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Bendito El Fruto
Bendito El Fruto
Personajes
AMÉRICA, 35 años
PICHONA, misma edad.
PROFESOR
Escena 1
Una cocina de una humilde casa de campo. La mesa de madera basta, un banco largo
contra una pared. Aperos de gaucho colgados en la pared, una montura, tientos de cuero
crudo, un rebenque, estribos, etc. Dos o tres sillas. Una ventana chica con visillos. Más
allá el fogón, vemos una serie de cacerolas y cucharones, cuchillos, en cierto desorden
porque la dueña de la casa, América, es cocinera en una fonda del pueblo y suele preparar
minucias en la casa.
América, dolida por el acto que acaba de suceder, cubre su boca y se enjuga las lágrimas
con un pañuelito blanco hecho un bollo que llevará consigo toda la obra. Cuando no está
lloriqueando, lo mete en la manga de su vestido.
En la mesada cerca del fogón, hay un retrato de Eva Perón, pequeño, con un cirio
perpuetuamente encendido. Cuando, por un soplo de viento, se apaga, ella se acerca, se
persigna, lo enciende y le reza una oración. Cada vez que pasa cerca del retrato, saluda a
Eva Perón.
Entra Pichona, atropellada, con una pila de libros.
AMERICA: No.
PICHONA: ¿Usted me hace venir acá y resulta que tiene al Profesor durmiendo en la
cama? Como él se despierte y me vea acá a mí se arma la de Dios es Cristo. Me voy a ir.
AMERICA; Me lo hice …
PICHONA: ¡Hacerme venir por esto!! Las monjas andan como locas practicando platos
para la maldita fiesta. Adiós, América.
AMERICA: Yo no.
PICHONA: ¿Hace empanadas de carne en la fonda don Froilán? ¿Le pone ají? Las monjas
me tienen con la razón extraviada con el asunto de si es santo o no es santo ponerle ají de la
mala palabra a la carne para sazón. ¿A quién se le puede preguntar eso?
AMERICA: Pichona…
PICHONA: ¿Qué…?
AMERICA: Atado.
AMERICA: Venga, mire. (la lleva hacia la puerta para que vea al Profesor desde allí)
PICHONA:…
PICHONA: Mis padres (se persigna) eran suizos. No alemanes; suizos del cantón valesano.
AMERICA: Me tiene que ayudar porque usted sabe qué bestia es él.
PICHONA: Usted sabe que a mí el Profesor me hizo un daño muy feo. Yo se lo conté, ¿se
acuerda que le conté? A mí me costó salir adelante después de eso, me llevó mucho tiempo.
Ahora, estoy prometida a Baldomero Luis Arduriz, que es capataz de estancia en Carmen
de Areco y está armando su chacra propia, con sus propios chanchos y todo. Es chanchero.
Media cuadra de tierra con puros chanchos.
AMERICA: Yo sé lo del crío.
AMERICA: Que él (señala al Profesor) se lo hizo sacar. Un día me lo contó él, por
advertencia. No te vaya a pasar por descuidada como a la Pichona que…
PICHONA: Le contó?
AMERICA: Haber venido a verme a mí con el paquete, Pichona, que le conozco unas
ortigas que crecen en el campo… ayuda mucho y no hay que suplicar a la comadrona que
con la varita de perejil… ya sabe, hace daño.
AMERICA: Ay, ¡no diga que está muerto! Es desmayo lo que tiene. Si está muerto, hay
que amortajarlo, hay que enterrarlo, ¿y adónde lo haremos? Quién le consigue sitio en el
camposanto? Usted le puede comprar una Misa al probe profesor difunto? (América llora
desconsolada) ¡Está muerto, se murió, se murió y yo que lo amaba!
PICHONA:
PICHONA: Porque usted no sabe quién es la hermana Poncia. La crueldad de esa mujer
que tiene manía por la cocina; es demoníaca: cuenta las almendras que hay en el convento,
una por una; los huevos, uno por uno …
AMERICA: Yo le hago un ensalmo a la hermana Poncia para que no sienta el paso del
tiempo. Es un ensalmo sencillito y con sal gruesa…
PICHONA: Que se vaya con la esposa o con la otra, que todos dicen que tiene en
Chivilcoy. Una segunda familia; si capaz que él me abandonó por esa otra.
