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Una relectura del culto y la justicia social en Amos en nuestro

mundo actual.
Alumno: Moisés Carachure Lino
Materia: Profetas.

El cristiano llamado a ser profeta para implantar un culto que nos lleve a implantar la
justicia y caridad en nuestra vida.

Amos, un profeta que lleva a cabo su misión en un contexto de injusticia e idolatría por
parte de Israel. La predicación de Amos denuncia principalmente las injusticias que se
realizan desde la realidad del culto, una predicación que confronta el corazón de quienes
oprimen al pueblo, y se sirven de él.

Reyes poderosos que se creen dueños de las personas para ponerlos al servicio de
sus intereses, menesteres y placeres. Su soberbia y poder les ciega para poder ver en los
otros como predilectos de Dios porque los liberó de la esclavitud, si Dios los liberó de la
esclavitud… ¿Por qué ellos se sienten señores para esclavizar a las personas? En este
sentido Amos alentado por la fuerza de Dios comienza a predicar el castigo sobre los que
son opresores y la liberación de los que son oprimidos.

Amos es la voz que proclama que la justicia social es deseo de Dios. Esto es
reflejado en el código de la Aliana. Hay diversas leyes que tratan de ayudar y no hacer más
pesada la situación de los débiles: esclavos, forasteros, huérfanos, viudas y pobres. Por eso
se prohíbe en el código los robos, sobornos, secuestro y la mala administración de justicia.

Aun más, hubo prosperidad material y la concentración de la riqueza que fueron


acompañadas de injusticias y opresiones. Los reyes fomentaron un ideal de vida de lujo y
riqueza a costa de la injusticia y opresión. Este es quizá el mayor pecado de la monarquía.
Por otra parte, está la centralización del poder político, religioso, judicial y administrativo
que se convirtió en muchas ocasiones fuente de injusticias y de descuidos en la
administración de la justicia.

En conclusión, las principales injusticias que pesaban sobre el pueblo fueron los
impuestos, trabajos forzados, descuido en la administración de la justicia, estratificación

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social, concentración de riquezas y vida de lujos. Todo esto iba agravando la vida de
muchos ciudadanos.

Ante este panorama viene el profeta Amós, detrás del profeta Amós está el Señor,
por eso la palabra de Amós es la voz de Dios que habla al pueblo. Amós es pastor y se
enfrenta a los opresores. El profeta denuncia en nombre del Señor, rechaza una caricatura
de culto y exige la búsqueda del Señor, no en los santuarios, sino en la realización de la
justicia interhumana. Amos voz de Dios, defiende a los débiles, toma partido por ellos,
condena a los explotadores y se opone a una falsa imagen del Dios de Israel.

Amós denunció con vigor las injusticias y desenmascaró un falso concepto de


Yahvé, un Dios que se contenía con el culto, sin importarle la justicia humana. Por eso se
opuso al culto falso e hipócrita mezclado con la injusticia. Amós, en nombre de Yahvé,
liberador de los oprimidos, defendió los derechos de los pobres y explotados, naciones e
individuos. Llamó a un verdadero encuentro con el Señor, no en los santuarios, sino en la
implantación del bien y de la justicia. Se enfrentó al poder religioso que intentaba sacralizar
al monarca en turno. También se levantó con vigor contra quienes querían acallarlo,
intentando silenciar la palabra divina. Anunció el castigo, el fin del Reino, dado que no
estaban dispuestos a convertirse.

En la actualidad también requerimos de un profetismo desde la perspectiva de


Amós: sigue existiendo entre los fieles de la Iglesia un culto vacío de caridad y conversión,
es decir, sólo exterioridad en los ritos, pero no un verdadero cambio de vida en la persona
que en dado caso sería una fe auténtica. Las puertas de las Iglesias están abiertas a todas las
personas, nadie le puede negar la entrada a una persona cualquiera que sea su situación
económica, nacional, política, ideológica, raza o incluso religión. Las puertas están abiertas
siempre. Sin embargo, dentro de quienes decimos profesar la fe a manera abierta y que
vamos diario o cada domingo a mesa, muchos somos cristianos de “misa dominical” pero
no auténticos cristianos que estamos llamados ser templos vivos del Espíritu Santo, para
que encuentren los demás en nosotros una Iglesia que pueda propiciar un encuentro con
Cristo. Nuestra fe puede despertar la fe de alguien más, nuestra caridad puede enardece la
caridad de alguien más, nuestra esperanza puede alentar la esperanza de alguien más.
Precisamente, este es el verdadero signo del cristiano.

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El auténtico cristiano es impulsado por el Espíritu y fortalecido por Dios para
denunciar las injusticias actuales, que no son muy diferentes a los que estaban en el tiempo
de Amós. Profetas de nuestro tiempo es lo que la fe debería de suscitar. Se siguen
centralizando las riquezas en unas cuantas manos que desemboca en una desigualdad
económica que sale afectando a los más débiles; se sigue teniendo esclavos en cuanto el
trabajo de muchos asalariados no se valora correctamente y se ve reflejado en los tratos
laborales a los que son obligados aceptar en muchas empresas, en otras ocasiones ni
empleos hay; se siguen violando los derechos más fundamentales de las personas, en
especial de los más vulnerables y débiles como lo son los niños; los gobernantes roban el
recurso público destino al bien común, etc. las injusticias sociales son más incluso que en el
tiempo de Amós.

Por esta razón, los cristianos debemos tener el valor no únicamente para denunciar
las injusticias, sino y sobre todo no cometerlas y promover todos lo contrario con nuestra
propia vida. No únicamente evitar el mal, sino hacer el bien. Aquí descansa el verdadero
testimonio en Cristo que nos concede la gracia y la fortaleza para construir desde nuestra fe
una sociedad más justa y solidaria, y por ende, una celebración de los sacramentos que nos
lleva más a la transformación de nuestra persona en Cristo. Parecernos cada vez más en los
verdaderos hijos de Dios.

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