PICHONA: No puedo. Son nudos corredizos. (detiene su debatirse con un gesto): Ella me
pidió que te hable; te tiene miedo.

Seña del Profesor.

PICHONA: No te puedo desatar. (A la perra que está debajo): Primero hay que hacer un
trato y después te suelta. Te vas adonde tengas que ir. (Un tiempo, maliciosa)
PROFESOR enojo, lágrimas mudas de rabia. Vos sabés que yo quería tenerlo pero no
pudimos, no se podía en ese momento… No había remedio para nuestra situación.

PICHONA: Calláte, miráte cómo estás. ¡Y América te tiene miedo!

Pichona le enjuga el rostro.

PICHONA: A veces me das pena.

Pichona se acerca a él, muy íntima.

PICHONA: A mí era a quien querías. Por lo menos decías eso, aunque después, pájaro que
comió, voló. Si al menos te hubiera gritado (baja la voz) hijo de una gran puta, cornudo,
mal parido, perro, comido de los alacranes! Hablo bajo porque América debe estar
escuchando a través de la puerta. Esa estúpida te quiere. ¡Hay que ver! Hay que soportar
que te quiere.

PROFESOR: Claro que te quería a vos y no supe defenderte…

PICHONA: ¿Y ésta entonces?

PROFESOR: Me conformé.

PICHONA: No te creo. Igual la estúpida ésa que come de tu mano, te golpeó y te desmayó.
Mirá todo el estropicio que hizo. El tiento este te va marcar los tobillos. No te puedo
aflojar.

PROFESOR suplica: Hacélo.

PICHONA con voz apenada: Ya te dije que no.

Pichona le hace una caricia.

PICHONA: Renguearás. Dios usa de misericordia hasta cierto punto, y después castiga.

PROFESOR suplica : Querida…

PICHONA: Cuando salgas de acá no vas a poder bailar por un tiempo el vals con tu esposa.
Te vieron en el Eduardo Hertz, en el Club Atlético, bailando con tu esposa. La Hermana
Suplicio que hace el pastel de pichones, te vio. Hay que ver cómo baila tu esposa, comentó,
ninguna gracia.

Un largo silencio.

PICHONA calma: Te pusiste viejo y gordo en estos años. Yo me voy a casar, pronto.
Baldomero Arduriz se llama mi novio; iletrado, analfabeto, pero muy cristiano. Estoy
conforme, estoy contenta. Trabajador, leal, sincero.
El Profesor, neutro.

PICHONA: ¡Estoy satisfecha de mí misma!

Llora, vencida.

PICHONA: No puedo.

Pichona se repone.
Pichona se arregla el cabello, la falda.

PICHONA: Te veías con América cuando todavía…

PROFESOR: No!

PICHONA: Mentís y no te desato.

PROFESOR hace que no con los ojos: Me dejé tentar…

PICHONA se levanta, pasea.

PICHONA: Ahora ninguno de tus devaneos tiene importancia.

Pichona suspira, le hace una crucecita al Profesor en la frente.

PICHONA: Vos estás acá como en tu hora de muerte.

PROFESOR llora con llanto cascado

PICHONA: No tengo toda la noche. Desde que las cuadrillas de Perón anduvieron
quemando las iglesias, las monjas me tienen muy vigilada. Como si yo pudiera ser
seguidora de esos vándalos (se persigna) Dios y la Virgen me guarde.

PICHONA lo mira dolorosamente.

PICHONA: Ésta te quiere soltar si le perdonás el mal trago. Te violentaste y se ofuscó. A


mí, me abre el apetito verte sufrir. Capaz que la amargura no es más que un hambre, algún
desvarío del hambre…

PICHONA sale y vuelve sobre sus pasos, busca en la carterita que siempre tiene colgada
del antebrazo.

Pichona encuentra lo que buscaba

PICHONA; Ah, acá está.


Saca de su pechera un frasquito de perfume y va hacia el Profesor.

PICHONA: Esto, me quedé con ganas de hacerte un daño.

PICHONA le vuelca el frasquito de perfume en los ojos. El Profesor está aterrorizado.


El PROFESOR aúlla.
Entra AMERICA; arrebatada.

AMERICA: ¿Qué paso?

PICHONA; Nada, hace espamento.

AMERICA: ¿Le dijo?

PICHONA: Parece que no entiende. Ya sabe que es porfiado.

Fin de Escena 2

Escena 3
Un rato después.
América le limpia con algodón, muy delicada, los ojos irritados.
El le indica que le limpie la comisura de los labios.

AMERICA: Hubo que ponerle la mordaza, porque chilla. Sino chillara… Espere un ratito
que termine con los ojos. Pero prométame que no gritará. Promete?

El Profesor asiente. Finalmente le quita la mordaza y lo obliga a tomarse una taza de


tisana, que él un poco se chorrea.

PROFESOR dolido: ¿Qué es este menjunje, Quita?

AMERICA: Para el dolor de la carne.

PROFESOR: Me duele el alma también.

AMERICA: Primero el tecito después le curo los nervios con los granitos de arroz.

PROFESOR: ¿Por qué pasan estas cosas entre nosotros? ¿Qué hace esa mujer en tu casa?
Yo creí que éramos el uno para el otro, que nos teníamos el uno para el otro, y resulta que
me haces traición.

AMERICA: No, no, no.

PROFESOR: Me dejaste de querer. Ustedes las mujeres se cansan rápido. ¡Y yo que te


quería enseñar a tocar el violín! Si hasta fui a Buenos Aires y le encargué a un luthier un
violincito chico, de niño, en esos que aprendían los indios, para que vos hicieras música y
supieras algo de lo que es el mundo.¡Qué estúpido, qué infeliz que soy! (El profesor gime o
llora con llanto cascado, seco)

AMERICA enternecida, le hace una caricia: No llore, mi cholito.

PROFESOR: Cómo hiciste esto, Quita. Llora tosido con más energía.

AMERICA: Me pasó. Ya te voy a soltar, negrito.

PROFESOR: No ves que no puedo llorar, ni siquiera? No ves que esa zanguanga me quemó
los ojos y no me salen las lágrimas. Zorra rastrera, esos perfumes que compra son frutos de
la prostitución que ejerce. Solamente el mal sale de esa mujer. Ella te llenó la cabeza, usó tu
cabecita de chorlito como un odre viejo y lo llenó de carne podrida. Mala coneja, mala
hembra. Si la tuviera a la mano, si la tuviera a tiro nomás… Ella es la madre del cordero.

AMERICA titubeando: Habla de Pichona?

PROFESOR furibundo: ¿Qué?!

AMERICA: Me dijo que no la quería.

PROFESOR: A quién?

AMERICA: A Pichona.

PROFESOR: ¡Estoy para hablar de quereres yo!

AMERICA: A ella le compró un violín, un instrumento.

PROFESOR iluminado, mefistofélico: Otra vez con los celos no. (Patético) ¿No ves cómo
estoy yo por culpa de tus celos? Estoy hecho una piltrafa, un gusano, ni siquiera humano es
esto que me hacés, Quita.