PICHONA: Le estoy diciendo que se comenta por todo el pueblo que él tiene otra familia
mujer, ¡otra!, en Chivilcoy.
PICHONA: Gracias.
AMERICA:
PICHONA: Yo hace dos años, vine y le dije: América, deje a ese hombre, por su bien. La
tiene de manceba, la envuelve en palabras dulces y hace su capricho con usted. La trata
como a un perro. Y el señor, tan campante, sale de su lecho caliente y se mete en la cama
helada de su esposa. No la va a dejar nunca a la esposa.
AMERICA: Porque lo quiero. Cuando usted me vino con el cuento, yo estaba muy
prendada.
PICHONA: Está anunciada la Sudestada; mejor irme antes que me agarre el viento.
AMERICA (se tira a sus pies y la agarra de las rodillas): ¡No, no! Ayudéme, Pichona.
Quiso matarme la perra, por eso me sulfuré. Me dijo que la perra, la Blanquita, lo seguía a
todas partes y en el pueblo se darían cuenta que yo iba con él, que era su amante. A la
Blanquita la tengo desde que es cachorra, cómo me la va a matar. Sacó la escopeta de mi
tata y le apuntó. Y ahí vi todo rojo y le propiné el cucharonazo.
PICHONA: …
AMERICA: No va a gritar.
AMERICA: Yo lo amordacé.
PICHONA: …
AMERICA: ¡Las cosas que me hace hacer el miedo! Cuando le apuntó a la perra, me dijo:
Alegráte que no te disparo a vos.
PICHONA: Usted es un peligro. Ya veo a los guardas entrar por esa puerta.
AMERICA: ¡¡No!!
PICHONA: Para qué me hace venir. Usted sabe que él me odia desde que yo… de cuando
quedé … Y entonces me dijo que si nacía, lo dábamos a un hospicio en Buenos Aires. Mire
si yo… mire si yo…
PICHONA: ¡Salga!
PICHONA: Sueltéme.
AMERICA:
AMERICA asiente
AMERICA asiente
PICHONA: La ayudo porque me dá pena el lío en que está metida. La ayudo pero me
promete que después lo deja para siempre. Que se quede con la esposa o con la de
Chivilcoy. Pero usted lo abandona.
AMERICA: No sé si…
PICHONA: No me mienta.
AMERICA: No.
AMERICA: Me da miedo.
AMERICA:
PICHONA: Pero si grita o no respeta el pacto, sale de acá con los pies para adelante.
Pichona va hasta donde hay una jofaina con agua. Se la entrega a América.
AMERICA: …
PICHONA: Para que se despierte. No tengo todo el día.
Fin de Escena 1
Escena 2
Dormitorio sencillo. Una cama con dosel de madera. Una cobija pesada, el Profesor en
camiseta y calzoncillos largos está atado por los cuatro miembros a los postes de la cama
con tientos de cuero y amordazado con trapo. Hay un sol de noche. La perra está debajo
de la cama y de vez en vez, gruñe.
En un banquito, a su lado, está Pichona. América acaba de tirarle un jarro de agua para
despertarlo y sale en puntas de pie de la piea. El Profesor despierta, forcejea, lucha contra
sus ataduras un rato.
PROFESOR tira con las muñecas del dosel de la cama pero no se desata; se le baja la
mordaza y logra hablar algo: Están locas. Desatáme ya mismo.
PICHONA: No puedo. Son nudos corredizos. (detiene su debatirse con un gesto): Ella me
pidió que te hable; te tiene miedo.
PICHONA: No te puedo desatar. (A la perra que está debajo): Primero hay que hacer un
trato y después te suelta. Te vas adonde tengas que ir. (Un tiempo, maliciosa)
PROFESOR enojo, lágrimas mudas de rabia. Vos sabés que yo quería tenerlo pero no
pudimos, no se podía en ese momento… No había remedio para nuestra situación.
PICHONA: A mí era a quien querías. Por lo menos decías eso, aunque después, pájaro que
comió, voló. Si al menos te hubiera gritado (baja la voz) hijo de una gran puta, cornudo,
mal parido, perro, comido de los alacranes! Hablo bajo porque América debe estar
escuchando a través de la puerta. Esa estúpida te quiere. ¡Hay que ver! Hay que soportar
que te quiere.