AMERICA: Qué instrumento le compró.

PROFESOR llora: No voy a hablar.

AMERICA: Un violín?

PROFESOR: Por qué tengo sueño otra vez?

AMERICA: Porque de estar tirado en la cama, viene el sueño.

PROFESOR: Qué me diste de tomar?

AMERICA: Un tecito que alivia el dolor, le dije.


PROFESOR: Voy a quedar ciego. Voy a tener que tocar la armónica en la puerta de una
iglesia y mendigar limosna, como cualquier cieguito. Por la perrada que me hacen ustedes
dos.

AMERICA: Ella aprendió a tocar?

PROFESOR: Si querías matarme, Quita. Me hubieras matado.

AMERICA: Usted le enseñó a tocar el violín. O le enseñaron las monjas?

PROFESOR: Y si querías dejar de quererme, me hubieras matado también.

AMERICA: Le enseñó usted, ya lo sé.

PROFESOR: Sí.

AMERICA: La quería.

PROFESOR: Sí.

AMERICA dolida se retuerce: La quería más que a mí. La quiere.

PROFESOR: Un hombre no dice esas cosas.

AMERICA: La quiere. ¡La quiere!

PROFESOR: Esto no hubiera sido capaz de hacerlo nunca Pichona. Ella es buena.

AMERICA: Usted me quiso matar la perra. Me abofeteó.

PROFESOR: No, Quita. Vos me faltaste y yo soy un hombre. Ahora, obrá como una
cristiana y soltáme las ataduras.

AMERICA: No. La quiere a ella, que lo suelte ella.

América se empieza a ir.

PROFESOR: Dejáme ir vos. Para qué me querés.

AMERICA: No lo voy a soltar para que se vaya con ella.

America se acerca para ponerle la mordaza.

PROFESOR: Querés seguir enemistada conmigo. Vos que sos tan buena. Cuando querés
sos buena,pero ahora no querés. Un día no me vas a tener más y te vas a olvidar de mí.
Como aquella, que ya se olvidó todas las melodías que le enseñé en el violín. Paradita,
desnuda al lado de la cama, se cargaba el violincito en el hombro y yo la abrazaba de atrás
para explicarle el funcionamiento del arco. Nunca en mi vida vi una mujer más hermosa,
nunca amé…

América, presa de odio, le pone la mordaza.


El profesor ríe a carcajadas hasta el ahogo.

PROFESOR entre balbuceos: Qué zonza sos, Quita. Sos tan estúpida que al final parecés
linda. Mirá si la otra bestia bruta va a saber tocar el violín. Vos sos la mujer que quiero, vos
sos el amor de mi vida. ¡Quita, Quitá, vení!

América sale, ofuscada, herida.

Escena 4
La noche, las dos sentadas en la cocina en penumbras, abatidas. Se oyen los grillos, el
viento. De vez en cuando una especie de mugido del Profesor que está en la habitación y
algún ladrido de la perra. En el fogón, hierve la pava. Hablan en susurros.

PICHONA con un rosario: …bendito el fruto de tu vientre, Jesús.

LAS DOS: Santa maría madre de dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de
nuestra muerte amén

PICHONA: Estamos acá como en un velorio.

AMERICA: Qué quiere que haga?

PICHONA: Haga lo que tenga que hacer.

AMERICA: Ya hice. Le di de comer, le puse el papagayo.

PICHONA: La papilla que le traje de las agustinas. Pimentón a troche moche.

AMERICA: Sí.

PICHONA: El picadillo de las empanadas. (Se levanta de repente, mira para todos lados).
Necesito ir a hacer…

AMERICA: La letrina está fuera.

PICHONA: Ay, letrina… (Se sienta me aguanto)

AMERICA: No me animé a quitarle la mordaza. Es como usted dice. Si le quito la


mordaza, empieza el griterío. Le pasé la comida por un costadito. Igual no se va morir por
no comer en tres días, pero se puede debilitar.
PICHONA: La esposa no lo busca. Está acostumbrada a que se le fugue a Chivilcoy con la
otra mujer.

AMERICA: La mujer fue a la Misa esta mañana con los ojos bajos. La acompañaba la
prima, del brazo. No estaba sonriente; la prima dijo a la gente por lo bajo que el Profesor se
fugó con la sobrina.

PICHONA: ¿Qué sobrina? Debe ser con la de Chivilcoy.

AMERICA: A Claromecó, con la sobrina.

PICHONA: ¿Tiene una sobrina en Claromecó?

AMERICA: Tiene una sobrina.

PICHONA: Me cruje la tripa, ¿la oye?

AMERICA hace el gesto que no sabe

PICHONA: Pero la esposa, la Renata, no lo busca.

AMERICA: Porque se fugó con la sobrina.

PICHONA: Estoy con retorcijones desde anoche.

AMERICA: Está con la sobrina.

PICHONA: ¡Basta, América! No está con la sobrina. Está acá tirado, lo tiene usted
maniatado, amordazado. El Profesor no puede ni levantarse a mear. Es un delito lo que está
haciendo, va contra la Ley tener a alguien enclaustrado contra su voluntad.

AMERICA: Me lo tiene que recordar.

PICHONA: Es que a veces usted no pisa la tierra.

AMERICA: En el pueblo creen que se fugó con la sobrina.

PICHONA: Usted es una delincuente.

AMERICA: Pero no me puede denunciar al comisario.

PICHONA: Callése.

AMERICA: Porque usted está conmigo. Es cómplice.

PICHONA: ¡Cómplice, cómplice! Desagradecida!


AMERICA: Me ayuda y es cómplice.

PICHONA: Pero esta idea… ¡esta idea es suya!

AMERICA: No fue una idea; salió así.

PICHONA (se levanta): Voy a tener que ir a la letrina, por la punta del sauce verde.

AMERICA: Quiere que le cure el empacho?

PICHONA: Yo no creo en esas supercherías.

(América vuelve de adentro con una cinta métrica y le va curando el empacho a Pichona)

PICHONA: Mire, no lo podemos soltar.

AMERICA bisbiseando la oración: Lo aprendí de mi madrina una navidad. Se aprende


para la Navidad de tía a sobrina.

PICHONA: A veces el amor también es una prisión.

AMERICA: Ayer le lavé los pies. Qué limpios lleva los pies.

PICHONA: No se apiade del Profesor, América. Si le tiene piedad y lo compadece,


estamos fritas. Recuerde que me dijo que lo suelta y se olvida de él.

AMERICA: Le lavé los pies y después la Blanquita se los lamió.

PICHONA: La perra suya es salvaje.

AMERICA: Es cariñosa pero ahora le tiene miedo y va y viene; hace noche en el monte.

PICHONA: Usted piense que le quiso matar primero la perrita y después a usted. Y a mí
también me quiso matar. Y seguro que a la esposa también, aunque usted la odie. La
odiemos. Seguro que el Profesor o la quiso matar o le levantó la mano.

AMERICA: Tiene el carácter fuerte.

PICHONA: No, América, no. San Pablo tenía el carácter fuerte.

AMERICA: Usted le quitó el anillo y se lo robó.

PICHONA: Qué anillo?

AMERICA: El anillo de casamiento. Adentro decía: Renata-Reynaldo, gravado con


firuletes. Había una fecha también.
PICHONA: Enero, 1935. Yo no le quité nada.

AMERICA: El Profesor lo llevaba en el dedo del corazón.

PICHONA: Y sí. En ese dedo va el anillo.

AMERICA: No lo tiene más.

PICHONA: Se lo habrá robado usted.

AMERICA: Yo no fui.

PICHONA: ¿Está segura que traía el anillo puesto?

AMERICA: Se hace la zonza. Usted se lo robó. Porque la odia a la esposa.

PICHONA: ¿Usted no la odia?

AMERICA: Pero quería el anillo para mí. Lo busco y no está en el dedo.

PICHONA: No lo puede vender; en el pueblo todos saben que es el anillo del Profesor.

AMERICA avergonzada: Me lo quería poner yo en el dedo.

Estertores.

PICHONA: Escuche… ¿se estará ahogando?

América se levanta urgente y quiere ir. Pichona la detiene.

PICHONA: Espere, espere. Capaz está haciendo teatro.

Los estertores se calman.

PICHONA: Está haciendo teatro.

América se sienta, respira aliviada.

AMERICA: Le aplasto una batata con miel y se la doy por el agujerito de la mordaza.

PICHONA: Mejor recemos otro rosario.

AMERICA: Por ahí tiene hambre.

PICHONA: Un rosario más y un Salve, reina madre. Dos salves.


AMERICA: ¿El la quería a usted?

PICHONA: Sí.

AMERICA: ¿Cuánto?

PICHONA hace unas medidas con las manos, como si estuviera sosteniendo un pollo
crudo: Una olla entera.

AMERICA: Pero ya no la quiere.

PICHONA: No.

AMERICA: Está segura.

PICHONA: Nunca se sabe con él.

AMERICA: Me quiere a mí.

PICHONA: ¿Cree eso?

AMERICA: ¿Para qué tanto sino? Si no me quiere no viene más y listo. Pero si viene y me
pelea es porque me quiere.

PICHONA: ¿Y si la mata?

AMERICA: Es por mucho amor.

PICHONA: Pero usted se muere, la entierran. Al año, año y medio, se busca otra mujer y
empieza el mismo vodevil. Míreme a mí. No la mire a la esposa, porque a la esposa la tiene
de rehén. No sabe lo que es un rehén. La esposa lo pasa peor que usted y que yo juntas.

AMERICA: El me quiere. Todo esto es porque me quiere.

Sonido cascado.

PICHONA: Escuche.

AMERICA: ¡Se está ahogando!

PICHONA: No. Se ríe.

Fin de escena 4

Escena 5
Entran las dos a la habitación con el Profesor amarrado. Pichona lleva una cazuela y
América una cuchara sopera, un plato, una gran servilleta que le acomoda apenas se
acerca. El retrato de Eva Perón está en la habitación del Profesor.

PICHONA: Esto está hecho un chiquero. (Da vuelta el retrato de Eva) Ay, déla vuelta a
esta mujer, que no vea, que no vea esta suciedad…

AMERICA: La imagen de Santa Evita dá consuelo.

PICHONA: Qué dice? No es ninguna santa, todo lo contrario.

AMERICA: Conmigo fue muy buena.

PICHONA: El profesor no la quería.

AMERICA: Pero ahora la quiere. A Pr: ¿No es cierto que a la quiere a la santa Evita? De
premio, se va a comer cocido de gallina…

PICHONA: ¿Mató una gallina para darle?

AMERICA: La merece, pobrecito.

PICHONA: ¡Pero esto no es un hotel!

AMERICA: Sufrido así, por lo menos masque algo rico.

PICHONA: Siempre fue un glotón. A Pr. Sí, un glotón. A A Si habrá comido conmigo la
leche asada, las migas de gato, la torta de limones verdes, las hostias al ajonjolí; todas las
delicias que hacen las agustinas, todas.

AMERICA: No sé qué son las hostias al

PICHONA: Ajonjolí.

AMERICA: Yo conozco las de la Iglesia.

PICHONA: ¿Confiesa?

AMERICA: El Profesor se lo puede decir mejor que yo.

El Profesor hace que sí, que le quiten la mordaza. Ellas dicen a la vez.

AMERICA y PICHONA: No.

PICHONA a Pr: ¡Le pediste que no confiese!

AMERICA: Igual es desabrida la hostia.


PICHONA: Te abusaste de esta infeliz que te cree. ¡Te cree!

AMERICA: Ayúdeme que le abrimos un poquito la mordaza. Poco, porque tira a morder.

Las dos con extremo cuidado lo hacen, él se revuelve.


A América le tiembla la cazuela.

PICHONA: Tenga cuidado no me manche con el potaje.

AMERICA: Quédese quieto, Profesor.

PICHONA: Basta, América. Sino quiere comer, que no coma.

AMERICA: Usted qué sabe.

PICHONA: Mire las chichas que tiene.

AMERICA: Se nos puede morir igual; poca comida y mala y la rabia.

PICHONA al Pr: ¿Qué? ¿Te pensás morir ahora? Te créés que te echan de menos. Nada de
eso: dicen que te fugaste con tu sobrina.

AMERICA: La sobrina de Claromecó. Hay mar en Claromecó. Todos dicen que a usted le
gustaba el mar; yo no lo sabía.

PICHONA: Dicen que la otra que tenés en Chivilcoy está viniendo a buscarte.

AMERICA: La de Chivolcoy está desesperada; si existe, está deseperada porque no vas.

PICHONA: Pero tu esposa ya está resignada.

El Profesor hace que no con la cabeza.


Después, que no quiere comer.

PICHONA: Déjelo, que se quede con hambre.

El Profesor hace que quiere beber.

AMERICA: Quiere agua.

PICHONA se acerca y le da de una botella: Acá hay agua. Está sucia o .,..?

AMERICA: Tiene melisa para la calma.

El Profesor bebe.
PICHONA: No tomés tanto; dejá lugar en la panza que falta. (a A) Páseme el licorcito del
Padre Kerman.

El Profesor hace que no.

PICHONA: Vas a tener que tomar. Sí. Así dormís.

AMERICA: Sí, Profesor. Así descansa.

PICHONA a A: Agarréle fuerte la cabeza.

América le da de beber, él se atraganta se chorrea.

AMERICA: ¡Pero! Se chorreó todo.

PICHONA (lo limpia y entonces nota que no es el licorcito): Qué olor raro que… (bajo)
este no es el licorcito que yo le traje… Usted lo rellenó, usted…

AMERICA; Para que tenga tranquilidad, pobrecito.