PROFESOR: Me conformé.
PICHONA: No te creo. Igual la estúpida ésa que come de tu mano, te golpeó y te desmayó.
Mirá todo el estropicio que hizo. El tiento este te va marcar los tobillos. No te puedo
aflojar.
PICHONA: Renguearás. Dios usa de misericordia hasta cierto punto, y después castiga.
PICHONA: Cuando salgas de acá no vas a poder bailar por un tiempo el vals con tu esposa.
Te vieron en el Eduardo Hertz, en el Club Atlético, bailando con tu esposa. La Hermana
Suplicio que hace el pastel de pichones, te vio. Hay que ver cómo baila tu esposa, comentó,
ninguna gracia.
Un largo silencio.
PICHONA calma: Te pusiste viejo y gordo en estos años. Yo me voy a casar, pronto.
Baldomero Arduriz se llama mi novio; iletrado, analfabeto, pero muy cristiano. Estoy
conforme, estoy contenta. Trabajador, leal, sincero.
El Profesor, neutro.
Llora, vencida.
PICHONA: No puedo.
Pichona se repone.
Pichona se arregla el cabello, la falda.
PROFESOR: No!
PICHONA: No tengo toda la noche. Desde que las cuadrillas de Perón anduvieron
quemando las iglesias, las monjas me tienen muy vigilada. Como si yo pudiera ser
seguidora de esos vándalos (se persigna) Dios y la Virgen me guarde.
PICHONA sale y vuelve sobre sus pasos, busca en la carterita que siempre tiene colgada
del antebrazo.
Fin de Escena 2
Escena 3
Un rato después.
América le limpia con algodón, muy delicada, los ojos irritados.
El le indica que le limpie la comisura de los labios.
AMERICA: Hubo que ponerle la mordaza, porque chilla. Sino chillara… Espere un ratito
que termine con los ojos. Pero prométame que no gritará. Promete?
AMERICA: Primero el tecito después le curo los nervios con los granitos de arroz.
PROFESOR: ¿Por qué pasan estas cosas entre nosotros? ¿Qué hace esa mujer en tu casa?
Yo creí que éramos el uno para el otro, que nos teníamos el uno para el otro, y resulta que
me haces traición.
PROFESOR: Cómo hiciste esto, Quita. Llora tosido con más energía.
PROFESOR: No ves que no puedo llorar, ni siquiera? No ves que esa zanguanga me quemó
los ojos y no me salen las lágrimas. Zorra rastrera, esos perfumes que compra son frutos de
la prostitución que ejerce. Solamente el mal sale de esa mujer. Ella te llenó la cabeza, usó tu
cabecita de chorlito como un odre viejo y lo llenó de carne podrida. Mala coneja, mala
hembra. Si la tuviera a la mano, si la tuviera a tiro nomás… Ella es la madre del cordero.
PROFESOR: A quién?
AMERICA: A Pichona.
PROFESOR iluminado, mefistofélico: Otra vez con los celos no. (Patético) ¿No ves cómo
estoy yo por culpa de tus celos? Estoy hecho una piltrafa, un gusano, ni siquiera humano es
esto que me hacés, Quita.
AMERICA: Un violín?
PROFESOR: Sí.
AMERICA: La quería.
PROFESOR: Sí.
PROFESOR: Esto no hubiera sido capaz de hacerlo nunca Pichona. Ella es buena.
PROFESOR: No, Quita. Vos me faltaste y yo soy un hombre. Ahora, obrá como una
cristiana y soltáme las ataduras.
PROFESOR: Querés seguir enemistada conmigo. Vos que sos tan buena. Cuando querés
sos buena,pero ahora no querés. Un día no me vas a tener más y te vas a olvidar de mí.
Como aquella, que ya se olvidó todas las melodías que le enseñé en el violín. Paradita,
desnuda al lado de la cama, se cargaba el violincito en el hombro y yo la abrazaba de atrás
para explicarle el funcionamiento del arco. Nunca en mi vida vi una mujer más hermosa,
nunca amé…
PROFESOR entre balbuceos: Qué zonza sos, Quita. Sos tan estúpida que al final parecés
linda. Mirá si la otra bestia bruta va a saber tocar el violín. Vos sos la mujer que quiero, vos
sos el amor de mi vida. ¡Quita, Quitá, vení!