PICHONA (huele): ¿Tiene chamico? Capaz esto lo debilita, lo tiene como una planta…

AMERICA: Como una bignona alta que crece llena de colores!

El Profesor tiene un ataque de tos.

PICHONA: Golpéele la espalda.

América lo hace.
El Profesor se ahoga cada vez más.

AMERICA: Ayudéme, le quito la mordaza para que respire.

PICHONA: ¡¡No!!

Pichona la agarra a América y la saca a la rastra de al lado del Profesor.

PICHONA: ¡No! ¡Es un truco!

El Profesor sigue tosiendo con ahogos. Contra una pared, Pichona tiene abrazada a
América para que no vaya a auxiliarlo. El Profesor las ve así, se calma de a poco.

PICHONA suave: Sigue haciendo teatro.

Las dos recogen la cazuela tirada, la botella, la servilleta.


Bajan la luz del sol de noche y salen.
Apagón.
Fin de escena 5

Escena 6
Pieza del Profesor.
Entra Pichona, tranquila, le quita la mordaza y se sienta a su lado.

PICHONA: No quiero nada de monerías, nada de chiquilinadas.

PROFESOR: Pensé que nunca te ibas a atrever.

PICHONA: Parece que no cambiaste nada.

PROFESOR: Vos nunca me perdonaste.

PICHONA: Y qué hacés si te digo que no me lo saqué y a tu hijo lo crían y lo cuidan las
monjas?

PROFESOR: Decíle a Quita que me suelte. O soltáme vos y terminemos esta payasada.

PICHONA: Sí; las agustinas lo crían.

PROFESOR:

PICHONA: América me tiene celos; cree que me querés. Cómo podés hacerle creer a las
mujeres cosas que no son, que no fueron nunca. Vos tendrías que haber sido actor de
cinematógrafo.

PROFESOR: A vos te hablé siempre con el corazón.

PICHONA: Elegiste mal el oficio. Pudrirte en este pueblo roñoso; vos tendrías que estar
haciendo radioteatro, radionovelas.

PROFESOR: Estás sentida.

PICHONA: América dice tu nombre y tiembla. Qué vas a hacer cuando te vayas de acá.

PROFESOR: Estoy mal, Pichona.

PICHONA: Ella tiene miedo de que la quieras matar.

PROFESOR: ¿Quita?

PICHONA: Le decís Quita y me ponés más nerviosa. América tiene miedo.

PROFESOR: Querés que nos vayamos juntos?


PICHONA: Estás loco, yo ya…

PROFESOR: Podemos escapar de acá y empezar una vida nueva.

PICHONA: Me das una risa.

PROFESOR: Irnos lejos, fuera de Buenos Aires.

PICHONA: Y sí: vos tenés toda la provincia tomada: Areco, Chivilcoy, Claromecó…

PROFESOR: Eras la luz de mis ojos.

PICHONA: Me gusta cuando te sale el poeta. Yo leo mucho a Amado Nervo

PROFESOR: Mirá, Pichona. Si no me querés más, terminemos con este asunto. Decíle a la
estúpida esa que me desate y me voy a mi casa. Que se quede tranquila, no la vuelvo a
molestar. No piso la fonda ni por una grapa. Que siga su vida ella, como la seguiste vos.

PICHONA: Ella no está tan segura de tu buena voluntad.

PROFESOR: Quita es un alma de Dios, no tiene maldad.

PICHONA: Yo no pude seguir con mi vida. Yo estuve como muerta cuando me dejaste.

PROFESOR: Cómo se llama?

PICHONA: Alberto.

PROFESOR: Me mentís.

PICHONA: Tenés un hijo, es así de alto y tiene tu nariz.

PROFESOR: Desatáme y lleváme a ver mi hijo.

PICHONA: Capaz después te olvidás de él; como te olvidaste de mí.

PROFESOR: Yo nunca te pude olvidar. Vos me olvidaste a mí.

PICHONA: Ya sabe leer y escribir tu hijo.

PROFESOR: Te estás por casar con otro.

PICHONA: Le tengo que dar un padre a Albertito.

PROFESOR: Su padre soy yo, parece que estás segura.


PICHONA: Casi disparás el gatillo contra mi pecho, aquella vez.

PROFESOR: No sabía lo que hacía.

PICHONA: Cómo esperás que te crea…?

PROFESOR: Vos me querés?

PICHONA dubitativa

PROFESOR: Yo te quiero, Paulina.

PICHONA: Yo también, querido.

PROFESOR: Basta, sacáme de acá. Vení, acercáte.

Pichona se acerca.

PROFESOR suplicante: Besáme.

Pichona se acerca a su boca tímidamente.

PROFESOR susurra: Seamos otra vez los dos uno, el uno para el otro.

Pichona se desespera, va hasta él, lo acaricia, lo besa con pasión.


De improviso, entra América con un rebenque en la mano.

AMERICA: Me figuraba que estaba pasando algo así.

Pichona se reporta, se arregla la ropa

AMERICA: Lo engatusa.

PROFESOR: No te metas, Quita.

AMERICA a Pich: Ningún hijo tiene esta.

PICHONA: Usted qué sabe.

AMERICA: La comadrona me lo contó. Me contó de cuando le sacó.

De rabia, América da fustazos por la habitación.

PROFESOR: Quita, dejáme ir.

AMERICA le da un rebencazo en el rostro o cerca: Callado.


PROFESOR; Pichona, salváme.

Pichona hunde la cara entre las manos y llora.

AMERICA: Pichona, póngale la mordaza.

PICHONA: América, lo que hace está muy mal.

AMERICA: Traidora! Ningún hijo tiene ni tendrá; que la comadrona la dejó seca, seca
como cuero de tamango viejo. Haga lo que le ordené.

Pichona hace lo que dice Quita, llorando.


Fin de Escena 6

Escena 7
Las dos están sentadas con un brasero cerca.
Pichona talla figuras en una remolacha. Pela las remolachas con un cuchillo mondador y
después, con ese mismo cuchillo, talla en ellas.

PICHONA: Mire, ¿se parece a La Dolorosa?

AMERICA hace que no. Se parece a Santa Evita Perón.

PICHONA: No, no se parece. ¿El Profesor duerme?

AMERICA hace que sí

PICHONA: ¿Qué pasa? ¿Le comieron la lengua los ratones?

AMERICA: Duerme profundo.

PICHONA: El licorcito del Padre Kerman nunca falla. Pero usted no le está dando el
licorcito del Padre Kerman… (América hace que no)

AMERICA: Está borracho noche y día.

PICHONA (Observa la remolacha a la distancia). Parece un Santo Tomás sentado; era un


santo muy gordo … Como la esposa del Profesor. Está muy gorda esa mujer.

AMERICA: Es robusta.

PICHONA: El dice que era delgada cuando joven. Pero las monjas dicen que siempre fue
gruesa.

AMERICA: Es linda de cara.


PICHONA: Redonda y roja como esta remolacha.

AMERICA: A él le gustarán las gordas, llenas de hoyuelos, coloradas. Altas como un pino.

PICHONA: ¿Usted se miró?

AMERICA asiente.

PICHONA: ¿Me vio a mí?

AMERICA asiente.

PICHONA: ¿Nosotras somos gordas, coloradas, altas como un pino?

AMERICA: Nosotras no somos la esposa.

PICHONA: Estoy cansada, América.

AMERICA: Es que las tallas las tiene que hacer en mazapán. En las ferias siempre hay las
tallas de mazapán, bien colorinche, las venden caro y después la gente de un mordisco las
embucha.

Pichona toma ropa y una manta, la hace un bollo, se la mete debajo de la blusa y de la
pollera, de suerte que parece más gorda.

PICHONA: Dígame Renata.

AMERICA: …

PICHONA: Haga de cuenta que soy Renata.

AMERICA: Cómo le va, doña Renata.

PICHONA: Usted es la puta sucia que se acuesta con mi marido.

AMERICA: Doña Renata no habla así.

PICHONA: Contésteme, América Cordera.

AMERICA: No, yo no. Doña Renata.

PICHONA: ¡Claro que sí! Lo seguí cuando salía de la escuela y vine detrás de él. Tocó la
aldaba y usted lo hizo pasar. Después espié y usted lo llenaba de besos.

AMERICA: No puede ser, doña Renata.


PICHONA: ¡Mentirosa del infierno! ¡Claro que sí!

AMERICA: Si el Profesor me besa, la perra le salta a la yugular. La Blanquita es muy


celosa.

PICHONA fuera del rol: ¿Qué? ¿No la besa?

AMERICA hace que no.

PICHONA: ¿Nunca?

AMERICA: Mucha baba, dice.

PICHONA: ¿Usted tuvo otros hombres?

AMERICA: Sí. Uno.

PICHONA: ¿La besaba?

AMERICA dulce: Sí.

PICHONA: ¿Vé? Los novios dan besos.

AMERICA: El Profesor no es un novio.

Pichona va hasta su cartera, saca el carmín de ahí.

PICHONA: Venga.

Pichona le pinta los labios con el dedo a América y le pone los trapos que ella usó para
hacer de barriga y de cadera.

PICHONA: Ahora usted es la esposa. Renata.

AMERICA hace una pantomima y se corta.: ¿Y qué digo?

PICHONA: Lo que quiera. Lo que dice la esposa.

AMERICA como una nena: Querido, hoy viene de visita mi hermana la Gumer y quiero
que te bañes y te perfumes. Voy a matar la gallina gorda, la aso con batatas como te gusta.
Vos ponéle el apero al Moro y andá a buscarla a la estación de tren. Llevate una vianda de
ropa vieja para el camino, que te va a dar hambre con la fresca.

PICHONA: No, no. Diga lo que la esposa del Profesor dice, lo que dice Renata.

AMERICA: Yo no sé lo que la doña dice.


PICHONA: Piense.

AMERICA: ¿Cómo voy a pensar lo que no sé?

PICHONA: ¿Usted cree que la esposa es mala?

AMERICA: Sí. Es ladina: se hace la que no ve, la que no sabe y sabe todo. Le consiente la
perdición al marido y eso está muy mal.

PICHONA: El es un calavera, ella no debe poder.

AMERICA: Ella puede, ella puede.

PICHONA: Hay que soltarlo rápido al profesor: está la mujer de Chivilcoy, con un
hermano de ella, buscando al profesor. Capaz fueron a la fonda, dos forasteros.

AMERICA: No vino nadie. Lo de la mujer de Chiviloy son chismes de la gente. No hay tal.

PICHONA: Claro que hay; seguro que hay, le pedirá al comisario que…

AMERICA: El comisario no escucha a las mujeres. Una mujer puede votar en los comicios,
pero el comisario no la escucha.

PICHONA: Una vez la enfrenté a la mujer del profesor. A la de Chivilcoy no, a la de acá, la
de Areco. Yo estaba loca por el y él me quería dejar. Junté valor y fui a ver a la esposa, ella
me miraba así, directo a los ojos como si yo hablara arameo y ella no entendiera la lengua.
Llegué a pensar que era falta de acá.

AMERICA: Es una viva ésa. Ella no se aguanta ningún disgusto.

PICHONA: Después se le nublaron los ojos de lágrimas y me quiso cerrar la puerta. Pero
yo puse el pie para trabar la puerta; creo que me rompí unos huesitos chiquitos del pie, al
lado del juanete. ¿Cómo se llamarán esos huesitos? Le dije, le grité: ¡Me tiene que
escuchar! ¡El me quiere a mí!

AMERICA: A ella no la quiere.

PICHONA: Ella, humilde, susurró: Quédeselo. Me cerró la puerta en la cara.

AMERICA: Ahí tiene. Ella no lo quiere; ella se lo regaló.

PICHONA: Fui y le conté a él. No sé cuánto tarde en hacer las diez cuadras hasta la
escuela. Yo no podía ni pisar el suelo, de cómo me dolía el pie. Todavía, me acuerdo y me
duele. El estaba con los cuadernos de los chicos; ya eran más de las seis. Esa era la hora en
que yo lo encontraba; hacía que llevaba libros para la escuela, libros que las agustinas le
prestaban al Profesor. Tenía el corazón en la boca cuando le hablé. Ahí fue que él me puso
la escopeta, primero en el pecho y después acá (se señala la boca).
AMERICA: Ella lo habrá mandado para que la mate.

PICHONA: Después, yo me conformé pensando que él la quiere a la esposa.

AMERICA: No, no la quiere.

PICHONA: Apareció usted. Ahí me di cuenta que él no quiere a nadie.

AMERICA: Pero a mí me quiere.

PICHONA le quita los trapos, le despinta la boca: No. No quiere a nadie.

Fin de Escena 7

Escena 8
La pieza con el Profesor atado.
Entra América con una cazuela y una bombilla.

AMERICA: Le traje caldo de gallina.

El Profesor hace que no con la cabeza, sin entusiasmo.

AMERICA: Hace una noche que no come. La gallina es buena contra la debilidad.

America se sienta en la punta de la cama, le acaricia los pies.

AMERICA: Tiene morado el tobillo. Pero no lo puedo desatar. Lo desato y me come cruda.

El Profesor hace que no, de nuevo.

AMERICA: Sí, me come cruda. No me perdona.

El Profesor hace que sí.

AMERICA: Primero el caldito. Hoy la carne de la fonda no le pude traer.

El acepta.
America se acerca, le da de beber.

AMERICA: Herví las verduras rato largo. Ajoporro, zapallo, de la quinta. La hervía y
pensaba en usted. Me recordaba cuando me tocaba, en cuando me agarraba. En el pecado
que hacía por la noche cuando venía. Eso debe ser querer, digo yo. Este (se toca el pecho)
es un bruto que manda todo lo demás del cuerpo. La lujuria es un muladar, dicen. Yo no sé.
Yo creía que eso era querer.
América le acaricia la frente, con ternura.