Escena 4
La noche, las dos sentadas en la cocina en penumbras, abatidas. Se oyen los grillos, el
viento. De vez en cuando una especie de mugido del Profesor que está en la habitación y
algún ladrido de la perra. En el fogón, hierve la pava. Hablan en susurros.
LAS DOS: Santa maría madre de dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de
nuestra muerte amén
AMERICA: Sí.
PICHONA: El picadillo de las empanadas. (Se levanta de repente, mira para todos lados).
Necesito ir a hacer…
AMERICA: La mujer fue a la Misa esta mañana con los ojos bajos. La acompañaba la
prima, del brazo. No estaba sonriente; la prima dijo a la gente por lo bajo que el Profesor se
fugó con la sobrina.
PICHONA: ¡Basta, América! No está con la sobrina. Está acá tirado, lo tiene usted
maniatado, amordazado. El Profesor no puede ni levantarse a mear. Es un delito lo que está
haciendo, va contra la Ley tener a alguien enclaustrado contra su voluntad.
PICHONA: Callése.
PICHONA (se levanta): Voy a tener que ir a la letrina, por la punta del sauce verde.
(América vuelve de adentro con una cinta métrica y le va curando el empacho a Pichona)
AMERICA: Ayer le lavé los pies. Qué limpios lleva los pies.
AMERICA: Es cariñosa pero ahora le tiene miedo y va y viene; hace noche en el monte.
PICHONA: Usted piense que le quiso matar primero la perrita y después a usted. Y a mí
también me quiso matar. Y seguro que a la esposa también, aunque usted la odie. La
odiemos. Seguro que el Profesor o la quiso matar o le levantó la mano.
AMERICA: Yo no fui.
PICHONA: No lo puede vender; en el pueblo todos saben que es el anillo del Profesor.
Estertores.
AMERICA: Le aplasto una batata con miel y se la doy por el agujerito de la mordaza.
PICHONA: Sí.
AMERICA: ¿Cuánto?
PICHONA hace unas medidas con las manos, como si estuviera sosteniendo un pollo
crudo: Una olla entera.
PICHONA: No.
AMERICA: ¿Para qué tanto sino? Si no me quiere no viene más y listo. Pero si viene y me
pelea es porque me quiere.
PICHONA: ¿Y si la mata?
PICHONA: Pero usted se muere, la entierran. Al año, año y medio, se busca otra mujer y
empieza el mismo vodevil. Míreme a mí. No la mire a la esposa, porque a la esposa la tiene
de rehén. No sabe lo que es un rehén. La esposa lo pasa peor que usted y que yo juntas.
Sonido cascado.
PICHONA: Escuche.
Fin de escena 4
Escena 5
Entran las dos a la habitación con el Profesor amarrado. Pichona lleva una cazuela y
América una cuchara sopera, un plato, una gran servilleta que le acomoda apenas se
acerca. El retrato de Eva Perón está en la habitación del Profesor.
PICHONA: Esto está hecho un chiquero. (Da vuelta el retrato de Eva) Ay, déla vuelta a
esta mujer, que no vea, que no vea esta suciedad…
AMERICA: Pero ahora la quiere. A Pr: ¿No es cierto que a la quiere a la santa Evita? De
premio, se va a comer cocido de gallina…
PICHONA: Siempre fue un glotón. A Pr. Sí, un glotón. A A Si habrá comido conmigo la
leche asada, las migas de gato, la torta de limones verdes, las hostias al ajonjolí; todas las
delicias que hacen las agustinas, todas.
PICHONA: Ajonjolí.
PICHONA: ¿Confiesa?
El Profesor hace que sí, que le quiten la mordaza. Ellas dicen a la vez.
AMERICA: Ayúdeme que le abrimos un poquito la mordaza. Poco, porque tira a morder.
PICHONA al Pr: ¿Qué? ¿Te pensás morir ahora? Te créés que te echan de menos. Nada de
eso: dicen que te fugaste con tu sobrina.
AMERICA: La sobrina de Claromecó. Hay mar en Claromecó. Todos dicen que a usted le
gustaba el mar; yo no lo sabía.
PICHONA: Dicen que la otra que tenés en Chivilcoy está viniendo a buscarte.
PICHONA se acerca y le da de una botella: Acá hay agua. Está sucia o .,..?
El Profesor bebe.
PICHONA: No tomés tanto; dejá lugar en la panza que falta. (a A) Páseme el licorcito del
Padre Kerman.
PICHONA (lo limpia y entonces nota que no es el licorcito): Qué olor raro que… (bajo)
este no es el licorcito que yo le traje… Usted lo rellenó, usted…
PICHONA (huele): ¿Tiene chamico? Capaz esto lo debilita, lo tiene como una planta…
América lo hace.
El Profesor se ahoga cada vez más.
PICHONA: ¡¡No!!
El Profesor sigue tosiendo con ahogos. Contra una pared, Pichona tiene abrazada a
América para que no vaya a auxiliarlo. El Profesor las ve así, se calma de a poco.
Escena 6
Pieza del Profesor.
Entra Pichona, tranquila, le quita la mordaza y se sienta a su lado.
PICHONA: Y qué hacés si te digo que no me lo saqué y a tu hijo lo crían y lo cuidan las
monjas?
PROFESOR: Decíle a Quita que me suelte. O soltáme vos y terminemos esta payasada.
PROFESOR:
PICHONA: América me tiene celos; cree que me querés. Cómo podés hacerle creer a las
mujeres cosas que no son, que no fueron nunca. Vos tendrías que haber sido actor de
cinematógrafo.
PICHONA: Elegiste mal el oficio. Pudrirte en este pueblo roñoso; vos tendrías que estar
haciendo radioteatro, radionovelas.
PICHONA: América dice tu nombre y tiembla. Qué vas a hacer cuando te vayas de acá.
PROFESOR: ¿Quita?
PICHONA: Y sí: vos tenés toda la provincia tomada: Areco, Chivilcoy, Claromecó…
PROFESOR: Mirá, Pichona. Si no me querés más, terminemos con este asunto. Decíle a la
estúpida esa que me desate y me voy a mi casa. Que se quede tranquila, no la vuelvo a
molestar. No piso la fonda ni por una grapa. Que siga su vida ella, como la seguiste vos.
PICHONA: Yo no pude seguir con mi vida. Yo estuve como muerta cuando me dejaste.
PICHONA: Alberto.
PROFESOR: Me mentís.
PICHONA dubitativa
Pichona se acerca.
PROFESOR susurra: Seamos otra vez los dos uno, el uno para el otro.
AMERICA: Lo engatusa.
AMERICA: Traidora! Ningún hijo tiene ni tendrá; que la comadrona la dejó seca, seca
como cuero de tamango viejo. Haga lo que le ordené.
Escena 7
Las dos están sentadas con un brasero cerca.
Pichona talla figuras en una remolacha. Pela las remolachas con un cuchillo mondador y
después, con ese mismo cuchillo, talla en ellas.
PICHONA: El licorcito del Padre Kerman nunca falla. Pero usted no le está dando el
licorcito del Padre Kerman… (América hace que no)
AMERICA: Es robusta.
PICHONA: El dice que era delgada cuando joven. Pero las monjas dicen que siempre fue
gruesa.
AMERICA: A él le gustarán las gordas, llenas de hoyuelos, coloradas. Altas como un pino.
AMERICA asiente.
AMERICA asiente.
AMERICA: Es que las tallas las tiene que hacer en mazapán. En las ferias siempre hay las
tallas de mazapán, bien colorinche, las venden caro y después la gente de un mordisco las
embucha.
Pichona toma ropa y una manta, la hace un bollo, se la mete debajo de la blusa y de la
pollera, de suerte que parece más gorda.
AMERICA: …
PICHONA: ¡Claro que sí! Lo seguí cuando salía de la escuela y vine detrás de él. Tocó la
aldaba y usted lo hizo pasar. Después espié y usted lo llenaba de besos.
PICHONA: ¿Nunca?
PICHONA: Venga.
Pichona le pinta los labios con el dedo a América y le pone los trapos que ella usó para
hacer de barriga y de cadera.
AMERICA como una nena: Querido, hoy viene de visita mi hermana la Gumer y quiero
que te bañes y te perfumes. Voy a matar la gallina gorda, la aso con batatas como te gusta.