AMERICA: Tome, tome la sopita, el caldo. Unos días más.

El Profesor bebe, la mira con cara de carnero degollado.

AMERICA: Los ojos suyos, ¿de qué color son?

América cierra los ojos.

AMERICA: Cierre los ojos usted también.

El Profesor lo hace.

AMERICA: Así los pienso. (Un momento) Amarillos, como los gatos. Amarillos…
(Ordena) ¡Abra los ojos!

El Profesor hace que no con la cabeza, mantiene los párpados apretados.


América lo sacude.

AMERICA: ¡Abra los ojos, le digo! ¡Abra!

El Profesor hace que no con la cabeza

AMERICA: ¡Ahora tiene que hacer lo que le digo!

El Profesor aprieta los ojos y se niega.

AMERICA tira la sopa, todo. Furiosa: Busco la tenaza y se los arranco! ¡Le arranco los
ojos y entonces los voy a poder ver todo el día, a mi gusto! ¡¡¡Lo dejo sin ojos, se los
quito!!!

América busca debajo de la cama

AMERICA: Los pongo en la mesilla de luz. Para mirarlos cuando quiero.

América revuelve cosas en busca de algo, las tenazas tal vez, tira todo por el aire.

AMERICA: Le quito los ojos y nunca, nunca más lo desato. Hasta el Día del Juicio se va a
pasar acá. Lo voy a usar cuando quiera, para lo que quiera, aunque esté ciego. Me lo voy a
montar todo el día, cuando me vengan ganas. No asoma más la nariz a la calle, no sabrá qué
color pinta el cielo. ¡Acá un punzón! Sirve igual.

El Profesor, aterrorizado, abre los ojos.

AMERICA volviendo en sí: Ah. (Decepcionada) Los tiene gris.


América recoge las cosas del suelo. Se sienta a su lado otra vez, es una persona amable y
tosca de nuevo.

AMERICA: ¿Por qué se me habrá puesto que eran amarillos?

El Profesor la mira, angustiado.

AMERICA: No me gusta tocarlo tanto. Me gustaba adentro, no en la mano. Espere un poco


y le pongo el papagayo. Le pedí que me perdone, pero me hizo un feo. A mí puede hacerme
lo que quiera, porque soy suya. Puede matarme si quiere. Pero a la Blanquita no me la
puede tocar, porque no tiene derecho. Ningún derecho sobre la Blanquita. Por eso me porté
como me porté.

El Profesor asiente.

AMERICA: Si lo suelto después se marcha, adonde sea, porque la doña no lo quiere de


vuelta. No lo mandó buscar, dice a todo el mundo que usted se fugó con su sobrina. ¿Qué
sobrina tiene que le anda atrás? ¿Y la otra? La mujer que tiene en Chivilcoy? La Pichona
porfía que es cierto lo que dicen; que hay una mujer con una capelina y una maleta de
cartón dando vueltas por todo el pueblo y diciendo su nombre. Que lo busca. Pero yo no la
vi, yo me malicio que es un cuento de la Pichona. Es cuentera la Pichona… ¿O existe la
otra, la de Chivilcoy?

El Profesor hace que no.

AMERICA: Me gusta creerle. ¿Está seguro que no sabe quién es? Una mujer que usa una
capelina blanca, de paja trenzada y tiene unos zapatos con taconcito (hace una medida)
así… Un invento del pueblo, opina usted, inventan porque están aburridos. Yo pienso igual.
(Suspira) Ah, ya me quedo más tranquila.

Un silencio largo

AMERICA: La Pichona tiene novio; se va a casar la Pichona. Ella ya lo olvidó a usted.


Baldomero se llama el novio. Al final a usted lo olvida todo el mundo.

América se acomoda la ropa, inspira. América le baja el pantalón al Profesor y lo


toquetea un poco

AMERICA: Menos yo. Yo no me lo voy a olvidar nunca.


.
América empieza a levantarse la pollera.
América se sube encima del Profesor

AMERICA: Besos, quiero besos.

America besa al Profesor en el rostro.


America le hace el amor al Profesor.
Apagón
Fin de escena 8

Escena 9
Al atardecer, unos días después. Entra a la casa Pichona, muy encapotada. Afuera hay un
ventarrón que cierra la puerta de un golpe detrás suyo. Hace sonar los postigos.

PICHONA: Se está formando un tornado del viento que hay

AMERICA: Tres velas que le puse a la Evita y las tres se me apagaron. Es mala señal.

PICHONA: Es el viento, América. A mí me falta el aire, como si me apretara la faja.

AMERICA: Es el empacho; le tengo que volver a curar. A veces hay que curar hasta tres
días seguidos, para que la cura tome y asiente…

PICHONA saca un paquete de su bolso y lo deja en la mesa. Guirlache, que hacen las
agustinas; le traje un poquito. Las monjas están alzadas con la Fiesta de la Empanada, se
pasan el día cocinando. Golosas como gatas viejas. Tengo el olor a cerdo metido acá (se
señala la nariz). La hermana Jesusa predica que en la cocina todo lo cura la sal gorda y el
azúcar negra. ¿Está despierto?

AMERICA masticando el guirlache: ¿Cómo se llama esto?

PICHONA: Cuando venía para acá me la topé a la esposa de frente. Dicen que llora; que
hace que llora. A la otra no la vi; la de Chivilcoy; dicen que tiene un sombrerito de paja con
una pluma de pavo real y anda como una sombra.

AMERICA: La esposa hace la chancha renga.

PICHONA: Pero que existe, existe: se trajo un Inspector de la ciudad y removió el


avispero. Un Inspector del Ministerio de Educación, no de la Policía. Anduvo preguntando
cómo desapareció el Profesor.

AMERICA: Repugna de dulce el guirlache.

PICHONA: Capaz es un ciclón lo que viene.

AMERICA: Apareció la sobrina. El Profesor no está con la sobrina. Contaron en la fonda;


debe estar con la otra, la de Chivilcoy.

PICHONA: El profesor está acá; lo tiene usted atado. Y no lo suelta.

AMERICA: Por eso.


PICHONA: Pero cuando lo suelte, lo deja en paz. Ya no lo vuelve a ver.

AMERICA: Capaz.

PICHONA: Me lo prometió.

AMERICA: Por eso.

PICHONA: Por eso, al Ministerio le llama la atención que haya desaparecido.

AMERICA: Deidamia se llama la sobrina, y parece que no estaba con ella…

PICHONA: No sea falluta, Quita. Me dijo que lo va a dejar: yo la ayudé, pero él no se


queda ni con usted ni conmigo, con ninguna de las dos.

AMERICA: Buen ver tiene la sobrina, dicen en la fonda. Cualquiera se hubiera fugado con
la sobrina.

PICHONA: Antonina se llama la de Chivilcoy; le sigue el rastro y lo encuentra en unos


días. En una de esas hoy, o mañana. ¡Hay que soltarlo, América!