Vos ponéle el apero al Moro y andá a buscarla a la estación de tren. Llevate una vianda de
ropa vieja para el camino, que te va a dar hambre con la fresca.
PICHONA: No, no. Diga lo que la esposa del Profesor dice, lo que dice Renata.
AMERICA: Sí. Es ladina: se hace la que no ve, la que no sabe y sabe todo. Le consiente la
perdición al marido y eso está muy mal.
PICHONA: Hay que soltarlo rápido al profesor: está la mujer de Chivilcoy, con un
hermano de ella, buscando al profesor. Capaz fueron a la fonda, dos forasteros.
AMERICA: No vino nadie. Lo de la mujer de Chiviloy son chismes de la gente. No hay tal.
PICHONA: Claro que hay; seguro que hay, le pedirá al comisario que…
AMERICA: El comisario no escucha a las mujeres. Una mujer puede votar en los comicios,
pero el comisario no la escucha.
PICHONA: Una vez la enfrenté a la mujer del profesor. A la de Chivilcoy no, a la de acá, la
de Areco. Yo estaba loca por el y él me quería dejar. Junté valor y fui a ver a la esposa, ella
me miraba así, directo a los ojos como si yo hablara arameo y ella no entendiera la lengua.
Llegué a pensar que era falta de acá.
PICHONA: Después se le nublaron los ojos de lágrimas y me quiso cerrar la puerta. Pero
yo puse el pie para trabar la puerta; creo que me rompí unos huesitos chiquitos del pie, al
lado del juanete. ¿Cómo se llamarán esos huesitos? Le dije, le grité: ¡Me tiene que
escuchar! ¡El me quiere a mí!
PICHONA: Fui y le conté a él. No sé cuánto tarde en hacer las diez cuadras hasta la
escuela. Yo no podía ni pisar el suelo, de cómo me dolía el pie. Todavía, me acuerdo y me
duele. El estaba con los cuadernos de los chicos; ya eran más de las seis. Esa era la hora en
que yo lo encontraba; hacía que llevaba libros para la escuela, libros que las agustinas le
prestaban al Profesor. Tenía el corazón en la boca cuando le hablé. Ahí fue que él me puso
la escopeta, primero en el pecho y después acá (se señala la boca).
AMERICA: Ella lo habrá mandado para que la mate.
Fin de Escena 7
Escena 8
La pieza con el Profesor atado.
Entra América con una cazuela y una bombilla.
AMERICA: Hace una noche que no come. La gallina es buena contra la debilidad.
AMERICA: Tiene morado el tobillo. Pero no lo puedo desatar. Lo desato y me come cruda.
El acepta.
America se acerca, le da de beber.
AMERICA: Herví las verduras rato largo. Ajoporro, zapallo, de la quinta. La hervía y
pensaba en usted. Me recordaba cuando me tocaba, en cuando me agarraba. En el pecado
que hacía por la noche cuando venía. Eso debe ser querer, digo yo. Este (se toca el pecho)
es un bruto que manda todo lo demás del cuerpo. La lujuria es un muladar, dicen. Yo no sé.
Yo creía que eso era querer.
América le acaricia la frente, con ternura.
El Profesor lo hace.
AMERICA: Así los pienso. (Un momento) Amarillos, como los gatos. Amarillos…
(Ordena) ¡Abra los ojos!
AMERICA tira la sopa, todo. Furiosa: Busco la tenaza y se los arranco! ¡Le arranco los
ojos y entonces los voy a poder ver todo el día, a mi gusto! ¡¡¡Lo dejo sin ojos, se los
quito!!!
América revuelve cosas en busca de algo, las tenazas tal vez, tira todo por el aire.
AMERICA: Le quito los ojos y nunca, nunca más lo desato. Hasta el Día del Juicio se va a
pasar acá. Lo voy a usar cuando quiera, para lo que quiera, aunque esté ciego. Me lo voy a
montar todo el día, cuando me vengan ganas. No asoma más la nariz a la calle, no sabrá qué
color pinta el cielo. ¡Acá un punzón! Sirve igual.
El Profesor asiente.