AMERICA: Los parroquianos calculan: El Profesor se fue unos días con la sobrina y
después se marchó a otra parte.

PICHONA: Adónde? Si la de Chivilcoy está acá…

(Pichona se golpea la cabeza.)

AMERICA: Era una buena historia que contar la de la sobrina.

PICHONA: La esposa me la topé ahí afuera, levantó los ojos, se me quedó mirando. Me
hizo una reverencia con la cara, así. Señorita Paulina, dijo bajo. Nada más, nada más.

AMERICA: ¿Cree que la esposa sospecha? El estaba con la sobrina.

PICHONA: Ella sabe que NO estaba con la sobrina.

AMERICA: Porque ahora se marchó y la dejó a la sobrina.

PICHONA: La esposa sabe que nunca estuvo con la sobrina.

AMERICA: Eso no lo puede saber. La sobrina puede mentir.

PICHONA: El Profesor está acá.

AMERICA: La esposa no lo sabe.


PICHONA: Pero a lo mejor supone. Me está faltando el aire o es que acá hay mal olor…?

AMERICA: ¿Por qué no puede haberse ido y haber dejado a la sobrina?

PICHONA: No puedo con usted.

Un largo silencio.

PICHONA: ¿El qué hace?

AMERICA: ¿El dulce que trajo era para mí o para él?

PICHONA: Vamos a tener que soltarlo, América.

AMERICA: ¡No! Eso no.

PICHONA: Vendrá el comisario; seguro husmea…

AMERICA: Lo libera y nos mata. A usted también la mata.

PICHONA: Está asustado. No hará nada.

AMERICA: No me fío.

PICHONA: Lo hacemos con cuidado.

AMERICA: Entre las dos lo hacemos.

PICHONA: Lo soltamos.

AMERICA a disgusto: No sé; lo tengo que pensar.

Aullido del viento.

AMERICA: Oiga el viento. Es un cerdo gigante, que gruñe, que se lo come todo; un cerdo
con un hambre tremendo.

Fin de escena 9

Escena 10
Pieza de América.
Entra Pichona; trae un bolso de viaje.
PICHONA (fuerte, para América que está fuera): Le vendo el tobillo y… (Al Profesor,
comienza a desatarlo): Ahora es el momento, Reynaldo, Rey. Hay que irse, tenemos que
irnos. Hay revuelta afuera; los contra lo quieren voltear a Perón y en la revuelta nadie nos
va a notar. ¿Me oís, Rey, Reynaldo? (Le toca el hombro). Despertáte, querido, te mentí con
lo de nuestro hijo. (le desata el tobillo) Perdonáme la mentira, como yo te perdoné a vos.
Me hubiera gustado tanto que naciera y que…! Pero no pudo ser; ha sido fiero el destino
con nosotros. Alberto fue el primer nombre que me salió, por despecho. (bajo, socarrona)
Le hubiera puesto Huguito, por don Hugo del Carril. A mí siempre me gustó don Hugo: no
me importa que haya grabado la Marchita en el ’49. A un hombre que me gusta le perdono
todo. (Insiste), Levantáte, querido mío. Hasta cuándo vas a estar empacado, sin hablarme?
América está trastornada, todo esto le hizo perder la cordura. Ya no te preocupes más. Hay
una Posta en Achaval, ahí podemos hacer noche y después… Reynaldo, Rey.

Pichona lo sacude y él está como un muñeco.

PICHONA: Nadie sabe de esto. Ni siquiera Baldomero mi prometido. No te hagas el artista


ahora, Reynaldo. Rey, despertáte.

Pichona lo abofetea.
Pichona lo incorpora.

PICHONA: Vamos, reaccioná. Vos sos el único hombre de mi vida. El amor de mi vida.
Vamos, vamos.

Una pausa; sigue sucediendo lo mismo.


Pichona pone su oído en la boca de él.
Pichona lo deja caer en la almohada; saca del bolso un espejito de polvera y se lo pone en
la boca. El Profesor no tiene aliento. Repite la operación varias veces.

PICHONA: Ay Dios mío. (reza en latín, nerviosa, llorando de desesperación)


Salve, Regina, Mater misericordiae,
Vita, dulcedo, et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules filii Hevae,
Ad te suspiramus, gementes et flentes
In hac lacrimarum valle…

Pichona, ya con llanto quebrado, le baja los párpados al profesor y cruza sus manos sobre
su pecho a la par que llama, con voz sorda:

PICHONA: ¡América! ¡América venga!

América entra y cuando vé al profesor en esa posición se queda pegada al lado de la


puerta, con horror.

PICHONA: Está muerto.

AMERICA:
PICHONA: Expliquéme.

AMERICA: Estaba vivo.

PICHONA: Qué le dio de tomar?

AMERICA: Se fue.

PICHONA: Uno de esos brebajes suyos… Qué fue?

AMERICA: Se marchó al final y nos dejó a las dos.

PICHONA: Está acá; lo mató usted.

AMERICA: Yo lo estaba por soltar…

PICHONA: ¿Tenía pensado matarlo desde el principio y me enredó en todo esto?

AMERICA (lloriqueando, honesta): Yo lo estaba por soltar; las dos lo estábamos por
soltar… ¡Mi Cholito, qué hiciste!

PICHONA: Qué le dio?

AMERICA: No sé.

PICHONA: Qué le puso en la comida, qué le dio de beber?

AMERICA: Le piqué el matamoscas con ajo.

PICHONA: El hongo que crece debajo de los árboles.

AMERICA: Abajo de las hayas. Le di porque es bueno para la calma y para que no nos
diera un palizón antes de irse.

PICHONA: Difícil será que… Ahora ya está muerto.

AMERICA: Capaz lo pueda salvar.

PICHONA: No respira.

América va hacia el cadáver.

AMERICA (lo sacude cada vez más fuerte, hasta que también ella acaba encima de él,
llorando): Despertáte, Cholito. Negrito, levantáte. Cholo, arriba. Porquería de mierda,
desobediente. Arriba; no estés jugando, porquería. Vamos, vamos, vamos…
PICHONA: Dejelo.

AMERICA: Está muerto, Pichona! Se me murió el Cholito!

PICHONA: Habría que velarlo, que avisar… (se golpea la cabeza) ¡Me falla la cabeza! Las
dos. Las dos tenemos que velarlo por si despierta… Puede que despierte todavía. Puede que
sea un sueño profundo, un sueño como la muerte pero que…

AMERICA: Si fue el hongo ya no se va a despertar. Le puse poquito pero …

PICHONA: Un ensalmo no tiene, que lo pueda resucitar?

(América hace que no)

AMERICA: ¿Qué haremos?

PICHONA: Hoy nada.

AMERICA: Va a heder.

PICHONA: Después vemos que hacemos. (Aleja a América de un empujón) Déjeme


llorar!!! Apártese de mí.

AMERICA: No me abandone, Pichona.

PICHONA: Déjeme respirar.