AMERICA: Me gusta creerle. ¿Está seguro que no sabe quién es? Una mujer que usa una
capelina blanca, de paja trenzada y tiene unos zapatos con taconcito (hace una medida)
así… Un invento del pueblo, opina usted, inventan porque están aburridos. Yo pienso igual.
(Suspira) Ah, ya me quedo más tranquila.
Un silencio largo
Escena 9
Al atardecer, unos días después. Entra a la casa Pichona, muy encapotada. Afuera hay un
ventarrón que cierra la puerta de un golpe detrás suyo. Hace sonar los postigos.
AMERICA: Tres velas que le puse a la Evita y las tres se me apagaron. Es mala señal.
AMERICA: Es el empacho; le tengo que volver a curar. A veces hay que curar hasta tres
días seguidos, para que la cura tome y asiente…
PICHONA saca un paquete de su bolso y lo deja en la mesa. Guirlache, que hacen las
agustinas; le traje un poquito. Las monjas están alzadas con la Fiesta de la Empanada, se
pasan el día cocinando. Golosas como gatas viejas. Tengo el olor a cerdo metido acá (se
señala la nariz). La hermana Jesusa predica que en la cocina todo lo cura la sal gorda y el
azúcar negra. ¿Está despierto?
PICHONA: Cuando venía para acá me la topé a la esposa de frente. Dicen que llora; que
hace que llora. A la otra no la vi; la de Chivilcoy; dicen que tiene un sombrerito de paja con
una pluma de pavo real y anda como una sombra.
AMERICA: Capaz.
PICHONA: Me lo prometió.
AMERICA: Buen ver tiene la sobrina, dicen en la fonda. Cualquiera se hubiera fugado con
la sobrina.
AMERICA: Los parroquianos calculan: El Profesor se fue unos días con la sobrina y
después se marchó a otra parte.
PICHONA: La esposa me la topé ahí afuera, levantó los ojos, se me quedó mirando. Me
hizo una reverencia con la cara, así. Señorita Paulina, dijo bajo. Nada más, nada más.
Un largo silencio.
AMERICA: No me fío.
PICHONA: Lo soltamos.
AMERICA: Oiga el viento. Es un cerdo gigante, que gruñe, que se lo come todo; un cerdo
con un hambre tremendo.
Fin de escena 9
Escena 10
Pieza de América.
Entra Pichona; trae un bolso de viaje.
PICHONA (fuerte, para América que está fuera): Le vendo el tobillo y… (Al Profesor,
comienza a desatarlo): Ahora es el momento, Reynaldo, Rey. Hay que irse, tenemos que
irnos. Hay revuelta afuera; los contra lo quieren voltear a Perón y en la revuelta nadie nos
va a notar. ¿Me oís, Rey, Reynaldo? (Le toca el hombro). Despertáte, querido, te mentí con
lo de nuestro hijo. (le desata el tobillo) Perdonáme la mentira, como yo te perdoné a vos.
Me hubiera gustado tanto que naciera y que…! Pero no pudo ser; ha sido fiero el destino
con nosotros. Alberto fue el primer nombre que me salió, por despecho. (bajo, socarrona)
Le hubiera puesto Huguito, por don Hugo del Carril. A mí siempre me gustó don Hugo: no
me importa que haya grabado la Marchita en el ’49. A un hombre que me gusta le perdono
todo. (Insiste), Levantáte, querido mío. Hasta cuándo vas a estar empacado, sin hablarme?
América está trastornada, todo esto le hizo perder la cordura. Ya no te preocupes más. Hay
una Posta en Achaval, ahí podemos hacer noche y después… Reynaldo, Rey.
Pichona lo abofetea.
Pichona lo incorpora.
PICHONA: Vamos, reaccioná. Vos sos el único hombre de mi vida. El amor de mi vida.
Vamos, vamos.
Pichona, ya con llanto quebrado, le baja los párpados al profesor y cruza sus manos sobre
su pecho a la par que llama, con voz sorda:
AMERICA:
PICHONA: Expliquéme.
AMERICA: Se fue.
AMERICA (lloriqueando, honesta): Yo lo estaba por soltar; las dos lo estábamos por
soltar… ¡Mi Cholito, qué hiciste!
AMERICA: No sé.