AMERICA: Venga que le curo el empacho. Cuandos se hace con dolor de la curandera,
cura mejor.

Fin de Escena 10

Escena 11
Es la noche.
Entra Pichona a la casa, alboratada por el viento. Trae una canasta.

AMERICA: ¡La esperaba! ¡Me tenía en ascuas!

PICHONA: Ya estoy.

AMERICA: Cada paso que oía, cada sombra ¡me mataba el sobresalto!

PICHONA: ¿Está en la pieza?

AMERICA: Sí…
PICHONA: Ponga la caldera grande en el fuego.

América va al fogón (que no vemos), trasiega con las caldera.


America vuelve.

AMERICA: ¿Tiene todo?

PICHONA saca uno por uno los cuchillos: Sí. Hay que tener cuidado con el cuchillo
carnicero, tiene el mango flojo. Traje el afilador, por las dudas. Y el hacha de cocina. Acá,
deja un paquete a un lado)la grasa de cerdo. Qué olor maldito.

AMERICA: ¿Llevo el mortero?

PICHONA: Déjelo acá.

AMERICA: ¿La maza?

PICHONA: Haremos ruido con la maza ahora. Después.

AMERICA: Tengo el corazón destrozado, Pichona.

PICHONA: Por lo menos tiene corazón.

Pichona y América pasan a la pieza. Sonidos de hachazos y ayes se oyen un buen tiempo,
un tiempo incómodo.
Pichona sale asqueada de la pieza, a tomar aire.

PICHONA ensangrentada, se toma la cabeza de las manos, gime: ¡Cómo pudimos hacer
esto! ¡Cómo pude!

Pichona llora deshecha


Fin de escena 11

Escena 12
La madrugada.
Hablan en susurros.
Están en la cocina, estirando masa y friendo.

América sale y entra con la cabeza del Profesor envuelta en trapos.

AMERICA: La cabeza.

PICHONA: Iré a ver a Baldomero.


AMERICA: ¿A su prometido?

PICHONA: Los chiqueros de chancha paridas. Están siempre hambrientas.

AMERICA (llora de repente): La tirará ahí.

PICHONA: Salga, que me moja el hojaldre con las lágrimas.

AMERICA: ¿La cabeza?

PICHONA: La cabeza, de ternera, de cualquier modo que se haya aderezado antes de


servirse a la mesa, tiene entre sus trozos mejores, y que deben preferirse y ofrecerse, en
primer lugar, los ojos y sus ruedos y circunferencia, y las quijadas, subiendo hasta las
orejas. Se separan en seguida los huesos, se descubren los sesos, y se sirven con una
cuchara sobre cada uno de los trozos cortados, a medida que se hayan presentado.
La lengua se debe cortar al través en pedazos delgados y debe cuidarse el servirla caliente,
pues fría pierde mucho de su mérito. Arte de trinchar de la Hermana Poncia...

AMERICA: No, la cabeza de

PICHONA: La cabeza de cerdo o jabalí, que regularmente se sirve entera, se parte al través
empezando un poco más arriba de los colmillos; se cortan después lonjas delagadas a lo
ancho así por arriba como por abajo, uniendo las partes que quedan una con otra para
impedir el contacto del aire y mantenerlas en su calor. Arte de trinchar de…

AMERICA: Seguro las empanadas se van a vender en la fonda.

PICHONA: La hermana Suplicio dice que el adobo de chancho es con lomo y costillar.

AMERICA: Tengo algo acá que no me pasa.

PICHONA: Lo que has de comer, no lo veas hacer.

AMERICA: Mire si justo estas empanadas son las que ganan en la Fiesta de la
Empanada…

PICHONA: Festejarán las monjas.

AMERICA: No irá a enfermarse la gente.

PICHONA: Le reprocharán a las monjas que se los vendieron. ¿Encendió el horno?

AMERICA: Sí.

PICHONA: Traiga el relleno. Hacemos la primera docena.

AMERICA lleva de la caldera el ají: Todo el ají que encontré, le puse. Todo el puta parió.
PICHONA: Hizo bien.

America echa el relleno en la masa y Pichona empieza a amasar.

AMERICA: ¿Se siente mal?

PICHONA: Después me cura usted con el centímetro.

AMERICA: No era que no creía?

PICHONA: Pero me hizo bien. Quién me ha visto y quién me ve…!

AMERICA: Tengo una congoja…

PICHONA: A la final no le conté el cuento; le cuento: a la princesa de la Calabria no le


gusta pretendiente ninguno; entonces le pide al rey, el padre, que le consiga harina y
azúcar; una artesa, un cernidor. La desgraciada está seis meses para cernir y seis meses para
amasar. Cuando lo termina, no le gusta. Otros seis meses cerniendo y amasando y le pone
un pimiento para que le haga de nariz. Lo llama el Príncipe del Pimiento. A los seis meses,
el Príncipe del Pimiento habla y la pide a la princesa en casamiento. Hacen el casamiento y
al poco tiempo se lo roba la Turca-Cán que es una reina de Oriente. Así es el mundo.

Pichona cierra las primeras empanadas, y se las entrega a América para que meta en el
horno. Un tiempo después, las dos de brazos cruzados mirando el horno.

PICHONA: La princesa calabresa del cuento estuvo por meses y meses buscando al
Príncipe del Pimiento. La ayuda un brujo para encantar a la Turca-Cán y regresarle el
marido a su palacio. Cada día, le vende alhajitas de oro a la sultana a cambio de pasarse una
noche con el supuesto esposo de la sultana. Que es el Príncipe del Pimiento. Pero él no se
dá cuenta, porque la Turca-Cán lo tiene atontado con el opio; opio para dormir y opio para
estar despierto. Pero un día, los presos encarcelados que no pueden dormir le dan aviso al
Príncipe del Pimiento. Le preguntan: ¿Estás estúpido que no oyes que una mujer clama por
ti hasta arrancarse los cabellos? Esa noche el Príncipe se hace que bebe el opio pero lo
escupe y cuando llega la Princesa él la reconoce y le dice Amor mío, estabas aquí. Estabas
acá, amor mío. Repite ella. Y se abrazan y se besan como se abrazan y se besan los que de
verdad quieren estar juntos. Después se escapan los dos del reino de la Turca-Cán. Este es
un libro que la hermana Poncia me quemó, por eso tanto lo recuerdo. Cuando la Princesa y
el Príncipe del Pimiento llegan a Calabria, el rey es todo contento. Hubo fiestas y algarabía;
pero nosotros… Nosotras, América, siempre con las manos vacías.

AMERICA: …

PICHONA: Atienda el horno, que se queman las empanadas.

AMERICA: Está a punto. ¿Lo prueba?


PICHONA: No.

AMERICA: Mejor deje que se queme un poco y después raspamos.

PICHONA: Sí.

AMERICA: Amainó la Sudestada.

PICHONA: Todo pasa.

Apagón y cae lentamente el TELÓN.


Fin de escena 12
Fin de la obra

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