AMERICA: Abajo de las hayas. Le di porque es bueno para la calma y para que no nos
diera un palizón antes de irse.
PICHONA: No respira.
AMERICA (lo sacude cada vez más fuerte, hasta que también ella acaba encima de él,
llorando): Despertáte, Cholito. Negrito, levantáte. Cholo, arriba. Porquería de mierda,
desobediente. Arriba; no estés jugando, porquería. Vamos, vamos, vamos…
PICHONA: Dejelo.
PICHONA: Habría que velarlo, que avisar… (se golpea la cabeza) ¡Me falla la cabeza! Las
dos. Las dos tenemos que velarlo por si despierta… Puede que despierte todavía. Puede que
sea un sueño profundo, un sueño como la muerte pero que…
AMERICA: Va a heder.
AMERICA: Venga que le curo el empacho. Cuandos se hace con dolor de la curandera,
cura mejor.
Fin de Escena 10
Escena 11
Es la noche.
Entra Pichona a la casa, alboratada por el viento. Trae una canasta.
PICHONA: Ya estoy.
AMERICA: Cada paso que oía, cada sombra ¡me mataba el sobresalto!
AMERICA: Sí…
PICHONA: Ponga la caldera grande en el fuego.
PICHONA saca uno por uno los cuchillos: Sí. Hay que tener cuidado con el cuchillo
carnicero, tiene el mango flojo. Traje el afilador, por las dudas. Y el hacha de cocina. Acá,
deja un paquete a un lado)la grasa de cerdo. Qué olor maldito.
Pichona y América pasan a la pieza. Sonidos de hachazos y ayes se oyen un buen tiempo,
un tiempo incómodo.
Pichona sale asqueada de la pieza, a tomar aire.
PICHONA ensangrentada, se toma la cabeza de las manos, gime: ¡Cómo pudimos hacer
esto! ¡Cómo pude!
Escena 12
La madrugada.
Hablan en susurros.
Están en la cocina, estirando masa y friendo.
AMERICA: La cabeza.
PICHONA: La cabeza de cerdo o jabalí, que regularmente se sirve entera, se parte al través
empezando un poco más arriba de los colmillos; se cortan después lonjas delagadas a lo
ancho así por arriba como por abajo, uniendo las partes que quedan una con otra para
impedir el contacto del aire y mantenerlas en su calor. Arte de trinchar de…
PICHONA: La hermana Suplicio dice que el adobo de chancho es con lomo y costillar.
AMERICA: Mire si justo estas empanadas son las que ganan en la Fiesta de la
Empanada…
AMERICA: Sí.
AMERICA lleva de la caldera el ají: Todo el ají que encontré, le puse. Todo el puta parió.
PICHONA: Hizo bien.
Pichona cierra las primeras empanadas, y se las entrega a América para que meta en el
horno. Un tiempo después, las dos de brazos cruzados mirando el horno.
PICHONA: La princesa calabresa del cuento estuvo por meses y meses buscando al
Príncipe del Pimiento. La ayuda un brujo para encantar a la Turca-Cán y regresarle el
marido a su palacio. Cada día, le vende alhajitas de oro a la sultana a cambio de pasarse una
noche con el supuesto esposo de la sultana. Que es el Príncipe del Pimiento. Pero él no se
dá cuenta, porque la Turca-Cán lo tiene atontado con el opio; opio para dormir y opio para
estar despierto. Pero un día, los presos encarcelados que no pueden dormir le dan aviso al
Príncipe del Pimiento. Le preguntan: ¿Estás estúpido que no oyes que una mujer clama por
ti hasta arrancarse los cabellos? Esa noche el Príncipe se hace que bebe el opio pero lo
escupe y cuando llega la Princesa él la reconoce y le dice Amor mío, estabas aquí. Estabas
acá, amor mío. Repite ella. Y se abrazan y se besan como se abrazan y se besan los que de
verdad quieren estar juntos. Después se escapan los dos del reino de la Turca-Cán. Este es
un libro que la hermana Poncia me quemó, por eso tanto lo recuerdo. Cuando la Princesa y
el Príncipe del Pimiento llegan a Calabria, el rey es todo contento. Hubo fiestas y algarabía;
pero nosotros… Nosotras, América, siempre con las manos vacías.
AMERICA: …
PICHONA: Sí.